DOSSIER. DERECHO Y LITERATURA
La presente iniciativa surgió de un grupo de egresados de la carrera de Derecho de la UNAM, que consideramos que el estudio jurídico es una experiencia vital que puede, en mayor o menor medida, nutrir el ámbito de la creación literaria y sus géneros. En las últimas décadas ha habido un auge de los estudios de derecho y literatura como un enfoque interdisciplinario para enlazar ambas disciplinas desde los tópicos y la actividad interpretativa, entre otros asuntos, y en ese marco, invitamos a diversos creadores a compartir cómo perciben esas relaciones. Aquí los textos de quienes amablemente respondieron a la convocatoria. Carlos Fonseca
1. EL TALLER DE LA LLAMA: POESÍA, PEDAGOGÍA Y DERECHOS HUMANOS Gustavo Adolfo GARCÉS 2. Y LITERATURA Olga Leticia VALLES LÓPEZ 3. DERECHO Y LITERATURA DESDE AMÉRICA LATINA Manuel de J. JIMÉNEZ MORENO 4. LO JURÍDICO REAL Y LO JURÍDICO IMAGINARIO Roberto Carlos FONSECA 5. DERECHO Y LITERATURA: ENTREVISTA A OMAR ORTIZ FORERO
EL TALLER DE LA LLAMA: POESÍA, PEDAGOGÍA Y DERECHOS HUMANOS Gustavo Adolfo GARCÉS Debemos, dice Richard Rorty, “pensar el conjunto de la cultura, de las ciencias exactas a la poesía, como una actividad única, continua y sin fisuras”. Instrumento para esa reflexión, agrega, es el impulso poético, en tanto contribuye
a
ampliar
la
capacidad
de
imaginación moral. No debiera sorprendernos una tesis que pugna por explicar la cultura desde una
Gustavo Adolfo Garcés. Foto tomada de: www.poesiabogota.org
perspectiva holística. No hay ruedas sueltas en el engranaje humano. Otra cosa es que no queramos ver, que nos neguemos a asumir esta realidad abrasadora. La llama nos encandila y desconcierta, pero hace posible el acto de crear. Sin ella, seríamos seres oscuros, sin nombre y sin palabra. El taller es una conversación a cien voces, nacidas, moldeadas, moduladas al calor de la llama. Cien voces y una sola, y ninguna, el anonimato colectivo, un sueño común puesto a volar sin ambiciones. O sí: la ambición de entendernos y entender el dolor acumulado durante tantos años, y avizorar, en la incertidumbre, una solución. El hombre lo es en relación con otros; solo es un animal mudo y ciego. Ve porque lo ven; en los ojos que lo miran descubre su imagen, distinta, por supuesto, a la del espejo. Y en las palabras que oye se adivina, pues somos hijos de las mismas voces. Descubrirlas, decidir cuáles servirán para enmendar el camino es tarea de todos. La vida es interlocución. No hay una sola voz, ni una idea única. Debemos entendernos en la palabra.
Poeta colombiano. Abogado de la Universidad de Antioquia y Maestro en Estudios Políticos de la Universidad Javeriana.
