Revista La Otra No. 17

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LA OTRA

YO POETA ELVA MACÍAS

REVISTA DE POESÍA + ARTES VISUALES + OTRAS LETRAS

PIEDAD BONNETT

POETAS EN BABEL Wendell Berry Jacques Darras Endre Ady P. Scott Cunningham Daniel Klaus Sarah Holland-Batt

año 5 | octubre-diciembre 2012

LETRAS DE NUEVO LEÓN

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año 5 | octubre-diciembre 2012

FOTOGRAFÍA

José hernández-claire PLÁSTICA francisco larios


Sète, La Otra entre los Otros

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ntre el 20 y el 28 de julio tuvo lugar una edición más del festival de poesía Voix Vives de Méditerranée en Méditerranée (Voces Vivas del Mediterráneo en el Mediterráneo) en Sète, Francia, el hermoso puerto donde nació Paul Valéry y donde se encuentra su Cementerio Marino. Poetas de diversas lenguas se dieron cita para celebrar la palabra y para recordar la importancia del Mediterráneo como lugar de encuentro e intercambio de pueblos y culturas. Una fiesta estival en el sur francés, donde los ecos de la crisis económica se amainan con el impulso de acciones artísticas y culturales. ¿Qué otra opción hay para elevar el ánimo y el espíritu ante el anuncio de la derrota y el fracaso de un modelo más del capitalismo, para reforzar el sentido de identidad y pertenencia a una comunidad más amplia que la reducida por fronteras y limitaciones mentales, históricas? Arde el medio Oriente como supuesta reacción a la blasfemia y a la ofensa al islamismo por un también supuesto artista de Estados Unidos nacido en Israel. Ante las noticias evoco esos días de ecumenismo lírico y turístico en Sète, donde vi unidos a judíos y musulmanes, a cristianos y budistas, a agnósticos y a personas de buena fe, conducidos por el deseo de comunicarse a través de la palabra, de expresarse y transmitir los ideales de mundos posibles y compartidos, de la experiencia humana que busca la sobrevivencia, la redención y la memoria; nada de eso que pretende la lucha por el poder, la hegemonía de credo, de ideología, de economía, de fuerza. Los poetas son aún los portadores del mensaje, aunque también lo han sido en pocas ocasiones de la guerra. Pero la poesía nos salva aún del olvido, de la insensibilidad, del reino de la bestia. El Mediterráneo continúa siendo esa franja dinámica del intercambio entre culturas, esa fabulosa geografía donde florecen la utopía y los mitos, una Babel donde la memoria descubre a cada uno sus glorias y miserias, sus aportaciones y sus afanes destructores, sus emigraciones y sus inmigraciones. Más allá del Mediterráneo hay otros Mediterráneos, como América Latina, con sus lenguas castellana y francesa y portuguesa. Es muy esperanzador ver como los otros dialogan entre sí, intercambian letras, sueñan juntos, cantan, ríen, leen poesía. Mientras las estructuras del modelo económico dominante crujen y se vencen, brotes de violencia estallan por el planeta, generados por la intolerancia y la pobreza, la ignorancia y el crimen; son casi inexistentes consignas de libertad, de justicia, de fraternidad, de igualdad. No deja de ser extraño que en medio de crisis y derrumbes los encuentros de poesía tengan lugar, que los promotores culturales como Maïthé Vallès-Bled, directora del festival de Sète, estén persuadidos de la utilidad del arte para resarcir el optimismo, para otorgarle su valor a lo no material, al ser sobre el tener. La Otra es parte de esos Otros. José Ángel Leyva


director general José Ángel Leyva subdirector Víctor Rodríguez Núñez (Cuba-Estados Unidos) editor Alfredo Fressia (Uruguay-Brasil) consejo editorial Jorge Bustamante | Jorge Boccanera | Marco Antonio Campos | Sandro Cohen | Elsa Cross | Antonio Deltoro | Evodio Escalante | Jorge Esquinca | Juan Gelman | Hugo Gutiérrez Vega | Eduardo Hurtado | Eduardo Langagne | Hernán Lavín Cerda | Carlos Maciel | Pablo Molinet | Carlos Montemayor† | José Emilio Pacheco | Begoña Pulido Herráez | Vicente Quirarte | Juan Manuel Roca | Uberto Stabile

Universidad Autónoma de Si naloa rector Dr. Víctor Antonio Corrales Burgueño secretario general Dr. José Alfredo Leal Orduño año 5 |núm. 17 | octubre-diciembre 2012 Imagen de portada Francisco Larios

consejo nacional aguascalientes Claudia Santa-Ana | chihuahua Jorge Humberto Chávez | distrito federal María Baranda, Víctor Cabrera, Miguel Ángel Flores, Grissel Gómez Estrada, Samuel Gordon, Eduardo Mosches, Lucía Rivadeneyra | jalisco Jorge Souza | michoacán Gaspar Aguilera | morelos Javier Sicilia | nuevo león Armando Alanís Pulido, Margarito Cuéllar | puebla Ludmila Biriukova | sinaloa Elmer Mendoza, Juan José Rodríguez, Elizabeth Moreno Rojas | sonora Juan Manz | veracruz Silvia Tomasa Rivera | zacatecas José de Jesús Sampedro consejo internacional argentina Rodolfo Alonso, Cecilia Romana | australia John Kinsella | bélgica Stefaan van den Bremt | bolivia Eduardo Mitre, Mónica Velásquez | brasil Lêdo Ivo, Floriano Martins, Ana Rüsche | chile José María Memet, Jaime Quezada, Manuel Silva | colombia Rafael del Castillo, Pedro Alejo Gómez, Santiago Mutis, Amparo Osorio, Alfonso Peña | cuba Luis Lorente | ecuador Jorge Enrique Adoum†, Edwin Madrid | el salvador André Cruchaga | españa Rodolfo Häsler, Luis García Montero, Jordi Virallonga | estados unidos Margaret Randall, Katherine Marie Hedeen | francia Stéphane Chaumet, Eduardo García Aguilar | grecia Guadalupe Flores | islas canarias Juan Carlos de Sancho | italia Martha Canfield, Emilio Coco | luxemburgo Jean Portante | paraguay Jacobo Rauskin | perú Antonio Cisneros, Hildebrando Pérez Grande, Renato Sandoval | polonia Krystyna Rodowska, Gerardo Beltrán, Martha Eloy | portugal Rosa Alice Branco, Nuno Júdice | quebec Claude Beausoleil, Bernard Pozier | república dominicana Soledad Álvarez, Alexis Gómez Rosa | rusia Andrei Kofman | suecia Lasse Söderberg, Ángela García | uruguay Luis Bravo, Gerardo Ciancio | venezuela María Antonieta Flores consejo de arte Octavio Bajonero | Pascual Borzelli Iglesias | Guillermo Ceniceros | Rogelio Cuéllar | Felipe Ehrenberg | Esther González | Graciela Kartofel | Samuel Vázquez Las opiniones vertidas en cada uno de los artículos son responsabilidad de sus autores. La reproducción de cualquiera de estos textos está sujeta a la autorización de la editorial y el autor.

