VENUS Y LAS MOSCAS Gerardo Miranda
Para olvidarme de ti y no mirarte Miro el viaje de las moscas por el aire Gran estilo Gran velocidad Gran altura Antonio Cisneros
Haceos miel y os comerán las moscas. Anónimo
Las moscas juegan ajedrez en el pobre mesón parecieran no tener preocupación alguna ni grandes problemas metafísicos pero siempre andan rondando la muerte y la miseria como si Dios las hubiese creado a nuestra imagen y semejanza Sergio Hernández
bienaventurado el que se mastica y engulle ese pajarillo se tragó el éter a su alrededor se tragó todo su alpiste todo su aire y su aliento y ahora inmóvil hinchado y bofo con esa cresta gorda cubierto con sus plumas -peluca ridículaha comenzado a comerse sus patas su pico y sus ojos y los barrotes de su jaula le marcan los costados y le queman las plumas y la carne afortunado dios que cabe en una galleta tan delgada grita a los cuatro vientos bienaventurado el que se mastica y se engulle y aparece de nuevo donde le da la gana y el pájaro se agita y se arranca las plumas y se mastica con coraje y se talla contra los barrotes y se hincha y se enoja y se tuerce y se jacta de su en-verga-dura
hipótesis sobre el origen de los fuegos fatuos (versión primera) Alrededor, alrededor, por un lado y por el otro Los fuegos-de-la-muerte bailaban a la noche; El agua, como óleos de una bruja Ardía verde, y azul, y blanco. Samuel Taylor Coleridge
ignis fatuus en ciertos lugares los cadáveres son enterrados boca abajo con los brazos en cruz y la boca permanentemente cerrada esto les impide tomar venganza o gritar en su defecto y aunque en apariencia dichos cuerpos han perdido todas sus facultades el cabello y las uñas continúan creciéndoles el cuerpo no para de exhalar gases por el ano y si a esto se le agrega una pequeña chispa la flama brota hasta la superficie provocando que las moscas se alejen al igual que los deudos y curiosos
los estudiosos lo atribuyen a la combustión espontánea de la fosfina
y el metano que arden producto de la descomposición de la materia ésta es la última manifestación de odio que el hombre puede brindarle al mundo aún tres metros bajo la tierra (dígase de otra manera más sencilla los fuegos fatuos son los pedos de los muertos melancólicos)
seis instantes en la vida de un pirómano recuerdas padre cuando incendié tu cama y por causas que aún no entiendo erré al incendiar la casa entera cuando sentado frente a la estufa
acercaba cuerpecitos ensartados en alambre hasta que el plástico derretido me quemaba la piel no eran suficientes los juegos pirotécnicos ni las fogatas en el jardín recuerdas nuestros rostros quemados por una flama venida de lejos algo encendido en el fondo de nuestras voces que nos rasgó la garganta de igual manera fundiendo nuestros huesos y sueños llenándonos de flamas y del humo que detestas recuerdas padre cómo era nuestra vida antes del incendio el instante cuyas flamas no apagaron mis orines la lumbre brotando de los ojos como las flamas más intensas de la noche que se encierra entre las manos ardamos pues dijiste ardamos desde dentro en un altar absurdo ardamos por nuestros pecados que arda nuestra casa y que los recuerdos nos consuman lento como la lumbre de un cerillo que una flama venida de lejos arrase nuestras huellas y deje lampiños nuestros cuerpos y el calor insoportable arrase nuestras llagas y nuestras escamas sufran el ardor de los quemados
que la lumbre más intensa nos cocine las entrañas y nuestra vida padre ensartada en alambre nos queme poco a poco la piel
al buen samaritano tanto va el cántaro al agua dicen que acaba por convertirse en agua luego el agua convertida en lodo moldea al hombre a su antojo y el agua derramada por los ojos se evapora por la lengua y se riega por el culo y el hombre antes agua (si es que lo fue algún día) regresa convertido en polvo y se pierde en la ventisca
el alquimista a jorge cuesta si hago caso de las aseveraciones del alquimista y los dolores que padezco en la hipófisis continúan como se lo dijo él alguna vez a guadalupe me calculo a lo mucho diez años más de lucidez (lo asumo resignado) los cuales espero reducir al mínimo con un taladro o un martillo golpeando esa glándula hasta que los dolores desencadenen la pérdida de la cordura voy a librarme de esa vieja puta doña cordura he escuchado que le nombran y qué mejor ahora que en diez años el alquimista logró asesinarla y al poco tiempo se quitó la vida creyó cambiar de sexo gracias a sus experimentos y se arrancó los testículos y se los dio de tragar a esa gorda en una sopa fría
yo no soy tan valiente sólo voy a pedirle de la manera más amable que se retire
