aquarellen número 29

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Mes 05 ­ Año 04 ­ Número 29

Editado por: Aquarellen Cultura Directora de redacción: María José Mattus Director de contenidos: Jesús De Castro Portada: "Persefone" ­ Dibujo Contraprtada: "Mujer pensando en el momento" Fotografía de red Poemas visuales: Cosmos ­ "Freya" de Arthut Rackhams ­ Fotografia de kran Koruyucu E


EN ESTE NÚMERO

- REME ÁLVAREZ ÁGINA 8 P

- NIEVES FERNÁNDEZ ÁGINA 16 P - LAURA BIANCHI ÁGINA 24 P - MARIJOSE MATTUS ÁGINA 32 P - CATALINA FERRADA ÁGINA 38 P



PORTADA

Perséfone recoge flores, ese es el instante en que es

raptada y convertida en diosa del inframundo volviendo a la tierra por algunos meses a hacer florecer las praderas, simbolizando así las estaciones y usando su figura como los versos de mujeres que hacen florecer la literatura. La figura de Perséfone ha querido adornar la portada de Aquarellen mayo por dos motivos, primero porque es el mes en que se intensifican las estaciones. En el halo septentrional la primavera llega con toda su fuerza y el sol inunda cálidamente las sonrisas, mientras que en la zona austral la estación gélida enfría los paisajes acunando a las personas en pensamientos propios del frío. El inframundo es el equilibrio del cielo o la paz que todos esperamos alcanzar en el descanso eterno. El mundo oscuro, en muchas ocasiones, alimenta versos y Perséfone guía la magia de las plumas que dibujan esas letras.



EDITORIAL

En la edición de mayo Aquarellen regala un ejemplar sólo

con divinas mujeres dedicadas al oficio de llenar folios en blanco, ese quehacer artístico en donde se desgranan flores, cual Perséfone , hilvanando estrofas, cuentos, historias mágicas con sellos de mujer, esa insignia que da vida, alimenta, cría , fortalece, esa magia que nace en la mente, discurre por el cuello, los senos y cual corriente llega al lápiz transformando el vacío en una fiesta de palabras que alimentan sentimientos y construyen arte. Las mujeres en la literatura han estado presente desde que las diosas tocaban la lira en el olimpo y hoy compartimos los trabajos de las hablantes liricas que hoy valientemente se deciden por mantener el legado de Safo y de las heroínas de la palabra escrita que aportan al desarrollo intelectual de la humanidad y de las artes. En esta jornada contamos con la colaboración de Reme Álvarez, Nieves Fernández, Laura Bianchi, Catalina Ferrada y Marijose Mattus. Esperamos que disfrutéis de nuestra edición empapándonos de letras encantadas por la mano firme y suave de grandes mujeres de la literatura actual. Marijose Mattus


REME ÁLVAREZ


Con mi nombre defino lo que ando siempre buscando.

Estoy en la lucha continua entre el deber y el querer; y lo escribo, lo recito y lo vivo. Nací en Málaga sin elegirlo pero me siento orgullosa de ser andaluza. No hay edad sin espejos, nazco cada día porque olvido y miro al sur esperando a que el sol se desperece. De mis logros como escritora es fácil encontrarlos en Internet pero la mayor satisfacción es que mis textos hagan reflexionar o conmover al lector. Soy el cuarenta y uno en la lista de los cuarenta principales, me siento en peligro de extinción con respecto a los de mi especie y siempre sueño con finales felices.


Cada palabra suya cada pensamiento

me lo apropio. Me habla con el viento que ulula entre la rendija de la ventana, con el agua que corre del grifo en la cocina, cuando centrífuga la lavadora. Entonces soy yo el punto medio de todos los círculos concéntricos de sus ideales y vida. Pero a veces la duda me envuelve y los círculos me arrastran sin sentido, como en un tornado, al centro de la tierra donde todo arde. Me fundo con las rocas, me convierto en lava, destruyo lo que encadena mi libertad. Cuando todo está quemado y muerto, descanso. Las cenizas no tienen recuerdos ni lloran.


Sigue nublado.