diseño y formación Rosalinda Ma. Santoyo Ojeda

página web www.laotrarevista.com Reyes Sánchez Villaseñor mexking@prodigy.net.mx

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ÍNDICE

Poetas en Babel Wendell Berry | [Trad.]Hernán Bravo Varela| 5 Jacques Darras | [Trad.] Miguel Veyrat | 9 Endre Ady | [Trad.] Román Antopolsky | 17 P. Scott Cunningham | [Trad.] Katherine M. Hedeen y Víctor Rodríguez Núñez | 21 Daniel Klaus | [Trad.] Reynol Pérez Vázquez | 26 Sarah Holland-Batt | [Trad.] Stuart Cooke | 30 Fotografía José Hernández-Claire José Ángel Leyva |La devoción según José Hernández-Claire | 34

Yo poeta Elva Macías Entrevista: Trabajar lo imposible, no lo gratuito | 47 José María Espinasa | El espesor del tejo. La poesía de Elva Macías | 57 Poemas de Elva Macías | 65 Piedad Bonnett Consuelo Gaitán Gaitán | Los afanes de la escritura | 69

Marco Antonio Campos | El cielo era de otros | 75 Juan Manuel Roca | El hilo de su palabra | 81 Luis García Montero | Un poema junto a Piedad | 84 Poemas de Piedad Bonnett | 85

Poetariado Gabriela Covarrubias | Diez poetas regios | 89 Poetas de Nuevo León

Otras letras Pedro de Isla | Cuentos breves | 115

Artes plásticas Francisco Larios Magali Tercero | Acción pasiva en la obra de Francisco Larios (y otros temas) | 119

Lengua de sastre Jacobo Rauskin | Nuestro tiempo recoge las derrotas | 130

La cocina del artista Claudia Hernández de Valle Arizpe | La comida en la poesía mexicana | 134

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©José Hernández-Claire

 Las torres de San Juan | San Juan de los Lagos, Jalisco | 2012


Poetas en ba b el

To know the dark

To go in the dark with a light is to know the light. To know the dark, go dark. Go without sight, and find that the dark, too, blooms and sings, and is traveled by dark feet and dark wings.

Conocer lo oscuro

Wendell Berry Traducción del inglés | Hernán Bravo Varela

Henry County, Kentucky, Estados Unidos, 1934. Narrador, ensayista y, sobre todo, autor de una vasta obra poética, reunida en Nuevos poemas selectos, 2012; su más reciente volumen. Entre otros reconocimientos, ha obtenido las becas Guggenheim y Rockefeller, así como el prestigioso Premio T. S. Eliot. Es además un conocido defensor del desarrollo sustentable, el uso racional de las tecnologías y la conservación ambiental.

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Andar entre lo oscuro con una sola luz es conocerla entera. Y conocer lo oscuro es ir entre lo oscuro. Anda sin luz, | no veas, descubre que lo oscuro brota y canta también; que, oscuros, lo recorren las alas y los pies.

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Una advertencia a mis lectores

No me crean cortés porque al hablar exalto la cortesía; tampoco elegante si aprecio la gracia que sostiene el mundo. Soy vulgar, torpe e intolerante, necio, irritable, lleno de arranques y de furias. Si he hablado bien a veces, no ha sido porque sí. Milagros son milagros.

Canción A Guy Davenport

Adentro de los círculos de nuestras propias vidas, bailamos en los círculos de años y de años, círculos de estaciones adentro de los círculos de años y de años, los ciclos de la luna adentro de los círculos de las cuatro estaciones, y los círculos de nuestras motivos adentro de los ciclos de la luna. Una vez y otra vez vamos, venimos, cambiados y cambiantes. Y las manos se unen y desunen con amor y con miedo, con dolor y alegría. Los círculos se turnan, cada uno entregándose a sí mismo y a todo. Solo la música nos tiene aquí, cada quien sostenido por todos los demás. Sosteniendo las manos y los ojos nos turnamos en pares, y esa unión va uniendo a cada quien de nuevo a todo. Y entonces nos hacemos a un lado, solitarios, distantes de la luz del sol que ya se ha ido a los círculos más oscuros del regreso.

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El camino del dolor 1

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Para los padres, el camino único es difícil. Nosotros, al dar vida, damos dolor. Y no hay quién nos socorra. Pero, dadores de dolor, nosotros damos amor; por el dolor sabemos del punto más extremo del amor.

