Audomaro Ernesto Hidalgo

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FUEGO ANTIGUO

¡Quiero que me den sus hijos, quiero que me den su prole!

El Quinto Sol Poema sacro épico Versión de Ángel María Garibay

Nos hemos reunido a la intemperie De cara al fulgor congelado de los astros Signos vacíos en el tablero celeste Las orillas de la noche se han alejado y en el agua ha caído la luna Flota como la estatua de hielo de una diosa afrentada por su pueblo Enrancia de sílabas son los pájaros, alfabeto de alas roto Los días son largos como el desfile de las armas enemigas en el llano Y la miel aún suave de las flores de los jardines Espera la visita del emisario del sol, el colibrí El sol se ha echado a dormir dentro de las piedras La piedra es hoy nuestro único espejo El espejo de jade se ha vuelto a romper en nuestras manos Sus fragmentos deambulan insomnes por las plazas las calles los mercados Como la neblina cuando cae sobre el lago pronto a secarse Reunidos en la explanada del Templo Bajo la noche del valle que ha cerrado sus grandes alas de carbón Hablamos a las madres mientras constatamos El vuelo de los Carroñeros Cazadores de Vida La Legión de Leñadores que dirigen desde el Púlpito Han desollado la piel del silencio


En el fondo miran sus propios órganos Los órganos de todos hierven en sus sueños en un caldo de sangre Condimentado con cabello molido que también sirve para realzar los senos [magros de sus mujeres Nuestras costillas son sus cucharas Los surcos abiertos en la tierra se han sembrado con uñas y muelas Hoy cosechamos garras colmillos Frutos redondos gargajos de ira que comemos sin digerirlos ¿Veremos mañana la luz anidando en los árboles? ¿Del horizonte llegará el viento en sus canoas de nube? ¿Podrá la lluvia volver a bañar nuestros campos? ¿Volverá a ser transparencia el agua? ¿Es puente aún el canto? ¿El canto que une esta vida y la otra, lo escuchamos aún? Somos los habitantes de un país de raíces amargas Crecen debajo de la ciudad En el vientre en sombras del mundo Allá, en la oscuridad, en los intestinos de la tierra Hay un fuego enterrado Lo volvimos a despertar No sabemos qué hacer con él Nuestros hijos son mazorcas quemadas en los anafres del tiempo


TAURO

A partir de un cuadro de Remedios varo

Qué sueño delirante dibujó tu figura amarilla toro alado cara de mujer patas de caballo mirada triste y bigotes asciendes extraviado en un limbo creado para ti expulsado de tu casa la segunda del camino zodiacal alejado de tu elemento tierra cruzas con resignación visible las constelaciones del lienzo y no hay lugar para ti en catálogos y clasificaciones eruditas no existen frases que traduzcan tu drama porque la soledad astral que habitas es sólo tuya pero tú llegas de pronto a mí como una flecha encendida que cruza rozando mis ojos llegas desde el hoyo del pasado como un ave oscura que porta en su pico [el carbón de las heridas me hablas de la quemadura interna que deja el llanto del tedio que nos encierra varios días sin ganas de hablar con alguien de los vínculos encontrados entre la partida de aquella muchacha que amé [(también Tauro) y tu patética soberanía en el vacío del recuerdo que se aleja como un pordiosero cansado de pedir de algún modo todo esto por fin se va contigo hasta que la nebulosa de sangre cubre tu cuerpo lo pierde mientras te apartas de mi camino en tu viaje donde te ha sitiado [la mirada y el pincel alucinado.


NOCHE EN LA TIERRA

Aquella noche el mar llegaba hasta nosotros con un tímido rumor de olas que ha perdido su origen. Tú fumabas mirando hacia la bahía, repitiendo que la habitación olía a sexo y que debíamos abrir las ventanas. El calor era un emisario que estaba ahí para hablarnos del infierno de la carne cuando dos se besan poseídos por las furias del alcohol sudados con risas cómplices antes de irse a dormir sin culpa nunca satisfechos pero saciados hasta la última célula. Aquella noche fumabas desnuda, dándome la espalda. La luz del baño se concentraba en el tatuaje de tu cadera, mientras te recogías el cabello y te soplabas con tu mano antes de entrar a la cama, como una ola de lujuria desbordada arremetiendo con el poder terrestre que convocan los cuerpos cuando se funden en la misma presencia sagrada del deseo en la expiación nocturna de las caricias sin arrepentimiento pero sin posibilidad de horizonte. Esa noche el mar iba y venía en un mismo acorde, iba y venía por la tierra sin nadie más, sólo nosotros dos a la deriva del silencio que crece después del sexo lejos de las promesas de todo lazo familiar de toda vana esperanza de arraigo sin los dones de la pasión con la música del universo en las venas y las arterias viajando desnudos por el sueño.


