No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte. Tú me mueves, Señor, muéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido, muéveme ver tu cuerpo tan herido, muévenme tus afrentas y tu muerte. Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, que aunque no hubiera cielo, yo te amara, y aunque no hubiera infierno, te temiera. No me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera.
Corría el año 1983, cuando el entonces alcalde de la ciudad, Andrés Luis Calvo, pronunciaba el ofrecimiento (que no Juramento), de silencio de la ciudad de Zamora al Cristo de las Injurias en su recorrido por la ciudad al atardecer del Miércoles Santo. Era un acto sencillo, donde el alcalde ofrecía el silencio de la ciudad de Zamora y el obispo simplemente tomaba la palabra para, sólo y exclusivamente, tomar juramento de silencio a los cofrades. Lamentablemente esa esencia se ha perdido. Hoy, en 2019, el acto es un compendio de discursos, actuaciones musicales y homilías que nada tienen que ver con la esencia austera y sencilla de la Semana Santa de Zamora. Comenzó el alcalde de turno, que ante la masificación de público de turno, aprovechaba
VOLVER el acto para recordarnos lo bien que lo había hecho durante el año precedente, continuó el obispo, que ante el parlamento del alcalde y viendo que no juntaba tanta gente en una iglesia desde ni se sabe, aprovechaba para dar su homilía estilo sacerdotes de antaño. Y continuó la cofradía, con las ya manidas excusas de “dignificar el acto” y “darle realce”, colocando a un chico que si bien es un virtuoso del violoncello y toca extraordinariamente bien, sinceramente, y es una opinión personal, no cuadra su actuación en tan mitificado momento. Para rematar la faena, ante la negativa del alcalde actual, por sus muy respetables no creencias religiosas, de ofrecer el silencio de Zamora al Cristo de las Injurias, a la cofradía no se le ha ocurrido mejor idea que encargar
a algún distinguido cofrade la tarea de realizar un parlamento ante la imagen. Claro, es normal que el designado, con Zamora abarrotada de lugareños, emigrados, turistas y televisiones, quiera estar a la altura. Con esto el acto se convierte en un pregón propio del Domingo de Ramos pero centrado en la Cofradía. Así que un acto de 10 minutos se convierte en 45. Un acto sencillo se convierte en barroco y la austeridad de la Semana Santa caída por los suelos. Qué oportunidad perdió el alcalde de devolver el acto a su esencia. Hay que recordarle que él no toma juramento ni reza ante la imagen, él ofrece, como primer zamorano que es, el silencio de toda la ciudad (donde también hay creyentes) y el respeto al paso de la procesión. Y eso, no implica demostrar creencias, eso es representar a tus ciudadanos al igual que bien hace cuando participa en alguna romería religiosa representando a Zamora como edil que es. Una pena que no lo haya visto así, porque nos podría haber dado una lección a todos de lo que realmente debe ser el espíritu sencillo, austero y popular de la Semana Santa de Zamora. Traigo el ejemplo del Silencio porque es el más característico y renombrado, pero es que cada cofradía tiene lo suyo. Los presidentes, en el ánimo de quedar para la posteridad y de que su nombre salga en los próximos libros, con sus pildoritas que nadie se atreve después a quitar, están consiguiendo una Semana Santa barroca que en nada tiene que ver con la Semana Santa austera de hace 30-40 años, que recordemos, fue esa Semana Santa y no ésta la que consiguió el entonces hito de ser nombrada de Interés Turístico Internacional. Las procesiones cada vez duran más y se hacen eternas para cofrades de fila y espectadores. Actos sencillos plenos de religiosidad, austeridad y sencillez, se han convertido en actos
eternos donde además, en una sociedad cada vez menos creyente ni practicante, en vez de ayudar a mantener y buscar la fe, lo que hacen es aburrir al personal con discursos de sacerdote de la edad media, actuaciones sin ningún encaje lógico y figuradas de los que se ven protagonistas por un día. Al cofrade de la Tercera Caída le daba perfectamente tiempo a salir en la Buena Muerte. Ahora entre cantos, rezos eternos y colocación y salida de las filas, es imposible. Con la militarización de ese acto, todavía veremos a dos cofrades acercando una corona de laurel mientras se reza el soneto “Lo demandó el honor y obedecieron”. La propia Buena Muerte ha convertido el canto del Jerusalem en Santa Lucía en un mini concierto de su sensacional coro. Y así podría seguir, porque salvo quizás el Yacente, que sigue con su Miserere tal y como se concibió, el resto de cofradías con acto central lo han ido “barroquizando” y alargando de tal forma en su afán de “dignificarlo” y “realzando”, que están consiguiendo lo contrario. Si a ello le unimos la moda ya instaurada del lucimiento de los cargadores, que antes se limitaba al Museo, pero que ahora es en el primer paso por la Plaza, en la Catedral, en el segundo paso por la Plaza, en el Museo…… total, que la cofradía siguiente pidiendo vez a ver si le toca por fin salir. Antiguamente se decía que cuando hacía bueno salían “a lucirla”, lo que implicaba esperas eternas en la acera y ritmo cansino de los cofrades. Hoy el “a lucirla es norma”. Y si no la lucimos en abril cuando llueve, siempre nos quedará septiembre para hacer una extraordinaria, como si de un mal estudiante que suspendió se tratara. Porque esa es la última moda. Hace años los presidentes con bonanza económica hacían pasos nuevos, después se pasó a sobrecargar los actos y ahora la moda es aprovechar
cualquier aniversario para sacar los pasos a la calle sea la época que sea. Señores, si en Semana Santa llueve, pues no se sale y hasta el año que viene. Ya. Las salidas fuera de fecha dejémoslas para el Nazareno que sale con su Cofradía de la Cruz y su parroquia el día de la exaltación y para la Santa Cruz por el mismo motivo. Ya. Cada cosa a su tiempo, porque por más que se quiera, ni la magia, ni la participación ni el encanto, va a ser el mismo. Así que basta ya de frikis que quieren traer Sevilla a Zamora porque no, no es lo mismo. Son 700000 habitantes contra 60000. Los zamoranos están fuera y no van a venir en septiembre a sacar un cristo a la calle. Bastante que pueden venir en abril. Y la cultura no es la misma. Allí son de cofradía y “barroquización”. Aquí somos de procesión y sencillez. Y a más queramos parecernos a ellos, más dejaremos de ser peculiares y atractivos. Seremos una Semana Santa más, como ya se ve en la cobertura mediática, que cada año nos hacen menos caso. Incluso los visitantes lo dicen. Vienen buscando algo distinto y cada vez ven más cosas iguales. ¿Así queremos ser Patrimonio de la Humanidad? Pero si cada vez somos más iguales al resto….¿Qué nos diferencia? Ahora que vamos a tener un gran Museo, aprovechemos para volver a los orígenes. A mí me gustaría contar que tenemos una Semana Santa propia, no que tuvimos una Semana Santa propia. Para mí esta va a ser diferente porque será la última, y quiero quedarme con todo para poder contar que vuelve a ser lo que fue. Que así sea, que disfrutemos de la Semana Santa como la vivimos los zamoranos, que impregnemos de ese sentimiento a nuestros visitantes y a las nuevas generaciones que asoman…..¡y que no nos llueva! Roberto Felix Fuentes.
En la pequeña iglesia vuelven a resonar las palabras de Jesús: “Llegó la hora: el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos!” (Marcos 14,42) Y Zamora entera, como si fuera un resorte que salta cada año, sabe que tiene que levantarse. Es el preludio de la semana más grande en Zamora, la que nos coloca durante unos días a nivel mundial. Y tenía que ser precisamente aquí, entre los más humildes, en lo que fue un arrabal (barrio fuera del recinto de la población a la que pertenece), donde los zamoranos comienzan a vivir, año tras año, la primera procesión de su Semana Santa.
con la advocación del francés San Front de Périgueux, aunque otros se aferran a su origen latino “sub frontis pontis” (por debajo del puente). En la zona huele a primavera, a devoción auténtica, a gente sencilla donde los vecinos se saludan en las calles en las que comparten tertulias y vivencias. Es una procesión donde la gente no acude a ver a su Cristo, sino que camina, acompañándolo, a su lado. No lo entregan como cualquier Judas, sino que lo ceden por unos días para que Zamora y toda España sepan que aquí, en la iglesia románica que siglos atrás sirvió de albergue para peregrinos, durante todo el año, custodian y cuidan a su Nazareno, al de San Frontis. Tanto es el cariño que le profesan que incluso lo denominan El Mozo, como si fuera uno más de los suyos, que lo es.
Se abren las puertas. Los últimos rayos de sol de los primeros días de primavera dan un colorido especial a las pequeñas casas, en su mayoría de una planta. Algunas dejan al descubierto los materiales primigenios de la construcción: el adobe. Son de gentes humildes del único pueblo de España Mientras la procesión avanza, el barrio entero acomDalmiro Gavilán Santos
paña al Nazareno. Caminan con sus ropas de fiesta porque la ocasión lo requiere, porque no todos los días recorre sus calles un vecino tan insigne. Y caminan junto al padre Duero, el que fecunda sus huertas y riega sus vidas, el que da vida a un barrio aferrado a la tierra y a sus frutos, a su vecindario que tiene las mejores vistas del románico de la ciudad. Por el camino, la avenida que lleva su nombre y antes de llegar al convento de San Francisco, el Crucificado escucha atento la historia de San Atilano que le cuenta la escultura de mi amigo Goyo (el gran artista de la forja Gregorio Fagúndez). Le habla de un obispo zamorano, pero también le narra la vida de sus gentes, de sus miedos diarios, de sus alegrías y anhelos, porque es una procesión popular, donde no hay diferencias de clases. Donde todos caminan juntos en una tarde de regocijo. Donde comentan la vida cotidiana. Y sigue su lento caminar en la primera procesión de la primavera, como si vigilara y bendijera los campos que encuentra a su paso.
Enfila el puente de piedra y la muchedumbre, venida de todos los barrios, ya se agolpa en sus márgenes. Ya tienen ganas de que la ciudad se llene de antorchas, de cruces, de caperuces, de sonidos fúnebres pero tan alegres para el corazón zamorano. El espejo del río se tiñe de plata. La luna, fiel a su cita se muestra, al igual que lo viene haciendo desde siglos en esta fecha, en cuarto creciente. Aún habrá que esperar nueve días para que se alinee con el sol y la tierra y así alcanzar el plenilunio. La comitiva continúa su lento caminar, como si a los vecinos de San Frontis les costara desprenderse de la imagen más insigne del barrio. Saben que serán sólo unos pocos días, pero el hueco será difícil de llenar. La noche va envolviendo la ciudad. ¿Será en un intento de ocultar las lágrimas de más de uno? Son conscientes de que la Semana Santa ha llegado, porque la
procesión de hoy no es ningún preámbulo. Es el inicio de la semana más grande de Zamora. El Duero es una frontera natural. El barrio ya quedó atrás. La muralla se abre a través de empinadas y estrechas cuestas. La milenaria piedra iluminada por los faroles del Cristo casi roza su costado mientras el gentío se incrementa a cada paso de los esforzados cargadores. No tienen prisa por llegar a su destino en esta primaveral tarde ya anochecida. La catedral luce en todo su esplendor. ¡Qué bonita está! ¡Qué cálidos se muestran sus sillares! Noche cerrada. Muchos vecinos desandan el camino que emprendieron a última hora de la tarde. Regresan con las manos vacías, pero con el corazón colmado de alegría porque su Cristo, el Nazareno de San Frontis ya descansa en el primer templo de la ciudad. Mañana, cuando al levantarse contemplen desde sus ventanas la catedral, tendrán la certeza de que el Martes Santo su Cristo regresará por donde ha partido. Volverá a cruzar el Duero y se quedará con ellos. La Semana Santa de Zamora ha comenzado. Y ha sido un Cristo humilde, que se venera durante todo el año en una pequeña iglesia románica, el que la ha puesto en marcha. Los entendidos conocen la procesión como el traslado del Nazareno de San Frontis, pero ¿no será precisamente este Nazareno el que nos despierta a nosotros del letargo que nos amodorra todo el año a una semana de actividad intensa? La ciudad entera despierta. Miles de corazones se unen para actuar en una sola
dirección: seguir siendo una de las mejores Semanas Santas de España. Que las estrechas calles del románico apaguen sus farolas. Que en los viejos empedrados resuenen los pasos de los cofrades. Que la ciudad huela a cera, a sopas de ajo y a garrapiñadas… Que las bandas de música llenen el espacio con los sones que nos encogen el alma. Que se abran las murallas para acoger a los visitantes… Es lo que nos encomienda el Cristo de San Frontis mientras sube la empina Cuesta de Pizarro, o mientras se aleja de su barrio o traspasa el puente de piedra. La Semana Santa ha comenzado en Zamora. nos amodorra todo el año a una semana de actividad intensa? La ciudad entera despierta. Miles de corazones se unen para actuar en una sola dirección: seguir siendo una de las mejores Semanas Santas de España.
Que las estrechas calles del románico apaguen sus farolas. Que en los viejos empedrados resuenen los pasos de los cofrades. Que la ciudad huela a cera, a sopas de ajo y a garrapiñadas… Que las bandas de música llenen el espacio con los sones que nos encogen el alma. Que se abran las murallas para acoger a los visitantes… Es lo que nos encomienda el Cristo de San Frontis mientras sube la empina Cuesta de Pizarro, o mientras se aleja de su barrio o traspasa el puente de piedra. La Semana Santa ha comenzado en Zamora.