Y luego me dormí, y tuve un sueño donde la vida de mi hijo único me era exigida; un sueño en el que yo debía llevarlo hasta los mismos límites del dolor, sin saber de las razones. Desperté; sin embargo, aquel dolor era real. Me trajo, en su conjunto, la vida de mi hijo. Yo le di sufrimiento con un amor solar: cegador, incansable y exhaustivo.

2 Leí sobre el sacrificio de Abraham que la Voz le exigió llevar a cabo, de tal forma que, en el altar y frente al cuchillo, pusiera a su hijo único. Se perdonó la vida bienamada en aquella ocasión, mas no el dolor. Era el dolor lo que se requería. 3 Leí sobre Jesús crucificado, el Unigénito de nuestro Padre, sacrificado al tiempo y a la carne y a la desdicha humana. Él murió y se alzó, pero ¿quién no se estremece ante el dolor y soledad de Cristo, y ante lo oscuro de la sexta hora? A no ser que lloremos como María en Su sepulcro, cuando lo había dado por perdido, no habrá ni un día de Pascua.

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En el estacionamiento de un hotel, Pensando en el dr. Williams I

de su inherente posibilidad, pasado recordándose a sí mismo en presencia

El poema es importante; sin embargo, no más que las personas cuya supervivencia es su propósito

del presente, el poder que se ha aprendido y legado después para advertir lo que es presente

—cosa urgente—, de forma tal que puedan hablar con la verdad y desarrollen paciencia por lo bello: los henchidos

y lo que no: el pavimento puesto y recorrido a toda costa por unos exiliados que tan sólo

cultivos de cereal, la calle entre penumbras, la piedra colocada, la mudanza del árbol cuyas ramas se extienden hacia arriba.

están aquí de paso. Oh, recuerda los robles que estuvieron aquí, las hojas púrpuras y ocres

A falta de canciones y de historias han excavado el suelo, han allanado todo lo que queda;

que caen, los trepadores1 que caminan con la cabeza oculta bajo el tronco y que chillan “¡onc! ¡onc!” a plena luz,

han alzado murallas que no rinden tributo a dios alguno, que no aman a mujer ni a hombre alguno,

como lo hacen ahora en el cementerio al otro lado de la calle, donde el pasado y los difuntos

para que la bondad que alguna vez hubo aquí, no regrese, a menos que haya una larga espera, dolores

se hacen compañía. Recordar —oír y recordar— es hacer alto y reanudar el paso

inmensos, recordados y futuros, y se invoque a las piedras subterráneas del mundo, al aire vivo.

a un ritmo más despierto y más seguro. Resulta peligroso recordar el pasado únicamente

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por el pasado mismo; peligroso, entregar un mensaje que nunca recibiste.

El poema es importante, tal y como lo prueba su carencia. Es la administración

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1* Aves de la familia Sittidae, también conocidos como sitas, saltapalos, trepadores o trepatroncos.

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Deux arbres à Tulé et Oaxaca

Jacques Darras Traducción del francés | Miguel Veyrat

Bernay-en-Ponthieu (Somme), 1939. Poeta, ensayista, editor y traductor francés. Hizo estudios de letras y de filosofía (Sorbonne, École Normale Supérieure) y luego de se dedicó a la literatura anglo-américana (de la que fue profesor en la Université de Picardie). Ha fundado varias publicaciones literarias (Inuits dans la jungle, Aujourd’hui poème) y preside el Marché de la Poésie, de París. Ha traducido libros de Shakespeare, Blake, Coleridge, Whitman, Pound, Lowry, Hughes, entre otros. Ha recibido numerosos reconocimientos, entre los que se destacan los premios Apollinaire y de Poésie de l’Académie Française. En lengua española han aparecido sus libros Antología fluvial, 2006; Cinco cartas a Elena, 2007 y Arqueología del agua: Antología, 1988-200, 2011.

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Il est dix heures du soir à Oaxaca Il est cinq heures du matin à Paris Nous avons le corps écartelé Nous faisons le grand écart sur deux barreaux de | l’échelle horaire Nous sommes les suppliciés de la roue terrestre Nous sommes les martyrs du sommeil retardé Nous sommes les victimes d’une estrapade horaire Nous avons les chevilles aux paupières Notre mensuration est trente-et-une heure Sept heures d’entorse une entorse de sept heures Le temps est l’élongation de l’espace L’espace est le vigile de l’Inquisition du Temps

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Algunos árboles en Tule y en Oaxaca De Irruption de la Manche.

Son las diez de la noche en Oaxaca Son las cinco de la madrugada en París Tenemos el cuerpo descoyuntado Por realizar un grand écart sobre dos tramos de la escala horaria Somos los torturados de la rueda terrestre Somos los mártires del sueño atrasado Somos la víctimas de una polea horaria Llevamos los tobillos sobre los párpados Nuestra medición es de treinta y una horas Siete horas de torcedura un retorcido de siete horas El tiempo es la extensión del espacio El espacio es el vigilante de la Inquisición del Tiempo * ¡Ah la increíble máquina humana! ¡Ah el control mecánico de los movimientos! Camináis hacia el Zócalo Aún tambaleantes sobre vuestras frágiles piernas matinales Y de pronto os halláis entre Indios Olmecas Toltecas Zapotecas Para someteros a la ceremonia iniciática del mezcal Del alcohol de ágave Sentiréis cómo os crece por encima el caparazón del armadillo Vuestra garganta se sumergirá en las guturales del español Os transformaréis geográficamente Seréis sierra y seréis río Entraréis en la tierra por vuestra voluntad Y puede que resurjáis en un fresco de Rivera *

