el juego de tronitos versión 2.0
Por Juan Manuel Bragado Molina
Se acerca la Pasión, otro año más, y estamos a las puertas de la Semana grande de Zamora, semana por la que cualquier zamorano semanasantero espera y aguarda todo el año desde que en la semana de Pascua se guardan túnicas, aperos y caperuces. En estos tiempos modernos, la idea que cada zamorano tiene de la Semana Santa, su punto de vista, su manera de vivirla, de conocerla, de transmitirla; varía en cada persona dado que cada uno tiene su mente y su espíritu, y por su puesto su corazón. Cada Cofrade tiene su manera de vivir la Pasión, la gran mayoría, la plebe, no son más que el gran grueso de cofrades que pueblan nuestras filas de hermanos de cirio, y cuyo sentimiento vive esperando en torno a 365 días para que vuelvan a salir las procesiones a la calle. El siguiente salto está, en unos pocos más comprometidos con las Cofradías y Hermandades, que mantienen y sustentan con su trabajo dentro de directivas, grupos de índole coral o musical, otra parte de esa Semana Santa que pone a esas personas en el ojo de la opinión pública, para bien o para mal, pero que en la mayoría de los casos, rea-
lizan el trabajo de forma altruista sin que tenga que ser reconocido de manera pública. Y por último, dentro de estos pequeños grupos están “aquellos que ansían por encima de todo el poder”, símil transcrito de una trilogía de películas llamada “El Señor de los Anillos”, y que puede asimilarse también a la premiadísima serie de HBO “Juego de Tronos”, aunque más bien en este caso sería “El juego de Tronitos”, todo esto tendrá su explicación, “pero hoy no es ese día”. Hoy toca ensalzar, pregonar y valorar nuestra Semana Santa, una semana de Pasión que se ha ganado por méritos propios ser “La Mejor Semana Santa” del mundo, y para eso tenemos que ser conscientes de que la Semana Santa es de todos. Si, de todos los que somos Cofrades y de aquellos que no lo son, que viven la Pasión desde la acera y que en muchos casos tienen más Fe y devoción que la mayoría de los que si habitan en las filas de Cofradías y Hermandades. Una Semana Santa que la hemos hecho grande todos los Zamoranos, no solo unos pocos que pecan al pensar que lo obtenido ahora es el trabajo de ellos, y nos olvidamos
de echar la vista atrás hacia aquellas personas que lucharon contra los elementos y forjaron la gran Semana Santa que tenemos en estos días, y es por ello que no debemos olvidar el trabajo, que hombres como D. Dionisio Alba, hicieron por esta nuestra Semana Santa, en los albores del siglo pasado, dejando un legado para toda Zamora, no solo sus Cofrades, y que supieron plasmar a través de nuevas Cofradías y Hermandades el sentimiento castellano arraigado de esta tierra, austero, silencioso y sin duda maravilloso. Sirvan estas pocas líneas para honrar la memoria de Dionisio y de aquellos que hicieron posible la Semana Santa que hoy conocemos, para que nadie en estos tiempos modernos piense que ha hecho más por esta Semana Santa y su ciudad que aquella gente que se nos olvida en la memoria de un siglo que parece ya muy pasado. Me despido sin más, con ganas de haber contado cosas que no he podido en estas líneas que dan el prólogo al itinerario, quizás algún día la VERSIÓN 1.0 sea desvelada, mientras tanto, esperaremos con entusiasmo una nueva Semana de Pasión.
el traslado del nazareno de san frontis, la semana santa más pura Eugenio-Jesús de Ávila
No querría despreciar al resto de cofradías de nuestra Pasión, pero la auténtica Semana Santa, la más pura, profunda, sentida se representa en el traslado del Jesús Nazareno de San Frontis, el último barrio de la margen de izquierda antes de que el Duero se despida de la ciudad del Romancero. Los fieles lo son. Nadie acompaña al Cristo moreno hasta la Catedral por vanidad, por presumir, por exhibir su mando sobre otros hermanos de fila, sino porque creen, porque no lo olvidan a lo largo del año ni durante toda la vida, porque dicen que es milagroso. En torno al cortejo, no espere la persona que contemple su paso disciplina militar, ni silencio compungido, ni lágrimas de dolor. La gente celebra durante todo el trayecto un cristianismo hedonista, no un cristianismo cruento, de castigo y pena, de tortura y cruz. Eso acontecerá durante los días de la Semana Santa. Esta procesión, sin duda, es cristiana, lo son sus acompañantes, pero ama la vida de su Nazareno, no la muerte del Cristo. Versos de Machado, que prefería al Jesús que anduvo sobre la mar que al clavado en el madero. Procesión de pueblo, provinciana, que desprecia lo nuevo para buscar lo antiguo. Procesión que cruza el Duero, como si levitara, para subir hacia la atalaya de la vieja ciudad, de la amurallada. Zamora, para dejar en la Seo, con sumo cuidado, al
Nazareno de San Frontis, hasta que el Martes Santo, acompañada ya de túnicas y caparuces, con disciplina militar, prietas las filas, regrese al barrio ribereño. Durante su estancia en la Catedral, el Jesús de San Frontis contempla su futuro en el Cristo de las Injurias. Y si pudiera hablar, no querría acabar su vida clavado en una cruz, martirio que creó una religión, muerte de un ser humano que habló, dicen, de amar al prójimo como a ti mismo, conducta rara vez manifestada por el Hombre; de poner la otra mejilla, extraño ruego, antihumano. Antes de cruzar el Duero, el río Duradero del divino poeta, los miles de zamoranos que acompañan al judío de San Frontis, cargando con una cruz, la del misterio de la vida, la de la incomprensión de la muerte, la que carga el peso de lo efímero sobre el alma, vaho de Dios, no se formulan preguntas esenciales, no buscan en la metafísica la resolución a los problemas sustanciales del ser humano: ¿Qué somos? ¿Dónde vamos? ¿Hay vida después de la muerte? No. En absoluto. Se dialoga sobre el daño que han hecho a Zamora sus políticos, sobre la deriva económica de la ciudad, sobre los comercios que cierran, los jóvenes que se van y los amigos que se han muerto…pero también sobre la esperanza, advocación de la Virgen que acompañará al Nazareno en su regreso a la iglesia de San Frontis. Esperanza en un futuro mejor, en amar y ser amado, en no hacer daño al prójimo, en no cometer felonía con el amigo, en ser fiel a unas ideas y a unas personas, en resolver tu economía. En fin, esperanza en una buena vida, sin pensar en su finitud. Después, cuando se cruce el río, el intelectual, el amante de la Zamora monumental, mostrará su enojo por el deterioro de una de las obras de ingeniería más importantes de la ciudad, del puente románico, protogótico, para ser más precisos. Alguien sugerirá que las altas instituciones políticas, Junta, Ministerio de Cultura, se han olvidado de que es uno de los viaductos más bellos de España y que, si se autorizase la reconstrucción
de sus dos torres, derribadas en 1905, por la autoridad local, tan pacata, tan insensible y pobre intelectualmente, se convertiría en el más hermoso de la nación. El Narazeno, mientras, se limita a mirar de reojo a los patos que se van a dormir entre los juncos, cerca de las aceñas de Cabañales y Olivares; patos zamoranos que, a su manera, celebran la Pasión, que en nuestra ciudad festejan hasta las rocas de arenisca de nuestras murallas. Cruzado el Duero, habrá que hacer el esfuerzo más contundente de todo el trayecto: la cuesta del Pizarro aguardar a los miles de fieles antes de buscar al Catedral. Palabras entrecortadas, porque los pulmones necesitan un poco más de aire para que funcione el organismo, y la empinada ruta que acaba arriba de San Ildefonso, corta conversaciones y discursos, debates y discusiones amigables. Momentos, pues, más para mirar que para hablar, para observar el ocaso del sol y el efecto de sus últimos rayos dorados so-
Horario y recorrido.
bre los sillares de los templos y los pétalos de las flores, que lloran lágrimas de roció al paso del Jesus moreno de San Frontis. El desfile más sencillo, más pulcro, más inocente de la Semana Santa de Zamora concluye cuando la luna preside el coro de estrellas que rinde honores al Hombre que no quiso ser Dios. Mientras, pienso que yo tampoco hubiera querido ser el Hijo de Dios para terminar mi vida como un vulgar ladrón. Mi fe nunca pudo con mi razón.
A las 20,00 horas celebración de la Palabra en la Iglesia Parroquial de San Frontis, a las 20.30 comenzará el traslado procesional por: Fermoselle, Avda. del Nazareno de San Frontis, Puente de Piedra, Avda. de Vigo, Cuesta del Pizarro, San Pedro, Plaza Fray Diego de Deza, Plaza Arias Gonzalo, Obispo Manso, Plaza de Pío XII y Catedral donde finalizará con la proclamación del Evangelio.
pequeños sacrificios Dalmiro Gavilán Santos
La noche suena a hierro y a madera. Vestidos de blanco, cada hermano, y ya son más de un millar, porta un farol de forja. El roce de las asas chirría en cada paso de los penitentes. Un incensario de grandes proporciones llena las calles zamoranas del olor de la Semana Santa. Algo importante va a suceder. Está sucediendo. Un Cristo gótico, de cánones completamente diferentes a la actual estética, refleja su esbelta sombra en la muralla. Se diría que la ciudad está desierta, pues el silencio es conmovedor. Es el respeto. En las acercas se han congregado miles de personas que con devoción infinita observan el cortejo mortuorio. Y comienza a subir la cuesta hacía el centro de la ciudad. Bajo el peso de las andas, es tan profundo el silencio que se escucha la respiración entrecortada de los cargadores. El esfuerzo es grande. Acompasadamente clavan en el suelo las horquillas de hierro para tomar impulso. Nuevamente el blandir del hierro, como si fuera una batalla a vida o muerte. Dos tambores tras la imagen animan a estos doce hombres. Les recuerda que no están solos. Hay toda una ciudad que con su aliento los llevará en volandas hasta donde haga falta. Y más allá. Y siguen subiendo, rodeados de hierro y de simbolismos. Nada ha quedado al azar. Todo está profundamente pensado. Ahora lo que suena es el tañido de una campana. El golpear seco del hierro del badajo contra el bronce y el estaño. Lejos, arrastrada por la suave brisa de la noche del Viernes de Dolores, otra campana de una iglesia le da la réplica. Cuando los ecos de una se pierden buscando el cielo, la otra le responde. El tañido es triste. Suena a muerte. A dolor. Sin embargo, en los corazones de los zamoranos lo que reina es
la alegría. Un año más. Una procesión más y ya van 43. Y la noche lleva y trae sonidos de hierro, respiraciones jadeantes, sandalias deslizándose sobre piedras de calles milenarias. Tambores destemplados y lamentos de madera. Son las tinieblas o carracas que suenan a lo largo del cortejo. Una tabla colisiona en su recorrido en círculo contra otras ocho, produciendo un sonido roto que invita al recogimiento interior. A prepararnos para lo que serán los próximos días en esta ciudad del románico. Una auténtica fiesta. Toda una vida abriendo los cortejos procesionales. Lejos quedan aquellos poco más de cien hombres, prácticamente niños, que idearon, organizaron y pusieron en escena la Hermandad Penitencial del Santísimo Cristo del Espíritu Santo. No llegaban ni a cien los que desfilaron por primera vez aquel 21 de marzo de 1975. Tenían todo en contra, salvo la ilusión y la decisión de engrandecer la Semana Santa. Y lo consiguieron. Vaya si lo lograron. Eran tiempos de austeridad. De muchas ideas, pero de escaso presupuesto. Habían fijado una cuota de ingreso de cien pesetas y una anual de otras cien (lo que sería ahora 60 céntimos de euro). El primer ejercicio económico se saldó con unos ingresos de 115.018 pesetas (lo que al cambio sería poco más de 691 euros). Entre los proyectos estaba el de incorporar una campana, pero no cuajaría hasta 1977. Un anónimo hermano pagó la mitad de las 26.000 pesetas (abonó la mitad de 156,26 euros) que costó, con la única condición de
que fuera él o su hijo quien la hiciera tañer durante la procesión. Algo parecido sucedió con la cruz guía, que saldrá en procesión un año más tarde, en 1978. Tal y como había ocurrido con la campana, en esta ocasión fueron los hermanos Alonso Luengo (Manolo y José) los que diseñaron, encargaron y costearon la nueva cruz guía para que se convirtiera en otra seña de identidad de la Hermandad a lo largo de estos años. ¿Las condiciones impuestas por los donantes? Que fuera portada por un miembro de la familia Alonso Luengo. Y así continúa haciéndose. Por eso hoy, cuando unas manos jóvenes de esta familia tomen la cruz guía para ascender nuevamente al casco antiguo de la ciudad, volverán a sentir la misma sensación que experimentó hace 40 años Manuel Alonso, cuando esta cruz guía desfiló por primera vez. Y es que la Semana Santa de Zamora está formada de pequeños detalles, de pequeños sacrificios particulares, de donaciones anónimas que engrandecen la heredad de nuestros antepasados. El sonido de madera y de hierro envuelve la ciudad el Viernes de Dolores. Es una procesión sobria. La estameña blanca, humilde y austera, me trae reminiscencias monacales y medievales. Como espectador, regreso al pasado. Tal vez por todo esto la Semana Santa tiene en Zamora un sabor auténtico, porque está hecha con retazos de pequeños sacrificios particulares que engrandecen el conjunto.