Horario y recorrido.
A las 20,00 horas celebración de la Palabra en la Iglesia Parroquial de San Frontis, a las 20.30 comenzará el traslado procesional por: Fermoselle, Avda. del Nazareno de San Frontis, Puente de Piedra, Avda. de Vigo, Cuesta del Pizarro, San Pedro, Plaza Fray Diego de Deza, Plaza Arias Gonzalo, Obispo Manso, Plaza de Pío XII y Catedral donde finalizará con la proclamación del Evangelio.
A Gerardo de Dios González, Hermano y amigo Crux fidelis, inter omnes arbor una nobilis: nulla silva talem profert fronde, flore, germine. Dulce lignum, dulces clavos, dulce pondus sustinet…
La Hermandad Penitencial del Santísimo Cristo del Espíritu Santo, está preparada un año más para hacer su recorrido procesional y ahora cuando el reloj ha dado las diez y treinta horas de la noche del Viernes de Dolores, su sede la Iglesia del Espíritu Santo de Zamora, abre sus puertas para dar paso a los hermanos, que visten túnica de estameña blanca, ceñida con cíngulo a la cintura y cogulla también de estameña blanca con el anagrama de la Hermandad, llevan sandalias de cuero y portan un farol en sus manos. Nos hemos trasladado al Medievo y una larga fila de hermanos y de hermanas dispuestos de dos en fondo, hacen que la inspiración de aquellos hermanos fundadores se plasme en la calle. Han pasado más de cuarenta años, desde que esta Hermandad forma parte de la Semana Santa zamorana, y el espíritu de la misma ha seguido presente, solamente
José Carlos Rodríguez San Gregorio
alterado por la entrada en la Cofradía de las hermanas que se suman a acompañar al Cristo, un crucificado tallado en madera policromada de poca altura, fechado a finales del Siglo XIV. Cristo portado a hombros por doce hermanos, en andas, y en su calvario dos grandes tenebrarios, con siete cirios blancos cada uno, cirios encendidos, en una mesa tallada en madera, adornada con sus faldillas de estameña blanca con los anagramas de la Hermandad. El discurrir de los hermanos es lento, de una belleza que hace que el farol que portan en sus manos hacia el exterior del desfile produzca un efecto luminoso impactante, sobre todo al subir o bajar las empinadas cuestas por las calles donde trascurre el desfile. Itinerario pensado y diseñado sin duda alguna para la Hermandad. Silencio en la noche del Viernes de Dolores, roto por el sonido de las carracas que portan varios hermanos, un campanil procesional portado a hombros, y el sonido de los tambores que acompañan al Cristo y el Coro de la Hermandad, una veintena de hombres, que desgarran
sus voces entonando un ”CRUX FIDELIS” que hace que la procesión se adivine desde lejos. Estandarte procesional e incensario que hace que el recorrido se impregne de ese olor que te cala y que a la vez sientes y asocias a esta Hermandad. La Catedral y su atrio espera pacientemente a la procesión y a su Crucificado y allí una representación al más estilo teatral, dará paso a que un Coro, ahora mucho más numeroso, para que entone Cristus Factus est y Adoramus te
Criste.
Chistus factus est pro nobis obediens, obediens usque ad mortem, mortem autem crucis, mortem autem, mortem autem, mortem autem crucis. Procter quod et Deus exaltavit illum et dedit illi nomem quod est super omne nomen super omne nomen Hermandad de hombres y mujeres que saben no solo procesionar y llevar a su Crucificado, y mostrarlo a la ciudad, sino que también practican la Hermandad más allá de la Semana Santa, celebrando un Solemne Triduo a la imagen titular durante la cuaresma y todos los 14 de Septiembre, la Exaltación a la Cruz, aplicando la misa a los hermanos fallecidos. Hermandad que tiene labores de acción y solidaridad en su barrio, durante todo el año.
Horario y recorrido.
A las 22.30 horas comenzará la Procesión desde la Iglesia del Espíritu Santo, por la Calle Espíritu Santo, Avda. Frontera, Calle Almaraz, Calle La Vega, San Martín, Cuesta del Mercadillo, Rúa de los Notarios, Plaza de los Ciento, Calle Arcipreste, Plaza Fray Diego de Deza, Plaza Arias Gonzalo, Calle de Corral de Campanas, Calle del Troncoso, Plaza Antonio
de Antonio del Águila y Plaza de la Catedral, donde los Hermanos accederán al Atrio y se realizará la lectura de la Pasión de Nuestro Señor y a continuación el Coro interpreta el “Christus Factus Est”. Se regresa: Plaza de la Catedral, Rua de los Notarios, Cuesta del Mercadillo, San Martin, Calle de la Vega, Calle Almaraz, Avda. de la Frontera, Ctra. de Almaraz y Plaza del Espiritu Santo.
Luz y Vida son dos de las palabras más utilizadas en el diccionario común de la existencia humana. De hecho se integran la una en la otra y se funden porque sin luz no podría haber vida y sin vida, la luz no tiene valor alguno. La luz nos acompaña siempre, de día y de noche, inventada por el Creador o por el hombre, y la vida pasa al lado o sobre nuestros hombros cada día desde que nos ponemos en pie hasta que, ya en el túnel de la noche, cerramos los ojos y nos entregamos al sueño, que también es vida como escribió Calderón de la Barca. Ambas, luz y vida, son palabras elementales que se usan y poseen diariamente millones de veces. Pero en el glosario de la espiritualidad ambas tienen un significado muy profundo al alcanzar otra dimensión más allá de la comprensión humana, por eso se escriben con mayúscula: Luz y Vida.
transforman su sentido puramente etimológico para convertirse en pilares de una fe y de un modo de vivir: “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no anda en tinieblas sino que tendrá la luz de vida”, había dicho un día tras perdonar a una mujer adúltera. Y tiempo después, cerca de Betania, apenado por la muerte de su amigo Lázaro, exclamará cerca de su sepulcro : “Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá y todo el que el que vive y cree en mi no morirá para siempre”. Ambas frases, entre tantos otros testimonios que nos relata el Evangelio, fueron y son objeto de meditación, lección y ejemplo para sus millones de discípulos, obligados a caminar tantas veces rodeados de sombras y muertes, desorientados Las dos aparecen muy a menudo en las Escrituras que cuen- entre las tinieblas y ruinas que cubren los caminos de tan el paso del Señor por este mundo. Y puestas en su boca la realidad. Luis Felipe Delgado de Castro
Luz y Vida, vestidas por la Palabra del Señor, aparecen sobre el frontispicio de la Semana Santa de Zamora escritas por un ejemplar periodista zamorano Manuel Espías Sánchez y el diseño fiel que hicieron de ellas, entre otros, Vicente Díez García, Ángel Hernández Benito, Emilio Ufano Alonso y Manuel Lozano Plaza, muy conocidos en la ciudad por sus profesiones y ligados de forma extraordinaria al devenir de la Semana Santa en otras cofradías y hermandades. Y así la Luz y Vida, razón de ser de la fundación de una hermandad, se expandieron bien pronto y lograron dar forma a una procesión que es el introito de la Pasión en esta tierra. En esa noche víspera del domingo de Ramos, el Señor cruza el puente, atraviesa los barrios de Cabañales y el Sepulcro y se acerca a la puertas del cementerio, tal y como pensó Espías y él mismo y sus amigos Vicente, Ángel, Emilio y Manolo pudieron hacer algunos años, cubiertos con hábitos cistercienses. Allí dentro, la noche, caída sobre las miles de cruces, se alumbra con cirios y se adereza con salmos. Tras
esas tapias, aunque parezca mentira, imperan la luz y la vida. Luz y vida se diseminan por los incontables y minúsculos márgenes que deslindan las tumbas, estrechos pasillos que separan cada propiedad, porque hasta para la muerte hay compra y venta. La luz asciende hasta las puntas de los cipreses y se clava en las alturas del recinto y la vida zigzaguea en el vuelo de las pájaros que llenan de reverentes surcos el cielo de ese sembrado de mármoles y piedras. La luz y
la Vida conviven allí casi siempre con el silencio y la soledad. La luz cubre el lugar de una fría hermosura entre flores avejentadas y desgastadas lápidas. La vida se posa en la cruz plantada en cada sepultura y se derrama sobre la losa, frontera del abrazo y el adiós. La Vida, a pesar de que parece se hunde con el ataúd tierra adentro, sigue granando de amor en el corazón de los familiares y amigos. La Luz, con mayúsculas, ilumina las lágrimas y los lutos y recorta las sombras tras las que se difuminan rostros queridos. La Luz y la Vida, juntas, inseparables, permanecen en la casa donde vivieron, aunque ahora se paseen por ella las risas y las ilusiones de otra gente. Y pisan las calles y lugares que frecuentaron. La Luz y la Vida aparecen en las iglesias en las que entraban a pedir perdón, allí no había fariseos y publicanos, que habían comprendido muy bien la parábola. Y se sigue sintiendo su presencia en las imágenes a las que habían puesto un altar en su corazón, en tantos momentos que aparecen vivos y recientes por la fuerza del amor. Con la Luz y la Vida del Señor Lázaro recuperó su cuerpo ya corrompido. O aquella niña, cuyo padre, jefe de la sinagoga, se lo pidió con enorme fe. O aquel otro muchacho, cuando se conmovió ante el llanto inconsolable de su madre, una pobre viuda de Nain. Por encima de la tradición y de la leyenda, de números y años, en la víspera zamorana de los Ramos, Luz y Vida son la invitación del Señor a seguir mirando al otro lado del río, en donde se encuentran las reliquias de numerosas generaciones de zamoranos que amaron a Dios por encima de de todas las cosas. Del fruto de ese amor tenemos un buen ejemplo conocido y admirado por medio mundo, el recordatorio de su Pasión, Muerte y Resurrección que todos ellos hicieron posible y ahí sigue vivo en devoción y madera. Luz y Vida serán también los dones con los que el domingo de Resurrección subirá desde la Horta por Pizarro y ofrecerá a su Madre cuando la encuentre en la Plaza, limpiándola sus lágrimas. Ella sabrá repartirlos generosamente a los que aún estamos por aquí necesitados de ambas para no perdernos en las angustias y dudas que, por ejemplo, nos crecen tantas veces ante las sepulturas de aquellos que seguimos amando más allá del olvido y de la ausencia.
Horario y recorrido.
Saliendo de la Catedral a las 19 horas, se inicia la procesión con el siguiente recorrido: Plaza de la Catedral, Plaza Antonio del Águila, Bajada de peñas de Santa Marta., Avenida de Vigo, Puente de Piedra, Plaza de Belén, Cabañales, Sepulcro y Cementerio donde se celebrará la 0frenda y la oración, actuando el cuarteto
musical “Jesús, Luz y Vida” y el coro de la Hermandad que interpreta un de profundis. Regresa la procesión por Sepulcro, Cabañales, Plaza de Belén, Puente de Piedra, Avda de Vigo, Cuesta del Pizarro, San Ildefonso, Arcipreste, Plaza de los Ciento, Rúa de los Notarios y Plaza de la Catedral para retornar al templo de salida.
Juan Manuel Bragado Molina A mis hijas Verónica y Altea
Así transcurre el año, y casi sin darnos cuenta, otro majestuoso Domingo teñido de púrpura y oro, llega sobre la vieja ciudad del Romancero. Parece que fue ayer, Domingo de Ramos de 2018. Otro año más acompañando a Jesús en su entrada triunfal en la Jerusalén de Zamora. Pero ya era especial, ya era magnífico, ya era extraordinario. Primero llegaste tú para hacer más especial todos los domingos de Ramos, con nombre de Verdadero Icono, y carita angelical como la Venus de Milo. Contigo hemos ido acompañando a Jesús en la borriquita, cada domingo de Ramos, como si fuese el primero de todos los domingos de Ramos. Y aún más, pues ya esperábamos con gran inquietud que nuestro domingo de Ramos fuese más mágico todavía, y sin duda este año lo será, pues de Pascuas a Ramos naciste tú, para completar con tu luz nuestra familia, alegrar nuestras vidas y llenarnos de amor. Eres guerrera, quizás por llevar el nombre de la hija de Viriato y eres tan bonita como el pueblo marítimo que se esconde tras él.
Ya llega, ya se acerca, ya se vislumbra el momento….cientos de niños y no tan niños, completan las filas para acompañar a Jesús, y entre ellos, nosotros; por primera vez los cuatro juntos acompañaremos a Jesús en su entrada en Jerusalén, viviremos el mágico momento juntos, disfrutaremos de la pasión por nuestra querida Cofradía, y en especial tú, pequeña, vivirás tu primera procesión, junto a tu hermana, que sin duda disfrutará de un mágico momento que le acompañará toda la vida. Y llegarán las palmas, y el olivo, y el incienso, y el bullicio, y los niños….. y vosotras con vuestra luz y vuestro cariño, con vuestra túnica hebrea, para acompañar a Jesús, sentado sobre el pollino, que entrando en Jerusalén os mirará con cariño, pidiendo que prenda en vuestra alma, ese brote cofrade, que cultivado y regado con el corazón y el cariño que nosotros vuestros padres os daremos sin cansancio, alimente de Pascuas a Ramos vuestro espíritu Cofrade para que seáis hoy y por siempre amantes de Jesús Triunfante.