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Es otro zócalo es otra noche Es el mismo zócalo es la misma noche Es tres años atrás Es en este instante cuando lo contamos Es en San Luis Potosí es en Oaxaca Es en cada zócalo al norte al sur de México Es donde existe un vendedor de globos Es un racimo de globos multicolores lo que tiene en las manos Es una columna de globos rojos azul amarillo verde rosa blanco Es una nube de globos que oscilan suavemente en la noche Es un árbol de globos volublemente atados a su muñeca Es un árbol cuyas hojas se mueven susurran en el viento Es un árbol compuesto de un otoño de una pajarera de vuelos Es exactamente una ocasión pero ¡qué ocasión! hay una niñita Es el momento de regalarle un globo ella escoge el azul Es costumbre —¿es realmente lo que ella desea?— que se escape Ella lo suelta miradlo parte sube en la noche ¡formulad un deseo! ¿De verdad habéis visto alguna vez un globo de niño subir por la noche? ¿De verdad habéis visto su ascensión con la infancia de vuestros ojos? ¿Habéis pensado ya en la esperanza que otorga el aire en el aire? ¿Habéis sentido ya aquello solitariamente aéreo que existe en vosotros? * Subimos por Monte Alban a través de caminos abarrancados Subimos entre los chirridos de las ballestas Subimos bailando sobre las cuatro ruedas motrices Somos los danzantes de la visita a las cumbres la visita a los dioses Somos quienes venimos a sanarnos Somos quienes vienen a bañarse en una hemorragia de tiempo Somos aquellos llegados a darse un baño de cuatro mil años Somos los que inventamos la cronoterapia activa Somos los que venimos a penetrar en las fuentes cronotermales calientes *

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Ahora déjate caer hacia abajo con las alas caídas Desciende de nuevo hacia los humanos en el valle Sobrepasa la pendiente de los pobres Sobrepasa la progresión nubosa de los pobres hacia la cumbre Olvida que tu velocidad rivaliza con la de la luz Olvida que la luz mata la oscuridad Olvida la lentitud de oscuridad de los pobres Olvida la lenta ascensión de los pobres hacia la luz de las cimas * Si un hombre pudiese vivir hasta 2000 años Si un hombre pudiera contar la suma de 2000 años de edad Sería todavía crucificable Correría el riesgo todavía de que lo crucificasen Que lo clavasen a un árbol En forma de cruz en forma de T Ya no tendría más oportunidades para llegar a los 2000 años De las que tuvo 2000 años antes No me crucifiquéis diría no malgastéis mi albura mis albas Dejadme crecer multiplicar mis anillos Dejadme sí dejadles danzar Dejadles girar cada vez más ampliamente en torno a sí mismos Dejadnos medir la vertiginosa ronda del tiempo Dejadnos abrazarnos rodearnos engrosarnos juntos Diría sin duda alguna ese joven de apenas 33 años Ese joven zapoteca católico prácticante del pueblo de Tule Leñador de profesión aunque carpintero ocasional Interesado sobre todo por la longevidad de las esencias * Más tarde comerán quesadillas Tortillas del maíz de hoja santa con mole amarillo Bebiendo un vaso de mezcal Jalisco Más tarde camino de regreso

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Más tarde en el asiento trasero del 4x4 Con el mezcal subiéndoles al rostro con los baches Más tarde será todo eso pero ahora está en el recuerdo Más tarde pero ahora las fronteras se encabalgan En una galopada de imágenes de tiempo en carrera lateral Estamos del todo seguros de que el tiempo se ordena en lo hondo Estamos del todo seguros pero no nosotros no estamos seguros no es cierto Porque nosotros volveremos aquí y volveremos aún y todavía y siempre Por ahora en el presente de hace un rato del ayer Contemplan las bailarinas de Veracruz vestidas de muselina Blanca girar y girar sobre ellas mismas con un vaso de agua en equilibrio Sobre su cabeza y los talones batiendo el suelo ondulando en sus brazos Pañoletas negras agitadas por los movimientos de sus cuerpos de mujer Están fascinados por su ciencia giratoria controlada Y no piden más que sigan y sigan hasta el ahora del ahora En que tendiendo manos tendidas las manos las reactivamos las resucitamos Más allá de lo que más tarde llegará en la pretendida cronología * Y caminamos en torno al ciprés de Montezuma Y caminamos en torno al árbol ahuehuete Y caminamos en torno al ciprés de los pantanos de Tule Que crece desde hace 2000 años ante la capilla de Santa María de Tule Caminamos varios minutos en torno a sus 58 metros Alzamos la vista hacia sus 42 metros Sopesamos sus 636 toneladas con las balanzas de los ojos Enumeramos brevemente sus millares de líneas leñosas Nos dejamos la mirada prendida en cada uno de sus voladizos salientes En los que averiguamos imágenes naturales de arte moderno En los que sorprendimos la mímica de los gnomos En los que suspendimos nuestros pensamientos en ofrenda de pocos segundos Tomamos fotos muy malas de su masa inabarcable Nos llevamos la simiente el grano de su madera en nuestros espíritus Nos prometimos celebrar su existencia su esencia Nos medimos desde la brevedad hasta el alargamiento de su sombra

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No pudimos tocarlo está rodeado de rejas Lo admiramos como se admira un monumento Nos juramos desplegarlo en su envergadura con nuestras frases Os lo hacemos creer lo hacemos crecer Hay muchos más lazos secretos de lo que se cree entre lo creciente y lo creyente * La noche se movía sobre el zócalo Con tantos globos multicolores que alzándose desde sí mismo el suelo Daba la impresión de volar a media altura Como si la tierra también fuera pájaro nocturno Y que a semejanza del astrónomo aficionado Que acababa de colocar su telescopio Sobre las baldosas frente a la iglesia tubo apuntado Hacia la luna como un cañón Los pobres congregados con las pupilas luminosas De emoción en la esperanza de poder acercar Generosamente por algún gratuito don Sus ojos al astro atravesado por océanos Oscuros aunque fuesen los últimos náufragos De una migración humana que se fue sin ellos Hasta las Nuevas Colombias planetarias * ¡Es extraordinario siempre aterriza usted en un poema! ¿Diga cómo lo hace? ¿Tiene que ver con los pies con el modo de andar con el calzado? ¿Existen zapatos especiales para poemas? ¿Se deben encontrar en el comercio no? En el comercio de uno mismo con las nubes el cielo las montañas El comercio con el tiempo ¿Con el tiempo que hace? No más bien con el tiempo tal como se deshace

