Entrevista a María Antonieta Flores

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temples de María Antonieta Flores: Una mirada que no evade el dolor ni el erotismo

Santos López

I temples, como proceso creativo escritural, es anterior a madera de orilla, el poemario publicado por María Antonieta Flores en 2013. Esto plantea ante los ojos de los críticos un reenfoque, porque la voz poética va permeándose según la interioridad vivificada. El poeta pone capa sobre capa en su trayectoria literaria para construir su espacio interior que quiere comunicar. Si madera de orilla se publicó primero que temples, aunque su gestación fue posterior al libro que ahora nos ocupa, habría que repasar esta derivación en la voz de la autora.

Ya en madera de orilla rastreamos que su yo poético se alínea con una nobleza femenina cuando canta: “dejé pasar lo que ya había abandonado/ este hombre domina mi ruta de sangre/ en el crujir de sus huesos/ sembrada por su mano// como un dibujo resguardado entre dos tapas duras/ la mano que hasta tus labios se sonroja// un puente entre dos abismos/ dos cordones medidos por el tiempo// no me quiebres la dureza// que de costo se me impuso/ para días como éstos// para dejar/ el sabor de una hierba” (p. 31). Este poema guarda una hermosura, su delicadeza es tal que resuena en uno el primer verso: “dejé pasar lo que ya había abandonado”; tiene temple, es hermoso, deriva entonces del libro temples. O este otro de madera de orilla: “feliz// sentada en un tronco/ regreso a tu corriente// madera de orilla// río// en el color ámbar de tus aguas/ las jugadas intentan ser acierto// sin dispensas” (ochocloknee, p. 16).


Todo es orilla, nos confiesa María Antonieta Flores, como una metáfora de lo femenino, el mundo es una sombra, la orilla de Dios, y lo masculino, la madera (yang, en la tradición taoísta, y uno de los cinco elementos) se acerca con el agua de por medio como un pasajero. Este sentimiento es una pulsión de gran valor hoy día en las sociedades modernas, en donde ese principio femenino que emerge de lo profundo se convierte en un elemento mediador en la humanidad.

A lo que quiero llegar es a que el proceso de temples tuvo su desenlace en madera de orilla. Este último me deja una resonancia extraordinaria; la de los amores de la reina de Saba, una negra esbelta, con el rey Salomón: de camino hacia el recinto del rey Salomón, la reina de Saba tenía que pasar por un madero que unía las dos orillas; ella se negó a pisarlo y prefirió mojarse los pies a tener que pisar aquel madero, porque tuvo la visión premonitoria de la muerte de Jesús crucificado en un madero… ¿Tiene el amor que ahora esboza María Antonieta Flores en temples una filiación con el amor como sacrificio, a la usanza de la mujer hoy día en las grandes metrópolis?

Sabemos que en toda experiencia amorosa verdadera entra en juego la individuación de la persona. temples nos remite a un estado interior que va desde la recuperación del equilibrio que ha provocado un estallido amoroso, hasta la reflexión y la narración de cómo sucedió todo. Ese es el trazo de este libro. temples es, en el fondo, una memoria y cuenta aunque se centre sólo en una etapa vigorosa en lo amoroso y pasional; es también un estado interior alcanzado: una cierta aceptación de las pérdidas y de las ganancias en el trato con los hombres. La mujer hoy día, como Penélope, tenazmente escribe en vez de tejer y destejer, no se da por vencida, cultiva la paciencia, macera, escribe, borra, tacha, busca la palabra adecuada, vuelve a escribir, ama… Sin desdecirme del texto que escribí cuando leí la primera vez el manuscrito de temples que amablemente María Antonieta me mostró hace algunos años, quisiera suscribir de allí el carácter abierto de la mujer al amar y al escribir.


