Dichos por los susodichos - Opúsculo

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Dichos por los susodichos



Autorxs Diversxs

Dichos por los susodichos

Primera edición


Dichos por los susodichos Editorial Tres Cuervos © Primera edición 2021 Autorxs: Ana Campuzano, Aniela Reyes, Armando Guerrero, Bel AG, Brenda Avilés, Brenda Miranda, César Olguín, Diana Saavedra, Elizabeth Navarro, Itzel Castellanos, Ivan Aldana, Jacqueline Velarde, Johan Hinojosa, Julieta Ornelas, Lucero Mancilla, Nicole Fierro, Nigthe Guerrero, Paola Carretero, Querén Amador, Sofía Valdez, Valery Cruz, Xavier Alvarado y Wendy Santos. Derechos reservados Editora en jefe: Querén Amador Diseño de ilustraciones por Querén Amador Maquetación y tipografía por Elizabeth Navarro Pruebas de lecturabilidad y diseño de cubiertas (apertura y cierre) por Paola Carretero Diseño de frontispicio, capitulares y páginas preliminares por Jacqueline Velarde Corrección de estilo por Cristina Tulais y Jorge Navarro

ISBN en trámite Prohibida su reproducción total o parcial por cualquier medio mecánico o electrónico sin la autorización de las editoras.

Diseñado en México




Índice 1.

Lo único que sé hacer

2.

Bailar sin estudiar

3.

Una tlacuacha hecha papilla

4.

La traviesa Chilis

5.

De completos desconocidos a una peda en mi casa

Ana Campuzano

Aniela Reyes

Armando Guerrero

Belen Aviles

11

13.

Los santos uniformes

13

14.

Dos chicas y una carta perdida

15

15.

Pasajero fuera de serie

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16.

Aprendiendo

17.

Los adornos de Día de Muertos

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Brenda Aviles

6.

Siempre hay alguien para ti

7.

El mero viaje

8.

Una mañana

9.

Pórtate bien

Miranda Brenda

Diana Saavedra

Elizabeth Navarro

10.

Relájate

11.

Chip Torres

12.

Merecido

Itzel Castellanos

Ivan Aldana

Jacqueline Velarde

Johan Hinojosa

Julieta Ornelas

Lufa Mancilla

Nicole Fierro

37 38 41 42

Nigthe Guerrero

21

18.

Alguien me habló

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19.

Un día complicado

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20.

Insta - panic

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21.

El proyecto

29

22.

Peculiar Conexión

31

23.

Ahora entiendo

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35

Paola Carretero

Queren Amador

Valery Cruz

Xavier Alvarado

Wendy Santos

44 47 50 51 52 55



Lo unico que se hacer Por Ana Campuzano yer tuve una buena racha y gané tres mil pesos en dos horas. Mi estrategia fue esperar el momento adecuado y elegir bien; solo tenía una oportunidad. Este trabajo de medio tiempo es perfecto, ya que puedo estudiar en las mañanas, ganar dinero en las tardes y hacer tarea por las noches. Lo mejor es que soy mi propia jefa. Yo controlo mis horarios y no necesito pagar impuestos. Mi papá me inició en el negocio familiar desde los diez años y me enseñó todo lo que sé. Sin embargo, desde que murió he tenido que ponerlo en práctica yo sola. Hay días difíciles y otros simples, como ayer: con solo cuatro viajes logré obtener la cuota que quería. A veces, por más que me esfuerzo, no consigo ni mil pesos. He pensado renunciar, pero es lo único que sé hacer. Aunque estudio contaduría, apenas voy a la mitad de la carrera. Necesito seguir trabajando, pues me gustaría vivir sola y todavía no puedo cubrir los gastos que implica. En fin, era cuestión de tiempo… yo sabía que me arriesgaba. Bien dicen que hasta al mejor cazador se le va la liebre. Creí que nunca me atraparían, en cambio, ahora voy en una patrulla hacia el ministerio público; llevo las manos esposadas. Me arrepiento de haber elegido la navaja y no la pistola esta noche.

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Bailar sin estudiar Por Aniela Reyes i date se llama Diego, es un chavo muy divertido; está trabajando y estudiando una carrera en la misma uni que yo. Seguro conoces a alguien como él: muy seguro de sí mismo y responsable. En cambio, yo siempre voy por la vida casi flotando por el aire. Claro, hago lo que puedo con mi carrera, pero me gusta más ver tik toks, salir con mis amigos de fiesta y descansar. Un fin de semana fuimos todos en bola a una fiesta. Diego no quiso ir conmigo, dice que no le gusta dejar las cosas ahí pa’ mayo; prefiere hacer sus tareas y quedarse en casa. La verdad, me agüitó que no fuera. Me cae muy bien y quería presentarlo con mis amigos para pasar un buen rato. Yo me la pasé de perlas bailando y cantando, eso me hace olvidarme de mis tareas y los problemas que hay en mi casa. Cuando mi mamá me vio llegar, no tardó en pegar el grito en el cielo: —¡Ay niña, deja de andar revoloteando como mariposa! ¡Andas de vaga y ni terminar tu tarea puedes! Recibí un buen regaño de mi jefa. Sé que debo concentrarme siempre, pero me gusta divertirme de vez en cuando. Ella está muy equivocada si sigue creyendo que soy una vaga, ¡yo ya prometí echarle más ganas! De hecho, ahora soy más responsable con mis estudios. Incluso los fines de semana veo a Diego para estudiar inglés. Mi madre no esperaba eso de mí, ¡gracias jefa! La influencia de Diego ha cambiado mis viejos hábitos, ahora nos divertimos estudiando y me enseña que puedo dar lo mejor de mí.

