LIBROS Y LECTURAS Nro 66 Coordinador: Óscar Jairo González Hernández Profesor Facultad de Comunicación. Comunicación y Lenguajes Audiovisuales. Universidad de Medellín Medellín. Julio / 2020
IN MEMORIAM RÓMULO NARANJO NARANJO (1929-2020)
Nada podemos decir de tu vida, dado que ha sido en tu vida donde decidiste vivir, pero con una condición radicalmente hermosa, en la concurrencia de la necesidad imantada de distribuirla a los otros, como un caracol temblando en el bosque de helechos al mediodía. Y eso hiciste. Transparencia irritada. Temperatura de tú ironía. Gracias Óscar.
TU – FU (712-770)
ENVÍO DE UNA CRÍTICA SOBRE LA VIDA AL CENSOR SEÑOR HAN Hoy no me encontraba bien, pero pensé en Yo-chou. Mi cuerpo hubiera desead tener alas y volar, pero la enfermedad me retuvo reposando. Pensé en ti como el encanto de la juventud que me fue arrebatado por las aguas otoñales que bañan tus pies en el Tung-ting. Mientras, contemplaba los ocho indómitos puntos cardinales del compás. Un ganso salvaje, blanco como el sol o la luna, volaba alejándose.
Las hojas del verde arce se volvieron rojas, y el cielo está deseoso de derretir la blanca escarcha. En el Palacio de Jade, una multitud de Inmortales se reúne alrededor de la Osa Mayor. Algunos a horcajadas de los Kylins (1), otros, de los Fénices. Estandartes de hibiscos se funden en la niebla, las sombras matinales, mezcladas, se reflejan sobre el lago y encrespan las aguas de los ríos Hsiao y Hsing. En el rutilante Palacio de los Inmortales los seres divinos se embriagan con néctar. De las filas de los asistentes alados, uno está ausente. ¿Es cómo si oyera otra vez a Chih Sung Tzu de ataño, O viera a Chang Liang, de Han? En la vieja dinastía Han, Él (Chang Liang) ayudó a Liu a fundar Chang-an. Sus planes políticos nunca fracasaron pero su espíritu estaba consternado. ¿para qué preocuparse por el ascenso o la caída de los imperios? ¿Qué es el hedor de la carne comparado con una dieta de liquidambar? (2) En el sur, Ssu Ma Tan fue detenido y reprimido, esto constituye un viejo motivo de dolor, pero la estrella polar del sur augura larga vida y prosperidad. ¿Cómo es que estás separado por las aguas otoñales? (3) ¿Qué hacer para que regreses a la Corte? 1. Animal fabuloso usado como elemento decorativo en la cerámica china. 2. Árbol de cuya resina los taoístas preparan elixires para alargar la vida. 3. Caído en desgracia.
UNA VISITA A WEI PA, LETRADO RETIRADO En la vida es muy poco frecuente que dos amigos vuelvan a encontrarse. Tanto como la unificación de los luceros de la mañana y de la tarde. Esta noche es distinta a las demás noches, pues por fin pudimos sentarnos juntos a la luz del mismo candil. Juventud y energía, ¿cuánto tiempo las tendremos? Mi barba y mis cabellos se están volviendo grises. Cuando visito a los viejos amigos, recuerdo que están entre los fantasmas más de la mitad de ellos, pero ahora que te encuentro mi corazón se estremece. ¿Cómo podía saber que debería aguardar veinte años antes de volver a estar contigo? La última vez que nos separamos tú no estabas casado. No esperaba encontrarte ahora con una familia, con hijos. Ceremoniosamente, y dando muestras de alegría, presentan sus respetos al viejo amigo de su padre, y me pregunta de donde vengo. No habíamos terminado de contarnos nuestras presentaciones cuando ordenaste a los chiquillos que trajeran vino y lo colocaran a nuestro lado. Las cebollas relucen con el rocío del atardecer, y se las guisa frescas con las semillas amarillas. Mi anfitrión me comenta lo difícil que es celebrar un encuentro y me pide disculpas continuamente. Después de diez copas aún no estábamos bebidos, sólo nos volvimos sentimentales ante nuestros recuerdos. Mañana nos separarán las Colinas Occidentales y las codicias del mundo
harán que nos olvidemos el uno del otro. DURMIENDO UNA NOCHE DE PRIMAVERA EN UNA DEPENDENCIA DE PALACIO Las flores ocultan los muros del palacio, sumergidos en la sombra, los pájaros vuelan con donaire camino de sus nidos, las estrellas brillan y se mueven en las diez mil ventanas del palacio. La novena terraza del cielo yace adormecida en la claridad lunar. Desvelado, escucho el ruido de una llave de oro que gira en la cerradura. A causa del viento, pienso que oigo el sonido de los ornamentos de jade. Mañana temprano debo redactar mi informe al emperador. Estoy fascinado de cómo ha transcurrido gran parte de la noche. CONTEMPLANDO UN PANORAMA EN TAI SHAN (1) Tai Shan, ¿qué puedo decir de ti? A tu frente está Chi, y a tus espaldas Lu, verdes hasta donde la vista puede alcanzar. En ti el cielo y la tierra unen su gracia espiritual. Cerca de tus picos, el Ying y el Yang (2) separan el día y la noche. Tus abigarradas nubes purifican mis sentimientos. Ni forzando la vista percibo cómo las aves llegan a sus nidos. Si subo la montaña hasta su cúspide, por todas partes las colinas se extienden a mis pies. 1. Monte sagrado de los taoístas. 2. Yan, el principio positivo masculino, Ying, el principio femenino negativo.
LA CELDA DEL ABATE TSAN EN EL MONASTERIO TA-YÛN La indecisa llama de la lámpara se agita con mis preocupaciones. El delicado perfume del incienso que arde, purifica mis sentidos. El alto salón es excesivamente siniestro cuando la noche no es profunda. El sonido de las campanillas de los alerones me hace advertir el viento. La oscuridad del pórtico del templo entorpece los colores del estío, pero la fragancia de los capullos se huele en todos los rincones. Las estrellas del Cordón de Jade se esconden, y sólo unas pocas quedan en el firmamento donde el fénix de hierro, impulsado por el viento, parece dispuesto a volar. Muy pronto el canto de las súplicas budistas se escuchará en los claustros. Hubiera sido mejor permanecer en el lecho hasta oír la última campanada, porque cunado amanezca estaré correteando por los campos labrados y tengo miedo de pensar en el polvo volandero y en las oscuras arenas. LÍNEAS ESCRITAS BURLONAMENTE SOBRE UN PAISAJE PINTADO POR WAN TSAI Diez días para pintar un río, cinco días para una roca. Debes saber que una obra de calidad no puede hacerse con urgencias. Con el tiempo, Wang Tsai te dejará un verdadero cuadro de la maravillosa Montaña Kun Lun y de la Isla Fang-hu, para colgar sobre la blanca pared de tu magnífica morada. Desde el lago Tung-ting, próximo a Pa-ling, al este, hacia Japón, el agua entre las rojizas riberas parece flotar en el Río Celeste. A través del vapor, las nubes, y los dragones voladores, que también se elevan.
Aquí, los barqueros y pescadores están entrando al puerto; Allá, los árboles de la montaña se encorvan por la fuerza del viento. Este artista aventaja a los antiguos en la pintura de la lejanía. Debe haber varios centenares de kilómetros por cada metro. ¡Me gustaría tomar un par de afiladas tijeras de Ping-chou para cortar y llevarme esta mitad del Río Wu-sung!
SOBRE UN PINO QUE ME MOSTRÓ EL SABIO TAOÍSTA LI Cuando amanece peino mis cabellos canos. Un monje taoísta del templo Uan Tu viene a visitarme. Recojo mis cabellos y pido a mi hijo que lo invite a entrar. En sus manos lleva un cuadro de verdes pinos para un biombo. Misterioso, silencioso y confuso es el bosque de abetos del biombo. Al momento, reclinado sobre la balaustrada, veo desaparecer los colores rojo y azul. Oscuros riscos sostienen los helados troncos de los pinos, como dragones ondulados, colgantes doseles de pinochas se inclinan hacia atrás. Nunca desde mi tierna infancia he sentido admiración por las cosas antiguas. Observando este cuadro quedo absorto contemplando los espíritus divinos. Sé que el cuadro será muy apreciado por el monje y ahora con mayor razó reconozco los conocimientos del alma del artista. Bajo los pinos hay ancianos con idénticos vestidos y calzados. Están sentados juntos,
como los viejos ermitaños del Monte Shang. Recordando antiguas tradiciones entono la canción “El Hongo Púrpureo”. Los pesares de nuestros días siempre nos llegan con un hálito de tristeza. PERLAS Entonces llegó un hombre de los mares del sur que traía perlas. Perlas con caracteres secretos en lo más profundo, y a medida que me sumergía en ellas, lágrimas de sangre parecía que abrazaba, lágrimas por la pena que las había penetrado, como lágrimas de nuestros campesinos cargados de impuestos hasta morir, sin que nadie por ellos sienta piedad. ELIGIENDO CINTURONES Cuando elijas cinturones elige el más largo. Cuando elijas flechas, elige la más fuerte. Cuando quieras matar a un hombre, primero mata su caballo. Cuando cojas prisioneros, primero a los capitanes. Hay un límite para la matanza de los hombres. Un pueblo debe tener fronteras y atenerse a ellas. Es suficiente con mantener alejados a los enemigos. No tiene sentido tantos heridos, tantos muertos. CANCIÓN Quisiera tener miles y miles de maravillosas mansiones para dar cobijo y alegría a todos los pobres del mundo y liberarlos del frío y de la lluvia. ¡Si yo tuviera estos edificios aunque se derrumbara mi choza y yo me congelara, ¡Qué feliz moriría!
EL OFICIAL DE SHIJAO Llegué un atardecer a la aldea Shihao, y poco después apareció un oficial reclutando soldados. En el patio de la casa donde me encontraba, un viejo subió a la muralla y desapareció. Su esposa salió a la puerta a recibir al oficial. ¡Cómo lanzó ante ella sus juramentos! ¡Qué lágrimas amargas derramó la mujer! A mis tres hijos los llevaron como soldados al Yecheng. Tan solo me llegó una carta. Dos ya estaban muertos y del otro nunca más se supo. En esta choza sólo quedó un nietecillo amamantado por su madre. Ella no sale, pues no tiene ninguna ropa y ¿Cómo cubrir su desnudez? Si queréis puedo ir a la batalla de Heyang. Estoy débil y viejo, pero puedo cocinar. La noche sigue su transcurriendo, Las voces ya no se escuchan, sólo se oyen los sollozos de la nuera. Subí más tarde y me alejé. Sólo el viejo fugitivo vino a darme la despedida. Selección y traducción C. G. MOREL
Poetas chinos de la DinastĂa Tang. Madrid. Visor. 2000. PĂĄgs. 118-133.
GASPAR DE LA NUIT Por: Aloysius Bertrand (1807-1841)
LA NOCHE Y SUS PRESTIGIOS UN SUEÑO He soñado tanto y más, Pero no entiendo ni palabra.
