La Otra No. 7

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Š sergio fasola | madonna del agua

fotografĂ­a

sergio fasola


director general

José Ángel Leyva

Universidad Autónoma de Sinaloa rector

Dr. Víctor Antonio Corrales Burgueño editor

Alfredo Fressia

secretario general

Dr. José Alfredo Leal Orduño consejo editorial

Jorge Bustamante | Marco Antonio Campos | Sandro Cohen | Elsa Cross | Evodio Escalante | Jor­ ge Esquinca | Juan Gelman | Hugo Gu­tié­rrez Vega | Eduardo Hurtado | Eduardo Langagne | Her­nán Lavín Cerda | Carlos Maciel | María Luisa Martínez Passarge | Pa­blo Molinet | Carlos Montemayor† | José Emilio Pa­che­co | Begoña Pulido Herráez | Vicente Quirarte

año 2 | núm. 7 | abril-junio 2010

consejo nacional aguascalientes Claudia Santa-Ana | chihuahua Jorge Humberto Chávez | distrito federal Ma­

portada y dossier fotográfico

ría Baranda, Víctor Cabrera, Antonio Deltoro, Miguel Ángel Flores, Grissel Gómez Estrada, Samuel Gordon, Eduardo Mosches, Lucía Rivadeneyra | jalisco Jorge Souza | michoa­cán Gas­ par Aguilera | morelos Javier Sicilia | nuevo león Armando Alanís Pulido, Margarito Cuéllar | puebla Ludmila Biriukova | sinaloa Elmer Mendoza, Juan José Rodríguez, Elizabeth Moreno Rojas | sonora Juan Manz | veracruz Silvia Tomasa Rivera | zacatecas José de Jesús Sampedro

Sergio Fasola

consejo internacional argentina Rodolfo Alonso, Jorge Boccanera, Cecilia Romana | australia John Kinsella | bél­gica Stefaan van den Bremt | bolivia Eduardo Mitre, Mónica Velásquez | brasil Lêdo Ivo, Floriano Martins, Ana Rüsche | chile José María Memet, Jaime Quezada, Manuel Silva | co­lombia

Rafael del Castillo, Pedro Alejo Gómez, Santiago Mutis, Amparo Oso­rio, Juan Manuel Roca | costa rica Alfonso Peña | cuba Luis Llorente | ecuador Jorge Enrique Adoum†, Edwin Madrid | el salvador André Cruchaga | españa Rodolfo Häsler, Luis García Montero, Uberto Stabile, Jordi Virallonga | estados unidos Margaret Randall, Víctor Rodríguez Núñez | francia Stéphane Chaumet, Eduar­do García Aguilar | grecia Guadalupe Flores | islas canarias Juan Carlos de San­ cho | italia Martha Canfield, Emilio Coco | paraguay Jacobo Rauskin | perú An­tonio Cisneros, Hilde­bran­do Pérez Grande, Renato Sandoval | polonia Krystyna Rodowska | portugal Rosa Alice Branco, Nuno Júdice | quebec Claude Beausoleil, Bernard Pozier | república dominicana Soledad Álvarez, Alexis Gómez Rosa | rusia Andrei Kofman | uruguay Luis Bravo, Gerardo Ciancio | ve­nezuela María Antonieta Flores

Portada: Gaby-Gioconda

dossier artes plásticas

Rafael Charco consejo de arte

Octavio Bajonero | Pascual Borzelli | Guillermo Ceniceros | Rogelio Cuéllar | Felipe Ehren­ berg | Germaine Gómez-Haro | Es­ther González | Graciela Kartofel | Samuel Vázquez

diseño y formación

María Luisa Martínez Passarge impresión

Exima, S.A. de C.V. | Panteón 209, bodega 3, Los Reyes Coyoacán, Coyoacán, 04330, México, D.F. 1 000 ejemplares página web

www.laotrarevista.com Reyes Sánchez Villaseñor [mexking@prodigy.net.mx] issn 1305 5143

La Otra es una publicación trimestral en coedición con la Universidad Autónoma de Sinaloa | issn 1305-5143 | Número de Certi­fi­cado de Re­ser­­va otorgado por el Instituto Nacional de Derecho de Autor: 04-2009-022514215700-102 | Número de Certificado de Licitud de Contenido: en trámite | Domicilio: Cerro del Tesoro núm. 91, Col. Romero de Terreros, Coyoacán, 04310, México, D.F. | [www.laotrarevista.com] [otragaceta@gmail.com]


Nuestra velocidad, nuestra imagen La velocidad, es cierto, nos conduce y nos traslada en menos tiempo a un destino, a una estación, pero la literatura demanda otro tipo de rapidez que puede desovillarse en una vasta dimensión comprimida en un instante. La imagen gobierna sobre la palabra, pero ¿en cuál contexto? Sólo en el mercado, porque allí la contaminación visual tiene un propósito: vender. Como lo tienen los análisis superficiales y los programas radiofónicos y televisivos donde el arte de no decir nada y decir un comercial es lo mismo. La abstracción, el esfuerzo de profundizar en los significados de las cosas, requiere otra velocidad y otro tiempo. No podemos detener el vértigo de la tecnología y de la civilización; podemos, sí, aprender a viajar sin turbulencias y sin interrupciones, concentrados en las posibilidades infinitas de la palabra, el color, la forma, el sonido. La palabra no riñe con la imagen, son complementarias. Las bestias y los hombres se diferencian no porque ven de manera distinta la realidad (las imágenes), sino porque la nombran, la significan. Una imagen sin palabras, sin que le anteceda la palabra, es sólo una imagen. Una imagen que nos hace pensar, pues contiene en sí misma una sinestesia, es decir, habla, expresa, comunica ideas, sentimientos, conceptos, va más allá de lo visual: se anima. La publicidad y la poesía no sólo no comulgan, son antípodas. Una es artificio que mueve el deseo, la compra, la ilusión de poseer un objeto; la otra es el deseo, la certeza de no poseer nada, de ser parte de esa nada. Una es certeza, la otra incertidumbre. Un poeta puede ser un gran publicista, un gran publicista no puede ser un poeta. La poesía no pretende vender ni venderse, es una ofrenda; proviene de la gratuidad, aunque se convierta en algún momento en instrumento social. La Otra no desdeña el valor de la imagen, sobre todo de la imagen estética, de la que nace de la poesía, ni rehúye a la velocidad. Se monta en ella sin prisa, viaja en busca, es la búsqueda, es la vida.



índice fotografía | sergio fasola graciela kartofel

| Los lenguajes de Sergio Fasola | 6

poetas en babel

| Poema (versión de José Ángel Leyva) | 16 | Poemas (traducción de Diana Carrizosa) | 19 arjen duinker | Poemas (traducción de Diego J. Puls) | 22 susy delgado | Poemas (traducción de Susy Delgado) | 26 marjorie evasco | Poemas (traducción de Nicolás Suescún, Alice M. Sun-Cua y José María Fons Guardiola) | 31 Maruša krese | Poemas (traducción de Santiago Martín) | 34 cinco poetas rusas | (traducciones de Ludmila Biriukova) | 37 Lêdo ivo

jan wagner

Inna Lisniánskaia, 37 | Elena Schwarz, 38 | Marina Tiómkina, 39 | Tatiana Poletáieva, 40 | Olga Sedakova, 41 yo poeta | elsa cross

Elsa Cross en mosaico | 43 dana gelinas | Apuntes sobre la poesía de Elsa Cross | 46 ernesto lumbreras | La entrada al laberinto. Apuntes en torno a Naxos (1966) de Elsa Cross | 50 héctor carreto | Un déjà vu: Bomarzo | 57 elsa cross | Poemas | 60 yo poeta | joan margarit

| Joan Margarit: pequeñas grandes casas [Entrevista] | 67 | Clasicismo | 77

marco antonio campos joan margarit miscelánea

| No he regresado | 78 | Poemas | 79 aline pettersson | Poemas | 82 juan manuel roca | Fantasmas, S.A. de Jaime Londoño | 84 jaime londoño | Poemas | 85 myriam montoya | Poemas | 88 ismael lares | Poemas | 91 stephanie alcántar | Poemas | 93 roberto méndez | Poemas | 95 rodolfo alonso | Cerca del Mar del Norte | 101 juan Manz | Poemas | 107 dionicio morales | Poemas | 110 antonio orihuela | Poemas | 115 marco antonio campos horacio fiebelkorn

artes plásticas | rafael charco jorge juanes

| El viaje del nómada | 96

la cocina del artista | carlos maciel “kijano” carlos maciel “kijano”

| Pinta el relleno | 119

p. 4 | © sergio fasola | afrodita

otras letras eric nepomuceno

| Dos cuentos | 123

lengua de sastre rafael ruiz moscatelli colaboradores

| Bolaño, su café con leche en el D.F. y sus ganas de enredarse hasta el fin con el vacío | 126

| 127

eclipses josé emilio pacheco

| Narciso | 136


fotografía

graciela kartofel

los lenguajes de sergio fasola

P

ara decir del vocabulario estético de Sergio Fasola se puede escribir extensamente, o hacer listas de situacio­nes que se perciben… Sarcasmo, paisajes y escenas surrealistas, críticas sociales, irónicas idealizaciones, sinceridad estética y emocional, irreverencia, uso del absurdo para expresar ideas no de manera ilustrativa, alto ni­vel de sofisticación. Y la lis­ta podría seguir. En su obra se advierte una sintaxis vernácula constituida por dos componentes: uno, la ca­ racterística ironía argentina (la porteña, la de Buenos Aires); otra, la de lo auténtico provin­ ciano (bondadoso, ingenuo, pícaro, cons­ciente de esa situación y del porteñismo abusivo, sarcástico, indolente y avivado. La suya es una fotografía no convencional. Nada deja de ser veraz y siempre, a la par, es fic­ ción. Consciente del pre­cipicio ante el cual se encuentra, sabe que puede caer al océano del kitsch, pero que tiene suficiente anclaje como para jugar con la amenaza. Sergio Fasola preparó especialmente para La Otra esta selección de su portafolio llevada al blanco y negro, ya que trabaja siempre a todo color, incluyendo el blanco y el negro. En muy pocas ocasiones usa texto; cuando lo hace, está más orientado al grafitti que a lo conceptual. Fasola es un buceador de imágenes y un productor de reflexiones y paradigmas; ejerce con gran respeto la apropiación y el desarrollo de la iconicidad. Como realizador no le interesa el sadismo, sino el lado humano que tienen ciertas situa­ ciones lí­mite, aun en momentos de alto riesgo y de pérdidas. “Creo que cada uno de los per­ sonajes alcanza a comunicar al pú­blico la curiosidad, la conciencia por el medio ambiente, la armonía, la creatividad, compartir el proceso de trabajo en el momento en que vivimos y la relación con la historia, como en Las Meninas; o la conjunción del mar­keting y el pop, como en Chanel #5 —que, siendo un perfume, es una esencia que se evapora de la piel—, mientras que Marilyn Monroe —esencia de un momento social— no se evapora de la memoria.” v 

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© sergio fasola | il porchelino

fotografía | sergio fasola


© sergio fasola | el sillón rojo

p. 9 | © sergio fasola | la dama del celular

© sergio fasola | la cala


poetas en babel

ďœš


© sergio fasola | las meninas

© sergio fasola | chanel n° 5


© sergio fasola | la venus de boticelli

“ Siempre es un desafío mostrar la belleza como yo la veo, que no tiene que ver con los cánones actuales. ” fotografía | sergio fasola

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© sergio fasola | donna velata

“ El punto de partida es la búsqueda de lo que esa persona retratada me inspira. ” p. 12 | © sergio fasola | diana

fotografía | sergio fasola

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© sergio fasola | fornarina

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© sergio fasola | maría magdalena

fotografía | sergio fasola

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poetas en babel

Lêdo ivo | Maceió, Brasil, 1924 | Versión al español | José Ángel Leyva

A neve e o amor Neste dia de calor ardente, estou esperando a neve. Sempre estive à sua espera. Quando menino, li Recordações da Casa dos Mortos e vi a neve caindo na estepe siberiana e no casaco roto de Fédor Dostoievski. Amo a neve porque ela não separa o dia da noite nem afasta o céu das aflições da terra. Une o que está separado: Os passos dos homens condenados ao gelo escurecido e os suspiros de amor que se perdem no ar. É necessário ter um ouvido muito afiado para ouvir a música da neve caindo, algo quase silencioso como o roçar da asa de um anjo, caso os anjos existissem, ou o estertor de um pássaro. Não se deve esperar a neve como se espera o amor. São coisas diferentes. Basta abrirmos os olhos para ver a neve cair no campo desolado. E ela cai em nós, a neve branca e fria que não queima como o fogo do amor. Para ver o amor os nossos olhos não bastam, nem os ouvidos, nem a boca, nem mesmo os nossos corações 

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que batem na escuridão com o mesmo rumor da neve caindo nas estepes e nos telhados das cabanas escuras e no casaco roto de Fédor Dostoieveski. Para ver o amor, nada basta. E tanto o frio do inverno como o calor escaldante o afastam de nós, de nossos braços abertos e de nossos corações atormentados. Fiel á minha infância, prefiro ver a neve que une o céu e a terra, a noite e o dia, a ser presa indefesa do amor, o amor que não é branco nem puro nem frio como a neve.

La nieve y el amor En este día de calor ardiente, yo espero la nieve. Siempre la estuve esperando. De niño leí Recuerdos de la casa de los muertos y vi la nieve caer en la estepa siberiana y en el abrigo roto de Fedor Dostoievski. Amo la nieve porque ella no separa el día de la noche ni aparta el cielo de los pesares de la tierra. Une lo que está separado: los pasos de los hombres condenados al oscuro hielo, y los suspiros de amor que se pierden en el aire. Es necesario tener un oído muy fino para oír la música de la nieve cayendo, casi en silencio como el roce de ala de un ángel —en el supuesto de que los ángeles existan— o el estertor de un pájaro. No se debe esperar la nieve como se aguarda el amor. Son cosas diferentes. Basta abrir los ojos para ver la nieve caer en el campo desolado. Y ésta cae sobre nosotros, la nieve blanca y fría que no quema como el fuego del amor. poetas en babel

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Para ver el amor no bastan nuestros ojos ni los oídos, ni la boca, ni siquiera nuestros corazones que golpean en la oscuridad con el mismo rumor de la nieve cayendo en las estepas y en los techos de las cabañas oscuras y en el abrigo roto de Fedor Dostoievski. Para ver el amor nada es suficiente. Tanto el frío del invierno como el calor abrasante lo apartan de nosotros, de nuestros brazos abiertos y de nuestros corazones afligidos. Fiel a mi infancia, prefiero ver la nieve que une el cielo y la tierra, la noche y el día, antes que ser presa indefensa del amor, el amor que no es blanco, ni puro, ni frío como la nieve.

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poetas en babel

Jan Wagner | Hamburgo, Alemania, 1971 | Traducciones | Diana Carrizosa

Jan Wagner vive desde 1995 en Berlín. Es poeta, traduc­ tor de poesía de lengua inglesa (Charles Simic, James Tate, Simon Armitage, Matthew Sweeney), crítico lite­ rario (Frankfurter Rundschau, Der Tagesspiegel) y fue, hasta 2003, coeditor de la revista de literatura internacio­ nal Die Aussenseite des Elementes. Además de sus nu­ merosas apariciones en antologías y revistas, ha publicado las colecciones de poesía Probebohrung im Himmel (Berlin Verlag, 2001), Guerickes Sperling (El gorrión de Guericke, Berlin Verlag, 2004) y Achtzehn Pasteten (Die­ ciocho pasteles, Berlin Verlag, 2007). En colabora­ción con el poeta Björn Kuhligk editó las antologías de la joven poesía de lengua alemana Lyrik von Jetzt. 74 Stimmen (DuMont Verlag, 2003) y Lyrik von Jetzt zwei. 50 Stimmen (Berlin Verlag, 2008). Por su obra poética, Wagner ha recibido va­rias becas y residencias (Künstler­ haus Edenkoben 2002, Heinrich Heine en Lüneburg 2004, y Academia Alemana en Roma-Casa Baldi 2007), así como importantes premios literarios (Alfred Gruber 2004, Mondsee de Poesía 2004, Anna Seghers 2004, Ernst Meister de Poesía 2005, y Arno Reinfrank 2006). v poetas en babel

störtebeker Ich bin der neunte, ein schlechter Platz Aber noch läuft er. Günter Eich

noch läuft er, sieht der kopf dem körper zu bei seinem vorwärtstaumel. aber wo ist er, er selbst? in diesen letzten blicken vom korb her oder in den blinden schritten? ich bin der neunte und es ist oktober; die kälte und das hanfseil schneiden tiefer ins fleisch. wir knien, aufgereiht, in tupfern von weiß die wolken über uns, als rupfe man federvieh dort oben — wie vor festen die frauen. vater, der mit bleichen fäusten den stiel umfaßt hielt, und das blanke beil, das zwinkerte im licht. das huhn derweil lief blutig, flatternd, seinen weg zu finden zwischen zwei welten, vorbei an uns johlenden kindern. De Guerickes Sperling, Berlin Verlag, Berlín, 2004

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el gorrión de guericke** …más exquisito que el oro, libre de todo devenir y perecer… Otto von Guericke

störtebeker* Soy el noveno, no es un buen puesto. Pero él aún camina. Günter Eich

aún camina; la cabeza mirando el cuerpo que avanza dando tumbos. pero ¿dónde está él, él mismo? ¿en las últimas miradas lanzadas desde el canasto o en los pasos ciegos? soy el noveno y es octubre; el frío y la soga cortan más hondo en la carne. estamos de rodillas, en fila; las nubes sobre nosotros en manchas blancas, como si desplumasen allá arriba aves domésticas, igual que las mujeres antes de las fiestas. papá con sus puños blancos sostenía el mango y el hacha brillante que guiñaba a la luz. la gallina, entretanto, corría ensangrentada, aleteando para hallar su camino entre dos mundos, pasando al lado de nuestros gritos de niños.

¿qué es, aunque invisible, tan poderoso que ninguna fuerza se le opone? el círculo de ciudadanos alrededor del maestro guericke y su construcción: la bomba de vacío que sobre tres patas se levanta en el recinto, perfecta y con la gracia obscena de la mantis religiosa. brillo de latón, como recipiente la bola de vidrio. en ella el gorrión que ha empezado a titilar como una llama de alcohol; por el aire que se hace escaso. frente a la ventana maduran las ciruelas, zumba el calor, crece el pasto en las ruinas. en la pared un grabado en cobre de la antigua magdeburgo. la imperturbabilidad del reloj de péndulo, dioptra, podómetro, astrolabio; el globo sobre la mesa donde la aleta dorsal de nueva zelanda acaba de surcar el pacífico y, como llegando de muy lejos, el trote lento de un carruaje de caballos. “este gorrión muerto”, susurra alguien, “volará una vez más a través de un cielo vacío.” De Guerickes Sperling

* Klaus Störtebeker fue un famoso pirata del Mar Báltico y el Mar del Norte. En 1401, tras una encarnizada batalla naval, fue capturado y lle­ vado a la ciudad de Hamburgo, donde fue decapitado en octubre del mismo año. Según la leyenda, el alcalde de Hamburgo aceptó una so­ licitud especial de Störtebeker: tan pronto se le decapitara, avanzaría caminando y aquellos piratas junto a los cuales alcanzara a pasar se­rían indultados. Störtebeker pasó al lado de once hombres antes de que el verdugo le pusiera una zancadilla. Finalmente, el alcalde rompió su promesa e hizo decapitar a todos los piratas.

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** El alemán Otto von Guericke (Magdeburgo, 1602-Hamburgo, 1686) fue una personalidad polifacética: político, hombre de leyes, veteri­ nario, físico e inventor. Precursor de la meteorología, también obtuvo gran reconocimiento por sus investigaciones neumáticas. Sus logros científicos más sobresaliente pertenecen al campo de la técnica del vacío. [N. de la T.]

La Otra | abril-junio 2010


el oeste

camaleón

el río piensa en peces. ¿qué fue, entonces, lo que el sargento henley se anticipó a arrancarle —los ojos fijos, amarillos; los bigotes como dos atizadores junto a la boca gris— que incluso a los perros arrancó chillidos?

más antiguo que el báculo pastoral que arrastra tras de sí, lo curvado de la cola. baja, le gritamos hasta su rama, mientras la lengua, el telescopio, sale veloz, y la constelación de una libélula devora: un astrónomo con una mirada al cielo y la otra al suelo; así guarda la distancia frente a ambos. las cúpulas de los ojos, acorazadas de escamas, una fortaleza tras la cual se mueve sólo la pupila, un centelleo nervioso detrás de la aspillera (a veces se encuentra su piel como una base desierta, una tesis hace mucho abandonada). baja, le gritamos. pero no se inmuta, desaparece lentamente entre los colores. se esconde en el mundo.

los rápidos y su enfurecida gramática, a la que seguimos rumbo al nacimiento. a lo lejos las montañas envueltas en vapor, las llanuras de hierba y de vez en cuando un indígena al otro lado que nos mira divertido y después desparece en el bosque: todo esto lo anotamos en el viejo mapa de adam, dando nombre a las especies y los actos. fiebre muscular y por semanas el régimen de raíces y confianza en dios. bajo la camisa las garrapatas como alfileres en la piel: así nos da una lección el mundo salvaje.

De Achtzehn Pasteten

extraña sensación: ser el límite, el punto en el que se termina y comienza. de noche, al lado del fuego, circula nuestra sangre en nubes de mosquitos sobre nosotros, mientras con espinas duras cosemos las pieles, zapatos para nuestra meta y cobijas para los sueños. hacia adelante lo intacto, detrás nuestro el enjambre de habitantes, su declaración de cercos y vallados; detrás nuestro los carros entoldados de los comerciantes, las grandes ciudades, llenas de ruido y futuro. De Achtzehn Pasteten, Berlin Verlag, Berlín, 2007 poetas en babel

bolsa de té i envuelto sólo en un tosco saco. pequeño eremita en su caverna. ii nada más que un hilo conduce hacia arriba. le damos cinco minutos. De Achtzehn Pasteten

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poetas en babel

Arjen Duinker | Delft, Países Bajos, 1956 |

© klaas koppe

Traducciones | Diego J. Puls

Arjen Duinker es uno de los más destacados poetas europeos de hoy. Estudió psicología y filosofía. A su poemario inicial Rode oever (1988) han seguido una docena de volúmenes. Ha recibido premios como el Jan Campert por De geschiedenis van een opsomming (2000) y el VSB por De zon en de wereld (2004). Libros suyos han sido traducidos y publicados en Francia, Portugal, Italia, Irán, Rusia, Australia e Inglaterra. Sus poemas han sido vertidos también al chino, finlandés, croata y español. Publicó la novela Het moeras (1992). Su poemario más reciente es Buurtkinde­ ren (2009). v

Gebruiksaanwijzing [fragmento] Er zijn meer dan twee dichters die het woordje ‘de’ gebruiken. Er zijn meer dan twee dichters die het woordje ‘een’ gebruiken. Meer dan twee dichters die woorden als ‘maan’, ‘straat’, ‘huis’, ‘water’, ‘zee’, ‘zon’, ‘wind’, ‘boom’, ‘deur’, ‘droom’, ‘buik’, ‘hond’ en ‘mes’ gebruiken. Meer dan twee dichters die woorden als ‘mooi’, ‘triest’, ‘doods’, ‘gestreept’, ‘los’, ‘rood’, ‘bruin’, ‘zwaar’, ‘pijnlijk’, ‘lang’, ‘smerig’, ‘nachtelijk’ en ‘groot’ gebruiken. Meer dan twee in wier gedichten een enkelvoud of meervoud loopt, zit, staat, kijkt, ruikt, valt, sterft, lacht, draait, wegneemt, weggaat, denkt, drinkt, spuugt, kust. Er zijn er meer dan twee die nooit een meewerkend voorwerp gebruiken. Meer dan twee die geen persoonlijk voornaamwoorden gebruiken. Meer dan twee die woorden als ‘ik’, jij’, ‘je’, ‘hij’, ‘zij’, ‘wij’, ‘jullie’ gebruiken. Meer dan twee die bezittelijk voornaamwoorden gebruiken. Meer dan twee die geen bijwoorden gebruiken. 