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Una tlacuacha hecha papilla Por Armando Guerrero omo cada fin de semana, la tlacuacha de la cola torcida se encontraba entre sábanas y cobijas. Estas cubrían sus orejas peludas de la música que provenía del tronco de las ranas teporochas, quienes eran famosas por hacer pedas ruidosas. La tlacuacha atendía un changarro de garnachas y estaba hasta la coronilla de no poder echarse una pestañita después de una larga semana de trabajo. Esta situación ya había llamado la atención de las autoridades, pero nunca hacían algo al respecto. La música de las ranas era tan escandalosa que no les permitía dialogar con ellas. Esta noche todo cambiaría. Durante semanas, la tlacuacha se rifó un traje en forma de ave lunar: una conocida depredadora de ranas teporochas. Sin más, se dispuso a ponerse el disfraz. Era casero, pero convincente. La tlacuacha se amarró a un árbol. Una vez ahí, se balanceó por encima del tronco de las ranas y saltó como si fuera el ave. Una rana notó la reconocible sombra de aquél pájaro y sin dudarlo alertó al resto. —¡Ya nos cayó la voladora! ¡huyan! La tlacuacha reía para sus adentros, pues la escena era graciosa. Las ranas salieron disparadas del único agujero de ese tronco; cayeron por todos lados y huyeron hechas cagada. Después de ese magnífico plan, jamás volvieron a hacer una peda. Así, la tlacuacha pudo disfrutar del descanso que tanto anhelaba.

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La traviesa Chilis Por Belen Aviles ¡Se llevaron a la Chilis!—. Entré gritando como alma que lleva el diablo a la casa. —Espérate, espérate, espérate ¿Cómo que se la llevaron? ¿Quién? —. Preguntó mi madre. —¡Si supiera, no estaría gritando, jefa! Lo que quiero decir es que fui a dejarle sus croquetitas como siempre y ya no está. —¿Pues qué esperas, niña? ¡Vamos a buscarla! —. Respondió mientras me empujaba hacia la puerta. Salimos a buscar a nuestra perrita, la Chilindrina o como le decimos de cariño, la Chilis. Queremos mucho a Chilis, aunque provenga de la calle; es muy graciosa y siempre me saluda al llegar a casa moviendo su cola. Después de un rato escuchamos gritar a Don Víctor, el carnicero. —¡Largo de aquí perra del demonio!, ¡que te vayas, te digo! Corrimos hechas la mocha hacia la carnicería y la encontramos debajo del mostrador mientras comía un pedazo de carne. Don Víctor, el carnicero, intentaba sacarla de ahí con una escoba. —Pero, Don Víctor, no sea así de salvaje, ¡deje a la pobre de Chilis!—. Le dijo mi madre. —Es la tercera vez en el mes que su perra se come mi mercancía ¡Ya llévesela! Amárrela o a ver qué hace— dijo Don Víctor mientras dejaba su escoba. Mi madre y yo agarramos a la Chilis, pagamos lo que la perrita se comió y salimos de la carnicería. Al llegar a casa la dejamos en el patio. Más tarde, mi madre dijo que tendríamos que mantenerla encerrada para que no volviera a pasar lo de hoy. Sin embargo, Chilis es traviesa y ni encontrando las esferas del dragón se quedaría quieta por un segundo.

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De completos desconocidos a una peda en mi casa Por Brenda Avilés n pleno 2021, después de tanto encierro, media carrera en línea, aburrimiento y clases con tareas sin fin, un grupo de jóvenes ansiosos de salir a rumbear decidieron conectarse antes de comenzar la clase para quedar de acuerdo sobre el spot donde se conocerían por primera vez. Uno de ellos, que por lo regular era el primero en entrar a las reuniones, quedó sorprendido al fijarse de que ya todos se encontraban dentro de la sesión y se estaban poniendo de acuerdo para hacer una fiesta en alguna casa. De forma inusual, todos comenzaron a hablar, dando sugerencias sobre lo que deberían llevar y comentando sobre la temática que tendría la reunión. Sin duda, aquella videoconferencia se tornaba algo distinta a comparación de las demás, ya que los estudiantes nunca habían tenido relación alguna fuera de un cuadro de imagen y un usuario que los distinguía del resto. Probablemente la única cara familiar era la de su profesor. Encendiendo uno a uno sus cámaras y dejándose ver por primera vez después de dos años de pandemia, la organización de la peda estaba resultando como se había planeado. El revuelo era tal que parecía sorprendente como en tan poco tiempo la organización estaba siendo un éxito, —¡ya ni para los trabajos en equipo!—, alguien mencionó por ahí. Algunos decían ¡cerveza, whisky, tequila, brownies! Y claro, como era de esperarse el tiempo pasó sin que se dieran cuenta. Entre tanto alboroto por aquella fiesta ninguno de ellos se percató de que ya había transcurrido mucho tiempo en lo que se ponían de acuerdo dentro de aquella reunión, cuando de pronto se escuchó de fondo a alguien decir —¡Ya nos cayó la ley!—.

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Simpre hay alguien para ti Por Miranda Brenda n el pueblo de La Piedad Michoacán vivía una gran familia de artesanos muy conocidos, ellos se dedicaban a vender contenedores de fruto seco, mismo que sólo puede ser consumido cuando está inmaduro. Los contenedores son generalmente utilizados como recipientes para transportar líquidos como agua, pulque, aguamiel o para almacenar semillas y plantas, estos contenedores eran conocidos como guajes. Al ser producto de un fruto seco, entre los guajes había una gran variedad de distintas formas y tamaños, lo que complicaba que se les pudiera encontrar un tapón que les quedara a la medida. Encontrar el tapón correcto parecía ser solo un problema de los guajes, pero no, con el tiempo las personas fueron realizando una analogía entre los recipientes y la vida amorosa de muchas personas en el pueblo de La Piedad, puesto que muchos al no ser tan agraciados físicamente se les dificultaba encontrar pareja. Como el caso de María, hija de los famosos artesanos del pueblo, María era la hermana de enmedio y la menos agraciada de sus seis hermanos, los hermanos mayores ya estaban casados y ya tenían hijos, mientras que los menores estaban por casarse, la familia estaba preocupaba por la soltería de María, pues en aquel entonces era muy mal visto no casarse antes de los veinte. El pueblo no dejaba de hacer comentarios malintencionados y llenos de burla hacia María, diciendo que era tan poco agraciada que se quedaría soltera para toda vida, que jamás encontraría alguien que la quisiera así, obviamente esto la hacía sentir mal, así que sus padres, cansados de la situación, la mandaron a estudiar a otro estado. Tiempo después, María fue a visitar a sus padres, pero esta vez no iba sola, iba acompañada de su pareja, no era un hombre muy guapo, pero se veían muy bien juntos, al percatarse de esto la gente del pueblo quedó sorprendida pues no esperaban que esto pudiera pasar, no dejaban de decir y afirmar que, estaba bueno el tapón pal guaje.

