Daniel Padilla (Bogotá 1978)

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POEMARIO GANADOR XXIV CONCURSO NACIONAL UNIVERSITARIO DE POESÍA UNIVERSIDAD EXTERNADO DE COLOMBIA 2011

Acta del jurado El jurado del XXIV Concurso Nacional Universitario de Poesía Universidad Externado de Colombia:, María Clara Ospina, Luz Helena Cordero y Gonzalo Mallarino deciden otorgar el premio a la obra bajo el título “El espejo dormido” presentado con el seudónimo: “Sebun”, que corresponde a Daniel Padilla Serrato, estudiante de la Facultad de Humanidades de la Universidad Tecnológica de Pereira, sede Ibagué. De este trabajo, dijo el jurado: Los espejos y las reflexiones sobre el universo y la existencia humana dan unidad a este libro en el que el lenguaje poético construye y propone formas de ver y sentir. La otra realidad, la que muestra el espejo en su papel deformante y constructor, surge para fundar múltiples imágenes, con un lenguaje depurado y carente de lugares comunes.

RESEÑA BIOGRÁFICA

Daniel Padilla (Bogotá 1978). Estudiante de la maestría en literatura Universidad Tecnológica de Pereira convenio Universidad del Tolima. Psicólogo egresado de la Universidad Surcolombiana. Primer puesto concurso departamental de Poesía “José Eustasio Rivera” (Neiva-2008), primer puesto concurso departamental de minicuento “Marcelino Champagnat” (Ibagué-2009)

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EL ESPEJO DORMIDO

No se puede llegar al amanecer sino por el camino de la noche. Jalil Gibrán

Hay sombras que se abrazan ante un espejo ciego. George Trakl

0.

En las aguas de la noche nos dijeron los mendigos que veríamos la cara de la soledad más ciega y definitiva.

Apareció como una sirena que soñaba. Aseguró morir de sed. Yacía desnuda sobre el cielo congelado.

Desde entonces su piel se refleja en el fondo de nuestras escudillas. No hemos podido apartar la vista de su vértigo.

En los plenilunios esta pálida cazadora se baña 4


con agua de nieve.

Temblamos bajo sus cabellos cristalinos. Por espejos de niebla cambia nuestros huesos.

I.

En el comienzo era un cráter:

Su vacío recorría el espejo y nada se interponía entre la superficie y el fondo salvo una música poblada de agujeros luminosos.

Acostumbrado a mirarse con cautela y desnudo de la cintura para abajo poco a poco el cielo fue dándose cuenta de su condición de eslabón perdido.

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II.

Un espejo vaga dormido en las ruinas del tiempo. Hecho de arcilla, entra con sus huesos lacrados en los templos de la noche.

A ojo cerrado avanza por un sendero de ceniza rumbo al mar, nocturno abismo donde se refleja el vĂŠrtigo.

Siempre vuelve a encontrarse con la nada: Un hombre erguido ante los astros imagina que construye en sueĂąos lechos de cristal.

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III. ¿Y si todo es un error y estamos atrapados en los herrajes del borde, en las entrañas de una puerta que no existe, con los ojos pendiendo de largas cadenas que llegaron de ninguna parte?

Más allá del infinito una indecible luz se expande, tan sí misma que toda ella cabe en el ángulo de uno de sus ojos y a la vez se mira soñar desde todas las direcciones.

En una casa poblada de espejos la ceguera lame los poros del Universo.

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IV.

Vendrán los dioses de los laberintos con látigos a cosechar esclavos. Sus ojos cuadrados han visto todo a su imagen y semejanza. Sus ojos son el símbolo de la locura que rompe vidrios en la noche helada.

Vendrán sobre las olas bajo la tierra en nuestra sangre de plaga cósmica o esperarán con paciencia glacial la punta del colmillo en el cuello y las líneas de la piel como las orillas donde corre un río imparable.

En calendarios de piedra estelar miramos el rostro de un corazón absorto contemplando los caminos de sus propias cicatrices.

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V.

Aquí en las entrañas de la tierra estamos nadando en los espejismos del antiguo jardín. Toca con la noche nuestro despertar, para abrir los ojos en el barro y hacia el cielo ver las estrellas que duermen en Tu nombre.

Dichosa la constelación que te vio nacer con esa herida en el costado, donde bebimos los mares de un caos muy antiguo.

Aquí en el centro del agua los muy olvidados besamos esponjas de sangre. Con siete clavos en la lengua y otros siete en los ojos dormimos en el tiempo el silencio de una eternidad que nos sueña.

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VI.

Un hombre riega con vino el desierto y se acuesta bocarriba. Ve alacranes clavando sus pĂşas en las esferas del fondo de las copas.

