Guillermo Martínez. El poeta bueno, el buen poeta

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GUILLERMO MARTÍNEZ GONZÁLEZ

Selección de los poemas y de los textos críticos: Alejandro Cortés.

(La Plata, Colombia, 1952 – Bogotá, Colombia, 2016). Poeta, ensayista, librero y editor, licenciado en Filosofía y Letras. Fue incluido en numerosas antologías en Colombia y en el exterior. En 1993, obtuvo la Beca de Creación Individual de Poesía de Colcultura. Vivió Beijing, China Popular, y publicó varias versiones de poesía china. Fue el poeta homenajeado en el Festival Internacional de Poesía de Bogotá de 2013. A partir de 1996 vivió como editor y librero en Bogotá, donde se hizo cargo de su editorial (Trilce Editores) y de su librería (Librería Trilce). En esta última presentó hasta sus últimos días, lecturas en vivo con poetas y escritores de diversas partes de Colombia, así como autores

provenientes

de

diferentes

Norteamérica, Oceanía y Europa.

países

de

Suramérica,

Centroamérica,


Publicaciones de poesía

- Declaración de amor a las ventanas (1980). - Puentes de niebla (1987). - El árbol puro del río (1994). - Si ese viento fuera mío (Antología, 2013). - Terraza para pisar el vacío (2015).

Publicaciones de antologías, notas literarias y traducciones

- La poesía de Matilde Espinosa (Selección, prólogo y notas, 1980). - Diario de medianoche y otros textos (Notas de poesía, 1984). - Marx y los poetas (Selección, prólogo y notas, 1986). - El bosque de los bambúes (Versiones de poesía china, 1988). - Mitos del Alto Magdalena (Relatos, 1990). - El solitario de la montaña vacía (Versiones de Wang Wei, 1996). - El vuelo diabólico - Poemas de vampiros y murciélagos (Selección, prólogo y notas, 1999). - El ermitaño de los lotos verdes (Notas de poesía, 2005).


SELECCIÓN POÉTICA DE GUILLERMO MARTÍNEZ GONZÁLEZ

Por Alejandro Cortés González

De: TERRAZA PARA PISAR EL VACÍO (2015)

VISIÓN DE UNA LOCA EN EL PARQUE

Como la Madremonte En la boca del infierno Como el salivazo que se agota En el delirio Apareces Vestida de andrajos Pringados por la lluvia Y el polvo. Te golpea La letanía del hambre Que sube hasta tu cerebro. De la basura, de un agua Percudida por el grito


Del humo de las colillas Emerges con tu desnudez de niña Envejecida por el despojo Que abofetea la tarde Y el silencio de Dios.

ERES EL ORANTE DE LOS BALDÍOS

Eres el extranjero absoluto El beodo de los semáforos El vago aterido por el alba. Tuyos son los perros Que te persiguen como letanías De los niños en la noche. Apenas masticas las palabras Y eliges el grito en lugar del silencio. Conoces el vómito de la madrugada Eres el rey de los andrajos El exhibicionista de la llaga Es experto en los balbuceos De la autocompasión. En tus arengas de sarna te complaces En tus insultos de harapo


Y condimento podrido. Eres el orante de los baldíos Tuyo es el salmo De los basureros Y de las muñecas mutiladas Que yacen en los charcos. Tuya es la nada La agonía de los agujeros Que te gritan Que sólo perteneces A la aguja de los desvaríos Al latigazo impávido De las tormentas.

MUERTE POR ÁCIDO

De pronto el ácido En medio de la noche El borbotón criminal Que hierve sobre tu rostro La huella del asesino Que se ensaña Sobre tu piel


Sobre tus cabellos que Ahora arden con un fuego Más terrible que todos los fuegos De pronto el ácido Como un signo rampante Del odio Del mal Que ha llegado Al fondo helado del crimen De pronto el ácido Que desfigura La puñalada que quema los ojos El alarido de un agua sucia El líquido vuelto infierno Vuelto cicatriz que no cesa Que penetra hasta el hueso Que impregna mortífero Sin saber cómo ni cuando En medio del abandono de las calles Del silencio estremecido de los árboles Del terror súbito de la luna De su luz blanca Que como un canto de los muertos Se escurre en los portones


Ciegos de la sombra.

NADIE SABE

Nadie sabe Por qué ha muerto este pájaro. Tal vez fue la lluvia Un viento airado O el silencio De la última estrella. Si cayó de un árbol O en pleno vuelo Traicionado por el frío. Lo cierto es que está ahí Inerte en el pavimento Barrido por las hojas: Y nos duele su plumaje Humillado por el barro.