2
Se trata de lograr una conversación fundada en el pensamiento crítico, de abandonarnos a nosotros, para encontrarnos en los otros. Así podremos desatar el nudo. Hallaremos entonces una forma de debilitar la violencia y convertirla en fuerza creadora. Las voces anónimas de los talleristas nos proponen, a partir y a través de la reflexión poética, otras formas de abordar el análisis de los derechos humanos y su pedagogía. Ese ejercicio colectivo encuentra al final, que es un comienzo, y a la luz de una llama, una voz de esperanza, colectiva, claro, pero personal, pues nace de cada uno de los participantes. En la que podría llamarse Pedagogía de la Paz hacen falta nuevas miradas y aproximaciones. No podemos seguir entendiéndola como una vía única, pedregosa, ni como un asunto de otros. La Pedagogía, cualquier pedagogía, se asume hoy como un saber interdisciplinario, construido desde realidades colectivas e individuales cambiantes. No se trata de explicar al hombre desde la asepsia sino de aceptarlo con sus realidades múltiples, su carga de afectos, creencias, experiencias, esperanzas y fracasos. Una reflexión de tal naturaleza debe ir más allá del Derecho, si tiene vocación de persuadir; para ser más claros: no es posible sólo desde la juridicidad encontrar soluciones; el análisis debe hacerse también desde la Ética. En esa tarea la literatura es herramienta dúctil y, como sostiene Rorty, contribuye a la obtención del progreso moral, pues su razón es fundamentalmente estética y revela el sufrimiento del otro. En suma, es una razón compasiva. La lectura de los diversos textos literarios permite a los talleristas adivinar el sufrimiento, sentirse espectadores y víctimas. La reflexión no tiene como fuente la cátedra magistral sino el examen sereno y personal, que se socializa y se torna anónimo y, por tanto, de todos. Ésa es una forma de educación literaria y sentimental que, al decir de Rorty, “busca formar individuos capaces de indignarse ante el horror”. Se indigna, por supuesto, quien piensa más allá de sí mismo y ve al otro, el alma del otro, y por esa vía su propia alma. No es éste un pensamiento nuevo. Octavio Paz le dedicó extensas líneas. Para él, hay una conexión íntima y causal, necesaria, entre las nociones de alma, persona, derechos humanos y amor. Hacer caso omiso de ella es anunciar el fracaso de nuestra civilización que, sostiene el mexicano, exige para su entendimiento no sólo el estudio de las
3
instituciones políticas y religiosas, de las formas económicas y sociales sino también, imprescindiblemente, de nuestros sentimientos y, particularmente, del amor, eje de nuestra vida afectiva, imaginaria o real. No se trata de acudir a ideas abstractas y abstrusas del alma sino, lo enfatiza Paz, de asumir el concepto como una realidad concreta: el alma como razón e intelecto, pero también como sensibilidad, en tanto cuerpo que se vuelve afecto, sentimiento, pasión. Nos recuerda Paz algo que nunca deberíamos olvidar: el carácter revolucionario del amor. Ese olvido es hoy frecuente y propicia todas las formas de violencia. Remata Paz con dos frases lapidarias: “El crimen de los revolucionarios modernos ha sido cercenar del espíritu revolucionario el elemento afectivo. Y la gran miseria moral y espiritual de las democracias liberales es su insensibilidad afectiva”. Los talleres buscan despertar esa sensibilidad dormida. La lectura de los textos literarios es al mismo tiempo un acto público y de absoluta intimidad; ello posibilita una particular mirada crítica, sustentada no en las directrices de un profesor, ya se dijo, sino en las reflexiones que el poema provoca. La socialización de las diversas miradas crea lo que Kaufmann ha llamado experiencias puentes, pues los saberes de cada uno, sus diversas posturas éticas y políticas contribuyen al nacimiento de un pensamiento nuevo, distinto a los individuales y de ninguna manera la suma de todos. La sola sensibilidad afectiva no explica la pedagogía de la paz; tampoco, el simple rigor conceptual. Ambos son necesarios. Como dice Paz, “El diálogo entre la ciencia, la filosofía y la poesía podría ser el preludio de la reconstitución de la unidad de la cultura”. Y ello a partir del deseo y la imaginación. La existencia como obra de arte de que habla Deleuze debería ser propósito de todos, pues en esa idea subyace la de que la ética y la estética deben, al mismo tiempo, regir los actos humanos. Al darnos una ética, nos damos también un cuerpo y un lenguaje, que abre caminos y permite el cuestionamiento, la confrontación de ideas, la toma democrática de posturas, con respeto del otro. Como anota Deleuze, el pensamiento es un ejercicio extremo y raro. Debemos entonces hacerlo cotidiano, para permitir otros escenarios de reflexión.