Giran en el oro el veneno y la cura. Todo aquello que ignoramos nos une y nos separa:

La inevitable energĂ­a sin nombre flota en los eones de arena, mientras dilatamos la nada y tambiĂŠn el absoluto.

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VII.

Dios estallĂł en su luz: Nos trajo una sombra de materia transparente.

Antes estaba en la nada, en los espacios vacĂ­os donde todo pasa siempre entre desapariciones.

Aquello que tampoco tiene nombre allĂĄ en su interior.

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VIII.

En gargantas donde cadáveres ladran a la luna

el tiempo con un campanario de ecos tañe cansadas músicas de fiesta.

Bailan los ángeles y los gusanos en el plomo de esos cuerpos olvidados para siempre.

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IX.

La mente es el palacio donde sueñan las galaxias. Serpientes se estiran desde los confines de la nada, las apariencias mastican eternamente y en silencio espirales de piel bruñida por la dualidad de luz y energía oscura.

Cada ojo es un pequeño sol hecho de sueños y polvo que se consume con furia en la hoguera del tiempo. Arcilla purulenta sostiene tal andamiaje. Se sabe que la realidad está ciega y entre sus manos callosas ese cuerpo se altera, hasta convertirse en un ser de violencia que mira las estrellas con temor, con esperanza, con asombro.

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X.

Dormimos en el alma de un fantasma sueños invisibles.

Flotamos en el fragor de un mundo que desaparece sin ruido. La herrumbrosa espada de la muerte pende sobre nuestro cuello de polvo.

La destrucción es otro sueño que se asemeja al agua cuando lo circunda todo.

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ESPIRAL Para Iván Rachez Uriko.

Venimos de una espiral de sombras. Vemos gotas en el blanco azul de lo desconocido y lo invisible nos crece por dentro, en su propio tiempo.

Somos un río donde nos vemos venir desde siempre, asomados en todas las caras y segundos ante la única luz que al mirar su nombre toca a ciegas los bordes de un espejo infinito.

ECOS

Narciso engañó a la muerte: se convirtió en flor de sueño estrella exhumada de laguna oscura.

En los bosques acaricia serpientes con su aliento

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húmedo niño de hielo dormido entre las nubes.

Narciso se preparó para la vida: marchito fantasma, conjurador de sombras, frente al espejo se oculta de los venenos que incendian su despertar.

Mortaja de pómulos hundidos ojeras de vidrio cuartean sus ojos, ruinas de una noche dorada de ceguera o pesadilla.

Estatua de sal en la ciudad de los muertos Narciso se petrificó bajo un sol de enfermedad. La luz fue polvo y sus huesos como secos tallos crujieron.

Narciso, dios de tobillos perforados, practica siempre a colgarse de cabeza.

Bajo un ramaje de sogas ardientes mira cómo se disuelve la imagen de su imagen en el agua del silencio:

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cenizas flotando en la cascada interminable, trazo desnudo del olvido…

Reflejo fugaz que rima con nada.

NOVA

Este río que gira y que todos remontamos nos va secando por dentro muy despacio. A carbón reduce nuestro cuerpo, alguna vez henchido con el pulso de la vida. Mudamos de piel en un instante de brillo, como resonancias que naufragan y agonizan en una perpetua espiral de colisiones.

Somos fósiles de luz varados en el cielo contemplando a lo lejos un rostro de diamante, y acompañamos a las eras en su eterno crepúsculo, dejando atrás una estela de polvo que palpita.

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KĂšBAT

La noche trota en silencio. De los lejanos bosques del sueĂąo viene un hombre a caballo a medir sus cascos sobre esta piedra, losa verde eco de hambre.

Una crin de musgo rasga el cielo que es apenas un parpadeo de la luz eterna que brilla en su rostro.

Siempre fijo en esa frontera, Aquel ser que todavĂ­a no soy me mira yacer de costado como una flor marchita entre dos reinos.

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ÁNIMA

Vienes del mundo de los lagos hacia este tiempo gris; desciendes en busca del alma que atravesó la puerta de hierro. Un ángel negro te espera descalzo en la ciudad de los muertos. El río sueña en secreto bajo los puentes, sólo para ti. En círculo, el concilio de las luces te rodea: Todo lo oyes en el espejo de tu olvido y regresas hecha ave, sabia tormenta de espuma lunar. Viertes en mis ojos el agua de tus noches, las nieblas sigilosas que propician la ceguera blanca de los eclipses.

DESDE LO PROFUNDO

Si un hombre mira a través de los barrotes si la trayectoria de tal gesto es un haz de potencias entre sus ojos y la noche

¿Si de muy lejos un pálido resplandor? Daniel Padilla Serrato

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