LIBROS Y LECTURAS Nro 59 Coordinador: Óscar Jairo González Hernández Profesor Facultad de Comunicación. Comunicación y Lenguajes Audiovisuales. Universidad de Medellín
Medellín. Octubre / 2019
IN MEMORIAM / HAROLD BLOOM (1930-2019)
EL CANON OCCIDENTAL (FRAGMENTO) En la actualidad me siento bastante solo al defender la autonomía de la estética, pero su mejor defensa es la experiencia de leer El rey Lear y a continuación ver la obra en un buen montaje. El rey Lear no deriva de una crisis de la filosofía, y su fuerza tampoco puede ser justificada como una mistificación promovida, de una forma u otra, por las instituciones burguesas. Es señal de la degeneración de los estudios literarios que a uno se le considere un excéntrico por mantener que la literatura no es dependiente de la filosofía, y que la estética es irreductible a la ideología o la metafísica. La crítica estética nos devuelve a la autonomía de la literatura de imaginación y a la soberanía del alma solitaria, al lector no como un ser social sino como el yo profundo: nuestra más recóndita interioridad. En un gran escritor, lo profundo de esa interioridad constituye la fuerza que consigue sacudirse el abrumador peso de los logros del pasado, para que cada originalidad no sea aplastada antes de que se manifieste. Los grandes textos son siempre reescritura o revisionismo, y se fundan sobre una lectura que abre espacio para el yo, o que actúa para reabrir viejas obras a nuestros recientes sufrimientos. Los originales no son originales, pero esa ironía emersoniana cede la palabra al pragmatismo emersoniano, según la cual el inventor sabe cómo pedir prestado. Traducción de DAMIÁN ALOU
El canon occidental. La escuela y los libros de todas las ĂŠpocas. Barcelona. Editorial Anagrama. 1995. PĂĄgs. 20-21.
POESÍA Y CREENCIA DE FREUD EN ADELANTE (FRAGMENTO) (…) La evasividad es intencionada, se escribe entre líneas, utilizando una fina imagen de Leo Strauss. ¿Qué significa el que alguien que busca una nueva negación, o mejor quizá, el que un revisionista de una antigua negación, recurra a la evasividad ante cualquier posible interpretación como tópico o tema central de su obra? Kafka no cuestiona la culpabilidad, pero desea hacer “posible para el hombre el disfrutar del pecado sin culpabilidad” mediante sus lecturas. El disfrutar del pecado casi sin culpabilidad es esquivar la interpretación, exactamente en el sentido judío dominante de interpretación. La tradición judía, ya sea normativa o esotérica, nunca enseña a hacer la pregunta de Nietzsche: “¿Quién es el intérprete y qué poder busca conseguir sobre el texto?” En su lugar, la tradición judía pregunta: ¿Está el intérprete en la línea de aquellos que pretenden construir, en cualquier época, una barrera alrededor de la Torá? El poder de evasividad de Kafka no es un poder sobre su propio texto y realmente levanta, en nuestra época, una barrera alrededor de la Torá. Sin embargo nadie antes que Kafka levantó totalmente una barrera a partir de la evasividad, ni Maimónides ni Judah Halevi ni incluso Spinoza. El más sutil y evasivo de todos los escritores, Kafka, continúa siendo el más severo y el más atormentado de los sabios tardíos de lo que aún será la tradición cultural judía del futuro.
Traducción de LUIS CREMADES revisada por ISABEL GARCÍA PAREJO
Poesía y creencia. Madrid. Ediciones Cátedra. 1991. Págs. 146-147.
LA ANGUSTIA DE LAS INFLUENCIAS CLINAMEN O MALA INTERPRETACIÓN POÉTICA (FRAGMENTO) (…) Demos, pues, el salto dialéctico: la mayoría de las llamadas interpretaciones “exactas” de la poesía son peores que errores; quizá sean solamente lecturas erróneas más o menos creadoras, ya que, ¿no es cada lectura necesariamente un clinamen? ¿No deberíamos, por lo tanto, con esto en mente, tratar de renovar el estudio de la poesía volviendo una vez más a las cosas fundamentales? Ningún poema tiene fuentes y ningún poema simplemente alude a otro. Los poemas son escritos por hombres y no por Esplendores anónimos. Mientras más fuerte es un hombre, más grandes serán sus resentimientos y más osado su clinamen. Pero, ¿a qué precio, nosotros lectores, debemos renunciar a nuestro propio cllinamen? Propongo, no una nueva poética, sino una crítica práctica totalmente diferente. Renunciemos a la fracasada empresa de tratar de “entender” cualquier poema individual como una entidad en sí misma. Emprendamos, en su lugar, la búsqueda que nos lleve a aprender a cualquier poema como una mala interpretación consciente de su poeta como poeta de un poema precursor o de la poesía en general. Comprendamos cada poema por medio de su clinamen y así “comprenderemos” ese poema de una manera que no ha de adquirir comprensión gracias a la pérdida del poder del poema. Digo esto con el mismo ánimo con que Pater rechazó el famoso análogo orgánico de Coleridge. Pater pensó que Coleridge (quizás involuntariamente) despreciaba la pena y el sufrimiento que sentía el poeta al acabar su poema, congojas al menos parcialmente debidas a la angustia de las influencias, congojas inseparables del significado del poema. Borges, al comentar los sublimes y aterradores sentimientos de Pascal ante su Pavorosa Esfera, compara a Pascal con Bruno, quien en 1584 todavía podía reaccionar con exultación ante la revolución copernicana. En setenta años, llega a la senescencia: Donne, Milton y Glanvill ven decadencia donde Giordano Bruno sólo encontraba alegría en los progresos del pensamiento. Como lo resume Borges, “en aquel siglo desanimado, el espacio absoluto que había sido una
liberación para Bruno, fue un laberinto y un abismo para Pascal”. Borges no se lamenta del cambio, ya que también Pascal logra lo Sublime. Pero los poetas fuertes, a diferencia de Pascal, no existen para aceptar aflicciones; no pueden estar contentos con el hecho de adquirir lo Sublime a un precio tan elevado. Como el mismo Lucrecio, optan por el clinamen como libertad. Esto es lo que dice Lucrecio: Cuando los átomos caen directamente hacia abajo por su propio peso a través del espacio vacío, en ciertos momentos y lugares indeterminados se desvían bruscamente una nada con respecto a su curso, pero lo suficiente para poder llamar a esto un cambio de dirección. Si no fuera por este brusco desvío, todo caería hacia abajo como gotas de lluvia a través del abismo del espacio. No ocurriría ningún choque y no se crearía ningún impacto de átomo sobre átomo. La naturaleza, por lo tanto, no habría creado nada… Pero el hecho de que la mente misma no sienta ninguna necesidad interna de establecer cada acto suyo y obligarlo a sufrir en una desamparada pasividad, se debe al pequeño desvío brusco de los átomos en cierto momento o lugar no determinados.
Al contemplar el clinamen de Lucrecio, podemos entender la ironía final delas Influencias Poéticas y llegar al punto del círculo de donde partimos. El clinamen entre el poeta fuerte y su Padre Poético es realizado por todo el ser del poeta posterior, y la verdadera historia de la poesía moderna sería la descripción pormenorizada de esos bruscos desvíos revisionistas. Para el patafísico puro, el desvío es maravillosamente gratuito; Jarry, después de todo, era capaz de considerar la Pasión como una carrera de bicicletas cuesta arriba. El estudioso de las Influencias Poéticas está obligado a ser un patafísico impuro; tiene que entender que el clinamen ha de ser considerado siempre como si fuera intencional e involuntario simultáneamente: la Forma Espiritual de cada poeta y el gesto gratuito que hace cada poeta cuando su cuerpo cayente choca contra el fondo del abismo. Las Influencias Poéticas son el pasaje de los Individuos a través de los Estados, según el lenguaje de Blake, pero el pasaje se hace malamente cuando no es un desvío brusco. El poeta fuerte dice en realidad: “Parece que he dejado de caer; ahora estoy caído y, por consiguiente, yazgo aquí en el Infierno”; pero, mientras dice esto, está pensando: “Mientras caía, me
desvié y, por consiguiente, yazgo aquí en un Infierno mejorado por mis propias acciones.” Traducido por FRANCISCO RIVERA
La angustia de las influencias. Una Teoría de la Poesía. Caracas. Monte Ávila Editores. 1997. Págs. 54-56.
DEL PODER DE LAS PALABRAS (FRAGMENTO) Por: Roger Caillois (1913-1978)
III (FRAGMENTO) ¿Qué ocurrirá si no se trata ya solamente de breves fórmulas aisladas? El intelecto junta de buen grado las palabras de modo que se presten un apoyo recíproco y constituyan al fin una gigantesca red capaz de reemplazar casi al universo, de interponerse al menos entre el universo y el conocimiento de éste que el hombre se esfuerza en adquirir. Desde el principio, parece destinado a caer en el lazo que le tienden los sistemas. Son las palabras lo que percibe primero. Forman pronto una especie de pantalla que le oculta el mundo. Su multitud, su agitada confusión asaltan el espíritu y lo aturden. Preceden sus experiencias, en vez de llegar oportunamente para nombrarlas a
medida que él pasa por ellas y siente el deseo de identificarlas. Se acostumbra así a dar en su discurso más importancia a las palabras que a las cosas y pierde el hábito de ver en ellas signos que sólo tienen la función de expresarlas. Se necesita entonces, para desprenderse del dominio de las palabras, un vigor intelectual poco común. ¿Cómo podría ser de otro modo? Invaden toda pobre cabeza en cuanto se despierta la conciencia: la escuela, los diarios, los libros, la radio, todo conspira para llenarla del rumor de las palabras más bien que de los rumores del mundo. No acoge nada sino por su conducto y vedla ya bien preparada para ser víctima de toda superchería del lenguaje. Mejor que halle acomodo en esa condición. Una inteligencia algo viva no tarda en sacar partido de ella. En la plaza pública se apretuja una clientela que espera, boquiabierta, al charlatán. A éste, no le faltarán crédulos. Traducción de JULIÁN CALVO y C. A. JORDANA
Fisiología
del
Leviatán.
Buenos Aires. Suramericana. 1946. Págs. 122-123.
Editorial
EL PESO DEL MUNDO Por: Peter Handke (1942-)
Febrero Al escribir se pone en funcionamiento una fuerza de escape (alejarse de aquello que “sucede verdaderamente”); abrirse paso hasta el lugar donde todavía vive la gente Uno marca un número; es equivocado: contesta un niño, que está solo y llora. También así puede empezar una historia Idiotizado tanto al estar despierto como al dormir, incluso con sueños; a veces, sin embargo, dormir tan vivamente sin sueños Sus “descubrimientos”. restaurante!”
“¡Descubrí
un
nuevo
Un escritor o cualquiera que ya no soportara estar solo no podría interesarme No dejar que el placer causado por una convierta en argumento en contra de otra
cosa
se
Los niños agazapados y entre murmullos se me acercan mientras duermo para asustarme; y mi representación
de la muerte cuando hace eso… como si estuvieran acercándose a un muerto Ella dijo: “¡Sería terrible si tuviera que imaginar mi futuro como la vida de las mujeres!” Un botón de castaño que no se desarrolló en la última primavera, pequeño, duro, arrugado, de pronto cae en pleno febrero, bajo el brillo del sol, con un chasquido, del árbol al suelo; querer hacerse daño en la arruga, querer pincharse Le dije a ella: “Uno tiene la sensación de que usted lo puede todo” Alguien dijo mientras veía televisión: “¿por qué tiene que haber noticias todos los días?” Viaje a través de un sombrío paisaje en las afueras de la ciudad durante la tarde del domingo: se vuelve soportable cuando uno se imagina dar una voltereta en él En la zanja había un charco por el cual pasaban las nubes y había un cielo azul. Algunos copos de nieve cayeron en él y se movieron en su superficie sin derretirse. De pronto, el tiempo ya no transcurría más. En el sueño experimenté eso como una redención “¡Esos buenos tiempos de antes, cuando siempre me olvidaba de dar cuerda al reloj!”