Horario y recorrido.
A las 22.30 horas comenzará la Procesión desde la Iglesia del Santísimo Cristo del Espíritu Santo, continuando por la Calle Espíritu Santo, Avda. Frontera, Calle Almaraz, Calle La Vega, San Martín, Cuesta del Mercadillo, Rúa de los Notarios, Plaza de los Ciento, Calle Arcipreste, Plaza Fray Diego de Deza, Plaza Arias Gonzalo, Calle de Corral de Campanas, Calle del Troncoso, Plaza Antonio de Antonio del Águila y Plaza de la Catedral, donde los Hermanos accederán al Atrio y se realizará la lectura de la Pasión de Nuestro Señor y a continuación el Coro de la Hermandad interpretará el “Christus Factus Est”. Se reanuda la Procesión por Plaza de la Catedral, Rua de los Notarios, Cuesta del Mercadillo, San Martin, Calle de la Vega, Calle Almaraz, Avda. de la Frontera, Ctra. de Almaraz y Plaza del Espiritu Santo, para retornar al templo de partida.
...De la vida a la muerte… Sandra Turrado Esteban
¿Por qué este título? Eso me pregunto, en estos días en los que ya se apresura la llegada de la Semana Santa que cada vez se siente más y más. No tardamos en bajar a por las túnicas, ensayos de coros, traslados de mesas… Es decir, un “comenzamos”. ¿Cómo comenzamos la tarde Sábado de Pasión? Con Luz y Vida. Curioso ¿verdad? Esa antonimia entre la muerte y la vida. Salimos de la Catedral los peregrinos de la vida, en nuestras antorchas portamos la Luz que llevaremos a la muerte, queremos derrotar a la muerte. Poco después de este día empezará “La Pasión”. Jesucristo al que hoy llevamos glorioso y triunfante pasará “de la vida a la muerte”. Cae la noche cuando llegamos al Puente de Piedra, apenas corre aire que enfría nuestras caras, nuestras manos, nuestros pies. Seguro que a muchos de nosotros se nos pasan por la cabeza nuestros familiares difuntos, seguro que esa luz que llevamos encendida va por ellos. Algunos que lo quieran hacer de una manera más profunda, como por ejemplo, cuando un jugador de fútbol marca un gol, es ese “va por ti”… “esa luz va por ti”. La lucha entre la luz y las tinieblas, a muros del cementerio atravesado por las voces del
“De profundis”, dejando una corona a los pies de una Cruz de piedra, cosa que dentro de poco cambiará, será una corona de espinas y una madre a los pies de una Cruz de madera. Jesús Luz y Vida regresa a la Catedral, bajo los hombros de tantos hombres y mujeres como hermanos que lo iluminan. Pasa la Luz por las calles del Santo Sepulcro, de Cabañales y la cuesta del Pizarro. El cuarteto musical y el coro amenizan el paso de lo que se viene. Cuando pasen los días fuertes, el cansancio de la Pasión se apodere de nosotros, nuestra pena de que se nos va esta semana. Haremos una parada en otra de tus salidas, la procesión de Gloria. Una vez terminada la Vigilia Pascual, en la que a través de su Liturgia veremos reflejado el sentido de pasar “de la muerte a la vida”. Cuando
Horario y recorrido.
hace una semana caminamos hacia el cementerio, hoy, una semana después caminamos hacia la vida. La vela más grande nos acompañará en esta noche de vida. La Luz del Jesús de Luz y Vida que nunca se apaga. Después estos fragmentos, me preguntó ¿Qué es para mí? Es sacar la devoción a la calle junto a mis hermanos de mi hermandad. Lo que un día de 1989 comenzó y no dejar de vivirlo cada año. Alegrar la cara de tantos hermanos que, año tras año están ansiados esperando la llegada de este singular Sábado de Pasión. Entonces cuando se consiga saber que todo esto puede hacerse realidad podremos vivir como hermandad, llevando a cada uno de los hermanos de la misma a Cristo, que Él es la Luz y la Vida en todo nuestro mundo y en toda nuestra vida.
Despues del la oración que se realiza en el Atrio de la Catedral a las 19 horas, se inicia la procesión con el siguiente recorrido: Plaza de la Catedral, Plaza Antonio del Águila, Obispo Manso, Plaza Arias Gonzalo, Plaza de Fray Diego de Deza, San Ildefonso, Cuesta del Pizarro, Avenida de Vigo, Puente de Piedra, Plaza de Belén, Cabañales, Sepulcro y Cementerio donde se celebrará la 0frenda y la oración, actuando el cuarteto musical “Jesús, Luz y Vida” y el coro de la Hermandad que interpreta un de profundis. Regresa la procesión por Sepulcro, Cabañales, Plaza de Belén, Puente de Piedra, Avda de Vigo, Cuesta del Pizarro, San Ildefonso, Arcipreste, Plaza de los Ciento, Rúa de los Notarios y Plaza de la Catedral para retornar al templo de salida.
mañana de pasión, tarde de ramos Isabel Modroño Alonso.
Hoy es Domingo de Ramos. Día luminoso y de emoción. Día culmen y esperado y también pistoletazo de salida. Día, que como una carrera, se ha ido forjando tramo a tramo, con dedicación y voluntad, entre toda una ciudad que unida, sale a la calle esta tarde y respira el aroma de la Semana Santa, fraguada en el amor y el compromiso de sus gentes. ¿Y esto cómo se explica?, dirás. Vuelve la cabeza, y mira. Pues concluyendo va la Cuaresma, amparando en su devenir los preparativos que con empeño y devoción y prisas y tensiones llevan a cabo los zamoranos, preparándose para La Semana. Así, con mayúsculas, por mérito propio. La Semana Grande de Zamora. Pasión y Austeridad unidas. Porque no hay otra que se le iguale, como murmuran los turistas que sobrecogidos nos acompañan. Y en esos días cuaresmales, incluso antes, ya se siente y se respira la Semana Santa. Los cofrades ponen a punto sus túnicas, los enseres se abrillantan, las velas se apilan con cuidado, hasta el momento del desfile en el que prenda la llama. Las cofradías organizan sus actos, desempolvan los mantos sagrados de las Madres, las listas de espera se actualizan, los afortunados nuevos cofrades hacen sus religiosos ingresos y corren a encargar sus hábitos, y son bendecidos, y se hacen ritos de entrada. Las madres compran a sus hijos sus zapatos nuevos, y los viejos se abrillantan. Hay carteles que anuncian La Pasión, y exposiciones de fotografía rememorando los días santos del pasado año, que se visitan y se degustan como aperitivos en pos de los nuevos que se avecinan. Y cuando se van acercando los días, se ven traslados de mesas por la ciudad vieja, cruces nuevas y no tan nuevas que
son llevadas a casa, túnicas recién planchadas salidas de la tintorería, tulipas que tintinean con cuidado de no romperlas, al menos que aguanten hasta lucirlas. Los escaparates se llenan de caperuces, de mantillas y peinetas, de túnicas de laval, bellardinas y estameñas. Van oliendo las almendras, aceitadas y rosquillas. Las hermanas de Cabañales sueñan dulces que alimentan la memoria y las barrigas, y las puertas de su convento, en estos días, rebosan de vida. Y el Duero lleva el sonido de las cornetas en sus ensayos, los tambores retumban en los corazones zamoranos. La Semana Santa se respira y se vive en las calles, que ya se sienten más llenas, pues siempre vuelven los de la diáspora, que no ven la hora de que lleguen estos días, benditos, para unirse a la tradición, que resuena en sus almas y hace música en el corazón, que replica en las aceras de Zamora cada año con pasión, y devoción humilde y desinteresada. Y de pronto el Nazareno cruza el río, acompañado de los sones de la banda de música del Maestro Nacor Blanco, y el susurro de los fieles que acompañan, porque sin los sonidos nada sería de la Semana Santa. El silencio se apodera de la calle a la noche siguiente, cuando los frailes conducen a su Cristo crucificado. Y el Sábado ha llegado, de Luz y de Vida y de hábitos blancos. Y al fin es Domingo. Domingo de Ramos. La ciudad entera rejuvenece y se abre a su semana grande. Jesús va a entrar triunfante en Zamora, acompañado de palmas y ramos, de laurel y de olivo, y de rasos brillantes, azules y rosas y blancos, y desfilará tranquilo, sobre la ilusión de los niños, y la nostalgia de los mayores. Día de alegría y algarabía, enclavado como una
isla luminosa entre el mar oscuro de solemnidad y respetuoso silencio, en que se mece la ciudad en estos esperados días. Porque los anteriores, son días de Dolores, y los posteriores serán días Santos. Pero hoy es la tarde en la que Jesús Vive, y eso hay que celebrarlo. Comienza la mañana pronto y con sabor festivo, que envuelve ya los actos oficiales del esperado Domingo, cuando los representantes de las cofradías asisten a la Bendición de Palmas ante el Señor Obispo, en el convento del Tránsito, y enfundados en sus mejores galas, portan las palmas recién bendecidas, y se conducen hasta la Santa Catedral, para escuchar la tradicional misa. La tarde llega enseguida y es la tarde de los niños. Luminosa como el despuntar del alba, la más radiante de cuantas protagonizan nuestra Semana Santa. Aún cuando llueve y las nubes empañan, pues la sonrisa del alma dibujada en esas caritas ilusionadas es la que más alumbra de todas. La plaza de Santa María rebosa bullicio y alegría. Son las cinco de la tarde y los infantes ya dispuestos en dos filas, aprietan las palmas en sus manos y miran con entusiasmo a todas partes, absorbiendo los colores, los aromas y los sonidos que a todo acompañan, y que, sin saberlo, los van formando como cofrades. La puerta del museo se ha abierto, y de pronto el barandales, vestido de raso y de fucsia, distintivo de la cofradía, comienza su marcha al ritmo de sus campanas, y la noticia corre como la pólvora entre los que esperan en las aceras el paso de la alegre comitiva. ¡Ya vienen! Y enseguida llega la banda, anunciando que el Rey de Reyes está en camino, con el rugir de sus marchas que penetran los oídos. El aire vi-
bra con el claro sonido de las cornetas y el estruendo seco de los tambores, y los niños se emocionan y reproducen con sus puñitos el movimiento de las baquetas, y el alzar de las cornetas hasta la boca, imitando a la querida Banda Ciudad de Zamora, la antigua de la Cruz Roja, que cada año los acompaña en ésta y otras tantas procesiones, como heraldos, dotando al ambiente de unos sonidos esperados y reconfortantes, que activan la sangre y la memoria, y sin los que no habría Semana Santa en nuestra Zamora. El desfile prosigue, vivo, entre colores brillantes, caperuces más altos que el cielo, palmas que se agitan y colorean el aire con su aroma a fresco, y el espíritu del cofrade va creciendo en los pequeños corazones. La devoción se va construyendo, el gusanillo pica y crea un nido inamovible que nuestros padres alimentan, tal como hicieron con ellos. Olvidados quedan los nervios y las prisas porque nadie quiere llegar tarde. Y aunque el lazo está tirante en el vestido, o aprietan los cordones de los zapatos, hoy es su día y lo aguantan, porque saben. Saben que es importante, porque mamá le da importancia. Saben que ese es su día propio, por el que empiezan en la Semana Santa, saben que así es como contribuyen, como forman parte. Porque aunque acompañen a papá en silencio vestidos de estameña o terciopelo o raso, o desfilen delante de su madre viendo ondear el manto de la Virgen con mucho respeto, saben que aquella tarde, la tarde de la Borriquita, no podría existir sin ellos. Y la emoción se redobla y el espíritu se torna semanasantero. Casi sin quererlo. Y Jesús lo observa todo, sentado en su burra, contento, aún sabiendo lo que le espera, certificando cómo el germen de la tradición tendrá alimento suficiente, y esos niños, que lo observan con respeto, y señalan al pollino a su paso, y se ríen con pícara inocencia, lo acompañarán en la cruz en años venideros, lo llevarán por el Calvario al Gólgota, lo portarán sobre sus hombros y sobre sus pies descalzos, marcharán con él en sus estaciones, escoltarán a su madre en el luto y el desvelo, y finalmente lo resucitarán entre pólvora y alegría. Hasta que sus propios hijos vuelvan a desfilar junto a Él, dispuestos y emocionados, en sus zapatos nuevos y sus lazos apretados, tal como un día hicieran ellos, cuando el alba despunte una nueva mañana de Ramos, brille este Domingo, y Jesús vuelva a entrar triunfante en Zamora.
