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“Mastermind Platino República Dominicana:
Una semana para cambiar tu vida” Mitad de junio, tiempo de descanso para algunos, vacaciones para los hijos… ¿y tú en qué plan andas? ¿Cómo va tu año? Cuando miro el calendario, me siento como si la Navidad y el Año Nuevo se celebraran la semana próxima. Este año ha corrido tan rápido, han sido tantos los proyectos que ya cristalizamos, que con mi equipo de trabajo ya estamos con el chip 2018. ¿Y tú, en qué plan andas?
MG La Revista, cuya sexta edición estás leyendo, también ha sido un suceso. Cada edición nos llena de satisfacción, pues los comentarios son aterradoramente elogiosos. Qué alegría saber que el mensaje que transmitimos te sirve para respaldar ese trabajo que haces, que sé es muy difícil, y en el que necesitas modelos dignos de imitar. Y ni qué decir del blog, que ha alcanzado un nivel de lectura sencillamente espectacular.
En la Navidad pasada, regalé mi libro 8 Reglas de los emprendedores exitosos, que ha sido un suceso increíble: durante la pasada Semana Santa superó el listón de las 100000 descargas, ¡una locura! Lo mejor, sin embargo, es que se convirtió en la herramienta más poderosa, en la mano derecha, en el socio ideal de muchos emprendedores como tú, en camino de hacer realidad el sueño der exitosos y felices.
Sin embargo, como lo prometí a comienzos del año, hay más sorpresas. Tenemos más para ti. Se están cocinando a fuego lento, pero pronto estarán listas para que las disfrutes, para que les saques el mayor provecho posible. A propósito de eso, ¿qué planes tienes para la semana del 18 al 24 de septiembre? Si aún no te programaste, te recomiendo que de una vez la señales con lápiz rojo en tu agenda.
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¿Te interesaría ser parte del selecto grupo de privilegiados que va a cambiar su vida en el paraíso? No son vacaciones, que quede claro, sino la oportunidad de darle un giro a tu existencia y enfocarla, dirigirla hacia la cima donde se encuentran tus sueños, donde están el éxito y la felicidad. ¿Te apuntas? Ah, claro, primero debo decirte qué va a ocurrir: estaremos en el Mastermind Platino República Dominicana (MPRD). Este evento, reservado para un grupo reducido de participantes (sí, leíste bien, solo pocos serán los privilegiados), está diseñado para emprendedores, coaches, empresarios o cualquier persona que tome en serio su negocio digital. ¿Eres uno de ellos? Espero que sí, porque te garantizo que cuando abordes el avión de regreso a casa serás otra persona, llevarás contigo el conocimiento y las herramientas para ser el número uno de tu mercado. ¿Por qué deberías estar allí? Porque con mi equipo te revelaré el código y los secretos para que construyas tu marca, te posiciones como el experto destacado de tu industria y levantes un verdadero imperio digital. ¿Qué debes hacer? Por ahora, alistar el pasaporte, los pantalones cortos y el bronceador. Además, estar pendiente de mis canales de comunicación, atento a la información que proporcionaré. Te prometo que a tu regreso del Mastermind Platino República Dominicana (MPRD), cuando te despiertes, estarás listo para que lo que resta del año (y de ahí en adelante) sea el mejor año de tu vida. ¿Cuento contigo? Acá, en MastermindPlatino.com, puedes dar el primer paso.... No te vayas a quedar por fuera: el coctel de bienvenida es ¡delicioso!
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MercadeoGlobal.com/revista revista@MercadeoGlobal.com Mercadeo Global 8374 Market St Unit 161 4 Lakewood Ranch, FL 34202. USA
Editor General Álvaro Mendoza
alvaro@mercadeoglobal.com
Asesoría Periodística Carlos Eduardo González caredugo@mercadeoglobal.com
Diseño Giancarlo Rodríguez
gian@mercadeoglobal.com
EDITORIAL Cada día, cuando despierto en mi cama y compruebo que tengo una nueva oportunidad, agradezco de corazón las dos más grandes bendiciones de la vida: mi familia y mi trabajo. Lo curioso es que las dos se resumen en una misma labor, que solo después de buscar mucho tiempo descubrí que era mi verdadera vocación: ser padre. Lo soy de dos increíbles hijas y me siento padre también de mis maravillosos clientes. Mirando en retrospectiva, me doy cuenta de que ese rol de padre nunca fue una de mis prioridades. No es que le huyera, no es que le temiera, no es que quisiera evitarlo. Simplemente, no estaba en mis prioridades. Nunca me fijé un plazo para tener hijos, pero felizmente la vida hizo su tarea en sus tiempos, que son sabios. Lo que sí tengo claro es que hoy lo disfruto más que nada, lo agradezco por encima de todo. Ser padre, repito, es lo más maravilloso que me ha pasado en la vida. Y también, lo más difícil. Alguna vez, en la intimidad de la amistad, con un amigo compartí experiencias sobre este rol y llegamos a una conclusión: es difícil porque no te enseñan cómo hacerlo. Como el éxito en el marketing, como la felicidad en la vida, para ser un buen padre no hay libretos, ni fórmulas perfectas. ¡Se hace camino al andar, como Joan Manuel Serrat! Se aprende sobre la marcha, sobre el rastro de los errores, que no son pocos. Lo increíble es que funciona: en medio de esa improvisación, de esa ignorancia del rol, de que todo el mundo te dice cómo hacerlo (y nada funciona), so-
mos capaces de formar a nuestros hijos, de convertirlos en buenos ciudadanos, en personas de bien. Así nos criaron a nosotros, así fueron criados nuestros padres, así serán criados nuestros nietos. Cuando empecé a hacer negocios en internet, hace casi veinte años, fue muy parecido. Sí, tenía un conocimiento; sí, había acumulado una experiencia. Pero, la verdad es que daba palos de ciego, caminaba con los ojos tapados. Y a punta de errores, de echarlo a perder, sobre la marcha aprendí. Y, lo mejor, pude ayudar a mis clientes. Desarrollamos relaciones maravillosas, enriquecedoras, y nos transformamos mutuamente. Con el paso del tiempo, no solo tuve el privilegio de disfrutar el trabajo, sino que también me gané el respeto, la credibilidad y la confianza de muchos, como tú. Te convertiste en mi cliente, compartimos sueños y te transformaste en un evangelizador de mi marca, en un multiplicador. ¡Maravilloso!: es exactamente lo que ocurre con los hijos, que de alguna forma son una extensión de nuestra existencia. Disfruto de muchas formas ser el padre de mis hijas y también poder guiarte a cumplir tus sueños. Lo mejor es que la mayoría de la veces soy yo el que termina convertido en alumno, el que se nutre de los conocimientos y experiencias de sus hijos, los reales y los putativos. Es una dinámica que me cuesta trabajo entender, pero que me brinda las energías y las herramientas para seguir adelante cada día, más allá de las dificultades.
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Es, entonces, cuando comprendo la enorme responsabilidad que tengo. Pero, también, el honor y el privilegio que eso representa. El sueño de transformar mi mundo, de transformar mi vida, y que eso sirva para transformar el mundo y otras vidas, no termina conmigo, no termina contigo. Maravillosamente, la cadena continúa, se extiende infinitamente mientras cumplamos cabalmente la tarea de transmitirla a otros. Este mes de junio, durante el que en Latinoamérica se celebra el Día del Padre, quiero aprovechar para invitarte a un reflexión que yo misma renuevo cada año. Que no permitas que esa semilla que sembramos, y que cuidamos y cultivamos todos los días, se extinga. Que ese sueño emprendedor de transformar el mundo y transformar vidas sea el legado, la mayor herencia que les dejes a tus hijos (los reales y los putativos). Créeme que cada día, cuando abro los ojos y me levanto, me comprometo a hacer mi mejor esfuerzo, a brindar mis energías, conocimiento y experiencia, en procura de un mejor futuro para mi familia, especialmente para mis hijas. Y eso significa enseñarles a luchar por sus sueños, a educarse continuamente, a establecer relaciones sólidas con otras personas, a diseñar un plan de vida para ser felices y exitosas, y trabajar en él. Ser padre es la bendición más grande que he recibido de la vida, la tarea más maravillosa que he tenido la suerte de desempeñar. La más difícil, también, pero lo agradezco. Nada de lo que hago, nada de lo que soy, nada de lo que tengo habría sido posible o tendría un sentido sin mis hijas, sin mis hijos putativos. Es una escuela que no solo te forma, sino que también te gratifica de muchas maneras. Ser padre es el emprendimiento más apasionante que existe, la tarea más fabulosa que puedes desempeñar. También es un negocio en el que el éxito y la felicidad consisten en extender la cadena, en prolongar los beneficios, en contagiar a otros, en transmitir la pasión de generación en generación. Gracias a mis familias, la de sangre y la laboral, por hacerme el padre más feliz del mundo.
