Evocación de Jorge Ariel Madrazo

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Un cuerpo en el mundo Susana Szwarc

Como en todo gran poeta, en Jorge Ariel

Madrazo hay

marcas,

rasgos, algo

completamente singular que puede encontrarse al recorrer su cuerpo poético. Y en su poesía aparece el uso del subjuntivo de modo que lo trágico no resulta agobiante sino que nos da ese aire-aire. Y “…allí no hay estrechez”, decíamos esa siesta del 21 de marzo de 2016 usando el ya antiguo teléfono de línea. Es que nos veríamos a las 19 horas en el Centro Cultural de la Cooperación. Los poetas leeríamos en solidaridad con los refugiados en el día mundial de la poesía y en el comienzo del otoño en este lado de la esfera. ¿La esfera pública y la contraesfera (pública) de la poesía? Jorge Ariel Madrazo estaba siendo golpeado por los momentos que se vivía en el país. El resultado de las últimas elecciones y el desmantelamiento que se había empezado a vivir (otra vez), lo llevaban a una nueva forma de exilio. Dirá: No culpes a tu boca

Es el Universo lo que aúlla.

Nos saludamos y dijo que estaba algo mareado. Tal vez por eso llamó a su hija Cecilia y a su novia Alicia. Solidario también esta vez, sin crear molestia, preocupado por los otros, se acostó, se durmió. -Falleció- nos íbamos avisando.


Alma que has de vivir se llama uno de sus últimos libros, editado en Lima en 2015. Leer esos poemas y encontrarse en ellos es una fiesta. Porque no se trata de poemas escritos al azar y hechas, luego, las dedicatorias. Sino que hablan de la poesía o del ser del otro. El alma, ese mito que se hace cuerpo sorprendido, cuerpo luminoso recorriendo las páginas de los libros y las habitaciones, pero también el otro cuerpo, el quieto, el cuerpo como topía despiadada. Tenemos el alma, tenemos el recuerdo. Las reuniones en su casa donde nos mostraba sus libros amados, donde nos decía que leyésemos nuestros poemas mientras se escuchaba el cric crac de las empanadas o el sorbo del vino.

En estos tiempos o en todos los tiempos prima el yo o, como lo dice Madrazo con todas las letras “la basura del yo” y pulir ese yo es un trabajo que nuestro poeta supo hacer. Un mensch se dice en idish. Un mensch es alguien –mujer u hombre- que alcanza una forma de vivir que lo engrandece, lo enaltece. Y él había alcanzado ese don de gente.

Vuelven a mis ojos sus letras y su uso de la metonimia, los cortes deliberadamente abruptos, su forma de llevar la metonimia a su transformación y dar lugar, dentro y fuera de sí, a la metáfora. A la vez de estar su poesía inmiscuida como todo él en la escena histórica, en su época, nos produce inquietud de un pasado hacia un futuro. Y Jorge Ariel Madrazo–recordando esa conversación de Goethe y Schiller- creía que era posible hablar de una sociedad futura y la superación de los males congénitos de la especie humana.

TRAJEADOS, LOS AMIGOS

Anoche visité amigos muertos: descansan (quién diría) todo su no-tiempo en jardines cuyos ramos cobijan poemas y citrus de ignota acidez.

Estaban trajeados y alegres, tanto que me hallé confesando: —No hubiera jamás creído


Edgar, Francisco, Antonio, jamás pensé Gianni, Joaquín, Enrique, Alberto, Horacio, Celia, hallarlos tan contentos como si fuese un suspirito vuestro transcurrir.

Conversamos sobre bares y dragones, y amores frutecidos en remotos hoteles y parques con nudillos de niebla. Mateando, sonreídos, me despidieron con un fulgor que no olvidaré.

Se escondía en sus miradas el color de una verdad. Y había en sus labios una revelación.