5 de marzo Cuando me despierto mis cabellos están sobre mi cabeza como una mano extraña El amigo contaba que no había golpeado a sus hijos sino que los había reprendido Su miedo mortal es que las piernas se vuelven más cortas El hermoso contenido biográfico de ayer, apenas vegeta hoy en mí como forma de vida
El plato de porcelana que estuvo todo el invierno a la intemperie, ¡qué frío está! Caminar por la calle y durante unos pasos se hace silencio, como si fueran los últimos momentos Qué despacio camina la gente, sobrenatural bajo el sol tibio
en
esta
tarde
Una mujer viene al encuentro desde lejos; antes que se le vea la cara, sus pendientes ya comienzan a brillar El niño dijo: “Me gusta hacer algo que no se sabe qué es” (cuando se le reprochó que no se podía reconocer qué representaba su dibujo) La belleza que el mundo tiene hoy no se puede soportar solo, tampoco de a dos; quizá de a tres Envejecer sin que pase el tiempo En la panadería, al africano no le dan, como a los otros clientes, el papel con el cual podría envolver el pan para llevarlo a casa Al enterarme de la muerte de un amigo: la idea del mundo como una habitación, de la cual él ha desaparecido Después del entierro: ahí adentro, como en un garaje, está el cadáver con los pelos desgreñados por la muerte, y afuera, en el barro, se arremolina la ceniza de sus cigarrillos Hermoso: una mujer que no nos hace acordar a nada (al cuello de un cisne, etc.) Un libro que también tengo la sensación de estar leyendo con gusto cuando sólo lo hojeo distraídamente Dos personas hablaban sobre una foto y mutuamente se la arrancaban de las manos para mirarla cada uno por su lado “Cuando dices que parezco triste lo único que busca es desarmarme”
Ella lo miró, observó cómo se desvestía y habló de su cuerpo
27 de junio Sentado en la plaza de San Marcos, la sensación de que todos los que pasan son conocidos, amigos, vecinos de las distintas épocas de mi vida. Traducción: NICOLÁS GERLOMINI
El peso del mundo. Diario (noviembre 1975 – marzo 1977). Buenos Aires. Adriana Hidalgo editora. 2003. Pågs. 28-29, 31-32 y 206.
HOMENAJE A PAUL OSKAR KRISTELLER A VEINTE AÑOS DE SU MUERTE (1999-2019)
OCHO FILÓSOFOS DEL RENACIMIENTO ITALIANO Por. Paul Óskar Kristeller (1905-1999) PETRARCA (1303-1374)
Petrarca era, al mismo tiempo, medieval y moderno, y como una vez lo declaró, miraba hacia atrás y hacia adelante simultáneamente, como si estuviera colocado en la frontera de dos países (1). Habiendo discutido la deuda de Petraca con la Antigüedad y con la Edad Media, debemos tratar ahora de describir los elementos modernos en su pensamiento y actitud. Uno de ellos, en mi opinión, es el carácter eminentemente personal, subjetivo y por así decirlo individualista de sus escritos. Habla de una variedad de cosas e ideas, pero en esencia habla siempre de sí mismo, de lo que había leído y de lo que ha sentido. Este alto grado de consciencia de sí mismo es especialmente potente en su Secretum y en sus cartas, y podríamos decir que Petrarca, y la mayoría de los humanistas posteriores, favorecieron la carta como género literario porque les permitía tratar las cosas en primera persona. El
carácter subjetivo de los escritos de Petrarca señala un rasgo notable de la mayor parte del pensamiento y la literatura humanistas posteriores, rasgo que encontró su expresión culminante en uno de los últimos humanistas y el más filósofo, Michel de Montaigne, quien habría de declarar que su propio yo constituía el principal objeto de su filosofar.
VALLA (1406-1457)
(…) En el libro tercero (Opera omnia) una teoría muy peculiar de Valla, que expone también otra obra, la Dialéctica, y en contexto enteramente diferente. En ambos pasajes Valla crítica la bien conocida doctrina de Aristóteles de que toda virtud moral es el medio entre dos vicios opuestos, y afirma en lugar de eso que cada virtud no tiene sino un vicio opuesto. Por ejemplo, el valor no es, para Valla, el justo medio entre audacia y cobardía, como pretende Aristóteles, sino que el valor es opuesto a la cobardía, y la prudencia a la audacia (2). Finalmente en el Prefacio al diálogo “De lo verdaderamente bueno”, en donde Valla habla evidentemente en su propio nombre y trata
de explicar al lector la intención de su obra, identifica claramente la posición del libro tercero como suya propia. ¿Dice usted realmente que el placer es el verdadero bien? Sí, lo digo; y afirmaré que nada es bueno sino el placer, y he decidido asumir y probar su causa. Sin embargo, este bien verdadero es de dos clases, uno en esta vida, el otro en la vida futura. Preferimos el último al primero, pero el primero a la virtud de los filósofos. Partiremos a refutar a los estoicos, los defensores de la virtud, y asumiremos la defensa de los epicúreos, y de esta manera defenderemos también la religión cristiana (3).
FICINO (1433-1499)
EL PLATONISMO de la Academia Florentina, al que se refiere este capítulo y el siguiente, estuvo estrechamente ligado en más de un aspecto con el movimiento humanista. Su director, Marsilio Ficino, a quien dirigiremos ante todo nuestra atención, había gozado de una excelente educación en lenguas y literaturas clásicas, y era extremadamente versado en las fuentes de la filosofía antigua, tanto griegas como latinas. Escribía con estilo latino fluido, si no elegante, que tenía una personal distintiva, y agradaba a la mayoría de sus melindrosos contemporáneos, si no es que a todos. Cultivó géneros literarios tales como el tratado, el diálogo, el discurso y la carta; coleccionaba su correspondencia y contendía con muchos humanistas importantes de su tiempo. Su actividad erudita como traductor y comentador de Platón, Plotino y otros filósofos griegos puede ser considerada como continuación de la labor de sus predecesores humanistas. Su eclecticismo, así como su esfuerzo por revivir la
filosofía platónica, parece corresponder al modo como otros pensadores humanistas utilizaron la herencia de la filosófica de la Antigüedad clásica. El tono edificante que caracteriza a muchas de sus cartas recuerda más de una vez las de Séneca o de Petrarca. Su preocupación por la dignidad del hombre y su lugar en el universo, y por la suerte y el destino, lo incita a tratar varios de los temas favoritos de la literatura humanista de los primeros tiempos.
PICO (1463-1494)
Giovanni Pico de la Mirandola gozó de un desusado grado de afecto y admiración en vida; en las centurias subsecuentes, hasta el presente, la fama y la fascinación de su nombre han permanecido incólumes. Su atractivo, que ha llegado incluso a la imaginación popular, ha demostrado ser mucho más grande que el de la mayoría de los demás sabios y pensadores renacentistas. Su riqueza y noble cuna, su encanto personal, su trágica vida y temprana muerte y la precocidad y versatilidad de sus talentos han contribuido, sin duda, a conservarle esta reputación singular. Con todo, tras el hechizo aparente, el
estudio de sus obras revela la solidez de su saber, la claridad y la honradez de su pensamiento y la fertilidad de sus ideas básicas. Como murió a los 31 años, muchas de sus obras más ambicionas quedaron inconclusas o sin redactar y, sobre todo, no tuvo oportunidad de tejer sus múltiples discernimientos en la pauta madura de un sistema unificado. Sus brillantes pensamientos perduran en fragmentos, pero esto no desdice de su importancia intrínseca ni disminuye su influencia histórica; es simplemente un hecho que debemos recordar si queremos llegar al entendimiento de su obra. (…) El sincretismo de Pico puede compararse con el de Ficino, que fue quien le dio base en su teoría de la religión natural, en su concepción de la tradición platónica y de su origen en Hermes, Zoroastro y los demás teólogos primitivos y en el hincapié que hizo en la armonía básica entre platonismo y cristianismo. Pico utilizó estas mismas nociones, pero hizo de ellas una síntesis mucho más amplia y más comprensiva introduciendo dos nuevos elementos importantes: incluye explícitamente a Aristóteles y a todos sus seguidores griegos, árabes y latinos; y agrega a estas fuentes anteriormente conocidas a los cabalistas judíos, con los que se familiarizó a través de sus estudios hebreos, convirtiéndose así probablemente en el primer cristiano que hizo uso de la literatura de la Cábala. (…) Otro aspecto del pensamiento de pico, que podríamos relacionar con su sincretismo, es su tratamiento de la mitología clásica. Una interpretación alegórica de los mitos de los poetas griegos había sido desarrollada por los filósofos antiguos, especialmente por los estoicos y neoplatónicos, y para ellos había sido un artificio para conciliar la religión pagana con la verdad filosófica. Cuando los gramáticos medievales siguieron interpretando a los poetas clásicos de esta manera, minimizaron el elemento religioso pagano y subrayaron la verdad universal –o aun cristinaimplicada, que justificaría el estudio de estos escritores. El método fue tomado y desarrollado luego por los humanistas, y
encontramos ejemplos notables de él en el tratamiento que Salutati hace de los trabajos de Hércules (antes de 1406) (4), y en las Controversias Camandulenses de Landino (aproximadamente 1475), que contienen una elaborada exégesis moral de la trama de la Eneida de Virgilio (…)
POMPONAZZI (1462-1525)
Por la época de Pomponazzi, el aristotelismos italiano había estado floreciente durante varios siglos, sobrevivido a los ataques de Petrarca y otros humanistas, y recibido importantes impulsos nuevos de París y Oxford hacia fines del siglo XIV. No hay duda de que Pomponazzi, a causa de su educación y carrera, sus fuentes y autoridades, su método y estilo, debe ser considerado como un producto típico de esta escuela. Sin embargo, sería un error suponer que no fue tocado por las demás corrientes de su tiempo, o sorprenderse porque una simple etiqueta, como aristotelismo, en su caso como en tantos otros, resulte inadecuada para describir el complejo
pensamiento de un pensador original y vigoroso. Pomponazzi leía respetaba los escritos de Ficino, al cual debía su familiaridad con Platón y tal vez su preocupación por el problema de la inmortalidad. El modo como habla acerca de la posición del hombre en el universo tiene claramente influencia de Ficino y Pico. También se manifiesta en muchos otros puntos el impacto del vasto movimiento humanista de su época. Cultiva el tratado monográfico, además del comentario y la cuestión, y hasta hace un tímido intento de usar la forma de diálogo. Ocasionalmente gusta de hablar de sí mismo, a la buena manera humanista, y cita fuentes humanistas favoritas tales como Cicerón y Plutarco. Su doctrina de que la virtud es el premio de sí misma tiene antecedentes más bien estoicos que aristotélicos, y su insistencia en que el fin del hombre consiste en la virtud práctica más que en la contemplación es una variante de Aristóteles, y puede deber algo a Cicerón y al humanismo cívico de humanistas primitivos tales como Bruni y Alberti. (…)
TELESIO (1509-1588)
