¿La Otra cambia o el cambio es La Otra?
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uando la poesía se afirma como expresión de resistencia o de transformación, cuando emana de una fuente natural sin el ansia de la posteridad y el lucro, es cuando suele ocurrir la magia del encuentro, fuera o dentro de una estrecha franja de vida. El hecho estético que le dio lugar volverá a repetirse, a reencontrarse con sus interlocutores, más allá de toda moda o del augurio de la crítica. En este número reunimos a importantes autores de diversas lenguas, y en particular de quienes escriben en español o castellano. Pero hemos concentrado nuestra atención en dos figuras relevantes de la cultura mexicana e hispanomexicana, Arturo Rivera, artista plástico, y Tomás Segovia, poeta polígrafo. Ambos son capaces de persuadirnos en lo individual de la fuerza de su obra, de su inteligencia y, sobre todo, de su capacidad para estremecernos, de perturbar nuestras conciencias con sus imágenes y sus revelaciones. La Otra se obliga a desarrollarse, a buscar su rostro y su deseo en el extremo invisible de sus fuerzas. Esta comunidad de otreros aporta voces y atmósferas que nos expulsan de los localismos y las certidumbres por consigna. Somos una sola comunidad de diferentes. Víctor Rodríguez Núñez en Estados Unidos, con su cubanía a cuestas, Alfredo Fressia en Brasil con su ser montevideano sin remedio, Juan Gelman con su porteñismo chilango, Emilio Coco en su espíritu hispano, Uberto Stabile con su nomadismo latinoamericano, Marco Antonio Campos en su chilanguismo universal. Cada uno de sus colaboradores es La Otra, el compromiso de permanecer sin dejar de mirarse en el espejo del tiempo, como dice Arturo Rivera ante la evidencia de un autorretrato constante: reconocer la emergencia del padre en la imagen del hijo. La Otra es distinta en su diseño sin dejar de ser La Otra. José Ángel Leyva
director general José Ángel Leyva subdirector Víctor Rodríguez Núñez (Cuba-Estados Unidos) editor Alfredo Fressia (Uruguay-Brasil) consejo editorial Jorge Bustamante | Jorge Boccanera | Marco Antonio Campos | Sandro Cohen | Elsa Cross | Antonio Deltoro | Evodio Escalante | Jorge Esquinca | Juan Gelman | Hugo Gutiérrez Vega | Eduardo Hurtado | Eduardo Langagne | Hernán Lavín Cerda | Carlos Maciel | Pablo Molinet | Carlos Montemayor† | José Emilio Pacheco | Begoña Pulido Herráez | Vicente Quirarte | Juan Manuel Roca | Uberto Stabile consejo nacional aguascalientes Claudia Santa-Ana | chihuahua Jorge Humberto Chávez | distrito federal María Baranda, Víctor Cabrera, Miguel Ángel Flores, Grissel Gómez Estrada, Samuel Gordon, Eduardo Mosches, Lucía Rivadeneyra | jalisco Jorge Souza | michoacán Gaspar Aguilera | morelos Javier Sicilia | nuevo león Armando Alanís Pulido, Margarito Cuéllar | puebla Ludmila Biriukova | sinaloa Elmer Mendoza, Juan José Rodríguez, Elizabeth Moreno Rojas | sonora Juan Manz | veracruz Silvia Tomasa Rivera | zacatecas José de Jesús Sampedro consejo internacional argentina Rodolfo Alonso, Cecilia Romana | australia John Kinsella | bélgica Stefaan van den Bremt | bolivia Eduardo Mitre, Mónica Velásquez | brasil Lêdo Ivo, Floriano Martins, Ana Rüsche | chile José María Memet, Jaime Quezada, Manuel Silva | colombia Rafael del Castillo, Pedro Alejo Gómez, Santiago Mutis, Amparo Osorio, Alfonso Peña | cuba Luis Lorente | ecuador Jorge Enrique Adoum†, Edwin Madrid | el salvador André Cruchaga | españa Rodolfo Häsler, Luis García Montero, Jordi Virallonga | estados unidos Margaret Randall, Katherine Marie Hedeen | francia Stéphane Chaumet, Eduardo García Aguilar | grecia Guadalupe Flores | islas canarias Juan Carlos de Sancho | italia Martha Canfield, Emilio Coco | luxemburgo Jean Portante | paraguay Jacobo Rauskin | perú Antonio Cisneros, Hildebrando Pérez Grande, Renato Sandoval | polonia Krystyna Rodowska, Gerardo Beltrán, Martha Eloy | portugal Rosa Alice Branco, Nuno Júdice | quebec Claude Beausoleil, Bernard Pozier | república dominicana Soledad Álvarez, Alexis Gómez Rosa | rusia Andrei Kofman | suecia Lasse Söderberg, Ángela García | uruguay Luis Bravo, Gerardo Ciancio | venezuela María Antonieta Flores consejo de arte Octavio Bajonero | Pascual Borzelli Iglesias | Guillermo Ceniceros | Rogelio Cuéllar | Felipe Ehrenberg | Esther González | Graciela Kartofel | Samuel Vázquez La Otra. Revista de poesía, artes visuales y otras letras | Año 3, núm. 13, octubre-diciembre 2011, es una publicación trimestral editada por Granises, Servicios Editoriales y de Comunicación, S.A. de C.V. en co edición con la Universidad Autónoma de Sinaloa | Aries No. 73, Casa 2, Col. Prado Churubusco, C.P. 04230, Delegación Coyoacán, Tel. 56978342 | www.indautor.sep.gob.mx, infoinda@sep.gob.mx | Editor responsable: José Ángel Leyva Alvarado | Reservas de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2011032210430500-102 | issn (en trámite) | Licitud de Título No. (en trámite) | Licitud de Contenido No. (en trámite), ambos otorgados por la Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación | Permiso SEPOMEX No. 010203 | Imprenta: Gustavo Ramón Noria (Publigráfica) | Bolívar 167, Colonia Doctores, C.P. 06720, México, D.F., Delegación Cuauhtémoc | Este número se terminó de imprimir el 14 de octubre de 2011 con un tiraje de 1,000 ejemplares | Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación | Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización del editor.
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Univ ersi dad Autónoma de Si nalo a rector Dr. Victor Anonio Corrales Burgueño secretario general Dr. José Alfredo Leal Orduño año 4 |núm. 13 | octubre-diciembre 2011 Foto de portada Collage basado en un cuadro de Arturo Rivera y en una fotografía de Pascual Borzelli.
Portada: Rosalinda Ma. Santoyo Ojeda dossier artes plásticas Arturo Rivera diseño y formación Javier Curiel Sánchez Rosalinda Ma. Santoyo Ojeda página web www.laotrarevista.com
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ÍNDICE
Poetas en Babel Jerome Rothenberg | [Trad.] Heriberto Yépez | 5 VitĚzslav Nezval | [Trad.] Miguel Ángel Flores | 10 Tsead Bruinja | [Trad.] Diego J. Puls | 17 Serge Pey | [Trad.] El autor | 20 Eugeniusz Tkaczyszyn-Dycki | [Trad.] Marta Eloy Cichocka y Abel Murcia | 23 Cinco poetas italianas | [Present.] [Trad.] Emilio Coco | 26 Fotografía Pascual Borzelli Óscar de la Borbolla | Pascual Borzelli y la fotografía de una creación | 36 Yo poeta Tomás Segovia José Ángel Leyva | Deseo de realidad | 47 Alicia García Bergua | Breve recorrido por un gran poeta | 55 Fabio Morábito | Personajes mirando una nube | 61 Liliana Weinberg | El ensayo, fidelidad al sentido | 69 De árboles. Nuevos poemas de Tomás Segovia | 77
Poetariado Juan Calzadilla | 80 Amalia Bautista | 83 Charo Guerra | 86 Rodolfo Alonso | 88 Rodrigo Galarza | 91 Delia Domínguez | 93 Rodolfo Mata | 96 Indran Amirthanayagam | 99
Otras letras Guadalupe Flores | Introducción al cuento chipriota | 103 Kika Poulcheríou | La espera [Trad.] Guadalupe Flores Liera | 105
Lengua de sastre David Cortés Cabán | Poema "El nadador"de Ramón Palomares | 108
Artes plásticas Arturo Rivera Eduardo Lizalde | La vida detenida | 117 Daniel Sada | Desentrañar la realidad | 119
La cocina del artista Jussara Teixeira: los placeres de la boca, Brasil-México | 130
Eclipses Fabio Morábito | 136
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Š Pascual Borzelli Iglesias
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Poetas en ba b el
Jerome Rothenberg Nueva York, 1931 Traducción del inglés | Heriberto Yépez
Es una de las voces fundamentales de la poesía estadounidense contemporánea. Autor de más de setenta libros —entre los que se destacan White Sun Black Sun (1960), Poland/1931 (1974), A Seneca Journal (1978), The Dada Strain (1983), Khurbn (1989), The Lorca Variations (1993), Gematria (1994) y la selección Poems for the Game of Silence (2000)—, no ha cesado en su intento de revolucionar la poesía. Sus ensayos sobre la imagen profunda, la etnopoética y la traducción total son verdaderas contribuciones a la teoría y la práctica de la poesía. También ha sido editor y traductor (del alemán, español y de diferentes lenguas indígenas). Su obra ha recibido numerosos premios y ha sido traducido ampliamente a más de una docena de idiomas.
Poetas en Ba b el
I-Songs Exist i-songs exist, (I. Christensen) & i have sought them, playing an empty hand. i is your mother, is a good day & also not. i equals nothing in the game of numbers where it is also ten & jew. i is a womb a belly something stolen heart & hand. i eats & will be eaten. i is a habitation. i is go & good. i is a power. i is to God a question. i is willing. i is i-am but stands confused. i is a name for ice. i is an end.
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Las canciones del yo existen Las canciones del yo existen y yo las he buscado, jugando con una mano vacía. yo es tu madre, es un buen día y también no. yo es igual a nada en el juego de los números donde también es diez y judío. yo es un útero un ombligo algo robado corazón y mano. yo come y será comido. yo es una habitación. yo es ve y bueno. yo es un poder. yo es Dios una pregunta yo se presta. yo es yo-soy pero se mantiene confundido. yo es un nombre para el hielo. yo es un fin.
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(I. Christensen)
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Prolegómenos a una poética para Michael McClure Hombre poeta camina entre sueños Está vivo, libremente respira por un tubo tenue como pipa turca. Las cenizas caen a su alrededor mientras camina cantando sobre ellas. Oh qué verde el sol es donde marca al océano. Las plumas se deslizan desde la cumbre de las colinas en las que el hombre poeta sigue caminando, caminando un paso adelante de lo que teme, de lo que ama. ∙ ∙ ∙ ∙ ∙ ∙ ∙ ¿Por qué el poeta nos ha fallado? ¿Por qué hemos esperado, esperado a que la palabra venga otra vez? ¿Por qué recordamos lo que el nombre significa sólo para ahora olvidarlo? Si el nombre del poeta es dios qué oscuro es el día qué pesada es la carga que lleva con él. Todos los poetas son judíos, dijo Tsvetayeva. El dios de los judíos es judío, dijo un judío. Era blanco a su alrededor y su voz era pesada, como la voz de un poeta en invierno, anciana y pesada, crepitante, recordando congelados océanos en un clima de verano qué contrariedad sintió qué áspero el sufrimiento en él ¡déjalo ir!
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El poeta sueña acerca de un poeta y aclama. Pronto habrá olvidado quién es. ∙ ∙ ∙ ∙ ∙ ∙ ∙ Habla a la madre del poeta, ella ya está muerta. Hace muchos años ella dejó el clima de su padre. Padre de él también. La historia del vagabundeo todavía no es contada, falsa. La historia de quién eres tú, la historia de a dónde puede el poema conducirnos, de dónde se detiene y dónde la voz se detiene. El poema es una discusión con la muerte. El poema no tiene precio. Aquellos que son traídos al poema nunca pueden abandonarlo. En un esmoquin plateado el poeta en el poema de Lorca camina por el vestíbulo para saludar a la novia del poeta. El poeta le mira los senos brillando en el espejo. Manzanas tan blancas como pechos, dice Lorca. Es alimentado con la leche del paraíso, el sueño de cada hombre poeta de cada novia poeta. La banda toca el día no se detiene y se destapa para recibir otra noche más. ∙ ∙ ∙ ∙ ∙ ∙ ∙ ¿Es el poeta negro negro? ¿Y es la creación de sus manos y garganta una creación negra? Sí, dice el hombre poeta
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quien porta tres anillos, el hombre poeta que busca la luz preciosa, pasa el día al lado de una puerta rota por la que nadie puede entrar. Mantenla cerrada, el dios suplica y el judío rueda en su sueño sin fin. Dioses como pequeñas llantas se desplazan más allá de él por el camino de la montaña donde viven los gatos en un cementerio resguardado por la estrella de su padre, un poeta y una novia enredados en el pasto, sus manos son negras sus ojos del blanco más blanco y bordeados con escarlata. Escucha el toque del tambor, corazón. Los negros han arribado en la costa oeste el antaño pasado perdido de la poesía revive. ∙ ∙ ∙ ∙ ∙ ∙ ∙ Nuestros dedos nos fallan. ¡Entonces, arráncalos! el poeta grita no por primera vez. Los muertos son vistos con demasiada frecuencia llenando nuestras calles, ¿quién no los ha visto? Un temblor a través de la parte baja del cuerpo, siempre la imagen de la cabeza de un caballo y mosquitos. Un pecho de mujer y miel. Ella cuya boca los asesinos llenaron de grava que ya no hablará. El poeta es el único testigo de esa muerte, escribe cada verso como si fuese el único testigo.
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Vitězslav Nezval Biskupovice, 1900-Praga, 1958 Traducción del checo | Miguel Ángel Flores
Poeta fundamental de las letras checas de todos los tiempos. Hijo de un profesor rural, estudió leyes y filosofía en Praga. Su obra transitó de la obra proletaria El Puente (1922), a la vanguardia literaria y específicamente al surrealismo, para retornar a una lírica social y política durante la ocupación nazi. Militante comunista, se convirtió en poeta oficial de la República Socialista de Checoslovaquia, como lo evidencian sus libros Stalin (1949) y El canto de la paz, 1950.
Exotická láska Daleko na jih v mouřenínském kraji tropické oázy rozkvétají tropická růže jež tam vykvetla ta černá růže to je milá má O palmu lehce podepřena zpívá píseň tak prastarou sledujíc koráby pouště když se stmívá jak plují Saharou A zvolna češe dlouhé zlaté vlasy největší tygřici a vzpomíná a stále vzpomíná si hovoříc k měsíci —Můj milý v dálné cizí zemi žije a já jsem jeho krásná Virgínie Na ňadrech sedají mně lýrovci a on je básníkem té chladné končiny Miluje měnící se plaché kolibříky z barevných obrázků je revolucionář a má rád sladké fíky a myslí na lásku A jeho exotické básně rozechvějí ponejvíc chuďasy ti mají také rádi poezii mé žhavé oázy
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El amor exótico En el lejano sur en la región de los prietos Los Oasis tropicales comienzan a florear Una rosa tropical se abrió La rosa negra es mi amada Se apoya ligeramente sobre una palma y canta Una canción tan antigua Y mira a los barcos del desierto al anochecer Como navegan en el Sahara Con parsimonia peina su cabellera dorada La gran tigresa Y contempla sus recuerdos mientras con la luna —Mi amado vive en un país lejano y extranjero Y yo soy su bella Virginia Sobre mis pechos se posan lirófonos Y él es el poeta de ese lugar gélido Él ama los huidizos colibríes De las pinturas a color Es un revolucionario y le gustan los higos dulces Y piensa en el amor Y sus exóticos poemas hacen temblar Sobre todo a la gente pobre Ellos también aman la poesía De mi ardiente Oasis
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Mujer en plural 1 Estaba agachada con las piernas abiertas sobre los claveles Como si se la hubiera quitado de la espalda un hombre horrible Un horrible deshollinador Su mano negra No dejó huellas en ningún lado Ni en la puerta ni en la manija Un deshollinador que quizá golpea a las mujeres Tuve mucho miedo aquel día 2 Estaba subida en una escalera de tijera en una capilla limpiando con un trapo el cielo estrellado En una escalera de tijera y tenía un cepillo Cuando descendió El cepillo había desaparecido Lo busqué por todas partes 3 De rodillas sobre una rama cortaba manzanas maduras Miré un avispero Aferrado a su falda zumbaba como un moscardón Aquel día maté miles de moscas 4 Se inclinaba sobre las zarzamoras Dejando una espina clavada en su cuerpo Fue la espina de una rosa La busqué por todos los prados 5 El deshollinador regresó Cómo me reí de él Destrocé el avispero con el cepillo Y quité todas las espinas del jardín
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Augurio Algún día a mitad del verano caminaré por una ciudad que me es ajena Por una ciudad donde no conozco a nadie Por una ciudad donde recientemente se terminó una fiesta Tendré la impresión de que es domingo Pasaré frente a un edificio enorme Un edificio extraño Tal vez sea un museo de aves disecadas Será la hora cuando el sol se pone Las calles estarán desiertas De repente me detendré En la esquina del edificio aparecerá una mujer Una mujer surtidor Será esbelta Y estará quizá algo abrigada para ser verano Tendrá una boa Y su sombrero cubrirá la mitad de su rostro Estará algo sorprendida Tendrá la impresión de conocerme y yo tendré la impresión de conocerla Volverá la cara Y sólo después responderá a mi saludo Le contaré todo Sobre un presentimiento extraño que me persigue desde hace algunos años Cuando paseo por una ciudad que no amo frente a cierto edificio Esa ciudad me será ajena para siempre A pesar de que no es la primera vez que estoy aquí Ese presentimiento no me abandona El presentimiento de que la encontraré aquí Después de esa explicación la mujer sonreirá Nada me preguntará Tampoco nos presentaremos uno al otro Caminaremos juntos ella doblará a la izquierda Atravesaremos un enorme parque No sé quién guía a quién tomaremos un rumbo que desconozco Entraremos en una casa de la que ella tiene la llave
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Cruzaremos por un patio Y después subiremos por una escalera en ruinas hasta el tercer piso Dirá que vive sola Desde el día que murieron sus padres El cuarto en el que entramos es antiguo Dice que nada cambió pues casi siempre está de viaje Y regresa siempre sólo por poco tiempo a este piso Encenderá una lámpara de mesa Me pedirá que me siente Ella se sentará en un sofá antiguo Sin quitarse el sombrero Me dirá que ama mucho los cuentos fantásticos Y al antiguo romanticismo alemán Se hace presente al fin Mujer más real y ilusión más real Usted por la que escribí toda mi poesía
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Primavera-invierno de Vitezslav Nezval
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itezslav Nezval nació el 26 mayo de 1900, en Biskoupky, pequeño pueblo de la Moravia occidental, cuando esa región formaba parte del antiguo Reino de Bohemia, subordinada entonces al Imperio Austrohúngaro. En el inicio de su juventud fue testigo del nacimiento de la República Checoslovaca. Su descubrimiento de los poetas y escritores franceses tuvo gran trascendencia en lo que escribiría después. Nezval se instaló en Praga para realizar sus estudios universitarios. Praga se convertiría en la inspiración eterna de su poesía. Nezval publicó su primer libro El puente (Most) a los veintidós años de edad. El mismo año, el poeta debutante se adhirió al grupo Devestil y se hizo así amigo de los artistas de la vanguardia. Devetsil será la base del primer grupo surrealista de Praga, y dentro de la estética del surrealismo Nezval escribió los poemas más importantes de su obra, poemas llenos de vitalidad, novedades metafórica y
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Miguel Ángel Flores
lingüísticas e impregnados de una imaginación poco común para la época. Su obra interesó a Breton, que viajó a Praga para conocerlo. Como muchos poetas jóvenes de su generación, se interesó por los movimientos políticos y las luchas sociales de la clase obrera e ingresó al Partido Comunista de su país en 1924, organización a la que pertenecería hasta el fin de sus días. Y como otros grandes poetas de su generación, pasó de la rebeldía y los arrebatos modernizadores al conformismo y el conservadurismo estético que impuso el comunismo so vié tico. La primera etapa de su actividad creadora hizo de él uno de los más notables poetas del siglo xx; es el fundador de la vanguardia en lo que es hoy la República Checa. No sólo Breton sino el coautor de Los campos magnéticos, Philippe Soupaul, tuvo interés por cuanto teorizaban y escribían los escritores checos. Conoció en París a los poetas surrealista franceses
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Eluard y Péret, en el mítico café de la Place Blanche. V. Nezval se sintió atraído por el surrealismo. En 1934 participó en la fundación del grupo surrealista de Praga y escribió un texto, intitulado El surrealismo en Checoslovaquia. Los poemas de esa época de Nezval reflejan el automatismo psíquico. Luchó en la medida de sus fuerzas contra el fascismo. Malraux, lo invitó a participar en el Congreso Internacional por la Salvación de la Cultura, convocado en junio del mismo año, en París. La República Socialista Checoslovaca contó
con su entusiasta colaboración, y recibió los privilegios que les concedían a los poetas oficiales. Hizo viajes a Rusia, Francia e Italia. Una enfermedad cardiaca acabó con su vida en 1958. Sus obras han sido traducidas al alemán, al danés, al ruso, al francés, al rumano. El poeta hizo por su parte traducciones del francés al checo. A. Rimbaud, Ch. Baudelaire, S. Mallarmé, A. Breton, E. A Poe y otros más. Permanecerá como uno de los poetas más notables de su época.
Miguel Ángel Flores, Ciudad de México, 1948. Poeta, traductor, ensayista y catedrático de la Universidad Autónoma Metropolitana. Ha traducido a poetas franceses, norteamericanos y portugueses. Entre sus libros de poesía destacan, Ciudad decapitada (1983), Saldo ardiente (1984), Sombra de vida (1986), Erosiones y desastres (1987). En 1980 obtuvo el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, por su libro Contrasuberna. Su libro más reciente de poesía es Jardín Atlántico, publicado por la editorial Verdehalago.
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Baarnendhûs
Tsead Bruinja Frisia, Países Bajos, 1974 Traducción del neerlandés | Diego J. Puls
En 2000 publicó en idioma frisón su ópera prima, De wizers yn it read (Las agujas en rojo). Dat het zo hoorde, su primer poemario en lengua neerlandesa, publicado en 2003, fue nominado el año siguiente al Premio de Poesía Jo Peters. Sus otros poemarios, también en neerlandés, se titulan De geboorte van het zwarte paard (El nacimiento del caballo negro, 2008); Angel (Aguijón, 2008); y Overwoekerd (Enmalecido, 2010). Bruinja ha compilado antologías, escrito reseñas, presentado programas y realizado entrevistas para diferentes medios. Ofrece recitales de poesía dentro y fuera de Holanda, acompañado a menudo por el músico Jaap van Keulen, y a veces por la bailaora flamenca Tanja van Susteren.