Horario y recorrido.
Se saldrá a las 17:30 horas de la Plz. De Santa María la Nueva tras la bendición popular de las palmas por el Capellán de la cofradía, continua la procesión por: Barandales, Plaza Viriato, Ramos Carrión, Plaza Mayor, Renova, Plaza Sagasta, San Torcuato, Avda Alfonso IX, Santa Clara, Plaza de Sagasta, Renova, Plaza Mayor, Juan Nicasio Gallego, Reina, Corral Pintado, Plaza Santa Maria la Nueva para finalizar en el Museo.
setenta y cinco años de hermandad Jesús Ferrero Lastra
La Hermandad de Jesús en su Tercera Caída se funda en Zamora el 16 de Abril de 1942, concebida por un grupo de zamoranos excombatientes de la Guerra Civil Española, siendo uno de sus principales fines “el mantener los lazos de unión de los excombatientes dedicando un recuerdo constante a los caídos en el campo de batalla y contribuir al esplendor de la Semana Santa zamorana”. Se adoptó como emblema distintivo de la Hermandad la cruz de San Fernando (Rey zamorano) a la que se rodea con una corona de espinas. El hábito, en origen, consistió en túnica y caperuz de raso negro con el emblema de la Hermandad bordado en el pecho, guantes blancos y calcetines y zapatos negros. Posteriormente se añadió al hábito una amplia capa de raso blanco con el emblema en rojo bordado a la altura del brazo izquierdo y se completa por un medallón con el emblema plateado de la Hermandad sujeto al cuello por cordón blanco y negro. Los hermanos de fila portan iluminación de cera líquida en un hachón con tulipa de cristales adornada con emblemas en rojo. A finales de los años 40 y durante los 50, época de gran resurgimiento religioso y brillantez en lo concerniente a la Semana Santa, se realizan tres pasos, obras de destacados artistas de la postguerra española. Posteriormente la Hermandad, al igual que ocurre con otras cofradías de la Semana Santa zamorana, se ve sumida en una profunda crisis, recuperándose paulatina y vivazmente a partir de los años ochenta y hasta la actualidad en la que la componen más de 2000 hermanos. Durante este último periodo se inicia un cambio en la estética de la Hermandad al comenzar el escultor José Luis Alonso Coomonte a colaborar aportando una novedosa forma de ver la escultura religiosa. Se produce a partir de ese momento un profundo cambio en la dimensión escénica de la Hermandad todo ello a través de una serie de cruces pectorales y alzadas junto con otras dos obras de gran tamaño y originalidad como son: una Cruz realizada con yugos para uncir bueyes y una Corona de Espinas realizada con rejas de arado.
En su inicio la Hermandad salió a la calle un Miércoles Santo, después de diversos cambios en itinerarios y horarios el desfile procesional se afianza en la noche de Lunes Santo, como establecían sus fines, siempre ha habido un acto de recuerdo por los fallecidos. En la actualidad este acto se realiza en la Plaza Mayor dónde el capellán hace recuerdo y oración por todos los hermanos fallecidos y dónde el coro de la Hermandad entona el canto “La muerte no es el final”, este acto se ha convertido en uno de los momentos mas destacados de la Semana Santa de Zamora. Desde 2015 es parte del desfile procesional el “Libro de Fallecidos”, que cada Lunes Santo manifiesta la presencia de todos los Hermanos que lamentablemente no están con nosotros. En cuanto al aspecto musical, además del Coro de la Hermandad, la procesión se abre con una banda propia de clarines y tambores seguida por el sonido de las esquilas del Barandales, hermano que, al inicio del desfile procesional, anuncia al público su llegada. Todos los pasos llevan acompañamiento musical, dos van acompañados por una banda propia de tambores y los otros tres van acompañados por bandas de música que interpretan durante el recorrido diversas marchas fúnebres, entre ellas las propias de la Hermandad como son Aurora, La Despedida y La Amargura. En 2017 año, del 75 aniversario, nos acompaña también la marcha Tercera Caída. Finaliza la procesión con una joven banda de tambores, también propia, compuesta por niños hasta doce años. Anualmente se celebra un Triduo en honor al Cristo en la parroquia de San Lázaro donde está erigida canónicamente la Hermandad. También cada año se celebra, en uno de los últimos domingos de cuaresma, Misa Mayor seguida de la Asamblea General Ordinaria de la Hermandad. En ella, además, se comparte entre todos los hermanos asistentes un tradicional desayuno.
Contamos en nuestro patrimonio con los siguientes pasos: La imagen titular “Jesús en su Tercera Caída” del artista bilbaíno Quintín de Torre, realizado en el año 1946. En la imagen concebida por el magnífico escultor, de tamaño natural, aparece Jesús Caído, apoyando su brazo izquierdo en el suelo mientras con el otro trata de soportar la pesada cruz que cae sobre su espalda. La mesa que porta la imagen es de madera tallada por el zamorano José Antonio Pérez. El patrimonio de la Hermandad, se incrementó en el año 1957 con una obra del imaginero Enrique Pérez Comendador “La Despedida de Jesús y su Madre”, en madera de pino, cedro y ciprés. Policromada al aceite, destacando el juego de miradas y manos que hacen innecesarias las palabras para su comprensión. Merece la pena destacar los ojos de ambas figuras, formados por gemas finas y marfil, según técnica egipcia de la 3ª dinastía. La mesa de este paso es obra del tallista zamorano Julián González (Alito), realizada en madera de castaño. La ultima incorporación al patrimonio de la Hermandad, concebida por la genial gubia del escultor zamorano Ramón Abrantes, en el año 1959. Es la única obra del mencionado artista en la Semana Santa de Zamora, es una imagen de vestir, con cuerpo y cabeza en madera de pino, en la que las manos y los pies están tallados en madera de cerezo. Representa a María con la mirada y la mano derecha dirigida al cielo. La Virgen lleva un vestido de lame plateado y desde 1963 luce un magnifico manto de terciopelo negro, bordado en hilo de oro y adornado con unos luceros de perlas de hilo de oro. Procesiona sobre una mesa de madera de nogal, de etilo neobarroco, obra del tallista zamorano José Antonio Pérez. También se portan en andas a hombros la Cruz de Yugos y la Corona de Espinas citadas anteriormente, obra del Benaventano Coomonte
celebración del 75 aniversario de la hermandad de jesus en su tercera caída. Esta hermandad no tiene siglos de vida, pero tampoco nació ayer, nacimos en una epoca de resurgimiento donde unos zamoranos comprometios con su pueblo y su fe junto con representantes religiosos y laicos de la época sabían que tenian un momento de sementera importante para el futuro, un momento en el que surgimos varias cofradias y hermandades que hoy somos un simbolo de nuestra semana de pasion. Con esta conmemoracion de tres cuartos de siglo de vida de la hermandad, hemos pretendido realizar una serie de actos, que desde unas pautas de naturalidad y sentido comun, nos sirviera para recordar, para asentar nuestra historia en la memoria y para celebrar el trabajo de los hermanos que desde los inicios de su fundacion hasta hoy han conseguido poner en valor una tarde-noche de Lunes Santo llena de personalidad, calidad y sobre todo un profundo sentido religioso. Deseamos que nuestros hermanos vivan esta celebracion, que se sientan participes de un acontecimiento que sirva de arraigo en su unión con la hermandad
Horario y recorrido.
para que de esta forma sepan transmitir a sus hijos, los futuros hermanos, ese fervor por un Cristo Caído con el que van a rezar por los difuntos a la Plaza Mayor cada Lunes Santo. La historia no hay que hacerla solo con el trabajo, con los cambios y con las mejoras que se ponen en marcha; hay que hacerla intentando que los hermanos sientan que forman parte de una comunidad fraternal en el amor de Dios. Han sido años de duro trabajo para los hermanos pero tambien reconocemos y damos las gracias a que Zamora, sus
habitantes y sus instituciones han ayudado a llegar al resultado actual de nuestra hermandad. Han sido 75 años con fuertes cambios religiosos, politicos y organizativos que nos han ido puliendo y amoldando, donde hemos ido aprendiendo, probando cambios e incluyendo y quitando ideas hasta llegar a hoy a esta era digital y frenetica donde lo de hace 5 años es antigüo o tradición antiquisima y al mismo tiempo lo de hace una semana esta pasado de moda. Es dificil estar al dia pero lo intentamos.
Sale a las 20:30 horas de la Iglesia Parroquial de San Lázaro por: Av. de la Puebla, Feria, Riego, San Torcuato, Benavente, Santa Clara, Sagasta, Renova, Plaza Mayor, donde se realizará el acto por los fallecidos de la Hermandad para continuar por, Juan Nicasio Gallego, Reina, Corral Pintado, Plaza Santa Maria la Nueva para finalizar en el Museo de Semana Santa.
consummatum est Rubén Domínguez Rodríguez
Estudiante de Historia del Arte en la Universidad de Oviedo
Amicus meus osculi me tradidit signo: Quem osculatus fuero, ipse est, tenete eum: hoc malum fecit signum, qui per osculum adimplevit homicidium. (Jerusalem, Jerusalem, de Miguel Manzano) Semana Santa es silencio. La ciudad calla y se apaga. Cualquier insignificante atisbo de luz desaparece en el corazón de la “bien cercada”. Medianoche de Lunes Santo. El chirriar de las bisagras de la iglesia de San Vicente Mártir se vuelve a escuchar otro año para que el pueblo contemple una de las más bellas y sentidas procesiones de la Semana Santa de Zamora. Unos cuatrocientos hermanos acompañan a Cristo, ataviados con una túnica y una cogulla de estameña blanca. La faja de arpillera se ciñe a la cintura y un crucificado, réplica de la imagen titular, pende del cuello de cada
uno. Los pies fríos se encuentran únicamente protegidos del suelo por unas sandalias franciscanas. Las teas portadas por los propios hermanos proporcionan la escasa luz que acompaña a la comitiva y que, a su vez, escoltan la imagen del Santísimo Cristo de la Buena Muerte. Cristo muerto se hace tangible en la madera gracias al magistral uso de las gubias de Juan Ruiz de Zumeta. Han pasado ya más de cuatrocientos años desde que este artista, perteneciente a la Escuela Vallisoletana, pusiese todo su empeño en la ejecución de esta obra, que le había sido encargada por parte de Juana Hidalgo y a la que le costó cuarenta y cinco ducados. Esta talla, de extraordinaria calidad artística y expresiva, fue concebida para el convento de los franciscanos descalzos, aunque con posterioridad recibió culto en la iglesia de Santiago “el Burgo” y, finalmente, en la de San Vicente, donde hoy tiene su casa. Se trata de una imagen que denota una gran maestría por parte de su autor, que concibió un cuerpo perfecto desde todos los puntos de vista, con un gran componente emotivo que se ve acentuado por la policromía, y que aumenta gracias a su disposición horizontal durante todo el
recorrido procesional. Los hermanos cargadores portan, con la austeridad característica de la Semana Santa zamorana, a Cristo en un ángulo de cuarenta y cinco grados que permite apreciar, a pie de calle, los detalles que pasarían desapercibidos de otra manera. El peso de la cuatro veces centenaria escultura recae directamente sobre los penitentes hombros de aquellos que le descienden por la calle Balborraz. Más tarde acontecerá uno de los principales y más destacados momentos de la Semana Santa en la ciudad. El coro de la Hermandad, que con absoluta sinceridad y solemnidad ha acompañado a la procesión interpretando diversas piezas, se detiene en la Plaza de Santa Lucía para entonar el “Jerusalem, Jerusalem”. La ciudad calla y escucha en las voces de los cantores la traición de Judas a Cristo mediante un beso. Jesús regresa en su Cruz a la parte alta de Zamora. La experiencia plástica y multisensorial que conmueve al espectador, al fiel, hacen de la contemplación de esta procesión algo inolvidable. Ya es madrugada del Martes Santo y las puertas de San Vicente vuelven a sonar para, esta vez, proteger entre sus muros al Santísimo Cristo de la Buena Muerte.
Horario y recorrido.