disertaciones sobre la absurda negrura de los cuervos dicen que los cuervos se comen los ojos porque es la parte más dulce y blanda de los hombres pero nadie se ha sentado en cuclillas para observarlos de cerca sólo los toman prestados para ver lo que no pueden a diario los devuelven inservibles ya y un poco magullados cierto y ninguna madre -lo apuesto- tiene que ver con ello cría cuervos y sólo lograrás tener más que al principio lo de los ojos no es necesario no es obligatorio
non sanctus estirpe un día un ángel comunicó a mi madre que el ungido había decidido acabar con su estirpe non sancta que su linaje desaparecería de la faz de la tierra y ni registros ni testimonios darían cuenta de ella sobreviviente de aquella malograda descendencia único restante de cinco hijos tres muertos antes de ver la luz y paladear el aroma del vacío y uno con apenas conciencia de ello pienso a veces que el rey de reyes me perdonó para que yo acabara su trabajo dejándolo todo en mis manos brindándome su ayuda con esas vocecillas que me persiguen constantemente gritando en todos lados has lo tuyo toma la navaja he decidido hacer un nudo de mis venas pero es un viejo harto persistente
libaciones a onán frente a una foto de meche carreño Hembra que entre mis muslos callabas de todos los favores que pude prometerte te debo la locura. Leopoldo María Panero
es por esa foto meche ¿sabes? donde estás trepada en un caballo con una cara de terror… según el pie de foto tenías 17 y un bikini confeccionado por tu madre qué buen gusto tenía la señora y qué suerte la de aquel caballo aún tengo esa foto guardada bajo llave meche oculta sin mirarla a condición de quebrantar el sexto mandamiento y derramar mi semilla en tu memoria según sé fuiste la primera en posar en traje de dos piezas los últimos residuos del feminismo cuántas generaciones habremos ordeñado nuestro fruto en tu nombre meche en nombre de aquellos rasgos toscos de tu rostro en nombre de tu figura esbelta y torneada según sé el dios de moisés condenó a muerte a onán por tales actos pero yo meche seguiré mirando esa fotografía donde tu figura se antoja inmaculada donde tu madre acentuaba tus encantos con sólo dos pedacitos de tela donde una yegua lesbiana te saborea donde tus piernas se sujetan firmes a la grupa de ese equino yo meche que por fortuna he dejado de temer a la muerte
qué trabajo puede darle la muerte mi estimada
releer y repensar una palabra como lo marcan los cánones y los intrusos hacer y deshacer los labios de la mujer más artera y moldearlos con el beso más sencillo espolvorear partículas de piel muerta en el asfalto y recoger las partes que sobran de nuestro cuerpo después de la batalla acaso usted no se cansa señora de pintar el blanco y deshacerlo siempre de mirar sus adentros y dejar el vómito para ocasiones posteriores qué trabajo puede darle la muerte si la risa de los pájaros viene desde lejos si la alfombra del descenso comienza al oscurecer el día qué misterios puede acarrearnos la muerte más temprana hay cuchillos en la mirada de un niño como veneno en las voces de sus padres hay agujas en la antesala de la noche como cantos a una imagen milagrosa y de eso se entiende señora que las voces de los ciegos tienen más alcance que su vista si bien el canto es sutil y cariñoso la imagen penetra y rasga los costados qué trabajo puede darle la muerte mi señora cuando el sol atasca su mirada y la ilumina en la noche más oscura
canto de holofernes a judith posterior al desprendimiento (forzado) de su cabeza un hombre no debería necesitar una armadura para dormir tranquilamente junto a la mujer que ama la fecha para observar el reflejo de una mujer de carne blanda es la primicia que nos desplaza al descubrirnos desnudos dos son los ojos que dejan de mirar y se pudren al tiempo que la marca de la ausencia deja un temblorcito al ras del cuerpo la visión perdida de una hembra destruye como construye su aliento cercano después del coito y no sólo son necesarios los ojos para dejar de mirarla es necesario desprenderse de su aroma impregnado y de su imagen última clavada en la retina cuando el término dantesco no es la analogía de los nueve círculos del infierno si no la descripción un rostro ante la pérdida de su beatriz dos son los ojos que miran y tocan un reflejo dos son las manos en una silueta frágil en la noche de la frontera prometida lámina de calor y odio
el juego de los instantes y la gallina ciega dos son los cuerpos que se separan y se unen al ritmo de la danza más abrupta dos son los ojos que se juntan y estallan y dos las manos que retuercen un pescuezo uno es el instante que envuelve el calor de las semillas y la bruma de los labios cuando el actor más improvisado termina acariciando con su lengua las palabras más obscenas el aroma de una hembra resuena en los oídos y los muros más endebles terminan por aplastarnos y cortarnos la cabeza
