17 de septiembre de 2011 El establecimiento de observatorios culturales es una peculiaridad de la sociedad contemporánea que parece haber comenzado en Europa. Uno de los más destacados es el Observatorio de Políticas Culturales ― OPC― de Grenoble, pero esta práctica se ha expandido en varios continentes.
Los mencionados organismos se crearon como centros de intercambio internacional de información comparativa en el ámbito de las políticas culturales, con lo que facilitan el trueque de prácticas e ideas innovadoras en la adopción e implementación de las señaladas estrategias.
Existen OPC en Colombia, Argentina, Canadá, España y en otros países, estos centros de investigación realizan estudios multidisciplinarios sobre el tema.
A nivel regional su mayor motivo de preocupación está en la propagación de conflictos culturales, que podrían evitarse observando detenidamente las tendencias culturales que existen en el país de que se trate. En el ámbito local, el objetivo principal es ayudar a las diversas comunidades a salvar las diferencias educativas entre “los ricos y los pobres” en materia de información.
Los OPC surgieron con diversos objetivos, fundamentalmente el de ejercer una función de observación y vigilancia, y difundir en el sector cultural la información recogida. La función que desempeñan se concreta de distintas maneras, dependiendo del nivel en que orienten la atención.
En Cuba, cierto es, algunas instituciones tienen por objeto de estudio a la cultura cubana en particular, pero pocas se han acercado directamente a los contenidos propios de las políticas culturales. El Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello tiene una línea de investigación al respecto. La historiografía nacional presenta carencias notables sobre el tema de las políticas culturales que constituye un terreno casi virgen como problema histórico, no obstante los contados esfuerzos de especialistas aislados que han empezado a publicarse por estos años. Hasta hace relativamente poco tiempo, en instituciones nacionales culturales, científicas, educacionales u otras, no se había establecido una línea de investigación sistemática sobre la Historia de las políticas culturales en Cuba, no creo que existiera una práctica institucional al respecto.
El Instituto de Historia de Cuba es pionero en este tema de estudio desde finales de los años 80 e inicios de los 90. Contando con la guía de la Dra. en Ciencias Históricas Mildred de la Torre Molina, varios investigadores de este centro científicoy de otros afines han laborado en tan complejo campo cultural. La escasez de estudios históricos de las política culturales en el país puede relacionarse con el hecho de que el rumbo de los estudios en ese terreno ha girado en torno a la creación artística, y que en las políticas culturales del Estado se distingue, con gran peso, su orientación al desarrollo de los valores artísticos y literarios, que desde luego no son los únicos. Probablemente ello pueda revelar por qué no se ha estimulado lo suficiente el estudio profundo de las propias políticas culturales, ni su devenir histórico.
Asimismo, es notable la débil base teórico-metodológico-conceptual para historiar las políticas culturales, particularmente en el período revolucionario. La literatura histórica sobre el tema es exigua, como se ha planteado, a pesar de que la reconstrucción de la Historia de las política culturales en Cuba ―o en cualquier país― permitirá aportar información que evite repetir colosales y costosos errores o emprender acciones y procesos culturales supuestamente “inéditos”, cuando un número significativo de personas e instituciones “desconocidas” ha alcanzado importantes éxitos o no han podido avanzar un paso en esos empeños en décadas pasadas. Quienes asumen el reto de realizar estudios históricos sobre el tema aludido en el período revolucionario, sufren la presencia permanente de innumerables obstáculos, la mayoría de ellos de orden subjetivo. A la falta de sistematicidad en esos estudios, que conlleva a la parvedad de saberes precedentes se unen dificultades diversas, entre ellas: la enorme dispersión de la información que se precisa, el difícil, casi imposible, acceso a determinadas fuentes imprescindibles que protegen, en exceso, algunas instituciones o personas. En ocasiones hay información importante sobre determinados hechos o personalidades que solo se “revelan” en fuentes extranjeras o digitales, Internet mediante, asumiendo los riesgos que ello implica al depurar toda la información que pueda ser superflua.
Al mismo tiempo están presentes, un paupérrimo contexto teórico-metodológico para enfrentar dicho estudio y la necesidad de acudir a las entrevistas ―proceso en ocasiones tortuoso y devastador, pero imprescindible― dirigidas a creadores, funcionarios, promotores o estudiosos que vivieron directamente hechos y procesos significativos o que asumen criterios analíticos importantes. Por otra parte, en Cuba la responsabilidad del Estado en la cultura es magnánima, por las propias obligaciones que este se adjudica, pues se ocupa de estimular la producción, la creación artística misma, pero también su circulación, difusión, consumo, la enseñanza artística, la educación estética, el movimiento de artistas aficionados, la protección del patrimonio cultural, la organización de las empresas del sector, en fin de todo, peculiaridad casi exclusiva de nuestro país y sin dudas una tarea engorrosa para extenderla, satisfactoriamente, hasta todos y cada uno de los sectores y estratos sociales de la población, por tanto, se torna aún más compleja la ya complicada tarea de historiar las políticas culturales de un territorio. Las mencionadas estrategias son consustanciales a los procesos endógenos de la sociedad, en tanto contribuyen decisivamente al desenvolvimiento de la espiritualidad. De ahí que este tema debe investigarse sistemáticamente, desde todos los puntos de vista posibles, si se pretende contribuir de alguna forma al análisis de la Cuba revolucionaria.
Es preciso tener en cuenta que profundizar en la historia de las políticas culturales de este período implica descubrir una de las esferas más sensibles de la nación dada sus implicaciones directas en la cotidianidad, en el trabajo creador del pueblo y en el fortalecimiento de la identidad nacional. Al propio tiempo, es nes que se realicen directo del proceso no es posible, dado
preciso tener en cuenta que las valoraciono necesariamente tendrán como referente revolucionario al pasado capitalista, ya el camino ya avanzado por la Revolución.
Hay suficiente creación nacional en todos los órdenes para establecer criterios comparativos con relación a la propia sociedad que se ha construido, en la cual sólo una visión crítica dentro de ella permitirá su verdadero mejoramiento. Por último, una perenne interrogante, de qué forma realizar un análisis valorativo sobre las políticas culturales en el que pueda expresarse hasta dónde han sido realmente interiorizadas éstas por el pueblo y cómo han influido en su accionar social, o si las estrategias diseñadas y aplicadas han tenido alguna influencia en la elaboración de un nuevo modo de ser del cubano.
¿Historiar políticas culturales? … uhmmm Jorgelina Guzmán Moré http://www.cubarte.cult.cu
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