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sy wennet yn in baarnend hûs elke stoarm nimt in panne fan it dak it is kâld har tosken klapperje bûten betinkt ien nije ferkearsregels fytst fierder in âld man kranten om it liif bûn ûnder de klean sy rint der út mei in koer fol wask swarte lekkens swarte tekkens swart sloop se sjocht de greiden baarne ek it hat gjin doel en wês bûten leaver werom nei de muorren de dânsjende flammen op syn portret post falt net frege troch de doar hellet knisterjend de matte net har kat springt by har op ’e skurte mei in plantaardich streakferlet jit sy noch wat spiritus oer de foto-albums faget de jiske fan ’e bril en lêst en lêst en lêst
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Casa en llamas ella vive en una casa en llamas cada temporal se lleva una teja del techo hace frío castañetean sus dientes afuera crean nuevas reglas de tránsito se aleja un anciano en bicicleta envuelto en diarios debajo del abrigo ella sale de casa con un canasto de ropa sábanas negras mantas negras funda negra ve también los campos ardiendo no tiene sentido estar afuera mejor volver a las paredes las llamas que bailan en el retrato de él sin pedirlo caen cartas por el buzón de la puerta crepitan y no llegan al felpudo el gato se instala de un salto en su regazo con un deseo vegetal de ser acariciado ella esparce más alcohol sobre los álbumes de fotos se limpia la ceniza de las gafas y lee y lee y lee
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Luz hay luz y algo que está en el medio un muro una figura una vida evitando que te aborden cultivando puños tapando una tumba con todo tu cuerpo oscureciendo la abertura de una puerta hay luz algo que está en el medio y hay un camino donde dejas tus cosas hay luz que quiere contarte algo vete déjalas ahí recógelas
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¡eh! hoja en los árboles ¡eh! ¡eh! sol en el cielo ¡eh! ¡eh! hoja en los árboles ¡eh! ¡eh! ladrillo rojo ¡eh! ¡eh! puerta ¡eh! ¡eh! humo por la chimenea ¡eh! ¡eh! calor de otra persona ¡eh! ¡ah! las sendas que transito ¡ah! ¡ah! las sendas que transito con ella ¡ah! ¡ah! las sendas que transito ¡eh! el aire que comparto con ustedes ¡eh! ¡eh! el aire que compartimos ¡eh! ¡eh! ¡eh! el aire ¡eh! las instrucciones ¡eh! ¡eh! las instrucciones en la caja ¡eh! ¡eh! las instrucciones encima de la mesa ¡eh! ¡hola! aparato encima de la mesa que no entiendo ¡hola! ¡hola! aparato encima de la mesa con tus extensas instrucciones ¡hola! ¡hola! aparato ¡hola! instrucciones ¡hola! ¡hola! ¡eh! el conflicto que evito ¡eh! ¡eh! el conflicto sofocado en su origen ¡eh! ¡eh! el conflicto del pescuezo retorcido ¡eh! ¡adiós! conflicto ¡adiós! aparato ¡adiós! conflicto ¡hola! ¡ah! las sendas que transito ¡ah! la puerta ¡eh! ¡eh! las sendas que transito ¡eh!
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La porte en face de nous coupe le ciel en deux ombres
Serge Pey Francia, 1950 Traducción del francés | El autor
Ha publicado más de treinta libros, desde el inicial J’eux (1974) hasta el reciente Droit de voirie (2010). Poeta visual y artista plástico. Es además un notable ensayista (Lèpres à un jeune poète, principes élémentaires de philosophie directe), fundador de revistas (como Émeute en 1975 y Tribu en 1981) y antólogo (Les funambules de Pragues), así como traductor, performeur, e improvisador oral. Es profesor de la Universidad de ToulouseLe Mirail. Ha recibido el Premio Internacional de Poesía Francófona Wallonie Bruxelle en 1989 y el Premio Yvan Goll en 2001, entre otros reconocimientos.
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Face à la fenêtre nous vomissons des spectres d’étoiles et de rats Ni centre ni échelle Sous nos souliers mdi trébuche dans son vomi d’oiseau Les étoiles nous portent sur leurs cahiers d’écolières de l’obscurité Tendons qui s’arrachent des cerveaux Connaissance du rocher saoul L’infini est un papier buvard que nous déchirons après qu’il ait absorbé nos écritures Les îles que nous vomissons sont le futur de la mer Pendant que nos îles remplacent sa tête l’infini maintient un équilibre d’ivrogne entre les étoiles et les rats
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La puerta frente a nosotros
El peso de una esponja aumenta
nos corta el cielo en dos sombras
proporcionalmente al número de gotas de agua que absorbe pero ninguna esponja puede absorber toda el agua del mundo
Frente a la ventana vomitamos espectros de estrellas y ratas Ni centro ni escalera Bajo nuestros zapatos el mediodía se tropieza en su vómito de pájaro Las estrellas nos cargan sobre sus cuadernos de colegialas de la oscuridad Tendones que se arrancan de los cerebros Sabiduría de la roca ebria El infinito es un papel secante que rompemos después que absorbe nuestras escrituras Las islas que vomitamos son el futuro del mar Mientras nuestras islas no reemplacen su cabeza el infinito mantiene un equilibrio de borracho entre las estrellas y las ratas
Cuando una esponja se satura nadie puede prever el comportamiento del agua que deja de absorber ni el comportamiento del mundo Sin embargo hay que imaginar una esponja que absorba toda el agua del mundo La pondríamos en el lugar de nuestro pañuelo en un bolsillo del universo Seríamos un barco Seríamos la sal Seríamos todos los ríos del mundo que van a dar a la sed del cielo Una esponja es como una maleta pura con todos nuestros caminos adentro Cada vez que compramos una maleta pensamos que va a disminuir el peso de las cosas que guardamos en su espacio La maleta ideal consiste en disminuir el peso de lo que transportamos con ella
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hasta pesar sólo su peso de maleta o volverse más liviana de lo que era en un principio hasta dejar de existir En una esponja ideal se puede guardar el mar entero si la ponemos en el bolsillo del corazón En una maleta ideal se puede guardar todo el universo la tropa sumergida de las estrellas una sola hormiga un solo amor En un poema se puede guardar todo el futuro que quisiéramos hacer existir
Tenemos una bandera que se ve y una bandera que no se ve Tenemos la bandera sin bandera de todas las banderas Tenemos una bandera como un pañuelo para vomitar nuestra sangre y nuestra piel
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Tenemos una bandera que esconde un esqueleto derrumbado en sus propios huesos Tenemos una bandera que desviste a todas las banderas Nuestra bandera es un zapato Nuestra bandera es un pedazo de pie Tenemos una bandera Un pedazo de sábana Un pedazo de piel Tenemos Una bandera Tenemos una mano Tenemos una piel Tenemos una bandera hecha con un ojo y un pájaro Tenemos una bandera sin bandera Tenemos una bandera a la que no le gustan las banderas Tenemos una bandera en llamas que quema todas las banderas Tenemos un pedazo de madera Tenemos un pedazo de piel Tenemos una bandera sin bandera en medio de un millón de banderas Tenemos una bandera sin bandera entre una sola bandera No tenemos bandera Tenemos una bandera sin bandera en nuestra propia bandera
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Eugeniusz Tkaczyszyn-Dycki Polonia, 1962 Traducción del polaco | Marta Eloy
De "Nenia y otros poemas” (1990)
Cichocka y Abel Murcia
Sus poemas están reunidos en el tomo Kamień pełen pokarmu (Piedra llena de alimento). Es autor de nueve volúmenes de poesía. Sus poemas juntan la lengua polaca moderna con la antigua para presentar las fundamentales y extremas experiencias humanas: el sufrimiento, la soledad, la muerte, etc. Ha ganado el reconocimiento de la crítica y recibido los importantes premios Kazimiera Iłłakowiczówna, Barbara Sadowska y Gdynia.
XLV moja siostra Wanda przynosi ze spaceru lilię a ja piszę wiersz o śmierci a ja znowu ten wiersz piszę od początku i nie umiem skończyć ani przerwać w połowie tak żeby się zachwiał jak lilia śmiertelnie kiedy szukam dla niej najodpowiedniejszego słowa zamiast garnuszka wody
XLV mi hermana Wanda vuelve del paseo con una azucena yo estoy escribiendo un poema sobre la muerte rescribo este poema desde el principio y no sé acabarlo ni dejarlo a la mitad para que vacile mortalmente como la azucena mientras le busco a ella la palabra más adecuada en vez de un jarro con agua
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XLVI lilia zepsuła się w garnuszku wody pytam się oczu co widziały i gdzie były lilia zepsuła się jakby zniechęcona po ludzku sobą pytam się swoich oczu gdzie sczerniały lilie za którymi poszłyby do grobu a one nie wiedzą i jak cudze na mnie patrzą więc znowu piszę ten stary wiersz o śmierci i wciąż jeszcze nie wiem od czego zacząć
XLVI la azucena se pudrió en el jarro con agua les pregunto a los ojos qué han visto y dónde han estado la azucena se pudrió como humanamente desanimada de sí misma pregunto a mis ojos dónde han ennegrecido las azucenas por las que irían hasta la tumba y ellos no saben y como ajenos me miran así que de nuevo escribo este viejo poema sobre la muerte y sigo sin saber por dónde empezar
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De Guía para los sin casa independientemente del lugar de residencia (2000) XLIII otoño ya Señor y yo aquí sin casa aunque reúno objetos de uso cotidiano y se me van acumulando cosas inútiles aunque cada vez quiero más que ese viento al que todo lo enciende lo excita y que con cada hoja se las arregla por separado porque sólo con hojas se hacen turbios negocios sin arriesgarse a perder lo vi en la región de Przemyśl
XLIV otoño ya Señor y yo aquí sin casa aunque cada vez quiero más que aquel viento con el que hago algunos turbios negocios porque en algún momento habrá que independizarse emanciparse voy a ver a mis muertos (sin arriesgarme a perder) como si fuese a quitarles algo aún no sé qué pero mientras tanto sonrío pensando en que poseo un puñado de mí mismo de esa tremenda riqueza que enseguida debería derrochar hundirlo todo con alcohol devolver hasta la primera papilla lo vi en la región de Przemyśl de la boca de los mayores borrachos
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C I N C O J Ó V E N E S P O E TA S I TA L I A N A S Selección y traducción del italiano | Emilio Coco
Nicoletta Bidoia Nació en 1968. Vive y trabaja en Trevis. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Alla fontana che dà albe (2002), Verso il tuo nome (2005) y L’obbedienza (2008). Con la cantautora Laura Mars ha musicalizado y grabado dos poemas de Verso il tuo nome en su álbum “Nido dove riposano le parole” (2006). Ha ideado y realizado el espectáculo de música y poesía “Un piccolo miracolo”, participando en numerosos festivales de poesía italiana.
Non aver paura di essere un fiore fragile – lo siamo tutti prima che smetta la tempesta. Tu non lo sai ma quando ami regali brividi alla terra. No tengas miedo de ser una flor frágil – lo somos todos antes de que cese la tormenta. Tú no lo sabes pero cuando amas regalas escalofríos a la tierra.
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Encontrarte siempre en la cama en los rincones de la noche. No tener que buscarte también a ti.
Tráeme siempre tu amplia maravilla que abre las puertas más impensadas, que me salva de las horas trastornadas y tiene juntos mis huesos rotos.
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Alcanzas ahora mi mirada y quema el asfalto, quema las horas porque el amor no tiene alfabetos en alternativa. Él patea, él grita... Abre las piernas y grita, besa en vacío y en vacío aprieta una voz que el teléfono vuelve siempre más pequeña.
Ruedo contenta montaña abajo y me arrojo espada en mano gritando el hambre y tu nombre. Amor, esta noche eres el pan blanco caliente, humeante y eres esa montaña. Yo, la carrera temeraria, el salto en picado entre pan y vértigo.
Me preguntas quién me mata – lo sabes, pero no lo dices. Es la distancia que tú pones entre pensamientos y palabras, el regalarme cuentos felices para no herirme los ojos.
Poetas en Ba b el
Conozco un lugar del corazón donde estarías quieta, donde la lluvia con sus dedos te vestiría leve, y atrevida te mostrarías al sol cuando vuelve.
Aquí en el Nordeste el sol no existe, o al menos el que tú conoces en el Sur que bautiza la isla de los tuyos, sus senderos y el mar en torno, o el que en Roma parece decirme “¡Puedes!” cada vez que vuelvo.
Desde Roma tú me envías capullos que yo pongo en un plato para mi hambre, para las agujas codiciosas de mi boca. Oh, capullos desesperados, un día de rosales inviolados y ahora aquí, amargos y espantados rostros que miran mi hambre, mis sonrisas muertas.
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Giovanna Frene Nació en Asolo, en 1968. Giovanna Frene, alias Sandra Bortolazzo. Ha publicado: Immagine di voce (1999), Spostamento (2000), Datità (2001), Stato apparente (2004), Sara Laughs (2007). Con el seudónimo de Federica Marte ha publicado el relato epistolar Orfeo è morto (2002). Sus poemas han sido incluidos en revistas italianas y extranjeras. Está presente en dos importantes antologías: Parola Plurale: Sessantaquattro poeti italiani fra due secoli, de G. Alfano y otros (2005) y Nuovi poeti italiani de P. Zublena (2005).
Autoritratto
Autorretrato
Questa immobile fissità sono io? È ancora la mia bocca questa furente serie di carni? Sedimenti di petali tra le fessure – se fino a ieri era tutto perfezionato al meglio mentì questa evanescente fluidità chiamata tritacarne? Negare di preferire qualsiasi preferenza fingere di fingere la finzione del non sentire proferire perfetti simulacri attinti al tutto della totalità: soltanto così riflessi dietro lo specchio percepire d’un tratto un uno.
¿Esta inmóvil fijeza soy yo? ¿Es todavía mi boca esta furibunda serie de carnes? Sedimentos de pétalos entre las hendiduras – si | hasta ayer estaba todo perfeccionado de la mejor manera | ¿mintió esta evanescente fluidez llamada picadora de carne? Negar que se prefiere cualquier preferencia fingir que se finge la ficción del no sentir proferir perfectos simulacros tomados al todo de la totalidad: tan solo así reflejados detrás del espejo percibir de repente un uno.
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Simil-elegía ¿Sería esto la poesía? El mundo ha nacido devastado y cada vez en torno contemplo el fondo las nubes esperando tu retorno. Porque acaso está a la espera en el cielo la poesía o acaso podría también permanecer entre tus sábanas entre las paredes de tu intimidad a lo largo del hilo de tu teléfono entre tus libros en los fogones de tus amplios manjares en tus poemas en tus pinturas pero no para mí cuando al no estar temo la ternura dicha por tu palabra que me habla de la amplia efébica hora acaso a mí inconcuso acercamiento también en el abrazo tan largamente como hubiera deseado pero no para mí cuando la soledad me asalta la mano sobre el teléfono y el oído no te llama por temor a interrumpirte en algo (tu) tarde
Requiem Los semáforos se pusieron verdes a la vez de las opuestas partes salieron todos los coches sin conciencia sin paciencia fue una carnicería sin precedentes vistos luego quedó todo limpio volvió como antes borrada también la memoria pero yo recuerdo todo aquella sangre no puedo callar sentada en la orilla del camino esperando el próximo suplicio en la vigilia de las palabras sobre todos los muertos que fueron y que vendrán
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Paola Loreto Nació en Bergamo, en 1969. Enseña Literatura Angloamericana en la Universidad de Milán. Su primer libro de poesía, L’acero rosso (2002), ganó el Premio Tronto. En 2006 publicó Addio al decoro y en 2007 La memoria del corpo. Ha publicado dos libros sobre la poesía de Emily Dickinson y de Robert Frost, y ha traducido poemas de Dickinson, William Carlos Williams, Richard Wilbur, Philip Levine, Amy Newman, Paul Celan y de algunas místicas medievales. Colabora en Poesia y en numerosas revistas italianas y extranjeras de estudios americanos.
Il bene che resta
El bien que queda
Il bene è rimasto. Nonostante tutte le cose che non andavano e quelle che abbiamo perso. Nonostante non fossi tu quello che volevo, e t’ho cancellato. Amato, anche, tanto. Mi manchi. Il tuo volto bello, tra le mani, che potevo passarti nei capelli. Che guidavi a lungo e non potevi stancarti. Parlavi bene il francese e non sapevi come, ma sempre con quel fare bergamasco nella voce. Vorrei proteggerti ancora. Farlo per sempre. Come non fosse una sola la vita, la volta che ci diamo a un uomo, l’ora dell’amore, la via d’uscita.
El bien ha quedado. A pesar de todas las cosas que no iban y de las que hemos perdido. A pesar de que no fueras tú a quien yo quería, y te he borrado. Amado, también, tanto. Me faltas. Tu rostro hermoso, entre mis manos, que podía pasar por tus cabellos. Que conducías mucho y no podías cansarte. Hablabas bien francés y no sabías cómo, pero siempre con ese acento bergamasco en la voz. Quisiera aún protegerte. Hacerlo para siempre. Como si no fuera una sola la vida, la vez que nos damos a un hombre, la hora del amor, la salida.
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Con manos capaces De las manos celestes de un hada puedo tomar un cuento, la vida o una patata dulce. Las golpea y cambia el mundo, durante algún | tiempo, o, si quiere, permanentemente. Quiero el secreto para llegar a ser anciana y a lo mejor, entretanto, más grande, como una madre, por ejemplo, que piensa en un hijo y no se cansa. Quiero simular morir y luego volver para ver la sonrisa en la cara de quien quiero y dejo. Quiero ser una cabra azul o un caracol, que sabe andar fuerte y despacio. El hada es capaz. El hada lo sabe, y me lo tiene que decir.
El buen hablar ¿Y si me llegara otro? ¿cómo haría para tenerlo en la cabeza? Yo soy una que no se acuerda, no tiene memoria ni de sus palabras ni de las de los demás. Tendría que viajar con el Moleskine en el | bolsillo, como hacía Pound, pero algo dentro de mí no quiere. Entonces repito hasta el cansancio lo que siento, en el bosque, si no se derrite, como los amentos del nogal
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en la lluvia antes de que llegue a casa. Y ahora no vuelvo atrás, porque la voz aún habla y la visita no ha terminado: hay que ir al río y luego detenerse (quedarse quieto y callado escuchando) y luego volver.
Apego Tengo nostalgia de lugares húmedos e insalubres. No porque sean hermosos, claro (esto lo sabéis todos) sino porque forman parte de la vida, de lo que he pasado y se me ha quedado en las manos. Un jardín en Martinengo, por ejemplo, de una casa de labranza enmohecida y apuntalada con palos. El puente sobre el Brembo en Ponte San Pietro para ir a las escuelas de primaria. La primera vez que cruzé el Neckar había algo mojado y escondido: me envolvía, pero no era niebla. Uno se apega también a las | cosas desagradables y desaliñadas si presagian el sentido que buscamos, una luz seca y polvorienta.
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Franca Mancinelli Nació en 1981. Vive en Fano. Se licenció en Letras Modernas con una tesis sobre la poesía de Paolo Volponi. Colabora como crítica en Poesia y en varias revistas y periódicos literarios. Poemas suyos se han publicado en antologías y revistas. Ha ganado el premio Senigallia-Valerio Volpini. Su primer libro Mala Kruna (2007) ha ganado el Premio Especial Jóvenes dentro del concurso “La Unión en poesía”.
smetto di piangere solo quando il motore è acceso: le immagini scorrono, chiudo gli occhi nel sedile dietro mentre guidi sulle strade in collina dove il cielo traspare dalle foglie. Non farti accorgere, non dirmelo che la fuga s’è chiusa in un cerchio, non darmi questo mondo fermo di cose intonacate e appese se mi abbracci non posso dare la guancia al buio, ti chiedo lasciami come un gatto lontano alla svolta, sul ciglio di una strada dove s’aprono valli di viti e ulivi e non trovo la casa.
dejo de llorar sólo cuando el motor está encendido: las imágenes pasan, cierro los ojos en el asiento trasero mientras conduces por rutas de colinas donde el cielo a través de las hojas se trasluce. No te hagas notar, no me digas que la huida ha quedado encerrada en un círculo, no me ofrezcas este mundo inmóvil de cosas encaladas y colgando si me abrazas no puedo dar mi mejilla en la oscuridad, te pido que me abandones como a un gato lejano en una curva, en la orilla de un camino donde se abren valles de vides y olivares y no encuentro la casa.
quanto paziente ostinato amore nel gesto che fai di muovere passi avanti e indietro nella sala, mentre col braccio e un ginocchio fingi di addolcire una cuna sulla sterrata
cuánto amor paciente y obstinado en tu gesto de moverte adelante y atrás en la sala, mientras con el brazo y una rodilla finges suavizar una cuneta en el camino apisonado
come dondola il mondo e le cose di nuovo tremano, anch’io sarò nel buio.
cómo se balancea el mundo y las cosas tiemblan de nuevo, yo también estaré en la oscuridad.
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quisiera con las palabras abrirte esta vida como una mano que boca arriba en la mesa espera ser colmada estrechada en la tuya. Quisiera que la lengua tapara cada agujero, que encalara esta maraña de sarmientos quemados. Seremos dos camisas colgadas una dentro de otra durante una estación entera donde la penumbra ha hundido el anzuelo en los inviernos. en la noche un estuario tus brazos son ramas de encina tamiz sin fondo piedra clara que se precipita un grano de tierra que se derrite he estado siempre aquí en el comienzo de la vida mirando estas cosas moverse en tus ojos. suspendido en el vuelo breve de un ademán: “cansado y no vuelvo atrás” nítido el estornudo del corazón. “Tómate una medicina” pero él mira lejos el horizonte sin creer en mí y no sé qué lucha sigue después más grande, y que le llena un día. Quedan lejos sus ojos, tras la línea móvil del trigo.
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Francesca Serragnoli Nació en Bolonia en 1972. Trabaja desde 1997 en el Centro de Poesía Contemporánea de la Universidad de Bolonia. Sus poemas han salido en varias revistas literarias y en las antologías I cercatori d’oro (2000) y Nuovissima poesia italiana (2004). En los Cuadernos de “clanDestino” ha publicado en 2003 su primer libro de poemas titulado Il fianco dove appoggiare un figlio.
Quando chiami sbuco dal vaso rido pettinata come un geranio sfinito il cuore un quadro caduto dietro l’armadio.
Cuando llamas salgo del tiesto me río peinada como un geranio agotado el corazón un cuadro caído detrás del armario.
Ho il corpo pieno di lampi salgono in gola come animali ingoio pastiglie come ciondoli ricamo fiori per calmare le api.
Tengo el cuerpo lleno de relámpagos suben a la garganta como animales trago pastillas como colgantes bordo flores para calmar a las abejas.
Esco, la notte ha un dito sulla bocca cenni che non capisco più.
Salgo, la noche tiene un dedo sobre la | boca señas que ya no entiendo.
Mi sveglio sventolando in una spiaggia davanti il mare che arriva… non sono capace di farmi compagnia.
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Me despierto flameando en una playa delante del mar que llega… no soy capaz de hacerme compañía.
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Todavía me visto ato los cordones por la mañana aprieto. Levanto la persiana la luz es una galleta. Salgo y he ahí mi día circunscrito en un cuaderno. Prefiero caminar. Ocurre que vuelvo a la oscuridad si tu nariz pica en la cama muevo las manos para buscarla y me hiero como en las locuras enormes. Choco con la cabeza contra el fuego mira qué cara son treinta años casi gratuitamente en agosto. Soy una semilla que rueda busco el encarnamiento, reír hacia mí las manos de una madre que me levanta de la cuna. Pero no se puede ser atractiva sólo en el llanto.