En el viaje arquetipal que nos propone el Tarot, encontramos La Templanza (XIIII) como una de las tres virtudes cardinales, junto a la carta de La Dama y El León (XI) que representa la Fortaleza y la Prudencia, bajo la figura de El Colgado (XII). En medio está La Muerte (XIII). La Templanza, además de significar literalmente moderación, nos sugiere, siguiendo su trasfondo alquímico, que en lo profundo de la psique se está dando un proceso de diferenciación o discernimiento entre lo ordinario-corruptible y lo puroincorruptible, llamémoslo proceso de muerte. La psique está cobrando otra forma o un nuevo ser. Porque es el erotismo lo que experimenta una transformación. Decíamos arriba que el proceso de individuación es el núcleo genético de toda llama erótico-amorosa, el fuego junto al agua blanca que se trasvasa de una a otra vasija. La Templanza como un Angel de la Guarda viene a guiar este proceso de diálogo interior para ayudarlo a fluir. Quizás temples nos hace saber que el amor y el desamor, el encuentro y el desencuentro, el placer y el dolor, son vivencias necesarias que abren otras puertas dentro, que si no se cumple uno de los aspectos, el otro no alcanza la plenitud.

Por otra parte, esta década del pasado decenio del dos mil, Venezuela se sumergió en una realidad muy hostil, muy hacia fuera, hacia lo colectivo, relegando al individuo. Ello ha tenido que significar para María Antonieta Flores una búsqueda de equilibrio ante tal adversidad. Una realidad que si no nos destruye, nos templa y nos hace más fuertes. Para María Antonieta, la respuesta ante algo que agrede cotidianamente es no entregarse a los vientos de los acontecimientos, sino construir un lugar donde todo se vivencie y no se evada pero buscando la mirada y la permanencia equilibrada.

Al interrogante dejado arriba sobre el amor como sacrificio, temples irrumpe en nuestro panorama poético como una voz abierta, una corona cargada de erotismo por la palabra, contrapuesta a la aniquilación de la necesidad de lo femenino que la sociedad cada día precipita.

II


-Entiendo que alguna inspiración provino del arquetipo La Templanza, según tus palabras... ¿buscas en temples equilibrar el fluir de los opuestos? ¿cuáles son esos opuestos? ¿y cómo reconciliarlos sin que intervenga la razón y la lógica? ¿cómo fue esa experiencia, si lograste reconciliarlos? -Mi relación con el arcano de La Templanza es producto de la contemplación. Para mí, el cimiento y el sedimento de la escritura está en contemplar, acto que no deja de conferir cierto temple. Tengo años interesada en el Tarot, pero no como instrumento de adivinación sino como arquetipos de data muy antigua que siempre descubren algo de nuestra interioridad. Hay en mí una profunda relación con los símbolos y las imágenes, relación cuyo origen desconozco. Siempre me ha interesado lo que se esconde detrás de un gesto cotidiano repetido por siglos y cuya permanencia lo ha convertido en símbolo. La verdad, no creo que andaba buscando específicamente equilibrar el fluir de los opuestos en este poemario, aunque es muy cierto que la poesía es un territorio propicio para ello, solamente buscaba expresar un estado interior al que me había aproximado emocional y psíquicamente. Este poemario me fue guiando en un intento de integrar las vivencias erótico-amorosas que había vivido, subrayando las de la década del dos mil. ¿Por qué ahora y no antes? Porque cuando una está en los veinte y en los treinta, el ego, el eros y el cuerpo batallan con muchas cosas, algunas de ellas destructivas y otras, muy ansiosas. Hay un ejercicio de demostraciones y de inseguridades, y no hay suficiente concavidad interior ni camino transitado para comprender y aprehender la vivencia erótico-amorosa en diálogo con los hombres, que ahora lo entiendo, exige ser reposada interiormente para que dé frutos y conocimiento tanto de una misma como de los otros. Por otra parte, mi timidez y un ineludible pudor, me impedían hablar directamente sobre el hombre y lo que suscita en mí. Pero cuando empiezo a escribir temples yo me estaba acercando a los cincuenta, sentía que era una fecha significativa, y eso me dio cierta seguridad y otra libertad, aparte yo tenía cercana la jubilación y pendiente el trabajo de ascenso para titular, escalafón que no logré pero ese es otro tema, y en algún momento pensé que este libro que había empezado a escribir sería un buen trabajo en el ascenso más interior que académico.