(A Edgar Bayley, Francisco Madariaga, Antonio Aliberti,Gianni Siccardi, Joaquín Giannuzzi, Enrique Puccia, Enrique Molina, Alberto Vanasco, Horacio Castillo, Celia Gourinski)

A Jorge Ariel Madrazo, in memoriam

POEMAS DE JORGE ARIEL MADRAZO


Si un aciago día deseó Massenet su tristeza volcar en las orillas del poema musical “Visiones” entre pelillos de papel pentagramado donde lanzó el primer lloro aquel poema del viajero que indaga la muerte bajo las nieves del Simplón Si sueña Massenet o delira a su amada pues el músico amó hecho un loco a la soprano para quien tal poema volaría al cielo O si –todo es al fin lo mismo- lo turbe abandonar pasión por arte si es así o de otro modo pues qué importa la fuente de cuanto nace o muere y si cólmase su amada de amor al endulzar tal melodía y es sincero Massenet cuando (en breve grafía) plañe: "estoy triste hace frío" ose alguien amada o lector suponer que por ello fue –la de Massenetuna música triste y fría o al revés cálida fue por compensar desazón o pesares Nada de esto ha de interesar al sensato dios o mortal: él sólo


tararea con ánima gozosa los trinos de un Massenet atristado por el invierno y la derrota

Si estallara algún día arboladura o diapasón espejismo de ávido clima? ¿Si un encendimiento de cielos en ésos los tus pechos y tu pasión susurrando allí donde lumbres de ayer iluminan aeropuertos parrales glicinas?

¿Si Emily Dickinson desvélase en océanica tumba? ¿Si huesecillos trasegando la cíclica descomposición? ¿Si es musical la fuerza que hace girar al mundo? ¿Si sólo fuera cierto ese zumbar de moscas sobre la cinta engomada y


una humana hembra que platica su acidulado cavilar? (al poeta Eugenio Montejo)

¿Si esto que usted bautiza vida fuera apenas confusión indiscernible de fragmentos partículas secretas? ¿Y su vertiginoso, anónimo rotar no suscite jamás la canción de las esferas? Vea usted un ejemplo -o maqueta pascaliana-: he aquí diez manzanas, dos lápices, quizás. De pronto, y con no prevista brusquedad, por azar, o en razón del fuerte sol, desbordan el planeta mosquitas no identificadas, gusanos triscando la verde, amarga hoja (dulce, empero, a la maltrecha ánima). Y al lado de gusanos y de la verde hoja y lápices sin punta


con mucho celo y cauta reticencia vuelan: una estela de abejas, damas que fornican con sus dálmatas, policías febriles por bien delinquir.

Cómo esperar, entonces, destelle el farol del otoño o intuya la luciérnaga el ritual pues hay estrépitos, voces, bulle un billón de diálogos banales sin orden ni concierto (o así parece, a causa del corto entendimiento). Bullen, regurgitan en la noche. Usted, que esto ve -o imagina- enloquece sin más. Añada la galaxia de Orión, el hombre en la vereda, parejas rompiendo entre aullidos (mas no quiero mentir: puede ella ofrendar en son de paz un dragón, un haz de gladiolos). Mientras: agítase una hoja llueve una gota llora un


gato se pudre la mosca en el vaso Jamás acepte el aleph lo anónimo y plural sin discernimiento. Este instante (que ya pasó) es lo único que abriga eternidad: esta hoja, esta foto esta muchacha o luna llena tajeada por el viento sólo lo singular respira eternidad Ya no más el múltiplo mediocre: una cosa por vez, irreductible, para sentir al fin el mar.

(a Julio Llinás)


Si en la sucesión de las fotos si en lo trivial -y confusote guiña cierto indicio y tu dedo inquisidor se detiene igual que en un film cuando habráse ido o dormido en su silla el operador y a la vista del fotograma inmóvil, con regocijo al comienzo, con ira más luego -el operador se ha ido o dormidoa patalear el público comience pues se haya ido o dormido aquel operador, así, al caer las hojas del pesado álbum por años olvidado en la gaveta abierto el cofre del recuerdo (magma de imágenes manchadas): esa muchacha cuyos ojos tiemblan. Moverás en el aire del verano la foto, indagarás su nombre de mujer hoy sepultado a cuatro palmos bajo el suelo. Puede la muchacha lucir un flequillo, corre ella por el prado y siéntase a mirarte; el café revuelve humeante. Al reir: la punta de la lengua. Los ojos, espiando al sesgo, dejan ver


el borde de dorada pupila Ojos de ella para ser mirados, los miras sabiendo que hay aquí un feroz malentendido (pudiste haberla amado, tomar su mano a la luz del atardecer) Va ella y viene sobre su bicicleta: ágil rodilla, falda voladora. y mirar juntos el álbum de tapas de cartón pesadas como el tiempo. Mirar el mirar de la muchacha, frágil como el tiempo Mirar a ella que viene y va sobre la muerta bicicleta. Mirar el tiempo: su aguja de oscuro destejer. (a Luis Tedesco)

Y QUIÉN DIJO QUE JAMÁS ―JAMÁS― he de retrovar


tu rajita tu allegretto para clavecín tu bucle tu

pezón (el pezón pecador por lealtad a sí mismo)?

