LIBROS Y LECTURAS N.58 SEPTIEMBRE 2019

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LIBROS Y LECTURAS Nro 58 Coordinador: Óscar Jairo González Hernández Profesor Facultad de Comunicación. Comunicación y Lenguajes Audiovisuales. Universidad de Medellín

Medellín. Septiembre / 2019


EL LIBRO DE LAS FIGURAS JEROGLÍFICAS Por: Nicolás Flamel (1330-1413) DEL HOMBRE Y LA MUJER vestidos con un ropaje anaranjado, sobre un campo azurado y azul, y de sus rollos CAPÍTULO IV

El hombre pintado aquí se me parece mucho expresamente, lo mismo que la mujer representa muy inocentemente a Perrenelle. El motivo por el cual estamos representados exactamente no es particular, ya que sólo era necesario representar un hombre y una mujer, por lo que no se requeriría nuestro particular parecido. Pero al escultor le plujo ponernos allí, tal como también lo hizo en esta misma Arcada, más arriba a los pies de las figuras de San Pablo y San Juan, tal como éramos en nuestra adolescencia, y también en otros varios lugares, como en la puerta de


la Capilla Saint-Jacques de la Boucherie, cerca de mi casa (aunque en esta última hay una causa especial), como también en la puerta de Sainte Geneviève des Ardents donde me podrás ver. Así, pues, pinto aquí dos cuerpos, uno de macho y otro de hembra, para enseñarte que en esta segunda operación tienes verdaderamente, pero aún no perfectamente, dos naturalezas conjuntas y casadas, la masculina y la femenina, o mejor, los cuatro Elementos, y que los enemigos naturales, el calor y el frío, lo seco y lo húmedo, empiezan a acercarse amistosamente unos a otros, y gracias a los mediadores de la paz, dejan poco a pocota antigua enemistad del Viejo Caos. Bien sabes quiénes son los mediadores entre el calor y el frío: es lo húmedo, ya que es pariente y aliado de los dos, del calor por su calidez, el frío por su humedad. He aquí por qué para empezar a hacer esta paz, tienes, en la operación precedente, que haber convertido todas las confecciones en agua necesaria que se ha convertido en esta tierra negra de un negro muy negro, para conseguir la entera paz: ya que la tierra que es seca y húmeda, encontrándose también pariente y aliada con lo seco y lo húmedo que son enemigos, los apaciguará y conciliará del todo. ¿No consideras que es una mezcla muy perfecta de todos estos cuatro Elementos, el haberlos primeramente convertido en agua y ahora en tierra? Te enseñaré también seguidamente las otras conversiones en aire, cuando todo sea blanco, y en fuego cuando todo sea de un púrpura perfecto. Así, pues, tiene dos naturalezas ligadas, que han concebido la una de la otra, y que por esa concepción se han convertido en cuerpo de macho, y el macho en cuerpo de hembra, es decir se han vuelto un solo cuerpo, que es el Andrógino de los Antiguos, que de otra forma llamamos también cabeza de Cuervo y Elementos convertidos. De este modo, te describo aquí que tienes dos naturalezas reconciliadas quienes (si son conducidas y regidas sabiamente) pueden formar un Embrión en la matriz del vaso y pueden darte a luz un Rey muy poderoso, invencible e incorruptible, porque será una quintaesencia admirable. He aquí el principal fin de nuestra representación y el más necesario. La segunda, que es también muy notable, será que me hacía falta pintar los dos cuerpos, porque en esta operación tienes que dividir lo que ha sido coagulado para


obtener después un alimento, una leche de vida, para el niño pequeño que nace, que está dotado (por el Dios vivo) de un alma vegetativa. Lo cual es un secreto muy admirable y tan oculto que ha hecho enloquecer por no comprenderlo a todos aquellos que lo han buscado sin encontrarlo, y que ha vuelto sabia a toda persona que lo contempla con los ojos del cuerpo o del espíritu. Te hace falta, pues hacer dos partes o porciones de este cuerpo coagulad, una de las cuales servirá de Azoth (1) para lavar y mundificarla otra que se llama Letón y que se tiene que blanquear. Lo que se lava es la Serpiente Pitón, quien, habiendo tomado su ser de la corrupción del limo de la tierra surgido de las aguas del diluvio, cuando todas las confecciones eran agua, debe ser matada y vencida por las flechas del Dios Apolo, por el rubio Sol, es decir por nuestro fuego igual al del Sol.El que lava, o mejor dicho los lavamientos que se tienen que continuar con la otra mitad, son los dientes de esta Serpiente, que el sabio operador, el valiente Teseo, sembrará en la misma tierra de la cuál nacerán los soldados, que se despedazarán finalmente entre sí, dejándose por oposición volverse a soldar en la misma naturaleza de la tierra, dejando llevar las conquistas merecidas. Los Filósofos han escrito tan a menudo sobre este tema y lo han repetido tantas veces: se disuelve a sí mismo, se congela, se ennegrece, se blanquea, se mata y vivifica a sí mismo. He hecho pintar su campo azurado y azul para mostrar que sólo he comenzado a salir de la muy negra negrura. El hombre y la mujer son en su mayor parte anaranjados. Esto significa que nuestros cuerpos (o nuestro cuerpo que los sabios llaman aquí Rebis) y que la humedad de donde viene el negro, azul y azurado, están sólo medio vencidos por la sequía. Ya que si domina la sequía, todo será blanco, y al combatir o ser igual a la humedad todo es en parte según los colores presentes, los envidiosos han llamado también las confecciones en esta operación: Numus, Ethelia, Arena, Boritos,

Corsufle, Cambar, Albararis, Duenech, Randeris, Kukul, Thabitris, Ebisemeth, Ixir, etcéter, a lo que han ordenado blanquear.


La hembra tiene un círculo blanco en forma de rollo alrededor de su cuerpo, para mostrarte que Rebis empezará a blanquearse del mismo modo, blanqueándose primero en las extremidades alrededor del círculo blanco. La escala de los Filósofos dice: el signo de la primera perfecta blancura es la manifestación de un cierto pequeño círculo capilar, es decir, pasando sobre la cabeza, que aparecerá alrededor de la materia a los lados del Vasote color subcitrino. Hay en sus rollos: Homo veniet ad judicium Dei. Vere (dice la mujer) illa dies terribilis eris. No son pasajes de las Santas Escrituras, sino sólo unos dichos, que hablan según el sentido Teológico de la resurrección futura. Los he colocado así, pues me sirven para aquel que contempla solamente el artificio grosero y más natural, tomando la interpretación de la resurrección. E incluso sirven para aquellos que, queriendo recoger las parábolas de la ciencia, toman ojos de Linceo para penetrar más allá de los objetos visibles. Hay, pues: El hombre acudirá al Juicio de Dios, ciertamente ese día será terrible. Es como si dijera: Hace falta que esto venga al colorear de la perfección para ser juzgado y limpiadote la negrura y basura, y ser espiritualizado y blanqueado. En verdad ese día será terrible, o ciertamente, también lo encontraréis en la alegoría de Aristeo: El horror nos mantuvo en la prisión durante ochenta días en las tinieblas de las Ondas, en el calor extremo del Verano y alteraciones del Mar. Todas estas cosas deben pasar primeramente antes que nuestro Rey pueda ser blanqueado, viniendo de la muerte a la vida, para vencer luego a todos sus enemigos. Para enseñarte aún mejor esta albificación, que es más difícil que todo el resto, hasta entonces puedes erraren cada paso, y después ya no, o romperías tus vasos, te he hecho también el cuadro siguiente. 1. Azogue, es uno de los nombres que los alquimistas daban a su Mercurio. Traducción: G. P.

El libro de las figuras jeroglíficas. Ediciones Obelisco.1982. Págs. 55-61.

Barcelona.


RAZONES PARA ESCRIBIR Por: Francis Ponge (1899-1988)

I Persuádanse de esto: nos han sido indispensables ciertas razones imperiosas para llegar a ser o para seguir siendo poetas. Nuestro primer móvil fue sin duda el asco por lo que nos obliga a pensar y a decir, por aquello en lo cual nuestra naturaleza de hombres nos fuerza a tomar parte. Avergonzados del arreglo de las cosas tal como está, avergonzados de todos esos grotescos camiones que pasan por nosotros, de esa fábricas, manufacturas, tiendas, teatro, monumentos públicos que constituyen mucho más que el decorado de nuestra vida, avergonzados de esa agitación sórdida de los hombres no sólo alrededor de nosotros, hemos observado que la Naturaleza, mucho más poderosa que los hombres, hace diez veces menos ruido, y que la naturaleza en el hombre, quiero decir, la razón, no hace ningún ruido en absoluto. ¡Pues bien! Aunque fuese tan sólo para nosotros, queremos hacer escuchar la voz de un hombre. En el


silencio, es cierto, la escuchamos, pero en las palabras la buscamos: eso ya no es nada. Eso es palabras. Y ni siquiera: palabras no son palabras. ¡Oh hombres! ¡Informes moluscos, multitud que sale a las calles, millones de hormigas que los pies del Tiempo aplastan! No tenéis por morada más que el vapor común de vuestra verdadera sangre: las palabras. Vuestra rumia os repugna, vuestra respiración os ahoga. Vuestra personalidad y vuestras expresiones se comen mutuamente. Tales palabras, tales costumbres ¡oh sociedad! Todo es tan sólo palabras. II Mal que les pese a las palabras mismas, en vista de

los hábitos que han contraído en tantas bocas infectas, se necesita cierto coraje para decidirse no sólo a escribir sino aun a hablar. Un montón de trapos viejos que, de tan sucios, no se pueden agarrar ni con pinzas, he aquí lo que se nos da a remover, a sacudir, a cambiar de sitio. Con la secreta esperanza de que nos callaremos. ¡Pues bien! Aceptemos el reto. ¿Por qué, considerando bien la cuestión, debe un hombre de esa índole a hablar? ¿Por qué los mejores, dígase lo que se diga, no son aquellos que han decidido callar? Eso quiero decir. Hablo solamente a quienes callan (un trabajo de suscitación), libre de juzgarlos luego según sus palabras. Pero si esto mismo no hubiese sido dicho, habría podido creérseme solidario de semejante orden de cosas. Eso casi no me importaría si yo no supiera por experiencia que correría así el peligro de llegarlo a ser. Que es preciso a cada instante sacudirse el hollín de las palabras y que en este orden de valores el

silencio es lo más peligroso posible.

Una sola salida: hablar contra las palabras. Arrastrarlas con nosotros a la vergüenza adonde nos conducen de tal manera que en la vergüenza se desfiguren. No hay otra razón para escribir. Pero,


apenas concebida, ésta es absolutamente determinante y conminatoria. No se puede escapar de ella sino mediante una cobardía humillante que no es mi agrado tolerar.

1929-1930 Traducción, presentación y notas ALFREDO SILVA ESTRADA

De parte de las cosas. Caracas. Monte Ávila Editores. 1996. Págs. 165-167.


HERMAN BROCH 1886-1951 Por: Hannah Arendt (1906-1975)

I. EL POETA (1) RENUENTE (FRAGMENTO) Hermann Broch fue poeta a pesar de sí mismo. El hecho de haber nacido poeta y de no querer serlo fue un rasgo fundamental de su naturaleza, inspiró la acción dramática del más importante de sus libros y se convirtió en el conflicto básico de su vida. De su vida, no de su psique; pues este no era un conflicto psicológico que podría haberse expresado en luchas psíquicas, sin otra consecuencia que aquello que el mismo Broch, medio irónico medio disgustado, denominó “clamor del alma”. Tampoco era un conflicto entre dones, como por ejemplo, entre el don de la ciencia y la matemática y el don imaginativo, poético. Un tal conflicto podría haber sido solucionado o, si hubiera sido irresoluble podría haber producido, en el mejor de los casos, belles-lettres pero nunca un verdadero trabajo creativo. Además, de un conflicto psicológico o una lucha entre varios talentos nunca puede ser el rasgo fundamental de la naturaleza de un hombre, dado que ésta siempre yace a un nivel más profundo que todos los dones y talentos, que todas las peculiaridades y cualidades psicológicas


descriptibles. Estas últimas se originan en su naturaleza, se desarrollan según sus leyes o son destruidas por la misma. El circuito de la vida y la creatividad de Broch, el horizonte en el que se movía su trabajo, en realidad un círculo; más bien se parecía a un triángulo cuyos lados pueden definirse con total precisión: literatura, conocimiento, acción. Sólo este hombre en su carácter único pudo llenar la superficie del triángulo. Asignamos talentos totalmente diferentes a estas tres actividades fundamentalmente distintas del hombre: la obra artística, la científica y la política. Sin embargo, Broch se acercó al mundo con la pretensión, nunca expresada abiertamente aunque siempre latente e insistente, de que en su vida en la tierra el hombre debe hacer que las tres coincidan y se vuelvan una. De la literatura exigía que tuviera la misma validez que la ciencia, que la ciencia llegue a ser “la totalidad del mundo” (2) como lo hace la obra de arte cuya “tarea es la constante recreación del mundo” (3) y que ambas cosas juntas, el arte impregnado de conocimiento y el conocimiento que ha adquirido visión, debería comprender e incluir todas las actividades prácticas y cotidianas del hombre. Este era el rasgo fundamental de su naturaleza y como tal no presentaba conflicto alguno. Pero dentro de una vida, y en particular dentro del tiempo limitado que está asignado a la vida humana, dicha pretensión tiene que llevar necesariamente a conflictos. Pues dentro de la estructura de las ocupaciones y actitudes simultáneas coloca un peso excesivo sobre el arte, sobre la ciencia y sobre la política. Y estos conflictos se hicieron manifiestos en la actitud de Broch hacia el hecho de que era un poeta; se convirtió en poeta a pesar de sí mismo y a través de su renuencia dio una expresión personalmente válida y adecuada tanto al rasgo fundamental de su naturaleza como al conflicto fundamental de su vida. En cuanto a la biografía de Broch, la frase “poeta renuente”, en tanto que expresa un conflicto, se aplica en primer lugar al período posterior a La muerte de Virgilio (4). En este libro, la incertidumbre del arte en general se convierte en el contenido temático precisamente de una obra de arte;


y como la terminación del trabajo coincidió con el mayor golpe de la época, la revelación de las masacres en los campos de concentración, Broch se prohibió a partir de aquel momento continuar con su trabajo creativo y por lo tanto se apartó de su modo acostumbrado de resolver todos los conflictos. Con respecto a la vida, concedió una primacía absoluta a la acción, y en lo que respecta a la creatividad, al conocimiento. Por lo tanto, la tensión entre literatura, conocimiento y acción lo asaltaban diariamente y en forma constante, afectando su vida diaria y su trabajo. (Volveremos a la base objetiva de esta tensión que surge del hecho de que Broch consideraba la acción en términos de un trabajo orientado hacia un objetivo y de que pensaba en términos de un conocimiento que produce resultados). (…)