-temples es un registro de la experiencia erótica... que sugiere el alcance de una alquimia de la moderación, o el alcance de un estado deseable... ¿qué fue eso profundo que se movió en tu psique y disparó esta creación? -El agradecimiento. Creo que cuando se puede agradecer, la moderación o, más en mi caso, la aspiración del equilibrio es un camino más profundo en lo erótico pues el dar y el recibir fluyen como corrientes de un mismo río. Existe una idea de que el eros y el sexo son desorden, pero hay un orden sagrado en ellos, nunca me planteé el encuentro carnal y el conocimiento que eso da del otro y de una misma, como algo efímero. Mi sensación es que he quedado construida, enriquecida con esos encuentros que no cuajaron en una pareja pero que enriquecieron mi mundo, lo transformaron. Aprendí de ellos. El equilibrio no anula ni la pasión ni el deseo ni el ardor que se siente en la carne y en todo el ser. Permite saborearlo mejor, como ocurre con un buen vino.

-temples es un libro que cuida la forma, tiene un lenguaje cuidado, hay un respeto hacia la lengua. Va a contracorriente de muchas tendencias hoy día que pretenden despreciar la forma de la poesía, ¿qué papel cumple la poesía? -La poesía religa y crea vínculos entre poeta y lectores, poeta y poetas, con la tradición, entre los vivos y los muertos, entre las culturas. Al ser un discurso que religa, tiene un ritual que varía según las tradiciones, los poetas, la cultura, y ese rito exige una forma. Porque eso es un rito, algo que tiene una forma para contener un sentido que a veces no se puede expresar directamente, entonces la palabra viene y le da forma a eso inexpresable. Siempre he pensado que si el poeta utiliza las palabras debe tratarlas con respeto. Igualmente, he aprendido que la poesía es un lugar, el lugar donde las emociones reprimidas por las sociedades actuales, pueden manifestarse sin ser juzgadas o vueltas a reprimir. En el discurso poético se pueden cristalizar el dolor, la tristeza, el duelo, la pérdida, el desamor y trascenderlos, sanarlos, elaborarlos a través de la imagen y la musicalidad, o simplemente mirarlos estar como presencia consciente.

-¿Dónde te ubicas poéticamente? ¿Y quiénes conforman tu familia poética, tus influencias?


-Poéticamente, me ubico en una encrucijada donde convergen la tradición, el desparpajo, el reto y la entrega. Me gusta sentir que la poesía me vence y manda, es una relación erótica con la palabra poética. No siento que mi escritura se inscriba en alguna corriente literaria, se alimenta de todas. Soy una lectora de mente abierta. Mi familia poética es amplia. Me reúno con aquellos poetas con quien siento afinidad en lo poético sin seguir sus formas o propuestas como modelo a seguir. Esta es una afinidad marcada por el trato con lo poético que sostenemos. Están los poetas que me preceden y con quienes me vinculo a través de la palabra. En el poema “la voz de mis hermanas”, hay un mapa trazado. Pero, no es el único, es sólo el que he podido mostrar. Siempre busco aproximarme a los que me siguen en el tiempo si ellos permiten este diálogo, como toda mi vida activa como profesora se concretó tratando con jóvenes, trato de ser muy prudente con ellos, ya que los conocí demasiado en el aula. Influencias, creo que algunas vienen de la narrativa, otras de la poesía, otras del discurso cinematográfico y musical (La presencia de la voz de Daniel Santos es una fuerte influencia) y otra de los hombres que he amado. Creo que en un mundo donde las artes dialogan y donde hay una fuerte presencia de estímulos sensoriales y diversas estéticas que emergen de mundos diversos y creados como independientes, el concepto de influencias debe ser ampliado. La red que sostiene un poema tiene hilos insospechados.