A las doce de la noche se inicia la procesión en la Iglesia de San Vicente Mártir, para continuar por la plaza del Fresco, calle de Mariano Benlliure, Plaza Mayor, Balborraz, Zapatería, Plaza Santa Lucia, donde el Coro de la Hermandad, entonará el JERUSALEM, JERUSALEM, en honor del Stmo. Cristo de la Buena Muerte, para seguir por Cuesta de San Cipriano, Chimeneas, Doncellas, Moreno, Damas, Hospital, Plaza Santa Maria la Nueva, Motín de la Trucha, Ronda de Santa María la Nueva, Arco de Doña Urraca, Plaza de la Leña, Ramón Álvarez, Costanilla, Mariano Benlliure, Plaza del Fresco, para retornar al Templo de salida.
camina Jaime Rebollo Calvo
Finales de los años 80, días de Semana Santa en una familia numerosa cualquiera, el pequeño de cinco hermanos seducido por el crisol de las músicas y los colores de los desfiles, por el alborozo que encontraba en su casa cuando los mayores salían a horas nada habituales, cuando aparecían los familiares que regresaban de otras ciudades de España a Zamora, cuando las abuelas agasajaban el hogar con aceitadas y otros dulces, chuches para los pequeños y varias bolsas de esa almendra garrapiñada que olía en los puestos de la calle de aquella manera tan peculiar…. en medio de todo aquello, que cualquiera en un entorno devoto de la Semana Santa haya podido vivir, ese niño se excitaba cuando veía a su hermano mayor marchar al silencio del Miércoles o a la madrugada del Viernes; o cuando su tío le hablaba de lo desconocido de la Medianoche del Lunes y su Buena Muerte. Y en mitad de la calle, cuando nadie de la familia tenía antecedente de Martes, surgió de repente la caricia de Pablo, un compañero de clase que bajo el caperuz morado saludaba a nuestro niño, mientras la madre inquieta preguntaba quién era ese cofrade. Y al rato vio una cara, la de Jesús con la Cruz, qué, entonces, andaba sobre ruedas y vestido de blanco, camino de un lugar desconocido para ese niño que contemplaba la escena desde la fila en Santa Clara o en Alfonso IX. Y a los pocos días surgió el amor, como si del amor juvenil se tratara. Partiendo de un pequeño detalle nace la historia. Superando la reticencia clásica de “pero hijo, otra cofradía más…”, conocedor de que nadie podía poner puerta a aquella chispa, el sueño no tardó en ser realidad. Ya por el año 90, el niño aquél, desfilaba por vez primera hasta San Frontis en la tarde del Martes. Y desde entonces el Martes Santo se convirtió en el gran día para los protagonistas de aquella historia. Se produjo la catarsis habitual entre el motivo (la amistad) y la esencia (la fe) que llevó al niño a
un compromiso con ese desfile por encima del resto, con la cofradía por delante de las demás, a escribir con letras de Vía Crucis la historia apasionada de un semanasantero más. El Martes Santo sonríe en casa desde primera hora cuando la estameña se plancha, cuando se preparan el fajín, el escapulario y el caperuz morado…. el mismo ritual cada año y cuando esto se lea serán 28 veces las que se habrá consumado, y el carácter sigue siendo el mismo, se aproxima a la felicidad plena, hoy como la primera vez. Desde primera hora la historia se escribe entre recuerdos, apurando un vermouth tras la visita por la Catedral viendo que todo está en condiciones de desfile. O en el café con el chupito de la tierra de rigor apurando los instantes previos con los amigos que siempre estuvieron al lado. A las siete de la tarde se empieza a escribir la magia, la magia que nace con el primer intercambio de miradas entre la imagen de Jesús, perfectamente consciente del camino que espera y que aún no ha empezado. Todavía es pronto, muy pocos hermanos en la Catedral de Zamora, cuando la vida habla sin palabras ante una de las imágenes más penetrantes que nuestra ciudad tiene, la del Nazareno de San Frontis, cuya autoría y atribución a Gaspar de Acosta está justificada por José Ángel Rivera de las Heras (Capellán de la Cofradía, Dean de la S.I. Catedral, delgado diocesano de patrimonio y director del Museo y Archivo diocesano) en la publicación extraordinaria “El Guión del Congregante” que la cofradía editó con motivo de su 75 aniversario.
Son en esos instantes, cuando el tiempo se para entre la imagen y el cofrade, cuando brota la fe, cuando el Nazareno de San Frontis recoge al lado de la madre de la Esperanza, en la Vía Sacra de la Catedral, los gritos devotos de los hermanos que se alzan escuderos y acompañantes en el camino del Nazareno. La familia, el trabajo, las injusticias, los vicios, la salud, los éxitos, la pareja y su amor, el fracaso…. la vida de cada día mirándonos a la cara aunque sea un sólo día al año, para lanzar en forma de oración al Nazareno un grito de esperanza por esta vida tan nuestra y en la que nos queremos tan poco, por esta tierra tan acogedora y que por un lado se despuebla por los que se tienen que marchar, y que por otro la vida nos roba a tantos y tantos seres que nos llenan, por este mundo tan global que no alcanza a intentar ser feliz sin un foco de violencia, de injusticia o de hambre en multitud de lugares. Comienza el desfile. Jesús es condenado a muerte, pasa de estación a estación, entre las piedras de la Rua y mecido por el agua imperial del Duero, hasta que en el arrabal de San Frontis le dan muerte y la tortura concluye cuando dejan el cadáver del hombre que cogió la Cruz siendo inocente en un sepulcro de la margen izquierda mientras es observado en la lejanía de Cabañales por la Madre a la que se encomiendan todas las intenciones de la tarde. Y ese es otro instante, cuando la oscuridad se hace contumaz en el filo de la medianoche del Martes Santo, cuando tras el abrazo aparece la lágrima que empieza a descontar hojas de calendario para la siguiente edición
de este viaje en forma de Vía Crucis, de este paseo por la vida, de este gozo de Semana Santa. Es cuando se sucede el milagro por el que entendemos que mañana habrá que levantarse de cualquiera que sea nuestra pena, cuando el grito del rezo “Jesús, hijo de
Horario y recorrido.
David, ten compasión de mi” se estrella, como le ocurrió al ciego, al paso del Nazareno de San Frontis en la mirada viva de aquél que va a morir mientras nos invita a seguir caminando con Él en cualquiera de las estaciones de nuestro Vía Crucis de vida.
Sale a las 20.15 horas de la S.I Catedral por: plaza de la Catedral, Rúa de los Notarios, Plaza de los Ciento, Rúa de los Francos, Plaza Viriato, Ramos Carrión, Alfonso XII, Plaza Santa Lucia, Puente, Puente de Piedra, Plaza de Belén, donde el Nazareno despide a la Virgen de la Esperanza, la cual se dirige al convento de las M.M. Dominicas Dueñas. El Nazareno continúa su recorrido por la Avenida de su mismo nombre a lo largo de la cual se reza el Vía Crucis, calle Fermoselle hasta la Plaza de San Frontis, para terminar en su Templo.
recordar en la alegría Javier Vidal Hernández
Cuando me desperté de aquel sueño yo tenía ocho años, tres meses y cuatro días. Creía que el cielo siempre sería mar, la vida una amplia sarga de seda y el invierno un oscuro arroyo que discurriría velozmente. Al desenlazar mi ensoñación de aquella niebla envolvente mi padre agarraba con fuerza mi mano extendida. Era ya una noche cerrada y por las estrechas calles de la Zamora antigua vagaban en pausadas filas estameñas cercadas por un silencio seco, tronaba un tambor rítmico bamboleando la angostura de las rúas desnudas y ocupaba toda la extensión de mi memoria la odisea de un Crucificado entre los rumores de un Duero cercano. Quizás nada pueda aferrarse con mayor avidez a la piel de un recuerdo infantil que el horizonte en lejanía de un humilde Cristo en andas custodiado solo por cuatro dolorosas velas Miro ahora hacia la ventana azul, vencida toda por un viento que juguetea feliz con las últimas hojas del otoño en los nogales y retorno a ese continuo milagro de la memoria viva; deslumbrado aun por ese canto místico
de sonidos y estandartes, de penumbras fugaces, de resonantes hachones que pasan, que pasan, que pasan y se disuelven como gotas de bruma….., Si , solitario en ese sendero viejo; naufrago por aquellas rúas de la evocación de un tiempo nuevo, pálido, que barniza este mar y este tiempo de una nostalgia vuelta que acuna y platea los sueños. Cuando me desperté de aquel sueño feliz la mañana era un mediodía azul, sonaba algún jilguero inquieto y apenas si llovía por Bardales. Ahora ya nadie sujeta fuertemente mi mano extendida pero conservo, eso sí, como aquella noche, un tesoro antiguo en mis bolsillos descosidos: cuatro cantos de rio, dos hojas de roble verde y un recuerdo que siempre habitará la imagen primera de un niño sorprendido por las horas vividas entre las sombras de una noche resplandeciente. Este paisaje eterno que dan los pasos perdidos y un desvencijado Cristo en agonía que agota lentamente su vida por un arrabal de soledades. Escuchad la lluvia, este año, otra vez como ayer, rasgarán la noche de un Martes Santo por la Zamora vieja nuevos ecos de campanas, nuevos caperuces altivos, nuevos silencios de tambores. Recordad en la alegría.
Horario y recorrido.
Celebracion de la Eucaristía a las 22,45 h en Santa María de la Horta. Finalizando esta a las 0,00 h. comienza la procesión por las calles de La Horta, Caldereros y la Plata. Subiendo la cuesta de Balborraz, llega a la Plaza Mayor y por la calle de Ramos Carrión llega a la plaza de Viriato donde se rezan las Siete Palabras. Continua la procesión por la Rúa de los Francos, calle y cuesta del Pizarro, avenida de Vigo, calle El Puente, plaza de Santa Lucia y calles de Zapatería, Caldereros y Horta para terminar en la iglesia de salida.
miércoles santo, desde la fe y desde el recuerdo. Enrique Crespo Rubio
El pasado año tuve el privilegio de realizar, por magnánima gentileza de la Junta Directiva de la Real Hermandad del Santísimo Cristo de las Injurias de Zamora, la plegaria a nuestro Cristo de las Injurias en la tarde del Miércoles Santo. Mientras daba forma, en las semanas previas, a semejante honra se me venían al corazón muchos momentos, muchas imágenes, muchos nombres de personas que ya no están con nosotros en este mundo pero que nos siguen cuidando desde la Gloria. Pero de quién más me acordé fue de mi madre y de mis hermanas. Ellas, durante tantos años se preocuparon de doblar caperuces rojos de veludillo y túnicas de lana, apilarlas en un cesto de mimbre, enfilar la rúa, llegar a la Catedral y en su patio ayudarnos a vestir. ¡Miércoles Santo, que comprometido fue pronunciar la plegaria al Cristo de las Injurias! Desde un primer momento tuve el convencimiento de que esa rogativa debía cimentarse en mi memoria y en mi corazón. Sin embargo entendí que con eso solo no bastaba: había que hacerlo desde la gratitud por recibir el don de la fe, por el hallazgo de Cristo, por la fe en Cristo. Preparar la plegaria me ayudó a descifrar aún más a Jesucristo, a comprender mejor su sacrificio y el amor infinito que tiene hacia el hombre, hasta el punto de morir por nosotros para ofrecernos la vida eterna. Así la pude componer: desde la fe en Cristo y con la emoción del recuerdo.
¿Puede haber hermanos de fila sin fe?. Lo que diferencia al cristianismo del resto de las religiones es la creencia, la fe, en que Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros: solo el cristianismo afirma que Dios llegó a convertirse en un ser humano y que lo hizo no para presentarse en Su gloria sino para adoptar forma de siervo y morir en la cruz. Y como no iba a emocionarme ante la fría pantalla del ordenador recordando aquellos infantiles años, aquel 1.960 cuando siendo niño, muy niño, en la tarde de ese Miércoles Santo, me llevaron de la mano a la Catedral y ahí, sin darme cuenta, me colocaron un diminuto caperuz para iniciar mi historia en la Cofradía del Silencio. Por eso es la procesión de los recuerdos, de mis recuerdos. Toda mi vida prendida al veludillo colorado. Y cada Miércoles de Tinieblas, cuando me ajusto el cartón que lo mantiene, el primer Padrenuestro va destinado por aquellos, mis familiares, mis amigos, que se fueron para siempre y compartieron la fila del Cristo de las Injurias. Miércoles Santo, Zamora, Procesión del Silencio. Los zamoranos, y los forasteros, vamos a congregar nuestras miradas en Cristo injuriado y a percibir como Jesús de Nazaret se impone al pecado de los hombres y a su propia muerte. En la tarde del Miércoles Santo, la Procesión del Silencio, nos recuerda, que el Hijo habló, incluso a gritos, con el Padre no para defenderse sino para nuestra redención, para ofrecernos la vida eterna: Consummatum est (todo está cumplido) fueron las palabras que casi al final dijo el Salvador clavado en el madero y por eso en la cruz se cumplió todo.