He mirado al cielo un par de veces no muchas más, para no cansarlo, he creído que tostaba el sol, que se acercaban raudos tus pasos y que “ya”, no era sólo un adverbio. Esperé, sabiendo la respuesta, porque la pregunta se repite porque somos así, siempre iguales y vivimos los mismos iguales esperando distintas respuestas. Acepté la merecida suerte, andar con cara de “no me importa”, de pensar en “mira que son raros”. Pero sé por qué los girasoles conversan con las sombras ajenas rehusando el perfil de las suyas, por qué se inclinan ante la noche, por qué danzan al amanecer. Pobres soles que creen ser rayos ignorantes de su esclavitud.


Los rincones se abrieron para despejar el sueño.

Como flor nocturna, despacio, bajó a despertar la ciudad porque se le hacía tarde. Las calles no eran las mismas, los olores, su niñez y adolescencia; el agua, la sinrazón del llanto. Quería amar, que la amaran; por eso se engalanó con sedas negras sin ocultar la urgencia del beso. Los sollozos delataron su inquietud sus brazos, el misterio que escondía. Mas, engalanada con sedas negras, se mutó en noche y noche fue. Advirtió, entonces, los labios del Darro y el río aceptó el trueque: Agua de seda, él Carne de agua, ella.


La arena atrae,

la notas, no te deja dormir, araña, envuelve, la llevas... ¿Por qué me haces soñar con dunas? ¿No ves que soy ceniza y ascuas que me embriaga moldear la tierra y sentir el fresco de las constelaciones? La arena seduce, acaricia, se amolda al cuerpo, adormece, pero calcina o hiela. Si los espejismos vuelven y me llevan por senderos inciertos no moriré de sed, como crees; crecerán espinas de cada grano de esa arena que no es mía pero que se niega a dejarme. II El agua no deshace la arena la deja en el lugar de donde vino. Quién responderá a mis súplicas cuando el aire seque mi cuerpo; allá quedarán los despojos y el silencio se hará dueño de las quejas. Será el grano intacto, tras el cristal fundido, el que indique la hora del crepúsculo. No habrá mano que voltee al tiempo. Sólo convertida en polvo comprenderé el secreto de las dunas.


III

Cómo quema el desierto todos los seres que la aman envenenan o espinan. La metamorfosis está cerca. No hay corazón que aguante el amor­odio de los contrarios. No moriré de sed, no. Crecerán espinas de cada grano. Ya no sabré de miedos. Serán otros los que callen tan sólo sospechar mi presencia. IV Aún así, no me dejes dormir tatúa mi cuerpo, hazte notar, sedúceme y seré tuya, aunque me pierda. Serás presente perpetuo cuando el último grano selle los labios del tiempo.

V Cuando la lluvia empape mi cuerpo agradeceré a los dioses la ventura con una flor blanca. Acaso quedó una gota de sangre amable. Mas quién destruya la pureza no dejará de buscar la arena.



NIEVES FERNÁNDEZ


Nace en Almagro (Ciudad Real, España). Es diplomada en Lengua y Literatura y profesora de Secundaria en Grado Superior en Educación Infantil y en Promoción de Igualdad de Género. Animadora sociocultural y para la lectura, cuentacuentos, fue directora de Universidad Popular y de Casa de la Cultura. Ha sido jurado de premios e impartido conferencias, recitales poéticos y ponencias en cursos de formación, congresos y mesas redondas. Mantiene una sección como columnista de prensa y ha sido colaboradora en programas culturales de televisión. Con numerosas sesiones de animación lectora, encuentros de autor y talleres en bibliotecas, colegios, institutos y teatros, ha llevado a escena una obra de teatro para niños y ha realizado lecturas dramatizadas de teatro, tanto infantil como de adultos. Creadora asimismo de un cuento musical para Narradora y Orquesta Sinfónica Sol y la batuta fantasma. Entre sus numerosos premios destacan: •Literatura Infantil y Juvenil Ciudad de Andújar (Jaén), 1998 •Narrativa Infantil Junta de Extremadura, 1998 •Finalista del Premio de Textos Teatrales para niños, Pamplona, 1998 •Bienal Internacional de Literatura Infantil “Luis Palés Matos”. Puerto Rico, 2000 •Barahona de Soto de Teatro Infantil, Lucena (Córdoba), 2000 •Finalista Narrativa Internacional Infantil Julio C. Coba. Quito (Ecuador), 2001 y 2016 •Mención Internacional de Poesía Vitral, Pinar del Río (Cuba), 2006 •Premio Diseño del Personaje de ficción del 15 aniversario de la Biblioteca de Castilla­La Mancha por el personaje QUIN. 2013 •Seleccionada una de sus obras infantiles por Edebé México para ser editada en el Plan Lector 2016 Ha publicado en poesía: Desde el Empotro, Poemas de recreo y mochila, Respira, Figura de varón con tarde al fondo, Juan Alcaide: Trillos y Vilanos, Principado de un sueño, Días de flores en desatino, Trenzas de Andrómeda, Poemas de los cinco sentidos (vvaa), Almagro espiritual, Mapa infantil para un juego de damas (vvaa), Palabra de mujer, Picnic, Sobre la nieve, Cántiga, Poetas de Ciudad Real. Primer cuarto del siglo XXI.