-¿Cuál es tu responsabilidad como poeta? -No traicionar la poesía, el don que he recibido. Sé que la gente se molesta o se escandaliza si uno se refiere a la poesía como un don en plena época donde todo se hace según una receta y se considera que cualquiera puede emprender cualquier oficio, pero siempre he reconocido que bordar, tejer, cocinar u ordenar unos papeles son dones, todos podemos intentarlos pero hay quienes tienen el don de darle un sentido profundo al arte de tender una cama o de cuidar un jardín, esa mano que es capaz de hacer un corte de cabello y hacer que ese gesto dé frutos. En este sentido siempre me he referido al don de la poesía: algo sencillo que se manifiesta como un don sin ser un privilegio. Creo que lo más terrible es traicionar aquello que uno ha recibido generosamente en la vida. Usar la poesía para otros fines, venderla para favorecer el ego o ganar un beneficio a costa de ella, o confundirla con un gesto amistoso, es romper el


compromiso con la palabra poética. Por esto vemos obras poéticas que se diluyen, que se enferman o se vacían de sentido.

-En cada momento, si hablamos de tu generación, la poesía escoge su discurso, su lenguaje aunque esto no ocurra conscientemente; el poeta no puede escapar a su momento; te ubicamos en esa generación post Tráfico y Guaire que comenzó a publicar en la década del 90… Descríbenos algunas coordenadas del discurso de tu generación. -La primera que se me ocurre es la atomización. Es una década que no se define a través de grupos sino que abre el camino a la individualidad. Los 90 es el momento donde lo urbano se convierte en un espacio interior. Este movimiento hacia adentro luego mostrará en las siguientes dos décadas una explosión hacia lo individual narcisista. Ya no será el movimiento hacia el adentro sin romper los vínculos con el mundo exterior, será el culto a la personalidad lo que siga a esta (llamémosla así) timidez del yo que en su aspecto más negativo, mostrará un regodeo en ese yo y paralizará la poesía, entonces buscarán copiar modelos superados. Creo que en muchos de los poetas que publican sus obras en los 90 hay una inocencia ante lo poético, lo cual es bueno pero ha permitido que muchas obras sean silenciadas por otras ambiciones. Segundo, la convivencia de diversas estéticas. En los 90 ninguna estética es privilegiada, cosa que si sucedió en los 80, 70 y 60. Todas dialogaron democráticamente y ninguna era mejor que otra. Tercero, el reconocimiento de la tradición poética que nos precedía. Y cuarto, la falta de búsqueda de poder literario o cultural. Era una actitud más despreocupada en ese sentido.

-En la realidad en que está sumida Venezuela, de una ferocidad épica, social y colectiva abrumadora que ha impuesto un “habla”, un lenguaje provocador y autoritario que aplasta al individuo, al poeta. ¿Cómo una poeta como tú puede sobrellevar su “habla” en medio de una realidad que es tragi-cómica, si estás de acuerdo en calificar la realidad del país así? Es decir, ¿cómo antepones lo individual ante lo colectivo, lo lírico ante lo épico? -Es parte de mi compromiso como poeta y como persona. Dejarse arrastrar por la visceralidad que mueve la reacción ante acciones calculadas con pulso, simplemente es


seguir un surco trazado de antemano. Lo individual como expresión de lo íntimo en estas circunstancias exige una distancia, no una evasión o la creación de un mundo propio y ajeno como lo proponía Herrera y Reissig, propuesta válida para su época pero que en los actuales momentos pueden conducir a la banalidad. También exige un acelerado trabajo de elaboración sobre los sucesos que día a día van acumulando su peso. La elaboración interior permite afianzar la mirada ante los acontecimientos. He tenido la férrea decisión de que la intimidad debe ser preservada, evitar que la invasión masiva de informaciones que afectan la vida cotidiana se convierta en un agua empozada donde se ahogue la vida interior personal. Es una manera de resistir, muy difícil por cierto pues exige contemplar y callar para poder comprender y en situaciones como ésta, el silencio es muchas veces muy mal interpretado y las reacciones que se forman en torno a una actitud estoica es una manera de obligar a reaccionar según una tendencia general en pro o en contra de cada hecho que abruma los días. Entonces, la palabra se convierte única y exclusivamente en una acción catártica. Ese terreno, el de mi habla personal, no estoy dispuesta a cederlo. Intención que cobra su precio, obviamente.

