Eduardo García Aguilar Poemas dispersos

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POEMAS DISPERSOS EDUARDO GARCÍA AGUILAR


CIUDAD SEXUAL Calles al mediodía untadas de aceite se difuminan mientras un tren lleno de amantes fluye sobre rieles abandonados En el parque las palomas atacan algodones de azúcar provocando un griterío de huérfanos Una alondra no hace verano en las estepas pero aquí en la ciudad del desierto las humareda de las refinerías anuncia lengüetas de fuego y ajetreo de turbinas Con una botella de whisky a medioterminar una joven deja a su paso las arañas de la suerte que la persiguen como si fueran muchachos avorazados Su sombra de jeans y cabellos despeinados mira hacia los bares vacíos donde viejos con resaca cuentan monedas oxidadas Su cuerpo ha sido poseído todos estos días : manos, bocas y piernas de muchachos no han fatigado sus músculos Los perros vagabundos duermen junto a la carnicería cerrada mientras ella silenciosa y bella y aún sin bañar deja que el olor de la noche pasada la arrulle sobre el prado Alguien ha mordido sus muslos y deesenredado sus greñas en un baño turco con las puertas lacradas como carta de reyes Su cuerpo trae el sonido de las tuberías calientes toda ella cubierta por el vapor mientras dragones alados saciaban su cuerpo de lirio Abandonada momentáneamente a su soledad podrá ahora al fin palpar las toallas recién desinfectadas mientras en la otra cara del barrio ancianos reales se dejan lamer por su terrible enfermedad de costumbre.


MANTRA DEL MAR Cubierta de sargazos una mujer flota sobre arenas de fuego con sus ojos cerrados y la cabellera en llamas mientras una brisa metálica golpea acantilados y hace vibrar marismas Una sirena en lo alto se besa con el pastor de la gaita y pequeños cangrejos se esconden sin dejar huellas El silencio de los peces alados llega de súbito para rozar la piel de la ahogada y ahora ella está allí desnuda con su sexo abierto y florecido mientras un adolescente la posee rápidamente Los viejos neptunos adocenados y las gordas hetairas reposan junto a sus hijas recién desfloradas El mar y su oleaje de cobalto los gigantes caracoles rosados los futbolistas bronceados a los lejos En la colina los oidores de mantras fuman yerba y recuerdan en hamacas la ya lejana urbe que destroza los nervios Una diosa amarilla de largas piernas canela acaricia y muerde a un poeta en crepúsculo y luego agoniza entre un olor de sudores cruzados La noche de mariposas y luciérnagas el reflector que dispara haces planetarios las olas que no duermen y una tranquilidad de vagabundos


TIEMPO DE CANGREJOS El tiempo fue invención de cangrejos rara epifanía de lirones alados : sobre los siglos campea un eterno presente de animales antediluvianos como si una espesa capa de helechos trabara para siempre el mecanismo Huye al fin de las horas e intérnate en la memoria de quienes una vez te poseyeron Todo fue sólo el animal que nos une el mordisco el rasguño de la infecciosa muerte : En tus lágrimas en mi oscuro deseo en las sábanas heridas se veían las uñas de un Zepelín recién derrumbado o la telaraña de un reloj con ojos y con venas Huye sin mirar atrás y no invoques la usura no llores en ciudades extrañas en escaleras desvencijadas : en un extraño planeta se apeñuscan las voces de los amantes y los radios baratos que expelían melodías pasadas de moda… Uno a uno los colchones fueron vendidos en depósitos y nuestra inquietud de secretos amantes fue cambiada por saliva Todas las avenidas llenas de aceite y de plomo han visto estos días cruzar la marcha fúnebre de los fulminados a destiempo En todos los cementerios las tumbas no dan abasto a los apresurados Que nos vieron correr de la mano por una sucia callejuela Aquí las mariposas han cambiado su rumbo hacia despeñaderos y el polvo se levanta de las colinas donde jugamos entre azaleas y crisantemos de fuego