1. Se utiliza la palabra “poeta” en este ensayo en el sentido de Dicther en alemán, que incluye toda creación literaria, también la narrativa. 2. “Gedanken zum Problem der Erkenntinis in der Musik”, en Essays, Zurich, 1955, II, pág. 100. 3. “Hoffmannsthal und seine Zeit”, op. Cit., I, pág. 140. 4. [Traducción castellana: Madrid, Alianza, 2000. N. e.]

Edición completa y revisada Traducción: CLAUDIA FERRARIA y AGUSTÍN SERRANO DE HARO

Hombres en tiempos de oscuridad. Barcelona. Editorial Gedisa. 2001. Págs. Págs. 119-121.


LA FILOSOFÍA DE LOS HINDUES (1958) Por: Helmuth von Glasenapp (1891-1963)

PREFACIO DE LA PRIMERA EDICIÓN Aunque la ciencia occidental desde hace ciento cincuenta años se ha esforzado por investigar la filosofía de los hindúes, sin embargo sólo pocos pensadores del Oeste han brindado a los sistemas metafísicos de la tierra del Ganges la adecuada atención. Esto tiene en parte causa en el hecho de que muchos de ellos aún hoy día inconscientemente están bajo la influencia de la imagen medieval del mundo, para la cual la cultura que se desarrolló alrededor del Mediterráneo representa la medida de las cosas y la vida espiritual del Asia meridional y oriental no se le puede comparar y por eso sólo es de un interés principalmente etnográfico. Pero en parte puede también deberse a que los mejores trabajos sobre filosofía hindú que poseemos en nuestro idioma presuponen en mayor o menor grado conocimientos indológicos y por tal razón no han encontrado, en el círculo de las personas interesadas en la filosofía,


una difusión en la medida que hubiese sido de desear de acuerdo con su valor. Creo por eso corresponder a una necesidad si en el presente trabajo ofrezco una obra elemental de introducción, que puede poner a cualquier persona filosóficamente formada en condiciones de hacerse una imagen del desarrollo y de la esencia del pensamiento metafísico de los hindúes, jainas y budistas y que le proporcione el instrumento necesario para poder estudiar obras especializadas o traducciones de obras indias. Por tal razón he tratado en la introducción y en los capítulos finales la relación recíproca de la filosofía india y occidental desde los diversos puntos de vista, con la idea de que es siempre recomendable tomar contacto con algo conocido y desde ahí pasar a lo nuevo y sobre todo extraño. El trabajo se divide en tres partes: en la primera doy una visión de conjunto sobre el desarrollo histórico de cerca de tres mil años, del pensamiento filosófico de los indios; en la segunda esbozo sus grandes sistemas metafísicos de la época clásica y post-clásica, y en la tercera comparo, en la forma de una visión sintética, los diversos intentos de solución que encontraron los grandes problemas relativos a la cosmovisión. Esta manera de proceder tiene la ventaja de que las mismas cuestiones y hechos son investigados en diversos contextos y bajo distintos puntos de vista y así puede encontrar una más amplia ilustración y aclaración. Mediante una síntesis en forma de cuadro, de las enseñanzas principales de los grandes sistemas, mediante un cuadro cronológico comparativo de la historia de la filosofía india y occidental, y mediante un índice detallado de términos y nombres de personas, que comprende todas las palabras sánskritas más importantes, creo que he facilitado, de acuerdo con mis posibilidades, el ingreso a la difícil comprensión de la sabiduría hindú. Desde el punto de vista del contenido se relaciona en muchas partes el presente trabajo con mi libro sobre las etapas del desarrollo del pensamiento indio. Mientras que en este último me dirijo en primera línea a especialistas y presento los nuevos resultados de la investigación, en éste trato de hacer útiles, para un círculo más amplio, los resultados a que se llegó


en aquél. Para ello he utilizado, con agradecimiento, las sugerencias y mejoras, que, con ocasión de sus comentarios, dieron E. Abegg, F. Edgerton, F. O. Schrader y P. Tuxon (1); he rectificado mis opiniones en algunos puntos y las he sometido a una nueva verificación. En la India la religión y la filosofía aparecen, desde el pasado, unidas entre sí. Para una exposición satisfactoria de la filosofía hindú es por eso imprescindible un conocimiento amplio del desarrollo histórico-religioso. Con todo creo que puedo prescindir de una exposición detallada de ese desarrollo, ya que creo que, en mi trabajo “Las Religiones de la India” que aparece en esta misma colección, he dicho todo lo necesario al respecto, de modo que puedo remitir a ese trabajo.

Tubingen, comienzo de 1948 1. E. Abbey en “Deutsche Lit, Ztg” 64 (1943) col. 3-8; F. Edgerton J.A.O.S. 61, p. 291; F.O. Schrader ZDMG 96 (1942) P. 369-378; P. Tuxon Or. Lit Ztg. 46 (1943) col. 241-244.

Traducción de: FERNANDO TOLÁ


La

filosofía

de

los

hindúes.

Editores. 1977. Págs. 11-13.

Barcelona.

Barral


FRANZ KAKFA (1883-1924), MÁRTIR DE LA MISERIA HUMANA Por: María Zambrano (1904-1991)

Es raro que alguien se sorprenda ente los hechos cuando ya desde tiempo antes, está ahí su profecía. Pues éstas a que nos referimos, no tienen aquel carácter enigmático de las antiguas, sino que por una parte, más modestas, no se presentan como tales, y por otra son una visión profunda, bajo los tejidos, una radiografía de la realidad social. Y a fuer de ser esto, radiografía verídica, visión de lo que está oculto aún, resulta profecía, porque eso oculto es lo que más tarde va a salir a luz sin recato alguno. A esta especie de obras pertenece, como una de sus más terriblemente afortunada realizaciones, El proceso de Kafka. Escritor de extraña vocación, pues que en vida recató sus manuscritos y ante la muerte confío a un amigo el deber de seguir manteniéndoles en silencio. Pura vocación, sí, la de quien dedica


las contadas horas de su vida con avaricia, con apasionada disciplina a una labor literaria que es por esencia comunicativa, con el deliberado propósito de que a nadie le sean comunicadas. ¿No existirá una conexión profunda entre el género, el especial cariz de las obras que escribiera con tan genial lucidez, y este afán de mantenerlas bajo el más absoluto silencio? ¿Para qué y para quién escribiría Franz Kafka? Sin duda no escribió para comunicar nada a nadie, más bien parece haber escrito un género de cosas que cualquier conciencia limpia prefiere no ver jamás dichas. Escribió, pues, contrariando alguna fibra de su corazón, alguna exigencia de su moral. Diríamos que esta clase de escritores lo son contra sí mismos, que son gentes nacidas a tiempo, de la época histórica que sus ojos han tenido que ver, han condenado a ser testigos de algo horrible. Son los mártires, los llamados a dar testimonio, que en otros tiempos hubieran perecido con celeste gozo en las arenas del circo y que en el tiempo obscuro en que les ha tocado vivir, tuvieron que aceptar otro martirio menos cruento y más amargo, puesto que no sirve para dar testimonio de luz, sino de terrible obscuridad; no de una revelación, sino de una destrucción siniestra. Kafka poseía sin duda, una de esas naturalezas infinitamente leales, cuyo uso es manifestar lo que a su alrededor sucede de más importante, dejar paso transparentemente a la verdad. Y tan sometidas a esta función están que ocultan su tortura: nunca la dejan filtrarse entre las líneas geométricas de su testimonio. La repugnancia que tenía de que sus obras se hicieran públicas no era sino la última resistencia ante el destino que le tocó sobrellevar. De haber sido su martirio testimonio de luz, no hubiera vacilado en su cumplimiento, pero siendo tales los acontecimientos que le tocó testimoniar hubo de apurar todas las amarguras, toda la disciplinada fatiga, sin que le cupiera un destello de gloria. Pues, lo que le tocó descubrir era la sordidez humana, la miseria más extremada, el desamparo, la humillación. Si hay alguien digno de nuestra devoción, hasta de nuestra ternura, de una infinita misericordia, son estos seres condenados en virtud de sus propias virtudes; mártires sin gloria, ni resplandor, víctimas de su propia


inocencia. Porque solamente una inocencia extremada, un candor sin límites puede penetrar en tan siniestros misterios sin perecer en ellos. Y de que no pereció, de que no fue destruido por tan helado fuego, tenemos la prueba en sus obras, en las que reina la perfecta objetividad de un clásico tratado de geometría. Merced a estos mártires hoy podemos ver el cáncer que corroe a Europa no en la inmediatez cruelísima de los bélicos hechos, sino con la calma y precisión del que trabaja en un laboratorio. Una vista al microscopio de algo que es a su vez una radiografía se nos ofrecen lugar de las azorantes noticias de la prensa, del vaivén contradictorio de los cables. Resulte lo que resulte de los bélicos acontecimientos, el testimonio de Kafka es cierto, más cierto que suceso alguno, puesto que nos muestra son sus causas, sus entrañas mismas. La obra de Kafka se ha impuesto por sí misma; en la época de la propaganda, ninguna propaganda, anuncio o reclamo, si no es para los españoles e hispánicos, su exótico nombre. Pero no es el único que suene así. Sin comentario apenas, sin leyenda, la primera obra de Kafka traducida al español, La metamorfosis, por la Revista de Occidente (a quien de esto como de tantas cosas habrá que dar las gracias algún día), quedó fija en nuestra memoria, fija como una obsesión. Su persistencia es como la de ciertos sueños. Cuando están presentes parecen materia deleznable, sin contextura apenas. Están y no están, de tal manera que nos parecen, con estar presentes, que una distancia insalvable nos separa de ellos. En verdad, sentimos que nada tienen que ver con nosotros. ¿Por qué están ahí? ¡qué extraños son! Y mientras están no creemos en su solidez, creemos que desaparecen sin dejar rastro, que nada más pasen nos veremos libres de su influjo. Y luego, cuando ya han pasado, los sentimos incrustados en nuestra conciencia, formando parte de ella; sentimos que jamás podrán ser olvidados, que su suceso estará siempre pasando y volviendo a pasar y que en cada vuelta, lejos de desgastarse su fuerza se verá acrecentada.