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El mero viaje Por César Olguín aminaba por las peligrosas calles de Tepito con la misión de armar drogas fuertes en el punto. Ahí estaba yo, por enésima vez en la boca del lobo. La tarea era simple: generar cuadros, pastas, polvos, algunos gramos de motita exótica y salir ileso. Fui a la vecindad de Mario como de costumbre, su cantón estaba en el mero Punto rojo de La Lagunilla. Me arriesgaba mucho ahí, pero era la mejor tienda que conocía. Ya me sabía la maña; tenía que caminar por la banqueta y luego tirarle un chiflido. Lo hice; al momento me dejaron pasar. Unas escaleras al final de un pasillo me condujeron a la mágica dulcería. El spot es todo un espectáculo: hay bolsas de efectivo y mercancía de todos los calibres moviéndose al por mayor. Era inevitable no sentirse medio acá en un ambiente de alto peligro y circunstancias poco favorables. Cuando tocó mi turnó saqué una lista con las cantidades, unidades y mejores calidades. Le armé mucho y por eso me rayó. Como todavía me sobraba varo armé unos dulces que me di en caliente. Me entusé todo y salí en corto. Ya en el tianguis me explotaron y sepa la banda que pasó. Todo a mi alrededor cambió de un momento a otro. Todo el universo y yo nos fundimos en un magnífico ser en el que la división del uno en sus multiplicidades jamás existió. Tarde me di cuenta de que ya me habían torcido.

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uena la alarma: son las seis y media de la mañana. Tengo diez minutos perfectos para alistarme antes de clase. Me despejo mientras busco mi celular y lucho por no quedarme dormido. Es una semana pesada; se acercan finales y los profes se vuelan como voladores de Papantla con tareas y proyectos, por ende, no he descansado mucho. Me acerco al escritorio aún en pijama y prendo la computadora para conectarme a Zoom. Esta es la rutina de siempre; ya no le veo fin. Empieza la clase y entre sueños sigo tomando notas. Sin embargo, la ansiedad me mantiene despierto, ¿qué tal si al profesor se le ocurre preguntarme algo? No es que no sepa, solo que me ganan los nervios y termino sin unir mis ideas. Las clases en línea imponen mucho. Estoy a punto de quedarme dormido, cuando a lo lejos escucho una voz; parece de alguna niña, ¡eso me pega un susto!, ¿ya estarán participando? Reviso la llamada rápidamente y noto que no es así ¡una chava activó su micrófono sin querer! —No, amiga. No te veré hoy, estoy llena de tarea. El profesor dice que le echemos ganas, pero nos hace trabajar como si enseñara, ¡está loco! —se queja—. De inmediato toda la clase le manda mensajes para advertirle que dejó su micrófono encendido por accidente. No tuvimos éxito: el profesor escuchó todo. Para nuestra sorpresa, este suelta una carcajada; silencia a la chava y dice: —Mariana, tenías tu micrófono prendido ¿qué crees?, ¡sí estoy loco!—. La situación dejó al grupo petrificado, no solo por el descuido de la chava; también por la buena actitud del maestro. Ahora no solo me mantendré despierto por las participaciones, ¡sino por el miedo a activar mi micrófono! No le desearía esa pena a nadie.

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ecuerdo que nunca se me habló de lo que significaba un embarazo a temprana edad; tampoco me hablaron de sexo. Prácticamente mi educación sexual estuvo basada en un “pórtate bien” cada vez que salía a algún lado. Ya saben, una frase que forma parte de la cultura mexicana. Así fue como tuve mi primera hija a los dieciocho años, ¿estaba feliz?, la verdad no. No tenía idea de lo que significaba cuidar a alguien mil veces más frágil que yo: estuvo gacho y el imbécil a cargo de la otra mitad de la chamba ni se apareció. Estaba sola. Las actitudes que tomé ante mi situación me hicieron darme cuenta de que desarrollé un odio irracional hacia las infancias. Irónicamente, yo siempre detesté a quienes hacían eso. Lo primero que pasó fue asimilarlo ¿qué pedo? ¿embarazada tan joven? Bueno, igual creo que a ninguna edad se está lista para algo así y menos sola, pero me pasé. Tuve un papá que sí o sí me hizo parir a una hija que no quería. Estaba todo mal, así que me aferré a acostumbrarme y querer a lo único que me quedaba: mi hija. Tampoco se trata de romantizarlo, vaya, está muy cabrón que te obliguen a tener a tener un hijo que simplemente no quieres. Me sentí como una incubadora. Una vez, mientras cuidaba a mi hija, pensé: —Claro que le voy a decir que estuvo canijo. Tal vez le sirva para no cometer errores… Por favor no obliguen a sus hijas a parir si no quieren. Los accidentes ocurren, la gente se descuida, los condones se rompen. A mí me decían que ‘’al mal paso darle prisa’’ hasta que, después de un tiempo, se convirtió en ‘’al mal paso darle Gerber’’. Neta.