Horario y recorrido.
A las 17:30 horas en la Plaza de Santa María la Nueva se vendeciran palmas y olivos. Empezrá la procesión por la calle del Barandales, Plaza Viriato, Ramos Carrión, Plaza Mayor, Renova, Plaza Sagasta, San Torcuato, Avda Alfonso IX, Santa Clara, Plaza de Sagasta, Renova, Plaza Mayor, Juan Nicasio Gallego, Reina, Corral Pintado, Plaza Santa Maria la Nueva para finalizar en el Museo.
La zamorana calle de la Feria siempre tuvo mucha vida, su estrechura contrastaba con la enorme y variopinta cantidad de establecimientos arremolinados en sus escasos metros. Por allí pasaban diariamente gentes de toda condición: terratenientes de la provincia, prestos hacia el centro de la ciudad para efectuar sus gestiones; jornaleros camino de la plaza mayor, en busca de algún patrón que los contratase; vecinos del arrabal de San Lázaro dirigiéndose al mercado de abastos o sencillas gentes del campo que encontrarían en los comercios y artesanos de la cercana Costanilla herramientas y suministros para sus labores agrarias.
parada por las más altas instancias políticas y militares de la época. En aquellos comercios bullían las noticias; entre los lugareños de la zona se comentaba el asunto de manera incesante y surgían las inevitables dudas: por qué en San Lázaro y no en otro lugar. Había opiniones para todos los gustos, desde los defensores a ultranza de la “magnífica idea”, a los mas recelosos que no veían con buenos ojos que aquellos oscuros señores dejasen constancia de su victoria en aquel humilde barrio. No en vano, aquella zona de la ciudad vería en breve el paso triunfalista de que quienes no eran bien recibidos. Las duras represalias llevadas a cabo en aquel arrabal aún estaban presentes en los corazones de muchos de sus pobladores. Esa nueva fundación no iba con ellos.
Esta calle, epicentro de la Puebla de la Feria en los años 40 del siglo pasado, fue testigo de las idas y venidas de aquellos zamoranos que se afanaban en crear una nueva Cofradía de Semana Santa radicada en la parroquia de San Lázaro. Una cofradía fundada por excombatientes de la guerra civil y am- Manuel, un humilde artesano de aquel lugar, despoJuan Carlos Izquierdo Domínguez
jado de su hijo mayor en la injusta contienda, nunca quiso saber nada de esas ideas. No compartía ninguna ideología, solo le movían la razón y la justicia. Por ello, cada semana santa se dedicaba a sus quehaceres sin importarle lo más mínimo que la hermandad de excombatientes pasase uno de los días por su calle, junto a la puerta de su casa. Pasaban los años y, en el ocaso de sus días, quiso el destino en el lunes santo de su última primavera, Manuel se encontrase sentado junto la ventana de su habitación. Adormilado, el estruendo de unos tambores le hizo abrir los ojos de repente. Un enorme bullicio se arremolinaba en los laterales de la angosta calle de la Feria; el incesante repiqueteo de las esquilas del Barandales inundó el pequeño espacio situado bajo su ventana y, de pronto, pasaron ante su vidriosa mirada los rostros de Cristo y su Madre despidiéndose. Esas miradas despertaron en Manuel los sentimientos de aquel lejano pasado que había marcado profundamente su existencia. Recordó a su esposa, despidiendo
con amargura a aquel muchacho que, en plena juventud, se iba para no volver jamás. En segundos revivió aquella dramática separación y dos lágrimas serpentearon por su arrugada tez morena. Instantes después, Jesús Caído se detuvo ante su ventana. Vencido por el peso del enorme madero que arrastraba, alzaba su impotente mirada a lo alto. Manuel veía claramente reflejada en el gesto de Cristo la tragedia de su vástago. Allí no estaba el hijo de Dios; ante sus ojos caía abatido un joven e inocente combatiente. De nuevo los recuerdos imborrables del pasado, la desazón... la amargura. Si, la amargura de la Madre que, en soledad camina tras los pasos del Hijo Caído. Una madre que durante todos los días de su vida encaminaba sus pasos hacia la iglesia de San Lázaro y rezaba por su hijo. Una esposa que ya no estaba en este mundo, pero seguía presente en el corazón de Manuel. Cesaron los tambores y las músicas, se alejaron poco a poco las tenebristas hileras de cirios escoltados por altísimos caperuces negros. Se silenció el murmullo callejero y la habitación de Manuel quedo en penumbra. En silencio, su corazón descreído hizo un esfuerzo y rogó a Dios que hiciese justicia, esa justicia en la que él creía firmemente y que nunca había llegado. En ese instante, sus ojos se turbaron y vio, en medio de una luz cegadora, a su hijo y a su esposa aproximándose. Al momento su aturdimiento se tornó en una placentera sensación de alegría. Dios le había concedido el justo descanso y su alma quedó en paz.
Horario y recorrido.
Sale a las 20:30 horas de la Iglesia Parroquial de San Lรกzaro por: Av. de la Puebla, Feria, Riego, San Torcuato, Benavente, Santa Clara, Sagasta, Renova, Plaza Mayor, donde se realizarรก el acto por los fallecidos de la Hermandad para continuar por, Juan Nicasio Gallego, Reina, Corral Pintado, Plaza Santa Maria la Nueva para finalizar en el Museo de Semana Santa.
Óscar Antón Vacas (Presidente Asociación Luz Penitente)
No hay nada mejor para una noche fría y con niebla, que sentarse frente al fuego que acapara la chimenea de mi cernidero. El sillón me espera y, nada más verlo, no puedo resistirme a la tentación de la comodidad que me ha estado regalando durante muchos años en mi larga vida. Nada más sentarme, abrigo mis desgastadas piernas con mi manta zamorana. Esa que me regaló mi hija en las pasadas Navidades. Miro fijamente al fuego, pues las llamas me transmiten esa paz y tranquilidad que siempre busco. Me encanta ver las casi transparentes ondas que forman los bordes y percibir el crujido de la leña, pues le da un toque delicadamente hermoso. Y es que ese crujir es necesario, pues completa una noche perfecta para descansar y, por qué no, reflexionar sobre nuestras vidas. La mía, la tuya, la de todos. Y así me quedo, sin poder quitar la vista de la llama que, poco a poco, me transporta a uno de los momentos más mágicos que jamás haya vivido. Mirándola y
escuchándola, comienzo a sentir por todo mi cuerpo otra llama. Una llama que también me ha estado dando calor, aunque sólo sea únicamente durante una noche al año, la noche en la que sale a la calle. Esa llama ilumina unas muy conocidas calles viejas, empedradas y en peligro de extinción. Es mágica, pues parece ser que, gracias a ella, nos fijamos en lo cochambrosos que se encuentran los edificios que tenemos delante… durante todo elaño.
Esa llama ilumina el recorrido que deben tomar los penitentes durante la noche de ese lunes. Los guía para que ninguno de ellos se equivoque o tropiece, pues, al igual que en la vida, el camino está lleno de baldosas y piedras sueltas. Esa llama ilumina el abarrotado silencio. Sí, porque pocas veces estas anónimas calles y plazas llegan a abarrotarse de gente que calla, que guarda con respeto un silencio que únicamente es roto por las pisadas de los penitentes. Esa llama ilumina el sonido de unos latidos de tambor que van aumentando hasta que estalla nuestro dolor, ése que sufrimos cuando Él pasa por nuestro lado. Esa llama va consumiendo, poco a poco, unas teas que han sido elaboradas artesanalmente y con mucho cariño. Y con ese chisporroteo y crujido que efectúan, me hacen volver a la realidad de mi cernidero. Ahí estoy, perplejo ante unos recuerdos que han invadido mi cabeza y es entonces cuando me fijo en la chimenea, ya que el último suspiro de llama se desvanece. El fuego se ha ido casi sin avisar. Me acomodo en el sillón, pero no soy capaz de levantarme, ya que no consigo despejar los pensamientos que recorren cada milímetro de mi cerebro. Y es que esa llama, esa con la que he estado soñando toda la noche, es tan importante durante la tenebrosidad del Lunes Santo zamorano, como durante cualquiera de nuestros días. ¿Qué sería de nosotros sin la luz de esa llama, de ese fuego? ¿Sin esa luz que nos ilumina, nos guía y nos avisa de cada detalle de nuestras vidas? Todos necesitamos que nos iluminen y, por eso, ya sea Lunes Santo u otro día de nuestra vida, le pedimos a la luz que no nos abandone y que siempre camine con nosotros.
Horario y recorrido.
A las doce de la noche se inicia la procesión en la Iglesia de San Vicente Mártir, para continuar por la plaza del Fresco, calle de Mariano Benlliure, Plaza Mayor, Balborraz, Zapatería, Plaza Santa Lucia, donde el Coro de la Hermandad, entonará el JERUSALEM, JERUSALEM, en honor del Stmo. Cristo de la Buena Muerte, para seguir por Cuesta de San Cipriano, Chimeneas, Doncellas, Moreno, Damas, Hospital, Plaza Santa Maria la Nueva, Motín de la Trucha, Ronda de Santa María la Nueva, Arco de Doña Urraca, Plaza de la Leña, Ramón Álvarez, Costanilla, Mariano Benlliure, Plaza del Fresco, para retornar al Templo de salida.
…
aumento. Por seguridad se prohibió la entrada desde Mis últimas investigaciones me llevaron hasta una pareja de uno y otro margen. mediana edad que vivía al otro lado del río. En una de esas Desde pequeño vestía la estameña del Vía Crucis y su pequeñas casas que aún conservan el corral donde corretean caperuz que a mí me pesaba un quintal. Pero yo nunca dos o tres gallinas, y que tenía cerca las verjas del Convento escuché nada. También es verdad que mi paso por el de Cabañales. En mi entrevista con ellos me dijeron que ha- puente nunca fue al lado del Nazareno o de la Esperancía tiempo, cuando se permitía la espera de la procesión en za. Solíamos ir más adelantados y terminar en la Iglesia las aceras del puente, ellos también vivieron algo parecido a de San Frontis. Difícil reto para un niño de apenas 6 lo que yo les había contado. Siempre esperaban en el recodo años. Y yo viví el Puente de Piedra con personas en del puente de piedra. Eran muy devotos del Nazareno, pero sus aceras esperando el desfile y también viví la soleellos necesitaban ver la Esperanza aparecer casi desde el dad de la prohibición. Y el silencio. Ese silencio roto por suelo en perspectiva a lo largo del puente y comprobar, un el viento que dejaba, entre ráfaga y ráfaga, escuchar año más, si volvía o no a pasar. la respiración de los hermanos cercanos y alguna que El rumor se extendió. Cada vez eran más los que decían ha- otra confidencia. Fue cuando crecí cuando empecé a ber escuchado algo. Y cada año que pasaba el número de escuchar ese rumor. personas que se agolpaba al final del Puente de Piedra iba en Esta pareja, como los otros muchos que antes había David Álvarez
entrevistado, también me hablaron de ese misterioso sonido. Cuando podían estar en lo que ellos llamaban “su recodo” esperando el desfile, nada pasaba. Solo frío. A lo lejos, el Barandales quebraba con sus campanas la inquietud del agua y empezaban a llegar los cofrades. Y cuando el Nazareno empezaba a verse, el viento cesaba. Y cuando pasaba por el recodo un sonido grave se escuchaba. Era como un lamento que duraba apenas un par de segundos, decían. Y luego, otra vez, nada. Y otra vez el viento. Hasta que llegaba la Esperanza. Y otra vez el viento se sosegaba. Y otra vez un sonido justo cuando ella pasaba. Esta vez más agudo, más afilado. También de poco más de un segundo. Y luego, otra vez nada. Y el viento volvía a soplar. Todos los que he entrevistado han terminado con la misma expresión en sus caras. Una mezcla de extrañeza y de inseguridad ante el que les miraba que les paralizaba por momentos. Hasta que volvían en sí. A alguno se le escapó una lágrima. Una de esas lágrimas de emoción que no puedes controlar hasta que
cae por tu mejilla. Pero todos, diciéndome lo mismo, nunca me dijeron nada. Porque lo que ellos escuchaban y luego contaban a sus vecinos encontraba una fácil respuesta. Y siempre la misma: “será el viento”. Con la prohibición de esperar el desfile en las aceras del Puente de Piedra aquellos comentarios dejaron de oírse. Pero yo nunca dejé de investigar. Recuerdo a la primera mujer con la que hablé. Ella se colocaba en la parte derecha del puente, al final del recodo. Lo hacía para
ver mejor la cara del Nazareno. Mientras Él pasaba y ella rezaba, siempre notaba un sonido grave que siempre achacó al paso del viento entre la talla de la mesa de la imagen. Pero cuando la Esperanza era la que pasaba, me dijo algo que me sorprendió y nunca más volví a escuchar, por lo menos, con tanta claridad. Me dijo que era como una voz suave lo que ella había oído, un susurro quizá. Acertaba a decir, casi balbuceando, que ella oía a una mujer. Que la oía decir algo. Y me lo contaba con firmeza. Desafiando a mi incredulidad. Pero nunca me dijo qué era exactamente lo que ella había oído. Lo que sí dicen todos cuando hablo con ellos es que, cuando Nazareno y Esperanza paran al otro lado del río, las lágrimas de la Virgen brillan de otra manera. Y entonces, ni viento ni susurros. Ni voces, ni alientos. Solo el silencio de una despedida que rompe en dos a la ciudad serena para hacer sangrar de pena a las piedras que siguen impávidas ante el dolor de una madre que sabe que esa, es la última vez que verá con vida a su hijo. Por lo menos, aquí. Y hace apenas unos días alguien me dijo que, entre los que desmontaban la parte alta de la cruz del Nazareno antes de que entrara la imagen en la Iglesia de San Frontis, algo de un susurro se mentó en alguna ocasión. Creo que todavía no he acabado con esto. … Extracto del libro Misterios de Zamora
Horario y recorrido.