Cada vez tiene más fuerza, porque cada vez son más claros. Es algo muy sutil que solamente conoce el verdadero arte, el más sabio. Hay verdades de tal índole, que en un primer encuentro no podríamos soportar. Por eso tal vez, se nos presentan como sueños sin trascendencia, como fantasmas sin peso, nubes de nuestra alma que bien pronto serán barridas sin dejar huellas. Esta sabiduría es la que acerca el arte de Kafka ya plenamente revelado en La metamorfosis a las antiguas profecías como las que se daban en los sueños. Los sueños mientras transcurren son siempre sueños, por mucho que impresionen siempre hay un rincón en la conciencia que sabe que se trata de un sueño nada más. Por eso pueden soportarse. Luego, los sueños, cierta especie de sueños cobran realidad a medida que se alejan. En su presencia no tendríamos serenidad para afrontarlos sintiéndoles con la dura contextura de la realidad; necesitamos un largo entrenamiento para aceptarlos como parte de lo real, y todavía más como médula de nuestro destino. El arte antiguo lo sabe; lo sabe también el alma misma que nos advierte de ciertas realidades bajo la capa sutil fantasmagórica del sueño, para darnos así primero a conocer su imagen sin trascendencia, y que luego lentamente vayamos aceptando la trascendencia propia de lo real que de un golpe nos hubiera sumergido en la locura. Artimañas, astucias del alma, de la sabiduría antigua de viejas culturas y religiones del alma cuyas últimas tradiciones sólo algunos raros artistas nos transmiten. Así Kafka. Por lo demás, el tema de La metamorfosis es igualmente de una antigüedad venerable. Lo nuevo es el tono, el tono de sombría amenaza. No es la fábula alegre, de los tiempos mágicos en que los seres carecían de límites fijos, el mito de las edades dichosas en que el hombre no había aún roto con las demás criaturas, en que no era todavía el ser separado en que vino a quedar más tarde. Es un regreso. Las fábulas lo son siempre, nos conducen aprovechando el ser indiferenciado que aún somos en la infancia, hacia aquella dichosa edad, lejana, su aire es festivo, burlón y aunque tengan su moraleja, todas ellas tienen


el tono casi de una promesa, o de un recuerdo feliz. “Cuentan que un día, allá cuando el hombre no estaba sólo”… Pero La metamorfosis nos conduce a un tiempo catastrófico, en que la conversión del hombre en el extraño animal, no es síntoma de paz, ni de restablecimiento de la perdida unidad, sino al contrario, la desgraciada posibilidad abierta de nuevo, al final del largo camino, como muestra de su fatal equivocación. Como abismo que espera al fondo de la larga carrera equivocada. Es la burla de la mente trastocada, sustituida; la anhelada cima resplandeciente es sólo la hendidura más terrible. El avance ha resultado un retroceso y encontramos en el mismo lugar de donde habíamos partido, mas ya en la miseria más atroz. Pues a tanto ha llegado el retroceso, que el animal inmundo en que ha venido a transformarse el pobre muchacho de la clase media de una ciudad centroeuropea de principios del siglo veinte, no tiene ni siquiera forma, no es ni tan siquiera orgánico, admite en su masa blanda, en sus tejidos corrompidos cualquier objeto. Es solamente materia bestial, limo de la más baja animalidad, barro sin soplo creador alguno. El camino de la creación del hombre, a partir del momento en que se irguiera a “imagen y semejanza” de que lo creara por amor, ha sido deshecho completamente. Ya es de nuevo el vil gusano de la tierra amorfa materia inorgánica, más sin esperanza. Desposeído de todo en su vil materia. ¿No podría ser esta fábula, este sueño con que nos invade Kafka la advertencia terrible de lo que es el hombre cuando se hunde en sí mismo? En sí mismo en su infinita sordidez, materia amorga, movida espasmódicamente por energía eléctrica, mezquina criatura, turbio espejo que no es imagen ni semejanza de nada ni con nada. El hombre, sólo el hombre, en la almendra de su ser separado de su principio. “Acuérdate de que polvo eres…” Pero ya, ni polvo que al fin es ligero y puede reflejar la luz, sino materia opaca, corrupta, fétida, pantano de su propio ser, cieno de su entendimiento enceguecido. Es lo que ha quedado de esa búsqueda soberbia del hombre por sí mismo, lo que le es dado cuando infinitamente pobre, se ha negado a aceptar toda dádiva. Es el gusano, la larva. Lo que es peor que el no ser y ni tan siquiera puede morir porque no es.


Peor que el no ser, porque ya es, ya tiene el conato de ser de nada. Conato de ser necesitado del libre albedrío. Pero éste al ser desatendido, al ser impíamente desdeñado por la soberbia, lo abandonado a su propia sordidez sin esperanza, sin posibilidad. Porque la única posibilidad de que tal conato se desarrolle es el libre albedrío, la recta voluntad guiada por el conocimiento, nacida en el amor. Y si el libre albedrío define y sostiene el ser propio del hombre, le realiza, su conexión esencial con la fuente de todo amor le encadena, le enlaza, le salva. Porque el amor pide conocimiento y el conocimiento a su vez, alimenta al amor y guía, endereza la voluntad. Así era alguna vez, durante los siglos de la mejor Europa. Al menos se creía así. Esta sabiduría fue desdeñada, y la rebelión cada vez más extensa en su inconsciencia, en su animal inconsciencia, llegó por fin al término de la destrucción. El camino que baja desde el más alto origen fue deshecho. Estamos, La metamorfosis nos los dice, antes de la Creación. Más ya, habiéndola rechazado. ¿Qué hará, qué hará el gusano? ¿Qué hará la larva…? Sólo una cosa, durar mientras llega la muerte; una muerte en la desintegración total que no engendra unidad alguna. Muerte que le arrastra junto con los viejos utensilios sin belleza, que arroja a diario al vertedero las grandes ciudades. Muerte de los cepillos sin cerdas, de las cajas de cartón sucias, de las suelas rotas, de los desperdicios, de los residuos de aquello que sólo vivió para ser útil; deshechos de lo que solamente era práctico, necesario, odiosa y feamente necesario. Residuos de los que se avergüenza quien los redujo a tal condición, porque ni ellos llevan ninguna belleza propia, ni quien los usó supo impregnarlos de nobleza alguna. Uso sin nobleza, desgaste sin tradición; tijeras rotas, monedas falsas, cabellos postizos, mugre. Toda la mugre que colma los vertederos, los escombreros de las grandes ciudades, donde el hombre se hizo fuerte en su ciega soledad. Con terrible concreción se nos ha dado este suceso, sin tener que acudir a nada grandioso ni mítico; hasta con color de época. Porque el verdadero arte siempre concreta, y puede darnos lo más universal, el más genérico drama, aquel que se


refiere al origen del hombre y a su fin, a su ser más esencial, ateniéndose al ambiente peculiar de una época, a su atmósfera particularísima, captando al mismo tiempo que este suceso, más allá de todo tiempo y espacio reales, la realidad de un momento histórico y hasta doméstico. Pero, si La metamorfosis nos ha mostrado tan hondo suceso, solo igual a los de la Divina Comedia, su otra obra publicada no hace mucho en castellano, El proceso, nos sumerge en otro abismo, en otro terrible paisaje de nuestra Europa actual. ¿Podrá darse algo de más actualidad que esta obra escrita en 1924? No llegan a su terrible actualidad los sucesos de los periódicos, los partes de guerra, las cotizaciones de bolsa. Es sencillamente, la pura actualidad. Lo que sucede en El proceso tiene también ese aspecto del sueño, parece una pesadilla o una lectura de un autor policíaco que de pronto se ha vuelto loco. Parece como el extremo de algo que se da todos los días en plano normal, sin que a nadie le extrañe. Es más que sueño, una novela policíaca abstracta, esquematizada, la culpabilidad pura, la persecución pura. Y recuerda en esto a ciertas novelas de Dostoyevski. El genial novelista del pecado y de la redención, nos presenta crímenes que jamás producen la impresión de realidad real, diríamos; pero en cambio, tienen la virtud de poner al descubierto todos los misterios de una conciencia culpable. El criminal tal vez no haya cometido su crimen más que en el pensamiento, pero es igual, exactamente igual. Es culpable, ha caído, vive en pecado que es lo único cierto. Después, en no se sabe qué momento, se ha operado el prodigio de la redención y el miserable asesino se ha separado de sus culpas, es libre, se ha redimido, le han redimido. En estas novelas de Dostoyevski nadie para mientes en la víctima. Por muy concretos y reales que sean los detalles del suceso, no pesan: lo único real es el drama, el suceso pecado-redención. Lo demás no cuenta, no existe en verdad.


Franz Kafka ha dio más allá. El proceso es el proceso sin más, sin delito, sin suceso alguno. También diríamos, sin delincuente, puesto que tampoco existe la conciencia de culpabilidad. El protagonista ha sido misteriosamente elegido, inesperadamente señalado por el dedo de la justicia. Después esta elección siniestra perderá toda su distinción, pues nos enteramos de que muchos hombres son así llamados, casi todos los que anda por la calle, se sientan en las oficinas y suben a los automóviles, tiene un proceso en marcha. ¿Por qué? ¿Por quién? ¡Ah!, esto es lo que no puede saberse. Ni delito, ni conciencia de culpabilidad, únicamente la máquina infernal de la “justicia” funcionando, burocráticamente. El terror, el implacable terror de la burocracia… ¿Qué quiere decirnos Kafka con esta singularísima novela? ¿Qué espantosa nueva nos insinúa con el diseño minucioso de este monstruo? Antes había código, leyes más o menos injustas que guardar si se quería vivir sin persecuciones. La injusta justicia de la tierra tenía al menos un perfil, más ahora ninguna ley, ningún delito señalado. El procesado no sabe jamás de qué se le acusa. La maquinaria infernal se mueve con la infinita complejidad burocrática de un pulpo de mil tentáculos. ¿Por qué? ¿Contra quién? ¿Quién la mueve? Nadie, nada. Sobre todo esto: nadie. Del universo burocrático ha desaparecido todo destello de la vida personal, no hay quien responda de nada, ni hay nadie a quien dirigirse. Todos los seres que aparecen con apariencia humana se desvanecen no más se apela a ellos. Son máscaras, máscaras de personajes, de profesiones. No hay persona alguna, solamente personajes. Nada más que personajes, es decir, la hinchazón desmesurada de los rasgos funcionales de un ser de humana forma, y dentro nada, ningún corazón, ningún entendimiento tampoco, ni en conato siquiera. Si el héroe de La metamorfosis era una larva, los personajes que pueblan este vacío universo ni siquiera están vivos, son de cartón rígido, son simples muecas funcionales, caricaturas animadas, gestos, ademanes, “funciones que antes han sido humanas y que ya sólo subsisten como en un molde de yeso… Nada más. Dentro, detrás nada; en el interior… no hay interior. Sólo


fuera, sólo substancia.

mueca

sin

sujeto,

sin

sostén,

sin

Ni tan siquiera el procesado parece tener vida, como en embrión se desliza por los pasillos de su proceso. No tiene sangre que grite, ni corazón que estalle en cólera, ni centro moral que requiera… Se sorprende, pero así que le explican lo que es su proceso, es como si automáticamente hubiera ingresado en el universo de la burocrática justicia; es como si se convirtiera inerme, en un tornillo más de la infernal maquinaria. Nada vivo que no se resigne, ninguna necesidad tampoco de resignarse, puesto que no anhela, ni siente, ni quiere. ¿Qué le ha pasado? Antes, este señor sin nombre era un hombre sin embargo, un hombre normal, disponía de su albedrío. Ahora “para no llamar al atención” sigue andando por las calles y asiste a su oficina a cumplir con sus diarios deberes, puede ir y venir por las calles, flirtear con mujeres, tener amigos… Mas, resulta que todo ello, todo lo que toca, todo lo que se encuentra tiene alguna relación con la “justicia”, todo forma parte de la espantosa maquinaria. Es como si de pronto hubiera ingresado en un universo distinto, al que en seguida acomoda, pues para acomodarse sólo precisa, en rigor, vaciarse de sus vísceras, despojarse de su humana condición y convertirse en un número, en un sin nombre, en una mueca. La mueca de la docilidad. Docilidad, absoluta sumisión, ¿a quién? Ya lo hemos dicho, no hay quien, a nada, a nada. Absoluta y ciega, sorda sumisión nihilista; sumisión y humillación humana que vacía al hombre de su entereza, que sólo ha podido ser posible después de la extirpación completa –ahora también- de su libre albedrío. Y si por una parte Kafka nos legó el testimonio de la repugnante concreción del animal hombre cuando se separa de su principio, su pútrida materia, por otra nos deja este testimonio de lo que pasa en idéntica situación más en otro polo. No en el polo de la concreción de la materia, sino de la objetividad. Si la concreción se disuelve en la podredumbre, la objetividad representada en la justicia se vacía en una espantosa abstracción. Es la abstracción, no dela


culpa del pecado original que espera y obtiene la gracia dela redención. Es simplemente la abstracción de la persecución, el que todos seréis perseguidos, perseguidos implacablemente, por la feroz maquinaria sin entrañas, por el nadie, por la nada. ¿Y por qué? Por el mero hecho de haber nacido y haber luego desnacido. Al no ser nadie, la máquina persecutoria se pone en marcha porque sí. Diríase que su vacía abstracción necesita algo vivo con qué alimentarse. Y no lo encuentra, porque todo lo que toca lo mata. ¿Sería comprensible si no, este afán insaciable de persecución, esta furia que en nombre de una justicia nihilista arrasa el mundo? Sólo el vacío absoluto no se satisface jamás, sólo él no se calma, no se apacigua. Sólo la abstracción de lo que no es, del nadie que queda después de que el hombre olvidó que la justicia no es cosa de la tierra, después de que rompió el lazo de la redención, de la gracia tras haber roto también el de la creación. Rompimiento del lazo de la creación, rompimiento del vínculo de la redención. Y en medio, el hombre destruido. Estos dos vínculos le sostenían, le hacían ser porque le daban su albedrío, su libre albedrío, ahora derrotado por los suelos. ¡Terrible lucidez la del testigo Franz Kafka, pero terrible, más terrible la de verla comprobada, realizada! Terrible destino el de irnos sintiendo supervivientes del mundo anterior a La metamorfosis. él fue profeta. Nosotros supervivientes, testigos y testimonios de lo que fue y no se resigna, a diferencia del héroe de El proceso, a entregarse. Testigos, hemos de ser testigos de que la criatura humana fue alguna vez algo más que la gusano, algo más que pasto de una insaciable, infernal abstracción.

