Federico Silva: El triunfo de la rebeldía Medalla de Bellas Artes 2016
Luis Ignacio Sáinz
Investigador de la forma y ciudadano de tiempo completo, Federico Silva (1923), Premio Nacional de Ciencias y Artes 1995, ha encarado todas las batallas, con talento, valentía y, sobre todo, proveyéndonos de belleza a raudales. En la resistencia luminosa de sus días, el Palacio de Bellas Artes ha sido un escenario íntimo en su trayectoria. Melómano incorregible, ha fatigado todos los rincones del recinto en su apreciación acústica; lo hizo desde muy joven sin imaginar tal vez que aquí se revelaría su vocación plástica y escultórica. El inmueble diseñado por Adamo Boari para festejar, con boato y derroche, la fiesta porfirista del Centenario de Nuestra Independencia, cuyas obras iniciaron en 1904, conquistaría su ser con el déco mexicanista de Federico Mariscal, ya en el sexenio de Abelardo L. Rodríguez (29 de septiembre de 1934 con la puesta en escena de La verdad sospechosa de Juan Ruiz de Alarcón y María Tereza Montoya encabezando el reparto); y en sus salas ha mostrado, gozosos y azorados, los universos estéticos de nuestro homenajeado, siempre acompañados por los aguijones de la crítica social, el posicionamiento político, la reivindicación identitaria, pero, antes que nada, por su deslumbrante propuesta compositiva, que está en deuda con su delectación por la ciencia y la tecnología. Quizá sin intuirlo, comenzó a escribir su historia con el Instituto Nacional de Bellas Artes, cuando entre 1944 y 1945, a invitación expresa de David Alfaro Siqueiros, lo acompañara en la gesta constructiva del mural Nueva democracia (originalmente, México por la democracia y la independencia,), después acompañado por los paneles titulados Víctimas de la guerra y Víctima del fascismo. Al alimón con Epitasio Mendoza, otro 1