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Er zijn er meer dan twee die op meer dan twee manieren rijmen. Meer dan twee die nooit en nergens rijmen. Meer dan twee die louter tweeregelige strofen schrijven. Meer dan twee die nooit en nergens tweeregelige strofen schrijven. Meer dan twee die louter regels schrijven met meer dan twee woorden. Meer dan twee die uitroeptekens gebruiken. Meer dan twee die vragende zinnen schrijven. Uitgaande van de gedachte dat poëzie tot de exacte vakken behoort… Elke uitspraak is een metafoor. Een van de eerste gedichten die ik schreef, in 1980, was het volgende: De moet een zijn.

Modo de empleo [fragmento] Hay más de dos poetas que utilizan la palabra «la». Hay más de dos poetas que utilizan la palabra «una». Más de dos poetas que utilizan palabras como «luna», «calle», «casa», «agua», «mar», «sol», «viento», «árbol», «puer­ ta», «sueño», «vientre», «perro» y «cuchillo». Más de dos poetas que utilizan palabras como «bonito», «triste», «mortal», «rayado», «suelto», «rojo», «marrón», «pesado», «doloroso», «largo», «sucio», «nocturno» y «grande». Más de dos en cuyos poemas aparecen singulares o plurales que caminan, se sientan, se levantan, miran, hue­len, se caen, mueren, ríen, giran, quitan, parten, piensan, beben, escupen, besan. Hay más de dos que nunca utilizan objetos indirectos. Más de dos que no utilizan pronombres personales. Más de dos que utilizan palabras como «yo», «tú», «ti», «él», «ella», «nosotros», «ustedes». Más de dos que no utilizan adverbios. Hay más de dos que utilizan más de dos rimas. Más de dos que no riman jamás. Más de dos que sólo com­ ponen versos pareados. Más de dos que nunca jamás componen versos pareados. Más de dos que sólo compo­ nen versos de más de dos palabras. Más de dos que utilizan signos de admiración. Más de dos que escriben frases interrogativas. Partiendo de la idea de que la poesía es una ciencia exacta… Cada enunciado es una metáfora. Uno de los primeros poemas que escribí, en 1980, dice así: Donde dije la digo una. poetas en babel




Un dos tres La noche llega a su interminable término. Justo allí, encima de aquel maíz. La nube detrás del maíz representa voces envolviéndolas. La noche llega a su interminable término. El mayor problema es que las personas son cosas. La luna protege las voces soltándolas, maldiciendo. La noche llega a su interminable término. No es tan fácil concentrarse en aquel único maíz y olvidar el resto. ¡Hay tantos que no quieren decir nada, hay tantos con pestañas seductoras! La noche llega a su interminable término. Lo comento con mis secuaces. Su dictamen es unánime y reza: 

Excluye eso de que somos cosas, mantennos fuera de tu peligroso esquema. La noche llega a su interminable término. Nuestros ojos escudriñan en derredor. La forma de la mesa a la que nos sentamos no tiene ninguna importancia lógica. Jugamos una partida de ajedrez. La noche llega a su interminable término. Hay incontables lunas y nubes que pugnan por un vago honor. Hay numerosas comarcas donde lloran para dejar que crezca el maíz. La noche llega a su interminable término. Mi esquema es inofensivo. Emparentado con la mesa y de forma poco firme viene al encuentro de nuestros ojos en un esfuerzo sin extremo. La Otra | abril-junio 2010


Tal vez cuatro estaciones [fragmento] «Para el matemático somos quizá cuatro ecuaciones, para el cómico somos por lo menos dos chistes, para el concesionario de automóviles somos mala propaganda. Los diamantes en manos de un príncipe son tan bellos como los que lleva al cuello una princesa. Quien cree poder eludir la verdad mencionando otras piedras preciosas, no conoce la fuerza impetuosa del viento. Quien cree que la dicha de un lunático es más sincera que el bienestar de un heliólatra, no conoce el regocijo del prudente. Tú, Scarpa, despilfarras tus talentos, y tus supuestas incertidumbres me recuerdan el alegre canto de los pájaros. Prefiero los príncipes y las princesas, prefiero esas extrañas y tristes criaturas que no saben siquiera que no son personas, sino diario alimento y bazofia de cada día. Así es, yo canto las cosas que ellos viven, grandes y pequeñas, desgarradoras y furtivas, así es, ésa es mi preferencia desde el instante en que clavé en el mundo mi trompa piadosa, así y sólo así, y con espíritu, según espero. Cuando declaren astuto al elefante, con gusto me pondré a canturrear. De la boca del sabio también sale niebla.

poetas en babel

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poetas en babel

Susy Delgado | San Lorenzo, Paraguay, 1949 | Traducciones | Susy Delgado

Susy Delgado es escritora y periodista bilingüe, escri­be en guaraní y castellano. Sus poemarios en guaraní son Tes­ arái mboyve (Antes del olvido), Tataypýpe (Jun­to al fuego), Ayvu membyre (Hijo de aquel verbo), Ñe’ê jovái (Palabra en dúo), Jevy ko’ê (Día del regreso) y Tyre’ÿ rape (Camino del huérfano). Ha publicado tam­bién varios poemarios en castellano, dos antologías de literatura paraguaya, entre otros libros. Su obra ha sido traducida al inglés, portu­ gués, alemán y gallego. Ha recibido diversas distinciones nacionales y extranjeras, como el Premio Cide Hamete Benengeli (2005, Univer­sidad Toulouse Le Mirail-Radio Francia Internacional) y el Segundo Premio Municipal de Literatura (2006). v

De Tataypýpe Tata’y aheka tesarái tanimbúpe. Tata’y rendaguépe aipyvu, ahavicha, amosarambi, tanimbu ro’y tanimbu pytû, tanimbu… Tata’y 

Junto al fuego [fragmento] Un tizón busco en la ceniza del olvido. En el hueco del tizón ausente revuelvo, escarbo, esparzo, ceniza fría, ceniza oscura, ceniza… Un tizón La Otra | abril-junio 2010


aheka ajatapymi haguâ…

busco para encender el fuego.…

Ha tanimbu aipybuhápe, opáyvaicha sapy’ánte piriri kyhyjemi. Oiméneiko pe tata tanimbuguápe okéva, ikatúnepa añatôi, ambohetia’e. Toikove jey, tahosâ jey, ché pópe tata. el fuego.

Y al revolver las cenizas, de pronto, pareciera despertar un tímido chisporroteo. Habrá tal vez algún calor dormido en el fondo de la ceniza. Podré quizás removerlo, reavivarlo, que viva otra vez saludable, en mis manos,

Tata’y aheka ajepe’emi haguâ, amombaymi haguâ akói che róga tuja, ahe’ÿimi haguâ pe che keguýpe hemóiva hesaite ha ndoje’óiva, oguese ha ondogueséiva. Ro’y omoperâmbávo akói che róga tuja, che keguýpe hendy asymi tata’y

Un tizón busco para calentarme al fuego, para despertar a mi casa vieja, para calmar la picazón del entresueño, esquiva e indeleble, que se apaga y se reaviva. Cuando el frío desnuda a mi casa vieja, se enciende débilmente en el ensueño, un tizón.

Tata’y aheka pe ñe’ê amyendymi haguâ.

Un tizón busco para encender la palabra.

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Patria de los pobres

Hogar del hombre

Anochece y en mi ventana se encienden como candelitas pobres los ranchos la patria de los pobres.

“Dios había puesto todo para nosotros sobre esta tierra...” dice la abuela. Pero el hábitat del hombre ya no es el mismo. Hacia aquí, se seca, se agrieta, ya sólo piedra y polvareda. Hacia allá, la abraza el agua furiosa, que arrasa con las casitas, los plantíos, los animalitos. Hacia aquí, la muerte por la sed. Hacia allá, la muerte por el agua. “El hogar del hombre ya no es el lugar de la vida buena” se lamenta la abuela.

Y cuándo ¿Y cuándo habrá de amanecer el día del regreso a dónde están nuestra casa, nuestro nombre, nuestra lengua, nuestra alma, esa tierra sin males?

Canción del agua Bulle fluye resbala se desliza y silva su canción nacida del oscuro vientre de la tierra. 

Susurra su canción sisea con el sol zigzaguea se mece se estremece juguetea sudando La Otra | abril-junio 2010


caricia deshaciéndose vapor neblina nube dibujando la orilla de los montes

el cuerpo el tiempo el campo abierto

Corre tropieza salta cae al fondo del barranco estalla se ilumina y luego se ensombrece se duerme suave sereno sobre la noche larga. Ella misma es canción que canta desde siempre desde lejos que ya cantaba cuando el indio lanzaba su más largo mborahéi a lo ancho de la selva y canta todavía desbordada con la creciente de febrero y en un hilo de voz con la sequía de agosto canta aún desde el recuerdo y el olvido.

Canción que era como el viento libre canción que renovaba canción que redimía. Canción que todavía se rebela y sacude toma impulso y se lanza contra las piedras el desierto el silencio

Canción que despertaba que lavaba los ojos y refrescaba la garganta

Canción que sueña ser de nuevo como el viento libre que lava todos los temores. Lengua Lumbre Lunario Lámina Lágrima Lámpara Lagarto Luz Laguna Luciérnaga Lumbrera.

Canción que recorría

Lodo Linfa

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larva resplandor que titila débilmente que crece lentamente y de pronto relumbra. Sierpe que repta y a veces se encabrita reta ruge ronca se enrosca se enturbia turbión atormentado remolino de fiebre que enloquece trueno atragantado que estalla y muere. Sube a las nubes hilo invisible de sudor regresado y otra vez se hace gota pequeña suavísima



efímero cristal que besa el aire. Se hace lluvia Límpida Lúcida Lúbrica llueve y lava la orilla del letargo el lomo de lívidas llanuras el labio lujurioso lloroso de las llamas lame la línea lustrosa de la luna liba libidinosa la piel del suelo. Bulle Fluye Resbala Susurra Zigzaguea Canturrea vieja canción que se renueva desde el oscuro vientre de la tierra.

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MARJORIE EVASCO | Filipinas | Traducciones | Nicolás Suescún, Alice M. Sun-Cua y José María Fons Guardiola

Marjorie Evasco es poeta, escribe en inglés y en cebuano-visayan. Sus libros Dream­ weavers: Selected Poems 1976-1986 y Ochre Tones (1999) —poemas en inglés y en cebua­ no— ganaron el Premio Nacional del Libro de Poesía del Círculo de la Crí­tica. Los libros Seis poetas mu­j eres. Entre­v istas (1996, en co­au­toría con Edna Manlapaz) y Una vida formada por la música: Andrea Ve­ne­racion, ga­naron el Premio Nacional del Libro de His­ toria Oral y Biografía, res­pec­tivamente. Su poesía ha sido traducida a diversas lenguas fi­lipinas y a idiomas diversos como el chino, vietnamita, ruso, alemán, francés y español. v

Despedida (after Ted Berrigan and Federico Garcia Lorca) Si muero, dejad el balcón abierto Federico García Lorca, Despedida

Juan Rulfo is dead. Twenty one years ago, he moved With pale thighs to the dream trees of Comala. Today, he awakens to the light of my room, Rising to meet my eyes, asking in tender tones: A donde vas Margarita? I want to say to him: Voy a la casa de Pedro Páramo, in your village Of the dead who love, lust, kill in passion, or hope As if the door of life had never slammed shut. Instead, I tell him of another Margarita, barely 18, Giving birth to a daughter at high noon, gored In the belly by the bull’s horn, almost bled dry. Doomed to die at five in the afternoon, her life crossed The threshold and opened the balcony to the sun.

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Despedida (en homenaje a Ted Berrigan y Federico García Lorca) Traducción | Alice M. Sun-Cua y José María Fons Guardiola

Si muero, dejad el balcón abierto Federico García Lorca, Despedida

Juan Rulfo está muerto. Hace veintiún años, se trasladó con muslos pálidos a los árboles de sueños de Comala. Hoy despierta a la luz de mi habitación. Levantándose para preguntar a mis ojos, en tonos tiernos: ¿A dónde vas, Margarita? Quiero decirle: Voy a la casa de Pedro Páramo, a tu pueblo de los muertos que aman, desean, matan por pasión o esperan como si la puerta de la vida nunca se hubiera cerrado de golpe. En vez de eso le cuento que otra Margarita, de apenas dieciocho años, que, corneada en el vientre por un toro, al dar a luz una niña al mediodía, casi se desangró. Condenada a morir a las cinco de la tarde, su vida cruzó el umbral y dejó el balcón abierto al sol.

Sic Transit Mundi Traducción | Nicolás Suescún

Este debe ser el gusto del lenguaje— la lengua delineada por muchos colores, analizada por las sílabas de la memoria, el paladar la bóveda de un mundo circunscrito por consonantes, cuyos 

bordes sugieren lo agridulce de las naranjas, la cáscara verde del melón amargo, el olor de río de los mangos hasta en el huerto. Cuando canto sobre Balicasag, isla cuyo nombre inscribe el cangrejo con las patas La Otra | abril-junio 2010


hacia arriba, estoy traduciendo la historia de las llamas que arrasaron toda una aldea cuando se luchaba por la revolución. En el mes en que nacen los delfines, las madres tejiendo esteras de pándano se detienen para contar la historia de cómo sucedió en un día de mayo, en el mes de las fiestas en Bohol: Al alba las campanas repicaron locas. Alguien había prendido fuego al huerto del padre Domingo del Valle; para el mediodía hasta los grillos se habían vuelto cenizas. Yo canto esta historia para que pruebes el aroma del arroz milagroso hirviendo en la estufa de tierra, o que toques desde tu ventana abierta un banco de delfines jugando cerca de la costa. Y yo quiero que el dejo de ácido en el aire refresque los bordes de tu boca, como si hubiera árboles invisibles a barlovento, todavía madurando bajo el sol ardiente. Para Franz Arcellana, nacido el 6 de septiembre, 1916

La condición humana Traducción | Nicolás Suescún

Así es como vemos el mundo Hay un cuarto donde un hombre está tendido junto a una mujer cuyos hombros están iluminados. Por la mañana, él la despierta a la deriva de nubes, turbulencia de cielos, llovizna de hojas en el aire. “Magritte”, le dice él a ella al oído, trazando con un largo dedo delgado un marco más allá del marco de la ventana. Otro cuarto en otro tiempo. De pronto se abre dentro de ella. Ella está de pie junto a la ventana. Frente al espacio de hierba de la pintura, el corte de un sendero, y en el horizonte un muro de montañas midiendo el alcance de un único álamo. La Condition Humaine, se vuelve ella hacia el hombre a su lado, Como diciendo que comprendía la forma como adentro y afuera de los cuartos del amor el paisaje no siempre fue de una pieza; cada vez que ella tornaba su corazón en palabras para inventar la verdadera forma de ser, motas de polvo ya estaban atrapadas en la luz de las imágenes, como esta mañana que desapareció rápido y se volvió otro día. En seguida, cada cual estará en otra parte.

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Maruša Krese | Ljubljana, Eslovenia, 1947 | Traducciones | Santiago Martín

Maruša Krese es una de las voces más notables de la literatura eslovena de nuestros días. Estudió historia del arte, literatura comparada y psicoterapia en su país, Estados Unidos, Reino Unido y Holanda. Desde 1990 vive entre Berlín, Graz, Viena y Ljubljana, como perio­ dista y escritora independiente. Ha publicado los poe­ marios Hoy (1989), Estación (1992), Ayer, hoy, mañana (1992), Palabra (1994), Poemas de Sarajevo (1994), Has­ ta el testamento se perdió (2001), Bolso Yorkshire (2003) y Hoy no (2009). También ha dado a la luz el ensayo Mujeres sobre nacionalismo y guerra (1993) y los testi­ monios Apartado del Bóreas (1998), Todas mis guerras I (2006), Todas mis navidades (2006) y Todas mis gue­ rras II (2009). Ha escrito guiones para más de diez do­ cumentales artísticos para radio y televisión (sobre todo de Alemania y Austria). Publica en revistas y periódicos como Die Zeit, Berliner Zeitung, TAZ, Lettre Inter­na­ tional, Manuskripte, entre otros. Alemania le ha otor­ gado la Cruz de Oro al Mérito. El proyecto Mujeres con Visión la ha elegido como una de las cien mujeres más influyentes de Europa. v

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Bosna in Hercegovina, 1994 Šli smo v cerkev, pa je ni bilo. Šli smo po vodo, do reke, pa je ni bilo vecˇ. Šli smo po duše, pa jih ni bilo vecˇ. Šli smo po testament in ga prebrali. Še sonce in zvezde in oblaki niso vecˇ naši, samo še samota, je v testamentu pisalo. Hodili smo, hodili smo, vse tja do morja. Cˇigavega morja?

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Bosnia-Herzegovina, 1994 Fuimos a la iglesia, pero ya no había. Fuimos por agua hasta el río, pero ya no había río. Fuimos por almas pero ya no había. Fuimos por el testamento para leerlo. Ni el sol ni las estrellas ni las nubes son ya nuestros, sólo la soledad, decía el testamento. Anduvimos y anduvimos, Hasta el mar. ¿El mar de quién?

¿Fue el fin del mundo? No, dijeron los niños. Y se sentaron en el regazo de sus madres y esperaron. Esa canción. Ese sol. Esa sonrisa. Esa gente calurosa. La arena del desierto. El viento vespertino. ¿Fue el fin del mundo? poetas en babel

No, dijeron los niños y esperaron la vida que nunca conocieron. Canción, escucho. Canción. Viento.

Italia, Nápoles, 2003 Recogieron las conchas y se fueron. Años de noches en vela. Nunca terminan. Años de pesadumbres, no los cubre el río, no los cubre el mar, ni la niebla. No los cubre el día de mañana. Recogieron las conchas y se fueron. Se fueron los dos.

Italia, Santa Croce, 2004 He dejado de interpretar el papel de mi vida. Me destituyeron del escenario, porque me quedé atrancada en alguna parte, porque en algún sitio fracasé, porque acepté la mala por la buena suerte, porque envolví el dolor en una telaraña. 


Amigo en Nicaragua ¿Cambiarías? Aquel vacío, aquella letanía. ¿Cambiarías? ¿Cambiarías esa centenaria desazón, la lluvia y el misterioso río, el tedioso dolor y el hogar, el hambre, la sed? ¿Lo cambiarías por los colores, por las papayas en flor, lo cambiarías por la canción en el mar, la canción, ahí a mis espaldas, en aquel cálido viento, en medio del silencio y del miedo? ¿Cambiarías? La belleza y la desazón. ¿Cambiarías la puesta de sol y el devocionario, la historia pisoteada, la sangrienta represalia, el llanto de los niños, el cirio encendido en la ventana? Las noches en vela. Los ángeles presos en la mentira. ¿Cambiarías? ¿Cambiarías aquellas tiernas necedades, las mentiras milenarias y los caballos salvajes, cambiarías aquel dorado sol y el susurro, las tumbas a orillas del río, la ilusoria belleza? ¿Cambiarías aquella Virgen Negra del cruce, las lágrimas de la dicha y los viejos muros? La risa y la agitación del mar, la de ayer. 

Las viejas cartas, el caminar masculino, el barco de la orilla y la soledad de los años. La brujería y la tristeza, el cielo y las nubes rojas, el repique de las campanas, la turbación, la precisión de la espada dorada. ¿Los recuerdos? ¿Cambiarías? La casa sobre la colina, el desdichado valle, los deseos enterrados. Las piedras recogidas, durante toda la vida. ¿Cambiarías? Colores, aquellos colores. Los cipreses al borde del mar, al borde de la tumba, las amistades y la luna eclipsada, la higuera en el jardín y el último prodigio, los árboles de invierno, la blasfemia, la carta sin escribir. ¿Cambiarías? Calma, calma, allá en medio del silencio, allá sobre el mar, oigo el susurro. El tuyo. Cambiarías, me preguntas. Cambiarías, te respondo. Colores, aquellos colores, y el olor a vida.

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Inna Lisniánskaia | Bakú, Azerbaiyán, 1928 | Traducciones | Ludmila Biriukova

Inna Lisniánskaia es poeta y vive, desde mediados de los años cincuenta, en Moscú. Durante los años anteriores a la Perestroika su obra recibió poca difusión en Rusia. Participó en el almanaque Metropol; después de su prohi­bi­ ción y de la persecución de algunos de los poetas más jóvenes del almanaque, ella renunció a la Unión de Escritores de la URSS. No fue sino hasta finales de los años ochenta cuando publicó en el extranjero. Ha merecido los pre­ mios Alexandr Solzhenit­sin (1999), el Estatal de Rusia (1999) y el de la revista Arion (Vavilon). v

Ты – жертва лавра, я – добыча тёрна, И нам признаться в этом не зазорно,

*** Tú eres víctima de los laureles, yo soy presa del espino, y no sentimos vergüenza en confesarlo,

Коль в очи времени смотреть в упор, — В одно сошлись Голгофа и Фавор.

Si a los ojos del tiempo miramos de frente, —en lo mismo coincidieron Gólgota y Gracia—.

Мы молоды, поскольку слишком стары. Судьбы нерукотворные удары,

Somos jóvenes, y también demasiado viejos. Primero, porque hemos sufrido

Во-первых, претерпели. Во-вторых, Лишь жертвы оставляются в живых Рукою горней.

golpes del destino. Y segundo, sólo a las víctimas mantiene vivas la mano celestial.

***

1997

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1997

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Elena Schwarz | 1948 | Traducciones | Ludmila Biriukova

Elena Schwarz es poeta y narradora. Terminó sus estudios en el Instituto de Teatro, Música y Cinematografía de Leningrado, en la actualidad San Petersburgo. Publica en el extranjero a partir de 1980; su primer libro data de 1984. Obtuvo los Premios Andréi Bieli (1979) y el Triumf (2003) (Vavilon). v

*** Когда лечу над темною водой И проношусь над черными лесами, Нет у меня в карманах ничего – Табак вразмешку с русскими стихами. Когда же ангел душу понесет, Ее обняв в тумане – и во пламя, Нет тела у меня и нету слез, А только торба в сердце со стихами. Но прежде, чем влететь в распахнутый огонь: Не жги – молю – оставь мне эту малость, И ангел говорит: оставь ее, не тронь, Она вся светлым ядом напиталась.

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*** Cuando vuelo sobre el agua oscura y paso como relámpago encima de los bosques negros, nada tengo en mis bolsillos —el tabaco revuelto con los versos rusos—. Cuando el ángel lleva mi alma, abrazándola en la niebla —para ponerla en las llamas—, no tengo cuerpo ni lágrimas, sólo un morral en el corazón repleto de versos. Pero antes de entrar volando al fuego abierto: No me quemes —imploro— déjame esta pequeñez, y el ángel dice: déjala, no la toques, toda ella se impregnó de un veneno transparente.

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Marina Tiómkina | Leningrado, Rusia, 1948 | Traducciones | Ludmila Biriukova

Marina Tiómkina hizo estudios en la Facultad de Historia de la Universidad de Leningrado. Desde 1978 emigró a Estados Unidos. Es autora de varios libros de poesía publicados en París (1985) y Nueva York (1989, 1995). Ha sido galardonada con el Premio estadounidense National Endowment for the Arts (1994) (Vavilon). v

О ПОЛЬЗЕ СВОБОДНОГО ПЕРЕДВИЖЕНИЯ

Sobre el beneficio del libre tránsito

Пётр первым уехал и увидел, вернулся и увидел. Екатерина Вторая приехала и увидела. Княгиня Дашкова уехала и увидела. Онегин уехал и увидел, вернулся и увидел. Пьер Безухов вернулся и увидел. Гоголь уехал и увидел. Тургенев уехал и увидел, вернулся и увидел. Герцен уехал и увидел. Князь Мышкин вернулся и увидел. Малевич уехал и увидел, вернулся и увидел. Кандинский уехал и увидел, вернулся и увидел, опять уехал и увидел. Шагал уехал и увидел. Замятин уехал и увидел. Цветаева уехала и увидела, вернулась и увидела. Многие уехали и увидели. Я уехала и увидела. Вернулась и увидела.