En narrativa: Caperucita Roja de la Mancha, Aladina y la botella maravillosa, Iris colecciona besos, Ni. Pa.Ta.Ta., Un ornitorrinco en mi colegio, Los ladrones de la calle Mayor, Cuentos animados, Tres trillizas tridimensionales, Pasos contados, Un árbol de Navidad poco corriente, Al sol y a solas, Cuentos del agua y Cesta de Dulcinea En teatro: Telecosquillas, Miedica y el Espantapájaros y Un quinto de abuelo.


RECORDANDO AQUEL CORRAL LEJANO QUE LOS ÑOS HICIERON SÓTANO A De niña, para llegar a Dios tomaba un canto de una roca en el corral de mi casa de mi barrio de mi pueblo de Castilla de España de Europa del planeta del mundo y del universo. Y allí estaba. Ahora Dios se pierde en el cielo estrellado, en los pueblos con raza degustados, en la inmensidad de los océanos, en una Europa que cierra y abre puertas, en una España toda que alza la voz al viento hecha pedazos mientras Castilla llora. Mi pueblo es ahora pequeño para mi barrio que minúsculo es para mi casa. Mi corral es un sótano y ya no encuentro piedras para seguir buscando a un Dios callado. Cuando creo encontrarlo, no subo la escalera del canto al universo. Antes, la bajo y en el rellano espero a que la luz conduzca mis peldaños.


D E J A D M E Dejadme, agujas caminantes, andar sin voz medida. Dejadme, esferas infinitas, girar mi solapada vida. Los segundos son las venas gemidas del dolor de la queja. Los minutos, corazones punzantes del cuerpo en la reciente herida. Dejadme, relojes de la angustia y la melancolía. Sois las cajas de música de una canción maldita. Picotazos del hombre cuando quiere ser niño y del niño, más dulces, cuando quiere ser hombre. Dejadme, el tic­tac desordena mi mente ensordecida. El movimiento cruel de tus escaramuzas me lanza al umbral de la espera furtiva.


EN VUELO DE ESPERANZA

"Sé feliz de cualquier modo." La escritura se deforma y el papel blanco ya es mancha eterna y la pluma, mil veces sostenida, se desata. El pensamiento ruge y pide el desamparo y delata todo lo que guarda. Un verso no es un verso sino una reja que parece abierta y se cierra insistentemente. La ventana ya no sirve para mirar sino para ser vista. Lo exterior no cautiva porque es también la cárcel y el lento caminar de una luz inservible. No hay luz en el mar de mis presentimientos. "Sé feliz..." grita la noche en vuelo de esperanza...


EL PORQUÉ DE LA HIERBA DORMIDA

Cuando el sol se pasea sobre su rayo herido en el umbral de la planta no recogida, un niño le pregunta a la tierra: ¿Dónde está la semilla? Pero la hierba duerme porque sueña con caudalosas aguas, con torrentes de olas salpicadas en el mar sin sal de la nostalgia. ¡Despierta hierba! El niño quiere ver la raíz de la semilla clara. No cierres a la luz los ojos de una infancia arrebatada.