Gaceta. Fondo de Cultura Económica. México. Nro 194. Febrero. 1987. Págs. 17-19.


HOMBRE Y RINOCERONTE Por: Max Horkheimer (1895-1973)

En un cuadro de Longhi del siglo XVIII se ve un rinoceronte cautivo ante la fija contemplación de unos señores en alguna ciudad de Europa. Difícilmente se vea con toda claridad la estupidez de los seres humanos como en este cuadro. Son la única raza que mantiene cautivos a ejemplares de otras razas o que los torturan de alguna manera sólo para de esa manera sentirse grandes. Qué aspecto más sabio tiene ese estúpido animal del cuadro frente a los hombres mentecatos que en esa época torturaban y quemaban precisamente –en vano- a sus propios congéneres, presuntamente por desviarse de la fe, pero en realidad por motivos que ellos mismos desconocían. Cuán indescriptiblemente necia y cruel es esta raza natural.




Traducción: LEÓN MAMES

Apuntes- 1950-1969. Caracas. Monte Ávila Editores. 1976. Pág. 88.


LA BELLA HORTENSIA (FRAGMENTO) (1) Por: Jacques Roubaud (1932-)

Esto es el último capítulo, tal como estoy en este momento escribiéndolo, en mi despacho, en una hermosa mañana de primavera. Para componer el último capítulo me he documentado; he leído los últimos capítulos de trescientas sesenta y seis novelas, he sacado de ellas algunas reglas que voy a esforzarme en poner en práctica. En primer lugar, es necesario un último capítulo. La lectura de todos los últimos capítulos de novelas que he leído me había convencido de eximirme de esta lata, pues se nota que es, para la casi totalidad de mis colegas, una lata; el momento decisivo de la novela se sitúa casi siempre al final del penúltimo capítulo y lo que viene después es necesariamente una caída, un “anticlímax”, como dicen los anglosajones. Solo que es muy difícil prescindir de un último capítulo: pues si se suprime el último capítulo para terminar elegantemente por el penúltimo resulta que


el penúltimo capítulo se transforma ipso factoen el último capítulo, con el inconveniente mayor de que al encontrarse ahora en el último capítulo el efecto teatral final, la conclusión con acordes sinfónicos y la subida de emoción que ustedes habían previsto, el penúltimo capítulo no tiene gracia, y tampoco el último, ya que el lector puede dejarse coger por la sorpresa y la admiración solo si se sabe que lo que lee no es el último capítulo, que desde luego no tiene intención de leer, pero que de todas formas espera ver allí: antes del índice o, en su defecto, de la palabra FIN. Y si, teniendo esto en cuenta, nos decidimos a retroceder un paso más, esto no nos sirve de nada, sino que nos arriesgamos al final a encontrarnos sin ningún capítulo, lo que resulta poco. No hay entonces último capítulo, pero a qué precio. Recuerdo a este propósito que había pensado por un momento en introducir en la novela, bajo el número de orden del capítulo y de su título, un resumen de los capítulos precedentes, como lo hay en excelentes novelas que he leído. Pero he renunciado a esto por la siguiente razón, que no deja de estar relacionada con la que me ha hecho abandonar la idea de prescindir de un capítulo último: es el problema que presentaría el primer capítulo. En efecto, ¿qué poner al comienzo de un primer capítulo bajo el rótulo resumen de los capítulos precedentes? ¿Nada? Tendríamos entonces en la obra una lamentable disimetría, por la que juzgarían severamente los críticos y los estudiantes de filo de Nebraska. Mi colega Stephen Leacock, en su bella novela Gertrudis, el ama de llaves, si no me equivoco, creyó encontrar una solución al problema del resumen del primer capítulo poniendo simplemente: “Primer capítulo: resumen de los capítulos precedentes: no hay capítulos precedentes”. Es ingenioso, elegante, pero demasiado sofisticado, me temo. Uno de mis amigos, el novelista de vanguardia, Denis Duabuor, llevando la idea de Leacock hasta sus últimas consecuencias, escribió una bella novela construida sobre este principio. El texto del primer capítulo cuyo resumen es “no hay capítulo precedente” es: “No hay capítulo precedente”. A continuación se pasa al capítulo 2.


El resumen del capítulo I, colocado al principio del capítulo 2, es: “En el capítulo 1 se ha contado que no había capítulo precedente”. Es estupendo. Desgraciadamente, al no haber podido conseguir para su proyecto ni contrato, ni adelanto de ningún editor, Duabuor ha renunciado, creo, a terminarlo, lo que hace que yo no sepa cómo habría resuelto el problema del último capítulo, con el que no habría podido evitar encontrarse en uno o en otro momento. Pero volvamos a nuestro asunto, quiero decir a nuestro negro asunto, el capítulo de esta novela, que será, pues, tradicional en su concepción. El último capítulo está escrito en presente, en este momento es cuando el novelista y el Lector están juntos, en el mismo tiempo narrativo. Todas las pasiones, todos los crímenes, todos los logros, todas las desesperanzas han pasado, lo cotidiano ha recuperado sus derechos, el Lector lee, el novelista escribe su último capítulo, en el que se despide de sus personajes y explica lo que ha sido de ellos desde el penúltimo capítulo, aquel en que los acontecimientos principales del relato encontraron su conclusión. El tiempo que ha pasado es exactamente el que ha necesitado el novelista para escribir su novela, y ahora está en el último capítulo. 1. Fragmento del capítulo 28 de la novela La bella Hortensia, publicada por primera vez en 1985 en París. Éditions Ramsay. Aquí se reproduce la traducción de Josefa Sánchez Santana de editorial Montesinos, Barcelona, 2011.

Traducción / EZEQUIEL ALEMIAN Edición al cuidado de / EZEQUIEL ALEMIAN y MALENA REY Introducción / MARCEL BÉNABOU y EDUARDO BERTI


Oulipo. Ejercicios de literatura potencial. Buenos Aires. Caja Negra Editora. 2016. Pรกgs. 273-275.


EL LIBRO Y SUS CAUSAS/ REVISIÓN DEL LIBRO “EN CAUSA PROPIA” COMPILACIÓN: ÓSCAR JAIRO GONZÁLEZ HERNÁNDEZ Por: Javier Santiago Ortiz Correa (19-)

La palabra causa ha sido matizada a lo largo de la historia, tanto por el avance de las ciencias, que en últimas, se ha reducido a la búsqueda de las causas de muchas de las cosas que conocemos, a veces infructuosamente, como por la evolución del pensamiento político y en las formas sociales. Lamentablemente, la ideología y los intereses sociales han dejado a las causas convertidas en muy buenas razones para morir, “todos debemos tener una causa por la cual dar la vida”, o se han transformado en causas sin cuerpo, sin forma, que descienden irrevocablemente sobre pueblos enteros que encuentran una causa para transformarse. Esas son las causas más obscenas y las que menos cumplen el papel de causa, porque sus consecuencias o efectos son rápidamente diluidos en el tiempo o terminan convirtiéndose en todo lo contrario a lo esperado. Cuando esas causas desembocan en algo inesperado, se archivan, se utilizan como aprendizajes fallidos y motivos de recriminación y lo peor, las personas detrás de ellas se tornan personajes oscuros a los que se les debe algo de compasión: “hicieron lo que mejor pudieron”.


Alguna vez y no hace mucho tiempo, pensé que la palabra “causa” debería ser reemplazada y su uso debería restringirse a ámbitos donde la experimentación o el juego de variables pudiera ser completamente controlado y medido. Con alegría inmensa, reconocía que cada vez se hablaba menos de las “causas”, salvo en esos momentos de ebullición electoral, en los cuales la ignorancia y la desidia se convierten en causas válidas para las “causas de los políticos. Nunca pensé que la literatura y menos la de este siglo, mucho menos la que se produce en nuestra ciudad y en nuestro país, nos pudiera regalar una “causa”, una que fuera más que una razón y que un motivo, una que fuera excusa y complicidad. No había previsto que la literatura nos pudiera regalar una causa en la que la muerte representara la evolución del sentido, pero que fuera una causa completamente de vida, de locura, de invención, de imaginación y para decirlo en términos más universales, de pasión y de tensión. Y un libro se convirtió en esa causa, un libro que ha sido el resultado de muchos procesos, de muchos intentos, de muchos esfuerzos, y que también ha sido el resultado del azar, del destino, de los olvidos, de los ratos de ocio y de los ratos de sueño. Decir un libro, de por sí, ya es algo pretencioso e infinito, en la medida que un libro puede ser todos los libros previos y posteriores, todos los lectores y todos los escritores; no obstante, fue un libro, el que se convirtió en el motivo para revisar varias causas: la del escritor y la del compilador, la del lector desprevenido y la del primer minuto de la mañana. “En Causa propia”, un texto que recorre pasajes de la escritura de Ernesto Volkening, es un libro que recientemente circula en nuestro medio, resultado de las lecturas de un hombre que ha sabido, como un arqueólogo, entregar a sus amigos y lectores tesoros que se habían perdido entre la confusión de las modas, los protagonismos excesivos y hasta una escritura que pasó de ser mercancía a una trama elaborada de libertades fingidas. No vale la pena hablar del libro como tal, para ello es mejor que el lector interesado


trate de revisarlo; es más valedero hablar de la forma en la que este libro fue causa para que un escritor, un lector, un compilador, unos cómplices y nuevamente, unos lectores, se encontraran desde sus distancias y ausencias.

LA CAUSA DEL ESCRITOR Si algo se sabe es que Ernesto Volkening quiso escribir no para dejar una memoria sobre su pensamiento, porque sus textos no cumplen con la sistémica de la elaboración racional que pretende ser universal, ser absoluta y ser integradora. Las páginas de sus escritos reflejan profundas luchas internas, no siempre críticas o existenciales, en esa búsqueda y construcción de la individualidad, causa que podría parecer retrasada y que en el autor encuentra un interlocutor que sabrá decir y decirse en todo aquello que trata de aprehender, en todo aquello de lo que desea desprenderse. La individualidad no va a ser sólo un atributo interno, una especie de catálogo de los elementos que constituyen a la persona y su vida, porque en Volkening y es quizás su aporte más valioso, la individualidad va a ser una forma de ubicarse en el mundo, más específicamente en la naturaleza (lo que sería todavía más anacrónico). Las palabras aluden a esa naturaleza vista en la inmensidad de un país que recorre un inmigrante europeo, quien inconscientemente hace lectura y reescritura de los viajes que sus antepasados habían realizado varios siglos antes, en la búsqueda de sueños y tesoros, muchos de los cuales terminaron por ser pesadillas, grandes ruinas. Una naturaleza que no se ve, una a la cual sólo se accede en los momentos de fiebre mística, cuando los sentidos comienzan una búsqueda de sinestesia, cuando el cuerpo abandona su falsa enemistad con el alma, cuando el deseo se expande en el espacio, es el otro terreno de construcción de individualidad. Si bien la naturaleza visible ya ha estado medianamente inventariada, esta otra naturaleza, que es también naturaleza por ser vida, por ser evolución, por ser cambio, ha sido parcialmente recorrida, con el


inconveniente que los senderos trazados no pueden ser recorridos nuevamente, dándole a la escritura ese poder de descubrimiento, ser ese barco, que con o sin viento, se enfrenta a esos nuevos terrenos. De esta segunda, supo Volkening expresarse tan claramente para sí mismo, pudo encontrar en ella tantas cosas que su alma y que sus aspiraciones desconocían, que pensó que sus palabras sólo tendrían eco en su propia humanidad y en sus exclusivos ratos de escritura y de relectura. En un ejercicio, inicialmente con intencionalidad egoísta, trató de conservar memorias de esos descubrimientos bajo la forma de un diario, una bitácora personal, que cumpliera con algunos de los requisitos básicos que ya habían propuesto los místicos: los diarios o libros de horas son textos personales, que no requieren corrección, cuyo orden está dado por los momentos de contemplación y de desolación, que enuncian y no explican. Textos que provienen de ese descubrimiento y de ese viaje natural, que tuvo como escenario el exceso evidente de vida en estos territorios, no son propiamente escritos por la persona que realiza el viaje, son el diálogo de la persona con todos esos nuevos elementos que la rodean: la magia, la vida, el frío, la inspiración, sus dioses y sus demonios. Los diálogos son trascritos al papel por esa persona que puede hacer las veces de actor secundario y de espectador, quien sabe que interviene en una escena y sólo pronuncia unas cuantas palabras, que marcan el ritmo de la conversación, pero que puede quedarse tras bambalinas viendo como los verdaderos protagonistas dan el sentido de la escena. Volkening fue tomando nota, a veces presurosa, otras veces más pausada, unas con más detalles y otras con cansancio y sin darse cuenta, nos permitió ver a los protagonistas de una forma tan clara, que años después, hay lectores que creen o mejor, que creemos, que ese viaje también lo hemos realizado nosotros. Sus textos, primero personales y luego publicados bajo cualquier pretexto, punto en el que es mejor pensar que el propio Volkening se sorprendió con lo que encontró, llegaron a manos de otros lectores, quienes


estuvieron al lado o al frente de ese escenario, de ese viaje, e incluso, fueron parte de las escenas.