Y los hermanos de su Cofradía ofrecemos nuestro Juramento como testigos de la verdad de su inmolación por la humanidad. Ese Si, juramos que llevamos diciendo tantos años nos recuerda que somos pecadores pero también que, como cristianos, somos capaces de pedir perdón por ello. Nuestro Juramento es una manera de ofrecer un arrepentimiento sincero por nuestras faltas. Los lamentos estridentes de los clarines advierten a cuantos se agolpan en las rúas que se acerca el fin, que ha llegado el momento de la verdad. Cristo camina, con el rostro lívido, con los brazos descolgados, con el cuerpo ultrajado, clavado a los pies de las calaveras para ofrecernos el amparo que tanto anhelamos. Cuando observas al Cristo de las Injurias bajo el caperuz adviertes que algo hay en esta procesión que te obliga a reflexionar sobre la agonía del Crucificado y sobre nuestras propias vidas. Y al mirarle me retumban aquellas palabras Eli, Eli, ¿lamma sabactani? (Señor, Señor ¿Por qué me has abandonado?) y siento, en su camino para redimirnos en el Calvario, el dolor de su corazón reflejado en el rostro, pero también percibo que escucha mis ruegos y me consiente refugiarme en ellos. Santísimo Cristo desde estas líneas te pido que concedas, que prolongues, al pueblo de Zamora, el compromiso que cada Miércoles Santo tenemos con Tu procesión para seguir ofreciendo testimonio de Tu verdad.
Horario y recorrido.
A las 20.30 horas se congregan los Hermanos en la plaza de la Catedral, tras la ofrenda de silencio y juramento, se inicia el recorrido por la Rúa de los Notarios, Rúa de los Francos, Plaza de Viriato, Calle de Ramos Carrión, Plaza Mayor (sin vuelta), Calle Renova, Plaza Sagasta, Calle de Santa Clara, Avenida de Alfonso IX, Calle de San Torcuato, Plaza Sagasta, Calle Renova, Plaza Mayor (centro), Calle de Juan Nicasio Gallego, Calle de la Reina, Calle Corral Pintado y Plaza Santa Maria la Nueva donde finalizará la procesión recogiéndose en el Museo de Semana Santa
recogimiento José Carlos Rodríguez San Gregorio
Ten, mi Dios, mi bien, mi amor, misericordia de mí, ya me ves postrado aquí con penitente dolor. Ponga fin a tu rigor una constante concordia, acábese la discordia que causó el yerro común y perdóname según tu grande misericordia.
Cuando la noche del Miércoles Santo en Zamora, ha llegado a su fin y la madrugada alcanza su plenitud, se entona el “Miserere”, que comienza con esta estrofa, y la plaza de San Claudio en Absoluto silencio, siente que un Coro, pregona la misericordia y el dolor por ese Cristo, que hasta la Iglesia avanza, portado por doce hermanos en paso de rogativa. Y uniéndose a él y pregonando estrofa y estrofa, con voces de hombre en un desgarro de fuerza motivada por ese dolor que causa su figura y esos hermanos que hemos perdido en el camino, se canta y en la segunda parte de cada estrofa se repite el hemistiquio C.
Y se concluye diciendo: Si tu hechura se quebró, tiemblan tus ojos airados pues en males y pecados mi madre me concibió. Es tiempo de pasión, y para rememorarla, el ingenio a veces va más allá de lo sumamente espiritual, pero el manifiesto del pueblo es lo que cuenta y para encomendársele a su Salvador se recurre a manifestaciones de fe, donde hombres con imaginación, supieron procesionar y lo saben hacer tan bien y con ese sobreseimiento y concentración en si mismos, que al paso de ellos por sus calles, el público expectante se une a ese silencio sepulcral y congratulándose con el ambiente, solo se escucha: “El lento caminar de unos hermanos que ataviados con una capa parda, inspirada en las capas Alistanas y de Alba de estameña parda, con un farol en las manos de hierro forjado, de aquellos que antiguamente serían para alumbrar en el pajar. Y de pronto sonido de matracas, acompasadas a lo largo del cortejo, con fuerza atronadora dada por los hermanos que las portan, así como un instrumento integrado de tal forma en la hermandad, portado y tocado por un hermano “El Bombardino”, con hondo y gran pesar y sonidos unidos al
dolor de la noche, y un cuarteto de viento, también fúnebre e impresionante”. Todo esto y más para acompañar a un “Cristo” humilde pero de gran belleza, “El Cristo del Amparo”, que tiene su sede en la Iglesia románica de San Claudio, en el Barrio de Olivares, junto a la margen derecha del río Duero en Zamora. Más de sesenta años procesionando desde aquel año de 1956 y la que nunca ha faltado a su cita, ni la lluvia, el frio, el viento…, nada ha impedido a esta Hermandad de Penitencia salir a la calle y realizar su itinerario. Itinerario plasmado de una gran belleza, y donde sus momentos emocionantes: Junto al río Duero, en la Cuesta de Pizarro, en la Plaza de San Ildefonso, en la Plaza de la Catedral, en la Puerta del Obispo, y bajada, con su entrada en el Barrio de Olivares de donde salió, es el discurrir de la Hermandad por un pueblo de los muchos que tiene la provincia de Zamora, pero en la misma Ciudad. Miércoles Santo, emoción, sentimiento, pasión de un pueblo que en una noche de luna llena y con mucha fuerza, rememora año tras año, que hubo unos hombres de atuendo austero, que pidieron y siguen pidiendo perdón y suplican ser limpiados de pecado y reconocen a su Cristo que pecaron y le ofendieron y le suplican su piedad.
Horario y recorrido
Sale a las doce de la noche de la Iglesia parroquial de San Claudio de Olivares, para continuar por Plaza de San Claudio, Calle del Cabildo, Avd. de Vigo, Cuesta y Calle del Pizarro, RĂşa de los Francos, Plaza de San Ildefonso, Plaza Fray Diego de Deza, Plaza de Arias Gonzalo, Obispo Manso, Plaza de Antonio del Ă guila, Puerta Cuesta del Obispo, Rodrigo Arias, Plaza de San Claudio, donde se canta el miserere castellano. para concluir en el templo de partida.
la macarena castellana David Álvarez
Desde que aquellas ocho mil pesetas se pusieran encima de la mesa para pedir al cántabro Víctor de los Ríos que tallara una Virgen para Zamora y una mesa con ruedas para sacarla el Martes Santo desde la iglesia de San Andrés hasta hoy, han cambiado muchas cosas. Han cambiado las formas y ha cambiado el fondo. Ha cambiado la sociedad y han cambiado los hábitos. Han cambiado las señas y han cambiado los rostros. Recuerdo paciente la tarde del Martes Santo, en la plaza de San Andrés, esperar a que salieran las imágenes de la iglesia. Primero el Nazareno y después ella. Me fijaba en las ruedas que servían al paso para seguir el camino de la noche y escuchaba tras la madera y bajo mi caperuz, la respiración de los que allí iban. A la Señora la empezaron a llevar cinco desde dentro bajo las órdenes de Justo Martín Pérez desde fuera. Cuatro que empujaban y uno que descansaba para hacer el relevo. El camino era largo. Igual de largo que el del Jueves cuando subía por Alfonso
XII. Allá por 1989 le dieron a la Esperanza la oportunidad de acercarse más a aquellos que la veían pasear por las calles en días de Pasión. Y dejar atrás las ruedas para depender de los hombros de 24 cargadores, supuso para ella misma y para todos lo que la esperaban pacientes a lo largo del recorrido, una nueva forma de verla, de sentirla y de admirarla. Ahora caminaba como las hermanas, como los hermanos, como todo aquel que la veía llegar y esperaba recoger de sus manos ese pequeño abrazo que nos salva del precipicio. Ha cambiado, casi todo. Y digo, casi todo, porque si nos fijamos en su cara veremos cómo hay cosas que no cambian. Y esa mirada, es una de ellas. Llegó para seguir al Nazareno, y lo sigue. Pero, hoy por hoy, la Cofradía de la Esperanza cruza el río por la mañana el Jueves Santo para subir, no sin esfuerzo, las cuestas de Zamora, ahora por Balborraz, y llegar a la Catedral donde pasa el año, casi, rodeada por ese perpetuo silencio iluminador que se respira y se cuela entre las rendijas de las piedras de las paredes de la Catedral zamorana. La Esperanza llegó para hacer camino, para arropar a las mujeres rotas por el dolor; ávidas de esa esperanza en un mundo sobrado de penas, llantos y desalientos. Llegó para dar con sus brazos la viva imagen de la fortaleza, de
la confianza y del ánimo. Llegó a una Semana Santa que pedía a gritos un soplo de aire fresco, que cruzara el río y nos devolviera la fe en lo divino y en lo humano. Así fue como el pueblo zamorano vio un día a esta Macarena castellana llegar y así es como la vemos hoy. Así es como les invito a que la vean. Sin más ambición que la que provocan esas notas de una salve que se marcarán a buen seguro en las piedras de nuestro futuro.
Horario y recorrido.
Sale a las 10,30 horas del Convento de las Dominicas Dueñas de Cabañales, para continuar por Calle Cabañales, Puente de Piedra, Avda del Mengue, Calle la Plata, Cuesta de Balborraz, Plaza Mayor (sin dar vuelta), Ramos Carrión, Plaza de Viriato, Rúa de los Francos, Rúa de los Notarios, Plaza de la Catedral, y atrio de la Catedral, donde se entonará el canto de la Salve.
que no sea sólo un recuerdo Roberto Felix Fuentes
Corría el año 2051, cuando el paso “El Lavatorio”, de Higinio Vázquez, cumplía 50 años desfilando por las calles de Zamora cada tarde de Jueves Santo. La falta de cargadores ocasionada por la sangrante despoblación que había sufrido Zamora en las décadas de los 20 y 30, había provocado que el grupo procesionase a ruedas desde hacía ya varios años. Al cumplirse esa efeméride, la Cofradía, no sin esfuerzo, consiguió de nuevo levantarlo a hombros con su mesa original. Uno de sus cargadores de principios de siglo, desgranaba el itinerario que cada año se vivía desde dentro de sus paredes de madera, cuando los pies hacían andar las figuras al compás de la música y los hombros soportaban la pesada carga de la escena. Son las 15:30 de un Jueves Santo cualquiera. Corriendo al Central que hemos quedado. Como siempre nuestro chef oficial Raúl nos ha citado allí para el primer café y chupito de la tarde. Caras que ves en las cenas, por la calle de cuando en vez, jugando al fútbol, otros de año en año porque vienen de Berlín…..pero todos fieles a la cita. De allí juntos al Museo y a formar, que no falte ninguno. Altos adelante, bajos atrás….Alfonso trae ya la chuleta preparada desde unos días antes que fuimos a poner los tacos al Museo.
16:30 – Museo de Semana Santa. Fotos, nervios, tensa espera…….la Cruz levanta y todos de bajo. Levantamos para quitar las ruedas y el paso te recuerda lo que pesa. ¡Ha engordado!, dice alguno. ¡¡¡¡Vámonos!!!! Grita Alfonso, nuestro Jefe de Paso. Sin música sale el grupo y fuera espera la banda tocando La Cruz. Siempre La Cruz para salir. Empieza el maratón con el que el Lavatorio empieza a andar. Se abre paso entre las túnicas moradas con lento y pesado caminar. ¡Vaya si pesa! Y pesará sin parar hasta el primer interminable fondo, allá pasado el Seminario. Antes la Plaza, donde esperan los familiares antes de ir a reunirse con nosotros a la merienda. Baile a uno, a otro…..así toda la Plaza de San Miguel y San Andrés. ¡Hay muchísima gente!¡ Vamos que está la tele! Nos dicen en la Plaza Mayor. San Andrés parece que no se acaba nunca. ¡Vamos, un poquito más que ya está ahí el fondo! Ese ahí debe estar a 500 kilómetros, porque no llega nunca. Por fin baja la Cuz, ya llegamos……. Fondo. Brevísimos momentos después (o eso parece debajo), a levantar de nuevo. Toca una de las partes más bonitas y más costosas. Las curvas a la izquierda hacia el Mercado y Santa Clara. Maniobra costosa, sin derrapar, pero gratificante a la vez que la música la hace más bonita aún. Todos a una para que el paso no se vaya. Belleza fuera y esfuerzo dentro. Enfilamos Santa Clara y casi tenemos Sagasta. Los escaparates reflejan la mirada dulce de Jesús y nos chivan de cómo va el paso…..Fondo. De nuevo el Uno, Dos, Tres……y arriba…..