AL POEMA PERDIDO

El poeta es olvido entre cuatro paredes. No se premia a la vida por relatar versos: Los versos son del alma y la vida, a contrarreloj pasa. Ser poeta en un mundo de máquinas, de circuitos, de prisas, de palancas... Ser poeta, aquí, hoy, es ser olvido y el poema se pierde en la distancia. Del libro Días de flores en desatino


LAURA BIANCHI


Laura Bianchi Torres (Madrid, 1993). Poeta.

Proviene, en su mitad argentina, de una familia dedicada a las letras con autores como el recientemente desaparecido Jorge Leónidas Escudero. En 2015 viaja a Argentina donde se encuentra con el ya citado Escudero, hecho de gran impacto en ella. A su vuelta a Inglaterra, donde reside actualmente, decide abrir un blog (http://lauraskady.blogspot.co.uk) y una página de facebook (https://facebook.com/LauraBianchiTor) que actualiza periódicamente con sus obras. A pesar de no haber participado nunca en concursos literarios ni publicado hasta el momento, exceptuando algunas colaboraciones, cuenta con una gran lista de poemas y escritos a su espalda. Su gusto por la historia y el buen manejo de la lengua hizo que se decantase por el mundo de las humanidades, fundiendo su pasión por la antropología y el arte en una poesía negra teñida con un huidizo sueño de trascendencia y búsqueda espiritual. Muy ligada, a su vez, a la tierra de su padre.


TEDIO SIN BRUMA.

Si pudiera lanzarme al mar lo haría. Me empaparía de transparencia y de gaviotas a lo largo de los brazos. Me enredaría en algas de terribles naufragios y al bajar la marea, ahí encallada yo, suplicaría al mundo también ser un lienzo de distancia; un rompiente en derredor de cada puerto y, al alba, espuma. Mas no le digas a nadie, que pozo añejo soy de agua olvidada y absurda; que si pudiera hoy golpearía en olas mi terrible tempestad.


ANIMA MUNDI

Tal vez hoy me venga el ataque y sienta miedo de verme huida río abajo; y ya ni alma ni grandezas. Tal vez hoy me arrastre el flujo subyacente de la conciencia y pueda decir a viva voz que entiendo algo. Y una vez me golpee el sueño me dirás entre miserias que soy mucho más que el cuerpo cambiante de un fantasma y su alegoría, que olvido la venida de otro trance y la totalidad del mundo en mí. Y una vez sumida en ti, Anima Mundi, sentiré tu movimiento desde dentro, luego soy un engranaje y puedo oír tu grito mecánico y sordo: el alarido etérico y numinoso de todas las cosas que van a morir.


P I E R N A S C R U Z A D A S .

Una vez contemplé sentar las bases de todo conocimiento. Un momento me senté a contemplar y vinieron por mí dos muertes, con aires de eterna soledad. Afanándome, la una, inútil voz y palabra; mientras que la otra, parca también, quiso hacer de mí sombra amarga. Para entonces fui yo sabedora ya de su másmenos diligente tardanza: aguardé una ausencia de llagas y la existencia de un sentir insuficiente. Pero ah, de aquella llama... ¡qué lento germinar! Descansé sin más la aguas, a mi suerte, y hube de beber licor añejo en el girar de su ruleta eslava donde los pobres, cierto es, nunca perdemos nada. Así pues, agazapada en un rincón, sumé los días de cafeína azucarada y el denso humo que fui, y ya no, cuando un encuentro parecía pendiente. Sumaron mis días cien, cien con risas a mi espalda. Y llegada la hora, llorarían mis dos muertes este saco de huesos que a veces todavía demanda: "Busco a Laura". Y llegada la hora, lamentarían mis dos muertes que ya no las quisiera al verme marchita, ceniza y sin alma.


ARROSTRO.

La paciencia se me anuda en las vértebras donde raíces de cenizas tallan un muro en derredor. Prisión sin tiempo en que vivirme y en que beberme, qué sé yo. Ah, desorillada fijación. Si el mundo me rechina y empuja sumando años, restando valor. Rasgando vacantes rostros en busca de una simple afirmación: ¿Quién para conmigo? ¿Acaso yo? Y aún me atrevo a malgastar un último alarido, escudriñando un cruce de hemisferios con disimulada y amable sonrisa, no sea que dibuje también la tenaza que corte este hilo de espinas de paciencia cansada en las vértebras que machaca el honor.