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Relajate Por Itzel Castellanos alo se encontraba solo en casa; su madre había salido esa tarde y no regresaría hasta el día siguiente. Estaba muy estresado por un proyecto de la escuela y sentía que ya no tenía cabeza para resolverlo, así que decidió darse un descanso y marcarle a uno de sus amigos para pedir ayuda. —Isaías, ayúdame, por favor. No se me ocurre nada y el maestro no deja de regresar mi trabajo. —Ay, Lalo, parece que te estás cortando la yugular con galletas marías, ¿No has notado que nadie le entiende? —. Deberías darte un descanso; aprovechar que no está tu madre y hacerte un té con lo que te di el otro día. —¿Un té de mota? Tú debes estar loco, ¿cómo crees? Mi mamá me mataría o peor aún, sería capaz de anexarme. Aparte, ni si quiera lo sé hacer. —Lalo, ¡ya cálmate!, de verdad necesitas el té. Seguro sigues pensando en la tarea. Spoiler alert, ¡te lo va a regresar! Además, tu mamá regresa hasta mañana, así que no lo sabrá. Si tienes problemas yo te puedo guiar. Isaías explicó a su amigo lo que necesitaba para la receta. Lalo siguió todos los pasos hasta que finalmente consiguió el té. Continuaron hablando un rato más; solo había risas y diversión hasta que sonó la puerta de la casa de Lalo. —Lalo creo que ya te cayó la chota. —Sabía que era una mala idea, al rato te marco. —Si es que no te anexan… Rápidamente, Lalo tiró el té que quedaba en su taza; su mamá entró, lo saludó y se dirigió a la cocina. En ese momento, Lalo recordó que aún había dejado un poco de té en la tetera, por lo que comenzó a ponerse nervioso. Su mamá lo notó, pero por lo cansada que estaba, no le prestó atención y decidió dormir. Lalo aprovechó para limpiar el resto de la cocina y finalmente subió a su cuarto. Cuando se relajó, las ideas comenzaron a fluir y pudo continuar su tarea.

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Chip Torres ra el año 3005, apenas comenzaba el ciclo escolar de mi último año en la universidad. Los reptilianos estudiaban en las mismas escuelas que los humanos y no existían más diferencias entre nosotros. Yo odiaba ir a la escuela en ese entonces, mi perro acababa de morir y no pude actualizar mi sistema operativo con el chip 500 G contra el virus Bi-chota (el cual generó una terrible enfermedad en el año 2019). A pesar de que los humanos se vacunaban anualmente contra esa enfermedad antes de la llegada de los reptilianos, el virus mutó muchísimas veces y la situación era cada vez más crítica. Un día, al salir de la escuela, se escuchó un trueno tan estruendoso como un microbús volador. Estaba nublado y una grieta colosal apareció repentinamente sobre mí; unos segundos después cerró. De pronto bajó un ser que parecía portar un traje de escuela secundaria técnica del milenio pasado. Me encontraba muy asustado, como niño en firma de boletas. El ser extraño voló un auto con su mochila de rayos láser y, con una mirada profunda como el océano, se plantó frente a mí; sacó algo que parecía una reliquia del Rayo McQueen y me la dio mientras decía: —Ten, esta es la cura de la humanidad. Vengo del futuro pasado y he venido a salvarlos. En el taller de mi secundaria nos enseñaron a viajar ahí. En nuestra realidad ya existía la cura del virus Bi-chota. He venido a liberar su realidad. Lo único que tienes que hacer es descargar el chip torres de esta reliquia, imprimirlo en 3D e ingerirlo. Corrí como el viento, así como tiro al blanco. Llegué a mi casa y abrí el archivo de la memoria reliquia. Lo envié por correo a todos mis conocidos y familiares; ingerí el chip torres y comencé a ver la realidad…la realidad solo era un sueño.

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Merecido Por Jacqueline Velarde Molina emasiado ego, demasiado ego en una misma persona. Le importa poco pensar en alguien aparte de él. El comentario halagador de hace más de dos años sigue retumbando en su cabeza mientras que las palabras directas, con esperanzas de cambio, pasan desapercibidas. En serio creía que tenía el control de todo por el simple hecho de ser él. Romina ve todo de lejos, en cualquier problema sólo sonríe incómodamente mientras piensa en cómo salir corriendo, ¿así es el amor? —Si me quieres, tienes que aceptarme como soy—, siempre contestaba él. —Ya estoy harta, siempre es la misma historia. Un día, con la receta indicada, muchas especias y la cocción perfecta, dio en el blanco. Su plan era algo vengativo, pero ella creía firmemente que él se lo merecía. Un golpe a su ego y se iría. Puso todo sobre la mesa: una flor en el centro; una copa; un vino que guardaba para una ocasión especial y finalmente, la estrella de la cena: una hamburguesa que lucía ajena a todo lo que la rodeaba. Luego llegó él y emocionado por la comida dio la primera mordida. Era un completo carnívoro disfrutando el bello regalo de su novia sumisa, ¡qué bien sabía!; vio un papel bajo el plato y lo leyó: Decía que Romina se había ido. Ya no lo quería; la trató horrible y ni si quiera le importó, ¿qué más daba si se iba? Ella estaba con otra persona desde hace más de un mes. ¡Ah y la hamburguesa era vegana! Realmente me hicieron de chivo los tamales… o más bien de soya la hamburguesa.

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Los santos uniformes Por Johan Hinojosa ra una tarde nublada, parecía que iba a llover. Cerca de Durango, dos militares mexicanos, Luis y Carlos, se escondían bajo los escombros de la construcción. Habían sobrevivido el enfrentamiento de ese mismo día contra el ejército estadounidense. Fue una verdadera masacre. Veían a lo lejos como le cortaban las extremidades a uno de sus compañeros. —¿Por qué lo hacían? —Solo por diversión Ambos se aterrorizaron al presenciar dicha acción. Solo pensaron en salir de ahí lo más pronto posible. Después de descartar un sinfín de estrategias, se les ocurrió la magnífica idea de infiltrarse entre las líneas de la armada estadounidense. Por suerte, cerca de ellos se encontraban dos soldados muertos del bando opuesto; cambiarían sus uniformes por los de ellos y nadie los descubriría. Era el plan perfecto. Comenzó a llover. —Si no me tapo andaré todo moquiento—, se quejó uno de los usurpadores. Para su mala fortuna iba pasando un militar estadounidense. Este se percató de los intrusos e inmediatamente alertó a sus compañeros. Carlos y Luis corrieron por sus vidas sin rumbo alguno; incluso, entre lágrimas y rezos, recitaron el padre nuestro. De pronto se escuchó el sonido de un motor. Miraron hacia el cielo y vieron aviones a lo lejos. Era el ejército mexicano que rondaba de milagro. —¡Ya pelamos compadre!— gritó Luis. Esa sería la historia que nos hubiera contado el abuelo en la carta que olvidó antes de morir. Realmente nunca perdió la fe ni se dio por vencido, ni si quiera cuando se encontró acorralado por el ejército gringo. Pienso que eso es lo que le falta a la humanidad en estos tiempos modernos: un poco de fé y confianza.

