En el lado justo

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En el lado justo Rosa Mar铆a Villarreal Universidad Aut贸noma de Nuevo Le贸n Ediciones sin nombre 2011

Foto: Pablo Cu茅llar

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Lírica de Rosa María Villarreal EDUARDO MILÁN La poesía contemporánea había dado muestras de una crisis lírica durante buena parte del siglo XX. La búsqueda de una objetividad del lenguaje poético signó parte o el rumbo entero de grandes poetas, de Rainer María Rilke, Gottfried Benn o Hilda Doolitle a Ezra Pound y William Carlos Williams. Pero no sólo en Europa y en Estados Unidos. En América Latina el “culto a la objetividad” está presente en lenguajes tan disímiles como el de Vicente Huidobro en algunos cantos de Altazor, el de Carlos Martínez Rivas de “Memoria para el año viento inconstante”, el de Ernesto Cardenal de Getsemani, KY. En poetas de nacimiento más cercano en el tiempo, José Watanabe y Oscar Hahn, entre otros, la consideración de la poesía como exterioridad , afuera, es una verdadera marca. El retraimiento de lo expresivo verbal, entonces, de la subjetividad, del “esto soy”, “esto me ocurre”, es un signo de la modernidad contemporánea. La puesta en cuestión del yo textual, emisor o hablante, como se llame, es una característica importante de la poesía que vincula al presente con el no-yo, una impronta muy moderna en su plenitud decimonónica. Supone una alteración en la visión del mundo y en la visión del lenguaje poético. Pero lo retraído, excluido, desechado –sin ninguna connotación sociológica o moral en este caso porque se trata de estrategias de arte y de escritura- vuelve. En el caso de la poesía de Rosa María Villarreal el retorno de la expresividad como fundamento de su posibilidad de articulación verbal es nítida. No se trata en su caso de una lírica del desgarramiento, ese lugar donde parece ponerse clara la desnudez del yo. En la poesía de Villarreal la visión poética es serena, estable. Lo que se pone en juego son las posibilidades de un decir que reconstruya la cotidianeidad donde el sujeto existe realmente. Fuera de consideración para Villarreal parecen las instancias excepcionales. No hay rastros épicos en la existencia del transcurrir que delimita sus motivos. Un tú, ese yo del otro lado del decir, posibilita y da sentido a la expresión. El entorno dialógico que se crea se vuelve vida conversada. La poesía de Rosa María Villarreal conserva los límites de la posibilidad sin transgredirlos. Pero la lógica de su lenguaje poético con su particular manera de cortar las frases habla mucho, en cambio, de una visión del mundo que se establece con dificultad dentro de los límites de la costumbre a la que obliga la cotidianeidad. Ahí es donde el lenguaje parece enfrentarse a su propia norma poética, a su fuente, al lugar desde donde proviene. La presencia de un Dios que se vuelve alusión de cobijo, gran referente al que se envían las palabras que no acepta el interlocutor común, por momentos parece a punto de ser convertido en tutela lírica más que humana, en director artístico de la obra. El carácter desvalido de ese sujeto que habla se revela ahora en su plenitud. Era eso, la muestra de la realidad de intemperie de una palabra que busca contacto con el otro que no coincide con su demanda, el destino de esta aventura profundamente lírica de Rosa María Villarreal. Una presencia extraña, un gesto en el salón ruidoso de la poesía mexicana de ahora, palabra de Rosa María Villarreal o también ala de afecto.