DESPRENDIDO RETRATO Algún día alguien me heredará y a la espera de, me llenaré de polvo. Se romperán las líneas que me contienen y llenaré paredes de óleo escupido, matices opresores y rastrojos de pinceles. Golpeará en el suelo ese negro donde viviré yacente y mi sombra dejará de ser contorno. Partiré, de esperanza devastada siendo el tiempo mi verdugo y la inocencia que me ampara mi última parada. Y que se quede ahí la tela aterida, qué se me acartona la piel.



MARIJOSE MATTUS


Marijose Mattus (Coquimbo­ Chile 1979) profesora de

estado en historia y geografía. Desde niña demostró una inclinación a la literatura y a la música escribiendo pequeños poemas y ensayos de análisis musical. A partir del año 2007 comienza su incursión en radios locales con programas de cultura, especialmente orientados a la difusión de música clásica y latinoamericana apoyando a los nuevos talentos locales, hecho que le permite animar y organizar varios actos culturales, como el concurso escolar de literatura “Más allá de las fronteras de la imaginación” (201 0) además de conferencias en festejo del bicentenario de Wagner y Verdi. En el 2014 funda la revista literaria “Aquarellen” de la que es editora. Su trabajo literario ha sido editado en redes sociales y ha colaborado en las revistas literarias Beats Bury, Pluma y tintero además de Aquarellen. En el 2016 fue seleccionada para la antología “Pluma, tinta y papel” de “Diversidad Literaria”. Actualmente dedica su tiempo a la docencia, la dirección de la revista y el blog Aquarellen y la gestión cultural junto a su pareja: Jesús De Castro. En este momento está dedicada a terminar su primer libro y embarcada en la aventura cultural “Libros para Chile”


Me escondo en tu epigrama para reverdecer con la luna

de octubre el veinte es nuestro símbolo mágico. El tres entona vibraciones revolucionarias que postergaron las marchas de los antiguos y Bruckner estará de acuerdo conmigo. El cuatro nunca será cuadrado porque giro en mi elipse para ser emperatriz de las mariposas nocturnas.


Voy a cubrir mi rostro con telas opacas de terciopelo, verás

sólo mi cabello color canela devorando la majestuosidad de las nubes que gritan esquizofrénicas mis taladradas rodillas. No verán mis pestañas los soles saturninos del ocaso. Excava mis dientes y vacía mi risa si quieres verme con un libro en el rostro cantando libertades. Arrojaré los labiales falsificadores para que delates el calostro que sabe a montañas y hechizos musicales, literaturas primarias que compusieron historias. Lavaré mis delineados verdes para pulirlos de honesta fealdad. Desnuda y congelada suplicare tu abrazo, pero no invocaré tu postura de gentilhombre quijotesco.


Soneto Ningún soneto me pidió Violante La petición de Jesús ha venido, Los versos lisonjeros he traído Bebiendo poesía por delante El encuentro tácito de mis letras Torna presta a la pluma dorada, Presunción literata bien hallada De escribir como viejos poetas Sagrado rol histórico tenemos Poetas, preservemos la lira Que hacerla como dioses debemos. Y Jesús puede estar orgulloso De todos mis bríos versificados, Floreciendo mi seno amoroso.


Cuando caen las semillas rosadas fuma un pito de marihuana, para ver la caída de soles y sentirse una sinfonía rusa, con suspiros de vagabundas que lamen entrepiernas millonarias dejando de comer pizza a la medianoche pagan sus tetas de silicona, esperando al millonario borracho que entrará por la salida del metro para seducir perros vagos.


