Hijos militares ii

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Impreso por jcaste el 7/21/2006 a las 7:04:09 PM horas

DE PORTADA

No hubo directriz de qué hacer con los niños. Era decisión personal. Un colega se llevó a una niña.”

ITALIANOS. Hernán y Carmen Lombardi fueron adoptados en 1982 por una pareja italiana. Se reunieron con sus abuelos maternos en San Pedro Perulapán.

OBLIGACIONES DE EL SALVADOR En 1998, el Grupo de Trabajo acerca de las desapariciones forzadas de la ONU emitió un informe en el que expresaba su preocupación

“ante las escasas medidas adoptadas para esclarecer los más de 2,000 casos pendientes (demandas de desapariciones forzadas, de niños y adultos) y desea recordar al Gobierno de El Salvador que, con arreglo al artículo 13 de la Declaración, está obligado a llevar a cabo una investigación exhaustiva e imparcial mientras no se haya aclarado la suerte de la víctima de una desaparición forzada”.

Coronel Benjamín Ramos.

VEINTE AÑOS SIN VERSE. Rafael Abarca abraza a sus dos nietos, Jorge (izquierda) y Raúl. Los jóvenes se reencontraron con su familia materna luego de 20 años de separación.

FAES no quiere saber qué pasó asociación responsabilizan a la Fuerza Armada de la desaparición de 351 pequeños, es decir, el 51.16%. “El operativo militar en donde la mayoría de niños y niñas desapareció se llevó a cabo en el noroeste de Chalatenango (municipios de San Antonio de la Cruz, Nueva Trinidad y Arcatao), entre el 31 de mayo y el 2 de junio de 1982”, asegura el documento, en referencia a la conocida como “Guinda de Mayo”, de la que fueron víctimas las hermanas Serrano. La hija del ahora coronel conoció a su padre biológico hasta 20 años después. En febrero de 2001 viajó a Chalatenango con uno de sus hermanos, quien fue adoptado por una familia estadounidense. Las investigaciones de Pro Búsqueda, a solicitud de Tomás Oliva, un ex combatiente quien halló muerta a su esposa ese 14 de febrero de 1981 y ni un rastro de sus tres hijas y un hijo, rindieron nuevos frutos: Anabella tenía previsto regresar ayer desde Suiza para conocer a su familia biológica. Anabella es hermana de Amparo (nombre ficticio), la niña recogida por Posada. “No soy de ningún partidoporquetengoun padreguerrilleroyotromilitar”, bromea la hija del militar retirado, mientras muestra una fotografía en la que aparece ella junto a Anabella. Lucen idénticas. El caso de Posada no esúnico. Un coronel, que pidió el anonimato por temor a cómo puedan reaccionar contra él sus ex compañeros de armas, dijo conocer varias experiencias similares. “Conozco a 15 oficiales que tomaron niños como que fueran sus hijos. Un oficial le consiguió una niña a su hermana, pero a los 18 años, cuando se enteró de que no era hija biológica, se resintió y se fue.”

LOS NIÑOS DEL CUARTEL El 14 de mayo de 1980, un helicóptero sobrevolaba a lo largo del río Sumpul, en Chalatenango. La Guardia Nacional (GN) y la Primera Brigada de Infantería acababan de descargarsu poder en lazona. “Fue impresionante lo que yo veía desde arriba: había un potrero y veía un montón debultos, creía que era ganado”,comparte unex pilotodela FuerzaAérea susrecuerdos de ese día. Cuando el oficial aterrizó, la imagen cobró un rostro dantesco. “Nunca en mi vida había visto tantos muertos... me quedé impresionado.” Mientras observaba la escena, unos soldados subieron a dos niñosal helicóptero.“Los niñosnoparaban dellorar, los traje a la Fuerza Aérea y ahí se criaron.” Mauricio y Amílcar Guardado, de ocho y cinco años,respectivamente, sobrevivieronal ataque.Los cuerpos de Lidia, su madre, y Antonio, su hermano

El ministro de Defensa, general Otto Romero, asegura que lo que hacía el Ejército en la guerra eran actos humanitarios.