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Que no permitas que esa semilla que sembramos, y que cuidamos y cultivamos todos los días, se extinga.
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Educar a nuestros hijos de acuerdo con las exigencias del mundo actual, no bajo los parámetros de aquel en el que nosotros crecimos, es una responsabilidad ineludible.
Si no quieres obtener el mismo resultado, cambia el proceso. Esa es una premisa que cada día cobra vigencia en un mundo que cambia constantemente, pero que especialmente en el campo de la formación de las nuevas generaciones urge un cambio drástico. Si queremos un mundo distinto y mejor para nuestros hijos, y para los hijos de nuestros hijos, tenemos una dura tarea en el presente. Una tarea impostergable. Permanentemente, la gente se queja de lo que algunos llaman un esquema perverso: vamos al colegio, luego a la universidad, conseguimos un trabajo y ahí se nos pasa la vida, hasta que se acaba la vida. Y no la disfrutamos; más bien, 8
la sufrimos, la desperdiciamos. En algún momento, yo fui víctima de ese esquema, hasta que la vida me enseñó que mi destino, que mi papel en este mundo, era distinto, mucho más útil. Cargado de miedos, pero también de sueños, me eché al agua. Sin flotador, a nadar contra la corriente, que era muy fuerte. No fue fácil, pero hoy eso es una anécdota que recuerdo con gracia. Convertirme en emprendedor fue lo más difícil que hice en la vida, pero también lo mejor que hice en la vida. Y también es lo que les inculco a mis hijas para que construyan un proyecto que les permita alcanzar el éxito, la felicidad y la prosperidad.
Eso no significa, de manera alguna, que las quiera forzar a ir por un camino que quizás no les interese, que vaya en contravía de sus intereses y pasiones. Significa que me preocupo por enseñarles que no hay un solo camino, que de hecho no hay camino alguno. Eso que llamamos camino se construye cada día, a medida que nos educamos, que experimentamos, que nos relacionamos, que invertimos, que aprendemos de los errores.
Antes de exponerlo, sin embargo, te hago una observación que considero pertinente, honesta: no es un libreto que cualquiera pueda aplicar con garantía de éxito; tampoco, un manual de instrucciones. Se trata de un proceso aprendizaje que cada día se enriquece y se corrige, la sumatoria de mis experiencias positivas y negativas, las luces que iluminan mi camino en esta difícil, pero fabulosa tarea de ser padre. Vamos, pues:
No sé qué va a ser de mis hijas en el futuro, porque son apenas unas niñas. Aún es muy pronto para decidir qué quieren hacer con su vida. Sin embargo, no pasa un día sin que les recalque los valores que espero las lleven a cumplir con sus sueños, a una realización integral. Y enfoco todos mis esfuerzos en ayudarlas a descubrir sus talentos, en darles la oportunidad de conocer las alternativas, en prepararlas para ser felices.
1) La vida es un negocio:
No tengo el menor reproche por la formación que me dieron mis padres. De hecho, la considero una bendición y la agradezco todos los días. Pero, soy consciente de que el mundo ha cambiado, de que las nuevas generaciones necesitan un libreto diferente, y por eso me di mañas para diseñar un decálogo de principios que, espero, les sirva para enfrentar y superar los retos que les impone la vida, y sobre todo para que la disfruten.
todos los días, en prácticamente todas las actividades que realizamos, estamos haciendo negocios. Eso significa que por lo que ofrecemos recibimos algo a cambio: por una sonrisa, un abrazo; por un consejo, gratitud, y así sucesivamente. Necesitamos programar nuestra mente para ese ambiente, a sabiendas de que hay que actuar con honestidad, con transparencia, sin egoísmos, sin ambiciones desmedidas.
2) Servir, el mejor negocio: nada de lo
que hacemos tendría sentido o valor si no les brinda beneficios a quienes nos rodean. En la familia, en el círculo de amigos, en los negocios. Más que atesorar ganancias, alcanzar reconocimiento y fama, nuestra tarea en este mundo es servir a los demás.
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Lo que tenemos (herramientas, conocimiento, experiencia) se multiplica cuando lo ofrecemos a otros y regresa fortalecido.
3) Marketing es la estrategia: no solo el empresa-
rio o el que tiene un negocio necesita saber de marketing. Esta es una exigencia del mundo actual, en todos los ámbitos. Debemos gestionarnos como marca, como producto, y establecer relaciones poderosas que generen beneficios de doble vía. Esto implica aprender a vender, una de las habilidades que marcan grandes diferencias entre los que son exitosos y los que no.
4) Me comunico, luego existo: ser visible al mundo
es otra exigencia actual. No basta con ser bueno si el resto del planeta no lo sabe, si no es consciente de tus virtudes, de los beneficios que brindas. Conocer los secretos de la comunicación asertiva, impactante y vinculante es imprescindible para alcanzar nuestros objetivos. No se trata solo de manejar las herramientas tecnológicas: hay que conocer los secretos de la interacción.
5) Bilingüe vale por dos: dado que en el mundo
se derribaron las fronteras gracias a la tecnología que nos permite estar virtualmente en cualquier lugar, en dos o más lugares simultáneamente, saber dos o más idiomas no es un detalle menor. El bilingüismo es uno de los pilares del conocimiento que se requiere para ser exitoso en la actualidad. Eso sí, no basta con entender otra 10
lengua, desenvolverse oralmente: hay que saber escribirla.
6) Hay que ser maleable:
otra de las consecuencias de la globalización es que hoy no somos colombianos, o españoles, o latinos, o europeos, sino ciudadanos del mundo. Eso significa que necesitamos ser abiertos a otras culturas, otras mentalidades, otras formas de ver y sentir la vida. Y también, que debemos entender que nuestro hogar es el mundo, ese recóndito lugar del planeta donde haya alguien al que podamos servir.
7) El dinero es un medio:
en un mundo en el que a todo se le adjudica un valor material, es imprescindible que nuestros hijos entiendan que el dinero es solo un medio, no el fin. Es importante que aprendan a manejarlo, que entiendan lo difícil que es conseguirlo, pero también que sepan que no nos podemos obsesionar con él, ni convertirlo en una prioridad. Es solo una herramienta para alcanzar lo que deseamos.
8) Paso a pasito: así
como Roma no se construyó en un día, nadie es feliz o exitoso de la noche a la mañana. Es un largo camino lleno de dificultades, salpicado con satisfacciones, en el que caemos repetidamente. La virtud está en levantarse y seguir adelante, paso a pasito, a sabiendas de que es un proceso, que requiere tiempo. La clave está en disfrutar el desarrollo y saber que el resultado es fruto de lo que hacemos.
Ser libre es la primera condición para aquel que desea ser feliz y exitoso. A nuestros hijos debemos enseñarles a no depender de otros, a forjar ellos mismos su futuro, a ser libres.
9) Todo no es suficiente: talento tenemos todos,
oportunidades tenemos todos, sueños tenemos todos, inteligencia tenemos todos, habilidades tenemos todos, recursos tenemos todos. La diferencia radica en dos aspectos: en saber darles un uso adecuado a esos dones que poseemos y, sobre todo, en entender que el aprendizaje es un proceso que nunca se termina. La actitud es permanecer abiertos a las enseñanzas de cada día.
