Jorge Boccanera. Monólogo del necio

Page 1

Jorge Boccanera. Monólogo del necio y Palma Real

María Guadalupe Morfín Otero

Jorge Boccanera, Monólogo del necio y Palma Real, Arlequín Ediciones, Guadalajara, 2014.

Jorge Boccanera, poeta, editor (Tierra del Fuego, en México), periodista, formador de periodistas por el continente americano, Premio Internacional de Poesía Ramón López Velarde 2012, entre muchos otros premios más, nació en un puerto, Ingeniero White, antiguo Puerto de la Esperanza, cerca de Bahía Blanca, en Argentina. Un poeta que prefiere escribir de noche, o con la lluvia. Un poeta que integra en su poesía el misterio, lo social, el amor, los ruidos y olores de la selva, autor de una poesía que tiene “el jadeo del viaje”.

He leído la obra de Boccanera como lo hago con las obras de Leonardo Sciascia, un siciliano que nos ayuda, con sus novelas, lacónicas a veces y en tono notarial, susurrado y lagunoso (así decía Pasolini de él), a digerir temas complicados, como la pena de muerte, los tropiezos de los procesos judiciales, las imposturas, las historias de un poder mafioso que no duda en asesinar cuando se le cuestiona. Es preciso leer pausadamente a Sciascia y así he


debido ir leyendo los poemas de Boccanera, de fina factura, de una riqueza de imágenes, metáforas, juegos de palabras, plenos de significado como venados al vuelo…

No es de fácil lectura, como no lo es ningún poeta que escriba de derechos fundamentales con la raíz bien puesta que da el tener conciencia de lo que pasa y seguir plantado en lo cotidiano, que es desafío enorme y vida plena de sentido.

No; no es fácil, pero es de lectura imprescindible para darle un golpe de conciencia al tiempo largo que nos espera en México si no nos atrevemos a nombrar las cosas que nos duelen hoy, como muchos hermanos argentinos se debieron atrever a nombrarlas y a hacerlo con la fuerza y la vitalidad de la palabra poética, como Jorge Boccanera.

De poesía y palabras como la suya debió brotar esa conciencia de nación que los hace hoy poder prestarnos la mano, por ejemplo, en estos momentos aciagos para México, con una institución esplendorosa, como es el Equipo Argentino de Antropología Forense, que me correspondió haber llevado junto con dos organizaciones civiles hace diez años a Ciudad Juárez y a Chihuahua.

De esta poesía y de estas palabras como la de Boccanera, debió haber surgido el movimiento de Memoria Abierta que, entre otros, ha encabezado Patricia Tappatá de Valdez, quien fuera Directora Ejecutiva de la Comisión de la Verdad en El Salvador. O el Centro de Estudios Legales y Sociales, en cuya sede, invitada por Patricia, estuve en marzo de 2009.


Citaré algunos fragmentos de poemas de Monólogo del necio: “Asomará un venado para el que siembra tiempo”… dice en su poema “Fibras”. ¿De qué está hecho el tiempo, se pregunta? de cosas que se deshilachan, fibras, hilos... “y un venado asomará”. El poeta está hablando del oficio de escribir: sembrar el tiempo, fabricarlo. Habla del camino sobre la hoja en blanco donde está despierta la noche. (p. 23)

Y uno se pregunta: ¿por qué un venado? El venado, en la cultura wirrarika, uno de nuestros pueblos originarios más antiguos, cercano a nosotros, en Jalisco y Nayarit, pero también tan enigmático, es un símbolo sagrado, el símbolo del viento. En el poema de Jorge Boccanera es la presencia que sólo se acerca cuando todo está calmo. Un venado no se asoma si no se siente seguro. Y en la acción de fabricar, de sembrar tiempo, oficio del poeta ante la página en blanco, en el insomnio, o en la despierta noche, el venado se siente como en casa, y entonces, aparece. El poeta se convierte en manantial del que pueden abrevar los venados; el viento del espíritu se posa sobre la fuente. El silencio produce el milagro: que un venado aparezca. En el corto poema titulado “Sonsonete de la página en blanco” (p. 24), tirar la poesía es tirar la vida. Lo leo completo: “Tiran la mano y esconden la piedra. Tiran la vida y esconden la poesía. Tiran la piedra y esconden la mano. Tiran la poesía y esconden la vida.”