A

na Julia y Carmelina Mejía Ramírez tenían 15 y siete años, respectivamente, cuando ocurrió la masacre de El Mozote. Antes de correrla mismasuertequesu madrey su hermana gemela, Ana Julia informóalos soldadosdelbatallónAtlacatl que estaban matandoa los habitantes del lugar que teníaun hermano de alta en San Francisco Gotera. Los soldados decidieron llevárselas. Mientras caminaban, Ana reconoció a una señora que era colaboradora del Ejército, y los militares dejarona lasniñas enesa casa.Horas más tarde, otro grupo de la Fuerza Armada las sacó, prometiendo entregarlas al hermano, que era sargento. La última vez que las vieron fue en una iglesia de Meanguera. Las investigaciones de Pro Búsqueda han determinado que en esa masacre desaparecieron 16 niños. El

caso de las hermanas Mejía Ramírez fue presentado este miércoles en una delas audienciasde laComisión Interamericana de Derechos Humanos que sesionó esta semana en Guatemala. El CEJIL y Pro Búsqueda solicitaron que se responsabilice al Estado “por la ausencia de justicia a través de los años, pues las investigaciones realizadas fueron negligentes”. Si la CIDH emite un informe responsabilizando al Estado salvadoreño, la Corte Interamericana tendrá que estudiarlo para dar una sentencia. Hace unaño, la corte condenóal Estado salvadoreño por la desaparición de las hermanas Serrano Cruz y estableció que deben deducir responsabilidades. El cumplimiento de la sentencia por parte del Gobierno aún está en estudio por la corte.

QUE NO SE SEPA Para Otto Romero, ministro de Defensa, los oficiales que se apropiaron de los niños o que los regalaron tuvieron “una mano paterna”. En el Ejército no hay interés de aclarar lo que sucedió, y menos de deducir responsabilidades. En aquellos años, lapolítica no era derecoger niños o de investigar quiénes eran sus

No hubo campaña de llevarse niños, algunos no tenían hijos, pero otros los veían como ‘pets’ (mascotas).” Coronel Roberto Rodríguez Sosa.

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MADRE E HIJO. José Hernández y su madre, Amanda Hernández, se reunieron tras 24 años.

familiares, explica Romero. Pro Búsqueda, en una investigación publicada en 2003, señala que los niños y niñas más pequeños, por lo general, sufrieron un cambio completo en su identidad legal. Para adoptar un hijo había dos caminos: una declaración de abandono moral y material ordenada por el juez de Menores o el consentimiento del progenitor. Los expedientes de adopciones de esa época indican que la mayoría de los adopciones fueron por consentimiento. Pero “en ninguno de los casos los jueces requirieron información de la Fuerza Armada con respecto de los orígenes de los niños oniñas” enloscasosen quelosniños fueron encontrados durante operativos militares, según la asociación. 121 niños fueron adoptados por familias extranjeras, de acuerdo con las cifras que Pro Búsqueda manejaba hasta diciembre de 2002. El mayor Rivera, abogado que representa a la FAES en la Comisión Interinstitucional de Búsqueda de Niños y Niñas, dice que la misión de ellos es clara: “No nos interesa deducir responsabilidades ni investigar qué pasó. Nuestro compromiso es procurar el reencuentro”.

de dos años, yacían inertes sobre un matorral. El informe de Pro Búsqueda detalla que en la FuerzaAérea,elteniente coronelRafaelBustillo,comandante de esa unidad, consintió que los niños se criaran en el lugar y los matriculó en una escuela cercana, sinnecesidad de presentar actasde nacimiento. Tiempo después, con la ayuda del procurador general, obtuvieronactas denacimiento quelos registraban como “hijos de padres desconocidos”. No serían los primeros ni los últimos niños que se criarían en un cuartel. El coronel retirado Roberto Rodríguez Sosa, que estuvo en la Brigada de Artillería, matiza los hechos. “No hubo campaña de llevarse niños, algunos no tenían hijos y se los quedaban.” Luego, hace una declaración escalofriante: “Pero a otros los veían como ‘pets’ (mascotas)”, dice el coronel retirado Roberto Rodríguez Sosa.