-Poéticamente ¿qué situaciones te planteas o te interesan? -No me planteo situaciones o intereses poéticos. Contemplo las cosas, el adentro y el afuera, no soy indiferente, luego todo se sedimenta y emerge transformado en una imagen, en una palabra. Toda sustancia me interesa. Sin embargo, todo pasa por el filtro de una mirada que no evade el dolor ni el erotismo. Es decir, mi mirada está marcada por una cierta sensibilidad que filtrará todo, es una atención que responde a un pilar o eje, y desde allí todo se criba.

-El hecho biográfico ondea en tu poemario. Hay trazos claros en tu dibujo, tanto es así que apuestas en ello intelectual y emocionalmente, y así creas el poema. ¿Tratas de ser lo que escribes? -No, no trato de ser lo que escribo, eso sería un movimiento en retroceso y una trampa del ego. Yo escribo desde lo que soy. Mis vivencias alimentan mi escritura, pero no pretendo hacer un simple registro plano de una vivencia, ajeno a la imagen y a la búsqueda de una estética que dé forma y alivio a lo vivido. Hay, es necesario que haya, una transformación


de la vivencia en el discurso poético, un ir más allá de la anécdota que le da basamento al poema. Tampoco pretendo ser el amor y que el hombre sea el desamor, ambos sexos se mueven en estos dúos complementarios. Siempre y en alguna etapa específica, hay alguien que encarna el desamor y un otro, el amor. Esto ha sido precedido por dos que encarnan el amor y luego será seguido por dos que encarnan el desamor. Lo único cierto, según mi criterio, es que quien habita por más tiempo el amor, es afortunado.

-Lo biográfico marca mucho el trabajo intelectual. Por ejemplo, Byron hizo de su vida una gran biografía, Rimbaud inauguró un nuevo carácter en la poesía… La importancia al hecho biográfico ha cobrado mucho peso en la poesía moderna. Hoy día si un poeta se suicida, o enloquece o padece una enfermedad incurable… su obra poética cobra más valor en la sociedad, se tiende a consentir por la vida y no por la obra. Te agradezco un comentario al respecto. -Dejarse seducir por la vida de un artista, creador o escritor es otra manera de leer el mundo, conduce a un culto a la personalidad que puede entrampar a los lectores. Eso despierta fascinaciones vinculadas a la muerte, al eros, a la condición humana o a la elección sexual, conduce a olvidar que la palabra es la gran apuesta existencial que estos escritores hicieron. Estoy segura que ni Pizarnik ni Plath ni Sexton, para nombrar tres íconos del suicidio, quieren ser recordadas por sus actos sino por su discurso poético tanto como el poeta que muere serenamente en su cama y en la vejez. Estoy segura que Bukowsky no quiere ser recordado por sus borracheras, su promiscuidad, su rudeza como manera de estar en el mundo, sino por su escritura. Así hayan escritores que se conviertan en personajes, como Capote o Hemingway, la verdadera gran apuesta es por lo que va a permanecer: la obra. Así que es una tontería dejarse seducir por la vida y las circunstancias de un escritor, cuyo peso deja huella en la obra pero no la determina totalmente, porque igual conmueve una obra o un soneto de Shakespeare –de quien no se tiene certezas sino rumores, o ese poema que se lee sin saber quién es su autor y nos hiere en la entraña. No es la poesía moderna la causante de esto, es el vacío y la banalidad que marcan la vida actual las que buscan rendir culto a la vida de alguien y no a su obra. Kavafis es Kavafis no por su orientación sexual sino por su obra, y en nada ha influido su mundo personal en darle valor a su obra.


