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Monte Nemrut: una de las mayores bellezas arqueológicas
from Revista de Antropología y Tradiciones Populares Nº6
by Sociedad Española de Antropología y Tradiciones Populares
MONTE NEMRUT: UNA DE LAS MAYORES BELLEZAS ARQUEOLÓGICAS Por Miguel Labrador
El Monte Nemrut se ubica en el sureste de Turquía, en la provincia de Adiyaman. Sin duda, en esta ocasión no nos encontramos ante una de esas ubicaciones repletas de misterios e incógnitas, así que es otro el motivo que me lleva a escribir el presente artículo, y no es otro que su sorprendente belleza, pocas veces igualable en los vestigios de las civilizaciones antiguas.
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El Monte Nemrut se sitúa en un enclave, además, que nos aproxima a buena parte de algunos yacimientos arqueológicos de enorme importancia. Apenas a dos horas en coche podremos arribar a Gobekli Tepe, el primer templo de la Humanidad, con una datación mínima de 12.000 años. Muy cerca de este podemos encontrar Sanliurfa, otro lugar donde podemos hallar vestigios de nuestras primeras civilizaciones. Y si queremos penetrar en secretos envueltos de tradición y mezcla de leyenda y de posibles historias ocultas solo tenemos que llegar hasta Harran, cerca
El santuario funerario del monte fue mandado construir por el rey Antíoco I de Comagene, en el año 62 a. C.
de la frontera con Siria, donde se afirma que se encuentra el paraíso que compartieron Adán y Eva antes de que una serpiente y una manzana nos empujaran al mundo que hoy conocemos.
Pero será mejor que no nos distraigamos con esas aledañas maravillas y que regresemos al tema que nos ocupa, que no es otro que el Monte Nemrut.
Está dividido en dos sectores, que se encaran respectivamente hacia este y oeste, y se ubica en la cima de una montaña a 2.500 metros de altitud, en lo que se llama el altiplano armenio. Para realizar la construcción del túmulo, los obreros tuvieron que esparcir casi un millón de toneladas de roca triturada, de forma que podía apreciarse un impresionante manto de forma piramidal.
Repleto de enormes estatuas, el visitante se topará con leones, águilas y hasta dioses. Algunos de ellos, armenios, otros persas y, por supuesto, griegos.
Tampoco podía faltar una representación del propio rey Antíoco al lado de Zeus y Apolo. Aunque lamentablemente, hay que señalar que estas piezas se encuentran en su mayoría esparcidas por el suelo: una mala combinación de una legión de iconoclastas y la más que probable ayuda involuntaria de algún terremoto; juntos no tuvieron mucho reparo en menoscabar tan maravilloso emplazamiento, aunque se desconoce quiénes pudieron ser los responsables y por qué motivo. El observador también apreciará que por la parte trasera de las estatuas se halla el testamento de Antíoco, por medio de piedra caliza tallada y una advertencia a aquel que ose robar lo más mínimo del increíble yacimiento.
Se sabe de este lugar que se usaba para realizar ceremonias religiosas y solo hay que ver un amanecer o atardecer para darse cuenta de lo impresionantes que debieron ser. Por supuesto, también podemos observar un nivel arqueoastronómico, ya que existen conjunciones de planetas y objetos celestes.
El Monte Nemrut pertenecía al Reino de Comagene, que fue un antiguo reino armenio, del periodo helenístico, cuya capital era Samósata. Lo cierto es que tampoco se sabe gran cosa del rey Antíoco I de Comagene, salvo que el padre descendía del rey persa Darío I y su madre era descendiente del mismísimo Alejandro Magno. Tuvo una educación real que le hizo ser tremendamente hábil, ya que, de otra forma, hubiera sido imposible subsistir entre los imperios de los romanos y los partos, grandes enemigos que se rifaban todo el poder en el Mediterráneo. Llegado el año 34 a. C. Antíoco falleció, posiblemente asesinado. Tras su muerte, a los pocos años, los romanos anexionaron este reino a la provincia de Siria.
En 1953, con 52 años, la arqueóloga estadounidense Teresa Goell, conoció este emplazamiento y empezó a obsesionarse con el santuario, buscando sin descanso la tumba del rey, ya que existe la creencia de que el mausoleo contendría además increíbles tesoros.
Teresa Goell Por otra parte, el epigrafista alemán Friederic Karl Dörner se unió al equipo años más tarde, poniéndose al mando de Teresa Goell, que seguía siendo la directora de las excavaciones.
Friederic Karl Dörner
Como anécdota, se da la circunstancia de que Teresa era judía ortodoxa y al arqueólogo alemán se le relacionó con el partido nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
Ambos hicieron prospecciones y sondeos para averiguar si había cavidades y, de hecho, se lograron advertir varias; la incógnita que aún perdura es que no se ha sabido si dichas cavidades eran naturales o artificiales.
Por desgracia, los dos murieron sin lograr publicar el gran trabajo de su vida, pero no cabe duda de que dieron a conocer un lugar tan esencial que en 1988 fue declarado Patrimonio de la Humanidad .
El hecho de no encontrarse nunca la tumba del rey es el gran misterio que guarda y posiblemente guardará este increíble lugar, ya que no es posible excavar por la fragilidad de la montaña artificial, que se vendría abajo al menor movimiento que allí se hiciera. Pero lo que sí puedo garantizar es que dejará para siempre una huella en el corazón de todos aquellos que decidan darse la satisfacción de ir a visitarlo.