La voluntad de ser en Luis Alberto Crespo David Cortés Cabán
Tuvo un límite y alguien fue él mismo y se sostenía con las manos Luis Alberto Crespo
Son varios ya los libros de poesía escritos por Luis Alberto Crespo 1 que han ido consolidando su prestigio y reconocimiento como uno de los poetas fundadores de la nueva poesía hispanoamericana. Su estilo se caracteriza por la depuración y la transparencia; la indagación de la palabra precisa en versos breves e impactantes que funden una visión abstracta y emotiva de la vida. Una visión no asociada a una forma convencional de la escritura. Esto lo notamos en la fragmentación de los versos y los simultáneos planos de imágenes de una poesía que proyecta una percepción mucho más amplia y profunda de la realidad. Por eso, no basta una sola lectura para poseer la totalidad de Sé (Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana, S. A., 2009), su más reciente publicación. De hecho, esto podría decirse de toda la obra de Luis Alberto Crespo. Los lectores que hayan tenido una experiencia con su poesía podrán reconocerlo. Sé, confirma la sensibilidad de este autor ante el lenguaje y el criterio de rigor que impregna su obra. 1
Tiene publicado Si el verano es dilatado (1967), Cosas (1968), Novenario (1973) y las siguientes antologías: Costumbre de sequía (1978), Como una orilla (1991), Ninguno como la espina: Antología y otros poemas (2000) y El lugar del resplandor (2007).
1
Este nuevo poemario está montado sobre el verbo ser; un verbo que sitúa nuestro existir en el tiempo. Un verbo que trasciende el sentido de nuestra cotidianidad para reflejar una experiencia más personal de nuestra relación con el entorno. Por eso, si miramos cuidadosamente, Sé contiene cierta concepción existencialista del destino humano. Ese entrañable azar que mueve y condiciona nuestros actos más allá de todo posible entendimiento; espejo que revela la conciencia de lo que somos no para justificar nuestra conducta, sino para rescatar lo que nos une al universo. De ahí el pensamiento que enmarca la contraportada del libro: “A través de esta obra el poeta nos conmina a ser, en el sentido más amplio del verbo, a sobreponernos a lo tangencial y abordar los parajes que van más allá de las ausencias, las distancias, los silencios y el vacío”. Es decir, una perspectiva de la dimensión humana del “ser” en relación al espacio en que se desenvuelve. Esto también se manifiesta a través de la actitud del hablante y su experiencia con el lenguaje: Yo me miraba en el pozo
estuve hondo pero no supe reflejarme
no logré parecerme
a lo que por mí el agua contemplaba. (p.4)
2
¿Qué es lo que justifica, por ejemplo, la experiencia de esa relación un verso como: “estuve hondo / pero no supe reflejarme?” (p.4). Ciertamente sabemos que el hablante no se refiere a un “pozo” real, ni siquiera al “agua” en su forma más prístina, sino a la confección de un lenguaje cuyo cuestionamiento y búsqueda de perfección es uno de los rasgos emblemáticos de esta poesía. El sentido poético que ahonda la naturaleza del ser buscando en la presencia de las cosas una realidad que exprese una visión solidaria del mundo. Es por eso que este lenguaje cristaliza una visión que pretende encontrar la plenitud del “yo” no sólo en el paisaje cotidiano, sino a través de una experiencia más abarcadora y lúcida de la realidad. Por esta razón los verbos contribuyen a crear una noción del tiempo y del ser, un sentido tangible de su presencia en el mundo. Esta impresión la intuimos, en parte, del procedimiento verbal y las imágenes que sugieren los siguientes versos: “y alguien fue él mismo” (p.10), “¿Y dónde está la que fue / la que se llamó salamanqueja?” (p.19), “No fui el que tú creías” (p.22), “Tú naces / donde nada está por ser” (p.24), “apenas una foto me promete que eres tú” (p.33), “no dejes que en ti llueva / no seas así” (p.37), “volvámonos hacia atrás / cuando no sabíamos qué ser” (p.39), “déjenme por ahí por donde quise ser” (p.45), “su lujo / la poca virtud de ser?”(p.48), “yo era yo / era mío” (p.62), “Mi ser / se va hacia atrás / oculto” (p.72) 2.