Sale a las 20.15 horas de la S.I Catedral por: plaza de la Catedral, Rúa de los Notarios, Plaza de los Ciento, Rúa de los Francos, Plaza Viriato, Ramos Carrión, Alfonso XII, Plaza Santa Lucia, Puente, Puente de Piedra, Plaza de Belén, donde el Nazareno despide a la Virgen de la Esperanza, la cual se dirige al convento de las M.M. Dominicas Dueñas. El Nazareno continúa su recorrido por la Avenida de su mismo nombre a lo largo de la cual se reza el Vía Crucis, calle Fermoselle hasta la Plaza de San Frontis, para terminar en su Templo.
• Padre, perdonalos porque no saben lo que hacen. Los hachones golpean el empedrado. Su sonido amortigua primero y después acalla las conversaciones y charlas de los que contemplan el desfile cubriendo ambas orillas del cortejo fúnebre que se forma para acompañar a un Cristo casi moribundo, a un Cristo en proceso de agonía. • Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso Los bombos se encargan de poner el contrapunto a una noche tapizada de pana verde y estameña. Las Siete Palabras cosidas en letras blancas sobre tela verde son como siete velas en el mar nocturno del Martes Santo. La noche, casi siempre desapacible, se encarga de mostrar a los que ven las palabras como se lee una oración. • Mujer, ahí tienes a tu hijo… hijo ahí tienes a tu madre Siete pequeños Cristos caminan abrazados a cofrades que exhiben su penitencia con la palabra callada de la interna oración.
• Dios mío, dios mío… ¿por qué me has abandonado? Brazos en cruz… se acerca la figura poderosa, desnuda y crucificada del Señor mecido por el esfuerzo de ocho hombros y el redoble de los tambores que ponen un punto de escalofrío a la noche. • Tengo sed Las sagradas Palabras las dice Jesús en la Cruz para dar cumplimiento a lo que el Antiguo Testamento había anticipado el camino que esperaba al Mesías. Dios elige salvar a su pueblo de una forma dramática, trágica, pero las palabras no llegan ningún atisbo de ira, ni de odio, no son vertidas contra nada o contra nadie. Jesús asume su muerte para que sus seguidores, con su Resurrección, vean el camino que conduce a la verdadera vida. Y salvará a la humanidad después de haber sido humillado, ultrajado, dañado en cada parte de su cuerpo.
Alejandro Lobo Calles
• Todo está consumado Esta procesión busca la intimidad. Las Palabras interpelan a quienes la contemplan. El debido respeto debe ir acompañado de una reflexión para tener un encuentro particular y personal con Dios. • Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu Desde el convulso año de 1968 el desfile con el Cristo agonizante comparece en las calles. Un Cristo sin autoría confirmada (s. XVII) que se encontraba olvidado de todos en la Iglesia de Santa Lucía y en la actualidad se muestra majestuosamente en la Iglesia de Nuestra Señora de la Horta. Con los años y con mucho esfuerzo las diferentes directivas han logrado culminar el anhelo de que siete pequeños crucificados formen parte del desfile y del patrimonio de la Hermandad y, además, con el alto valor artístico que aportan los nombres de sus autores. José Luis Alonso Coomonte, Fernando Mayoral, Ricardo Flecha, Juan de Ávalos, una talla anónima del siglo XVII, Hipólito Pérez Calvo y la última incorporación co-
rresponde a la obra de la jerezana Nuria Guerra. Costó mucho, en todos los sentidos, lograr que la idea de unos jóvenes estudiantes cristalizara. Oposición por su posible elitismo estudiantil; por su idea de incorporación de la mujer a la procesión; por la siempre reticencia de la Iglesia a todo lo que pueda significar salir de su inmovilidad. Pese a todo las Siete Palabras han vencido los muchos inconvenientes y logrado el mérito de, como se registraba en sus estatutos, permitir desfilar a la mujer. Ahora el reto es encontrar la tecla que confiera al desfile no solo la vistosidad que de manera innata tiene sino acertar con el acto central en la Plaza de Viriato, que en la actualidad queda insulso, deslavazado, insustancial y no atrae ni a fieles ni espectadores en la que debe ser su noche piadosa y mística de Martes Santo. Palabras, lenguaje, comunicación. Poesía es palabra y las palabras crean poesía como esta bajo la autoría del bilbaíno Blas de Otero, considerado un autor intimista lo demuestra en estas doce maravillosas líneas que crean uno de los versos más acertados y brillantes…
Si he perdido la vida, el tiempo, todo lo que tiré, como un anillo, al agua, si he perdido la voz en la maleza, me queda la palabra. Si he sufrido la sed, el hambre, todo lo que era mío y resultó ser nada, si he segado las sombras en silencio, me queda la palabra. Si abrí los labios para ver el rostro puro y terrible de mi patria, si abrí los labios hasta desgarrármelos, me queda la palabra.
Siete Palabras por los Barrios Bajos, Siete Palabras sobre el empedrado, Siete Palabras a hombros de ocho cargadores y la compañía de cientos de personas vestidos para la ocasión con la túnica de estameña y pana verde y calzados con humildes sandalias. Siete Palabras que son miles de oraciones
Horario y recorrido.
Celebracion de la Eucaristía a las 22,45 h en Santa María de la Horta. Finalizando esta a las 0,00 h. comienza la procesión por las calle de La Horta, plaza de San Leonardo, calles Caldereros y la Plata. Subiendo la cuesta de Balborraz, llega a la Plaza Mayor, y sigue por la plaza de Juan Nicasio Gallego y por la calle de La Reina, la plaza de la Leña, el Arco de Doña Urraca, la ronda de Santa María la Nueva, calles Motín de la Trucha, Hospital, Las Damas, Moreno y Rua de los Francos. Llega a la plaza de Viriato donde se rezan las Siete Palabras. Continua la procesión por la plaza de Claudio Moyano, Cuesta de San Cipriano, Plaza de Santa Lucía y calles de Zapatería, Caldereros, Plaza de San Leonardo y calle de la Horta para terminar en el templo de salida.
Querido Señor, cae la tarde, rezuma el olor a una nueva primavera, miro al cielo enrojecido en un ocaso más, y fortalecido por ese rojo sangre que tiñe el momento, acompañado por alguna nube que se quiere sumar al decorado de esta epístola. Alrededor, piedra sobre piedra, el escenario del arte románico conforma una plaza que hoy se hace calvario. Y en el centro Tú, desde la cruz en el momento de tu expiración rompes el límite de la madera, de la gubia perfecta nombrada “de las Injurias”, arte hecho excelencia, y te encarnas, haces que te imaginemos hombre de hoy, para que el recuerdo ejemplar de hace veintiún siglos sea el estímulo idóneo para qué, aquí abajo, nuestra vida pase por delante de nosotros y hoy nos interrogue hasta el extremo de encontrar una respuesta que le dote de sentido el resto del año.
sirva de sustento y que lleve el pan de cada día a la mesa de su hogar, para aquellos que ya agradecen que el frío invierno sea historia y aparezca el buen tiempo para habitar en sus casas con el confort al que todos aspiramos y del que muchos gozamos, para aquellos que la vida les ha llevado a los caminos de no poder alcanzar una vivienda digna. Justicia para los que pelean por el desarrollo de zonas alejadas de las ciudades en este mundo rural tan nuestro y que ven y sufren como el sistema les priva de igualdad de oportunidades asistenciales, en muchos casos, para personas de una avanzada edad y de pocos recursos, que ven como el médico cada vez va menos a su pueblo porque somos una sociedad incapaz de encontrar remedio al mal que Y nos miras, y me miras con tu mirada de justicia. Justicia en esta tierra padecemos y que, no es otro, que cada para aquellos que aquí y allá hoy no encuentran trabajo que vez somos menos los que hay que contar. En esta miJaime Rebollo Calvo
rada de la Justicia, permíteme Señor, evocarla para los que vivimos activamente el desarrollo de tu casa, la de todos, la Iglesia…. seamos valientes y hábiles para hacer de su vida, una vida adaptada a los tiempos y una vida mejor, porque en los siglos de historia que llevamos de camino, hemos cometido errores, muchos los han pagado los más débiles, los menores… y nos cuesta encontrar el camino del perdón, de la asunción de responsabilidades y del compromiso por levantarnos cada día con el objetivo de construir, piedra a piedra, y paso a paso, el templo que Tú nos encomiendas hoy desde tu cruz. Y me miras con tu mirada de amor, ternura por todos los que venimos a contemplarte, tu muerte por los hombres sólo es capaz de entenderse con la comprensión de lo que significan esas cuatro letras que conforman nuestro vocablo más hermoso, amor. Amor para entendernos, para aceptarnos en todas nuestras condiciones, para no ser presos de la filosofía de la crispación que nos impide a veces rechazar al que no piensa
como nosotros porque o se está conmigo o se está en contra de mí. Amor para aquellos que rompen familias, para aquellos padres y madres abandonados por los hijos a su suerte, y a la de la vida en la tercera edad o en la soledad. Amor para aquellos hijos que son víctimas del desacuerdo entre padres, de las rupturas del corazón que la cabeza no entiende, y que les condenan a desarrollarse muchas veces sin el aprendizaje al que sí alcanzan los otros. Amor para los disca-
pacitados, allá donde la ciencia no alcanza sólo puede estar el cariño que les tenemos que mostrar los otros. La mirada de amor para todos los que no siguen ni tu mensaje, ni tu camino, son los más necesitados de la acogida por parte de nosotros. Acogida que jamás podrá confrontarse con la diversidad de la identidad sexual que sólo se puede corresponder con acompañamiento, respeto y comprensión porque ellos no son ninguna amenaza sino que necesitan, como todos, el amor de los suyos. Amor para todos los que son víctimas de la violencia en cualquiera de sus formas, por aquí este año hemos sido conscientes de la crudeza de mirada hoy me transmite que los que aquí vela violencia machista, mira especialmente a nimos sólo podemos encontrar un camino de todas aquellas mujeres que por el hecho de felicidad, el paso por nuestra vida no puede serlo padecen y han padecido calvarios que quedar sin intentar, ni sin haber actuado conssólo ellas y Tú alcanzáis a conocer y que na- cientes de lo que tenemos en la mano para die comprende. Amor para los que emprenden cambiar el mundo hoy y no esperar a que la aventura de la vida lejos de sus orígenes venga otro mañana a hacerlo, como dijo Peen busca de un mundo que les proporcione dro Arrupe, sj “No me resigno a que, cuando un bienestar mejor, que muchas veces en el yo muera, siga el mundo como si no hubiera intento pierden la propia vida en la inmensidad vivido”. Toca confiar ante el vértigo, o ante el de los mares del planeta, somos una sociedad miedo. Verdad para vivir con la esperanza en que tiene en el mandato del amor solventar un un mañana mejor, construir ese mañana es problema para aquellos que huyen de guerras responsabilidad de los que vivimos hoy. Un día o del hambre. en la sinagoga dijiste que “hoy se cumple esta Señor, hoy tu mirada, sólo puede ser verdad. escritura que acabáis de oír”, si ahora ante la Verdad para entender que tu Palabra, tu obra cruz no reaccionamos, no entendemos que viy tu vida, no es sólo una tradición que entre el vir tu Palabra es una cuestión de hoy, de poco alcanfor del baúl se rememora cada año. Tu o de nada servirá que cada año por estas fechas vengamos a contemplar tu muerte. Si no reaccionamos hoy, esta manifestación se convertirá en un automatismo sin criterio ni salida. Y la salida sólo es la confianza y la luz de la Pascua, que asoma a la vuelta de unos días, y que está llamada a que la hagamos nuestra. Y ante ello, Señor, ante tan valioso ejemplo, ante tan cruda realidad, vuelvo al principio, miro delante de ti mi vida pasar, te pido por ella y por la de los que hoy leéis y ante ti, en esta plaza, ante tal manifestación artística de las Injurias, te ofrezco otra manifestación, ésta de fe, y te ofrezco mi silencio.
Horario y recorrido.
