Todos conocen las calaveras, pocos a Posada Diego Rivera, en el mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, y José Clemente Orozco, en su Autobiografía, no dejan pasar la oportunidad de conectarse con José Guadalupe Posada; ambos maestros de la plástica mexicana posrevolucionaria buscan una imagen que los relacione con las raíces de lo mexicano. ¿Quién no conoce a la Catrina? ¿Qué tanto sabemos de Posada? A Rafael Barajas (el Fisgón) lo mismo lo encontramos en un congreso de ateísmo que en la presentación de libros sobre periodismo cultural o en sus cartones de La Jornada y El Chamuco, sin resaltar su incisivo activismo social y político. Sin embargo pocos saben que desde hace 20 años investiga sobre la historia de la caricatura política y la libertad de imprenta en México. En Posada Mito y Mitote. La caricatura política de José Guadalupe Posada y Manuel Alfonso Manilla (Fondo de Cultura Económica, 2009), a la manera casi anticlimática que le caracteriza a el Fisgón nos presenta un estudio donde nos acerca a la mirada artística de un genio a través de su legado: sus dibujos. El trabajo de Rafael Barajas hace una revisión histórica donde rescata, por un lado, la figura de un hombre de su tiempo muy intenso y, por otro, las contradicciones de su ideología. dice Barajas: sus “geniales calaveras son reconocidas como un arquetipo nacional y universal; de hecho, su calavera Catrina es una de las imágenes más conocidas del arte mexicano”. La historia hoy da una vuelta a la página para reconocer a Posada como un creador único que en su tiempo pasó ignorado para los medios culturales vigentes y que a su muerte terminó en una fosa común. Barajas presenta una investigación en donde explica cómo se construyó la imagen de un artista del Porfiriato para ser el “padre” del movimiento plástico mexicano de la etapa posrevolucionaria. El autor destaca que la información disponible está en los dibujos del propio Posada; afirma que para tener una lectura más precisa de su obra hay que estudiar los editoriales gráficos “en donde se encuentran las claves de su pensamiento político y social”. El libro hace un recorrido de la trayectoria de Posada desde Aguascalientes (nace el 2 de febrero de 1852), la estancia en León, Guanajuato, donde asienta una imprenta litográfica y hasta que se queda en la Ciudad de México. Sin embargo, lo más interesante, como diría el Fisgón, está en el material gráfico que dejó Posada en diversos medios, del cual el presente libro da fiel muestra. Tanto en los comentarios como en la observación directa somos testigos de un artista con un fino sentido de la crítica, que retrató como ninguno al pueblo de México.