Todas estas formas verbales afirman no sólo un sentido individual del ser pero también proyectan la percepción de la vida como tránsito. Un modo de presentar nuestra condición humana dentro de circunstancias y situaciones que, aunque no se vean, están ahí presentes en cada una de nuestras acciones: 2
El subrayado de los verbos es mío.
3
Tú naces donde nada está por ser
tú mueres donde el nacer te violenta
por eso eres real porque de ti te arrebatan y de ti te echan. (p.24)
¿En qué consiste nuestra humanidad y cómo interpretar lo que apenas vislumbramos? ¿Qué significa la verdadera connotación del ser en relación a nuestra presencia en el mundo? Más que respuestas, lo que esta poesía parece revelarnos es un modo de pensar y de sentir las cosas que nos rodean. La indagación de un conocimiento que tiene su centro en el propio ser, en su interioridad. ¿De qué modo nos conocemos y en qué plano instalamos nuestra experiencia del mundo? Para conocer la razón hay que ahondar en el interior de cada ser, conscientes de que no existe una imagen absoluta de la vida, y que continuamente la realidad traza distintos matices de las cosas que nos acompañan o están ahí frente a nosotros reflejando nuestra existencia. Como el mismo poeta dice en uno de sus libros: “Y lo que de ti quieres saber / te agradece que hayas abierto ese agujero / en lo incierto, / ese agujero adentro.” 3 Y es que posiblemente “lo incierto” sea ese misterio que cierra la muerte como otra forma de conocimiento. Sin embargo, nuestros actos implican también un modo de contemplar que refleja nuestro estar en el mundo: Permanecimos uno frente al otro
3
Luis Alberto Crespo, Ninguno como la espina: Antología y otros poemas, Valencia, Ediciones Poesía, 2000, p. 105.
4
como ahora recordándonos
bebíamos en una copa invisible
éramos de noche no nos veíamos
y nos preguntábamos si así nunca más moriríamos
afuera igual que en este instante silbaba la paraulata
dime ¿desde cuándo no hay nadie en nosotros?
¿cuánto durará esta ausencia que nos une? (“De Tsvetaeva”, p. 27)
Este poema dedicado a la poeta rusa Marina Tsvetaeva (1892-1941), también proyecta esa noción del ser. ¿Qué dice la voz interior cuando el amor o la soledad, la angustia o la muerte piden posada en nuestro cuerpo? ¿Qué eco misterioso nos une al vacío y al dolor ajeno? Las respuestas a estas preguntas pueden ser halladas en una conciencia que trasciende todo concepto material de la vida para buscar una explicación de lo que el ser representa. Pues es en sí mismo —parece decirnos el poeta— donde hay que buscar el sentido de nuestra existencia: “éramos de noche / no nos veíamos / y nos
5
preguntábamos / si así nunca más moriríamos” (p. 27). Una toma de conciencia del ser no para justificar o evadir la realidad, sino para que ésta, de una u otra forma, funda nuestro vivir en una realidad más solidaria del mundo. En el poema 27 (págs. 30-31), primera y segunda parte, se reitera la relación humana del hablante poético y su existir en el ámbito de su cotidianidad. 4 I
II
Estuviste sentada
Ve a ver si te encuentras
viendo al ausente
con el tú
tus últimos ojos
sal ahora en su busca
no lo supieron
pide algo claro algo que lo refleje
hoy al fin él ha regresado pero su regreso no basta
como agua
no es suficiente
como cualquiera otra claridad contigo
para que ocurra ha de haber vastedad. (p. 30)
no le digas nada
así es él o quién sabe cuándo. (p. 31)
El poema refleja una búsqueda de esa dimensión humana que se corresponde con la existencia del otro, otorgándole al ser un sentido más armonioso y verdadero: “Ve a ver si te encuentras / con el tú” (p.31). Un “tú” que encarna en el poema la presencia no ya de un ser específico sino de cualquier ser, sin importar su origen y condición humana,
4
Los poemas del libro están señalados con números arábigos a excepción del 5, 9, 16, 22, 27 y 50 que están acompañados de un título.