(Pantagruel, libro III)
Era de noche. Lo que primero vi –y al como lo vi, así lo cuento- fue una abadía con las paredes agrietadas por la luna, un bosque atravesado por senderos tortuosos, y el Morimont, que era un hervidero de sombreros y capas. Después –y tal como los oí, así lo cuento- oí el lúgubre doblar de una campana, al que respondían los fúnebres sollozos que salían de una celda – gritos de queja y risas feroces que hacían estremecerse a cada una de las hojas de la enramada
-, el zumbido de las oraciones que unos negros penitentes rezaban acompañando a un criminal hasta el suplicio. Y finalmente – y tal como acabó el sueño, así lo cuento – vi a un monje que expiraba tendido en las cenizas de los agonizantes, a una doncella que pugnaba por desasirse de las ramas de un roble, y me vi a mí mismo, mientras un desgreñado verdugo me ataba a los radios de una rueda. Don Agustín, el prior difunto, gozaría, ataviado con el hábito franciscano, de los honores de una capilla ardiente; Margarita, asesinada por su amante, sería enterrada con un blanco vestido de inocencia, entre cuatro cirios de cera. En cuanto a mí, la caña del verdugo se había roto a la primera vuelta, como si fuera de cristal; las antorchas delos penitentes negros se habían apagado bajo una lluvia torrencial, la multitud había desaparecido junto con los arroyos desbordados y rápidos, y yo proseguía mi camino hacia otros sueños y hacia el despertar.
Traducción de EMMA CALATAYUD
Gaspar de la Nuit. Narraciones fantásticas a la manera de Callot y de Rembrandt. Barcelona. Editorial Bruguera. 1983. Págs. 113-114.
HOMENAJE A CORYDON A CIEN AÑOS DE SU PUBLICACIÓN (1920-2020) Por: André Gide (1867-1951)
Prefacio
Mis amigos me repiten que este librito es de naturaleza tal, que puede causarme un gran prejuicio. No creo que pueda quitarme nada que me importe. O, mejor dicho: no creo que me importe nada de lo que me quite. NO he buscado jamás ni aplausos, ni condecoraciones, ni hombres, ni entradas en los salones de moda. Sólo me interesa la estimación de unos cuantos espíritus excepcionales, y confío en que comprenderán que nunca he merecido tanto esa estimación como al escribir este libro y al atreverme a publicarlo. Deseo no perder esa estimación; aunque realmente prefería perderla a tener que deberla al engaño o a una mala inteligencia.
No he intentado nunca agradar al público; pero concedo una importancia excesiva a la opinión de unos cuantos; es cuestión de sentimiento, y contra eso no hay nada. Lo que se ha tomado a veces por cierta timidez de pensamiento, no era, en la mayoría de los casos, sino temor a contristar a esas cuantas personas; a contristar, en particular, a un alma tan querida para mí entre todas, y siempre. ¿Quién podría decir de cuántas dilaciones, de cuántas reticencias y de cuántos rodeos son responsables la simpatía y la ternura? En lo que a las simples dilaciones se refiere, no puedo soportarlas, pues opino que los artistas de nuestra época pecan muchas veces de una gran falta de paciencia. Lo que se nos ofrece hoy hubiese ganando, a menudo, con madurar. Un determinado pensamiento que al principio nos preocupa y nos parece deslumbrante, sólo espera a mañana para marchitarse. Por eso, he esperado tanto tiempo para escribir este libro, y, una vez escrito, para imprimirlo. Quería estar seguro de que no tendría que desdecirme muy pronto de lo que adelantaba Corydon, y que me parecía evidente. Pero no: mi pensamiento, en este caso, no ha hecho más que afirmarse, y lo que reprocho ahora a mi libro es su discreción y su timidez. Al cabo de más de diez años que lleva escrito, ejemplos, nuevos argumentos y testimonios han venido a corroborar mis teorías. Lo que pensaba yo antes de la guerra lo pienso hoy con mayor fuerza. La indignación que pueda provocar Corydon no me impedirá creer que las cosas que en él digo no tuvieran que decirse. Y no es que yo crea que todo lo que se piensa debe decirse, y decirse en cualquier momento, sino tan sólo esto precisamente, y que había que decirlo hoy (1). Algunos amigos a cuyo juicio sometí este libro al principio, creen que me ocupo en él demasiado de cuestiones de historia natural, aunque no me falte razón para concederles tanta importancia; pero, según ellos esas cuestiones cansarán y desagradarán a los lectores. Pero ¡si eso es precisamente lo que espero! No escribo para divertir, y procuro desilusionar desde el principio a los que busquen en este libro placer, arte, ingenio o cualquier otra
cosa, en fin, que no sea la expresión más sencilla de un pensamiento absolutamente serio.He decidido aún lo siguiente: No creo en modo alguno que la última palabra de la sabiduría consista en entregarse a la naturaleza, dejando libre expansión a los instintos; pero, en cambio, creo que antes de intentar reducirlos y domesticarlos, importa comprenderlos bien, pues muchas discordancias que tenemos que sufrir son tan sólo aparentes y se deben exclusivamente a errores de interpretación. 1. Algunos libros –los de Proust especialmente- han acostumbrado al público a asustarse menos y a atreverse a considerar fríamente lo que fingía ignorar o lo que prefería ignorar desde luego. Muchos espíritus se figuran gustosos que suprimen lo que ignorar… Pero me temo que esos libros hayan contribuido grandemente, al propio tiempo, a extraviar a la opinión. La teoría del hombre-mujer, de la “Sexuelle Zwischenstufen” (grandes intermediarios de la sexualidad), que lanzaba el doctor Hirschfeld en Alemania, bastante antes de la guerra, y a la cual parece afiliarse Marcel Proust, puede, en efecto, no ser falsa; pero no explica ni se refiere más que a ciertos casos de homosexualidad, precisamente aquéllos de los que no me ocupo en este libro: los casos de inversión, de afeminación, de sodomía. Y hoy veo perfectamente que uno de los grandes defectos de mi libro estriba justamente en que no me ocupo para nada e ellos –cuando resultan mucho más frecuentes de lo que creía al principio. Pongamos que a éstos les satisface la teoría de Hirschfeld. Esa teoría del “tercer sexo” no podría explicar en modo alguno lo que se acostumbra a llamar “el amor griego”: la pederastia –que no entraña afeminación alguna, ni de una parte ni de otra.
PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓN (1920)
Me decido, después de ocho años de espera, a reimprimir este librito. Apareció en 1911, en una tirada de doce ejemplares, que fueron encerrados en un cajón, de donde no ha salido aún. El Corydon no comprendía entonces más que los dos primeros diálogos y el primer tercio del tercero.
El resto estaba sólo esbozado. Unos amigos quisieron disuadirme de terminarlo. “Los amigos –dice Ibsenson peligrosos, no tanto por lo que nos hacen hacer como por lo que nos impiden hacer.” Las consideraciones que exponía en aquel librito me parecían, sin embargo, de la mayor importancia y juzgaba necesario presentarlas. Pero, por otra parte, me preocupaba mucho el bien público, y estaba dispuesto a velar mi pensamiento en cuanto pensé que podía turbar el buen orden. Por esto también, más que por prudencia personal, encerré el Corydon en un cajón y lo tuve allí ahogado tanto tiempo. Estos últimos meses, sin embargo, me convencí de que este librito por subversivo que fuese en apariencia, no combatía, después de todo, más que la mentira, y de que no hay nada tan malsano, por el contrario, para el individuo y para la sociedad, como la mentira acreditada. Lo que digo aquí, después de todo, pensé, no hace que todo eso sea. Eso es. Intento explicar lo que es. Y puesto que no se quiere, en modo alguno, generalmente, admitir que eso es, yo examino, intento examinar si es realmente tan deplorable como dicen que eso sea. Traductor: JULIO GÓMEZ DE LA SERNA
Corydon. Barcelona. Alianza Editorial. 1982. Pรกgs. 25-30.
