“Rico no es aquel que más tiene, sino quien menos necesita”
1. El cementerio vertica l . Próspero se incorpora a la empresa “Seguros La Esperanza” en un momento en que la compañía está a punto de echar el cierre. Ninguno de los 120 empleados se explica cómo han podido contratar a un personaje como Próspero para las tareas de conserje, un hombre entrado en años, delgado como un arenque, con movimientos nerviosos, y en apariencia bastante perezoso, siempre apoyado en una pared o despanzurrado en el sillón de su garita. Nadie se acordaba del nombre del anterior conserje, quién había fallecido por un infarto fulminante debido al cansancio y al estrés, pues necesitaba tener varios trabajos para poder cumplir con sus obligaciones monetarias. Los ánimos entre los trabajadores estaban bastante crispados debido al inminente cierre de la compañía. Se habían fichado a expertos ejecutivos para solucionar los problemas, pero su única aportación fue la reducción de personal para salir de la crisis, provocando el pánico entre los empleados que seguían en la empresa. Todos los empleados vivían temiendo por el futuro inmediato de la compañía. Todos menos Próspero. Llegaba el primero, realizaba sus tareas, ponía música clásica, incluso un día tuvo la osadía de adornar la recepción con flores sin pedir permiso a nadie. Fue esta la causa por la que el Jefe de Contabilidad decidió que había llegado el momento de decirle algo al Conserje. -¿No cree usted que se está excediendo?-preguntó con fuerte vozarrón. -¡Haga el favor de apagar esa música!-gritó el enfurecido ejecutivo-, y retire ahora mismo esas flores de la recepción. Próspero se levantó pausadamente de su “trono” dando los buenos días, le preguntó, ¿Cómo está usted?, con amable serenidad. Esto dejó sin argumentos al Jefe de Contabilidad, no sabía que contestar y Próspero le pidió disculpas por si algo le hubiera molestado y le preguntó en que podía ayudarle. Todo ello hizo que el ejecutivo comprendiera que había sido excesiva e innecesaria su brusquedad ante un asunto tan nimio como aquel, limitándose a preguntar con indecisión el por qué había puesto aquellas flores. La respuesta de Próspero dejó al Ejecutivo perplejo, dudando si había oído bien las palabras del conserje. -Siempre es conveniente poner algunas flores al pie de una tumba, ¿no lo cree usted así? Fíjese en el triángulo (refiriéndose al logotipo de la empresa que toma esa forma por la forma de triángulo que tiene el edificio de la compañía), aunque no lo parezca es la imagen de un árbol. Su solidez depende de que sus raíces sean fuertes. Si los que están abajo no realizan bien su función, toda la planta morirá al no recibir suficiente alimento. Es imprescindible que su base sea ancha y firme, si sólo las partes de arriba se desarrollan y multiplican, pronto no llegará bastante savia al resto del árbol. La fortaleza de las raíces es lo más importante.
La prosperidad se construye de abajo hacia arriba. El Oro del Conserje
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Dicho todo aquello el viejo conserje volvió a entrar en su garita y recostado en su sillón cerró los ojos y se dejó mecer por la dulce melodía que empezó a sonar en el transistor. El ejecutivo echó una mirada al conserje a través de los cristales, ¡chiflado!, pensó, pero a solas en el ascensor empezó a recapacitar sobre lo que aquel personajillo le había dicho, y tuvo la sensación de que aquello no era tan disparatado.
2. Cobra r, perder y ga na r. El Jefe de Contabilidad y el Jefe de Marketing, que se detestan profundamente, tienen una conversación acerca de los trabajadores de la compañía mientras toman un café juntos. El Jefe de Contabilidad le comunica que van a tener un mes catastrófico en facturación y que falta motivación entre los empleados. Durante el transcurso de la conversación le comenta que la prosperidad ha de construirse de abajo hacia arriba recordando las palabras de Próspero, pero no sabe explicar lo que quiere decir exactamente y le confiesa que había sido el conserje, con quién había tenido una conversación muy interesante, el que le había dicho esas palabras. El Jefe de Marketing se queda solo regodeándose en una posición que creía de superioridad ante la actitud tan rematadamente crédula y simple que había mostrado el Jefe de Contabilidad. Al final de la jornada se dirigió directamente hacia el conserje para increparle: -¿Desde cuándo los conserjes dan consejos a los ejecutivos de esta empresa? -Muy buenos días. ¿Cómo está usted?, respondió Próspero con su calma habitual. El Jefe de Marketing le dice que mejor sería que se metiera en sus asuntos y que dejase a los que saben dirigir la empresa, que alguien que no gana ni mil euros al mes, cómo puede atreverse a dar lecciones de cómo llevar una empresa. -¡Aquí mandan los que saben! -Pues si los que mandan aquí supieran tanto, no estaríamos al borde de la bancarrota, ¿no le parece a usted?, contesta Próspero. Es cierto que gano 990€ al mes, pero gano mucho más que usted. En este punto el Jefe de Marketing no puede más que reír ante las palabras del Conserje. -¡Yo vivo como Dios!- le contesta, a lo que Próspero le dice que puede hacerle una pequeña auditoría y demostrarle que vive en la más completa ruina y acto seguido puso una libreta abierta y un lápiz en el mostrador, dando comienzo la pequeña auditoría. Ante las cuentas que realiza el conserje, el Jefe de Marketing se queda totalmente asombrado , con un sueldo de 990 € el conserje cada mes gana 80 euros, ya que es el dinero que le sobra, sin embargo, con un sueldo de 3.175€ al mes, ¡cifra exacta de su nómina que había adivinado el conserje!, le quedaba un saldo negativo de 455€ después de haber hecho frente a todos sus gastos. El Jefe de Marketing no salía de su asombro, el conserje conocía mucho mejor sus finanzas que él mismo.
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-Estos números-dijo Próspero-reflejan lo que le anunciaba: aunque tengamos sueldos tan distintos, yo gano mucho más que usted y vivo
lo que se cobra no es lo mismo que lo que se gana. tranquilo y satisfecho. Como puede ver,
Cuando el Jefe de Marketing introdujo la llave en el contacto de su Jaguar, le asaltó el convencimiento de que aquel motor tan potente y afinado iba a sonarle como el chirriar de una jaula. Una jaula de la que nunca, hasta entonces, había visto los barrotes.