10) Sin acción, nada vale: este, sin duda, es el
punto más importante del decálogo. Si no actuamos, si no salimos de la zona de confort, si no vamos en busca de nuestros sueños, lo dicho en los 9 puntos anteriores queda en nada. Más vale arrepentirnos por lo que hicimos que vivir con la carga del arrepentimiento porque no aprovechamos lo que la vida nos ofreció. Estamos en este mundo con una misión, y tenemos que cumplirla. 11
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HablarParaVender.com
Cuando era adolescente y vivía en la casa de mis padres, me decían que había que “independizarse”. Con ese término se referían a dejar el seno paterno, levantar vuelo y comenzar una vida propia. Pasaron algunos años, sin embargo, antes de que diera ese paso, pero no con el espíritu de un grito de libertad, sino por un impulso incontrolable que me motivaba a ir a buscar mis sueños. Entonces, me subí a un avión y aterricé en EE. UU. En las reuniones con los amigos de juventud, recuerdo, discutíamos acerca de
esos conceptos de independencia y de libertad. Alguno decía que consistía en irse a vivir solo a un apartamento, y hacer su vida. Podía llevar a quien le antojara, levantarse a la hora que quisiera, tener desorden, hacer fiestas con los amigos cuando deseara sin pedirle permiso a nadie y, lo mejor, estar a solas con la novia (o las amigas). Otro más le recordaba las enormes responsabilidades que eso acarreaba, el costo del arriendo, de los servicios públicos, del mercado, y la multitud de tareas poco agradables que había que realizar: limpiar, lavar, cocinar…
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Para él, entonces, independencia y libertad era tener un carro propio para viajar, llevar a los amigos, ir a donde quisiera y, además, para presumir ante las amigas. En esa época, el que tenía carro era “un buen partido”. Nunca conseguimos ponernos de acuerdo, por supuesto, pues cada uno tenía su concepto y no había poder humano capaz de hacerlo cambiar de opinión. Con el paso del tiempo, sin embargo, entendí que todos estábamos equivocados. Nosotros los jóvenes, pero también nuestros padres, abuelos y maestros, todos aquellos que nos decían lo mismo. Eso que ellos llamaban independencia y libertad no era más que cambiar de amo.
Lo sé porque pasé por todas las etapas, viví el proceso integral, hasta que tuve la suerte de que la vida, que es sabia y no se equivoca, me enseñara cuáles son, en verdad, las definiciones de independencia y libertad. Aprendí de la vida lo que me transmitieron mis mentores, y si algo faltó lo aprendí de mis clientes y de mis socios, de mi equipo de trabajo, cuando me despojé de las ataduras y me convertí en emprendedor. Eso es lo que quiero para mí, eso es lo que quiero para mis hijas, es una frase que repito a diario. Y más que repetirla, procuro ponerla en práctica, especialmente en lo que concierne a mis hijas. Si bien para ellas es difícil entender que papá se ausente de casa para atender sus compromisos en otras ciudades o países, el que mi oficina esté allí mismo es una compensación, aunque hay reglas que deben respetar.
A los hijos hay que enseñarles a Lo más difícil para ellas, tan chiquitas, luchar por sus sueños, es entender que cuando papá entra a la no manipularlos para que oficina no pueden interrumpirlo. sigan aquellos que los padres no pudimos cristalizar. La felicidad es una victoria propia.
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Eso me obliga a hablarles mucho, a explicarles por qué papá no tiene oficina por fuera, por qué necesita su espacio privado. Y, por supuesto, me obliga a organizar mi agenda de tal forma que pueda brindarles tiempo de calidad durante el día. Llevarlas al colegio, recogerlas, ir con ellas al supermercado, llevarlas a donde sus amigas. Lo que más me preocupa, sin embargo, es el mensaje que les transmito. Siempre les he dicho que la felicidad en la vida consiste en alcanzar los sueños y, sobre todo, en hacer lo que nos gusta, lo que nos apasiona. Más allá de eso, en todo caso, procuro transmitirles las bondades del emprendimiento a través de mi ejemplo. Les cuento acerca de lo felices que son mis mentores, les hablo de los casos de éxito que he tenido el privilegio de apadrinar, las llevo a algunos eventos para que conozcan a mis clientes. Y, algo muy importante, les recalco que el camino para conquistarlos sueños, para ser felices, para ayudar a otros es la libertad financiera. Y les doy cinco consejos que considero fundamentales y que comparto contigo, por si te pueden servir: 1) HAZ LO QUE TE HAGA FELIZ: lo primero que les insisto es que nunca, nunca, dediquen tiempo, energías y recursos a hacer algo que no disfruten, que no les guste, que no les apasione. Les pido que prueben, que no se encaprichen con lo primero que se les ocurra, que investiguen y se den una oportunidad antes de tomar una decisión. La peor prisión del ser humano es aquella de verse obligado a estar en un trabajo que no disfruta, que nada le aporta, que no le hace feliz. La vida es demasiado corta y nos brinda inmensas satisfacciones como para desperdiciarla detrás de un salario que, para rematar, no te da la libertad y la independencia que anhelas. Si no te hace feliz, ¡déjalo!
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2) INVIERTE EN TI: uno de los fenómenos más preocupantes del mundo actual es que las personas se involucran en una loca carrera por acumular títulos académicos con la aspiración de conseguir el mejor trabajo posible. Sin embargo, se frustran porque esos títulos no son valorados y terminan sometidos a tareas o roles que no los apasionan. Los títulos académicos hoy no bastan; hay que ser muy bueno en la práctica, hay que mantener la mente abierta, hay que cultivar una rutina de aprendizaje continuo, hay que invertir tiempo y recursos en la educación diseñada para brindarnos autonomía. Las mejores oportunidades están afuera: ¡Búscalas, encuéntralas, aprovéchalas, disfrútalas! 3) SAL DE TU ZONA DE CONFORT: si es fácil, no es bueno, no te conviene. Nada bueno en la vida se da sin antes exigirnos esfuerzo, sacrificio, errores, aprendizaje. La enfermedad más grave que padecen los jóvenes hoy es el conformismo: se los educa para que estén plácidos, para que no sufran. No saben qué quieren, ni cómo conseguirlo. La satisfacción que experimentas cuando cristalizas un sueño surge de las dificultades que sorteaste, de la cantidad de veces que te levantaste después de caer, de las ocasiones en que hiciste oídos sordos a las críticas. Cuanto mayor haya sido la dificultad, más dulce es el sabor del triunfo. ¡Sal de tu zona de confort, esa no es la vida que mereces! 4) LA VIDA ES UN PROCESO: el éxito no se construye de un día para otro, tampoco la felicidad. La vida es un proceso y como tal exige un aprendizaje y la superación 16
de unas etapas. Hoy, muchos padres se equivocan al hacer que sus hijos crezcan en ambientes ‘perfectos’, una realidad artificial que ellos han creado, para la cual no están preparados. Los hijos llegaron a este mundo para enseñarnos a los padres, pero son prestados. En algún momento, abrirán las alas y alzarán vuelo, en busca de sus sueños. Nuestro trabajo como padres es prepararlos para ese día. Y lo mejor que podemos hacer es darles herramientas para que labren su propio camino, y alentarlos para que no se rindan. 5) NO HAY FÓRMULAS PERFECTAS: cuando uno es padre, especialmente por primera vez, se da cuenta de que no le enseñaron nada acerca de ese rol, de esa inmensa responsabilidad. Luego comprueba que todos los consejos son inútiles y entiende que el mejor libreto es vivir el día a día. Cada uno tiene su afán, pero también su aprendizaje. Aterra ver cómo algunos padres intentan conducir la vida de sus hijos como si fueran una mascota. Se inventan un libreto (o copian uno) que coarta la libertad de sus hijos, negándoles la oportunidad de gozarse el proceso. Los niños, a diferencia de los dispositivos móviles, vienen sin manual de operaciones.
Lo mejor que podemos hacer por nuestros hijos es alentarlos a vivir su propia vida. Eso sí, hay que brindarles las herramientas necesarias y, sobre todo, educarlos con el ejemplo.