Rasando el agua como un cisne descendías al siglo septiembre las largas marchas de los pájaros la nieve, las rosas ausentes poco mayo desnudas cabriolas de ramas osarios desde los que miraba tu cola de agua. Aprieto el sueño como una vieja cuerda cada página danza lentamente parece que nada invierte la tarde. La noche es una araña que se deja tocar.
Tengo miedo a verte entre las llamas despacio como un niño que se posa se abre para nosotros un árido septiembre las cimas lanzan temores no creas que sea un faro tengo los zapatos, agujeros que no cierro entra el hambre también desde las rosas.
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Foto
grafía
Pascual Borzelli Óscar de la Borbolla
y la fotografía de una creación
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unque fue en 1888 cuando Kodak sacó la primera cámara de serie y fue anunciada con el lema: “Usted aprieta el botón, nosotros hacemos el resto”, la verdadera popularización de la fotografía se fue dando a todo lo largo del siglo xx, e hizo su eclosión total en lo que va del xxi: hoy todos toman fotos de todo y todo el tiempo. El arsenal de las imágenes que se producen en un sólo día hace que, prácticamente, pueda decirse que no hay instante que se pierda, ni persona, ni cumpleaños, ni boda, ni tropezón que no quede captado, fijado en la memoria que constituye la fotografía. Funes el memorioso de Borges es, comparativamente, un amnésico ante el colosal repertorio de imágenes que aparecen en la Web. Hoy, por citar la red social de más impacto: cualquiera hace su diario o su poemario o su crónica fotográfica y la publica en Facebook. Hoy, de hecho, todo es una epidemia. Esta situación obliga a proponer unos criterios mínimos para efectuar una criba en el campo de la fotografía, unos requisitos para discernir al fotógrafo entre los fotógrafos, ya que hoy todos somos fotógrafos y “buenos”, ya que, en muchos casos, la calidad de la foto es un problema secundario que la propia cámara resuelve de manera automática. Considero que para reconocer a un fotógrafo su trabajo ha de brindar una propuesta estética, pero ésta no puede ser
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siempre se presenta como un objeto terminado. Los entretelones de la creación resultan por sí mismos interesantes y no sólo porque nos permiten asistir a la gestación de una obra, sino porque nos muestran la vida más íntima del artista y, en este caso, nos abren, nada menos, al universo sórdido y fascinante de Arturo Rivera. Quien no se planta ante el espejo para retratarse, sino que primero se interviene a sí mismo: se crea y recrea como modelo (p. 44 y 45) y luego fondea el lienzo, coloca los primeros
© José Ángel Leyva.
tan sólo el peculiar ángulo desde el que dispara, pues por default todos toman imágenes desde su respectiva lente con su ángulo personal. Así, me atrevo a proponer en el complejo mundo de la fotografía y sólo para el subgénero de la crónica fotográfica dos factores para distinguir al fotógrafo de los fotógrafos: primero, una consciente y notoria intención por edificar foto a foto un mundo consistente de imágenes y, segundo, la elección de un motivo que por su naturaleza singular valga la pena ser registrado. Son elementos muy generales que dejan fuera asuntos importantísimos como la perspectiva, el horizonte, el centro de interés, el fondo, el contraste, el equilibrio, en una palabra: la composición de la imagen; pero que sirven para los efectos de este breve texto con el que pretendo presentar la serie: Biofotografía de una Creación del fotógrafo Pascual Borzelli Iglesias. Son 15 fotografías en las que se registra la concepción y ejecución del más reciente autorretrato del excelente pintor Arturo Rivera, una obra que ha denominado Tirante. En la serie puede apreciarse desde el momento en el que el pintor concibe la idea hasta que la pintura esta concluida y firmada. Pero, ¿qué hay en el proceso?, o mejor aún ¿qué sucede durante el proceso de creación? Ese desarrollo que toda obra supone, pero que precisamente su conclusión oculta, ya que la obra de arte
Arturo Rivera y Pascual Borzelli, 2011
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el manuscrito de una pintura de Arturo Rivera, en ellas podemos ver un pájaro volando y al pintor imitándolo (p. 44), y luego contemplar al artista arrepentido de esa desviación y recuperando el fondo plomizo que ya no es un cielo donde vuela un ave, sino un simple fondo sin más (aplaudo la decisión del pintor). La anterior frase entre paréntesis contiene, a mi juicio, todo el sentido de estas fotografías de Borzelli: sin ellas yo, ni nadie, podría estar o no de acuerdo con el pintor: si puedo aplaudir la decisión de Arturo Rivera es porque el registro fotográfico me permitió ver una alternativa, descubrir su elección, comprender que el arte es la suma de decisiones que se van tomando en el camino. Cuando una serie fotográfica, como en este caso, me da la posibilidad de descubrir algo que merece fijarse y que está bien fijado no me queda sino reconocer que estoy frente a un fotógrafo.
Óscar de la Borbolla (México, 1949). Ensayista, narrador y poeta. Guionista de los programas radiofónicos “Ucronías Radiofónicas” y “La Carta Radiofónica” en Radio Trece. Su obra ha sido traducida al inglés, francés y serbocroata. Ha sido acreedor a los siguientes premios: Premio Internacional de Cuento Plural 1987 y Premio Nacional de Humor La Sonrisa 1991. Entre sus numerosas obras se cuentan Un recuerdo no se le niega a nadie (1998), Dejé mi corazón en Humanguillo (1999), El ajonjolí de todas las soluciones (2000), Vivir a diario (1982), Las vocales malditas (1988), El amor es de clase (1994), La ciencia imaginaria (1996), Las esquinas del azar (1998) y Asalto al infierno (1999).
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© Pascual Borzelli Iglesias.
trazos, implanta unos elementos que terminarán dando su relieve y textura a la obra. En esta serie de Pascual Borzelli Iglesias hay un asunto en el que difícilmente el espectador podrá reparar: que no son fotos controladas en el estudio del fotógrafo, sino fotos sometidas a las condiciones del estudio del pintor y, además, disparadas en uno de los momentos más difíciles: cuando el pintor ha de estar solo: sólo él y su obra. Borzelli es el fotógrafo intruso, el fotógrafo testigo, el fotógrafo que sin alterar lo que ocurre en el mundo privado está ahí, precisamente, para volverlo público. O el pintor suspende la presencia del fotógrafo o el fotógrafo se vuelve por completo invisible. Un manuscrito (hoy nadie escribe a mano) tiene las borraduras, las enmendaduras, los senderos que fueron podados, el balbuceo de las grafías indecisas, las letras remarcadas de las frases que nacieron con fortuna. Estas fotos de Borzelli son
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© Pascual Borzelli Iglesias. © Pascual Borzelli Iglesias.
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Tomás Segovia Deseo de realidad
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l nombre de Tomás Segovia (Valencia, 1927) y su obra, se advierte siempre a caballo entre lo español y lo mexicano; aunque su formación intelectual tuvo lugar en México, está empapada del dinamismo del exilio republicano que arribó a nuestro país desde el fin de la Guerra Civil Española y a lo largo del decenio de 1940. Su escritura se ramifica por la poesía, el ensayo, la crónica, el artículo periodístico, la narrativa, el teatro. Con esa versatilidad creativa también es y ha sido un fiel editor de revistas, como es el caso de la Revista Mexicana de Literatura, y de libros. Hoy en día es un avezado bloguero que da cuenta, a quien lo desee, de su constante quehacer literario y reflexivo, artesanal, cotidiano. Desde 1985 reside en Madrid. Ha obtenido importantes reconocimientos internacionales, como Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo 2000, el XV Premio Juan Rulfo de Literatura Latinoamericana y del
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Caribe 2005 y el Premio Extremadura a la Creación 2007.
José Ángel Leyva
Insisto en lanzar preguntas a sabiendas de su escepticismo por este género periodístico que utilizamos a favor de la literatura, la entrevista. A riesgo de caer en lo mismo, sobre todo si nos colocamos en la vastedad y diversidad de su obra y si nos asomamos por su blog donde va dejando testimonios, imágenes, experiencias, fragmentos de su incansable labor escritural. Comencemos entonces desde el presente y vayamos aproximándonos al pasado que nos interesa tocar. ¿Qué representa para ti la experiencia en la Red, el contacto diario con interlocutores próximos y lejanos? En la informática, como en todo, desconfío de los dogmas. Por un lado, no creo que haya muchos escritores que hayan programado, como yo
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(hace años), su propio procesador de palabras. Más tarde manipulé un poco los que fui adquiriendo para hacer con una impresora común y corriente ediciones caseras de libros míos, y hace unos años que tengo un blog modestamente diseñado por mí. Pero por otro lado nunca he acabado de sumergirme en la mentalidad cibernética, no entiendo del todo las “redes sociales” y desconfío muchísimo de esos espacios tan obviamente manipulables para fines publicitarios o sabe Dios qué. ¿Qué vínculo hallas entre tu actividad artesanal de editor de libros y tu afición de cibernauta? En parte ya respondí tu pregunta. Añadiré que esas dos actividades se parecen en la medida en que son dos maneras de escapar al círculo tradicional de comunicación con los lectores: dos maneras de regalar lo que uno escribe negándose a convertirlo en vergonzosa mercancía. Pero se distinguen en la medida en que regalar un libro a alguien sigue siendo un acto mucho más personal y humano que colgar algo en la red. Hace poco, digamos en el 2010, decías en una entrevista para La Jornada que el ser un hombre octogenario te daba ya la libertad de hacer lo que te diera la gana sin importar la opinión de la crí-
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tica. Le he escuchado a varios escritores, poetas, que hay una edad en la que el poeta debe callar ¿cuál es tu opinión y tu actitud frente a tal postura? No me imagino quién puede haber dicho que un poeta debe callar a cierta edad. Sin duda se dan casos en que un poeta envejecido empieza a decir tonterías, pero ¿cuántos empiezan a decirlas de jóvenes? ¿Y cuántos empiezan justamente a decir menos a medida que envejecen? La obra de vejez de un Goethe, de un Víctor Hugo, de un Thomas Mann o, en la pintura, de un Tiziano no creo que tenga que envidiar a la de ningún joven. La frase me parece indignante por lo que tiene de agresión discriminatoria si el que la dijo era joven: alguien que debería haberse callado desde mucho antes de envejecer. Lo que yo dije en La Jornada, si mal no recuerdo, no es que ya no me importe la opinión de la crítica, que, en cierto sentido, no me ha importado nunca, y en otro sentido me importa igual que siempre, sino que ya no tengo que probar nada ni estar en competencia con nadie: eso es la libertad. La última vez que te vi en la Ciudad de México, en Copilco, me sorprendió tu conocimiento y locuacidad sobre tus padecimientos y las intervenciones quirúrgicas que te practicaron y aún a las que te debías de someter. Además de los
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conocimientos médicos ¿qué enseñanza has sacado de esa travesía por el dolor y la caducidad? : (Nocturno: (1947): "Te he visto,Muerte, te he conocido en mí, te he reconocido como tú me reconocerás desde mis primeros actos ( ) Ancho es el mundo. Ancho mi deseo." Y también en "Poesía" (194): "Tú, Poesía, eres, /como la muerte, la insospechada eterna" No veo por qué te extraña la lucidez en esas circunstancias, es incluso un tema bastante manido en la literatura y el cine . Los poemas que citas son muy juveniles y por eso no tan lúcidos. Yo dije muchas veces, cuando era joven, que la muerte es una obsesión sobre todo en la juventud. Ahora quizá matizaría: en la juventud nos enfrentamos a esa obsesión con muchos más prejuicios que lucidez; la riqueza de la vejez es justamente que te quita cada vez más prejuicios. Nuestra civilización consumista, con su repugnante manipulación interesada de la juventud, está cegando a muchos y llevándoles a perder esa riqueza. Me parece que allí encajan mejor que en ningún otro ejemplo la reflexión sobre el pasmo y la euforia sobre las que tú escribes. El cuerpo sometido a la tortura de la sobrevivencia y la incertidumbre y la alegría de ver ese cielo de la infancia una vez más. El deseo es hacer memoria, trascender, quedar para la
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posteridad. De algún modo tú ya lo has logrado. Pero siguiendo a Cernuda ¿cómo quedan en la balanza los días de la realidad y el deseo? Nunca me ha parecido que la realidad y el deseo se opongan. Es uno de los tópicos de mi época con los que no comulgo. Para mí el deseo más radical y primigenio es justamente deseo de realidad. Si me convenzo de que sólo puedo desear lo que la realidad no me da, la realidad se vuelve toda "tortura e incertidumbre”, y mi deseo, enemigo de la realidad y por lo tanto de la vida, de esta vida, a la que se le opone otra inventada o invertida. El tema del nómada o del nomadismo es recurrente en tu obra poética. ¿Has encontrado una estación o una etapa para el sedentarismo? Hay mil respuestas a esa pregunta en mi poesía: "La que hace mi casa en todas partes", "la belleza expósita, tu patria intermitente", "Descubrir el lugar astuto e íntimo / Donde habitar sin que lo note / Su espesa piel celosa un mundo hasta su médula", "Nos miramos los unos a los otros / Con un burbujear de leve gozo / Como en casa del otro cada uno" Etc., etc. "Pregunta tonta". "¿Por qué cuando anochece /se nos acerca el cielo / y crece?"
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vía 15). Otra cosa que las generaciones siguientes ya no conocieron.
Foto: cortesía de Inés Segovia.
"La memoria". "Memoria ahorradora de harapos, disecadora de pájaros, ¿qué vale ahora lo de antes?" ("Recitativo disperato", en Anagnórisis). La memoria que refieres ¿tiene algún sentido o utilidad en tu visión de resistencia, disidencia, oposición?
Con su primera esposa la escritoria Inés Arredondo y su hija Inés Segovia.
(País del cielo "1943-1946) ¿Te sigue ocurriendo? Sí, claro, pero a la vez es una sensación muy característica de la ciudad de México de mi adolescencia (1943, ese año cumplí 16, pero tal vez tenía toda-
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Bueno, el sentido (sobre todo en poesía, pero no sólo) nunca se cierra del todo, y podemos encontrar algún sentido de esa frase referido a la memoria oficial de una época, de una sociedad o de un grupo, pero el primer sentido, cuando la escribí, se refería a algo así como el remordimiento, para decirlo de un modo muy burdo: un sentimiento de culpa que en aquella época me perseguía bastante y que hubiera querido olvidar. Si Anagnórisis es de algún modo el encuentro entre dos personajes de ficción, me parece que tú has estado buscando ese encuentro en tus notas, tus ensayos, tus cartas y hasta tus poemas. Hay una necesidad dialógica expresada en abundancia, pero salvo Matías Vegoso no nos queda claro quiénes son esos otros posibles interlocutores. ¿Has sentido alguna vez el impulso de cultivar la heteronimia o es una pregunta inoportuna ante alguna evidencia?
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Vamos por partes: anagnórisis no es encuentro de dos personajes ficticios, sino la acción de revelarse o ser reconocido; en cierto modo la aparición de la verdadera persona, todo lo contrario de una ficción. Entonces los interlocutores (posibles) son todos. En cuanto a los heterónomos, hay en Digo yo un ensayo, "Montejo y él", donde me explayo sobre el tema. Matías Vegoso no es un heterónomo, aunque sea un anagrama, sino una inocente ficción, un corresponsal imaginario que no representa en absoluto ninguna "faceta" o "personalidad alternativa" mía, más bien la de ciertos amigos míos, y ¿puede uno inventar heterónimos de otras personas? He usado a veces casi un heterónomo, un tal Valente Reyes, pero sólo jugando y cuidando de no tomarlo en serio. A mí me parece normal que un poeta (o cualquier persona) tenga diferentes maneras de ser o de hablar, pero me parece más iluminador llamar a eso diferentes "voces" o "registros" o incluso "estilos", como lo llamábamos antes, que enredarnos en el elegante ilusionismo formal y académico de los heterónomos. ¿Qué piensas de la escritura transversal, además de ejercerla, y cómo logras ordenar y administrar tu paso de un género a otro: cuentos, ensayo, artículos, novela y poesía?
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Yo soy del tipo de escritor que no tiene ninguna dificultad para cambiar de género. (Por cierto, olvidas que tengo también una obra de teatro.) Nunca trato de hacer relatos poéticos o ensayos con suspenso, porque además en nuestra época los géneros son lo bastante flexibles para que no haya que forzarlos. Reconozco sin embargo que en mis dos novelas, la publicada y la inédita, el tono ensayístico ocupa más lugar que en muchas novelas, aunque tampoco falta en muchas otras. He meditado sobre eso, pero éste no es el momento de hablar de ello. En cambio, puedo ir más al fondo y proponer que la diversidad de mis géneros es consecuencia de mi actitud básica ante la literatura: es ante todo la vida, no la literatura, lo que me interesa; es lo que la escritura revela, no la escritura misma. Otra cosa en la que soy muy poco moderno. Aunque has escrito sobre las vanguardias tu poesía se apega más a la tradición y al decir, más que al cómo decir. No expones tu poesía a dinámicas formales que la alejen de sus significados más próximos a la realidad y a tu propia experiencia. Es una poesía reflexiva pero no distante de lo cotidiano. ¿Qué opinas al respecto? En efecto, creo que la búsqueda del sentido es la tarea del hombre y tengo muchos reproches que hacer a la modernidad por sus tentativas de supe-
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Foto: cortesía del autor. Tomás a la derecha, con sus hermanos en España.
ditar, manipular, vaciar o destruir el sentido, lo mismo en lo político y social que en el arte o la filosofía. Cada vez está más claro que son los dueños del poder los que prohíben, incluso con la violencia si hace falta, intentar abrir el sistema o la estructura o la mecánica para acceder al contenido. México, Madrid, Valencia ¿qué significan estos sitios para ti ahora que la infancia y la juventud están cada vez más lejanos y que tampoco son lo que fueron?
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Bueno, Valencia no significa mucho. Apenas viví allí los dos primeras años de mi vida, de los que no tengo ningún recuerdo. Pero a México y Madrid yo añadiría París y Casablanca, primeras etapas de mi infancia exiliada. Todas las infancias son añoradas, cada una con sus peculiaridades. Sobre la mía he dicho muchas veces que el exilio la caracteriza pero no la define. Claro que fue una infancia diferente de otras, pero es que todas las infancias son diferentes. Si algo en la mía fue especialmente peculiar, creo que no fue
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mi infancia española, sino mi adolescencia mexicana. Soñadora y beatífica como ninguna. No obstante en algunos de tus versos refieres la infancia como una zona fría, escasamente iluminada. "Todos los árboles de la plazuela clara /mecen su joven fuerza /abrazados a un viento limpio y alto /que viene de bañarse / en las muy frías aguas de la infancia." ("Rumor de hojas") Me extraña que encuentres en mis referencias a mi infancia una atmósfera fría y oscura. Yo he dicho muchas veces que a los niños todo les parece natural y que mi infancia puede parecerle a un espectador bastante dramática, en medio de una guerra civil, el comienzo de una guerra mundial y un exilio; pero tal como la viví fue una infancia como cualquier otra, en la que todo me parecía natural y en la que sufrí algunas
privaciones pero muchas menos que millones de niños de todas partes y de todas las épocas. Creo que en algunos textos míos aparece un tema psicológico, la ausencia de madre, que en algunas épocas me hizo reflexionar mucho, pero que nunca me llevó a renegar de la infancia, más bien a renegar de los posibles gestos que me hayan alejado de ella. Por último, la extensión y diversidad de tu obra me conduce a la pregunta ¿Cómo quieres ser recordado: cómo poeta, ensayista, intelectual, escritor, editor, académico? Querido José Ángel, supongo que eso no es asunto mío, sino de la posteridad, si es que se acuerda de mí. Desde mi perspectiva, es como si me preguntaran cuál de mis hijos quisiera que se acordara de mí: no sabría responder. México-España, Agosto de 2011.
José Ángel Leyva | Durango, México, 1958. Poeta, periodista, ensayista y editor. Fue codirector de la revista de poesía Alforja (1979-2008). Obtuvo el Premio Nacional de Poesía “Olga Arias” con el libro Entresueños (1990). En 1999 recibió el premio del xxix Certamen Nacional de Periodismo, en el área de reportaje cultural, otorgado por el Club de Periodistas. Ha publicado más de 15 libros de poesía, narrativa, reportaje y artes. Libros suyos han sido traducidos al francés, italiano, portugués, e inglés.
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Breve recorrido por un gran poeta
© Pascual Borzelli Iglesias.
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onozco a Tomás Segovia desde mi adolescencia porque mi padre ya fallecido en el año 2002, Emilio García Riera, trabajaba con él en una empresa que se llamaba Telecadena Mexicana, propiedad de Manuel Barbachano Ponce, con la que se pensaba crear un canal de televisión cultural en México DF, a principios de los 70’. Lo que más recuerdo de esa amistad, y del grupo de amigos de mi padre —escritores, artistas, cineastas y dramaturgos—, es un diálogo y una discusión continuos sobre la libertad personal no sólo en el terreno social, sino sobre su búsqueda a través del arte y de la vida, a la sombra no sólo del existencialismo, sino del psicoanálisis, la filosofía, la economía y la política. Hay que recordar una de las obras de Octavio Paz muy leída en aquel entonces escrita con este espíritu: Libertad bajo palabra. Tomás Segovia —quien es además un gran traductor y tradujo al español la obra del psicoanalista Jacques Lacan, entre otros muchos textos importantes literarios y no literarios— no fue propiamente mi maestro, pero a lo largo de nuestra amistad que lleva muchos años y de la lectura de su obra, lo ha sido para mí, por su facilidad y gran generosidad al exponer oralmente y por es-
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Alicia García Bergua
crito, en forma clara y desinteresada, lo que piensa tal como lo piensa, cosa muy difícil. Gracias a mi cercanía amistosa y familiar con Tomás, siento haber recibido muchas lecciones de él, no sólo sobre una manera de ser poeta sino sobre una forma de vivir privilegiando el uso de la inteligencia en su sentido más amplio, más moral y más pleno. En muchos poetas podemos vislumbrar vestigios de la mentalidad de los filósofos presocráticos; sus poemas encierran preguntas como la de qué está hecho el mundo, qué sentido tiene nuestra vida y cómo es o debe ser, qué son el lenguaje y el tiempo, qué es real y qué no lo es, qué es el sueño, dónde estamos, etc. Por ejemplo, recuerdo aquí un poema de un contemporáneo y amigo de Tomás ya fallecido, también exiliado español en México, Jomi García Ascot, que trata a Heráclito como a uno de los poetas más antiguos, y creo que lo fue. No obstante haber bastantes obras poéticas en nuestra tradición en las que se entrelazan la reflexión y la poesía (pienso en el Primero sueño de Sor Juana, en los místicos españoles, en Machado, en Borges, en Gorostiza, en Cuesta, en Octavio Paz, en Gerardo Deniz, por dar ejemplos), para mí Tomas Segovia como poeta y ensayista sería equivalente a Sócrates,
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alguien en perpetuo diálogo con sus semejantes — contemporáneos y no— y consigo mismo. En la poesía de Tomás Segovia uno puede ver una forma de reflexión poetizada que ya no es posible en la filosofía, pues el avance metodológico y tecnológico del conocimiento ha demostrado que cualquier modelo teórico tiene límites de aplicación, que aquellos que se aplican para conocer partes del mundo no son el mundo mismo, son universos mentales. Esto es muy claro en el caso de la física; las ciencias naturales también le interesan mucho a Tomás Segovia. La poesía es una actividad que nos da una libertad que no proporciona el cultivo de cualquier rama del conocimiento: pensar desinteresadamente con todo nuestro ser individual en un tema humano o no y enfrentarlo de manera consciente e inconsciente con todas las enormes fuerzas biológicas, sociales, psicológicas y culturales que nos abarcan y limitan. En la obra poética de Tomás siempre he percibido a alguien que se entrega con todo su ser, con toda su fuerza emotiva, a este tipo de reflexión sobre los temas humanos y que considera que si la emprendemos humildemente, y no a la manera absoluta de las grandes cosmovisiones filosóficas, ella nos permite transitar por la exis-
tencia con real asombro; descubrir en nosotros ciertas verdades profundas de la vida para que cobren su momentánea singularidad. Para Tomás la literatura, el arte, el pensamiento y el lenguaje que nos acompañan, son mapas del lugar y de las épocas en las que nos ha tocado vivir, y ellos permiten que no pasemos de noche por lo que son los grandes acontecimientos de la existencia; hay por ello, en su caso, un desdén por los manuales teóricos ideológicos y meramente utilitarios que posibilitan negar o evitar ver y sentir lo que se vive por terrible que sea. No obstante el hecho de que en su poesía aborde grandes temas existenciales desde el punto de vista de su pensamiento, no hace que éstos se vuelvan abstractos, inasibles e irreconocibles; todo lo contrario, se vuelven tremendamente concretos y cercanos, y cobran una gran dimensión dramática y trágica. Quiero citar para dar un ejemplo de esto, uno de sus poemas eróticos más conocidos y extraordinarios “Dime mujer”, el último de su libro Historias y poemas, donde aborda el sentimiento de miedo y asombro maravillado frente al cuerpo femenino y maternal, un gran componente del erotismo humano.