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En el lado justo. Rosa María Villarreal José María Espinasa Hay libros que tienen títulos que atrapan por su claridad, hay otros que lo hacen por su condición enigmática, pero hay otros más que son a la vez claros y enigmáticos. Es el caso de “En el lado justo”: pues si bien estar en un lado específico, justo en este caso, es un asunto de justicia y de justeza, dos conceptos distintos. Como señala Eduardo Milán en su prólogo, lo excepcional es cotidiano, lo cotidiano es excepcional. No hay rastros épicos, pero sí hay violentos, alterados, límites. Así en la poesía toda ausencia es abandono, tiempo transcurrido, inerte y demorado. Al arrodillarse no se adora sino se cae bajo el sometimiento, más que el encierro hay el sofoco. Y esa condición de claridad enigmática, de enigma transparente se prolonga del título a los poemas, en ellos lo literal –casi un grito crudo- encarna en versos asombrosos: “el llanto es propiedad de los que vienen detrás… los viejs tienen los ojos secos).. No son los viejos sino en cierta forma los muertos, esos viejos absolutos. Por eso la violencia se muestra en los rastros más cotidianos y fútiles, que adquieren sordidez –no la llevan en sí mismos- y ya no la pueden perder, se les vuelven consustancial: “No vale la pena vivir espantando las moscas /que se posan en el plato sucio”. El poeta sin embargo partiendo de esa condición menesterosa redime la existencia, como dice el poema que le da título al libro, “no sé, pero si miro por la ventana, veo/ mi reflejo y estoy en el lado justo”. Intentemos definir la justicia de ese lado: ¿no soy mi reflejo, o mi reflejo es más yo mismo que yo” Entre las imágenes arquetípicas, gastadas por el uso como diría Borges, una de las más lúcidas es precisamente la del que mira por la ventana, y sin embargo, Rosa María consigue que la imagen se renueve y nos vuelva a decir cosas más allá de su frecuencia. ¿O el lado justo es justamente ese umbral que representa el cristal de la ventana, la frontera entre una unidad con dos realidades? Ese umbral es intransitable, es una frontera sin aduana, imposible estar del otro lado, del lado justo. La manera en que Rosa María Villarreal encabalga los versos es muy llamativa, esa sencilla transferencia casi prosaica, pero aún prosódica, le otorga a los poemas una violencia más profunda y severa que la meramente enunciativa. Son gestos que nos hacen las palabras desde la página: sigo en la línea de abajo, no te creas que ya entendiste, no, lo duro apenas comienza. No pierdas la respiración, no te caigas en la cesura, la página –ni modo- es un abismo. Y la ambigüedad aparece en la lectura como un factor sentimental, casi nervioso. “Un día así cualquiera se come una manzana”. Leo y releo el verso, el poema, el libro, y no acierto a saber si celebra o condena, si la alegría invade a la mordida original o es simplemente el tedio lo que ocurre. Es la insatisfacción lo que le da sentido al poema, su rabia contenida en sí misma y no en formas o dislates. Estar en el lado justo no es un acto de justicia sino un acto de elección, y cuando se elige –no importa si como dice el poeta, elegir es equivocarse-, ya no es asunto de leyes sino de deseos. Estar del lado justo es embonar, bailar como bailan las parejas con tiempo de rodada, esas que disfrutan más los pisotones que las vueltas perfectas.

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Vuelvo al hecho obsesivo presente en este libro: arrodillarse. Insisto en que no es adoración, pero ya tampoco es sometimiento. Si el amor llega de rodillas ¿esto quiere decir que es ruidoso o simplemente ruin? Yo lo entiendo cuando llega de puntitas o cuando llega pisando fuerte, pero de rodillas no lo veo y sin embargo así lo escribe, lo describe ella, la voz del texto, y de nuevo la palabra justo, pero esta vez como equivalente de necesario. Rosa María Villarreal escribe una poesía justa pero a la que nos es difícil ajustarnos, nos pide modificar el oído, escuchar de otra manera, oír la áspera música de la vida.

Sin rumbo El pecho del ave está herido. Le duele el lado izquierdo, me refiero al mismo nido que le hace entrar y salir por alimento. También siente un dolor en la sangre, que es la misma sangre de sus antepasados, que en sus venas, vino; y en su corriente, sin rumbo, sin encontrar el día. Le duele justo ahí, porque en ese justo momento no hubo alguien que le sostuviera el cuerpo para que no cayera, para que no rodara por la nieve, así. ¿Por qué, siendo poeta, nadie te contó del mar? ¿Por qué se fue la luz cuando despertaste del sueño? Es tarde para que busquen tu canto, a saber dónde. La culpa la tienen los que te soltaron la cuerda. La estupidez es una marca indeleble. 4


Ausencia Estoy tocando la puerta hasta el cansancio, intentando abrirla por la fuerza. Aunque no hay señales de vida, ni una luz aparente, insisto, pego el oído. Si al menos escuchara pasos que suben y bajan la escalera. Es que nunca la hubo. Apenas el reloj dio la hora, empieza a llover y el agua sale de prisa por debajo de la puerta. Antes solía correr por los techos.

Un consuelo Llorar –aún contando las lágrimas ocultas- es un consuelo a estas alturas. El llanto es propiedad de los que vienen detrás, de los que aún pueden mover las aguas, darles curso. Los viejos tienen los ojos secos.

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En el lado justo No me quejo: lo árido del desierto fue absolutamente necesario para recoger después las rosas. Anoche, por ejemplo, tuve el presentimiento de que hoy Dios se me revelaría. Y muy temprano un muchacho me trajo un ramo de flores. ¿Es la prueba de su existencia? ¿Él ha intervenido? No sé, pero si miro por la ventana, veo mi reflejo y estoy en el lado justo.

