“A mi Madre y a mi Padre ...” “Me enseñasteis a Volar pero no volé como vosotros. Me enseñasteis a soñar y no soñe vuestro sueño. Me enseñasteis a vivir y mi vida fué distinta. Sin embargo ... Cada vez que vuelo, cada vez que vivo, en cada uno de mis sueños, estais Vosotros”
de la madre Teresa de Calcuta
Has vuelto a abrir El Itinerario. Dieciocho veces lo has hecho antes de la primera luna llena de la primavera y en el momento justo en el que la tinta que narra las vivencias de dieciocho zamoranos cofrades y semanasanteros –esa palabra tan nuestra- ha secado y se ha convertido en olor característico; tanto como el incienso, la cera quemada, la naftalina o el alcanfor y los característicos de nuestra gastronomía: bacalao a la tranca, arroz a la zamorana, rebojos, madalenas y aceitadas; aquellas que horneaba mi madre en el horno de la calle de la Manteca, en el de la rúa de los Notarios, en el de Baladrón o San Torcuato. En estas 80 páginas que conforman El Itinerario encontrareis escritos esplendidos de magníficos narradores donde, por ejemplo, David Álvarez nos habla de la cebolla y del traslado de pasos que nadie ve a las cuatro de la mañana del viernes Santo. Como Javier Vidal nos cuenta en secreto que Paco Gus siendo niño creía, y aun hoy, en la Pasión Según Zamora. Rubén Bartolomé casi en lo que pudiera ser un estupendo pregón de Semana Santa y con citas de escritores zamoranos, nos coloca Jesús Salvador Cecilio rumbo al Campo Santo a recordar a los Ausentes. El señor del protocolo, José C. Rodríguez San Gregorio con una reseña evangélica nos habla de La Borriquita y la forma de participar en la procesión siempre; de niños, como padres y como abuelos. La musical Sara Pérez que lo mismo interpreta con notas musicales, que compone prosa llena de esperanza acariciando las palabras. Eugenio-Jesús de Ávila, el dandi de la prosa, nos ilustra cuando la muerte es buena, desgranado palmo a palmo procesión, vivencias y opiniones. La historia real o ficticia del Nazareno de la vieja ermita; narrada por el señor dueño de las piedras, Juan Carlos Izquierdo. Dalmiro Gavilán nos desvela la última palabra que aún esta por pronunciar la octava. Con los años siempre corriendo, Roberto Félix notario de la realidad de nuestra Semana Santa, describe el acontecer meteorológico, que fue, de la Real Hermandad de la Rúa del Silencio. En El Miserere de Tinieblas, Sandra Turrado nos hace la petición de que no veamos pasar el
MAYORíA DE EDAD
momento, que lo vivamos. Alejandro Fernández le pone alma a la mañana del Jueves Santo, nos la describe nerviosa, especial, con brisa, ilusionada, musical, larga, fría, caliente, frenética, … . El pregonero por antonomasia y la memoria de La Semana Santa, dialoga con Pedro el de la Vera Cruz; Luis Felipe cara a cara con Pedro le recuerda, le pide y le exhorta. Óscar Antón el cinéfilo empedernido, el hombre que congela en movimiento la Pasión, va y viene de la niñez a la madurez en un dialogo con la procesión de la Penitente Hermandad. El perseverante historiador desgrana paso a paso y figura a figura una historia de la Congregación retablo de la mañana mágica de Zamora; Rubén Domínguez. Un poeta, maestro de la vida, educador de infantes y hermano honorífico de la Verónica; José Marcos engalana de luto a la Ciudad del Romancero poniendo prosa y verso al Entierro de Cristo. El legado de Enrique Crespo a María Auxilio un legado obligado de quien regala vida en cualquier enfermería o quirófano y en una sucesión de costumbres de padres a hijos; legado consumado en la procesión de Nuestra Madre. Inmensa la oración del ingeniero de la palabra, Jaime Rebollo encontrando en las lagrimas y las manos de La Soledad el modelo para entender la vida. En la mañana diferente en la que no importa madrugar Juan Manuel Bragado con sus hijas invadidas por la pasión cofrade, nos narra con ilusión desmedida otra experiencia en torno a la Semana Cristiana de La Pasión de Cristo en Zamora. Además, hermanos cofrades, habréis encontrado en la portada de El Itinerario a El Cofrade; el Hombre que me enseño los misterios de La Semana Santa y a creer en ellos -mi Padre-. Viste túnica blanca confecionada por la mujer que le ha acompañado, practicamente, toda su vida -mi Madre- que me enseño a ser cauto y paciente y la que ha confecionado todas mis túnicas y la que las custodia con cariño. El Cofrade, porta un crucifijo del convento de San José de las Madres Carmelitas Descalzas de Toro; -gracias Madres-. Esperamos que esta edición, y son ya dieciocho, os llene, la disfrutéis y os haga ver nuestra pasión y la vuestra como algo grande, que lo es.
TODO TIENE UN PRINCIPIO David Álvarez
La Semana Santa de Zamora es como una cebolla. No es mía la frase, sino de un Obispo que tuvo la ciudad, que lleva por nombre Casimiro López Llorente y que, una vez al entrevistarlo, así me espetó. Una cebolla con todas sus capas –dijo-, la turística, la artística, la económica, la social, la vacacional y otras muchas más que se arremolinan todas en torno a una: la religiosa. Me gustó la comparación y la traigo a colación por ser este un momento en el que la memoria me empuja a recordar situaciones como la del traslado que hacen los cargadores de los pasos que descansan en el Museo de Semana Santa y que procesionan desde las 5 de la mañana del Viernes Santo, antes de Thalberg y la salida del Cinco de copas. Es un traslado, a eso de las 4 de la mañana, que no sale en ningún sitio, que casi nadie ve. Van rápidos pero ordenados y, poco a poco, se van colocando en la Calle de Ramos Carrión esperando su momento. Corría el año 1990 cuando otro traslado volvía a Zamora. Y digo volvía porque una vez se dejó de hacer, allá por 1970. Pero hubo quien pensó que aquello debía recuperarse. Se pidió, en reunión semisecreta, que se produjera tal traslado el Domingo de Ramos, a eso de las 6 de la tarde para no cuadrar con la Borriquita que, por aquel entonces salía a la calle a las 3 y media de la tarde. Pero, doctores tiene la Iglesia y no se aceptó. Así que se propuso, en esa misma reunión, que fuera el Viernes de Dolores pero, por aquel entonces, los
que llevaban la batuta del Vía Crucis se negaron para no entorpecer a los hermanos del Espíritu Santo que, desde el 75, salían a la calle en la tarde de tal día. Y se decidió así, que fuera un día antes. Desde entonces, el Jueves de Pasión, que no Jueves de Dolores, vemos el traslado de aquel Nazareno que salía en sus tiempos mozos a la calle el 3 de mayo, día de la Santa Cruz, para bendecir los campos que gobernaban la margen izquierda del Duero, y que en 1941 hizo su primer recorrido hacia la Catedral para volver a la calle el Martes Santo de vuelta cruzando el río. Y cambiaría sus pasos o, mejor dicho, su empuje (por ir sobre ruedas la mesa y la imagen en aquellos tiempos, hoy cargado a hombros) en el 48 hacia la Iglesia de San Andrés en busca de más feligreses que lo siguieran. Pero ni así. Así que, en 1970 se acabó lo que se daba y el traslado dejó de hacerse. Hoy, 30 años más tarde, podemos disfrutar de uno de los momentos más mágicos de esta Semana Santa. Por ir todos los que lo acompañan de calle; por ver al Nazareno cruzar el río en soledad, sin su Madre. Por esas ráfagas de viento que traen el olor de la Semana Santa de Zamora que huele a eso: a Semana Santa y a Zamora. Algo que solo se puede vivir aquí. Y no hay más.
Horario y recorrido.
A las 20,00 horas celebración de la Palabra en la Iglesia Parroquial de San Frontis, a las 20.30 comenzará el traslado procesional por: Fermoselle, Avda. del Nazareno de San Frontis, Puente de Piedra, Avda. de Vigo, Cuesta del Pizarro, San Pedro, Plaza Fray Diego de Deza, Plaza Arias Gonzalo, Obispo Manso, Plaza de Pío XII y Catedral donde finalizará con la proclamación del Evangelio.
COMO QUIEN ESPERA AL ALBA. Javier Vidal Hernández.
A Francisco Gustavo Cuesta, que creyó siendo niño en laPasión según Zamora y aun hoy cree con la misma pasión. En el principio Zamora talló su cruz; una cruz pequeña, una cruz humilde, una cruz sincera repujada a su imagen y semejanza. La ciudad dejó atrás mil nieblas y cientos de hielos sacros y despertó con presteza a la claridad de la primavera. Así fue como la cruz nació de entre su alma y fue transformando su luz en el cuerpo de un crucificado gótico. Nadie lo sabe, nadie lo podrá explicar porque, quizás, es su secreto mejor guardado que la celebración de la muerte del Hijo de Dios según el Evangelio de Zamora solo puede entenderse cuando alguien se acerca a ese sentimiento íntimo que nace de la alianza de la sencillez y de la autenticidad.
Un niño juega entre las ramas de un almendro recién florecido; un niño piensa en el eco de un tambor entre murallas; un niño imagina túnicas blancas, cogullas monacales; un niño dibuja campaniles e incensarios trenzando faroles que iluminan un barrio alejado de sueños. Y desde su buhardilla fantasea matracas y silencios. Un niño crece y despierta al alba fresca de la primavera acariciando hoy un campanario románico que rasga el telón oscuro de la atardecida. Esa quimera, esos sueños, esa mañana en flor suya y de tantos que brotó de la noche y este Viernes de Dolores la luna encala vistiendo los tejados de la ciudad. Zamora rompe alegre el silencio de su letargo por campos del Espíritu Santo, San Isidro o la Lágrima cuando, a lo lejos, las bisagras de un pesado portón chirrían el sonido oscuro que abraza las manos de una cruz guía en las alturas. Expectación en los rostros, compases de oración y esa llama de la emoción brotando desde lo más hondo del alma de la ciudad que espera. La procesión camina, la vida se detiene. Y pasa Jesús del Espíritu Santo entre desnudos velones y cardos raídos balanceado por huecos toques de tambor y algún canto monacal que alivia el penar de la noche. Espíritu Santo que sustenta la fe de un barrio; Cristo humilde, antañón, que pasa y traspasa, envuelve y sumerge en el rito y la memoria, en el sonido tenue de la arada por los Campos de la Verdad y las aceñas del Duero abajo, que pellizca en la hondura del alma del viejo reino de León susurrando el silencio de los hijos que ya no volverán. Cae la noche, se apagan los ojos de los hombres que envuelven la ciudad, un viejo crucificado recorre angostas rúas. El camino azul, las veredas antiguas, la renovada ilusión de un niño, la mirada de hoy de los hombres en hermandad hacia el alba de la vida.
Horario y recorrido.
A las 22.30 horas comenzará la Procesión desde la Iglesia del Espíritu Santo, por la Calle Espíritu Santo, Avda. Frontera, Calle Almaraz, Calle La Vega, San Martín, Cuesta del Mercadillo, Rúa de los Notarios, Plaza de los Ciento, Calle Arcipreste, Plaza Fray Diego de Deza, Plaza Arias Gonzalo, Calle de Corral de Campanas, Calle del Troncoso, Plaza Antonio de Antonio
del Águila y Plaza de la Catedral, donde los Hermanos accederán al Atrio y se realizará la lectura de la Pasión de Nuestro Señor y a continuación el Coro interpreta el “Christus Factus Est”. Se regresa: Plaza de la Catedral, Rua de los Notarios, Cuesta del Mercadillo, San Martin de abajo, Calle de la Vega, Calle Almaraz, Avda. de la Frontera, Carretera de Almaraz y Plaza del Espiritu Santo.