En las estaciones de autobuses o en los aeropuertos a donde llegues acaricia paredes recién pulidas por egipcios y escucha el golpeteo de los sellos sobre vías inútiles En estas calles algo como un olor tuyo suele inquietar a los trabajadores de las panaderías

FUEGO DE AMAZONAS


Una serpiente cruza la manigua y vapores de tarde humedecen las pieles de quienes huyen entre el verde follaje cargados de alacranes sin ojos y con venas Una mulata boga hacia la ciénaga donde moran las iguanas de su inútil deseo: enormes y fugaces reptiles averiados que chillan en almohadas En el catre marcado por los cuerpos hallará la paz de las espinas y un mordisco en la nuca hará brillar sus ojos de loca en el sanguíneo crepúsculo ¿Cuantas manos recorrieron sus muslos donde perdidas bocas signaron su derrota ávidas de un placer que nadie anota en la vieja bitácora del uso? Las boas a lo lejos atisbantes se yerguen cascabeles resuenan en la negra hondonada donde las aves muerden sus pescuezos y perecen ahogadas en estanques Ningún amor se escribe con palabras cuando el loro repite maldiciones de marineros lúbricos tras negras entre insaciables cánticos de insectos


ARS MEXICA La oscura india con sus gruesos labios nombra los secretos de su raza junto al soporte ritual del sacrificio En el moderno templo de antropología niños de la noche prehispánica corren avorazados entre mariposas tras sus piernas de piedra semiocultas por la extremada minifalda Habla con la seguridad de su belleza su firme seno entre la blusa verde mientras el sol de julio cruza las ventanas y roza los pies de la Coatlicue Negra y porosa la piedra del Popocatepetl labrada en su delirio por Mexicas absorbe su docta clase autóctona en la lengua brutal de su Cervantes Aceites de su piel indígena humedecen las rutas de su cuerpo y Tláloc -Dios de lluvia- languidece entre secos arbustos que se encienden


LECHO DE DATURAS

La araña de su cuerpo dorado sobre el túmulo de seda convoca a cierto rito de esta carne Uno a uno en su lecho de daturas conoció la mirada de cristales la febril inyección de su veneno Cada quien esperaba en la ribera el signo de su feroz llamado y locos cual súcubos volvíamos A devorar su cuerpo y a gritar en la sombra la dicha de ser nadie entre sus brazos ajenos ya al bullicio de los puertos


NUBES DEVORADAS

Nadie en la vieja estaciĂłn abandonada verĂĄ su rostro hundido en la penumbra junto a la tumba sin busto sin lira ni laureles Obstinada en la tarde la mujer vaga sola y su olor se dispersa en los jardines donde sus largos muslos inquietan tulipanes AntĂ­gona con nubes devoradas su aroma para nadie en un estanque sin horas Ifigenia de fuego su carne enloquece al pez espada Visiones que los tiempos no diluyen ni sacian de esas hembras nupciales en sandalias cubiertas de sudores marinos y aroma de daturas


VOLVER A ESTAR LEJOS Volver a estar lejos capas concéntricas de lejanía lejos de donde estabas lejos Un mar como foso o muralla y desde una torre gritar contra la mar Lejos siempre imperceptible fantasma de viajero que huye y huirá hasta el fin ¿Huir de quién? ¿De qué? ¿Quién eres? ¿Un espectro? ¿Una máscara? ¿Una ficción? Arido como un cactus resbaloso como un líquen oculto cual musgo de donde bebe el eremita En el último lugar lejos siempre lejos


lejos de donde estabas lejos Lejanía concéntrica y laberíntica Hasta no ser Paris, 1998