Pedro salió primero y vio, volvió y vio. Yecaterina Segunda llegó y vio. La princesa Dashkova salió y vio. Oneguin salió y vio, volvió y vio. Pierre Besújov volvió y vio. Gógol salió y vio, Turguenev salió y vio, volvió y vio. Herzen salió y vio. El príncipe Mishkin volvió y vio. Malevich salió y vio, volvió y vio. Kandinski salió y vio, volvió y vio, salió de nuevo y vio. Chagall salió y vio. Zamiatin salió y vio. Tsvetáieva salió y vio, volvió y vio. Muchos salieron y vieron. Yo salí y vi. Volví y vi.

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Tatiana Poletáieva | 1949 | Traducciones | Ludmila Biriukova

Tatiana Poletáieva es poeta y autora de canciones. Estudió en el Instituto de Cultura de Leningrado. Trabajó co­ mo guía de turismo y como correctora editorial. Participó en el grupo poético informal Moskovskoie Vremia (del que formaron parte también Alexandr Soprovski, Serguei Gandlevski, Bajit Kenzhéiev, Alekséi Tsvetkov, entre otros). En la época soviética publicó en el extranjero y en Rusia en samizdat. Es autora del cuaderno de lírica Nauka liub­ vi [La ciencia del amor]. Vive en Moscú (rvb.ru/np; y Zhurnalni Zal, Novi Mir, 2002, núm. 5). v

*** Синева апрельских первых дней, И река берет начало в ней. Ты взбежишь на холм отлогий – Ноет грудь и ноют ноги По дороге к ней.

*** El azul de los primeros días de abril, es ahí donde nace el río. Subes corriendo una colina suave y te duelen las piernas y te duele el alma en el camino hacia el azul.

И любовь, которая сильней Наших слов и наших снов о ней, Впереди кружит, как птица, Чтобы нам не заблудиться По дороге к ней.

El amor es más fuerte que nuestras palabras y nuestros anhelos por él, gira adelante, como un ave, para que no nos extraviemos en el camino hacia el amor.

Родина надгробий и теней, Издали б печалиться о ней. Но во рту крупинка соли – Слезы жалости и боли По дороге к ней…

La patria de lápidas y sombras, afligirnos por ella hubiera sido mejor en la distancia. Pero sientes un grano de sal en la boca, lágrimas de compasión y dolor en el camino hacia la patria…

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Olga Sedakova | Moscú, Rusia, 1949 | Traducciones | Ludmila Biriukova

Olga Sedakova es poeta, filóloga, traductora y narradora. Estudió filología en la Universidad Estatal Lomonósov de Moscú e hizo el posgrado en el Instituto de Letras Eslavas. Enseña filosofía. Es autora de seis libros de poesía y dos volúmenes que reúnen tanto su poesía como su prosa. Ha publicado traducciones poéticas (de Rilke, Celan, Clau­ del, Eliot) y también ensayos sobre la poesía rusa y europea. Su obra ha sido traducida al inglés, francés, alemán, da­nés y hebreo. Ha recibido varios premios: Andréi Bieli (1983), Poesía Europea (Roma, 1995), Solzhenitsin (2003) y otros. Es doctora Honoris Causa en teología por la Universidad de Minsk. Vive en Moscú (Vavilon). v

ЖЕНСКАЯ ФИГУРА

Una figura femenina

Отвернувшись, в широком большом покрывале стоит она. Кажется, тополь рядом с ней. Это кажется. Тополя нет. Да она бы сама охотно в него превратилась по примеру преданья — лишь бы не слушать: — Что ты там видишь? — Что я вижу, безумные люди? Я вижу открытое море. Легко догадаться. Море — и всё. Или этого мало, чтобы мне вечно скорбеть, а вам — досаждать любопытством?

De espaldas, con un velo holgado y largo ella está de pie. Un álamo, parece, se encuentra a su lado. Sólo parece. El álamo no está. Pero ella misma de buena gana se convertiría en éste a la manera de leyenda, con tal de no escuchar: —¿Qué ves ahí? —¿Qué es lo que veo, gente insensata? Veo el mar abierto. Adivinarlo es fácil. El mar — nada más. ¿Acaso es poco para tener siempre una pena, y que ustedes me enfaden con su curiosidad?

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yo poeta

elsa cross en mosaico

“ ” “

p. 40 | elsa cross en 1968

Urracas podría definirse como un poema del encuentro amoroso y de la som­ bra que queda tras de ese encuentro trastornador. En la búsqueda filosófica del Ser —y lo pongo de toda intención con mayúscula—, el sujeto amoroso aparece a la vez como el em­ blema y como la posible encarnación-en-el-mundo de ese Ser. Lo inconmensurable toca a la puerta. Y desgreña a los existentes. Pero, ¿por qué el Ser, y no más bien la Nada? El lengua­ je budista de la vacuidad, de la ausencia del ser, impregna la experiencia poética que de aho­ ra en adelante tendrá que expresarse en rigurosos términos blancos, trizados por la ausencia. El amor ha abierto una grieta, una fisura de pavor en la estructura sólida del universo. Los amantes devienen así sombras de nada, gozosas y fulgurantes, parpadeos de la vacuidad que se abrazan como un relámpago en la enredadera, pero que sobreviven por la magia de la pa­ Evodio Escalante, 1996 labra escrita.

El idioma es inmediato y directo; la agonía, en lugar de estar descrita, se ex­presa mediante acciones concretas y objetos específicos. Nigredo es un documento de horror es­pi­ ritual, de vacío absoluto. No es exagerado recordar el panorama parecido del Wasteland, de Eliot, ya que, en los dos casos, los poetas se lanzaron a la búsqueda de la paz interna a través de la fi­lo­so­fía de la India. Nigredo es, en cierto sentido, el necesario descenso al infierno para poder emprender Frank Dauster, 1988 el viaje de regreso representado por libros posteriores.

yo poeta | elsa cross




“ ” “ ”

Poesía: misterio perfectamente legible, dijo Vládimir Holan. ¿Cómo podría alu­ dirse de otro modo a algo que es, a la vez, política espiritual, sumisa irreverencia, teatro pa­ ra albergar las ruinas de un lenguaje amoroso olvidado, expresión cantada de lo inexpresable? Es mi impresión que Blanca Varela, Ana Cristina César, Fina García Marruz, Elsa Cross, Cris­ti­ na Peri Rossi, Amelia Biagioni, Cecilia Meireles, Marosa di Giorgio y Olga Orozco compar­ten esa intuición filosa. Por eso enuncian, cada una a su modo, la opacidad del mundo, y así pro­ mueven un territorio benéfico donde es posible explorar la relación confusa, magnífica, im­po­ sible, entre Verdad y Belleza. Atrás, como escalpelos, quedan brillando unos barquitos negros: imperceptible sensación de estar presenciando algo sagrado. El resto es el viaje circular abso­ luto entre ese lugar al cual siempre estamos yendo, y aquel otro del cual, tal vez, nunca nos María Negroni, 2003 fuimos.

Entre los primeros libros de Elsa Cross aquí compilados [Poemas escogidos (1965-1999)] leemos una variedad de asuntos e intereses que aluden lo mismo a la naturaleza (Verano) que a la literatura (La dama de la torre), a la pasión amorosa (Amor el más oscuro) que a un movimiento guerrillero (Espejo al sol), sin que esta variedad afecte la muy reconocible voz de esta poeta, presente desde su primer libro. Vale la pena señalarlo porque parece adelantar­ nos que, más que una temática, es una percepción lo que sostiene su trabajo poético. Se tra­ ta de una manera de ver. La suya, aunque es una palabra concentrada y conceptual, se apoya siempre en las evidencias de los sentidos. El lugar, el paisaje con sus vegetaciones y sus criatu­ ras, más que enmarcar parecen encarnar el evento de la visión. Hay lo que podríamos llamar un pensamiento plástico incesante que todo lo registra y todo lo transfigura a un estado in­ Jorge Fernández Granados, 2001 terior.

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Es la de Elsa Cross una vida que se ha venido sometiendo con exactitud al éx­ tasis sostenido de sus versos, el rigor sacro de esa embriaguez que la purifica. No es por ello extraño que Canto malabar tenga el carácter de una profecía. Cuando Elsa Cross le presen­ ta a Swami Muktananda, su maestro de meditación, el manuscrito de Baniano —poemario que reunía la experiencia de estancia en la India—, éste le preguntó si lo había escrito de­ bajo del baniano, a lo que Elsa le contestó que no, que era sólo una referencia constante en los poemas, pero comenzó desde entonces a escribir al pie del árbol sagrado. Allí surgieron los versos que compondrían Canto malabar. Este poema prefiguraría la muerte inesperada de su Verónica Volkow, 1995 maestro, unos días después.

” “

Canto malabar es un libro escrito como una profecía personal. Describe un proceso espiritual que tuvo y tendrá lugar. Es, en consecuencia, un viaje que comienza al atardecer y termina en la aurora, una investigación —la búsqueda de un vestigio, de un re­ siduo y una búsqueda, una aventura en pos del alimento. Es también, y sobre todo, un can­ to de amor, la crónica de un viaje en pos del amor y la descripción de un territorio sagrado, el retrato en voz alta de un paisaje y de un cuerpo. De ahí que Canto malabar sea más que un monólogo, un diálogo, el ejercicio de dos voces o, mejor dicho, de una voz y de un silencio. El Canto malabar es una melodía entonada por un cuerpo de doctrina y por una geografía, una danza aérea y acuática alrededor de la atracción universal y de la afinidad no-elegida. Adolfo Castañón, 1989

” ”

Estuve tomando taller hasta que gané la beca de Jóvenes Creadores, ya entrados los veintitantos años, y fue con dos mujeres maravillosas: Elsa Cross y Coral Bracho. No sólo son dos grandísimas poetas, sino dos mujeres que conocen la poesía, que la viven de una manera extraordinaria y que a nosotros, sus pupilos, nos llevaron de una manera muy bonita, porque no cometieron el error de algunos talleristas, que hacen clones de sí mismos, sino que Roxana Elvridge nos permitieron tener nuestra voz y, a partir de ella, continuar.

yo poeta | elsa cross

Thomas, 2008

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dana gelinas

Apuntes sobre la poesía de elsa cross

E

l primer libro que leí de Elsa Cross, hace más de veinte años, fue La dama de la torre (Premio Na­ cional de Poesía Joven, Joaquín Mortiz, 1972), un tí­ tulo que se refiere a la tradición de la poesía medieval y que alude muchas veces al universo de claustrofobia que contiene al universo femenino. Recuerdo que si­ multáneamente leía los Lais de María de Francia,1 y las consideré a ambas pertenecientes al mismo uni­ver­so: ambas conocedoras de la literatura medieval, don­de la casa es un símil para el espíritu, y cada uno de sus aposentos fuera significación para las distintas poten­ cias del alma. La poesía puede germinar en éste o en aquel patio interior, y también puede viajar en trans­ bordadores espaciales hasta el más lejano de los pla­ne­ tas azules en su viaje redondo. La dama de la torre es la creación de un espacio propio en el que, desde enton­ ces, sorprende el gran oficio poético de su autora. Al igual que libros posteriores, como Canto mala­ bar y El diván de Antar, La dama de la torre contiene

María de Francia, Lais, edición y prólogo de Luis Alberto de Cuen­ ca, Madrid, Alfar/Colección de poesía, 1975. 1

Elsa Cross en 1948.

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En 1950.

En 1966.

una voz que, en la creación poética mexicana, sólo pue­ de pertenecerle a Elsa Cross. Una perfecta dicción en me­dio de una feroz alegría de vivir y de pertenecer al mundo. Sólo ser que deviene, siempre nuevo, se percibe a sí mismo, se goza y se sumerge al fin en su propia belleza. Hacia dentro resplandece una perla diminuta: germen del universo.

En donde con serenidad y dicha es posible que Herácli­ to sumerja sus retinas nuevamente, a contracorrien­te con el estrés y el bullicio citadino, en la fuente siem­ pre fresca del subconsciente de todos nosotros. Grie­go es el sabor del agua azul y del verde oxígeno que res­pi­ ra Canto malabar, su discurrir sonoro, la mayéutica que lo anima desde el Ágora, como una invitación peren­ ne a indagar más acerca de los resortes que soportan el mundo. Canto malabar es el libro escrito bajo la sombra de un baniano, un libro conectado a las raíces, al suelo nu­ tricio de los mayores y su valor como parte de la iden­ yo poeta | elsa cross

tidad de una cultura que está presente en cada pala­bra y también en las comisuras al lado de la boca. La bús­ queda del yo como parte de un todo, Soy sólo conciencia de ti mismo, masa de luz vibrando. Soy el hueco que tu soplo perfora en el oído, espiral del mundo que se crea allí donde mi nombre que murmuras se abre hacia el espacio, reverbera en una bóveda infinita. Las letras– sólo tu aliento. Tu aliento, conciencia pura.

El diván de Antar (premio Aguascalientes, Joaquín Mor­tiz, 1989) me transportó, en cambio, hasta un si­ tio más enrarecido de la historia del mundo. Una es­ pecie de tenue temor sobrenatural ante la existencia, quizá equidistante entre las sagradas escrituras acer­ ca del inframundo y la contemplación de un paisaje desoladamente construido a martillazos por la posgue­ rra y el existencialismo. Reivindicación del dolor ante el vacío, El diván de Antar es un libro que instiga a es­ tar aquí y ahora, la reconstrucción de una época de te­ 


En la cafetería Jet, con Germán Castillo y Alejandro Aura | 1968.

mor e inquietud a través de la palabra que resurge desde el infierno de la duda pertinaz. xix Dioses habitaron esta carne y sus huellas ardieron. Los ojos estallaban. Por dentro, un fuego lo devoraba todo. El mundo era una grieta, una rajadura en la noche tan vasta como la conciencia abierta hacia sí misma. Y de allí detenida, la carne frágil. Un poco más habría bastado para incendiarla,

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consumirla en su estaca o su cruz. A la memoria aflora el olor de la carne quemada en campos donde la muerte plantaba sus insignias, bajo un cielo más rojo que la sangre secándose en la hierba. Risa de calavera, la luna asomando entre las nubes. Ni día ni noche. Un gran campo de muerte. Si abriera mi corazón, si dejara salir a las criaturas que lo han tocado, si expusiera la sustancia que lo nutre, ¿se rompería el grito cristalino petrificado en sus muros? —y algo tan frágil

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los derrumba un latido de vida, un mínimo aliento, unas palabras.

El vino de las cosas, ditirambo, posiblemente sea uno de los libros que despierte un máximo y superior dis­fru­te de los sentidos. Austero y, sin embargo, pleno, divino pero grato al oído y también a la vista, al tacto y simul­ táneamente al gusto, el amado ser y su divina trama de minucias, el perfil del amor y también el contorno de la copa. Dios está en los detalles, a varios pies del suelo sobre un sendero suave como el movimiento de la se­ da ante la brisa, pero fogoso en la piel como un día de sol quemante. 4 Lleno el campo de ti, celebra tu risa de Dios niño. Mordisqueas mis dedos, gimes suavemente como un cordero. El cosquilleo del sol desprende del letargo a un pequeño lagarto. Alegatos de patos. Nítida sombra el vuelo. El azul que miro en la distancia, humo de hojas frescas, lleno de ti. Luego, tus otras caras aparecen: llama, borbotón, un tigre de impaciencia, una pantera quieta.

yo poeta | elsa cross

Visiones del Niño Râm / Visions of the Child Râm (2004) es un libro fascinante para mí. Se trata de un poema largo, bajo la luz posiblemente de algún fotógrafo que hubiera existido aún antes que la lente, y que hubiera viajado en el tiempo hasta los días de la infancia per­ fecta de Bhagaván Nityananda, figura de santidad en la India, maestro de Gurumayi Chidvilasananda, a la vez guía directa de Elsa en su vocación altamente religio­sa. Una infancia que es a la vez la niñez de todos y ca­ da uno de los seres humanos, espléndidos en su es­ piritualidad inconsciente, verticalmente conectados entonces con las virtudes de la creación superior. El al­ ma como un renacimiento prodigioso del ser divino, el alma como la perfecta fe y alegría. Con visos de Oriente y Occidente, los poemas que conforman Visiones del Niño Râm contienen una dul­ ce armonía, la dicha de la fe intacta, que también po­ demos encontrar en las canciones de cuna en todos los idiomas, canciones cantadas con una voz dulce y perfecta, y que parecen provenir del fondo del tiempo y del espacio. Nada te sobrepasa en hermosura. Tu cabeza es perfecta, tu piel oro nocturno. Tus ojos miran desde antes que tu cuerpo existiera. Tu risa es clara, tu llanto es fuerte y tu silencio hace que todo calle.

La obra de Elsa Cross está siempre en movi­miento, siempre de viaje, creando puentes entre dife­rentes cul­ turas y las vivencias propias, siempre en su casa, pero inquieta, siempre plena y a la vez serena. v

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ernesto lumbreras

la entrada al laberinto apuntes en torno a naxos (1966) de elsa cross

H

ace tiempo me encontré, en una librería de vie­ jo, el número 6 de la revista Mester, publica­ ción animada por Juan José Arreola con la complicidad de varios jóvenes escritores que asistían, a principios de los sesenta, a una tertulia en la casa del autor de Con­ fabulario. En esas páginas, entre cuentos de José Agus­ tín y poemas de Elva Macías, aparecieron dos prosas de Elsa Cross (Ciudad de México, 1946) reunidas, un par de años después, en su primera plaquette, Naxos (1966). Se trataba de dos breves textos: “Lamento” y “Nosotros”; supuse, equivocadamente, que éstos se­ rían las primeras colaboraciones publicadas por la fu­ tura poeta. Mi suposición era equivocada, porque, tras releer la crónica-entrevista que Myriam Moscona le rea­ lizó a principios de los noventa, la poeta confesó que su debut literario fue a los quince años con un poema ri­ma­ do a la patria publicado en las páginas del Noveda­des. Seguramente, su llegada al círculo de Arreola le acercó nuevas lecturas y visiones de la literatura y del estudio de todo escritor. Sorprende, por lo mismo, que tres años después su escritura esté en otros aires, con li­bros y preocupaciones comprometedoras —la prime­ra de 

las prosas lleva un epígrafe en francés de Ma­llar­mé— en cuanto el oficio y la vocación. Que la autora o el editor hayan catalogado esos tex­ tos iniciales como “prosas” es, en cierta dimensión, premonitorio de lo que será su escritura en los libros venideros. En esa etapa inicial de las primeras letras, Elsa Cross aspiraba a ser narradora —incluso fue selec­ cionada por Margo Glantz para su Narrativa joven de México— y le confió a Myriam Moscona, en la citada entrevista, que dejó abandonadas tres novelas. Desde mi interpretación nada freudiana, el co­mienzo como “prosista” y la anécdota como novelista frustrada con­ tiene elementos, en estado germinal y con varios sen­ tidos, para comprender el carácter narrativo de muchos de sus poemas extensos. En los primeros años de la dé­ cada de los sesenta, antes de la publicación de Poesía en movimiento (1966) —ese mojón romano que sigue marcando un antes y después en la lírica mexicana—, el poema narrativo en sus múltiples variantes —poe­ ma en prosa, monólogo interior o poema versicular— era una constante de las prácticas poéticas de aquellos años. Octavio Paz, Jaime Sabines y Marco Antonio La Otra | abril-junio 2010


Con Eugène Ionesco y Emilio Carballido | 1968.

Montes de Oca habían escrito —y seguían en ello— im­portantes colecciones de poemas “que contaban cantando” o “que cantaban contando”. Como referentes más próximos a su generación, Ho­ mero Aridjis publicó, en 1964, Mirándola dormir, y un año después, en 1965, José Carlos Becerra —quien, por cierto, también participó en las reuniones del “taller” de Mester— haría lo propio con su primer libro titu­ lado Oscura palabra. En el primer libro, la aventura poé­ tica está sujeta a un devenir narrativo por arrabales y prostíbulos donde el de la voz cantante en el poema abre una puerta y penetra por igual a la noche y al deseo; la impronta surrealista, a la manera de Nadja de Breton, le permitó a Aridjis dar rienda suelta a la música mis­ ma de un fraseo ondulante y bifurcado, a la secuencia yo poeta | elsa cross

de escenas y de imágenes, sofisticadas y bizarras, que se colocan en la página no como la iconografía de una pin­ tura sino, realmente, como las de un cinematógrafo. El poema de Becerra, una elegía escrita a su madre recién fallecida, comienza con un poema estructurado tipo­ gráficamente como prosa; las restantes seis partes tie­ nen una composición de verso libre. Algunos de ellos rebasan la caja tipográfica y dan lugar al llamado ver­ sículo, estructura versal que será una constante en la obra del tabasqueño. Volviendo a su poema, el leit motiv es tema y variación de una ausencia evocada a través de un vendaval de imágenes en el que sobresale la lluvia entre todas. En el poema de Aridjis como en el de Be­ cerra existe un discurrir verbal creador de escenas —co­ nectadas no por un hilo narrativo, sino por atmósferas 




© ricardo vinós

comunes— que dan lugar a un drama poético; en ese tenor, con sus diferencias temáticas, cada poema se de­ja leer como liturgia. En esa misma década, Guillermo Fernández pu­bli­ có su primer libro, Visitaciones (1964), compuesto en su totalidad por poemas en prosa; los chiapanecos Juan Bañuelos y Raúl Garduño publicaban libros y poemas, respectivamente, con el versículo whitmiano o saintjohn persiano tan caro a las poéticas de esos años. In­ cluso, en la obra temprana de José Emilio Pacheco en­contramos poemas en prosa —“De algún tiempo a esta parte” y “Crecimiento del día”, de Los elementos de la noche (1963)— y poemas versiculares, varios de ellos reunidos en su libro No me preguntes cómo pasa el tiempo (1969). Bajo esas coordenadas formales, la aparición de la plaquette Naxos, un librito de apenas dieciséis páginas, puso a circular la voz de una poeta de veinte años —los poemas serían escritos entre los die­ ciocho y los veinte años— que llamaría la atención por el rigor musical y conceptual de sus prosas. La edición original de esta opera prima es una rareza, una joya pa­ ra coleccionistas. Sin embargo, el interesado puede acu­ dir al volumen Espejo al sol. Poemas 1964-1981, que la poeta ordenó en 1988; ahí encontrará las seis prosas —¿serán todas las de la edición de 1966?— de Naxos, con un bonus track relativo a su poesía inicial, un poe­ ma que se había mantenido inédito, contemporáneo de los textos prosísticos, titulado “Verano”. Éstas son, en resumen, las dos primeras estaciones de la escritura de Elsa Cross; en las prosas como en el poema —su primera tentativa de un texto lírico con­ catenado y orgánico en torno de tema o motivo— resal­ ta algo más que esbozos o insinuaciones de lo que se­rá su poesía en las décadas siguientes. Se observa, especial­ mente en Naxos, un interés por indagar los sentidos —como experiencia y conocimiento— de los mitos

En 1967.

grie­gos, bíblicos o prehispánicos. El poema en prosa con el que se abre la colección —homónimo del título de la plaquette— lo precede un epígrafe de Las meta­ morfosis de Ovidio que dice: “le entregó un hilo que él ató, a la entrada del laberinto…”. Sin embargo, la poe­ ta da un golpe de timón y deriva la revisitación del mito de Teseo y el Minotauro hacia una zona lateral, en los márgenes del mito mismo, y da voz a Ariadna una vez que el héroe ha dado muerte al monstruo del Dé­ dalo de Creta y éste ha abandonado, justamente en la isla de Naxos, a su cómplice en la aventura del labe­ rinto. Él se aleja “como furtiva ráfaga” y deja a la heroína “temblando como un desdibujado contorno de es­pe­ jis­mos.” La Otra | abril-junio 2010


© rogelio cuéllar

© jaime baldovinos

En 1984.

En 1985.