LA CAUSA DEL LECTOR Preguntas como “¿para qué se lee?” o “¿cómo se selecciona aquello que se lee?” son esfuerzos inútiles por conocer una realidad que se nos escapa, como lo es la del establecimiento de unas relaciones de lectura. Relaciones de lectura, ya que la lectura o es el ejercicio físico e intelectual de visualizar un texto y de almacenar en la memoria todo lo que en él se dice; la lectura es una relación entre quien escribe un texto, pensando o no en sus lectores, y quien se encuentra con un texto y trata de darle un significado propio y nuevo a lo que en esas páginas escritas se dice y se propone. Los textos de Volkening, aunque publicados, ya se dijo, no fueron escritos para otra personas y por ende, el autor se había desinteresado en todo lo que podría generar y provocar en quien hiciera una lectura de sus escritos; para Volkening, el lector era un apéndice, una extensión innecesaria de sus escritos, los cuales ya tenían validez por haber sido el producto de sus excursiones en el campo del sentido. Cuando los textos son publicados, no se ahorra en esfuerzos para hacerle entender al lector que sobra, que no podrá intervenir en lo escrito más allá de la visualización y que, a lo máximo, podría mostrar su acuerdo y su desacuerdo. Desde todo punto de vista, una provocación. Fue tanta la provocación, que los lectores potenciales prefirieron contentarse con el plan del escritor, el cual se complementó al hacer uso de una publicación de carácter más o menos elitista y periódico, en la cual los textos aparecían como fragmentos; en términos de un museo, los escritos de Volkening eran las imágenes de un catálogo mal diseñado, que nadie empleaba, de una antigua exhibición. Dos o tres notas en dos o tres periódicos importantes, el comentario en algún cóctel (sólo si se podía hacer gala de una cultura superior a la del escritor), y acostumbrarse a saber que siempre serían publicados esos textos y


que ya eran parte de una cotidianidad. El plan iba a las mil maravillas. Con lo que no contó Volkening es que hay lectores que no son tan resignados y que en su empeño por establecer relaciones de lectura, pueden ser igual o más sistemáticos y hasta maquiavélicos que él. Suponemos que existieron lectores que vieron reflejados su propia construcción de individualidad, cuyas exploraciones por esa naturaleza del sentido había tenido las mismas aventuras, quienes tenían peripecias similares que narrar, pero que preferían dejarlas para su memoria o para su propia felicidad. Estos lectores, esporádicamente, hacían eco de las palabras de Volkening en un ejercicio de paráfrasis que eliminaba al autor (otra consecuencia feliz del plan), y cuando era citado, resultaba ser tan marginal que nadie prestaba atención. Hubo un lector que pudo hacer lo que el propio Volkening no pudo: terminar muchos de esos viajes y recorrer los senderos que otros habían trazado y que estaban reflejados en los que el inmigrante europeo. Este tipo de lectores no son extraños ni mucho menos escasos, y todo escritor debe saber que su obra puede y será continuada, no por sus alumnos o seguidores, tampoco por sus lectores más fieles y fanáticos, sino por quienes ya se encuentran en la otra orilla y como en el antiguo mito, tienen la barca para recorrer en los dos sentidos el estrecho río de muerte: cuando el sentido se recrea a sí mismo en otra realidad.

LA CAUSA DEL COMPILADOR Si los traductores tienen una labor ingrata, los compiladores tienen una tarea digna de fanáticos de rompecabezas, ya que cuentan con todas las piezas y por más que traten de innovar en el orden, la figura final siempre será la misma. En un ejercicio de creatividad, añadiendo un valor agregado a su trabajo, ahora los compiladores han incursionado en el campo de la crítica y presentan sus compilaciones con pormenorizados juicios y análisis de la obra, como manifestando que la obra del autor tiene valor porque ellos la compilan y la analizan.


Fue Pessoa, ese grandioso ángel marinero de tierras lusitanas, quien dejó escrito que la historia sólo tendría un lugar para los escritores sintéticos y que con la expansión de la literatura, las compilaciones cada vez serían más importantes para reconocer cuáles serían los autores que trascenderían su propio tiempo. Quizás los compiladores, en el plan del gran esquizofrénico, son la herramienta para decir quien pasa a la historia, de quién se tendrán que reservar más páginas y cuáles serán los autores a los que nos limitaremos con una cita de pié de página. Ninguna de las anteriores fue la motivación de la compilación de “En causa propia”, ya que su compilador no quiso ser juez, crítico o perito de la obra de Volkening, lo cual puede originarse, en lo íntimo de la obra, la expresión vital de la obra, que llevaría a juzgar la vida del hombre que quiso vivir tan intensamente, que hasta tuvo tiempo de dejar memoria de algunos de sus minutos. El compilador no juzga la obra, porque sabe que se estaría juzgando a él mismo como lector y no a ese lector que se encuentra con el texto, sino el lector que ha visto reflejada su vida (posiblemente, su imaginación), en las palabras y entre las líneas de Volkening. El paso de lector a compilador pudo haber sido una transformación no exenta de sus tensiones, de sus revoluciones y hasta de cansancio y de agotamiento; creemos que el compilador, esa es la hipótesis que quisiera proponer, comenzó a ver tan reflejado a Volkening en sus poemas, en sus escritos, hasta en sus conversaciones matutinas, que al sentirse tan poseído, consideró que realizando una compilación de la obra podría redimirse y morir, por fin, en la palabra impresa. Esta hipótesis, aunque creíble y acertada, puede resultar incompleta, en la medida que deja a un lado el interés del hombre de letras, del pensador y del escritor, de rendir homenaje a quienes han sido influencia, a quienes le han ayudado a configurar su forma, palabra que se aplica no sólo al pensar o al escribir, sino que también se aplica a la forma de olvidar y a la forma de fracasar. La mecánica para convertirse en compilador es compleja: empieza con un conocimiento de la obra a


compilar, el cual demanda una completa libertad y resignación para reconocer las partes buenas de las partes malas. Todo compilador acepta que los escritores tienen páginas más brillantes que otras y que las páginas oscuras son análogas a los borradores o ensayos previos a las grandes obras (las páginas buenas). El segundo requisito es el de tener la visión del proceso creador del artista, que no se corresponde con un proceso de desarrollo cronológico o temporal; la creación está caracterizada por múltiples procesos, flujos y contraflujos, vacíos y grandes saltos, que deben quedar bien documentados, o al menos, bien registrados. Finalmente, el compilador tiene que evitar ser muy explícito en sus intenciones, es decir, no puede dejar que sea su proceso creador el que se imponga a aquello que compila; reconociendo y aceptando la importancia de su sensibilidad, debe ser una especie de antena de la sensibilidad del autor y de sus significados.

LA CAUSA DE LOS CÓMPLICES Nadie puede llevar a cabo una causa por sí mismo, se necesitan de personas que sirvan de apoyo, de oposición, de abastecimiento, de clientes, de beneficiarios, de personas que rodeen y estén insertas en lo que se realiza, en el objetivo que se busca o, si quiere decirse, que se persigue, máxime en la literatura, cuando el sentido y las palabras son esquivas. Volkening tuvo cómplices a la hora de escribir, siendo la más relevante su misteriosa esposa “F”, una mujer que no sólo fue cómplice, ya que después de una lectura de todos los escritos de Volkening uno se da cuenta que ella era la causa de sus escritos y que al escribir, en muchas ocasiones, él hablaba con las otras “F” que eran causa o motivo de amor, de soledad y de distancias. Todos, absolutamente todos, tenemos alguna “F”. El escritor contó con la complicidad del compilador, quien estuvo abierto a respetar los caprichos que el primero había dejado indicados en sus textos; esa complicidad se tradujo en la textura del texto que, para quienes estamos familiarizados con las tareas de compilación, fue absolutamente brillante en la


cadencia, en el ritmo, en la sucesión de momentos de ebullición, de descubrimiento, con los de elaboradas teoréticas. Esa complicidad nunca se tradujo en amistad, no existieron claudicaciones del uno o del otro (del autor y del compilador) durante el avance del texto, lo que es un ejercicio de honestidad y de apertura para los futuros lectores del libro o de los libros contenidos en este texto. Las complicidades se extendieron a la vida del compilador, asunto en el cual deberé callar muchas cosas, también para que la amistad no haga oscura esta breve presentación, pero que se reflejaron en toda la comunidad que intervino y que le dio sentido a la realización de la compilación. Intervinieron muchas personas, desde aquellos que aportaron sus conocimientos técnicos en el procesamiento y montaje de los textos, hasta quienes fueron midiendo la evolución de la compilación y emitían sus sensaciones sobre lo que se iba gestando; estuvieron los cómplices de la publicación, la personas que vieron en esta compilación no sólo algo valioso, sino algo que merecía estar en un libro y tener la dignidad del libro; estuvieron los cómplices vendedores y los cómplices lectores, los unos con su tarea de distribución, heraldos de buenas noticias, y los segundos abriendo las puertas de sus ciudades para que Volkening y el compilador transitaran (el uno en el carruaje y el otro pie). Muchas complicidades, establecidas en el desarrollo de este proyecto, merecerían otro libro, uno en el que se relataran algunas de las vivencias y experiencias que en ellas se generaron y que valdría la pena no olvidar, ya que en ellas Volkening, desde su silencio majestuoso de la muerte, siguió hablando y escribiendo. No podría dejar pasar la complicidad entre el compilador y su computador, ese pequeño utensilio de luces y de circuitos, que a la hora de ser instrumento para darle vida a un texto, parece que cobrara vida y carácter, que es frecuentemente opuesto al del compilador; muchos debimos intervenir para evitar que esa complicidad se rompiera y terminara convertida en una catástrofe. La otra fue la complicidad entre el compilador y la primera versión finalizada del libro, el cual cargó en su


maletín, conservó en su escritorio y en su biblioteca, como si fuera la última de las despensas de ADN de la humanidad y más que de la humanidad de su propia vida; en otras ocasiones, ese primer libro era el haz bajo la manga o la espada que brillaba en el calor de un debate. A nadie hirió, eso lo tenemos claro.

LA CAUSA DE LOS “OTROS” LECTORES Se había mencionado que la amistad del autor y de su compilador no se reflejó en las páginas del libro, ellos prefirieron dejar su amistad como algo íntimo, para que otras personas pudieran acercarse al libro, Lo hicieron para poder ser amigos de todos quienes leerían el libro, porque cuando una amistad no establece límites, no juega con sus claves, es una amistad abierta, una en la que pueden incorporarse todos, para formar una comunidad, en este caso, una comunidad en la construcción de sentido, de tensión de la lectura, de sensibilidad y de afecto. Vokening pudo haber escrito para sí o para otros, cuestión que podría ser motivo de debates y de reflexiones, en las que preferiría que participasen quienes tienen más conocimiento y más claridad sobre la comprensión de una obra escrita (que no son necesariamente los especialistas en literatura o los escritores). El compilador realizó su trabajo o, como él siempre prefirió llamarlo, su tarea, pensando en todas las personas que se acercarían a Volkening mediante su libro; no tenía un interés propagandístico, no le interesaba hacer publicidad, reconocía que con dos o tres (¿en miles? Digo, por la cuestión de la publicación), lectores que sintieran la curiosidad de abrir la solapa del libro, sería más que suficiente para “las causas cósmicas y el destino”. Personalmente, debo confesarlo, fui uno de esos lectores que abrieron la solapa del libro, lo que se justifica, por partes iguales, por mi amistad con el compilador y por el terror que siento al ver un libro cerrado (debe ser algo borgiano, creo). No pude y no he podido tener un acercamiento sistemático al libro, no lo empecé a leer en el orden de la numeración de las páginas, jamás lo he leído a la misma hora o los


mismos días; empecé a leerlo en una noche, luego de algunas cervezas y de conversaciones sin sentido, que me dejaron sin sueño y con algunas dudas irónicas, que encontré reflejadas en algunos apartes. De no haber sido por esta circunstancia, el reflejo irónico, hubiera podido empezar la empresa de lectura sistemática. Algunos amigos lo han leído en la mitad de sus carreras cotidianas, otro me confesó que lo leyó almorzando, tratando de forzar su cuerpo a realizar dos digestiones completas (al final, descubrimos que quería adelgazar); una amiga dijo que había rayado las páginas del libro, porque vio en él las instrucciones de un dibujo y uno de nuestros principales cómplices, un pintor, dijo que accidentalmente había dejado caer óleo sobre el libro y que parecía un cuadro muy expresionista, muy al estilo del maquinismo italiano (que mucho gusta al compilador). Todos hemos encontrado nuestras formas de leerlo, de intervenirlo, de escribirlo y de caminar con él, lo cual se asemeja a un cliché, ya que de un tiempo para acá todos recomiendan leer los libros “mientras se camina y en voz alta”; yo no sugeriría ninguna forma, mas considero indispensable decir que es un libro para la ciudad, sea en la calle o en la casa, caminando o no, es un libro de hondas raíces urbanas. Para concluir, cuento brevemente mi último incidente con el libro. Una tarde, mientras en el balcón tomaba una taza de té (de jazmines que me habían traído de la capitalista China), pensé en el poder del aroma, un sentido abusado y hasta pervertido. Llegué a mi estudio y cuando abrí el libro, en una de sus páginas, había el recuerdo de una mujer, cargado de su aroma (no era Chanel) y una nota que decía: “y pensar que pueden existir causas sin efectos, ¿Dónde? En tu espejo”.