LA NOCHE DE LOS AUSENTES Rubén Bartolomé Mezquita
Siempre la claridad viene del cielo, decía Claudio. El cielo sobre Peña Tajada, la luz sobre la ciudad medieval que anima a sus fieles a recordar. Suena la campana del viático en San Salvador y el sol de la primavera juega con sus últimos rayos del Sábado de Pasión. Zamora llama a la luz y a la vida. Más de 30 años llamando a los que se fueron pero nunca se olvidaron. Túnica monacal de un blanco roto que contrasta con la Zamora más medieval de piedras viejas que han vivido mil y una vidas. Tañe la campana para acompañar a un Jesús de manos abiertas y mirada clara que ampara en su seno a todos los zamoranos que se acercan a creer en la vida eterna y a los que acoge en su Capilla de las Ánimas. Las esquilas del Barandales llaman a la ciudad a su semana de Pasión, ya susurran las acercas, ya se llenan las calles que durante el resto del año languidecen entre se vendes y puertas cerradas. Jesús, Luz y Vida está en la calle para pregonar un mensaje de esperanza en medio de la desesperanza, de vida, de fe, de luz y de resurrección. Luna de plata sobre el camposanto zamorano, allí donde descansan nuestros corazones. La Semana Santa de Zamora ya ha llorado mucho este 2020. Demasiada angustia, mucha soledad y la necesidad de tener esperanza. Son lágrimas que salen de la tierra, de la madera, las que esculpió Jose Luis A. Coomontes como lágrimas hemos derramado en este valle.
Cruz de los Ausentes a los que esta hermandad lleva flores, amor, recuerdo. Ausentes, que no lo son, aunque no están, a los que cada sábado, casi comenzando la Pasión, toda la ciudad invoca para vivir juntos los diez días más grandes que tiene esta Zamora vaciada. La Hermandad se reúne junto al crucero, mirando a la cara a todos los hijos que se fueron a los que no olvida ni un solo año, ni aquellos que las lágrimas del cielo han impedido salir en procesión a los cerca de 700 hermanos y hermanas que son la memoria viva de los que ya no pueden contar sus historias. Los tambores destemplados retumban en las calles de la ciudad como el latir de la urbe que esos días vive en el más respetuoso silencio y de lejos, como sin querer molestar a quienes admiran el paso de Jesús, suena “De Profundis” y el tiempo parece pararse en San Atilano. Canto gregoriano que alimenta el alma pero hiela la sangre, que se mete tan dentro que se siente, que se escucha como si fuera para uno solo, como si no hubiera nada ni nadie más. Canto que traspasa muros de piedra para que lo escuchen los que se han marchado. Cruza majestuoso el Duero el Jesús de Luz y Vida que le pregona la resurrección a las dos orillas de Zamora, que le canta a la vida eterna de todos sus hijos. La última obra que nos legó Hipólito, pues así son los escultores zamoranos, que a golpe de gubia inventan para después regalárselo a todos sus hermanos. Padre de Marías, de un San Juan y de un Jesús de amor eterno. Se va despidiendo de la ciudad iluminando con faroles la noche ya oscura en la que duermen los zamoranos soñando con palmas. Suena un cuarteto de viento rasgando el silencio roto por tambores, esquilas y el sonido seseante del Duero bravo a su paso por los puentes de Zamora, “sola y lenta va mi alma”. Siempre la claridad viene del cielo. El cielo sobre Santa Marta, las puertas de Zamora que se abren, también las de San Salvador, la luna, las estrellas y los que se asoman desde ellas desde otra vida, ausentes, pero nunca olvidados.
Horario y recorrido.
Saliendo de la Catedral a las 19 horas, se inicia la procesión con el siguiente recorrido: Plaza de la Catedral, Plaza Antonio del Águila, Bajada de peñas de Santa Marta., Avenida de Vigo, Puente de Piedra, Plaza de Belén, Cabañales, Sepulcro y Cementerio donde se celebrará la 0frenda y la oración, actuando el cuarteto musical “Jesús, Luz y Vida” y el coro de la Hermandad que interpreta un de profundis. Regresa la procesión por Sepulcro, Cabañales, Plaza de Belén, Puente de Piedra, Avda de Vigo, Cuesta del Pizarro, San Ildefonso, Arcipreste, Plaza de los Ciento, Rúa de los Notarios y Plaza de la Catedral para retornar al templo de salida.
ZAMORA,DE RAMOS Y DE LAURELES José Carlos Rodríguez San Gregorio
Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, entonces Jesús envió a dos discípulos, diciéndoles: —Id a la aldea que está frente a vosotros, y enseguida hallaréis una asna atada, y un borriquillo con ella. Desatadla y traédmelos. Si alguien os dice algo, decidle: “El Señor los necesita, y luego los enviará.” Todo esto aconteció para cumplir lo dicho por el profeta, cuando dijo: Decid a la hija de Sion: “He aquí tu Rey viene a ti, manso y sentado sobre una asna y sobre un borriquillo, hijo de bestia de carga.” Los discípulos fueron e hicieron como Jesús les mandó. Trajeron el asna y el borriquillo y pusieron sobre ellos sus mantos, y él se sentó encima de ellos. La mayor parte de la multitud tendió sus mantos en el camino, mientras otros cortaban ramas de los árboles y las tendían por el camino. Las multitudes que iban delante de él y las que le seguían aclamaban diciendo: —¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! Cuando él entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió diciendo: —¿Quién es éste? Y las multitudes decían: —Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea. La entrada triunfal en Jerusalén (40:21:1 - 40:21:11)
Eso ocurrió en Jerusalén, según lo cuenta el Evangelio, y todos los domingos de Ramos, una Ciudad antañona, a las orillas del río Duero, trata de representar, este gran acontecimiento de la Historia, - y vaya si lo representa bien, que consigue que a la puerta del Museo de Semana Santa de Zamora, se congreguen cientos y cientos de niños y de niñas que acompañados de sus padres, de sus abuelos, de sus familiares, pongan en las calles de Zamora, la representación de ese bonito pasaje bíblico. Y a las cinco de la tarde, los alrededores del Museo y de la Iglesia de Santa María, son momentos de gran emoción, donde se mezclan, músicos, congregantes, niños y niñas vestidos de hebreo, y muchos muchísimos acompañantes vestidos de calle con sus galas relucientes, y vestidos de estreno, ya que la tradición así lo requiere. La plaza de Santa María, es un revuelo, y todos mezclados, van ocupando su lugar, “nadie les dice donde, pero todos, saben dónde colocarse”, eso es la Semana Santa en Zamora, años y años, siglos, como para que ahora a cada cual le tengan que decir que hacer o donde colocarse. Inmediatamente, suena la marcha real, y se abren las puertas del Museo de Semana Santa, aparece la borriquita, un grupo escultórico del año 1950, de don Florentino Trapero, grupo de grandísima calidad, en el que aparece Jesús subido
en una burra, junto a él un hombre, y dos mujeres, una de las cuales lleva un niño en sus brazos, llevando palmas y olivos, detrás otros dos niños sujetan a un pollino, que corre detrás de su madre. Delante del paso los cofrades, con túnica de raso blanco con botonadura, caperuz y capa de color purpura, llevan faja también de este color adornada con tiras transversales blancas. “El paso” delante de la puerta de entrada, parado, y yendo hacia delante y atrás, efecto que quieren dar los hermanos cargadores de movimiento, haciendo del grupo algo estético y no inmóvil. De repente el Capellán, acompañado del Sr. Obispo, recuerda antes de iniciar la procesión que un hombre fue aclamado hace más de dos mil años y Este es “ Jesús el profeta”,
Ya se oye a la banda de cornetas y tambores que inicia al fondo la procesión, a la que sigue el barandales, que sería de esta Semana Santa sin la figura de este personaje, singular y a la vez tan entroncado en cofradías como esta. Ya se percibe el alboroto de los niños y niñas, que por fin inician el desfile con sus palmas en la mano, aclamando y moviendo las mismas con entusiasmo. Dos largas interminables filas, una a la derecha y otra a la izquierda conforman el desfile, donde puede participar cualquiera, con palma, con laurel, sin nada, todo es espontaneo, el colorido magnifico, los niños y niñas llevan todos los colores imaginables. Por el Centro un numeroso grupo de hermanos, congregantes, en concreto ciento cincuenta, acompañados de numerosos niños vestidos de hebreo, con túnicas de raso blanco, con turbantes y fajas azules, las niñas y purpura los niños, ahora sí que estamos en Jerusalén. Son las cinco y media de la tarde, y todo se mueve, ahora llega el gran momento,” la borriquita” comienza a andar a los sones de las marchas triunfales que toca la banda de Música, que bonito “ color y sabor tiene la tarde”. El recorrido es de más de dos horas, y las calles de Zamora, están llenas de gente, que desde la aceras hacen que el paso de la procesión sea algo grandioso, La Plaza Mayor a rebosar, las Campanas de la Iglesia de San Juan, tocan y tocan y no paran de tocar , para así dar la bienvenida a Jesús en su Entrada Triunfal en Jerusalén. Ahora la procesión delante del Palacio de los Momos, parece que la fachada de este Palacio, se hizo para dar fondo al paso de la Borriquita. Y calle arriba San Torcuato, nos situará en la Avenida Alfonso IX, allí es tal la amplitud que la procesión se deleita y parece que no quiere terminar, ahora un niño ha tomado las riendas del
paso, y prácticamente hay que empujarlo para que avance, todo está permitido, “ claro menos cruzar la procesión”, eso en Zamora no se perdona. Calle de Santa Clara, abajo, muchos niños se han cansado y el paso avanza con más rapidez, como para recuperar el lugar que le corresponde, esto es lo bueno de la espontaneidad, quien se cansa se sale, y cuando menos te lo esperas vuelve a la fila. Al llegar de nuevo a la Plaza Mayor, la procesión ha recogido nuevamente a todos lo que la iniciaron, porque nadie quiere faltar a la llegada de nuevo al Museo, ya que allí en un momento cumbre se saludara a Jesús y se agitaran palmas y laureles, para despedirlo, y para decirle estamos contigo y hoy hemos venido como niños, como adolescentes te veremos desde la acera, para volver contigo y acompañarte cuando seamos padres y por supuesto abuelos. Sin duda es la Cofradía de Zamora, en la que participamos todos, y en etapas diferentes, niños, padres y abuelos.
Horario y recorrido.
A las 17:30 horas en la Plaza de Santa María la Nueva se vendeciran palmas y olivos. Empezrá la procesión por la calle del Barandales, Plaza Viriato, Ramos Carrión, Plaza Mayor, Renova, Plaza Sagasta, San Torcuato, Avda Alfonso IX, Santa Clara, Plaza de Sagasta, Renova, Plaza Mayor, Juan Nicasio Gallego, Reina, Corral Pintado, Plaza Santa Maria la Nueva para finalizar en el Museo.
NO ES EL FINAL DEL CAMINO Sara Pérez Tamames
Para ella, que fue y siempre será.
Es Lunes Santo en la ciudad de la Pasión, la tarde en la que el legado de la fe permanece vivo en la caída del Hijo del Hombre. Las puertas de San Lázaro se abren al recuerdo de lo que fue. Jesús cae por tercera vez, te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Es Lunes del Señor, y las calles reviven La Novena Estación del camino a la Cruz, cita ineludible del almanaque zamorano. La Corona de espinas y la Cruz de yugos de Coomonte dan inicio al desfile cuando el sonido de las esquilas del Barandales se escucha a las puertas del templo. Los clarines y tambores rompen el silencio de la tarde y Jesús se despide de su Madre en la antesala de la Pasión. En la mirada se refleja la resignación ante el dolor del presagio de la muerte, pues se hará la voluntad de Dios. Sin embargo, no es el final del camino. Jesús cae por tercera vez, ahonda sus pies en la tierra y alza su mirada al cielo rogando misericordia en la desesperanza del desconsuelo. La cruz, las heridas, la sangre derramada. No es el final cuando queda esperanza, cuando un atisbo de luz brilla en lo mas profundo de la oscuridad. Eso es la fe, confiar en la plenitud de un instante, creer en la eternidad de lo efímero, desconocer la certeza de su posibilidad y sin embargo vivirlo. No es el final. Con la amargura en la mirada y la clemencia en las manos, así camina María por las calles de esta bendita ciudad. La calle del Riego es testigo del camino al
Calvario, y por los rincones se cuelan los acordes de aquellas marchas que recuerdan a los caídos, a la memoria de su alma, y que cada tarde de Lunes Santo acompasan el lento caminar del Hijo de Dios. Zamora se viste de raso negro y blanco, porque a nuestros días ha llegado el tiempo del Señor. La procesión llega a la Plaza Mayor, entre el inquieto vaivén de las túnicas los clarines llaman al recuerdo de los que se fueron, y la ciudad entera calla. Pocos momentos acarician el alma y el corazón como lo hace el canto de “La Muerte no es el Final”, donde la música y la voz se unen en oración. La interpretación de la Banda de Música de Zamora y el Coro de la Tercera Caída se ha convertido en seña de identidad, en esencia misma del Lunes Santo cuando el velo de la noche cae en Zamora. Los pasos avanzan lentamente por la plaza en la que se juntan los recuerdos, la nostalgia, los suspiros de un pasado en el que estaban quienes ya se encuentran junto al Señor. Zamora se une en la memoria de lo que fue y eternamente permanecerá en el corazón. La tarde del Lunes Santo es un canto a la vida, a la creencia de que volveremos a ser, a la certeza de la eternidad. Decía Cortázar que de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza, pues le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose. Saberla de ese modo nos permite buscarla en cualquier momento, ya que no es tan solo de quienes la eligen, sino que debe sentirse como parte de la propia existencia, y es que la esperanza es el camino mismo de la fe. Y terminarán los días y sus noches, y llegará el atardecer a la vida, pero por el balcón seguirá entrando un vendaval de luz, el olor a un nuevo día cuando amanece, el sabor a oportunidad que tienen las mañanas. “Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”, mas no es el final del camino, pues en la vida y en la muerte somos del Señor.