4
DERECHO Y LITERATURA Olga Leticia VALLES LÓPEZ
Mientras que el tema “Derecho y Literatura” ha sido muy desarrollado en los países anglosajones, en México esta aun en estado embrionario. Esta corriente, integrada por juristas, filósofos y literatos, más que estudiar el derecho como literatura, busca respuestas, en las obras literarias, a las preguntas más fundamentales de la ley, la justicia y el poder. Hay una gran distancia entre uno y otra: en el derecho se tiende a “generalizar” el comportamiento humano en la sociedad y son los jueces los que, al aplicar la ley, “singularizan” la norma; en cambio, en la literatura se tiende a “singularizar” al individuo cultivando la ambigüedad y ambivalencia de los personajes, es decir, mientras que en la literatura todo es posible, el derecho tiende a prohibir. Sin embargo, bajo esta apariencia de contradicción, ambos buscan un fin común: crear un mundo. Así, las obras literarias donde el derecho ocupa un lugar esencial son Antígona de Sófocles, Las Euménides de Esquilo, Fausto de Goethe, Robinson Crusoe de Defoe, El Proceso de Kafka, 1984 de Orwell, Un Mundo Feliz de Huxley, El Señor de las Moscas de Golding, entre otras. Hay que distinguir tres hipótesis que este tema supone: el primero sería el derecho de la literatura que consiste esencialmente en los derechos de autor; el derecho como literatura que consiste en ver dentro del estilo jurídico, un estilo literario (todos los abogados hemos
Licenciada en Derecho, Maestra en Derechos Humanos y Pasante de Doctor en Derecho Internacional Público por la Universidad de Montpellier I. Francia. Becaria de CONACYT.
5
sentido esa energía y emoción que se desprende de nuestro alma al tener que plasmar en blanco y negro, lo que el cliente nos ha relatado, y el rito y énfasis que debemos poner a ciertas situaciones, para efecto de que cuando el juez lo lea, sienta esa explosión de emociones dentro del relato de la demanda), otro ejemplo de esto es la lectura del Código Civil donde el perfecto orden y la claridad de la escritura son muy conocidos, después de que Stendhal, que leía tres página cada día, decía que lo hacía solo “para aerearse el espíritu”, y, el derecho en la literatura trata de la manera en que la ficción literaria reflexiona el mundo del derecho y la justicia, esta visión es muy interesante pues permite visualizar a los abogados, cómo el hombre “común” concibe el derecho, y de esta manera, a su vez, los abogados toman conciencia de la necesaria evolución del derecho y de las reformas que deben realizarse a éste. Como hemos visto el derecho y la literatura tienen una relación amorosa, escondida, sórdida, apasionada y enriquecedora. No es raro ver escritores que han comenzado a estudiar derecho y dejaron los estudios para dedicarse casi a lo mismo, a denunciar, a describir lo que viven y ven, a pedir justicia en un mundo imaginario… y a emitir su “sentencia” en la historia que escriben (Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y Vargas Llosa son ejemplos de esto). Lo anterior, nos hace reflexionar que el derecho es más que una simple técnica: “el derecho es un poema serio”.(A. Garapon, D. Salas)
6
DERECHO Y LITERATURA DESDE AMÉRICA LATINA Manuel de J. JIMÉNEZ MORENO
Aunque los estudios de Derecho y Literatura en América Latina no cuentan con la seriedad e institucionalización de las tradiciones jurídicas anglosajonas, donde ya se pueden encontrar en diplomados, posgrados y asignaturas de varias Law Schools, en nuestros países se abren paso firme junto con otro enfoque interdisciplinario como Cine y Derecho. Cada vez son más los juristas reflexionan los materiales jurídicos desde una complejidad cultural que abandona las metodologías formalistas, unitarias o dogmáticas. Los intentos no son raquíticos ni escuetos; hay una extensa bibliografía que intenta hermanar la actividad literaria con la profesión jurídica. En esa amplitud, el lector disfrutará reflexiones concienzudas donde se palpa el bagaje en ambas disciplinas, pero tropezará con bagatelas que minan el lugar común, refuerzan estereotipos y pretenden hondura donde la superficialidad revela una pobre formación literaria. Lo anterior, como sabemos, no es exclusivo de la formación curricular de los abogados, pues también otras ramas del conocimiento (ingenierías, ciencias administrativas o sociales) adolecen de una visión humanista que integre el pensamiento con la técnica. En ese tenor, para que existan verdaderos hallazgos en un cruce interdisciplinario, como lo investiga el Derecho y Literatura, se requiere de un conocimiento cabal de las dos vías. No hablo únicamente de la academia, como es el caso de François Ost, también hago referencia a la creación literaria con obras como El proceso de Kafka o, en nuestra tradición, Vida del ahorcado de Pablo Palacio. En ambos casos, la profesión jurídica permitió la vitalidad de dramas jurídicos
Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM y Consejero Editorial del Proyecto Literal. Co-fundador del movimiento Iuspoética.