A las 20.30 horas se congregan los Hermanos en la plaza de la Catedral, tras la ofrenda de silencio y juramento, Se inicia la procesión por Plaza. Antonio del Águila, Obispo Manso, plaza Arias Gonzalo, Rúa del Silencio, plaza de los Ciento, Rúa de los Francos, Plaza de Viriato, Calle de Ramos Carrión, Plaza Mayor, Calle Renova, Plaza Sagasta, Calle de Santa Clara, Avenida de Alfonso IX, Calle de San Torcuato, Plaza Sagasta, Calle Renova, Plaza Mayor (centro), Calle de Juan Nicasio Gallego, Calle de la Reina, Calle Corral Pintado y Plaza Santa Maria la Nueva donde finalizará la procesión recogiéndose en el Museo de Semana Santa
Aquella mañana amaneció fría en Zamora, la primavera se estaba acercando, y las temperaturas templadas se habían hecho hueco en la ciudad, pero por alguna extraña razón esa mañana hacía frío y amanecieron helados los campos de la ciudad.
colgaba de una de las paredes del templo. Lo tenían siempre impoluto, lo limpiaban y cuando florecía alguna de las plantas que crecían en el corral de su casa se las dejaban a sus pies.
Era el año de 1957, cuando Manuel un niño de nueve años del barrio de Olivares jugaba en la plaza de San Claudio, allí se juntaba con sus amigos y pasaban mañanas y tardes juntos, pero aquella mañana con el frío solo se había acercado por allí Manuel. Al no tener a sus amigos con él se acercó a la puerta de la iglesia de San Claudio y entró. Allí estaban sus padres, su madre era la encargada de tener limpia la iglesia y de preparar las cosas que el cura necesitase, además hoy su padre se había acercado a echarle una mano pues le tenía que ayudar a mover el Cristo para poder limpiarlo. Los padres de Manuel se habían encargado de mantener la iglesia desde que llegaron varios años antes de un pequeño pueblo de la tierra de alba llamado Videmala, y se habían encariñado con aquel Cristo que
Manuel se fue acercando al altar mientras sus padres colocaban cuidadosamente la imagen sobre unos bancos, normalmente no le dejaban estar en la iglesia cuando trabajaban pero aquella vez no le dijeron nada. Dio una vuelta alrededor de la cruz y se paró a la altura de la cabeza, fijándose en la corona de espinas, nunca había estado tan cerca del Cristo y la verdad es que estaba bastante impresionado, no sabía cómo reaccionar, no sabía si se le podía tocar, no sabía si se podría acercar tanto. Manuel era un niño pequeño pero ya entendía perfectamente que las imágenes de la iglesia merecían un respeto, no porque fueran imágenes de madera pintadas, sino por lo que representaban. Sus padres le habían cogido mucho
Alejandro Fernández
cariño a ese Cristo, en casa se le conocía como El Señor y cada poco se acercaban con él a visitarlo, sus padres se paraban a rezar, mientras él trasteaba por la iglesia o salía a jugar con sus amigos. -Manuel, cóge ese pincel, ¿quieres ayudarme?- dijo su padre. -Claro padre, encantado- Manuel no se lo esperaba y con una ilusión tremenda y con unas cuidadosas indicaciones de su padre comenzó a dar pinceladas torpes por los pies para quitarle el polvo que se acumulaba en esa iglesia. En ese momento Manuel se dio cuenta que solamente sus padres se preocupaban por la imagen, realmente no recordaba que durante el año nadie se acercara a verlo, nadie venía a rezarle y por supuesto ninguna flor a excepción de las pobres flores de su corral descansaba a sus pies. Recordaba todavía cuando era más pequeño la imagen de Cristo de su pueblo, no era una imagen como la que tenía delante, era más viejo, más deteriorado y le daba vergüenza admitirlo pero también era más feo. Pero allí en el pueblo, todos los días alguien se acercaba a la iglesia y se paraba delante, realmente no sabía si rezaban
o no pero por allí pasaba la gente, unos se paraban más otros menos, alguno encendía una vela, otro llevaba una flor y recordando aquello le entró la nostalgia. -Este año Manuel, El señor vuelve a salir a la calle y vas a venir a verlo- dijo su madre- tu padre va a acompañarlo con la capa del abuelo, ¿te acuerdas de la capa del abuelo? -Claro que si madre, con la que salía a pastorear el abuelo ¿verdad? Manuel se acordaba perfectamente de la capa de su abuelo, lo había acompañado muchas
veces por Videmala. Recordó entonces que el año anterior unos cuantos hombres con capas parecidas habían sacado en andas el Cristo un par de veces. Pero las capas que había visto el año anterior no eran como la que tenía ahora su padre, eran bonitas con unos dibujos complicados y en un perfecto estado, mientras que la de su padre era vieja, ajada y descolorida por el tiempo, además de que a su padre le quedaba corta. Se acordaba de muchas cosas pero casi se había olvidado de aquel puñado de hombres que habían sacado al Señor a la calle el año anterior. Los padres de Manuel salieron de la iglesia dejando allí al pequeño, iban a llevar la capa de su padre a un sastre vecino del barrio para poder hacerle unos pequeños arreglos, volverían enseguida. Entonces el niño se acercó a la cara del Cristo y pensó para sus adentros; -no todo el mundo te incluso cuando no hay nadie por aquí, tampoco estoy solo, quiere por igual, ¿tú los quieres a todos?, mis padres están hay mucha gente que me recuerda en casa o en el trabajo. aquí cada poco a verte, a rezarte y a limpiarte, te cuidan y -Entonces, ¿no se enfada cuando no viene gente por la iglesia? te quieren, ¿no te sientes solo? Todo lo que pensaba no se atrevía a decirlo en alto, creía -Claro que no, si me tuviera que enfadar con la gente porque sus padres se enfadarían con él por pensar así, sus que no vienen a verme, cada vez tendría menos seguipadres iban encantados a la iglesia, no lo sentían como dores ¿verdad? No te voy a mentir, me encantaría ver mi una obligación, y de repente se sintió un poco desconso- casa llena, por eso siempre está la puerta abierta. Este año vuelvo a salir en procesión con los señores de la capas, lado. -No estés triste- dijo una voz dentro de su cabeza- Yo no lo y la gente me verá por las calles, puede que el año que estoy. Manuel se asustó, no sabía de dónde venía aquella viene la gente se anime a venir por San Claudio, incluso voz, sabía que no había sonado pero la había escuchado puede que se peguen por tener una capa y salir conmigo en unos años. perfectamente en su cabeza. -Yo no puedo obligar a nadie a venir a verme, Manuel, son -¿Qué es lo que siente al salir a la calle?, ¿Siente lo mismo ellos mismos los que tienen que decidir venir o no. Enton- que en San Claudio? ces comprendió perfectamente que el Señor le estaba ha- -No no, San Claudio es diferente, es mi casa, donde me siento cómodo, pero en la calle siento que me acerco a la blando. gente, me encanta sentir a la gente cerca. Mira, no importa -Pero señor, a mí me sabe mal que esté tan solo. -Nunca estoy solo Manuel, tus padres vienen cada poco, dónde estéis, si en la iglesia o en la calle, lo más importante es que la gente se acerque a mí y me sientan cerca. De repente un rayo del sol entró por una de las ventanitas de la iglesia iluminando la cara del Cristo del Amparo. -¿Ya has terminado de limpiarle el polvo Manuel?- su padre acababa de llegarVámonos, tenemos una sorpresa para ti. Mientras le hacía gestos para que se acercara, su madre sacaba de una bolsa grande de tela una capa nueva, con preciosos picados y bola en la capucha, muy parecida a la de su abuelo, de la tierra de alba. Desde ese año y en adelante Manuel acompañaría al Cristo del Amparo por la calle con su capa y día a día en San Claudio, esperando una vez más volver a escuchar su voz.
Horario y recorrido
Sale a las doce de la noche de la Iglesia parroquial de San Claudio de Olivares, para continuar por Plaza de San Claudio, Calle del Cabildo, Avd. de Vigo, Cuesta y Calle del Pizarro, RĂşa de los Francos, Plaza de San Ildefonso, Plaza Fray Diego de Deza, Plaza de Arias Gonzalo, Obispo Manso, Plaza de Antonio del Ă guila, Puerta Cuesta del Obispo, Rodrigo Arias, Plaza de San Claudio, donde se canta el miserere castellano. para concluir en el templo de partida.
José Marcos Díez Hermano honorífico de la Verónica
“Corría el año …” -perdona Roberto-. Con esta son ya varias semanas santas las que llevo colaborando en el itinerario y como no podía ser de otra manera he querido que en esta ocasión sea la virgen de la Esperanza la protagonista de mi escrito. Puedo indicar que he vivido el estreno de La Esperanza por la ciudad en su primera posesión de la noche del martes Santo y la verdad que sorprendió y bastante. De ver al Nazareno De San Frontis con la mesa austera y cara de dolor para después contemplar a la virgen de La Esperanza con su trono dorado, llevando profusión de luces, flores y el manto cubriendo el paso, puedo indicar que los zamoranos nos llevamos una sorpresa, no estábamos acostumbrados a tan deslumbrante lujo en todo el recorrido. Pero el tiempo va poniendo poco a poco las cosas en su sitio por lo que de forma paulatina pero firme La Virgen de la Esperanza está ocupando el puesto que se merece nuestra semana Santa. Además tengo que afirmar, que como miembro de la tertulia del cofrade, fuimos los primeros en conocer, según manifestaciones del presidente del Vía Crucis, al que consideramos un tertuliano más, que La Virgen de la Esperanza
se constituiría en cofradía propia como así fue. Desde entonces no falto a su salida en Cabañales, me encanta como sortea sin problemas el franqueo de la puerta del templo en un alarde de pericia y equilibrio por parte del jefe de paso a los acordes del himno nacional, que en un emblemático Jueves Santo de mañana, fue también interpretado por la orquesta de turno a la que di la enhorabuena al director, el cual me indicó que el mérito era de los músicos a su cargo.
Constituye ya un fenómeno relevante de la semana de pasión la subida de La Virgen de la Esperanza por Balborraz a los acordes de “la Saeta”, el público se apiña en las aceras para ver avanzar hacia la Plaza Mayor a la imagen con gesto cansado y pañuelo en mano acompañada de damas y cofrades. Para mí esta procesión tiene otro recuerdo imperecedero dado que junto a un periodista tuve el honor de transmitirla por televisión a cargo de una reconocida cadena para su difusión generalizada. Por todo lo expuesto sólo me resta añadir que el Jueves Santo en Zamora y desde la mañana todos los ciudadanos y forasteros tenemos una cita en el itinerario comprendido desde Cabañales a la Catedral. Tampoco puedo omitir en este comentario a los cargadores ejemplares galeotes de nuestra Semana Santa que durante el recorrido y subiendo Balborraz ejercitan su buen hacer para que la señora de la Esperanza parece andar sobre el asfalto de nuestras calles y plazas. Los que hemos sido hermanos de paso, en mi caso cerca de 40 años con la Verónica, ser cargador, como dijo un ilustre semanasantero “… es otro mundo …” Para poderlo apreciar bien hay que colocarse entre los banzos, vencer su peso y arrimar el hombro de manera uniforme. Todo un sentimiento de fe y religiosidad, deseando a los hermanos que llevan La Virgen de la Esperanza fuerza, creciente ánimo y salud para sucesivas procesiones. Que no se me olvide a firmar como esta virgen mantiene vivo su recuerdo en personas con el mal de Alzheimer. Lo puede comprobar cuando realice una charla de semana santa a estos enfermos en la Ciudad Jardín de Zamora.
Dentro de mis exposiciones les mostré un cartel de la virgen de la Esperanza con la Torre del Salvador al fondo saliendo de nuestra querida catedral. Manifiesto que de manera unánime los presentes se acordaba de esta imagen, así como los días que procesiona tanto el Martes Santo en la tarde-noche como Jueves Santo de mañana. Están en su mente el manto verde, su cara de angustia y el pañuelo de la mano. Complementando los puesto debo añadir que mi exposición sobre la semana Santa a estos afectados de Alzheimer fue una experiencia que nunca olvidaré. Permanezcen atentos a todo lo que se les indica, te miran más con el alma y con el corazón que con los ojos. Ser pregonero de la semana de pasión para estas personas que están más cerca de Dios, es algo que nunca olvidaré y que pocos, muy pocos de los denominados comunicadores de nuestra Semana Santa han podido llevar a cabo y por ello doy gracias a la Verónica que me haya concedido tal honor.
La esperanza de Zamora La llevas en tu pañuelo Que están grabadas en él El amor al Salvador Y el confortable consuelo Queriendo muy pronto estar Cerca de Dios, en el Cielo.
Horario y recorrido.
Sale a las 10,30 horas del Convento de las Dominicas Dueñas de Cabañales, para continuar por Calle Cabañales, Puente de Piedra, Avda del Mengue, Calle la Plata, Cuesta de Balborraz, Plaza Mayor (sin dar vuelta), Ramos Carrión, Plaza de Viriato, Rúa de los Francos, Rúa de los Notarios, Plaza de la Catedral, y atrio de la Catedral, donde se entonará el canto de la Salve.