Dime mujer dónde escondes tu misterio mujer agua pesada volumen transparente más secreta cuanto más te desnudas cuál es la fuerza de tu esplendor inerme tu deslumbrante armadura de belleza dime no puedo ya con tantas armas mujer sentada acostada abandonada enséñame el reposo el sueño y el olvido
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enséñame la lentitud del tiempo mujer tu que convives con tu ominosa carne como junto con un animal bueno y tranquilo mujer desnuda frente al hombre armado quita de mi cabeza este casco de ira cálmame cúrame tiéndeme sobre la fresca tierra quítame este ropaje de fiebre que me asfixia húndeme debilítame envenena mi perezosa sangre mujer roca de la tribu desbandada descíñeme estas mallas y cinturones de rigidez y miedo con que me aterro, te aterro y nos separo mujer oscura y húmeda pantano edénico quiero tu ancha olorosa robusta sabiduría quiero volver a la tierra y sus zumos nutricios que corren por tu vientre y tus pechos y que riegan tu carne quiero recuperar el peso y la rotundidad quiero que me humedezcas me ablandes me afemines para entender la feminidad la blandura húmeda del mundo quiero apoyada la frente en tu regazo materno traicionar al acerado ejército de los hombres mujer cómplice única terrible hermana dame la mano volvamos a inventar el mundo los dos solos quiero no apartar nunca de ti los ojos mujer estatua hecha de frutas paloma crecida déjame siempre ver tu misteriosa presencia tu mirada de ala y de seda y de lago negro tu cuerpo tenebroso y radiante plasmado de una vez sin titubeos tu cuerpo infinitamente más tuyo que para mí el mío y que entregas de una vez sin titubeos sin guardar nada tu cuerpo pleno y uno todo iluminado de generosidad mujer mendiga pródiga puerto del loco Ulises no me dejes olvidar nunca tu voz de ave memoriosa tu palabra imantada que en tu interior pronuncias siempre desnuda tu palabra certera de fulgurante ignorancia la salvaje pureza de tu amor insensato desvariado sin freno brutalizado enviciado el gemido limpísimo de la ternura
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la pensativa mirada de la prostitución la clara verdad cruda del amor que sorbe devora y se alimenta el invisible zarpazo de la adivinación la aceptación la comprensión de la sabiduría sin caminos la esponjosa maternidad terreno de raíces mujer casa del doloroso vagabundo dame a morder la fruta de la vida la firme fruta de tu cuerpo habitado déjame recostar tu frente aciaga en tu grave regazo de paraíso boscoso desnúdame apacíguame cúrame de esta culpa ácida de no ser siempre armado sino sólo yo mismo. Este emocionante recorrido que hace Tomás sobre este tema en el poema es quizá imposible de llevar a cabo sin el gran entendimiento que él tiene del lenguaje. En sus ensayos reunidos bajo el título de Poética y profética, intenta aclarar desde el punto de vista lingüístico, en su análisis y crítica de la obra de Ferdinand Saussure, qué es el lenguaje en el caso de la poesía; pero a la vez en sus poemas encontramos muchas reflexiones sobre el lenguaje, que en este contexto es para él un camino por el que todos transitamos y donde él con sus palabras se une a los otros muchos que van escribiendo y hablando. Por ejemplo en “Ama y ritma”, un poema de su libro Partición, describe y reflexiona sobre cómo un pensamiento se convierte en un poema propio. A veces en la frente De lo que corre por tu frente Miras formarse un impreciso pliegue Algo que pide ser interrogado Y hacerse respondiendo pensamiento Qué dice eso que quiere hablar Qué piensa lo que allá se piensa A quién habla en su cielo inhabitado Pero busca Aprendiz Necesitas un ritmo Sólo con tiempo de la carne Se le da carne al tiempo Te es preciso amasar
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Te es preciso asir algo entre las manos Reconocer su peso para saber lanzarlo Y derribar la idea de su cielo Habrá vivido entonces en el mundo Como un cuerpo de carne por el tiempo Que empieza en algún lado Y que termina en otro con sus pies y cabeza Que sólo habla durando Y da un punto final a su elocuencia
Sabrá entonces tu vida Lo que pudiste tú saber sin ella Y podrá renacer el pensamiento Llevado en su latido innumerables veces Tan sólo a condición de aceptar cada vez Que si empieza en el tiempo Ha de acabar no lejos de sus fuentes Vivirá más que tú Pero habrás de atreverte a hacerle con tu manto Esa herida en la frente que puede desangrarlo.
Dada la extensión de este ensayo me es imposible abarcar aquí la vasta obra de este gran poeta que sigue escribiendo y hablando con una lucidez impecable y cuya obra constituye uno de los faros más luminosos de nuestras letras. En este momento en que el poeta Javier Sicilia encabeza un movimiento social donde el lenguaje utilizado profundamente como en la poesía, ha tenido un papel crucial, resulta muy importante releer la obra de Tomás Segovia y entender que en su caso y en el de otros poetas, la poesía no está reñida con el pensamiento y que su búsqueda de los significados de nuestra existencia no sólo contribuye a la riqueza del lenguaje sino de nuestra misma vida.
Alicia García Bergua nació en la Ciudad de México el 9 de septiembre de 1954. Es poeta, ensayista y ha escrito algunos cuentos. Estudió filosofía en la unam. Escribió dos obras de teatro con el director Antonio Serrano: A destiempo y Doble cara. Ha publicado el libro de poesía Fatigarse entre fantasmas (1991); La anchura de la calle (1996); el poemario Una naranja en medio de la tarde (2005); el libro de poemas Tramas (2007) y el libro de ensayos Inmersiones (2009). Este año publicó la plaquette El libro de Carlos, en memoria de su esposo fallecido en el año 2007, Carlos García-Tort. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores.
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© S. Gonzáles de León.
Personajes mirando una nube
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uando en 1981 Tomás Segovia publicó Personajes mirando una nube, su libro de relatos, el hecho pasó bastante inadvertido, lo cual se debió seguramente a que en México, como en otras partes, una vez que un escritor ha sido encasillado en un género, no se ve con buenos ojos que se ponga a cultivar otro, especialmente si es un género que se considera antitético al suyo, como es el caso de la narración con respecto a la poesía. No era pues esperable que el primer libro de relatos de un poeta como Tomás Segovia llamara poderosamente la atención. Un poeta, además, nunca llama poderosamente la atención, ni siquiera cuando cambia de género. Y el tono medidativo del libro, los paisajes de relieves difuminados que se pierden en la lejanía y los personajes que a menudo parecen vagar en un ensimismamiento estupefacto, no estaban hechos para impresionar al lector sino, en todo caso, para rodearlo, filtrándose en su atención a través de una prosa ra-
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mificante, continua y persuasiva. Segovia, en otras palabras, había escrito uno de los libros menos vistosos y más perfectos que se habían escrito en muchos años, y pagó el precio por ello. A la general discreción de estos relatos contribuye el hecho de que carecen virtualmente de título, pues los títulos reproducen simplemente las primeras palabras de cada historia, de acuerdo con un procedimiento que es muy común en la poesía, mas no en la narrativa. ¿Se trata tal vez de una forma solapada de inclinar al lector hacia una lectura “poética” de estos textos; una forma de advertirle, por ejemplo, que no espere el suspenso ni las dramáticas vueltas de tuerca que se suelen esperar de un cuento? Tal vez. Pero podría tratarse de otra advertencia, más sutil y quizá inconsciente: la de leer todos estos cuentos sin interrupción (pues los títulos interrumpen), como si fueran el mismo cuento, como si estos personajes fueran en el fondo el mismo personaje, el autor de
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un único soliloquio en que se repasan los momentos cruciales de su vida. Es difícil resistirse a esta hipótesis, sobre todo por el vínculo que parece haber entre el primer cuento y el último, entre el niño narrador del primer relato y el hombre maduro y quizá viejo que narra la última historia. Hay sin duda un secreto diálogo entre ambos. El niño del primer cuento, que sigue a su padre en una errancia de pueblo en pueblo, intuye que ese viaje sólo se terminará cuando él y su padre lleguen a un lugar sustancialmente distinto de todos los visitados anteriormente, tan distinto que secretamente los inhabilite para el regreso. En el último relato, el solitario habitante de la torre, cuyos contactos con el mundo se limitan a las visitas mensuales de los encargados de llevarle provisiones y a las dos incursiones que él hace cada año en ocasión de las Fiestas para saludar a su gente que vive abajo, parece ser el hombre en que se ha convertido el niño del principio, y su torre, situada en un indefinido punto elevado de la comarca, desde el cual puede atisbar los pueblos del valle y sobre todo percibir entrañablemente el transcurso del tiempo, se antoja ese lugar distinto a todos los demás lugares en pos del cual iban infatigablemente el padre y el niño del primer relato. Visto así, el libro describiría la evolución de un destino, mas no de un
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destino novelesco, no la evolución de un carácter específico, sino, simplemente, el punto inicial y final de una vida cuyos momentos cruciales describirían los otros relatos. De una vida que es todas las vidas. Así, el niño solitario del principio, que sigue a su padre como se sigue a un dios o a un ídolo, que no camina nunca a su lado sino siempre atrás, sin verlo nunca verdaderamente de frente sino siempre de espalda, como impotente para alcanzarlo o tan siquiera tocarlo, regresa al final de su trayectoria a la soledad de sus inicios, con el padre que, convertido en una torre, presta a su hijo su último servicio, trepándolo simbólicamente en sus hombros para otorgarle el don de una visión privilegiada, cuyo precio es la soledad. El hijo, sostenido por el padre, conquista las nubes o, mejor dicho, él mismo se vuelve una nube. Es imposible no pensar en Icaro, elevado hasta las nubes por su padre, el genial inventor del laberinto; pero en el mito griego, como sabemos, Icaro se olvida precisamente de las nubes y por eso se aproxima demasiado al sol y derrite la cera de sus alas. Desoye la advertencia de Dédalo de quedarse por abajo de las nubes, de no sobrepasar esa última capa de sentido, y la desoye porque comete el error de tomar demasiado al pie de la letra la equivalencia sol=luminosidad y supone que la luz es más luz, o la lu-
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2011 © Pascual Borzelli Iglesias Tomás Segovia y sus editores José María Espinasa y Ana María Jaramillo.
minosidad es más luminosidad, conforme uno se acerca más al sol. No comprende que a partir de cierto grado de elevación en el cielo el sol se convierte virtualmente en una metáfora, en un punto vacío que sólo tiene sentido a través de las cosas que ilumina. Y no lo comprende, entre otras razones, porque ha sido educado en un laberinto, con el que Dédado, su padre, ha dado forma física a la literalidad. Hijo del laberinto, de una construcción que sólo admite un uso, tan sólo uno (y que en virtud de esa exclusividad carece de hecho de cualquier uso posible), Icaro no está preparado para concebir o entender una metáfora, una presencia que es una ausencia o un arriba que es
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un abajo, porque sólo conoce el sentido estricto y unívoco de las cosas. En cambio, el niño que protagoniza el primer relato de Segovia, al revés de Icaro, ha aprendido de sus errancias en compañía del padre que todo es dúctil y variable. La imagen del cuero con que se abre el libro resume magistralmente esta sabiduría. En su memoria el hijo identifica ese material con el padre, pues de cuero estaban hechos su morral, sus botas y su cinturón, pero evoca sobre todo su maleabilidad, su docilidad para plegarse a formas y usos disímiles, como si el cuero lo hubiera educado para reconocer en la multiplicidad de las cosas esos parentescos y vínculos sin los cuales la realidad per-
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manece inerte y desorganizada. Estos vínculos, que ordenan el mundo, permiten también interpretarlo y escapar así de la estrecha identidad de cada cosa consigo misma. La maleabilidad del cuero, en otras palabras, resume la maleabilidad del mundo y la capacidad de las cosas de transformarse en otras. El padre andarín, que todo lo transfigura, que nunca mira hacia arriba sino hacia adelante, siempre con la vista fija en el nuevo pueblo que van a encontrar, está abierto a los estímulos más dispares del camino, excepto uno: el regreso. Y esta negación, que el hijo advierte cuando le parece que el viaje de ambos transcurre enteramente cuesta abajo, hace de la aventura paterna una empresa tercamente solitaria como la de Icaro. Hombre escurridizo, que se mezcla con los demás hombres pero siempre los abandona, que no establece en ningún lugar, aunque sus actos y palabras permanecen en la memoria de aquellos que lo conocen, el padre prepara con su ejemplo el ambiguo futuro de su hijo en la torre, que se exiliará no para apartarse torvamente de los hombres, sino para comprenderlos y amarlos, como si sólo así pudiera hacerlo. El hijo, como el padre, no pertenecerá a ningún sitio y a ninguna persona, porque será el centinela de todos, el guardían del tiempo común, el que escucha en nombre de todos el latido del tiempo. La mirada
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abarcadora del hijo desde la torre y, por abarcadora, necesariamente piadosa sobre el hormigueo humano que transcurre allá abajo, es la mirada del padre que el hijo ha decantado y refinado. Este es el sentido de su visión privilegiada, que se tiende de un sólo golpe sobre el ajetreo del mundo, ese mismo ajetreo que el padre le había mostrado parte por parte a lo largo del viaje de ambos. Y esta mirada no sólo justifica al padre, que ahora se ve que la iba “construyendo” paso a paso justamente para las pupilas de su hijo, sino que justifica a los de allá abajo, que sin esa mirada puesta sobre ellos no se sentirían de verdad vivos y reales. Es como cuando miramos una nube; sólo en un primer momento la vemos como algo ajeno y remoto; en seguida nos sentimos mirados por ella y, transportados hasta su altura, nos vemos a nosotros mismos aquí abajo, acalorándonos en nuestros asuntos. Ya en una entrevista imaginaria de sabor montaliano Segovia había declarado que el título del libro, Personajes mirando una nube, hacía referencia al hecho de que los personajes de estos relatos pierden el tiempo o, mejor dicho, lo ven pasar. Lo cual es cierto. Pero el título alude también a la necesidad de reconocerse en un latido más difuso que el de los signos inmediatos del trajín diario. Esos espejos imperfectos que son las nubes, en lugar de devolver-
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nos nuestra imagen exhaustivamente, con una sobreabundancia pueril de detalles, nos la devuelven esencializada y metaforizada por el tiempo. Su lejanía las hace malos conductores de fidelidad aparente y excelentes espejos de parábolas esenciales. “Soliloquio de las nubes”, podría haber sido otro título de este libro, en el que los personajes parecen estar a un paso de acceder al sentido profundo de sus acciones. Como las nubes, están en camino de disolver sus enigmas. En esos momentos, un hombre es un poco todos los hombres. Toda situación límite nos resta sustancia biográfica y nos devuelve sustancia mítica. Nos devuelve al tiempo verdadero, liberándonos del mero tiempo acumulado, y es dentro del tiempo y fuera de la cronología donde es posible saber dónde estamos. Desde luego hay que morir un poco para saberlo. Sólo si nos replegamos, comprendemos. Puramente erguidos, nuestra vida, de tan plena, se nos escapa, como cuando somos niños. En este sentido, el poeta es siempre el hijo de un caminante y un protegido por éste. Lo sigue uno o dos pasos atrás para comprender el camino y protegerse de él. Necesita que alguien lo cubra. El poeta Dédalo se abre camino a través de su hijo Icaro. En el libro de Segovia, el poeta del final, que es el niño del principio, se trepa a los hombros del padre y ve lo que éste no pudo ver. Levantar un hijo al cielo y levantar-
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se sobre la torre del propio padre son, en el fondo, el mismo gesto, el gesto de quien aspira a las nubes, pero no aspira traspasarlas. Gesto de un rezagado, de un tardío, de un poeta. Y mirar las nubes es querer descansar de los innumerables espejos que nos rodean para reflejarnos en una carne más opaca y ambigua, que intuimos más verdadera. Todo el libro de Segovia, con sus maravillosos paisajes de bruma y de niebla, de difuminadas lejanías y límites desvanecidos, está escrito desde esta nostalgia por una opacidad redentora. Creo incluso que la opacidad es el tema más íntimo de Tomás Segovia. Creo que la opacidad es su gran maestría. Simplificando un poco, me parece que su obra descansa sobre la defensa de lo no dicho y de lo implícito. Nunca decimos verdaderamente lo que queremos decir, siempre nos desviamos y, por ello, justamente, vale la pena hablar, porque sólo en las desviaciones, en la relativa desposesión de nuestras palabras, tiene sentido encontrarse. La palabra que no se desvía, que no acepta arrastrar el limo del sinnúmero de resonancias que lleva en sí, que no se haga mínimamente opaca, será siempre una palabra abstracta, una palabra impuesta, una orden y no un reconocimiento. Por eso, la poesía, que es el arte de la desviación y del detrito, el arte supremo de la resonancia, es el verdadero arte del reconocimiento.
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De ahí que estos cuentos estén llenos no sólo de veladuras atmosféricas sino sobre todo de veladuras en la comunicación. La escasez de diálogos es significativa. Se respira en todos ellos la nostalgia por un entendimiento que se dé por abajo de las palabras, o a través de un uso lúdico y caprichoso de ellas que retarde el sentido y resalte su carácter ritual. Tal vez se deba a esto el hecho de que varios de estos cuentos sean protagonizados por los seres más rituales de todos, los niños. Incluso el último relato, cuyo protagonista, el habitante de la torre, es un adulto y quizá un viejo, es en realidad el cuento de un niño, de un niño sabio, de un niño que habla solo y que no se ha dado cuenta de que ya no es un niño, o que sabe que su madurez no lo ha modificado sustancialmente. Sospecho que, para Segovia, ésta es la condición imprescindible para ser poeta: tener el valor de no cambiar, no caer en la tentación de curarnos de nuestra niñez, o sea de nuestra orfandad. Porque el niño, huérfano o no, está siempre inmerso en la orfandad, o al menos la mira transparentemente como nadie. La orfandad es el don del poeta y se disipa tan pronto como la madurez nos provee de las primeras seguridades adultas, que son siempre ilusorias. Los personajes de este libro son todos huérfanos, porque en alguno de ellos esta ilusión no ha comenzado todavía y en los demás se ha caído de tajo. Mirar
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una nube, que es el gesto que los reúne a todos, es pues un gesto propio de la orfandad, tal vez porque es el gesto que más nos identifica con los muertos. ¿Qué hacen los muertos sino ver pasar las nubes? El huérfano se reconoce en ellos porque vive su propio abandono como un abandono por parte de los vivos, como una incapacidad de éstos de suplir con vida su desamparo. Mirar cómo pasa una nube es dejar la mirada sin objeto ni propósito, tenderse como un muerto, convertirse en “una pura mirada ingrávida”. Y tenderse como un muerto es tenderse sobre un espacio virgen, nunca hollado por nadie. Implica, pues, transfigurarse, tal como una nube, que es nube porque recorre siempre un camino inédito, un surco que ella misma inaugura, se transfigura a cada instante. Así, esta sed de transfiguración no es más que sed de renacer, algo que se ve muy claro en uno de los cuentos más memorables del libro, en el que una mujer que vive sola se levanta a veces a mitad de la noche y, en una especie de rito sonámbulo, arrastra con esfuerzo alguno de los pesados muebles de su casa, únicamente para acostarse en la zona del piso que el mueble había mantenido oculto hasta ese momento. “Cuando después de un rato de aquel silencioso esfuerzo lo había desplazado lejos de su sitio, regresaba a ocupar ese espacio donde nunca había estado (...) Me acurrucaba en aquella zona del piso
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como en un claro limpio y fresco de un bosque invisible (...) Me quedaba largamente allí, echada contra el suelo, para sentirme desconocida hasta el vértigo, restaurada hasta perderme, fluyendo como un agua del bautismo”. Cada vez que releo este cuento, me perturba. Es el cuento más breve de todos, colocado a mitad del libro, como si fuera su punto de gravitación, como si esta mujer fuera la nube del título a la que los otros personajes, desde los dife-
rentes ángulos del libro, están mirando continuamente, porque se reconocen en ella. Todo lo que ella dice, podría decirlo una nube. Una nube siempre está echada, no en el suelo sino en el cielo, en un lugar que nadie ha usado, donde se restaura y se pierde a cada instante, fluyendo como un agua de bautismo, imagen cabal de la palabra viva que a media altura, en el límite de la altura permitida, nos proporciona aquí abajo la sombra bienechora del sentido.
Fabio Morábito (1955) es autor de cuatro libros de poesía: Lotes baldíos (1985); De lunes todo el año (1992), premio Aguascalientes en 1991; Alguien de lava (2002), los tres reunidos en el volumen La ola que regresa (2006); y Delante de un prado una vaca (2011). Libros de cuentos: La lenta furia (1989); La vida ordenada (2000); y Grieta de fatiga (2006), premio “Antonin Artaud” 2006; así como dos libros de prosa, Caja de herramientas (1989) y También Berlín se olvida (2004). Publicó una novela, Emilio, los chistes y la muerte (2009), y una breve novela para niños, Cuando las panteras no eran negras (1996). Es autor de un libro de ensayos, Los pastores sin ovejas (1995). Tradujo la poesía completa de Eugenio Montale (Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, 2006), y el Aminta de Torquato Tasso (2001). Sus libros han sido traducidos al alemán, al inglés, al francés, al portugués y al italiano.
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El ensayo: fidelidad al sentido
Liliana Weinberg
“Tiempo apalabrado”
© Pascual Borzelli Iglesias.