7
que, de otro modo, hubiesen aparecido como narraciones insulsas y artificiales. Por esta razón, haciendo paráfrasis de un libro de Dworkin, Derecho y Literatura es algo que se toma en serio. En lo que toca a nosotros, las epistemologías del sur, América Latina y otras periferias, ¿cuáles son los principales obstáculos que aparecen para la construcción de un movimiento latinoamericano de Derecho y Literatura? Desde mi punto de vista, sin ser una enumeración exhaustiva, se pueden citar tres principales problemas. 1) El apego legalista y la ideología positivista. Durante la mayor parte del siglo XX, en las Facultades de Derecho de habla hispana, la corriente dominante fue el positivismo jurídico de corte kelseniano y, posteriormente, una asimilación de la filosofía analítica inglesa. Estos dos sucesos, asistidos en la mayoría de los caso por una extrapolación de los contenidos cientificistas, propiciaron una hegemonía teórica que desechó otras herramientas epistemológicas como los marxismos, deconstructivismos o estructuralismos, etc. Por supuesto que el positivismo, como metodología y teoría del Derecho, significó aportes y descripciones útiles para la cultura jurídica, pero el problema surgió con la radicalización que devino en ideología academicista. Por su parte, la profesionalización jurídica, donde los operadores interpretan unívocamente la norma, respaldó una rotunda negativa para asimilar los contenidos jurídicos desde las humanidades u otras áreas del conocimiento: el derecho no precisaba interpretaciones fuera del sistema. Combatir esta ideología es la primera tarea. 2) El agenciamiento en los estudios de Law & Literature. Desde las últimas décadas se presenta un giro latinoamericanista en el modo de pensar las realidades de nuestros países. Con aportaciones de la sociología crítica y la filosofía de la liberación, las explicaciones del derecho cobran rumbos insospechados. Autores como Boaventura de Souza Santos y Enrique Dussel perfilan teorías y praxis que redefinen los puntos de partida del fenómeno jurídico-político y sus alcances sociales. Son pocos los estudiosos de Derecho y Literatura, pero todavía son menos los que indagan el encuentro en nuestro idioma. Recurrir a los clásicos es necesario y natural como miembros de una comunidad occidental (Sófocles, Shakespeare y Wilde), pero
8
después de ello, habrá que localizar obras endémicas para reflejar con mayor fidelidad la cultura en cuestión. Requiere más esfuerzo colocarnos un Kafka con calzador, cuando tenemos un Palacio a la medida. El problema está en que pocos, fuera de Ecuador, conocen a este autor excepcional. Leernos entre nosotros, reconocer tradiciones: enterrar al epígono euro-mental. 3) La desconfianza entre juristas y literatos. Si en efecto se busca generar una liga que no se rompa al primer esfuerzo, el intercambio debe disfrutarse de un lado para el otro. A causa de prejuicios o estereotipos se fomentan recelos entre distintas profesiones. En otros textos he hecho hincapié sobre la relación histórica que guardan la literatura y las leyes como saberes afianzados a través de la figura del “letrado”. Este personaje intelectual después del siglo XIX fue despareciendo, pues la especialización mermó el ánimo inter y transdisciplinario. Algunos abogados se preguntan sobre el valor “práctico” de la literatura y lo miran como un mero divertimento o hobby; y algunos escritores observan en el derecho una actividad espuria y viciada, sin espíritu. Por lo que toca a las aproximaciones de Derecho y Literatura, hoy son los abogados los que han dado el primer paso para una reconciliación sensata. Poquísimos son los literatos en nuestras tradiciones que, hasta hoy, advierten un área de oportunidad en el escudriñamiento de ideas jurídicas en la narrativa y poesía. Falta complicidad y fraternidad entre las áreas que mayormente trastocan el lenguaje. Descrito lo anterior, no queda más que apalear estos males que impiden un cabal florecimiento de los estudios de Derecho y Literatura en el contexto latinoamericano. Nuestra cultura, como lo observó Lezama Lima, abogado y poeta, es rica en su barroquismo. Establecer un lazo entre el poder de la palabra y la palabra del poder, el círculo de claridad y la oscuridad laberíntica, es sumamente estimulante.