3. La esca lera del éxito. El Jefe de Marketing, tras la presentación de un proyecto que había encargado su superior inmediato, la Directora Comercial, permaneció de pié frente a ella sin moverse. -¿Desea usted algo más?-inquirió la Directora. -¿Se ha dado usted cuenta de que no es lo mismo lo que se cobra que lo que se gana? La Directora se queda perpleja ante dicha pregunta, y piensa que el Jefe de Marketing se ha vuelto medio majara, pero le pide explicaciones al respecto, a lo que, el Jefe de Marketing le confiesa que estuvo hablando con el conserje y que gracias a él se había dado cuenta de la diferencia, explicándole la pequeña auditoría que le había hecho el conserje. -No se trata de ganar más dinero, sino de administrarlo mejor, ¿cómo vamos a ser buenos administradores del dinero de nuestros clientes, si ni siquiera somos capaces de administrar el nuestro?, propongo que se haga una auditoría a todos los empleados para que ellos mismos vean si son capaces o no de administrar bien su dinero. A la Directora pareció gustarle la idea, lo que provocó un estado de euforia en el Jefe de Marketing que se dirigió rápidamente a ver al conserje para proponerle que trabajaran juntos, con subida de sueldo, despacho propio, etc., a lo que el conserje se niega.
-Para subir de manera segura, hay que tomar una escalera. El conserje le contó la historia de la hija del propietario de una cadena de grandes almacenes que había trabajado en la sección de carga y descarga, que había conducido una furgoneta de reparto a domicilio, que ahora estaba trabajando cara al público como dependienta y que dentro de unos años, aquella muchacha seguro que tomaría las riendas de la empresa, pero que para entonces conocerá de primera mano todos sus pormenores, los puntos flacos, las inquietudes y necesidades de sus trabajadores. Le contó que aquella chica le había dicho que ese era el procedimiento habitual por el que habían de pasar todos los ejecutivos de la empresa para llegar a los puestos más altos. -¡A la vista están los resultados! Esos grandes almacenes se están comiendo el mundo entero.
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Todas estas palabras hicieron reflexionar al Jefe de Marketing ¿Y si le explicaba la idea a su Directora? O mejor, ¿porqué no contársela al mismísimo Presidente de la compañía?
4. Acerca del poder. Mientras Próspero cambiaba la garrafa del agua en el pequeño despacho de la División Financiera, no tuvo más remedio que escuchar lo que la Jefa de Finanzas y el Jefe de Presupuestos comentaban acerca de sus subordinados, llegando a la conclusión de que lo que realmente necesitan los empleados es ¡más mano dura!, pues son todos unos verdaderos inútiles y que se podría prescindir de “los indeseables de cada sección” sin problemas porque ellos eran muy capaces de sacar la empresa adelante. -¿Está usted seguro de eso?-intervino Próspero inesperadamente. Los dos ejecutivos se quedaron boquiabiertos, advirtiéndole que se metiera en sus asuntos que aquello no le concernía, a lo que Próspero les contestó que sí, que si que le concernía, y empezó a hablar sobre la fuerza del agua. -¿Qué pasa si se deja trabajar a toda el agua unida, si no se divide? El agua se convierte en acero líquido, en una masa capaz de transmitir con precisión y al instante toda la fuerza que se le aplique. Del mismo modo, los trabajadores de una empresa funcionan como el agua. Cuando todos se apoyan entre sí, se genera una fuerza potentísima, indestructible, siempre y cuando no se inmiscuya el elemento que debilita dicha fuerza, el aire, ya que las burbujas del aire destruyen el poder del agua, porque ese poder se basa en su cohesión. -Y ahora pregúntense-continuó el conserje-si lo que ustedes hacen sirve más para que todos estén unidos….o para crear burbujas de aire. Mas tarde y ante las ganas con las que se había quedado de hacerle una pregunta, la Jefa de Finanzas bajó a ver al conserje. Mantienen una charla en la que el conserje le hace entender que su principal función en la empresa consiste en ejercer el poder, pero que
el verdadero poder es la capacidad
de no ejercerlo. -¿Qué quiere decir con eso?, le pregunta la Jefa de Finanzas Próspero le pide entonces que imagine que está en el desierto y que lleva una escopeta cargada y se encuentra con su mayor enemigo, que le tiene a su merced, y que si le dispara habrá acabado con todo, pero que si le deja marchar sin haber apretado el gatillo habrá ejercido el poder supremo: la capacidad de matar y de no haberlo hecho. De nuevo en su despacho la Jefa de Finanzas recapacita sobre lo que el conserje le ha dicho, cuando alguien llama a su puerta, y tomando aire se imagina a sí misma armada con una escopeta, sintiendo que efectivamente podía actuar de otra manera.
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5. Retra tos de fa mi lia . El Presidente de Seguros la Esperanza quería conocer a Próspero y el conserje tomó el ascensor que le llevaba al último piso. Una vez allí, tuvo que esperar a que la eficiente secretaria considerara oportuno avisar de su presencia al Presidente, y cuando por fin anunció de la presencia de Próspero, el Presidente, notablemente irritado, le gritó -¡Hágale pasar ahora mismo! El despacho en el que entró el conserje le pareció bastante lóbrego. Próspero se situó frente a su superior y le dijo con su calma habitual –muy buenos días, celebro tener, al fin, el placer de conocerle- El Presidente le rogó que tomara asiento, pero Próspero le dijo que prefería permanecer de pié. El Presidente había requerido su presencia ya que tenía cierta curiosidad por la fascinación que había provocado un simple conserje entre sus ejecutivos. En el transcurso de la conversación, la secretaria entra en el despacho sirviendo un café al Presidente, y una vez que se marcha Próspero le dice que no ha dado las gracias y que ni siquiera ha pedido el café “por favor”, -¿Cómo cree usted que se siente ella en este momento? El Presidente decidió seguir el juego a aquel hombre y ver donde le llevaba todo aquello. -Usted es un hombre entregado a su trabajo-le dice el conserje-por tanto, ¿con quién pasa usted más tiempo, con su familia o con su secretaria? -No es lo mismo, le replica el Presidente -No, no es lo mismo, le dice Próspero, y le hace un resumen de lo que posiblemente haya sido su vida familiar hasta el momento, niños durmiendo cuando llegaba del trabajo, pocos fines de semana con la familia, durante las vacaciones niños en campamentos, en el extranjero, etc., y vuelve a realizarle la pregunta, dígame ¿con quién ha pasado usted más tiempo en todos estos años, con su familia o con la gente de su trabajo? Ya que es aquí donde pasa usted más tiempo, ¿no cree que sus colaboradores son también, de algún modo, su familia? La
vida no empieza después del trabajo, mientras
esté usted aquí, ésta es también su vida. Siéntase en su casa y haga que sus empleados se sientan de ese modo, con responsabilidad, desde luego, pero como parte de una gran familia. Sólo así sus trabajadores podrán valorar y amar lo que hacen entre estas paredes. Cuando Próspero esperaba el ascensor oyó que el Presidente llamaba a su secretaria a través del intercomunicador. -Eulalia, ¿podría venir aquí un momento……, por favor? Y Próspero, con una leve sonrisa, subió al ascensor.