MercadeoGlobal.com/8reglas
El emprendedor, ¿nace o se hace? La respuesta es un dilema parecido a aquel de qué fue primero, ¿el huevo o la gallina? En mi caso, debo reconocer que me fui haciendo en el camino, aprendiendo de los errores, de la manera más improvisada posible, al menos en la etapa inicial. Quizás dentro de lo que podríamos llamar la configuración inicial tenía el chip incorporado, pero creo que no nací, creo que me hice emprendedor. En mi adolescencia, ser emprendedor no era una opción. De hecho, por aquellos días nadie hablaba de emprendimiento. Lo más parecido que había eran los hijos de familias adineradas que después de graduarse en la universidad llegaban a ocupar un cargo directivo en la empresa de papá. En realidad, eran empresarios, no emprendedores. Por eso, en mi casa no recibí instrucción alguna de qué debía hacer para ser emprendedor. 18
Lo que sí debo reconocerles a mis padres es que siempre me apoyaron (inclusive, cuando dudaban de mis aventuras), me impulsaron a hacer lo que amaba y me dieron libertad para escoger mi proyecto de vida. Hoy, después de muchos años, asumo que esa fue la semilla que me llevó a convertirme en emprendedor. Y fue vital el ejemplo de la señora Julita, mi mamá, una negociante innata que me enseñó muchos secretos.
No puedes esperar que tu hijo sea emprendedor si no le enseñas el valor de la perseverancia. Es necesario que él entienda que la vida no es fácil, pero también que en el proceso hay alegrías y que al final está la recompensa. Debes animarlo a que no se rinda, a que termine las tareas que se propuso, a que diseñe un plan (una estrategia), a que luche y se sacrifique por sus sueños. Acompáñalo, apóyalo, pero exígelo también.
Hoy, sin embargo, es distinto. El mismo estilo de vida moderno, las dificultades cada vez más grandes para alcanzar el éxito y la felicidad en el modelo laboral tradicional nos impulsan a buscar alternativas. Y los niños del siglo XXI vienen con un chip distinto: son inconformes por naturaleza, no aceptan ataduras, no soportan estar entre cuatro paredes, tienen la mente abierta, aman las aventuras y no se dejan vencer por el miedo.
No puedes esperar que tu hijo sea emprendedor si no le motivas para que desarrolle su creatividad. A través de juegos, de proyectos, de la lectura y la escritura, del contacto con la naturaleza, puedes darle la posibilidad de que haga realidad eso que le da vueltas en la cabeza.
Ese, sin duda, es un gran avance. No obstante, eso no es suficiente. Talento, entusiasmo, pasión, mentalidad e inteligencia son características con las que todos nacemos. Para una u otra cosa, pero todos traemos esas virtudes ‘por defecto’. Las que marcan la diferencia, las herramientas que sirven para pulir esas características, en cambio, se aprenden. Con el ejemplo, principalmente, y en la casa, inevitablemente.
Si quieres que tus hijos sean emprendedores, dales ejemplo: aunque tengas un empleo formal, también debes ser emprendedor. Recuerda: no solo eres padre; también, maestro.
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No puedes esperar que tu hijo se emprendedor si no le enseñas el valor de la pasión y el amor por lo que hace. Preocúpate porque tenga contacto con las artes (música, teatro, baile) y con el deporte, actividades que contribuyen a este fin y, además, le cultivan la disciplina. No puedes esperar que tu hijo sea emprendedor si no le fomentas hábitos como él orden, la planeación, el trabajo en equipo y, sobre todo, la disciplina. Estas son características imprescindibles para tener éxito en los negocios y cuanto más temprano se aprendan, mejor. Debes saber, en todo caso, que el método más efectivo e impactante es el ejemplo, así que tú debes ser el primero en cumplir fielmente esas premisas. No puedes esperar que tu hijo sea emprendedor si a todo le dices que sí, si no le enseñas el valor de un no, del fracaso. 20
Con la disculpa que sus hijos se van a traumatizar, muchos padres los encierran en una burbuja y les impiden enfrentarse a la cara oscura de la vida. Y esta, así como el emprendimiento, es un camino en el que lo errores son frecuentes. Debes enseñarle a aprender de sus equivocaciones, y a seguir adelante. No puedes esperar que tu hijo sea emprendedor si evitas que asuma responsabilidades, que tome riesgos. Es justamente en esas situaciones adversas, en las que el universo conspira contra nosotros, que somos capaces de sacar a relucir lo mejor que poseemos, que acudimos a esa fuerza interior que nos hace mejores y diferentes. Enfrentarlas, además, sirve para desarrollar el criterio que se requiere para adoptar buenas decisiones.
No puedes esperar que tu hijo se emprendedor si no le enseñas el valor de la pasión y el amor por lo que hace. Pasión y amor son la mezcla perfecta para iniciar el camino, son el combustible que nos permite enfrentarnos al mundo, convencidos de que vamos a salir vencedores. Detecta qué lo apasiona, qué ama, y cultívale esas actividades. Deporte, lectura, viajes, estudio, lo que sea, apóyalo si eso es lo que prende su fuego interno. No puedes esperar que tu hijo sea emprendedor si no le enseñas a servir a los demás. Muchos padres se desviven porque sus hijos aprendan el valor del dinero, pero ese es solo un medio, no el fin. A este mundo vinimos para ayudarnos unos a otros, para servirnos unos a otros, y esa es la esencia del emprendimiento: solucionar un problema que aqueja a otros. Implica desprendimiento, generosidad, desapego, y se aprende con el ejemplo. No puedes esperar que tu hijo sea emprendedor si no le enseñas el valor de las relaciones sanas. En un mundo globalizado, la tolerancia y el respeto por el otro, por sus diferencias, por sus limitaciones, son una norma. Debes cultivarle los dones de la paciencia, de la comunicación y, sobre todo, de la escucha. Y que aprenda a estableces vínculos con personas distintas más allá de los beneficios que puede recibir. No puedes esperar que tu hijo sea emprendedor si no le enseñas una cultura financiera. Explícale que en la vida nada es gratis, que todo tiene un valor y que no es estrictamente económico. Foméntale el ahorro, ayúdalo para que invierta adecuadamente el dinero que le das, asesó-
ralo para que no lo malgaste en lo que no necesita. Enséñale, sobre todo, a ganarse el dinero con su trabajo, sus ideas, sus colaboraciones. No puedes esperar que tu hijo sea emprendedor si no le enseñas que las personas valen por lo que son y por lo que hacen, no por lo que tienen, especialmente lo material. Invierte en tu hijo, en su educación formal, pero también incentívalo para que desarrolle otros talentos, para que explore en su interior e identifique aquellas cualidades que le permitirán ser alguien valioso para la sociedad. Eso sí, déjalo ser él mismo. En la configuración moderna, los hijos vienen con el chip de la independencia, de la libertad, de la aventura, de la creatividad ilimitada. Esas cualidades, sin duda, son un buen punto de partida. Sin embargo, en casa es que el niño aprende a enfrentarse al mundo. Tu ejemplo es fundamental, así que para ayudarlo debes asumir más el rol de un mentor que el de un padre tradicional. ¿Aceptas el reto? Sé que sí. ¡Buena suerte!
Si bien nunca es tarde para ser emprendedor, cuanto más temprano se aprendan los secretos de este estilo de vida, más fácil es. Y qué mejor escuela que en casa. 21
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Creo en el poder del deseo respaldado por la fe, porque he visto cómo ese poder elevaba a hombres desde comienzos humildes a posiciones de poder y riqueza: Napoleon Hill. Estoy seguro de que si te digo que la fórmula del éxito en los negocios del siglo XXI fue establecida a comienzos del siglo pasado, no me creerás. Y más extraño te sonará que el protagonista de la historia no es un empresario, tampoco un administrador o un multimillonario: se trata de Napoleon Hill, periodista y escritor estadounidense. ¿Un periodista dictando leyes de marketing?, te preguntarás. Sí, se antoja raro, pero así fue. En su campo, Hill es recordado como el creador de un género que hoy atrapa la atención de lectores de varias generaciones: la autoayuda. Además, fue asesor de presidentes estadounidenses como Woodrow Wilson y Franklin Delano Roosevelt. Sin embargo, la razón por la cual su legado se mantiene vigente, por qué su nombre es conocido por los lectores actuales a pesar de que murió en 1970, es un libro llamado Piense y hágase rico.