6
infundiendo de este modo una dimensión universal a todo lo que da sentido a la existencia. Así, por ejemplo, un verso como: “y es universo andar buscando una ventana.” (p. 41) proyecta esa búsqueda de una relación más vasta del ser. La ventana, vista aquí como una metáfora de ese espacio, refleja no sólo el sentido físico de las cosas, sino un espacio para explorar el universo. No el exterior, sino el que cada ser humano lleva dentro. En otros versos leemos: “dialoga más bien con tu cuerpo / que te permite entender lo que sabe”. (p. 42). Diálogo que representa al cuerpo como una expresión de conocimiento y funda a la vez esa relación con el mundo. Por eso, el hablante lírico no intenta evadir sus circunstancias, ni exige otra cosa que no sea la plena conciencia del ser, como notamos en estos versos: “déjenme por ahí por donde quise ser” (p.45). Esta voluntad de ser, de sentir la vida en todas sus manifestaciones sin ignorar, por supuesto, el dolor humano, es también consecuente con la imagen del paisaje: 5 árboles, cerros, río, cerezo, laurel, sauces, guijarro, todos estos elementos están estrictamente ligados al hablante poético. De ahí que, para expresar su interioridad, el hablante se apoye en un lenguaje que, por un lado, lo “conmina a ser” y, por otro, en una naturaleza cuya imagen le sirve de plano referencial. Sobre un extremo el otro extremo y otro más que los niega
sobre el agua un río y sobre el río el tiempo que no sabe cuándo irse 5
El paisaje de Carora, como han demostrado reconocidos críticos, es uno de los temas fundamentales de la poesía del autor.
7
sobre la inmensidad la inmensidad
un pájaro vuela sobre ella y dura un instante (p.46)
Esta dualidad de planos (el físico) agua, río, pájaro y (el abstracto), extremo, tiempo, inmensidad, se funden simultáneamente para aproximarnos a la vastedad del universo y la actitud hacia lo contemplado. En este sentido, las cosas que parecen desvanecerse ante la súbita contemplación de la mirada, siempre están presentes. No siempre se desvanecen. Persisten como la imagen de un río, aunque su cauce sea diferente: “sobre el agua / un río / y sobre el río / el tiempo que no sabe cuándo irse” (p. 46). Algo así acontece con todo lo que rodea al hablante lírico, su condición humana proyecta su estar en el tiempo. De este modo los elementos de la naturaleza con que se corresponde son una presencia constante: “yo estuve bajo el ceibo / me iba arriba / en él” (p.62), dice en este verso; y este otro: “La lagartija ya no es ella / observándola es lo fugaz que he vivido” (p.68). Este tipo de relaciones hace de su escritura una vía hacia la plenitud del ser, pero también implica una conciencia de su paso por el mundo: Mi ser se va hacia atrás oculto
“y mi huella va adelante” como en algún libro
más seguido es lo incierto
8
más de prisa
¿eres tú lo lejano suelto que me quieres distinto perdido o sea inencontrable puro? (p.72)
¿Pero, cuál es la particularidad de este poema respecto a la búsqueda del ser? ¿Por qué vuelve nuestra mirada hacia lo inaprensible, haciéndonos reflexionar sobre la trascendencia y el misterio de la vida? Será que la plenitud del ser yace más allá del misterioso hallazgo que ilumina todo destino humano. O quizás para insistir en el conocimiento ontológico del ser y el sentido de la vida en el tiempo. “Fui llevado a conocerme / en la orilla con una herida en el agua” (p. 81), dice en este verso; y adelante: “inventa una salida / o imagínate / en lo más abierto / donde se cumplan elevaciones / y plenitudes” (p. 92). ¿A quién le habla el poeta? ¿Quiénes deben inventar una salida donde se cumplan elevaciones y plenitudes? Posiblemente todos. Sí, todos podemos encontrar en esta poesía esas “elevaciones” y “plenitudes” (la ascensión hacia lo más sublime del ser). Y descubrir en el sentido de nuestra relación con el universo, la conciencia de nuestra más profunda realidad. Por eso, el poeta ha trazado esa ventana imaginara abierta a otro paisaje de la vida: “Te dedico esta ventana / abierta por fuera y cerrada / el patio también es para ti / escribí helechos algunos narcisos / copié un aljibe / una hora de rumores y / un canto de pájaro / como un golpe en el vidrio…” (p. 96). He aquí la poesía.
9
Entra para que se haga real el acto de mirar, y contemples tu propia imagen, tu voluntad de ser, y otra vez tu voz como una presencia reconciliadora del universo. Invierno / 2011 Nueva York
10