6. El test del conserje. A los pocos días fue el Presidente quién bajo a visitar al conserje para pedirle consejo sobre un asunto. Debía sustituir al Vicepresidente, ya que la persona que ocupaba dicho puesto en la actualidad estaba a punto de jubilarse y quería la ayuda del conserje para decidir por cuál de los cuatro candidatos que había pensado debía decidirse.
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Próspero le comenta que debe someter a los candidatos a una sencilla prueba, hacer que cada uno de ellos pase el día completo con él, debía decirles a los ejecutivos que es un test para elegir Vicepresidente y que deberán cumplir las instrucciones del conserje al pié de la letra. -Pero ¿qué espera usted descubrir con semejante prueba? -La
grandeza de un líder se mide en los pequeños actos .
El Presidente reúne uno por uno a los candidatos y les explica la propuesta “el test del conserje”, disponiendo que empezarían el lunes de la siguiente semana, quedándose sorprendido por la reacción de cada uno de los ejecutivos seleccionados al escuchar aquella propuesta: Uno se negó y finalmente lo aceptó de mala gana, otro lo tomo de forma entusiasta, uno de ellos asintió sin más comentarios y el último de ellos quiso saber todos los pormenores para hacerse mejor una idea de lo que supondría aquella prueba. El Director Económico fue el primero en empezar la prueba. Próspero le pidió que recortara todas las fotografías de personas que encontrara en una enorme pila de periódi cos. Al principio se lo tomó como una auténtica pérdida de tiempo, pero pasado un tiempo se descubrió a si mismo disfrutando de la tarea, dedicándose no sólo a recortar fotos, sino también a clasificarlas, hombres, mujeres, hombres en grupo, deportistas, mujeres sonriendo, cuerpos desnudos…. El siguiente fue el Jefe de Ventas. Próspero le asigno la tarea de llevar la correspondencia y cuantos mensajes fueran precisos a todos los departamentos, pero no podía hablar con nadie durante el día, podía comunicarse por escrito si fuera preciso, pero nada más. Al principio le resultó de lo más simple la tarea encomendada, pero según fueron pasando las horas empezó a sentirse cada vez más incómodo. Ante la falta de habla sus pensamientos empezaron a sonar en su cabeza, afloraron los recuerdos, lo que le había costado llegar donde estaba, y se sintió triste y agotado. El tercer día se presentó el Jefe Jurídico muy trajeado y engominado. Próspero le dijo que tenía que acompañar a cualquier visitante que entrara en el edificio hasta el lugar por el que estuviera interesado, pero debía averiguar cómo se llamaban esas personas y debía apuntar nombres y apellidos en una lista. Comenzó la tarea con dificultades, el acompañar a la gente no era ningún problema, el problema era averiguar los nombres, finalmente se hizo con un portafolios y optó por pedir directamente el nombre de los visitantes, una formalidad de uso interno, decía. Se dio cuenta de que todo el mundo colaboraba de muy buena gana y le facilitaban los datos sin problemas y se dio cuenta que se sentía mejor según transcurría el día y finalmente ya no solo se limitaba a preguntar los nombre s, este era el pié para entablar pequeñas conversaciones. Al acabar la jornada estrechó las manos a Próspero y le dio las gracias. Le gustó esa sensación de bienestar recién descubierta. Finalmente llegó el turno del Jefe de Sistemas. Próspero le encomendó la tarea de atender a la gente que se acercara a la ventanilla y contestar al teléfono, pero tendría que dar la información de forma incorrecta. El ejecutivo enmudeció de terror, eso era demasiado extraño y contradictorio para su mente racional, detestaba con toda su alma tener que equivocarse, y encima cuando regresaban los visitantes a los que había atendido le lanzaban fulminantes miradas de reprobación, sudaba tinta de la vergüenza que sentía, pero consiguió cumplir con su cometido y cuando llegó la hora de volver a casa resopló aliviado.
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7. La s interpreta ciones. Llegó el día en que Próspero volvió a subir al despacho del Presidente, encontrándose de bruces con los cuatro ejecutivos. Le estaban esperando. El Presidente agradeció a todos que aceptaran realizar tan inusual prueba, pero todos querían saber el por qué de aquella prueba y se volvieron hacia Próspero en busca de una respuesta, a lo que el conserje les propuso que fueran ellos mismos los que explicaran el objeto de aquella prueba. El Director Económico empezó diciendo la prueba trataba de hacer bien el trabajo, “uno siempre tiene que saber hacer bien su trabajo”. Próspero no dijo nada, esperó a que todos diesen sus opiniones. El Jefe de Ventas comentó que la prueba se trataba de soportar mejor el autocontrol, de enfrentarse a uno mismo a través del silencio y la interiorización de las experiencias. Tarea difícil. El Jefe Jurídico, dijo que, según su opinión, se trataba de comprobar quién era mejor con la gente, quién tenía mayor capacidad de empatizar con los demás, aunque fueran desconocidos, y quién más desarrollada tuviese la capacidad de empatizar con el otro, podría comprender mejor a sus trabajadores y sacar mayor rendimiento de ellos. Para él era una prueba de inteligencia emocional. El Jefe de Sistemas discrepaba con todos ellos, el pensaba que era una prueba para saber quién tenía más imaginación, cometer errores a propósito es algo para lo que no se está preparado y requiere de una gran imaginación y determinación. Cuando todos hubieron terminado de exponer sus opiniones se giraron hacia el conserje en busca de alguna respuesta, pero el conserje se limitó a preguntar al Presidente cuál era su opinión, a lo que él dijo que le parecía que se trataba de ver quién acataba mejor una orden por absurda que ésta fuera. Próspero habló por fin, y les comunicó que la verdadera razón de la prueba radicaba en comprobar quién era capaz de adaptarse mejor a los cambios, tan sólo eso.
El mejor líder es quien mejor se adapta a los cambios, y adaptarnos incluso a algo que detestamos. Todos habían demostrado una notable capacidad de adaptación, puesto que les había pedido que hicieran aquello que más les costaría hacer, y que los cuatro habían pasado la prueba holgadamente. Cuando Próspero se disponía a marcharse de la sal a puso la mano sobre el hombro del Jefe Jurídico, usted ha descubierto algo muy importante, el placer de estar con los demás, esto le hará un hombre poderoso y sabio, le dijo. El Presidente parecía repentinamente encantado. Había tomado una decisión y sabía que esa decisión sería correcta.