Horario y recorrido.
Sale a las 20:30 horas de la Iglesia Parroquial de San Lรกzaro por: Av. de la Puebla, Feria, Riego, San Torcuato, Benavente, Santa Clara, Sagasta, Renova, Plaza Mayor, donde se realizarรก el acto por los fallecidos de la Hermandad para continuar por, Juan Nicasio Gallego, Reina, Corral Pintado, Plaza Santa Maria la Nueva para finalizar en el Museo de Semana Santa.
CUANDO LA MUERTE ES BUENA Eugenio-Jesús de Ávila
La Hermandad de la Buena Muerte es, para el que esto firma, la procesión más lograda, por su estética, itinerario, diseño, iluminación, de todas las creadas en el último tercio del siglo pasado. Solo las capas pardas, la del Cristo del Amparo del barrio de Olivares, lograron un mayor impacto desde su salida a las calles zamoranas Tengo para mí que la Muerte solo es buena para el que sufre dolor, para el que conjugar el verbo vivir fue siempre una condena, una agonía, un castigo; creo que, aun así, el perdedor tampoco recibe de buena gana a las parcas. La Muerte también debería ser esposa muy querida para el que cree, para el que tiene fe, para el que piensa que, después de este mundo, aguarda el paraíso. La muerte, si se cree en
otra vida, es bondadosa, amiga fiel, que siempre espera en la estación del adiós a que llegues preparado. “La vida es caminar breve jornada, y muerte viva es la vida”. Quevedo y sus versos, la poesía hilvanando pañal y mortaja. La muerte iguala al poderoso y al paria, al rico y al pobre, al hombre y a la mujer. La muerte siempre nos parece ajena, de otro; todos tenemos la esperanza, vana, de que quizá se olvide de que vivimos. Hay gente que tampoco se da cuenta de que ha vivido hasta que le toca partir. Hay zamoranos, los hermanos de la Buena Muerte, a los que, a las 12 de la noche del Lunes Santo, les da por cargar y acompañar a un Cristo, muerto, por rúas estrechas y emblemáticas de Zamora, iluminado por teas, recordándole que fue en Jerusalén donde, hace 2.000 años, se inició
el largo camino de la religión que cuenta con más fieles sobre la faz de la tierra. La Hermandad de la Buena Muerte es, para mi gusto, la más estética entre las modernas, entre las fundadas entre 1968 y el presente, incluyendo, pues, la de Las Siete Palabras, convertida en cansina desde que se abrió el cupo a tantas féminas, que no tienen la culpa de ese aire de libertad apasionante y apasionada en nuestra, hasta ese momento, monolítica Semana Santa. La Buena Muerte, como todas las que fundaron en la segunda mitad de la pasada centuria, debe algo de su personalidad al Yacente, sandalias, color de la túnica, si se quiere, el itinerario; con un momento cumbre entonado por decenas de voces masculinas (“Miserere” y “Jerúsalem, Jerúsalem”), casi al término de la procesión. Pero, en verdad, todo queda muy bonito. Sin duda, la Buena Muerte es la que más ha cuajado en el alma de la Semana Santa zamorana, porque no rompe con el pasado, pero sí añade categoría estética a la noche del Lunes Santo y madrugada del Martes Santo. Que no me lo tomen a mal las otras hermandades y cofradías fundadas en estas últimas décadas, como Espíritu Santo y Jesús de Luz y Vida, pero la Buena Muerte se ha convertido ya en un clásico de nuestra Pasión, en una cofradía digna de nuestra historia. Habrá que agradecer a los que la parieron, cuando apenas eran unos adolescentes, su gusto. ¡Ah, confieso que no trato aquí de analizar cuál de todas las cofradías y hermandades mantiene un mayor espíritu religioso, cual se halla más cercana a los mandamientos de la Santa Madre Iglesia! Esos son asuntos que no me incumben.
Horario y recorrido.
A las doce de la noche se inicia la procesión en la Iglesia de San Vicente Mártir, para continuar por la plaza del Fresco, calle de Mariano Benlliure, Plaza Mayor, Balborraz, Zapatería, Plaza Santa Lucia, donde el Coro de la Hermandad, entonará el JERUSALEM, JERUSALEM, en honor del Stmo. Cristo de la Buena Muerte, para seguir por Cuesta de San Cipriano, Chimeneas, Doncellas, Moreno, Damas, Hospital, Plaza Santa Maria la Nueva, Motín de la Trucha, Ronda de Santa María la Nueva, Arco de Doña Urraca, Plaza de la Leña, Ramón Álvarez, Costanilla, Mariano Benlliure, Plaza del Fresco, para retornar al Templo de salida.
EL NAZARENO DE LA VIEJA ERMITA Juan Carlos Izquierdo Domínguez
Era un frío día invernal en las postrimerías siglo XVIII. Como cada mañana, antes de partir a sus quehaceres, Alonso rezaba piadoso en la ermita de la Cruz. En aquel arrabal, donde Zamora perdía su nombre y fundía sus terrenos con los de la comarca Sayaguesa. En ese frío y solitario lugar, un labriego de San Fróntis dirigía sus plegarías ante la humilde imagen de un Nazareno. Ese Cristo con la cruz al hombro era el único consuelo que tenía el lugareño. Su esposa, Hermelinda, no había podido darle el retoño que con tanto anhelo ambos esperaban. Por ello, cada día, se postraba a los pies del Nazareno y le pedía que su esposa pudiese engendrar el hijo que tanto deseaban. Alonso aguardaba el milagro y su esposa quedaba encinta pero, el fruto de sus entrañas no quería prosperar y la desgracia regresaba, una y otra vez, a las vidas del matrimonio. Aquella fría mañana Alonso tenía un presentimiento; quería ver un mensaje en los brillantes ojos del Nazareno, algo que le llenaba de paz y sosiego. Tras implorarle sus peticiones, salió del humilladero y se dirigió a su sembrado en el lugar llamado del Temblajo. Allí desgranaba las horas, en soledad, pensando: «cuando yo parta de este mundo, a quién legaré estas tierras». Por la noche, mientras cenaba junto al fuego en compañía de su esposa, ésta le dijo que, nuevamente estaba encinta:
-Llevo ya dos faltas Alonso… -¡Bendito sea Dios! -exclamó Alonso emocionado- quiera el Señor que ahora tengamos un hijo. -Ojalá, Alonso, ojalá… pero será lo que Él depare -dijo Hermelinda con voz resignada, mientras se fundían en un cálido abrazo. A la mañana siguiente, Alonso acudió a la Ermita de la Cruz y, agradecido, se dirigió sollozante al Nazareno: -Gracias Señor por escuchar mis súplicas… aquí tienes a tu siervo, hágase tu voluntad. Pasaron las semanas y el embarazo seguía su curso y, al cabo de nueve lunas, Hermelinda dio a luz a una preciosa criatura. Era una niña de ojos azules como su madre y rubios cabellos ensortijados, como su padre. Nada más nacer, Alonso la recibió en sus brazos, dándole cobijo entre sus rudas manos de labrador:
-Te llamarás Esperanza -dijo entre lágrimas. A los pocos días, la niña recibía las aguas del bautismo y era presentada al venerado Nazareno de la Ermita de la Cruz. Desde entonces, la devoción familiar por el Nazareno se acrecentó y Esperanza, ya adulta, seguía visitándolo cada vez que podía. Años más tarde, ante la amenazante ruina de la Ermita, sus imágenes fueron trasladadas a la parroquia de San Fróntis y, con ello, la devoción popular al Nazareno fue aumentando. Esperanza contrajo matrimonio ante la imagen con un joven molinero del arrabal. De este matrimonio nacieron tres hijos que crecieron bajo el amparo del Nazareno de San Fróntis. Así pasaron los años y, avanzado el siglo XIX, la humilde talla de Jesús con la Cruz a Cuestas fue testigo de bautizos, comuniones y bodas en el seno de la descendencia de Alonso y Hermelinda… En 1935 un grupo de Zamoranos propuso la creación de una procesión nocturna, que tendría lugar en Semana Santa, con la imagen del Nazareno de San Fróntis. Seis años más tarde se fundó la Cofradía de Jesús del Vía Crucis y un forastero desconocido, descendiente de Sanfrontinos, fue una de las primeras personas que solicitaron su entrada en la nueva hermandad: -¿Cuántos años tiene? -le inquirió el cofrade encargado de recoger sus datos personales. -Cuarenta. -¿Y por qué ha decidido formar parte de nuestra Cofradía? -Mi devoción por el Nazareno viene de lejos… muy lejos, por eso deseo acompañar a la imagen cada Martes Santo. -Muy bien, dígame su nombre -preguntó con voz desconfiada el responsable de la Cofradía. -Me llamo Alonso… -Vaya -interrumpió sorprendido el cofrade-, mi abuelo también se llamaba así, heredó el nombre de su padre. En ese momento, Alonso miró a los ojos de su interlocutor y esbozó una sonrisa mientras decía: -Qué casualidad…
Horario y recorrido.
Sale a las 20.15 horas de la S.I Catedral por: plaza de la Catedral, Rúa de los Notarios, Plaza de los Ciento, Rúa de los Francos, Plaza Viriato, Ramos Carrión, Alfonso XII, Plaza Santa Lucia, Puente, Puente de Piedra, Plaza de Belén, donde el Nazareno despide a la Virgen de la Esperanza, la cual se dirige al convento de las M.M. Dominicas Dueñas. El Nazareno continúa su recorrido por la Avenida de su mismo nombre a lo largo de la cual se reza el Vía Crucis, calle Fermoselle hasta la Plaza de San Frontis, para terminar en su Templo.
Abandonados a nuestra suerte Dalmiro Gavilán Santos
I Hace frío, como corresponde, por otro lado, a esta noche de una estrenada primavera. Centra su atención en el primer estandarte: “Perdónalos, porque no saben lo que hacen” y no encuentra respuesta. ¿Se puede perdonar a quienes solamente buscan el lucro personal en lugar del bien común? Y siente que su ciudad y su provincia han sido sentenciadas a muerte. II Miles de pies descalzos o calzados en humildes sandalias desfilan por angostas calles antaño plagadas de actividad y de bulliciosas gentes. “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. ¿Es la recompensa por todas las penurias pasadas y actuales? Ya estamos cansados de promesas incumplidas, de esperanzadoras palabras y de encorsetadas burocracias. III Los golpes de los hachones sobre los adoquines nos devuelven a la realidad. “Mujer, ahí tienes a tu hijo; hijo, ahí tienes a tu madre”. La tierra que nos legaron nuestros antepasados clama igualdad de oportunidades. Queremos seguir viviendo en ella, junto a nuestras raíces, pero nos empujan a una sociedad que cree que la leche la produce el frigorífico o que las patatas nacen en las estanterías del “súper”. Triste ignorancia.