CIUDAD

Maligna es esta ciudad Como baba del diablo Desde que surge la luz del sol. Donde la lluvia cae interminable Como una monodia Sobre los ventanales y los muros Sobre el rostro de pordioseros Que aúllan como bestias heridas Ante los basureros Las iglesias Y los portalones de mármol. Donde cada saludo Se parece a una pedrada E inútiles brillan las estrellas en el cielo. Sí, maligna es esta ciudad: Temibles sus atardeceres de vaho plomizo, Sus crímenes ocultos, sus jóvenes asesinos Que conspiran en los bares. Terrible es el espasmo de sus prostitutas En los baños o los camastros de tendido grasiento Mientras avanza el alba como un puñal Sobre el sueño de los pobres.


ESTÁS AQUÍ

Estás aquí Para alumbrar lo muerto Para llenar los ojos Del que se cree en el milagro. No sabrías volar Si no supieras de pájaros Si no conocieras el aire Para erguirte como el árbol. Soñadora: penetras en los Huesos del pobre Del que deambula solitario Por las calles del mundo. Tienes la luz de la estrella Pero tu poder Está en el silencio Del hombre que se desangra.


VÉRTIGO

Lenta Cae una hoja. Lo demás es silencio.

De: EL ÁRBOL PURO DEL RÍO (1994)

LOS HAMBRIENTOS

Con su bostezo llegaban ante la mesa rota. Querían ver más panes sobre el mantel blanco. Lloraban, lloraban los hambrientos ante los pequeños huevos de sangre. Ante el caldo que olía a nada, a silencio de gallina remota.

MUCHACHA EN EL RÍO

Recuerdo tu pubis bajo la sombra del puente. El ruido del agua junto a tu cuerpo. Recuerdo la salvajina y tu voz que sobresalía del Chorro de las Piedras. Te recuerdo junto al caballo, junto a la estrella que descendía del árbol. Te recuerdo así: desnuda sobre las piedras del río.


EL QUEMADO

Bajaba de las montañas con su cara de alarido, con su pesadilla de llama en el rostro. Allá vivía en su enramada de hojas oscuras. Allá canta mientras la memoria de su antiguo rostro hierve en la noche.

ESCUELA

Me sabías a hierro, a jaula de pájaro trizado por el polvo. Nada te debo porque nada me enseñaste. Moralistas sin sotana, loros parlantes hablaban de todo porque nada sabían. Nada te debo. Pasé por tus aulas como el prisionero que devora la luz a través de las rejas.

LOS MUERTOS

Amanecían en las calles con la cara de espanto alterada por las moscas

O bajaban al pueblo en el lomo de las mulas guindados como animales de sacrificio


O flotaban en la hierba y el río con el treno inflamado bajo la luz de la luna:

En aquel tiempo la violencia se paseaba con su tambor de medianoche por las aldeas.

De: PUENTES DE NIEBLA (1987)

CANCIÓN

Tú abres La dicha de los jilgueros El canto del agua En una casa de niños La luz sobre la flor en los fosos.


Y AHORA VIENES TÚ

Y ahora vienes tú, Oh misteriosa, entre el viento y la oscuridad Y tus ojos despiden el extraño Fulgor de las premoniciones. Detrás de las sombras tu risa es indefinible Como las cosas elementales Y tu cabellera ilumina la noche como un faro En el espeso recuerdo de los sueños del mar. Las palabras flotan esplendorosas Como en el principio del mundo Cuando todo necesitaba un nombre.

NOCTURNO

En la sombra del árbol Donde pájaros tristes saborean La fruta enloquecida del viento. En el origen de la lluvia Y el salmo de los anochecidos En el borde de la luz Tal vez allí estaré


Cuando este sueño que nos une Se haya roto en el oleaje del tiempo Y la muerte como un centinela de la amargura Nos traiga su grano de polvo.

PADEZCO DE UN SUEÑO

Dejar de gritar De oponer un vuelo de aves Al lívido atardecer de los acantilados Eso deseo Como los gorriones quisiera Volverme hierba Naranjo puro En una pagoda de aire Pero padezco de murallas Y un sueño apedreado por los muertos.