SOBRE EL PARAÍSO ARTIFICIAL (FRAGMENTO) Por: Lawrence Durrell (1912-1990)
Álvarez huyó; y tras él la condena del exilio fue enviado; como el rumor decía abiertamente, se retiró a Rodas. MIDDLETON, The Spanish Gipsy
En el cuaderno de notas de Gideon encontré una vez una lista de enfermedades todavía no clasificadas por la ciencia médica, y entre ellas aparecía la palabra islomanía, descrita como una dolencia del espíritu, rara pero en modo alguno desconocida. Hay personas, solía decir Gideon a modo de explicación, a quienes las islas les resultan, quién sabe por qué, irresistibles. El simple conocimiento de que se encuentran en una isla, en un pequeño mundo rodeado por el mar, las llena de una indescriptible embriaguez. Estos “islómanos” natos, solía añadir, son los descendientes directos de los atlántidas, y durante toda su vida isleña su subconsciente tiende hacia la perdida Atlántida… Olvidé los demás detalles. Pero, como todas las teorías de Gideon, era ingeniosa. Recuerdo el encarnizamiento con que se discutió a la luz de las velas, en Villa Cleóbulo, hasta que la luna descendió sobre el debate y hasta que las afirmaciones de Gideon fueron
ahogadas por sus bostezos; hasta que Hoyle comenzó a golpear sus gafas contra la uña del pulgar de la mano izquierda, que era su manera de empezar a decir buenas noches; hasta que Mehmet Bay, en la casa situada al otro lado del bosquecillo de adelfas, cerró con violencia sus postigos como protesta por lo tardío de la hora. Y sin embargo, la palabra se mantuvo; y aunque Hoyle rechazó su aplicación a islas que no fuesen las del Egeo, mientras que Sand no se resignaba a examinar con detenimiento una teoría irracional todos los demás, por admisión tácita, sabíamos que éramos “islómanos”. Este libro tiene la intención de ser una especie de anatomía de la islomanía, con todos sus defectos de incoherencia y ausencia de forma; de conversaciones iniciadas y dejadas en suspenso, en el aire; de viajes planeados y jamás emprendidos, de notas y estudios reunidos para la redacción de libros no escritos… Será dedicado a la diosa que mora en una isla griega: Rodas. Si fuera posible, me agradaría recordar parte de estos años dorados cuyos fantasmas todavía surgen y me acosan cada vez que veo una carta con un sello griego, o cada vez que, en algún remoto puerto del mundo, me encuentro con un busque cisterna vagabundo que enarbola la bandera blanca y azul del Egeo. En Rodas los días caen con tanta suavidad como los frutos de los árboles. Algunos corresponden a las deslumbrantes épocas de Cleóbulo y los tiranos, algunos al sombrío Tiberio, algunos a los cruzados. Se siguen unos a otros en escalas y talantes, con demasiada rapidez como para ser captados por las redes de la forma. Sólo con una estricta sumisión a las leyes de la incoherencia puede llegarse a escribir acerca de una isla; es decir, como islomános. Y entonces, ¿quién puede abrigar la esperanza de apresar, de circunscribir los encantos de una diosa del lugar? No he intentado mira bajo la superficie en lo que respecta a las actitudes de mis personajes. Traté de iluminar a un solo hombre por medio de una sola frase, y dejarlo sentado, incrustado en el lento flujo de los días griegos, sin molestarlo con artificios literarios… como tienen que hacer los buenos anfitriones: Gideon, con su monóculo pegado al rostro, sentado sobriamente ante una botella de mastika; Hoyle dando cuerda a su enorme reloj; Mills hablando; Sand chupando su pipa; Egon Huber caminando por las
calles desiertas, en busca de trozos de madera para tallar; y E, de ojos negros, cuya sombra se extiende en cierto modo sobre todos ellos –una familiar, una crítica, una amante-, E, ataviada con un vestido floreado, frente al espejo del estudio, con su negro cabello enmarañado. Traté de no molestarlos, de dejarlos en sus pequeñas eternidades, en su vida isleña, donde, de un modo u otro, los espíritus se mezclan y se incorporan al de la Venus marina, de pie en su pequeña celda de piedra en el museo como un desafío de una vida infinitamente más remota. Si sacrifiqué la forma lo hice a favor de algo mejor, para buscar en los materiales algunas antiguas anotaciones en algún olvidado cuaderno de notas, o bien una carta: todos los materiales cotidianos que podrían dar al lector común el sentimiento de la vida vivida en un presente histórico. En aquella tarde de primavera de 1945, cuando nos llegó a Alejandría la orden de embarcarnos, recuerdo que mi primera visión de Gideon no fue tranquilizadora. Teníamos que ser compañeros de viaje a bordo de un HDML, militar, un barco cuyas esbeltas y poderosas líneas sugerían a mis ojos inocentes un viaje veloz, cómodo. Se nos había prometido un desembarco en Rodas a primera hora de la mañana. Al cabo de pocas horas, pues, me encontraría, tras unos cuatro años de exilio, una vez más en una isla griega. Gideon se encontraba en medio de un apiñamiento de maquinistas y marineros, leyendo, distraído, un libro. Recuerdo que pensé que parecía la personificación de la ortodoxia: el monóculo, el plateado cabello corto, las botas brillantes… (¿Un soldado del ejército indico, cuyo conocimiento del servicio lo colocó a la cabeza de un subdepartamento dedicado a la sanidad o a los abastecimientos?) Si tenía que pasar veinticuatro horas en su compañía, pensé, habría de ser sin duda aceptando con cortesía opiniones basadas en prejuicios populares o en la ingenua autoestima de un soldado que ha llegado a considerar el comedor de su regimiento como la personificación de todo el mundo. Su ojo de vidrio más bien evidente contemplaba el mundo, de vez en cuando, con lo que me pareció una indiferencia un tanto grosera… impresión fortalecida cuando lo vi aceptar sin agradecimiento una silla cómoda y un cojín. Los demás estábamos echados a sus pies, en almohadones improvisados con nuestro equipaje. Lo
seguía un pequeño terrier blanco y negro, evidentemente muy bien educado. En cierto sentido, mis pensamientos quedaron muy pronto tranquilizados. El jadeo de los grandes motores, que nos llevaban velozmente sobre las oleosas aguas de Alejandría hacia el mar abierto, dejaba claro que la conversación sería imposible. Cada uno de nosotros se había encerrado en la gran intimidad palpitante del sonido. No puedo decir que me sintiese desdichado. Había tantas coas en que pensar, tantas esperanzas que abrigar en la idea de volver a Grecia… Pensé en todas las cartas recibidas en los meses anteriores… cartas con un regusto funerario. “La encontrarás completamente cambiada”, decía una. “La vida antigua ha desaparecido para siempre”, decía otra. “Vete a Norteamérica”, recomendaba una tercera. Al día siguiente vería por mí mismo si el antiguo ambiente griego había sobrevivido a la guerra, si seguía siendo una realidad basada en el paisaje y el pueblo o simplemente lo habíamos inventado en los tiempos antiguos, cuando vivíamos cómodamente de nuestras divisas extranjeras, cuando patrocinábamos la realidad con nuestras fantasías y las convertíamos en mala literatura. Al día siguiente sabría si debía relegar mis sentimientos hacia Grecia a los polvorientos rincones del recuerdo, junto con muchas otras locas fantasías del corazón. Cuando dimos vuelta al antiguo fuerte me volví para echar una última ojeada a E, que me saludaba con la mano desde el extremo de la explanada, antes de que la bruma comenzase a ocultarla y todo el perfil de cimitarra de los minaretes y campanarios de la parte de arriba del pueblo se disolviese en una suave totalidad nacarada y de oro. Egipto y Grecia: por un instante me asaltaron las lealtades en pugna del amor y la costumbre. Pero E, me seguiría a Rodas después de un intervalo de unas semanas; y ella era mi única vinculación con Egipto. La vi introducirse en el viejo coche de la oficina y vi cómo el vehículo se alejaba lentamente en la oscuridad. ¡El viaje había comenzado! (…) Traducción de FLOREAL MAZIA
Reflexiones sobre una Venus marina. Viaje a Rodas. Barcelona. Ediciones PenĂnsula. 1998.
PĂĄgs. 11-15.
LA CUEVA DE LOS MURCIÉLAGOS / BRUCE CHATWIN (19401989) Por: Nicholas Shakespeare (1957-)
La urgente necesidad de hacer descubrimientos sobre sí mismo que comunicó en el umbral de Petronella no tardó en disolverse. Dos semanas después de dejarla en Alice Springs, recogió a un muchacho en King´s Cross y, según el diario de Gannon, pasó la noche fuera. Tres días más tarde, tomó el avión rumbo a Bali para reunirse con Jasper Conran. Bruce no lo había incluido en sus planes, y parece ser que durante ese tiempo había estado ilocalizable. Al parecer, los sentimientos de Bruce por Jasper se intensificaron durante las dos semanas que pasaron juntos en Indonesia. Algunos amigos que había hecho en Australia se sintieron hondamente impresionados por lo mucho que amaba al joven. Al mismo tiempo, parece que Bruce se había negado a aceptar que se esperaba que reconociese que aquello era una relación estable. “A la otra persona le debió de parecer que se estaba mostrando gélido-dijo Wyndham-, pero Bruce no quería desempeñar aquel papel.”
Fue estando con Jasper en Bali cuando Bruce entró en la fase siguiente de su enfermedad. En el Bali Hyatt, se encontraron con Kynaston MacShine, del Museo de Arte Moderno de Nueva York. “Daba la impresión de que Bruce dejaba que Jasper pagara todas las facturas, y en algunos momentos a Jasper aquello no le hacía demasiada gracias”, dice MacShine, quien alquiló un coche para hacer una excursión con sus amigos. Buscaron tejidos indios, y en Barbadoor aparcaron delante de una cueva donde vivía una colonia de murciélagos. Según MacShine, Bruce no pisó la cueva. “No entró en ella. No fue con una linterna hasta la parte oscura. No participó.” Sin embargo, tres años después, al buscar el origen de su enfermedad, Bruce desenterró el recuerdo de la cueva de los murciélagos en Barbadoor. El 6 de abril, cogió solo el avión de vuelta a Sidney presa de lo que describió Rogers como una “espantosa intoxicación alimentaria”. Tenía fiebre alta, con sudores nocturnos, y sangraba. Se recuperó al cabo de una semana, pero ya barruntaba que su intoxicación alimentaria era algo más. “Tenía la idea de que no llegaría a viejo, un presentimiento –dice Jasper-. En una ocasión le pregunté: “¿Por qué eres tan serio?”. Bruce contestó: “Tengo que serlo”. Más tarde, Bruce le dijo a Elizabeth que, al volver a Australia desde Java, había caído en sus manos un ejemplar de la revista Time. En el interior, había una fotografía suya tomada por Paul Kasmin, y un artículo sobre “la peste gay”. Su respuesta a este artículo fue la misma que a la llamada de Gertrude sobre Bobby. “Sus reacciones instantáneas siempre daban en el clavo –dice Elizabeth-. Sabía que aquello era lo que tenía.”
Escribió a la casa vacía de Petronella en Alice Springs explicando su enfermedad: “Lamento muchísimo haberme marchado sin previo aviso y no haber vuelto, como era mi intención hacer. Lo cierto es que en Java me puse espantosamente enfermo, con amebas y todo eso, tan enfermo, de hecho, que por un instante creyeron que tenía cólera. Y aunque volví a Sidney por una o dos semanas, estaba en un estado considerablemente rebajado”. En este estado, sintiéndose “planchado, alienado”, llamó por teléfono a Elizabeth.
seco,
En cierta ocasión, cuando las relaciones entre Elizabeth y él distaban de estar claras, Bruce telefoneó a Long Hanborough, a los Levy, en cuya boda había conocido a Donald. “Quería hacer noche allí en su camino a Gales –dice Paul-. Tenía grandes deseos de llegar a casa de Penelope Betjeman, pero no quería viajar de noche.” Los Levy le dieron pijama y cepillo de dientes, y fueron a su cuarto
para verificar que todo estuviera bien. Bruce, ya acostado, les rogó con un susurro: - Ya sé que es una petición extraña, pero ¿me
podrías arropar? Del mismo modo que cada uno de sus libros era una reacción al anterior, era necesario que los distintos personajes que lo formaban interaccionaran. Sin Elizabeth se sentía liberado. Liberado, se sentía solo. Solo, era un niño pequeño al que había que arropar. Durante su segundo viaje a Australia, visitó Ayer´s Rock acompañado por Salman Rushdie. - Sabes, últimamente me he sentido desdichado. - ¿De veras? - Sí, durante mucho tiempo me he sentido desdichado, y no podía determinar por qué; de pronto, me di cuenta de que echaba de menos a mi mujer. Le mandé un telegrama para que se reuniese conmigo en Katmandú, y ella me mandó otro para decir que de acuerdo. Aquélla era la primera vez que Rushdie oía a Bruce hablar de Elizabeth. “Sin duda, la echaba de menos –dice Robyn Davidson. Se montó la historia de que estaba medio distanciado, y quería verla. Me sorprendió su manera de hablar de ella: con enorme respeto y afecto. Me pareció que se trataba de una relación muy especial que no era necesariamente sexual, o sí lo era, pero que sin duda se trataba de un hondo afecto en la esfera del alma. La primera vez que la vi pensé, como todo el mundo: “¿Cómo es posible, estas dos personas tan totalmente dispares?, y ¿por qué?”. Y en un cuarto de hora pasé de sentirme atónita por aquel extremo desparejamiento a darme cuenta de que ella era el único tipo de esposa que él podía tener. Elizabeth es muy real. Él se rodeaba de todo tipo de gente, y ella era una constante. Creo que la amaba con locura.” De hecho, su reencuentro no comenzó con un sensato intercambio de cables, sino con una llamada telefónica. Elizabeth recibió su llamada en Homer End. “Llama: “Esquire me ha ofrecido ir a cualquier sitio que yo quiera. ¿Qué sitio prefieres?”. Hablamos de Japón, de las islas del Pacífico Sur, de Nepal. Él dijo que quería ir a las montañas. Así que dije que Nepal. Nunca había estado allí.”