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¿Es decir? Tal que deja sus huellas al irse al avanzar ¿El tiempo lo ha encontrado usted mismo? No estamos en su rastro su trayecto su trayectoria ¿Cómo se las ha arreglado? Nos pusimos ahí donde pasaba ¿Cuánto tiempo toma eso? Eso no se toma no se sorprende eso se aprende ¿Es un largo aprendizaje? Un largo tejido sobre todo Un largo hilado Un largo tejido ¿Y al final qué? Al final todo es tejido ¿Todo es evasión? Es lo mismo * Somos 45 pasajeros mortales embarcados en la noche Somos 45 figurantes humanos Somos 45 figurantes humanos en la noche La película se llama “Noche mexicana” La película se llama “Noche mexicana del 10 de octubre de 2008” ¡Silencio ruedan los motores! ¡Silencio ruedan las hélices! 45 mortales se adentran en la noche a bordo de un Embraer 145 45 llamitas encendidas desde el interior 45 llamitas inflamadas de conciencia vacilante Juegan a adentrarse en la noche Juegan a la extinción de la especie humana Juegan a regresar a los grandes pavores prehistóricos Juegan a perder su camino Juegan a Pulgarcito a los cuentos de Perrault de Grimm Juegan a la ceremonia del Día de los Difuntos Juegan a disfrazarse de espectros fantasmas de sí mismos

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¡Son ellos! ¡Son ellos los que vuelven! ¡Son ellos que han vuelto que volverán! ¡Sí ellos! ¿No habían muerto entonces? ¡Que viva México! ¡Feliz cumpleaños! ¡Feliz cumpleaños llamita! ¡Feliz cumpleaños cuarenta y cinco veces pequeño mortal! ¡Hasta la vista!

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Góg és Magóg fia vagyok én

Endre Ady Traducción del húngaro y nota | Román Antopolsky

Érmindszent, 1877-Budapest, 1919. Introdujo el modernismo en Hungría y encarnó la figura del poeta-revolucionario acendrada en las letras húngaras desde Sándor Petőfi. Se desempeñó como periodista en Budapest y, por sus ideas políticas, se vio obligado a exiliarse en París. Fue parte fundamental en la creación y dirección de la revista Nyugat (Occidente), que publicó obras radicales de autores como Babits, Attila József, Sándor Márai y Lukács. Dejó una docena de libros de poesía, escritos a lo largo de veinte años, en medio de una vida agitada, marcada por la pobreza, la discriminación, el alcoholismo y la gradual destrucción de su cuerpo y ánimos.

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Góg és Magóg fia vagyok én, Hiába döngetek kaput, falat S mégis megkérdem tőletek: Szabad-e sírni a Kárpátok alatt? Verecke híres útján jöttem én, Fülembe még ősmagyar dal rivall, Szabad-e Dévénynél betörnöm Új időknek új dalaival? Fülembe forró ólmot öntsetek Legyek az új, az énekes Vazul, Ne halljam az élet új dalait, Tiporjatok reám durván, gazul. De addig sírva, kínban, mit se várva Mégiscsak száll új szárnyakon a dal S ha elátkozza százszor Pusztaszer, Mégis győztes, mégis új és magyar.

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Soy hijo de Gog y Mágog Soy hijo de Gog y Mágog, en vano golpeo puertas, muros. Les pregunto así aún: ¿puedo llorar bajo estos Cárpatos? Vine por la famosa ruta de Verecke, con el canto magyar pasado en mi oído. ¿Podré irrumpir por Dévény nuevos cantos de nuevos tiempos? Viertan en mi oído el candente plomo. Sea yo una nueva, viva voz de Vazul, y no oiga los cantos nuevos de esta vida. Pisen sobre mí con fuerza, sean viles. Aquí tras llorar, ahora, angustia, y nada aguardar vuela el canto con alas nuevas. Y aunque maldiga cien veces Pusztaszer, triunfa igualmente, nuevo, magyar.

La mujer en blanco del castillo Mi alma es un castillo antiguo, en conjuros, lleno de moho, altivo, desolado. (¿Mis ojos no son acaso ambos grandes? Y no irradian, no.) Un rumor en las salas vacías, de los muros pesarosos arruman dos grandes y oscuras ventanas. (¿Ves acaso el cansancio en los ojos?) Perpetuamente inaplacado. Una cripta, y su aroma y bruma. Allí a oscuras zumban las sombras y huestes malditas gimen. (Solo a veces, en horas secretas de la noche se encienden esos ojos grandes y tristes.) Una mujer en blanco camina el castillo y desde sus ventanas ríe.

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En vano encandile el blanco de tu nieve Te profanaré, te profanaré la noche de nieve perfecta —en vano encandile el blanco de tu nieve. Haré te levantes ante mí en tu blanca toga de sombría virginidad, te arrancaré de mi alma. En vano el horror en que te agites, gélida: no haré más que salpicar con tinta, pus, mis lágrimas, hiel, sangre. En vano el temblor, vano el temblor: manchada de sospechas y culpas te flagelaré con ortigas tóxicas. Y en tu agitación triste y amante no haré otra cosa que reír, de tu sombra sola. Y a ella un susurro: vete, te aparto.

Solo otra viniere A que te acate traigo ante ti el deseo en legión hambrienta, nómade, feroz, altiva legión de sangre. Te envidio, apiadado, odio dichosa mujer mendiga, reina mujer mendiga del deseo. Si pudiera tan solo otra desear que a ti. Si solo otra viniere. Una mujer otra. Alguien, más, alguna.