En causa propia. MedellĂ­n. Universidad de Antioquia. 2004.


PREFACIO EN PRETÉRITO (1958) (FRAGMENTO) Por: Jean Cocteau (1889-1963)

(…)

Los frutos del pensamiento maduran en la penumbra y la época moderna nos priva de la penumbra. Es un ogro que sólo retuerce y traga en esa feroz luz de la actualidad que anula lo que no cae bajo su copa. Antaño, en torno a un artista se hacía la conspiración


del silencio; hoy, en torno al artista se hace la conspiración del estruendo. Y del silencio podía salirse gracias al estruendo, pero es menos sencillo salir del estruendo si no es por medio de un silencio, ese silencio que es el nuestro, ese silencio al que regreso con gozo y del que no salgo jamás, pues cuando la actualidad me empuja a escena, no me está empujando a mí, está empujando a otro que mi auténtico yo delega para comprometerlo y emboscarse al abrigo. ¿Qué hay de nuevo en todo ello? Nada. El mofletudo angelote da vueltas sobre sí mismo y hará sonreír cuando se tome conciencia de la especie de 1900 que estamos viviendo. Nuestro pobre mundo siempre ha sido el mismo. La única diferencia radicaba en el ala del avestruz. Ocultábamos en ella la cabeza. Ignorábamos lo que actualmente vierten las máquinas en nuestras alcobas. La radio, la televisión, las revistas deben enseñar, llevar hacia lo alto a la muchedumbre anónima, y faltan a su misión si obedecen a la demanda. Responder a la demanda lleva de inmediato hacia lo más bajo. Todas las máquinas de intercambio se convierten en una escuela de desatención. Enseñan a escuchar sin oír, a mirar sin ver, y, además, cierta ilusión de velocidad, que sólo es prisa, hace creer a los jóvenes que el arte es una carrera, una competición deportiva en la que se adelanta y se es adelantado, mientras que el privilegio del arte consiste en no ser tributario del progreso. Se mueve vertiginosamente sin cambiar de lugar, vibra. Por ello adoro el movimiento que desplaza las líneas y evito las escuelas que, comenzando por la revuelta, terminan en el dogma y obligan a sentarse. Estar sentado, he aquí el gran cansancio. He aquí el calambre del alma. Por ello, sin duda, una mesa, una silla, tinta y papel me fatigan, mientras pintar las paredes y trabajar con mis manos y mis piernas me reposa. Adiós. Les he hablado sin programa, como si rompiera cañas o, mejor dicho, como esas cañas que parecen romperse cuando se las hunde en el agua. Aquí el agua son ustedes, un elemento que me deforma y prefiere reflejar fiel y perezosamente su propia imagen. Biblioteca Personal / JORGE LUIS BORGES


Traducciรณn: MANUEL SERRAT CRESPO

El secreto profesional y otros textos. Barcelona. Ediciones Orbis. 1988. Pรกgs. 14-15.


LAS LÍNEAS DEMIS DÍAS Por: Sarah Beatriz Posada M. (1959-)

Agradecimientos Gratitud Perenne Al señor Gobernador, Luis Alfredo Ramos Botero, por hacer posible este gran proyecto, a Humberto Díez Villa, Secretario de Educación Departamental, por su incondicional y entrañable valoración de mi obra poética, a Héctor Quintero Arredondo por su voto de confianza; Ana Isabel Restrepo Aristizábal por su acompañamiento en esta edición y a todos los que la hicieron posible. A Jorge León, mi amigo, en la vida y en la poesía.


VII Hijo Causa con qué abreviar el bestiario Mutismo eco Sórdida rondinela de la muerte que se aleja IX Los montes amarillos del ocaso los azules espacios del verano y un sabor en el aire un sabor el verano y el sol decías el verano y el sol uno son decías mientras tu frente brillaba con el sudor y el viento


XI Ser mi propia sombra mi modismo quiero ser el envés de mí misma mi revés hijo no me tomes ni me toques hijo no repitas mi historia en la tuya no me nombres XII Hoy el tulipán la libélula imaginando un niño de espaldas El rojo el amarillo de la tarde El rojo del recuerdo


Y tu ausencia David XVIII Él duerme y es como si muriera un poco para el mundo Entonces conjuro invoco en la entraña El resplandor el golpe del agua que aletea en la piedra El insistente murmullo cotidiano de caer y caer Indago y es como si muriera un poco Duerme el entonces nos precisa Ataca corazón mío


Ataca la noche estremece ya lo sé ESPEJISMO Y ECO IV Herencia que hemos de conquistar Cuando nuevamente salte a nuestras pieles el festejo Y antiguas madrugadas repitan siempre nuevas Moradores del alba Entonces –y sólo entonceshabremos descubierto una dirección tácita en la vista Una voluntad infranqueable en nuestros actos Nosotros Creadores o creados


Aventamos el mundo cargamos el sino de un hallazgo que aproxima VIII CANCIÓN EN CLAVE DE SOL Me iré diluyendo de tu memoria y tu piel De tus pasos y las aceras -amarillo tapiz de guayacánQue vuelve siempre vuelve en el verano Amarillo a ser amarillo pero a tus pasos pero a tu voz pero a tu piel No volveré XVII ACORDES En el lecho la memoria de los cuerpos


EL PULSO DE LA LUNA IV Si me hubiera invitado esta noche a un bar Al bullicioso humo de las mesas y la gente Cerveza, algarabía Si me hubieras dado la señal Como fugitiva de la noche estaría a esta hora, tal vez Danzando con la sangre y los huesos Danzando algún ritmo caribeño Un poco ebria danzando no aquí entre vigilia y desvelo El balbuceo


RETRATOS III MALCOLM LÖWRY En el extravío de tus calles ebrias arde la pupila No encuentras casa Bajo las cenizas (en el cruel país del cactus) Te abrasa el derribo de la fama Mientras tu casa se incendia CANTOS DEL AMADOR

Al filo del poema II Entrega de ti toda su savia todo es fuego vierte en mí


sumérgete bebe mi esencia VII Con el rojo beso que entregas terciopelo rojo labios y labios humedad del fuego Predispone en mí cada fibra cada parte que se abre a tu ansiado anclar en mi centro IX Eres la palabra en mi total verbo en mi verbo Eres la carne en mi total carne de mi carne Eres la inquietud en mí total pregunta a mi pregunta ¿Quién eres entonces?


Robas el fuego hechizas la voluntad de mi deseo me llenas de ardor y luz me enciendes luego Eres enigma que me interpreta me condena eres claridad oscuridad anhelo inquietud sosiego ¿Quién eres? XI Pides mis palabras pides el nombre que daré a este fuego Brota de mí, savia de su raíz cada palabra que te doy Bautismo y confirmación de algo más que simple piel amado amador


Las

líneas

de

mis

días.

Medellín. Colección Bicentenario de Antioquia. Memorias y horizontes. Gobernación de Antiqouia. 2011. Págs. 19, 20, 21-22, 26, 39, 42, 46, 53, 60, 71, 74, 75, 76.


BABEL Por: Patti Smith (1946-)

grant creo que fue en sábado, el día de descanso, cuando se inventaron las dificultades. el creador cayó dormido y soñó. fue el primer durmiente y el primer sueño. el sueño de dios. la caja de Pandora primordial. del inconsciente del espíritu brotaron monstruos y artistas. los maestros y el arcángel. hoy es domingo y he pasado parte del día con mi padre. el tiempo reinante me da miedo pero me gusta. está bramando fuera. me duele el cuerpo como siempre que hay mal tiempo. vino bastante de sorpresa. el cielo se puso negro y granizaba en primavera. ya nunca sé cómo va a ser porque él no me lo cuenta. antes solía llamarme y decir “habrá una tormenta, te llegará en


un par de días”. o “está viniendo el sol”. a mí no me hacía falta ninguna otra fuente teniendo la palabra de mi guardián. vivimos muy largo tiempo en nuestra imaginación, porque el desplazado es la alternativa ligera y corazonal. el desplazado es alguien sincero y preocupado y lleno de sangre brillante. pero mi padre, el irrevocable extraño, no hay lugar donde ir. no aceptado por el mundo real y traicionado por el divino, se ha hundido en un estado de atrofia. un trofeo es un premio estacionario. es el junkie deviniendo junk el soñador haciéndose sueño. es la propia obra maestra. un trofeo. atrofia. dios duerme, su pueblo –devoto, ambicioso y correctocontempla el sábado con responsabilidad y sumisión completa. teniendo una sola lengua y un sola mente, respetuosa de él, le exploraron delicadamente. aquí están devotos e inclinados sobre su día de descanso y elección. su número creciente. su telepatía. sus energías fundiéndose. casa ansiada, prueba ansiada y émbolo. así materializaron la primera hipodérmica. así fueron capaces de inyectar su concentración en el pozo de su soñar. así se hicieron íntimos de lo más íntimo del espíritu. allí fue donde el hombre se comunicó con órdenes superiores y allí aprendió los grandes secretos. indescriptible ira impuso babel. porque habían aprendido el secreto de la levitación mediante comunicación. los secretos de dios, de la arquitectura. se hicieron un con sus espectros, sus arcángeles, y los sonidos anticipaban la revelación. para él fue un día de escapada completa. nada de compromiso social con sus creaciones, los dilemas del bien y del mal y los de los incapaces. para él fue el tiempo de la verdad preciosa. del sueño. imagino a dios celoso y loco –aureolado en la luz diurna de neón. simplemente no puede creer que su pueblo, las hormigas, hayan conectado con él a través del sabbath. él se había expuesto como un resultado de la alquimia armónica que existía entre su soñar y la adoración de ellos. él no podía aceptar que


estuviesen tan conectados y por eso hizo que se desconectaran. el hombre fue condenado a vagar por la tierra como hordas de teléfonos leprosos. una galerna, vientos de 20 millas. la lluvia. imagino y sueño. dios durmiendo. mi padre buscando. dios despierta, le toma en volandas y le abraza. ahí está el padre –king kong y mi padre- el de oro. he pasado hoy algún tiempo con mi padre. he contemplado y oído y me he abierto con él. he compartido su nostalgia, su deseo de unión perfecta. su decepción en un destino de vagar lejos del cielo. su resignación. su padecer la agonía de no estar aferrado al hilo del soñar. la corrupción final de su sueño más interno por la invasión de los inspectores de la realidad. reconozco en él al verdadero desterrado. él es lucifer, la luz sin timonel, judas el traductor y barrabás el mal usado. tan cierto de la existencia de dios que intentaría negarle, desafiarle o buscarle allende las restricciones de la ley, la roca. ha respaldado la validez de la negativa por la imperfección del hombre y sus errores de cálculo al tratar con lo abstracto. así es y así ha sido siempre. reconozco a un hombre con gafas oscuras, estatura media y camisa marrón. un acróbata, un corredor, un obrero de fábrica y el marido de mi madre. reconozco la torre de babel como un símbolo de penetración. el símbolo de un momento en que el deseo humano de estar próximo a dios era tan intenso que invadía sus sueños. reconozco a un hombre cuyos sueños han sido también invadidos, y creo realmente que no hay nadie más próximo a dios que mi padre.


sueño de rimbaud soy una viuda. podría ser charleville podría ser cualquier parte. muévase detrás del arado. Los campos. el joven Arthur acecha alrededor de la grana (¿roche?) bombea el pozo artesiano. arroja cristal verde vidrio roto me llama la atención. estoy arriba, en el dormitorio, vendando mi herida. él entra. se apoya contra uno de los barrotes. sus carrillos sonrosados. aire despectivo, manos grandes. me parece endiabladamente sexy. cómo pasó esto pregunta él sin afectar importancia. demasiado indiferente. levanto el vendaje. enseño el sanguinolento caos de mi ojo; un sueño de Poe, él habla con voz entrecortada. lo suelto sin más consideraciones. alguien lo hizo. tú lo hiciste. cae sobre sus rodillas. llora y se aferra a mis piernas. agarro su pelo. casi quema mis dedos. espero fuego de zorro. suave pelo amarillo, pero con ese inconfundible matiz rojo. pelo del único. fulguración roja. oh jesús, le deseo. puerco hijo de puta. me lame la mano. yo sobria. vete rápidamente, tu madre espera. él se levanta. está yéndose. pero no sin la mirada de esos fríos ojos azules que desintegran. quien vacila


es mío. estamos sobre la cama. tengo un cuchillo junto a su cuello. lo dejo caer. nos abrazamos. devoro su pelo. piojos como el dedo gordo de un bebé, caviar de los cráneos. oh arthur arthur. estamos en abisinia, en adén. haciendo el amor fumando cigarrillos. nos besamos. pero es mucho más. azul brillante. piscina azul. diestro lago de aceite. las sensaciones se concentran, se animan. dorado cristalino. bolas de cristal coloreado estallando. costura de tienda berebere desgarrándose. aberturas, abierta como una caverna, más abierta. rendición total. penicilina

