POEMAS DE IDIEL GARCÍA
Idiel García: Idiel Alberto García Romero. Villa Clara, (1980). Poeta y narrador. Ha publicado los libros de poesía Los días de mi muerte, Editorial Capiro, 2007; El jardín de las delicias, Sed de Belleza Ediciones, 2010; Cementerio de sombras, Editorial Capiro, 2013; Manual de las ilusiones, Editorial Capiro, 2015, con el que obtuvo el Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara en su XXVI Edición, 2014; El lagarto y la iguana, Sed de belleza Ediciones, 2016. Tiene en proceso editorial las novelas Déborah y las abejas, por la Editorial Capiro y Dos niños y un espejo, por Ediciones Áncoras. Textos suyos aparecen en las antologías Faz de tierra conocida (Letras Cubanas, 2010), La calle de Rimbaud (Aldabón, 2012), El árbol en la cumbre (Letras Cubanas, 2015) y Memorias de una Isla (Apostrophe, Chile, 2013). A obtenido además el Premio Nacional de Cuento “Cesar Galiano”, 2011; el Premio Nacional de Reseña Crítica “Segur”, 2012; el IV Premio Internacional de Poesía “Ángel Ganivet”, Helsinki, Finlandia, 2012; entre otros. Es miembro de la AHS y egresado del Curso de Técnicas Narrativas del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Conduce los talleres literarios Julián de Casal, y La carpintería. Ha colaborado con las revistas Umbral, Cómo, Esquife, Hacerse el cuerdo, Viento y Marea, El Sacapuntas, Ariel, Calle B, La Jiribilla, Amnios, entre otras. Fue Presidente de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en Villa Clara. Es miembro de la Dirección Nacional de la AHS.
CABALLOS Los caballos pacen dispersos en la sabana /sus crines que el viento hace ondear como cientos de banderas doradas reflejan la luz cenicienta del día los más flemáticos reposan bajo el naranjo
o la macagua vieja cuyo tronco sirve al viento de asidero y a la hormiga cobija de la lluvia y el áureo sol del verano solos como un gran ejército cuyos jinetes han quedado en el campo de batalla los caballos se pasean de un lado a otro cobijando a las yeguas a mediodía se refugian en el arroyo adonde van también vacas y cabras acezantes pues el verano es cruel como la muerte y deja esquirlas de fuego sobre la piel de los animales /encendidos los caballos miran hacia el atardecer cuando el joven montero emite su silbido roto y se juntan ante la puerta del viejo corral macerado /por el comején el muchacho nombra a alguno cuya cabeza se alza enarbolando casi una sonrisa antes de perderse otra vez /en la multitud luego la hierba cae de los sacos /y los caballos no parecen ya inmortales mientras mastican la grama seca en las sucias canoas de madera. 08/06/2013 DESIERTO
La luz cae como una maldición y se hace una con la arena /con los insectos que cavan sus ciegas galerías en la tierra relampagueante donde la lluvia puede ser una bendición /en el destierro crecen los cactus como árboles milenarios que van dejando marchar su experiencia /mientras sus flores más puras que rosas de Bulgaria aroman la noche fría pienso en las breves pisadas /de los escorpiones cuya piel se hace pedregosa /por la sequía no conozco la dimensión del desierto ni su fiera tranquilidad su silencio de tapia o de relojes alguien dijo una vez que la muerte es un desierto rojo sin embargo en el eterno fuego crecen hermosas flores y algún oasis se esconde amo su terrible blancura porque yo sé en ellos también late el tiempo de la vida aunque con otro ritmo aunque no la dibujen los ojos ni su aroma caliente nos inquiete y al mediodía parezcan muertos /para el muerto desierto /hermano mío cúbrame con tu luz y con tu fuego abrázame.
LAGO Eres como un vacío metafísico lleno con hondas aguas reflexivas donde la duda viene y va cansada en ti se esconden respuestas /pensamientos /pececillos te veo en tu insondable naturaleza darle cobijo al ave y a la rana alimentar legiones de minúsculos cuerpos que luego multiplican su ser como la lluvia /como el aire eres más que el agua prisionera donde la vida siempre está de luto bajo la superficie de tu piel se salvan innumerables lunas pequeñitas que se llenan de llamas /de latidos cerca de ti es sueño la tristeza no existe en tu ribera la matanza /sin sentido /la muerte gratuita no te pueblan los malos pensamientos ni te manchan la envidia /la traición aunque el hombre te cubra con sus muchas muertes eres más justo cuánto más te ahondas /en ti mismo más elocuente que todos los poemas eres como la vida /como el sueño de la novia que vive de ilusiones más puro que la niña negra /blanca /china
jugando bajo la sombra de la higuera con sus muñecas blancas /chinas /negras eres como el amor /como la muerte.