IV Un enjambre de túnicas de estameña blanca, caperuces y fajas de pana verde musgo repiten en silencio la eterna pregunta: “¿Por qué me has abandonado?”. Vendrán charlatanes (cada uno que le ponga el apellido que más le guste) para darnos mil vanas explicaciones. El caso es que estamos solos ante la encrucijada. Hemos esperado demasiado tiempo para alzar nuestras voces y ahora ya nadie nos escucha. Esta provincia ya no importa nada, a nadie. Estamos abandonados a nuestra suerte. V El Cristo de la Agonía le planta cara a la muerte. Desde lo alto de la cruz contempla a los zamoranos. El artista toresano Antonio Tomé detuvo el tiempo en un instante y el agonizante da la sensación de que solicita ayuda para sus hijos: “Tengo sed”. También esta tierra, pero ya nadie atiende nuestras súplicas. Nuestros hijos han sido arrastrados por cantos de sirenas que les ofrecen una mejor vida y mayores oportunidades. Nuestros pueblos y nuestros mayores se quedan, ya están, solos. VI Y la sexta palabra es una sentencia (que significa a la vez sentir y pensar): “Todo está cumplido”. Nos han colocado donde querían, en la nada. La agonía está ya finalizando. La expiración durará apenas un instante. Será un tránsito menos doloroso que la tribulación, porque mientras hay vida hay esperanza, pero cuando ya se está desahuciado las fuerzas te abandonan y te rindes sin condiciones. VII Tambores destemplados hacen presagiar lo peor. “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Todo ha terminado. Exhausto, cae en brazos de la muerte. El olvido servirá de losa para cubrir tanta indiferencia, tanda ignominia y tanto caciquismo. Desde tiempos remotos nos hemos tenido que conformar con migajas, pero es que ahora ni eso llega a nuestras mesas. Pasaremos a ser un territorio con múltiples recursos que jamás hemos sabido explotar. El sueño del olvido es nuestro trágico final.
VIII Y la noche se torna más fría en un cielo estrellado que anuncia el plenilunio. Miles de pies arrastran la penitencia de toda una provincia agonizante. Caminan en silencio porque nos han arrebatado hasta la voz. Aquellos jóvenes del 68 contemplan con emoción lo que pensaban que iba a ser una auténtica revolución procesional. La nostalgia se adueña de todos y se muestran tremendamente orgullosos de su creación. Muchos han quedado por el camino, otros están fuera y regresan una vez al año a las casas ya vacías de sus padres. Se vieron empujados a volar a otras tierras con mayores oportunidades. Hoy añoran para sus nietos aquellos juegos infantiles y multitudinarios en las calles de su barrio, donde todos eran conocidos y amigos. Donde todo era algarabía y vida, lo que hoy falta. El velo de la noche lo cubre todo. El espejismo de unos pocos días insufla a la ciudad un hálito de vida y confunde a quienes solamente están de visita. Mañana regresaremos a la realidad, a la triste realidad de una provincia cuyo pulso se debilita de día en día. Tal vez, no esté aún pronuncia la última palabra, la que por derecho propio debería ir clavada en el primer estandarte. No es un grito de guerra ni una llamada de auxilio. Es una constatación de una realidad palpable, la duda que te asalta en los estertores de la muerte: “¿Por qué me dejáis morir?”.
Horario y recorrido.
Sale la procesión a las 12 de la noche se inicia el desfile en la Iglesia de Santa María de la Horta para continuar por calle Horta, plaza de San Leonardo, calle Caldereros, calle Zapatería, plaza de Santa Lucía, calle Puente, calle Pizarro, cuesta del Pizarro, calle San Pedro, plaza de Fray Diego de Deza, plaza de Arias Gonzalo, rúa del Silencio, plaza de los Cientos, rúa de los Notarios, rúa de los Francos, plaza de Viriato (donde se efectuará el rezo), calle de Ramos Carrión, calle Balborraz, calle Plata, calle Caldereros, plaza de San Leonardo, calle Horta para retornar al templo de salida.
DESDE LA ACERA Roberto Félix Fuentes
Corría el año 2019, concretamente el Miércoles Santo, cuando lasimágenes de televisión nos mostraban la imagen de un Presidente sólo, fumando con la cabeza gacha y la mirada perdida, decepcionado porque todo un año de trabajo lo tiraba al traste el agua tan necesaria a veces pero en este caso tan inoportuna. Su pensamiento, seguro, estaba en sus directivos y colaboradores, que trabajan calladamente todo el año para que todo salga a punto, recibiendo en pago las más veces críticas, pero inmunes al desánimo porque ese Cristo de las Injurias lo puede todo. Pero también en sus familias, que aguantan ausencias de tanta reunión y desvelos. Y por supuesto por los cofrades, venidos de toda España y parte del extranjero para ataviarse de rojiblanco y acompañar a su Cristo. Es el Silencio bastante proclive a suspensiones por agua. La inestabilidad de abril y el valor artístico de todo su patrimonio son un cóctel que muchas veces da al traste con una de las tardes más concurridas del año. Aquella en que los locales, los de la diáspora y los que nos vienen a conocer se juntan en esta pequeña ciudad. Es el Silencio una de mis procesiones favoritas de niño en las que siempre quise salir pero que, llevado por otros caminos semanasanteros, opté por descartar, pues el Miércoles es día de descanso entre lo que fue y lo que ha de venir, pero llevo con orgullo mi condición de hermano de acera.
Es el Silencio, probablemente, la procesión en la que en más partes distintas de su itinerario he disfrutado. Quizás me falte la llegada al Museo, porque a esas horas estamos ya a otros menesteres, y el nuevo paso por la Rúa del Silencio, por ser tan nuevo. Es el Silencio una procesión que en su itinerario mezcla piedra con modernidad, estrechez con anchura, multitud y soledad. El inicio es la salida lenta al ayer atrio, hoy plaza, para realizar un acto del que, por archiconocido, no voy a ser yo quien le ponga más palabras. Continúa por un trayecto novedoso para buscar su calle. Cierto que se ha perdido la imagen de la estrechez de la Rúa con el Cristo en el centro y la cúpula de la Catedral al fondo, pero se ha ganado que más espectadores pueden asombrar la maravillosa talla del Cristo de las Injurias y sobre todo su calle. Es el Silencio una cofradía que tiene su calle, su Rúa del Silencio, y por donde era casi obligado que tarde o temprano tenía que pasar, para enfilar la Rúa, llena, incluso masificada de gente hasta la Plaza Mayor. Los caballos abriendo, el rápido andar de los cofrades, el Rojo, el sonido de los clarines y el metal de los pebeteros. Todo ello con una organización perfecta y medida. Y ese Cristo que todo lo para y que, por una vez nos une a todos…...EL SEÑOR DE ZAMORA está en la calle, en su calle, con los suyos, con todos. Es el Silencio una procesión de itinerario largo, que abarca la antigua Zamora hasta su último recinto amurallado, para salir de él por la Puerta de Santa Clara y volver a entrar por la de San Torcuato, hoy el único vestigio se encuentra en el escaparate de una entidad bancaria. La modernidad de los edificios de Santa Clara y San Torcuato, antiguas arterias comerciales, hoy tristemente aderezadas con cada vez más carteles de “Se alquila”, fruto de esa maldita despoblación, falta de oportunidades, ahogo sin piedad al emprendedor. Hoy las puertas de Santa Clara y San Torcuato se han convertido en puertas de salida hacia esa N-122, hoy A-11, donde vemos, irremediablemente, muchos zamoranos, las puertas del progreso y las
oportunidades que aquí se nos niegan. EL Cristo de las Injurias nos grita desde su cruz UNIDAD al contemplar cómo cada año las calles se vacían. Es el Silencio una procesión que vuelve a la plaza, esta vez desierta, en completa paradoja con esa falsa muchedumbre que hoy hay, pero que en tres días desaparecerá. Y es que Zamora es al revés que Jesús, que murió y resucitó para siempre al tercer día. Zamora vive muerta todo el año, resucita una tarde de Miércoles Santo para volver a morir, quizá si no se remedia algún día para siempre, un Domingo de Resurrección. Gran paradoja que se repite cada año. Es el Silencio una procesión, como muchas otras, que desemboca en el Museo, como el Duero en Oporto. Y como el Duero nos hermana con Portugal, el Cristo de las Injurias hermana al Silencio con el Santo Entierro. Es un hasta pronto donde, este año seguro que sí, ese Presidente que fumaba cabizbajo en el atrio, seguro que buscará a todos esos directivos y colaboradores para, con un sincero abrazo, sellar el compromiso y alegrarse juntos por el deber cumplido. ¡QUE ASÍ SEA!.
Horario y recorrido.
A las 20.30 horas se congregan los Hermanos en la plaza de la Catedral, tras la ofrenda de silencio y juramento, Se inicia la procesión por Plaza. Antonio del Águila, Obispo Manso, plaza Arias Gonzalo, Rúa del Silencio, plaza de los Ciento, Rúa de los Francos, Plaza de Viriato, Calle de Ramos Carrión, Plaza Mayor, Calle Renova, Plaza Sagasta, Calle de Santa Clara, Avenida de Alfonso IX, Calle de San Torcuato, Plaza Sagasta, Calle Renova, Plaza Mayor (centro), Calle de Juan Nicasio Gallego, Calle de la Reina, Calle Corral Pintado y Plaza Santa Maria la Nueva donde finalizará la procesión recogiéndose en el Museo de Semana Santa
“MISERERE DE TINIEBLAS” Sandra Turrado Esteban
« Yo me ofrezco a la virtud, y protesto a tu bondad que con letras de verdad, caracteres de mi fe yo tu amor escribiré, borra tú mi iniquidad ».
Comienza la noche mística, hacia las doce las tinieblas cubrieron toda la tierra, las campanas de San Claudio de Olivares tocan a difunto, entre el sonido de las matracas se oye el rechinar de los faroles, salen 150 hermanos, igualando al número de salmos, en su interior llevan una plegaria interminable, por sus familias, por los que no están, por sus pecados, pues ellos se preguntan “¿Qué quieres de un pecador que se concibió en maldades?”. Se abren las puertas, sale el Cristo del Amparo, austero, sobrio, frío, pero cargado de amor, capaz de perdonar con misericordia y ternura, aquellos hermanos gritan “merezca ya tus piedades quien en culpa se formó”. No sólo es una procesión, es una manifestación de fe, que reúne la esencia de nuestra Zamora, de nuestra ciudad, de nuestros pueblos, de nuestra provincia; sencilla, pero cargada de fe, amor y devoción por la justicia que ese Cristo ha hecho en la cruz, sólo tienes que decirle “Protégeme Dios mío, que me refugio en ti”, él te contestará con su amparo, pues él es el protagonista de esta historia de una “semana santa”, ese que vas a ver por las calles ha dado su vida por ti, porque quiere salvarte, quiere que seas feliz. Cuando llega a la Plaza San Claudio, todo termina como el Oficio de Tinieblas, con el salmo 50, con una melodía alistana “Ten mi Dios, mi bien, mi amor, misericordia de mí, ya me ves postrado aquí, con penitente dolor”, avanza despacio en medio de este canto, por un momento el tiempo se ha parado, pues no parece haber gente cuando tú estás entrando. Por un momento, recuerden, al final
de este Oficio, una vez terminado este salmo, sonaban matracas y carracas como imitación a los tormentos y desastres naturales, la décimo-quinta vela, que representa a la Virgen María no se apaga sino que se esconde, porque ella fue la única que creyó en la resurrección de su hijo. Este momento pasa, aquella noche en San Claudio, se apagaron las velas y sonaban matracas que parecían oírse en todos los cercos y murallas de la ciudad, con sumo cuidado el Cristo del Amparo poco a poco entraba por el pórtico para acceder a su templo y por alrededor aquellos hermanos que formaban un tenebrario en la plaza, este Cristo lleva a sus espaldas una vela que nunca se apagaba, porque creía como él que solo con tener fe, todo sobraba. Recuerda, la próxima noche de Miércoles Santo, cuando la Hermandad de Penitencia salga a la calle, mirar al Cristo del Amparo, cuando pase delante de ti, guarda silencio y escucharás más de lo que quieres decir, haz que esa plegaria interminable de los hermanos sea sostenida por tu fe, pues en sus súplicas estamos todos nosotros, no se trata de ver pasar un momento, sino de vivir – con mayúsculas - el momento, “y perdóname según tu grande misericordia”.