(dioses vivientes) he estado yaciendo aquí largo tiempo inmóvil. hay oscuridad, completa. un cuarto de calidez vaporosa. cómicos despojos alrededor de la cama, metálicos, brillantes. dentro soy una presión densa y fría, enferma, inmóvil. no puedo asirme a nada ni sentir. ¿soy plomo o nube? la gravedad es misteriosa, ambivalente. leche refluye por mis venas, perezosa y espesa. salamandras se inclina y mueven hacia adelante. no hay viento. tengo un pito de policía en lugar de trono (grito). soy incapaz de hablar o cantar. qué triste es todo. las glándulas de mi garganta son huevos palpitantes. hundirse en una almohada limpia es un placer milagroso. bendigo mi ropa de cama. el médico entró, tranquilo y eficaz. me dio medicina de salud, molde de confianza, porque no comprendía que yo estaba padeciendo una enfermedad del espíritu.


le amaba pero no podía irme con él. estábamos condenados a enfrentarnos siempre, a chocar, mi amor le llenaba de venganza. nada suyo poseía yo, ninguna fotografía o tela. nada, ni siquiera el recuerdo. tumbada aquí mis objetos preciosos incluyen un pañuelo blanco y un tubo de cápsulas marrones y grises. el pañuelo es el del más burdo algodón egipcio. regalo de una mujer de Córcega. ha servido como envoltura para un ángel roto. el ángel que coloqué con mis libros. en la pared hay una hoja de pergamino de la costa de marfil. esta mañana se soltó de la pared y el ángel –tiroteado con anticuerpos- asumió el aura de espuma. alguien bromeó diciendo que las inyecciones de cortisona construirían tejido y acabarían regenerando el brazo. mi cama estaba llena de brazos. nunca sé en que tiempo verbal estamos. mientras la penicilina se mueve como un pez perezoso por mi sistema está también él. el conocimiento y la sensación de aquel a quien adoro. en estos tiempos, donde alá no habla y donde comulgar por la lengua con dios sólo puede desembocar en muerte, prefiero la compañía y ansío la existencia de dioses vivientes, examino el ángel, le hago rodar en la palma de la mano y suavizo mi dedo contra sus partes. la imagen de una placa con la inscripción caridad va tambaleándose por el cuarto hasta un amplificador y se estrella contra él. el cuarto está hecho un caos con los huesos de china. una de esas piezas se parece a un brazo. Mi vestido está húmedo de niebla y sudor. me corté los pies al levantarme. había sangre por todas partes pero no sentí nada. necesitaba una cuchilla para cortar la atmósfera. fui tanteando a través de la neblina, cerré los ojos y pasé la mano de arriba abajo por el brazo de mi ángel. palpé las callosas manos y caí de rodillas y las besé un millón de veces. él desea la rendición, yo me rindo. le doy. sus manos mecen y reajustan mi cráneo. estoy llorando pero no estoy contenta. quizá alguien cubrirá mi cabeza con el pañuelo. adornada adecuadamente quizá pueda ser conducida a las primeras líneas de la procesión para tropezar dentro del terreno de un accidente imaginado.


la salvación del rock como la escultura, el rock es el cuerpo sólido de un sueño. es una ecuación de voluntad y visión. el cazador furtivo de mármol empuja y pone a prueba el grano para luego golpear en el espacio y del modo más adecuado a su propósito final. está trabajando desde el plano en jarras. desde la ballestería de ángulas. la punta cincelada de la flecha se confunde con el blanco. los barcos pioneros se inflan y estallan. el universo está inflamado con las pasiones del hombre. surcando el cielo hay un tranvía cromado de velocidad y brillo notables. 1920. cobre pulido. diecisiete pulgadas. ni rostro ni boca ni muro de palabras. simplemente una cabeza. un yelmo que respira. el ornamento de cabeza es anacrónico, y quizá el lenguaje. está determinado no menos que esta mordaz referencia. se me paga por hablar y hablo. en otro caso crearía exclusivamente por lujuria. los fantasmas que rodean la visión se están acercando. están llenando nuestros cráneos con el polvo de cabañas. adobes y aggies. el genio duerme en una cueva de mármol. allí sobre la base de piedra yace el genio sin párpados y pesados con el humo que serpentea por el pipa/ducto de glorias pasadas. fue brancusi quien tuvo el valor de romper y reconstruir la inocencia inteligente de un huevo. ¿brancusi cabeza de chorlito? quizá. con molde y hormigón disparó la forma perfecta en la roca. el duro empuje áureo de una pluma.


La forma de una pluma es la esencia del vuelo. los indios, verdaderos levitadores, tomaron esta pluma y otra y otras. por encima y por detrás de su cabeza se hicieron un gorro de planear. caballo loco tuvo una pluma semejante. con ella trazaba la forma de un pasador en las rodillas de un soñador. ojos azules les buscó. ojos azules siguió observando. ojos azules vio una roca, una piedra suave que envolvió en cuero y ató a través de su oreja como un gesto de promesa.


quien saquea paga. Una vez se inclinó para recoger un diamante. Le dispararon en la rodilla y su rodilla se abrió y dejó correr las lágrimas y las palabras de su pueblo. él lloró y orinó e intentó abusar de su despojo y volver a capturar el lenguaje de lo perdido. aquí aferró su oreja y la oreja de su caballo. cabalgó muy deprisa y el viento silbaba a través de su herida. manipuló el dolor y reinventó el acantilado y la cascada, tótem de los redimidos. probó la mano que arranca ganancias positivas. es verdaderamente posible entonces escuchar la levitación de la roca. acastañada en el espacio. zeus. cristo. eso ha sido siempre el rock y eso seguirá siendo. dentro del contexto del neo rock debemos abrir nuestros ojos y arrancar el velo de humo que el hombre llama orden. la polución es un resultado de la ineptitud humana para transformar el desperdicio. la transformación del desperdicio es quizá la preocupación más antigua del hombre. siendo la aleación escogida, el oro debe ser resucitado: vía mierda, a toda costa. nos son inherentes el sueño y la tarea del alquimista. crear a un hombre de la arcilla. y recrear desde los excrementos del hombre puros y suaves el oro sólido. no todo ha de ser arte. hemos de desintegrar algún desperdicio. ha de existir alguna anarquía positiva para que podamos llegar a saber y resistir y crecer más allá de la antigua forma de una pluma. ¿qué es un héroe? -un indio silencioso -una guerrillera uraniana -un expresionista abstracto duro y sin corazón


-o una niña con gafas en algún lugar de américa, en cierto estado de gracia, él existe alguien que nunca duerme salvo a la luz alguien que cae y uno que lucha uno que escupe sobre la roca de lo recto. hilo estando lejos de ti he de sentirte como algunos sienten a dios. proyección desde y hacia y en el tiempo. Desparramar alrededor desde el centro del hijo de la fusión; el ojo la esencia de la llama eterna. conectamos y corremos fácilmente a través del amor y la muerte. nuestro meollo es duro y bendito. la fundación de los cuarteles suaves. voy de casa al hospital para evacuar. es mi sistema circulatorio. es mi rara y exquisita fortuna de tortura. tu nombre me llena de asombro. descifro los sonidos que trasmites. en el trabajo elijo no ver mi creación ni añadir nombre o sexo. sólo el sonido del nacimiento deseé preservar en mi conciencia. mi propio sonido quedaba oscurecido con saliva dura. se convirtió en los bordes ásperos de una escultura. lo más vil de una madame. Un arpón inmenso acelerándose. nadie ante quien inclinarse. nadie a quien culpar. estaba sentada junto a la ventana sujetando tu botón. quería cosértelo al abrigo pero estaba sin hilo. estaba oscuro y lluvioso y las hojas brillaban. decidí salir y coger algunas con la falda para nuestra alfombra. quería trabajar sobre la mano de un soldado plegada en oración pero se me había acabado el hilo. recordé que había un ovillo de seda en una caja por alguna parte. tú no me lo diste cuando estábamos estudiando lenguaje. compartimos palabras como cazatesoros uniéndose gozosamente para construir un


tremendo golpe de suerte. estaba ya listo para su descubrimiento. desnudo el cerrojo y siendo cierta vibraciรณn, una palabra. la palabra estaba escrita en su sangre percutiente.

Traducciรณn: ANTONIO ESCOHOTADO

Babel. Barcelona. Editorial Anagrama. 1979. 21-24, 46-47, 126, 138-139, 158.

Pรกgs.


PRESENTACIÓN DE LOS ALEJANDRA PIZARNIK

TRABAJOS

Y

LAS

NOCHES,

DE

Por: Olga Orozco (1920-1999)

No sé si conocí a Alejandra Pizarnik frente a un taller de luces negras, donde las dos espiábamos los movimientos de los autómatas a través de la ranura anaranjada de un postigo; o si fue al bajar apresuradamente del tren fantasma, a punto de desaparecer, o del carrusel infinito, que en realidad era la serpiente que se muerde la cola; o quizás haya sido en aquel jardín zoológico, mientras tratábamos de descubrir los ojos del oxolotle, ese animal al que después teníamos que recortarle grandes trozos de blancura, porque ya no cabía en nuestras cabezas y nos asomaba por las orejas; o quizás hayamos convenido turnarnos para entrar y salir junto a esa placita neblinosa en la que sólo cabía una persona, pero en la que siempre tenía que haber alguien debajo de un paraguas. No sé; no lo recuerdo. A veces jugamos a juegos parecidos, a terrores parecidos, y en los años de memoria no hemos encontrado muchas veces en momentos semejantes. Tal vez debajo de la palabra “fantasma” esté la fecha exacta.


Pero lo explícitamente importante aquí no es nuestra amistad, a prueba de cualquier trampa de lo visible, sino su poesía, a prueba de cualquier máscara de lo invisible. La poesía, “ese lugar donde todo sucede”, donde todo es posible, ese lugar que con la religión y con la magia producen un ácido que borra las fronteras del paraíso perdido en un relámpago de conjunción y de separación. Invocar, convocar, evocar –no en el sentido de recordar sino de recrear-, son los actos que se cumplen en cada uno de esos tres territorios, a veces en los tres, porque son actos que se entrecruzan para desatarnos las manos y los pies de este lado del mundo. Todos los que nos sentimos desterrados lo sabemos, porque existe una memoria del porvenir, que es la memoria de la verdadera patria, y existe la imaginación, que es la continuidad de una realidad a distancia. Como ensayo de prueba y error contamos con la sed. “En oposición al sentimiento del exilio, al de una espera perpetua, está el poema-tierra prometida”, dice Alejandra Pizarnik con su sedienta voz de desterrada. Alejandra, como todo poeta desterrado, sabe que el poema-tierra prometida no es jamás esa tierra misma para sí mismo sino en el momento de la creación, único instante y lugar del rescate; que el poema no es después sino un plano aproximado de esa tierra, hecho con la tinta del exilio; que es un plano incompleto; que de uno a otro poema sólo se dan indicaciones del itinerario, calcos de floras y faunas, perfiles orográficos y huellas de corrientes circulatorias. Porque la tierra prometida ha volado con nuestras propias alas, ha crecido a medida que se aleja y nos ha arrojado en el vacío con esa carta geográfica que tiene la forma de una sombra fosforescente. Si nos despedimos de Alejandra Pizarnik en el momento en que está a punto de comenzar su viaje, que es casi permanente, la veremos partir vestida de pequeña sonámbula, lúcidamente atenta a la menor señal. El andén tiene la forma de un cuarto acolchada por la fiebre, las alucinaciones, los asombros, los terrores y las nostalgias extremos. Su equipaje es el ojo de la cerradura hacia adentro, un prisma para volver a componer la descomposición de la luz en una semilla de fuego, un documento de identificación con los