Un año más cae la tarde del Jueves Santo, de nuevo Zamora revivirá el recuerdo del camino a la Cruz, la entrega de la muerte por la vida en esta tierra que lleva la Semana Santa en el corazón. Tierra de nazarenos y cargadores, de tradiciones y hombros generosos que entregan hasta el último suspiro bajo los banzos. Los días se juntan con las noches y parece que todo es uno, porque nadie descansa en estos días santos en los que la Pasión se dibuja en las calles de Zamora. Las puertas abiertas y los pies descalzos, las túnicas preparadas y las velas encendidas. Leyenda viva que narran las calles y suspira el Duero. La tarde del Jueves Santo da paso al Triduo Pascual, y Zamora rememora la Institución de la Eucaristía en la celebración de los Santos Oficios.
para revivir la Pasión narrada por la Cofradía más antigua de la ciudad. Esfuerzo bajo las mesas y peso sobre los hombros para continuar con la tradición de un pueblo que lleva la Semana Santa grabada en el corazón, cosida al alma. La Cruz desnuda aguarda el cuerpo exhausto del Ecce Homo, las manos misericordiosas del lavatorio son bálsamo, alivio y consuelo. La procesión rememora la Última Cena, la agonía en el Huerto de los Olivos, el sufrimiento de la flagelación, el dolor de la coronación, la amargura de la traición en el prendimiento. “Inocente soy de la sangre de este justo” dijo Poncio Pilato al evitar juzgar a quien hoy juzga a vivos y muertos. Zamora alienta a la Madre en su dolor y se convierte en Cirineo, en hombro que carga junto a Jesús Nazareno el peso de la Cruz.
“Fueron a un lugar que llamaban Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos: “sentaos aquí mientras voy a orar”. Zamo- “Se postró en tierra pidiendo que si era posible se alera se viste de terciopelo morado la tarde del Jueves Santo jase de él esa hora, y dijo: “¡Abba! Tú que lo puedes Sara Pérez Tamames
todo, aparta de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya”. Esta es una tarde de tradiciones, el momento de enseñar a los más pequeños las raíces de nuestra seña de identidad más bella. Cuando apenas el reloj marca las cuatro, los alrededores del Museo se llenan de hermanos impacientes, músicos y cargadores que aguardan el momento que llevan esperando durante todo el año. La Vera Cruz sale a la calle y los acordes de la marcha fúnebre “La Cruz” se cuelan entre las túnicas de terciopelo morado. “Al que yo bese, ese es. Y cuando llegó se acercó y le dijo “¡Maestro!”, y lo besó. Jesús contestó, “Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?”. La estación en la Catedral es un momento para compartir. El descanso, la merienda al lado de la familia y compañeros de paso simboliza el tiempo de hermandad y de todo eso que hace de este día uno de los más bellos del año. Todo eso que no se puede explicar, pues esas historias que no conocemos, esas sensaciones escondidas y esos momentos que se dibujan en la intimidad de cada corazón, representan la verdadera
esencia de la Semana Santa. Y es que los días de Pasión conforman un todo maravilloso, son la historia materializada en las calles, la costumbre y la tradición que perdura con el paso de los años, la enseñanza que se transmite a los que vienen, el recuerdo de los que se fueron y nos legaron la tarea de mantener viva nuestra historia. La Pasión se transmite entre generaciones y con ella el cariño por lo nuestro, y esa es, sin duda, la forma más bella de mantener viva nuestra esencia.
“Y los soldados tejieron una corona de espinas , la pusieron sobre su cabeza y le vistieron con un manto púrpura; y acercándose a Él le decían: ¡Salve, Rey de los Judíos!”. La tarde del Jueves Santo es una de las más bellas, forma parte de ese trance maravilloso en el que Zamora se sume durante la semana más bella del año. El sudario de la Vera Cruz guía incansable la procesión, que luce majestuosa en la Plaza Mayor a su regreso. Y desaparecen las luces, y va muriendo el día cuando la procesión vuelve al Museo. Y llega la noche, y se resienten los hombros de los cargadores, pero la fe es aliento y otorga firmeza cuando las fuerzas flaquean. Los cargadores levantan el paso tras cada fondo con denuedo cuando apenas quedan unos metros para llegar al Museo, porque así se carga en Zamora, con el corazón en los hombros. Los pasos lucen con exquisita elegancia en su entrada al Museo mecidos en los acordes de las marchas más emblemáticas de nuestra ciudad. La emoción se respira en cada rincón en el momento en el que la procesión llega a su fin, con esa mezcla de tristeza y alegría, pues cuando el manto de la Dolorosa se pierda entre las paredes del Museo comenzará de nuevo la espera, pero con ella también la ilusión de lo que vendrá, porque cada año es igual y diferente al mismo tiempo. Volverá a desfilar por las calles la Cofradía de la Santa Vera Cruz en la tarde del recuerdo del camino a la Cruz, la Disciplina y la Penitencia. Volverá la esencia de nuestra ciudad a lucir en todo su esplendor como lo hace cada tarde de Jueves Santo.
Horario y recorrido
Sale a las 16.30 horas del Museo de Semana Santa por: Plaza Santa María la Nueva, Corral Pintado, Reina, Plaza San Miguel, Plaza Mayor, San Andrés, Plaza del Mercado, Plaza de la Constitución, Santa Clara, Plaza de Sagasta, Renova, Plaza Mayor (de paso), Ramos Carrión, Plaza de Viriato, Rúa de los Francos, Rúa de los Notarios, Plaza de los Ciento, rua del Silencio, plaza de Arias Gonzalo, calle del Obispo Manso, Plaza de Antonio del Águila y Plaza de la Catedral donde se realizará una estación de veinte minutos. El regreso se inicia en la Plaza Catedral para continuar por, La Rúa de los Notarios, Plaza de los Ciento, Rúa de los Francos, Plaza de Viriato, Ramos Carrión, Plaza Mayor, Reina, Corral Pintado, y Pza de Sta Mª La Nueva para retornar al Museo
Eugenio-Jesús de Ávila
Juré amor eterno a una mujer delante de Ti, Jesús Yacente. Juré en vano. Nevaba. Era de noche. Un lunes de enero de un año que aún recuerdo. Entonces, también creía en ti; cuando era joven, cuando tenía futuro, tenía fe en todo, mi alma era cándida, mi piel tersa, mi cabello abundante. Sí, creía en la bondad natural del Hombre, como si fuera la reencarnación de Rousseau; en el Amor, en los amigos, en un mundo mejor. Ahora, apenas creo en nada. Pero siempre me espera la memoria para ver volver a vivir. Y vivir es recordar la primera vez que me puse la túnica de estameña blanca, calcé mis pies de 14 años con humildes sandalias, tomé el largo caperuz blanco y partí para la iglesia de Santa María la Nueva. Allí, unos 400 hermanos, no más, esperábamos, nerviosos, después de haberle rezado a nuestro Yacente, hasta que Dionisio Alba nos ordenase, en el interior de la iglesia, para desembocar en la calle y ofrecer otro momento de cristianismo mágico por las viejas rúas de la Zamora.
El año 1970, creo recordar, fue el de mi debut como hermano penitente de la hermandad blanca de la medianoche zamorana. Fue, aquella procesión, un camino hacia el interior, hacía los adentros de un joven muy joven, educado en colegio de religiosos, que aún ignoraba lo qué era vivir, que la sociedad es una selva, con sus leones y gacelas; que la política se ha convertido en un paradigma de la mentira, del engaño, a la que acceden gente legal y también malandrines; que trabajar es un verbo que es necesario conjugar siempre, aunque el empresario te alquile por horas, te pague un sueldo de miseria y abuse de su poder, y que la propia Semana Santa ha derivado en un combate, nada cristiano, entre familias y egos, con figurones por doquier y una tradición que ha ido sepultando la fe religiosa. Ya adulto, descubrí, a través de los hechos, la realidad de esa sociedad, del mundo laboral, de la religión, de la Pasión zamorana. Aun así gozaba con cada paso que daba junto al Yacente en la noche del Jueves Santo y emocionándome escuchando el Miserere, mientras dirigía mis ojos a la Luna y me preguntaba por el misterio de la vida, sin encontrar respuesta. Poco a poco, no sé por qué, me fui olvidando de mi amor por la Penitente Hermandad del Jesús Yacente, de mi depresión postsemanasantera, de casi todo. Ahora, solo los recuerdos me hacen sentir que hubo unos años en los que creía que era feliz, cuando mi memoria aún parece escuchar la voz de Alba en Sta. María la Nueva. Todo se muere: aquel primer amor, la fe en Dios, la juventud, la memoria y hasta las ganas de vivir. ¡Quién pudiera creer en algo cuando se nos escapa la vida como el paisaje en un cuadro de Leonardo da Vinci, el célebre sfumato! No va más.
Horario y recorrido. Solemne procesión que se celebrará a las 11.00 horas de la noche, partiendo del templo de Santa María la Nueva, plaza Santa María la Nueva, calle del Hospital, calle de Las Damas, plaza de Jesús Hilario Tundidor, plaza de Viriato, plaza de Claudio Moyano, calle de Eduardo Barrón, cuesta de San Cipriano, plaza de Santa Lucía, calle del Puente, Avenida de Vigo, cuesta del Pizarro, Cuesta de San Pedro, Plaza de Fray Diego de Deza, Plaza de Arias Gonzalo, calle del Obispo Manso, plaza de la Catedral, rúa de los Notarios, plaza de los Ciento, rúa de los Francos, calle de Sor Dositea Andrés, plaza de San Martín, calle de Carniceros, calle del Hospital, calle de las Damas, Plaza de Jesús Hilario Tundidor, plaza de Viriato donde se canta el miserere, plaza de Jesús Hilario Tundidor, calle de las Damas, calle del Hospital, plaza de Santa María la Nueva y entrada en el templo de salida.