SÍMBOLO

Como fluye el agua De lo profundo de la tierra. Como alguien enciende


El fuego en medio de la borrasca O Alicia a través del espejo se une Al viento en el País de las Maravillas; Así quisiera escribir mi poesía: desnudo Casi invisible: cantando Como un pájaro de luz sobre la muerte.

De: DECLARACIÓN DE AMOR A LAS VENTANAS (1980)

EL AGUA QUE LLEVA EN SUS BOLSILLOS

Vendrá entonando la Rapsodia de Saulo Y te hablará de un río Del cuerpo blanco De las mariposas en la sombra Del agua que lleva en los bolsillos Del lenguaje chino De la luna y el pasto. Espéralo muchacha Vendrá en el mes de mayo


En el mes de los días de lluvia Y del movimiento de los árboles Bajo la luz de las estrellas. Espéralo No dudes Él maneja la trayectoria del sol Y tiene tu signo Y todo será tan simple Como el alma de los pájaros.

PIENSA EN SUS CABELLOS DE AGUA

Si un hombre Vestido de lluvia Te visita en la noche No lo dejes partir muchacha Piensa que sus cabellos Son de agua Que él ha escapado De salvajes que bailan En el verano. Piensa que es alguien Que conoce la música de los acantilados


Un hombre dispuesto Para el tercer turno De los oficios de la noche. Alguien que ha caminado En el mar sobre las aletas De los tiburones. No lo dejes partir No lo dejes que se pierda en la tarde Como si el arco iris devorara su cabeza. Piensa que él jamás estropeará tus pies (Él será suave como la luna Llena de pájaros) Ni pasará como el viento sobre tu lecho. Y ordenará tu cama Y tu colección de abejas Y no te dirá adiós sin un mensaje De palomas en la puerta.

YO SOLO AMO SUS SUEÑOS DE AGUA

Yo le canto a María La lavandera La que lava la ropa


Entre susurros elementales Y abalorios de humildad. Yo estaré siempre de su lado Porque amo sus sueños de agua Sus anillitos de alegría Su pequeño mundo de jabón Y la ternura Que riega En mis camisas.

ESCOBA

Escoba Amiga nuestra Te amamos Porque eres humilde Y buena. Escoba Pequeña amiga Algún día Estarás con nosotros Los bebedores de ayunos Limpiando los días


Las nubes Y las estrellas Y los sueños De los hombres. Mientras tanto Enséñanos Huerfanita De los árboles A cantar en el polvo A espantar las moscas Y a no morir Entre los desperdicios Del mundo.

ESAS TARDES, ESOS PARÉNTESIS

Sucede que hay días Que hay tardes en que uno No quisiera trabajar En que uno quisiera estar por ahí Fumándose un cigarrillo O bebiéndose un buen vino Mientras se acerca la noche.


En que uno quisiera estar por ahí Hablando sobre las primeras novias Con un viejo amigo Mientras la lluvia cae sobre la ciudad Como una cortina blanca Como un coro de ángeles húmedos. Sucede que hay tardes En que uno quiere volar por la ventana En que uno quisiera ser como la música Que no pesa en el aire ni en los hombres En que uno está para soñar Para conversar con antiguos Días de la infancia. Sucede que hay días así Mañanas de esas en que uno amanece de vago Tardes de ésas paréntesis de ésos En que duelen los horarios del oficio Y las teclas de la máquina Se clavan en el alma. En que uno está totalmente Desligado del mundo Y no quiere hacer nada Y quisiera estar todo el tiempo Bailando sobre la lluvia.


RESEÑAS Y NOTAS SOBRE LA POESÍA DE GUILLERMO MARTÍNEZ GONZÁLEZ

Nota de Isaías Peña Gutiérrez (1981)

Su libro Declaración de amor a las ventanas, publicado por Ediciones Puesto de Combate, es un libro distinto, diferente a todo cuanto se ha hecho en poesía en el país. Curiosamente, posee uno de los atributos que muy de vez en cuando encuentra uno en la poesía: la alegría. Podría pensarse que un poeta como Cobo Borda, quien publicó La alegría de leer, fuera representante de una poesía alegre, pero es casi todo lo contrario, como ya lo escribí en otra ocasión. Y, claro, hay muchas razones para que la poesía no sea alegre, mucho más en este país. Tampoco quiero decir que si una poesía es triste o alegre es mejor que otra. Sólo que la poesía alegre es un producto generalmente exótico en cualquier parte. Y la poesía de Guillermo Martínez (quien nació en La Plata, Huila, en 1952) es fundamentalmente alegre. Sus virtudes estéticas no dependen de la ironía ni de la corrosividad ni del pesimismo ni del dolor. Principia por ser una poesía limpia, un tanto exteriorista, otro poco elemental, despercudida, con una extraordinaria sensibilidad urbana (después de Suenan timbres de Luis Vidales, creo que Martínez va a ser el mejor cantor de las calles y sus elementos), con una perspicacia para captar la imagen exacta de lo que quiere darnos a sentir y un sentido del mundo desligado de cualquier neorromanticismo.