PASO POR COIMBRA

Fresco aire de Coimbra bajo el sol. Caluroso aroma de la tarde. Luminosidad y palmeras bajas ante el firmamento. Todo ello cruzado por el tren Oporto-Lisboa, fruto maduro de añejos sueños. Pese a que intentaste besarla frente al Duero, la bella ha aceptado viajar contigo hacia Lisboa. Entonces el vagón está lleno de complicidad y esperanza. La colega de oscuros lentes escribe cartas de amor y Portugal ya no es sólo un nombre lleno de mares y ruinas espléndidas. Su cuerpo delgado latinoamericano sabe a Coimbra


y se conjuga y se bebe con translúcido Oporto. El cuerpo de la viajera con camiseta blanca, jeans y sandalias, levita en la tarde de Coimbra. Y el corazón ardiente vuelve a pulsar con la energía de cierta arqueológica adolescencia. Entre su aroma también escribo cartas de amor y poemas. El aire añejo portugués vuela sobre la planicie rota por chimeneas de abandonadas fábricas o impregna la maleza que repta entre rieles. ¡Antiguo es tu nombre, Coimbra, como antigua la palabra amor! Mansa la plenitud de la tarde, cuando se bebe el inmerecido milagro del viaje junto a la viajera deseada. Las palabras no bastan para cantarte entonces, Portugal, si tu sonido viene acompañado del deseo. El corazón pulsa ante el antiguo esplendor y por los vagones el aire embriagante de viejos vinos se adueña de ti. ¿Es eso amor? Viajas a lo soñado a través de la eterna huida. Y la palabra Portugal se conjuga con los labios de la viajera. Y la noción de imperio marino viaja entre sus brazos. Tren Oporto-Lisboa, 1998


TOUR/RETOUR

I El extraño recurso de volver a la llama para probar fortalezas de tensa piel vivida y tras la prueba recorrer espacios proyectados: la iglesia barroca de Santo Domingo donde fluye la música del juicio final entre sus propios torcidos caracoles o la calle de comienzos de siglo aún más vieja cubierta por la luz de este 15 de junio donde pululan vendedores de baratijas y serpientes y pasan cuerpos con cientos de hormigas inyectadas


II Es otra vez el túnel y la arteria el conjuro que brota de los murales de Rivera cubiertos ya por vendas y gasas profilácticas aptas para curar toda enfermedad de la belleza entre un olor de químicos que disuelven la herrumbre la terrible infección de los años Y allá las monjas coronadas entre sótanos recién levantados y ese olor de tierra prehispánica mientras los albañiles juegan dominó y se dejan desear por viejos homosexuales

III Hacia la plaza de Santo Domingo la casa donde murió Manuel Acuña y junto a la pared los cuerpos incapaces de ignorar a los transeúntes sonámbulos con aire de momias los cuerpos de quienes se poseyeron y con necedad vuelven a recorrer la huella de su loca tropelía la piel como un perfecto hallazgo cada poro exacto en su reacción cada negro cabello cada diente cada pequeño pliegue consumido cada saliva cada olor buscando su volátil reacción por las escaleras del caótico hotel Altazor o por la vieja Aduana y las arcadas coloniales y los edificios de los años 20 aún no restaurados donde en un balcón hay plantas florecidas


IV El torturado fuego las llamas de la Santa Inquisición deseosas allí como hace 300 años o los fantasmas de la monja o el abate que cruzan sin pisar volando hacia una epifanía de gritos de candela mientras el condenado expira con su piel hecha de carbón solitario humareda de carne calcinada pliegues que brotan y dejan ver vísceras sanguinolentas entre curiosos que vuelven a su vieja diafanidad de nada V En la calle Belisario Domínguez junto a pequeñas imprentas de tarjetas inútiles o invitaciones a bautizos de niños recién asfixiados otra vez corazones palpitando cuerpos entrelazados manos atadas risas bajo las cúpulas y luego el extraño recurso de volver a la llama para probar allí la fortaleza de esas tensas pieles condenadas el eterno retorno como un enorme discurso de tuercas invadidas por violetas


el sabor intacto de esas bocas el aroma de esos cabellos que ya no son los mismos cabellos de esas células que no son las mismas células pero que se acomodan al molde de su única derrota poblándose de vendas con la inyección fija y persistente en fatigadas camas de ruinosos hoteles citadinos Ciudad de México (1990-1993)