9
LO JURÍDICO REAL Y LO JURÍDICO IMAGINARIO Roberto Carlos FONSECA
El derecho y la literatura han estado siempre muy cercanos. El papel de la ley en la sociedad, la experiencia del individuo ante las instituciones, el rol de los abogados y de los jueces, el ejercicio del poder, el castigo y la prisión, la justicia y sobre todo la injusticia; entre otros temas intrínsecamente vinculados con lo jurídico, son materia recurrente en los trabajos de narradores, dramaturgos, ensayistas o guionistas cinematográficos. Esto, independientemente del género negro, de la literatura policiaca, que directamente se origina en los bajos fondos del derecho, aquellos en donde el crimen y la violencia se revelan como característicos de la naturaleza humana. El derecho, la ley y la justicia, aparecen ineludiblemente en la obra de los clásicos universales: Esquilo, Sófocles, Shakespeare, Cervantes, Dostoievski, Kafka... Para Latinoamérica, las obras de Roa Bastos, Asturias, García Márquez, Vargas Llosa, Fuentes... son un referente imprescindible para entender la vida política y jurídica de las naciones del continente durante el último siglo. En el caso concreto de México, Revueltas, Valadés, Benitez... y la literatura de tema indigenista (Rojas González, Rubín, Castellanos, Zepeda...), brindan un claro testimonio sobre la manera en que el derecho ha incidido en la vida de los sectores excluidos y marginados, y el modo en que la justicia popular se ha enfrentado a la justicia institucional. Y en últimos tiempos, la literatura del norte del país
Licenciado en derecho, profesor universitario y narrador.