Horario y recorrido
Sale a las doce de la noche de la Iglesia parroquial de San Claudio de Olivares, para continuar por Plaza de San Claudio, Calle del Cabildo, Avd. de Vigo, Cuesta y Calle del Pizarro, Rúa de los Francos, Plaza de San Ildefonso, Plaza Fray Diego de Deza, Plaza de Arias Gonzalo, Obispo Manso, Plaza de Antonio del Águila, Puerta Cuesta del Obispo, Rodrigo Arias, Plaza de San Claudio, donde se canta el miserere castellano. para concluir en el templo de partida.
UNA NAÑANA DE JUEVES SANTO Alejandro Fernández Alonso
Una mañana de Jueves Santo nace nerviosa, da igual cuántas veces te hayas echado la capa encima, pero una mañana de Jueves Santo siempre nace nerviosa. No importa el hambre que suelas tener todas las mañanas al levantarte, una mañana de Jueves Santo ni un bocado será capaz de entrar dentro. Siempre lo ha sido y siempre será una mañana y un día muy especial. Todos estos días de trajines, suelen ser muy pero que muy parecidos todos los años, ya sabemos que somos muy de repetir lo mismo año tras año. Pero echando la vista atrás, puedo recordar montones de Jueves Santos muy diferentes unos de otros. Recuerdo a mi tía ayudando a ponerme la capa mi primer año de verde, esa capa que salió de sus manos y que años adelante usaría
también su nieto. Recuerdo también a mi padre y a mi madre ayudándome también con ella, incluso ha llegado el Jueves Santo que me ayude con capa y pañuelo la que ahora comparte mis días. Pero, las cosas que tiene la vida, también recuerdo algún año que me he tenido que ayudar solito. Algo que nunca falla y nunca fallará será la Virgen de la Esperanza, ella siempre me estará esperando en Cabañales, no importa cuánto tiempo lleve sin hacerle una visita de las mías, aunque de vez en cuando me ponga falta a lista, nunca eleva las novedades y no me lo tiene en cuenta. Una mañana de Jueves Santo siempre amanece soleada, no importa si llueve o incluso si nieva, porque el sol siempre buscará el hueco para hacer llegar
su luz y su calor a las mejillas de la Virgen, intentando calmar su dolor y secar sus lágrimas, para hacer algo más liviano su caminar por Zamora. Recordad que hay tres días al año que lucen más que el sol, y el Jueves Santo es uno de ellos. Una mañana de Jueves Santo tiene que tener su poquito de brisa al pasar por el Puente de Piedra, la brisa debe mover las capas, hacerlas volar y mostrar a la gente el brillo el color verde Esperanza… verde Esperanza… Esperanza que nunca se pierde… que nunca te abandona. Una mañana de Jueves Santo nace con ilusión, con mucha ilusión, ilusión por volver a vestir el verde, ilusión por volver a verla en Cabañales, pararte delante de ella y no poder aguantarte las lágrimas, ilusión por la familia, por poder compartir el desfile con tu sangre y más tarde mesa y mantel, ilusión por esos besos, abrazos y lágrimas que siempre tienen lugar en Balborraz. Ilusión por poder parales el paso en un abarrotado San Andrés, cada vez más lleno de niños, y alegría e ilusión porque aunque solo sea un día al año hacemos por juntarnos y celebrarlo juntos. Ilusión por hacer Semana Santa, porque hacer Semana Santa también es esto y sin esto tampoco tendría sentido. Como no tiene sentido hacerse zancadillas entre hermanos, no tienen sentido las luchas de poderes y no tiene sentido perder con estas cosas la ilusión. La Semana Santa en familia y con amigos siempre será pura. Una mañana de Jueves Santo tiene que tener música, no sería la Virgen de la Esperanza si no comenzara su caminar por el pequeño barrio de Cabañales sin su marcha, la música que tan acertadamente compuso para ella el músico Carlos Cerveró. Ella nos acoge con su marcha al inicio de la procesión y con su marcha nosotros la despedimos en su entrada en la Plaza de la Catedral. Una mañana de Jueves Santo es larga, es fría, es caliente, es frenética… pero sobre todo estás todo un año deseando que llegue. Felicidades a la Virgen de la Esperanza por los 10 años de su Cofradía.
Horario y recorrido.
Sale a las 10,30 horas del Convento de las Dominicas Dueñas de Cabañales, para continuar por Calle Cabañales, Puente de Piedra, Avda del Mengue, Calle la Plata, Cuesta de Balborraz, Plaza Mayor (sin dar vuelta), Ramos Carrión, Plaza de Viriato, Rúa de los Francos, Rúa de los Notarios, Plaza de la Catedral, y atrio de la Catedral, donde se entonará el canto de la Salve.
TU ERES PEDRO, DE LA VERA CRUZ Luis Felipe Delgado de Castro
Tres veces pasas en la tarde del jueves santo por la calles de Zamora, la ciudad en la que el Drama de la Pasión, Muerte y Resurrección de tu Maestro Jesús, se vive esos días con tanta intensidad y emoción desde tiempos ya sin nombre ni huella. Cruzas las viejas rúas adentro, entre dos luces, con la misma actitud que cuentan los evangelios. Parece que lo hemos hecho adrede pero tres veces, las mismas de tus negaciones, pasas por esa vieja ciudad desvanecida pero todavía hermosa. Tu figura aparece con distintos rostros y gestos, tallados por escultores de diferentes épocas y estilos, que supieron retratarte en la madera con el sentido exacto del instante que viviste entonces en la Escritura y que ahora, veinte siglos después, rememora la fe en esta tarde embozada de primavera de púrpuras en Zamora.
Tengo delante tus tres retratos. La cámara te ha buscado el semblante, la expresión. Te ha mirado de frente, cara a cara. Estás en el umbral de la Pasión. Ya no hay vuelta de hoja. En el Cenáculo, Jesús se te acerca con la jofaina en la mano para lavarte los pies. Signo de amistad, humildad, generosidad. Y surge el orgullo del amigo que no se deja lavar los pies por su maestro. Sorpresa y rechazo. En el fondo, falso pudor ante lo que consideras una auto-humillación innecesaria de Jesús, ni Él arrodillado ni tú de señor y se lo dices: “Tú a mí, no me lavarás los pies” (Jn 13,8). En el momento del lavatorio, el escultor, Higinio Vázquez, te pone en los ojos la incredulidad y la altanería de un sencillo pescador al que el Mesías ha elevado a la cumbre de su Obra. Y tú, Pedro, lo dudas aún.
En la Cena, otro escultor, Fernando Mayoral, dibuja en tu mirada confusión, ternura, inquietud, los rasgos que definen tu pensamiento en un momento supremo de tu Credo. Le has oído decir que hay un traidor en la mesa. Él te ha señalado quién es con un trozo de pan y te ha advertido que tú mismo le vas a traicionar poco después negando su amistad. Y le aseguras:”Aunque fuera preciso morir contigo, jamás te negaré” (Mc 14,31). Estás desconcertado en tu obsesión. Gobierna el Señor los tiempos del milagro y hace de una hogaza de pan su cuerpo y de un vaso de vino su propia sangre. Y tú, sentado, asistes al prodigio casi sin entenderlo, solo por pura y ciega confianza hacia Él, aunque todo te parezca extraño y rumies en silencio su profecía: “Antes de que esta misma noche el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres” (Mc 14,30) Y en tu tercera aparición en la escena de la Pasión y de la madera en Zamora, explotas de ira cuando un joven, siervo del príncipe de los sacerdotes, pretende sujetar a tu Maestro para prenderle en
compañía de otros. “Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó e hirió a un siervo del pontífice, cortándole la oreja derecha. Este siervo se llamaba Malco. (Jn 18,10). Ira, indignación y hasta insensatez mueven la espada que cae fulminante sobre la oreja del atrevido. Así te retrata Miguel Torija, el más aventajado de los discípulos de Ramón Álvarez, la futura gloria de la imaginería zamorana, fulminado bien pronto por una enfermedad imbatible. En su extraordinario conjunto, tras la pirámide que forman el Señor y el traidor en amago de abrazo, la figura sobresaliente eres tú. Ni el soldado que tiende la lazada o el muchacho lastimado que sufre. Tu ímpetu en la espada, en el brazo que se levanta, en la mano nervuda que empuña el acero pero sobre todo en el furor que remueve tu cuerpo y asciende a tu rostro. Esa valentía se diluye al instante, mientras vas del huerto de Getsemaní al palacio de Caifás, príncipe de los sacerdotes, con el miedo metido en el cuerpo, a escondidas, siguiendo de lejos al pelotón que ha aprisionado al Maestro.
Luego la Vera Cruz no ha completado tu presencia en ese espléndido mosaico de pasajes de la Pasión que van del Cenáculo al pretorio. Falta otro de los cuadros centrales de tu actuación esa noche, la cobardía que te obliga a negarle por si acaso, ante la acusación de una pobre criada y otros siervos. “Yo no conozco a ese hombre (Mt 26,74), repetías con enloquecido lamento. Y el gallo que canta la inminente amanecida y al que escuchas en medio del dolor y la vergüenza. Es el único momento que se le ha escapado a la cofradía de tu triste historia ese día. Un vaticinio que se cumple palabra por palabra como Él predijo, tu flaqueza por salvar el pellejo repitiendo una y otra vez, perturbado por el miedo:”Yo no conozco a ese hombre. Y al instante cantó el gallo. Pedro se acordó de lo que Jesús le había dicho:”antes de que cante el gallo me negarás tres veces”. Y saliendo fuera, lloró amargamente” (Mt 26, 74, 75). Pedro, el discípulo de Jesús, estampa de la Vera Cruz, ha posado para la fotografía de Jesús Salvador. De frente, mirando a los ojos de la cámara como antes miró a los del escultor que le daba vida. Para conseguir una imagen que vaya más allá de la madera y de la policromía, que penetre por entre los entresijos del evangelio y acerque su figura hasta la vida de hoy mismo. Contradicciones, dudas, enojos, silencios, preocupaciones, lealtades, ilusiones, milagros, acompañaron la vida de Pedro durante aquel tiempo inolvidable, apasionante, junto al Maestro, empeñado en hacer de él el fundamento de su Iglesia. Por su propia experiencia, Pedro conoce bien el interior tantas veces enrevesado del hombre y por ello, en una tarde bien distinta a esta del jueves de la Pascua, va y le dice a corazón abierto las palabras que engrandecen una amistad cualquiera: “Señor, tú sabes que te amo” (Jn 21, 15).
Horario y recorrido.
Sale a las 16.30 horas del Museo de Semana Santa por: Plaza Santa María la Nueva, Corral Pintado, Reina, Plaza San Miguel, Plaza Mayor, San Andrés, Plaza del Mercado, Plaza de la Constitución, Santa Clara, Plaza de Sagasta, Renova, Plaza Mayor (de paso), Ramos Carrión, Plaza de Viriato, Rúa de los Francos, Rúa de los Notarios, Plaza de los Ciento, rua del Silencio, plaza de Arias Gonzalo, calle del Obispo Manso, Plaza de Antonio del Águila y Plaza de la Catedral donde se realizará una estación de veinte minutos. El regreso se inicia en la Plaza Catedral para continuar por, La Rúa de los Notarios, Plaza de los Ciento, Rúa de los Francos, Plaza de Viriato, Ramos Carrión, Plaza Mayor, Reina, Corral Pintado, y Pza de Sta Mª La Nueva para retornar al Museo
2020 - 1993 Óscar Antón Vacas - a mi hijo Tomas -
Con más de 30 años puedo decir que he vivido casi de todo en los Jueves Santos de Zamora. En esta fecha especial vivimos, por la mañana, la procesión de la Virgen de la Esperanza con, normalmente, algo de viento. Por la tarde, la Santa Vera Cruz con sol y, de noche, la Hermandad Penitencial de Jesús Yacente con bastante “rasca”. Sin embargo, la primavera hace estragos y a veces consigue que cambie el tiempo: desde un Jueves Santo con un calor horrible (yendo por la calle en camiseta corta), a otro con mucho frío y abrigados hasta la médula (manta zamorana incluida) mientras esperamos a las procesiones. Y, por supuesto, no puedo olvidar aquel Jueves Santo en el que no solo hizo frío y sol a la vez, sino que también llovió, granizó y, en cierto momento, hasta nevó. He vivido noches en las que, por mucho que lloviera, Jesús Yacente terminaba saliendo a la calle. Cubierto, eso sí. Primero con un plástico y después con una urna de metacrilato. Pero lo que ha pasado este año no es nada lógico. Al menos, yo aún no he encontrado una explicación para comprender lo que ha sucedido. Eran aproximadamente las 21:30 de la noche. Yo venía de procesionar en la Cofradía de la Santa Vera Cruz ya que, por amenaza de lluvia, realizamos el recorrido corto. Así pues, con tiempo de sobra para ducharme y ver después la procesión del Yacente, me metí en la ducha, cerré la mampara y abrí el grifo.