LA PRECISA condición la órbita del cosmos donde flotas o pereces torpe miembro de esta especie en desahucio

cuánto ah cuánto depende


de tu destreza para desollar

el cordero tribal

de tu aptitud para ejecutar las bellas artes de la demoliciĂłn.

OJOS TUYOS QUE me miran no son riente o cĂĄndido mirar, ojos son para ser religiosamente, en sĂ­,


mirados: iris de Afrodita de Fidias mar que en el mar se enmarina Egeo que un paralelo Egeo espeja entes u ojos libando tu vigilia interior

Sobre la batea ojos de mujer procrean

en solitaria aldea la idea Mujer


SI A ESTO LLAMAS “ruidos de la noche” significa que la noche

ánfora es desfondando aguada de ruidos

lecho pequeño es para el fornicio de los ruidos

Si no te aterran ruidos de la noche: no estás vivo o, quizás, sólo seas inocuo pretencioso ser sin -aúnestar.


AGITANDO, FRENTE AL pesado cielo, tu cabello, te apurás a cerrar la persiana (oxidada) con cierta secreta voluntad de dar vuelta una página molesta. Al asomarte, la aguja del frío proyectará en tus pupilas dos estrellas tan diminutas que ni merecen llamarse universo: allí estarán, algo (bastante, quizás) más


arriba de tu mano, tu mano que acaso bruscamente va a golpear (para mejor cerrarla) la herrumbrada hoja de metal.

III

Ah de aquellas carnes resurrectas aquél néctar de lúpulo y cebada La belleza quizás sea hebra o caligrama de lo indeterminado (de lo que jamás ha sido o será) La cerveza: pesante vellón alquímico babeo


nupcial

y el vivir que empotra sus patas de cerdo y el morir que ríe de la tumba vacía

Tal truco -revivir luego andar- ya el Christo lo hizo Mis amigos suelen repetirlo No hay milagro para nos reyes de utopía

Sólo es poeta quien al tercer día canta y abandona sin prisa el sepulcro

Y aquí: Magdalena, la escena armemos, Hosanna, el poema

bienvenido sea al café


que abre las tontas veinticuatro horas Piquetes del verbo, hágase la fe Y sea con nosotros la palabra Y se cabree la cabra de la afasia Y se enrabie el burgués de pacotilla con todo el vulgo vomitado a cuestas

Susana Szwarc nació en Quitilipi (Chaco, Argentina) en 1954. Ha publicado poesía y narrativa. Su libro Bárbara dice (Alción, 2004) ha sido traducido en Francia (Barbara dit, Abra Pampa Éditions, 2013,/ y El ojo de Celan (Alción, 2014) en Italia: L' occhio di Celan (Edizione Fili D'Aquilone, 2016). Así como poemas y cuentos al alemán, rumano, polaco, catalán, chino-mandarín. Ha editado recientemente La muertita o la novela que por ediciones La mariposa y la iguana; reeditado Trenzas por editorial Entropía y Bailen las estepas por ediciones Liliputienses (España). La ópera No camines en el barro, compuesta por Cristian Varela y estrenada en Carlos Paz en 2011, se basa en el cuento del mismo nombre de su autoría. Obras de teatro suyas han sido llevadas a escena. Recibió, entre otras distinciones, el Primer Premio Nacional


(Iniciación poesía, 1987); Premio Único de Poesía, Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires (bienio1998-1999). Ha realizado talleres de lectura y escritura desde el Plan de Lectura (1986) creado por Hebe Clementi hasta la actualidad. También en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. (2010-2015); en La Habana (Cuba, 2007) y en Casa de América (Madrid, 2002, 2006). Es integrante del Club Argentino de Kamishibai que coordina Amalia Sato.


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