10
(Crosthwaite, Mendoza, Solares...) presenta un crudo panorama sobre el narcotráfico y la vigencia –o poca vigencia– del estado de derecho. En las últimas décadas, esa relación entre el derecho y literatura, y la existencia de ese amplio corpus de literatura jurídica, han despertado interés en algunos teóricos del derecho, que se han acercado a las relaciones entre estos dos mundos, con intenciones de derivar alguna utilidad de su estudio. La pregunta es: para qué puede servir a los abogados leer literatura, más allá de las ideas generales que se asocian con los beneficios de la lectura. Martha Nussbaum, por ejemplo, en su libro “Justicia Poética”, habla de un “juez literario” que gracias a la lectura de novelas puede desarrollar capacidades de imaginar y de comprender la vida y los temas humanos, adicionales a las habilidades técnicas que se exigen para el oficio judicial. Sin embargo, si la literatura es ficción, es evidente que no está obligada a ceñirse a la realidad. Por tanto, no puede servir como una fuente fidedigna para conocer el derecho. Aun si se acude a las grandes obras consagradas como referentes universales (Antígona de Sófocles, El mercader de Venecia de Shakespeare, Crimen y castigo de Dostoievski, El proceso de Kafka), el carácter ficcional de la obra pesa negativamente: la obra literaria es el libre ejercicio imaginativo de un autor cualquiera, un mundo literario en el que puede reflejar o no, algo de la vida tal como es en la realidad. Sergio Ramírez habla de la “realidad paralela de la escritura”. Sea que el escritor tenga la pretensión de escribir sobre hechos reales, sin apartarse de la fidelidad de lo que considera verídico, o que escriba un relato completamente imaginativo, siempre, a través del lenguaje estará creando una realidad paralela, una realidad nueva. De este modo, si la literatura de ficción son “mentiras”, la búsqueda del derecho en la literatura (el derecho técnico, formal, según es concebido y estudiado por los juristas), se antoja una quimera. No obstante, puede que sea posible encontrar en la literatura otro derecho, o más bien, otra dimensión de la juridicidad. Puede que la narrativa sea una buena fuente para acercarse a la “conciencia colectiva” sobre el derecho, es decir, a la manera en que lo jurídico se piensa, se imagina, se construye. La narrativa, como expresión de una cultura, puede reflejar el conjunto de creencias y significados de esa cultura sobre lo jurídico, y en ese sentido, su estudio puede tener algún interés para la perspectiva de un
11
análisis más extenso y/o profundo, como la propuesta del análisis cultural de Paul Kahn, que intenta avanzar hacia la elaboración interpretativa de cada una de las estructuras de la imaginación que hacen posible la experiencia del Estado del Derecho como una visión del mundo. La ficción literaria no tiene por qué ser fiel a la realidad. El creador tiene plena libertad para inventar, falsear, exagerar y/o dramatizar las situaciones y los escenarios político-jurídicos en su obra. Pero aun así, de acuerdo con el criterio de verosimilitud que rige para las obras literarias, lo jurídico imaginado en la obra ha de resultar creíble para el lector. Y esa credibilidad, puede depender en buena medida de que lo jurídico ficticio se construya a partir del conjunto de creencias y símbolos culturales en torno a lo jurídico real. Si esa correspondencia es eficiente, la ficción literaria puede además convertirse en un instrumento de reproducción cultural. El lector ya no sólo se identifica en lo ficticio, sino que lo utiliza como referente para su comportamiento. Y de este modo, lo jurídico imaginado en la obra, ya no sólo refleja lo jurídico real, sino que lo pre-forma. El mundo jurídico de ficción plasmado en la obra, al formar parte de la imaginación colectiva sobre el derecho, también forma parte del derecho, si este se entiende, según propone Kahn, como una multiplicidad de estructuras entrelazadas de significado, como múltiples sistemas de creencias, contradictorios entre sí. El mundo jurídico en la literatura integra una dimensión imaginativa de la juridicidad, que junto con otras, condiciona al mundo normativo formal, al definir las expectativas jurídicas con base en las cuales los individuos actúan.
*** En el cuento “El globo fantasma” de Rubem Fonseca, el narrador es un agente de policía que explica el contexto de su historia en los primeros párrafos del relato:
Yo formaba parte de un Grupo especial creado para estudiar y proponer maneras de evitar que los globeros construyeran y soltaran globos, sobre todo durante el mes de junio, en las fiestas dedicadas a San Juan y San Pedro, los santos de los coheteros. Los globos eran ilegales. Al caer incendiaban la
12
vegetación de los parques de la ciudad, instalaciones industriales, residencias particulares. Se habían hecho campañas publicitarias, con la colaboración de los medios, sin resultado. Yo era el representante de la policía en el Grupo. Los otros miembros eran dos mujeres, una del ayuntamiento y la otra de la agencia federal responsable del medio ambiente. Siempre me gustó trabajar con mujeres. Las dos eran inteligentes y dedicadas. Y también fanáticas de la ecología, para ellas el árbol era la mejor cosa que existía en el mundo. Creían que el problema tenía una solución simple: cárcel para los globeros.