En el estilo de estas prosas o poemas en prosa es no­ table la construcción musical de cada frase, la sintaxis que sabe encabalgar, sobre una misma montura, expre­ sión, sentido y emoción. Sin exagerar, estos textos se leen pero también es posible —y necesario— echar mano del solfeo para darles fiel seguimiento. Por eso, a los antecedentes referidos párrafos atrás habría que agregar dentro de este ámbito armónico, libros y auto­ res como Ocnos (1942-1963) y Variaciones sobre un tema mexicano (1949-1950) de Luis Cernuda y, de manera destacada, la prosa de Juan José Arreola, especialmen­ te la de los textos que reuniría en Bestiario (1972), así co­ mo las versiones que hizo de Jules Renard, Paul Claudel o de O. V. de Lubicz Milosz. Especulando, ¿qué tipo de

novelas o relatos, tomando en cuenta los elementos de sus prosas tempranas, habría escrito Elsa Cross de ha­ ber seguido en la narrativa? Pienso en los cuentos y en los relatos de Marguerite Yourcenar, sobre todo. El segundo texto de Naxos se titula “Lamentación” y sigue, como variación y en correspondencia del epí­ grafe mallarmeano traído del poema “Herodías”, el te­ ma de éste, retomando la voz de la esposa de Herodes que conversa con su vieja nodriza. En la habitación de la reina, sentada frente al espejo, se desarrolla el diálogo con veladas evocaciones y temores a Juan el Bautis­ta y a su martirio. En el tono voluptuoso, delicado de Mallar­ mé, la poeta prosigue la trama y hace decir a la despo­ sa­da con el rey de Judea estas palabras:“Qué innombrable

yo poeta | elsa cross




Generación de becarios 1971-1972, del Centro Mexicano de Escritores. De pie: Agustín Monsreal, Dante del Castillo, Willebaldo López, Héctor Manjarrez, Juan Rulfo y Salvador Elizondo. Sentados: Elsa Cross, Francisco Monterde y Elva Macías | 1968.

dulzura sujetar tu cabeza, beber de tu alien­to las pala­ bras no dichas.” Tanto “Naxos” como “La­mentación” son algo más que ejercicio de taller, en el símil de los talleres de arte donde los alumnos se ejercitan copian­ do obras maestras del arte griego o renacentista; por supuesto, son algo más. La joven escritora supo remon­ tar los riesgos para este tipo de textos y desarrolló una mise-en-scène verosímil y vital, dramática pero sin dra­ matismo, donde la persona dramática —Ariadna y He­ ro­día— en ningún momento aparecen como figuras de un museo de cera. “Noche” y “Nosotros”, el tercer y cuarto texto del li­ bro, están hermanados por el discurso de la primera per­ sona del singular sin identidad definida; o tal vez sí la haya y se encuentre precisamente en su indefinición. 

En medio de este paisaje conceptualmente nebuloso veo factible la existencia de una identidad para ambas prosas: la voz del poeta o, también, la del poema. En “No­ che”, la declaración amorosa abre puertas al campo y el sujeto de esa pasión es múltiple, el amado, la poesía, la divinidad… La voz del poeta —ese ser que carece de identidad, diría Keats— enuncia entre dudas y peligros su única certeza: “Tu beso contiene la noche.” “Noso­ tros”, quizá la prosa menos afortunada del conjunto, tiene algo de proclama, de vindicación que no alcanza del todo para liberarse de su sedimento ideológico. Finalmente, los últimos textos —“El artesano” y “El trayecto”— son las prosas que más despliegan elemen­ tos na­rrativos propios del relato y no tanto, como sucede con las otras cuatro, los atributos de ese ser an­ La Otra | abril-junio 2010


cortesía de e. c.

fibio que es el poema en prosa. Los personajes de los dos micro relatos están plenamente identificados: un cam­pe­sino metido a artesano-alfarero, y una serpien­ te que aca­ba de mudar de piel; las historias —sus histo­ rias— son contadas por ellos mismos. Bajo el ímpetu dubitativo del monólogo, cada personaje se pregunta y se responde acerca de la vida y sus desasosiegos, así como de sus paradojas. Las respuestas, para cada uno, apenas se esbozan y se desvanecen como espectros a la luz del día, especialmente las del alfarero. Por lo que se lee en estos dos relatos, había talento y oficio en Elsa Cross como narradora; ciertamente, ese aprendizaje tarde que temprano desembocaría en su poe­sía, con otras variantes y regidas por otras leyes y misterios. v yo poeta | elsa cross

© rogelio cuéllar

En 2008.

En 1987.

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yo poeta

héctor carreto

un déjÀ vu: bomarzo

p. 56 | con su hija cecilia aura cross | © david mohror

E

n la lectura de la obra poética de Elsa Cross siem­ pre he tenido la experiencia del viaje. Sin embar­ go, aun tratándose de una ruta por la India, por las islas griegas o por el paisaje prehispánico, su palabra siem­ pre va más allá: mientras deambula, contempla y refle­ xiona, percibe, su memoria reconstruye recuer­dos. Bomarzo, su más reciente libro de poemas, tiene la peculiaridad de haberse escrito antes de la experiencia sensible. Poseedora de un oficio muy sólido, apostó por la experiencia a la que nos llevan los textos impresos y las reproducciones visuales. ¿Por qué no aceptar que, para contemplar algo, vale tanto la reproducción como el paisaje original? Ni siquiera hubo una intención pre­ meditada. La misma Elsa Cross explicó a la prensa que, mientras meditaba, empezaron a llegarle los prime­ ros versos que, después de sentarse a la mesa, fueron el inicio del extenso poema Bomarzo. De un tirón escri­ bió diez cuartillas. El hecho va más lejos. Quien des­co­ nozca que la autora hizo el texto antes del viaje “real”, podría creer que fue a la inversa. La autora confesó que, cuando finalmente conoció Bomarzo, era como lo ima­ ginó. No hubo sorpresa. ¿Experimentó un déjà vu? yo poeta | elsa cross

A mí la lectura me produjo una sensación extraña y, al mismo tiempo, placentera, aquella que se puede experimentar en la llamada “realidad virtual”: se ve pero no se toca, como en un museo o como en un sue­ ño. Cito dos muestras: El mar abrupto entrando a saco por estratos de la memoria.

Y este otro: El ánimo resbalaba sobre un sillón de cuero fino.

¿No es acaso eso el arte, que nos hace “vivir” histo­ rias, sonidos, imágenes que nos propone? Desde lue­ go, Cross no se abandona solamente a lo placentero del viaje. Al mismo tiempo que transita por ese jar­dín de senderos que se bifurcan que es Bomarzo, la poe­ ta recuerda, reflexiona y cuestiona diferentes niveles de realidad. ¿Cuál es la verdadera, o más bien, cuál tiene mayor peso?, ¿la de los “sueños flotantes” dentro del parque, o la que está fuera? Sus palabras nos lo reve­ 


lará a lo largo de la travesía: el universo está formado por muchas dimensiones que, en ciertos puntos, se entreveran: Entrecruzados los dos planos, de uno a otro fluctuaba la mirada como del pie al piélago, sin discernir de qué manera el camino hacia arriba y el camino hacia abajo son uno y lo mismo;

Un cosmos cerrado, una esfera, una energía circular donde

Los límites se volvían cifras errantes, aleatorias— un fiero abrazo del día y la noche —aunque son uno— de caos y orden —aunque son uno— de dentro y fuera de muerte y vida de divino y humano— límites errantes, en una orilla y otra violentados.

París, 1998.

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La Otra | abril-junio 2010


Pero, si el universo es una esfera perfecta, armoniosa, cabría preguntarse: ¿por qué un espacio tan armóni­ co como el renacentista pudo convivir con esas gro­ tescas e inarmónicas “deidades bifrontes” de piedra? Se me ocurre imaginar que tales imágenes fueron in­ cubadas por una pesadilla que, en algún momento y por alguna fisura, se infiltraron. En la concepción que actualmente tenemos del Renacimiento, Bomarzo sig­ nificaría lo anormal invadiendo lo normal; un virus atacando un organismo sano. Entonces, el universo es una esfera con una fractura. Por esa herida adver­ timos la “verdad” de otra realidad. La escuchamos: “el zumbar de la sierra eléctrica” con sus “filos ríspidos” podría distraernos —sacarnos— del viaje. Como en la lectura de un libro, estamos adentro y afuera al mis­ mo tiempo —y aquí se rompería la idea del viaje vir­ tual, donde se está completamente absorto en el viaje imaginario. El movimiento del poema es giratorio y en cons­ tante cambio; su rotación es la de una espiral. Así, los sueños mudan su naturaleza del mismo modo que la belleza clásica que, en cualquier giro inesperado, po­ drá trocarse en irregular efigie manierista:

Porque, finalmente, el mundo de afuera y el de aden­ tro, la vida y la muerte, la noche y el día, el sueño y lo tangible, la realidad virtual y la tangible, son las dife­ rentes caras de una misma piedra. v Invierno de 2009 poetas en babel

en 1970- | © aníbal angulo

En Bomarzo terminaban nuestros sueños. Era un depósito donde podíamos dejarlos, como entes vivos, sabiendo que al volver a ellos habrían cambiado, o estarían recubiertos de un polen tóxico y precoz o de fragmentos de alas de insecto y hojas secas.

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yo poeta

elsa cross

poemas

Ganges En la muerte de mi hija Cecilia 24 de noviembre, 1967-21 noviembre, 2007

1 Algo hubo al sentir tus cenizas, su peso suave envuelto en una bolsa de seda blanca, de tu primer peso, nacida apenas —la carita rosada, serena— envuelta en una pequeña cobija, todo encendido en la luz que pasaba a raudales por la ventana. Silencio. Asombro. Y el mismo eje disparándose en el tiempo hacia el extremo doble de la alegría y el dolor. Entraste y saliste de la vida a tu propio tiempo. 

Tus propios umbrales, Tus pasos, sólo tuyos. Un pequeño costalito blanco cerrado con un listón de seda dejando sentir como arena el peso, el paso de la vida.

2 Entrar adonde no sabemos. La barca cruza la niebla, espesa, como el dolor atado al corazón. La Otra | abril-junio 2010


No se distinguen las otras barcas ni la orilla —pregunta abierta que se cierra tras ese muro blanco.

todo este discurrir, sonriendo apenas.

Las plegarias traspasan como lanzas la niebla del corazón. Hunden en sus viejos sedimentos dudas que flotan, amarguras; fincan un orden en el nombre del Conquistador de la Muerte, Mrtyunjaya Mahadeva, el Gran Señor, mientras la barca sigue gravitando hacia una niebla cada vez más densa y el sol apenas se dibuja, disco pálido, en medio de la nada. La mano revuelve harina con el agua, flores, semillas y tus cenizas que caen sobre esa mezcla propiciatoria al tiempo que las plegarias les abren un camino. Tus cenizas, sus pequeñas lajas de marfil, van ya sobre el río, con las flores, que flotan y se alejan todas juntas, acaso acompañando tu curso; van más lejos y se pierden tras el cerco de bruma. Y tú, que estás, pero no estás en ellas, no te apartas de mí, como si tú misma vieras a distancia

3 Creces en la muerte. A más tiempo de tu no estar aquí, de tu vida otra, más enigmáticos los pasos de lo que aquí viviste, y lo que allá vas forjando en un silencio que se rompe cuando dejas caer tu risa por la hendidura de los mundos, o llegas en sueños a deambular como si nada. Pero allá, en esas cumbres o riberas, esos paisajes sin substancia, ¿a dónde vas? ¿qué cosas ves? ¿qué sientes? Y aquí, donde la densidad del tiempo a cada instante crece, tus huellas en dondequiera.

yo poeta | elsa cross

Kashi, diciembre, 2008

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Desde el puente Mirabeau un río, tú conoces su nombre, las orillas cargadas del día, como el nombre Paul Celan

1 Las vetas del fuego en la penumbra, duplican y desdibujan el mismo interrogante en recuerdo de un alba no alcanzada Esos sueños deslizan sus brillos satinados sobre la piel, tactos lisos como de superficies lejanas la penumbra abriendo hacia la luz su vía incierta.

2 Si se abriera, si se abriera al menos ese pasaje o veta o curso de agua; si se abriera en su volumen 

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de río o viento silbando rompiendo al paso los celajes de la memoria, descomponiendo la luz en prismas superpuestos el rayo único— nada tal vez: un prado límpido una sombra tan fresca, tan callada vibrando en torno.

3 Se oculta el sueño. Al descubierto el yeso de los muros, la descarnada lucidez harta de sí, el esqueleto que se vence —barco encallado. Y algo va fantasmal por pasillos inexistentes, barandales hacia un abismo muy corto, ornatos de feria encogiéndose bajo la desmesura de los ojos.

yo poeta | elsa cross




4 El silencio tensando el tiempo por venir estrecha en sus ángulos la mirada abierta en sus puntos de fuga. Y tú, ahogado en tus sollozos, cifras el tiempo por venir, callas lo que se agota en esos campos mínimos a la espera del estío que los cubra de verde, que llene de sus savias los epitelios frágiles-Y no puede distinguirse lo real de su propia ficción que se recorta nítida superponiendo sus tintes ilusorios. sus trazos fijos a la piel corruptible.

5 Dejaría por ti las rosas que no pusiste en los sepulcros, allí donde se secan 

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las mimosas silvestres y el amarillo invade el alcance del ojo; donde racimos de lilas frescas y pálidas ordenan el aire de la mañana. Allí donde el olvido intermitente hace venir del sueño los mismos rostros— y el surco de la frente ahonda en los mismos pensamientos la misma herida.

6 Tu corazón como una flor del desierto sin una fuente sin una sombra. La refracción desnuda trayendo a la piel sus dones— el pétalo vuelto espina. Y el viento sin alcanzar a llevarse la memoria, el polvo seco y doliente, las voces de timbres imposibles, las caras rotas.

yo poeta | elsa cross

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7 Cortes nítidos extensos sin fisuras en la superficie de lo real, en la quietud voraz tendiendo señuelos, allí, donde la mordedura se hincó en la substancia blanda del sentido, en las redes del liquen, en la respiración, en las aguas desdibujadas— agotando las cifras divergentes. Extensos, diversos como hojas de lirios. París, marzo de 2009

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yo poeta

marco antonio campos

joan margarit: pequeñas grandes casas entrevista

J

oan Margarit (Barcelona, 1938) ha escrito una poesía que parece muchas veces alejarse pa­ ra irnos dando a cada paso en la distancia una sensación de lo que ya fue y lo que se fue. Hay en ella una recuperación entrañable de lo mínimo: fugacidades, resplandores, murmu­ llos, atisbos, roces casi imperceptibles, huellas casi borradas, ecos lueñes, sombras que regre­ san momentáneamente sólo para volver a disiparse. No en balde una amplia antología de sus libros se llama Arquitecturas de la memoria. Obra poética donde el endecasílabo es el metro más usual, no hay casi pieza lírica que no parezca hablarnos desde lo más íntimo de la casa del corazón y nos haga parecer que es nuestra y que la habitamos. Margarit busca que cada casa es­té perfectamente alzada para que sea independiente en su unidad y, a la vez, cree en su con­ junto la imagen de una ciudad geométrica. Una poesía que, como él ha buscado, tenga in­ten­ sidad, concisión e intensidad. Barcelona, Santa Cruz de Tenerife, España, el mar, los viajes, los mitos, las fidelidades literarias, la esposa Raquel, los múltiples amores, la tristeza de los desamores, las hijas idas, son algunos temas de su obra admirable. Poeta y arquitecto, Mar­ garit ha amado también el cine y la música. Su obra poética la componen El primer frío, Es­ta­ ción de Francia, Joana, Cálculo de estructuras, Casa de misericordia y Misteriosamente feliz.

l Cuando leo y comparo sus poemas en catalán y en castellano, me parece que en el catalán la arquitectura y el verso se vuelven más estrictos, que se concentra más la emoción. Cuando se escribe en la lengua original siempre es superior a la traducción, excepto si los poemas son muy malos, entonces pueden ganar al traducírseles. No sabe cuánto me costó yo poeta | joan margarit

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Joan Margarit, 2009.

entender esto; de muy joven no podía. Creía que mi lengua era el castellano. Cuando uno empieza a escribir a los decisiete años, uno cree que la lengua de cultura ha de ser el vehícu­ lo de un poema. En algún libro mío he hecho un símil diciendo que la cultura es como una catedral, pero que la poesía no está para bóve­das ni torres ni campanarios ni rosetones: la poesía anhela la cripta. Claro, porque la cripta es la lengua materna y, por mucha cultura que se le eche encima, hay algo de­bajo que no se puede ignorar: la poesía aca­ba­rá iluminando siempre a la lengua materna. ¿Cuándo se dio cuenta que la estructura mental y los llamados del corazón se daban más en catalán? 

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Luego de múltiples ensayos y de escribir muchos años en castellano. Ahora, con más de setenta años, me pregunto: “¿Cómo no te desanimaste?” Y no lo hice por­que estaba convenci­do de una cosa tan simple como que yo tenía cosas que decir. ¿Qué es tener algo que decir? Muy sencillo: que cuando lees poemas de otros hay algo que no encuentras, y te dices: “Eso he de decirlo yo.” Y te pones a escribir, pero si lo haces en tu lengua de cultura, no hay manera de decirlo…. hasta cuando percibes que está pasando algo muy por debajo de todo esto. Te diriges entonces debajo de la cripta y te viene una luz de todo lo que no dijiste. Una vez, al revelárseme esa luz, se precipitó una especie de alud e hice diez libros en tres años. Después tuve que barrer mucho de aquello, porque, más que un exceso, fue una locura. Me parece que viví el destino de los bilingües en España en tiempos brutales: la guerra ci­vil ter­ mina, triunfa el general fascista y, como ha su­cedido históricamente, lo primero que aquí hace un dictador después del golpe de Estado, es prohibir el catalán. ¿La causa? No la sé. Ocurre entonces que la lengua que estudias en la escuela es una lengua impuesta. Así vivido, el bilingüismo es una lesión. Me da la impresión de que el verso que se le da más naturalmente es el endecasílabo blanco. En efecto, pero ello no me viene de Garcilaso de la Vega ni de los grandes del Siglo de Oro. Se lo debo an­te todo a Pablo Neruda. Es una herencia después de cien­tos de horas de leerlo cuando yo era muy joven. Me viene de sus poemas narrativos; lo usa mucho. ¿Cree que fondo y forma deben estar unidos? ¿Cree, como Mallarmé, que no hay diferencia entre poesía y prosa? En poesía siempre están unidos fondo y forma; sin embargo, en mí ha habido una cierta tendencia a pen­sar que la forma no debería preocuparme en exceso. Creo que la diferencia entre la poesía del siglo xx y la de lo que va del xxi es que la poesía clásica se distinguía de la prosa no sólo por la métrica y la rima, sino también por los temas. En la Edad Media y en el Re­nacimiento se sabía por el tema si era poesía o prosa; con el surgimiento del verso libre esto se volvió más complejo. ¿Qué es poesía y qué es prosa? A mí me pa­rece que la poesía ac­ tual ha quedado marcada por tres aspectos: exactitud, concisión y, si se quiere añadir, inten­ sidad. En tres o cinco versos se dice lo que en pro­sa requiere de un capítulo. De vez en cuando el no­ve­lis­ta deja respirar al lector, hace pausas, para luego emprender de nuevo la carrera; el poeta no. Pero pongamos el caso de poemas extensos modernos, como los Cuatro cuartetos, de T. S. Eliot. Sí, necesitas pausas porque son muy aburridos de arriba a abajo. yo poeta | joan margarit

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No le deben gustar los grandes poetas herméticos, co­mo Eugenio Montale y Paul Celan. En mi último libro hay un poema titulado “Leer poesía”, en el cual hablo de los poetas herméticos, y digo que tienen miedo pero no lo dicen. El hermetis­mo es un enmascara­ miento del miedo. Como poeta no me interesa en nada esa vía. Pero cuidado: estamos hablando de Eliot y Celan, que tienen un puñado de poemas muy buenos, pero esos poe­ mas no son herméticos. Es como el caso de los mejores poemas surrealistas. Hay otra gran excepción: César Vallejo. Más de la mi­tad de su poesía no se entiende, pero se siente siempre. Vallejo no es hermético; es difícil. La poesía tiene múl­tiples caminos. El poeta hermé­ tico le da al lector un regalo terrible: un contenedor vacío. Sin embargo, es un mecanismo de lectura tan válido como cualquier otro y debe respetársele. Pero a mí no me interesa; se­ría in­ capaz de ofrecerle a nadie un container vacío. En algo asocio su tarea de poeta con la de su profe­sión de arquitecto: un buen número de sus poemas me parecen pequeñas casas firmemente estructuradas. Haría una pequeña desviación de lo que usted aca­ba de decir. Si ha leído las Cartas a un joven poeta de Rilke lo relacionará. Estoy en una habitación de hotel y oigo los ruidos de una obra pública; entonces reme­moro en unos momentos todo lo que he pasado entre obras: hie­ rro, acero, el frío al llegar el alba, el alza­miento de los pilares, la lentitud de las grúas, los gritos de los operarios… Y todo esto, ¿qué? ¿Qué existe detrás de todo este jaleo? Es la búsqueda de un orden que sólo se alcanza cuando el edificio se termina y ya no se escuchan golpes ni rui­ dos estrepitosos. Imagínese todo el proceso aquí en Barcelona, cuando por décadas se cons­ truyó la iglesia gótica de Santa María del Mar, y de pronto, todos descubrieron la maravi­lla terminada. La vida —la poesía— es igual de violenta, sucia y ruidosa que una obra, pero den­ tro de ella hay un orden oculto. No hay diferencia entre arquitectu­ra y poesía: se trata de ver el orden oculto dentro de un estrépito. Si es raro encontrar un arquitecto que sea un poeta notable, lo es más cuando escribe poe­ mas que hablan sobre arquitectura y arquitectos. Partamos de un hecho. El poema es algo que no es literatura. Cuanto más viejo me hago, menos relacio­no la poesía con lo que me sugiere la palabra literatu­ra. La poesía es otra cosa. Estoy muy contento de haber­me acercado más a la poesía a través de la ciencia que de las letras. Me acerca menos el Quijote (lo he leído muy bien y lo disfruto), que el cuadro donde hay ese pan sobre una mesa, al cual Salvador Dalí le da una luz cegadora. Y te dices: “Esto es el pan. Esta increíble ilu­minación es lo que se parece, o es la poesía.” Recuer­de el argumento 

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de Galileo contra Aristóteles cuando éste habla de la caída de los cuerpos, es decir, que el cuerpo más pesado cae más rápido, y Galileo señala: “No, todos caen igual.” Ni Aristóteles ni Galileo tira­ron ninguna piedra; llegaron a sus afirmaciones mediante el razonamiento. Si Aristóteles hubiera tirado una piedra desde un árbol, se habría dado cuenta de que, sin im­ portar el tamaño, caen igual. Los libros de viajes de Charles Darwin para mí son más importan­tes que el Ulises de James Joyce, lo cual no quiere de­cir que no lea novelas. Entonces estaría de acuerdo con Paul Valéry en que la poesía es la más exacta de todas las ciencias. Lo he dicho numerosas veces de otra forma: si las matemáticas son las más exactas de to­ das las ciencias, la poesía es la más exacta de todas las letras. En el fon­do, poesía y matemáticas no tienen nada, o al menos muy poco que ver entre sí, pero ambas anhelan la exactitud. Que no falte ni sobre nada. Si falta,ya no es exacto; si sobra, menos aún. En muchos de sus poemas son notorias las repeticio­nes, pequeñas variaciones de palabras o frases, versos al inicio que se repiten al final. ¿Es para buscar nuevos efectos rítmicos, una mayor musicalidad…? Es una manera de hacer. Parto, al escribir, de algo muy concreto, con los pies en la tierra. Generalmente em­piezo con una anécdota verdadera. En algún momento, lo esperes o no, puede llegar a producirse esa ilumina­ción que llamamos inspiración. Yo no tengo imagina­ ción como los novelistas imaginativos; no me gusta —me da horror— imaginar grandes si­ tuacio­nes. Tengo suficiente con mi propia vida. ¿Qué es lo que le viene al comenzar a escribir un poe­ma? ¿Una sensación, una imagen súbita? Normalmente es un suceso, el cual puede ser —co­mo ese pan de Dalí— un trozo de ver­ dad. Salvador Espriú tiene una imagen muy hermosa: “La verdad era un inmenso espejo que se partió.” Se rompió en mi­llones de trozos. Entonces, cualquier trozo refleja la misma ver­ dad que reflejaba el espejo entero. El poeta trata de buscar esos trozos. Era algo que quería preguntarle, aunque de otra ma­nera. Muchos de sus poemas nacen de un instante fugaz, pero esencial, buscando que no se pierda. Es lo que he llamado suceso y usted llama ahora ins­tante fugaz. Se parte de allí para buscar el trozo de verdad, y cuando uno cree haberlo encontrado, cierra el poema. Es muy común cerrar con lo mismo o con algo parecido a con lo que se inició. Por ese ca­mino el poema es como una excursión: se sale del sitio para llegar al mismo lugar después de dar la vuelta: en esa vuelta está uno obligado a crear un pedaci­to de ver­dad. yo poeta | joan margarit