8. Un tá ndem crea tivo . Todos los empleados consideraron acertada la elección del Jefe Jurídico como nuevo Vicepresidente. Ojalá, pensaban todos, Seguros La Esperanza funcionara tan bien como lo había hecho el departamento del Jefe Jurídico. Su primera decisión dejó a todos perplejos. Propuso un concurso de ideas para crear una campaña de captación de nuevos clientes, con un magnífico premio para el ganador. El Jefe de Marketing sería el
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encargado de sacar el máximo partido a la propuesta, el cuál asumió el proyecto con resolución, haciendo instalar en los pasillos de cada planta unos largos y estrechos paneles para que quién lo deseara podría adherir su propuesta. Tenía que ser algo sencillo: un eslogan, una imagen… Entre los empleados el concurso tuvo mucho éxito, el premio, un viaje para dos personas animó a todos a poner sus ideas en los paneles. Aquellos paneles resultaron un arma de doble filo, ya que si alguien había puesto una idea, nadie podría repetir algo parecido, esto daba pié a superar las ideas del otro. Empezaron a surgir ideas de lo más variopinto, un Elvis entrando en el edificio de la empresa, un hombre barbudo entre los exuberantes pechos de una mujer con el lema “aquí me siento seguro”, etc. Finalmente llegó el día en que había que puntuar los trabajos, cuando se armó una pequeña algarabía, un empleado estaba enfurecido junto a una imagen en uno de los paneles, en ella se veía un triángulo, como el logotipo de la empresa, con pequeñas casillas en las que aparecían personas de todas las edades, pero en la parte de arriba del triángulo había un hueco en blanco, no le había dado tiempo a terminar su trabajo, y alguien había escrito al lado del hueco ¡Sólo faltas tú! Trazando una gruesa flecha roja hasta el espacio en blanco. Habían llamado a Próspero para que solucionara el conflicto y cuando llegó le explicaron lo que había pasado. Próspero se quedó mirando el fotomontaje con aquella gruesa inscripción y sonrió. Sé quién lo ha hecho, la señora de la limpieza. Era una propuesta inacabada, pero ahora está acabada y esta idea maravillosa ha surgido de la colaboración de dos personas, aunque no se hubieran puesto de acuerdo. Por eso, si esta imagen fuera la ganadora del concurso, cosa que no me extrañaría, deberían darle e l mismo premio a cada una de las personas que lo han creado. En ese momento saltó el Director Económico, sólo se podía dar un premio, consideraba que era una tontería lo del concurso y gastar más dinero considerando la situación en que se encontraba la compañía era un auténtico descalabro. Todos le miraron con desaprobación, todos se habían sentido, por primera vez, miembros de la empresa y se habían ilusionado con algo, con una idea que quizá repercutiera en beneficio de todos. El Presidente en persona apareció y consideró que debía de haber dos premios. Próspero se acercó al Presidente y le sonrió diciéndole que era un
“las ideas son el mayor patrimonio de una empresa”. directivo extraordinario y estará de acuerdo conmigo en algo:
En este mundo necesitamos nuevas ideas que nos ayuden a adaptarnos y a superar las dificultades, ¿no le parece? Después de aquello todos los empleados volvieron satisfechos a sus puestos.
9. Un verda dero merca do de futuros. El concurso de ideas había sido un éxito, todo el mundo había participado, y a los empleados se les veía más animados. La idea ganadora resultó ser la del triángulo con las pequeñas fotografías y todos en la empresa estaban encantados.
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El Presidente mantenía una reunión con el Vicepresidente y con el Jefe de Marketing, este último tenía una duda de cómo enfocar la campaña de marketing, no sabía hacia que franja de clientes debía dirigir la campaña, hacia los antiguos o hacia los nuevos. El Presidente le comunico que sin lugar a dudas debía dirigirla hacia los nuevos, sin embargo el Vicepresidente discrepaba, pensaba que la campaña debía dirigirse hacia los clientes antiguos, por lo que se entabló una pequeña discusión al respecto, que no llevaba a ningún puerto, por lo que el Jefe de Marketing sugirió que se preguntase al conserje. Cuando llegó Próspero, que de nuevo se negó a tomar asiento, le informaron del motivo de la discusión. Este comunicó que estaba totalmente de acuerdo con el Vicepresidente, era fundamental afianzar los clientes que ya se han conseguido ya que es un indicador de que se está dando un buen servicio, esto sería la mayor propaganda para la empresa, porque un cliente satisfecho atrae a nuevos clientes, pero, siguió hablando del conserje, hoy en día quién no invita al futuro no lo encuentra y hay que apostar por crecer. El
cliente más importante es el que está por hacer, porque de él depende
el futuro de la empresa. Un árbol se sustenta en buenas raíces y precisa de un tronco robusto para crecer a lo alto, pero la savia nueva es la que alimenta toda la planta, sin esa sabia, el árbol se muere. Cuando Próspero abandonó el despacho los tres ejecutivos se miraron entre sí. No sólo se habían puesto de acuerdo, sino que, además, tenían la certeza de que aquél sería el mejor camino.
10. El principio de Hemingwa y Se acercaba la Navidad y el Presidente quería hacer algo especial por sus ejecutivos por el espíritu de colaboración que había nacido entre ellos, pidió ayuda al conserje de qué debía hacer y este le propuso que hiciera una cena el último día antes de vacaciones en la misma empresa. Durante la cena apareció Prospero y les propuso realizar un juego. En la empresa ya todo el mundo llamaba a las opiniones del conserje “los oros del conserje”. Les contó que Hemingway decía que cuando escribía una novela dejaba oculta la mayor parte de la historia su “Principio de Iceberg”, y como en las novelas de Hemingway, donde hay gente que trabaja junta, hay siete octavos de iceberg que no se ven. ¿Qué les parece a ustedes si esta noche intentamos hacer algo más ligero el iceberg de la empresa?-dijo. El juego consistía en que cada uno debía decir una cosa buena de todos los demás, debían decir algo que fuera absolutamente cierto y lo debían creer con total sinceridad, sin repetir lo que ya hubiera dicho otra persona. El juego comenzó y Próspero hizo de árbitro, no permitiendo que nadie dijera nada por compromiso, debían ser sinceros. Aquel entretenimiento tuvo un efecto asombroso, se descubrieron mirándose entre sí con un inesperado afecto, incluso los que siempre se habían detestado. Al acabar el juego, en la sala se respiraba un ambiente de franca cordialidad. Cuando Próspero ya se marchaba, el Presidente se lo impidió y le pregunto que tenía que decir el de los demás.
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Próspero les dijo que hoy habían dado un gran paso, habían puesto sobre la mesa parte del iceberg y a partir de entonces flotarían mucho más altos y erguidos, -la
riqueza está en lo que
tenemos, no en lo que nos falta-y como agradecimiento por haber aceptado el
juego
Próspero decidió contarles una historia, la verdadera y oculta historia del Rey Midas y el secreto de su fortuna.