Se pago el billete aéreo a Katmandú leyendo En la Patagonia para la emisora de radio ABC seis entregas. A mediados de abril, Murray Bail lo llevó hasta las Montañas Azules, en los aledaños de Sidney. “Quería enseñarle una vista de las que dejan sin aliento, dado que había estado en todos lugares del mundo. Me recliné para que admirara la vista, como suele hacerse allí. Él miró un instante y después se volvió hacia mí: “¿Qué día es hoy? La semana que viene estaré en el campo base del Everest”. Traducción de JOSÉ MANUEL DE PRADA SAMPER
Bruce
Chatwin.
Biografía.
Editores. 2000. Págs. 468-470.
Barcelona.
Muchnik
LAIS DE LA MADRESELVA Por: María de Francia (1145-1198)
Mucho me complace y tengo gran deseo de contaros la verdad del lai que llaman Madreselva; por qué fue hecho, cómo y dónde. Muchos me lo han contado pero yo lo he encontrado escrito. Es acerca de Tristán y de la reina y de su amor tan puro, que les causó tantos dolores que murieron el mismo día. El rey Marco estaba furioso y airado con Tristán, su sobrino; le expulsó de su país porque amaba a la reina. Entonces Tristán se fue al sur de Gales, su país natal. Se quedó allí durante un año sin poder regresar; pero luego se expuso en peligro de muerte
y de perdición: no os asombréis, pues quien ama lentamente está triste y obsesionado cuando no tiene lo que más desea. Tristán está triste y pensativo, por ello abandonó su país y se fue directamente a Cornualles, donde estaba la reina. Entró solo en el bosque; no quería que nadie le viera. Al anochecer salía de allí, pues era la hora de encontrar cobijo. Pasaba la noche en las casas de los campesinos, de los pobres. Les pedía noticias del rey, qué hacía. Y ellos le decían lo que habían oído: que los barones habían sido convocados y debían acudir al Tintagel donde el rey iba a reunir su corte. En Pentecostés ya estarán todos y habrá mucho bullicio y fiestas; y la reina también acudirá allí. Cuando Tristán oyó esto se alegró mucho: la reina no podrá llegar a Tintagel sin que él la vea pasar. El día en que el rey se puso en marcha, Tristán volvió al bosque. Como sabía por qué camino pasaría la comitiva partió en dos una rama de avellano y la talló dándole forma cuadrada. Una vez hubo preparado el bastón, con el cuchillo escribió su mensaje; si la reina se daba cuenta (siempre ponía mucha atención, pues ello ya había sucedido otras veces), reconocería, al verlo, que el bastón provenía de su amigo (1). He aquí, en resumen, lo que había escrito: estaba allí desde hacía mucho tiempo esperando, para observar y saber de qué manera podría verla, porque no podía vivir sin ella. Le sucedía a ellos dos lo mismo que a la madreselva, que se agarra del avellano; cuando se ha enlazado alrededor del tronco pueden permanecer así unidos mucho tiempo, pero si se les quiere separar, el avellano muere inmediatamente y la madreselva también. - Mi bella amiga, así es de nosotros, ni vos sin mí, ni yo sin vos. La reina cabalgaba, vio en una cuesta el bastón, enseguida se dio cuenta y leyó todas las letras que había en él. Ordenó detenerse a los caballeros que la acompañaban y cabalgaban a su lado, pues deseaba descabalgar y descansar. Hicieron lo que les ordenó; se alejó de su séquito y llamó a su doncella, Brangén, en quien confiaba, y se alejó un poco del camino. Ya dentro del bosque encontró a quien amaba más que a nada en el mundo y se demostraron gran
alegría. La reina puede hablar libremente con él y le dice la felicidad que siente; también le indica cómo ha de actuar para obtener el perdón del rey, ya que está muy apenado por haberle desterrado a causa de las murmuraciones. Después la reina se fue, dejó a su amigo y cuando llegó el momento de separarse se pusieron a llorar. Tristán volvió a Gales hasta que su tío le mandó llamar. Por el gozo que tuvo al haber visto a su amiga y para recordar lo que había sucedido; y para acordarse de las palabras, tal como le dijo la reina, Tristán, que sabía tocar muy bien el arpa, hizo un nuevo lai (2). Enseguida os diré su nombre: los ingleses le llaman Gotelef y los franceses Chievrefueil. Os he dicho la verdad del lai que aquí os he contado. 1. Este pasaje presenta algunas dificultades de interpretación. Tristán, para avisar a Iseo de su presencia, pone en el camino una rama de avellano tallada por él en forma de prisma regular y en ella escribe unas palabras. Las diferentes soluciones que han dado los críticos son las siguientes: su nombre; el de Iseo; una inscripción en escritura ogámica irlandesa; un mensaje cabalístico; o quizá no hubo mensaje escrito, sólo con ver en el camino una rama de avellano tallada la reina entendería que Tristán estaba cerca. Pero también Tristán pudo haber escrito su mensaje, que sería: “Mi bella amiga/así de nosotros/ni vos sin mí/ni yo sin vos”; dividiendo los dos versos en cuatro, cada uno de ellos grabado en una de las caras de la rama tallada; véase en la edición de A. M. Holzbacher, págs. 408-413. 2. Tristán y la reina componen esta canción, este lai; Tristán la melodía e Iseo las palabras. A él se hará alusión en el relato Tristán ministril. Edición a cargo de ISABEL DE RIQUER
La leyenda de Tristán e Iseo. Barcelona. Ediciones Siruela. 1996. Págs. 153-155.
ALLEN GINSBERG (1926-1997) (1922-1969) (FRAGMENTO)
SOBRE
JACK
KEROUAC
Por: Thomas Clark (19-)
Entrevistador: ¿Te refieres a la prosa de Kerouac? A. G.: No, hablo de él como poeta puro. La poesía
en verso, el “México City Blues” y muchos otros manuscritos que he visto. Además, está marcado por la seña de los grandes poetas, es el único poeta de los Estados Unidos que sabe escribir haikús. El único que ha escrito buenos haikús. Y todos han escrito haikús. Existen esos aberrantes haikúe escritos por gente que se pasa semanas pensando para escribir un haikú y luego sale con cualquier cosilla aburrida o algo así. Mientras que Kerouac piensa en haikús cada vez que escribe algo; habla y piensa de esa manera. Le resulta natural. Snyder se dio cuenta de ello. Snyder tiene que trabajar durante años en un monasterio Zen para producir un haikú, cagando troncos. Y en realidad, logra hacer uno o dos buenos. Snyder siempre se sorprendió de la facilidad de Kerouac… al notar que el invierno vuela agonizando de viejo en su cajón de medicinas. Cajón de medicinas. “En mi cajón de medicinas/el viento vuela/muriendo de viejo”. En realidad, nunca los ha
publicado; los ha publicado en un disco con Zoot Mis Sims y Al Cohn, es una preciosa colección de haikús. Hasta donde yo sé, esos son los únicos haikús americanos.
El haikú es la prueba más difícil. Kerouac es el único maestro de haikús. Además de su estilo más largo. Desde luego, la distinción entre prosa y poesía queda destruida. Tanto así que he dicho que una laraga página del Kerouac Oceánico es, a veces, tan sublime como un verso épico. También creo que él fue más lejos en el aspecto existencial de la
escritura, concebida ésta como una acción o declaración irreversible e incambiable una vez escrita. De hecho, ayer estaba pensando que hubo época en que me quedé absolutamente sorprendido cuando Kerouac me dijo que en el futuro la literatura consistiría en lo que la gente escribiera realmente, en lugar de lo que trataría de hacer creer a la gente que han escrito, al revisarlo más tarde. ¡Y vi como se abría todo ese universo donde la gente ya no podría mentir nunca más! Ya no podrían corregirse. Ya no podrían ocultar lo que habían dicho. Y él estaba dispuesto a recorrer ese camino, el primer peregrino en una nueva tierra. 1965 Editado por GEORGE PLIMTPON Traducción: DAVID ROSEMBAUM
Hablan los escritores. Barcelona. Editorial Kairรณs. 1981. Pรกgs. 294-295.
EL PAISAJE EN LA MIRADA / NOTA EDITORIAL POR: FELIPE RESTREPO DAVID (1982-)
Por: Diego Arango Bustamante
Desde los primeros viajeros y escritores de esta selección, Carl August Go-sselman, Gregorio Gutiérrez, Emiro Kastos, hasta los últimos, José Manuel Arango, Helí Ramírez, Ignacio Piedrahíta Arroyave, pueden encontrarse puntos en común en la mirada de la naturaleza y el paisaje, incluso relaciones críticas y simbólicas que conectan tiempos tan distantes. Pero hay una misma condición, muchas veces inadvertida por sutil o paciente, que está en el sustrato de cada una de estas escrituras: la lentitud. Y que no tiene que ver solo con un caminar despacio o con un ritmo pausado o aletargado; va mucho más allá de lo físico. Se trata de una comprensión sobre lo que nos rodea: sentir el mundo exterior, los detalles y las inmensidades, lo que está al frente, escuchar, palpar, encandilarse, detenerse, no resistirse. Por eso la
mirada de estos viajeros y escritores construye imágenes por medio de una serie de evocaciones e intuiciones en las que el lenguaje deja de ser, y con mucho, una mera herramienta de información para convertirse en una invaluable posibilidad para dar testimonio de una comprensión del mundo, que suele oscilar entre la admiración y la resignación del que se inclina ante lo que no puede dominar.
El paisaje en la mirada recoge escrituras de los
más variados registros (relatos, crónicas, memorias, informes, ensayos, poemas) porque las impresiones, reflexiones y creaciones de los viajeros y escritores sobre el valle de Aburrá desde el siglo XIX han atravesado no solo los géneros sino las formas artísticas. El libro está dividido en tres partes, y la razón de esta estructura la da el prólogo: en la historia de la cultura antioqueña podría proponerse como fecha de fundación de nuestro paisaje, en tanto construcción literaria y estética, el lapso 1890-1900. Francisco Antonio Cano, en 1892, muestra sus primeras pinturas sobre el valle, su río, sus montañas y árboles; Tomás Carrasquilla, en 1896, publica su novela Frutos de mi tierra, en la que la naturaleza deja de ser plano de fondo para ser fuerza narrativa, tal como había sucedido con María (1867) y la naturaleza y las selvas del Valle del Cauca y del Chocó. Esta parte segunda, que se ha llamado “El paisaje en la mirada”, es el centro y el divisor de aguas de una concepción estética y literaria de entresiglos. La primera parte, “Caminos que se abren entre montañas”, marca el “antes” de esa fundación. En ella, se trata de dar cuenta de algunos relatos y escritos que, a lo largo del siglo XIX, ya expresan una intención literaria en la descripción del valle de Aburrá: un viajero, colombiano o extranjero, que recién mira el valle por primera vez o que se aleja, y ya en las alturas, voltea la mirada para contemplar y emocionarse; o un escritor que hace del mismo valle motivo de su creación. En el gesto de una naturaleza que se abre cuando se llega a ella, o que se abandona o invoca, puede rastrearse la presencia de una época en su necesidad de atrapar un instante; por ejemplo, cómo varían las emociones y los valores en el lenguaje respecto a un mismo espacio, qué adjetivos comienzan a ser insuficientes y cuáles se adoptan como palabras abarcadoras y acabadas.