(…) La búsqueda de originalidad refleja una convicción que empezó a desarrollarse en esta época y que había de alcanzar dimensiones mucho más grandes en el siglo XVII, a saber, que era posible para los modernos hacer descubrimientos nuevos y obtener conocimientos que no habían sido accesibles a los antiguos (4). El siglo XVI fue testigo en matemáticas y astronomía, anatomía y botánica, de los primeros avances tangibles más allá de los antiguos, y la invención de la imprenta así como el descubrimiento de América empezaron a usarse como argumentos para la superioridad de los modernos. Como podría esperase, los nuevos filósofos de la naturaleza no eran tan originales o tan independientes de las autoridades antiguas como pretendían serlo, justamente como los platónicos o aristotélicos declarados, para esa materia, no eran seguidores tan
fieles de sus autoridades antiguas como ellos mismos creían serlo. En los filósofos de la naturaleza, encontraremos más de una vez reflejos de ideas aristotélicas, platónicas y otras antiguas, medievales o humanistas que no son simples residuos no asimilados de una tradición obsoleta, sino ingredientes bastante esenciales del nuevo pensamiento. Sin embargo, la actitud sigue siendo importante, y por su perspectiva independiente, tanto como por sus teorías particulares, los filósofos de la naturaleza han sido a menudo saludados como precursores de la filosofía y la ciencia modernas. (…)
PATRIZI (1529-1597)
La mezcla de ciencia física con especulación metafísica y teológica tal como aparece en esta sección (Nova de universis) es ciertamente extraña para un lector moderno, y todo lo que podemos decir para excusarla es que Patrizi vivió y escribió en un tiempo en que la emancipación de la ciencia física de la filosofía todavía no se había consumado, y en que una mezcla similar puede encontrarse en la obra de científicos mucho más grandes, por ejemplo Kepler. En lo que concierne a Patrizi, la luz es uno de sus principios físicos básico, como veremos, y su tratamiento prominente y monográfico en la primera
parte de su obra es así comprensible. Como los demás principios propuestos por él no reciben un tratamiento tan pleno y separado, parece probable que esta sección refleje una fase temprana de su pensamiento y haya sido escrita en un tiempo en que sus opiniones sobre los demás principios todavía no se habían desarrollado completamente. Cuando discutamos las demás partes de su obra y consideremos su composición como un todo, veremos que trata el mundo inmaterial y físico en diferentes secciones. Por tanto puede haber sentido que el tratado acerca de la luz tenía que ser colocado al comienzo de toda la obra, por la misma razón de que concebía a la luz como perteneciente a ambas básicas de la realidad. La teoría de Patrizi de la luz también puede entenderse mejor si la consideramos sobre el fondo de una larga tradición anterior, que le era conocida al menos en algunas de sus fases. En la República de Platón se llama al Sol la imagen de la idea de lo bueno, y Platón desarrolla esta analogía con gran detalle (5). En Plotino, la luz y su irradiación se convirtieron en una metáfora básica para la difusión de la bondad y del ser a partir de sus fuentes respectivas, y de Plotino la metáfora encontró su camino hacia el neoplatonismo posterior, y a través de San Agustín y el Aeropagita hacia el pensamiento cristiano. La metáfora fácilmetne se tornó en símbolo y aun en una relación ontológica literal, y de este punto de partida se desarrolló la tradición medieval de la metafísica de la luz, que incluía a Grosseteste, y que hizo su contribución al desarrollo de la óptica así como de la metafísica (6). Marsilio Ficino ofreció una interpretación ontológica y simbólica de la metáfora de la luz que encontró en sus fuentes neoplatónicas, e incluso compuso un tratado especial sobre la luz en el que discutía la luz material e inmaterial y su relación (7). Una vez más reconocemos la estrecha conexión de Patrizi con la tradición platónica. Podemos añadir que su especulación sobre la luz parece haber sido continuada en el siglo XVII por uno de sus sucesores en Ferrara, Tommaso Giannini (8).
BRUNO (1548-1600)
Un aspecto más central del pensamiento de Bruno se expresa en su diálogo De la causa, principio e uno, en el que se discuten algunas de sus ideas metafísicas básicas. Parte de la noción fundamental de que Dios debe ser concebido como una substancia, y sus efectos como accidentes (9). Esto es una inversión completa de la noción aristotélica tradicional de substancia, según la cual el término substancia siempre había sido aplicado a objetos particulares de los sentidos, mientras que se había llamado accidentes a sus atributos permanentes o pasajeros. Para Bruno, queda sólo una substancia, a saber, Dios, y todos los objetos particulares, lejos de ser substancias, se convierten en accidentes, es decir, manifestaciones pasajeras de esa única substancia. Esta noción se
asemeja de muchas maneras a la de Spinoza, y a menudo se ha asegurado que Spinoza debía esta concepción básica a Bruno, aunque parece que no hay una evidencia tangible que Spinoza estuviera familiarizado con el pensamiento o los escritos de Bruno. Para conocer a Dios –continúa Bruno- debemos conocer su imagen: la naturaleza. Prosiguiendo con esta tarea, Bruno procede a aplicar al universo cuatro causas que en Aristóteles y su escuela habían servido simplemente como factores contribuyentes en el intento de entender objetos o fenómenos particulares. Desarrollando algunas observaciones ocasionales en Aristóteles, Bruno divide las cuatro causas en dos grupos, a uno de los cuales llama causas en el sentido más estricto de la palabra, y al otro, principios. Forma y materia son principios porque son intrínsecos a su efecto, mientras que la causa final y la eficiente son externas a su efecto (10). Luego identifica la causa eficiente del mundo con el intelecto universal, la facultad más alta del alma del mundo (11). Aquí se inspira en nociones plotinianas, y no hay ninguna evidencia de que identifique el alma del mundo o su intelecto con Dios. Por el contrario distingue explícitamente este intelecto divino, y afirma que contiene en sí mismo todas las formas y especies de la naturaleza, precisamente como nuestro intelecto contiene en sí mismo todos sus conceptos. Trabajando como un artista interno este intelecto del mundo produce de la materia todas las formas materiales, que son imágenes derivadas de sus propias especies internas (12). Por otra parte, la causa final del mundo no es otra cosa sino su propia perfección (13). (…) 1. Rer. Mem., Libro I, cap. 19, parágrafo 4 (ed. Billanovich, p. 19): “velut in confinio duorum popolorum constitutus ac simul ante retroque prospiciens”. Cf. T. E. Mommsen, Medieval and Renaissance Studies (ed. E. F. Rice, Ithaca, N. Y., 1959), p. 128. 2. De voluptate, Libro III, cap. 2); pp. 665-667 (Dialecticae Disputationes, Libro I, cap. 10). 3. Ibíd, pp. 896-897. 4. H. Rigault, Histoire de la Querelle des Anciens et Modernes, en sus Oeuvres completes, Vol I (París, 1859); H. Gillot, La Querelle des Anciens et des Modernes en
France (París, 1914); O. Diede, Der Streit der Altem un Modernen in der englischen Literaturgeschichte des XVI. Und XVII. Jahrhunderts (Greifswald, 1912); Richard F. Jones, Ancients and Moderns (St. Louis, Mo., 1936); G. Margiotta, Le origini Italiane de la Querelle des Anciens et des Modernes (Roma, 1953); J. Delvaille, Essaisur l´histoire de l´idée de progres jusqu´a la fin du XVIII siecle (París, 1910); J. B. Bury, The Idea of Progress
(Londres, 1920). 5. VI 507e-508c; VII 51 514ª 517c. 6. C. Baeumker, Witelo (Beiträge zur Geschichte der Philosophie des Mittelalaters, Vol. III, Pt. 2, Múnster, 1908), pp. 357-425. 7. Ficinus, De sole et lumine (Opera omnia, I965-986, primera edición en 1493). La sección De sole existe en una versión más corta dedicada a Eberhard de “Würtemberg (Stuttgart, ms. HB XV 65, impresa en Tubina, 1547), y el De lumine versión más corta publicada entre las cartas (Opera omnia, I, 717-720). Al mismo tema pertenee la Orphica comparatio solis ad Deum (ibid., pp. 825-826). Para las cuestiones textuales, vid. Kristeller, ed., Supplementum Ficinianum, I, cxi-cxv, 72-77. 8. Thomas Gianninius, De lumine et speciebus spiritalibus… (Ferrara, 1615). 9. Dialoghi metafisici, ed. G. Gentile (Bari, 1925), p. 176. 10. Ed. Gentile, pp. 117-178. Cf. Aristótles, Metafísica, XII 4, 1070 b 22-23. 11. Ed. Gentile, p. 179. 12. Ibíd., pp. 179-181. 13. Ibíd., pp. 181-194. 14. Traducción de: MARÍA MARTÍNEZ PEÑALOZA
Ocho filósofos del renacimiento italiano. México. Fondo de Cultura Económica. 1974. Págs. 27, 51, 57, 77, 85, 90, 102-103, 128-129, 159-161, 175-176.
COMO LA SOMBRA ENTRE LAS LLAMAS Por: Sebastián Zuanich (1995)
La felicidad no desventura sí.
necesita
ser
transmutada
en
belleza,
la
Jorge Luis Borges
PRÓLOGO El presente libro es el fruto de la evidencia, de haber estado por muchos años en una lucha contra el tedio, el pasado y la inquietud de la mente. Estos versos soy hoy como tiernas cicatrices que atraen a los ojos, o gotas de sangre seca que solo estremecen en las noches. Por aquel tiempo estuve acompañado de un violín y un puñado de palabras inquietas dispuestas a ser cualquier cosa. Todo lo aquí escrito está regido bajo un único y rara vez quebrantado precepto, al que llamo “la compleja sencillez de la palabra”: se trata principalmente de hacer versos sencillos pero que conserven la necesaria
belleza de todo lo que merece inmortalidad, esto, llevado con justo rigor y cuidado, tiende a intrincarse invariablemente, al punto de llegar a ser en su creación tan complejo como lo complejo; más en la práctica siempre estará más cerca de las almas dispuestas a sentir. La poesía para mí fue una involuntaria manera de expresión, o un efecto secundario de la vida. Considero, también es una de las más grandes ambiciones que pueden tenerse como ser humano: el intento de conocerse a uno mismo, darle una forma clara a lo que se siente, o coger la nube del pensamiento y deformarla. He creado y coleccionado todos estos poemas, entendiendo que son escenas de mi vida o fantasías arañadas a través del puente de la palabra, que quiero recordar como un instante memorable, para a futuro reanimarme o herirme. Escribo para extrañar el amor y adular a la belleza en silencio, para ser más solo que yo mismo, para escuchar las múltiples voces, y no tener que ser en el presente una sola tristeza o alegría. Escribir es como hablarle a alguien, a Ese que siempre está presto a escuchar. Es intentar en vano vivirse la soledad; por la ineludible y necesaria compañía de la palabra. Dejar a un lado el temor del vasto y desconocido interior, y así recorrerlo con la avidez de un niño. No puede todo la palabra, pero se consigue en ella magníficas formas de la realidad. Y de la no realidad, dela imprescindible fantasía, tan necesaria en estos tiempos desventurados para un escritor. Es revolución contra la ignorancia de no saber sentir lo que otros sienten, de no poder sufrir lo que otros sufren: ser los demás. Tenemos el tiempo y el verso, para emplearlos solo en la verdad –no la verdad única que pregonan algunos tercos mentirosos-, sino la tuya, la que puedes sentir que te brota con la espontaneidad de una lágrima. Soy tan indiscreto en mis delirios; siempre estoy voceando y sugiriendo locuras, intentando quimeras tan preciosas como improbables. Es la esperanza –me digo-, si la dejo me muero… Por ello, para no perecer
ahogado de humo, de cemento, de ruido, de prisa, de rutina: te propongo la inesperada seducciĂłn del verso.