Pensaba en las aguas del Duero, lo frías que debían de estar realmente en ese momento y, a la vez, lo caliente que estaban cayendo sobre mi cabeza y mi cuello. Al lado de la mampara había una ventanilla por donde traspasaba la luz de la calle. Realmente se intuía el mal tiempo que estaba empezando a hacer. El recorrido corto de la Vera Cruz había sido la mejor decisión pues, si hubiéramos realizando el original, aún habríamos estado desfilando. Estaba terminando de lavarme el pelo cuando abrí los ojos y vi algo que me asustó. Eran 4 luces que provenían de la calle. Supuse que eran relámpagos, pero realmente no estoy seguro de ello. El caso es que, una vez duchado, cerré el grifo, abrí la mampara y sucedió lo inimaginable. De repente, ya no me encontraba en mi baño. Bueno, sí. Estaba en mi baño. Pero no era mi baño actual, era el baño de la casa de mi infancia. La casa en la que viví hasta mi adolescencia. Me asusté. Parecía como un sueño… O una pesadilla. ¿Qué hacía yo en el baño de mi infancia de repente? Terminé de salir por completo de la bañera y me reflejé en el espejo. No
era yo. En fin, sí, sí era yo, pero mucho más joven. Era yo con 7 años. ¿Qué había pasado? ¿Por qué volvía a estar en ese baño? La ropa que había dejado en el taburete antes de ducharme se había convertido en la ropa que yo vestía en aquella época. Tras unos minutos en shock y sin entender lo que estaba pasando, me vestí y salí de ahí. Cuando lo hice me llevé otra sorpresa: me encontraba en la casa de mi infancia. De repente, escuché una voz. Era mi padre diciéndome que corriese, que me diese prisa si quería ver la procesión del Yacente. Era Jueves Santo, eso estaba claro. Pero, ¿de qué año? Comencé a buscar un calendario. Todo era maravilloso, pues volvía a estar en la casa de mi niñez, tal y como la viví. Entré en la cocina y encontré el calendario: 1993. ¿Por qué estaba en 1993? ¿Qué había pasado con el 2020? Mi madre se acercó, me cogió de la mano y salimos a la calle. Con mis padres venían mis hermanos. Todo era muy extraño pues, a pesar de tener en mi cabeza mi edad original, en ese momento estaba viviendo de nuevo el mismo camino que había hecho para ver, por primera vez, la procesión de Jesús Yacente. Hacía frío. Frío del de verdad. Mientras caminábamos, mis padres se paraban a hablar con sus amistades. Algunos de ellos habían fallecido en los últimos años pero ahora los estaba volviendo a ver. Esas personas que, aunque de pequeño no las tenía mucho en cuenta o no me fijaba en ellas, ahora era fantástico volver a verlas. Hasta me atreví a abrazarlas. Finalmente, encontramos sitio muy cerca del arco de Doña Urraca y me percaté de los cambios que había sufrido la ciudad desde entonces: el suelo, las casas, la muralla aún cubierta… Y, cuando menos me lo esperaba, llegó la procesión. Era la primera vez que la veía. Es decir, en mi cabeza la había visto más veces pero la sensación era nueva, como si la viviera por primera vez. Seguía sin descubrir qué estaba pasando, pero la veía y me volvían a sorprender esos caperuces tan altos; el viático; los clavos y la corona de
espinas llevadas por niños; las cruces cargadas por mayordomos anónimos… Uno de ellos, tambaleándose, estuvo a punto de caer pero, inesperadamente, uno de los celadores le ayudó a cargar con ella, como si del Cireneo se tratara. Y entonces llegó la maravillosa talla que, por entonces, era atribuida a Gregorio Fernández. Había vivido una imagen auténtica, un entierro real. Se me puso la piel de gallina. Esa piel de un pequeño y tímido niño de 7 años cuya visión llegaba a la misma altura que la mirada muerta de Cristo Yacente. Termina la procesión, pero sigo sin saber lo que está pasando. ¿Por qué he llegado hasta aquí, justo en este instante? ¿Qué debería hacer? ¿Volver a casa y ducharme de nuevo para intentar regresar a 2020? ¿O debería quedarme aquí, en 1993, y volver a ser un niño, volver a vivir mi infancia y adolescencia pero con una mentalidad más madura y experimentada? ¿Volveré algún día? O lo que creo que es más importante, ¿querré volver algún día al “presente”?
Horario y recorrido.
Solemne procesión que se celebrará a las 11.00 horas de la noche saliendo desde Santa María la Nueva, Hospital, Las Damas, plaza de Hilario Tundidor, plaza de Viriato, Ramos Carrión, Plaza Mayor, Balborraz, San Leonardo, plaza de San Leonardo, San Juan de las Monjas, Puerta Nueva, Corredera, plaza de Santo Tomé, Tenerías, plaza de Zumacal, Paternóster, plaza de la Horta, Alfamareros, la Plata, Zapatería, plaza de Santa Lucía, cuesta de San Cipriano, Chimeneas, Doncellas, Moreno, Las Damas, plaza de Hilario Tundidor, plaza de Viriato (CANTO DEL MISERERE), plaza de Hilario Tundidor, Las Damas, Hospital, plaza de Santa María la Nueva, para regresar a la iglesia de salida.
MADRUGADA DE VIERNES SANTO Rubén Domínguez Rodríguez
Con gran austeridad, como es propio de la Semana Santa de Zamora, la Penitente Hermandad de Jesús Yacente finaliza su recorrido en la iglesia de Santa María la Nueva, ya entrada la madrugada del Viernes Santo. Poco tiempo después, en el entorno de la Plaza Mayor, comienzan a reunirse los hermanos de la Cofradía de Jesús Nazareno llamados mediante corneta y tambor por las parejas del Merlú que recorren las calles y los barrios de la capital. A las cinco de la mañana se inicia la comitiva, precedida del tradicional baile del Cinco de Copas en el interior del templo de San Juan de Puertanueva al son de la Marcha Fúnebre de Sigismund Thalberg, interpretada en este momento por primera vez dentro de la Semana de Pasión. Como es habitual en este tipo de manifestaciones, la fe, la música y el arte van al unísono creando un conjunto único que, en este caso, transita entre las calles de la vieja y nueva Zamora. La más numerosa de las cofradías zamoranas, conocida popularmente como La Congregación, inicia su marcha hacia las Tres Cruces, como lo hacía antaño pero hoy inmersa en edificaciones recientes de la nueva urbe. El planteamiento de la procesión permite que convivan en perfecta armonía obras artísticas de exquisito gusto tanto en los grupos escultóricos como en las mesas que los portan, pertenecientes a autores locales como Justo Fernández y a otros de gran trascendencia en el panorama nacional del momento,
como Mariano Benlliure. De esta manera abre la procesión Camino del Calvario, una obra local del siglo XIX conocida como el Cinco de Copas por la disposición de las figuras en el tablero. El tradicional baile y su mesa, una de las mejores de estilo zamorano, le otorgan a este grupo una especial relevancia. El imaginero decimonónico por excelencia en Zamora es Ramón Álvarez. Su enorme virtuosismo se hace patente en La Caída, una obra de gran patetismo que muestra a Jesús abatido por el peso de la Cruz mientras es ayudado por Cirineo. Le sigue Redención, de Mariano Benlliure que presenta, con sutil policromía y gran dominio de la talla, a Cristo con la mirada clavada en el cielo mientras Simón de Cirene le ayuda en su tarea y María Magdalena yace afligida en el suelo. Las Tres Marías y San Juan, cuyo cincuentenario se celebra este año, completa, con la sinceridad y plasticidad de la propia madera de abedul, la narración del anterior grupo. Esta obra de Hipólito Pérez Calvo precede al Jesús Nazareno de Antonio Pedrero Yéboles, estrenado en el año 2001. De Ramón Álvarez son también magníficas obras como la de La Verónica, de elegante porte e inspirada en esculturas de la Antigüedad clásica en su delicado tratamiento facial, que porta el sudario con la «Vera Icon»; y La Crucifixión, un grupo de gran complejidad compuesto por nueve figuras que ofrece una amplia diversidad de puntos de vista. La Desnudez, ejecutada por el catalán José María Garrós, inauguró el siglo XX tras su primera salida a la calle en 1901. Cristo es despojado de sus vestiduras a la vez que un sayón realiza los preparativos para la crucifixión. Por su parte, La Elevación de la Cruz es un grupo del joven escultor Aurelio de la Iglesia en el que se presentan nueve personas en el momento del izado del madero.
La Agonía es la pieza escultórica de mayor antigüedad de cuantas desfilan en la mañana del Viernes Santo. Juan Ruiz de Zumeta ejecutó este conjunto en el año 1604 presentando a Cristo agonizante en la Cruz mientras, a sus pies, aguardan San Juan y María Magdalena bajo la mirada orante de la Virgen María. Cierra la comitiva la Virgen de la Soledad, una bellísima talla de gran devoción en Zamora salida de las manos de Ramón Álvarez. Ataviada con un delicado manto negro bordado en oro entra en el templo parroquial al término de la procesión mientras los hermanos levantan las cruces que portan durante todo el recorrido. Por el contrario, el resto de grupos regresan al Museo de Semana Santa, donde serán custodiados hasta la próxima madrugada de Viernes Santo.
Horario y recorrido.
Sale a las Cinco de la mañana de la Iglesia de San Juan de Puerta Nueva por: plaza de San Miguel, laza Mayor, calle Renova, plaza Sagasta, calle de San Torcuato, plaza de Alemania, avda Victor Gallego, avda Tres Cruces (dando la vuelta al crucero). Después de un descanso de 35 minutos, continuará por avda.Tres Cruces (efectuando la tradicional reverencia), calle de la Amargura, avda. del Príncipe de Asturias, calle Santa Clara, plaza de Sagasta, calle Renova, plaza Mayor (dando la vuelta), calle de Ramos Carríón, plaza de Viriato y calle de El Barandales, para concluir en el Museo de Semana Santa todos los grupos menos la imagen de la Virgen de la Soledad que lo hará en la Iglesia de S. Juan.
ZAMORA DE LUTO José Marcos Díez Hermano Honorífico de la Verónica
La tarde del Viernes Santo en Zamora es emblemática, procesiona La Real Cofradía del Santo Entierro y desde muy pequeño esta magna procesión ha quedado grabada en mi mente. Recuerdo bastantes arios atrás, que delante del establecimiento que regentaba mi madre en la calle de Santa Clara, poníamos unas sillas en la acera para verla pasar. Al ser pasadas las tres de la tarde Santa Clara estaba desierta apenas había público, y con un sol de los de antes, divisábamos el desfile religioso en toda su solemnidad. Poco a poco se iban acercando los componentes de este Cortejo Sacro con el recordado Barandales de siempre y las Cruces Parroquiales sostenidas por monaguillos con suplentes y todo dado que pesaban lo suyo.