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Una excelente definición de lo que es la poesía —o al menos de su poesía— es un verso de Joan Margarit: “Es un atisbo de luz que deja el pasado.” Es decir, lo que entrevemos o creemos entrever en un instante del pasado remoto o reciente. Los melancólicos habitamos en poesía mejor en el pasado. Los melancólicos somos los únicos serenos y los únicos lógicos. Sólo tenemos el pasado y el pasado es nada. Es una ficción, una mentira. El futuro no existe y el presente acaba de irse. Pero piense en la poesía de Whitman, en el Neruda que nace de nuevo a partir de la Tercera residencia, en Ritsos, en Elytis: es la alegría de la vida, el esplendor de las cosas, la llegada del mar y la luz del sol: todo acaba de nacer. Es la felicidad como vocación. Es la exalta­ción del presente. Sí, pero no es lógica. Sabemos que no es verdadera. Sin duda hay bellísimos poemas de Neruda, Elytis y Ritsos, pero su falsedad nos resulta cargante. Los me­lancólicos, que vamos y vemos hacia el pasado, podemos ser tristes, pero no aburridos o, peor, cargantes. Prefiero al triste que al aburrido. En los poemas del Margarit melancólico está lo que se perdió, están la niebla, la penumbra, la oscuridad, lo “gris borroso, el azul perdido”… Hallamos también muchos más espacios ce­ rrados que abiertos. En el espacio cerrado del cual las personas hemos hecho nuestra casa. Donde no hay un espacio cerra­do es en la intemperie, y lo que a mí me interesa es la casa que hemos hecho las personas. Sin embargo, contradictoriamente está la presencia —la sensación— del mar. Creo que en algún momento usted dice que su escritura “se inicia con el mar”. La evolución de la humanidad ha permitido que se creen los símbolos. Algo pequeño que representa algo mayor o máximo. Quizá el elemento simbólico más poderoso es Dios. Es sólo una palabra, pero es el símbolo abstracto por excelencia. Siendo lo más gran­de y ele­ vado, no sabemos cómo acercarnos a él. Claro, el mar no es Dios, pero junto con el cielo son, después de Él, los símbolos más altos. Yo he vivido en una ciudad que se alzó y creció junto al mar, y no puedo ni me interesa ser ajeno a este símbolo. Pero lo que me gusta es el mar ver­ tical, o sea, el que se ve desde tie­rra. Si se agacha para ver el mar y es horizontal es por­que es­ tá en un barco. En su poesía está el mar, pero usted parece ajeno a las navegaciones. Le cuento. Desde los dieciocho o veinte años he vi­vido en Barcelona, y cuando no he es­ tado aquí es por­que he vivido en las islas Canarias, donde el mar tiene una presencia mucho 

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más inmediata y vigorosa. En las islas —hablo sobre todo de Tenerife— no se puede ser aje­ no al mar y al volcán Teide. Inclusive escribí un poema donde comparo el Pico del Teide con el Ki­limanjaro de Hemingway. ¿Qué ha significado para usted Barcelona? En sus poemas suele apuntar fechas y lugares pre­ cisos (las Ram­blas, el Café de la Ópera, Montjuic…). He pasado aquí una parte muy importante de mi vida, pero entendiendo no sólo el barrio gótico y el en­sanche, sino la periferia. Desde 1980 vivo teóricamen­te fuera de Barcelona; en la práctica habito en ella. Que mi casa esté en un municipio independiente o en el barrio de una ciudad, depende del humor o las ansias de poder de unos políticos que se hallen o no dispues­ tos a que un municipio pase a ser un barrio de otro municipio mayor. Da igual barrio que municipio. Po­demos decir que yo he vivido en Barcelona, excepto en mi niñez, que fue de continuas mudanzas de casa: un día conté que había morado en una vivienda distinta cada dos años. Pero po­demos decir que desde los dieciocho años he vivido en Barcelona. Es un pequeño gran país… Uno es del sitio en el que vivió de los veinte a los treinta años: esa edad de juventud y ma­ durez. Por ejem­plo, yo soy proamericano. ¿Qué significa esto? ¿Qué es para mí Estados Uni­ dos? Debo explicarme. No estoy hablando de política, sino de mi vida. Hablo de los años cincuenta, cuando yo tendría quince años. Aquella Barcelona era oscura, gris, cerrada, llena del miedo a causa del franquismo de la posguerra. Era una ciudad muerta, o casi. Y de repente Dwight Eisenho­wer pacta con Francisco Franco, y la Sexta Flota vie­ne a Barcelona. Imagíne­ se lo que era ver a esos diez mil marinos jóvenes, altos, bien alimentados, que se paseaban por las calles de la ciudad. Las muchachas empezaron a embellecer sus vestidos. Si entre ellas ha­ bía prostitutas o no, es otra historia. Los marinos traían dinero a una ciudad donde no lo había. Gracias a ellos escuchamos jazz. Nos llevaban a ver el portaviones y los barceloneses hacía­ mos colas ante las enormes lan­chas de desembarco, y en una de ésas subían a cien per­sonas para conducirnos al gran navío. Entonces no existía el terrorismo y era inconcebible pensar que eso fuera un peligro. ¿Usted imagina lo que era para un chiquillo, que apenas saboreaba de vez en cuando un caramelo, ver y vivir eso? Eso es Estados Unidos en mi aventura vital y no, claro, lo que pudo representar Bush. La ideología, Marco Antonio, mata la vida. En sus poemas la lluvia cae excesiva y minuciosamen­te. La lluvia no deja de caer y la ciudad se vuelve más gris. ¿Por qué esa obsesión? No lo sé. Inclusive llegué a escribir un libro que se llama Luz de lluvia. Tiene razón: ha sido un elemento excesivo. La lluvia tiene características simbólicas: uno, vida: donde no yo poeta | joan margarit




hay lluvia hay sequía; dos, si estás a cubierto y la contemplas desde una ventana, da una sen­ sación de refugio y protección; tres, al igual que la nieve y la niebla, la lluvia borra lo que es demasiado preciso. Son tres efectos irresistibles para una per­sona cuando escribe o habla del pasado. Barcelona es el centro innumerable, pero también hay una isla, la isla del tesoro (así la llama usted). ¿Es fi­gu­rada, emblemática, stevensionamente literaria, real? Es Santa Cruz de Tenerife, pero con un matiz importante. Es Tenerife, pero en los años cincuenta. Yo llegué allí desde aquella Barcelona pesada, gris, terri­ble, con los recuerdos de la guerra civil que aún que­maban en las casas. De repente mi familia se traslada a la isla de Te­ nerife, que está, creo, a dos mil quinientos kilómetros de la costa española y, por tanto, a cin­ co o seis días en barco de línea y a diez en barco mercan­te. Tenerife se hallaba lejos, lejísimos, como aquellos poemas de lejanías que leemos en Baudelaire. No ha­bía entonces turismo. ¿Qué encuentro allí? Un volcán nevado y mítico, platanares, gente maravillosa que ha­blaba un español dulcísimo. Llegué a hablar tan bien el canario que ni los de la isla distinguían que no era de allí. No sabe usted la pena profunda que me causa haber perdido aquel acento. Tenerife es mi isla del te­soro. En un poema mío de Estación de Francia (“Fare­well”) hablo de esto y de la isla. Después he cometido la torpeza de volver un par de veces. Uno no debe re­ gresar a esos sitios inolvidables, porque ya no existen. Hablando de islas, hay dos figuras legendarias en su poesía: Ulises y Robinson Crusoe. Yo no siento en su poe­sía, como en la de estos dos héroes literarios, las navegaciones perdidas. En ellos el círculo que se cierra es el regreso al país natal. Hay algo que va ligado con el mar y el sentido de lejanía, que usted y yo aún pudimos dis­ frutar en nues­tra juventud y que no tienen los jóvenes de ahora. Hay un poema de Elisabeth Bishop que traduje (“Crusoe en Inglaterra”), pero que ojalá lo hubiera escrito yo, y que es el mejor que se ha escrito sobre el mito de Crusoe. Es el regreso muy tardío a casa. Yo he escrito dos variaciones sobre el viaje y la vuelta de Ulises. Una, por ejemplo, “El desprecio de Calipso”: a la diosa le parece bobo que Ulises quiera volver con Penélope, pero lo ayuda y lo aconseja, aunque lo desprecia, para la navegación de vuelta; la otra, en “Ulises en aguas de Ítaca”, donde Ulises camina y atraviesa la playa, pe­ro la arena no se mueve y no quedan huellas en la pla­ya porque Ulises no existe. Siempre me ha gustado jugar contra los mitos. En sus poemas hay amor y desamor. De un lado, numerosas mujeres efímeras que el poema recobra en el instante perentorio o fugaz en que se perdieron; del otro, como usted escribió, ha buscado siempre “la misma mujer, la misma ciudad, la misma historia…” 

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Hay varias maneras de resumirlo. Uno de mis libros más exitosos es el que se titula Poesía amorosa. Tiene cerca de cuatrocientas páginas. Es interesante lo que se entiende por amo­ rosa en los capítulos que contiene: por mi mujer (Raquel); por mi hija muerta (Joana); por mis otros dos hijos; el amor en general; por los amigos; por la ascendencia familiar que que­ dó detrás y llegan y aún te empujan, y el amor, claro, por las mujeres, que no son las lícitas ni legales, pero que tal vez en un momento hicieron tu vida más intensa. Usted me contó en un viaje andaluz de Córdoba a Lucena una anécdota deliciosa de una vez que su madre y su hermana iban en un auto oyendo la radio… Sí, y de pronto aparecí yo leyendo ese poema de que siempre he buscado la misma mujer, la misma ciu­dad y la misma historia… Al oír esto, mi madre, ante la risa de mi hermana, exclamó: “¡Sinvergüenza!” Pero hablando del amor familiar, en el poema “El banquete”, lo que hace usted es más bien un voladero de cabezas. Es un poema de amor. No, no lo veo como un poema afectivo… Claro que sí. Acaba diciendo: “A pesar de los mons­truos nos une el amor.” Los monstruos es la sociedad inmediata que te impide ser feliz o te impide amar. Sólo en altamar sobrevive el amor, como dice Maiakowski, o no sé si lo digo yo en un poema sobre Maiakowski. Es un error traer ese amor hasta la costa; acaba despedazándose en los escollos. Los poemas de amor paternal, los que escribió por sus hijas idas (Ana y Joana) son de triste­ za y dolor, de piedad y ternura. Ana murió muy pequeña. Es un impacto, pero no hay tiempo para otra cosa más que para este impac­to. Yo tendría como veintiocho años. En cambio, Joa­na es una persona abso­ lutamente clave en mi vida. Era deficiente psíquica y física. Es alguien sin más herramienta que el amor para ir por el mundo y defender­se del mundo. Joana lo entendió enseguida. Era toda amor. Alguien así no parece de este mundo. Cuando entra en el quirófano final le dice al cirujano que lo ama y el cirujano sale llorando porque ningún paciente en su vida se lo había dicho antes. Joana sabía escuchar dos horas música de Bach o de jazz. Joana sabía escu­char pero no sabía —no podía— escribir. Fue tan clave para mí que escribí ese libro llamado Joana (2002). Vulneré ese principio básico de la poesía, según el cual se debe hablar, no de sen­ timientos, sino de experiencias de sentimientos. Hablar de sentimientos produ­ce normal­ mente un mal poema. Yo no tenía tiempo; no podía esperar, y así lo dije en el libro. Fue yo poeta | joan margarit

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cuando me enfrenté con la poesía y me dije: “De acuerdo, pero si ahora no me sirves, hemos acabado.” También por es­to es muy importante para mí este libro. Nacido en 1938, le tocó vivir más de treinta y siete años de franquismo. ¿Lo recuerda como un mal tiempo? Aun dice usted en un poema (“Autorretrato”) que no fueron “los años más felices de mi vida”. ¡Un momento! Decir que “no fueron los años más felices de mi vida” se refiere a una in­ fancia. Ese verso es una réplica a Jaime Gil de Biedma. Ahí juego a distanciarme de él, porque Jaime escribió en un poema que los años de la guerra civil (1936-1939) fueron los más felices de su vida. Claro, él era un niño rico, lo lle­varon a Segovia, donde no se enteró siquiera de la guerra. Y yo respondo: “No, yo sí me enteré poco después, y no fueron los años más fe­ lices de mi vida.” Nadie debe decir de una guerra civil que fueron los años más felices de su vida, aunque haya sido verdad, aunque sea solamente por conmiseración a quienes murie­ ron o sufrieron tanto. Por eso lo escribí, no por hacer alar­de de mi infelicidad. La guerra civil no la recuerdo; sólo tengo los recuerdos de mis padres, y entre ellos o dentro de ellos, una mezcla donde no sé si la verdad lo es o no, o hasta qué punto lo es. ¿Sus padres tenían simpatía por algún bando? ¡Qué va! Estaban muertos de miedo como el noventa por ciento de los españoles. Se halla­ ban en Ávi­la en viaje de novios. Se casaron, imagínese, en julio de 1936. Por poco no tuvie­ron tiempo de coger el tren de vuelta a Barcelona. No tenían dinero. Mi madre, que era maes­tra, venía de un pueblo de pescadores, y mi abuelo paterno llegó a Barcelona a trabajar como mo­ ­zo de carga. Hay un poema donde usted habla de tener “una ví­bora por patria”, y dice de la noche de este país que “es un juez vestido con una toga negra”. Mi relación con España, al igual que con Barcelo­na, es de amor-odio. No puedes amar sólo a tu patria y tu ciudad. El patriota de tiempo completo es poca cosa. Yo prefiero hablar de país y de patria. El patriotismo es la vindicación de la sangre. A mí me asustan palabras como sangre o patria. Por mí pueden irse para siempre al carajo desfiles, discursos, escudos, himnos y banderas. v

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yo poeta

joan margarit

classicisme | clasicismo

Al servei militar van declarar-me tirador de primera. Apuntava imaginant ser vora d’un abisme, d’esquena, amb els talons damunt del buit, per mantenir el cos i l’arma immòbils. En disparar, tancava els ulls mirant cap a algun lloc dintre de mi. La vida va esborrar aquella història fins una nit de quaranta anys més tard, en la penombra de la cambra on s’estava morint la nostra filla. Amb quina ràbia vaig tancar els ulls en aquell coit desesperat. Vora l’abisme, un acaba apuntant l’arma cap a ell mateix. Per això ara visc en aquest lloc on només compten els diners, els justos per comprar una soledat que s’assembli a l’amor. I que potser és l’amor.

yo poeta | joan margarit

En el servicio militar me declararon tirador de primera. Apuntaba imaginando estar al borde de un abismo, de espaldas, los talones en el aire, para así mantener, inmóviles y juntos, cuerpo y arma. Al disparar, cerraba los ojos y miraba hacia un lugar dentro de mí. La vida fue borrando aquella historia hasta una noche, cuarenta años después, en la penumbra de la habitación donde estaba muriendo nuestra hija. Con qué rabia en aquel desesperado coito cerré los ojos. Tan cerca del abismo acaba uno apuntando el arma hacia sí mismo. Este es el motivo por el que ahora vivo en un lugar donde no cuenta ya más que el dinero, lo justo nada más para comprar alguna soledad que se parezca al amor. Que quizá sea el amor.

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miscelánea

marco antonio campos

no he regresado

“A los lugares hermosos, donde fuiste feliz, si te pasan los años, cuando el reloj envejece, no se debe volver”, oí que me decía Joan Margarit en el Café de la Ópera. Veía la Rambla, el Teatro del Liceo. El tigre del otoño, con uñas feroces, desgarraba el follaje de los plátanos. “No te equivoques. Deja que lo bello lo transforme el alma.” Y recordé aquellos días en Acapulco, del setenta y uno, azules días de mayo y de septiembre con muchachas soleadas y amigos buenos en casas ruidosas, o en playas donde el deseo quemaba mucho más que la arena ardiente, o guiando coches velocísimos sobre la costera, o bailando en pista de estrépito en el círculo del Boccaccio. Yo tenía 22 años y todo el ímpetu del ciclón sobre las aguas ribereñas y la tierra firme. “¿Sabes, Joan? Desde aquel entonces no he regresado. Desde aquel entonces no he querido borrar los días de entonces”. Barcelona, 2009

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miscelánea

horacio fiebelkorn

poemas

Caballo en la catedral i Yo lo vi yo lo veo Bajo la catedral masticando Fotos viejas de comunión y tranvías Ya están amarillas En la catedral había un caballo y nadie me lo cree Lo vi todo el tiempo correr ciego y soberbio en La avenida de la sangre y el aceite La huella de la tormenta le embarra los cascos Y se le monta la luna que huye en los parques al galope Ah la espuma rabiosa del yobaca en el mordido alambre Un látigo afilado al bruto noble alucinado yo lo veo A la bestia loca Que se abra tu mano y quite La cosquilla del lomo A este animal absurdo Sabe mejor el cuero con la sal del aire La boca que devore el terror del caballo miscelánea

Comerá de sus belfos Cuando despierte el rocío Junto al fuego Que desmorona el templo

ii Mirá como trota la cabeza de Rodríguez Jugaron un picado con su pobre emoción Se le reventó la uva y lo envasaron Y no hubo más cielo Al palo mayor lo izaron Todavía le colgaban las pelotas Y al aire se le quemó el último pájaro

iii ¿Otra vez ahí nene? ¿No te cansa la crin sacudida el casco vigilante la piedra Lavada resoplada? Fuiste A visitarme a casa 


Y yo no estaba Pero igual te atendí

Ella era una fiesta En los dientes de Mickey Mouse

iv Vos estabas cuadrúpedo Cuando vimos el naranjazo del Speedy Vereda a vereda en la 45 El naranjazo verde que se estrelló en la pared Y aplastó una mosca Venían de todos lados para verla Y empujabas la bicicleta del paralítico La empujabas un poco y seguía solo y podía Levantar quiniela en casas de paredes celestes

vii Todos decían que mamá estaba loca Plantó maíz al lado del naranjo En la vereda regó y regó Y creció una caña y un choclito La gente los autos pasaban y miraban y decían “Mirá el choclito” Casi un animal que sonreía Hubo un tipo que lo pateó y lo destrozó Como si cada grano Lo siguiese puteando Y a vos se te acabó el pasto y comiste de la muerte Al galope por la destilería

v ¿Alguien vio a alguien como Teresita alguna vez? Al menos una gota en la blusa de Teresita queríamos Hubo fiesta en su casa un día antes de Ezeiza ¿Qué pasa afuera que todavía no llueve Como el día en que el padre de Bolita Quedó borracho y seco en la rambla? Flameó como Lawrence de Arabia Después que los turcos le rompieran el culo Bolita tenía la cabeza como un huevo

vi Y llevaste a cabalgar al hijo del Ganso viudo Tenía una bolsa con raras comidas Un día con la novia se fumaron un malvón Y se les puso de goma la mandolina en el Bosque En la punta de sus dedos un fuego azul Cuando el hijo del Ganso despertó 

viii Las chicas de enfrente se han puesto purpurinas La cara les brilla como el teléfono de un carnicero Yo las miro y pido tres deseos: Quiero un besillo en la mejita Y una sobija en la mandorga. Una tormenta apacible En las piernas más lindas de la calle. Para cuando seas un poco más puta Y no confundas catarro y pasión

ix Yo lo vi yo lo veo En el río qué hago Acá en la orilla Del maldito río La Otra | abril-junio 2010


A esta hora de la noche cómo Hice para llegar A la orilla del maldito río a esta Hora de la noche cómo Hago para salir de la Podrida orilla del maldito río Es tarde y temprano y está rojo el ojo y la Luna pincha como una tuna

x (adiós) Esta claridad Un poco rara Ahora todo parece en su lugar Pies en la ventana Ojos en la alcantarilla Humo en los pulmones Un camión en la oreja Y una horrible canción entre el techo y las ramas secas Ruidos y cabezas contra la pared Cada cosa en su lugar Esto desde luego Si razonamos como el general Julio Argentino Roca Que en más de cien años No ha cometido un solo error Así es la claridad Rara y matinal Pero a no preocuparse Llegará la noche con su cristalería A humedecer con su aceite mágico La máquina del olvido.

miscelánea

Monólogo del quieto En los tiempos en que todavía era un poeta sucedió que me enamoré de una estatua Pude seducirla cuidarla de otras manos dejarla erguida en el jardín Los problemas empezaron el día de su primer palabra Desde aquel momento miro cómo me cagan las palomas y no me cansa dejar la mano extendida saludando un parque vacío En el hueco del otro brazo alguien suele ponerme un diario doblado a la mitad

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miscelánea

aline pettersson

poemas

Soñar El jardín es eternidad para los ojos, el olfato, el oído, en la exaltación de sus facetas al ritmo de los pasos, al leve agitarse de la fronda con el viajar de los aires.

Se transforma el panorama por sobre la mirada, incapaz de aprehender el movimiento. Y la materia prosigue su mudanza con íntima voluntad de permanencia.

Ahí todo sucede en una cadena tan cambiante y continua como el tiempo para permanecer igual mas diferente. Sutil metamorfosis en sólida atadura vegetal.

El tiempo del jardín atempera la maligna irrupción de sobresaltos en un renacimiento que transita por el sueño soñando eternidades.

El mañana es el presente del verde afable de los brotes, la lujuria de las flores, las flamas que incendian el follaje, la desnudez esencial de la corteza.