CONEXIÓN DIRECTA Conexión directa con el misterio iluminación permanente de la saudade Bebes ya el estupor de lejanos siglos idos y viajas por el país de los viajeros al lado de Vasco da Gama y Magallanes Tantos mares y otros siglos reposan lejos de lo innombrable aquello que nadie osa decir Voces fantasmales de viajeros ajetreo de puertos inestabilidad de las naos fatiga de los rieles humareda de trenes para cuento pátina de siglos en paredes salitrosas En la arboleda tupida en los maduros viñedos en el barro rojo en las espigas ladeadas en los depósitos de cables y vigas de Soure en los silos de Soure suena el timbre de las estaciones Trigo pino chillido de la locomotora arbustos enanos como rebeldes calcinados aún suplicantes desde el fuego


mientras el buey bufa y huye con su pesada carga de tallos retorcidos Y el sol desde siempre nutriendo tierras y campos horadados por la cruel herida del cemento Conexión inmediata con el estío y el ocre amarillento de la vid y la humildad de la huerta cementerio de llantas negras y muertas castillos medievales de Pombal Palacetes verdes y buganvillas de verano techumbres de Leja rematadas por agujas cabras besos viento besos muerte carne deseo besos nubes nada convocados por el demiurgo ebrio que se esconde entre derruidas tapias y roba calabazas que maduran en corredores mientras el loco esquizoide Rui Manuel da Silva pide limosna para su madre enferma Conexión inmediata Conexión inmediata que cruza puentes y túneles de V. Franca de Xira El público agolpado en las estaciones y el Tajo por fin amplio suave salpicado de mansas aves flotantes Tren Oporto-Lisboa, 20-X-98


TRANVÍA FANTASMA DE LISBOA

con sonidos eléctricos de otro siglo emitidos por almas naufragadas en Atlánticos Fantasmas de Chiado armatostes dinosáuricos que bajan y suben por callejuelas asustando al niño que aún nos queda Juguetes absurdos de un demiurgo loco frente al Tajo y el mar Tranvías de Lisboa desde Govea do mar os veo subir ágiles y bajar desbocados y locos Ha llegado la noche los últimos gajos amarillos magentas ocres azules del crepúsculo se han ido El tranvía 28 de otro siglo da paso a uno moderno y luminoso cubierto de publicidad Adentro del 28 hay luces de otro siglo en el nuevo neones de clara realidad Por el Largo do Chiado suena la noche y se desliza el tiempo como aguas de lluvia agujas de muerte anestesia de la tarde ¿A donde van los lisboetas? ¿Dónde quedó el Imperio?


¿Dónde está el Marqués de Pombal? Hay una locura en estas calles Un desafío al futuro permanencia de antiguos desgarramientos y por eso los rieles siguen ahí como siempre lisboetas irónicos rápidos en la subida raudos en bajada seguros como viejos y expertos mayordomos del desastre. Lisboa, 21-X-98


WESTERN HOTEL II

En cada cuarto sudores y alegrías lágrimas y hastío ¿Cuántos murieron allí poco a poco en noches de exilio esperando mensajes transatlánticos o nombramientos? Agitados tal vez por la huída después de un crimen o por el llanto del desamor con el cuerpo herido de abandono Uno a uno miles tomaron la llave y subieron por escalinatas sin oír el crujido de las maderas viejas y polvorientas hambrientos o hastiados de hamburguesas baratas mientras afuera en la calle Leavenworth zumbaba el viento Arriba ellos a través de cortinajes amarillentos con cigarrillo y dedos untados de nicotina miraron el techo cegados por la bujía o la desnuda coreana Recién llegados de un país lejano casi siempre de Oriente o Europa o Sudamérica o de alguna ciudad estadounidense con asesino múltiple tiraron sus cuerpos sobre colchones fríos como sudarios a la hora del amanecer y gritaron sin gritar al preguntar por la razón de este incesante viaje Ebrios o bajo el efecto de la yerba pulidos marchitos hastiados de amor o deseantes escucharon el rugir de la calle y el ágil taconeo de los atracadores En la esquina de los chinos alguien comió chop suey y pagó tres dólares cincuenta con monedas