Como la sombra entre las llamas. MedellĂn. Fallidos Editores. 2019. PĂĄgs. 5-6.
EL HOMBRE ABSURDO (1942) Por: Albert Camus (1913-1960)
Si Stavroguin cree, no cree que cree. Si no cree, no cree que no cree. Dostoyevski, Los endemoniados.
“Mi campo –dijo Goethe- es el tiempo.” He aquí la palabra absurda. ¿Qué es, en efecto, el hombre absurdo? El que, sin negar lo eterno, no hace nada por él. No es que la nostalgia le sea ajena. Pero prefiere a ella su valor y su razonamiento. El primero le enseña a vivir sin apelación y a satisfacerse con lo que tiene, el segundo le enseña sus límites. Seguro que su libertad a plazo, de su rebelión sin futuro y de su conciencia perecedera, prosigue su aventura en el tiempo de su vida. Ahí está su campo, ahí su acción, que sustrae a todo juicio excepto el suyo. Una vida más grande no puede significar para él otra vida. Sería deshonesto. No me refiero aquí a esa eternidad irrisoria que se llama posteridad. Madame Roland se remitía a ella. Esa imprudencia recibió su lección. La posteridad cita de buen grado la frase, pero se olvida de juzgarla. A la posteridad Madame Roland le es indiferente. No se trata de disertar sobre la moral. He visto a personas que obraban mal con mucha moral y todos los días compruebo que la honradez no necesita reglas. El
hombre absurdo sólo puede admitir una moral, la que no se separa de Dios: la que se dicta. En cuanto a las otras morales (e incluso también al inmoralismo), el hombre absurdo no ve en ellas sino justificaciones y no tiene nada que justificar. Aquí parto del principio de su inocencia. Esa inocencia es temible. “Todo está permitido”, exclamaba Iván Karamazov. También eso huele a absurdo. Aunque a condición de no entenderlo de manera vulgar. No sé si se ha observado bien: no se trata de un grito de liberación o gozo, sino de una amarga constatación. La certidumbre de un Dios que diera su sentido a la vida sobrepasa con mucho en atractivo al poder impune de hacer el mal. La elección no sería difícil. Pero no hay elección y entonces comienza la amargura. Lo absurdo no libera, ata. No autoriza todas las acciones. Todo está permitido no significa que nada esté prohibido. Lo absurdo devuelve solamente su equivalencia a las consecuencias de los actos. No recomienda el crimen, sería pueril, más devuelve su inutilidad al remordimiento. Y asimismo, si todas las experiencias son indiferentes, la del deber es tan legítima como cualquier otra. Uno puede ser virtuoso por capricho. Todas las morales están basadas en la idea de que un acto tiene consecuencias que lo legitiman o lo anulan. Un espíritu impregnado de absurdo juzga solamente que esas consecuencias han de ser consideradas con serenidad. Está dispuesto a pagar. Dicho de otro modo, aunque para él pueda haber responsables, no hay culpables. Consentirá a lo sumo en utilizar la experiencia pasada para fundamentar actos futuros. El tiempo hará vivir al tiempo y la vida servirá a la vida. En ese campo, a la vez limitado y repleto de posibilidades, todo en sí mismo le parece imprevisible, salvo su lucidez. ¿Qué regla podría pues sacarse de este orden irrazonable? La única verdad que puede parecerle instructiva no es nada formal: se anima y se despliega en los hombres. No son, pues, reglas éticas las que el espíritu absurdo puede buscar al final de su razonamiento, sino ilustraciones y el soplo de las vidas humanas. Las pocas imágenes que siguen son de esa clase. Prosiguen el razonamiento absurdo dándole su actitud y su calor.
¿Necesito desarrollar la idea de que un ejemplo no es forzosamente un ejemplo que haya que seguir (menos todavía, si eso es posible, en el mundo absurdo) y que estas ilustraciones no son, por tanto, modelos? Además de que hace falta vocación para ello, resulta ridículo, salvadas todas las distancias, deducir de Rousseau que hay que caminar a cuatro patas y de Nietzsche que conviene maltratar a la propia madre. “Hay que ser absurdo –escribe un autor moderno-, no hay que ser iluso.” Las actitudes de que hablaremos sólo cobran todo su sentido cuando se tienen en cuenta sus contrarias. Un supernumerario de correos es igual a un conquistador si la consciencia les es común. Todas las experiencias son indiferentes a este respecto. Las hay que sirven al hombre y otras lo perjudican. Le sirven si es consciente. Si no, no tiene importancia: las derrotas de un hombre no juzgan a las circunstancias, sino a él. Elijo únicamente hombres que sólo aspiran a agotarse o de quienes yo tengo conciencia, por ellos, de que se agotan. La cosa no pasa de ahí. De momento no quiero hablar sino de un mundo donde tanto los pensamientos como las vidas carecen de futuro. Todo lo que hace trabajar y agitarse al hombre utiliza la esperanza. El único pensamiento que no sea engañoso es, por ende, un pensamiento estéril. En el mundo absurdo, el valor de una noción o de una vida se mide por su infecundidad. Traducción de ESTHER BENÍTEZ
El mito de SĂsifo. Madrid. Alianza Editorial. 2018. PĂĄgs. 89-92.
HOMENAJE A RODRIGO ARENAS BETANCOURT A 100 AÑOS DE SU NACIMIENTO (1919-2019)
CRÓNICAS DE LA ERRANCIA, DEL AMOR Y DE LA MUERTE (FRAGMENTO) Por: Rodrigo Arenas Betancourt (1919-1995) A Lydia, “La soldadera”, Patricio, Virginia, Margarita
Los domingos en la tarde, Celia Calderón de la Barca, mi madre nos decía: “Vamos al filo a divisar”. El milagro de contemplar la naturaleza era un inmenso consuelo, una compensación enorme. En esta fase tan sencilla de mi madre siento ahora que está contenida toda mi voluntad sicológica y todo mi mundo interior. Sentados en la parte más alta de la montaña, en un pequeño corte que dejaba el camino, calentándonos unos contra otros, nos poníamos a observar las lejanías infinitas. Las horas transcurrían silenciosas y tranquilas. La vista se perdía en azules distantes y esfumados. El corazón soñaba. Al frente de nosotros, el Cerro Bravo, como una pirámide desafiante, de un azul profundo, casi siempre cubierto de neblina. Un poco más atrás, como un remedo del Cerro Bravo, el Cerro Tusa, y, allá al fondo, las crestas de la cordillera andina en fuga. Al lado de Cerro Bravo, la pequeña cordillera de Combia, con su cruz blanca, abierta contra el cielo. Al pie de la cordillera, el pueblo, mi pueblo, Fredonia, un diminuto reguero de casas rojas, como una alegoría de pesebre navideño. En el extremo izquierdo, las hondonadas del Cauca, del “Cauca Hondo” de Porfirio Barba-Jacob. En el extremo derecho, los cerros donde están Titiribí, Armenia de la Mantequilla, Angelópolis, Amagá, El Pedrero. Desde aquellas tardes, al lado de mi madre, aliento una recóndita congoja, una dulce nostalgia. Y siento que hay en el fondo del corazón como una sed insaciable de nuevos horizontes. Nostalgia y congoja que han sido consustancial al existir y que han sido principio y fin de los primeros actos, así como de la creación y los viajes en los años maduros.
Hablábamos de muertos y aparecidos, de viejos recuerdos familiares, de lo ingrato de la existencia, de las dificultades para conseguir el pan de cada día, en los cafetales y en medio de aquella exuberancia tropical inútil. Los cerros se ensangrentaban a la hora del crepúsculo y las nubes se hacinaban en tropel en el horizonte. La naturaleza se hacía prodigiosamente bella y más profundamente cruel en el linde de la soledad nocturna. Pienso que, desde aquel entonces, mi espíritu estuvo impactado para imitar las nubes, su ingravidez, su rotunda libertad. Rotunda libertad de las nubes como de nuestros sueños y anhelos, mi amado abuelo indio Zenufaná. Aquí estás, sobre esta montaña. Apareciste bajo los muros de la casa, entre la tierra roja, en una urna que tiene forma de cadera de mujer, de escuálida cadera de mujer india. Es una urna con forma de vientre, de fruto, y de cosmos manual. Eres, mi amado abuelo, apenas un puñado de cal y ceniza. Nada más. He instalado tu
urna-cadera-vientre-cosmos en el dintel de la casa, aquí sobre esta montaña bellísima, circuida de miseria humana, de injusticia y de hambre. Aquí te quedarás vigilante, tal como has estado desde siglos, quizá desde hace un milenio. Yo estaré también aquí, vigilante, refugiado, asilado, venteando la llegada de la muerte y el arribo de los gusanos invasores y voraces. Esta humilde casa campesina, de tierra apisonada, que vi levantar durante los días dulceamargos de la infancia, será tu residencia, y tus ojos serán mis ojos, y tu boca será mi boca, y tus manos serán mis manos, y tu distante ansiedad será mi ansiedad. Igual que tú, mi remoto y amado abuelo indio Zenufaná, he tratado de construir mi urna-caderavientre para reposar, vigilar y llorar en el futuro. Fue una sorpresa que yo volviera a esta montaña al encuentro de ti. No sé si tú me estabas esperando o yo estaba presintiendo. El resultado final es que aquí estamos desposados ya. Aquí están tus cenizas al lado de las cenizas del abuelo invasor, del abuelo blanco que partió de Extremadura. Aquí toso seremos cenizas, hermanas cenizas. Aquí estamos juntos ya y las voces de las cenizas y la cal son más poderosas que las lamentaciones de las mujeres parturientas, que los gritos de los guerreros, que el retumbar del trueno en las ingles de la tierra y que el canto de las sirenas. Dulce y humilde abuelo indio Zenufaná, de ahora en adelante serás, para mí, hombre, mujer, quimera o perro. Todo lo serás para mí y estarás en donde yo esté e irás donde yo vaya. Eso eres: humilde y abuela urna cineraria, forjada en el barro y aparecida bajo los muros de mi casa-montaña, haciendo un hueco para construir una letrina. Eso eres: urna luminosa. Eso soy: ceniza ardiente. Urna y ceniza y rescoldo y rencor somos, mi querido Otto Morales Benítez. De todos modos, intento expresarte en alguna enjuta y menguada forma mi pensamiento, mejor diríamos, mi posición, frente a este choque brutal de ideologías desgastadas del mundo contemporáneo. No me queda fácil este trabajo; no es precisamente mi fuerte el manejo de las ideas. No obstante, lo intento, aunque salga mal librado. Creo que toda la dificultad se halla en el hecho de que se trata de la actitud de
un “anarquista”. Sí, así simplemente, de un “anarquista” que se rebela contra el orden social existente, contra todas las ideologías caducas en juego, contra los sistemas estéticos imperialistas y aun contra las imposiciones del orden religioso. El anarquismo no es un sistema filosófico. Es precisamente lo contrario. Es una actitud ante la vida y puede que llegue a ser algún día una actitud ante la muerte. De todos modos, y no hay remedio, todos los artistas somos anarquistas y no sé si por constitución espiritual o por desadaptación social.
Crónicas de la errancia, del amor y de la muerte. Medellín. Ediciones UNAULA. 2015. Págs. 49-56.
