Autodefensa vegetal

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Ventana al NEGRO

Auto-defensa vegetal A

quél era definitivamente un tipo muy raro. Se había mudado al edificio nada más comenzar la primavera y no se sabía de él más que trabajaba como profesor de defensa personal en el gimnasio de la esquina. Sus dos pasiones parecían ser el deporte y la jardinería, porque desde el día en que llegó no había hecho más que llenar el pequeño balconcito de macetas diminutas que contenían toda clase de plantas, naturales y artificiales, a las que cuidaba y mimaba por igual. Por la tarde, a la vuelta del trabajo, corría presuroso a comprobar que nada había cambiado en aquel jardín improvisado con el que conversaba durante horas. Por aquel entonces, yo estudiaba para notario, y las conversaciones de aquel extraño con sus plantas atraían más mi atención que los interminables libros de leyes que conformaban el temario de mi oposición. En pocos días, descubrí el motivo de la angustia que obligaba al profesor de defensa personal a cuidar sus plantas con tanto mimo. Al parecer, las flores naturales se habían convertido en el blanco perfecto de las burlas de las flores artificiales. Al fin y al cabo, las primeras no necesitaban agua ni aire para lucir esbeltas y llenas de color, pero sobre todo, no necesitaban ser rociadas con el insecticida que su amo utilizaba para ahuyentar al más temible de sus enemigos: el pulgón. Las flores naturales vivían tristes y acomplejadas, siempre pegajosas e impregnadas de aquel líquido artificial, motivo de las continuas sornas de sus vecinas. Hasta aquel día.

hablamos con_

“Las plantas domesticadas necesitan ayuda para defenderse” ¿Existen realmente técnicas de “defensa personal” o “defensa natural” para las plantas? Sí, por supuesto. Las plantas, al igual que todos los seres vivos, tienen estrategias de defensa para protegerse de los ataques del entorno a los que están expuestas: ataques de animales o insectos que se alimentan de ellas, y también de virus y bacterias que las hacen enfermar.

Y nunca supe cómo lo hizo. Pero puedo asegurar que aquellas plantas aprendieron a defenderse de los ataques por sí mismas. Y las flores artificiales callaron para siempre.

Investigan cómo los residuos de las plantas aromáticas pueden ser empleados como protectores naturales.

Hoy en Ventana al Negro dirigimos la mirada hacia un proyecto de investigación que tiene como objetivo la selección de poblaciones de diferentes especies de plantas aromáticas y condimentarias, a partir de su capacidad insecticida. El estudio se centra en el aprovechamiento de los residuos generados durante la cosecha y procesado industrial de estas plantas aromáticas. Estos residuos pasan a ser materia prima para la obtención de extractos y/o compuestos de alto valor añadido que puedan ser empleados como protectores naturales para las plantas. La receptividad y creciente demanda de los mercados agrarios y agroalimentario a los productos naturales así como la importancia de la valorización de residuos agroindustriales a nivel nacional y europeo hacen que este tipo de investigaciones cobre una especial relevancia.

En la actualidad, Santana centra su labor en el aprovechamiento de residuos agroindustriales como fuente de bioplaguicidas naturales y desarrolla su actividad científica en el Centro de Investigación Agraria de Albaladejito, en Cuenca. Por si fuera poco, es investigador del Parque Científico y Tecnológico de Albacete (PCYTA), revisor de varias revistas científicas internacionales y director de un proyecto internacional sobre el azafrán y especies relacionadas, financiado por la Unión Europea (COST-FA1101).

OMAR SANTANA MÉRIDA

Lo tengo – dijo el profesor tras semanas en busca de una solución que trajera por fin la paz a su balcón – Os enseñaré defensa personal – explicó dirigiéndose a las flores naturales, ante la perplejidad de las plantas de plástico y por supuesto, la mía.

Bioplaguicidas de origen natural

El investigador investigado

Navegando en el currículum del doctor Omar Santana Mérida descubrimos que desarrolló su tesis doctoral en el año 2000 en torno al aislamiento e identificación de productos naturales con actividad insecticida en el Instituto de Ciencias Agrarias del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (ICA-CSIC). Desde entonces, ha dirigido su carrera hacia la búsqueda selectiva de bioplaguicidas de origen vegetal. La descripción de compuestos y extractos de origen natural ha guiado la labor investigadora de nuestro entrevistado, cuyos resultados se han incluido en más de 10 artículos de investigación publicados en revistas de gran impacto y rigor científico.