CATALINA FERRADA


Nace el 16 de Noviembre del año 1970, en Valparaíso,

Chile. Desde pequeña desarrollo el gusto por la Literatura dado que sentía una gran soledad debido a problemas auditivos que tuvo desde su nacimiento. Durante su infancia solía leer cuentos a su macota y a los 9 años desde una perspectiva infantil e ingenua, comienza a escribir cuentos para niños con el sueño de algún día otorgar al mundo todo lo que la Literatura le había regalado: compañía y cobijo. A sus 19 años termina sus estudios secundarios y a sus 24 años se traslada a la ciudad de Chaitén, ubicada en la décima Región de Chile, cuyos parajes de naturaleza virgen influenciaron profundamente en ella viéndose reflejado en sus escritos. En el año 1997, se traslada a la Ciudad­puerto de Coquimbo, sin embargo, el sur del país no dejó de estar presentes en sus líneas, además de la influencia del Romanticismo, cuyo reflejo es posible apreciar en su primera novela “Los Selknam, ecos australes que el viento guardó” concluida en el año 2014. Actualmente se encuentra tramitando la publicación de su primera antología de cuentos infantiles llamado “Cuentos de Oro y Luz” y a la vez desarrolla su nuevo libro “Doscientos Cuentos y una Copla”.


Agustín y el mágico mundo de los botones Érase una vez, un mundo muy especial, muy diferente a los que acostumbramos a observar. Este era un planeta redondo, como un gran queso blanco, como la luna después de una gran cena: llena, resplandeciente, satisfecha y feliz. Este magnífico planeta era el hogar de los botoncitos. ¡Sí! Los botoncitos, como los que llevas en tu ropa. Y decir que era mágico no es por simple capricho, porque siendo sus habitantes de inmensa diversidad, formas y colores, se respetaban y amaban como hermanos. No así, Agustín, de quién les contaré más adelante. Cada botoncito que nacía era único, especial y muy querido por sus hermanos por la gran ayuda que prestaría a la humanidad. Había unos muy pequeños, de claros y hermosos colores que generalmente acompañaban las prendas de los bebés, los niños y niñas. Ellos eran tan afortunados, pasaban la vida entera recibiendo ternura y abrigo, cada vez que aquellos niños eran envueltos en cálidos y tiernos abrazos, o al encontrarse en tibias y suaves cunas o camitas. Como podrás imaginar, los botoncitos pequeños adoraban vivir en aquellos hogares, oyendo cada noche las oraciones, el canto y el exquisito aroma de las madres de la Tierra que acunaban a tan delicados pequeños. No menos afortunados resultaban lo botones grandes, aquellos sujetos a los los abrigos de personas de distintas edades. Desde su más temprana edad acostumbraban a disputar gentilmente el derecho de vivir en los abrigos de los abuelitos, porque amaban oír las conversaciones de sus dueños, enriqueciéndolos grandiosa sabiduría. Además, se sentían queridos, respetados y hasta orgullosos, porque eran la prenda preferida de sus dueños. En aquel precioso mundo redondo como burbujas de fantásticos colores, también existía una gran cantidad de habitantes que, no siendo ni muy pequeños para abotonar las ropas de los niños, ni tan grandes como para los abrigos de los abuelitos, servían para todo el resto de las prendas del hombre: camisas, pantalones y todo lo que puedas imaginar. Luego de puestos en aquellas prendas, eran expuestos en tiendas para que alguien que las descubriera, se encantara con ellas y comprándolas, les diera a los botones un hogar.