El relato surge de la confrontación entre dos visiones opuestas de las cosas, que dan un significado diverso a un hecho aparentemente simple como es el construir y soltar globos de cantolla. Para los globeros, se trata de una tradición asociada a una festividad: elevar un globo no es para ellos un crimen, sino un acto de celebración, una verbena. Por otro lado, para las agentes federales del medio ambiente, el acto es simplemente un delito que debe castigarse con cárcel. De manera sencilla, casi didáctica, Fonseca está explicando en este relato cómo se da la lucha por las definiciones legales en las sociedades actuales. Su mundo jurídico de ficción, refleja cómo el mundo jurídico real se construye a partir de la pugna entre múltiples sistemas de creencias, contradictorios entre sí. En lugar del tema de los globos, se puede plantear el mismo conflicto con la cuestión de las corridas de toros, o con el asunto de la producción y consumo de drogas. El relato de Fonseca no prejuzga. No argumenta ni da razones. Sólo permite al lector colocarse por un momento sobre el escenario de la confrontación, recordándole que todo eso que para él es legal o justo o correcto, posiblemente será ilegal o injusto o incorrecto para la otra mitad del mundo.
13
DERECHO Y LITERATURA: ENTREVISTA A OMAR ORTIZ FORERO.
1.-¿Qué recuerda de su época como estudiante de derecho? Creo
que
como
estudiante
universitario
y
específicamente estudiante de Derecho, me correspondió un tiempo privilegiado ya que fui participe del gran movimiento estudiantil que se gestó en América a partir Foto tomada de: http://omarortiz.blogspot.mx/
del Mayo francés. Tuve entonces oportunidad de encontrar herramientas teóricas para definir lo que
intuitivamente venía apreciando desde mi adolescencia en el sentido de develar una realidad que estimaba injusta pero a la que no tenía como confrontar desde el concepto o desde imaginarios distintos a los que oficialmente nos constreñían desde la ideología dominante. Fue así como encontré en el pensamiento marxista un método valido para explicar razonablemente las enormes diferencias de clase imperante en nuestras sociedades y desde la literatura, otros imaginarios que me permitieron reconocerme desde mis sueños, mis anhelos y mis frustraciones como un ser escindido por una doble condición, la que sufre todo el que asume la existencia desde sus carencias y la muy particular de pertenecer a un continente desgarrado por el fenómeno de la conquista y el coloniaje. Entendí que al ser un estudiante de derecho tenía una responsabilidad que iba más allá de la aplicación de la ley, debía además formarme un pensamiento crítico que debía incluir toda forma de conocimiento y en especial el que me brindaba la desbordada imaginación contenida en la literatura y maravillarme con el sentir misterioso de la poesía. Todo lo anterior para poder afirmar sin rubor que lo mejor que recuerdo de mi época de estudiante fue la aparición de un poema de mi autoría en el suplemento dominical del periódico El Tiempo cuando este lo dirigía Enrique Santos Calderón (1971) y más tarde la
Abogado por la Universidad de Santo Tomás, Colombia. Gestor cultural, profesor universitario, poeta.
14
publicación del único cuento que he escrito, “Esos enanos del diablo”, en el suplemento dominical del diario “Vanguardia Liberal” de la ciudad de Bucaramanga cuando era dirigido por el “Gordo” Valderrama (1974).