La Convención de los Derechos de la Niñez, ratificada por El Salvador en 1990, establece que el derecho a la identidad incluye

nacionalidad, nombre y relaciones familiares. En sus artículos 8 y 9 establece que el Estado debe prestar asistencia y protección para restablecer rápidamente la identidad de un niño que fue privado de esta de forma ilegal. Cuando el Estado esté involucrado en la separación del niño de sus padres debe proporcionar información básica sobre el paradero del familiar ausente.

REENCUENTRO. Ronald abraza a su madre, Blanca Chávez. Fue adoptado por una familia en Bélgica en 1982.

El Código Penal actual tipifica como delito en los artículos del 195 al 198 mentir sobre la

identidad o nacimiento de un niño. Asimismo, los artículos 284 y 285 establecen como delitos la falsedad ideológica (suplantar a alguien) y la falsedad documental, que es usar documentos falsos.

VILMA Y EVER Andrade fueron entregados por oficiales de San Vicente a un músico y a una lugareña.

No nos interesa deducir responsabilidades ni investigar qué pasó. Nuestro compromiso es procurar el reencuentro.”

COURBIN WOOD, o Mario de Jesús Mancía, como fue asentado, fue adoptado en Estados Unidos.

CAMBIO DE

IDENTIDAD La mayoría de los niños desaparecidos durante la guerra sufrieron un cambio completo en su identidad legal. Algunos de los que crecieron en orfanatos sí conservaron sus nombres.

Mayor Rivera, Comisión de Búsqueda.

El conflicto fue una época de descomposición social y sucedieron arbitrariedades de parte de la Fuerza Armada.” General ex subjefe del Estado Mayor.

Otros oficiales explicaron que, en efecto, estos muchachos a menudo estaban destinados a labores varias en los cuarteles y hasta al entretenimiento. El coronelDavid MunguíaPayés, exdirector dela Escuela Militar, cuenta que en la Guardia Nacional era común ver niños. Unos eran enviados por sus padres “para que se ganaran unos centavitos lustrando botas”. Durante la guerra, añade, esta práctica aumentó, pues los padres pensaban que sus hijos estaríanmás segurosen loscuarteles. Además, algunos militares llevaban a los niños sobrevivientes a las guarniciones. “Recogimos a un niño de 12 o 13años, ledecíamos CornelioReyna porquecantaba bien, se quedó viviendo en el cuartel y salía con oficiales a poner serenatas a las novias de estos; después se convirtió en soldado”, recuerda Munguía Payés.

En 1991, Mauricio y Amílcar regresaron a Chalatenango, ya convertidos en técnicos de mantenimiento dehelicópteros dela FuerzaAérea. Conocieron a Emeterio y Goya, dos de sus tíos maternos. El mismo piloto recuerda que un año después de la masacre del Sumpul, en la que fallecieron unas 600 personas, llevó a otros dos niños a la Fuerza Aérea. Estos provenían del sur de Berlín, Usulután. “Los encontré enla ribera del (río) Lempa, nosé si los papás murieron, el asunto es que estaban solitos y un oficial los subió al helicóptero, pero a ellos no les seguí la pista.” Paralelamente, a 80 kilómetros al noroeste de Berlín, se ejecutaba otro operativo contra la guerrilla. El coronel Román Barrera dirigía un batallón de 550 hombres en Ojos de Agua, municipio de Chalatenango. Era la primera vez que se utilizaban los 10

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