Y es así, como les contaré la historia de un botoncito muy orgulloso y

arrogante. Su cuerpo lucía un espectacular brillo ennegrecido como preciosa piedra radiante a la luz. Habitaba junto a sus cuatro hermanos en un fino terno, que a juzgar por su elegante estilo, más bien semejaba un esmoquin. Los hermanos de Agustín lucían radiantes a la luz de una vitrina de exquisito estilo y decoración, hasta que cierto día llegó a la tienda un noble señor, quien al ver tan delicada prenda quedóse encantado de tal forma, que el terno paso a formar parte de su nutrida colección de vestuario. Agustín, estaba tan feliz ¡Al fin tendría un hogar! en la distancia podía oír la algarabía de sus hermanos, puesto que siendo él un botoncito de recambio, su único vecino era el suave forro que envolvía un bosillo interior. No así sus hermanos que vivían en el exterior. Agustín amaba su espacio, siempre fascinado con los exquisitos perfumes, acariciado por finas camisas de seda italiana o de tibio y suave algodón. Su dueño, llamado Fausto, era un hombre célebre, un gran músico, quien sin imaginarlo deleitaba con tan inmenso placer a Agustín y sus hermanos, cautivándolos al son de la suave melodía de sus acordes. Y aquel hermoso don que él poseyera, no era nada comparado con la grandeza de su corazón. Por las noches, solía tocar junto a grandes orquestas que adornaban bellos y lujosos salones, entonando recuerdos de grandes maestros de la música, y durante el día gustaba tocar en las calles, porque las personas pobres no contaban con dinero para verlo en aquellos lugares, que más que salones, semejaban castillos de princesas encantadas. Y acontecía que, con días soleados, lluviosos o fríos, el gran hombre tocaba en las plazas de los pueblos más humildes, sin darse cuenta que los botones de su fino terno tenían vida, y sufrían grandes tormentos cuando el sol iluminaba las calles con tan angustiante calor que parecían desfallecer; algunos fatigados y humedecidos, otros ardiendo como fuego quemante y abrasador. Aquellos pobres botones le hablaban a Agustín: — ¡Agustín, hermanito! Háblanos, cuéntanos por favor ¿Cómo es la vida en donde tú estás? Cuéntanos alguna historia. ¡Dinos algo! Cualquier cosa que nos ayude a olvidar este sufrimiento. Los hermanos buscaban en él una palabra de aliento, pero Agustín indiferente al sufrimiento de sus familiares, se hacía sordo a los ruegos, más si les escuchaba... Lo mismo sucedía cuando las lluvias parecían arrasar la cuidad. Sus hermanos temblaban de frío, y le suplicaban compañía aunque fuera solo


escuchando su voz, porque recuerden que siendo Agustín un botón

de recambio, no lo podían ver. Nuevamente, Agustín parecía no escuchar sus súplicas puesto que en el hogar de suave forro impermeable al calor, y abrigado al frío, nada más le faltaba. Cierto día, don Fausto se vio en la necesidad de contratar a un trabajador que cuidase de su casa de verano en el campo y siendo él un hombre tan noble, justo y gentil, acontecía que Dios siempre le bendecía brindándole la compañía de bellas personas a su alrededor. Fue así como llegado el verano fue con su familia al campo, lugar que amaba sobre todo cuando despuntaba el alba y extasiado contemplaba el amanecer con la vista perdida a lo lejos en las nevadas cumbres, gran placer sentía al ver los primeros rayos de sol coloreando los árboles pintando la montaña de matices fascinantes, tanto como escuchar el trinar de los seres alados abrigados por sus madres en sus lanudos nidos. Por la tarde, gustaba recostarse en una hamaca amarrada a dos viejos robles para dormitar oyendo las melodías del río que lindaba con su campo, y por las noches disfrutaba mirando las estrellas e imaginaba que ellas danzaban al igual que la Luna, cuando les tocaba hermosas melodías con el compañero inseparable de su vida: su bello violín. Fue así, como llegando a tan preciado lugar, enorme fue su impresión al ver su jardín antaño seco y sin vida, convertido en un bello rosal junto a cedros, ficus, buxus y cipreses en cuyos ramajes el diestro jardinero había dibujado figuras de gran belleza, mariposas, caballos, cisnes, un niño flautista junto a zorzales a su alrededor, un sapo cantor y hasta un puente de ramas adornaba el acceso a tan mágico lugar. El músico inundado de vasta emoción, hizo presurosos sus pasos para ir al encuentro de aquel trabajador bendecido de tan prodigioso talento, quien luego de recibir los parabienes además de su justo pago por el excelente trabajo realizado, recibió como obsequió un fino terno. El trabajador agradeció a don Fausto por el regalo y las felicitaciones que de su gentil alma recibió. Sin embargo, desgraciadamente tan hermoso traje no tuvo ningún valor para aquel sencillo hombre de campo, puesto que desconocía las cosas de la ciudad. De ese modo la vida de Agustín y sus hermanos cambió con tal infortunio, que prontamente se vieron tirando bueyes para arar la tierra en la pequeña chacra que su nuevo dueño tenía junto a su hogar. Había días en que apenas