Inquieta No hay nada peor que esperar con los brazos cruzados. Cruzadas, la de los moros. No entrar en pánico. Actuar, si quiero dormir para siempre. Es lento y prolongado buscar la muerte ahogada en alcohol, y necesaria una frialdad que no tengo para aventarme al vacío. Sé que como mujer no sería propio pegarme un tiro y que el mar se reserva exclusivamente para los mejores poetas.

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El único tren que puede partirme en dos pasa de noche. A esa hora es muy probable que la muerte esté durmiendo. Dicen que tardarán en llegar las sogas que aguantan un cuerpo, y no me parece justo arrojarme contra un auto en la carretera. Rompería el parabrisas. Estoy en contra del ayuno, de cortarme las venas, de prenderme fuego, inquieta.

Condena Para Ana Fuentes No se resigna. Desesperada, ahí está, forzando los barrotes para sacar a un prisionero condenado a muerte. El preso exige al carcelero que le ponga grilletes, y que retiren a esa mujer, que la quiere lejos de su celda. Como si la pena por dejarla ciega no fuera suficiente.

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Invierno He pensado en el frío en tu cuerpo frío, lejos de mí y también aquí el invierno. Me es imposible hurgar: a la distancia se empañan los cristales. ¿Hay claridad allá? ¿El sol alcanza a bajar a las aceras?

II Tendrás tus razones para no voltear a ver los árboles. Contra su voluntad y contra el suelo se han ido cayendo. No puedo calcular, pero parecen siglos las deshoras. El tiempo toma por capricho la vía más larga. Sin viento no se alzan el cuerpo ni la casa. Tu rastro no me sirve, de rodillas no puedo. ¿Hay forma de que vuelvas? ¿Podrás? No tienes que saltar. Sólo quiero que no tardes. Aquí te echo de menos.

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Pecado ¿Se pueden saltar los márgenes del aburrimiento con el estómago vacío? El aliento es gris, y no hay quien ponga el mínimo interés en recoger pétalos. Cada cosa tiene un lugar en el mundo. También el tedio. Dios creó al mundo un día sin nada mejor qué hacer. Un día así cualquiera se come una manzana.

Abandono No porque sea otoño los vestidos verdes están secos. Tampoco es mera casualidad. Uno nace, se reproduce y muere. Y yo misma descuidé el jardín. Así somos los humanos desde tiempos inmemorables. Preferimos no pensar que las deudas con los años son más difíciles de pagar.

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Fantasmas Concuerdo: Nada está escrito en los libros sagrados que sea totalmente verdadero. A Dios me lo han impuesto no como una luz, sino como un fantasma que apachurra mi cabeza día y noche. La fe no me alcanza para atreverme a cruzar descalza un campo de espinas, o para dejarme restregar vidrios en la espalda. Sólo los fieles sacrifican sus ojos porque son ciegos. Estoy en un ejército que canta a coro, muda. Los milagros se me presentan: Ahora mismo avisto aves de todos los colores y todas las especies, y camino en la playa junto a pingüinos náufragos. He faltado a casi todos los mandamientos. Mea maxima culpa. No podré pedir perdón antes de irme. La muerte no da tiempo. Sólo espero no estar sola cuando alguien me arroje una piedra.

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Lejos Quitaré las leyendas de los caminos, el santo y la seña. Venceré la inercia que te ha traído siempre. Borraré mapas, planos, coordenadas. Al Espíritu Santo le pediré que reduzca todo tu cuerpo a un grano de sal. Invertiré el orden de los días, desapareceré las noches, alteraré los climas, los mares, la marea. Los puntos cardinales perderán su rumbo para siempre. Sacrificaré un gallo y una oveja para armar con su sangre un círculo que me proteja de ti. Empeñaré mi alma al dios o demonio que sea capaz de provocarte una ansiedad incurable, también eso.

Mirar el mundo Cuando la memoria ha perdido sus atributos, la única referencia es el instinto. ¿Será capaz de devolvernos las montañas? El silencio a cucharadas se ha ido tragando los recuerdos -a saber en qué medida-, y con los restos resulta inútil mirar el mundo. En las lagunas del olvido no se puede encomendar el alma a un artesano que perdió las manos. 11


Es otra A veces no reconozco mi voz. Podría asegurar que son otras manos, otros barcos los que llegan a mi puerto. Una intrusa se posesionó de mis palabras. No sólo invade mi espacio, mi ropa, tiene todas mis llaves. Yo no le di permiso de tomar mi lugar, mis versos. Ella no entiende de fronteras: bebe mi vino, me roba el nombre, escribe en mis cuadernos y para colmo, con mi pluma. Anoche estuve pensando cómo librarme de esa que no soy. Puedo denunciarla. Declarar bajo juramento y ante testigos que no la invité a mi fiesta. Mejor la mato de un golpe seco. Será el día que entra el otoño, cuando empiecen a caer las hojas.

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