Bienvenidos otros

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Bienvenidas las colaboraciones La Otra ya se ha preguntado para qué seguir haciendo poesía y su continua existencia es una de las respuestas alcanzadas. No es momento de renunciar ni de desaparecer; tal vez hoy esto sea mucho más importante que ayer. Hoy que la ignorancia, la necedad y la lucha —a veces casi inútil— por el pan van rompiendo todo con su peso, asfixiándonos a su paso. Insistamos, entonces, en las voces que se esfuerzan contra las excusas que claman que no hay ya nada sino lo alcanzado por la aniquilación y su farsa: la época de lo efímero. Acerquemos las voces que cargan universos personales a aquellos con quienes intentan tender lazos; volteemos hacia las visiones del mundo que se entrelazan porque tienen cosas que decirse, son diálogos necesarios. La creación se ha democratizado por derecho propio; el apoyo yace en su renovado empeño por la calidad, en la fortaleza de sus pilares sosteniendo nuevos horizontes. Sean bienvenidas las colaboraciones. Rodrigo Hernández Vera Carlos Peña

Contacto: rodrigo.hdz.v@gmail.com, carlos.gomez190791@gmail.com


Por aquí camina el poeta palabras y senderos Para esta primera entrega de la nueva sección de colaboraciones hemos compendiado a cuatro poetas de distintos países: México, Rumania, Colombia y España. El criterio de selección, además del claro dominio del oficio, es que los cuatro posan su mirada en lo que los rodea. Todos los poemas miran hacia afuera e intentan dar cuenta de lo que existe en el mundo; no sólo su materialidad sino sus formas y razones más profundas, aquellas que permanecerían ocultas si no fueran tocadas por una mirada que supiera ver fuera y dentro del tiempo. Nos sorprendió la recuperación del paisaje como forma de entendimiento; los poetas avanzan, sensoriales, y en su recorrido descubren que la vida no acaba. Si voltear hacia el mundo, intentar dar cuenta de él, es una necesidad en tiempos revueltos, descubrir que éste permanece y palpita es, sobre todo, indispensable. Con gusto proponemos a los lectores los siguientes poemas.

Judith Santopietro (Córdoba, Veracruz, 1983) Ganó el Premio Nacional de Poesía Lázara

Meldiú

en

2014.

Ha

sido

investigadora visitante en Lozano Long Institute

of

Latin

American

Studies,

Universidad de Texas, Austin y en la Universidad de Leiden, Países Bajos. Algunas de sus publicaciones: Antología del Festival Latinoamericano de Poesía Ciudad de Nueva York, 2014; World Oral Literature Project, University of Cambridge, Reino Unido, 2009 y el libro Palabras de Agua, Conaculta, Ivec y Praxis, México, 2010. Dirige Editorial Cartonera Iguanazul: Literatura en Lenguas Originarias, un proyecto para revitalizar las lenguas indígenas entre las comunidades migrantes

en

la

ciudad

judith_velazquez_ifp@yahoo.com.mx

de

Nueva

York.

Correo

electrónico:


Chakaltaya Porque en la cima de esta cumbre nadie llora sólo ríos entumecidos de tristeza surcos serpentean el hielo y el rastro de ceniza que derrite este glaciar: el fuego aymara galopa su tiempo inquebrantable cuento la grieta de esa larga pausa con un quipu colorido aquí y ahora la flor sobre su antigua cruz --el blanco andino y la amargura (invierno que forja carbón y filigrana)

el blanco andino y el cristal regado (flama inextinguible la pureza sacraliza todo estrato)

el blanco andino y el lago que oscurece en cada atardecer (la diosa viaja siglos y atraviesa selvas)

el blanco andino y los autos con sus flores amazónicas prendidas del retrovisor (la mujer aymara se retrata junto a un hombre de nieve)

el blanco andino y el sacrificio a esta cruz-serpiente (el hombre aymara riega alcohol abrasa las columnas de oscura y rancia carne un Cristo repta en el vitral arenoso de la iglesia)


el blanco andino y aquellas lágrimas rodeando imperceptibles tu silencio (en los días que fuimos soles errabundos)

el blanco andino transfigura en amarillo luz ----Porque la noche y el día están vacíos camino la cima con el soplo de quien muere fulminado por la veta de una oscura mina por la nube que es sombra tatuada eternamente. apago el resplandor para no mirar el gesto malherido de mi carne abierta: esos minerales sin ayunos esos humos creciendo como filos de metal contra el amor


Daniel Lacatus (Calan, Rumania, 1988) Miembro de la Unión de Escritores de Rumania. Estudió en la Facultad de Periodismo en la Universidad Lucian Blaga. Sus publicaciones comprenden: El templo de la poesía, Editorial Lumen, Iasi, 2008; La dictadura del silencio, Editorial Mayon, Bucarest, 2009; En el mercado de alimentos,