despuntaba el alba y hasta casi el anochecer, se encontraban en tareas de siembra o cosecha. Otros, arreando el ganado de algún patrón. Un día Gabriel, uno de los hermanos mayores de Agustín, logró soltarse de aquella prenda y rondando con todas sus fuerzas, semejaba el desplazamiento de un caracol, a juzgar por el exceso de calor y cansancio debido a la brutal labor diaria a la que eran sometidos. Mucho tardó en alcanzar una hortaliza que con fresco verdor, a lo lejos parecía llamarle, y ocultándose bajo su sombra descubrió profundo alivio. De ese modo, Agustín fue trasladado de lugar, y encontrándose en el espacio que dejó Gabriel (Su hermano mayor) recordó aquellos días del pasado, cuando sus parientes le llamaban y él estaba demasiado cómodo y sordo en su mundo como para oírlos. El pobre Agustín, lucía cual perla negra de espléndido resplandor. Impecable, brillante, reluciente y orgulloso se hallaba junto a sus hermanos que con el paso del tiempo, se habían decolorado hasta el punto de alcanzar un tono parecido al gris. Ellos, al verle no podían más de alegría y le felicitaban por tan bella apariencia, pero la soberbia y orgullo de Agustín, no le permitían mirar hacia abajo y solo tuvieron como respuesta un rotundo silencio. Fue así, que al cabo de muchos días el silencio habitó en aquellos cuatro desdichados botones, hasta que una tarde, Agustín triste y angustiado, porque siendo el botoncito más vistoso de todos los hermanos, llamaba la atención del Señor Sol, quien fascinado disfrutaba ver como irradiaba luz al abrazarlo con sus rayos, sin comprender el siempre amable astro, que sus manos le provocaba al botón Agustín, tan sofocante ardor. Y no pudiendo más con su aflicción, habló a sus hermanos, y estos que tenían mucha experiencia, les respondieron entregándole palabras de consuelo y ternura. Cierto día nuestro amigo el Señor Sol decidió brillar como nunca antes provocando que aquel campesino, algo agobiado se sacase la parte de terno que cubre la camisa, y tirándola sobre una jardinera, logró que aquellos hermanos se tocaran entre sí, se abrazaran y acariciaran. Fue así como por suerte del destino, los botones se miraron frente a frente por primera vez en sus vidas. Todos juntos haciendo gran resistencia unos con otros lograron soltar sus amarras, y rodando entre la hierba fresca descubrieron no solo el valor de la libertad para lograr encontrar el camino de sus sueños, sino que también el botoncito Agustín, aprendió la lección más grande de su vida: el valor de ponerse en el lugar del otro, algo que los adultos llaman empatía. Lo importante


que es saber escuchar, lo maravilloso que es en esta vida tener un

corazón humilde y entre otras cosas, el inmenso valor de la familia y la unidad. De ese modo, todos juntos construyeron una casita redonda, como una burbujita de miel a la sombra de un gran sauce a la orilla del río, y no se extrañen si les cuento que Gabriel, el hermano mayor, aquel de andar de caracol, ¿Lo recuerdan?...También ayudo en la construcción de aquel hogar. Pues él, aunque habiendo escapado primero de aquel terno, jamás se alejó de sus hermanos. Ninguno pudo percibir su cercana presencia en el silencio de la soledad. Solo Agustín, que sin darse cuenta debido a lo resplandeciente que resultaba a la luz del sol, podía sentir una mano que acariciaba su rostro, secando sus lágrimas con tal delicadeza, cual brisa imaginaba en sus sentidos. Cada verano al atardecer los hermanos botones se reúnen frente a la redonda casita para disfrutar recostados sobre la hierba fresca los aromas a lavanda, boldo, manzanilla y miel. Y al caer la noche estrellada, el susurro del río les lleva las melodías que don Fausto toca a las estrellas y a la Luna, que inundadas de inmensa emoción, brillan con fulgor iluminando los cuerpecitos de aquellos pequeños botoncitos redondos, haciéndoles resplandecer al igual que preciosas luciérnagas. Y suele verse desde el cielo a los cinco hermanos, profundamente emocionados, encantados y vibrantes disfrutando su bien merecida, eterna felicidad. Cierren sus ojitos, velloncitos de ternura Que al estrellar otra noche, les contaré otra ilusión De príncipes de ensueño, en una bella canción.

Fin




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