Sagasta, la Plaza y Viriato. No hay más que decir. La piedra, la madera, el esfuerzo y la música. Ya cansados y pagando el primer esfuerzo el paso se encamina a la Catedral, mirando de reojo a esas gradas, ahora llenas de espectadores, que serán protagonistas de la noche. De la noche, pero no de ahora. Ahora es el morado, la música y el esfuerzo…..Fondo. Otra vez al cielo. La calle se vuelve más y más estrecha y apenas hay sitio para pasar. Es un milagro como un grupo así puede pasar sin rozar entre esas estrechas paredes. No se baila, se anda y se cuida. La luz de los Ciento se acerca y de nuevo el gentío, ese que nos esperará en un rato para merendar……..Fondo. Vamos a acercarlo, el recorrido más breve en contraste con aquel primero que aún recuerdan los hombros, ya cansados. La Plaza de la Catedral asoma. Llega nuestro momento pero toca esperar…….Fondo. La Catedral es nuestra. Entrada a sones de Mater Mea, otra vez la dificultad de las curvas y la destreza y belleza al tomarlas. La pausa está cerca. El final del primer camino está ahí y hay que estar a la altura. Despacio, sintiendo la carga, aguantando, haciendo Zamora a cada paso. El paso queda por fin en su sitio. Foto de rigor y ¡Hasta luego!....... Fondo. LA TARDE, ahora sí, con mayúsculas, junto a unas vituallas que Raúl se ha encargado cuidadosamente de seleccionar, nos encontramos con nuestra gente y disfrutamos de nuestro momento. Entre bocata y tortilla vamos haciendo el casting de la marcha con la
que se entrará al Museo. Risas, anécdotas, vivencias……pero toca regresar. El paso nos espera impaciente y hay que devolverlo a su origen. Alguien nos ha hecho la jugarreta y ha puesto cuchillas en las almohadillas. Esa primera levantada se clava en lo más hondo, pero hay que tirar sí o sí. Ya de noche comienza el lento caminar de regreso. Esta tirada es aún más dura. Estómago lleno, hombros fríos…..dolor, mucho dolor. En la Rúa el paso parece caerse, el peso hace mella, el esfuerzo es grande y no se ve el momento de parar. Por fin dejamos lo estrecho y salimos a la Magdalena…..Fondo. No se puede disimular el dolor. La tirada más dolorosa con diferencia. Pero sin apenas tiempo hay que volver a tirar. Ahora Viriato rebosa. Es increíble la gente que puede haber. ¿Dónde está esa gente durante el año? Lamentablemente lejos. La falta de oportunidades y el olvido de esta tierra les han echado lejos, pero regresan estos días a cumplir su cita con su Zamora, esa ciudad tan bonita…..para echarla de menos. Pero este día Zamora está en el mapa, o eso creemos, porque sólo se habla de Sevilla y Zamora se cuela mínimamente en alguna cuña de algún informativo. Ramos Carrión….Fondo. La Plaza es nuestra. La noche, el caminar del grupo y la música construyen el marco perfecto. Es momento de sufrir y disfrutar. Esto es por Zamora, para Zamora. Esa Zamora que queremos ver llena de vida cuando paradójicamente vamos a matar al Salvador del Mundo. Música, esfuerzo…….Fondo. Se acerca el final. Caminar seguro hacia el
etnográfico para esperar el gran momento. El más íntimo. La Cruz levanta y nos toca esperar……Fondo. Éxtasis, traca final. Belleza, sentimiento, emociones…..Hay que estar debajo de un paso para saber lo que uno puede sentir cuando camina con los 30 kilos encima al Museo. Si el momento de la Plaza es para Zamora….este es para ti, cargador. Tu gente en la acera animando, metiendo hombro contigo, la música de esa marcha soñada soñando, el recuerdo para los que un día estuvieron a tu lado. Es imposible condensar tanta emoción en esos 8 minutos. Un año y otro y otro y otro….Sientes el peso pero no quieres entrar. Quieres estar allí por siempre. Es tu momento y lo sabes. No quieres que se acabe….pero la luz del Museo te atrapa. Es hora de poner las ruedas al paso y devolverlo al lugar desde el que saludará todo el año a los visitantes y te esperará hasta que otra vez sea Jueves Santo en Zamora. Como la propia Zamora volverá a la soledad, al olvido. Abrazos, fotos, salud para otro año en que volveremos a cumplir este precioso rito como sólo los que sentimos Zamora somos capaces de hacer y sentir. Y así volveremos año tras año hasta que la edad nos deje, y será 2051. Confiemos en que no se cumpla la profecía y haya siempre hombros en Zamora para cargar. Y que esos hombros ayuden a levantar esta ciudad herida de dejadez, olvido, envidia y falsos gigantes figurantes que aún viven en el medievo ¡Que no nos llueva! Y ¡Salud para otro año hermanos!.
Horario y recorrido
Sale a las 16.45 horas del Museo de Semana Santa por: Plaza Santa María la Nueva, Corral Pintado, Reina, Plaza San Miguel, Plaza Mayor, San Andrés, Plaza del Mercado, Plaza de la Constitución, Santa Clara, Plaza de Sagasta, Renova, Plaza Mayor (de paso), Ramos Carrión, Plaza de Viriato, Rúa de los Francos, Plaza de los Ciento, Rúa de los Notarios, Plaza de la Catedral, donde se realizará una estación de veinte minutos. El regreso se inicia en la Plaza Catedral para continuar por, La Rúa de los Notarios, Plaza de los Ciento, Rúa de los Francos, Plaza de Viriato, Ramos Carrión, Plaza Mayor, Reina, Corral Pintado, y Pza de Sta Mª La Nueva para retornar al Museo
cenáculo, sepulcro y cruz. Luis Felipe Delgado de Castro.
Jueves Santo. Navegan aún las primerizas sombras por el río morado de la legendaria cofradía entre cruces y músicas. Regresa de la Catedral la señera procesión por las viejas rúas, llenas de cicatrices y renuncias, donde la historia en ocasiones ha sido desterrada por la incuria y la avaricia. El evangelio de la Vera Cruz traduce en la madera las escenas del Cenáculo, el Lavatorio y la Eucaristía, la soledad de Getsemaní, el beso del traidor, la ira de Pedro, la burla de los Calvitos, la grotesca coronación de espinas, el gesto servil del negrito de la jofaina, la cobardía displicente de Pilatos, el dedo acusador del soldado de la Sentencia. La penitencia ilumina la pequeña cruz que lleva el Nazareno, para ser el de siempre, el mismo y de la misma forma que conocieron antaño otras generaciones, el de la cruz de “escopeta” de la capilla de San Miguel. Y al final, Ella, la Dolorosa, pasa caminando de puntillas sobre tanto dolor. La piedad popular comparte con la calle la verdad de los monumentos, desbordantes de inciensos, bancales de cirios, platas y flores, en los que brilla levantada la casa de la Eucaristía, el sagrario. Pan y Vino consagrados al amor de esta tierra que los siembra y cultiva.
Cuando la noche cierra sus alas sobre la torre de Santa María la Nueva, descienden el silencio y la calma sobre el templo y lo invaden. Allí dentro, el Señor está dispuesto para su entierro. Cuatro velones funerarios, las parihuelas sobre las que desandará el camino de la Muerte que le lleva otra vez a la Vida y un enjambre de hachones alineados para el sacrificio de la cera, que aguardan la llegada de los penitentes. Está el Señor de cuerpo presente. Jesús Yacente, en su sepultura de piedras románicas, es la definición de la fe en la resurrección final que afirma el pueblo llano. Escribí un día ya hace muchos años que en esta imagen se mostraban con exactitud y rotundidad las palabras de Jesús aquella misma noche a los suyos: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Aunque parezcan un contrasentido. ¿Camino? ¿Un hombre aniquilado por la muerte? Sí, será el camino de la sepultura porque no se ve otro. ¿Verdad? ¿qué verdad que no sea la de su derrota puede salir de ese cuerpo? ¿Vida? Por Dios, ¿cómo se puede explicar la Vida ante ese cadáver al que no le queda ya ni la caridad de una mortaja? Pues esa frase se puede meditar esa noche al ver ese cuerpo labrado por la devoción y el arte, arropado por la blanca comitiva de sus penitentes. El Señor se hace Camino, alumbra la Verdad y conquista la Vida.”Nadie va al Padre sino por mí”, añadió después. Y ya en la calle, hay otra frase que escribe la noche sobre el frontispicio de la
Pasión cuando pasa el fúnebre cortejo. Una emocionante escenografía sacra se va componiendo con el chasquido de los hachones sobre las losas y cantos. Se despliega con el tintineo de las esquilas y el rasponazo de la madera de las cruces sobre la piedra. Se enriquece con el acento mortuorio de los tambores que ponen paso a los que llevan al Señor. Y alcanza su cénit cuando en la plaza la procesión se hace corona, entrelazada con fuego rojo y estameña alba, y abraza con más de mil velas el paso del Ajusticiado. “Ten piedad de mí, Dios, por tu gran misericordia”. El bendito salmo que un día el rey David escribió, nacido del arrepentimiento, revive ahora sobre los espacios que trazó la historia allí mismo, en esa vieja plaza, evocadora de noblezas, trazada por palacios, hospitales y casonas de señoríos ya fenecidos. Allí la oración cantada acalla los pulsos de la madrugada, fría de luna y desciende sobre los presentes que asisten a una escena creada solamente por la belleza cuando se junta al corazón y camina con él. Allí, al escuchar el miserere, tienen pleno sentido palabras tan hermosas como perdón, salvación, humildad, amor, compasión, amparo, que se unen a las que dictaba en su cuerpo roto el Señor en la entraña de su sepulcro: Camino, Verdad y Vida, las palabras que les dice a los suyos en el Cenáculo cuando quiere quedarse para siempre con el hombre y alumbra el milagro del Pan y del Vino. Cuando la conmovedora súplica acaba, el Señor aparece ungido de paz y de luna,
reposando en los brazos de la intemporalidad, mecido por el latido de dos lúgubres tambores. La vida se ha quedado sin pulso. El entierro ha terminado. Y la ciudad entera, en la noche de las negaciones de tantos Pedros, vuelve su rostro hacia otro lado, a un paisaje distinto, en el que tres cruces ya alzadas aguardan la primera luz. “Antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces”. El grito de una corneta y los golpes de un tambor destemplado van anunciando ya la sentencia:” Irás a la cruz”. Aún es de noche. La Zamora penitente rebobina sus pasos y vuelve del sepulcro a la calle de la Amargura. ¡Y es que la Madre que allí espera es mucha Madre!
Horario y recorrido.
Sale a las 11.00 horas de la noche, 23.00 horas partiendo de la iglesia de Santa María la Nueva, Plaza Santa María la Nueva, Calle Hospital, Las Damas, Plaza de Viriato, Calle Sacramento, Reina, Plaza de la Leña, Arco de Doña Urraca, San Bartolomé, Calle del Riego, Calle Paz, San Esteban, Plaza San Esteban, Calle Palomar, Travesía de Sancho IV, Calle Sancho IV, Plaza de San Antolín, Calle Laneros, San Bartolomé, Ronda de Santa María la Nueva, Motín de la Trucha, Hospital, Damas, Plaza de Viriato (Canto del Miserere), Las Damas, Hospital, Iglesia Santa María la Nueva.
