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Pedro y las zanahorias de oro
La familia de Pedro estaba integrada por su papá, su mamá y dos hermanitas menores que él: Paty, de cinco años, y Lucy, de tres.
Un día por la noche, la mamá y el papá de Pedro les dieron las buenas noches a sus hijos. Les dieron un beso, rezaron un poco, los cobijaron muy bien y los acostaron a dormir. Cuando los papás creyeron que sus hijos estaban dormidos, comenzaron a platicar, lamentándose por la falta de dinero.
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–Ya casi no hay comida y los niños no tienen ropa ni zapatos– decía la mamá. –Y yo no tengo trabajo– decía el papá muy afligido.
Mientras tanto, Pedro, que no había podido dormir, escuchaba la conversación de sus papás, por lo que se puso muy triste y comenzó a llorar. Sus papás lo escucharon y de inmediato fueron a ver qué le sucedía. Él les dijo que había escuchado todo y estaba muy triste. La mamá lo abrazó y le dijo:
–No te preocupes, Pedro, saldremos adelante. En nuestra familia tenemos fortaleza y unión, así que no nos dejaremos vencer, superaremos los obstáculos. Ahora duérmete.
Pedro sintió consuelo al estar en los brazos de su mamá y se quedó profundamente dormido. Un duende brillante apareció en sus sueños y le dijo: –Pedro, he visto que tú y tu familia son personas de alma bondadosa, nobles, solidarios, respetuosos y prudentes; he visto que siempre están dispuestos a compartir lo poco que tienen y a ayudar a aquellas personas que son menos afortunadas que ustedes. Sé que ahora necesitan ayuda y quiero dárselas. Te voy a regalar tres semillas de zanahoria, pero no son zanahorias ordinarias, son de oro, así podrán venderlas y salir de la pobreza. Mañana a las nueve deberán sembrarlas. Es importante que cumplan con esto y esperen 40 días después de plantarlas, de lo contrario, la magia no dará resultado.
Al otro día Pedro despertó, alzó su almohada y ahí estaban las semillas. Pedro contó su sueño a su familia. Los papás creyeron que eran juegos de niños y los dejaron sembrar las semillas debajo de un árbol.
Cuando pasaron los cuarenta días, Pedro pidió a sus papás y hermanas que fueran a recoger las zanahorias. Sus papás le siguieron la corriente porque pensaban que era importante hacer sentir a los hijos escuchados, pero grande fue su asombro cuando al limpiar las zanahorias se dieron cuenta de que eran de oro.
Vendieron dos zanahorias en el pueblo, lo cual les permitió comprar un pedazo de tierra y herramientas para trabajarla, y ayudaron a otras personas más necesitadas. Guardaron una zanahoria para enfrentar cualquier dificultad que se les pudiera presentar en un futuro.
Cada noche, el duende se aparecía en los sueños de Pedro para recordarle la importancia del trabajo y de compartir con los más desafortunados.
Omar Pérez Carmona Tercer grado de primaria Escuela Primaria “Luis González Obregón” 11DPR1756E Guanajuato