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Se publicó originalmente en 1937 y alcanzó tal impacto que fue promocionado en la India por el mismísimo Mahatma Gandhi, que lo encontró inspirador para sus propósitos. Se han vendido más de diez millones de copias desde entonces. El libro surgió de las entrevistas que Hill realizó con miembros de al menos 500 de las familias más ricas de Estados Unidos, en un singular proyecto que le propuso el industrial Andrew Carnegie. Carnegie nació en Escocia, pero en la niñez cruzó el Atlántico y se afincó en Norteamérica. Trabajó como radiotelegrafista y en las industrias de los trenes, el petróleo y el acero. Amasó una fortuna que lo convirtió en el segundo hombre más rico de la historia (detrás de John D. Rockefeller), según la revista Forbes. Cuando se retiró, se dedicó a la filantropía y a impulsar iniciativas relacionadas con la educación e investigaciones científicas. Ahí es donde se cruzan los caminos con Hill. Según Carnegie, la fórmula del éxito había
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sido replicada por los líderes de negocios e inventores de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, y podía disminuir la curva del aprendizaje tradicional a la mitad si se les enseñaba a los jóvenes. Su teoría se basaba en el maravilloso poder de la mente, y consistía en que es posible atraer todo aquello en lo que tu mente se concentre. “Si tu deseo es lo suficientemente grande, nada podrá detenerse en el empeño por lograr tu meta”, era el argumento de Carnegie. Para confirmar esta teoría, le propuso a Hill que trabajara para él, de manera gratuita, a cambio de que lo conectara con las familias más ricas e influyentes del país. Cualquier persona común y corriente se hubiera negado, pero Hill se le midió al reto y obtuvo réditos infinitamente superiores a un salario. Por supuesto, Hill desconfió de la propuesta de Carnegie y dudó de su capacidad para llevar a cabo el proyecto. “¿Qué habrá visto en mí el hombre más rico del mundo? ¿Cómo voy a entrevistar a estas personas adineradas si yo apenas dispongo de lo necesario para vivir modestamente? Finalmente, el industrial ganó la pulseada y el periodista viajó rumbo a Detroit, la capital del acero, a buscar a su primer interlocutor: Henry Ford.
Una oportunidad muchas veces viene disfrazada de mala suerte o de fracaso. Una gran oportunidad puede estar exactamente donde estás.
Paciencia, persistencia y sudor son una combinación infalible para alcanzar el éxito. Esta premisa la dijo Napoleon Hill hace casi un siglo y cada día cobra vigencia.
Fueron dos décadas las que invirtió Hill en el proceso de entrevistar a los personajes que Carnegie le servía en bandeja de plata y procesar la información que finalmente se reflejó en las páginas de Piense y hágase rico. Lo más impactante de su investigación es que pudo establecer que la fórmula del éxito no es una poción mágica y tampoco es algo complejo que solo mentes brillantes puedan entender. Más bien, lo contrario. Lo primero que Hill estableció fue que la riqueza y el éxito en los negocios nada tienen que ver con el nivel de inteligencia, o con haber nacido en cuna de oro, o con haber heredado bienes y fortuna. La mayoría de los personajes que entrevistó provenía de hogares promedio, sufrió dificultades en la infancia y la adolescencia y debió sortear mil y una dificultades antes de que la vida le sonriera. Varios paradigmas se derrumbaron fruto de la investigación de Hill, que por supuesto causó gran polémica en su época y que hoy sigue siendo cuestionada en algunos círculos científicos. El periodista logró establecer
que factores como determinación, propósitos claros, fe aplicada, iniciativa, coraje, autodisciplina, carisma y la alianza estratégica con otras mentes son, entre otros, son responsable del éxito de los ricos y poderosos. Según esto, cualquiera puede ser exitoso y rico (millonario) en la vida, porque todos tenemos aquellas cualidades que él identificó. Un mensaje revolucionario, sin duda, y más para una época en la que el conocimiento estaba restringido a aquellos que tenían poder económico. Lo más valioso de los resultados de la investigación de Hill es que casi un siglo después la mayoría de esos conceptos está vigente y, de hecho, se ha reforzado. Nacido el 26 de octubre de 1883 en Pound, una zona rural de la pequeña ciudad de Wise, en Virginia, Hill perdió a su madre cuando tenía solo 10 años. Poco después, su padre volvió a casarse y fue su madrastra la que le dio el impulso que requería.
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“No es un muchacho malo, quizás sea el más inteligente del mundo y no sepa qué hacer con esa inteligencia”, le dijo al padre para justificar el comportamiento rebelde del chico. Con ese respaldo, Hill comenzó a cristalizar sueños y, sobre todo, a mostrar su talento. A los 13 años fundó el periódico Reportero de la Montaña, en el que mostró sus dotes creativas. Intentó estudiar leyes, pero las carencias familiares frustraron ese deseo. Sus escritos, sin embargo, le abrieron la puerta grande: llamaron la atención de Andrew Carnegie, que lo convirtió en el cómplice de su particular aventura. Curiosamente, a pesar del impacto registrado, de ser considerado un clásico y el punto
de partida de los libros de autoayuda, Piense y hágase rico solo se encuentra en una versión condensada. Las leyes del éxito (1928), La escalera mágica del éxito (1930), Cómo hacer de la venta su forma de vida (1939), Las claves de la riqueza (1945) y La actitud mental positiva (1959) fueron otros libros destacados de Napoleon Hill. “Nunca dos mentes se pueden juntar sin crear una tercera, invisible e intangible fuerza que puede asemejarse a una tercera mente”, fue uno de los postulados de Hill que sirvieron para sustentar las Mentes Maestras o Masterminds. Andrew Carnegie y Napoleon Hill, dos mentes brillantes, se juntaron y crearon una tercera que aún hoy, casi un siglo después, se mantiene como una de las leyes fundamentales del marketing.
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La unión hace la fuerza, Dos cabezas piensan más que una o Ningún exitoso se hizo solo en el mundo de los negocios son algunas de las frases con las que con frecuencia nos encontramos los emprendedores en diversos textos. Son premisas aceptadas y arraigadas, acuñadas por la sabiduría callejera de los abuelos y sus antepasados, que se volvieron leyes y que hoy, todavía, guían el camino de quienes hacemos negocios. Uno escucha con frecuencia que Bill Gates construyó Microsoft, que Steve Jobs erigió el imperio Apple, que Larry
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Page creó Google, que Howard Schultz edificó Starbucks, que Henry Ford fue el hacedor de Ford, que Walt Disney es el cerebro del emporio de la fantasía y el entretenimiento. Es cierto, en esencia: esos personajes fueron la piedra sobre la que se levantaron negocios multimillonarios, pero no es la verdad completa. ¿Cómo así? Pues, ¿te imaginas a Bill Gates haciendo las veces de ingeniero de sistemas, de diseñador, de programador, de vendedor, de CEO, de gerente de una gigantesca planta de personal, todo al tiempo?
Por supuesto, eso es imposible. Para Gates y para cualquier ser humano. Y lo mismo aplica para cada uno de los otros casos mencionados, para todos los negocios, incluido el tuyo, así seas tu único ‘empleado’. El ser humano tiene la tendencia magnificarlo todo, a generarizarlo todo, a meterlo todo en la misma bolsa, como decían las abuelas. Lo cierto es que Gates, Jobs, Page, Ford, Schultz y Disney, y tantos otros más, fueron líderes de sus proyectos, gestores de sus creaciones, pero siempre, siempre, estuvieron rodeados de gente muy valiosa. Y anónima, y valiente, y creativa e inteligente como ellos, solo que desempeñaron roles secundarios. Y lo mismo sucede en los pequeños negocios de emprendedores. Quizás tú seas la cabeza visible y en verdad cumplas tareas diversas, pero eso no significa que estés solo. Necesitas un web master para trabajar tu página, un diseñador que te ayude con las piezas publicitarias, un periodista que se encargue de los contenidos, una persona que transcriba o traduzca textos, en fin. Felizmente, no estamos solos en este mundo.