POEMA

Que a tus piernas nunca les falte fuerza para cruzar el desierto de los días. Que tus palabras sean inmóviles ante el aleteo de los años. Que las emboscadas nocturnas encuentren tus ojos siempre alerta. Que el temblor no sólo sea por dentro y pueda sacudir tus manos. Y no lo olvides, contra los ruidos tu canto deberá defenderte, será otra manera de fundar la porción de luz que te corresponde.


Dime, Lugarda, ¿cómo nombrar esas grietas que se forman en la corteza de los días?, ¿cómo recoger los pasos sin que nos quemen las piedras en que se han convertido?, ¿cómo calmar las mareas interiores que provoca mi luna de fuego?, ¿cómo evitar la rabia que me asiste de unos perros que sólo yo escucho?, ¿qué forma darle a las semillas que hierven enterradas del otro lado de mí?, ¿cómo saber llegar a la última puerta del arcano donde me espera el que seré cuando envejezca?


Arde la semilla blanda y húmeda arde al paso de la lengua con el ir y venir de la lengua y los labios también arden las estrellas allá afuera las voces los cuerpos desnudos las sombras en la pared la habitación desordenada arde blanda indefensa la semilla que ocultas descubrimiento de la lengua en tu humedad nocturna en tu agua de vida hoguera que enciendo por las noches estrella errante caída en mis manos en la lengua caliente cada vez más la semilla crece si la muerdo si la toco con la punta de la lengua crece gota de sal botón de fuego que no quema cuando estalla líquido suave en mi lengua


Es otro el que injuria. Ha vivido agazapado en este cuerpo, me habla de unos cristales que el odio hunde en la sangre, de los alcoholes desbordados de la ira y del veneno de los celos. Es otro el que grita. Lo escucho avanzar desde el fondo de la neblina que cae sobre mi esqueleto aturdido, llega como una ola queriendo agitar mi corazón dispuesto a arder y a cuidar su fuego como otra luz insaciable. Él trabaja con metales oscuros en la otra orilla de mi ser, funde mis actos en monedas quemantes. Es un huésped desconocido que golpea mis puertas, entra desesperado y pone un ácido orgulloso en mi frente.


Después de hacer la pregunta y elegir las cartas, luego de dar vuelta a las primeras, aparece en el lado izquierdo el Rey de espadas. Miro unos minutos la balanza. La figura inclina a favor las relaciones entre ella y las otras cartas. Lugarda es así, puede cortar la cabeza con el filo de su enojo, calcinar con su lengua hecha un relámpago, asfixiar con el aire contradictorio de su signo. Su carta es el Rey de espadas, pero su corazón es una liebre temerosa en el bosque, una granada de cristal a la intemperie.


Más allá del invierno, de los ruidos nocturnos de una ciudad, junto a una muchacha tendida como un sol tranquilo que alumbra la alcoba, lleno de materia favorable mis manos; viajo por un mapa de blancura, atravieso en él mi memoria de puertos, de selvas y pequeños pueblos donde trenes cruzan en silencio cuando anochece. Más allá de las provincias de la lluvia y de la ascendencia del calor, más allá de playas oscuras o del mar con espadas transparentes a mediodía, más allá, aún, del deseo; cruzo calendarios de neblina, el agua clara de los sueños; voy hacia abajo y no caigo; con mis ojos recorro líneas geográficas, frente a mí invento vegetaciones, distingo los nombres hasta que la mirada desciende a un país donde las montañas son fronteras, donde crecen los mares, nacen los vientos, la materia intacta de otros años.


ITUZAINGO

A esta hora de la tarde nacía puntual el canto de una muchacha. La imaginaba, al otro lado de la pared, con una toalla, cubriendo sus cabellos, maquillándose frente al espejo.