Nos encontramos en los brazos del tiempo, sí, y a la vez nos encontramos con el tiempo en los brazos: una forma singular de sostener ese algo intangible que a su vez nos sostiene. Se trata de un abrazo nunca clausurado, por el que las partes se buscan, o mejor, buscan ser encontradas. El lenguaje tocado por el tiempo, el tiempo tocado por el lenguaje: el tiempo humano es un tiempo apalabrado. Los ensayos de Tomás Segovia son un constante despliegue de esta amorosa relación entre el tiempo y el sentido. A través de sus ensayos, en un recorrido que se orienta a través de un tiempo apalabrado, Segovia ha elaborado una poética del pensar cuya piedra de toque es el sentido, pieza clave en la interpretación del mundo: Si hay sentido en la historia efectiva es porque el sentido hace ya efectiva la historia poniéndose como lo que hay que producir mediante un “trabajo” y un tiempo, y luego recobrar mediante otro “trabajo” y otro tiempo. Es porque el sentido no se presenta como contemporáneo de la imagen que lo comunica, sino anterior en cuanto que viene a nosotros, y ulterior en cuanto que tenemos que recuperarlo y vamos a él, por lo que hay ya una orientación historiante del tiempo desde el momento en que hay sentido. Y viceversa: estamos una vez más en la circularidad irrebasable. La historia no empieza
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en ningún punto, el sentido está siempre ya empezado […]. Y a la humanidad como tal, que es coextensiva a la historia como tal y a la significación como tal, ¿quién le contará desde fuera su propio nacimiento? Esa imposibilidad es la que hace que nuestra experiencia empiece en toda experiencia humana (Poética y profética).
Tomás Segovia elige como epígrafe del tercer tomo de su cuaderno de notas, El tiempo en los brazos, la última línea de la “Epístola moral a Fabio”: “antes que el tiempo muera en nuestros brazos”. Esta imagen, que nos remite, en palabras del propio autor, a “la plena aceptación del paso del tiempo”, escrita por un autor español que, como él, pasó a América, se asocia en sus cuadernos con la reflexión: Porque es sobre todo eso: la reflexión, eso y la porosidad de las fronteras entre géneros […] lo que hace que a mis ojos estos cuadernos no sean ni mi diario íntimo ni mi testimonio de una época, de un medio, o ni siquiera de una vida. Aunque en algún momento emerjan o los rasgos de esas cosas, me parece que es la reflexión lo que baña el conjunto y tiñe el tono de cada parte. Lo que eso tiene en común con un diario es simplemente la plena aceptación del paso del tiempo, como quise sugerirlo con el título y el epígrafe de estas páginas. Esa reflexión se distingue de la de un género literario específico por el peso que tiene en ella su propia historia. Una reflexión abandonada tan a fondo en los brazos del tiempo no se lee igual que la de un ensayo, un tratado o un estudio. Aunque
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esas fronteras son porosas y algunas páginas de estos cuadernos pasaron a ser ensayos, relatos o poemas, otras podrían haber pasado a serlo y otras más podrían considerarse preparación para escritos de esos géneros, de todas formas no son lo mismo miradas como la historia de una reflexión o de una creación, como las vicisitudes de una visión inacabada y que ignora u propio término, que como obras terminadas.
De algún modo el paso del texto al diálogo es en Segovia un tránsito de umbral. Los textos de Segovia portan marcas elocuentes de sus diálogos, debates, acuerdos y desacuerdos con otros autores y libros. Permanece en sus textos la fuerte impronta del momento de la enunciación y el diálogo: logra así nuestro autor representar intensamente la vida detrás de las ideas, recobrar los momentos de enunciación, escucha y debate, recobrar en toda su fuerza una experiencia intelectual: “No el yo dicho, sino el yo que dice”; “El yo que habla no es cosa, es acto…; es claro que ese acto es, si no el fundamento, por lo menos indudablemente la fundación del lenguaje”. Segovia ha acentuado siempre el querer decir propio de todo acto de sentido, el carácter dialógico, la direccionalidad, la orientación de la palabra: La palabra funda pero la palabra es diálogo. El que quiere hablar solo o funda nada, pero el que “se queda hablando solo” tampoco. Ese es el riesgo (hermoso, pero mortal): no hay más remedio que dirigir la palabra. Si no somos escuchados perdemos la palabra –nos perdemos. Todo se derrumba… Pero
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por lo único que se puede vivir es para hablar (El tiempo en los brazos).
Hoy contamos ya con varios volúmenes que constituyen una muestra ampliamente representativa de la obra en prosa de Tomás Segovia: Actitudes (1970), Contracorrientes (1973), Poética y profética (1985), Cuaderno inoportuno (1987), Ensayos I (1988), Ensayos II (1990), Ensayos III (1991), Páginas de ida y vuelta (1993), Alegatorio (1997), Cuatro ensayos sobre Gilberto Owen (2000), Resistencia (2000), Recobrar el sentido (2005), Miradas sobre el lenguaje (2007). Sin embargo, estas compilaciones distan todavía de cubrir su obra de manera completa: el registro editorial de sus escritos, tan exhaustivo como pueda llegar a serlo, no terminará nunca de dar cuenta cabal de la actividad reflexiva de Segovia, de ese estilo de ensayar y dialogar activo, de ese modo tan suyo de apelar a la participación en el sentido que lo caracteriza y va más allá de sus textos propiamente dichos: los grandes motivos de reflexión de Segovia recorren también las meditaciones y “rumiaciones” que consigna en sus cuadernos, que superan ya los cinco volúmenes, así como sus artículos, cartas, notas, charlas, conferencias, reflexiones sobre su quehacer como escritor, traductor, ciudadano, publicaciones en blog, que se vuelven teatro de un ensayar y un dialogar activo: una aventura de las ideas que, atravesado el umbral, se convierten en ensayos. “El don en que nos damos” Quienes tenemos la fortuna de escucharlo en rueda de amigos sabemos que estamos recibiendo un
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don: asistimos al momento en que el presente del pensar se muestra a la vez como regalo, como gracia, como participación, como descubrimiento de una evidencia, en una aventura infinita que tiene siempre la vitalidad de lo que se está pensando en el aquí y ahora a la vez que se inscribe en un sentido general. El don es para Segovia “esa cosa que precisamente no se acaba por ser dada, sino todo lo contrario” (“El poeta y el público”, Ensayos I, 345). Es que a través de sus textos Segovia ejerce aquello que considera un rasgo general del hombre: “la intersubjetividad de nuestro ser, la dialogicidad esencial de los humanos” (“El sexo del arte”). Existe un permanente vínculo entre muchas de las reflexiones vertidas en sus cuadernos, las ideas fuerza que atraviesan su reflexión y los ensayos que alcanzan autonomía como tales. Otro tanto sucede con los artículos que publica en distintos medios, atravesados por una serie de preocupaciones recurrentes y que evidencian una fuerte voluntad de participación con otros autores y lecturas. La necesidad de diálogo y contrapunto lo llevó también desde hace muchos años a escribir una creciente serie de “Cartas cabales” destinadas a Matías Vegoso –anagrama de su nombre con que designa a un corresponsal imaginario. El presente del ensayo segoviano nos lo confirma como un quehacer hospitalario, un pensamiento en diálogo propuesto como “fidelidad a la verdad”, que invita al lector a probar, que busca convencer y seducir, que contagia de su pasión por nuevas búsquedas, que nos conduce a reabrir el diálogo y a participar en el intercambio simbólico del presente. El ensayo de Segovia logra como pocos conducirnos a un espacio de hospitalidad y diálogo, o mejor, de hospitalidad en el diálogo.
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Se trata de aquello que él mismo llama “solidaridad simbólica”. Ese guiño de buenos entendedores que se establece entre hablante y oyente, entre autor y lector, puede asociarse a la idea de don o presente en cuanto práctica de reciprocidad e intercambio simbólico basada en la dotación de valor y reactualización del sentido entre los miembros de una comunidad. El ensayo se vuelve así en él en una forma del don, en cuanto espacio compartido de reflexión sobre el sentido y el valor, invitación al diálogo, responsabilidad por el decir y por la palabra dicha, exploración del lenguaje y representación del proceso mismo de pensar. A través del ensayo nuestro autor se ha dedicado también a reflexionar sobre el trabajo del artista y la creación literaria, sobre la traducción y la interpretación como zonas privilegiadas para pensar el sentido. El ensayo se confirma en su quehacer como indagación libre y responsable a la vez, de un modo tal radical como sólo puede hacerlo quien se coloca al margen: palabra errante, inobediente, lúcida y crítica en busca del sentido. Segovia hace de la poética del ensayo una poética del pensar y una política del dialogar. El ensayo es para Segovia el género moral por excelencia, es un espacio compartido de reflexión sobre el sentido y el valor, es invitación al diálogo, es responsabilidad por el decir y por la
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palabra dicha, es exploración del lenguaje y representación del proceso mismo de pensar. En Segovia, todo decir se confirma como un querer decir y todo acto interpretativo se despliega como un movimiento orientado. En pocos autores se hace tan evidente este despliegue, este movimiento en busca del sentido que se confirma como movimiento en el tiempo: analepsis y prolepsis contribuyen a desplegar este tiempo apalabrado, en movimientos que se ven acompañados también por una gama de geniales estrategias de asomo y exploración a las cuestiones del sentido. A través del ensayo Segovia se ha dedicado también a reflexionar sobre el trabajo del artista, el primor del artesano y la creación literaria, sobre la traducción y la interpretación como zonas privilegiadas para pensar el sentido. El ensayo se confirma en Segovia como indagación al mismo tiempo libre y comprometida de un modo tal como sólo puede serlo quien se coloca al margen: palabra errante, inobediente, lúcida y crítica en busca del sentido. Segovia hace de la poética del ensayo una poética del pensar y una política del dialogar. “Regazo de regazos” Vuelvo a “el tiempo en los brazos”: esta imagen puede ya revestir la forma del amor apasionado, del encuentro
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© Pascual Borzelli Iglesias.
amoroso, del abrazo deseante de toda relación: “amantes dialogantes” en esa dotación de sentido que representa la valoración del otro a partir del deseo. Puede a la vez evocar la relación del hombre con el hogar: la casa, la morada, es el lugar donde hablan el hombre y la mujer (“Transformar una ‘patria’ arrebatada en una ‘matria’ inarrebatable… Allí donde el hombre y la mujer están juntos no es una ‘matria’ ni una ‘patria’. Es una ‘madre patria’… Ese lugar no es el amor. Funda el amor. Ese lugar es la casa, la morada. Es el lugar donde ha-
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blan. El hombre y la mujer hablan alrededor del hogar. Ese fuego que guardan y que los guarda es lo que responde a la palabra y a lo que la palabra responde. El fuego del Hombre y la palabra del Hombre se corresponden”). La imagen puede también evocar ese regazo de regazos por excelencia que es la relación entre la madre y el hijo, para recordarnos tanto la alegría del niño inocente que juega con la madre como el doloroso abrazo de la Piedad. En la obra de Miguel Ángel la madre mira amorosamente el cuerpo del hijo, cuyo
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destino se contempla desde una dimensión sagrada y profana a la vez, fuera y dentro del tiempo, como reconocimiento y conocimiento en un tramo suspendido del tiempo. En la Piedad de Käthe Kollwitz una madre del pueblo sostiene al hijo muerto: la tristeza de la tristeza, cuando no hay esperanza de salvación ni de resurrección. Piedad de piedades: la madre sostiene al hijo, se duele de su muerte, que es la muerte del tiempo humanizado. En la Piedad evocada en el Guernica la figura de la madre con el hijo devora todos sus precedentes, a la vez que se cargan de un fuerte tinte de denuncia política y caída en el tiempo: la propia madre será devorada muy pronto por la muerte, en la fuga ciega de la historia que nos traga y que es tragada ella misma por el tiempo de la tragedia. En el otro extremo de esta obra de Picasso, descubrimos la forma de los brazos alzados al cielo del sacrificado en el momento de su muerte, esto es, en el momento en que forzadamente deja escapar el tiempo que estuvo entre sus brazos: una vez más, el hombre de brazos extendidos es homenaje a los fusilamientos de Goya y es evocación de la crucifixión de Cristo. Pero algo queda en todos los casos: el amoroso gesto con el que damos sentido a un tiempo que es abrazado, querido, deseado. El hombre abraza a un tiempo humanizado y valorado, tiempo apalabrado: el tiempo en que vivimos, el tiempo que nos abraza puede tornarse también un tiempo que buscamos abrazar. Segovia ha explorado y sigue explorando como pocos este machadiano camino del tiempo en la poesía, en los ensayos, en el teatro y la narrativa. El tiempo, la patria, el lenguaje, el sentido, son grades temas que hizo particularmente suyos y convirtió en temas de reflexión sobre los cuales el propio ensayo nos da interesantes pautas.
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Uno de los momentos más intensos en la obra de Segovia es el de la anagnórisis: el reconocimiento, el reencuentro, el cumplimiento del sentido. Pero de ningún modo se puede asociar el movimiento reflexivo de Segovia con un pensamiento que vira en redondo, atrapado sin salida, o que se muerde la cola. Segovia se ha encargado siempre de mostrar la posibilidad de la dialéctica, la especificidad de los fenómenos, su irreductibilidad a un plano único y su respeto a los distintos niveles. Siempre hay en él la búsqueda de nuevos miradores capaces de ofrecer nuevas perspectivas para ver: apoyado en la ironía, la paradoja, la dialéctica, Segovia nos lleva a asomarnos al otro lado de las cosas, como en este otro pasaje notable de El tiempo en los brazos: Para recobrarse, el hombre tiene que descubrir-construir en su interior. Lo que descubre-construye es una condición humana. Esta condición es una “naturaleza” de segundo grado, una naturaleza construida-descubierta: se encuentra como algo que estaba allí: pero sólo “estaba allí” una vez que se la ha encontrado. Es un origen posterior a lo originado. Es originariamente encuentro, es decir que es originariamente posterior a la búsqueda: no existía antes de buscarla más que como pérdida.
La “condición humana” a la que se refirió de manera inolvidable Montaigne en el tercer tomo de sus Essais es a la vez, para Segovia, algo que se construye y descubre al mismo tiempo: sólo se descubre que estaba allí una vez que se la ha encontrado. En un movimiento de doble impli-
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cación que nos recuerda la relación que establece Benjamin entre lo poético y lo poetizado o la que establece Castoriadis entre lo instituyente y lo instituido, nuestro autor se refiere a u origen posterior a lo originado, a un encuentro posterior a la búsqueda… Comprender este movimiento es fundamental para entender la poética del ensayo de Tomás Segovia. Pensador genial, a contracorriente de los lugares comunes y del mal de modernidad, Segovia ha dicho que en la reunión de sus ensayos “está implícita una fe en que el pensamiento, de cualquier clase que sea, a falta de otras justificaciones, se justificaría, casi sin saberlo ni quererlo, por su propio movimiento: en que la ‘historia’ de unos pensamientos, como la historia del pensamiento, es en sí misma ‘pensamiento’”.
Tomás Segovia ha mostrado el carácter de tarea abierta propia de un género en busca fiel del sentido: el ensayo propone una interpretación que parte de un determinado punto de vista y aspira siempre a ser preliminar y exploratorio como un viaje, nunca definitivo y clausurado como un dogma. Se trata de una alianza del lenguaje y el pensamiento, de un estar buscando el sentido que es un dotar y un dar sentido. Descubrir el sentido es al mismo tiempo darlo. Construir el sentido es conferirlo, en una dialéctica semejante a la que se establece entre valor y deseo. Este carácter preliminar de lo que se presenta no hace sino confirmarlo como tarea, como construcción histórica, como búsqueda responsable y libre del sentido (la responsabilidad es la contraparte de la libertad): fidelidad al sentido.
Liliana Weinberg. Nacida en Buenos Aires, Argentina, y radicada en México. Es ensayista y crítica literaria. Actualmente es investigadora de tiempo completo en el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC) y profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la unam. Se dedica al estudio del ensayo en su relación con problemas de estética, cultura e historia intelectual en América Latina. Entre sus libros se cuentan El ensayo: entre el paraíso y el infierno (2001), Literatura latinoamericana: descolonizar la imaginación (2004), Situación del ensayo (2006) y Pensar el ensayo (2007), así como numerosos trabajos sobre ensayistas hispanoamericanos, teoría, crítica e interpretación del género.
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Jacarandas
Árboles, 1
Las dulces jacarandas se quedan en lo suyo Todos son verdes y ellas no Nadie les quitará de la cabeza Que hay mil maneras de ser árbol Mil maneras de ser lo mismo De otra manera Que se puede ser verde siendo azul Tener flores por hojas Tener por copa un fresco resplandor Ser dichosas aparte y a su modo Bien seguras están de que hacen bien Que nos da gusto que así sean Que no por eso las querremos menos Que siempre nos ha sido necesario Que haya otra cosa.
El árbol de la esquina Cuyas hojas más altas se asoman a lo azul Más allá de las casas Qué noblemente lleva su verdín en su tronco Donde se muestra fehacientemente Cuánta amistad tienen las cosas Las unas con las otras Cómo en medio de tanta vehemencia A veces puede abrirse Una calmosa paz entre los vivos Y cómo hay en el mundo regiones perdonadas Donde la vida puede darse Como un transcurso en el que confiar.
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Árboles, 2 El árbol de allá enfrente Es ahora un encaje negro Que se recorta en pie Contra el resplandor púrpura del cielo El día se va alzando deslumbrado Esperándome allá en su beatitud Como alguien que estuviera mirándome expectante Sin haber comprendido todavía Que yo ya estaba allá desde el principio. 18 dic 10
Sierra tropical Tanto verde se vuelca encima de más verde Y tanto gris arriba se acumula Como pesadas lienzos de algodón empapado Qué dos inmensidades cara a cara Qué dos rostros absortos Puestos a contemplarse el uno al otro Sin rabia ni ternura Cada uno en su orilla de un colosal silencio Todo él esperando algún nimio suceso Un pequeño crujido o un mínimo aleteo Que nos haga saber Que no ha llegado aún la eternidad. 29 jul 10
En flor El pequeño cerezo de cabeza tupida Se asoma a la calzada casi hasta dar de bruces Enarbola entusiasta sus frescas flores niñas Y atropelladamente Me las dice a mí todas. 11 mar 11
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Gracias silencio
Adiós al mar
Este fresno tan noblemente rico Allá arriba se asoma a más frescura Y él y yo damos gracias A este claro silencio compasivo Que nos deja estar solos el uno con el otro Porque el rasposo estruendo Que ensucia mayormente nuestras vidas Se habría entrometido entre nosotros Como un espesor feo Porque es el tiempo mismo El que entonces avanza ensordecido Y es preciso imponer Con las uñas y dientes del deseo Que no muera el silencio en nuestro mundo Que nunca llegue el día en que ya no podamos Estar a solas con un árbol Sin más que el limpio aire entre nosotros En que ya no podamos Quitarnos la camisa de fuerza del estruendo Para bogar por un tiempo apacible Con otro humano.
Y qué va a hacer sin mí mañana El mar dormido A quién va a susurrar sin que nadie se entere Sus vanos devaneos soñolientos Para esperar a quién Se querrá levantar temprano ahora Ah por nada del mundo yo quisiera Dejarle allí esperándome No merece quedarse así tan solo Sin meta sin razón sin cumplimiento No puede ser que se quede frustrado Algo que es tan visible Que tiene que existir en este mundo No puede ser que yo no vuelva Como si al mar le hiciera tanta falta Y yo le hubiera dado mi palabra. 19 jul 11
21 abr 11
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Poetariad o
Juan Calzadilla Venezuela, 1931
Oruga
Su escritura abarca la poesía, la narrativa, el ensayo literario, la crítica de arte, el periodismo, la traducción y la edición. Entre sus poemarios destacan Dictado por la jauría (1962), Malos modales (1965), Las contradiciones sobrenaturales (1967), Ciudadano sin fin (1969), Manual de extraños (1975), Oh, smog (1977), Tácticas de vigía (1982), Una cáscara de cierto espesor (1985), Minimales (1993), El fulgor y la oquedad (1994), Principios de urbanidad (1997), Corpolario (1999), Diario sin sujeto (1999), Aforemas (2004), y Noticas del alud (2009). Fue uno de los miembros más activos del movimiento cultural revolucionario El Techo de la Ballena (1961), y el que de manera más fiel ha continuado su teoría y su práctica hasta nuestros días.
Prácticamente estoy obligado a arrastrarme para realizar, como si se tratara de una proeza, hasta la más insignificante de mis maniobras. Mi deslizamiento, empero, es demasiado lento y, encima, se ve que a cada momento es interrumpido por un se má fo ro
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Escalera hacia el olvido Jerarquizar la memoria atendiendo a los niveles de olvido que nos van alejando en sentido descendente de ella y conforme a la distancia establecida de mayor a menor por cada uno de sus peldaños
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Ran ura
Entre lo que te propones y lo que puedes hacer hay un gran abismo no lo vas a salvar sal tando de orilla a orilla. Puñal
Poética continua y visiva
Me hacen culpable como si yo hubiera elegido ser el que soy y como si por haber elegido ser el que soy fuera culpable de haber hecho lo que he hecho. Pretenden ignorar que todo esto fue desde un comienzo una coartada de la provi den cia
—Si temes que el aliento de las palabras se te escape por los espacios que dejas entre ellas, ¿por qué no las pegas? —Esoesloqueestoyhaciendo.
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Noticia La visita que a la pirámide Tikal iba a efectuar la comitiva oficial concluye en el desastre aéreo en donde todos los pasajeros de la nave perecen, sin que ninguno de ellos acertara a divisar desde el aire, minutos antes, cuando el avión sobrevolaba el aeropuerto de Santa Elena en un último intento de aterrizar, la famosa pirámide maya. Por algo se le dice al hombre viajero: su misión consiste en pasar. En tanto que la pirámide siempre queda .
Epitafio con diagrama de burbujas en una lámina Que no digan que no me he movido porque no me ven, como quisieran, flotando inmóvil por debajo del nivel de las aguas, arborizado por los juncos, entre el fango y el guglú, en forma de segmento de burbujas escapadas diagonalmente hacia la superficie
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También esto
Amalia Bautista España, 1962
Ha publicado Cárcel de amor (1988), La mujer de Lot y otros poemas (1995), Cuéntamelo otra vez (1999), La casa de la niebla. Antología –1985-2001– 1996 (2002), Hilos de seda (2003), Estoy ausente (2004), Pecados (en colaboración con Alberto Porlan, 2005), Tres deseos. Poesía reunida (2006), Luz del mediodía. Antología poética (2007) y Roto Madrid (con fotografías de José del Río Mons, 2008). Ha sido traducida al italiano, portugués, ruso y árabe.
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También esto es Madrid, este lugar mugriento en el que casi todo está prohibido. La luz y las basuras y todo lo bendito y lo inservible. La sumisión y la anarquía, la multiplicación de las preguntas, la fiebre, la oración, el echarnos de menos. El perdernos de vuelta a casa. Y no encontrar la llave porque nunca hubo llave. Esto es también Madrid. O simplemente estaba hablando de mi alma.
La Reina Mab Tú, que no me preguntas dónde vivo, mereces la respuesta más que nadie: no hace falta buscarme en lo profundo del bosque, ni a la orilla de algún lago donde flotan cadáveres hinchados, ni en las húmedas grutas, ni en las cumbres donde hay flores de azúcar o de hielo. Estaré donde quieras contemplarme por detrás de tus párpados cerrados. Allá donde tus ojos me den alas.
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Altos muros I
III
Altos muros. Siempre esos altos muros, tan ásperos y duros como el odio, cortándome el camino al horizonte. No sé si al otro lado lo que espera es un jardín o un foso, si me cierran el paso hacia otra vida o a la muerte.