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Dos chicas y una carta perdida Por Julieta Ornelas milia y Anna son hermanas que se llevan dos años de diferencia. Un día de pandemia, mientras se encontraban en casa de su abuela buscaban dentro del ático cosas antiguas, habían vestidos de todos los colores, una gran cantidad de libros pues su abuela siempre disfrutó mucho de la lectura, había muchos papeles, una gran cantidad de fotografías de color y en blanco y negro que retraban épocas que sólo en su imaginación conocían. Comenzaron a abrir los libros, husmeaban entre las páginas, buscando secretos, sin saber lo que estaban a punto de encontrar. Dentro de un libro, que no resaltaba de entre todos, cayó un pedazo de papel, no tan grande como para ser llamativo, pero no tan chiquito como para pasar desapercibido. Las dos sorprendidas se abalanzaron a tomarla. Para Cecilia… Decía la carta —¿Cecilia?— Esa es nuestra abuela dijeron las dos sorprendidas. La curiosidad era más grande y recordaron el dicho que su abuela repetía a través de los años: Nadie sabe lo que hay en la olla más que la cuchara que la menea, les había dicho una y otra vez. Pero no aguantaron y abrieron la carta, era una carta de amor, Mi querida Cecilia (…) leyeron. Con amor, Julio…. —¿Julio?— Se preguntaron, ese definitivamente no era su abuelo. Las niñas salieron corriendo, gritando: — ¡Abuela! ¡Abuela! ¿Qué es esto? ¿Quién es Julio?— Preguntaban alteradas. Al ver la carta que tenían entre las manos las niñas, la abuela enojada se las arrebató. —¿Qué hacen husmeando entre mis cosas?— Preguntó molesta. —¡Abuela!— Seguían diciendo las niñas. —¡Ni una palabra más!— Las interrumpió su abuela. —¿Qué les he dicho? — Nadie sabe lo que…— repitieron apenadas las niñas. Nunca supieron quién era Julio, las niñas se fueron ese día aún curiosas por saber a qué se debía tanto misterio por una carta. Y su abuela, regresó la carta a un lugar más seguro, contenta recordando a aquel gran amor de su vida que quedaría para siempre como un secreto.

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ola, mi nombre es Natalia, pero mis compas me llaman Nat; dicen que soy el fin de semestre en persona y ahora mismo no podrían tener más razón. Acabo de pasar a comprar mi desayuno, por suerte ya estoy buscando un asiento en mi camioncito de camino a la uni, hoy ando muriendo de sueño y necesito recuperar todos los minutos que pueda, entonces le pedí permiso a un pasajero para sentarme pegada a la ventana. —El guajolocombo siempre salvando el día, ¿verdad?— dijo él. —Sin duda, un héroe sin capa— respondí. —Tu tatuaje está cabrón— me dijo entusiasmado. —Gracias, la neta ya ando pensando cuál será el siguiente— le respondí. Seguimos conversando, no sé en qué momento comencé a cabecear, en eso Milton (el pasajero) me dice en tono burlón: —¿Tú andas trabajando duro o durando en el trabajo? Acto seguido lo más inesperado ocurrió, Milton se pone de pie rápidamente y en eso un sujeto en la parte de atrás grita: —¡Ya valieron verga hijos de su puta madre!— apuntando con su pistola. —Flojitos y cooperando banda, pasen todo lo que tengan— dijo Milton mientras su compañero recorría el camión con una mochila y pistola en mano. Seguía soñolienta y ahora desconcertada, pero comencé a sacar mi laptop y teléfono —¡Chin!, todo mi trabajo viene aquí— pensé.

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Torpemente quise esconder mi cámara, en eso sentí como tocaban mi hombro, era Milton, giré nerviosa y lo escuché decir: —Tú no güerita, me caíste con madre— dijo sonriendo. Esa frase hizo que mi alma me regresara al cuerpo —Estuvo cerca, más vale pobre pero vivita y coleando— pensé. —¡Síguele chingando!— Gritó Milton cuando él y su compañero bajaban corriendo del camión. Pero la cosa no acabó ahí, un segundo después el compa del Milton estaba embarrado en el piso... ¡Lo había atropellado una bici! El chofer no perdió la oportunidad y le gritó —¿No que muy lión?—. Acto seguido, todos los pasajeros se bajaron, algunos planeando recuperar sus pertenencias y otros soltando madrazos. Esos fueron los minutos más largos de mi vida, lo que parecía ser un viaje más camino a la universidad, se convirtió en una anécdota digna de ser contada.