oda a segismunda otra vez vi aquesto mesmo tan clara y distantemente como ahora lo estoy viendo, y fue sueño Calderón de la Barca
segismunda teme a las torres ya no se les acerca recuerda sus anteriores saltos al vacío y se sonroja destacando el color tenue de sus párpados segismunda me trastoca la lengua y hace nudos con mis cuerdas bucales las usa para trepar los muros de aquella torre de la cual por fin ha descendido mientras mi saliva aguarda el momento de ser útil por debajo de la lengua segismunda no lo sabe y no sé si lo sospecha que su sola presencia traba los goznes de mi cuerpo que su sola mirada me revienta los nudillos que con gusto treparía la torre norte
donde habitaba hasta hace poco para rebanar sus parpados a riesgo de perder un ojo por el misil de una ballesta pero ella no lo sabe y no sé si lo sospecha que esto no es un poema de amor que esto no es una declaración tardía que esto sólo es el balbuceo de un trepador de torres sin arneses escalando una torre de ladrillos aceitados segismunda no lo sabe y no sé si lo sospecha que más valdría no verla más valdría que me regresara mis cuerdas que me devolviera la vista que me brindara un poco de aceite para las coyunturas de mi cuerpo a condición de oxidarme y perder el movimiento pero ella no lo sabe y no sé si lo sospecha que a solas en mi torre me arranco los cabellos que me arranco lengua y menudencias que su sola imagen me confunde y me intimida que sus ojos han estrellado un boeing 767 en mi estructura dejando un vacío en mi pecho equivalente a la zona cero
alucinaciones olfativas (las mujeres que huelen a jueves) siempre he sentido una atracción irresistible hacía las mujeres que huelen a jueves un loco deseo que me invade cuando por la mañana desnudas atraviesan la alcoba sin esa carga de pudor que en nada las favorece ésas que cuando después de saberse recorridas con cada ángulo que la vista permite con orgullo
a bocajarro me preguntan al oído ¿algo más amor? siento una atracción pasmosa por aquellas disfrazadas de noche ésas que riegan sal en llagas abiertas y las limpian con el costado de su lengua sorda las que reflejan sombras en un pasillo sin luz por un fajo de billetes los días nublados aquéllas por las que uno se arranca tiras de piel que pone a secar en los balcones para envolver un órgano del tamaño de un puño cerrado y brindárselos mientras duermen
lucía experimentamos un cambio de siglo lucía y sobrevivimos –tú lo vistey reíste con aquellos ojos verdes tan tuyos ésos que guardabas con recelo cuando se lee entrelineas las palabras vuelan y anidan en las orejas me decías cuando me regalaste la planta de tus pies y la cicatriz de varicela que te impedía fruncir el ceño así cambiamos de rostro lucía y quedamos atónitos se requería de una cita para atestiguar la tarde así tus ojos fueron un regalo en una bandeja de plata junto con el vaho de la noche y tu cuerpo limpio e inocente sé que no eres como los demás me dijiste pero no sé si fue enserio tú me los diste lucía tus ojos en una bandeja plateada
coleópteros de pequeño no temía recostarme sobre la yerba no temía a los insectos ahora los veo estrellarse detienen su camino en la acera que danza al medio día a veces me observan me susurran al oído un reloj de sol que no acierta la cuenta de los días recorto los cabellos azules de mi abuela cuando ella lo permite y los insectos rezumban en mi frente los ignoro casi siempre pero ellos no detienen su zumbido vuelan revolotean se arrastran (las más de las veces) sobre mi rostro formando figurillas extrañas que se dibujan en mi piel dejando huellitas en un cuerpo que se desgaja y se hace polvo al contacto con el aire donde mis escamas devoradas por ácaros pintan siluetas que se evaporan al contacto primero con el viento
Gerardo Miranda (Estado de México, 1984). Poeta y narrador. Licenciado en ciencias humanas con diplomado en filosofía por el Centro Universitario de integración Humanística. Actualmente estudia la maestría en Literatura Latinoamericana Contemporánea. Textos suyos aparecen en varias revistas literarias de México y el extranjero entre las que destacan Círculo de poesía (México) y Letras. s5 (Chile), así como en diversas antologías y libros colectivos. Miembro fundador del colectivo Deva-gam y coeditor del folletín poético Túnel de Damiana. Ha participado en talleres y seminarios literario y realizado entrevistas y reseñas para la Coordinación Nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes. Su obra abarca Venus y las Moscas, (Ediciones el Golem 2010) La Hiperbólica caída del insólito niño WEBBER y Odilón (ambos inéditos), así como diversos poemas y narraciones de próxima publicación.