En “Apagones” (p. 29), el poeta confiesa: “lo mío es empujar... los caracoles de la desmesura” (…) "al día hay que empujarlo como a un hogar en ruinas.” Y una se pregunta cómo empujan el día, el suyo, las madres de tantos desaparecidos, en Argentina, y ahora en México, si no es con enorme energía extra, como se empuja un hogar en ruinas, o como se empuja al caracol, ese silbo de viento marino, esa desmesura de ser casa de sí, en el exilio, en la búsqueda, en la pérdida. En “El desespero”, dedicado a Juan Gelman, leo: “La falsedad… roba las mantas del dormir…” “Crudos son los trabajos del mientras tanto”. (p 31). Da frío e insomnio la falsedad, ese estar situado en el territorio de la espera, en su “agua arremolinada”, en su aridez, en su ser “mano de obra esclava”. Inevitable pensar en la espera de quienes buscan a sus hijos idos, a sus amados extraviados no de sí sino por obra de un poder que nos hace esclavos, en un tiempo que no es el presente, sino el “mientras tanto”. En su poema “Horas”: habla de las ausencias, el no ser ni ver ni tocar cuando el otro no está. (p 28). Leo:

Horas –¿estás vivo? –¿estás muerto?/ –estás vivo/– Juan Gelman Yo veo pero no te veo. Yo toco pero no te toco. Doy pasos y no avanzo.


Yo soy pero no estás. Te siento aunque nunca apareces.

El tic tac del reloj dice: no veo no toco no soy.

En el estante de las horas cuento los frasquitos vacíos. o–o–o–o Boccanera afirma en el poema “Filos” (p. 33): "Con hilitos de sangre voy a coser cada palabra rota." En el titulado “Peregrina” (pp. 34–35), sobre la mala noticia, así, en singular, la que nos afecta de raíz y personalmente, describe el clima de zozobra de las calles y casas donde hay gobiernos autoritarios... “Granizo de silencio”, la llama; “levadura del vacío”. “Indagar es picar piedra y cielo hasta llenar un carretón de sombras, como quien muda de un incendio a otro.” “¿Alguien tiene memoria de la fiesta que hubo en este lugar?”, se pregunta en el poema “Lorca y Vallejo al alimón” (pp. 40–41).


Y en “Lluvia negra”(p. 42) describe una máquina siniestra, militar. Cito: “Brutal es el desvelo de la máquina. La gran lámpara roja oscila en los talleres de escoria y estropajo donde vela por siempre su fulgor sumergido.” El poema “Puertas” (p. 44) contiene el reclamo amoroso al ido, al perdido. “¿Por qué abriste esa puerta?” En el titulado “Astilla” (p.45), sostiene: “Quien observa al espejo visita una memoria.”

Imposible para mí no evocar a otra gran poeta argentina, María Negroni, en palabras dichas en esta feria el año pasado: “El poeta no se conforma con reemplazar lo que busca: busca lo perdido. No reemplaza a mamá: busca a mamá. Es como Sísifo. La poesía lo condena a perder, pero es una bendición, porque sigue buscando. Cavafis dice: Ítaca te habrá dado el viaje. No hay a dónde llegar.” Así, en “Cintas” (p. 50), dedicado a María Agustina, su madre, Boccanera habla de una “nostalgia de lino”, de “toda la vida un hilo”, un enhebrar olores en la cocina, un zurcir palabras desgarradas. “Nunca se nace, siempre vamos cosidos a una madre: Y calados, botones, bastidores, vivos para la orilla


de la lengua y encajes de la risa.”