Por eso, porque la naturaleza nos impone que nos necesitamos unos a otros, es que hace unos 80 años se desarrolló una de las estrategias de marketing más poderosas: las mentes maestras, o Masterminds. ¿Cómo surgió? Fruto de la investigación del periodista Napoleon Hill, que entrevistó a miembros de más de 500 familias acaudaladas de Estados Unidos para escribir su libro más famoso y más vendido: Piense y hágase rico. Hill descubrió que muchas de esas personas, que no necesariamente habían nacido en cuna de oro o crecido en ambientes opulentos, alcanzaron el éxito y la riqueza material producto de una estrategia hasta entonces desconocida: la suma de inteligencias. ¿Qué es eso? Grupos de personas sobresalientes en diferentes áreas del conocimiento dedicadas a colaborarse en procura de un objetivo común. Aunque hay teóricos que dicen que los Masterminds son grupos pequeños, de no más de cinco personas, esa no es una realidad que se aplique a todos los casos. De hecho, Andrew Carnegie, el hombre que motivó la investigación de Hill, creó el suyo y, cuentan, tenía al menos 50 participantes.
La confianza para compartir los conocimientos y la confidencialidad para que lo discutido se quede en el seno del grupo son condiciones para que un Mastermind 29 sea exitoso.
La característica que define a estos grupos, entonces, no es el número de miembros, sino los principios que los guían y sus perfiles. Tu empresa puede ser un Mastermind: tú, como director-gerente, la persona que traza las directrices, las políticas, los objetivos; tu desarrollador web, que conoce y maneja las herramientas digitales; tu diseñador, que entiende el lenguaje visual y sabe cómo crear impacto con imágenes; tu desarrollador de contenido, que sabe producir piezas (artículos, libros, ebooks, cartas de ventas) que le lleguen al mercado y toquen su corazón. Ese grupo ya es la estructura de un Mastermind en pequeña escala. ¿Qué le falta? Que actúen como tal. Se requiere que haya compromiso, que haya disposición para compartir conocimientos, que tengan experiencias distintas que sirvan para complementarse, que estén abiertas a aportar y también a recibir retroalimentación y, fundamental, que tengan vocación de servicio y sean conscientes de que la prioridad es el bien colectivo. El éxito de un grupo de mentes maestras depende, básicamente, de la disposición de sus integrantes. Por eso, es importante saber qué empresas o qué personas no son aptas para esta dinámica: aquellos con mentes cerradas, reacias al cambio y a la crítica; aquellos egoístas que se niegan a compartir su conocimiento; aquellos indisciplinados que están a veces sí y a veces, no; aquellos sin compromiso y que solo buscan el provecho propio. ¿Qué beneficios te aporta un Mastermind? Principalmente, la unión de capacidades sobresalientes, de experiencias diversas, de enfoques diferentes. Se trata de que discutan, de que haya polémica, de que no haya
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consensos inmediatos. La idea es que esas discusiones arrojen ideas brillantes, estrategias ganadoras; que sirvan para desarrollar herramientas novedosas, para mejorar y optimizar los procesos productivos. ¿Algunos más? A través de esa estrategia de aporte individual, el grupo, en primer lugar, y la organización para la cual trabajan, en segundo, se nutren con ideas de calidad. Gracias a su experiencia y creatividad, los problemas son más fáciles de resolver y las soluciones, más efectivas. Dado que no siempre los participantes del grupo de mentes maestras pertenecen a la empresa, se establecen estrechos vínculos afectivos, se amplía la red. Dado que una premisa básica de un Mastermind es la unión de fortalezas, un efecto lógico es la superación de los miedos, principal obstáculo de los emprendedores en su camino al éxito y la prosperidad. El grupo aporta visiones, alternativas de solución y a la vez se fortalece y se apoya para enfrentar las dificultades que ofrece el mercado; su enfoque está en la acción. Por decirlo en palabras coloquiales, “Empresa unida jamás será vencida”. El éxito, en el mundo actual, es un objetivo difícil de alcanzar, esquivo para muchos, especialmente para aquellos que deciden emprender el viaje en solitario. Para poder enfrentar la competencia con reales posibilidades de triunfo, para satisfacer a un mercado cambiante y cada vez más exigente, para estar en capacidad de entender las tendencias y adaptarse a las características del mundo moderno, se impone el trabajo en equipo.
El éxito de un grupo de mentes maestras está en hallar coincidencias provechosas para el grupo dentro de las diferencias individuales.
La ecuación es 1+1+1=1. El Mastermind fue creado cuando el mundo era muy distinto al actual y es una técnica que, por supuesto, se ha modificado, se ha perfeccionado, se ha enriquecido. No se trata de buscar genios con coeficientes intelectuales superlativos. Es una estrategia poderosa si se le da el uso adecuado para que cualquiera se pueda beneficiar, si los participantes cumplen con los requisitos y se comprometen con los aportes. En un mundo moderno en el que hasta la vida misma ha perdido valor y se la mira como algo desechable, en la que todo tiene fecha de expiración, las mentes maestras, una herramienta que surgió en la década
de los años 30 del siglo pasado, están más vigentes que nunca. De hecho, en algunos ámbitos son una novedad para enfrentar las dificultades, para crecer y alcanzar objetivos más ambiciosos, más productivos. Si la vida te da la oportunidad de participar en un grupo de mentes maestras, piénsalo antes de decir no. Si lo que le hace falta a tu negocio para escalar al siguiente nivel de productividad, ganancias e impacto es un Mastermind, piénsalo antes de decir no. Recuerda la sabiduría de los abuelos: La unión hace la fuerza, Dos cabezas piensan más que una y Ningún exitoso se hizo solo en el mundo de los negocios. 31
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CASO DE ÉXITO
Con la crisis inmobiliaria que estalló el 15 de septiembre en 2008 en Estados Unidos, y derivó en una crisis financiera mundial, los sueños de cientos de personas y empresas que vivían del mercado inmobiliario se derrumbaron. Literalmente. Uno de los afectados fue Emil Montás, que llevaba poco más de una década en el negocio. Esa debacle, sin embargo, se convirtió en su mejor oportunidad, en la plataforma de su lanzamiento. “No hay en la faz de la tierra alguien que se dedicara al mercado inmobiliario y que pueda decir que salió ileso de los efectos de esa burbuja. Nos afectó a todos, en todo el mundo. El que diga lo contrario miente o es un extraterrestre”, afirma Emil con sentido del humor y una gran entereza. Porque lo perdió casi todo, al menos lo material, especialmente lo económico. Casi todo, porque conservó su espíritu y pasión, y eso lo salvó.
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Haz Clic Para Ver El Video “Aunque acumulaba experiencia, me quedé sin presupuesto, sin capacidad para invertir. Fue un momento en el que me tocó reinventarme”, explica. Se había iniciado en el mercado a los 18 años, bajo la égida de su mamá, e impulsado por un sueño: ayudar a otras personas a cumplir el anhelo de tener un techo propio. Aprendió mucho, conoció el negocio a la perfección y comenzó a prosperar. Sin embargo, la burbuja le estalló encima. La verdad es que la crisis le permitió a Emil darse cuenta de que, irónicamente, vivía en una burbuja. No era rico, pero nada le hacía falta. Tenía comodidades. Sin embargo, lo ocurrido sirvió para que abriera los ojos y viera el cúmulo de oportunidades que no había aprovechado. El punto bisagra se dio cuando conoció internet, cuando descubrió la versatilidad de las herramientas, cuando supo que la red es universo sin límites. “Aunque no pude invertir en ese momento, sí logré hacer algunas cosas de manera gratuita. Salí de una situación que a nadie le 34
deseo, pero que para mí representó un gran aprendizaje”, reconoce. Primero notó es que República Dominicana, su país, era un punto pequeño del mercado y que, entonces, necesitaba traspasar sus fronteras si quería erigir un negocio sostenible en el tiempo, que resistiera una crisis. “Me enfoco en las propiedades turísticas ubicadas en la playa, con vocación de descanso. Eso significa que la mayoría de mis clientes están fuera de mi país”. Antes de la crisis, gastaba gruesas sumas en avisos publicitarios en medios como Miami Herald o The Washington Post, y además debía viajar con frecuencia para promover sus proyectos y visitar a sus clientes. Al conocer internet, este calvario se acabó. Pronto, constató que la red le permitía llegar a más personas, en más lugares, con un presupuesto realmente bajo. “Lo mejor fue que aprendí que podía medir los efectos de mis acciones, los alcances de mis campañas.