Aprendiendo Por Nicole Fierro ra el verano del 99 y Nicolás caminaba por las calles de Madero al lado de su madre Elena, una artesana de día que por las noches se convertía en una grandiosa ilustradora. Después de largos días de trabajo, los viernes ambos solían ir a caminar por las calles de Mesones y Pino Suárez en busca de material gráfico, para que poco después, ya en casa su madre se pusiera a dibujar y a experimentar. Nico no sólo había heredado el talento de Elena, sino también el de su tío Lalo, un gran ilustrador de portadas de libros. No obstante, a pesar del interés que manifestaba por los carritos, el fútbol y la veterinaria, el dibujo era su pasión; todo el tiempo se la pasaba investigando acerca de una y otra especie para poder dibujar animales a detalle. Sin duda alguna su artista interior dominaba su pequeña cabeza e inocente imaginación, forjando poco a poco a un futuro gran artista. Su tío siempre vio el gran potencial de su sobrino y cuando tenía la posibilidad lo inscribía en concursos de dibujo queriendo explotar su interior artístico que Elena le había fomentado. En algún momento sin previo aviso Lalo tuvo oportunidad de inscribirlo en un concurso de cómics, donde el premio consistía en un taller de varias semanas de ilustración para niños; sin embargo, había que entregar en menos de 24 horas un dibujo, el cual sería su pase para participar en el evento. Nico, sin titubear tomó lápices, pinceles y varios tipos de papel de los que utilizaba cotidianamente su mamá. Tras encerrarse en su mundo por cinco horas, salió del cuarto con una gran sonrisa y en su escritorio se encontraba el dibujo que solicitaban para participar. Elena le preguntó –Nicolás, ¿cómo es que lograste tan extraordinario proyecto en tan poco tiempo? -- Finalmente, con una gran satisfacción y seguridad Nico respondió –Es pan comido mamá, aprendí de la mejor. --

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odo lo que veían les gustaba, las flores, el papel picado, las calaveras y los adornos de arañas gigantes, los niños Martínez observaban todo el tianguis de Día de muertos encantados. Como cada año, tomaban cosas de cada puesto y se las mostraban a su padre gritando –¿Nos podemos llevar este? –a lo que el señor Martínez contestaba con un complaciente – ¡Claro! – mientras las bolsas eran llenadas de flores y adornos. Estando en su casa, llegando con adornos y muñecos de brujas y calacas, entraron corriendo en la cocina diciendo –Mamá, mamá, mira lo que trajimos - la señora Martínez volteó a ver a sus hijos y con una mirada apática exclamó –Ya se fueron a chacharear otra vez, ¿qué tanto compraron? - la mujer observó todo lo que cargaban sus hijos y con un tono de reproche mirando a su esposo les dijo: –¿Y qué vamos hacer con todo esto? – Pues no sé, ¿no te hacía falta nada para la ofrenda? –dijo el señor Martínez con tono culpable. – La ofrenda ya está lista, tal vez podríamos poner algunas cosas más en ella, pero definitivamente no todo esto –dijo la madre. –¿Y si mejor adornamos la casa y hacemos una fiesta de Halloween? –preguntó uno de los niños. El padre inmediatamente dijo –¡Si! Es una excelente idea, podemos invitar a sus tíos y primos, será muy divertido.La señora Martínez aceptó el plan y toda la familia muy emocionada comenzó a organizar la fiesta, invitaron a la familia, a amigos y pasaron todo el día siguiente adornando y preparando comida.

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Cuando llegó el día de la fiesta y todo estaba listo los papás se percataron de que habían olvidado un pequeño detalle para la fiesta, los disfraces de los niños. Ambos observaron el reloj y se dieron cuenta que no tenían tiempo de ir al tianguis a comprar los disfraces y volver antes de que llegasen los invitados, así que decidieron improvisar. – Mira, pruébate esto... no, mejor ponte esto y con el rostro pintado quedará bien-decía la esposa mientras improvisaba los disfraces de sus hijos. Al final, con la fiesta ya transcurrida de buena manera, con los hijos corriendo por la toda casa junto con sus primos, la señora Martínez le dijo a su esposo –¿Y entre todas las chacharas que les compraste a los niños no les pudiste comprar un disfraz para día de muertos? – sonriendo mientras veía el rostro mal pintado de su esposo, luego de que los niños le decían que él también necesitaba un disfraz.


Alguien me hablo Por Paola Carretero u alarma había sonado a las ocho de la mañana, comenzando un nuevo día. —Buenos días— Se pudo escuchar en un breve murmuro. Miró directamente de dónde provenía aquel ruido, su mirada había dado con su figura de cartón de tamaño real de Harry Styles, posó fijamente su mirada en ella. —Vaya vaya, que honor que me estés hablando a mí— Le dijo con cierta ironía mientras esperaba pacientemente otro ruido, pero, pasado un rato no recibió ninguna respuesta. La sola idea de Harry Styles dándole los buenos días le había causado mucha gracia; prefirió restarle importancia y seguir con la que sería su rutina matutina, mientras se duchaba reflexionaba acerca de lo que había pasado con anterioridad, su única conclusión fue la de ser la persona favorita de Dios. Cuando se encontraba arreglándose, como de costumbre, estaba fingiendo tener una charla con su figura, aunque esta vez se dedicó hacerle preguntas random, su única intención era que el tiempo pasara rápido y con gran éxito lo había conseguido, el tiempo se le fue volando, incluso había olvidado una promesa que le había hecho a su hermano. Justo cuando pudo recordar lo que tenía que hacer, cómo si hablaran del rey de Roma, su hermano le habló para que se apresurara, en respuesta al llamado la chica simplemente optó por ignorarlo, fue entonces cuando los llamados de su hermano se habían vuelto más insistentes, por lo que la chica de nuevo miró a su figura para decirle: —¿No crees que mi hermano es demasiado… especial? — Preguntó sarcásticamente con cierta maldad detrás de sus palabras. Como hace unos momentos, la chica pensó que la respuesta sería nuevamente el silencio, pero al escuchar un leve sonido de afirmación ella se emocionó y después de cantar victoria, la realidad le había pegado, sintiendo así un tipo de escalofrío recorrer su cuerpo. Y ahí se encontraba, mirando fijamente a su figura, esperando quizá otra reacción, en eso su hermano entró en su cuarto insistiéndole que se diera prisa, pero ella siguió mirando a la figura ignorando completamente las palabras de su hermano.

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—¡No te hagas cómo si Harry Styles te habla! — Le gritó su hermano al notar que lo volvió a ignorar. Posteriormente el hermano salió cómo alma que lo lleva el diablo con un portazo, provocando un ruido tan fuerte que logró que ella saliera de su trance y regresara a la realidad. Se apresuró a tomar sus cosas y trató de alcanzar a su hermano, mientras daba una última mirada a su habitación, específicamente a su figura y con una sonrisa se fue alejando, pensando que efectivamente era la persona favorita de Dios.