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Ya era tarde Muchas lunas han viajado desde entonces mostrando su redonda y blanquísima opulencia. Comparé la densidad de tus pupilas con el envés jamás visto de su cara. La lobuna materia de tus ojos, sus luces nocturnas, el hambre opaca de tu voz, el roce de tus dedos en los míos me alteraron. Apenas pude contener al cuerpo que, renaciendo, yo dejaba morir. Le vedé mostrarte mis orillas, palpar la fiera consistencia de tu piel. Y así agonizó ese encuentro postergado. Aquel día las palabras erigieron las crestas de un deseo que no iba a acatarse. Ya era tarde. ¿Lo era? miscelánea




miscelánea

juan manuel roca

fantasmas s.a. de jaime londoño

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arece una tautología: todo fantasma pertenece a una sociedad anónima, como anónimo es su nom­bre. Por algo, y al decir de Jaime Londoño, estos seres del trasmundo “le piden limosnas al viento”. Si algo tiene la poesía de Londoño es que, en su tra­ to con los fantasmas de la imaginación, con esa suer­ te de endriagos que son las cosas poco visibles pero imaginables, es que ella le sirve de caserón a sus presen­ cias para que jueguen a placer, a su aire, a su legítimo antojo. Pero no se crea que se trata de una poesía compla­ ciente porque esté tocada de una gozosa ironía. Hay un entrevero de dolor y de burla y un deseo de colonizar temas y territorios que no tienen una sacralizada he­ ráldica poética. Ni siquiera cuando habla de la última e íntima relación de Li Po con la luna cede a los falsos lirismos. Parece recordarnos, con don Alfonso Reyes, que “hasta los perros sienten necesidad de aullarle a la luna llena, pero eso no es poesía”. Una gavilla de Lázaros redivivos sentencian “la ma­ la puntería de la muerte”. Caruso, o su fantasma ope­ rático, se sorprende de “la cascada de ruidos que se van

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por el sifón”. Sancho se niega a seguir las dietas de razón a las que quisiera someterlo el Hidalgo que sa­ bemos. Toda una empresa hecha de sombras, de in­ certidumbres, conforma el libro Fantasmas S.A. Los socios de esa evanescente empresa saben que nadie los conoce, que a nadie hacen falta, pero es porque, a su vez, no conocen a este poeta que emplea la pala­ bra como si fuera una ouija. En estos poemas hay, además de ese trato con los fantasmas, una serie de preguntas sobre el destino, el azar, lo que llamamos pomposamente la muerte: la muerte que es un corredor de fondo frente al que per­ demos todas las apuestas en una pista construida en los límites del mundo. Como buen poeta, Londoño sabe enmascararse. En­ mascara su soledad con la careta de la ironía. Encubre sus desgarradas preguntas por la vida con el pa­sa­mon­ tañas de una supuesta fantasmalidad. Bajo ese río sub­ terráneo yace el mascarón de proa de su poesía. Es la suya una voz personal, despojada, que sin pre­ tenderlo se inserta en un pequeño filón de la poesía colombiana, el de Gotas amargas de Silva, el de Suenan timbres de Vidales, el del dulceamargo Luis C. López, esto es, un filón que sale de una poética de ideas pero también de imágenes desplegadas como bur­la de sí y de los demás, o como burla de los demás en sí mismo. Es de agradecer que los poemas de este libro nos re­ cuerden que “son indispensables los fantasmas, / si no fuera por su baile / a nadie le importaría el pasado”. He ahí, de esto se trata, de ver desde el callejón de la historia, desde un espejo retrovisor, una larga ronda de fantasmas, lo que con grandilocuencia llamamos la humanidad: multitudes que fueron, que somos y serán, entrando a una casa que habitan y deshabitan la muerte y el tiempo a su antojo. v La Otra | abril-junio 2010


miscelánea

jaime londoño

poemas

Balas

Poesía A todos los que matan en las marchas pacíficas

Las balas de los policías no matan, son elementos mágicos que zumban por el aire y se dispersan entre el gentío sólo para darle compás a la cadencia de los que marchan. Pero no matan. Son inofensivas, los soldados las toman al desayuno para combatir las ordenes de latón. Las balas salen felices de las armas, aplauden desde el aire las consignas, pero no matan. Los orificios en los muertos son ecos del hambre y la tristeza.

miscelánea

Arde porque es de agua y se frita entre las hojas y las ramas. Anda a tumbos por las voces y pasa de grito en grito hasta los confines hasta los más confusos lugares. Y arde como el cielo que chispea mientras danza en los labios el refugio de la muerte. Se caldea, se crepita, su canto labra en lava las letras de fuego, las palabras en las que se mece el universo. Arde porque es de viento y sabe a nube a paso a piso a las cosas leves que se llevan los cometas a los bichos que cantan la canción del verano mientras el calor se duerme sobre la tierra que pasean las hojas. Arde en frutos de libros encendidos y nombra, y te nombra mientras el poeta duerme en su regazo.




Avalancha Sonora la punta que vaga sin su trazo. Con eso nada Con eso nada Por el tejado brisan las espinas que se derraman en la calle. Con eso nada Con eso nada La tinta que serpea por los nervios sabe de los dibujos secos que hace el paisaje cuando arrecia. Con eso nada Con eso nada Los bríos del viento desbocan las casas, sus moradores usan los sueños como riendas mientras el río se lleva los enseres. Con eso nada Con eso nada

No No se monta al bus por la parte trasera, a No le compran nada, desciende infeliz, regresa por la avenida limpiando todos los sí 

que avanzan meneando la cabeza. En los semáforos No pide y mientras pasan los autos No sueña con manos blandas que descienden desde otras nubes para tomarlo en brazos y mecerlo. A veces No duerme bien, le alcanzan las sobras para comprar el vestigio de los sueños. No visita la playa, reconoce el sabor marino en la brisa menuda que le baja del ojo y le llena la boca de oleajes amargos. Con los dos palmos de vida que le quedan No sube a la luna como si fuera la muerte.

Tristeza Siempre habrá un Moisés que se escape de los párpados y se aleje por los canales en busca de la sequía. Quizá en la otra orilla tenga alegrías menos imaginarias y halle en sus muelles y caminos las certezas que ha perdido. Cada Moisés se calienta los labios con las máscaras de frío y pronuncia en monosílabos los cantos que se trizan. A veces se acerca a la risa con el miedo luminoso en la mirada a la espera que la dicha no se torne en látigo. La Otra | abril-junio 2010


El Moisés que emerge de los ojos no tiene una jauría de crédulos que lo acompañe al exilio. Antes de entrar al sueño saca la cabeza de los ojos.

Programación Al ingresarle el primer verso levantó la mano y midió el espacio que crecía más allá de sus circuitos.

Espadas Ni la espada Gram que Sigurd extrajo del madero para darle gloria a Odín, ni la traicionada Durenda que acompañó a Rolando en la retaguardia mientras Carlo Magno afilaba el mapa con Joyeuse, ni la cimitarra de la luna creciente que se enfrentó a Excálibur y a la Cantadora, fueron tan felices en batalla. Con una espada más alegre la cocinera encabritada rebana las mollejas y las ancas.

Con la musicalidad sucesiva en los acentos parpadeó al presentir el polvo que levantan las metáforas al momento de emprender el vuelo. Forja Terminada la primera estrofa empezó a mover los labios con la intención de saborear el aire y lamer dulcemente las voces que allí se reunían para darle aliento. Durante la segunda estrofa se dejó elevar por el ánimo y tornó a pensar en campos lejanos, en luchas, en batallas. Al finalizar el primer poema se figuró cosas eternas, una nostalgia irisada se inventó su mente y se hizo libre.

Golpea duro el metal con el martillo regrésalo al fuego dóblalo para que reflexione extiéndelo con el mazo hasta que cante el yunque vigoroso. Dale vuelta a la piedra de amolar que la velocidad le saque chispas al acero. Prueba el filo con tu lengua así cada verso podrá despescuezar la carne para que brille el poema o transmigre la vida.

No se supo en qué momento empezó a cantar. miscelánea

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miscelánea

myriam montoya

poemas

Acudimos a una irrealidad donde creemos palpar el rostro de un ancestro

Sé que aún iré a parajes recónditos que antes fueron míos y por obvias razones dejé de habitar

La entraña de mi madre restituida en mi hija y en mí o es tu esperma esta fuerza oscura y antigua que me empuja a ser rebelde hasta desear las armas por justicia y por crueldad

Con mínimas palabras balbucir los estragos del desarraigo me hace crecer alas y menguar el olvido Trunca es mi errancia tramos de vida enterrados rostros y paisajes perdidos

Hay un trasmundo que por momentos habito imposibilitándome el presente beso la llanura la palma de una mano

Soy sobreviviente a veces tortuga milenaria otras ave rapaz

En la semilla del verbo me recobro De Brújula del día

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Trucos y astucias he aprendido en embarcaderos y muelles La Otra | abril-junio 2010


He cruzado fronteras y sembrado amor en los apuros

La aglomeración instiga

De Brújula del día

Ínfima entre las murallas de las lenguas recorro los bulevares de la Babel que habito firmes fachadas ceden paso a mi albedrío Cruzan mujeres y hombres de todas las migraciones de todos los frentes de guerra de todos los remansos y edades de la civilización

Cosas inservibles invaden la discreción de todo rincón atestan la libre vista de los balcones En reducidos metros cuadrados plegamos la cama para desplegar sillas y mesa plegamos mesa y sillas para desplegar la cama No hay cabida para demasiados invitados ni para mucha alharaca ni desbordamientos de melancolía y mucho menos excesos de euforia A la mesura de las cuatro paredes deben desbocarse las voces De Brújula del día

Destella en las ventanas el tesoro de las luces mas al franquear ciertos dinteles amenazantes muros se estrechan constriñen acechan el diálogo interior Forcejean cuerpo y mente por maniatar o expulsar de sí el doble que nos posee que interminable nos cuestiona hasta el desdén En el tórax toma posesión el asma y el cielo raso conspira con desplomarse

Sobre la seda de la piel destellos minerales Diamantes poliédricos en la aleta de la nariz Rubíes en los pezones Balines de oro en el ombligo Aros en el clítoris Un pendiente en el glande Crece la uña metálica que araña y acaricia… Un punzón de silencio escinde el ser en la rigidez momentánea de la anestesia Perforaciones Desgarramientos Ritual intrascendente del derroche para exorcizar la nada De Flor de rechazo

miscelánea

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Incansable búsqueda Abrigarse de la desnudez y de la intemperie Afilar la obsidiana Envenenar la flecha Forjar la lanza Templar la hoja de la espada Vestir un chaleco antibalas Imprimir en la piel un tótem con líneas de hojarasca Tatuar el éxtasis de la danza Ampararse en la horda Escabullirse solitario en un bosque Desaparecer tras las columnatas del arrebol Remedar la hoja Apostarse entre el barro Fundirse en el betún de la noche En las neblinas de la aurora regresar De Flor de rechazo

Mutilación Arriban las voces del inframundo gregario en la edad en que el fulgor de las dalias y las vibraciones del aire festejan la inocencia Danzas coros elevados al sol y a la luna ahogan el grito La flor sangrante pacifica el terror colectivo y masculino La doncella iniciada sobre una hamaca cicatriza De Flor de rechazo

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miscelánea

ismael lares

poemas

a. Mi saliva desemboca entre tus piernas. b. Estanco en tu sexo: mis aguas te acarician. c. La lujuria se desborda, inunda este poema.

1. Aparece un cuervo la noche lo bautiza. 2. El poema duerme sus versos aletean. 3. Brillan los ojos del poema el cuervo se los arranca.

miscelánea

i. Leo: la página me desgarra. ii. Leo: ruge la palabra. iii. Leo: poema de la sabana.

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Un árbol se desnuda: el verso lo reviste de otoño. Este verso se inunda: la palabra canoa lo rescata. El árbol y la canoa bautizan al poema.

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Levanto Una edificación En tu nombre Es de cemento Blanco Techo de seda En tu alcoba Una cabecera Como erección Se levanta Tu lengua De babel Y todo Se derrumba

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miscelánea

stephanie alcántar

poemas

Estoico rincón de las heridas El día que se abra el intento como naranja caída de la hoguera sobre el lúdico vértice de tu espalda y la cariada noche del perfume roto vuelva a la estéril posición de vástago un verbo conjugado contigo en el estoico rincón de las heridas morderá la góndola de los ademanes y los letargos desunirá el polo descubierto que nos permite contenernos a solas.

Con el sufragio vespertino de mis soledades consigo dislocarme la memoria hundir en el concierto de gaviotas el efímero fastidio de las células La comarca de palabras que no habito es un viernes sumergido en la placenta epistolario de las grietas amarillas que ahorca los disturbios con grafemas miscelánea




Por eso cuando intento levantarme sobre un tiempo que no puede sostenerme se yerguen primero las palabras como si mi sombra se inventara otro cuerpo. El grito de la orquídea Él tiene dentro de los ojos la última vereda de los nogales el sonido de los ferrocarriles atorado en la garganta ella tiene los ojos en celo en las pupilas cabe esa fertilidad amarga de la certeza él está solo con su mirada dentro de la luz de los columpios y el ruido que producen las estrellas cuando no las miran ella padece una mirada encuadernada su mirada es profunda, pero hondamente simple como para soportar un elefante una ciudad completa pero apagada a ella no le cabe nada dentro cuando abre los ojos juntos tiene una orquídea que mirar cuando están dormidos ella se fue de casa y él quiso gritar para nombrarla quiso cerrar los ojos como ella azotó la puerta ya no tienen ellos una orquídea en los ojos ella lleva en los labios un arroyo vencido y él está dentro de los ojos de esa mujer que no lo mira.

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miscelánea

roberto méndez

poemas

Paisaje de rocas Los viejos maestros colocaban al fondo un paisaje de rocas. Tal vez sobre la más áspera se alzaba una torre de Jerusalén, o, casi entre las espumas furiosas, unos pescadores con­ templaban —sin demasiado asombro— la caída de Faetón y con él, de la luz toda, en el seno maternal de las aguas. Las piedras, la aridez, como límites para el ojo. ¿Qué había delante? La tañedora de viola, el gentilhombre con un libro griego, el místico con la piel rasgada. Todos en espera de la barca providencial. Detrás, piedras y más piedras…

En mi sueño Había una manzana en mi sueño. Bastaba alzar el brazo y acercarlo al estante helado. Bastaba con desear su bermellón eficaz, su soledad entre otras semejantes. Colocar la mano en el sitio justo. Pero el aire mordía los dedos. El indiscreto soplo la alejaba siem­ pre lo justo para reiniciar el gesto. Danza de la perplejidad. Escarcha en el tacto. Así una, otra vez: la mano, el estante y el sueño que se lleva la manzana a otro párpado. No se pue­de. Al despertar busqué manzanas en la ciudad y no pude encontrarlas. El día pro­ longa la sed del sueño.

miscelánea




Cuando dices “no”

Cuando dices “No”, la mano queda en el aire y la antífona, deshiladas sus palabras, se corta con la respiración más débil. Cuando dices “No”, el sueño se va o se puebla de visitantes torpes. Sería mejor que amaneciera antes de las cuatro, pero el “No” es una espada que divide la sombra natural de la más espesa. Basta con que niegues para que deje cerradas las ventanas de la casa y la recorra cien veces como a un libro sellado al que se suman los textos del polvo. “No” y vuelvo a prepararme para morir un poco como en la infancia a la hora del castigo. “No” y me interrogo sobre la frontera brevísima entre el sonreír y lo que nos sobrepasa. Cuando dices “No”, a ciertas horas, tengo un siglo más y puedo atravesar por cualquier rumbo lo oscuro y cerrar con la mano izquierda la cancel de la memoria. Justo dijiste “No”. “No”. El Sí escapa por la cabecera, rumbo al tejado de los otros, como un ave rara. 

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artes plásticas

jorge juanes

rafael charco

el viaje del nómada

Barbie | De la serie Migrantes | impresión digital | 37.5 3 50 cm, 2009

artes plásticas | rafael charco

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Penetro en ti, camino, y miro a mi alrededor; creo que no eres lo único que hay aquí, creo que aquí hay también muchas cosas que no se pueden ver. Walt Whitman

L

a sociedad del exceso y del consumo es, en verdad, una apoteosis del desecho, de la creación incesante de basura: efecto de la muerte final de mercancías otrora rutilantes. Dicha sociedad propicia tam­ bién el nomadismo trágico, la migración irremediable de los explotados, de los desplazados de la tierra. Rafael Charco vivió todo esto en su pueblo en Guerrero, ya que pudo ver desde la infancia a los coterráneos que

emigraban en busca de trabajo. También él partió en busca de alguna tierra prometida. Y en tal andanza des­ cubrió el camino incierto y abismal del arte. Puede ha­ blarse en su caso de una aventura artística sumamente creativa, de lo cual son buena muestra las placas de au­ tomóviles recuperadas de la basura y que muestran las huellas de largos viajes, del polvo y de la lluvia, del desgaste y de heridas propiciadas por la furia diná­mi­ ca de motores rugientes. Un material de trabajo a par­ tir del cual el artista traza su propia biografía secreta, unas placas que Rafael Charco resguarda en el retiro del silencio. Obra pública y privada al mismo tiempo, obra que registra las marcas y laceraciones de un mor­ tal empeñado en revivir las cosas del mundo que no deben ser olvidadas. v

1 | De la serie Perros horizontes II | Dibujo y transfer en papel amate montado sobre placa de auto desechada | 2006

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3 | De la serie Perros horizontes II | Dibujo y transfer en papel amate montado sobre placa de auto desechada | 2006

4 | De la serie Perros horizontes II | Dibujo y transfer en papel amate montado sobre placa de auto desechada | 2006

artes plĂĄsticas | rafael charcoi

ďœšďœš


Desaparecido | De la serie Migrantes | mixta/tela | 90 3 125.5 cm, 2009

La frontera | De la serie Migrantes | mixta/tela y lámina | 93 3 124 cm, 2009

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La Otra | abril-junio 2009


Mojados | De la serie Migrantes | impresión digital | 22 3 30 cm, 2009

artes plásticas | rafael charco

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Paisaje mexicano IV | De la serie Migrantes | mixta/tela | 170 3 150 cm, 2009

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7 | De la serie Perros horizontes II | Dibujo y transfer en papel amate montado sobre placa de auto desechada | 2006

8 | De la serie Perros horizontes II | Dibujo y transfer en papel amate montado sobre placa de auto desechada | 2006

9 | De la serie Perros horizontes II | Dibujo y transfer en papel amate montado sobre placa de auto desechada | 2006


Retorno | De la serie Migrantes | impresión digital | 30 3 40 cm, 2009

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miscelánea

rodolfo alonso

cerca del mar del norte

Dans mon pays, on remercie. Renè Char

Como un sol cotidiano las sonrisas amables entibian la luz gris de la mejor Amberes

Por una vez el sol ha acabado triunfando Y las hojas titilan en la luz asombrada

* * Amberes veredes * Aunque Amberes lo abrace ¿no tendrá frío Simone Martini en el museo?

Sin haber ido de Mechelen se vuelve antes de ir * Gante adora al Cordero llueva o truene

* Gante adora al Cordero que la adora miscelánea




* Brujas a todo sol drogada de calor Memling casi sonríe abriendo bien los ojos

Choveu choveu choveu na fría lus na núa lus O sol olla por cima *

Volver a ver

¿Por qué no? Aquí también, cerca del Mar del Norte, todas las hojas cantan cuando hay sol, en el viento.

Volver a Amsterdam

*

¿Qué más pedir?

James Ensor: tú sí que tienes razón, James Ensor.

*

* Bruselas verde oscura en parques garuados Piedra de luz que canta a hombros de Magritte

* Bajo ese inusitado sol sin nubes Amberes casi parece Italia. Y es Amberes con sol.

Limpias las calles brilla Bruselas como un barrio La tumba de Lumumba desagua en la Gran Plaza * De Bretaña a Galicia hay tantos finisterres Nada nada termina entre las brumas celtas * 

* Si una nube lo tapa el frío anula el sol Él insiste por suerte y vuelve a cobijarnos En la luz de estar vivo * Me decido por fin y entro en el museo Cranach después de todo también es sol y entibia * Las nubes retroceden de negro sobre gris en la atroz bocanada que provoca el infierno

* Breendonk cielo de duelo Una abeja en Amberes: ¿aguja en el pajar? * El museo está enfrente sombría sabiduría Y yo boa feliz hace una hora al sol

Breendonk de mudos cuervos Breendonk Breendonk Breendonk * Rik Wouters: sol de noche. Amberes, 19 de septiembre de 2007

Aunque estaba previsto ninguno de ambos cruza La Otra | abril-junio 2010


miscelánea

juan manz

poemas

Lobo astral* 12:30 12:30 12:30… Repica el tiempo en el silencio Oscuro rojo vocea intermitente y asalta la región de mis neuronas Hacen cama común nuestros sentidos Urdimbre de sábana que arropa y compromete Almohada donde recarga el pensamiento la imagen regresiva que inocula en la inconsciencia mi vigilia

* Del poemario Tres veces espejo, 1996 miscelánea




Estás aquí árbol de nuevo en la penumbra y en el aire amordazado que aún respiro te recuerdo cima Pero ya entre mis fantasmas soy otro aparecido Lobo astral en celo de infinito Y me fugo con el ciclo de piedra originaria que rueda y permanece Espacio en que la luz se induce por sí misma estira y se diluye cada instante

Numeral cuadrante en línea trabado a parpadeos en la curva de la noche reflejo el universo: 12:30 12:30 12:30…

Agua que habla Gota de agua que cae sin detenerse agua que habla y no le entiendo eco que intima más allá de mis oídos tocándome insistente con sus manos en un millar de formas y de rostros Gota derramando angustia por exacta contrariedad por obstinada que me diluye el espíritu en la noche sin moverse y alarga las figuras 

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que velan de soslayo el pensamiento y descubren hasta el mínimo deseo Tú no sabes de mi arritmia que delira ni escuchas mi dolor de madrugadas tú sin ojos y sin labios Ser ser hasta el cansancio Ser ser hasta mis muertos: androides omisiones que no olvidan en una gota que no cesa de caer que me habla y me golpea sorda y lenta desde adentro

Cazador sin mañana Yo cazador iniciado en el arte de matar a los catorce acechaba a través de la mirilla más que un blanco lejano unos ojos de vidrio clavados en mi orgullo de pared como dos índices

Cómo pude cortar de tajo tantos corazones verdes cómo la ceremonia civilizada de la piel y la navaja cómo el revoloteo y el chillido cómo el placer de la hipnosis inducida por la lámpara

miscelánea

Yo cazador ahora sin un disparo sin parafina en las manos tengo aún la certeza de dar positivo en la prueba Yo cazador sin mañana atelescópico siempre cómo quisiera olvidarte Pero este lápiz a la mitad de borrador muy gastado revela a paso de verso que aún me estalla la muerte en el oído derecho y continúa en mi herida nasal por olor despierta




miscelánea

dionicio morales

poemas

Canción de primavera A Teresa Selma

1 El invierno murió después de una larga y penosa enfermedad. Como último deseo, sus restos fueron incinerados y las cenizas arrojadas al cráter del volcán Popocatépetl. Lo del frío al fuego, dicen los antiguos moradores: a desandar lo andado en la memoria. 2 Hoy, con una mano firme, dadivosa, Dios arranca la página del calendario, sin violencia, pensativo, con la mirada puesta en el más acá de su siniestra. Su corazón es un hormiguero doloroso y ciego de imágenes que latiguean y ensombrecen su rostro. A la diestra, la guerra entre los hombres —los fuertes contra los débiles, como 

La Otra | abril-junio 2010


siempre—, deshace un poco la última esperanza de vivir la vida como Él manda. Las pasiones revolotean en el alado espíritu de la sobrevivencia y mantienen viva la llama del amor, calcinada entre la sangre roja y negra de la muerte. 3 Hoy el día amaneció frío, triste, reservado. Se abrió con una luz pura a pesar de las ráfagas y los gritos flamencos que ensordecen el aire. Es la luz silenciosa que despierta los sentidos. Es la primavera alimentando su enjambre de peces solares. Es la lúbrica armonía de los cuerpos divinos y terrestres, los jóvenes aceites derramados en las sábanas blancas y negras del hartazgo del alma. Son los alientos encendidos sordos voluptuosos que trepidan crujen cantan mueren resucitan al sonoroso primaveral llamado de la vida. Es la orfandad que muere. Es el amor que vive el dulce sueño de la muerte pequeña, la de todos los días. Es la primavera herida mutilada resarcida con nuevos bríos para armar la vida. Ciudad de México, 21 de marzo de 2003. miscelánea




A un poeta A sí es tu vida. Mar, alcohol, amor y ruinas. L acayo y breve sueño en un páramo gris. Í ntima eternidad en el destierro. C arbunclos pardos en tu cuerpo, las mujeres H uéspedes reales, te devoran vivo. U una luz entreabierta cicatriza tu herida. M ueres en cada placer y resucitas, A morosa raíz, en imágenes selladas. C unden en el reposo la sal de las palabras. E l silencio es abstracto. Sopesa viudos monólogos. R ecuerdas los ojos verdes en un salón de baile. O arde el mundo en el peregrino responso de tu alma.

El árbol A Verónica Volkow

Frente a la puerta de la casa donde vivo hay un árbol muy viejo, alto, grande, desmochado de aquí, de allá, a mansalva, por algún hijueputa —así decimos en mi pueblo— que en tiempos lejanos quiso derribarlo. El árbol todavía tiene ganas de vivir. Se aferra al único sostén: su altura. La tierra negra, desgastada por el tráfago y el ocioso cemento que cubren sus raíces, a veces se compadecen de él. Unas ramas medio verdes, amarillentas, se alzan insolentes en el día, en la noche, con lluvia o sol, entre una y otra calamidad que un Dios ciego descarga irreverente sobre su sabio tronco. Cuando viaja el verano, silencioso 

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llega el otoño, como ahora. Su tallo lívido no resiente los cambios. En sus gajos ocres y secos crece la soledad con un sigilo creador de eternidades. En el invierno, la clorofila se contrae por falta de luz. El horizonte cobre toda orfandad desmemoriada. Así el hombre. Como este viejo árbol sembrado frente a la puerta de la casa donde vivo, cumple su ciclo, reverdece con los años, en otra tierra, con nuevas gentes, en cualquier lado.