Editorial

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ventaja,

Sibiu, 2009; Precio por un momento, Sibiu, 2010 y El que transportó el desierto, Editorial Cenáculo de Paltinis, Sibiu, 2013. Correo electrónico: lacatus.daniel@gmail.com

El cementerio de mis pensamientos la noche se apoderó de mí golpeando mi memoria para siempre con aquel grito que me entró en la carne para echar raíces con aquellos rostros brillando como candelas en una iglesia antigua como un animal depredador el dolor me está devorando por dentro el cementerio de mis pensamientos rugía con ráfagas como una tormenta caían proyectiles aviones misiles terrones enormes de tierra caían hombres en cada momento


de todas partes volaban airosamente balas en el día los fuegos disminuían paraban durante largos periodos así fue día tras día noche tras noche de las habitaciones con los vidrios hechos pedazos con las paredes mordidas por balas terminé esperando que cayeran sobre mí trozos de cielo

Esa mujer Era una voz débil como la de un mendigo la canción había fluido luego a lo largo de mi garganta para precipitarse fuertemente como un desborde de aguas en la cabeza donde se arremolinó largamente antes de dormirme mis ojos estaban bajo el asedio de aquella mujer que con su mirada podía destrozar las armas de los dioses desenfrenados y que me recordaba a mi abuela que murió con el nombre de la libertad entre los dientes venció la cólera y el cáncer pero la mataron las balas desde entonces estoy escribiendo sobre el ataúd de la difunta hasta que algún día se le abran los parpados

oía subiendo la canción en el cuerpo de aquella mujer hinchándole los senos y recorriéndole las manos


y las piernas y los costaos en ondulaciones fantásticas en sus ojos se abrían los irises como eclipsas y aquella canción consiguió permearme también a mi

¿Quién es esta mujer? Le miré a los ojos y creí que estaba descubriendo otros mundos. Tiene brazos, tiene piernas y cien ojos abiertos como unas puertas. ¿Quién es esta mujer? De ella se temen incluso las fantasmas, porque todo lo que toca se está desvaneciendo. ¿Quién es esta mujer que está abrazando el fuego sin quemarse?


Nicolás Peña Posada (Bogota, Colombia, 1991) Se encuentra terminando la carrera de Artes Plásticas en la Universidad de los Andes, misma institución donde ya finalizó los estudios en Literatura, al presentar el poemario titulado Ciudad de perros y palomas. Es cofundador de la revista virtual Águilas y moscas. Correo electrónico: n.pena1039 @gmail.com

Paisajes 1 La digresión del cielo sobre los edificios, la rabia de las nubes rojas que se estacionan en los parques;

el ver las parejas tirando bajo las sombras de los eucaliptos: deliciosos y húmedos cuerpos en las tardes fragmentadas.

Paisajes 2 Atardecer bordeando los bigotes de los desempleados, atardecer de comprar un helado y besar las paredes, atardecer rodeado de moscas en las canecas y el llanto del hombre en la esquina soleada.


Atardecer golpeando las ventanas silenciosas, quemando los pelos de los gatos que merodean la basura,

atardecer de caminar solo siguiendo los colores del cielo que poco a poco van desapareciendo mientras la noche se agiganta y comienzan a oscurecer los árboles.

Paisajes 4 Corren dos mujeres por el parque nacional, se revuelcan en el pasto recién cortado, se tocan, se besan, se miran en la profundidad del cielo. Se quedan largas horas abrazadas como raíces.

Así pasa la tarde entre gotas de vino y suave desnudez.

Así pasa la noche con sus luciérnagas, sus susurros y sus muertos hasta que amanece de nuevo y se desperezan en las flores, en las manos, en la brisa mañanera que entumece las piernas.


Juan Carlos Valle (Maside, Orense, España) La mayor parte de su obra se ha publicado en Valladolid; en revistas como Hebe, Haz y Envés, Un Ángel Más, Cuadernos Leoneses de Poesía, Veneno. Tiene publicados los libros: Todos los jueves salvo la luna y Postales de humo. Es cofundador de La semana de poesía salvaxe, de Ferrol. Correo electrónico: karlotty@gmail.com

Los saqueadores no se cansan sonríen ante nuestros cantos no escuchan tantanes de hierba Sus deslumbrantes baratijas hace días que oscurecen las piedras nuestras mujeres doblan la risa y los animales ladran desconsolados Hace días que arrastran enormes fardos de fuego nuestras piedras y talismanes son estibados en sus bodegas. Aún no han partido y ya se pone el sol para siempre.


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Solo el silencio arde tenue en la comisura del tiempo toda la distancia que queda embalsada y pobre entre dos verbos que se conjugan con las manos Si se vieran en la hora mĂĄs desnuda otra fĂŠrtil batalla se darĂ­a entre ambos. (para Natacha, que yo imagino manso incendio)


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