y más allá un negro vendió la última dosis Pero también en el 507 dos alemanas bellas trenzaron sus cuerpos en el 403 Phil y Michael mordieron sus cuellos sin condones en el 201 la gorda suspiró por un camionero sucio en el 101 Gina y Luis celebraron la adolescencia marchita con tequila y sexo agitados lamiéndose sin percibir el hielo Raúl se vino solo y gimió en éxtasis hambriento El viejo solitario del 313 tosió y tosió hasta la muerte mientras Georges el dueño seducía en la recepción al efebo pirómano con palabras de huérfano griego Cada día distinto e igual con su ir y venir de maletas lavamanos goteantes duchas oxidadas sillas cojas Frank Sinatra cantaba desde algún radio viejo Humphrey Bogart y Lauren Bacall discutían desde la pantalla chica Cada noche en espera del nuevo aventurero o del estafador húngaro de 38 años con su blues a cuestas Desamados y amados y vueltos a amar y a desamar en tránsito hacia la nada desde la nada y por nada mientras sonaba la sirena de la ambulancia con un nuevo cadáver hacia la morgue o un pederasta recién acuchillado entraba a la patrulla en Castro Street Van Ness Leavenworth Market Mission Strawberry Hill Tenderloin luces intermitentes en rascacielos Bruma desde el Golden State y una luna gigantesca Todo al unísono en el delirio del drogadicto del 707 una noche cualquiera de abril


REGRESO A TROCADERO

Es 13 de septiembre de 1998 475 días antes del año 2000 Trocadero está nublado y frío esta tarde tras de la exposición ¿explosión? de Boltansky Escalofriantes fotos de adolescentes suizos muertos hace tiempo adosadas a puertas de sarcófagos uniformes de metal Camas cubiertas de sábanas blancas como sudarios


bajo el neón de la anestesia lechos enfermos catres gélidos Ropas viejas con olor a tiempo ido a sudor fiebre muerte Objetos perdidos cascos sombrillas radios zapatos paraguas llaveros bacinicas carteras botas relojes bastones radios paquetes envueltos en celofán Cámaras fotográficas muñecas abrigos para niñas autos de juguete bolsas de dulces corazones perdidos vidas perdidas tiempo perdido Es domingo y en lo alto de la Torrre Eiffel parpadea la gigantesca cuenta regresiva 475 días antes del año 2000 Por el oeste sale un breve destello de sol que golpea la mole y desaparece entre sus hierros como un espejismo de bronce En el Museo de Arte Moderno al salir de la exposición de Boltansky un video muestra a cierto hombre que tose sin cesar y se ahoga en su sangre consumido por una agonía interminable

LA LEY

Un día ya no habrá nada ni siquiera el silencio más atroz dejará sus murmullos en el hielo marcados como huellas de olvidados vestigios prehistóricos o minuciosos caracoles fosilizados en rocas polvorientas. Un día la imagen se irá difuminando en quienes alguna vez nos vieron o nos poseyeron un instante


Hasta cuando ellos también se difuminen en la niebla de las montañas frías como apariciones de abuelos asesinados. La extraña Ley está ahí y palpita en el viento que viene y se choca entre callejones delimitados por casuchas donde agonizan tías ocultas y crecen niños cada vez más dementes cada vez más absurdos San Cristóbal de las Casas, diciembre de 1994

TIEMPOS NO SOLICITADOS

Ninguna niebla ni siquiera la oscuridad de una tarde húmeda en las alturas de una perdida sierra Evitarán el dolor de irse poco a poco, día a día, hacia los despeñaderos Tampoco el sol turístico del mediodía en una ciudad colonial con indígenas descalzos aleja el péndulo afilado que rebana cuerpo y alma