Durante la madrugada del Viernes Santo más de 4 siglos se condensan para ofrecer, a lo largo de casi siete horas, la procesión más bella de la Semana Santa que yo conozco, creando no solo la cumbre de nuestra semana de Pasión sino además momentos de tantos recuerdos, emoción y devoción que ningún zamorano de bien olvidará hasta el final de sus días. Yo no puedo negarlo, más bien al contrario, la Cofradía de Jesús Nazareno, la Congregación, significa tanto para mí y para varias generaciones de mi familia, que me siento tan engarzado a ella como a mi propia vida. Porque reúne tantos instantes asociados desde niños a la memoria del corazón que siempre la llevaremos en el alma. Porque sus sonidos y marchas nos estremecen y emocionan una y otra vez así pasen los años. Porque esta pro-
cesión, La Mañana, es la que evocan los zamoranos cuando se van de su tierra. Porque, en definitiva, muchos hermanos elegimos su túnica como mortaja, después de utilizarla desde chicos, para convertirla en inmortal… Éramos pequeños, muy pequeños y en la noche del Jueves Santo nos metían pronto en la cama, con las percalinas y las crucecitas dispuestas en nuestros cuartos… Pero tardábamos en dormirnos aunque finalmente, aletargados, caíamos vencidos por el sueño. Dice el Evangelio, que aquella noche, los que odiaban, los que iban a ofender y matar a Cristo, no durmieron; sin embargo, los que debían defenderle, dormían, salvo aquella mujer que esperaba la llamada del hombre. Como las mujeres de Zamora… Y allí, cerca de dar las cuatro, con los labios húmedos por las lágrimas del recuerdo, muchas madres abrían las habitaciones de sus hijos y con amorosa voz quebrada, decían: “vamos, es la hora”. Y nosotros, de esta forma, sin darnos cuenta, Viernes Santo tras Viernes Santo, nos hacíamos hombres. Pero entonces, cuando aún éramos críos, ya oíamos el Merlú, como si quisiera decirnos: ¡Venga, basta ya de dormir, arriba, ha llegado el momento! Merlú, solo oír su nombre, cuando se acerca los días y noches de la Pasión,
Enrique Crespo Rubio Hermano de la Cofradía de Jesús Nazareno
provoca en el alma de los zamoranos un estremecimiento, una conmoción en el ánimo que nos evoca, nos trae a la memoria, los recuerdos de quienes se fueron y la nostalgia de un tiempo que nunca volverá. Merlú, es esa llamada telúrica, nacida de no se sabe que lamento; son esos eternos sonidos negros, que jamás podrán escribirse en un pentagrama, los que hacia la hora segunda de la terrible madrugada del Viernes Santo nos avisan… Los tañidos ensordecedores del tambor y la trompeta sobrecogen a la ciudad, apremian a los hermanos y convocan a los difuntos. Y estos vuelven por unas horas, para reunirse con quien años antes les besaron, les quisieron. Ellos, nuestros padres, nuestros abuelos y los padres de nuestros abuelos, aguardan en las rúas. Vienen cubiertos por sus gastadas túnicas negras ceñidas con gruesos cíngulos de esparto y calzando viejos zapatos negros para volver a pisar las frías piedras de su ciudad. Y hacia San Juan de la Puerta Nueva vamos para entrar en la Iglesia, para postrarnos ante La Virgen, para acompañar desde la fila a Cristo, para no dejarle solo en ese tormento de agonía que es el camino al Calvario. Es la procesión de los recuerdos… 1962. Mientras el párroco predicaba la Pasión desde su púlpito, afuera se oía el murmullo de la gente que se aproximaba a la iglesia. Sonaron usos repiques en aquel viejo reloj. De repente, un sobresalto sacudió el templo:
el clarinazo agudo de una trompeta y el bronco batir de un enorme tambor negro detenía el tiempo del sermón y quebraba los sentimientos de los allí presentes. Las 5 de la madrugada del Viernes Santo. Ya está todo dispuesto: el paso levantado, la banda prevenida, la iglesia en silencio y todo empezó… Aquel día se inició la devoción de este zamorano por la Mañana. A partir de entonces las madrugadas del Viernes Santo ya no fueron lo mismo: el corto sueño de esas noches se volvió perpetuamente sobresaltado y ese re-
petido desvelo turbó para siempre el corazón de aquel niño que ansiaba el momento de ajustarse el negro laval y emprender el corto pero inquieto caminar hasta la iglesia de San Juan para recogerme junto a la madre de Cristo en su soledad. Es la procesión de las emociones… 2019. Las 5 de la madrugada del Viernes Santo. Esa es la hora. Es la hora definitiva del pueblo zamorano. Son los momentos en que el alma de Zamora se condensa en una iglesia, el alma de Zamora entronizada en el misterio de cinco figuras sustentadas por una mesa de madera y arrebatada por la tristeza escrita en una partitura de fúnebres sones. Cristo se pone Camino del Calvario para nuestra redención. Hoy la Marcha de Thalberg me cierran los ojos y me abre el corazón. Hoy el rítmico paso del Cinco Ya están todos en la Avenida de las Tres Cruces; han llegado de Copas me sacude la memoria. Hoy, como ayer, el ritual se temprano, desde las callejuelas sombrías y desde las casas ha cumplido y Jesús ya marcha hacia el Gólgota. La emoción ilustres; allí está Zamora, mirando a Jesús en su calvario y a nos cautiva. la Virgen en su retiro. Deben ser las nueve de la mañana y la Salimos del templo a la incipiente amanecida serenados por Soledad comienza a transitar, lentamente, acunada por el eco nuestros recuerdos y acompañados de los que se fueron para de la Marcha de Thalberg y arropada por la honda pena de siempre, esperando que el toque del Merlú nos disponga en la sus hijos zamoranos. El caminar de la Soledad enmudece a fila de la nostalgia, ellos los primeros y nosotros a su lado. El la ciudad en las horas más dolientes de los siglos. La Madre último Padrenuestro de la noche nos da el aliento para iniciar llora, como lloran las mujeres y los hombres, y hasta los pasos la mañana. parecen llorar a su manera cuando se inclinan al verla pasar Y ahora suben conmigo San Torcuato como lo hicieron tantas tras postrarse los cargadores ante su imagen. mañanas del Viernes Santo. Y en cada fondo siguen rezando La Reverencia: momentos, sin duda, de inusitada devoción a La Soledad por nosotros, sus hermanos de la vida temporal, dentro y fuera de la fila. Bien que conocen los hombres y muy por quienes están en las aceras y en las plazas a quienes jeres de esta tierra lo que significa el amanecer del Viernes miran dulcemente, hasta que vuelve a sonar el Merlú y nos Santo. A los zamoranos no hay que enseñarles recogimiento y recuerda que debe seguir la penitencia hasta ese fondo final, tradiciones. En Zamora la Semana Santa se entiende en la cahasta ese calvario zamorano, las Tres Cruces, en donde Jesús lle y en la casa. A los niños y a las niñas no hay que explicarles se inmolará. lo que se representa en las procesiones. Y pronto entienden Es la procesión de la devoción… porque esta Virgen es la Virgen de Zamora. Y allí, en aquella avenida, se lo profesamos. Se lo demuestran quienes bajo los banzos de madera doblan las rodillas con veneración, se lo manifestamos cuantos cubiertos con la percalina pedimos por nuestra salvación y se lo revelan aquellos que desde las aceras amparan su soledad. Unos rayos de luz han despejado el día en nuestra Plaza Mayor y destellan sobre el exterior de la iglesia de San Juan. Las cruces se elevan recogiendo los lamentos de la ciudad. Se ha encerrado la Virgen en su Templo. Han sonado por última vez los retumbos del Merlú retirando a los hermanos difuntos. Nos despiden, “de aquí en un año”, mientras dejan caer las últimas lágrimas de la mañana, las lágrimas de la melancolía, las que salen de esos ojos que ya no verán la hermosura de la vida. Pero no se afligen por ello
pues saben que no les olvidamos y que acudirán, puntuales, a la llamada del sentimiento en la noche más triste de los tiempos pero que en Zamora se transforma en el más bello amanecer del año. Que la Virgen de la Soledad me conserve la salud y la fortaleza en el cuerpo y en el espíritu para que, en las madrugadas del Viernes Santo, pueda seguir emprendiendo el camino hacia la iglesia de San Juan. Y le ruego misericordiosamente que cuando abandone finalmente la vida terrenal me permita escuchar los sonidos de nuestra historia, de esa trompeta y de ese tambor, convocándome, para que no se me olvide que, más allá de los tiempos, sigue habiendo recuento, siguen pasando lista y tengo que estar en S. Juan.
Horario y recorrido.
Sale a las Cinco de la mañana de la Iglesia de San Juan de Puerta Nueva por: plaza de San Miguel, laza Mayor, calle Renova, plaza Sagasta, calle de San Torcuato, plaza de Alemania, avda Victor Gallego, avda Tres Cruces (dando la vuelta al crucero). Después de un descanso de 35 minutos, continuará por avda. Tres Cruces (efectuando la tradicional reverencia), calle de la Amargura, avda. del Príncipe de Asturias, calle Santa Clara, plaza de Sagasta, calle Renova, plaza Mayor (dando la vuelta), calle de Ramos Carríón, plaza de Viriato y calle de El Barandales, para concluir en el Museo de Semana Santa todos los grupos menos la imagen de la Virgen de la Soledad que lo hará en la Iglesia de S. Juan.
Desde hace siglos, las procesiones del Santo Entierro se suceden cada Viernes Santo a lo largo de toda la geografía española, convirtiéndose así en el principal acto conmemorativo de la muerte de Jesús. En Zamora, la Real Cofradía del Santo Entierro remonta sus orígenes a finales del siglo XVI, promovida por el gremio de trabajadores de la seda según expone el historiador Florián Ferrero. En cualquier caso, constituye en la actualidad el desfile procesional más institucional de la Semana Santa. Ya entrada la tarde los hermanos de la Cofradía se congregan, ataviados con su luctuosa túnica de terciopelo negro, para asistir a la ceremonia del descendimiento que fue recuperada hace unos años y que devuelve el protagonismo al Cristo yacente articulado de Filuco, que fue la imagen titular de la procesión en un pasado no muy lejano. Este sencillo acto precede al inicio del propio desfile en las
inmediaciones del Museo de Semana Santa, encabezado por María Magdalena en una representación artística de gran dulzura y minuciosidad materializada a finales del siglo XIX por las manos del imaginero Ángel Marcé. Asistimos, pues, a la perfecta congruencia de todos los factores que la componen. La uniformidad estética y musical de la procesión se hace patente en todo el recorrido de la misma por las calles del centro histórico de la ciudad, incluso con la gran distancia temporal que existe entre las tallas de los pasos. De esta forma conviven en un mismo discurso el imponente Cristo de las Injurias, del siglo XVI, y obras de los mejores imagineros contemporáneos tanto andaluces (Luis Álvarez Duarte y Manuel Ramos Corona) como castellanos (Ricardo Flecha Barrio), pasando por las esculturas deci-
Rubén Domínguez Rodríguez Historiador del Arte
monónicas, de ambientación romántica, encabezadas por las obras de Ramón Álvarez. Suceden a María Magdalena obras de gran expresividad como la Conversión del Centurión, realizada ya entrado el siglo XXI por el artista extremeño Fernando Mayoral y en el que se rememora el momento en el que el centurión, al contemplar con sus ojos la muerte de Jesús, se arrepiente. A Ramón Álvarez, el gran maestro zamorano, se le deben obras que con el tiempo se han convertido en icono de la Semana Santa de Zamora, como La Lanzada. Se representa a Cristo crucificado entre los dos ladrones, a un instante de que en su pecho se abra la herida provocada por Longinos a caballo. Esta escena, de gran complejidad técnica y compositiva, no desentona en calidad con El Descendimiento, en el que el cuerpo ya muerto de Cristo es desclavado de la Cruz. El escultor Ricardo Flecha es uno de los máximos exponentes del arte castellano actual. Para la Real Cofradía del Santo Entierro realizó San Juan y Nuestra Señora.
La Piedad, obra de Manuel Ramos Corona, es un claro ejemplo de la inclusión de obras andaluzas en el desfile y que, sin embargo, ha sabido conjugar la dulzura característica de las esculturas del Sur con una de las mesas más interesantes de nuestra Semana Santa, heredera del estilo zamorano y llevada a efecto por el propio Flecha mediante la inclusión de elementos metálicos entre toscas y expresivas ramas. Esta conjunción entre elementos andaluces y castellanos la apreciamos también en el paso titular de la Cofradía: La Urna. En el interior de un gran sepulcro de madera y vidrio, de estilo neogótico, se sitúa la imagen de Cristo Yacente, realizada por el sevillano Luis Álvarez
Duarte en 2002 y que vino a sustituir al de Aurelio de la Iglesia. El conjunto de la procesión, que tras una parada de veinte minutos en la Plaza de la Catedral concluye ya entrada la noche, está completado por tallas de gran relevancia como la del Descendido (de un jovencísimo Mariano Benlliure, 1878), la Conducción al Sepulcro (José María Garrós, 1901) o el Retorno del Sepulcro (Ramón Núñez, 1917). Todos ellos, de una gran plasticidad que roza lo pictórico, preceden a la imagen de la Virgen de los Clavos, de Ramón Álvarez, que concluye la comitiva bajo palio y sumida en el dolor de la muerte de su hijo mientras porta en sus manos la corona y los clavos. Y José [de Arimatea] tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, y lo puso en un sepulcro nuevo, de su propiedad, que había excavado en la roca; y después de haber hecho rodar una gran piedra a la puerta del sepulcro, se fue. Pero María Magdalena y la otra María estaban allí sentadas (Mateo 27, 59-61) frente al sepulcro.
Horario y recorrido.
En la plaza de Santa María la Nueva a las 16:00 horas se realizará el acto público del Sermón del Descendido, todo público que quiera asistir al acto deberá acceder a la plaza de Santa María la Nueva por la calle Hospital o por la calle de Carniceros, ya que el resto de calles estarán cortadas por motivos de organización del desfile procesional. A las cuatro y media de la tarde se inicia la procesión desde la plaza de Santa María La Nueva para continuar por las calles de Corral Pintado, la Reina, Juan Nicasio Gallego, Plaza Mayor, calle de Mariano Benlliure, plaza del Fresco, costanilla de San Vicente, calle de El Riego, calle y plaza de Santiago, calle de Santa Clara, plaza de Sagasta, Renova, plaza Mayor, Ramos Carrión, Plaza de Viriato, rúas de los Francos y de los Notarios y plaza de la Catedral. Despues de la estación se reanuda la procesión, desde la Catedral por las rúas de los Notarios y de los Francos, plaza de Viriato, calle de Ramos Carrión y Plaza Mayor, Calles de Juan Nicasio Gallego, la Reina y Corral Pintado, entrando en el museo.
Seguramente cada uno de nosotros tenemos una devoción especial una imagen de Nuestro Señor Jesucristo y de Santa María la Virgen, siendo Él mismo y Ella misma bajo diversas advocaciones. Este año tengo el placer de poder dejar escritas unas palabras, sobre Nuestra Madre de las Angustias, en Ella podemos contemplar el gran misterio de la Salvación; Cristo reposa en brazos de su Madre, Él mismo anteriormente ha dado la vida por ti y sigue dándola gracias a la actualización del misterio de la Eucaristía y está en brazos de su madre, la mujer que lo acompañó en el camino hacia la Cruz, la mujer que lo coSandra Turrado Esteban
gió en sus brazos en el momento de su nacimiento, la misma que hoy entre heridas y llagas coge a su hijo en esos brazos de madre. Permitidme también, una vez que sabemos lo que vemos en Nuestra Madre de las Angustias, abrir mi corazón y mis sentimientos para poder hablar de Ella y de Él. Pues como bien nos apunta el evangelista Mateo; “De lo que está lleno el corazón habla la boca”. Hay que tener una experiencia, que toque nuestros corazones para saber hablar, hablar con el corazón, hablar de devoción y amor. Como empezaba, “el mundo resumido en dos palabras; Nuestra Madre”. Pues sin ti me falta el mundo, pero contigo me sobra todo. A un corazón le sobran acciones y palabras cuando está lleno de “Nuestra Madre”. Pues solo con la palabra “Nuestra” ya se entrega a todos y con la palabra “Madre” como una madre, da sentido a nuestra vida. Piénsalo, cuando dices o pronuncias Nuestra Madre de lo que están llenas esas dos palabras.
Hablemos de tiempo, hablemos de la Noche de Viernes Santo, posiblemente una de las noches más esperadas del año, hoy baja el cielo a Zamora, la Luna al campanario de San Vicente para iluminar el camino de la madre, el camino de espadas y clavos que atraviesan su corazón. Y sale de la Iglesia, y avanza en pequeños pasos, parece que vuela entre las aceras de las calles, lentamente al ritmo de marchas fúnebres… Y una noche como esta solo se hace real un Viernes Santo.