rostros de sus rostros inasibles y un telescopio al revés para completar la órbita del sueño. No son armas de combate, ni siquiera de defensa; son instrumentos de la delicada, de finísima precisión para todos sus trabajos de viajera en la noche. En cuanto al tren, tiene el aspecto de una jaula de mimbre quejumbroso asediada por los lobos. Esa es la última visión que nos deja, antes de verla desaparecer, absorta, asomada al vaho que borra los últimos barrotes, como Alicia entrando en el país de los espejos. Cuando volvemos a encontrarla, con su aire de expulsada del paraíso, nos trae Los trabajos y las noches. Nos lo entrega con una expectativa azorada e inquieta: no sabemos si se trata de un frasco de veneno o de una botella donde está encerrado todo el humo de las exploraciones. De la misma manera nos regala un lápiz perfumado, un caracol escrito, una lámina donde se repite hasta el infinito el mismo soldadito. Para ella ha terminado un viaje del que sólo cree entregarnos un contorno, un dibujo en la pared; para nosotros comienza otro. Nos internamos en su poesía. Es un país cuyos materiales parecen extraídos de miniaturas de esmalte o de estampas iluminadas: hay fulgores de herbarios con plumajes orientales, brillos de epopeyas en poblaciones infantiles, reflejos de las heroínas que atraviesan los milagros. En esos territorios la inocencia desgarrada recubre paisajes inquietantes y las aventuras con un juego con resortes que conducen a la muerte o a la soledad. Para perderse o no perderse, Alejandra ha ido marcando el camino hacia sus refugios con resplandecientes piedrecitas de silencio, que son condensaciones de insomnios, de angustias, de sed devoradora. “Atesoraba palabras muy puras para crear nuevos silencios”, dice justamente en uno de sus poemas. Y son exactamente palabras tan puras que tienen la levedad del vuelo, la brevedad del trazo de las imágenes que representan, la transparencia del mundo que recrean. Frente a esos albergues donde Alejandra se somete a sus experimentos, visión inversa de “la niña de alta mar”, se tiene la sensación de sucesivos espacios inmóviles en los que el aire ha sido respirado hasta el agotamiento, en exhaustiva ceremonia, sin hablar, para no romper el fragilísimo proceso de las


transmutaciones, para no ahuyentar ese “pájaro asido a su fuga”, para no mover ese “aire tatuado” por las ausencias, que han quedado sumergidos como burbujas dentro de una pared de cristales en fusión. El encantamiento está logrado. Pero antes de que se desvanezca, antes de que se aleje con la tierra prometida, es necesario que la palabra obre como un conjuro sutil. Y la palabra consigue ese milagro: retiene la expresión más inasible, fija la permanencia de la fugacidad en esas pequeñas cárceles atmosférica que pueblan la poesía de Alejandra Pizarnik. Estudio preliminar de CRISTINA PIÑA


Pรกginas de Olga Orozco seleccionadas por la autora. Buenos Aires. Editorial Celtia. 1984. Pรกgs. 243-245.


POESร A SELECTA Por: Piedad Bonnett (1951-)

EXPLICACIONES NO PEDIDAS (2011)

LA PIEDRA Tengo en la lengua la maldiciรณn, el rabioso improperio,

y en mi mano la piedra vengadora, la que mi pena adensa, afila.


Pero no hay blanco, ni rostro, ni oído.

Y ni siquiera un nombre que yo pueda

apostrofar. Dios está muerto hace tanto y el destino es tan sólo una máscara que el vacío se pone.

Sólo puedo acariciar la piedra, su fría contundencia,

reconocer su modo impenetrable de ser contra mi mano.

LOS QUE NO SUEÑAN NUNCA Las madrugadas de aquellos que nunca tiene sueños son limpias, como calles lavadas en la noche. En sus manos no hay sangre de enemigos, ni en sus ojos destellos de lujuria, ni nostalgias confusas


ni violentos deseos de volver y buscar lo ya perdido. No hay rastros de vergüenza en los que nunca sueñan, ni ese aire distraído, ensimismado, del que en sus manos trae sólo pobres jirones. No los veremos nunca tratando de contar con gesto apasionado y los ojos clavados en medio del vacío, lo que a nadie interesa, como viejos que jalan torpemente la cuerda de sus años más antiguos. Y sin embargo, los que no sueñan nunca tienen otras maneras de vivir sus dos vidas. Tal vez menos hermosas y menos inocentes.

EXPLICACIONES NO PEDIDAS Porque por ti mis pobres posesiones: el cuento que cuento y el poema que eternamente rumia la ceniza.

Para ti el acto de amor intransitivo que contigo y sin ahonda la noche.


Pero también la luz y su milagro que me oscurece en la mitad del día.

Por ti la nada hueca y mi mentira más verdadera que la misma vida.

Por ti la ingravidez, el fondo, el tuétano,

caer dentro de mí como plomada.

La yema de mi dedo detenida sobre el aurea quemante de la llama, y con su tizne sobre el espejo que no te refleja

las palabras.

LAS HERENCIAS (2008)

LA MUY PERRA


En ciertas ocasiones la vida nos demanda mezquindad

Es –pareciera decirnosun acto de justicia

una manera sana de respirar en medio del fastidio

de no ofrecer la otra mejilla

Pero ¿qué tal si optamos por la benevolencia

por ir limpios y ufanos celestiales?

Innobles son los tratos que la vida propone Escoge: -nos ladra la muy perraentre tu bilis negra y tu soberbia

AGUJERO NEGRO ¿A dónde va el deseo cuando no sabe donde posarse?


¿Qué rumbo toma después de estar girando como cometa loca que no renuncia al cielo ni quiere desprenderse de la tierra? A alguna parte habrá de ir con su brío de guerra, con su sed y su dulce quemadura. A otro ha de encontrar para incendiarlo, y enceguecerlo, y dejarlo como una estrella muerta que en su médula lleva (como una maldición) el destello de luz de la memoria.

LAS HERENCIAS Enfermedades en mi casa PABLO NERUDA

Hijo mío, me duelen las herencias.

Esta culpa, zarza que arde y me quema, y que no me concede saber cuál fue el pecado.

En tu inocencia se mira mi inocencia como un ojo de agua que me cuenta una historia que ya ha sido olvidada,


y otros hablan en tus voces turbias y otros sufren de nuevo entre tus sueños y en tu silencio sufren otra vez más aquellos que están muertos,

y tu herida es una pena antigua que por mi sangre pasa y estalla en las entrañas en que nadaste un día.

TRETAS DEL DÉBIL (2004)

ORACIÓN Para mis días pido, Señor de los naufragios, no agua para la sed sino la sed, no sueños sino ganas de soñar. Para las noches, toda la oscuridad que sea necesaria para ahogar mi propia oscuridad.


TODOS LOS AMANTES SON GUERREROS (1998) EL FORASTERO Otra vez ha llegado el arrogante amor sin anuncio y se ha instalado aquí donde tu nombre comienza a ser un árbol que me da sombra con sus siete letras

sin permiso sin prisa –con un rostro tan nuevo que no reconocí sus ojos antiquísimos sus garras de milano su impacienciaha dado órdenes para que el sol alumbre y ha clavado su espuela aquí donde tus ojos me pierden y me ganan aquí donde tu voz donde tu mano lustra la piel de este animal que tiembla

hirsuto y tan hermoso que ahora es guerrero el sueño al que despierto mientras la muerte huye

de nuevo estoy a salvo


DESPUÉS DE TODO Es extraño que todo esto va a psar, Murmuras HARRY ALMELA

De ti, todo parece indicarlo, sólo me queda el dolor. Como el mercurio ajusta su blanca densidad a la redoma así el dolor toma la forma de mis horas, toma la forma de mi cuerpo. Yo lo cuido, lo alimento con las vivas imágenes de tu amor silencioso como a un venado que ha venido a suspirar a mi puerta, como a un amigo entrañable que ha decidido quedarse unos meses en casa. Cuando el dolor se aletarga y es casi otra respiración, casi otra palpitación de mi sangre. Yo me digo: es extraño que todo esto va a pasar, que un día va a pasar y entonces quedaré definitivamente sola.

ESE ANIMAL TRISTE (1996)

LAS PALABRAS Y LAS COSAS El sol sobre la piel, su dicha humilde,


y esta lucha obstinada, la derrota que me lleva a escribir

el sol sobre la piel, su dicha humilde, me justifican.

RACIÓN DIARIA Mira –le insiste el Minotauro a Teseosólo

hay un medio para matar

los monstruos: aceptarlos. CORTÁZAR, Los reyes

Sin una sola luz ni un solo ruido un barco cruza el agua nocturna de mi infancia; tal vez el cocinero se desangra sobre cebollas rubias con el rostro lleno de verdugones y la bata empapada. Mi miedo se bebía el aire de la alcoba con los ojos abiertos y el monstruo que me habita sofocaba mi voz con su cola de escamas. ¡Ay! Amorosamente desde entonces, le doy su ración diaria. Tenso animal carnívoro, el ruido de su boca que mastica es música en mi insomne madrugada.


EL HILO DE LOS DÍAS (1995)

A la hora de la siesta un toro que escapó del matadero entró a la casa de puertas abiertas. Sus patas resbalaron en las baldosas del zaguán antes de que en los corredores iluminados de geranios se oyera su jadeo desconocido, el estruendo de su cuerpo inocente. Por las habitaciones frescas de sombra erró con una furia ebria, devastando un universo de cosas minúsculas, de flores de papel y pocillos y sillas vacías, hasta llegar a ese cuarto final al que el silencio temeroso había huido.

La niña, en su precario escondite, sabía que era un sueño. En la quietud del tiempo detenido podía escuchar el latir atolondrado de su pecho, su retumbar acompasado como de pasos de bestia en la penumbra.


LOS CUCHILLOS DEL ALBA

Se sobresalta el alba con el ronco bramido de las bestias que son sacrificadas. En la estridencia de su voz, y más allá del miedo un eco resignado se adivina. El agua, imaginamos, cae furiosamente sobre la piedra, abre una mancha espesa y cárdena en la tierra. La muerte va trazando sus signos en la blanca madrugada.

INSOMNIO La ligera, la trivial melodía atraviesa la noche y, temblorosa, llega a la habitación donde el insomnio abre su ojo de luz en la tiniebla. Nos sentimos entonces extranjeros, exiliados de un pueblo innominado, y escribiríamos cartas cargadas de nostalgia a muchachas lejanas y a oscuros navegantes. La música se enrosca como un bucle,


trepa por la baranda de la cama. Y es como si una culpa nos pesara, como si alguien que amamos estuviera en la estación del tren y no llegáramos.

NADIE EN CASA (1994) CADENAS Como un niño obstinado que persiste en salir del laberinto deambula noche a noche por mis sueños. Con el alma encogida yo te sigo sabiendo que más tarde o más temprano tú encontrarás la puerta y yo el olvido.

RÉQUIEM Resulta que ya nada es igual, nada es lo mismo, que algo se ha muerto aquí sin llanto, sin sepulcro, sin remedio, que otro aire se respira ahora en el alma, patio oloroso a humo donde cuelgan tantos locos afectos de otros días.


Tendría que decir que ha llovido ceniza tanto tiempo que ha tiznado por siempre las magnolias, pero es pueril la imagen y me aburro. Me aburro dócilmente, blandamente, como cuando era niña y me tiraba a ver pasar las nubes, y la vida era larga como una carrilera. Ahora el tren da la vuelta y unos rostros borrosos me saludan desde lejos: yo amé a aquel hombre que va hablando solo. Aquel otro me amó y no sé su nombre. La tarde se silencia y todos parten. Soy yo la que hace tiempo ya se ha ido.

DE CÍRCULO Y CENIZA (1989)

BOGOTÁ I Aquí voy yo, sin metas y sin rumbos, odiándome en tu esquina sin sorpresas, en el mezquino barrio donde habito, en el precario verde que embellece tu triste fealdad de puta vieja.


Aquí voy contra ti en la roja tarde sola voy, entre ti, sola. Ciudad hecha de trucos y de azares, inconsistente juego de escondrijos. Necesito inventarte, recorrerte, encontrarme en tus calles innombradas, mirarme en la nostalgia de un postigo que a la rudeza de tu luz se cierra; enredarme en tus noches pederastas, en el temblor de todas tus mañanas. Pero te siento ajena y enemiga, y yo sin asideros, yo perdida y para siempre sola en tus entrañas.

APELACIÓN Muerte, vieja fisgona, solapada alcahueta, descarada inquilina de cuerpos aún calientes, militante secreta de la nada, boca oscura que a todos nos devoras y a todos nos trituras y a todos nos escupes convertidos en polvo: ya te estoy esperando, ya vi tu ojos de sangre sonreírme y me escupió tu rancio aliento el rostro. Por ti este sol que hace nacer las sombras duele tanto


y el día se hace breve como un gesto; hace ya muchos días que por dentro te llevo, que por mi te derramas como un cáncer espeso. Aquí estoy, dócil presa a tu avidez rendida: arráncame los ojos con tu mano enlodada, prívame de la herida de la tarde, del oso embravecido que pinta aquella nube, de la mancha escarlata del envés de esta hoja. Devórame la piel, niégame el humo, que al borde de la noche huele a infancia. Rompe todas las cuerdas, destruye los violines, gangrena la garganta de los pájaros. Destrona mi estructura hueso a hueso, conviérteme en arena, en polvo, en nada, pero déjame, virgen asesina, la inocente ilusión de la palabra.


Poesía selecta. Bogotá. Letra a Letra. 2015. Págs. 17, 20, 22-23, 27, 29, 30, 39, 43, 44, 52, 53, 59, 61, 63, 70, 79, 82-83.


IN MEMORIAM FRANCISCO TOLEDO (1940-2019)







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