¿Y en qué consisten? ¿Cómo se defiende una planta? ¿Se les enseña a boxear? Me temo que no tiene nada que ver con el boxeo ni las artes marciales, aunque el resultado final es el mismo: las plantas se defienden. Y lo hacen de muchas maneras, por ejemplo, mediante sus espinas o colores, que ahuyentan a los animales. Sin embargo, las armas de defensa más eficaces que tienen las plantas son determinados compuestos químicos que ellas mismas sintetizan a través de su metabolismo. Pueden ser de muchos tipos: tóxicos, repelentes, atrayentes, inhibidores de la alimentación o incluso capaces de afectar al normal crecimiento y desarrollo de muchos insectos y herbívoros en general.

Ventana al Negro es un espacio concebido para difundir el conocimiento y la cultura científica en la sociedad. En su elaboración colaboran investigadores de la Universidad de Castilla-La Mancha e investigadores INCRECYT del Parque Científico y Tecnológico de Albacete, gracias a la dinamización generada por el Proyecto Europeo WINETech +.

Ventana al NEGRO

Idea y dirección_ Manuel Carmona Delgado Redacción_ María García Vidal Ilustración_ Mª Dolores Alfaro Cuevas

Recuerdo cómo mi vecino preparaba unos extraños ungüentos con los que más tarde rociaba su jardín. Metía una planta en agua durante horas y más tarde la cocía en su pequeña cocinilla. Una vez filtrada, la dejaba enfriar. ¿Se trataba de algún ritual esotérico? Pues por mucho que pueda parecerlo no lo es. Se trata tan sólo uno de los muchos procedimientos utilizados para extraer y concentrar esas sustancias químicas que la planta produce para defenderse. Es cierto que la imagen puede evocar a la de un curandero, brujo o chamán, elaborando “pócimas” con hierbas. Y es que más allá de los elementos rituales y tradicionales de las distintas tribus o pueblos, la base científica y práctica es similar a la que utilizamos actualmente los investigadores de productos naturales: la extracción de principios activos vegetales útiles. Mi vecino utilizaba una planta especial para la realización de sus “pociones”. ¿Acaso no todas las plantas sirven para ayudar a otras a defenderse? No, no todas tienen la misma capacidad para defenderse de ataques externos. La explicación está en la evolución. Las plantas han adquirido sus defensas químicas a lo largo de miles de millones de años a través de un complejo proceso de evolución. Durante todo ese tiempo han convivido con sus enemigos naturales y para sobrevivir no han tenido más remedio que aprender a defenderse de ellos. Por eso, algunas especies han desarrollado mecanismos de defensa muy eficaces y en algunos casos muy específicos, contra insectos, enfermedades, e incluso contra otras plantas con las que se ven obligadas a competir por la tierra en la que sus semillas puedan