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La última sonrisa Aj, más que mal he vivido, aj, más que mal he vivido: grandioso será mi cadáver, grandioso será mi cadáver. Mi rostro de sátiro agraciará, mi rostro de sátiro agraciará: sonrisa en mis labios, sonrisa en mis labios. Nueva de un antiguo fauno En mis vidriosos, inmensos ojos, en mis vidriosos, inmensos ojos alguien se refleja, alguien se refleja. Mis sonrientes, fríos labios, mis sonrientes, fríos labios: tu beso agradecen, tu beso agradecen.

Triste comparsa esta tierra. Apolo, vestido de fauno: envío el mensaje, Leda. Te espero. Es primavera aquí en el Danubio y de vez en cuando toso sangre, la vida aquí es bella, mero sueño. Mi ruta de pesquisa pánica, ya. Pasajero de galeones ebrios, yo aquí ante la sorda certeza estoy. Mi alma es un andrajo, lisiada. Mi cuerpo fácil que el viento eche al Hades. Y, y: tengo amor. Nuevos cantos míos no oirás. Más besos no sabré besar. Pero preciso esta primavera —a ti. Que te inclines sobre mí, Me beses en el oído, lo que tú sabes: “mi horrible fauno, marras Apolo.”

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Jack Gilbert

P. Scott Cunningham Traducción del inglés | Katherine M. Hedeen y Víctor Rodríguez Núñez

Boca Ratón, Florida, 1978. Poeta y promotor cultural estadounidense. Tiene una licenciatura en estudios religiosos de Wesleyan University y una maestría en escritura creativa de la Florida International University. Ha publicado Chapbook of Poems for Morton Feldman, 2011; y poemas suyos han aparecido en revistas como Harvard Review, Court Green, Sou’wester, Pool, PANK, McSweeney’s Internet Tendency, Abe’s Penny, entre otras. Es fundador y director de la University of Wynwood, institución dedicada a promover la literatura contemporánea en la ciudad de Miami, y cuya principal iniciativa es la Bienal de Poesía O, Miami.

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Love is everything though of course, love dies leaving you in agony and then you die and worms crawl in and out of your skull. But the alternative is worse— mope around, hate yourself and then die. Worms will still crawl in and out of your skull whether or not you stood on top of the White Mountains to watch the sun explode into the Sea of Crete or tasted the skin of a woman soaked in sweat and wine. Drink this wine, the Lord said. It’s my heart slashed and drained.

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Jack Gilbert El amor lo es todo aunque, claro, el amor se muere y te deja agonizante y entonces te mueres también y los gusanos entran y salen de tu cráneo. Peor aún es la alternativaandar abatido, odiarte y por tanto a morir. De todas maneras los gusanos salen y entran en tu cráneo sin importar que llegaras a la cima de las Montañas Blancas para mirar la explosión solar en el Mar de Creta ni que saborearas la piel de una mujer empapada en sudor y vino. Toma de este vino, dijo el Señor. Es mi corazón en tajadas y destilado.

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La poesía completa de Robert Penn Warren En nuestra última tarde me lo entregó sin envolver "un ataúd para un puño amputado, una guía telefónica negra y anaranjada de nombres cristianos vetustos" cáscara, un banco de rocas, serpiente cascabel. ¿Un regalo para qué? No le pregunté. Sabrás pronto no me dijo.

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1959 El sol se puso sobre el balcón. Yo abrí una cerveza. Llovía. Tú bajaste las escaleras. Jugamos al solitario a la luz de la lámpara. Sonó el teléfono. Sonia también bajó. Alguien tocó a la puerta y 7 u 8 más entraron y juegos de solitario se sucedieron en la sala, el cuarto y la cocina. Alguien trajo una radio. Alguien trajo un ukelele. Alguien le cogió la mano a otro. Alguien se paró para cantar. Alguien cantó. Las botellas de vino iban vaciándose, se apilaban las copas en el fregadero. Alguien gritó los resultados del partido de los Yankees. Alguien gritó que Preston Sturges había muerto. Alguien gritó ¡Suzanne Vega acaba de nacer! Y entonces éramos solo tú y yo jugando Rummy 500. Y entonces quedé solo yo, con una revista como una tienda sobre los ojos. El sol salió sobre el balcón. Tomé un poco de leche y llovía.

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Poemas sobre la concentración para gente que no puede concentrarse Imagina un venado ante los faros delanteros. Repite esa imagen. Ahora imagina mirar esa repetición. Estás en tu escritorio. No puedes concentrarte. Imagina que no concentrarte es concentrarte. Esa vez que te drogaste y pensaste que un pedazo de aluminio grapado en la pared era una pecera. Pero, ¿por qué había un pedazo de aluminio grapado en la pared? Dos personas, desnudas, en una góndola suspendida sobre Mont Blanc. Cae un relámpago en la torre, hay un cortocircuito en los cables. El viento y la nieve agitan la góndola. Las dos personas son tú y tu pequeña hija. Intentas pensar en tu hija pero sólo logras pensar en ti mismo. Imagina que eres esa niña. Imagina que eres una góndola en una ventisca. Imagina que la ventisca está dentro de la góndola. Suelta los cables.

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Ich bin hier, sieh mich an. Da ist mein Gesicht, dort ist das Herz und das sind meine Hände. Sieh mich an, geh jetzt nicht.

Daniel Klaus Traducción del alemán | Reynol Pérez Vázquez

Wiesbaden, Alemania, 1972. Estudió teología evangélica en Mainz y Berlín. Ha sido columnista, entre 2003 y 2008, del Stuttgarter Zeitung. Sus poemas y relatos breves han sido recogidos en diversas antologías de poesía y narrativa alemana. Ha recibido, entre otros, los premios Walter Serner (2000) y Ruhrgebiet (2003), así como la beca Alfred Döblin (2004). Residió en Estambul de 2007 a 2010, y actualmente vive y trabaja en Berlín.