Un olor, el sonido de una puerta al cerrarse, el ir y venir entre remolinos de sábanas y prendas húmedas en el suelo de esa joven mujer que tanto quise, aquellos días en que uno se cansa de dormir en hostales, lejos de todo origen.

Porque ella volverá a cantar, porque estará peinándose, nunca sabrá que la poseo cuando cierro los ojos para escuchar otra vez su canto, nacido de repente en la soledad de esta tarde. El canto de aquella muchacha de la que ignoro el rostro.


CARTA A CÉSAR VALLEJO

J´ai tant neigé pour que tu dormes.

Georgette

Devant moi, il n´y avait pas une ombre et chaque objet, chaque angle, toutes les courbes se dessinaient avec une purité blessante pour les yeux.

Albert Camus

Vine hasta aquí. Después de mucho buscar, entre nombres, inscripciones y números, guiado por el mapa de la paciencia, te he encontrado. Salvo floreros mohosos, figuras de mármol, un mundo de insectos bajo las piedras, el perfume de la tierra mojada y la luz de un sol pálido que desciende por las ramas, no hay más presencias. Estoy solo, leyendo recados con letras ya borrosas que han dejado para ti.

Es raro, César que toda tu cólera sea ahora esta piedra, que los pájaros bajen y se posen sobre tu silencio. Es raro que hoy esté frente a ti, hablando. En nuestros países aún florece la miseria, los cartoneros son dueños de las calles, y la harina de las panaderías ha adquirido el color de la ceniza.


Pero en las noches cuando las estrellas arden gira el planeta renovando la esperanza.

Cuántos poemas tuyos habrán escuchado estos árboles, cuántas cosas habrás dicho de esta tierra. Seguramente los otros te observan cuando sales de tu muerte a caminar en harapos, seguramente conocen tu poesía, y tú conoces sus sueños.

Era París en 1923. Llegaste desde el sol que petrifica sus intensas alas sobre tu pueblo, llegaste sin abrigo a un invierno más cruel, cuando en las calles los mercaderes vendían vino barato y algunos fiambres. Por esas fechas, las palabras eran vaho que salía de tu boca durante las caminatas hacia la buhardilla donde Georgette te esperaba con su corazón de furia y llamas.

En el hospital los días eran lentos como gotas de suero; las enfermeras no conocían tu nombre, no sabían que alrededor de la cama estaban de pie los demonios del pasado: la humedad de la celda en Chuco, la pobreza, la orfandad de tu sangre.

La memoria es un mazo de cartas que el corazón nos remite, a veces una herida secreta que nos deja el miedo. Tú respondías a esas cartas, a pesar de la tos y la falta de centavos, a pesar de ti mismo, hacías frente a las grietas de tu alma.

Esta mañana en Montparnasse el canto de los pájaros es una elegía, los vigilantes reparten folletos a los que llegan,


hablan un idioma que apenas comprendo como tu deseo por la lluvia, invocada cuando no era tiempo de partir.

ORIGEN

Llegué a mitad del verano, una mañana como cualquier otra.

Llegué entre el acuerdo de planetas y la alegría de mi madre por tenerme.

Iba a bordo de la tierra y me quedé en el sur, bajo un sol total, cerca de los pájaros.

Me dieron nombre y apellidos, no importa: soy fuego, agua, soy árbol.

Llegué a tiempo.

Creo que no hacía falta nada para abrir los ojos y conocer la vida.

Audomaro Hidalgo nació en Villahermosa, Tabasco, en 1983. Es poeta y ensayista. Ha sido becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Tabasco, del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, de la Fundación para las Letras Mexicanas, y del Programa de la Unión de Universidades de América Latina. Hizo estudios de Comunicación en la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, y de Literatura Hispanoamericana en la Universidad Nacional del Litoral, en Santa Fe, Argentina. Poemas suyos aparecen en los libros Muestra de literatura joven de México, Antología de jóvenes creadores del FONCA 2009-2010, 20 años de poesía joven en México, Antología de poesía contemporánea. México-Colombia (Bogotá, 2011). Obtuvo el Premio Estatal de la Juventud 2009, el Premio Estatal de Poesía 2010 y el Premio Nacional de Poesía “Juana de Asbaje” 2010. Autor del libro El fuego de las noches.


Organizador y coordinador de la I Asamblea Nacional de Poetas J贸venes en Tabasco. Generaci贸n del 70 y 80.


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