“Sé sonreír cuando llego a la Plaza Mayor y pasas delante de mí. Sé susurrar “Mi nuestra” en cada parada cuando me acuerdo de ti. Sé cantar la Salve para despedirte como una más en la Plaza Mayor. ¡Qué honor será procesionar a lado! Manifestar mi Fe a tu lado. Sentir que mis pasos caminan al ritmo de los tuyos, que se me hiela la sangre de la ardiente devoción que tengo por ti.” Viajemos por un momento a la capilla, vamos a mirarnos frente a frente con Nuestra Madre, estamos solos. Cuentan que “las miradas dicen a gritos lo que calla el corazón”. Un corazón desechado como el nuestro y un corazón incrédulo como el de la madre…Pero… Nuestro corazón ha sido transformado, porque mirar a Nuestra Madre es mirar la vida y el mundo de otra manera, porque todas las preo-
cupaciones tienen solución, en Ella sanamos lo que ni el tiempo ni la vida pueden sanar, nos sanamos a nosotros mismos, nuestra alma es capaz de ser sanada, porque Nuestra Madre con su hijo muerto en brazos es capaz de cambiarnos nuestra vida, sólo hay que arriesgar a uno mismo y poner nuestro destino en sus manos, en las manos de la persona que tiene en las suyas. Finalmente, como una hermana más de la Cofradía de Nuestra Madre que me siento, es un honor poder hacer esta pequeña “historia”, este pequeño “momento”, con la intención de que nuestros ojos no vean una sencilla y bella imagen, sino que vean a Nuestra Madre que clama al mundo que Cristo ha dado la vida por nosotros, por amor a nosotros.
Horario y recorrido.
Sale a las 23 horas de la Iglesia Parroquial de San Vicente Mártir, para seguir por Cuesta de San Vicente, C. el Riego, Calle de Santiago, C, Santa Clara, Plaza de Sagasta, C. Renova, Pza. Mayor, C. Ramos Carrión, Pza. de Viriato, Rua de los Francos C. de SorDositea AndresC. de las Damas, C. Hospital, Pza. Sta. Mª La Nueva, Calle de Corral Pintado. Calle de la Reina, Pza. de San Miguel y Pza Mayor, donde se efectuará el rezo de la Corona Dolorosa y el canto del Stabat Mater, finalizando con el canto popular de la Salve y retornando las imágenes por C. Mariano Benlliure a la Iglesia de S. Vicente.
Un día cualquiera, en cualquier momento del año, puede el visitante tranquilo traspasar la arcada de la iglesia de San Juan, en una de las muchas paradas que el turista realiza como visita obligada en la ciudad de Zamora. Puede penetrar, como os decía, en este iglesia, suspirando al dejar atrás el calor del sol o el frío de la niebla y la lluvia, y sin esperarlo, al fondo, en una capilla discreta, pero siempre adornada de flores, encontrar la joya escondida del templo zamorano: La Santísima Virgen de la Soledad. La Madre y La Señora. Y puede penetrar la iglesia con alma festiva y despreocupada, conjeturando que al acercarse al otro extremo de la nave, después de tal vez observar la belleza del Cristo en su propia celda, encontrará una talla más, no exenta de hermosura, sin duda, pues ya pudo comprobar en el museo de Semana Santa las santas beldades que talladas guarda esta ciudad recogida y austera, pero sin llegar a sospechar la magnitud de la experiencia que enseguida lo aguarda. Pues no dudéis, amigos, que cuando sus pasos lo alejen de la
puerta enrejada y abierta, su corazón lo hará encogido, y su saliva se deslizará con dificultad por la garganta, ahora seca. Su mirada parpadeará al recibir la luz exterior tras poner el pie fuera del santo templo, percibiéndola, si eso es posible, un tanto más oscura, si lo compara con la luz invisible que acaba de inundarlo por dentro. Tened por seguro que cuando abandone ésa capilla, ésa iglesia, ésta ciudad de corazón románico y romántico, su alma, espíritu y pensamientos, habrán sufrido un reajuste inmediato, sutil e indeleble como el tiempo. En la plaza lo aguarda su amigo de toda la vida, con quien se embarca en todos los viajes ahora que tienen tiempo, y que se ha entretenido observando una curiosa figura, el Merlú, preguntándose cuánto aguantará la baqueta de la que con tanto ahínco un par de niños compiten por columpiarse. Dándose la vuelta enfoca unos ojos risueños e interrogantes, sin percatarse del ligero matiz de solemnidad en la mirada que enfrenta.
Isabel Modroño Alonso
-¿Qué? ¿Merece la pena? -voz curiosa, despreocupada, cabecea hacia la entrada de piedra. El que ha realizado el camino, se gira apenas hacia la mole antigua que reposa a su espalda, contiene un suspiro, y vuelve la cabeza, que burbujea en la expresión de pureza, soledad y sencillez, en ese rostro de niña y reina majestuosa. Apoya una mano fría en el antebrazo de su compañero, y murmura una sola palabra, que rezuma sobrecogida por el peso que aquella Mirada ha hecho anidar en su pecho, al obligarlo en apenas segundos a reconocerse a sí mismo, como un niño, con sus culpas y sus miedos, y con todo, saberse acogido con ternura en Su regazo de manos pacientes y enlazadas. -Entra. El amigo sonríe y cabecea ante el murmullo, cuánta solemnidad en apenas cinco letras, y ni siquiera han tomado aún el almuerzo. Encogiendo los hombros, se dirige al interior sombrío del templo, sin saber que él tornará de la misma manera, bañado en el arrullo de la Madre y su misterio, y el respeto henchido en su pecho, tras verse acogido y perdonado, y por siempre Hijo en Su manto negro. Cuando descubra esos dedos hechizantes enlazados en el
regazo, y alce los ojos curiosos al rostro sereno y de belleza inesperada, bordeado de su sencilla y solemne vestimenta negra. Cuando la Madre lo atrape bajo el manto de sus ojos inclinados, de sus lágrimas de seda, entonces, gentiles amigos, será suyo para siempre. Oh, Madre. Es consciente. Su corazón se ha ampliado, bañado por el amor, la serenidad y la belleza que la figura desprende. Una parte de su alma siempre quedará en esa capilla, tras la puerta enrejada, meciéndose al compás que sin me-
lodía resuena en los corazones zamoranos, amparados bajo el Manto de Su Dama. Y si tales sensaciones se imprimen en la memoria y el sentimiento de los que no han tenido la suerte de crecer al consuelo de Su mirada, imaginad que no sentirán las buenas gentes de la Ciudad del Duero, cuando caiga la tarde del Sábado Santo, y la Virgen temple las piedras de las calles viejas y nuevas, arrullada por el baile de sus cargadores, las bandas de música que anuncian Su salida, Su paso y Su llegada, la Luz que portan las Hermanas, alumbrando desde las apretadas filas que conforman su cortejo, elevando las llamas que arden como una sola cuando llega la hora, dulce y dolorosa, de verla regresar al templo, en una visión prodigiosa tras el dulce canto de la Salve. Que no sentirán las niñas, y no tan niñas, vestidas en el luto de la Madre, acompañadas de sus tías, sus amigas, sus primas y sus hermanas, cuando toda la energía que la procesión de la Santísima Virgen de la Soledad genera las envuelva, cuando sientan el aire frío de la noche tensar sus ya tensas mejillas mientras aguardan el paso a Su lado, Su entrada en la plaza. Qué habrán sentido mientras aguardaban a que el reloj tañera las ocho en melodía envuelta en emociones, qué retortijón en el estómago cuando los tambores arrancan, cuando resuenan las cornetas y empiezan a marchar los estandartes y ellas, una tras otra, arrulladas por la música, por las gentes que abarrotan las aceras durante todo el recorrido,
tan expectantes e impacientes y rebosando de paciencia, porque todo llega. Y la recompensa está allí mismo, hermanos de fila y de acera, cuando la esperada Virgen de la Soledad se desliza frente a ellos, con la mirada baja y abarcándolo todo, cuando murmuran la plegaria con los labios, con la mente o con los ojos. Cuando solicitan el Perdón de la Madre, o la interna Petición seguida de la Promesa que no hay duda que cumplirán porque saben. Que Ella los oye, a todos. Y a todos atiende mientras se aleja por la calzada, pero no de ellos. No de sus devotos fieles, sus zamoranos. De ellos siempre está cerca, ellos así lo sienten. Y por eso toda la ciudad de Zamora se vuelca a la calle en esta tarde de Sábado Santo, a arropar a su Señora que llora la pérdida del Hijo, que mañana habrá resucitado. Pero ésta es la noche del luto, de la resignación de una Madre, y del consuelo de sus hijos quienes murmuran al verla pasar, con la petición en los labios.
Y regresan a sus hogares con el alma solazada por la paz adquirida al contemplar Su rostro bello y suave, su andar tranquilo y sosegado, de escuchar la melodía de su túnica ondeante y sus pies calzados en simples sandalias, de sus manos enlazadas con tristeza resignada y dolorosa, y que a todos nosotros acoge, cuida y reconforta, a pesar de la oscuridad de esa noche, de su dolor y su paciencia, pues Ella es por derecho y sin dudarlo, la Madre de toda Zamora.
Horario y Recorrido.
Sale a las 20.00 horas de la tarde de la Iglesia de San Juan, para continuar por la C/ Renova, Sagasta, Santa Clara, Avenida de Alfonso IX, Plaza de Alemania, San Torcuato, Sagasta, Renova, entrando en la Plaza Mayor, donde se entonarรก la Salve a la Virgen, para luego regresar al templo de salida.
Javier Vidal Hernández
La ciudad en azul se despereza. Alegría de lilas y gaitas por las viejas plazas. La mañana sin lluvia florece hoy tan luminosa, tan mágica, como una brisa de Zamora en abril que canta, que sueña y llora otro milagro de la primavera por tierras del Duero abajo. La mañana en azul se viste de alborozo, se imagina melodía y se adorna feliz en un vaivén serpenteante de sonrisas. La muerte, esta muerte tan nuestra, tan trabajada a nuestros modos y maneras descansa ya en el baúl de la memoria. Apenas es un marchito recuerdo del azabache de las cruces al viento o del terciopelo sepultado entre ceras y claveles. Hoy, tal vez ahora, amanece la celebración de la vida resucitada por campos de pasión: esa savia que poco a poco retoña por las riberas del Esla, esa esperanza que mece la inocencia de una niña que aun salta a la comba por Trascastillo. Y tú la ves, y sonríes complacido ante la ilusión de esa vida nueva que se anuncia por todos los rincones. ¡Déjame por un momento volver a ti, mañana de Resurrección eterna!, habitar para siempre tu tiempo, rena-
cer tus hijos idos. ¡Déjame regresar a tu mirada! A esa quietud que mueve la vida florecida. ¡Yo quiero, sólo quiero! ; retornar a esa alma niña de campanas redoblando nidos de cigüeñas, de cohetes dibujando cielos, de tonadas alegres acariciando filas peregrinas y banderas de carmín. Un niño quiere, solo quiere……. ¡Qué se detenga para siempre este tiempo de luz aquí! , en este preciso instante, ante esta evocación feliz de hileras henchidas de júbilo y vistosos bordados que juguetean con el viento. Que tu fortaleza medieval selle en tu alma esta canción de Resurrección bajo tu corazón agostado antes de que anide perpetua la escarcha del calendario: ese rocío de niebla gris que siempre esparce el olvido en los retratos viejos abandonados en el desván. Como tú, ciudad vencida, que lentamente vas muriendo como ese Duero fiel camina hacia la mar de Oporto.
Horario y recorrido. Salen las dos Imágenes a las 09:00 horas de la Iglesia Parroquial de Sta Mª de la Horta La Imágen de Jesús Resucitado, inicia la procesión por la Plaza de San Julián del Mercado, Zapatería, Plza Santa Lucía, Cuesta del Pizarro, San Ildefonso (descanso), Arco San Ildefonso, Rúa de los Francos, Ramos Carrión, Plaza Mayor.
La Imagen de la Virgen del Encuentro. inicia la procesión, por C/ San Juan de las Monjas, Cuesta del Piñedo, Plaza Santa Eulalia, C/Santa Olaya, C/ Viriato, Plaza Sagasta, San Torcuato, C/ Santiago (descanso), Santa Clara, Sagasta, Renova y Plaza Mayor.
El Encuentro se efectuará en la Plaza Mayor a las 11,15 horas, seguidamente regreso, tras dar la vuelta a la plaza Mayor la procesión bajará por la cuesta de Balborraz, calle de la Plata, Plaza de San Julián del Mercado,y entrará en ell templo de salida.
El Itinerario número diezisiete, decimoséptima edición
Diseño y maquetación. zoylo producciones
Autores de los textos por orden de relatos Roberto Felix Fuentes Dalmiro Gavilán Santos José Carlos Rodríguez San Gregorio Luis Felipe Delgado de Castro Juan Manuel Bragado Molina J. Carlos Izquierdo Domínguez Oscar Antón Vacas David Álvarez Alejandro Lobo Jaime Rebollo Calvo Alejandro Fernández Alonso José Marcos Díez Sara Pérez Tamames Eugenio Jesús de Avila Enrique Crispo Rubio Rubén Domínguez Rodríguez Sandra Turrado Esteban Isabel Modroño Alonso Javier Hernández Vidal
Fotografías
Jesús Salvador Cecilio Mª del Amor Martín Olivera
Idea de “El Itinerario” Jesús Salvador Cecilio
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