¿POR QUÉ K? (1) Por: Mark Fisher (1968-2017)
1. ¿Por qué comencé el blog? Porque me parecía que era un espacio –el único espacio- en el que podría continuar un tipo de discurso que se había iniciado en la prensa musical y en las escuelas de arte, pero que había desaparecido, provocando, a mi entender, consecuencias culturales y políticas espantosas. Mi interés en la teoría estuvo casi completamente inspirado en escritores como Ian Penman y Simon Reynolds, así que para mí siempre ha habido una conexión intensa entre la teoría y el pop/film. No es mi intención entrar en una historia triste, pero en el caso de alguien con mi origen es difícil ver de dónde más podría haber provenido ese interés. 2. Por ello, mi relación con la academia ha sido siempre difícil. En las universidades por lo general detestan el modo en que entiendo la teoría – principalmente a través de la cultura popular-. La mayor parte de mis relaciones con la academia han sido literalmente –clínicamente- depresiva. 3. La CCRU (Cybernetic Culture Research Unit [Unidad de Investigaciones sobre Cultura Cibernética) como
entidad se desarrolló en condiciones hostiles como un conducto para el continuo intercambio entre la cultura popular y la teoría. Todo el asunto de la teoría pulp/teoría de la ficción era/es un modo de hacer teoría a través de, no “sobre”, las formas culturales populares. Nick Land era su principal figura, ya que él fue capaz de mantener, por un tiempo, una posición “dentro” de un Departamento de Filosofía universitario mientras que simultáneamente se dedicaba a establecer conexiones con el exterior. Kodwo Eshun también es clave, es alguien que establece las conexiones en la otra dirección, de la cultura popular hacia DENTRO de la teoría abstrusa. Pero en lo que todos coincidimos fue en que algo como el jungle ya era intensamente teórico; no requería que los académicos lo juzgaran o pontificaran sobre él: el rol del teórico era el ser un intensificador. 4. El término “k-punk” surgió de la CCRU. La “k” era usada como un sustituto libidinalmente preferible al prefijo “ciber”, que había sido capturado por California/Wired (la palabra “cibernética” tiene sus orígenes en el griego kuber). La CCRU no entendía al ciberpunk como un género literario (que una vez había estado de moda), sino como una tendencial cultural distributiva facilitada por las nuevas tecnologías. Del mismo modo, “punk” no designaba un género musical particular, sino una confluencia que ocurría por fuera de los espacios legítimos (o legitimados): los fanzines eran más importantes que la música, en cuanto permitían y producían un modo completamente diferente de actividad contagiosa que destruía la necesidad del control centralizado. 5. El desarrollo de softwares de producción sonora baratos y disponibles para cualquiera, de la Web y los blogs implicaron una disponibilidad sin precedentes en la infraestructura punk. Lo que falta es la voluntad, la convicción de que lo que puede ocurrir en un formato que no tiene autorización/legitimización puede ser tan importante –más importante- que lo que llega a través de los canales oficiales.
6. En términos de voluntad, ha habido un enorme retroceso desde el punk de la década de1970. La creciente disponibilidad de los medios de producción pareció ir acompañada por una reafirmación compensatoria del poder del espectáculo. 7. Para volver a la academia: las universidades habían o excluido totalmente o al menos marginalizado no solo a cualquiera vinculado a la CCRU, sino a muchos investigadores de Warwick en general. Steve “Hyperdub” Goodman y Luciana Parisi son dos miembros del CCRU, que han conseguid, contra todos los pronósticos, conservar sus puestos universitarios. Pero la mayoría de nosotros nos hemos visto forzados a tener que trabajar por fuera de la universidad. Quizá como resultado de no haber sido incorporados (“comprados”), muchos de los que estaban en el rizoma de Warwick han mantenido una intensa conexión y una robusta independencia. Gran parte de la deriva teórica actual en k-punk ha sido desarrollada a través de colaboraciones con Nina Power, Alberto Toscano y Ray Brassier (coorganizador dela conferencia NoiseTheoryNoisce en la Universidad de Middlesex el año pasado). La creciente popularidad de filósofos como Zizek y Badiou implica que hoy existe una inesperada, si bien solitaria y fugitiva, línea de apoyo dentro de la academia. 8. Yo enseño Filosofía, Estudios Religiosos y Pensamiento Crítico en Orpington College. Es una institución de educación superior, lo que implica que su principal ingreso son alumnos de entre los 16 y los 19 años. Es un trabajo difícil y desafiante, pero los estudiantes son por lo general excelentes, y están más dispuestos a discutir que los universitarios. Así que de ninguna manera veo esta posición como secundaria o menos que un puesto académico “apropiado”. 1. k-punk, “Why K?”, 16 de abril de 2005, disponible en kpunk.org.”Bueno, todavía soy lo bastante neófito como para que una mención en el Village Voice me entusiasme. Supongo que lo irónico es que Geeta describe a k-punk
como ´estudios culturales´, dada mi notoria antipatía hacia ellos. Por otra parte, sin embargo, k-punk es estudios culturales como siempre pensé que debían hacerse (mi hostilidad hacia los estudios culturales proviene de la desilusión de enfrentar su realidad depresiva, culposamente chismosa, en la academia). Como sea, este es el texto completo que le envié a Geeta. “Ver Geeta Dayal, “PH.Dotcom”, Village Voice, 5 de abril de 2005, disponible en www.villagevoice.com.
K-Punk. Escritos reunidos e inéditos (Libros, películas y televisión). Buenos Aires. Caja Negra Editor. 2019. Págs. 41-44.
MULTITUD Por: Ambrose Bierce (1842-1914)
Una muchedumbre; la fuente de la sabiduría política y de la virtud. En las repúblicas, el objeto de adoración del estadista. “En una multitud de consejeros hay sabiduría”, dice un proverbio. Si muchos hombres de pareja sabiduría individual son más sabios que cada uno de ellos, debe ser porque adquirieron su sabiduría excedente por el mero hecho de reunirse. ¿De dónde viene eso? Obviamente de ninguna parte: del mismo modo se podría afirmar que una cadena montañosa es más alta que las montañas que la conforman. Una multitud es tan sabia como el más sabio de sus integrantes, cuando obedece a éste; si no lo obedeces, no será más sabia que su integrante más estúpido.
El diccionario del diablo. Madrid. Valdemar. 2004. Pág. 185.
IN MEMORIAM A JULIO LLINÁS (1929-2018)
VENGANZA DEL AZUFRE Verano, destreza el azufre. El hijo de las cabras aplastaba su rostro contra el fuego. Una semilla se pudría en la saliva espacial. Una ignorancia roja me empujaba hacia los grandes gérmenes, mis pequeños amigos, los verbos asesinos. Mis pensamientos se hacían de ese rumor de piedras, de ese guantazo caliente de la adoración. Adueñado del ocio, yo era el pariente Cercano de los pumas, el prestigioso alunado que devora las carnes de su tierra, como un ejemplo de fruición. ANTIGUO Cuervo miedoso, has de saber que mi cerebro es visitado por un gran sol violáceo, un daño heroico que caliente y despedaza las glorias carniceras delos atletas del siglo.
CIUDADANO Mi hermano tuerto ha decorado la belleza con su baba mortuoria. ¡Sangres!... Que nadie diga que un potro milagros viene trotando a nuestro encuentro. Esta es, a veces, la cara del martirio. LA DANZA La danza va por el sendero hacia los labios maternales, la danza de la espuma y la irrisión. Oh mil cantores de la noche roja, la danza vuelve el oxígeno avaro del desierto, y hace temblar de mansedumbre a un alacrán de ojos azules, embajador de la tormenta. REINA ESCLAVA Una mañana el corazón saltó hacia los pantanos y abrió una celda en la frescura. (Vides del hambre y los hastíos en la sagrada encarnación del día.) Plantas la muerte y gran limosna, ah pájaros de un día, la curandera atormentada ahuyenta el crimen de su pueblo, como una reina de la amnesia. Fogatas, fogatas de ternura.
CAMINOS El aluvión de los palacios y las tierras de breve pastoreo. (Caminos.) Y la bellota marina ha propagado un hálito caníbal en los hogares modernos. He andado, improvisando saludos y actitudes cívicas, como un hermano del Tiempo de las Víboras. EL GRAN MAL La cacería comenzó cuando unas hienas de paso descubrieron la química perfecta. (Esto fue impresionante.) En la alta noche desfilaron los Sensibles –los comerciantes y otros notables poderosos-. Y un voluntario fue arrojado a los ácidos sudores. Yo he presenciado esa epidemia, como un testigo muy viejo, muy santo y muy enfermo. VENTANA Mi horrible vecinita tiene el pie maligno. Sus arañas de lluvia se han vendido a mi paciente hedor. Hay tanta sangre en su traje, tanta destreza en su oración. Alguien ha puesto una piedra en su Memoria, un tóxico en su cuerpo, una herida en su cama. ¡Oh flor de esclavitud, oh amante peligrosa.
SIN CAMBIOS El pan de los plácidos reposan en las heridas sin dueño de la Tierra. Una serpiente respira en el pabellón de pánico, pasión colgante del sombrío, del exhausto. Pero los días perdidos para siempre, siguen untando mi vivienda de pomadas
lascivas, el corazón gradual, el absoluto corazón. LA NUEVA EDAD La nueva edad ha proclamado el imperio diluviano y va creciendo en grandes ramas sordas, en santas procesiones, hacia el aullido blanco del metal, la tumba del uranio. El asno histórico domina en las ciudades, y a su graciosa invocación, al cáliz rojo de su álgebra, responde el nuevo inocente, el legendario, más poeta que yo y más guerrero que el alba.
EL PASAJERO Aprisionando el néctar de los grandes viajes, reconstruyendo un hecho irreparable, un hecho inmóvil y frío, ya difunto, pero no obstante, intacto. Reproduciendo ese hecho con cabeza de bestia, con ojo de mosca, de demonio, de salamandra. Recomponiendo el sol de la Salina, su muela abrasadora, su mermelada de horror; sabiendo cosas de más, explicitando. El pasajero ha muerto en su butaca: ha fallecido hablando y habla todavía. Y a la destreza inmóvil de su lengua, queda adherido el corazón de un pueblo, la estúpidez de una ciudad y la evidencia de un colmo. Una humedad sin nombre y sin Mecenas. Selección y prólogo JAVIER COFRECES
Siete surrealistas argentinos. Buenos Aires. Editorial Leviatรกn. 2012. Pรกgs. 55-60.
HOMENAJE A PRIMO LEVI A LOS 100 AÑOS DE SU NACIMEINTO (1919-2019)
LA LLAVE ESTRELLA Por: Primo Levi (1919-1987) … Though this knave came somewhat saucily into the world… there was good sport at his making. (… aunque este truhán vino al mundo de una manera un tanto impertinente… sin embargo resultó bastante divertido hacerlo.)
El rey Lear, acto I, escena 1ª.