11. La verda dera historia del Rey Mida s. En una antigua y remota provincia del Mediterráneo vivía un rey con sus dos hijos gemelos: Tántalo y Midas. Pero había un gran dilema, pues como la madre había muerto al dar a luz, nadie sabía cuál de los dos hijos había nacido el primero -¿Cómo sabré cuál de mis hijos ha de ser el heredero?-preguntó el Rey al consejo de ancianos. –Haced que vivan solo durante un año entero. Proporcionadles una casa a cada uno y que estén próximas entre sí. Dotadles de una pequeña porción de tierra que puedan cultivar, unos cuantos enseres y alimentos necesarios para seis meses. De este modo conoceréis la verdadera naturaleza de vuestros hijos. Quien mejor se gobierne a si mismo mejor podrá gobernar a los demás. El rey siguió las instrucciones de los ancianos y llevó a sus dos hijos a dos pequeñas cabañas, una frente a la otra, y les dijo que debían permanecer allí durante un año, sólo después los llamaría a su presencia y anunciaría entonces quién de los dos sería su heredero. Tenían trigo tras la casa y tras trillar el cereal y guardar el grano en tinajas, quedaba un gran montón de paja que Tántalo decidió quemar, pues estaba bastante cansado y enojado, y su hermano Midas le dijo ¡Si esto es oro!, y con aquella paja rellenó el austero colchón de su cama y el resto lo utilizó para amasar con tierra una buena cantidad de ladrillos con los que amplió el granero. Un día que pasó una romería frente a ellos el suelo quedó repleto de excrementos. -¡Es indignante!exclamó Tántalo, -¡Si lo que han dejado es oro!, le contestó Midas. Tántalo se puso sus mejores vestimentas y siguió a los peregrinos, por nada del mundo se perdería aquella celebración. Midas, sin embargo, recogió todos los excrementos, ya que constituirían un excelente abono para sus campos cuando llegara el tiempo de la siembra. En otra ocasión un pastor se acercó a pedir un poco de agua. Tántalo le miró con altivez y Midas corrió a buscar una jarra de agua fresca. En gratitud el pastor le entrego uno de los cachorritos que su perra acababa de parir. Tántalo le dijo que era un necio, ahora tendrás otra boca más que alimentar, a lo que su hermano le contestó que todavía era una boca muy pequeña y a cambio recibirá muchas más cosas del pequeño animal, es oro puro, y así lo llamó, Oro. Su hermano miraba con envidia como jugaba y se entretenía con aquel animal y la compañía que le brindaba. Una noche una zorra se acercó a las dos cabañas, en una de ellas detectó olor a perro y evitó acercarse, sin embargo, en la otra no detecto ningún olor, se coló en el gallinero y devoró la mitad de las aves. Tántalo le propuso a su hermano hacer una visita a un pueblo cercano y Midas aceptó al ver a su hermano tan contrariado y de mal humor. Tántalo se enamoró de una joven hermosa hija de un rico comerciante, que reconociendo a los príncipes aceptó encantado que su hija se casara con uno de ellos. Midas se enamoró de la hija de un panadero, no era tan hermosa pero tenía una mirada muy dulce. El panadero
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aceptó a que su hija se casara con él. Regresaron todos a las cabañas. Tántalo contento por haber demostrado superioridad al conseguir a la mujer más hermosa. –Mi mujer es oro-le dijo Midas, -tan hermosa por fuera como por dentro- Y así se demostró con el paso del tiempo, la mujer de Midas era cariñosa, siempre risueña y ocupada en alguna labor. La mujer de Tántalo, sin embargo, no hacía más que protestar por su situación, se aburría y al cabo de pocos meses huyó con una caravana de mercaderes que marchaban al extranjero. Cuando los dos príncipes fueron llamados a palacio, el veredicto del consejo de ancianos fue unánime. Durante aquel año los habían estado observando e informando al Rey de todo lo referente a los hermanos. La vida de Tántalo había consistido en una secuencia ininterrumpida de voracidad y falta de
cuando descubrimos el valor de las cosas, todo lo que tocamos se convierte en oro. previsión. La de Midas se resumía perfectamente en una sola idea:
El rey proclamó a Midas su único heredero y su reinado fue el más fructífero y esplendoroso de cuantos conoció aquel reino, una verdadera Edad de Oro. Tántalo se dedicó a difundir extrañas leyendas sobre su hermano Midas.
12. Hincha r la crisis. El Presidente convoca una reunión urgente con los máximos responsables de la empresa: el Vicepresidente, la Directora Comercial y el Director Económico. Estaban al borde de la quiebra, era el fin. Aquella noche, el Presidente fue el último en abandonar el edificio, hacía varias horas que se habían ido todos, por eso se sobresaltó al ver a Próspero que lo estaba esperando. -¿Tan mal están las cosas?, preguntó el conserje. El Presidente asintió con la cabeza sin ganas de añadir nada más, estaba muy cansado y abatido -Bueno, tan mal –apuntó inesperadamente Próspero-… o tan bien, según se mire. El Presidente se quedó sorprendido. -Hace mucho tiempo –comenzó a decir Próspero- conocí al hombre más extraño de cuantas personas han pasado por mi vida, al tratarle podías percibir algo muy distinto a todas las demás personas, algo que te envolvía en su presencia, lo que le hacía tan extraordinario, era sencillamente que no tenía miedo. Había aprendido a vivir sin él, y lo logró aplicando una fórmula muy sencilla, -Si algo no te gusta…., evítalo -Si algo no te gusta y no puedes evitarlo…, cámbialo -Y si algo no te gusta y no puedes cambiarlo…, acéptalo -Esas son las tres fases de toda lucha: evitar, cambiar, aceptar, y usted está metido de lleno en la segunda de ellas, intenta cambiar algo que no le gusta. Solemos querer cambiar las cosas en la dirección equivocada. ¿No se ha fijado usted en que,
a veces, hay que agrandar un problema
para solucionarlo. Cuando se está ante un gran problema lo mejor es acelerar el proceso hasta que el problema explote, sólo entonces podrán verse con claridad las soluciones.
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Próspero sonreía, estaba seguro de que el Presidente captaría a la perfección todo el sentido de aquella conversación.
13. El a rte de na uf ra ga r. La noticia corrió como la pólvora. Una aseguradora de la competencia había iniciado los pasos para comprar las acciones de Seguros la Esperanza. Si no remontaban, si no conseguían afianzar su lugar en el mercado, serían barridos del mapa. La segunda mala noticia es que casi con total seguridad la mitad de la plantilla sería despedida y los afortunados que no fuesen despedidos sufrirían recortes salariales. Era, sin lugar a dudas, el fin de Seguros La Esperanza. La Directora Comercial se acercó a la garita del conserje. -¿Sabe usted cómo están las cosas?-dijo con desaliento la Directora -Desde luego. Es un gran momento. Quizá esta situación acabe convirtiéndose en una oportunidad inesperada de crecer. La Directora no lograba entender a qué se refería el anciano. Próspero consciente de la perplejidad que había causado en la Directora Comercial, continuó sin perturbarse. -Contésteme a una cosa –añadió Próspero con calma- ¿Se ha vendido ya la empresa? -No, claro que no. -¡Lo ve usted! Todavía queda tiempo para reaccionar. Es cierto que otra empresa quiere comprar Seguros la Esperanza, pero eso será si Seguros la Esperanza no consigue recuperarse. La compra no se hará efectiva hasta dentro de unos meses, un año quizá. Así pues, ¿no cree usted que queda tiempo para luchar? -Claro que podríamos luchar, pero,… ¡sería necesario cambiar algunas cosas! -¿Lo ve?, Ya lo está usted descubriendo. En efecto debemos cambiar, adaptarnos, modificar lo que no funciona bien, prescindir de aquello que nos impida prosperar. Pero sobre todo debemos averiguar qué puede ayudarnos.