2.-¿Cómo o cuando tuvo claro que se dedicaría a la literatura? Desde muy niño tuve conciencia de lo que me gustaba sobre todo en la vida era la lectura. Siempre me ha apasionado leer. Tuve una de las más grandes colecciones de comics en la Bogotá de los años 60, hasta que mi mamá considero que los mismos estropeaban mi rendimiento escolar y los regaló a un hijo de su mejor amiga. Fue mi primera Biblioteca de Alejandría y todavía me duele. Pero esa catástrofe me abrió las puertas a los libros y fui de los primeros usuarios de la Biblioteca “Luis Ángel Arango” que quedaba muy cerca de mi casa del barrio Santa Bárbara del centro, destruido por la avaricia y la codicia demencial de los rentistas de la tierra. Siempre he leído y eso me llevó a escribir con mucho pudor siempre, ya que el ejercicio de la escritura implica el despojo total de nosotros mismos y eso no es fácil ni halagüeño. Pero no hay manera de soslayar una compulsión. Entonces procuro gozar del apremio, sabiendo que la mayoría de las veces esto no es posible. Sólo una vez me complací enormemente con lo que estaba escribiendo y fue cuando en una sola noche salieron los 22 poemas que conforman Las muchachas del circo, tal vez como lúdica respuesta a muchos días de zozobra por un accidente grave por el que acababa de pasar mi hija mayor y del que me enteré en ese día se recuperaría totalmente. Total que nunca supe en verdad cuando me decidí por la literatura, para mi tengo que fue la literatura la que decidió por mí, aunque parezca una frase hecha.
3.-¿Los conflictos jurídicos y los temas de derecho han inspirado mucha literatura de creación ¿Considera que la literatura también podría inspirar al derecho? En ese primordial texto que es Justicia poética de Martha Nusbaum, ella demuestra como la novela y en caso particular “Tiempos difíciles” de Dickens, reúne las mejores cualidades del género como son el mostrar la diversidad de comportamientos humanos. los variados y particulares entornos sociales donde dichas conductas se insertan y el interés que despiertan para cualquier lector sus vidas. Y entre sus apartes afirma: “La novela representa a los seres
15
humanos como criaturas para quienes la libertad de elección tiene una importancia profunda y apasionada, una importancia que no se reduce al placer sino que fija condiciones dentro de los cuales un placer puedes ser auténticamente humano”. Y considero que es desde allí que la literatura inspira cualquier oficio que tenga como centro las conductas humanas.
4.-¿Qué escritor-abogado considera trascendente para la tradición latinoamericana tanto en poesía como en narrativa? Cuando en abril de 1915 Edgar Lee Master publicó su Antología de Spoon River, sin proponérselo nos estaba entregando el condado de Yoknapatawapha de Faulkner y más tarde el pueblo de Cómala donde vivía un tal Pedro Paramo. Creo que eso explica su enorme trascendencia.
5.-En algunos mitos cosmogónicos, los primeros legisladores son también poetas. ¿Qué unión se palpa entre la voz en el poema y la voz de la ley? Cuando hablamos de legisladores y poetas estamos hablando de algunas culturas privilegiadas como la tolteca o la incaica. Es decir de culturas donde la idea de progreso no existía y como tal las nociones de premio y castigo eran del todo extrañas a su manera de entender el universo. Pero los legisladores de las religiones del dios único son contrarios a toda emoción y visión poética. Para ellos la vida en el universo esta condensada en una serie de normas fatales que eliminan la creación y la libertad y como esas voces son las que instruyen nuestra organización estatal, pues eliminaron toda posibilidad de que la ley asuma un rostro humano. Por lo demás ya Kafka nos entregó toda una demoledora metáfora a ese respecto y que hace parte del Proceso pero que puede leerse de manera independiente “Ante la Ley”.
6.-Si la literatura tuviese una función social como lo han querido ver varios autores ¿qué podría mejorar hoy en la impartición de justicia en nuestros países? En la impartición de justicia como un aparato judicial no tendría ninguna incidencia, pero en la calidad humana de los operadores de justicia, sean abogados o jueces, sin duda que
16
aportaría a que los mismos puedan tener referentes e imaginarios que los acerquen a su cotidianidad no desde la estadística o desde la casuística jurídica, sino desde criterios libertarios que les permitan una valoración mucho más acorde con el entorno en el que se mueven y con mucha mejor atención a cada particularidad que atienden. No los haría infalibles, pero si mucho más cuidadosos en sus decisiones. Es decir les aportaría un imaginario que alimentaría un espíritu crítico lejano a cualquier superficialidad o distanciamiento erudito.
17