Cuando publicaba un aviso en el periódico, no me llegaba un reporte de cuánta gente lo había visto, o de quién lo había visto”. La tecnología, en cambio, le permitió saber a ciencia cierta quiénes eran sus clientes. En poco tiempo, su horizonte se amplió: ya no solo era República Dominicana, sino también Estados Unidos, España, Colombia, Latinoamérica entera. Eso cambió su forma de hacer los negocios: aprendió a segmentar los mercados, a emitir mensajes especializados para cada uno, y consiguió un impacto sin precedentes. “Gracias a la crisis conocí internet y gracias a internet estoy en un punto más alto que antes de la burbuja”. Se inició como casi todos en ese ambiente bajo el esquema de las franquicias, que es el modelo tradicional, y luego dio el paso a la independencia, a crear su propia empresa, con los mismos parámetros. “Me fue bien, no me quejo, aunque debía competir con las grandes empresas de enormes presupuestos. Algunos me dieron tres meses de vida, pero ya pasaron 15 años y ahora estoy mejor que nunca”, dice orgulloso. Ese clic, del modelo tradicional al universo virtual, le mostró que su enfoque era equivo-
cado. “Vi que lo que la gente no buscaba a las grandes empresas, sino marcas personales. Sí, personas como ellos, que padecen, que les duele, que tienen sentimientos, un rostro humano en el cual puedan confiar”. Y en República Dominicana ese rostro tenía nombre y apellidos propios: Emil Montás. Fue el comienzo de una fulgurante carrera. “Me di a la tarea de posicionar su nombre, acudí a cursos para aprender las estrategias de marketing propias de internet y me cobijé a la sombra de Álvaro Mendoza, mi mentor”. El siguiente paso fue, sencillamente, genial: se rotuló como especialista en segunda vivienda (second home specialist), un mercado inexplorado en su país. “Ya no era un corredor inmobiliario más: era el especialista, y como no había más, era el líder de la industria”. Poco a poco, el público lo identificó, primero, y lo reconoció, después. Ya no era uno más del montón, sino el especialista en segunda vivienda. Ese objetivo se logró gracias a la acertada estrategia de posicionamiento que implementó: “Comencé a trabajar con videos que aunque eran rudimentarios me sirvieron para darme a conocer, y también publiqué artículos, que me pusieron en el radar de los medios de comunicación”, cuenta.
La estrategia ganadora de Emil se basa en una premisa sencilla: “Es más fácil hablar desde la experiencia propia que desde un manual de ventas”. 35
Emil ya era el árbol capaz de tapar el bosque. Se hizo asiduo invitado a los programas de televisión y a las redacciones de los periódicos para hablar de un tema del que nadie más sabía: la segunda vivienda. “Todos los programas me querían tener”. Después se convirtió en columnista, en productor de un programa de televisión, ¡en una celebridad! Así, de ser alguien sin un dólar en el bolsillo, pasó a ser el famoso que aparecía por doquier. “Cuando comencé a salir en televisión, mi esposa, que es periodista, me dijo que debía cambiar mi atuendo. Ya andaba en pantalones cortos, camiseta y sandalias, porque mi trabajo era en la playa. Un día me compré un vestido negro, que combinaba con todo, y al que bautizamos ‘el asesino’”, cuenta jocosamente. La vida había cambiado radicalmente y Emil volvió a sonreír gracias a internet, a sus posibilidades ilimitadas, a su efectividad. La clave estuvo en la estrategia de marketing. “Entendí que no eran casas lo que vendía, sino lo que se derivaba de esa propiedad: tomarse una piña colada en la playa, descansar en la hamaca a la sombra de una palmera, jugar al golf, disfruta de sus hijos en la piscina”. Comprendió que vender casas era algo que ya muchos hacían, así que se enfocó en algo novedoso: vender experiencias inigualables en el paraíso. Su estrategia resultó revolucionaria, impactante: “El cliente no
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ve la casa que le vendemos, sino el bienestar que consigue al adquirir esa propiedad. Descubrimos que lo que quiere no es esa casa específicamente, sino el estilo de vida que se puede dar en ese lugar”. El corredor inmobiliario tradicional había quedado enterrado en el pasado. El siguiente paso fue empoderar a su equipo de trabajo. “En Costa Destinations, la empresa que creamos, todo gira alrededor de un barco. En la tripulación, como llamamos a nuestros colaboradores, sin importar dónde trabajes, les damos la oportunidad de vivir la experiencia: los llevamos a República Dominicana a que consuman la experiencia. Después, cuando regresan a casa, no salen a venderla, sino que la comunican a sus clientes y así se obtienen mejores resultados”. ¡Wooowww! Es una visión diferente a la del mercado inmobiliario tradicional. “Lo más importante es que lo hacemos con una computadora y una conexión a internet, desde el lugar donde estemos”. Lo increíble es que la competencia no solo se rindió a sus pies, sino que les refieren a sus clientes y reconoce los logros de su novedosa estrategia de marketing. “Es la magia de internet. Para mí, eso ha sido el gran descubrimiento”, concluye.
Tejiendo la red
Hace muchos años, por allá en la década de los 90, en Colombia un periódico hizo un concurso muy exitoso. Se llamaba ¿Dónde está Javier?, y consistía en ubicar a Javier dentro de un gran dibujo lleno de figuras. Hoy, Emil Montás, que por supuesto no supo del experimento colombiano, replicó el modelo en las redes sociales y le dio a su negocio un impulso increíble. Una casualidad que es una tendencia viral. En el proceso de posicionarse como especialista en segunda vivienda, Emil entendió que necesitaba salir de Punta Cana, donde vivía, y conocer el resto del país. Así, cada semana viajaba a distintos puntos de la geografía de República Dominicana y se tomaba fotos que después publicaba en las redes sociales. “Aquí en Cabarete”, que es una zona del norte, sentado en una hamaca mientras tomaba una piña colada. Esa estrategia despertó curiosidad entre sus clientes, que cada ocho días se preguntaba ¿Dónde está Emil? Fue tal el furor, que crearon concursos y otorgaban premios a quien identificara el lugar donde se hallaba. De paso, se apuntaron un hit de marketing: “Le mostrábamos a la gente nuestro inventario, sin tener que decirle esto es lo que vendemos”. Se creó un fenómeno viral en el que las redes fueron cruciales. Las fotografías se volvieron tema obligado de las conversaciones de la competencia y para los clientes era entretenido tratar de averiguar en qué lugar estaba Emil. “Cuando los promotores de los nuevos proyectos de vivienda vieron lo que hacía, me invitaban junto con mi esposa para que los conociera. Se armó una lista de espera de cuatro meses para que pudieran aparecer en ¿Dónde está Emil?”, recuerda entre risas.
Eso, además, derivó en algo insólito: “Ya no busco a los clientes, sino que ellos me buscan a mí. ‘Quiero saber del apartamento donde estás ahora tomándote una piña colada’, son los mensajes que me llegan después de publicar las fotos”. Así, entonces, desde esa playa soleada, mientras disfruta del sol y la naturaleza, Emil cierra negocios. Una muestra del poder de las redes sociales cuando se les da el uso adecuado. El otro puntal de su estrategia digital son ‘Los consejos de Emil’. Son los videos que produjo para responder las preguntas de sus clientes, que muchas veces se repetían. “Aprendí que la automatización es vital para crecer de manera escalada. Entonces, creamos una estrategia para responderles. Es un contenido de calidad que lo educa, que le da un valor agregado que no encuentra en el esquema tradicional”. Para Emil, lo importante es que el cliente tenga la posibilidad de tomar una decisión inteligente, y eso solo se da si tiene educación. “Tenemos videos con más de 50 000 reproducciones. Además, mis colegas les dicen a sus clientes que miren los videos de Emil, que allí está la información que necesitan. No nos ven como competencia, porque de hecho trabajamos en mercados distintos, sino como una referencia”, explica. Como hecho curioso, ni en las fotos que publica en redes sociales, ni en los videos de ‘Los consejos de Emil’ se incluye información de contacto o un llamado a la acción. ¿Por qué? “Sabemos que el cliente nos va a contactar por internet, siempre ha sido así”, dice. Contenido de calidad gratuito, mensaje de valor dirigido al público correcto y experiencias únicas para el cliente, la fórmula del éxito de Emil Montás, una historia inspiradora.