La tercera parte, “El valle sube a las montañas”, es la continuación de ese momento “fundacional”, el “después” en los siglos XX y XXI; la descripción del paisaje sigue en su búsqueda de la expresión: aparece un valle y una ciudad industrializados, de paradójico espíritu rural y urbano, de calles violentas y vida bohemia; un valle que acoge pero también rechaza con sus nostalgias y contaminaciones; un valle ya no solo de atardeceres y luces claras, sino de sensaciones ante la noche y el vacío. Los escritos reunidos de las tres partes (sin duda, junto a otros que podrían mencionarse) trazan un tejido que es la historia de un valle, su ciudad y sus pueblos. Algunos grabados y pinturas, que acompañan cada parte y sus tiempos, son contrapunto de esa historia. Finalmente, sobre la edición: en varios casos, se incluyeron fragmentos y, en otros, los escritos completos. Siempre se privilegió el “momento” en que el valle se descubre al frente o cuando se detiene la mirada para despedirlo, lo que implicó una selección de unas pocas líneas en unos autores, hasta varias páginas en otros. El orden de los escritos se estableció por fecha de publicación y a veces de escritura; al final de cada uno se encuentra su ubicación bibliográfica. En la mayoría, se respetaron los usos retóricos de época y los cambios delos nombres propios; solo se actualizó la ortografía.
El paisaje en la mirada. El valle de Aburrá en la literatura de viajeros y escritores. Medellín. EDITORIAL EAFIT. 2018. Págs. 21-22.
MEMORIAS DE LA CANTANTE ALEMANA SCHROEDER-DEVRIENT (1804-1860) Por: Carlos Bedoya Correa (1951-)
Digo lo que es en verdad la vida Sólo yo podía cantar así Mis cánticos caen como las semillas No mezcléis la cizaña con el trigo Guillaume Apollinaire
… Y yo sitúo el amor -tal como lo prácticoentre las bellas artes W. S-D
WILHELMINE
Podríamos afirmar que la audacia es una de las exigencias decisivas de la literatura desde el momento en que estamos en condiciones de asumir a ésta como un discurso autónomo, específico, determinado según sus leyes íntimas, las cuales corresponden a un orden diferente al de los sistemas de control. Hablamos de "leyes" en el sentido que da el músico y escritor John Cage a esta palabra, cuando nos muestra que el caos no es opuesto al orden. De ahí que la audacia no puede quedarse en un establecimiento buscado, más bien el trastornar las convenciones de una manera sutil pero radical, valiéndose para ello de la risa, el humor negro. Este humor y esta audacia a los cuales aludimos son una constante de la mejor literatura erótica. Decir erotismo es decir transgresión. Tal como en la vida social el erotismo transgrede la sexualidad (desviándola de la reproducción), en el lenguaje literario ocurre algo similar a nivel de las conexiones que guarda este con la esencia del ser inconsciente y de las cosas. Enfrentar una obra erótica con el propósito de analizarla objetivamente (desde el punto de vista del psicoanálisis, por ejemplo) es dejar de lado la posibilidad de ligar su poder con nuestras vidas, en especial con aquel sol que transcurre de manera furtiva: el deseo. La literatura erótica, audaz hasta la obscenidad, poética hasta el paroxismo, despierta hoy en día la curiosidad de numerosos lectores, por sobre la censura vigente en nuestra cultura, la cual permite la "libertad" de pensamiento pero restringe todo obrar, particularmente la obra: “el pensamiento es libre, pero todo escrito será controlado" dice Brecht en El preceptor. Y aludimos a esta cuestión para reseñar brevemente uno de los mejores libros publicados en la bien presentada colección "La sonrisa vertical", que dirige Luis G. Berlanga y edita en Barcelona Tusquets Editores. Esta colección dedicada al erotismo incluye hasta el momento obras tan importantes como Irene (atribuida al poeta surrealista Louis Aragón, quien niega su autoría), Las tres hijas de su madre y Diálogo de cortesanas de Pierre Louys, Historia del ojo de Georges
Bataille, y las Memorias de una cantante alemana, texto del cual vamos a ocuparnos. Estas memorias pertenecen a la cantante Wilhelmine Schroeder-Devrient (1804-1860). Concebido el cuerpo como toda una zona erógena y como una inscripción a letra que lo multiplica, miles de cuerpos que forman el muro de lo que la clínica clásica etiqueta como "perversión" se proyectan en este libro, visión de un universo de cráteres, diamantes, látigos y sortijas, descubierta para estos "tiempos de penuria" por el alquimista del verbo Guillaume Apollinaire. Las Memorias que comentamos, cuya autenticidad es puesta en duda por muchos críticos, figuran por supuesto en el tristemente célebre Index Librorum Prohibiturum (de Pisanus Fraxi), quien menciona como fecha de sus primeras ediciones: 1868, Tomo I; y 1875, Tomo II. Más allá del problema de su autenticidad, Memorias de una cantante alemana es, de acuerdo con Apollinaire, "la única autobiografía femenina que pueda compararse a las Confesiones de J.J. Rousseau o las famosas Memorias de Casanova.” Narrada en forma de cartas, con una prosa que golpea por su rigor y su buen empleo de lo imprevisto, imaginativa, dura y bastante realista en diversos aspectos, el libro de W. Schroeder-Devrient pone en obra la posibilidad casi alucinante de que una mujer escriba como una mujer, no en el plano de lo fisiológico sino en el de la sangre y materias viscerales. Arduo camino lleno de altibajos, alusivo, inmerso en un secreto nada sucio que una rara diosa deja entrever en situaciones extremas. La cantante vive este destino víctima del machismo ario, de riesgo en riesgo, siempre con la cara en alto, visualizando el nexo música-erotismo ("no hay mejor cómplice que la música") con una crudeza (deberíamos decir desnudez) que los mojigatos habituales sepultarían en sus fosas de agua bendita, pero que esta época ha sabido captar con todo su encanto más allá de las astucias de la industria editorial. Dividida en dos partes iniciación y el viaje texto nos hace amar la niña que se angustia y donde la carne no cede
que podríamos denominar la sin retorno posible, este vida de una mujer siempre se deleita en el laberinto más que a los hechizos del
espíritu. Espíritu ansioso de dispersarse en todo cuerpo, en todo universo. Espíritu que la letra es incapaz de matar cuando es flechado por el vacío generador. Vacío por el cual circula la escritura gratuita de la cantante, fantasía transformada en voz y palabra (Recordemos "Josefina la cantora", aquel precioso relato de Kafka). Voz y palabra que aguijonean el corazón del bailarín en los senderos congelados. Vale decir, de paso, que escribir es ser atrapado por un azar capaz de traicionarnos y, paralelamente, el goce de ejercer lo imposible (?) potencia de sorprender: "colmar siempre este deseo de improviso que marca el gusto moderno", como lo expresa André Breton en uno de sus mejores libros, Los pasos perdidos. Cuando la embriaguez dionisiaca se instala en casa del misterio que nos seduce, las imágenes más inocentes se tornan crueles. Amiga de Beethoven y Goethe (quien al parecer, había escrito algunos versos en su álbum personal) se dio el lujo de no incluirlos en sus memorias. Enigma de hermoso cuerpo, linda voz, deseosa de hallar nuevas formas de sentir, con una ternura asfixiada por la violencia hipócrita de unas costumbres devastadoras de toda fuerza erguida, desplegaba su luz al caminar bajo la mesa de la moral más puritana. Esta "belleza del diablo" poseída por el don del azar, supo moverse con soltura en atmósferas de penumbra sadomasoquista, con un éxtasis que únicamente la reproducción puede volver negativa y que apenas logra perfilarse en la palabra. El deseo ausente regresa por instantes. Ella canta, su palabra es un ritmo audaz, impulsado por el asombro, por el amor a lo nunca sentido, al acontecimiento nunca acariciado. Sabe por experiencia algo que la Ley suele ocultar, al igual que muchas cosas más, a la vibración imperceptible encarnada en la mujer, quien es fustigada tenazmente cuando elude el peligro, el miedo a la sociedad, la delicadeza, la espiritualidad, al tiempo que destruye la máscara cotidiana: "Por experiencia sé que entre las mujeres quienes parecen prometer mucho son justamente las más frías y las más insensibles, incluso cuando cumplen sus promesas: "Aguas tranquilas, aguas profundas". La justeza de este proverbio se muestra con más evidencia en el carácter de la mujer. Sí, somos capaces de fingir hasta en el momento del desvanecimiento… Para la
mujer es muy doloroso reconocer que goza". (Memorias
de…)
Hablábamos del canto, lo femenino, el erotismo. La hierba crece, a cada momento nos preguntamos golosamente que viene después. Resulta imposible detener la lectura, la tentación de releer nos obsesiona. No se trata de morbosidad (como sería el caso del ejecutivo frustrado exhibiendo orgulloso su colección de material pornográfico, sea éste rosa o negro) pero ciertas relecturas nos destruyen y reconstruyen, devolviéndonos a lo que actualmente no deja de ser más que un concepto: la vida (y su doble: la muerte). El amanecer poseído del jardín nos invita a especular, y añadimos algo: la música funciona aquí como un lugar inubicable, sin territorio. Sí, la música funciona, es decir, se ve obligada a cumplir un papel: divierte, aliena, reprime o libera. Resulta curioso que en la poesía de nuestra amada "volatinera" Alejandra Pizarnik encontremos una posición análoga respecto a la música en tanto origen inabordable. W. Schroeder-Devrient escribió en relación a ello algunas líneas, mostrando la afinidad de la música con aquello que nunca deja de comenzar, implorando la "pequeña muerte": "Una cantante puede amar a su patria; puede sentir cariño hacia la lengua, las costumbres y los recuerdos de su infancia, pero sólo tiene una patria: la música". Meterse en las teclas del piano para descubrir un lugar maravilloso o un "infierno musical". Celebración que conlleva el olvido para abrir campo a una forma fugaz y eterna. Quisiéramos profundizar más, asociar más acerca de las Memorias de una cantante alemana. Conectarla, hasta donde sea factible, con la obra de Pierre Louÿs y otros autores en los que lo anal y lo oral se confunden. Sin embargo, retomemos para terminar por el momento, la oscura pregunta formulada por Roland Barthes, en El placer del texto: "¿El amorpasión como goce? ¿El goce como sabiduría (cuando llega a comprenderse a sí mismo fuera de sus propios prejuicios)?” Acerca del prólogo, mejor ni hablar. Ya volveremos a referirnos a esta joya, incluso hay quienes lo consideran lo mejor del libro.
Viajes en la cuerda floja. Endymión. 2006. Págs. 91-96.
Medellín.