Toda crisis es una oportunidad para
crecer. Créame, nunca hemos estado en una posición más favorable que ésta. Ya en su despacho la Directora Comercial pidió a su secretaria que no le pasara ninguna llamada, quería estar a solas, creía haber descubierto algo, algo que quizá podría salvarlos.
14. Una póliza inespera da En la sala de reuniones se encontraban los doce máximos ejecutivos y el Presidente. El Presidente había convocado aquella asamblea tras una charla con la Directora Comerci al. Era necesario encontrar nuevos
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proyectos que pudieran sacarlos del atolladero y se precisaba la colaboración de todos los departamentos. Cualquier idea se escucharía con suma atención. Próspero también estaba entre los asistentes. Estaba en un rincón, discretamente retirado del resto de los ejecutivos. Ya nadie se extrañaba de su presencia en una reunión tan particular como aquella. - Hay que sacar al mercado un producto totalmente innovador. Dijo el Presidente. Y nadie saldrá de esta sala hasta haber encontrado, al menos, una buena idea. -Podríamos hacer un seguro de fidelidad Todos se giraron de golpe hacia el Jefe de Contabilidad. -Parece una idea peregrina –prosiguió- pero, ¿y si lanzamos un producto que consistiera en que alguien pudiera ser fiel a una idea? Podría tratarse de un seguro que cubriera la fidelidad de uno mismo. El asegurado podría pagar una póliza, recuperable al cabo de un año, con un buen interés, si consiguiera…., llegar puntual al trabajo, adelgazar una determinada cantidad de kilos… -¡Si dejara de fumar! –exclamó entusiasmado el Jefe de Sistemas A todos llamó poderosamente la atención que precisamente el Jefe de Sistemas, fumador empedernido, propusiera hacer un seguro para dejar de fumar. El Jefe de Sistemas siguió pensando en voz alta. -Sí sería estupendo un seguro así. Dejar de fumar y, como premio, recuperar todo del dinero de esa póliza y con unos buenos intereses. Eso la haría más atractiva. Al final del año podrían hacerse unas pruebas médicas para comprobar si, en efecto, el asegurado había cumplido con su pare del trato. Sí…, podría funcionar. Se levantó una excitada discusión sobre esa idea. Era innegable que serían los pioneros en lanzar un producto así. Todo el proyecto era descabellado, pero lleno de sentido. Acto segui do surgieron toda una avalancha de propuestas sobre cómo podría ser el “seguro de fidelidad”, incluso la idea de que el seguro fuese un regalo. -Imagínese a una chica regalándole a su novio un seguro para que deje de fumar…. La posibilidad de que el seguro se pudiera regalar destapó una nueva y animada discusión entre todos. El Jefe de Marketing estaba francamente entusiasmado. Veía en cada una de aquellas ideas un sinfín de posibilidades, todas ellas novedosas y formidables. El ambiente en la sala era de u na extremada exaltación. Ya se habían puesto en marcha. Próspero se acercó sigilosamente hacia la salida, pero antes de salir de la sala se acercó al Director Económico, quien seguía la reunión con una expresión de franca desaprobación. El resto de los presentes se dieron cuenta de aquella situación y cesaron todas las conversaciones como por arte de magia, querían escuchar al conserje. -Las
nuevas ideas siempre parecen absurdas hasta que se comprueba que funcionan. Todo lo que es realmente original recibe en principio algún tipo de rechazo. Somos animales de costumbres y no nos gusta que las cosas se repitan. Pero lo que de verdad nos apasiona es la novedad. Hagan caso de su instinto, dijo dirigiéndose al resto de la sala, él les guiará fuera del camino trillado. Y eso es lo que la empresa necesita, una nueva senda por la que nadie se haya aventurado todavía.
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Cuando el conserje abandonó a sala, todos los ejecutivos se apremiaron a discutir animadamente todos los detalles de las nuevas protestas. En aquellos momentos el Presidente se quedó esgrimiendo una extraña sonrisa, una sonrisa que sin duda alguna guardaba algún secreto.
14. Del humo y de lo huma no. La campaña fue un éxito. El seguro para dejar de fumar fue la póliza estrella que sirvió de reclamo para todo el paquete de pólizas que ofrecía el “Seguro de Fidelidad”. En pocos meses, los agentes comerciales captaron más nuevos clientes de los que habían conseguido en los últimos cinco años juntos. Sin embargo, el Director Económico seguía sin ver con buenos ojos aquel proyecto. ¿Qué pasará cuando termine el año y todo el mundo haya dejado de fumar? Todos reclamarán el dinero de su póliza y los intereses. -Sí, pero hasta entonces habremos dispuesto de una inyección de capital, un capital que nos hará ganar tiempo, le dijo el Vicepresidente. -¿Le gusta que le acaricien? El Vicepresidente y el Director Económico se sobresaltaron al oír al conserje a sus espaldas. -Por supuesto que les gusta, es algo instintivo. Los bebes reconocen de un vistazo quién los mira con afecto, quién puede protegerlos, quién se encargará de proporcionarles cuanto necesiten para sobrevivir. Y a esas personas les sonríen más que a nadie. -¿Y? preguntó el Director Económico sin poder evitarlo -Pues que nunca dejamos de ser niños, si quiere usted hacer un negocio duradero e indestructible, cuide a la gente dándoles algo que verdaderamente sea bueno para ellos.
Tratar a los clientes como
personas siempre es un buen negocio. Como Próspero había pronosticado, la gente no tardó en entusiasmarse con las nuevas pólizas de Seguros la Esperanza. Mucho antes de acabar el año de vencimiento de las primeras pólizas para dejar de fumar, los mismos asegurados contrataron otras pólizas de la compañía. La idea era tan nueva y acertada, que a la gente no le costó creer que, para Seguros La Esperanza, el bienestar de los clientes era algo que en verdad les importaba. Más aún, aquella campaña hizo que el público identificara sus productos como los de una empresa amiga, era un negocio que, por encima de todo, se preocupaba por sus asegurados. A pesar de todo, la amenaza de la compra de la compañía todavía pesaba sobre la mente de todos los empleados, por lo que, cuando el Presidente convocó aquella asamblea extraordinaria a la que debían acudir todos los trabajadores de la empresa, se imaginaron lo peor.