Esta alegría de Martínez tiene otra particularidad (tan esquiva en la poesía colombiana) muy importante. Y es la de que se refiere a los otros. El poeta colombiano


generalmente se siente él, es megalómano y egocentrista, y jamás siente las cosas de su alrededor. Si las cita es para sentirse más él, pero jamás encuentra el sentido y el sentimiento de los otros. Guillermo Martínez comienza a lograrlo en Declaración de amor a las ventanas. “Esto que veis / no es un gato / decía el mago / y de sus extraños / gestos / y secretas palabras / brotaba / una bandada de palomas”. Con eso sentimos lo que es “El Mago”, sin circunloquios, sin metáforas, sin lástimas, con alegría. Y cuando utiliza metáforas, Martínez sorprende: “Como un gallo ciego / con las alas extendidas / la mañana avanza lentamente / sobre las calles y las ventanas”. ¿O no? Ojalá mi entusiasmo por este libro me haya dejado decir algo valedero para que otros escriban (o por lo menos lean) este pequeño y magnífico libro. Amén.

Nota de Fernando Linero (1995)

Frente a tanta palabra estridente y desbordada, la de Guillermo Martínez González, dotada de cierta levedad, acaso de la misma de la que habla Ítalo Calvino en sus muy conocidas seis propuestas, tiene la virtud de lo simple.

Nota de Esmir Garcés Quiacha (2009)

Guillermo Martínez González acude a la infancia recobrada, a la estrella lejana con su huella de oro, a los caballos blancos que galopan en el alba, a los cantos que devoran con furia la oscuridad y que se ocultan como los relámpagos. Esta delicada pero


contundente poesía nos demuestra que el poeta es, ante todo, el hacedor de las cosas. Su poesía adquiere una firmeza y una fuerza en el lirismo, extenso río por entre los bosques de las palabras. Cada verso se hace memoria y se hace fuego en las manos del herrero.

Nota de Alejandro Cortés González (2014)

A veces, la imagen llega con tanto fulgor poético que basta enunciarla, intervenirla lo menos posible, para que transmita una emoción pura y libre de artificios. Una mujer desnuda sobre las piedras del río, ya es poesía por la que brota el agua y se detiene el tiempo. Basta enunciarlo como lo hace Guillermo Martínez González en el poema “Muchacha en el río”, para que la poesía habite el poema. Imagen encontrada, no modificada. Esa escasa complejidad de la simpleza… Guillermo Martínez González pinta estampas poéticas con acuarelas transparentes, donde la eternidad pasa por el ojo de un instante.

Fue director del Instituto Huilense de Cultura y experto de la revista China Hoy en Beijing, donde vivió dos años. Estudioso de la poesía oriental y traductor de poetas chinos. A él debemos versiones de poemas de Lu Xun y Wang Wei, publicadas por su editorial Trilce Editores. En la apacibilidad de su librería, frente a un sauce de la calle 65, consagra un espacio físico para la poesía en Bogotá. A fuerza de ser un contemplador de los poetas de la contemplación y un detenedor del mundo en la


mirada, escribió los poemarios Declaración de amor a las ventanas (1980), Puentes de niebla (1987), El árbol puro del río (1994) y Si ese viento fuera mío (2013). En ellos, sobre todo en El árbol puro del río, se filtran la tragedia y barbarie de la Colombia que habita, con el acento reposado y profundo de la poesía china que tanto le gusta leer.

Con una mixtura de imágenes encontradas e imágenes transformadas, se apodera de un tono austero y certero, un viento de metáforas justas que mece sin prisa los velos del sueño. No necesita ser doloroso para doler. Incluso en algunos poemas de Declaración de amor a las ventanas, se atreve a buscar la conmoción en la alegría – difícil asunto ese de estremecer sin lastimar–. Emerge el poema a través de las múltiples fisuras que sus palabras le abren al silencio. Fluye como polvo de sol entre las ramas de un ginkgo chino o de un sauce, enfrente de su ventana.


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