Corazón de obsidiana A Sergio Magaña, que vive y muere esta ciudad

Amo esta piedra dura herméticamente cerrada esculpida a semejanza suya suave con su mirada de perro sin dueño abandonado Amo su sencillez su manera de estar como si nada su sitio en la tierra (su manera de ser y estar) Amo esta piedra su asombro eterno sus miles de ojos clandestinos sus forma de edificar una ciudad miscelánea

(como ninguna) y otra ciudad (también como ninguna) Amo su corazón de obsidiana su dialéctica de la eternidad Amo su tristeza de siglos (que es la nuestra) su reunión de imágenes ciegas (que es la nuestra) su canto desollado (que es el nuestro) su manera de reproducirse quién sabe cómo 


De esta piedra amo los siglos que sobrevuelan en su entorno los vientos milenarios que la mecen en su lecho terrestre el cielo y el infierno que la nombran De esta piedra lo amo todo sus ojos ciegos su voz rocallosa su cuerpo inmóvil su peso solidario su espíritu petrificado su juventud su ancianidad La amo pese al dolor sangre y muerte que guarda en sus nostálgicas entrañas Ella sobrevivirá a todas las catástrofes que la mano —la diestra— de Dios inventa cada día Y por sobre todas las cosas amo su corazón de obsidiana que es contrapunto el incendiario corazón de México



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miscelánea

antonio orihuela

poemas

Antonio Orihuela Mi madre me estaba dando el pecho cuando mi padre consiguió un trabajo del que no se movió en treinta años. Imaginó que, a cambio de su fidelidad, la empresa le gratificaría, cerca de su jubilación, con un reloj de oro, una placa o un viaje a Torremolinos, pero no, le dieron una patada en el culo y, a base de cambiarse el nombre, resultó que después de treinta años mi padre no había trabajado allí ni treinta días. Cada mañana, para el control de parados, nos presentamos juntos en el inem, primero lo nombran a él y después me nombran a mí. Hay gente que se siente satisfecha viendo a sus hijos imitarles. Me pregunto qué opinará él de todo esto. miscelánea




Al final de la comida le he enseñado a mi madre el libro de poemas que acaban de publicarme. La artritis de sus manos apenas le deja mantenerlo abierto y sus escasos años de escuela recorren las palabras como un niño que gatea hasta hacer incomprensibles mis versos. Loca de contenta, orgullosa de su hijo, le lee un poema a mi padre que la mira desde el sofá. Cuando termina, levanta la cabeza y ve a mi padre dormido. Lo despierta y vuelve a comenzar hasta tres veces la lectura… Yo no digo palabras, pienso en los amos de la fuerza de los humildes, en el tiempo delicioso que les robaron, en la lengua que apenas les dejaron para comer y reproducirse, en los profesionales del estilo, en los críticos de las letras, y en lo lejos que estará siempre 

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el pueblo sencillo y trabajador de eso que llaman literatura.

Las estaciones Horas fugaces, pienso en mi padre, en el día que me dejó dormir aunque la noche antes me había dicho que le hacía mucha falta en el campo. Mi padre levantándose de madrugada, sin hacer ruido, para no despertarme. Un junco al viento, mi padre. Él me enseñó a meter la azada en el agua antes del trabajo, a contar por los ciclos de las plantas las verdaderas estaciones del año. Años quemados, pienso en mi madre, mi madre juntándome las manos para rezar el padrenuestro, sus manos bendiciéndome, haciendo una cruz sobre mi rostro y mi pecho antes de apagar la luz. Buenas noches. Buenas noches.

No volverán. miscelánea




Lo que nos rodea Mi padre sólo recordaba el título de un libro. Lo que nos rodea. Yo había visto de niño restos de ese ejemplar. Era uno de esos manuales de escuela secundaria con una portada en la que se mezclaban exploradores, porteadores negros, chinos sonriendo junto a un león, buques mercantes detrás de los que asomaba un tren a punto de atropellar a los porteadores y un avión de hélice perdido en un azul muy oscuro que imitaba la galaxia, un espacio estratosférico más allá del cual lucía un enorme sol combado por la derecha sobre el explorador del salakov que apuntaba con su rifle a unos niños que parecían alegres y entraban en una ordenada escuela. Lo que nos rodea. Había sido el primer y último libro de mi padre. Nunca lo terminó. Se aburría y en aquel entonces era fácil dejar la escuela. Recordaba sus imágenes y cuando hablaba se llenaba de loros que picaban maíz para los niños, gitanos que saltaban sacos terreros, galgos que comían zanahorias y pollos que, para sobrevivir, se habían refugiado sin cabeza ni plumas en la nevera de la casa. 

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la cocina del artista

carlos maciel “kijano”

pintar un relleno

la cocina del artista

© josé ángel leyva

D

e las artes, a mi juicio, la cocina es la hermana mayor; sin duda la que más íntima vincu­la­ción tiene con la vida y con los órganos sensoriales. Como en toda familia numerosa, hay en las artes un consan­ guíneo con el que se suele encajar mejor; acaso sean cocina y pintura las que mejor se entiendan. No sólo en la forma —con sus gamas infinitas de colores y su perfecto equilibrio al presentarse—, sino en sus tiem­ pos de preparación. Recuerdo que, en mi cada vez más distante infancia en la Costa Grande de Guerrero, allá por los rumbos de la Soledad de Maciel, no se conocían el alumbrado pú­ blico ni el gas, ni siquiera el agua potable. Había, en cam­bio, candiles y quinqués de queroseno con los que se conjuraban los misterios y tinieblas de las noches negras del trópico. Había también buenos comales y fogones, atizados con leña de huizache —la mejor, sin duda—, y en cuyas hornillas se fraguaban los más de­ li­ciosos platillos: múltiples y variados como el apetito de la población campesina de aquellos lugares donde se acostumbraba desayunar, almorzar, comer, meren­ dar y cenar. En un mes, salvo por antojo, se repetía al­

Carlos Maciel “Kijano”, 2005.




gún platillo, regocijándonos provincianamente con los nuevos rostros, aromas y sabores de los manjares en turno, que puntuales se plantaban en la mesa. Entre todos, había uno que era codicia y deseo in­ sano de chicos y grandes. Las razones —pienso aho­ ra— eran lo poco frecuente de su preparación y la complejidad de la misma. Este manjar lle­gó con las primeras embarcaciones que, a golpe de vela, traían to­ do tipo de mercaderías de lujo desde el Lejano Orien­ te a partir del siglo xvii con el nombre de la Nao de China. Año con año fondeaba en el puerto de Acapul­ co. Junto con tibores, santos, cristos, vírgenes, porce­ lanas, sedas, joyas, muebles y tantas otras maravillas, venían hombres que gustaban del buen comer; mu­ chos de ellos se desparramaron a lo largo de la geo­ gra­fía costeña, compartiendo, entre otras cosas, su milenaria sabiduría culinaria. Entre los múltiples pla­ tillos que trajeron quedó el que más tarde se conoce­ ría como relleno. Relleno, nombre poco sublime, cuenta en su pre­ pa­ración, al igual que los cuadros que pinto, con va­ rios tiempos. En mi obra, primero concibo la idea, que tarda en incubarse meses —a veces años— de documen­ta­ ción o de vagabundeo. Una vez en mente, hago los bosquejos con tinta china y canutillo sobre papel. Para elaborar el relleno, primeramente se inventa la celebración, que puede durar años o meses; se pro­ cura que coincida con una boda, un cumpleaños o la llegada de un ser querido, como ocurría en mi fami­ lia. Esperábamos con impaciencia durante un año a mi hermano mayor, Leonel, quien venía de visita de la Ciudad de México. Estudiaba en la Escuela de Pin­ tura y Escultura “La Esmeralda” y solía venir de vaca­ ciones acompañado de una ristra de ami­gos. Nuestra espera era producto del amor genuino, pero también 

por el interés de la preparación inminen­te del rico, aromático y crujiente, bello en su exterior, relleno. Concebida la idea del cuadro, el siguiente tiempo consiste en seleccionar el material: tela, papel, made­ ra, metal, acrílico, o hasta la piel de los hijos o de la mujer amada. El material sobre el que se trabaja —y que se debe preparar con cuidado y esmero— suele, por lo general, imponer sus dictados sobre la técnica a emplear: óleo, acrílico, pastel, tinta, carbón y tantas otras. En el ámbito culinario del multicitado relleno dan inicio los preparativos de los ingredientes que, en es­te caso, tienen como pieza de arranque un cerdo, chan­ cho, cochi, marrano o cuche. Ser prodigioso que, en las rancherías, suele alimentarse de todo tipo de in­ mundicias. Una vez procesadas por su organismo ca­si perfecto, esto logra imprimir en sus carnes sabores y aromas dignos del paladar de dioses o de cualquier diablillo socialmente respetado. La preparación de un relleno de la más rancia y pu­ ra estirpe requiere que la víctima sea hembra, nunca macho, pues estos, aun capados en su tierna infan­ cia, como en la especie humana, tienen un tufo real­ mente insoportable. Seleccionada la marrana o cucha, preferentemen­ te en sus mocedades, se le somete a una dieta riguro­ sa con el sano objeto de que las grasas y voluptuosas redondeces de su cuerpo se reduzcan a su mínima ex­ presión. Conseguir esto no es tarea fácil. Se le amarra de la pata trasera derecha, que es la más andariega, puesto que es la que empuja siempre hacia adelante. También se le puede encerrar en un cerco fabricado con hueso de coco y, de preferencia, ramas de sasa­ nil, de cuyos dulces y transparentes frutos gustan mu­ cho estos animalitos. Cautivo el bicho, con paciencia de santo y fe de car­ La Otra | abril-junio 2010


bonero, a la espera de que adelgace y de que se cumpla la fecha de la celebración, se le alimenta con esmero, en­tre otros muchos productos, con bellotas tiernas de pal­meras de coco, manzanas tiernas de coco cua­res­ meño, trompos y atutos de temporada, mangos tier­ nos y marañonas rojas. Y para que la carne no pierda sus antiguos y proverbiales sabores se regala al animal, cada tres días, de manera moderada, con los desper­ dicios aún frescos de las comidas del día anterior. Todo proceso culinario tiene sus riesgos y éste no es la excepción. Puede ocurrir que el excesivo amor pro­ digado en la alimentación de la presa sensibilice a tal grado a su alimentador que llegue a dudar de los pro­ digios y promesas degustativas del sacrificio y opte por la puerta falsa de perdonar la vida al animal. Suponiendo que lo anterior no ocurra, enton­ces, cuando la hembra de marras ha llegado a su peso óp­ timo y las carnes ya son magras pero aún no se agu­ dizan sus contornos, deviene el tan anhelado sacrificio. Con un golpe certero se hunde un afilado cuchillo en el corazón de la bes­tia que, en cosa de noventa segun­dos apaga sus berridos. El acero del cuchillo debió haber sido puesto al sereno la noche anterior, conjurándo­se con ello cualquier posibilidad de una mala jugada por parte de duendes, chaneques, súcubos e íncubos que suelen poblar la imaginación y los secretos de las no­ ches tropicales. En correspondencia, concebida la idea, preparado el lienzo y elegida la técnica, se trazan con carbón o pin­ cel las líneas que, en una secuencia lógica, con mayor y a veces con menor dificultad darán forma a la futu­ ra obra de arte. El ritual de la preparación de la cucha habrá de cul­ minar con la fiesta del horno. Tendido el fiambre en una mesa de madera de quebracho se le baña concien­ zudamente con agua hirviente; acto seguido se la rapa la cocina del artista

de manera meticulosa con un cuchillo debi­damente afilado, de preferencia de los fabricados en Taramun­ di. Lampiña, la bestia es abierta en canal para extraer cuanta inmundicia u órgano obstruya la preciosa ca­ vidad del animal. Así estamos ya preparados para el siguiente tiempo. En pintura ocurre algo similar. Una vez que las for­ mas con sus líneas sinuosas han marcado el lienzo, se procede a rellenar con manchas de colores, relacio­ nados siempre con la idea como fue en la mente con­ cebida la obra. Toda oquedad entre lienzo y formas es siempre un buen pretexto para dar rienda suelta al pincel y al color. Primero es el fondo, al que, por lo ge­ ne­ral, se le da un acabado casi final. Después vendrán las figuras manchadas de manera abocetada, insinuan­ do apenas la coloración final de la obra. En lo que toca al relleno, purificado el animal con la magia de la muerte, se le tiende en una olla de barro rellenera, cuidando siempre que la altura del recipien­ te permita la visibilidad de sus apetitosos chamorros. De aquí en adelante empieza el no menos importan­ te tiempo del macerado. Con un cuchillo de punta aguda se le abren a lo lar­ go y a lo ancho hendiduras de tres a cuatro centí­me­ tros de profundidad en las que se introducen rodajas de ajo finamente cortadas y maceradas previamente en ron, albahaca y jugo de naranja agria. Con antela­ ción se ha preparado un menjunje de recau­dos en el que se mezclan diversas especies y productos: ron, cer­ veza, jugo de naranja agria, aceite de oliva, to­millo, mejorana, albahaca, pimientas negra y gorda, ajo, cla­ vo, comino y cilantro en bola. Con la mix­tura finamen­te molida en molcajete con forma de chancho y sal de grano de las salinas del cuajo, de preferencia, se emba­ durna de manera contundente, por dentro y por fue­ ra, dejando que la carne se curta durante veinte horas 


y nueve minutos en el lugar más fresco —si lo hay— del infernal trópico. Durante la ejecución de la obra de arte se entra también en el proceso de maceración del cuadro, só­ lo que aquí, en lugar de especias, se utilizan diversos tipos de pinceles y utensilios, así como distintas ga­ mas de colores, con los que se va desmanchando de forma paulatina lo que insinuaba la coloración ba­se. Se produce así el milagro de la limpieza y transparen­ cia del color, y las formas emergen con todas sus im­ plicaciones sobre la obra. Si se trata de óleo, se deja el cuadro en reposo mientras seca la pintura aplicada. Si no, igualmente se deja en suspenso durante algún tiempo para, a fuerza de miradas, descubrir las fallas e imperfecciones. Transcurridos los tiempos reglamentarios del pro­ ceso de las veinte y piquito de horas de maceración, ini­ cia el proceso del que emana el nombre del platillo. El vientre, perfumado con múltiples aromas de espe­ cias, se rellena con prácticamente todo lo que se ten­ ga a la mano: palomas, pollo, langostino, camarones, codornices, mango, piña, papa, zanahoria, chiles en escabeche y chícharos. Nuestra obra maestra se introduce en un horno de barro, que solía y suele tener forma de iglú, calen­ tado durante ocho o diez horas con leña de espino y de mangle candelilla, cuyas brasas y cenizas se han re­ tirado hasta quedar completamente limpio. La boca del horno se cierra con ba­rro. La espera continúa has­ ta el amanecer, cerca de las seis de la mañana, para



destapar el horno. En los rescoldos aún existentes se hornea el pan, bolillo vulgaris, que se prepara de ma­ nera especial para esta importante ocasión. El ritual culmina cuando dos o tres de los invita­ dos de mayor jerarquía, provistos de pequeños mar­ tillos, quiebran la piel crujiente, con color de cedro, y liberan embriagantes olores. Las yemas de los dedos aprehenden y despanzurran los bolillos para rellenar­ los de relleno. Uno piensa entonces: tanto padecer pa­ ra comer tan poco. La obra de arte, después del merecido reposo, es tra­ tada con sumo cuidado hasta en sus últimos detalles. Aun con lo suculenta que pueda parecer, y conscien­te de que es imposible hincarle el diente, el artista pien­sa en venderla para hacerse de algunos pesos que le ayu­ den a inventar la celebración: adelgazar una ma­rra­ na, sacrificarla, macerarla, rellenarla, hornearla, tra­bajar mucho, padecer la espera y engullir un poco. v

La Otra | abril-junio 2010


otras letras

eric nepomuceno

dos cuentos

Cosas que sabemos

A

hora ya no pienso tanto en eso, pero todos sabemos cómo fue. Lo sabemos muy bien. La gente que estaba allí en aquel tiempo sabe lo mismo que tú y yo. Y los que an­duvieron por allí después también lo saben. Es impo­sible no saberlo. Aquello fue algo único y, hasta ahora, en las noches en que no puedo dormir, imagino los gritos y el estruendo como de piedras al ser partidas. En las noches en que no puedo dormir escucho ese estruendo como si ocurriese ahora. No podíamos hacer nada y todos lo sabíamos. Lo sabía yo y lo sabías tú. No podíamos hacer nada. Por las noches, en toda la ciudad se oían los gritos y aquel estruendo de piedras partidas. Era una cadena de fuertes detonaciones y yo imaginaba el camino rec­to y breve de aquel fue­ go nocturno como el masticar de un bicho enorme. Los muchachos tiraban desde los tejados mientras todos sabían que no podíamos hacer nada. Pero ellos estaban dispuestos a todo, y ya no pensaban más. En los días siguientes aparecieron los cuerpos en el río. Los traía la corriente, hinchados y violáceos. La gente se asomaba sobre el murallón de los puentes y contaba los cadáveres. Al­ gunas mujeres lloraban y gri­taban, y ése es el grito que escucho las noches en que no puedo dormir. Algunas mujeres contaban en voz alta los cuerpos que venían. Era como una antigua le­ tanía alucinada. otras letras




Una tarde, entre los cuerpos, vino flotando el de un perro hinchado. Había también peda­ zos de una cama. Entonces la mujer señaló el perro y comenzó a reír ba­jito, después esa risa fue creciendo hasta transformar­se en un aullido sin fin. Ella estaba allí, en el puente, con­tando cadáveres desde hacía tres días y dos noches. Cuando el cuerpo del perro apareció rondando en el agua, la mujer comenzó a reír. La cabeza del animal golpeaba contra aquellos pedazos de cama. El sonido de la cabeza hinchada contra la madera mojada pa­re­cía el de una fruta madura que cae en el barro blando. Era muy divertido. No había nada más divertido. Nada en el mundo podría ser más gracioso. Con el tiempo, los cadáveres comenzaron a desaparecer. Poco a poco la gente fue aban­ donando los puentes y mató la espera. Pero la mujer siguió allí du­rante muchos días más, aun cuando ya no se vieron más cadáveres y el río volvió a ser apenas un río sucio. Allí estaba ella de pie, sola, dejando oír a ratos aque­lla risa de la primera vez. Allí estaba ella de pie, sola, cuando los soldados vi­nieron a llevársela. v [1974] Traducción de Santiago Kovadloff

Antes de que el invierno llegue No eran de viento los molinos, Sancho. Eran de tiempo. De un poema de Cira Andrés

E

n noches como ésta, después de días como hoy, volver a casa es una victoria. Tú creíste que nun­ ca acabaría el día. Ahora, por fin, acabó. Son las nueve y quince, es tarde para pasar por el Helvética. Tú caminas una cuadra y, sin sentarte, to­ mas un café con crema en la cafetería de la esquina. Años más tarde querrás recordar, en vano, el nombre de la cafetería. Después continúas caminando rumbo al Obelisco. A medio camino, en la librería vecina al teatro, com­ pras un libro de tapa marrón y 410 páginas. Dos cuadras más y te zambulles, veloz, en las esca­ 

linatas del metro. Vas hasta la plataforma de la línea D y tienes suerte: en seguida llega el tren, hay un vagón vacío, eliges un asiento bien iluminado y discretamen­ te enciendes un cigarrillo sin filtro. El tren arranca y co­ mienzas a recorrer las páginas del libro, cuidando que ningún guardián descubra el cigarrillo encendido. Al que extraño es al viejo león del zoo, siempre tomábamos café en el Bois de Boulogne, me contaba sus aventuras en Rodhesia del Sur pero mentía, era evidente que nunca se había movido del Sahara.

Son seis estaciones hasta Canning. Saldrás del metro por la derecha y caminarás dos cuadras hasta la esqui­ na donde vives, en el quinto y último piso de un edi­ ficio bajito que está al lado del Vía Fettuccini. La Otra | abril-junio 2010


Cuando es de día y vienes por la calle, miras hacia arriba y ves la terraza, el toldo verde y blanco, las gran­ des macetas con geranios, el imposible jazmín, siem­ pre prometiendo, jamás cumpliendo: no hubo flores ahí. También el jazmín está muerto ahora. Él no ha pasado por el tiempo ni por las flores. Son seis estaciones hasta Canning y continúas re­ corriendo, a saltos, el libro. Esa mujer se parecía a la palabra nunca, desde la nuca le subía un encanto particular, una especie de olvido donde guardar los ojos

Pasó la estación Canning y no te diste cuenta. Un po­ co irritado, bajas en la estación siguiente, Plaza Italia, y vienes caminando de vuelta, bordeando el Jardín Bo­ tánico, cerrado y desierto ahora que ya son casi las diez de la noche. Un año más tarde, salir de la oficina después de las nueve de la noche será, más que una victoria, un temor dispensable y a la vez inevitable. ¿Cómo salir antes? Al­ guna cosa, un año más tarde, te obligará a quedarte detrás del escritorio de buena madera, mirando la ven­ tana y la oscuridad de la noche. Un año más tarde dudarás un momento entre es­ perar un taxi en la esquina o entrar allí mismo en el metro para cambiar de tren y tomar, en la estación si­ guiente, bajo el Obelisco, el tren de la línea D. De cualquier manera, un año más tarde ya no exis­ tirá la cafetería de la otra esquina, y el Helvética será un desaparecido más. Un año es mucho tiempo, un año no es nada, pensarás un año más tarde, bajando rápidamen­ te las escaleras de la estación que está en la esquina. En la plataforma, esperando el tren, comprarás, un año más tarde, la edición vespertina. Pasarás los ojos rápidamente por las páginas del diario, comprobarás que ya no dicen nada. otras letras

Todavía no será invierno, un año más tarde: falta­ rán algunas semanas para que el invierno llegue. Aho­ ra hay un frío suave, igual al frío que habrá un año más tarde, antes de que el invierno llegue. Un frío persisten­te como la memoria, una especie de compañero nuevo y constante cada año, que va contigo a todas partes y a todas horas, antes de que el invierno llegue. Es el mismo frío que surgirá todas las veces que re­ cuerdes este tiempo y este lugar, el de hoy y el de un año más tarde. Recordarás muchas veces la ciudad in­solada, el duro verano del puerto. Y el frío estará junto al recuerdo de todo lo que venga de estos tiem­ pos, los de hoy y los de aquí a un año. Pero mientras es­ peras el tren del metro, no sabes todavía nada de eso. Un año más tarde mirarás a la muchacha de cabe­ llos cortos y castaños que usa un impermeable ama­ rillo, una capa de pescador japonés. En esta ciudad, las muchachas son siempre bellas. Un año más tarde, mirarás a la muchacha, y mirándola dejarás pasar la estación Canning y después te pondrás furioso por­ que la culpa ha sido de su hermosura. Un año más tarde, caminando rápido al borde del Botánico desierto y cerrado y asustador, vendrás por la acera mirando de frente, siempre de frente, hacia un tiempo que está por llegar, antes del invierno, un tiem­ po que comenzará pocos días después y nunca más terminará, como si la culpa de todo fuese siempre y siempre aquella muchacha que usaba una capa de pes­ cador japonés contra la lluvia. Te irás para siempre y de cuando en cuando, antes del invierno, recordarás este tiempo feliz en que vol­ ver a casa era una victoria, antes de que llegara el in­ vierno. v [1980/1982] Los fragmentos de poemas pertenecen a Juan Gelman Traducción de Eduardo Galeano




lengua de sastre

rafael ruiz moscatelli

bolaño, su café con leche en el df y sus ganas de enredarse hasta el fin con el vacío

Q

ué puede ser más estimulante que escribir unas líneas sobre Roberto Bolaño después de que mis compañeros de conversación declararon no haber leí­ do nada todavía —en este caso, todavía puede tener dos interpretaciones— del escritor chileno madurado en Ciudad de México, y consagrado y fallecido en Barce­ lona, España, en julio de 2003, a los cincuenta años. Conversábamos en el café de una librería del sur de la ciudad. Me levanto, voy a las estanterías, busco la letra B rogando que no estén ahí ni Los detectives sal­ vajes ni 2666, y esperando que sí esté Estrella distante o Gaucho salvaje, nada literario ni pecuniario en mi precaución, un asunto más bien pedestre. Estos últi­ mos títulos tienen poco más de cien hojas, son manua­ bles y contundentes. Los otros dos son grandotes. Si en el silencio de la noche caen de las manos del lector al suelo, despiertan a cualquiera estas grandes nove­ las de Bolaño, a diferencia de gruesos y famosos best seller que también se pueden caer no por aburridas, si­ no que, de tan evasivas, pueden llamar al sueño en vez de al desvelo provocado por un buen libro. Anoche leí hasta el final No hay tal lugar, de Ignacio Solares. 