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16. Una revela ción incómoda. -Ninguna empresa de la competencia ha querido nunca comprar Seguros La Esperanza. Aquellas primeras palabras del Presidente dejaron a todos con la boca abierta. ¿Sería posible que todo aquello hubiera sido una mentira? -En efecto, les mentí. Sé que han vivido unos meses aterradores, y que habrán pasado más de una noche sin dormir, pero les aseguro que, de no haber actuado así, en estos momentos, aquello que en principio no fue más que una falsa amenaza sería hoy una amarga realidad para todos. Los empleados, reunidos en el vestíbulo del edificio, miraron estupefactos a su Presidente. -Seguros La Esperanza se encontraba al borde de la quiebra. Puedo asegurarles que era cue stión de tiempo que se hubiera producido el desastre, por eso me anticipé a lo que parecía inevitable. Una situación que ahora, después de la reacción de todos, estamos en condiciones de evitar. El Presidente no se extendió mucho más. Aportó datos para que todos se hicieran a la idea de la situación que acababan de superar, felicitó a todos por su extraordinaria reacción, por el coraje y el espíritu de equipo, se excusó nuevamente y conminó a todos a que se prepararan para nuevos retos. Eso era todo. Todos quedaron en silencio, todos le miraban con una expresión de pasmo. Aguardó algunos instantes y tras comprobar que nadie hacía el más mínimo gesto decidió abandonar la reunión hacia los ascensores. Entro con pesar en el primer ascensor. Frente a él las pue rtas se cerraron como dos guillotinas gigantescas. Fue entonces cuando oyó el grito salvaje de satisfacción procedente de la pequeña multitud congregada en el vestíbulo. Una vez superado el primer impacto, se desató una verdadera fiesta de gritos y abrazos. El Presidente, ya en su despacho, se sirvió un vaso de agua fría. Unos golpes llamando a la puerta le sobresaltaron y se acercó a abrirla encontrándose con un enfurecido Vicepresidente que entró resoplando en el despacho, estaba enfadado porque no le había dicho nada, porque no había confiado en él. El Presidente le confiesa entonces que fue Próspero quién le recomendó que hiciera lo que había hecho, una condición le había pedido, la idea de la falsa compra de la empresa debía llevarse en secreto, el reto era conseguir que todo el mundo colaborara en un proyecto que les uniera. La situación de la empresa era delicada, pero, a pesar de ello, el conserje me dijo que teníamos una oportunidad, aunque para conseguirlo era imprescindible que todos los trabajadores cambiaran algo antes de empezar, debían recuperar sus gana de luchar, volver a confiar en sus capacidades,
para
hallar una solución, a veces hay que imaginar lo peor, fue lo que me dijo. -¡Joder con el abuelito! Los dos ejecutivos se rieron a gusto. Se estrecharon la mano para felicitarse mutuamente. Ahora aprovecharían todo lo que se había creado y que tan buenos resultados estaba dando. En poco tiempo convertirían Seguros La Esperanza en una de las aseguradoras más fuertes del país. ¿Por qué no? Ése sería su sueño.
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17. La llega da de la s planta s. Un enorme camión blanco aparcó frente al edificio de Seguros La Esperanza, dos jóvenes colocaron la primera remesa de su mercancía en un carrito metálico para hacer la entrega a todos y cada uno de los empleados de la empresa. La primera entrega era para el conserje. Próspero miró encandilado su regalo. Se trataba de una gran planta hermosa y decorativa. Los dos jóvenes se las tuvieron que ver con las más variadas reacciones. Por lo general el regalo fue aceptado con satisfacción y tan sólo unos pocos se mostraron algo reacios a aceptarlas, pero nadie se atrevió a rechazarlas. Escondido entre las hojas se encontraba un pequeño sobre con una nota. La nota estaba firmada por el mismísimo Presidente, de su puño y letra,
Para cuidar lo más grande, Hay que saber cuidar lo más pequeño. Aquella nota dio miedo a todos los empleados, aquella planta era algo más que un regalo, era un medidor de su eficacia. La opinión sobre el objetivo fue unánime: todo el mundo debía quedarse con la planta, tenerla a la vista y cuidarla, ése sería su salvoconducto para seguir trabajando en Seguros La Esperanza. Al final de aquella jornada, Próspero esperaba a una sola persona a la salida del edificio. -¿Por qué lo ha hecho?, le preguntó al Presidente cuando este salía del edificio, sé que hay otro motivo a parte del evidente. ¿Dé que se trata? -Ante los peligros todos nos crecemos, cuando sentimos una amenaza elegimos entre dos reacciones básicas y opuestas, huir o afrontar el peligro. Actuamos. Y lo que me preocupa es lo que pueda suceder cuando no nos veamos obligados a actuar- dijo el Presidente. Más de uno ha debido ver la planta poco menos que como una planta carnívora, y no me parece mal que les haya causado esa impresión. Quienes se hagan responsables de ella, quienes la cuiden con atenci ón, no habrán de temer nada, es una tarea sencilla que va a decir mucho de cómo hace las cosas cada uno y pronto, la mayoría, lo tomará como un reto placentero. Una vez alguien me dijo “La vida no empieza después del trabajo” y esa idea cambió mi vida. Eso mismo me gustaría conseguir con la gente que trabaja aquí, que acepte el trabajo como parte de su vida y que se sienta satisfecha y orgullosa de lo que pasa en este edificio. Cuando Próspero se quedó sólo, entro en su garita, se sentó en su confortable sillón y empezó a pensar en la decisión que pronto debía de tomar.
18. Una noticia desconcerta nte. -¿Qué el conserje se va? –preguntó el Vicepresidente en un grito.
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El Jefe de Personal había intentado convencerle para que se quedase, por lo menos hasta su jubilaci ón, pero el conserje se había negado, decía que se iba porque ya no era necesario, y encima, se marchaba hoy mismo. El Vicepresidente fue rápidamente a informar sobre la marcha del conserje al Presidente. No había vuelta atrás, Próspero dejaría la empresa esa misma mañana. El Presidente se quedó petrificado. -Eulalia, haga usted el favor de pedirle al conserje que suba aquí. ¡Ahora mismo!. Cuando Próspero llegó al despacho estaba tranquilo. Le pidieron que tomara asiento, pero, como de costumbre, Próspero prefirió permanecer de pie. Lo primero que dijo es la forma en que había cambiado aquel despacho, ahora era mucho más grande y agradable, entraba la luz. Ambos ejecutivos le interrumpieron rogándole explicaciones de su marcha. Próspero les comunicó que tenía una carta de despedida para todos los trabajadores de la empresa. Intentaron convencerle para que no se marchara, le necesitaban. -¿Sabe por qué nunca me he sentado cuando estaba usted delante? –preguntó Próspero dejando al Presidente con los ojos abiertos como platos- Ha sido mi forma particular de decirle que yo estaba de paso. Deseaba trabajar en la empresa pero durante un tiempo, y ese tiempo ya se ha cumplido. Una empresa está saneada si puede seguir funcionando en ausencia de cualquiera.