Editorial
LA POLITONALIDAD Y LA ATONALIDAD Por: Darius Milhaud (1892-1974)
La politonalidad y atonalidad no son sistemas arbitrarios. Son, por una parte, el desarrollo de la armonía y del contrapunto diatónicos y, por otra, la del cromatismo, y debería por ello ser objeto de estudios técnicos complementarios… Lo que determinará el carácter politonal o atonal de una obra será más bien la melodía esencial que el procedimiento de escritura, ya que la melodía viene del “corazón” únicamente del músico. Es esta necesidad absoluta orgánica de la melodía inicial la que evitará que los procedimientos se fijen en cualquier otro sistema muerto ya por antonomasia. Toda la vida de una obra no dependerá más que de la invención melódica de su autor, y la politonalidad y la atonalidad no harán sino proporcionar más extenso, medios de escritura más ricos y una escala
expresiva más compleja a su sensibilidad y a su fantasía… Cuando comenzaba yo a componer música comprendí en seguida los peligros que existen si se siguen los caminos de la música impresionista. Tanto deslavazamiento, tantas brisas perfumadas, tantos fuegos artificiales, tanta indumentaria resplandeciente, tantos humos y tanta languidez marcaban el fin de una época cuyo amaneramiento me producía una repugnancia insuperable. Darius Milhaud. “Polytonalité e atonalité”, en la Revue Musicale, 1 de febrero de 1923. ALGO ACERCA DE HENRI SAUGUET (1904-1989)
En Sauguet la música es como un sexto sentido. Una facilidad melódica de un inagotable debordamiento. Reemplaza, para alegría nuestra, las combinaciones más hábiles de los contrapuntistas más célebres. Es un intuitivo cuya intuición está guiada por su instinto, por la agudeza de su inteligencia y la seguridad de su gusto. Esta especie de elegancia
natural es la misma que la de un jugador de tenis. Su música tiene raza como los gatos siameses. Estas cualidades se unen a un corazón tierno al cual intimidan las máquinas agrícolas o las locomotoras, pero que ama el mar, los barcos, los marineros, sus pompones rojos, las cintas de sus gorras y los cuadros de conchitas.
Darius Milhaud. Études. Ed. Claud Aveline. 1927.
Con la colaboración de : A. Golea, A. Hodeir, P. Boulez, J. Xenaxis, M. Leroux, J. Bourgeois, M. Fano, M. Bejart.
Traducción: BELÉN MARAÑON
Panorama de la música contemporánea. Samuel Claude.
Madrid. Ediciones Guadarrama. 1965. Págs. 313-314, 320.
LA RUEDA DE LAS CUCHILLAS ACERADAS Por: Dhamarakshita (S. X)
28. Sí, cuando estudiamos, nuestra mente se oscurece, es que la rueda de cuchillas aceradas, nuestras malas acciones, se vuelve contra nosotros. Hasta ahora siempre hemos minimizado la importancia del estudio; en lo sucesivo, desarrollemos la sabiduría de la escucha y de la reflexión. 31. Cuando ninguno de nuestros esfuerzos, mundanos o religiosos, da frutos, es que la rueda de cuchillas aceradas, nuestras malas acciones, se vuelve contra nosotros. Hasta ahora siempre hemos subestimado la importancia de la causalidad; esforcémonos en lo sucesivo para acumular méritos. 35. Cuando nos vemos obligados a errar por el mundo, es que la rueda de cuchillas aceradas, nuestras malas acciones, se vuelve contra nosotros. Hasta ahora siempre hemos expulsado a los maestros y a
otras personas de sus casas. Evitemos en lo sucesivo expulsar a nadie de su hogar. 50. Haz girar ahora, Yamantaka, la rueda de cuchillas aceradas de tu actividad. Hazla girar tres veces con furia: con las dos piernas separadas –las dos verdades- y los ojos muy abiertos –el método y la sabiduría. 53. ¡Golpéalo! ¡Golpéalo! Atraviesa el corazón del enemigo –el yo. Baila sobre la cabeza de este pensamiento destructivo, ¡pisotéalo! Atraviesa el corazón del verdugo, nuestro enemigo –el yo. 56. Nos dirigimos hacia los sufrimientos de los tres mundos desgraciados, pero, inconscientes, reproducimos siempre sus causas. Baila sobre la cabeza de este pensamiento destructor, ¡pisotéalo! Atraviesa el corazón del verdugo, nuestro enemigo – el yo. 57. Queremos elevadas realizaciones, pero la perseverancia nos falta, hacemos bellos proyectos, pero no acabamos ninguno. Baila sobre la cabeza de este pensamiento destructor, ¡pisotéalo! Atraviesa el corazón del verdugo, nuestro enemigo –el yo. 58. Tenemos una gran sed de felicidad, pero no reunimos sus causas. Somos débiles en las pruebas, pero ávidos de saciar nuestros deseos. Baila sobre la cabeza de este pensamiento destructor, ¡pisotéalo! Atraviesa el corazón del verdugo, nuestro enemigo –el yo. 74. Olvidamos los beneficios de la doctrina y buscamos provecho del negocio. Desdeñamos los sabios consejos de los maestros y acudimos a la ciudad. Baila sobre la cabeza de este pensamiento destructor, ¡pisotéalo! Atraviesa el corazón del verdugo, nuestro enemigo –el yo. 85. Hemos escuchado poco y no dominamos ningún tema. Nuestros conocimientos de las Escrituras son escasos y nuestras interpretaciones, falsas. Baila sobre la cabeza de este pensamiento destructor, ¡pisotéalo! Atraviesa el corazón del verdugo, nuestro enemigo –el yo.
La rueda de cuchillas aceradas. Palma de Mallorca. José J. de Olañeta Editor. 2014. Págs. 25, 26, 28, 36, 38, 39, 41, 43, 46-47, 62.
LIBROS (FRAGMENTO) Por: R. W. Emerson (1803-1882)
(…) Éstas son algunas de las obras que nos aportan los tiempos antiguos y modernos y que recompensan bien el tiempo que se emplee en leerlas. Si comparamos el número de los buenos libros con la cortedad de la vida muchos debieran ser leídos por medio de un delegado, si es que hubiera muchos delegados hábiles para ello; y estaría muy en su punto que los jóvenes sinceros adoptasen el método del Instituto francés y de la Asociación británica, y lo mismo que ellos dividen todos los trabajos en secciones para que cada cual haga el estudio y presente el informe de las materias que se le confían, así se pudieran asociar los estudiantes con personas en quienes se pudiera confiar formando un club literario en el
que cada uno tome a su cargo una obra o una serie para la que esté preparado. Por ejemplo: ¡cuán atractiva es toda la literatura del Romance de la Rosa, de la leyenda y de la gaya ciencia de los trovadores franceses! ¿Y quién tiene en Boston tiempo para leerlo todo? Mas uno cualquiera de la reunión pudiera acometer esta empresa, estudiar esta materia y dominarla, hacer un resumen de ella como bajo juramento; y darnos el resultado sincero, tal y como lo tiene en la inteligencia, sin añadir ni quitar nada. Otro miembro pudiera a la vez estudiar honradamente y darnos un resumen de la mitología británica, de la Tabla Redonda, de las historias de Brut y de Merlín, y de la poesía de Welsh; un tercero de las Crónicas sajonas, de Roberto de Gloucester y de Guillermo de Malmesbury; un cuarto sobre los Misioneros, el Drama primitivo, la Gesta Romanorum, Colier, y Dice, etc. Cada cual nos aportaría sus pepitas de oro ya lavadas; y los demás decidirían qué libro era más indispensable.
Prólogo de EDWARD LAROCQUE TINKER
Ensayos. México. Editorial Porrúa. 2007. Págs. 5455.
INTRODUCCIÓN (FRAGMENTO) Por: Erika (1905-1969) y Klaus Mann (1906-1949)
I ¿De dónde ha sacado esta Costa Azul su gran fama? ¿Por qué a través de tantos siglos sigue esta Cote d´Azur siendo la playa de diversión y descanso del continente, del mundo? The Coast of Pleasure, La Riviera: leyenda de lujo, brillo, la bola en la ruleta que gira, pieles de armiño y gloria de champagne. Generaciones de auxiliares mercantiles y doncellas soñaban con este sueño mientras que sus señores venían en febrero a este sitio. Francia bendita, con París como capital y esta costa mediterránea de playa. E artista francés que cree que ya no puede sacar ninguna inspiración nueva de la luz gris perlada de París, sube al tren rápido y llega allí abajo después de un viaje nocturno, donde la luz parece más dura y caliente y a la vez más saturada, próspera y seca; italiana, a veces con las secas influencias africanas; en otras, en cambio, suavizadas de toque francés, de manera más civilizada, tierna y dulce. Se tiene de la Riviera la sensación de uniformidad idílica; un paisaje tan íntimo para la civilización que ya no ofrece ninguna sorpresa. Pero eso no es totalmente cierto, ya que en algunas regiones del interior del país lo idílico cambia y crece hasta lo espléndido; por ejemplo en la cordillera de Estérel o en los barrancos de los Alpes Marítimos. Aquí se encuentra uno de repente escarpaduras, calvicies y desiertos patéticos,
mientras que más adelante, en los jardines sobre el mar, crecen miles de flores con sus colores y fragancias mágicos. En algunos lugares, sobre todo en los rincones más escondidos, la costa adquiere un aire del sur, e incluso las palmeras que se encuentran en los jardines de los hoteles a menudo producen un efecto algo ridículo, como parte de un salón a desempolvar, se vuelven cada vez más verosímiles y propios de este lugar, como de aldea africana. Sol, sol, sol, más la corriente del Golfo. El mar muy azul, avenidas de palmeras, casinos, hoteles de lujo; esto es la imagen popular de la Riviera. Pero con ella se olvida los atractivos más agrios. Es André Gide quien habla por un lado de “la
fascinación del reflejo ilusorio que nos hace pensar que el sur es algo suave y privilegiado” y al mismo tiempo confiesa en el mismo contexto su “extraña alegría en lo áspero, la sequedad, el mundo primitivo, que me hacía parecer el desierto mucho más deseable que el oasis”. Bien, en cualquier parte del sur existe un trozo de desierto, algo quemado, algo de arena infecunda, algo abrasado; solamente hacen falta un par de ojos para adivinarlo, hasta incluso en la dulzura de la Costa Azul. Se reconoce que aquí domina “lo suave y privilegiado”. Pero quien tiene la sensibilidad, percibe un mundo distinto detrás y por lo tanto apreciará mucho más la dulzura del oasis.
Es cierto que el aire y el ambiente de esta Riviera entre Marsella y Mentone tienen gran influencia en la pintura francesa y no podemos imaginarnos el impresionismo sin su existencia. Empezando por Renoir, que trabajaba en Cannes, siguiendo con Van Gogh hasta llegar a Matisse y Derain, la atmósfera plena de luz de la Cote d´Azur a finales del siglo XIX y principios del XX inspira al siglo. Llama la atención que el mar y la costa como motivo no jueguen un papel importante en los temas de los impresionistas clásicos. Cuando pensamos en el impresionismo lo hacemos en jardines, mujeres o bodegones con manzanas, y aunque a veces creemos reconocer barcos en un puerto que identificamos con ciertas láminas de Van Gogh, no asociamos la orilla del mar con el nombre y la cara de éste; y sí, por ejemplo, con los girasoles, algunos arbustos y árboles que parecen arder como las llamas, o el jardín del manicomio. Sin embargo, el impresionismo
no hubiera podido nacer sólo en el aire plateado que cubre París, ni este aire hubiera podido mantenerlo ni alimentarlo. Para eso se necesitaba el Sur de Francia. Y en nuestra década, desde que surgen estudios y academias de pintura en Sanary y Cassis por un lado, y en Cannes y St. Paul por otro (tanto franceses, como alemanes y anglosajones), la Cote d´Azur aparece cada vez con más frecuencia como tema de pintura de la modernidad europea.