Aún no he descubierto si me impiden salir o entrar, si lo que me han prohibido es alcanzar la tierra prometida, o tan sólo escapar de esta miseria y arribar a la nada más terrible. IV
II De poco vale que regrese a casa y busque una escalera o gruesas sogas: los muros crecen más que mis empeños y siempre son más altos que mis fuerzas. A veces, cuando creo estar tocando su cima con la punta de mis dedos, los muros se agigantan y me dejan colgando en el vacío. Caigo al suelo siempre del mismo lado, ante su burla y ante la indiferencia de su sombra.
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Ninguna puerta existe en estos muros, ni una pequeña grieta para el ojo, ni un desnivel que invite a la escalada. No sé si me protegen o encarcelan, si son una advertencia o un castigo. Son sólidos y oscuros como el odio.
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Sfumato Tan áspero era el mundo, tan hiriente, que él lo difuminó para mis ojos. Tan profundo era el corte que me hacían las aristas de todo lo real, que él decidió limarlas. Tanto daño me hacía el movimiento de la vida voraz, que él lo detuvo en un instante. Un preciado regalo contra el mundo, contra la realidad, contra la vida, contra la lucidez y contra mi tristeza.
Dream a little Dream of me Invítame a tu sueño, déjame compartir esa película donde el tiempo es deforme y el deseo se cumple. Sueña un poco conmigo y te prometo ser la mujer perfecta para ti, mientras vivas con los ojos cerrados. Te besaré con labios de cereza, mezclaré la pasión y la ternura, y cuando llegue el alba me iré sin hacer ruido.
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He soñado la casa de mi infancia He soñado la casa de mi infancia, la galería, el vértigo del patio, la escalera gastada, el pasamanos. Me he visto ahora, con mis hijas, enseñándoles cómo se podía vivir en los espacios que ellas sentían tan extraños. Cómo cantar o saltar a la comba, o cómo merendar con los abuelos, o cómo, en la ventana, esperar que mi padre volviera del trabajo. Y allí estaban aquellos, los fantasmas que antes de serlo fueron esa vida y mi vida. Se acercan, me preguntan cómo va todo. Y yo digo que bien, miento y no les engaño, ellos saben quién me quiere y quién no. Mis hijas miran con esos ojos que son mundos plenos. No entienden casi nada. Yo tampoco. Salimos del portal, la nube se desgaja, mis fantasmas siguen allí, sonríen. Desde lejos me abrigan con su sombra.
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Charo Guerra
Ojos del tigre
Cuba, 1962
Autora de los poemarios Un sitio bajo el cielo (Ediciones Matanzas, 1991); Los inocentes (Ediciones Vigía, 1993); Vámonos a Icaria (Letras Cubanas, 1998, Premio Pinos Nuevos en 1997), y el libro de cuentos Pasajes de la vida breve (Ediciones Unión, 2008). Obtuvo en el año 2001 el Premio Dador del Instituto Cubano del Libro; y en el 2005, la Beca de Literatura de la Fundación Cuban Artists Fund. Sus textos forman parte de varias antologías de la poesía y el cuento cubano de nuestros días. Los poemas que aparecen aquí son parte del libro inédito Luna de los pobres, premio de Poesía José Jacinto Milanés, 2010.
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En su bosque salvaje está brillando el cuenco verde-oscuro una luz que se expande limitada por puertas y ventanas | circulares que comunican con el mar. Están acumulándose las lágrimas del tigre mojando nuestros pies con su flujo constante. Absorta en la caída, ya veo cómo avanzan. Es el tigre, sus ojos, su mirada. Y voy sintiendo que sus lágrimas podrían rebosar el universo. Cierro las puertas de nuestro laberinto. Condeno las ventanas y todo orificio que sirva de atalaya. Sin embargo, yo bien me perdería en los ojos del tigre, naufragaría en sus desbordamientos en esa luz que ha sido su belleza.
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Cenital de las ciudades
a María
Nadie quiere ver el espectáculo de la bestia stressada por la proximidad de la navaja y el comercio de nervios. Antes que hieda, vendrán los empleados a sepultar despojos en las escarpaduras, desangramientos múltiples, detritos que contaminan la ciudad. Los edificios no dejan avistar la periferia donde el viajero intuye la intimidad profunda en tonos escarlata. De humo platinado se alzan las columnas en las tesorerías y en los palacios de gobierno. Hay paredes de agua, pedazos de murales con versiones de historias oficiales donde domina el áureo. (Está en el oro la protección del oro.) Una concentración de lluvia ácida almacena toxinas en los escurrideros de los bordes. Ni un grano de impureza caerá sobre el viajero. Su iris se complace en la epidermis, en la Biblia cromada que registra el ocio y muestra sobre la página: placas de bronce, fechas, nombres, estilos.
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A la luz del Limay Cuando nada nos queda cuando tanto nos falla
Rodolfo Alonso Argentina, 1934
Poeta, traductor y ensayista. Es una de las voces más reconocidas de la poesía latinoamericana contemporánea. Fue el más joven de la legendaria revista de vanguardia “Poesía Buenos Aires”. Ha publicado más de 25 libros. Fue el primer traductor de Fernando Pessoa en América Latina. Ha traducido también a muchos autores de diversos idiomas. Antologías de su obra poética han sido publicadas en Bélgica, España, México, Colombia, Francia, Brasil, Venezuela, Italia, Cuba y, próximamente, Inglaterra. Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía (2004). Palmas Académicas de la Academia Brasileña de Letras (2005). Premio Único de Ensayo Inédito de la Ciudad de Buenos Aires (2005). Premio Festival Internacional de Poesía de Medellín (Colombia, 2006).
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En la pura memoria relumbra el río Limay Se aparece de pronto la serpiente turquesa Y los ojos se lavan en la luz del Limay Sol de la Patagonia que acaso no podemos No todo está perdido luce lumbre el Limay Entre las pardas cuestas derrama su esplendor Sereno indiferente se nos vuelve el Limay Con su belleza arisca pueden contar con él
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Distante en apariencia nadie olvida al Limay
Porque a nada se achica obliga a ser nobleza
Lima lento y alivia los vislumbres que alumbra
Lame lomas sin límite la luna en el Limay
De todo se hace cargo libre y largo el Limay
No es prenda ni es comercio ni vil chafalonía
Como la áspera tierra y el cielo ilimitado
Es amistad de orgullo la que ofrece el Limay
El Limay se regala sin pensarlo dos veces
Una cosa de hombres una cosa de dioses
No es que nos pertenezca se hace amigo si quiere
Cuando todo se olvide que no cese el Limay
Libre luz del Limay limando nuestros límites
(Neuquén, 27-3-2007)
Él guapea creciendo suelto en nuestro recuerdo No es para deshacernos que nos llama el Limay
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Monumento a María Bethânia “Música é perfume.” M. B. En el aire, en el mar, en lo neto del día o la precisa noche, sin crepúsculo nunca, en Brasil que es un mundo, en el mundo, en el mundo crepitante y veloz hay lugar para un mundo: la voz que usa tu cuerpo. Hay tono, hay densidad, hay gravedad, hay timbre, hay palabra que canta y hay música que expresa el latido que sientes. Rige, Bethânia, ordena el caos en sentido,
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la altura en cante hondo, la intensidá en aliento. Ruge, Bethânia, ruge, feroz delicadeza, no hay poesía en los libros, no alcanza la lectura, oír no es suficiente, y nada es suficiente ni siquiera la música. Porque del pueblo viene, del humus de lo humano, de la lengua hecha canto la luz que te oscurece, el resplandor orgánico: la luz que usa tu cuerpo. (Buenos Aires, 26-5-2007)
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Rodrigo Galarza Argentina, 1972
Profesor en Letras. Co-fundador del Grupo Literario “Pájaro de Tinta”, dirigió la revista del mismo nombre. Ha publicado en diarios y revistas de Buenos Aires, Madrid, México y Estados Unidos. Algunos de sus libros son: Diluvio en la memoria (poemas,1995); Ráfagas de pájaros (1997, Premio Peirotén), El desierto de la sed (Amargord, 2005), Odiseo en Lavapiés (2007), Parque de destrucciones (2008). Figura en Twenty Poets from Argentina-Poetry of the Nineties (2004, Redbeck, Bradford, Inglaterra, traducción de Graham Yoll) y en Arquitrave (Nueve poetas argentinos, Colombia, 2008). Desde el 2001 vive en Madrid.
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No bastan huestes silenciosas ni su estrategia de evitar el río; si de todos modos llegan, te arrancan del sueño tirando de tu lengua, haciendo de ella un puente otro río en cruz donde clavar tu nombre, donde extremar los extremos hacia los cuatro puntos cardinales.
Otro Edipo No preguntarás por el enigma de la Esfinge, sólo entrarás a la ciudad y reinarás con tus andrajos. Nadie preguntará por la vejez de tu dolor ni por tu voz entregada a los vientos de la muerte. No heredarás la tierra pero sí un estigma de fuego, y sin embargo y todavía el canto levantará otra ciudad desde las ruinas.
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Auto de Fe Si no fuera que a veces los astros galopan en mis costillas desatando una música que parte del barro que soy, recuerda y celebra. Si no fuera que en mis espaldas alguien –cuyo rostro no he visto– ensaya absurdas cartografías, mientras ciego huyo de mí mismo. Si no fuera que existen tantos imposibles arracimados en la linde mi boca, no creería en un dios con minúscula, títere y tan ocupado de sí mismo que a veces se confunde de altar y reza al hombre.
Pascua el aire río desatado la belleza trama su esplendor cantan los ángeles una desnudez que el hombre no conoce la tarde es todavía el tacto de la lluvia aquí el otoño detiene su pulso de amante abandonada poco falta para que el Amor se haga verbo y el verbo carne en este poema peregrino.
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El sol mira para atrás
Delia Domínguez Chile, 1931
Su obra, a un tiempo patagónica e intimista, gigante y confidente, parece expresar siempre el Sur profundo, allí donde Chile se deshace en lagos, y en ella “la cábala funciona con lozanía en un cruce de onirismo y ruralidad”, al decir de Gonzalo Rojas. Los textos de estas páginas pertenecen a El sol mira para atrás (1973), Pido que vuelva mi ángel (1982) y La gallina castellana y otros huevos (1995). Por cierto, estos poemas se dejan leer como un tarot que habla y revela desde el extremo sur del Continente. Pero también constituyen una deslumbrante lección de Poética, adivinada Delia en la geografía del país “del fin del mundo”.
En el cielo el sol mira para atrás porque tiene que llamar agua, y tú conoces las señales los sagrados olores de la tierra y empiezas a lustrar tus botas la escopeta del 16 que el abuelo colgó en el comedor en ese otoño de su muerte. Y en el morral huequeado por antiguos reventones de pólvora, hay un juego de naipes gastados como esa risa que fuimos perdiendo cuando nos vendaron los sueños par que creciéramos más tranquilos, más ciegos, y no preguntáramos por qué el sol miraba para atrás desde el umbral sonoro de la lluvia, o por qué los que amábamos no volvieron jamás para justificar su eternidad a nuestro lado y tú y yo tuvimos que ir guardando las sillas vacías pasando llave en el óxido de las chapas antiguas pasándonos una costura en la boca para quedarnos con las palabras estrictamente necesarias a nuestro sencillo amor. El sol mira para atrás porque tiene que llamar agua y se ilumina la copa de los manzanos y nos entra un fío por las rodillas avisándonos la primera señal.
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Adivino los sueños Vendrán malas noticias la leche se cortó antes de las 8, yo soñé con aguas turbias, y las rodillas me dolieron toda la santa noche. Murió el pitío anunciador a pura bala de escopeta, y no sé qué nieve de otro tiempo se puso a blanquear el aire y alguien dijo: 5 grados bajo cero se irán los afuerinos y quedaremos solos. Hoy es sábado en el campo y me acuerdo de otras cosas avisadas por sueños: como la lombriz de perro la historia del pulmón y esa muerte tuya en otro pueblo cuando no pude llamarte porque no había aprendido todas las palabras.
Tos de perro Voy a decir aquí que tengo tos de perro para que alguien busque flores pectorales y prepare un té caliente con malicia y me emocione hasta los huesos, como ese día lejano casi perdido en los cajones cuando bajábamos del cerro y hablamos en secreto emboscados en la complicidad de los aromos. Pero la tos de pero es verdadera como todo lo que sale en este verso y mi pecho –si quieres saberlo– es una caja de resonancias donde silba el invierno, y estará de Dios que me resigne a esperar que alguna mano haga hervir la tetera y me llene de aromas esta casa, este pecho, que necesita amor y compresas de franela y cosas terriblemente reales, como una voz o el arco sumiso de tus brazos para afirmar la noche.
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Sueño con peces
Autorretrato
Sueño con peces que mueren en mis manos, con campos de lavanda donde el sol descarga su nuez envenenada, y tú bella y lejana juegas como si no estuvieras boca abajo en el fondo del lago desde esa maldita hora en que tu ángel voló cegado hacia el espejo que desde abajo reflejaba el cielo.
Soy como los animales: presiento la desgracia en el aire y no duermo sobre las arenas movedizas. Arriba siempre el viento –desde el tiempo de los pañales mojados– raspando la solidez de los cartílagos mientras alguien con mano sosegada escribe en mi cuaderno cortas palabras de tristeza. Soy como los animales: sé pisar en la oscuridad, y desde el fin del mundo, podría volver con los ojos vendados a mi vieja casa en las colinas.
Papel de Antecedentes Yo, católica mestiza minimalista y campesina. Yo, perrera olorosa a caballo y avena de ombligo amarrado a la telúrica madrecita tierna de nunca acabar. Yo, de sesenta para arriba y para abajo, me sé de corrido los Diez Mandamientos, el Ojo (o-j-o) y la Pastoral de L. Van Beethoven.
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Los años cortan agazapados por dentro, pero se desvanece el miedo a estas alturas y una opalina filtra su luz en el salón del piano donde danzan mis muertos con su sombra. Soy como los animales de narices mojadas: olfateo en el cielo la carga de la tormenta eléctrica y desconfío de pasos que no conozco. Soy como los animales: siento que empiezo mi vuelta a mi tierra de origen... ¡Cristo sabrá por qué!
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Rodolfo Mata México, 1960
Es autor de los libros de poesía Ventana de vísperas (Universidad Veracruzana, 1989), en colaboración con Gustavo Jiménez y Ricardo Fiallega, Parajes y paralajes (Editorial Aldus, 1998), y Temporal (CNCA, 2007). Ha traducido y prologado a autores brasileños como Haroldo de Campos, Paulo Leminski y Rubem Fonseca. Recientemente publicó las recopilaciones Alguna poesía brasileña. Antología (1963-2007) (2009), De Coyoacán a la Quinta Avenida: José Juan Tablada, una antología general (2007) y el prólogo a las memorias de Manuel Maples Arce (UV, 2010). Mantiene el sitio José Juan Tablada: letra e imagen (www.tablada.unam.mx).
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Linajes
Para Malva
Peras y manzanas se llamaba Waves Causas y efectos Madrugada. Nonato se esfumó Soltura se volvió Atadura y la piel brillante dejó de ser enceguecida. No los volveré a ver. Hubo otros cambios de identidad y ajustes de cuentas entre sobrenombres claves y avatares. Era el tiovivo en el mercado. Era la portada en el puesto de revistas. Eran nuestras conversaciones genuinos morfeos que se nos escapaban cual pájaros que yo quería llevar hacia una jaula como un acto de justicia o un equívoco de amor. ¿Es así que el mundo canta entre tú y yo?
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Las jugadoras Querida Tedi: Me he encontrado a Gordon aquí en Acapulco pero está en silla de ruedas. Me invita un whisky y me dice: ¿Son malas las separaciones? Y yo le respondo que tengo mis martinis y que son saludables. Al lado mis vecinas de mesa juegan rummy: los números danzan su turbio aspaviento. Nada es más contundente que el desfile de biquinis y los séquitos de shorts a su encuentro en la playa pero hemos formado un pequeño grupo al margen: mi incidental amigo alcoholizado y yo (ya ves que no conoces a Gordon) con las tres solitarias jugadoras ahora madre, hija y sobrina.
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Yo soy Rodolfo, les digo y les oculto, claro que soy Anónimo. Gordon les suelta que es Jaime y ambos sonreímos y sabemos que es mentira una mentira piadosa de esas que son para la Humanidad. Adriana, Judith y Michelle nos dan sus nombres. Mucho gusto y todos nos reímos en el escenario del bar playero mientras las olas traen y llevan brisas de otras mesas. Sabemos que en eso no mienten aunque no al ufanarse de ser diseñadoras: una familia bien avenida de la industria del vestido con capital y un ejército de costureras. Gordon está demasiado aéreo y espiritual y ha sacado su cuaderno de albercas en el que abrió después del episodio en la Rua Augusta una sección titulada “Mis otras vidas”
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y ha tachado en ella furiosa pero secretamente varios trechos del futuro que serán inadvertidos como yo. Gordon: “No te salgas del huacal”. No se lo digo pero lo pienso y es suficiente. Yo he decidido jugar casi he implorado que me inviten con discretas y zalameras alocuciones sobre las mujeres que apuestan ante las que sólo acompañan mujeres de cabellos largos como ninfas con ríos en que nadar.
Tal vez he sido tachado del cuaderno de alguien pero Michelle sonríe con una jugada fantástica en que uno tras otro van cayendo los cambios sobre la mesa ante nuestros ojos atónitos como si estuviéramos los cuatro tomados de las manos en una sesión espiritista muy cerca del más allá una sesión donde me encuentro de nuevo a Gordon quien te escribe una carta con un nombre falso una carta que difícilmente llegará. ¿O acaso ha llegado ya?
Frente a los números en mi silencio-sonrisa lleno de cálculo sé que no he huído a escuchar al ipod Spiritual de John Coltrane con el viento en la cara.
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La paz temporal El coito y su resultado, la paz que va más allá del conocimiento, y la tristeza de volver a la soledad
Indran Amirthanayagam Sri Lanka-Estados Unidos, 1960
Tiene una Maestría en Periodismo de la Universidad de Columbia y una Licenciatura en Literatura Inglesa de Haverford College. Poeta y ensayista, escribe en inglés, español y francés. Además redacta el blog http://indranamirthanayagam. blogspot.com. A la fecha, ha publicado cinco poemarios, incluyendo The Elephants of Reckoning que ganó el Premio Paterson 1994 en los Estados Unidos, y The Splintered Face,Tsunami Poems. Los poemarios editados en español incluyen El infierno de los pájaros y El hombre que recoge nidos. Fue becario de la New York Foundation for the Arts y del U.S.-Mexico Fund for Culture.
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individual –como si el acto de entrega, que desata la alegría, describiera una trampa, un engaño, unos minutos de euforia antes de sentir el dolor profundo, nacido en la tierra lejana– esta emoción que invoco del recuerdo de nuestros cuerpos entrelazados, de su memoria ancestral para marcar el aniversario del fin de la guerra que no liberó a nadie, sólo cambió de lugar a los que cogen primero.
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Las apuestas sabrosas
El Fin
Me encantan las dos acepciones principales del saber, y las docenas
Veo como sucederá el fin de la historia. Será con
de variaciones, aunque no las domino a todas, por andar tan distraído
tambor y guitarra, con parejas entrelazadas
gracias al soplo sabroso que voltea las hojas de tus versos,
al son de cumbia y danzón, y una colombiana negra,
que me despierta del estado de entropía, y me hace pensar
sus caderas discos, en gira por la noche, iluminando el vacío.
que el amor pueda revelarse en cualquier cosa, incluso
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la lengua, la ciencia, la astrología y en el cuerpo de un espléndido jugador de naipes, vestido de elegante, que vuela por la noche para llegar a primera hora a la casa de su novia antes de ir al casino para trabajar, pues. 2 de junio, 2011
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Escrito ¿dónde? Quiero dejar huellas: grandes manchas de sangre, la orina amarilla de un jabalí que se perdió por este metrópolis oliendo tulipanes de invernaderos y unos tomates bermellones fabricados a tiempo ante el fin del mundo 2012. Ahora seguimos en busca de la fecha escrita en la mano, y enamorados de la rubia o la negra o la castaña que amenazan desnudarse por Facebook para iluminar las noches solitarias de sus cinco mil seguidores. ¡Qué hermosa la tecnología y la asombrosa realidad de nunca irse de casa, ni siquiera tocar a otro ser vivo, besarla, acariciar sus piernas!–y el etcétera que cuenta con la regla y la visita inesperada de la suegra o el portero con su entrega del periódico, un sinfín de excusas, para no acoplarse a tiempo antes de la fecha ya descrita, pasada, con risas y alivio y el problema físico de qué hacer con el cuerpo, cuando no hay médicos a la espera, o ciudades con agua dulce, y los caracoles y las abejas se han reducidos a cero, el apocalipsis bajando en la sombra extendida del último condor de las ciudad de Bogotá desde cuando antes de que fuera ciudad y este poema fue tipeado en una micro lap-top con pantalla del tamaño de la mano que despliega unas líneas cruzadas.
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O t r as l etras
Introducción al cuento chipriota
E
n Chipre no existe una tradición larga en el género cuentístico. Su ausencia del gran siglo xix europeo de la narrativa tuvo como resultado obras de poco alcance, teñidas de carácter local, sin grandes logros intelectuales. Para esto existe una explicación: la dinámica que ejerce la historia en los creadores chipriotas. No hay que olvidar que Chipre estuvo, primero, bajo ocupación otomana, más adelante fue colonia de la corona británica; hoy día, el 38% de su territorio se halla de nuevo bajo la ocupación del ejército turco. En comparación con la poesía, el cuento en Chipre había sido hasta hace muy poco tiempo escasamente cultivado. La falta de destreza sintética y los objetivos limitados, que según algunos estudiosos caracterizan a esta literatura, en realidad sólo hablan de la falta de condiciones óptimas para editar y no reflejan en absoluto la falta de cualidades para la literatura.
O t r as l et r as
Guadalupe Flores Liera
No hay que olvidar que si bien en Chipre existe tradición literaria desde la antigüedad, por larguísimas temporadas las condiciones sociales y políticas no permitieron el cultivo ininterrumpido de la narrativa. Así, hubo que conformarse con nombres aislados, que supieron sobreponerse a todo tipo de presiones negativas para poder crear y poder reflejar una problemática, siempre a contracorriente de la prohibición y la censura. Otro capítulo importante de la narrativa chipriota es el de la diáspora. Hasta bien avanzado el siglo xx, la isla comienza a destacar en el género, con autores como Dimosthenis Stavrinidis –el fundador, en 1898, con su colección de Relatos chipriotas–, y otros como Nikos Vrachimis, María Roussiá, Giorgos Filippou-Pieridis, Andreas Kyproleonda-Georgiadis, Nikos Kranidiotis, Loukís Akritas, Rina Katselli, Kostas Mondis, Nikos Nikolaídis,
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Glafkos Alithersis, Melis Nikolaídis, Kypros Chrisandis, Kika Poulcheríou, Andreas Panatos, Ira Genakritou, por citar a unos cuantos. Este 20 de julio se cumplieron 37 años del comienzo de la primera etapa de la invasión a Chipre por el ejército turco, que concluyó el 16 de agosto de 1974 con el 38% de la isla bajo ocupación. Desde entonces, toda la parte norte del país se encuentra del otro lado de la llamada Línea verde de Atila, como es ya conocida. Por razones como éstas, el cuento chipriota destaca por su contenido historiográfico y costumbrista. Los anhelos liberadores y de justicia, así como las preocupaciones inmediatas continúan siendo los temas centrales. La ocupación
y sus consecuencias catastróficas a nivel humano, cultural y económico, los 1 619 desaparecidos, los 200 000 refugiados, los 2 500 muertos entre la población civil, la pérdida de un patrimonio milenario sometido a rapiña, destrucción y comercio negro, la confianza en una solución justa para el problema que aqueja a su país, son el centro de la inspiración. Los escritores en Chipre escriben motivados por el amor a la patria, por el apego al terruño. La consigna general sigue siendo No Olvidar. El texto que a continuación se presentan, habla de las consecuencias de la invasión turca el año de 1973 y el tormento de la esperanza de volver a ver a los seres desaparecidos y poder regresar con ellos a la tierra natal.