PEZ Los peces van como estrellas iluminando el cielo de las aguas imbuidos en la conquista de su pequeño universo /que no es redondo y solo se expande de vez en cuando con la mala suerte de dejarlos presos en las raíces de la sequía pero ellos persisten en la conquista /de lo inmenso encajan sus luces en la piedra y orientan sus narices de plata /hacia el oeste adonde mueren las aguas los veo bajar sentados en las olas como una compañía de bailarinas más ligeros que el aire /que la noche abrazados a la delgada luz filtrada entre las copas de los algarrobos a veces late el fuego bajo el agua y salta una aleta encendida en busca de la blanca mariposa yo sé que el universo va dormido en el íntimo brillo de sus ojos por eso nunca duermen aunque la noche devore a las estrellas y la más grande oscuridad del mundo se clave bajo el agua como un tiro
/de gracia o de desgracia los peces siempre velan /y si el mundo se cayera de pronto en la laguna unidos correrían a salvarlo y lo devolverían nuevamente limpio.
(Hasta aquí pertenecen al libro inédito: La gran sinfonía)
SE LLAMABA MARÍA Fue hace tiempo que nos encontramos como sucede siempre /en una escuela yo entonces era joven y ella más tenía la noche presa en la mirada y las manos pequeñas como un sexo se llamaba María y no era virgen /cuando la conocí aunque siquiera había pasado de los trece años su sangre me quemaba de deseo con sus amigas me mandó señales que descifraba yo a la luz blanquísima /de la redonda luna /como un ojo se llamaba María y no era virgen de haber pasado en tiempos de Jesús seguramente ahora fuera santa nos veíamos siempre tras la iglesia donde sus muchas flores se me abrían de par en par como sus piernas ella tenía un olor profundo /y era honda hasta la cercanía de la muerte me dio todas sus frutas cada noche
mientras duró el amor /una semana a otros rincones se marchó con otros y nunca más nos vimos /sin embargo apenas solo de su olor me acuerdo se llamaba María y no era virgen pero tenía el sexo de las diosas y jugaba a ser Dios cuando decía /levántate y entra.
AMOR SOBRE SÁBANAS DORADAS Tenía los ojos más hermosos /que la felicidad mas no hacía feliz ni a los coyotes para negarse estaba siempre lista salvo que hubiera brillo de por medio y sonara el metal sobre la cama entonces sí te amaba como loca /más bien como la zorra que mal disimulaba en el azul se quitaba la ropa despacito orbitaba mordiéndose los labios /arqueaba la cintura fina como un tallito piel de mejorana y se tocaba el sexo con el dedo tenían seguridad sus acrobacias pero jamás hablaba del amor ni decía «te quiero» sino «quiero aquel vestido de las flores rojas» solo entonces gemía se entregaba estiraba las piernas entreabiertas /y su piel ensayaba latigazos sucedía el milagro que no llegaba a ser siquiera un truco hábil porque nunca /le interesó la magia más que cuando miraba en su cartera no hace mucho la vi mas de sus ojos
aquel marino brillo ya borrado tan solo despedía el triste aroma de las podridas alas de la muerte.
SEXO, MISERIA Y VICEVERSA Qué me importan ahora los misiles sobrevolando el triste Medio Oriente la expansión cultural del occidente el ataque mortal de los alfiles qué me importan ahora las matrioskas repitiendo su rostro de infinito el cuerpo sobre el polvo ya marchito el zumbido insolente de las moscas qué me importa lo mísero y terrible del distópico imperio descubierto el Sahara Bagdad Siria el Mar Muerto el romántico arcángel imposible si ahora mismo tu sexo está sensible y es más larga la noche que el desierto.