No se me olvida, que la mas de las veces El Longinos hacia fondo cerca de nosotros, era una mesa pequeña y las cruces, El Longinos el Caballo y las Vírgenes parecía salirse de ella y querer pisar la calle. Los cargadores dejaban los banzos para tomar aire, con la cara muy colorada, parece que los estoy viendo y yo pensaba... “ si en el primer fondo están así, como será a la vuelta...”. De pequeños, entre los amigos, el encanto de Longinos y el misterio de sostenerse el caballo, nos traía de cabeza, unos opinábamos que se sujetaba porque la cola era de plomo y otros aducíamos que en la fijación de las patas estaba la solución. También resaltar que cuando por la ciudad corrió el bulo de que lo iban a llevar a una Semana Santa del sur, los zamoranos, todos hubiéramos protagonizado un motín mucho mayor que el de La Trucha para evitarlo.
Con un caballo rampante Y una lanza al costado, JesĂşs derrama su sangre Ya todo se ha consumado, Zamora apenada estĂĄ En un triste Viernes Santo.
Y como los recuerdos de la infancia no se olvidan, es preciso indicar, que antes de la salida de la procesión, Zamora ponía su color patriótico al albergar el itinerario desde el cuartel hasta la salida del Santo Entierro de varias compañías de soldados con el arma a la funerala desfilando con música de la banda del Regimiento y la de cornetas y tambores, era el preludio de lo que iba a contemplarse y que hay que destacar en la entonces pequeña Zamora. También deseo que el lector sepa que un Viernes Santo por la tarde al llegar los grupos Escultóricos e imágenes a la Catedral, cayó un intenso aguacero y todos los pasos se refugiaron en nuetro primer templo, bueno todos no, menos uno, El Descendido, que a1 ser su mesa mas amplia no pudo pasar la entrada del atrio catedralicio dado que no se habia ampliado aún, por lo que tuvo que soportar el intenso chaparrón hasta 1a salida del siempre esperado Arco Iris, y yo pensé. . .” que solo y desamparado está. . .” Asi mismo en esta procesión del Santo Entierro era de resaltar la presencia de los seminaristas en correcto orden y su vestimenta característica, además del sillón del señor Obispo portado por dos de estos jóvenes, futuros sacerdotes, que lo posaban en el suelo para que nuestro Prelado pudiera sentarse en los fondos. Las representaciones oñciales muy numerosas iban ataviadas con las mejores galas. Lo peculiar de los pasos del Santo Entierro, como los de las demás Cofradías de la ciudad, radicaba que en un mínimo espacio podían situarse cantidad de figuras. Hubo un tiempo que las ruedas se implantaron, bien por falta de cargadores, bien por dar mayor agilidad en el itinerario a recorrer. Y que decir de las bandas de música, siempre presente la de Cornetas y Tambores de la Cruz Roja con su emblema y famoso casco de combate, la del Regimiento y la de Zamora al mando de su director el Maestro Haedo que con una barba blanca, su abrigo azul oscuro con botones dorados, su boina roja y su personalidad constituía una institución en la incomparable Semana Santa. Nº podía faltar en este desfile religioso, con incondicionales cofrades, la escolta de los pasos a cargo de los representantes de las entidades mas fundamentales de la ciudad. Cuando con menos años presenciaba la procesión del Santo Entierro, me parecía estar en otro mundo, un año es mucho esperar de ahí que 31 el sol brillaba en lo alto la alegría era completa en la señalada tarde del Viemes Santo en Zamora.
La Virgen de los Clavos El corazón de María sufre mucho de dolor por umos malvados clavos los clavos del sufrimiento de Cristo Nuestro Señor. Los clavos que traspasaron las manos del Redentor que esta sujeto en la Cruz el simbolo del Perdón
Horario y recorrido.
En la plaza de Santa María la Nueva a las 16:00 horas se realizará el acto público del Sermón del Descendido, todo público que quiera asistir al acto deberá acceder a la plaza de Santa María la Nueva por la calle Hospital o por la calle de Carniceros, ya que el resto de calles estarán cortadas por motivos de organización del desfile procesional. A las cuatro y media de la tarde se inicia la procesión desde la plaza de Santa María La Nueva para continuar por las calles de Corral Pintado, la Reina, Juan Nicasio Gallego, Plaza Mayor, calle de Mariano Benlliure, plaza del Fresco, costanilla de San Vicente, calle de El Riego, calle y plaza de Santiago, calle de Santa Clara, plaza de Sagasta, Renova, plaza Mayor, Ramos Carrión, Plaza de Viriato, rúas de los Francos y de los Notarios y plaza de la Catedral. Despues de la estación se reanuda la procesión, desde la Catedral por las rúas de los Notarios y de los Francos, plaza de Viriato, calle de Ramos Carrión y Plaza Mayor, Calles de Juan Nicasio Gallego, la Reina y Corral Pintado, entrando en el museo.
EL LEGADO DE UN PADRE A UNA HIJA Enrique Crspo Rubio
Es noche de adorar a Cristo descendido de la Cruz y recogido por su Madre, pero también de acompañar a esa Virgen dolorida que ha quedado herida por una profunda pena, aunque conforme y rendida a la voluntad de Dios porque este día se puso fin al pecado. La ciudad ha dejado enterrado a Cristo y sus vecinos se vuelven a su Madre para, en esta dolorosa noche, ofrecerla un consuelo que alivie su angustia en forma de cofradía, en una procesión en la que las pisadas de mujeres y hombres se armonizan por las calles de Zamora. ¡Que bella procesión y cuantos recuerdos asociados a la infancia! Ya casi había acabado la Semana Santa… Casi, porque todavía teníamos aquella pausada noche, aquel caperuz de terciopelo que tanto nos gustaba para desfilar bajo la túnica y un hachón en la mano. Nos vestíamos todos en casa, hombres y mujeres, bueno niñas y niños, y de la mano de nuestros padres enfilábamos Ramos Carrión para llegar a San Vicente. Allí entrábamos y nos hacían sentar en los bancos de adelante para rezar a la Virgen. Todos los mayores se saludaban, aunque lo hicieran todos los días. Y nosotros hacíamos lo mismo que nuestros padres con los hijos de sus amigos, que eran los nuestros, que eran nuestra familia… Porque eso fue un día esta procesión, una gran familia, donde todos nos queríamos como hermanos.
Fueron años inolvidables, anochecidas de viernes santos imborrables. Y aunque eran horas de duelo y aflicción, para los niños resultaban momentos dichosos esperando la orden que ponía en marcha la procesión y Nuestra Madre salía a la calle empujada por la Marcha Real. Y allí, entre pobres cirios y hachones usados, estaba la Virgen, tan cerca de la Cruz, impregnada de una angustia inmensa porque una espada de dolor había atravesado su corazón, con su imagen manifestándoselo a la ciudad que ya la contempla mostrándonos a su Hijo inerte para recordarnos que no hay amor más grande que el de una madre a sus hijos Todas las madres lloran y sufren cuando injurian a sus hijos. La Virgen María sufre más que ninguna madre, no solo porque su Hijo era Dios, también porque nosotros, sus hijos, le condenamos. Pero está ahí, en la Puerta de San Vicente, bajo la cruz que su Hijo llevó hasta el lugar donde le habían de clavar, con tantas lágrimas derramadas, que hacen falta todas las mujeres y los hombres de Zamora para mantenerla serena. Y en esa placita, de noche, se me juntaban todas las horas de este Viernes Santo y todos los años de la vida. Cuando me fui haciendo mayor y cristiané mi matrimonio pensaba en el primer día que llevaría a mi hijo a la iglesia de San Juan para hacerle partícipe de esos momentos imperecederos en que los sonidos del Merlú y los viejos acordes de la marcha de Thalberg rompen la madrugada. La Providencia no me concedió ese privilegio. Sin embargo fue mucho más generosa de lo que yo nunca soñé porque me permitió contemplar la emoción de mi hija el primer año que la vistieron para, con toda la fami-
lia, enfilar la rúa camino de San Vicente y asistir a Nuestra Madre. Y luego compartir con ella el triste goteo de la cera sobre las frías piedras de nuestras calles. Me conmovió su vitalidad para completar la procesión y la infantil jactancia que mostraba su cara al llegar a casa después de tantas horas de lento procesionar, probablemente porque me vi reflejado en ella cuando, muchos años atrás, yo también lo había hecho en la mañana de otro Viernes Santo. Y me sigue conmoviendo -ahora que la fatiga de la semana y la balanza de la edad me impiden acabar esta procesión- cuando la veo pasar por delante de nuestra casa, sonriendo livianamente mientras alza los ojos buscándome en el balcón. Entonces rezo y me emociono porque en ella está depositada la esperanza de que un día, en otra Semana Santa, pueda poner con ternura a su hijo la túnica de laval y dejarlo en mis manos para irnos a la iglesia y principiarle en ese amanecer que a buen seguro permanecerá en su corazón hasta el fin de la vida. Pero hasta entonces, ahí estará mi hija y las de ustedes, marchando despaciosamente por las viejas calles que un día recorrimos nosotros custodiando, alumbrando, a Nuestra Madre de las Angustias en su peregrinación hacia la gloria del Domingo de Resurrección y mecida por esas marchas fúnebres que forman parte de nuestras vidas: Mater Mea, Thalberg, Dolor de una Madre... Y antes de dejarla en su templo, mi hija y las de ustedes, aún tienen fuerzas para entonar su oración más amada en forma de Salve, entre velas encendidas de ternura y ojos misericordiosos mirándola con amor.
Horario y recorrido.
Sale a las 23 horas de la Iglesia Parroquial de San Vicente Mártir, para seguir por Cuesta de San Vicente, C. el Riego, Calle de Santiago, C, Santa Clara, Plaza de Sagasta, C. Renova, Pza. Mayor, C. Ramos Carrión, Pza. de Viriato, Rua de los Francos C. de SorDositea AndresC. de las Damas, C. Hospital, Pza. Sta. Mª La Nueva, Calle de Corral Pintado. Calle de la Reina, Pza. de San Miguel y Pza Mayor, donde se efectuará el rezo de la Corona Dolorosa y el canto del Stabat Mater, finalizando con el canto popular de la Salve y retornando las imágenes por C. Mariano Benlliure a la Iglesia de S. Vicente.