Brotan por las calles réplicas de lo que fuimos hace décadas, iguales en su inocente caminar hacia lo mismo, o hacia donde ya llegamos más sabios o más tontos Nos miran con la misma pátina demente sobre sus córneas húmedas de primeriza aventura Extrañados de vernos aquí en su espacio delirante, bajo una luz que es diferente para ellos o para nosotros Cruzan por las calles y sonríen a los vendedores de artesanías, sin saber aún el largo camino hacia la nada, ajenos a sus próximas arrugas o despechos Y nosotros como en una nube, experimentados a causa de tanto repetir amaneceres y dichas o fracasos y triunfos mínimos sin sentido O tal vez más inocentes que nunca, más niños que nunca a medida que llega el fin Anclados en tiempos no solicitados a nadie Promovidos por la inercia y la suerte hacia lejanas edades trasegadas Sin saber que ya caímos hace mucho tiempo en algún recoveco del viaje interminable. San Cristóbal de las Casas, diciembre de 1994


PREDICCIÓN DE LA RUINA

El niño vuelve desde sus cenizas por caminos oscuros entre ángeles y toca en esa puerta abierta en pos de una mano que lo salve Llueve ese martes sobre los aleros y un viejo de otro tiempo enciende el griterío de primos en los patios donde aún huele al guayabo de otro siglo A lo lejos las campanas suenan como heridas en la llaga eterna de quien vuelve a remover la noche en estancias con madre sepultada Por zaguanes de madera vieja gimen abuelas con su misa a cuestas y un olor a café sana la herida de una tía solterona y loca El desván del misterio está cerrado y en su polvo el patriarca se revuelca al recordar espadas y medallas de un tiempo hace mucho ido En el umbral la sangre del ahorcado y en salas sin fin ese chillido del loco mudo cuyas primas deseó mientras sus novios las besaban tras puertas corredizas


Ha vuelto el niño y las maderas crujen como si savias nuevas inundaran túneles que el comején cavó en el otro siglo cuando el país apenas era un sueño Sábanas limpias con olor a flores cama de bronce y un quinqué en la noche saludaron la recién casada de un joven padre soñador a cántaros Y ya viudo el miró hacia los volcanes con la triste certeza de ese ciclo que Shopenhauer le enseñó en Saint Moritz junto a fogosos billaristas liberales Los eclipses pasaron y la niebla cubrió ciertas estancias donde abuelos jugaron a las cartas y bebieron mientras alguien tocaba la guitarra Los terremotos derrumbaron todo y luego el incendio convirtió en cenizas el castillo de azúcar y amargo chocolate donde ese niño errante descubrió el tesoro ¿Cuál tesoro buscó entre la maleza junto a las lagartijas y los caracoles bajo un oblicuo sol de junio que resaltaba el verde de la tierra propia? En un cajón de plomo sellado por piratas ¿monedas de oro halló con efigies reales esmeraldas sin fin entre sortijas


o pergaminos con letras góticas y señas? En la colina de suaves y lustrosos prados junto al naranjo, el magnolio, o ese roble habrá cavado solitario y dulce tras un abracadabra con respuestas claras Y el implacable tiempo desbocado en un paraje extraño sin castillos revelará sus secretos al joven cuya mirada rompe las cadenas ¿Dónde está aquél anillo de rubí perdido entre ajetreos solos marcados por demiurgos que el viajero encontró entre los aceites de una estación de tren abandonada? ¿O la llave oxidada de extraños portalones descubierta entre muros de bahareque tras baúles viejos con cabellos raros de doncellas azules como hadas?