ESCUCHANDO A LA NEGRA Estoy oyendo a Mercedes Sosa sentado en el borde de la cama con la cabeza llena de silencio la escucho como si solo ella fuera real esta noche con su voz de metal y sus tambores de luz pesada /y todo para olvidar que esta mañana te he visto sonreír que he escuchado tu voz todo para borrar tu cuerpo como se borra un verso viejo y vacío /aunque tu cuerpo /nunca es viejo y vacío
estoy oyendo a Mercedes Sosa sentado en el borde de la tumba /es decir de la cama que esta noche será una esquina de la muerte solo porque no estás sentada al otro lado para cambiar la muerte en vida todo porque esta mediatarde hemos estado juntos en Malavida bajo la sombra de un roble y cuánto podíamos decirnos nos lo hemos tragado como fuego /y aun así tu sonrisa relampagueó un instante y para no acordarme de ello para no morirme de ese dolor tan grande que es amarte callando escucho a Mercedes Sosa sentado en el borde de la cama esperando a que el amor se vaya a que el recuerdo de tu cuerpo breve se borre con su voz /con sus tambores. (Hasta aquí pertenecen al libro inédito: El jardinero de la calle Malavida)
22 En el centro del bosque hay un cristal en el que hundo mis manos y sumerjo los ojos, buscándome en el agua. la más humana duda por él viene y sacraliza el tiempo y me lo entrega sobre mi propia imagen reflejado.
allí las cosas aparecen vueltas metafísicas sombras que meditan y con la luz la noche se confunde. ¿adónde va la brújula del verso sino a la fuente donde el ser pregunta por Dios y por él mismo a la intemperie?
23 ¿Quién me puso en este lugar, con esta duda, me dio este lápiz y pugnó conmigo en esta lucha? ¿quién hizo para mí un nuevo día y me dio una noche llena de estrellas para reposar? ¿quién bajo mis pies puso la hierba y en mi camino el árbol frondoso? ¿quién creo para mí el cielo azul el mar azul, el fruto de rosada pulpa y el trino de la lluvia? ¿quién colocó este violín en mi garganta y este faro en mi mano?
24 También yo soy un peregrino que lleva su propia cruz —la de la (con)ciencia— al calvario. igual, mis hombros sangran. yo también seré el pasto de las burlas, y sobre mi cabeza los cardos parecerán estrellas. igual seré crucificado entre ladrones y pediré cuentas al padre por haberme dejado solo.
mi cuerpo será lavado por una prostituta; también mi historia será venerada. ¿y acaso un día no seré tierra de silencio?
25 Tengo que abolir las fronteras para entrar en la historia; y abolir la historia para sumergirme en las aguas del ser —solo cognoscible en lo irreal—. el filo de mis ojos contra Cartago choca, como un guerrero las altas murallas atravieso con un candil aguja penetro en la ciudad del desconocimiento de mí mismo, y revelo mi propio Aristóteles. tengo que explorar todos los milagros, despersonificarme para encontrarme fuera de mí, y reconocerme y dignificarme.
26 Escucho la música del caos en la nariz del astro. oigo su signo múltiple. ciclos. vejaciones en las colas de los cometas. voy hacia lo exterior, pero el recorrido también sucede a la inversa, la flecha que de mí parte tiene su reflejo, prende sus lámparas y revela los otros que no soy. ahora mismo están en otro sitio, en otra imagen, pensando los poemas que no escribiré para ellos, porque este instante es mío, aunque de nadie sea del yo que reconozco y que ellos obligan a existir. soy quien separa y une dos hondos universos. ¿cuál fue mi principio y cuál ha de ser mi fin?
27 ¿Hacia dónde voy con todo este dolor del conocer? Heráclito, ¿cuál es el camino idóneo para el ojo: esa espina de luz? ¿por cuánto tiempo debo prolongar la ruta del Argos que soy? ¿cuál es el norte y cuál el oeste? cuando el vientre de esta Cólquida me reciba, ¿a quién debo interrogar? ¿la dorada oveja estará allí, será ella el pan que nos alumbre? responde a Idmón, hijo de Calíope.
28 El mundo es el espejo donde encuentro el ser de mi esencia con los ojos contando las laceraciones, los ijares de los meteoritos, recorriendo, espeleólogo del sueño, las calcinaciones de los astros; soy eso que veo e interrogo, ese infinito que se repite en las constelaciones, y en las constelaciones de las constelaciones. busco mi logos en las distancias del reflejo donde me interno para reconocerme. me interpreto en el eje de lo externo para llegar a mi universo interior. (Hasta aquí pertenecen al libro inédito: El candil en el bosque)