madrugada de viernes santo Sara Pérez Tamames
Zamora la bien cercada, la ciudad que duerme mecida en el susurro del Duero, la que abraza con sus calles estrechas y susurra palabras calladas. Zamora, la que aguarda paciente la llegada de los días más bonitos del año, y es que hay dos días en nuestra ciudad que se viven como uno, existe un día en el calendario que comienza la mañana del Jueves Santo y termina la noche del Viernes Santo, un día largo, sin descanso, en el que nadie duerme porque la magia está en la calle. Las sensaciones se exprimen en cada latido en la noche en que Zamora se vuelve soberana y despierta de su letargo al ritmo de los tambores destemplados. Quién puede hablar de pasión si no ha vivido una madrugada de Viernes Santo en Zamora… Hace apenas unas horas la plaza de Viriato rogaba misericordia al cielo en forma de canto dando paso a otro capítulo de la Pasión, y es que ésta es una noche de emociones. Más que una fecha en el calendario es una llamada del corazón. De madrugada, los zamoranos, fieles a su cita, esperan junto a la iglesia de San Juan uno de los momentos más bonitos del año. Las primeras cruces negras pululan inquietas por las calles de Zamora, una mezcla de nervios y emoción se respira en la oscuridad de la noche. Tantas historias escondidas bajo las túnicas, tantas promesas bajo los banzos y alguna que otra lágrima al recordar a los que nos enseñaron la magia de esta noche. Para muchos un año más de tradición, para los más pequeños quizá su primera noche sin dormir, emocionados porque al fin ha llegado el momento. La iglesia de San Juan es fiel testigo de tantos años de tradiciones, de tantas citas de madrugada para ver como se pone en pie Jesús camino del calvario, avanzando a paso lento, con el anhelo bajo los banzos y el corazón en los hombros, porque es así como se carga en Zamora, porque es así como baila
el “cinco de copas”. Y es que en esta noche se materializa la esencia de nuestra ciudad, que se alza majestuosa en la madrugada más bonita del año. Los pasos ya aguardan en la calle, el griterío inunda la plaza mientras una marea de cofrades y cruces se abre hueco entre la multitud. Los nervios afloran cuando el sonido de los primeros tambores estalla en la plaza, la Congregación ya está en la calle. El reloj marca las cinco de la madrugada y la corneta del Merlú dispara el corazón de nuestra ciudad, resuena el tambor destemplado y se escucha la voz del jefe de paso “¡uno, dos, tres!”. Jesús Camino del Calvario se levanta con la fuerza contenida de la espera, y es entonces cuando una marea de emociones recorre la iglesia de San Juan, pues pocas cosas arañan el alma como lo hace ese momento. En la intimidad del templo se narra la leyenda de nuestra Semana Santa, suena la marcha Fúnebre de Tharlberg y Zamora entera canta, porque es la melodía del corazón la que camina bajo los banzos, son los acordes de los corazones encogidos los que reviven la esencia de la Pasión. Hay una magia especial que une Zamora con la marcha fúnebre de Thalberg, hay entre ellas un vínculo cosido por emociones que es eterno y visible a los ojos del alma. Jesús Camino del Calvario avanza mecido en los acordes de una marcha que se ha convertido himno, en seña de identidad de una ciudad que vibra cada Viernes Santo. Zamora está más viva que nunca. En la oscuridad de la noche comienza una procesión que camina hacia el amanecer, Jesús carga el peso de la Cruz, porta sobre su hombro los pecados de los hombres, y la noche narra la historia de la Pasión, “llegaron
al lugar llamado Gólgota, lo crucificaron y se repartieron sus vestidos echándolos a suertes. Sobre su cabeza pusieron un letrero con la causa de su condena, “este es Jesús, el Rey de los Judíos”. Los ojos vidriosos desde las aceras son testigos de la caída de Jesús, de las manos generosas del Cirineo, de la crucifixión del Hijo del hombre. Y entretanto Ella aguarda paciente a que el boceto de la Pasión se dibuje en las calles. Ella, señora de Zamora, testigo de tantas plegarias que los fieles posan al cobijo de su manto, Madre que padece la agonía de la muerte por la vida. La Soledad también recorre esta noche el camino del calvario a la Cruz. Cuando la noche aún es fría la procesión revive uno de los momentos más simbólicos de la madrugada más bonita del año, la estación de las tres cruces, alegoría de la hermandad, emblema de nuestra Semana Santa. Es el momento de las ya tradicionales sopas de ajo, y es entonces cuando nos sorprende el amanecer, al lado de los nuestros en esta noche eterna, pues no hay amanecer más bello en Zamora. Vestida de terciopelo negro y oro la Soledad camina ante la reverencia de los demás pasos cuando despuntan las primeras luces del día, y la procesión regresa, porque la tradición ya está cumplida. El aroma de las almendras garrapiñadas, los acordes de las marchas que alientan el caminar de cada paso, acervo de nuestra ciudad. Es último viernes de Cuaresma, el viernes del Señor. La procesión recorre la Plaza Mayor cuando el sol ya ilumina con fuerza la ciudad, pues a pesar del cansancio parece que nadie quiere escapar del dulce trance en el que Zamora es sumida. Un año más, ya con la tristeza y la impaciencia de la espera en la mirada,
el Museo de Semana Santa cierra sus puertas y la Virgen de la Soledad regresa a la iglesia de San Juan. Las tradiciones de un pueblo son las que cuentan su historia, las que hablan de sus sentimientos y dibujan la esencia de sus gentes. Hay pocas cosas que nos hacen sentir tan vivos, que nos dejan sin aliento y despiertan incluso las emociones más profundas que guardamos bajo llave. La debilidad del corazón zamorano, la madrugada del Viernes Santo…
Horario y recorrido.
Sale a las Cinco de la mañana de la Iglesia de San Juan de Puerta Nueva por: plaza de San Miguel, laza Mayor, calle Renova, plaza Sagasta, calle de San Torcuato, plaza de Alemania, avda Victor Gallego, avda Tres Cruces (dando la vuelta al crucero). Después de un descanso de 35 minutos, continuará por avda.Tres Cruces (efectuando la tradicional reverencia), calle de la Amargura, avda. del Príncipe de Asturias, calle Santa Clara, plaza de Sagasta, calle Renova, plaza Mayor (dando la vuelta), calle de Ramos Carríón, plaza de Viriato y calle de El Barandales, para concluir en el Museo de Semana Santa todos los grupos menos la imagen de la Virgen de la Soledad que lo hará en la Iglesia de San Juan.
de visita en el colegio Óscar Antón Vacas Director “Túnica de Terciopelo Negro”
Dedicado a todos los niños que disfrutan y aprenden conmigo del maravilloso mundo de la Semana Santa.
Me dirigía hacia un colegio del centro de la ciudad, para hablar con algunos niños de primaria sobre un tema específico, pero relacionado con la Semana Santa pues, ya que estábamos en fechas venideras, me pidieron ese favor para rellenar una hora vacía que se les había quedado en el aire. Caminaba sin saber de qué tema iba a hablar con ellos. ¿Y si les dejo hablar y yo simplemente les respondo a sus preguntas? No lo veía nada claro. De repente, me encontré con Carmen. Para los que no la conozcan, Carmen es una niña de unos 11 años que conocí el pasado año. Ella estaba a mi lado viendo la procesión de la Real Cofradía del Santo Entierro y les explicaba a sus abuelos muchos detalles sobre los pasos. Mi sorpresa fue grande cuando me dijo que esas cosas las sabía gracias a que yo se las conté en una visita guiada al Museo de Semana Santa. Desde entonces, entablé una curiosa amistad con ella. Retomé mi camino hacia el cole y entonces me vino la idea a la cabeza. Hablaría con los niños sobre esta Cofradía, la Real del Santo Entierro, pues me venía de lujo porque además estaban de varios aniversarios. Una vez saludé a los alumnos y nos presentamos, les propuse hablar sobre una Cofradía, con título de “Real” desde 1925, concedido por el Rey Alfonso XIII y donde los hermanos portan una túnica de terciopelo negro. Enseguida Diego y Antonio gritaron al unísono: “¡¡El Santo Entierro!!”
Les comenté que esta Cofradía cumplía 425 años, ya que se fundó en 1593. Sale el Viernes Santo por la tarde y su sede es la Iglesia de San Esteban, porque era la parroquia con mayor número de sederos de la ciudad en esos tiempos. “¿Qué es eso?” – me preguntó Raúl. “Un sedero es una persona que se dedica a comercializar con seda. El caso, es que era la hermandad gremial de los sederos zamoranos… hasta 1626, cuando ya podía ingresar cualquier persona, porque los sederos se marchaban de la ciudad y la Cofradía se quedaba sin hermanos”. -le contesté. Raúl se quedó con la boca abierta y miró a Saúl, que, eufórico, dijo en voz alta: “¡A mí el paso que más me gusta es “Crucifixión”!” “Pero ese paso no sale en el Santo Entierro” – le respondió Lucía. Saúl se ruborizó, pero me puse de su parte cuando les conté que, hace 30 años, el paso de “Crucifixión” sí que llegó a salir en la tarde del Viernes Santo, cuando la procesión fue retransmitida en directo por TVE. Y con él, otros dos grupos procesionales pertenecientes a la Cofradía de Jesús Nazareno: “La Elevación” y “La Agonía”. Así pues, nos encontramos con otro aniversario de la Cofradía. “¿Y cargaron durante todo el día los mismos hermanos de paso?” – preguntó Alberto. “Pues sí. ¿Y sabéis qué? Pese al cansancio físico terminado el día, es algo de lo que se enorgullecen y, si pudiesen, lo volverían a hacer”. – le respondí. Y ya que estábamos hablando de las imágenes procesionales, comenté a los peques que dos pasos también tenían su aniversario. El primero de ellos, “La Lanzada”. La obra de Ramón Álvarez cumplía 150 años
de su realización. Un paso que se consiguió gracias a las suscripciones populares, rifas y préstamos de los zamoranos. “Desde el primer momento se convirtió en un símbolo de nuestra Semana Santa. En su primera salida, se paró en Balborraz, ya que en aquella época desfilaba por ahí la procesión, para que lo viera su autor desde el balcón de su casa. Además, la mesa de este paso está de aniversario… ¡y por partida doble! Pues cumple 90 años de su primera salida en procesión y 20 desde que se amplió para que pudiese ser cargado nuevamente a hombros”. – les expliqué. De repente José Carlos me interrumpe, ya que tiene bastante curiosidad por saber cuál es el otro paso que está de aniversario. Le digo que es la imagen de un Cristo que mucha gente tiene un poco olvidado, pero que los que se acuerdan de él, lo quieren inmensamente. Hablaba, claro está, del Cristo de La Urna, el de Aurelio de la Iglesia: “Este Cristo, que cumple 120 años, contó con la oposición del Obispo, por el excesivo realismo empleado por el escultor, que lo había tallado siguiendo un vaciado realizado a un ahogado y descansa durante todo el año en el Museo de Semana Santa”. “¡Pues un día vamos al Museo y lo visitamos!” – dijo Blanca alegremente. Terminó mi día con los niños y les confesé que había pasado una mañana muy bonita y que había sido una estupenda convivencia con ellos. Para finalizar, mientras terminaba de salir por la puerta, les recordé que este año también era especial porque, curiosamente, el “Retorno del Sepulcro” sería cargado a hombros por primera vez en su historia… coincidiendo con el 150 aniversario del nacimiento de su autor, Ramón Núñez.
Horario y recorrido.
En la plaza de Santa María la Nueva a las 16:00 horas se realizará el acto público del Sermón del Descendido, todo público que quiera asistir al acto deberá acceder a la plaza de Santa María la Nueva por la calle Hospital o por la calle de Carniceros, ya que el resto de calles estarán cortadas por motivos de organización del desfile procesional. A las cuatro y media de la tarde se inicia la procesión desde la plaza de Santa María La Nueva para continuar por las calles de Corral Pintado, la Reina, Juan Nicasio Gallego, Plaza Mayor, calle de Mariano Benlliure, plaza del Fresco, costanilla de San Vicente, calle de El Riego, calle y plaza de Santiago, calle de Santa Clara, plaza de Sagasta, Renova, plaza Mayor, Ramos Carrión, Plaza de Viriato, rúas de los Francos y de los Notarios y plaza de la Catedral. Despues de la estación se reanuda la procesión, desde la Catedral por las rúas de los Notarios y de los Francos, plaza de Viriato, calle de Ramos Carrión y Plaza Mayor, Calles de Juan Nicasio Gallego, la Reina y Corral Pintado, entrando en el museo.
zamora con nuestra madre José Marcos Diez. Hermano Honorífico de la Verónica.
Atendiendo a lo que indican las hemerotécas y archivos de entonces, he querido en esta ocasión expresar lo acontecido en la procesión de nuestra madre a través de etapas sucesivas. Así en 1897 el desfile religioso de las Angustias lo componía san Vicente Ferrer, que según se anuncia fundó esta profesión. en los años 1410 y 1411. Otro un grupo escultórico es la virgen de las Angustias cuyo autor D. Ramón Alvarez puso todo un buen hacer en esta magna obra, el manto de terciopelo negro causó admiración. Le sigue la imagen de nominada de La Soledad. Muchos fieles alumbrando con velas encendidas, destacando sobremanera la subida de Balborraz ofreciendo un suntuoso aspecto. Respecto al itinerario se calificó de bastante novedoso dado que saliendo de San Vicente y por la calle del Riego, llego a San Torcuato, Renova, Rua de los notarios, Plaza de los Ciento, Corral de Campanas, Santo Domingo, Cuesta del Pizarro, Calle del puente, Santa Lucía, Balborraz y Plaza Mayor para entrar en San Vicente antes de las 12 de la noche.