germinar. No existe una única estrategia de defensa, común y general a todas las plantas, más bien es al contrario. Sus estrategias son múltiples y específicas, no hay un único compuesto de defensa sino miles, y cada planta sintetiza los suyos. ¿Eso quiere decir que no todas las plantas son capaces de defenderse a sí mismas? Y las que no lo son, ¿necesitan las “defensas” de otras plantas? Desde el punto de vista evolutivo todas las plantas son capaces de defenderse, sin embargo, podría decirse que hay plantas más “indefensas” que otras. Se trata de plantas que no han desarrollado una capacidad de defensa frente a un determinado enemigo natural o que lo han hecho de forma limitada. Por ejemplo, las plantas silvestres desarrollan defensas para protegerse de aquellos enemigos que conviven con ellas. Sin embargo, si sacamos a una de esas plantas de su ambiente natural, ésta se encontrará indefensa frente a los enemigos del nuevo entorno, por lo que tendríamos que protegerla con las sustancias producidas por otras plantas o esperar muchos años para que se adapte y pueda producir sus propias defensas. Esta situación se da con mucha frecuencia en el caso de las plantas cultivadas. Se trata de plantas han sido “domesticadas” por el hombre. Es decir, trasladadas de un sitio a otro para su cultivo, lo que ha provocado la pérdida de sus defensas naturales. Esto explica que las plantas que tenemos en nuestro jardín necesiten un poquito de ayuda para defenderse de los enemigos. ¿Qué parte de una planta es la que “crea” “armas de defensa natural” ¿Las hojas? ¿El tallo, tal vez? Lo cierto es que no existe un órgano concreto donde se produzcan las defensas. Al contrario, cualquier parte de la planta puede producirlas y depende de la estrategia de defensa de cada especie. Así, en algunas plantas las defensas se pueden sintetizar en la raíz y acumularse en las hojas para defenderse de enemigos que las atacan. En otros casos, se pueden sintetizar en las hojas y desplazarse hacia las partes subterráneas para defenderse de los enemigos que estén en el suelo. Una vez vi cómo mi vecino preparaba una receta con ingredientes de cocina como ajo, cebollas y guindillas. Al principio creí que se trataba de la salsa de un plato de comida mexicana. ¡Cuál fue mi sorpresa cuando acabó pulverizando la mezcla sobre su jardín! ¿Acaso a las plantas les gusta el picante? En realidad es a los insectos a quienes no les gusta nada el picante. O dicho de otro modo, las sustancias químicas responsables del sabor y aroma característicos del ajo y la cebolla ahuyentan a los insectos fitófagos (literalmen-

te “comeplantas”). Ese “cóctel” o “aliño” preparado con todas las especies juntas, aplicado sobre las plantas del mismo modo que se aplicaría cualquier insecticida comercial, tiene un efecto repelente contra muchos insectos perjudiciales. ¿Todas las “pociones” de mi vecino tenían el mismo efecto en sus plantas? Si es así, ¿por qué cambiar la receta continuamente? Evidentemente hay productos y mezclas que resultan más eficaces que otros. Pero aun así los insectos son capaces de “adaptarse” a esa sustancia, llegar a tolerarla o incluso a desarrollar su propio “antídoto”. A pesar de todo, todos estos procesos naturales requieren tiempo, lo que explica que las plagas logren hacerse tolerantes o resistentes a un determinado compuesto después de pasar largos periodos de tiempo en contacto con él. Por eso, si cambiamos con frecuencia la “receta”, a los insectos no les dará tiempo a fabricar su antídoto. En eso precisamente radica la efectividad de combinar y cambiar los compuestos. ¿Por qué cree que a las flores naturales de mi vecino les acomplejaba que éste las rociara con el spray que compraba en la tienda de la esquina? ¿No era lo suficientemente chic? Ese spray contiene un producto, o una mezcla de ellos, obtenido de forma artificial en un laboratorio. Estos insecticidas sintéticos son algo ajeno a la planta y muchas veces agresivo. Pueden llegar a ser tóxicos para la propia planta y lo que es aún peor, pueden dañar la salud de las personas y del medio ambiente que las rodea. Por el contrario, las sustancias que producen las plantas son reconocidas como algo propio, de origen vegetal. Para que comprendáis lo efectiva que pueden ser las defensas naturales, basta con saber que muchas multinacionales químicas se basan en los mecanismos que utilizan las plantas para producir sus defensas y así “copiar” su fórmula para producir sprays insecticidas. Recuerdo cómo el gato de aquel vecino, que hasta entonces tenía completamente prohibido el acceso al jardín, comenzó a olisquear aquellas flores sin que su amo le reprendiera como era habitual. ¿Cree que tuvo algo que ver? Por supuesto. Un insecticida comercial es tóxico para los insectos y podría serlo cualquier otro ser vivo, gato, perro, pájaro, ser humano… Cualquier ser vivo puede sufrir algún tipo de intoxicación o reacción adversa si entra en contacto con ese producto. Además, hay que tener en cuenta que los efectos negativos de un insecticida sintético pueden producirse por su acción residual. No olvidemos que son sustancias biodegradables cuyos residuos son difíciles de eliminar. Al contrario, los plaguicidas de origen natural son mucho más específicos: las plantas los producen en las cantidades y concentraciones efectivas contra los insectos y en la mayoría de los casos son biodegradables.


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