TIRESIAS Generalmente no funciona así: generalmente es él quien entra con prepotencia, quien tiene alguna aventura o desventura que contar, y la descascarilla de un tirón, de esa manera desaliñada tan peculiar en él a la que ya me he acostumbrado, sin dejar que lo interrumpan salvo para alguna breve explicación. Así ocurre que hay más tendencia al monólogo que al diálogo, un monólogo lastrado además con sus muletillas reiterativas y por el lenguaje en que se expresa, que tira un poco al gris; probablemente al gris de las tinieblas de nuestra tierra, o quizá también al de las planchas y los perfiles que son los verdaderos héroes de sus relatos. No obstante, aquella noche las cosas parecían ir por otro camino: él había bebido bastante, y el vino, que era un mal vino turbio, viscoso, acidulado, lo había alterado un poco. No lo había ofuscado, y por lo demás (como dice él) quien hace su trabajo nunca debe dejarse coger por sorpresa, debe estar siempre alerta como los agentes secretos que se ven en el cine; no había velado su lucidez, pero lo había como despojado, había resquebrajado su coraza de circunspección. Nunca lo había visto tan taciturno, si bien curiosamente, su silencio acercaba en vez de alejar. Vació un vaso más, sin avidez ni placer, antes al contrario, con la amarga pertinacia de quien engulle una medicina: “¿… así que luego escribe usted estas historias que yo le cuento?”. Le contesté que
probablemente sí; que no estaba harto de escribir, que escribir era mi segundo oficio, y que precisamente esos días estaba meditando si o sería más bonito convertirlo en mi oficio primero o único. ¿No estaba de acuerdo con que escribiese sus historias? Otras veces se había mostrado contento, e incluso orgulloso. “Sí, claro. Bueno, no me haga mucho caso; ya sabe, no todos los días son iguales, y hoy es un día atravesado, uno de ésos en que nada sale derecho. Hay veces en que a uno se le quitan hasta las ganas de trabajar.” Calló un rato, y luego agregó: “Pues sí, hay días en que todo sale al revés; y no vale decir que no tiene uno la culpa, que los planos están embarullados, que está uno cansado y que para colmo sopla un viento del demonio: todo esto puede ser verdad, pero lo más grave es que nadie te quita esa tristeza que sientes aquí dentro. Y entonces te preguntas incluso cosas que a lo mejor no tienen ningún sentido, como por ejemplo qué hemos venido a hacer en este mundo, y si lo piensas bien no puedes contestar diciendo que has venido al mundo para montar armazones, ¿no tengo razón? En fin, cuando llevas doce días con la moral por los suelos, apelas a los mejores sentimientos y a todas las estratagemas posibles, sudas, te hielas y maldices la hora en que naciste, pero luego te entra la sospecha, y ésta empieza a ganar terreno, y verificas, y el trabajo anda despendolado, y casi no lo crees porque no hay necesidad de creer, pero luego vuelves a verificar y nada que hacer: todo está patas arriba, entonces, dígame qué se puede hacer. Entonces uno necesariamente cambia de mentalidad y empieza a pensar que no hay nada que valga la pena, y le gustaría hacer otro trabajo, y piensa siempre que todos los trabajos son iguales, y que también el mundo está patas arriba, aunque ahora seamos capaces de ir a la Luna, y que siempre ha estado patas arriba, y que nadie es capaz de ponerlo en orden, e imagínese si lo va poner en orden un montador… Pues sí, uno piensa de esa manera… Pero dígame una cosa, ¿les ocurre también eso a los de su oficio?” ¡Cuán obstinada es la ilusión óptica que siempre hace que nos parezcan menos amargas las cuitas del vecino y más amable su oficio! Le contesté que era difícil
establecer comparaciones; que, no obstante, como quiera que había ejercido trabajos parecidos al suyo, le debía precisar que trabajar sentado, sin pasar frío y a ras del suelo, era una ventaja indiscutible; pero que, aparte de eso, y suponiendo que me estuviera permitido hablar en nombre de los escritores propiamente tales, los días tontos los tenemos también nosotros. Mejor dicho: los tenemos más a menudo, porque es más fácil saber si está “en burbuja de aire” una estructura metálica que una página escrita; así, puede ocurrirle a uno escribir con entusiasmo una página, o también un libro entero, y darse cuenta luego de que no funciona, de que es una chapucería, una tontería una vez escrito, de que está cojo, o es excesivo o inútil. Y entonces le entra a uno una gran tristeza y le vienen ideas parecidas a las que tuvo él aquella noche, es decir, que piensa seriamente en cambiar de oficio, de aire y de piel, y tal vez ponerse a hacer de montador. Pero también puede ocurrir que uno escriba cosas, justamente enmarañadas e inútiles (y esto ocurre a menudo) y que no se dé cuenta o que no se quiera dar cuenta, lo cual es muy posible porque el papel es un material demasiado tolerante. No actúa como la madera de las armaduras en las galerías de una mina, que cruje cuando está sobrecargada y hay riesgo de hundimiento. En el oficio de escribir, los instrumentos y las señales de alarma son rudimentarios: ni siquiera contamos con que un equivalente fiable de la escuadra o de la plomada. Si una página no es cabal, se da cuenta quien lee, cuando ya es demasiado tarde, y entonces mala cosa; porque esa página es obra tuya y solamente tuya, no tienes disculpa ni pretexto alguno, de ellas respondes enteramente. En aquel momento noté que Faussone, a pesar de los vapores del vino y de su propio mal humor, había redoblado la atención. Había dejado de beber y me miraba, él, que de costumbre tiene una cara burda, fija, menos expresiva que el culo de un cazo, con un aire entre malicioso y maligno. “Sí, está bien eso que dice. No había pensado nunca. Imagínese, por ejemplo, sin para nosotros los instrumentos de control no los hubiera inventado nunca nadie, y el trabajo debiera progresar como usted dice, a trancas y barrancas: sería como para volverse loco.”
Le confirmé que, en efecto, los nervios de los escritores tienden a ser débiles. Pero que era difícil decidir si los nervios se debilitaban como resultado de escribir, y de la de antes mencionada falta de instrumentos sensibles en que delegar el juicio sobre la calidad de la materia escrita, o si el oficio de escribir atraía más bien a las personas predispuestas a la neurosis. Consta, de todos modos, que un buen número de escritores eran neurasténicos, o que se volvieron tales (es siempre arduo decidir acerca de las “enfermedades contraídas en acto de servicio”), y que otros hasta acabaron en un manicomio o en sus equivalentes, y no sólo en este siglo sino también mucho antes; y que muchos, en fin, sin llegar a incurrir en la susodicha enfermedad, viven mal, están tristes, beben, fuman, no logran conciliar el sueño y mueren muy pronto. A Faussone le empezaba a gustar este parangón entre los dos oficios; el admitirlo no iba con su manera de ser, sobria y comedida, pero se notaba por el hecho de que había dejado de beber y su mutismo empezaba a ceder. Me contestó: “La verdad es que todo el mundo habla del trabajo, pero los que más suelen hablar son precisamente los que nunca lo han probado. En mi opinión, lo de perder los nervios les ocurre en la actualidad un poco a todos, escritores, montadores o cualquier otro comercio. ¿Sabe usted a quiénes no les ocurre? A los ordenanzas y a los cronometradores, los de las cadenas de montaje; porque ellos al manicomio mandan a los demás. A propósito de nervios: no vaya a creerse que cuando uno está allá arriba completamente solo, y sopla un fuerte viento, y el armazón no está todavía a prueba de viento y se mueve como una barca, y mira uno al suelo y ve a las personas como hormigas, y con una mano se agarra y con la otra acciona la llave estrella y le gustaría tener una tercera mano para sostener el plano e incluso también una mano número cuatro para desplazar el mosquetón del cinturón de seguridad, pues bien, como le estaba diciendo, no se crea que eso es una medicina para los nervios. En realidad, así, ahora mismo, no conozco a ningún montador que haya acabado en el manicomio, pero conozco a muchos y algunos buenos amigos míos, que han enfermado y han tenido que cambiar de oficio.”
Tuve que admitir que, en efecto, en la obra categoría existen pocas enfermedades profesionales; probablemente también porque, en general, el horario es flexible. “Querrá decir más bien que no existe ninguna”, intervino pesadamente; “uno no puede enfermar a fuerza de escribir. A lo sumo, si escribe con el bolígrafo, le puede salir un callo aquí. Y en cuanto a los accidentes de trabajo, mejor no hablemos”. Nada que objetar a su argumentación, le concedí el tanto. De manera igualmente caballeresca, Faussone, con una libertad de fantasía desacostumbrada, se descolgó con que, en el fondo, era como decidir si era mejor nacer varón o mujer: la solución sólo la habría podido dar alguien que hubiera probado los dos estados. Entonces, aun siendo consciente de que se trataba de un golpe bajo por mi parte, no pude resistir a la tentación de contarle la historia de Tiresias. Mostró un cierto malestar cuando le referí que Júpiter y Juno, además de cónyuges, eran también hermano y hermana, aspecto éste que se suele pasar por alto en la escuela, pero que sin embargo en aquel ménage debía tener su importancia. En cambio volvió a mostrar interés cuando le hablé de la famosa disputa entre ellos, acerca de sí los placeres del amor y del sexo eran más intensos en la mujer o en el hombre. Curiosamente, Júpiter atribuía el primado a las mujeres, y Juno a los hombres. Faussone me interrumpió: “Es precisamente lo que le he dicho antes: para decidir hace falta alguien que haya probado qué efecto produce ser hombre y también ser mujer; pero no existe este tipo de persona, aunque de vez en cuando se lea en los periódicos que algún capitán de marina ha acudido a Casablanca para hacerse la operación y luego encarga cuatro hijos. Para mí, que son trolas de los periodistas.” “Puede ser. Pero en aquellos tiempos hubo al parecer un árbitro; me estoy refiriendo a Tiresias, un sabio de Tebas, en Grecia, al que había sucedido un hecho extraño muchos antes. Era un hombre, lo mismo que ustedes y que yo, y una tarde de otoño, que me imagino
húmeda y tristona como ésta, al atravesar un bosque se topó con un ovillo de serpientes. Miró mejor y se dio cuenta de que las serpientes no eran más que dos, aunque muy largas y gordas: era un macho y una hembra (se conoce que este Tiresias era un buen observador, porque ni yo mismo sabría distinguir a un pitón macho de un pitón hembra, y menos aún al atardecer y si están formando un ovillo, pues no se ve dónde acaba uno y dónde empieza el otro), un macho y una hembra que estaban haciendo el amor. Tiresias, ya se sintiera escandalizado, ya envidioso, ya simplemente molesto por no poder pasar, empuñó un bastón y dio un golpe en el lío de las serpientes. Pues bien, en aquel momento sintió como un rebullicio interno, y de hombre se convirtió en mujer.” Faussone, a quien las nociones de origen humanista solían excitar sobremanera, me dijo con una risita que una vez, y no precisamente lejos de Grecia, es decir, en Turquía, también él se topó en un bosque con un ovillo de serpientes; aunque no eran dos, sino un montón, y no pitones, sino culebras. Tenían todo el aspecto de estar haciendo el amor, a su manera: todas revueltas; pero como él no tenía nada en contra, las dejó en paz. “Pero ahora que sé el truco, si me presentan otra vez a lo mejor pruebo también yo.” “Así pues, parece ser que nuestro Tiresias fue mujer durante siete años, experimentando todo lo que experimenta una mujer, y que pasados los siete años se encontró de nuevo con las serpientes. Pero en esta ocasión, sabiendo ya el truco, el bastonazo lo propinó con conocimiento de causa, es decir, con el objetivo de volver a ser hombre. Se conoce que, habiendo hecho sus cuentas, lo consideraba más ventajoso. Sin embargo, en aquel arbitraje de que le estaban hablando él dio la razón a Júpiter, aunque no sabría decirle por qué. Tal vez porque se había encontrado mejor como mujer, si bien sólo con relación a la cuestión del sexo, pero no con relación a los demás, pues de lo contrario está claro que habría seguido siendo mujer, o sea que no habría propinado el segundo bastonazo; o quién sabe si también por miedo a contradecir a Júpiter. De todos modos se metió en un buen aprieto, pues Juno se sintió ofendida…” “Lógico: entre marido y mujer...”