SALVE MADRE Jaime Rebollo Calvo
Salve Madre, en esta noche de dolor compartido, de lágrimas, rezos, cantos, luces, flores, riguroso luto para encontrar al fondo “la otra luz”, esa que por la tierra llevamos un par de días llamando esperanza. Esta noche Madre, aquí nos tienes, al igual que ayer, que anteayer y que el otro, el otro y así desde que una vez nos presentaron un lejano día, sin motivo aparente, en tu majestuosa casa de San Juan, joya románica, en esa celda tan humilde, como tantas que acogen a esas hermanas de clausura, también cada vez menos, que se pasan la vida encomendando a Dios constantemente sus almas y las nuestras, repartidas entre esas casas conventuales que otrora dotaron de gran riqueza al patrimonio monumental y artístico que tenemos hoy por estos lares. Sí Madre sí, volviendo al día lejano… fue un encuentro casual, un cruce de miradas que detuvo el tiempo y en el que aprendimos que de esas manos, y que de esos ojos que coronan tu cara, monumento a la belleza labrada por el tallista, salen algo más que unas lágrimas por Jesús; hijo, rey, héroe y ejemplo, todavía muerto esta noche. Lo que sale de esas manos y de esos ojos es un modelo para entender esta vida. Si tu cara sólo fuese Soledad, llanto, abatimiento, rabia, impotencia y dolor por el hijo perdido, por los hijos de esta tierra que nos dejan lejos, allá donde la vida les brindó la oportunidad de prosperar, por los hijos de aquí que vemos morir, al igual que Tú, a edad temprana, por esos hermanos que nos han dejado ya y que un día estuvieron ahí entregando su fuerza y parte de
su vida, bajo la madera en la que paseas por nuestras calles cada primer sábado después de la primera luna llena de la primavera… Si sólo fueses Soledad, hoy no estaríamos por aquí con el atrevimiento de rezarte, reclamarte y casi exigirte, las más de las veces, que todo nos vaya bien, que nuestros enfermos se curen, que encontremos nuestro trabajo o que mejoremos en él. En suma, si sólo fueses Soledad, hoy no te pediríamos solamente que a los nuestros les sonría la vida. Salve Madre, Soledad, que esta noche nos invitas a tener la esperanza de lo próspero por bandera. Que nos invitas a creer en un mañana donde la unión de todos evite la desaparición de esta tierra cada vez mas despoblada, a la que parecemos abocados sin solución, cada vez con menos empleo, menos servicios y menos recursos. Salve Madre, Soledad, dueña de los silencios con los que vivimos nuestros pequeños calvarios de cada día, cuando se incorpora a nuestra vida la enfermedad y su dureza, cuando la padecemos en primera persona o acompañamos en la travesía del dolor, a uno de los nuestros. Salve Madre, regala tu sonrisa al personal ajeno que vela por nosotros en su trabajo en la sanidad, la geriatría, la asistencia. Salve Madre, Soledad, dueña de los silencios de otros trabajadores, los valedores de ese denostado muchas veces mundo rural. Trabajo callado de hombres y mujeres desde el alba al ocaso en pos de una producción agrícola y ganadera sin la que, como dice un grito reivindicativo, la ciudad no puede vivir. ¡Cuánto te necesitamos, Madre, para guardar el respeto que el otro se merece!. Salve Madre, Soledad, por todos aquellos jóvenes que no les queda otra que buscarse el pan lejos de las oportunidades que por aquí, en esta tierra, somos capaces de generar y lo tienen que dejar todo para estudiar en otra parte de este país o para trabajar en algún recóndito lugar del planeta. Incluso aquél, que hoy no puede estar aquí, se acuerda esta noche de ti, esperando encontrar en un recuerdo aquella lágrima que es consuelo para sobrellevar esa otra soledad lejos del pan de la familia. Que el egoísmo no se adueñe de la vida ni de la escritura, salve Madre, por todos aquellos que
tienen que abandonar su casa, en cualquier parte del mundo, especialmente los que huyen de los conflictos armados, muchos de ellos con la única defensa de su persona, mujeres y niños. Los que buscan refugio ante lo absurdo de la falta de entendimiento transformada en violencia, los que emigran porque la vida llevó a su tierra la falta de oportunidad digna y ellos optan por cruzar las fronteras de países y continentes, convirtiéndose en auténticos buscavidas, para intentar encontrar un lugar donde la justicia florezca en sus vidas y así tener el acomodo que necesitan. Salve Madre, Soledad, para que cualquier camino que nos depare el futuro impida que te dejemos de recordar, no sólo hoy, sino cualquiera de tantos días al cabo del año. Ruega esta noche por aquellos que un día te conocieron y que hoy han alejado sus vidas de ti porque llegaron a perder la fe y han abandonado los caminos saludables cayendo en desgracia, presos de la comisión de delitos, víctimas del juego, la droga, el alcohol y tantos vicios que se cruzan en nuestro camino y a los que muchas veces es difícil saber decir no. Salve Madre, Soledad, ruega por las mujeres que sufrieron una de esas lacras convertida casi en rutina, propia y acrecentada en este siglo, como es la violencia doméstica. Que en tus manos encuentren la pista para saber hallar mejores caminos que aquél al que un día llamaron amor bajo el disfraz de una cruel mentira. Ruega por todas aquellas vidas que se han perdido fruto de esta sinrazón y ruega por aquellos huérfanos que dejan estos crímenes. Acoge a los verdugos para que en el cumplimiento de su justa pena encuentren la fórmula del perdón, del arrepentimiento y la reinserción. Salve Madre, Soledad, para que nuestros hijos encuentren la educación necesaria para formar mejores personas en valores y cualificaciones académicas que les lleven a un futuro mejor. Salve Madre, por todos aquellos que decidieron conducir su vida por los caminos de la docencia y que realizan de forma incansable un trabajo, casi nunca agradecido en su medida, y cuyo único destinatario es el otro casi siempre. Salve Madre, Soledad, para que los poderosos de este mundo fomenten acortar la distancia tan cruel que en muchos casos y escenarios separa a los hombres de
forma tan vil e injusta como es diferenciarlos por la distribución de la riqueza. Salve Madre, Soledad, para que aprendamos una noche más que lo que nos falta en cantidad en esta tierra, seguramente, es el Amor del que nos habló tu hijo. Aprender a querernos desde nuestras familias, a nuestros amigos como al resto de ciudadanos a los que en ocasiones sólo les deseamos el mal ajeno en beneficio y provecho propios. Salve Madre, para que la ternura que manifiestas esta noche, mientras te llevan andando al compás de la música nos transforme en bienhechores buscadores de la libertad, la paz y la justicia entre los hombres, el mandato que tu hijo nos dejó. Salve Madre, Soledad, para que todos unamos este corazón que hoy se convierte en epístola y oración, a todas esas manos que elevan al cielo su luz, para que resplandezca tu rostro sobre nosotros, al compás de la marcha fúnebre de Schopin, sabiendo Madre, que en el camino nos enseñaste a llorar como tú lo haces en esta noche, pero que eres la fiel maestra que imparte la lección que tenemos que asumir en nuestro peregrinar rutinario. La más hermosa de las conclusiones, que si intentamos parecernos a ti, comprenderemos que hemos venido aquí para combatir alegrías y desesperanzas, pero que sólo así seremos capaces de alcanzar esa promesa que no es otra que llegar al final del camino y poder gozar de esa gloria que ya resuena en el viento a estas horas, cuando nos despedimos de ti, y que no es otra que la Resurrección. Si sólo fueses Soledad, hoy no serías el espejo al que mirar para ofrecer y agradecer todas y cada una de nuestras vidas, y que hoy representan las miles de damas que caminan enlutadas como tú, rezándote y confesándote, como la Madre, sí, hoy dolorosa y sola; pero Madre amada, fiel y consejera que eres cada uno de nuestros días. Salve Madre, Soledad, Ora pro Nobis.
Horario y Recorrido.
Sale a las 20.00 horas de la tarde de la Iglesia de San Juan, para continuar por la C/ Renova, Sagasta, Santa Clara, Avenida de Alfonso IX, Plaza de Alemania, San Torcuato, Sagasta, Renova, entrando en la Plaza Mayor, donde se entonará la Salve a la Virgen, para luego regresar al templo de salida.
DESPIERTA LA MAÑANA
A mis pequeñas Cofrades Verónica y Altea Juan Manuel Bragado Molina
Al alba, se atisba una mañana diferente, pues el dolor de la tarde anterior en la Soledad de la Virgen, parece desvanecerse con los primeros rayos de sol que perfilan la piedra de la muralla de la vieja ciudad del romancero. Son las nueve de la mañana, una mañana en la que no importa madrugar, en la que la ilusión de la Resurrección hace que los preparativos para acudir a la última procesión o la primera romería, se tornen más especiales que nunca.
Así pues las pequeñas cofrades despiertan en esta mañana para acompañar a Cristo Resucitado. La no tan pequeña, despierta con la ilusión de preparar por primera vez su vara, pues hasta ahora no ha sido capaz de sostener ninguna, pero este año si, y las flores brotarán de la punta, como la primavera que despunta en los primeros días de abril. La pasión Cofrade invade su cuerpo, pues no veo otra cosa en ella, que a mí mismo cuanto tenía su edad, además tratando de inculcar en su hermana pequeña, que aún no tiene dos años, una pasión desmedida a lo que es ser Cofrade…… ¿Cofrade?...... ahora viene cuanto toca explicarle que es sentido tiene ser Cofrade…. Y algo más…… Pues para un Cofrade, tiene mucho sentido la Semana Santa, que para muchos acaba con el dolor y la Soledad de la Virgen el Sábado Santo. Pero para un Cristiano, tiene mucho sentido la Resurrección, pues es el sentimiento y sentido de nuestra fe. Así pues son dos palabras que van unidas, pues el sentido Cofrade, es el sentido Cristiano. De este modo Cristo se presenta en la Plaza Mayor de Zamora, y sobre un clamor de varas floridas al aire nos dice: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente”. Cristo Resucita en la mañana del Domingo, lo hace en Zamora. Y nos deja esta frase para crear Cristiano, y Cofrades……..
Horario y recorrido. Salen las dos Imágenes a las 09:00 horas de la Iglesia Parroquial de Sta Mª de la Horta La Imágen de Jesús Resucitado, inicia la procesión La Imagen de la Virgen del Encuentro. inicia la procesión, por la Plaza de San Julián del Mercado, Zapatería, Plza por C/ San Juan de las Monjas, Cuesta del Piñedo, Plaza Santa Santa Lucía, Cuesta del Pizarro, San Ildefonso (descan- Eulalia, C/Santa Olaya, C/ Viriato, Plaza Sagasta, San Torcuaso), Arco San Ildefonso, Rúa de los Francos, Ramos Ca- to, C/ Santiago (descanso), Santa Clara, Sagasta, Renova y rrión, Plaza Mayor. Plaza Mayor. El Encuentro se efectuará en la Plaza Mayor a las 11,15 horas, seguidamente regreso, tras dar la vuelta a la plaza Mayor la procesión bajará por la cuesta de Balborraz, calle de la Plata, Plaza de San Julián del Mercado,y entrará en ell templo de salida.
El Itinerario número dieciocho, decimooptava edición
Diseño y maquetación. zoylo producciones
Autores de los textos por orden de relatos Jesús Salvador Cecilio David Álvarez Javier Hernández Vidal Rubén Bartolomé Mezquita José Carlos Rodríguez San Gregorio Sara Pérez Tamames Eugenio Jesús de Avila J. Carlos Izquierdo Domínguez Dalmiro Gavilán Santos Roberto Felix Fuentes Sandra Turrado Esteban Alejandro Fernández Alonso Luis Felipe Delgado de Castro Óscar Antón Vacas Rubén Domínguez Rodríguez José Marcos Díez Enrique Crespo Rubio Jaime Rebollo Calvo Juan Manuel Bragado Molina
Fotografías
Jesús Salvador Cecilio Mª del Amor Martín Olivera
Idea de “El Itinerario” Jesús Salvador Cecilio
Reservados todos los derechos de edición. Se prohíbe la reproducción total o parcial del contenido de este número, ya sea por medios electrónicos, mecánicos, fotocopia o grabación u otro sistema de reproducción cualquiera sin la autorización expresa del editor. Las opiniones expresadas en los textos y sus contenidos son responsabilidad de los autores. Los anunciantes son los únicos responsables del contenido de sus mensajes publicitarios. Agradecemos a las empresas su colaboración sin la cual sería imposible la edición de “El Itinerario”
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LLEGÓ EL FINAL, CESÓ EL CLAMOR… Corría el Domingo de Resurrección de un año cualquiera, pongamos que 2020. Todo termina. Nunca un día en una ciudad tuvo un nombre tan equivocado. Zamora es así, una paradoja en sí misma. Mientras la Iglesia celebra el dolor de la muerte, Zamora resucita por cinco días. Sale del anonimato y se llena de gente, de ambiente, de aquellos que se fueron para no volver y de aquellos que simplemente quieren conocer ese fenómeno llamado Semana Santa de Zamora. La Zamora que debiera ser, llena de vida, acontece mientras se conmemora la muerte de Jesús. Pero ese deprimente Domingo de Resurrección llega el final, cesa el clamor y Zamora vuelve a morir. Vuelve el vacío, el silencio, el olvido, la falta de oportunidades que expulsa sin misericordia la juventud y el progreso. Todos hablan de ello pero nadie hace nada por evitarlo. Hay quien dice, y no le falta razón, que sólo vivimos para diez días, esos que justamente acaban de pasar. Muchas palabras, ningún hecho. Vendedores de humo que cada cuatro años nos agasajan unos por un puñado de votos y otros por mantener su estatus social. Mientras, nuestra gente huye porque no encuentra, porque todo son problemas y recelos a lo desconocido. Ni nos sabemos vender ni parece que nos interese mucho vendernos. Y mientras todo parece igual todo va a peor, el abismo no se acerca, ha llegado para quedarse y nos empeñamos a correr hacia él. Así que si queremos seguir orgullosos de nuestra Semana Santa, recordad, sin cofrades no hay Semana Santa, que parece que es lo único que nos interesa. Y sin gente no hay cofrades. Y sin oportunidades de futuro no hay gente…… Así que, ZAMORA, ¡RESUCITA! Roberto Felix Fuentes