-El miedo al amor algunas veces es una pesada piedra y otras es apenas un pedazo de carbón. Siento que de alguna manera temples nos remite a ese recurrente tema de la sociedad moderna del miedo al amor. -Miedo al amor, no. ¿Cómo escribir sobre algo a lo que se le tiene miedo? Yo no lo sé hacer en el poema; en un ensayo, quizás. La presencia del miedo exige una elaboración interior tanto como el amor, para no ser vencidos por una emoción paralizante como el miedo. He sabido permanecer desde el miedo, conozco el miedo quizás más de lo que conozco el amor, pero cuando se homenajea u honra al amor, el miedo no puede andar susurrando. Quizás alguien pueda pensar que el miedo es la causa de una vida sin pareja o compañero permanente o sin hijos (que es un tema delicadamente manifiesto en temples), pensar eso es una temeridad. Con miedo no puede haber entrega ni el sabor delicioso de lo vivido. El miedo invoca la culpa y, por lo tanto, al mutismo.

-¿Tuvo algún impacto sobre temples, tu reciente experiencia con la muerte? -No. Fue escrito antes. Yo había entregado la versión final hacía más de un año y la respeté, no tenía nada que agregar a temples. Si bien han pasado un año y unos meses de esa vivencia, no está claro qué surgirá de ella. Lo cierto es que de la muerte algo resucita, algo se transforma. Ya no soy la misma, hablo de un cambio radical en muchos aspectos interiores. He escrito poemas vinculados a esta vivencia, el primero, un poema de diez versos, pude escribirlo el día antes de ser dada de alta, finaliza con “recuerda lo que puedas/ será tu sudario”. Todavía hay cosas que no he procesado, debo respetar el trabajo interior para lograr decir esa vivencia.

María Antonieta Flores. temples (Caracas, Kalathos Editorial, 2014). (selección)


con humor taciturno

en mis manos balanzas de minero un cubilete de bronce al ras aguarda

taso con dilación acaricio la exactitud de la mentira

aguardo que surjan los brotes todo da sus frutos

ahora pulo con esmero

piel que se hace densa bajo mirada de hombre el oro… justo… tasado…


pac铆fica

los caminos discretos del fuego clemencia nudo a nudo

mi juicio fue el silencio

debutar en el estrago con condici贸n de aplacada

sin abrigos me despiertan

贸xido en mis armas reverberancias que atesoro entre papeles

hojas secas que al azar sustraigo


papel moneda

esculcada pero tenaz obtuve respuesta

ya no mĂĄs no mĂĄs

en mi lugar

con las capitulaciones firmadas los deseos abrazados en compasiĂłn

sentenciada a la misma pena siempre en el filo de mi historia

cedida en comodato a los quehaceres

juntando huesos descarnados de tanto hacer la obra evocada en el abrazo

trazo en la pared el dĂ­a que no cuenta las deudas pendientes


tradiciĂłn de misioneros

el viento sabe lo que arranca a los ĂĄrboles

tu aliento encuentra camino respirando muy cerca

no conozco resistencia y me tiendo

los besos con fecha de caducidad

en mi vuelo no he dejado de mirarte

asĂ­ nos cogemos reducidos a un llanto temeroso de mar


sobre tu pecho temible

sin este roce inquieto de las carnes los gestos empiernados de los sollozos

el goce estalla en la garganta grieta luminosa

hombre donde reposo


con la luz de los vitrales

no me dejo arraigar en el odio en esta tierra de exilio

avĂ­sole a los hierros que sostienen la balanza y limpio los platos

coloco los sucesos con mesura lo que de ellos queda

siempre traen sangre la violencia que aborrezco

de naturaleza acuosa sobrevivo

regreso a los lugares donde fui amada tiempo extraordinario ya segado


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