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Estoy aquí, mírame. Aquí está mi rostro, allí está el corazón y estas son mis manos. Mírame, no te vayas ahora.

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ella camina en la mañana con un saco lleno de lágrimas bajo el brazo a lo largo de la calle o rumbo a casa ella ha llorado a alguien, nadie sabe, lágrimas de quién allí de madrugada ella arrastra por las calles, solo ella lo sabe, en todo caso.

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Tengo como amigo a un poema

tengo como amigo a un poema que cada tres días viene a casa. me trae siempre un cartón de un litro de jugo de naranja de kaiser’s* y dice que una vez más desearía mirar a la derecha. una pequeña tradición. cuando estamos luego sentados a la mesa de la cocina oyendo la radio y yo bebiendo de mi jugo de naranja, el poema me mira larga y solemnemente y yo no consigo librarme del sentido de culpa que ante él me embarga. *Cadena alemana de tiendas de autoservicio.

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A veces duerme conmigo un poema A veces se queda a dormir conmigo un poema, se tiende justo al lado de mi almohada y después de un tiempo comienza a respirar con regularidad. No desea oír cuentos de buenas noches antes de dormirse. Es silencioso y discreto. Cuando despierto por las mañanas, por lo general ya se ha puesto en pie, se ha cepillado largamente los dientes y está preparando en la cocina un gran desayuno de huevos fritos y café con leche.

Observación a las tres de la mañana todavía no he conocido a un poema que ronque. durante el sueño todos ellos respiran muy acompasadamente. yo soy el único que ahora aún estoy despierto en casa y no percibo casi nada de mi pequeño amigo, solo de vez en cuando un suspiro. probablemente tiene el sueño pesado.

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Night Sonnet

Sarah Holland-Batt Traducción del inglés | Stuart Cooke

Southport, Queensland, 1982. Poeta y profesora universitaria autraliana. Creció entre su país y Estados Unidos. Estudió literatura en la University of Queensland, y es profesora de escritura creativa en la Queensland University of Technology, ambas en Australia. En 2010 fue escritora en residencia del Australia Council Writer en el B. R. Whiting Studio de Roma, y en 2011, W. G. Walker Memorial Fulbright Scholar en la New York University. Su primer libro de poemas, Aria, 2008; recibió importantes premios literarios en su país, como el Judith Wright, el FAW Anne Elder y el Thomas Shapcott.

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Speak softly now: the neighbours are sleeping. Cars drowse under the window quiet as mousetraps, smoke winds up silently from an ashtray like the plumes of a deep sea squid, a grit of light trembles on our white bedsheets. Who are you beside me, irresolute as a flag in the wind, your face gliding into wolfish dreams, your breath dragging like a styrofoam cup in the street? I like watching you like this, running bodiless through the alleys of a foreign city, hunted by the sound of a stranger’s coat. The stone tilts – spears of blue shadow. The stairs are steep, there is nowhere to go.

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Soneto de la noche Habla bajito ahora: los vecinos están durmiendo. Al pie de la ventana, se adormecen los autos callados como ratoneras, el humo serpentea en silencio desde un cenicero como las plumas de un calamar del mar profundo, un grano de luz tiembla en nuestras sábanas blancas. ¿Quién eres tú a mi lado, vacilante como una bandera al viento, tu cara deslizándose en sueños de lobo, tu respiración arrastrando como un vaso de polietileno en la calle? Me gusta mirarte así, corriendo incorpóreo por los callejones de una ciudad extranjera, perseguido por el sonido del abrigo de un desconocido. Inclina la piedra —lanzas de sombra azul. Empinadas son las escaleras, no hay ninguna salida.

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Mirada tardía En cuanto al balcón: está vacío. Un carrillón tamiza el aire, y las cigarras salen como estrellas de metal. La noche está preocupada con su propia historia: la escalera sin pintar no sobresale de la tabla blanca; un rizo de cinta seca en espiral de la raqueta de tenis como la piel de una manzana; la sombra fiera y vacía eclipsando la hamaca. Esta noche he abandonado la posibilidad de que mis preguntas sean respondidas con una voz que puedo entender, y si no fuera por mi esbozo presente desparecería, mi rostro cubierto con el cielo cansado y humeante; el jardín, la noche resonante con el pulso aserrando de los insectos, esa unidad para la que no hay una palabra humana.

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Fincas arruinadas —monasterio de la montaña, Sakamoto Caminando por el perímetro, escucho a cuatro cuervos canturrear como monjes en la ciruela tardía. Nadie está en casa: alguien ha fijado las ventanas con clavos, y un musgo de naranja encendida se oxida sobre los ojos de los dioses de piedra gastada. El monasterio es una casa sin inquilino; no sé por qué he venido, qué parte desierta dentro de mí ame esta forma de vacante: un tejado erosionado, sus esquinas inclinadas para atrapar la disolución lenta de las agujas que deja desafiladas el pino de atlas, un sol menos luminoso por una falta de uso humano, los gingko compuestos sencillamente. A veces pienso que ya conozco el mundo civilizado y me basta. Pobre, pobre, llaman los cuervos: ecos del casero que no llegan. Soy pobre, pobre; saldré por el camino en que he llegado. De pie en un campo curvado con hierbas muertas repito los nombres que toca la luz en declive: rabbitbrush, goatgrass; todo lo que se agarra.