Los libros del chileno son gruesos en todas sus natu­ ralezas, difíciles de leer de un envión aunque se ten­ gan ganas. Incluso alguien que no lee —conozco un caso—, leyó Los detectives salvajes con entusiasmo durante varios días y se encandiló con Bolaño y sus andanzas por el D.F., tan llenas de curiosidad, café con leche y deseos de romper el canon. Eran sus tiem­pos de poesía; el joven poeta era gran parte caminar y ha­ blar con sus amigos generacionales, fundando el mo­ vimiento infrarrealista. Leí a Heriberto Yépez y escuché al poeta José Vicente Anaya sobre los “infra”. Bolaño nació en Chile; luego, en el D.F, donde para leer y es­ cribir abandonó la escuela, recorrió calles y avenidas junto a su mítico compadre de poesía y creaciones li­ terarias, el poeta Mario Santiago, personaje en la vi­ da y, al igual que Bolaño, protagonista de sus obras más extensas, asunto que repelió a más de algún en­ corsetado. Hace un par de años vi réplicas definidas de Vilas Mata sobre el estilo del escritor ante el desdén de otros autores ibéricos. Leí también a creadores his­ panos quitándole fuego a esos reparos puntillosos con la prosa abierta de este “defeño” por juventud, posee­ La Otra | abril-junio 2010


dor de una escritura dispuesta y elaborada para trans­ mitir sus sentimientos e imaginación sin importarle —lo que puede desvelar a un sociólogo de la litera­ tura y no debería preocupar a un escritor— si la cró­ nica se mezcla con la novela o ésta con la narración periodística, y sin reserva alguna con relación a que su voz tenga preponderancia en los relatos. El resultado de ese meditado desparpajo es una prosa inteligente, fuerte, sin almíbar pero con gracia, sin lamento pero vital. En un principio, esto pudo aislarlo un poco de los profesionales de la lectura. Ahora, Bolaño es un escritor reconocido en gran parte de América Latina, España y Estados Unidos. Empleó su vida en escribir. Con persistencia y originalidad logró abrirse un espa­ cio. Recibió el apoyo de los editores Herralde y Eche­ va­rría. Consiguió que lo leyeran sin conceder ni en la

forma ni en el fondo sobre lo que deseaba escribir, prin­ cipalmente sobre su generación y su entorno. Bolaño es de una casta que no huye de las tragedias co­tidia­ nas, ni de enrostrarse sus pecadillos, ni menos bordeó pesadillas contemporáneas tan innegables como la dic­ tadura de Chile y los feminicidios de Ciudad Juárez. En la novela breve Estrella distante relata, a través de personajes sacados de una ópera —sudaca y wagne­ riana, por cierto—, la revulsión ética de un oficial de la fuerza aérea chilena convertido en miembro de los servicios de inteligencia de Pinochet. Es una joyita de la literatura de la época, es ficción de la mejor, de ésa que roza la realidad hasta transformarla en literatura. En 2666 reproduce, de otra manera, el mismo sen­ tir literario, el uso reiterado de las fichas sobre los ase­ sina­tos de mujeres en Ciudad Juárez. Es parte de la

Fotografía utilizada en el documental Roberto Bolaño. La batalla futura, de Ricardo House. lengua de sastre

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ur­dim­bre de una narrativa de personajes tan vero­ símiles como exagerados. Leyendo, uno puede llegar a creer que el autor sí sabe quiénes son los asesinos. La narra­ción va revelando algo que no sabemos y, sin embargo, es como si de pronto todos supiéramos quié­ nes son los asesinos. Parece mentira. En 2666 la rea­ lidad es igual de extraña a como imaginamos la vida. Estas echadas para delante de Bolaño son una mues­ tra de su compromiso de vida y de su talento. La ma­ yor parte de su obra palpita con temas y tópicos de sus generaciones más cercanas. En Bolaño no hay un me­ro afán de reproducción; sus personajes son los do­lores contemporáneos y su fragmentación, el peso ino­cuo del presente. Sin duda, su obra tiene un componente existencial, ese vacío que angustia lo necesario para no transformarse en sosos santones o al revés, o en un deslavado poseedor de normas. En su obra hay una búsqueda de libertad personal combinada con cierta frustración, porque los noventa fueron un decenio clá­ sico de búsqueda individual. Definitivamente, las car­ tas marcadas no están en las manos de sus personajes. Bolaño parece saber, como muchos, en manos de quié­ nes están esos límites a las ansias libertarias, los que marginan u obligan a la automarginación, como les sucedió a los colegas del infrarrealismo, que se exclu­ yeron como rechazo y se revelaron en su marginalidad y en esa curiosidad itinerante de viajar y mirar para viajar y volver a mirar y revivir, donde el sexo existe como dato, no como sensualidad, algún encuentro, una situación, una oreja, un seno, una frase o una noche solitaria de hotel. A primera vista, Bolaño no tiene pa­rientes litera­ rios. Goytisolo, Sánchez Montalbán, Onetti, Benede­ tti, Bor­ges, Eloy Martínez, Cortázar, Carpentier, Amado, Pi­tol, Montemayor, Fuentes, Elmer Mendoza, Aguilar Camín, Icaza, Vargas Llosa, García Márquez, Mutis, Aira, 

Fernando Vallejo, Jaime Collier, Javier Ma­rías, pue­den ser referentes, como los clásicos universales. Sin embar­ go, Bolaño habló más con Villoro, Brodsky, Vi­la Matas y Fresan, y dicen que mucho con su editor Igna­cio Eche­ varría. Seguro que no hablaron de género; ha­blaron de escribir, de enredarse con las palabras hasta el fin. La literatura del presente inmediato, en cambio, de­be ser novedad; es parte de la desconsagración de otros, co­ mo la vida con sus endemoniadas restas y sumas que no progresan linealmente, ni paso a paso, sino que esta­ llan, lo cual no distingue a Bolaño de nadie que sien­ta que debe ser escritor, ni menos del que ya lo es. Su singularidad consistió en buscar decididamente su pro­pia epifanía. No fue una casualidad. Dicen que no era simpático, no lo sé. A veces debe haber sido sim­pá­ tico también, todos tenemos un buen instante durante el día. No conozco casi nada personal de este escritor. Conozco su ruta narrativa, sé que sus novelas no vie­ nen del azar, sino del plan de escribir y vivir para ello. Así se unió con Mario Santiago y con otros jóvenes, y pelearon hasta con quienes nunca pensaron atravesar­ se en su obstinación literaria, como Octavio Paz. Fren­ te a su muerte temprana se siente el vacío que Bolaño no pretendió llenar. Más bien él inquirió la nada y la amplió con una obra vasta y equilibrada, siempre en el mismo motivo. Sus epígonos no importan y nadie pue­ de eliminar el papel de los maldicientes. Son micro­or­ ganismos indispensables para el equilibro biológico. Alguien debe dar cuenta de lo descompuesto. “¡Grande Bolaño, grande!”, le gritaría un muchacho de una barra brava de Santiago de Chile o de una po­ rra de un equipo popular en un estadio de México si éste hubiese subido las gradas para gritar como ellos durante el partido a favor de su equipo favorito, que puede llegar a ser su única posibilidad de triunfo, como fueron para él sus ganas de escribir novelas. v La Otra | abril-junio 2010


colaboradores

stephanie alcántar | Durango, México, 1990 | Poeta, practicante también de la narrativa y el ensayo. Estudiante de la licencia­ tura en matemáticas aplicadas en la Universidad Juárez del Estado de Durango. Es autora de los libros: Los lirios contarán cuentos de hadas (2008-2009) y La incertidumbre también tuvo infancia (2009; Premio Estatal de Poesía Olga Arias 2008, obra traducida al polaco). Acreedora al IV Premio Municipal de la Juventud Sahuatoba 2008, en la categoría de Arte y Cultura. Segundo lugar en el Concurso Internacional Caminos de la Libertad, con el poema “Si libertad fuera una palabra”. Su obra ha sido incluida en di­ versas antologías y revistas nacionales e internacionales. rodolfo alonso | Buenos Aires, Argentina, 1934 | Poeta, traductor y ensayista. Fue el más joven de la legendaria revista de van­ guardia Poesía Buenos Aires. Ha publicado más de 25 libros. Fue el primer traductor de Fernando Pessoa en América Latina. Ha tra­ ducido a muchos autores de diversos idiomas. Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía (2004), Palmas Académicas de la Academia Brasileña de Letras (2005), Premio Festival Internacional de Poesía de Medellín (Colombia, 2006). En México se han publicado sus libros: Lengua viva (1994), Poesía junta. 1952-2005 (con prólogo de Juan Gelman, Alforja, México, 2006), Antología esencial (de Paul Éluard, 2006), La voz sin amo (2008), Poesía en general (antología de Lêdo Ivo, Alforja, México, 2008). marco antonio campos | Poeta, narrador, ensayista y traductor. Ha publicado los libros de poesía Muertos y disfraces (1974), Una seña en la sepultura (1978), Monólogos (1985), La ceniza en la frente (1979), Los adioses del forastero (1996) y Viernes en Jeru­sa­ lén (2005). Ha obtenido los premios mexicanos Xavier Villaurrutia (1992) y Nezahualcóyotl (2005), el Premio Casa de América (2005, España) por Viernes en Jerusalén. En 2004 se le distinguió con la Medalla Presidencial Centenario de Pablo Neruda otor­ gada por el gobierno de Chile. héctor carreto | Ciudad de México, 1953 | Ha publicado los siguientes volúmenes de poesía: ¿Volver a Ítaca?, Naturaleza muerta, La espada de san Jorge, Habitante de los parques públicos, Íncubus, Antología desordenada, Coliseo y El poeta regañado por la mu­ sa. Antología personal. Es autor de diversas antologías de autores mexicanos y extranjeros. Ha sido traducido al francés, al italiano y al húngaro. Ha obtenido los premios nacionales Efraín Huerta, Raúl Garduño, Carlos Pellicer, X Premio de Poesía Luis Cernuda y el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 2002. Actualmente es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte y profe­ sor-investigador en la Academia de Creación Literaria de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. elsa cross | Ciudad de México, 1946 | Parte importante de su trabajo poético se encuentra en Espirales. Poemas escogidos

1965-1999 (2000). Su libro El diván de Antar obtuvo en México el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 1989, y Moira el Premio Interna­ cional de Poesía Jaime Sabines 1992. En 2005 recibió, por su trayectoria, un reconocimiento especial del Consejo Cultural Mundial (World Cultural Council); en 2007 le fue otorgado en Québec, Canadá, el Premio Jaime Sabines-Gatien Lapointe; en 2009 recibió el Premio Universidad Nacional, y en 2010, en París, el Premio Roger Callois. Sus publicacio­nes más recientes son la trilogía formada por Los sueños-Elegías (1999), Ultramar-Odas (2002) y El vino de las cosas-Di­tirambos (2004), y el poemario Cuaderno de Amorgós (2007, Premio Villaurrutia). Próximamente una antología de su trabajo poé­tico será publica­da en Inglaterra. horacio fiebelkorn | La Plata, Argentina, 1958 | Vive actualmente en Buenos Aires. Fue parte del grupo editor del tabloide de poe­ sía La Novia de Tyson, a fines de los noventa. Condujo los programas radiales “El cazador americano” y “La hora de los magos”, por radio Universidad de La Plata. Fue colaborador de la revista Humor Registrado en los años ochenta. Integró las antologías 36 poetas (1998), Poesía erótica argentina (2002) y Naranjos de fascinante música. Poesía amorosa de La Plata (2003). Administró y abandonó el blog clubsilencio49.blogspot.com. dana gelinas | Coahuila, México, 1962 | Ha publicado Bajo un cielo de cal (1991), Poliéster (VIII Premio Nacional de Poesía Tijua­ na, 2004), Altos Hornos (2006) y Boxers (Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, 2006). Sus traducciones al español de autores estadounidenses y británicos han aparecido en diversas revistas mexicanas. En 1998, bajo el título La aguja del corazón / Heart’s Needle (1999), tradujo una selección de poemas de este libro del poeta confesional W.D. Snodgrass, con el que Snodgrass obtuvo en 1960 el Premio Pulitzer de Poesía. Su poesía ha sido traducida al inglés y publicada en diversas revistas y antologías de Estados Unidos, así como en numerosas publicaciones nacionales. lêdo ivo | Maceió, Brasil, 1924

| Poeta, narrador y ensayista. Es una de las figuras más destacadas de la moderna literatura brasile­ ña, en particular en poesía de la generación del 45. De su obra, ampliamente premiada, destacan sus novelas Las alianzas (1947) y Nido de cobras, su libro de crónicas La ciudad y los días (1957) y sus memorias Confesiones de un poeta (1979). Libros de poesía: As imaginações (1944), Oda y elegía (1945), Ode ao crepúsculo (1948), La ciudad y los días (1957), Linguajem (1966), Estación Central (1968), Poesía observada (1967), Las islas inacabadas (1985), Crepúsculo civil (1990), Curral de peixe (1995), Nocturno romano (1997), O Rumor da noite (2000), Réquiem (Alforja, México, 2008).

colaboradores

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jorge juanes lópez | Ciudad de México | Filósofo y crítico de arte nacido. Es profesor-investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

graciela kartofel | Historiadora de arte. Creó el área de Arte Moderno y Contemporáneo para la Universidad Nacional Autónoma de México; ejerce como profesora invitada en diversas instituciones; es curadora y crítica independiente; escribe en ArtNexus, La Otra, La Voz de Michoacán y Kunst. Es autora de monografías sobre artistas contemporáneos y libros de teoría editados en México y en el exterior. Es miembro de Penn, caa e International Art Critic Association.

ismael lares | Durango, México, 1979 | Poeta. Autor de los libros de poesía Otredad (2006) y La rebelión del anónimo (2007). Poe­ mas suyos han sido publicados en revistas como Alforja, Acequias, Al Margen, Espiral y Círculo de Poesía, entre otras. Antologado en Del silencio hacia la luz. Mapa poético de México. Generación nacida entre 1960 y 1989 (2008).

ernesto lumbreras | Jalisco, México, 1966

| Autor de libros de poesía entre los que se encuentran El cielo (1998) y Encamina­dor de almas (1999). En 1991 recibió el Premio Nacional de Poesía Ciudad de La Paz por su poemario Órdenes del colibrí al jardinero; en 1992, el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes por su libro Espuela para demorar el viaje. En 2006 publicó en Costa Rica una antología de sus poemas con el nombre de Veintisiete árboles amarillos. En 2007 recibió el Premio Nacional Testimonio Chihuahua. Ha sido miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte (2004-2007).

jaime londoño | Bogotá, Colombia, 1959 | Escritor, editor y profesor universitario. Organizó, junto con otros poetas, el Encuentro

de Mil Niños Poetas Colombianos. Promovió el Segundo Encuentro de Estudiantes de Letras y Ciencias Sociales. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Hechos para una vida anormal (1997), Alquimistas ambulantes (2001), Mago sólo hay uno (2003) y Fan­ tasmas S.A. (2007), y de historia: Epitafios: algo de historia hasta esta tarde pasando por Armero. Compiló la antología Domingo atrasado, en la que recoge las voces de algunos poetas jóvenes. Libros de texto: Competencias escriturales de prejardín a once. Dirige la editorial Domingo Atrasado y un taller gratuito de poesía los domingos en el parque de Usaquén, en Bogotá. carlos maciel “kijano” | Ciudad de México, 1952 | Desde 1973 ha realizado cuarenta y siete exposiciones individuales y más de seten­ ta colectivas en diversas ciudades de Rusia, México, Colombia, Cuba, Costa Rica, Letonia, Perú, Chile, Estados Unidos, Lituania, Es­to­ nia, Francia, España y Suiza. Su obra forma parte de las colecciones de varios museos e instituciones, entre otros, en México, Centro Cultural San Ángel, Museo de Arte Contemporáneo Ángel Zárraga, Centro Cultural Jaime Torres Bodet (Institu­to Politécnico Nacional), Pinacoteca de la Universidad Autónoma de Sinaloa; en Rusia, Museo Pushkin de Artes Plásticas (Moscú), Cabildo de la Ciudad de Riga (Latvia), Fondo Ruso para la Cultura (Moscú), Embajada de México en Rusia (Moscú), Mu­seo de Arte Contemporá­ neo (Moscú); en Santiago de Chile, Instituto Cultural de Providencia. joan margarit | Sanaüja, Lleida, Cataluña, 1938 | Arquitecto en activo, poeta, catedrático en la Universidad de Barcelona. Desde 1980 utiliza el catalán como lengua literaria, con la que ha publicado casi el total de su obra poética integrada por más de quince li­ bros, entre los que destacan Mar d’hivern (1986), Llum de pluja (1987), Edat roja (1989), Els motius del llop (1993) y Aiguaforts (1995). A partir de 1999 publicó ediciones bilingües de sus libros Estación de Francia, Cien poemas, Poesía amorosa completa y Joana (en me­ moria de una de sus hijas, que falleció a los treinta años). Su obra más reciente es Casa de misericordia (2008, premios Nacional de Poesía, Rosalía de Castro y Poesía de Catalunya). juan manz | Ciudad Obregón, Sonora, México, 1945 | Poeta y promotor cultural. Autor, entre otros, de los libros Oro verde (1982, 2001), Tres veces espejo (1996), Ciudad de siempre (1998), Padre viejo (2000, 2002), Recital en fuga (2007) y Para repasar el círculo. Poesía reunida (2007). Fundador, en 2003, del Encuentro Hispanoamericano de Escritores “Bajo el asedio de los signos”. En sep­ tiembre de 2007, Escritores de Sonora, A. C. le otorgó un reconocimiento a su trayectoria literaria, como parte del programa del III Festival de la Palabra. En 2009, en Cajamarca, Perú, es condecorado por la Casa del Poeta Peruano, con medalla de oro a la excelencia poética y labor promocional. roberto méndez | Camagüey, Cuba, 1958 | Poeta, ensayista y narrador. Ha publicado más de veinte libros, entre los que se destacan

Viendo acabado tanto reino fuerte (Premio Nicolás Guillén de Poesía, 2000), Autorretrato con cardo (antología poética personal, 2004), y Otra mirada a La Peregrina (Premio Alejo Carpentier de Ensayo, 2007).


myriam montoya | Bello, Colombia, 1963 | Vive en París desde 1994, donde publicó sus libros de poesía Fugas/Fugues (1997), Desarrai­ gos / Déracinements (1999), ambos libros traducidos por Claude Couffon; Huellas/Traces (2008) y Flor de rechazo / Fleur du refus (2009), traducido por Stéphane Chaumet. En 2004 aparece una antología de su obra poética, Vengo de la noche / Je viens de la nuit, y en 2007 una versión más amplia en Venezuela. Sus poemas han sido publicados en diversas revistas y en antologías colecti­ vas en Francia y en diversos países. Paralelamente, ha traducido una antología de poesía africana de expresión francesa: Voces af­ ricanas (2001), así como a poetas francófonos como Amina Saïd, Salah Al-Hamdani, Michel Deguy, Bernard Noël, Stéphane Chaumet, etc. Ha sido invitada a festivales internacionales de poesía y lecturas en varios países. dionicio morales | Cunduacán, Tabasco, México | Poeta, crítico y ensayista de literatura y artes plásticas. Periodista cultural. Rea­ lizó estudios de letras hispánicas en la unam. Sus artículos y poemas han sido traducidos al inglés, francés, portugués y coreano. Libros de poesía: El alba anticipada, Imágenes congregadas, Retrato a lápiz, Dádivas, Las estaciones rotas, Herido de muerte natu­ ral. Libros de crítica, ensayos y entrevistas: Reencuentros, La palabra y la imagen, Conjuros y divagaciones I y II, Música para los ojos, Concierto para varias voces y un intérprete. Reconocimientos: Juchimán de Plata, otorgado por la Universidad Juárez Autó­ noma de Tabasco por su aportación en artes y letras; Premio de Poesía Carlos Pellicer para el mejor libro de poemas publicado en 2003, Conaculta-Secured. eric nepomuceno | Brasil, 1948 | Escritor y periodista. Desde 1970 circula intensamente por el universo hispánico. Ha vivido en Bue­

nos Aires, Madrid y México. Es autor de los libros de cuentos Contradanza, Antes del invierno, La palabra nunca, Cosas del mundo, entre otros; de ensayos periodísticos La masacre, Cuba: apuntes sobre una revolución, Zapata, tierra y libertad. Es traductor de los principales autores hispanoamericanos (Juan Rulfo, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Juan Gelman, Eduardo Galeano, Juan Carlos Onetti, Mario Benedetti, Antonio Skármeta). Ha recibido diversos premios en su país. antonio orihuela | Moguer, España, 1965 | Profesor, escritor e investigador. Doctor en Historia por la Universidad de Sevilla. Últi­ mas publicaciones literarias: Comiendo tierra, Piedra, corazón del mundo, Tú quién eres tú, Narración de la llovizna, La ciudad de las croquetas congeladas, Para una política de las luciérnagas. Antología poética (1995-2005) (2007), Poemas para el combate (2007), Durruti en budilandia (2007), Que el fuego recuerde nuestros nombres (2007), La destrucción del mundo (2007), Todo caerá (2008), El corazón no duerme (2009). También es autor de la novela experimental x Antonio Orihuela (2005). Desde 1999 coordina los En­ cuentros de Poetas Voces del Extremo, de la Fundación Juan Ramón Jiménez. josé emilio pacheco | Ciudad de México, 1939 | Poeta, ensayista, traductor, novelista y cuentista. Es una de las figuras centrales de la actual literatura mexicana y de habla española. Ha recibido numerosos premios por su obra. El más reciente es el Cervantes, 2010.

aline pettersson | Ciudad de México, 1938 | Es novelista, cuentista y poeta. En 1977 fue becaria del Centro Mexicano de Escritores y en la actualidad lo es del Sistema Nacional de Creadores. Ha sido invitada al extranjero para realizar su trabajo como novelista. Por el conjunto de su obra recibió en 1998 el Premio Latinoamericano y del Caribe Gabriela Mistral en Santafé de Bogotá, Colombia. Su libro El papalote y el nopal, además de estar traducido al japonés, recibió un premio en Japón y otro en Venezuela.

| Medellín, Colombia, 1946 | Poeta, periodista, ensayista. Ha obtenido varios premios nacionales de poesía (Premio Eduardo Cote Lamus y Universidad de Antioquia), de periodismo (Premio Simón Bolívar) y de cuento (Universidad de Antioquia), e internacionales como Casa de América, en España. Entre sus libros publicados destacan Memoria del agua (1973), Luna de ciegos (1975), Los ladrones nocturnos (1977), Señal de cuervos (1979), Fabulario real (1980), País secreto (1987), Ciudadano de la noche (1989), Pavana con el diablo (1990), Lugar de apariciones (2000), Los cinco entierros de Pessoa (2001), Arenga del que sueña (2002), Esa maldita costumbre de morir (novela, 2003), Las hipótesis de Nadie (Alforja, México, 2005), El ángel sitiado y otros poe­ mas (2006), Testamentos (2008) y Biblia de pobres (2009) .

juan manuel roca

rafael ruiz moscatelli | Santiago de Chile, 1946 | Realizó estudios de ingeniería y filosofía. Es narrador y ha publicado las novelas Detrás de la dulzura (1988) y La furia y la nada (2006), así como el libro de relatos De todos los anchos mares (1986).

colaboradores

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eclipses

josé emilio pacheco

Narciso Narciso en el estanque: hay un espejo donde se abisma el que se reconoce. Quién como yo, supone el niño al observar la ficción hecha de luz contra telones del azogue. Si no hay piedra que rompa el maleficio la autohipnosis embriagará a su víctima, lo hará un tirano incapaz de ver más allá de su ombligo mínimo, precisamente la cicatriz que nos señala a fuego para indicar pertenencia al conjunto, la obligación de ser para otros ya que somos de otros.


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