“… se sintió ofendida y lo dejó ciego, y Júpiter no pudo impedirlo porque al parecer en aquel tiempo regía esta norma: que las desgracias que infligía un dios a un mortal no las podía invalidar ningún otro dios, ni siquiera el propio Júpiter. A modo de consolación, Júpiter le concedió el don de prever el futuro; pero, como se desprende de esta historia, era demasiado tarde.” Faussone jugueteaba con la botella y tenía un aspecto vagamente fastidiado. “Es una historia bastante bonita. Siempre aprende un algo nuevo. Pero no veo bien qué pinta en nuestra conversación: no me querrá decir que Tiresias es usted…” No me esperaba un ataque directo. Expliqué a Faussone que uno de los grandes privilegios de quien escribe es precisamente el de mantenerse en una línea imprecisa y vaga, el de decir y no decir, el de inventar a mansalva, al margen de toda regla de prudencia. De todos modos, por los armazones que construimos nosotros no pasan cables de alta tensión; si se vienen abajo, no muere nadie, y tampoco han de sustituir al viento. En definitiva, somos unos irresponsables, y nunca se ha visto que se procese o encarcele a un escritor porque se desbaraten sus estructuras. Pero le dije también que sí, que mientras le contaba la historia de Tiresias, yo también me había sentido un poco Tiresias, y no ya sólo por la doble experiencia. En tiempos lejanos también yo me había topado con dioses en disputa; también yo había encontrado serpientes en mi camino, y aquel encuentro me había hecho cambiar de condición, confiriéndome un extraño poder de palabra. Pero desde entonces, como quiera que era un químico ante los ojos del mundo, y sentía correr por mis venas sangre de escritor, me pareció tener dentro de mi cuerpo dos almas distintas, lo cual es excesivo. Y que no me replicara diciendo que este parangón estaba cogido por los pelos, pues trabajar al límite de la tolerancia, por no decir fura de la tolerancia, es lo bonito de nuestro trabajo. Nosotros al contrario que los montadores, cuando conseguimos forzar una tolerancia o hacer imposible un acoplamiento, nos sentimos contentos y se nos alaba.
Faussone, a quien en otras veladas conté todas mis historias, no puso objeciones ni hizo otras preguntas, además de que se había hecho ya demasiado tarde para ir más a fondo. A pesar de lo cual, con la autoridad que me prestaba mi condición de experto en ambos campos, y haciendo caso omiso de su visible somnolencia, traté de explicarle que nuestros tres oficios, los dos míos y el suyo, en los buenos días pueden dar un sentido de plenitud. El suyo, y mi oficio de químico que tanto se le parece, porque enseñan a ser íntegros, a pensar con las manos y con todo el cuerpo, a no amilanarse ante los días aciagos y ante las fórmulas que no se entienden, porque acaban entendiéndose según se hace camino; y enseñan, por último, a conocer la materia y a hacerle fuerte. Y el oficio de escritor, porque brinda (raramente, pero brinda al fin y al cabo) algún momento de creación, como cuando en un circuito apagado de repente pasa corriente y entonces se enciende una lámpara, o se mueve un inducido. Quedamos de acuerdo en todo lo bueno que teníamos en común. En la ventaja que suponía el poderse medir, el no depender de los demás en el medirse, el verse reflejado en la propia obra. En el placer deber crecer una criatura tuya, plancha tras plancha y perno tras perno, sólida, necesaria, simétrica y adaptada al objetivo, y una vez terminada la miras y piensas que tal vez viva más tiempo que tú, y que tal vez preste servicios a alguien que no conoces y que no te conoce. A lo mejor puedes volverá verla de viejo, y te parece bella, y qué importa si sólo te parece bella a ti, y te puedes decir a ti mismo: “quizá otro no lo habría conseguido”. Traducido del italiano por BERNARDO MORENO CARRILLO
La llave estrella. Barcelona. Muchnik Editores. 1990. Págs. 55-62.
RARA BELLEZA –POEMA ENTRAÑABLE- y EL HADA HELADA
Óscar Jairo González Hernández. Por: María Celeste Ramírez González (2018)
De lo que llamo la inminencia del instante, dado que estamos ante la desnudez del instante. Es allí donde no tenemos sino que decir y decirnos. No ocultar nada. Exhibirlo todo, en esa indicación como la que hace la lluvia que no se dice: voy a llover sino que llueve, así son estos dos libros, que se caracterizan sin carácter, en que no hay contención en su diseminación, que todo está allí, que nada se puede cambiar ya realizado, ya iniciado, no teníamos dominio sobre ellos. Y así se hicieron, uno tras otro, hasta que no hubo nada más que decir y así quedo. Como la muerte. En ese instante vivimos y en el otro, morimos, así mismo son estos dos libros, que nos hicieron e hicimos pero ya que no están en nosotros de la misma manera que en la eclosión de su necesidad y de su intención, pero que quedaron en nosotros y por eso decidimos tenerlos aquí, como un libro. INDICIOS MERCURIALES De lo que llamo lo inquietante de la intuición, para la que no era necesario que se tratará de una
contrariedad con el medio, con nuestras las lecturas que yacían en nosotros, sino de como sin nosotros, las lecturas las hacían nuestro ojos de carbono 14 sobre la tierra misma donde estaba todo para leer, en el libro de la naturaleza que inquietantemente nos decía donde excavar y decir lo que de allí extraíamos. Y éramos (y los somos todavía) excavadores buscando lo nuevo, como decía Baudelaire: Id al fondo de lo desconocido, para hallar lo nuevo. Y con los medios de los trabajadores melancólicos nos tentamos en la tentativa, no determinada, sino de hacer más intensamente extraña la vida, de llenarla de lo extraño, para hacer de nuestra insolencia una manera de acceder a lo desconocido. Inmersos en lo desconocido, era la manera de vivirnos en la obtusidad de la vida que se tiene y que se debe llevar, sin llevarse en la naturaleza misma de ella, era nuestra manera de hacer y realizar una “inversión de la perspectiva”, un tao sin quietud sino en movimiento, una maniobra tensional de lo irrealizable: que había en lo que llamamos: Rara Belleza –Poema Entrañable- y la ironía irritante con que hacíamos: El Hada Helada. Nos reíamos de todo e inclusive más de nosotros mismos. Y este también podría decirse que es un libro de la risa (La risa de los dioses. Maurice Blanchot). De lo que llamo sin llamarlo y que se desliza entre Mauricio Naranjo y yo, Óscar González, es como la mediación de las farmacias mercuriales en las que las ostras nos hicieron hacer este libro. No era una necesidad de coincidencia ni de contradicción, ni de quien era mercurial o no, ni de cómo era la forma de su intención, ni la maravillosa quimera de su tensión, nada de eso. Estábamos en este instante mismo de un territorio donde la imantación del destino nos hizo concurrir momentáneamente y de esa imantación resultaron estos imanes que constituyen el libro, de un azar insolente, quizá. Es eso. Nada más. Eran invocaciones raras, invenciones extrañas, y maneras críticas de estar donde teníamos que movernos como queríamos, no como se condicionara que teníamos que hacerlo, ya que nuestras hélices de heliconias lo hacían todo en nosotros. Es como sin duda, lo sentimos, un vaciamiento del inconsciente. Óscar Jairo González Hernández
PROLEGÓMENO A DOS CADÁVERES EXHUMADOS
Óscar Mauricio Naranjo Restrepo. Selfie. 2018.
Herederos del surrealismo, casi sin darnos cuenta, con el inconsciente abierto como un cráter, hiperbóreos y funámbulos, fuimos escribiendo estos cadáveres que presentamos ahora a los lectores, como una acción estocástica, aleatoria, vital y profundamente caótica y azarosa, como el devenir mismo. Por fuera de cualquier pretensión racional, se trata más bien de una actitud imaginativa, onírica y luminosa donde las palabras fluyen a la velocidad del sonido, libres como pájaros incendiados, fuertes como insectos nocturnos, sensibles como bestias sobrenaturales. Sea pues la oportunidad de exhumar estos cadáveres exquisitos que reposaban nebulosos en la tierra baldía del agua fosforescente. Óscar Mauricio Naranjo Restrepo Agosto 2019
RARA BELLEZA -Poema EntrañableI Tu coxis resplandeciente bajo el cielorraso me hace pensar en tu silla turca y en tu quinta vértebra cuando estamos solos frente al mar rojo de tus glóbulos blancos y en mis sueños tu fémur insiste como una fotografía subacuática en el tabique de nuestro amor. II Los fluidos en espiral de nuestros besos clavan sus agujas en el sistema nervioso central de la osa mayor mientras observo tu vesícula inflamada por el amor intenso. es ilusión ó ¿tienes el hígado más rosáceo del rosal? de noche, antes de dormir la radiografía de tu clavícula enciende la pasión de mi existir entonces sueño. III La masa ósea estremece y perturba lo deseable del deseo pues cada vez que siento deseo de ti el hueso es lo que incendia la noche la calcina. no es de ti de quién hablo sino del húmero y del cúbito del radio que escucho con todos sus voltios sobre mí desnudo en la osamental forma del delirio. deliro por tus huesos por la espina dorsal cada una de tus vértebras que son para el ocultista la médula de saúco la iniciadora letra de su invocación. desciendo por el temblor de tus parietales con el éxtasis del extraviado. ¡ay! que hermoso tu occipital en la tumba de Osiris. IV
En la pelvis de la noche nuclear adoramos el profundo carmesí de nuestras glándulas pituitarias. tu belleza interior excita mis sentidos en medio de la plataforma donde adoramos la luna llena. tus globos oculares ocultan más que nervios ópticos. deseo tus ingles y tus algas marinas. tu aparato respiratorio luce más hermoso en el universo visceral: quásares y destellos en la mucosa celeste de tus emociones es maravilloso tu riñón izquierdo cuando intercambiamos silencios. V Tridimensional el gladiolo inunda la gris pantalla de tus nervios. es la caléndula del aparato circulatorio lo que nos confunde con sus rayos y con sus augurios. la epidermis del sol anuncia tempestades y meteoros: es el desamor que nos visita puntual la tristeza que entrega cartas sangrientas.