Nadie es
imprescindible, aunque todos seamos necesarios. Yo ya no tengo nada más que enseñarles. Los directivos se quedaron en silencio y Próspero se acercó a ellos y les dio la mano con gran afecto. Por primera vez vieron como se entristecían los ojos del anciano, y lamentaron haber provocado esa tristeza, quizá era eso lo que el conserje había intentado evitar. La noticia de su marcha corrió como la pólvora. Algunos bajaron hasta recepción para hablar en persona con Próspero, todos albergaban la esperanza de poder hacerle cambiar de opinión. En pocos minutos se congregó una pequeña multitud junto a la garita del conserje. Gracias a sus “oros” la situación de toda la empresa había cambiado en poco más de un año. Pero Próspero no apareció por la garita. Algunos esperaron durante buena parte de la mañana, pero no fue hasta el final de la jornada cuando descubrieron que Próspero hacía ya mucho que había abandonado el edificio. Les llamó la atención un sobre blanco en mitad de la mesa. El sobre no estaba cerrado y pudieron leer con letra grande y clara: PARA TODOS Y a todos se les hizo llegar el último mensaje de Próspero, el conserje de la empresa.
19. Ca rta de despedida . Desde niño, he procurado sentirme orgulloso de lo que hacía. –comenzaba a decir Próspero en su carta- El tiempo que he pasado como conserje de esta empresa ha sido un período de gran éxito para mí. Todos podemos sentirnos muy orgullosos de lo que hemos hecho. “Los oros del conserje” como vosotros llamabais a las cosas que decía, han sido mi pequeña contribución, pero esos “oros” no son míos. Me los
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fue regalando la vida a lo largo de los años, y ahora que me marcho es un buen momento para contaros cómo conseguí algunos de ellos. Les empezó a contar sus vivencias su vida, como sus padres murieron siendo aún un niño, como creció con unos parientes lejanos que eran agricultores, como conoció a la persona más influyente en su vida en la figura de un sencillo labrador, como las pequeñas cosas de la vida se convierten en los recuerdos más preciados… Con mucho esfuerzo consiguió obtener un título universitario y montó un pequeño negocio que no tardó en crecer, su ambición entonces era hacerse rico, todo lo demás era algo secundario. Y finalmente lo consiguió, pero estaba solo, no se había ganado el respeto de nadie y sus empleados le temían. Una llamada telefónica lo cambió todo. El sencillo labrador al que adoraba, el que había sido su tutor, se moría y quería volver a verle. Aquel anciano le tomó la mano y le hizo una sencilla pregunta -¿Eres feliz? -No, le dijo Próspero incapaz de mentirle -Próspero, estás hecho para guiar a otra gente. Tu grandeza se medirá con el rasero de los actos sencillos. No tengas miedo a los cambios. La vida es un cambio continuo. ¿Te has hecho rico? -Creo que sí. -Un rico triste. Tu naturaleza nunca se sentirá satisfecha con esa clase de riqueza. Has de ser digno de ti mismo en todo momento y con toda la gente que te rodee. Cada cosa que hacemos es parte de nuestra vida ¿A qué esperas para convertirla en algo hermoso? Fue entonces cuando aquel hombre moribundo le dijo las palabras más importantes de su vida. -Te encontrarás con dificultades, pero no debes temerlas. Deja que lleguen y se muestren. Sólo así sabrás cómo hacerles frente. Pero, por encima de todo, debes descubrir el valor de las cosas que te rodean, sin depreciar nada, sin prejuzgar a la gente que se te acerque. Cuando lo hagas, verás cómo tu vida se llena de otra clase de riqueza. Y muy pronto todo aquello que toques se convertirá en el único oro que te dejará satisfecho. Al tiempo comprendió aquellas palabras y lo que había estado persiguiendo toda la vida. Ser rico, sí, pero en afecto. Vendió todos sus negocios y muchas más preocupaciones. Decidió crear una única empresa, un proyecto al que dedicó el tiempo imprescindible para su fundación y después lo dejó en manos de otras personas para que lo dirigieran. “Ese fue el origen de Seguros La Esperanza”, él era el único y misterioso propietario de la empresa. De no haber sido por la situación asfixiante y terminal en la que se encontraba la empresa, jamás habría regresado a esta exigente selva. Fue una terrible decisión, tenía miedo de perder la paz y el sosiego que había logrado después de tantos años, por eso, el único puesto que le pareció aceptable para su regreso fue el puesto más humilde e insignificante de los empleados, el de conserje. Y no se había equivocado, pues por esa puerta ha visto pasar a todos los trabajadores y directivos de la empresa, ha tenido acceso a todos los departamentos y ha podido hablar con todos y cada uno de los empleados, pudiendo ayudar a que las cosas fueran un poco mejor. Explicó en su carta que en este momento, el peligro para Seguros La Esperanza había pasado y que posiblemente nunca más se viesen en esa angustiosa situación, por todo ello, consideró que había llegado el momento de abandonar la empresa y seguir con su sencilla vida de hombre tranquilo.
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Pero antes de marcharse había querido tomar una última decisión como propietario de la empresa, y les anunció a todos que había dado las órdenes para que sus abogados se encargasen de donar, a todos y cada uno de los trabajadores, una buena parte de sus acciones, a título personal y sin posibilidad de que nadie se las reclame jamás. La única condición que ponía es que sólo podrían disfrutar de su titularidad y sus beneficios mientras fuesen trabajadores en activo de la empresa, cuando el vínculo con la misma desapareciera, sólo entonces, cada una de las acciones regresaría a un fondo común para ser otorgadas a quién os sustituyera. Era su deseo de que todas las personas que trabajen en la empresa reciban el mismo paquete de acciones que los demás…mientras colaborasen en ella. Desde ese momento, podrían considerarse propietarios de pleno derecho. -Estoy convencido de que, de ahora en adelante, no podréis evitar mirar a Seguros La Esperanza como algo verdaderamente vuestro. Y confío que sepáis cuidarla de ese modo. Sus últimas palabras fueron las siguientes: Para mí ha sido una experiencia maravillosa haber trabajado con vosotros, si hubiera tenido que despedirme de algún modo, mis únicas palabras habrían sido de gratitud y de afecto hacia todos. Pero no volveremos a vernos. He de seguir mi propio camino. Un camino que no está escrito en ninguna parte, pero que he de descubrir con lo mejor de mis fuerzas. Un camino que, estoy seguro de ello, también encontraréis vosotros.
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