Al igual que estando en Hamburgo o BerlĂn es agradable pensar que Alemania nos brinda el paisaje de la Alta Baviera, como ejemplo de lo alemĂĄn; quien
se halla en París también tiene la agradable conciencia de que existe el Sur de Francia y la Cote d´Azur. No se conoce a los franceses si se conoce solamente a los parisinos, no se conoce ni siquiera el idioma francés cuando se oye solamente el argot de París, metropolitano y refinado. El francés del sur habla más áspero, más lento y sonoro. Acentúa más las sílabas finales, lo que hace sonar dialecto más rudo. Además vibra las erres y tiene unos sonidos guturales más disminuidos. El resultado, es definitivamente muchos menos elegante que la forma rápida y descuidada de los parisinos a la hora de charlar, se podría también decir que son más ingenuos. A los parisinos les gusta burlarse un poco de los franceses del sur, a pesar de ello, los quieren. Tienen fama de ser muy habladores y aficionados al gozo, disfrutar del buen vino y de la vida social; al mismo tiempo son perezosos y temperamentales. En muchos de sus rasgos y características casi parecen italianos pero ante todo son franceses, esto es, más civilizados y europeos, y sin los complejos de la megalomanía de César. Cuando presume o te miente como un bellaco parece inofensivo y no se dejaría engañar por aventuras imperialistas. Su sentido común le garantiza una buena parte de cinismo, que por lo que respecta a los franceses, siempre atenúa su énfasis y ayuda a soportarlos mejor. Es sensible, naturalmente amable y casi siempre está de buen humor. Ha sido a menudo, y de forma muy cariñosa, tema de la literatura francesa; y es una de sus figuras clásicas. Justamente sobre este tema, una comedia celebra ahora su triunfo en los teatros del mundo. Se desarrolla en Marsella y, si por un lado, se burla de forma benévola de las peculiaridades tan suyas de los franceses del sur, de otro, se festejan en el Marius de Pagnol (1). La característica más destacada de este joven, que vive en el puerto, es la “nostalgia”, y ella trazará su destino. Probablemente es imprescindible para crearse esta imagen de los habitantes de la costa, que si se mira con humor conlleva, en suma e inevitablemente, rasgos pequeño-burgueses. Ellos tienen siempre el mar por delante, África está enfrente. La “nostalgia” es el sentimiento fundamental de todos los pueblos que viven cerca del mar. Pagnol –o Bruno Frank, que encontró la palabra alemana- la ha definido de forma muy precisa. Esa intranquilidad,
ese afán por lo desconocido, son características que distinguen al hombre de la costa del Sur de Francia, la Cote d´Azur, frente a sus hermanos del interior del país. Tomemos de ejemplo al marsellés como modelo de esta región: una mezcla de comodidad y afán de aventuras, burguesía e inquietud, son componentes de su encanto específico.
1. Marcel Pagnol: dramaturgo, escritor y cineasta francés, nació cerca de Marsella y allí ambientó muchas de sus obras. Marius, cuadro de costumbres marsellesas, se estrenó en 1929. (N. del Ed.) Traducción de BIRKA LUDKE
El
libro
de
la
Riviera.
Ediciones. 2009. Pรกgs. 7-11.
Valencia.
El
Nadir
EL ESPEJO QUE VUELVE Por: Alain Robbe-Grillet (1922-2008)
Me han preguntado en muchas ocasiones por qué hay tanto cristal roto en todas mis películas (y mucho antes de la rotura accidental que acabo de contar aquí) desde Marieband hasta La belle captive. En general, respondo que ese sonido es interesante (es un conjunto de sones cristalinos, pero con un espectro muy largo, cosa que permite a Michel Fano introducir diversas transformaciones con la ayuda de un sintetizador), y también que los pedazos sueltos toman una bonita luz… Pero sé perfectamente que ese tipo de explicaciones nunca es suficiente. Por otra parte, no acabo de ver la relación afectiva entre las imágenes sonoras que he podido producir con un material semejante,
constantemente reinvertido en nuevas combinaciones, y ese episodio amargo (mucho más tardío, repito) de la crónica familiar. Sin embargo, debe existir una relación. Y, desde el punto de vista estructural, ya se encuentra de algún modo establecido: debida al efecto de aproximación que acaba de operarse bajo mi propia pluma. En cuanto a los sentimientos de desesperado amor paternal –incestuoso, huelga decirlo- que me inspiraba Catherine desde nuestro primer encuentro, mi madre se asombraba (se alarmaba, sin duda alguna) de que pudieran ser contemporáneos a la escritura de Le Voyeur, en donde una niña precoz desempeñaba un papel bien distinto. Pero en este caso, por el contrario, es a mí a quien me parece evidente la relación. Esta novela que a ella le parecía horrible sigue estando alumbrada a pesar de todo, desde mi punto de vista, por una ardiente pasión amorosa, ilimitada, exorbitante.
Traducción de JOAQUÍN JORDÁ
El
espejo
que
vuelve.
Barcelona. Anagrama. 1986. Pรกgs. 151-152.
Editorial
MUERTE DE UN COLECCIONISTA Por: Alejo Carpentier (1904-1980)
Víctima de un accidente de automóvil, murió a comienzos de este mes uno de los más extraordinarios coleccionistas de arte de todos los tiempos: Albert Coombs Barnes, en cuyo museo privado –abierto, sin embargo, a quien quisiera visitarlo, y más aún si se trataba de un estudiante, intelectual o artistase habían reunido algunas de las piezas capitales de la pintura contemporánea. Además de ser un gran experto en materia de arte, Albert Barnes pertenecía a esa raza de coleccionistas legendarios de comienzos del siglo, en quienes el buen gusto y la cultura se apareaban con un olfato prodigioso –más que olfato, sentido profético, infalible, de lo que, en el futuro, habría de imponerse a la admiración universal-. Albert Barnes era los que medían la
envergadura de un artista, sobre una simple muestra de Jarry, hubiera sido capaz pintura de la que todos se Aduanero Rousseau.
su caudal de promesas, su trabajo. Como Alfred de vislumbrar, en una burlaban, el genio del
Albert Barnes nació muy pobre, en una localidad de Carolina del Sur. Tuvo que costear sus estudios de farmacia, jugando en un teamsemi-profesional de baseball. Deseoso de seguir un curso en la ilustre universidad de Heildeberg, se vio obligado para ello a cantar en una cervecería de la ciudad de los condes Palatinos. Pero el encuentro con el Argirol –más útil para ciertos menesteres que el Catecismo de Ursinus y Olevianus-, antiséptico que difundió
en los Estados Unidos, lo hizo millonario a la edad de treinta y cinco años. Fue entonces cuando hizo un viaje a París, en compañía de un amigo suyo, Glackens, jugador de baseball que compartía su amor a la pintura –y que, por lo mismo, sería seguramente un mediocre jugador de basseball. Picasso en aquellos días, vivía en una casa destartalada de la RueRavignan; Braque y Juan Gris, eran objeto de burlas; Matisse y Derain se veían calificados de “fieras” por los críticos. Eran los tiempos del cubismo, con sus arlequines, recortes de periódicos, collages, botellas de anís y guitarras. Y eran los tiempos, también, en que los pintores faltos de dinero solían pagar sus cuentas de vino, cerveza o salchichas con lienzos recibidos de muy mala gana por los taberneros. Con su finísima intuición, Albert Barnes se aficionó muy pronto a una pintura casi generalmente menospreciada por los coleccionistas, alentada solamente por los dueños de modestas galerías, y que, en aquel momento, no tenían valor comercial alguno. Así, adquirió su primer Picasso por 20 dólares; su primer Matisse, por 50. Hoy, ambas telas valen 20 000 dólares. Pero ahí no terminaron sus fabulosas adquisiciones. Un día, en un rastro, se constituyó una colección de doscientos lienzos capitales de Matisse. Y después de una persecución que duró cerca de treinta años –pues Barnes era de una tremenda tenacidad cuando estaba enamorado de un cuadro- adquirió en 1942 los famosos Pescadores de almejas en Barneval de Renoir por la suma de 175 000 dólares. La colección que ha dejado al morir es de un valor inestimable. 21 agosto de 1951. Compilación y prólogo de (Especialista del Centro de Carpentier)
Alejandro Promoción
Cánovas Cultural
Pérez Alejo
Letra y solfa. Artes visuales. La Habana. Editorial Letras Cubanas. 1993. Págs. 16-17.
ENSEÑAR Por: Roland Barthes (1915-1980)
Enseñar lo que sólo sucede una vez. contradicción en los términos! Enseñar repetir, siempre?
¡Menuda ¿no es
Y eso es no obstante lo que Michelet creía haber hecho: “He tenido siempre mucho cuidado en no enseñar nunca más que lo que no sabía… Yo había transmitido esas cosas tal como eran entonces para mi apasionamiento, nuevas, animadas, ardientes (y llenas de encanto para mí) bajo la primera atracción del amor”. 1974, L´Arc. Traducción de C. FERNÁNDEZ MEDRANO
Lo obvio y lo obtuso. Imรกgenes, gestos, voces. Barcelona. Ediciones Paidรณs. 1986. Pรกg. 345.
CÉSAR MORO (1903-1956) Por: André Coyné (1927-2015)
I
“César Moro, esclavo universal” La amistad es como el amor: exclusiva. No hablo de una amistad mundana –tampoco de una amistad puramente intelectual, que apenas difiere de la otra, pues vive de ideas, y las ideas viven del mundo, debatidas en cualquier columna de cualquier periódico, por cualquiera: de nadie huyen, de nadie se avergüenzan, con todos coquetean, poco o mucho, a todos se entregan, mal o bien, como rameras.
Amistad-pasión, la que recuerdo: la de los goces y los dolores, las alegrías y las angustias.