Guadalupe Flores Liera, licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas por la unam. Publicaciones: Antología poética de Jaime Sabines (fce, 1994), Lo sagrado en la poesía de Jaime Sabines (Unam, 1996). Poesía: Atravesar la noche (Ediciones Marta Prieto, 2001), El sitio donde nada se levanta (Praxis, 2004), Una espera infinita (Alforja, 2006), Mar de vana esperanza (Univ. Autónoma de Nuevo León, 2011). Traduce del griego moderno: Nikos Kazantzakis, Viajando: España-¡Viva la Muerte!; Vasilis Vasilikós, Trilogía; Niki Ladaki-Filippou, Hacia Kerini y otros poemas. Escribe cuento, novela y artículos sobre literatura griega y chipriota.
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La espera Llegó y se detuvo junto a mí. Me miró con una sonrisa imperceptible y amarga. No recuerdo si nos habíamos visto antes, aunque esto carece de importancia. Mientras la miro me parece reconocerla de tiempo atrás. Por otra parte, últimamente en este lugar las personas se parecen mucho entre ellas. En todas partes la misma expresión triste, la misma mirada de honda reflexión. Esta mujer que llegó hoy y se detuvo junto a mí es mi hermana; todas a mi alrededor son mis hermanas; me dan ganas de abrir los brazos y de estrecharlas a todas en mi regazo. “Pobres hermanas mías, que parimos y criamos hijos, alimento para el Minotauro.” Como si hubiera adivinado mis pensamientos se vuelve y me mira de nuevo. “¿También está esperando?”, le pregunto perpleja. “Sí”, me contesta despacio y siento que su voz tiembla. “Los de hoy son los
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Kika Polcheríou Traducción del griego | Guadalupe Flores Liera
últimos en ser liberados. ¡Y si no viene!... Ya no sé qué hacer.” Sus labios temblaron intranquilos y no habló más. Simplemente extendió la mano derecha y se agarró con fuerza de la alambrada. Con la otra, la izquierda, extrajo del regazo una fotografía. La miró anhelante. Cerró por un instante los ojos y permaneció inmóvil, muda como una sombra. Su imagen me trajo sin querer a la mente un recuerdo lejano pero tan intenso que se diría que fue ayer. Paseando un día por nuestro huerto, siendo todavía niña, encontré entre las ramas de nuestro granado en flor un pequeño nidito redondo. En su interior había cuatro polluelos que miraban la luz con ojos interrogantes. Entonces me envolvió un alegría insólita. Acudía a diario, los acariciaba con los ojos, los abrazaba con el alma. Corté flores del granado y con ellas adorné el
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nido a su alrededor. Cada día que transcurría me unía más y más a ellos. Un atardecer, en que estaba sentada completamente sola pensando, oí gritar en el huerto. Mi mente se fue directamente a los pájaros. Me levanto de un salto despavorida y empiezo a correr. Pero al llegar ahí... encontré el nido, vacío, helado. Entonces me puse a llorar. ¿Por qué me los quitaron? ¿Por qué? Risas estruendosas se oyeron del otro lado de los arbustos y vi a través del velo del atardecer a dos niños que corrían saltando la verja. Entonces yo grito más fuerte, suplico, insulto, confundo las palabras, pero nada. Los pequeños ladrones se perdieron llevándose con ellos mi alegría. Regresé, me senté en la raíz del granado y comencé a llorar con amarga queja. Una nube de niebla me envolvió... Cuando al final me disponía a marcharme, las piernas me pesaban, con dificultad las arrastraba. En ese momento, un trino sigiloso y triste vino a unirse con mi llanto. Era la mamá de los polluelos que se lamentaba por sus hijos. Y había tanta tristeza, pero tanta tristeza en su trinar, como la de la voz de esta mujer que vino hoy y se detuvo junto a mí. Hoy, luego de tantos años, vuelvo a traer a mi mente aquel mismo recuerdo amargo. Pero ya no es únicamente un recuerdo. Es la verdad misma sombría e ingrata. “¿A qué hora crees que lleguen?”, me pregunta la mujer despacio, casi apagadamente. Me recupero en un santiamén. “¿Que lleguen? ¡Pero están también los otros que es mejor que no lleguen nunca! Ni hoy ni mañana. ¿Qué le contesto entonces?”
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En ese instante se escuchan unos gritos. Es un estallido de alegría que la esperanza comparte engañosamente. La gente que estaba sentada alrededor en silencio cobró de repente vida. Al fondo del camino, del otro lado de la alambrada, se vio a los autobuses llegar. Comenzó entonces la incontenible bienvenida de la multitud. Se agitan las manos con los pañuelos blancos. Y del otro lado llega la respuesta. ¡Manos..., y más manos, lábaros de alegría, se agitan por fuera de las ventanas abiertas del autobús! Las escenas que tienen lugar poco después son insólitas, contradictorias, confusas. Es un terrible tormento comprobar que no estás entre los afortunados que estrechan en su abrazo a las personas que anhelabas fervientemente. Mientras observo a la multitud se voy hundiendo despacio en un piélago tormentoso. Pese a todo, distingo a la mujer que se encontraba a mi lado. La sigo sin darme cuenta. La veo lanzarse con los brazos abiertos y después encogerse otra vez, empequeñecerse, borrarse. –Uno alto, de pelo negro, como el de la fotografía..., de cuerpo robusto, erguido. –No, no es éste, ni éste, ni... No es éste tu ángel, corazón herido. Puedes doblar tus alas, asegurar tus puertas y esperar. Quizás..., quizás en otra ocasión. Ahora te pertenece la desesperación, te pertenece la esperanza. Te proporcionarán mortal compañía las noches en que el sueño no acuda a cerrarte los ojos. De una en una las personas se marchan, se dispersan. Hay quienes conservan la alegría y
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quienes una herida honda en el pecho. Atrás de la alambrada no quedan sino dos o tres ángeles, pero ellos ya están dados. Sin embargo, la mujer no parece querer irse. ¿Para qué irse? ¿Tiene a dónde ir? Se queda ahí y no hace sino mirar el vacío con una fotografía en la mano. “Éste es mi hijo, éste... ¿No lo ha visto alguien? ¿No...” Los labios se le pusieron blancos, los ojos se le secaron. También yo me quedo. Pienso en irme pero no puedo. Otra vez el recuerdo de la madre de mis años infantiles penando por sus hijos me destroza el corazón. Ahora nos hemos quedado solas. La mujer y yo. Siento que es mi hermana. Quiero acercarme a ella, pero no puedo. Me da miedo contaminar su dolor con palabras míseras. Me da miedo alterar su serenidad glacial.
Ella no se fija en mí. Solamente mira la fotografía. La mira con todos sus sentidos, con toda su alma. Luego extiende las manos y aprieta al fondo, con toda su fuerza. Los puños se hunden en los alambres espinosos..., roja sangre caliente..., fuego que le quema las entrañas. Un grito de dolor se le escapó, un lamento que se elevó a los cielos. Se dobla, se inclina como el árbol y a continuación se extiende sobre la tierra. Sus manos inmóviles como alas tronchadas enviaron una súplica al cielo por los pájaros de la primavera que nos robaron y no nos fueron devueltos. En el puño izquierdo sangrante apretaba aún la fotografía de su ángel perdido, pintada con roja sangre caliente, fuego que le quemaba tanto las entrañas.
Kika Poulcheríou, nació en Lakatamia, Chipre, en 1934. Trabajó como educadora y maestra de primera enseñanza. Ha escrito cuento, novela y teatro, pero sobre todo es una de la principales representantes de la literatura para niños de su país. Ha recibido premios y reconocimientos a nivel nacional e internacional por su obra. Ha publicado mucho en periódicos y revistas. También ha sido traducida al inglés, alemán, chino y búlgaro.
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Interpretación de "El nadador", David Cortés Cabán
de Ramón Palomares
A
unque sabemos que en un libro de poesía cada poema es una pieza clave en el entramado de su estructura, también sabemos que podemos leer un poema como una unidad independiente cuyas características, elementos y recursos expresivos le otorgan vida propia. Estas características y recursos expresivos son los que me propongo examinar a través del lenguaje y la temática que encierra el poema “El nadador” (Palomares, El reino 78-86). Como punto de partida quiero destacar lo que el poeta y crítico Víctor Bravo intuye en la esencia y el pensamiento del poema: “El poema ‘El nadador’ –dice– es la más clara expresión de esa primera celebración: un nadador, por siempre joven, ayudado en su aventura por naves o astros, participa de una eternidad que es también la de su plenitud”. (Bravo, Prólogo XIII). Para comprender estas palabras hay primero que tener en cuenta lo que Bravo señala en el Prólogo de esta nueva edición de El reino (Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana, S.A., 2001), al referirse al lenguaje del libro: En El reino ya se encuentra de manera revelada o secreta toda la intensidad de la poesía de Palomares. El libro, formado por quince poemas, convoca para siempre la naturaleza y sus climas de pájaros y árboles y su asombro de metamorfosis y sus leves estallidos de enigmas; y las aguas como la profundidad del cosmos; y el cosmos como la belleza misma de la lejanía. Poemario que extiende sobre el manto del lenguaje
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por lo menos tres núcleos de sentido, que ya no abandonarán al poeta en su proceso de escritura: la celebración de una plenitud que es la plenitud misma de la vida; el desamparo de la vida manifestado en abandonos, pérdidas, carencias; y la vida misma como representación y máscara, desplazando sus signos afirmativos tanto desde el goce y el envite de la plenitud como desde el dolor y la herida de la carencia. (Prólogo XII- XIII). De esta primera celebración, de este primer núcleo que menciona el crítico, es que queremos partir para descubrir el simbolismo y la significación del nadador. Ver cómo se proyecta su plenitud en la dimensión del texto. Y entendamos aquí su “plenitud” como una imagen que envuelve la totalidad del cosmos y la belleza del joven en relación a la naturaleza y las fuerzas antagónicas que atentan contra su vida. Queremos, además, mostrar su figura como una metáfora portadora de un sentido ético y “como parte del mundo de la experiencia vivida y de la sensación misma” (Borgenson, 5) de una imagen contra la maldad. Nos centramos, pues, en la figura del nadador como generadora de la plenitud de la vida, pero la vida sentida no como angustiosa fugacidad sino como un esplendor que contrarresta la existencia del mal. Por eso las imágenes que giran en torno a su figura se pres-
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tan para salvaguardar su vida ante las peligrosas circunstancias de su travesía, y a su vez contrastan y resaltan la descripción de su cuerpo en cada una de las estrofas del poema. Desde el título mismo del poema el lector entra en contacto directo con el sujeto poético: un joven nadador cuya hermosa presencia se impone ante la inmensidad de las aguas. En la primera estrofa el poeta lo presenta de la siguiente forma: Seas bello, joven nadador, levantado sobre las aguas, ajustadas tus piernas y cada brazo | al muslo. Bello como el mástil que alcemos al | día soñado. La descripción del nadador No podemos menos que admirarnos de la descripción física del nadador y la armonía de su cuerpo en la sutil comparación: “Bello como el mástil que alcemos al día soñado”. Una belleza reveladora de una imagen que trasciende “en la medida que participe del ser” (Yepes Boscán, 39). En la segunda estrofa esta comparación se transforma en una imagen cósmica que impregna de luz el paisaje imaginario del poema: Ni tus cabellos sean irrespetados | por el viento ni tus labios tiemblen.
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Más bien parezcas al sol, divino en su postura, y, desnudo, seas como rosa amanecida hoy | para la aventura mortal. El símil de la primera estrofa: “bello como un mástil”, y los de la segunda, “parezcas un sol” y “como rosa amanecida”, expanden el concepto de significados que encarna la imagen del nadador. Su figura adquiere otra connotación, es decir, comparte con la luz del sol y el esplendor de una rosa unos atributos que crecen en intensidad a través del texto. Dispuesto ya para la “aventura mortal”, lo vemos frente a la inmensa soledad de las aguas. Sentimos que su “aventura mortal” ¿no refleja acaso nuestra propia aventura? ¿Para qué arriesgarse en las aguas de lo desconocido? ¿Cuáles son las fuerzas que lo asedian? ¿Qué sabe de sí mismo y de la anatomía de su cuerpo el joven nadador? Todas estas interrogantes surgen como cuestionamiento de la lectura y requieren una respuesta que hasta cierto punto nos ayude a obtener una mejor apreciación del poema. Por un lado, sabemos que el poeta se dirige al joven nadador y que sus palabras encierran un mandato; y, por otro, ese mandato envuelve una condición que orienta la vida del joven expuesto siempre a las dolorosas experiencias que entran al ámbito de su cotidianidad. El joven no debe doblegarse a lo
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que el poeta llama “las furiosas bestias habitantes del corazón”. Es decir, los sentimientos de odio o de crueldad, de arrogancia o de soberbia, de traición o de mentira, y, en fin, todas aquellas cosas que contaminen o dañen su vida. Y, valga subrayar, no es que el hablante lírico exija del joven unas virtudes superiores a sus fuerzas y una conducta ajena a los riesgos y duras experiencias de la vida. Ésta no es la intención del poeta, ni menos coartar la libertad del nadador determinando las circunstancias que moldeen su carácter, sino advertirle que a su paso hallará punzantes y dolorosas situaciones a las que tendrá que enfrentarse. Y que vivir a la luz de unos principios de justicia social implica una conciencia que se eleve por encima de todo prejuicio, falsedad o engaño. El subjuntivo “seas” El verbo “seas” (presente del subjuntivo de la segunda persona gramatical) sugiere las claves que configuran la estructura del poema. El énfasis que recae sobre este modo verbal nos propone una situación que aún no se ha gestado definitivamente como una acción real, pero que llegará a concretarse como una realidad en la vida del joven nadador. El mismo sustantivo “nadador” encarna de acuerdo al Diccionario de uso del español (Moliner) la idea de
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alguien que se mantiene flotando sobre las aguas sin tocar fondo. Y tocar fondo en este sentido sería contaminarse, dejarse arrastrar por las corrientes del mal. De ahí que el modo en que el hablante se dirige al joven nadador puede interpretarse como un deseo de que éste logre su plenitud. Una plenitud que se presenta como una expresión jubilosa de la vida. El poeta le dice: “Seas bello, joven nadador”; y luego: “seas como una rosa”; y una y otra vez a lo largo del poema: “Seas impuesto sobre los voraces / y la gran injuria de la espuma”; “Seas salvado, joven nadador,”; “Seas el limpio, dulce paño de las noches…”; “Seas llevado por los días”. Este recurso anafórico que marca el tono del poema es además un indicador de los rasgos que caracterizan la belleza del joven, y nos recuerda también la plenitud de su vida como un reflejo de su personalidad. La reiteración verbal “seas” enfatiza las condiciones a las que debe ceñirse el joven para salir victorioso en su tránsito por las aguas. Al leer el poema sentimos la vida del nadador como quien se abisma en sí mismo y transita por el ámbito de su interioridad. El nadador viaja hacia su propio destino. Para él “No bastan los ejercicios de esta adorada ribera”. Es decir, vivir la vida sin encarar las realidades que encuentra a su paso, no tiene sentido. Hay que realizar el viaje hacia la plenitud sin aferrarse a lo pasajero y
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sin dejarse arrastrar por las bajas pasiones. Al nadador le corresponde ser un modelo representativo de la belleza y la armonía del mundo. Vivir “ajeno a toda perfidia”, desechando de sí “las furiosas bestias del corazón”. Imágenes En las imágenes del poema hay que señalar el agua como una imagen representativa de las experiencias de la vida. Se debe ver esta imagen en sentido figurado. En este poema como en la obra total de Ramón Palomares, el poderío de las imágenes y el personalísimo estilo del poeta crean un universo de inusitados sentimientos y sensaciones que calan profundo en la imaginación del lector. Para el joven nadador: “Ni una rápida estrella / igualaría esa delicadeza: / el arco mágico de tu pecho / que se abalanza al agua desconocida”, dice el hablante poético. Sólo el leve pájaro “en la maravilla del salto” es capaz de igualar la belleza de su cuerpo. Observemos que en la configuración poética del texto intervienen dos fuerzas antagónicas. Por un lado, hay imágenes que reflejan la plenitud y la belleza de los rasgos humanos que caracterizan al nadador y, por otro, las que presentan una concepción negativa del ambiente. Veamos, por ejemplo, cómo se encuentran distribuidas estas imágenes:
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Imágenes positivas Seas bello Bello como el mástil Ni tus cabellos sean irrespetados Parezcas un sol El arco mágico de tu pecho Seas impuesto sobre los voraces Te sea descendida una embarcación de descanso Te sea otorgada una isla Seas salvado Baste para él el amor Brille siempre el aire sobre él Una luz sea sobre su cabeza Para el joven nadador los altos árboles En su corazón un ramo Una fragante maceta de lirios Un apasionado y rebelde astro Un reino para ti, joven nadador Seas limpio Arriba del milagro altar Seas elevado por los días Vayas siempre asido al cielo Digno amparado de la luz / Flor limpia
Imágenes negativas terribles hielos injuria de la espuma garza helada terribles lobos la flor astromelia igualmente asesinada sabia de otros odios leopardo de muertes un resplandor devora su casa luz maldita las furiosas bestias habitantes del corazón vestido cruel redes traición el mar, gran atormentador agua armada perfidia fuegos del tormento No comido por el vestido cruel No atrapado en redes la traición y la humillación
Las imágenes positivas intensifican la libertad, la belleza, la juventud y el esplendor de la vida. Cada imagen le otorga al nadador un sentido casi sobrenatural. El “cielo” se presenta como una gran imagen cósmica y salvadora: “caiga del cielo un ramo salvador”, dice en este verso, y en otros: “sean entonces los sueños
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arrancados al cielo”, o “vayas siempre asido al cielo”. También la “luz”, la “flor” y el “altar” son imágenes que transforman su naturaleza humana y hasta le otorgan cierto aire místico a su cuerpo. Por ejemplo: “brille siempre el aire sobre él / y una luz sea sobre su cabeza” o, “seas como una rosa”, o “arriba del milagroso altar”.
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Todas estas imágenes acentúan su plenitud: “baste para él el amor”, expresa el hablante. De este modo enfatiza una plenitud que se ve amenazada por las sombras que acechan al nadador tratando de degradar su memoria. Por ejemplo, en los siguientes versos: “Y en tiempos ya ajenos a la memoria / un resplandor devora su casa”. La palabra “devorar” da la impresión de una relación nefasta con “luz maldita” y “el vestido cruel”. Lo mismo ocurre con frases como “las redes”, “la traición” y los “cielos voraces”. Son imágenes que proyectan una visión negativa del mundo y buscan reducir la vida del nadador a un espacio de sombras. Pienso que estas imágenes muestran el engaño de quien busca sustituir un sen-
tido ético de la vida por los falsos valores del mundo moderno. Por eso el hablante le advierte al joven nadador: “Aparezcas no comido por el vestido cruel, / no atrapado en redes, la traición / y la humillación de los rangos altos”. La imagen del nadador tiene que contrarrestar todo elemento de maldad y reflejar una actitud digna ante la vida. Va “amparado de la luz” y de una justicia que resplandece como una “flor limpia salida de tu boca”; y la imagen, “flor limpia salida de tu boca” ¿no es acaso una representación simbólica del lenguaje poético? “El nadador” representa una hermosa imagen del cuerpo humano, una imagen que reivindica la belleza y la plenitud de la vida.
David Cortés Cabán, Puerto Rico, 1952. Es considerado una de las voces más características de la poesía caribeña contemporánea. Reside en Nueva York desde 1973. Ha publicado los libros Ritual de pájaros: antología personal (1981-2002), 2004; El libro de los regresos, 1999; Una hora antes, 1991; Al final de las palabras, 1985; Poemas y otros silencios, 1981. Fue coeditor, junto a los poetas Pedro López Adorno y Juan Manuel Rivera, de la revista Tercer Milenio (1994-1997). Actualmente se desempeña como profesor adjunto de la Unidad de Lenguas Modernas del Colegio Eugenio María de Hostos de CUNY.
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El nadador Seas bello, joven nadador, levantado sobre las aguas, ajustadas tus piernas y cada brazo al muslo. Bello como el mástil que alcemos al día soñado. Ni tus cabellos sean irrespetados por el viento ni tus labios tiemblen. Más bien parezcas al sol, divino en su postura, y, desnudo, seas como rosa amanecida hoy para la aventura | mortal. Sólo un pájaro distinto descendiente del más alto ramo del cielo sea igual a tu cuerpo en la maravilla del salto. Al desafío de los aires penetras sus dominios y en la caída silbas tu cuerpo. Ni una rápida estrella igualaría esa delicadeza: el arco mágico de tu pecho que se abalanza al agua desconocida. Seas impuesto sobre los voraces y la gran injuria de la espuma errante, sabia de otros odios, no llegue a tu boca ni entre a tu garganta como el leopardo de | muertes. Pase un navío cerca de ti, bellas sus velas, altos sus mástiles,
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con aves en derredor. Y te sea descendida una embarcación de | descanso. Caiga del cielo un ramo salvador y asido al fulgor de sus hojas abraces el día siguiente. O más bien te sea otorgada una isla toda llena de la flor pasionaria. Seas salvado, joven nadador, hoy allí, frente a la casa del cielo. Lejos sólo una llama, débil palma preciada como salvación. Las aguas caídas en los años pasados no desconozcan al joven nadador ni dejen de tejer sus paños en el día triste. Y traiga el encanto dorados caballos y el cielo de aquella ciudad donde el invierno llora. Baste para él el amor, igual que antes bastara la margarita para sus elevados misterios. Y brille siempre el aire sobre él y una luz sea sobre su cabeza. Recuérdese para el joven nadador los altos árboles en los montes esbeltos y soberbios a la hora de la muerte y la huida de aves celestes. Quien fuera sueño de los días, oro a los ríos,
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recordador del sol; bien va sobre las aguas a terminar su corazón en los temibles hielos, la garza helada de las alturas. No bastan los ejercicios de esta adorada ribera, se escuchan por el monte los terribles lobos. No basta la contemplación: Perseguidos, como la flor astromelia igualmente asesinada. Y en tiempos ya ajenos a la memoria un resplandor devora su casa. Aparece en su corazón un ramo, una fragante maceta de lirios, un apasionado y rebelde astro. Un ave larga y radiante pasa sobre los ojos para el efecto de maravillas: Un reino para ti, joven, bello nadador, para holganza de tus miembros. Y esta extraña mansión alza sus tigres a las | estaciones, a las lenguas del astro. Sean entonces los sueños arrancados al cielo por un joven que abre sus brazos al agua | desconocida, ajeno a toda perfidia. A pesar de la luz maldita, la perdición de estas hojas que bailan las nubes, las furiosas bestias habitantes del corazón. Aparezcas no comido por el vestido cruel, no atrapado en redes, la traición y la humillación de los rangos altos. Seas el limpio, dulce paño de las noches, y aparezcas, joven, bello nadador,
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arriba del milagroso altar, igual que la estela invitadora al bien. Seas llevado por los días, el mar, gran atormentador de los navíos solitarios, el agua armada, puro de orfandad, sano sobre los peligros. Vayas siempre asido al cielo sobre las brisas y altos fuegos de tormento. Digno amparado de la luz, joven, bello nadador, hoy y para siempre colocado más alto que esta | flor limpia salida de tu boca a los terribles, locos, voraces cielos a que se enfrenta el corazón.