Nada puede salir peor”. Era mejor no repetir estas palabras, pero Samuel se dio cuenta un poco tarde. El lunes empezó cuarenta minutos después de lo esperado, pues su alarma no sonó: esto condujo una serie de eventos desafortunados. Para colmo, tuvo que saltarse el desayuno y salir corriendo, porque el camión tenía la mala costumbre de no esperarlo ni un segundo. Lamentablemente, ni rompiendo su récord de velocidad logró alcanzarlo. Una viejita, sorprendida por el empeño de llegar a su destino, le dijo: —Se nota tu esfuerzo, no pasa nada si no vas un día. —Gracias señora, pero tengo que ir, si no, ¿cómo seré el futuro de México? —Hace tiempo que no veía a nadie tan responsable. Corre, te pago el taxi… Samuel agradeció y tomó un taxi color rosado con blanco. Una vez calmado, intentó ver el lado positivo y dijo —Nada puede salir peor—. Para su sorpresa, el taxi salió volando debido a un tope que ponchó la llanta. Samuel, nada sorprendido por su mala suerte del día, decidió caminar a su destino. El taxista, sorprendido, le dijo: —La neta, yo que tú, mejor ya no iba a la escuela. —Debo ir, es mi única chamba. Samuel llegó una hora tarde a sus clases sudado y en ayunas. Poco después se encontró con su mejor amigo, quien, alarmado por su aspecto, le preguntó qué había pasado. —Tuve una mañana pésima, pero tenía que llegar a clases. —Te ves bien mal, pero, ¿sabes cuál es mi lema? Al mal rato, buen trago. ¿Jalas por chupe o qué? —¡Apenas son las ocho de la mañana! Bueno, ante tanta insistencia y poca la resistencia… me has convencido.

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Insta-panitc Por Sofía Valdez ra el primer lunes de mayo, Betty peinaba su cabello platinado como espejo, esa tarde iría a una fiesta. Al llegar se reunió con sus amigos, platicaban y bailaban, cuando de pronto vió pasar a un chico que llamó su atención —Es tan alto y guapo como el infierno, pensó Betty—. Sus amigos notaron como no podía quitar la mirada de aquel joven. No pudo evitar preguntar si alguno de ellos lo conocía, Inés asintió, le empezó a contar sobre Jaime, era un actor inglés y hasta Dios sabe que ella ama a los ingleses. Betty ya imaginaba una boda con él, aunque fuera con anillos de papel, pero necesitaba saber más. Inés le pidió su teléfono y fue directo a Instagram, entró al perfil de Jaime, mientras Betty veía sus fotos él comenzaba a gustarle más, mientras todos sus amigos querían acercarse a la pantalla, Betty les arrebató el teléfono y sin querer su dedo dio doble click a la pantalla dándole like a una foto de dos años atrás, el mundo se detuvo, todos quedaron shockeados, era obvio que Jaime sabría que lo estaban stalkeando, —Al que stalkea el like se le cuela— dijo Inés mientras sus ojos recorrían todo el salón para asegurarse que él no estuviera checando su teléfono. Todos entraron en pánico, le dijeron que necesitaba calmarse, que un like no sería lo peor que le hubiera pasado, por suerte la fiesta ya estaba por acabar, así que Betty no esperó más y subió a un taxi como coche de escape. Llegando a su casa se recostó, tomó su celular el cual había evadido durante mucho rato y al scrollear por la pantalla ninguna foto cargaba en su timeline, buscó lo que estaba pasando y al igual que su corazón las redes sociales se habían detenido, lanzó un suspiro, pues ese like nunca llegó y ahora podrán tener una historia de amor sin red flags.

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El proyecto Por Valery Cruz ra viernes y el cuerpo de Chencho lo sabía, contaba los tictacs del reloj de la clase para despegar como cohete e irse a su cantón cerca de la uni, pues había planeado con su roomie una fiesta bien tremenda; la casera se iría el fin de semana a su pueblo y le pidieron permiso de hacer una “recatada reunión” a lo cual aceptó. Sería la última fiesta del semestre y el crush de Chencho confirmó su asistencia, así que estaba tan nervioso que el corazón se le salía por la boca. Cómo buen estudiante que era, Inocencio ya había dejado su proyecto final del sábado terminado y listo para entregar, así que estaba más relajado que de costumbre, se fue a su casa y se emperifolló; él junto con su roomie ya tenían todo listo para el exceso y diversión. Poco a poco los amigos y unos cuantos colados empezaron a llegar y la cosa se descontroló. Al poco rato, Chencho andaba más prendido que un arbolito de navidad, bailando y cantando “halls, clorets, pepitorias, cacahuate, tridents, chocolate, mazapanes, cigarros y tictac…” — ¿Dónde dejé mi proyecto? — se preguntó de repente, giró la cabeza como el exorcista mientras buscaba a su compañero y gritó: —¡Fernandooooo! —¿Quéeeee?— Le respondieron. —Dile a mi proyecto que venga aquí— Dijo Chencho estando ebrio.


— Creo que está en tu cuarto — Le contestó Fernando. De inmediato Inocencio se giró en dirección a su cueva, pero chocó con su crush y él le dijo — Compadre, que bonitos ojos tiene, por qué no los usa para ayudarme a buscar mi proyecto—, medio atontados se fueron juntos y cuando abrieron la puerta encontraron a dos tórtolos haciendo cosas sospechosas, así que Chencho paniqueado les gritó —Sáquense a bañar— y se puso a buscar como loco su trabajo, al no encontrarlo se puso a llorar y dijo —Ya Juanga, ¡llévame a tu lado— y como si le apagaran el switch cayó dormido en su cama. A la mañana siguiente, Chencho se le levantó como resorte al escuchar el sonido de su alarma y dijo — Debo ir a mi clase —. Corriendo se alistó y vio a su roomie bien fresco tomándose un suero, quien le dijo: —Chencho te pusiste bien erizo anoche, saliste de la nada gritando “ay mi proyecto”, parecías la llorona, asustaste a tu crush, corriste a medio mundo y te pusiste a cantar canciones de Paquita, además, para acabarla dijiste “Bueno iré a sacar mi trabajo de debajo de la cama para tenerlo listo a primera hora''. Chencho estaba apenado, pero al menos su proyecto estaba bien, así que tomó una manzana y dijo —Ya no lo vuelvo a hacer—.