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Como padre de unas niñas, cada día experimento la preocupación de saber qué clase de mundo les vamos a dejar para cuando sean mayores. Aunque presumimos de vivir una época moderna, en la que las barreras y las distancias fueron derribadas por la tecnología, la realidad nos desmiente: guerras, hambre, discriminación, intolerancia, terrorismo demencial, religiones que nos dividen, un planeta que se nos muere sin remedio.
En los años 30 del siglo XX, Lincoln sirvió en la Guerra del Halcón Negro, entre el ejército de EE. UU. y los pueblos indígenas por el control de la tierra en estados como Illinois y Michigan. 38
Vivir nunca fue fácil, es cierto, y para comprobarlo simplemente hay que leer un poco de la historia de la humanidad. Lo irónico es que hoy, en tiempos en los que lo tenemos casi todo a favor, da la impresión de que estamos peor que antes. Nunca antes la vida fue tan fácil y placentera como ahora, gracias a eso que llamamos progreso. Sin embargo, nunca antes como ahora fuimos tan infelices, nunca estuvimos tan amenazados. ¡Qué ironía!
Porque así me lo enseñaron mis padres y porque lo he experimentado en carne propia desde que tomé la decisión de convertirme en emprendedor, no dudo de que lo más valioso que poseemos, lo único que no nos podemos resignar a perder, aquello por lo que siempre debemos estar en pie de lucha, es la libertad. Más que un derecho, es un privilegio que a través de la historia tuvo heroicos protagonistas, héroes inmortales. Uno de ellos fue Abraham Lincoln, el decimosexto presidente de los Estados Unidos. ¿Por qué te hablo de él? Porque él fue el padre de la libertad o, dicho en otras palabras, el responsable de que se aboliera ese abominable mal llamado esclavitud. El primero de enero de 1863, promulgó la Proclamación de la emancipación y decretó que todos los esclavos de los Estados Confederados de América debían ser liberados. No fue tan fácil como decir y hacer, pero fue el comienzo. Algunos estados como Kentuc-
ky (donde nació Lincoln), Missouri, Delaware o Maryland hicieron caso omiso y mantuvieron este flagelo hasta el 18 de diciembre de 1865, cuando se promulgó la Decimotercera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos. Irónicamente, Lincoln no vivió para ver hecho realidad su sueño, pues había sido asesinado meses antes, el 15 de abril. Lincoln nació el 12 de febrero de 1809 en el seno de una familia con ancestros ingleses. Su niñez y adolescencia estuvieron marcadas por carencias materiales y por frecuentes cambios del lugar de residencia. Nunca acudió a una escuela formal y fue autodidacta. “Sé leer, escribir y contar, y hasta la regla de tres, pero nada más. Lo que poseo en materia de educación lo he recogido aquí y allá, bajo las exigencias de la necesidad”, decía. Aquella primera mitad del siglo XIX fue crucial en la historia de Estados Unidos. La nación se enfrascó en una guerra cruel y la unión corrió riesgos de desaparecer.
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Era un país dividido por dos visiones del mundo y de la vida opuestas: el norte, influenciado por la Revolución Industrial importada de Inglaterra, y el sur, gobernado por una clase aristocrática de terratenientes que usaba la esclavitud de los negros para favorecerse. Eran días en los que el país crecía hacia el occidente, a tierras inexploradas. De hecho, nueve estados se habían sumado a la Unión antes de que en 1820 Missouri hiciera su solicitud. Pero, era un estado esclavista y su ingreso rompía el delicado equilibrio del senado federal. En aquel tiempo, se estableció que debía haber igualdad de fuerzas (miembros) entre quienes apoyaban la esclavitud y quienes la combatían.
Tras muchos ires y venires, se encontró una solución: el llamado ‘Compromiso de Missouri’, que permitió el ingreso a la Unión no solo de Missouri, sino también de Maine, como estado libre. Así, se mantuvo el equilibrio. Además, se estableció una línea imaginaria en el paralelo 36° 30’, que dividió al país: en el sector norte, la esclavitud quedó prohibida. Fue, sin embargo, un convenio frágil que poco duró y a nadie gustó. A mediados del siglo XIX, los ánimos estaban más caldeados que nunca. Para los estados 40
del sur, una eventual abolición de la esclavitud significaba su reinado en el comercio mundial del algodón y el fin de su opulento estilo de vida. En el norte, mientras, había un creciente descontento porque eran conscientes de que aquellos no cumplían con los compromisos estipulados. Poco a poco, entonces, se dio una situación de no retorno. Así se llegó a las elecciones presidenciales de 1860. En la sombra, sin hacer ruido, Lincoln logró que el recientemente creado Partido Republicano lo escogiera como candidato y, aunque era muy poco conocido, logró sumar muchos adeptos en los estados del norte. Los demócratas, en cambio, no pudieron ponerse de acuerdo y se presentaron con dos candidatos: uno por el norte y otro por el sur. Pero aún había mucha tela por cortar. Lincoln fue elegido el 6 de noviembre y su nombramiento generó más división. Antes de que asumiera el 4 de marzo de 1961, seis de los estados del sur abandonaron la federación. “En vuestras manos, mis descontentos compatriotas, y no en las mías, está el importante tema de la guerra civil. El gobierno no os atacará. No puede haber conflicto sin que vosotros seáis los agresores”, dijo en su discurso de posesión. Finalmente, la guerra estalló. Al sur le preocupaba su futuro y estaba convencido de su poder militar. De hecho, no deseaba invadir los territorios del norte, sino evitar que ocurriera justamente lo contrario. Entonces, sonaron fusiles y cañones, en un conflicto que cobró más de un millón de víctimas. Comenzó el 12 de abril de 1861 cuando los sureños atacaron Fort Sumter, enclave federal que defendía la entrada a Charleston (Carolina).
En medio del conflicto, en junio de 1864, Lincoln fue reelegido presidente. Finalmente, el 9 de abril de 1865, el general Robert E. Lee, en representación de los estados sureños, firmó la rendición. Su ejército estaba dividido y debilitado por las deserciones y los pobladores no soportaban más los rigores de la guerra. Sin embargo, Lincoln se convirtió en una víctima más, ante el temor de que sus revolucionarias ideas se hicieran realidad.
Cinco días después, mientras se encontraba en el palco del Ford’s Opera House de Washington, recibió un disparo en la cabeza por parte del actor John Wilkes Booth, declarado seguidor de la causa sudista. Lincoln agonizó durante toda la noche y finalmente murió poco después de las 7 de la mañana, la hora a la que acostumbraba iniciar sus labores diarias. Falleció sin ver concretado su sueño de libertad. Haber creído en la libertad, trabajar para que los afro-americanos dejaran de ser esclavos, proponer que esta población tuviera derecho al voto, igual que las mujeres, fueron ideas revolucionarias que si bien tiempo más tarde se concretaron, resultaron inaceptables en aquella turbulenta época. Lo cierto es que en la historia de Estados Unidos hay un antes y un después de Abraham Lincoln, el padre de la libertad. Quizás de una forma diferente a aquella de la primera mitad del siglo XIX, hoy el mundo está amenazado otra vez. Por eso, de cuando en cuando me tomo un tiempo para reflexionar y ver cómo, desde mi labor como emprendedor, contribuyo a dejarles a mis hijas un mundo mejor en el que puedan ser libres y, a diferencia de lo que ocurrió a Abraham Lincoln, pueda disfrutar de sus sueños hechos realidad. ¿Te unes conmigo?
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