César Moro tenía la pasión de la amistad –una amistad difícil, exigente (así es la pasión) pero también la única, maravillosa. César Moro tenía la pasión de la amistad y no hubiera admitido que lo juzgaran sin pasión, que dieran de él un testimonio frío, calculado, y en buena cuenta indiferente. Tenía razón: hasta sus injusticias eran justas – había que conocerlo y, después de conocerlo, amarlo, para comprender que, en el fondo, él podía a veces engañase, pero nunca se equivocaba. ¿Ideas? Pobres ideas… Lo que de nosotros vale, no son ideas. ¿Qué ideas hay nuestras? Y, a la hora de las horas ¿qué nos importan nuestras ideas? Podemos cambiarlas: moda, antojo –un día esto, otro día aquello- mejor no tenerlas ya que, pasadas las modas y los antojos, un solo hecho queda, inalterable: nuestra sensibilidad. No digo sentimiento, sensiblería: sensibilidad-, la aptitud para comunicarnos, inmediatamente, con el mundo, para tejer la red sin fin de relaciones entre nosotros y cada cosa, nosotros y cada ser del universo, la tierra, el cielo, el mar, un rostro, un objeto, una mirada, hoy, siempre hoy, ayer hoy, mañana hoy, de día o de noche, en la vigilia o en el sueño. Amistad exclusiva, cuando arraiga en una sensibilidad común, la que va creando, día tras día, un lenguaje común, exclusivo; con las palabras de todos, un lenguaje de pronto extraño a los demás, y luego, cada día que pasa, más extraño. Dos hombres, dos mujeres, un hombre y una mujer descubren una tarde que un espectáculo dado de la vida les inspira la misma reacción de burla, de escarnio, de rechazo, o de placer, de entusiasmo: han descubierto la amistad como el amor; comunican; para ello disponen de palabras aprendidas, “passepartout –palabras del lenguaje cotidiano; empiezan a escoger entre ellas; descartan muchas, y las que guardan, se las apropian; es como éstas nunca hubiesen existido para nadie hasta la fecha: las reiventan, para uso común –exclusivo… Voces idénticas, materialmente idénticas a las del diccionario y voces nuevas por el sinnúmero de resonancias íntimas que adquieren… Aventuras del
lenguaje, que acreditan todas las aventuras del alma…
Cualquier lenguaje es signo; signo que a todos dice algo, lo mismo: el lenguaje de a diario; signo que
todos puede decir algo, lo mismo: el lenguaje de las ciencias. O signo para los iniciados: el lenguaje de la poesía, el del amor, de la amistad. Lenguaje exclusivo, porque nada define: alude, y la palabra es la llave que abre las puertas de un mundo oculto, reservado; hay que merecerlo. Quienes lo han experimentado como yo, o antes que yo, no me van a desmentir, estoy seguro, no me pueden desmentir: el lenguaje que hablábamos con César Moro, sus amigos, sabemos que con nadie más lo hablaremos, quisiéramos callar, y tal vez oír retumbar en plena noche el eco de la voz familiar, la voz viva que no aceptamos que haya muerto. Heme aquí hablando sin embargo –hablando: ¿para presentar una retrospectiva de pintura? No… La pintura también es lenguaje y los cuadros nos hablan por sí solos. En otras circunstancias –Moro en vidahubiera bastado como introducción la página de aforismos que él mismo escribiera- para posible prefacio a una muestra de sus obras y que hemos reproducido en el catálogo. Pero, no está presenta para deslumbrarnos con su presencia: sus cuadros hablan, él ya no habla. Por otra parte, han pasado cerca de 20 años desde que se realizara, en la Peña Pancho Fierro de Alicia Bustamante, una exposición de obras anteriores al viaje a México; y a partir de 1948, fecha de su regreso, hasta su muerte, Moro había escogido, en la mayoría de los casos, el silencio; contados eran los amigos que sabían que, después de años sin pintar, había vuelto a coger los pasteles y tenía listos unos quince cuadros que destinaba a una exposición próxima, casi confidencial, cuando murió. Para muchos la pintura de Moro quedaba pues totalmente desconocida u olvidada, más aún que su poesía, y casi tanto como su persona. No me cabe emprender ahora una exégesis de la producción plástica o escrita, tampoco puedo, ya lo dije, de buenas a primeras, hablar, en público, el lenguaje de fulgores y matices que hablaba con él, sólo con él; al menos desearía esbozar un retrato en el cual quienes lo conocieron lo reconozcan y los otros sospechen lo incongruente y lo inconfundible de su vivir de hombre, de artista. He reunido en este folleto el texto, ampliado, de la charla que pronuncié en el Instituto de Arte Contemporáneo, el 21 de agsto de 1956, con motivo de la Exposición retrospectiva
de la obra pictórica de César Moro y dos textos más antiguos: uno publicado en El Comercio, 15 de enero de 1956 (Moro acaba de morir), y el otro en Cultura, Año I, Nro 1, para presentar un texto inédito Alfabeto de Actitudes.
César Moro. Lima. Ensueño Indescifrable Editores. 2003. Págs. 7-8.
LOS PORDIOSEROS Por: Enrique Gómez-Correa (1915-1995)
A
WALKIRIA
El día se ha consumido Y su luz se ha consumido Mientras yo te esperaba Walkiria. La primavera ha tocado tu frente Y te has llenado de júbilo Los árboles y las plantas han recuperado Su verdor y las flores Mientras yo te esperaba Walkiria. El verano hizo madurar los trigales Que llevan al pan cotidiano Y las uvas maduras a los deliciosos mostos Mientras yo te esperaba Walkiria. El otoño conservó el espacio Y la fragancia de los frutos Que estuvieron y se han ido Mientras yo te esperaba Walkiria. El invierno se llevó a la mar Las hojas de los árboles y los amores antiguos Mientras yo te esperaba Walkiria. Ahora que has llegado Walkiria La noche se ha iluminado para ti Como nunca antes Con la luz que yo le cedí
Con tanto amor Y con tanto placer ENRIQUE GÓMEZ-CORREA
Sous d´étranges chapeaux un animal bizarre GERMAIN NOUVEAU. Le Calepin du mendicant
I A orillas de una iglesia muy antigua y derruida Los pordioseros interrogaban Frenéticamente al Tarot Ellos esperaban impacientes Que les anunciaría el más cruel de los presagios.
“Partiréis con vuestros harapos a cuestas “Hacia los cuatros rincones del universo “Clamando la gracia necesaria “Los cuatro ríos del Paraíso “La viga que yace en el fondo del ojo “Los sinsabores que deja el hastío. “Recomenzaréis con ira “La misma canción del maldito que perdió su sombra “Para regresar a la infancia dulce y amarga “Como la luna “Como el sol “Del cual depende la luz “Y el fuego que eres “Cuando la noche encuentra su máxima altura”. II ¿Quién es aquél que sin inmutarse Habla de los esplendores del bien y del mal Y no consigue acallar su corazón Que mendiga un poco de amor Para su alma desolada? ¿Quién es aquél otro que se arrastra a tus pies Y no teme pervertir tu repentina mirada Y te habla en voz baja Transmitiéndote el Gran Secreto que te atormenta? Es ella, es él, es el otro Todo para hacerse uno Y llegue naturalmente al Uno Que todo lo contiene En su afiebrada memoria
Que une inevitablemente Al Uno con el Todo Sin posible escapatoria. III Adelgazada la llama como el hambre Se precipita sobre seres con cabezas diminutas Y entonces aparece el rostro de la muerte. Pegado en la ventana Trayendo a la memoria los desvaríos De una noche caliente. El ángel llega después de tantas súplicas Y cubre con sus alas su atormentada cabeza Una palabra basta Y el sortilegio continúa. Nos hemos liberado de todo Como el pájaro que posee todas las claves Así sucede siempre Cuando has pasado los desvaríos De una noche caliente. IV Cada vez que pides algo te desgastas Como la roca bañada por la espuma del mar El mar que nos da la sal de la vida En el árbol de la noche. Un sueño El sueño Mientras Pero que
cubre el cuerpo de que se alarga y se emprendes el vuelo pesan como el peso
alto abajo encoge según el olvido a zonas desconocidas del fantasma.
Otra vez sientes el ansia de pedir Porque eso te recuerda que eres Y te refresca los labios Por placer Y como signo de buena voluntad. V Un ojo azul y el otro rojo Para que la luz se deslice por entre las palabras Las palabras “razón”, “locura” Éstas que conforman la cascada
La cascada de palabras. Un poco de amor y un poco de odio Alternándose entre una vida pálida Y una vida al rojo Todo esto te lleva al laberinto De tu pensamiento Que no se doblega ante el dolor. Sales al aire y alzas la cabeza Clamando un poco de libertad Libertad que se congela Y que se deshiela Con la llegada de la primavera. XXXII Las penas del amor Y las penas de la amistad Yo he podido ahogarlas Con amargas lágrimas Al igual que los pordioseros Al quienes les robaron sus limosnas. Dolores al cuerpo, los fuertes dolores de estomágo Dolores, muchos dolores de pies A causa de zapatos estrechos Todos los he terminado soportando. También los dolores espirituales Esos que provocan la calumnia y la infamia Los que produce la ausencia de la gracia Estos mismos que son la causa de llagas en el alma Y que alteran los ánimos de las fieras Que me iluminan Con lo Uno Y que es también el Todo. XXXIII Tanto placer y tanto dolor Que he podido soportar a pesar de todo A pesar de los vendavales que me trataban Como si hubiera sido hoja de árbol o de libro. Todo lo he superado con mi presencia Y mi estilo Aun el cansancio Ese que ha cogido a los pordioseros
Que se cansaron de peticiones inútiles y sin respuesta Ellos finalmente resolvieron volver a sus antiguas iglesias Y a recibir sus acostumbradas limosnas En tanto que el odio bien alimentado en su jaula. He logrado permanecer duro como el diamante Y transparente como el cristal El fuego espiritual se ha mantenido Pero la llaga del alma se ha sanado. Estoy solo con mi frente expuesta A los rayos del sol y de la luna No olvidéis La poesía, mi poesía, me ha redimido de todo Por lo tanto El presagio se ha cumplido. La barca está lista para zarpar Se han izado sus velas Me dicen que ya es hora de partir Yo respondo “a la otra vuelta” Y entonces el cielo enciende todas sus estrellas Y yo elijo la más brillante para que me conduzca a lo desconocido A lo desconocido que yo tanto amo Grito ahora con entusiasmo
¡Oh estrella de los marineros!
Prólogo de MARÍA TERESA LIRA LAGARRIGUE
Los
pordioseros. Santiago de Chile. Editorial Universitaria. 1992. Pรกgs. 21-22, 22-23,23-24, 24, 50-51, 51-52.
PRESENTACIÓN PARA FANNY RABEL Por: Frida Kahlo (1907-1954)
Fanny Rabinovich pinta como vive, con un enorme valor, inteligencia y sensibilidad, agudas, con todo el amor y la alegría que le dan sus veinte años. Pero lo que yo juzgo más interesante en su pintura es la raíz profunda que la liga a la tradición y a la fuerza de su pueblo. No es pintura personalista sino social. La preocupan fundamentalmente los problemas de clase, y ha observado, con una madurez excepcional, el carácter y el estilo de sus modelos, dándoles siempre una viva emoción. Todo esto, sin pretensiones, y llena de feminidad y finura que la hacen tan completa.
NOTA Fanny Rabel (quien decidió cambiar su apellido paterno) nació el 27 de agosto de 1922 en Polonia. En 1929 inició su formación escolar en Francia. En 1938 llegó a México e ingresó en 1944 a la Escuela de Pintura y Escultura (“La Esmeralda”). Entre sus maestros se contaron Frida Kahlo, José Chávez Morado y Feliciano Peña. Esa primera exposición de 24 óleos, 13 dibujos y ocho grabados, se presentó en la Liga Popular Israelita durante agosto de 1945. Selección, proemio y notas RAQUEL TIBOL Prólogo de ANTONIO ALATORRE
Escrituras de Frida Kahlo. Madrid. Plaza y Janés. 2004. Pág. 303.