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Peculiar conexion Por Xavier Alvarado ace tiempo existió un hombre muy peculiar, a simple vista parecía solo un sujeto más, vivía de modo muy sencillo, no tenía ataduras, su única labor era la de su trabajo en el tren como maquinista. Le iba bien pero no le importaba el dinero, su trabajo le daba la oportunidad de conocer muchas personas quienes en su mayoría eran gente humilde y se trasladaban de ciudad en ciudad en búsqueda de una mejor vida. Para ayudarlos el hombre solía donarle gran parte de su sueldo a las familias numerosas y a las personas que más lo necesitaban. Esta gente se lo agradecía, pero al mismo tiempo le preguntaban si él no necesitaba el dinero para vivir, el hombre les respondía que él no iba del tren a casa, más bien su casa era el tren y nada lo hacía más feliz que hacer viajes largos y disfrutar del trayecto, además de fumar, fumar y fumar. El hombre dormía en uno de los vagones y durante las noches, entre tanto silencio podía escuchar lo que el tren le decía, que tenían una conexión más allá de lo terrenal, que habían nacido para permanecer juntos, —estás loco— le decían sus colegas de trabajo. El hombre había pasado prácticamente toda su vida en el tren, y era muy probable que efectivamente estuviera delirando, era una persona vieja y solitaria, pero su sentir era de verdad. Un mal día, un pasajero del tren intentó aprovecharse de la bondad del hombre y fingió ser pobre pues sabía que él era muy generoso. El viejo no era ningún estúpido, ya había visto al pasajero y sabía que era un mentiroso, así que se negó, únicamente le dio su chaqueta y le dijo: —Seguro te quedará muy bien, ya que tienes cuerpo de limosnero.— Esto enfureció al pasajero, así que esperó a que el tren estuviera vacío y cayera la noche para entrar a hurtadillas al vagón donde dormía el maquinista y le disparó en la cabeza. Ni siquiera pudo pensar, le robó todo lo que pudo encontrar y luego huyó. Al día siguiente encontraron el cuerpo del hombre y lo enterraron al lado de donde estacionaban aquel tren, después tuvieron que llamar a otro conductor ya que era urgente el próximo viaje, pero el tren no funcionó, como si su motor hubiera sido agujereado y jamás volvió a funcionar. El tren se quedó ahí, parado para siempre sin abandonar nunca a su viejo compañero maquinista, y el viejo descansaba en paz junto a su amigo el tren.

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Ahora entiendo Por Wendy Santos e sabe que México es un país muy religioso, y así como lo es también tiene un toque siempre gracioso, solemos disfrazar la tragedia con comedia, tal vez ocultamos el dolor cuando es necesario, somos cálidos, tan cálidos que hasta la muerte nos abraza, la verdad es que yo no entendía porque pasaba esto, pero conforme fui creciendo lo entendí y ahora viene a mi mente un vago recuerdo. Era el mes de agosto más o menos, faltaba poco para regresar a la escuela, tenía unos 8 años y acompañé a mi mamá a ver a mi abuelita, un ser de luz, siempre alegre, me gustaba su sonrisa, bailaba muy bien, cuando la acompañaba a la tienda me dejaba elegir un dulce o en días calurosos alguna paleta de hielo, sin embargo, ese verano no fue igual, mi abuela se encontraba en reposo, al parecer tenía una fuerte gripa, ella vivía en un pueblito y en ese lugar se decían frases muy atípicas. Un día, mi tío Horacio se encontraba hablando con mi mamá, quien se sentía desanimada después de ver en cama a mi abuela, y mi tío le mencionó —Yo creo que este año ella ya no va a cargar a los peregrinos—. Mi madre comenzó a sollozar mientras yo me preguntaba —¿Por qué? —. Hace mucho tiempo que mi abuelita no lo hacía, yo lo sabía porque siempre íbamos en fechas decembrinas a ver las festividades del pueblo, y ella no los cargaba personalmente, tal vez el festejo no sería en su casa, o —¿será que saldrá de vacaciones en esa temporada?—. Pensé en eso solo un momento y lo ignoré, seguí jugando en el campo. Llegó diciembre, un mes de clima frío, dos meses antes mi abuelita se fue, “pasó a mejor vida”, esa pequeña gripe era un cáncer pulmonar que quiso ocultar, ahora lo entiendo, fuimos a festejar las fiestas decembrinas al pueblo en su memoria, porque es lo que la abuela hubiera querido, ahí fue cuando no la sentí conmigo, cuando me percaté de su ausencia y no la vi festejando con nosotros, volví a pensar en lo que dijo mi tío Horacio, era cierto, mi abuelita “no llegó a cargar los peregrinos” y es que ni una fiesta tan alegre como Navidad detiene el tiempo o la muerte.

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Dichos por los susodichos de autorxs diversxs terminó de diseñarse en noviembre de 2021 por la editorial Tres Cuervos, Ciudad de México, México. Las familias tipográficas utilizadas son Amor por Storm Type Foundry® y Alstoria por Bombastype.





Dichos por los susodichos se trata de una compilación de narrativas que giran en torno a una serie de circunstancias lúdicas, mismas que para florecer y salir a la luz han tenido que reconocer muy necesariamente el panorama lingüístico o retórico del cual han surgido; al mismo tiempo que hubo que deshojar frases y dichos recurrentes comúnmente utilizadas para modificar el uso normal y lógico de la palabra, con el fin de lograr persuadir y embellecer estilísticamente expresiones diversas que forman parte de nuestra cotidianidad enfadosa. Alfonso Escalona


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