Es uno de sus poemas más tiernos. Un verdadero homenaje a una madre que ha sabido consolar: “El camino lo alumbran las hebras de una estrella, un viento de algodón, resplandor de abalorios.” En “Engarce” (p. 51) habla de una mano que lleva a un niño de la mano. “La mano que lleva a un niño de la mano (…) enciende un fuego al tacto (…) da confianza de manos abrazadas (…) Y el que conduce es conducido. (…) La mano que lleva un niño de la mano no retrocede nunca.” Volviendo a María Negroni, ella nos ha dicho que: “Los héroes góticos intentan cosas desesperadas: intentan volver algo perdido a la vida, como los poetas. Fracasan. Unos y otros. Pero es un fracaso luminoso.” “El fracaso es imprescindible”. “Fracasa mejor”, escribe ella en un poema sobre Orfeo, que al voltear pierde a Eurídice. Ahí habla de “la desdicha fabulosa del poema…” (Arte y fuga). Como el Eliseo Diego que enumera en su poema “Tesoros”, “Un

laúd,

un

unas

bastón, monedas,

(…) un una pelota.”

caracol,

un

lienzo,


Así Boccanera en “Soledades” dice: “…Tengo un solo clavo y apunta hacia el vacío. El cigarrillo, el lápiz, la cuchara apuntan al vacío.”

En esas estaba yo, preparando esta presentación, cuando al final del Monólogo del necio, el poeta me sorprendió más arrancándome de los temas de la pérdida, con seis canciones finales de las que extraigo solo unas frases: “Escribamos bailando una carta de adioses y regresos.” (“Los milongueros”, pp. 65–66). “Un niño parado en un caballo blanco canta el ruido del mar;” (“El alma que canta”, pp. 68–69). “Dicen que hay oro al fondo del deseo”. (“Nido de viento”, pp. 73–74).

Hasta ahí el Monólogo del necio. Y lo que sigue, Palma real, Premio Casa de América de Poesía Americana 2008, es otra cosa, un canto a la selva, tropical, húmedo, cálido, fértil, “un naufragio en catedrales de hojas” (p. 80), “la respiración contenida de un dios” (p. 82), la “caligrafía de palmeras en el firmamento” (p. 87). La selva que es “eso que está por desencadenarse”; “lluvia detenida”; “espuma a punto de plumaje. /Urgencia (…) Telegramas que ruedan por el aire”. (p. 89). Palma real es un libro que recoge un largo tránsito a partir de 1976 de Boccanera por México, Guatemala, Nicaragua, y


sobre todo su paso por Costa Rica, donde vivió de 1989 a 1997 y conoció la experiencia de sus bosques húmedos.1

Ahí, un gozoso poeta escribe: “Mi oficio es recibir eso que vive de anunciarse. Ser la rama de aquello que no se posa nunca:” (p. 89).

Revisitado y habitado por el aire del trópico, el poeta describe: “Nos abrazamos en un reino de rafia sobre la arena negra, los nidos de cangrejo, olas de baba roja los sargazos, serpentina y raíces oxidadas junto a joyas podridas, maderos anudados…” (p. 90). “A este deseo, lo he deseado.”, confiesa (p. 91).

Y uno piensa que América es todo eso: el deseo, la pérdida, los duelos, los renacimientos no solo selváticos, sino los que las olas del alma dejan nacer en medio de las fatigas, las treguas, los paréntesis, los hallazgos, los distintos climas, las pequeñas resurrecciones de la vida cotidiana (Ivonne Gebara dixit).

En 2012, cuando el periodista Conrado Yasenza le preguntó por la misión de la poesía, Boccanera respondió, citano a quien considera su maestro:

1

Jorge Boccanera entrevistado por Conrado Yasenza en: http://lateclaene.blogspot.mx/2010/11/entrevistasjorge-boccanera-por-conrado.html


“Vuelvo a Cardoza y Aragón, quien dijo: ‘la poesía no le hace los mandados a nadie’; por ello mismo no creo que tenga ninguna tarea asignada, ni misión, ni función. Aunque es cierto que acerca preguntas, un modo de interpelar nuestros desvelos; y por fuera de planteos de optimismo o pesimismo, de lo explícito y lo oculto, de la coyuntura más o menos social, más o menos íntima, da una hondura, o mejor: como decía ese gran poeta cubano que fue Eliseo Diego: da el peso de la intensidad.”

Un poema del final del libro Palma real cita una frase de un cocinero francés: Colin, que tiene un jardín de rosas y olivares, y tras darle una receta de paté de tomate le dice a Boccanera: “La poesía, se come cruda”.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.