EL HADA HELADA I Cuevas de gratamira los cuervos de la desesperación emprenden su corto vuelo revolotean en el espacio tiempo comprimido de las oficinas graznan en la vida miserable de los funcionarios esputan saliva y sangre son las aves del averno y de las cavernas también de las tabernas y de los enfermos son el espíritu santo de los reclutas los recluidos los incluidos e incluso los excluidos de vez en cuando cada año por la cuaresma en pleno carnaval los cuervos de la desesperanza danzan en rededor del tótem no tienen tabúes ni arcabuces ni siquiera linternas de luz líquida especial para refrescar la sedienta oscuridad son tan solitarios y solidarios como un trébol en la mitad del mundo como un diente postizo como una porcelana de contrabando como un trago adulterado como un adulto que se niega a trabajar como un niño que se niega a obedecer como un tío que no quiere ser padrino de nadie como un anciano que invoca la muerte desde que era un párvulo en la guardería de los guardianes y las gardenias como yo que no tengo identidad ni señales particulares ni documentos ni pruebas ni evidencias de que existo que soy un fantasma en pleno día que navego en busca de mí mismo y me extravío en el puerto en el atracadero entre atracadores y matracas y maracas y maricas y martillos de hule. II Los cuervos de la despedida no tienen alas y no cantan no se mueven son invisibles como el odio patéticos como el amor estúpidos como la inteligencia traicioneros como la memoria hermosos como todo este rencor que guardo para el prójimo es grato ser un gratinado es ingrato ser un gato de esos que de noche son leopardos es gratis entrar al circo de los hermanos tuertos es grotesco ir a misa con un acompañante es grandioso ser un gran dios o una gran diosa grandiosa es gracioso no ser no aparecer no creer no existir no devenir no vivir no morir ser una
negación ser una antítesis una contradicción una carta con mala ortografía una noticia con problemas de puntuación una paradoja un dilema un trilema una dicotomía un botón anaranjado en una camisa negra una puntilla en la puerta de atrás un gorgojo en la mesa de adelante un cucarrón sacrificado en una hermosa piedra sagrada el corazón de dicho cucarrón un corrosco un crespo en el pubis de una afrocolombiana un jugador de catapis en las olimpiadas del saber un pedazo de vidrio roto una botella vacía un espejito de los que colón cambió por oro ser en fin un fin en sí mismo nunca un medio porque los medios son la mitad y nunca alcanza. III Érase una vez un vaquero que cazaba mariposas en un manicomio de maní y chocolate deambulaba por las ambulancias y se desempeñaba como comprador ambulante un día decidió no tomar más decisiones: de ahora en adelante sólo tomaría vodka con jugo de pamplemusa y uno que otro taxi pero de un momento a otro se convirtió en dos cubos de hielo muy apetecidos en los bares de mala muerte y en los casinos de buena vida su corta existencia no minó sus ansias de ser minero y con la ayuda de un chef se transformó en consomé con menudencias ante tantas metamorfosis terminó siendo una de las mariposas que antes cazaba cuando ejercía como vaquero la tarde de la santa cruz me encontré con un amuleto de esos que caminan en muletas en compañía de una mulata y en tono algo áspero me dio un níspero que brotó de un avispero. IV Yo le dije: cómo así a lo cual y con desaire me respondió: así como así así como lo ve así es la vida así que si entonces no porque no y luego calló durante tres milésimas de segundo y cuatro centésimas de tercero ante tan prolongado y soberbio silencio yo estallé en risas y me caí en un lecho de rosas rusas como él no jugaba a la ruleta yo disparé y desde entonces estoy muerto vagando por ahí sin rumbo con rumba de derrumbe en derrumbe y no es nada fácil ser un muerto y seguir con dignidad como si nada nada de nada como un nadaísta nadador o como un nudista de
sombrero llevo aproximadamente dos minutos viviendo mi vida de cadáver y no pasa absolutamente nada todo es un nudo un nido de víboras un estornudo del demonio un cantante mudo corriendo como un funámbulo hacia la membrana de una parada militar que cruzaba los pies desnudos en un mar de ostras bucólicas alcohólicas que se sumían en el mediodía comiendo sus uñas postizas con la electricidad de las amenazas que salían de las bocas de unos ajedrecistas ovalados temiendo que al fin los encontrará la bala perdida para hacer así realidad su espejismo en el espejo de los sueños de los rinocerontes que se sostenían en entre puntos de vista diferente y los impulsos románticos para adoptar una doble postura que subía y bajaba sin pretensiones de nada.
Rara belleza –Poema entrañable- & El Hada helada. Medellín. Editorial Ojo Mágico. 2019. Págs. 7-14.
IN MEMORIAM / SERGIO GONZÁLEZ (1987-2019)
ESPEJO / SERGIO GONZÁLEZ
No creo que nadie llegue a entender el dolor ajeno, jamás, cabalmente y de manera real; pues no existe forma objetiva para comprenderlo. Aquella otredad de la que todos hablan no existe y nunca existirá, ya que no se necesita de compañías gratuitas y de indulgencias, de palabrerías amistosas y otras bondadosas muestras para llegar a un entendimiento profundo del otro. El aislamiento debería, entonces, ser considerado importante y vital para encontrar las propias condiciones, aquellas que ayudan a trazar caminos
sostenibles o menos, y que, rara vez, podrían producirse al lado de otro. Creo entonces que el dolor, nuestro dolor, intrínseco e inherente a la naturaleza, debería vivirse en completa soledad, casi en destierro; pues la única razón es aquella del jamás, aquella que nadie puede pretender en simples barruntos de noción entrópica. Nosotros, tan humanos, nunca deberíamos prescindir de esa certeza, nunca deberíamos realizar juicios y apreciaciones con la sola noción del creer y del comprender; yaque desde un punto de vista medianamente lucido, es tan insensato e irrealizable por su misma condición de superfluo. El dolor, entonces, vivido en soledad, debe ser tan propio como la percepción de los colores en cada uno de nosotros; tendría que ser entendido como tonos distintos y sólo así, ¡sólo así!, podríamos eliminar aquella otredad que llamada de otro modo se reduce a un mero egoísmo disfrazado de filantropía y bondad. En el Espejo se encuentra mi reflejo al contrario. Está solo, en otra paralela.
Espejo. Medellín. Fallidos Editores. 2017.
CUERPOS SIN LUZ: ANTOINE D´AGATA “Mi trabajo no consiste en mirar el mundo, sino en buscar un modo de estar en el mundo… A menudo me encuentro con personas que ven mis imágenes y no las entienden, porque incluso en los lugares más oscuros y sórdidos hay espacio para la luz; pero mi visión del mundo es mucho más oscura, y en mis fotografías la luz no tiene cabida. Creo que ese espacio oscuro que yo veo en la gente, no es más que un reflejo de mí mismo” (A.A.)
Podría pensarse de manera inmediata que las fotografías de Antoine D’Agata, reconocido artista/fotógrafo de la agencia Magnum, son un reflejo de la violencia y la obscenidad; pero aquello depende únicamente del espectador y de lo que éste considere como tal. El trabajo D’Agata es entonces un mundo que podría adjetivarse fácilmente con sinónimos y metaplasmos de los conceptos sórdido y turbio, pero la verdad es que éste va más allá: es instintivo, visceral, sacudidor, natural; o bien: figurativo y
abstracto al mismo tiempo. La obra de Antoine D’Agata, quien además ha sido figura representativa y maestro de Nan Goldin o el director de cine – enfant terrible – Larry Clark, es trascendental, va más allá de la luz, del enfoque, de la belleza o la fealdad, del cuerpo, de la muerte. Somos somas, luz y oscuridad, abstracción y figuración; todo depende desde donde se nos mire.
AsĂ pues sabemos que el conocimiento es el mundo que se observa, es un testimonio, es nuestra existencia
y, por lo tanto, la realidad es una consecuencia carente de inocencia; simplemente es observación, aprehensión, aprendizaje, interpretación, realización y muerte. "Una fotografía es más que una mentira: el espacio fue amputado, el tiempo manipulado", dice el autor refiriéndose a la fotografía como testimonio indeleble de la verdad y la realidad; una mentira que, en realidad, debería representar una visión simple, una interpretación o postura o, por lo menos, un capricho inefable como el tiempo fugaz. De esto, se desprende que los disparos de Antoine D'Agata sean mucho más que un simple instinto y vayan más allá, convirtiéndose en un desbordamiento del pensamiento que deriva en imagen fotográfica, esa que es parte de la ficción en la que vivimos y que es, además, otra expresión del lenguaje; aquel instrumento de dominación que nos transforma en sujetos devenidos en objetos (fotos).
De esto resulta que la concepción de la existencia, de los acontecimientos y de todo lo que vivimos sea sólo una consecuencia de nuestra percepción, de nuestros recuerdos y aspiraciones; aquellos tan volátiles y efímeros como los sueños mismos. Precisamente, D’Agata, con una imagen ruidosa y un enfoque que se centra en el desenfoque, nos muestra que a los ojos de la historia tan solo somos simples experiencias, aspiraciones, sueños, frustraciones, cuerpos, anti cuerpos y futuros cadáveres. La alegría, la tristeza, el placer, el dolor, el mérito, la culpa, etc. se encuentran en la parte interior de cada uno, son ideas trascendentales; sí, pero también son traducciones de nuestra forma caótica, borrosa, en picada; esa forma distorsionada, casi despersonalizada que se relaciona con nuestras obsesiones, ambigüedades, certezas y apariencia, nuestro ser más subjetivo: geometría y espacio que absorbemos con el movimiento de la mirada.
En D’Agata la deformación de la cara y las extremidades, como en ciertas pinturas de Goya, Schiele o El Bosco, son expresiones de los sujetos; un cuerpo desnudo que muestra el dolor durante el éxtasis como manifestación de la existencia salvaje, como un revés o un viaje de sensaciones que nos comprende en un intento por silenciar los monstruos del alma. Esos monstruos son la profunda desconfianza por el realismo como única posibilidad del ser, como si éste fuera tan sólo una imagen fija, una creencia o una elección; como si negar a la locura fuera la cura para esa enfermedad intrínseca de aquellos que se atreven a sentir más allá. Las experiencias de los cuerpos, lugares y eventos que nos ocurren son la vida en sí y, en la percepción del autor, esas también son interpretaciones de la vida misma, incluso en la carencia de luz. Estamos a la deriva, abandonados a nosotros mismos mutilando nuestros fragmentos, somos cuerpos sin luz, órganos, lesiones, sufrimiento, miedo, temor, sexo y brutalidad de la forma; la intensidad de nuestras vidas es reflejo y testimonio de los ojos que nos documentan, los ojos de dios; ese que habita en nuestros sentires y se nombra como alma.
Es por esto que es difĂcil hablar de la obra de Antoine D'Agata sin caer en clichĂŠs, porque nosotros somos
clichés, somos juicios. Hemos sido censurados y condenados, nuestra desnudez y podredumbre han sido reemplazadas por un maniquí sin corazón que invita a abandonar nuestras vísceras por la peste del plástico. La cima de los instintos, de las preocupaciones, de la angustia destructora que luego construye, ha sido reemplazada por la falsa tranquilidad que vive el ebrio en medio de copas en su atractiva desesperación. Esto ejemplifica con cierta claridad el papel que cumple una obra como la de D'Agata en donde se juega a mostrar los rincones más inaceptables de la casualidad, en donde no somos ética inquebrantable sino flexible pretendiendo acostumbrarnos a los códigos y las sinapsis construidas de antemano por los que tejen la tela del juicio.
A causa de esto, todo este aparato de pensamiento que encierra el atlas de posibilidades que somos; se ve mutilado por una visión retrógrada de la sociedad que
nos niega aquello que nos corresponde por naturaleza. La noción de libertad ahora es una falacia, una humanidad errática, no por elección, sino por una ilusión desprovista de sentimientos que nos hace ajenos a todo el potencial de nuestra esencia. Bajo esta perspectiva, D'Agata se para en el acantilado y mira el abismo en busca de observar una realidad no tan adjetivada con el fin de asistir a la experiencia y, al mismo tiempo, liberar al ser de todo lo que trata de nominarlo idéntico, rechazando y desdeñando la hipocresía que impregna la sociedad contemporánea, esa que se nutre del miedo de los que no son capaces de enfrentarse con la locura inventiva de la que hablaba Goethe.
Antoine D’Agata se avienta al abismo sin importarle el resultado con la premisa de que sĂłlo tiene valor el momento, el sentido de dar un paso y luego otro por el gusto de escuchar el eco de nuestro andar. AsĂ
veo la obra de este fotógrafo, así percibo lo que otros catalogan de obsceno, ya que no sólo veo con mis ojos, sino también con mis nervios, con mis fluidos, con mi carne, mi pensamiento, mis deseos y mis causas para poder dejar entrar el mensaje que nos invita a despertar del letargo atávico en el que pretenden ahogarnos.
Somos vida y consecuencias, esas que D'Agata lleva hasta el final para compartirnos todo el beneficio de nuestra fragilidad. Sus fotografĂas nos muestran que debemos abandonar las vestes narcisistas para reflexionar de manera prĂĄctica acerca de ese complejo concepto llamado verdad; ese que nos expone y despoja por completo de cualquier inĂştil comodidad. Debemos ser capaces de ensuciarnos las manos para poder entrar y salir del mundo que se nos ha negado.
Enrique Molina (1910-1997). Collage