PAPELES DEL LOCO

I ¿Es el poeta una extraña antena superpuesta al volcán o acaso un payaso solitario derretido entre sus colores o un caballo enfermo con su mirada grisácea hastiado de sus palafreneros ebrios entre estiércol junto a cascadas con canoas lejanas en caída libre como ocurre con el poema flecha herida bala rayo ruptura? II Todo joven poeta algo disecado espera su busto en tristes plazas cuyos mendigos ciegos sueñan castillos espaciosos de cristal de Murano imaginados en leprosarios asiáticos por budistas y nada ni la luz de la amada que lo convoca deslíe la pútrida electricidad cósmica de su propia quimera III En la humedad de estaciones heladas de esquí o en la primaveral cristalinidad perlática del riachuelo fluyen estados de ánimo en superficies de flor y lodo y con palabras incrustadas en cuevas paulatinas se oye el sonido de las imprecaciones acuosas la goteante liturgia de la lluvia y su poema


IV Poeta hombre precipicio violeta flor campo roca velo de seda cadmio azul arcoiris luciérnaga ¿Qué dicen sino su propia luminosidad antes del precipicio por donde caen hacia un remolino o tal vez la radioactividad de una civilización indeseada presa en la colisión de dos galaxias exhaustas? V Cosas colores paisajes sol noche ciudades esquinas pozos aljibes torres adquieren extrañas connotaciones para infectados si son poetas jóvenes apenas iniciados al extremo ritual de concretas paredes cubiertas de líquenes y musgos desleídos VI El poeta recién horneado o el que se desmorona fue extraido de un yacimiento magmático y los materiales que lo conforman no desaparecerán con su fin: sólo se diluyen en gemas reales acumulándose en baúles incrustados en baluartes como tesoros legendarios para ninfas


VII Estalactitas musgo veta coral perla malaquita ónix rubí perfume agua de colonia estrella de mar reflejan estrellas desaparecidas sobre hojas de otoño y vuelan en tapices de Damasco o Bagdad o Estambul hacia sus propios cristales de roca en el paraíso atraidos por el profeta que nada codicia del velamen VIII ¿Nada busca el poeta? ¿Nada lo llama a su delirio? ¿Ningún oráculo le avisa del peligro ante la hidra? ¿Alguien oculta la verdad cuando ve sus ojos poseídos y se niega a la revelación junto a desiertos sin oasis? ¿Tan desamparado estará acaso ajeno a su caída? ¿Será el deseo tan espléndido que su codicia lo ciega? *****


* EDUARDO GARCÍA AGUILAR nació en Manizales (Colombia) el 7 de septiembre de 1953. Realizó desde 1974 a 1979 la licenciatura en la Universidad de Vincennes (París VIII) y luego vivió en Estados Unidos y México. En la actualidad, reside en París, donde trabaja en la sede de la Agence France Presse. Ha publicado las novelas Tierra de leones (1986), Bulevar de los héroes (1987), El viaje triunfal (1993) y Tequila Coxis (2003), así como Urbes luminosas (relatos, 1991), Llanto de la espada (poemas, 1992), Animal sin tiempo (poemas, 2006), Celebraciones y otros fantasmas: una biografía intelectual de Álvaro Mutis (1993), Delirio de San Cristóbal. Manifiesto para una generación desencantada (1998) y Voltaire, el festín de la inteligencia (2005). Varios de sus libros fueron traducidos al inglés, francés y bengalí.

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EDUARDO GARCÍA AGUILAR nació en Manizales (Colombia) el 7 de septiembre de 1953. Viajó a París en 1974 y estudió en la Universidad de Vincennes (París VIII) hasta 1979. Luego vivió en Estados Unidos y en México, donde ha publicado la mayor parte de su obra. En la actualidad, reside en París. Ha publicado las novelas Tierra de leones (1986), Bulevar de los héroes (1987), El viaje triunfal (1993) y Tequila Coxis (2003), así como Urbes luminosas (relatos, 1991), Llanto de la espada (poemas, 1992), Animal sin tiempo (poemas, 2006), Celebraciones y otros fantasmas: una biografía intelectual de Álvaro Mutis (1993), Delirio de San Cristóbal. Manifiesto para una generación desencantada (1998) y Voltaire, el festín de la inteligencia (2005). Algunos de su libros fueron traducidos al inglés, francés y bengalí.


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