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Arturo Rivera La vida detenida
© Jesús Sánchez Uribe
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a decía Blanchot, el gran estudioso del Marqués: “¿Quién osaría hoy rivalizar en licencia con Sade?... Ahí tenemos la obra más escandalosa que jamás fue escrita. ¿No es acaso motivo para preocuparnos?” Los parientes de Sade somos todos, y su obra sobrevive no sólo por su originalidad y su violencia, sino por la sutileza de su ironía, el juego hiriente de su punzante literatura y el profundo sentido crítico de sus extensos libros: sólo La nueva Justine y Juliette o Las desgracias de la virtud, al que se agrega Historia de Aline y Valcour, suman más de cuatro mil páginas y, como dice Blanchot: “Si hubiera un infierno en las bibliotecas, sería para un libro así”. No es el caso de la pintura de Arturo Rivera, cuyo gusto pungente y refinado para exponer el horror de la naturaleza, de la vida, del mundo, de la imaginación o del sueño, no le impide, con la misma perfecta ejecución que caracteriza todo lo que pinta o dibuja, consumar retratos, paisajes o figuras
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Eduardo Lizalde
de clásica belleza o de presencia plástica imponente. Rivera no es un postsurrealista ni un neorrenacentista, ni un realista a secas o un neoexpresionista, aunque haya mucho de todo eso en todos los pintores llamados “figurativos” de la segunda mitad del siglo xx. Para muy poco, si se trata de ver o situar, o celebrar la obra de un importante y singular artista, nos sirven las etiquetas o las clasificaciones. Arturo Rivera pinta interioridades, trasfondos, atmósferas; busca retratar a los personajes vivos desde todos sus visibles u ocultos ángulos físicos, psicológicos o culturales, pinta el aura natural que para el ojo se desprende de una figura real o una imaginaria; pinta el entorno (lo hacían ya los flamencos y los prerrenacentistas) doméstico o mental. Pero, al mismo tiempo, reflexiona sobre lo pintado, teoriza al margen, hace anotaciones tipográficas que dan oscuro crédito a la idea o la imagen, el ideograma o el dato jeroglífico que suscita la invención de un diseño o un cuadro
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Autorretrato | Óleo/madera | 200x161 cm | 2003
Carne | Mixta/tela/madera | 138x100 cm | 2009
entero; se cuestiona sobre lo pintado, apuntala sus corpóreas anatomías con el finísimo trazo luminoso de una expresa estructura matemática y geométrica, cobrada entre los hallazgos de los arcaicos maestros de la sección áurea. Pero todo ese arsenal, esas nubes de insectos extraños, de transparentes vasijas, matraces, aleteos de plumajes metálicos, inscripciones alemanas en letra gótica, leyendas latinas, que podrían resultar estorbosas o sabrosas junto al cuerpo central de una pintura, se incorporan a ella armónicamente, en un flujo de conversación congelada entre las partes del cuadro que sólo se sostiene y cobra su verdadero equilibrio con el auxilio de esos elementos y excrecen-
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cias aparentemente caóticas. Un registro apolíneo, cartesiano del caos, suelen ser los más sorprendentes y abigarrados conjuntos del género al que aludo. Muy afortunadas eran las observaciones de Alberto Ruy Sánchez, cuando decía: “El contorno mágico de estos cuadros me hace pensar en un tipo especial de naturaleza muerta. Considerando sobre todo el nombre que se les da a las naturalezas muertas en otro idioma, el inglés, y que en este caso me parece más apropiado: ‘vida detenida’, still life. Veo los cuadros de Rivera como composiciones sorprendentes de vida detenida... Así, entre otras cosas, Arturo Rivera nos muestra que todos formamos parte de una peculiar ‘naturaleza muerta’... su visión elaborada con la maestría de un moderno renacentista, obstinado en hacer de sus cuadernos de apuntes la verdadera obra de arte, me parece... terrible y a la vez fascinante.” Sus cuadros y dibujos, su museo de las abominaciones, en efecto abruma, agrede, hostiga en ocasiones al espectador, pero hay en ellos mayor dosis de buen humor, así sea negro, y de espíritu crítico del que puede sospecharse, nunca ingenuo ni obsesivo sadismo que busque repeler, hipnotizar y espantar a la clientela pictórica de todos los niveles culturales y temperamentos. En alguna entrevista reciente, y a la pregunta del reportero: ¿Qué hubiera sido
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usted si no hubiera logrado ser pintor?, responde: “Si no hubiera sido pintor, podría haber sido un asesino.” No sé si era muy fiel la transcripción del entrevistador, pero sin duda alguna la respuesta es irónica, y de histórica cepa vanguardista, y hasta posiblemente practicada en el taller del pintor surrealista Mac Zimmermann, a quien conoció, como se sabe, en Nueva York en 1979, y quien lo llevó a Múnich como ayudante de cátedra en la Kunstakademie. Los “horrores”, las grecas fatídicas, los monstruos de intraducible contextura, las visiones viscerales, las bestezuelas destazadas, los minúsculos bichos malignos y fúnebres alusiones que conforman la atmósfera de sus, precisamente, frecuentes angélicas figuras y personajes, son pintura, son imaginación, son juego plástico y literario, en la medida que el discurso visual y las conscientemente ambiguas formas de la expresión pictórica lo per miten. No otra cosa serían, comparados con otras pulidas, embellecidas, sublimadas y elegantes imágenes del Redentor, por ejemplo, los Cristos descamados, purulentos, llagados y tumefactos de Matías Grünewald en los albores del siglo xvi, que siguen siendo impresionantes para nosotros, como en cambio parecen cómicos v caricaturescos los monstruos de La tentación de San Antonio, de Martin Schongauer,
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Desentrañar la realidad Daniel Sada
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adie puede tener la certeza de que la realidad percibida es la más evidente. Basta captar un aspecto indefinido de lo que se ve, para caer en cuenta de que nuestra percepción es en verdad una interpretación de algo que no es posible demostrar del todo. Frente a cualquiera de los cuadros de Arturo Rivera surge un dilema al parecer irresolu-
Leora | Óleo/tela | 150x80 cm | 2010
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ble: el síntoma de que se trata de un artista circunscrito al realismo, ya como estilo o paradigma, o si su idea del realismo es una aproximación cuyo objetivo siempre es difícil de vislumbrar. En mi opinión no es ni lo uno ni lo otro, más bien considero que Rivera nos propone una tercera vía: la impostura de una realidad imaginada, o una suerte de semejanza con lo tangible, pero también lo que pudiera penetrar esa semejanza. En cada uno de sus cuadros es posible denotar que su aspiración primordial radica en plasmar el dolor, la angustia, el desconcierto, acaso lo macabro y lo sagrado que la realidad nos ofrece. Desentrañar es exhibir las entrañas pero también descifrar: el estigma de su arte figurativo nos revela que hay una suerte de arrebato lúdico, un deseo de traspasar el realismo fotográfico al igual que ir más allá del mero principio de representación, como si el pintor tuviese como objetivo crear un mundo en el cual quisiera vivir, o crear figuras a las que le gustaría contemplar atisbando particularidades no tan fáciles de captar a golpe de vista. Una realidad a la que se pueda percibir desde muy diversos puntos de vista y muy diversos estados de ánimo. Si algo es preciso destacar de la obra de Arturo Rivera es su sentido de visibilidad, aunado a un lenguaje plástico cada vez más acendrado y diestro. Su trasgresión empieza allí donde lo más simple exhibe algún enigma tan sutil como ambiguo. Si la muerte o el horror en todas sus manifestaciones han sido y son constantes ineludibles de sus búsquedas, se debe en gran medida a que hay un afán por acoplarse al estado-límite desde donde despliega su imaginería. La belleza, en su caso, deberá provenir de esa catarsis hasta alcanzar la depuración más radiante. Es por ello que su pintura produce ese doble efecto: la fusión entre el horror y lo delicado. Lucha de contrarios que a fin de cuentas se postula como un ideal estético.
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un grabado de la década de 1490, que en algo recuerda los divertidos y fallidos adefesios históricos de ciertos muralistas mexicanos. Los ejemplos de pintores de monstruos podrían ser infinitos, pero muy ilustrativo es el caso archiconocido de Los Caprichos de Goya, una serie de agresivas, enloquecidas, irracionales y maestras imágenes, cuya rencorosa concepción no pareció a los más cándidos que tuviera sentido artístico alguno. Hablando del efecto aterrador que producen muchos cuadros de Rivera, Teresa del Conde señalaba certeramente que “obras como la titulada Archivero, hacían pensar de inmediato en los antiguos sórdidos, secretos gabinetes medievales de experimentación médica, en las visiones del Marqués de Sade o en el horrendo último filme de Pier Paolo Pasolini: Saló (1975).” Ocioso es anotar que mucho hay de lo mismo en la amplia vertiente cruel de todo el arte contemporáneo, pictórico, literario, teatral o cinematográfico, y los ejemplos están a la vista. Nota: el texto es un fragmento del ensayo escrito a propósito de la exposición La Bodas del cielo y el infierno, de Arturo Rivera.
Autorretrato | Óleo/madera | 150x100 cm | 1996
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© Jesús Sánchez Uribe
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Tirante | Óleo/tela | 170x210 cm | 2011 María | Colores a la creta/tela | 120x80cm | 1999
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© Jesús Sánchez Uribe
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El Origen | Óleo/tela/madera | 102x62 cm | 1993 Luto celestial | Óleo/tela | 170x80 cm | 2005
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© Júlio Pomar / FJP / SPA | Arquivo FJP
© Jesús Sánchez Uribe © Jesús Sánchez Uribe
Horizonte | Óleo/madera | 220x77.5 cm | 2006 La Dolorosa | Lápiz graso y temple de huevo/ papel | 58x45 cm | 1999
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Stabat Mater I | Acuarela y temple/papel | 85x55 cm | 1992
© Jesús Sánchez Uribe
Modelo alemán | Óleo/tela/creta y madera 68x61 cm | 1981
© Jesús Sánchez Uribe
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El eterno traga fuegos | Grafito y temple de huevo/papel | 42.5x56.5 cm | 1991 Sueño de Daniel II | Grafito y temple/papel | 35x26.5 cm | 1993 126
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© Júlio Pomar / FJP / SPA | Arquivo FJP
© Jesús Sánchez Uribe
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© Jesús Sánchez Uribe
La barca II | Óleo/tela | 90x70 cm | 2010
© Jesús Sánchez Uribe
La jinete | Carbón/papel | 138.5x 123 cm | 2003
Eduardo Lizalde , Ciudad de México, 1929. Poeta, narrador y ensayista. Estudió Filosofía y música en la Universidad Nacional Autónoma de México. Es uno de los poetas vivos más relevantes de la actual poesía mexicana e iberoamericana. Actualmente dirige la Biblioteca Nacional de México. Su obra poética inició con “La mala hora” en 1956, seguida de otros libros fundamentales como Cada cosa es Babel, 1966; El tigre en la casa, 1970; La zorra enferma, 1974; Caza mayor, 1979; Tabernarios y eróticos, 1989; Rosas, 1994, y Otros tigres, 1995.Ha recibido reconocimientos nacionales e internacionales.
Daniel Sada, Mexicali, Baja California, 1953. Cuentista, poeta, novelista y guionista. Recibió el premio Xavier Villaurrutia en 1992 y el Premio Herralde de novela en 2008, entre otro reconocimientos. Es considerado una de las voces más originales de la narrativa mexicana contemporánea. Entre sus novelas podemos citar Lampa vida (1980), Albedrío (1989), Una de dos (2002), Porque parece mentira la verdad nunca se sabe (1999), Luces artificiales (2002), Ritmo delta (2005), La duración de los empeños simples (2006), Casi nunca (2008). Libros de poesía: Los lugares (1997), El amor es cobrizo (2005).
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Brasil-México: los placeres de la boca Jussara Teixeira. Conversación con La Otra. "El hombre es un omnívoro que se nutre de carne, vegetales y de imaginario “ Claude Fischler
Jussara Teixeira llegó a México desde hace ya más de treinta años con el título de médica cirujana. Aquí terminó la maestría en medicina social y se formó en psicoanálisis, que ejerce hasta la fecha. Entre sus dos pasiones más celebradas por los amigos están el ser una artista plástica y de manera particular ser una cocinera Brasilmex. Su cocina es conocida por muchos comensales como el “Jardín de Epicuro”. Por su parte, ella prefiere autonombrarse psicoanalista plástica. Damos paso a sus reflexiones gastronómicas. Migración de la memoria
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a llamada "migración cultural", no es privilegio de los que estamos entre países, entre lenguas, entre culturas, entre sabores, saberes, es parte fundamental de la condición humana. Somos migrantes en el laberinto de una memoria selectiva que despierta recuerdos de algo que tal vez existió como vivencia olfativa, visual, gustativa, tragada, absorbida o transmitida. Como lo expresara el poeta Constantino Kavafis, cada uno trae un
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Ulises en busca de la Ítaca del deseo. Como psicoanalista hay algo que no puedo dejar pasar por alto: la diferencia que marca la diferencia, me refiero a las sensaciones, al encuentro primigenio de éstas con su satisfacción. Eso que la literatura presenta como el desborde de una parcela ínfima de la memoria para convertirla en un fragmento novelado del ayer. El olor a magdalenas, una tentativa de restitución de lo imposible.
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De hecho podemos diferenciar entre el acto de la alimentación —saciar el hambre, sobrevivir—, de la comida como establecimiento social, como acto cultural, de intercambio simbólico; signo de unidad entre el cuerpo y el espíritu, entre lo visible y lo invisible. Todo ello pone de relieve la identificación de un determinado lazo, en sus múltiples conexiones y fenómenos interrelacionados, como los experimentos corporales, pintura, artes plásticas, música, bailes, cantos, sexo, rituales del encuentro con otros. Ello excede la función de ritual con su fuerte componente estético. Las comidas rituales, no solamente la comunitaria, sino también la familiar, fungen como espacio de transmisión. Comida: alimentación simbólica. Cicerón planteaba, “no he medido el placer en los comensales por la satisfacción corporal (comer en abundancia y beber bien), sino por el estar en compañía de los amigos y por la conversación". Los griegos acertaron al llamarla simposio, donde cada uno tendrá un salmo, una enseñanza, una revelación, un don, en una mutua edificación.
más popular y al mismo tiempo más olvidada, la del vínculo con la sabiduría, la prudencia, al juicio y la buena conducta. La sensación gustativa tiene una doble connotación: información y emoción, inscrita en el contexto sociocultural donde se construye una jerarquía de gustos. Por otro lado, la gastronomía aparece, al fin acto creativo, como lugar de la libertad por excelencia. Libertad de re-crear, crear, innovar a partir de los soportes que cada cultura posee; aunque la tendencia actual de la cocina de los “grandes” chefs es transformar el acto creativo en ciencia, como sucede ya con las artes plásticas.
Palabra y sabor La palabra y el sabor conforman un conjunto especial de sensibilidad desde su etiología. Sapiens, sapiente, aparece vinculado con el gusto y el paladar, para después mostrar su cara © José Ángel Leyva.
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© José Ángel Leyva.
Brasil, colores y sabores Brasil y México, mis dos referencias culinarias fundamentales, conformadas por una gran diversidad de etnias y culturas, expresan una multiplicidad de sabores como parte fundamental de sus identidades; desde los más auténticos y originarios sabores y olores hasta los que provienen del mestizaje, hoy conocidos como fusión. Por ejemplo, en el norte brasileño se elabora lo más autóctono, platillos con ingredientes de origen selvático; mientras que en el nordeste, donde se asentaron las primeras capitanías y fueron centro de levas de migraciones de la península europea y del continente africano, se mezclaron y dieron lugar a un ritual gastronómico audaz.
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A lo largo de Brasil podemos observar las diversas migraciones y sus influencias respectivas en los sitios que poblaron. Lo que se plantea o define como unidad brasileña no es otra cosa que una diversidad mestiza, con gastronomías regionales. Lo curioso es que ni en las escuelas de gastronomía, ni en los famosos programas culinarios de la tele, menos en los restaurantes y aun en libros sobre el tema, existe un acercamiento a la variedad y riqueza de sabores que brinda Brasil. Con raras y loables excepciones, que no son, desde luego, los restaurantes de tipo “las espadas”, donde la sofisticación gastronómica se reduce a matar el animal antes de asarlo. Doña Flor, ah Doña Flor y sus dos maridos, de Jorge Amado, aparece como otro de los ejemplos de cocinaerotismo en su academia “SABOREARTE”. Los amores hechos sabores entran por todos los sentidos, son una ofrenda bahiana. Es sólo un ejemplo de las numerosas manifestaciones artísticas, escritas o filmadas que ponen de relieve la íntima y popular relación con la comida. No hay nada amoroso que no pase por el gusto, por el arte de la mesa. Eso mismo puede hallarse en México en Como agua para chocolate, de Laura Esquivel, y otras tantas delicias escritas que provienen del imaginario popular o del artista brasileño o mexicano. ¿Sabores inolvidables? Los de casa, primero, los cotidianos y los de cele-
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por lo que la viajera Madame Calderón de la Barca, refería tan atinadamente, que “los postres en México crecen en los árboles”, como sucede en Brasil donde también se encuentran manjares de los dioses como el Quindín. Pero solo cuando descubrimos las infinitas posibilidades del disfrute de otros sabores y saberes ajenos es cuando podemos realmente reconocer lo inolvidable, es justo
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bración colectiva en fechas especiales, conmemoración y bebemoración, del cumpleaños de la abuela, los viernes de Semana Santa, el carnaval, todos con su despliegue de frutos del mar sal sazonados con leche de coco (influencia oriental y africana), especias y aceite de dendé (producto de una palmera prodigiosa cuyo fruto brinda el sabor peculiar de los platillos). ¿Dulces? Pasando
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cuando podemos viajar en los sabores, de aquí para allá y de allá para acá. México recargado México ejerce en mí el encanto de sus miles de sabores, de sus extrañas y familiares propuestas autóctonas, criollas y mestizas. Miles de sabores que convierten su cocina en patrimonio de la humanidad. Una comida hija principal del maíz. Maíz camaleónico. Lejos de los fasfooderos, los tex-mex food, o de los puristas de la low fat, donde el barroquismo gastronómico mexicano alcanza sus estertores. Pensemos, sólo por ejemplificar, en lo prehispánico: chapulines, huevos de hormiga, combinaciones conmemorativas de sabores, pepianes, molotl, infinitas variantes de la tortilla (tacos, flautas, memelas, chilaquiles, etc.), pasando por los pozoles, tamales, guacamole, cada uno con su sello regional. Ni hablar de los mixiotes, la barbacoa, los cuitlacoches y los no menos famosos chiles en nogada.
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Pero ni lo mexicano ni lo brasileño terminan allí, en sus mestizajes, pues la creación gastronómica, la capacidad del ser humano para el encuentro y la aceptación de la diversidad es el punto de partida de infinitas combinaciones. La receta compartida ¿Una receta personal para compartir? En una de las frecuentes reuniones en el “Jardín de Epicuro”, bautizado por nuestro poeta, donde nos juntábamos a los disfrutes de la boca, en el momento de la elaboración de un platillo afrobrasileño, la famosa “moqueca”, mezcla de sabores de mar, sol y palmeras, y en parte por la premura del tiempo, enemigo de la buena mesa, y en parte por querer estar en la tertulia, y la audacia en el arte culinario, se me ocurrió, hacer el arroz junto con la moqueca, en la misma sartén de paella. Como resultado inmediato, de esas circunstancias, nació la “Pallequeca”.
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Pallequeca 1 Kilo de camarones frescos (congelado demerita el resultado). También pueden usar pescados de carne dura, como el huachinango. 1 lata de leche de coco (lo encontramos sin azúcar en las tiendas de productos orientales.) 2 medidas de agua 1 cebolla grande 4 jitomates grandes 2 pimientos morrones verdes Una rama de perejil y o de cilantro Ajo al gusto 2 tazas de arroz pre cocidos 5 cucharas de aceite de dendé (puede ser sustituido por otro tipo de aceite, pero cambiará no sólo el sabor sino el nombre del platillo).
En una paellera colocar la lata de leche de coco y dos medidas de agua a hervir, mientras tanto cortar los otros ingredientes en rodajas, con excepción del perejil o cilantro que va cortado muy chiquito. Luego que los líquidos hierven, colocar el arroz en forma de lluvia, y sobre éste colocar los camarones estéticamente ordenados y o el pescado, y por último hacer camadas de jitomate, cebolla, ajo, pimiento. No olvidar que la combinación de olores y colores que ofrece el platillo al comensal es parte importante de la degustación. Tapar y dejar cocinar el arroz y una vez cocido bañarlo con el aceite de dendé y espolvorear el perejil y o cilantro. Taparlo con una toalla por unos cinco minutos y servirlo acompañado con una buena caipirinha (hecha con aguardiente) o caipirosca (hecha con vodka), limones machacados en molcajete, con todo y cáscaras, hielo picado y azúcar a gusto. Otras variantes chamadas frutoska, se hace substituyendo el limón por la fruta de su preferencia, siempre y cuando sea natural. (Las mejores son las de la época). Vale la pena probar, la de mango, carambola, kiwi, o piña.
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Fabio Morábito
Años ha que no Años ha que no me topo con albinos, los mártires del sol, los que se cuecen de por vida a | fuego lento.
Más de una tribu en el fondo del follaje quisiera un ser así, de cuarzo, una pila viviente, un acumulador de keroseno humano, un héroe diamantino.
Casi ciegos de día, repelentes para algunos, sin melanina defensiva, la noche es su único pigmento.
¡Ahí va un albino, atrápenlo! Porque un albino no es de nadie, suelta su luz de noche al caminar.
Los que viven en los climas fríos no llaman la atención recortados sobre un fondo de nieve, pero tarde o temprano los descubren. ¡El miedo al albinismo de los nórdicos, que sienten una afinidad de base con las personas que carecen de | pigmentos! ¡La mala fe del rubio ante el albino, que no tienen los indios de la selva, donde el albino junta la luz a raudales como un panel solar y emite de noche una blancura que es un atisbo de alumbrado público!
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¡Hay que atraparlo antes que | amanezca! Porque de día en la luz del trópico nadie se atrevería a tocarlo, lo llevan enjaulado, los niños ese día no van a clases, es al atardecer cuando lo sueltan, le gritan para que se vaya, quieren ver cómo se prende y la tribu lo sigue a una distancia prudente como se sigue a una luciérnaga, a un | fantasma.
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