No todo comenzó en el agua La majestad de una mañana salpicada por rayos purpúreos se podía asumir como un aleatorio sesgo de buena suerte en un universo plagado de hostilidad. Esta misión galáctica demandaba apremio; cuando la nave comenzó a fallar saltaron del gusano cósmico y se estacionaron en aquella orilla del océano espacial. Las rocas volcánicas del Planeta Fowler formaban un dique con márgenes amigdaloides y de estratos endurecidos por todos lados, la fuerte sacudida no provocó daños importantes. Un paseo de reconocimiento sólo tomaría algunos minutos. Fishlia Ausland se encontraba a cargo de la misión- en el viaje virtual obtuvo el mayor puntaje- su apariencia insignificante nada tenía que ver con su efectividad, en su caso resultaba falso que los grandes héroes sean de nervios metálicos. Los ojillos saltones se acomodaban perfectamente en un rostro ovalado. Su timidez era propia de un pez resbaladizo. A la frágil complexión había que agregar una distracción natural que irritaba a quienes trabajaban con ella. La tripulación del Privateer C-XI estaba integrada por un capitán de nave, su copiloto, un soldado y la curiosa jefa de misión ya referida. Había otrospasajeros abordo pero de ellos hablaremos después. A la pasmosa bienvenida del extraño planeta siguió una serie de eventos vertiginosos que desgarraron la constante progresión temporal. Tan pronto abrió la burbuja de incorporación se percibió un ambiente de soledad cósmica que sofocaba por su activa incertidumbre. El robot de exploración avanzó sobre la rugosa superficie. No había tiempo que perder, recibió la indicación de regresar a la nave pero desapareció en el trayecto. A la distancia los dos hermosos soles de Verpätung iluminaban el paisaje inerte. La alteración fue recibida con tacto. Se formaron dos equipos de búsqueda en zonas paralelas: Fishlia y el soldado Val Tron caminaron hacia el terreno plano mientras que el piloto y su compañero fueron entre los volcanes. La ciberecológica no dijo nada ante el sarcasmo del capitán que asumía el mayor riesgo. Ni siglos de evolución borran aquel gesto inherente al género masculino. El buen ánimo de Fishlia no le provocaba ningún malestar. Por el lado de los volcanes no ocurrió nada digno de mencionar. En cambio, del colosal silencio del desierto destelló una posibilidad inconmensurable en un sistema abierto e imprevisible.
No importaba mucho la pérdida del robot pero la obstinación de Fishlia atendía a una fuerte intuición: sabía que la nada es aparente y por lo tanto algo podría ocurrir en cualquier momento. Ordenó al soldado que se tirara al suelo y escuchase con atención. Un movimiento tenue de fluidos corría bajo sus pies; de súbito, ¡desaparecieron sin dejar rastro! El alucinante trayecto fue una escalera al vacío hasta que fueron depositados en un ágora donde los anfitriones no daban muestras de ni de hostilidad ni asombro. Millones de años de evolución convergían en una sociedad cuasi-perfecta: la especulación impresionista no quitaba el sueño a ese mundo de apariencia indefectible. No se requería salir al exterior ni llamar la atención, todo estaba documentado en la Gran Biblioteca del Pasado. A nadie le interesaba qué plantas y animales hubiesen existido, la tecnología había suplido a todo lo primitivo y ésta era la fuente de vida de una especie totalmente programada. En la Gran Biblioteca del Futuro se advertía sobre una posible visita. Fishlia miraba embobada las maravillas de un mundo artificial y estético de alta tecnología.
El azoro inicial se desvaneció en lo cotidiano. Tuvieron acceso a las bibliotecas y les intrigó que no hubiese información restringida. Val Tron insistía en que debían ocultar algún secreto. No pudieron explicar a sus anfitriones que la guerra es un acto natural, tal necedad los marginó. Fishlia recabó con libertad toda la información que quiso. Nadie se inmutó cuando los extranjeros desaparecieron. Se hacía tarde, el capitán estaba furioso, un planeta vacío sólo retrazaba la misión. Encontraron carbonizado al robot cerca de un volcán, regresaron a la nave y corrigieron el desperfecto mientras la brillante jefa se entretenía por ahí. De quién sabe dónde apareció con su sabueso, entró a la nave y salió con una caja de cristal oscuro con una familia de cucarachas y una higuerilla; los soltó en aquel desolado planeta sonriendo ante su buena acción y se apresuró torpemente a la nave que ansiosa estaba por despegar. Mauricio Coronel Guzmán, 2013.