Siguiendo en el tiempo y por el año 1910 en su iglesia de acogida y antes de iniciarse el recorrido tiene lugar el sermón de la soledad y que según sus dirigentes se repetirá en años sucesivos. Sin solución de continuidad en 1912 se hace público, que al discurrir la profesión de Nuestra Madre se iluminen casas balcones y fachadas para dar más realce al cortejo religioso por todo el itinerario. También se incorpora las presidencias civiles con personalidades fundamentales de la vida social de la ciudad. En este año forma parte La Virgen de las Espadas, con variedad de luces y una artística mesa. Paulatinamente están presentes bandas de música que interpreten sentidas marchas fúnebres. Para el año 1915 la procesión de Nuestra Madre incrementa la afluencia de participantes de ambos sexos con artísticas velas. Se llegó hasta la misma catedral para regresar al centro de la ciudad y entrar en su templo de siempre alrededor de la medianoche. Siendo el año 1917 la actuación más destacable de Nuestra Madre de las Angustias fue el acto en el que el orfeón del círculo católico entonó diversas composiciones sacras dedicadas a la Madre de Dios. Sin embargo y debido a las condiciones climá-
ticas adversas por la pertinaz lluvia hubo que suspender la procesión con el consiguiente disgusto de los zamoranos y forasteros presentes en la ciudad. En 1919 lo más sobresaliente es la realización en San Vicente de una solemne función religiosa con masiva asistencia de hermanos y público en general. Antes de las 10 de la noche salió la procesión con la incorporación de dos bandas de música la del regimiento Toledo y la denominada provincial interpretando las marchas fúnebres más tradicionales, hacia la media noche entró la comitiva en su iglesia con el templo completamente abarrotado. En lo que corresponde al año 1920, el discurrir de la procesión se vio alterado al llegar a las proximidades de la iglesia de la Magdalena y tuvo que regresar precipitadamente a su santa casa a causa de un fuerte aguacero y un viento desapacible. Para el año 1927 se incrementa el número de pasos con el denominado “La Vuelta al Sepulcro”. A la vez que se decide que en la iglesia arciprestal de San Pedro y San Ildefonso se predique el tradicional sermón que resultó brillantísimo con ingente asistencia de fieles, lo que viene a demostrar el generalizado amor y cariño popular hacia Nuestra Madre.
Madre de las Angustias Que con cara de dolor, Contemplas al hijo nuestro Contemplas al redentor Tu corona celestial Que Brilla en lo más alto Y tiene la admiración De todos los zamoranos
Horario y recorrido.
Sale a las 23 horas de la Iglesia Parroquial de San Vicente Mártir, para seguir por Cuesta de San Vicente, C. el Riego, Calle de Santiago, C, Santa Clara, Plaza de Sagasta, C. Renova, Pza. Mayor, C. Ramos Carrión, Pza. de Viriato, Rua de los Francos C. de SorDositea AndresC. de las Damas, C. Hospital, Pza. Sta. Mª La Nueva, Calle de Corral Pintado. Calle de la Reina, Pza. de San Miguel y Pza Mayor, donde se efectuará el rezo de la Corona Dolorosa y el canto del Stabat Mater, finalizando con el canto popular de la Salve y retornando las imágenes por C. Mariano Benlliure a la Iglesia de S. Vicente.
luz de primavera Juan Carlos Izquierdo Domínguez
A mis hijas, rayos de luz que ahora inician su andadura en pos de la Madre del Sábado Santo
Avanzaba el calendario y, mientras las noches menguaban, los rayos del sol, cada díamás vigorosos alegraban los amaneceres de esta pequeña ciudad de Zamora. La primavera hacía sus primeros guiños a través de las albas flores de los almendros, siempre tan madrugadoras. Lejos, muy lejos, en una fría y aséptica sala de operaciones un rosario de doctores y sanitarios se afanaban en una complicada intervención quirúrgica. En el centro de la estancia yacía el cuerpo de una joven a la que el destino había querido apagar la luz del sol. Sus ojos no podían admirar la belleza de la incipiente primavera. Un cruel accidente la había sumido en la más absoluta y cruda oscuridad. Aquella mañana, los dorados sillares de San Juan de Puerta Nueva brillaban intensamente; atrás iban quedando los rigores del invierno y el astro rey daba buena cuenta de ello sobre las nobles piedras milenarias. Una mujer de avanzada edad se encaminaba, ligera, por la calle de Renova; su rápido caminar denotaba cierta urgencia mientras avanzaba por la plaza Mayor pero, al llegar a la altura de la iglesia detuvo sus pasos de forma repentina mientras dirigía su mirada a la reluciente portada “del rosetón”. Segundos después y con la misma diligencia penetraba en el interior del templo para postrarse de inmediato ante la Virgen de la Soledad. Su mirada era turbadora, sus ojos destilaban dos tímidas lágrimas que se deslizaban por su arrugado rostro y, entre sollozos, sus manos se alzaban entrelazadas al tiempo que musitaba: -Madre, apiádate de ella... solo es una niña. Aquellas sobrecogedoras palabras se quedaron prendidas en el aire, impregnado del penetrante olor de un hermoso centro de nardos blancos que descollaban a las plantas de la Señora... Había llegado el momento de descubrir las preciosas esme-
raldas que otrora veían con alegría florecer la primavera que, curiosa, se asomaba por la ventana de la habitación. Ella era consciente de la enorme dificultad que entrañaba su interveción pero tenía todas sus esperanzas puestas en los doctores y en la protección de la Señora. La divina Madre a la que se encomendaba su abuela con desesperación. Una Madre a la que acompañaba cada sábado santo desde su más tierna infancia. Retenido en su mente se hallaba el bello rostro de la Virgen Zamorana; aquella venerada imagen a la que aprendió a querer tanto de la mano de su abuela; aquellos marfileños dedos entrelazados que custodiaban sus devotos corazones; aquel dolor contenido que, cobijado bajo su enlutado manto, destilaba una belleza maternal sin parangón. Cesó la presión ejercida por los vendajes al tiempo que surgía el rostro de la joven. Sus párpados cerrados, palpitaban temerosos aguardando el instante definitivo...
Horario y Recorrido.
La anciana elevó su mirada y observó como las lágrimas de la Virgen brillaban intensamente, el cristal parecía licuarse e incluso podía apreciar sus pestañas humedecidas. No podía creer lo que estaba viendo. La abuela vislumbró que algo sucedía y se incorporó de inmediato. Salió de la iglesia y, ya en la calle sintió como dos gotas de lluvia golpeaban su rostro. Aquello era inexplicable pues en la límpida bóveda celeste no campeaba ni una sola nube... El silenció se adueñó de la estancia, mientras la amable y familiar voz del doctor exhortó a la joven: -abre los ojos poco a poco. Al oír esas palabras sintió pánico; un escalofrío recorrió todo su cuerpo mientras una brizna de luz se colaba bajo sus párpados. El miedo se tornó euforia y dos lágrimas recorrieron raudas sus mejillas. La luz..., la anhelada luz de primavera, regresaba a su vida.
Sale a las 20.00 horas de la tarde de la Iglesia de San Juan, para continuar por la C/ Renova, Sagasta, Santa Clara, Avenida de Alfonso IX, Plaza de Alemania, San Torcuato, Sagasta, Renova, entrando en la Plaza Mayor, donde se entonará la Salve a la Virgen, para luego regresar al templo de salida.
... de las tinieblas a la luz ... Sandra Turrado Esteban
Tras unos días intensos de Pasión, llega la tarde del Sábado Santo, o como señalan los prefacios de esta celebración “en esta noche”. En efecto, esta noche renueva una salida más gloriosa Jesús Luz y Vida. Después de la Vigilia Pascual en la S.I Catedral, centro y culmen de la Semana Santa y la celebración más importante para todos los hermanos y cristianos, la Hermandad vuelve a salir a la calle. Como se ha hecho en estos últimos años, la procesión se dirige hacia el Troncoso, donde se hará una pequeña oración con Jesús Luz y Vida mirando hacia el camposanto, en señal de que la resurrección llega también a los difuntos. Tras ello volverá a la Catedral y, entre los cánticos entonados por el coro entrará por las puertas, para que dentro de pocas horas, dejar paso a Jesús Resucitado en la mañana del Domingo.
te acompaño, me acompañan, en la resurrección. Manuel Herrero Alonso
Yo te acompaño. Lo hice, cuando llegaste a la ciudad. Contigo crucé el puente de piedra. Guardé, guardamos silencio a tu lado. Me despedí, cuando de la cruz te bajaban y consolé a María. Entretanto, por humano pecador, de fiesta salí. Otra vez bebí, para que tengas algo que perdonar. Y hoy, aquí me tienes acompañándote, en la dicha también quisiera estar contigo. No vengo solo. Ellos, los que no están, en esto me acompañan a mí. No es como dicen, ilusión seria pensar que siguen viviendo y renegar de la resurrección. Se fueron. No, no están, solo quedan sus vivencias por todos conocidas, hay quien los llama recuerdos. Hoy sí. Hoy estamos todos, mi vara adornada, las que en casa quedaron con el cristo sin flores, en el mismo rincón siguen, una la de tío, que de abuelo fue. Ellos hacen que esté, que por ellos esté. A los demás diré que lo hago por tradición, por la fiesta, por ir con todos, por el dos y pingada. Que le importa a nadie pensaba, para que decir. Sé que también lo saben. Y que me importa a mí que lo conozcan, contaré lo que de sobra todos ya sabían. Otro domingo más, de otro año más, estaremos. Estaremos todos. Vosotros iréis a mí lado, mientras yo, a él acompaño. Quedamos donde siempre, por anfitrión y porque es mi barrio llegaré antes, os espero. Miraré de vez en cuando, para veros venir. En cada vistazo comprobaré que unos llegan, otros faltan pero vendrán. Como siempre iremos con la
virgen. Hay motivo. La semana santa irremediablemente termina. Nos resistimos, no queriéndolo. Seguiremos de luto, solo hasta la plaza. Ya con zapatos y sin los pies fríos. Como en los días atrás, el Mater Mea será la melodía que acomode nuestro lento recorrido. Suena igual, que la última vez, que pude escucharla con vosotros. Como lo íbamos a saber, quien podía siquiera pensar, que aquel año ya no importa cual, sería el último en que podíamos disfrutar de estos acordes juntos. Llegando a la plaza el duelo acabó, es momento de celebrar vida. Tú vuelta a la vida, la nuestra, la que nos quede aun sin consumir. Hagámoslo, porque el encuentro pasa rápido, como veloz pasa la existencia, así se fue la de nuestros antepasados, de la mía cual
margarita, quedan cada vez menos pétalos. Solo lo material perdura y eso es insignificante, al menos para mí. Reunidos estamos, los que íbamos con la virgen y los que con Jesús llegasteis. Hermanados, porque hermanos somos, hermanos de verdad, porque aquí no hay distinciones, ni físicas, ni económicas, ni culturales. Por deseado el momento, fugaz pasa. La música cambió, es alegre, festiva, vamos rápido sin haber prisa. Vuelves a la iglesia, nosotros a la rutina. Queda algo, que no se va a olvidar, no es el dos y pingada, que habremos de compartir más tarde. Cumplida su primera misión, mañana, quizás esta tarde, esas flores que dieron mi paseo, serán para vosotros, que mejor homenaje.
Horario y recorrido.
Salen las dos Imágenes a las 09:00 horas de la Iglesia Parroquial de Santa Maria de la Horta: La Imágen de Jesús Resucitado, inicia la procesión por la Plaza de San Julián del Mercado, Zapatería, Plza Santa Lucía, Cuesta del Pizarro, San Ildefonso (descanso 25 minutos), Arco San Ildefonso, Rúa de los Francos, Ramos Carrión, Plaza Mayor. La Imagen de la Virgen del Encuentro. Sale del mismo Templo para continuar por C/ San Juan de las Monjas, Cuesta del Piñedo, Plaza Santa Eulalia, C/Santa Olaya, C/ Viriato, Plaza Sagasta, San Torcuato, C/ Santiago (descanso de 25 minutos), Santa Clara, Sagasta, Renova y Plaza Mayor. El Encuentro se efectuará en la Plaza Mayor a las 11,15 horas, seguidamente regreso, tras vuelta a la plaza Mayor por cuesta de Balborraz, la Plata, San Julián del Mercado, al Templo de salida.
El Itinerario número dieziséis, decimosesta edición
Diseño y maquetación. zoylo producciones
Autores de los textos por orden de relatos Juan Manuel Bragado Molina Eugenio Jesús de Avila Dalmiro Gavilán Santos Sandra Turrado Esteban Isabel Modroño Alonso Jesús Ferrero Lastra Rubén Domínguez Rodríguez Jaime Rebollo Calvo Javier Hernández Vidal Enrique Crispo Rubio José Carlos Rodríguez San Gregorio David Álvarez Roberto Felix Fuentes Luis Felipe Delgado de Castro Sara Perez Tamames Oscar Antón Vacas José Marcos Díez J. Carlos Izquierdo Domínguez Manuel Herrero Alonso
Fotografías
Jesús Salvador Cecilio Mª del Amor Martín Olivera Oscar Basilio Domínguez Martín
Idea de “El Itinerario” Jesús Salvador Cecilio
Reservados todos los derechos de edición. Se prohíbe la reproducción total o parcial del contenido de este número, ya sea por medios electrónicos, mecánicos, fotocopia o grabación u otro sistema de reproducción cualquiera sin la autorización expresa del editor. Las opiniones expresadas en los textos y sus contenidos son responsabilidad de los autores. Los anunciantes son los únicos responsables del contenido de sus mensajes publicitarios. Agradecemos a las empresas su colaboración sin la cual sería imposible la edición de “El Itinerario”
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