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El amor de hermanos

Había una vez tres hermanos que vivían en un pueblo muy bonito. Ellos se querían mucho y eran muy unidos. Pepe, Paco y Pipo no tenían a sus padres, ya que habían muerto en un accidente cuando eran niños.

Los tres fueron creciendo y para poder vivir trabajaban en lo que podían. Como ganaban poco dinero, siempre pedían prestado para sacar los gastos de la semana y algunas personas los ayudaban regalándoles comida.

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Un día, el casero les fue a cobrar la renta, pero desafortunadamente no tenían dinero y debían tres meses. Esto ocasionó el enojo del casero, quien les dijo que si no pagaban en el siguiente mes todo lo que debían, los iba a echar de la casa. Ellos le pidieron que les diera más tiempo para juntar dinero y pagar lo que debían, pero no quiso.

Pepe, el mayor de los hermanos, después de mucho pensarlo, decidió irse a Estados Unidos para poder trabajar y pagar todas las deudas que tenían en el pueblo. Cuando y Pipo y Paco se enteraron se pusieron muy tristes.

–No te vayas hermanito– dijo Pipo. –Lo tengo que hacer, lo que ganamos aquí no alcanza para pagar todo lo que debemos. Además el casero ya nos quiere sacar de la casa– dijo Pepe. –Te vamos a extrañar mucho– dijo Paco llorando. –Yo también los voy a extrañar, pero necesito hacerlo. Ahora que no esté deben portarse bien, deben ayudarse y no pelear. Todos los días rezaré para que estemos bien. Esta noche me iré. En cuanto logre pasar, les hablaré.

Esa noche, mientras sus hermanos dormían, Pepe salió de su casa muy triste, pero con la esperanza de encontrar trabajo en el norte.

Para poder cruzar la frontera tuvo muchos problemas, pero nunca se desanimó y con mucho esfuerzo Pepe pudo llegar a los Estados Unidos. Fue a Dallas y lo primero que hizo fue hablarles a sus hermanos para avisarles que estaba bien.

Cuando terminó de hablar, Pepe buscó dónde quedarse.

Afortunadamente, una pareja de ancianitos que no tenía hijos le ofreció su casa. Pronto, Pepe encontró trabajo en una pizzería, de ayudante en la cocina. Él se puso muy contento, les habló a sus hermanos por teléfono y les dijo que ya tenía trabajo y que pronto les mandaría dinero. Del primer pago que recibió, Pepe mandó dinero a sus hermanos. Cada semana les enviaba dinero y después de un tiempo, los hermanos pudieron pagar todas las deudas.

Un día, Pepe les habló por teléfono y les dijo: –Necesitan ir a la escuela a estudiar para que tengan una profesión y no pasen tantas penas. Yo también estoy estudiando aquí porque quiero superarme; estoy yendo a la escuela en las noches y en el día trabajo muy duro. –No te preocupes, iremos a la escuela– dijo Paco. Después de colgar, Paco y Pipo platicaron: –Tenemos que valorar todo lo que hace nuestro hermano por nosotros– dijo Pipo. –Imagina qué bonito sería que lográramos ser profesionistas. Pepe se sentiría muy orgulloso de nosotros–dijo Paco.

Pepe era muy trabajador y responsable. Pronto lo nombraron jefe de la pizzería y le pagaron más, con lo que pudo ahorrar dinero. Nunca olvidó sus valores y su sencillez; siempre ayudó a los ancianos que le tendieron la mano.

Pasaron los años. Pepe aprendió muy bien inglés, lo que le ayudó a obtener un mejor trabajo. Estaba muy contento y soñaba con volver a México y poner un negocio con sus hermanos. Cuando hablaban por teléfono, platicaban de todo lo que les pasaba y cómo iban en la universidad. Pepe les decía que siempre recordaran los valiosos consejos que sus padres les daban cuando eran pequeños, para que lograran ser hombres de bien. Ellos le platicaban que estaban estudiando con muchas ganas y que iban muy bien en la escuela.

Después de muchos años de trabajo, Pepe regresó de sorpresa a México. Cuando sus hermanos lo vieron, gritaron de alegría: –¡Pepe, Pepe, qué sorpresa! ¡Te extrañamos mucho!– dijeron sus hermanos.

Los tres se dieron un fuerte abrazo. Fue el día más feliz, los hermanos nuevamente se volvían a reunir.

Durante muchas horas platicaron todo lo que había pasado durante esos largos años. Paco y Pipo le contaron a Pepe que pronto terminarían su carrera. Muy emocionados le dieron las gracias por todo el esfuerzo y trabajo que había pasado por ellos.

Pepe les contestó: –No tienen que agradecerme nada, era mi deber apoyarlos. El amor que nuestros padres nos inculcaron fue lo que me impulsó a trabajar por ustedes. Sé que ustedes hubieran hecho lo mismo. –Gracias, hermano– dijeron Paco y Pipo, y se abrazaron fuertemente otra vez.

Lizeth Guadalupe Joaquín Torres Cuarto grado de primaria Escuela Primaria “Miguel Hidalgo” 11DPR1809T Apaseo el Alto

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