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Foto

grafía

La devoción según José Ángel Leyva

José Hernández-Claire

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a mirada de José Hernández-Claire sobre la religiosidad en Jalisco es parte, quizás, de su propia pasión por la imagen. Lo visual forma parte de su manera de concebir la naturaleza del mundo, de las cosas, de su interior. Tuve la oportunidad de convivir con su familia y unos amigos entrañables mutuos en los canales de Xochimilco, en Cuemanco para ser exactos. José conversaba poco, y mientras los demás departíamos y disfrutábamos del paisaje, él captaba escenas con su pequeña Nikon digital, que estrenaba y le mostraba el horizonte de la fotografía digital. Yo sabía poco y mucho de José por nuestros amigos, pues había visto en numerosas ocasiones fotografías suyas colgadas en las paredes de su casa. Una serie, por cierto, extraordinaria, con personajes de Nueva York. Así, sin adjetivos, personajes de una ciudad que el fotógrafo hacía presente y era difícil no pensar en esa urbe; aunque uno nunca haya estado en ella, ésta se hace presente en nosotros como un ícono de la modernidad. En esa ocasión, mientras paseábamos en las chalupas, su hijo Leonardo, adolescente entonces, 12 o 13 años de edad, jugaba entretenido con su Nintendo. De pronto, el chico levantó la vista azorado y gritó: "papá, allá viene una foto".

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Al fondo de un canal, iluminado por la luz vespertina, un viejecito empujaba con enorme esfuerzo su barquita cubierta de flores. Él solo, con la estela de agua dibujando su trayectoria equidistante de los bordes. Allí estaba la foto, venía despacio, suave, enmarcada por una luz que hacía visible una especie de polvillo o niebla que le otorgaba un carácter pictórico. José disparó sin premura, con una sonrisa de satisfacción que aún me parece ver cuando lo encuentro. "Mi hijo me regala muchas fotos", dijo orgulloso el padre. Para mí, estaba el poema. La anécdota me abrió una perspectiva de la sensibilidad artística de José Hernández-Claire y de la pertenencia legítima de su hijo al lenguaje visual; ahora me entero que está a un año de terminar la carrera de cine en la Universidad de Guadalajara. Tiempo más tarde, invité a José a colaborar en la revista UIC, de la Universidad Intercontinental donde laboro. Presentó una serie sobre el paso de los migrantes hacia los Estados Unidos. Mexicanos y centroamericanos, sudamericanos, en su calvario por alcanzar el "Sueño Americano". Lo interesante de esa muestra es que el artista privilegiaba la evidencia de esos pasos sobre la figura de los personajes. Uno veía el drama de un asesinato, de un asalto, de una violación, de una huida desesperada, en los objetos, huellas, marcas, rastros, evidencias de lo que allí

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había sucedido o transitado. Por medio de la metonimia, el significado de las imágenes era el testimonio de la pobreza, de la injusticia, la crueldad, la impunidad ejercida sobre quienes buscan en otra tierra una oportunidad que se les niega en la propia. Estoy convencido de que José Hernández-Claire puede asumir cualquier búsqueda con la misma pasión y estética que sólo un artista de la lente puede lograr y transmitir. Lo que hoy presentamos en La Otra es parte de su trabajo y de su entrega por el oficio y por el arte. La composición, la luz, la gestualidad de sus escenas y personajes lo confirman. Como lectores y espectadores podemos hacer nuestra propia lectura, incorporarnos a su intención y otorgarle nuevos significados. Ése es el valor artístico del fotorreportaje y del arte en general. Cada foto nos sugiere la dinámica de un instante, pero también de un universo cultural en donde se halla enclavada, en ese horizonte espiritual y religioso, pero además en los distintos niveles de la realidad en donde se ejerce y se profesa, se impone y se consume la fe. La ironía, el humor, son parte de esa mirada respetuosa que aligera y consagra la devoción de una comunidad por sus creencias y sus ritos, por sus necesidades y sus pasiones. Como ex votos, se suceden estas escenas donde podemos ver más, descubrir lo no evidente.

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© José Hernández-Claire © Nora García

 Procesión sonora | Ixcatán, Jalisco | 2012

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José Hernández-Claire | Nació en Guadalajara, Jalisco, en 1949. Estudió fotografía y diseño urbano en el Pratt Institute de Nueva York, de 1978 a 1982. Arquitecto por la Universidad de Guadalajara. Sus fotografías han sido publicadas en numerosos diarios y revistas. Su obra se encuentra en importantes colecciones como el Museo Nicephore Niepce y la Biblioteca Nacional, en Francia; el Museo de L´Elisée de Lausanne, Suiza; el Museo Húngaro de la Fotografía en Kecskemét, Hungría; el Portland Museum de Rockport, Maine, E.U., entre otros nacionales e internacionales. Ha recibido importantes premios: Beca Guggenheim de N.Y., 2001, Premio Internacional de Periodismo Rey de España, 1992, Premio Embajador de la OMS, Ginebra, Suiza 1988; Premio Nikon, Rockport Maine, E.U., 1985; Beca LeicaMother Jones, 1996, E.U. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del FONCA; con la beca que recibe de esta institución realiza el trabajo que aquí presentamos.

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 San Martin Caballero cabalga en el barrio | Tlaquepaque, Jalisco | 2012

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© José Hernández-Claire

Iluminadas de la luz del mundo | Hermosa Provincia, Guadalajara, Jalisco | 2012

La Virgen de San Juan y sus caballos | San Juan de los Lagos, Jalisco | 2012

© José Hernández-Claire

Añeja Adoración | Teocaltiche, Jalisco | 2012

© José Hernández-Claire


© José Hernández-Claire

Pereginos a San Juan de los Lagos | Jalisco | 2012

© José Hernández-Claire

Viernes Santo | Teocaltiche, Jalisco | 2012

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© José Hernández-Claire

© José Hernández-Claire

Llanto a los pies de Cristo | Teocaltiche, Jalisco | 2012

Descendimiento de la Cruz | Viernes Santo | Teocaltiche, Jalisco | 2012

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© José Hernández-Claire

Enlutadas | Teocaltiche, Jalisco | 2012

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© José Hernández-Claire

La confesión de San Francisco.| Sayula, Jalisco | 2012

© José Hernández-Claire

Sacristanes de Teocaltiche | Viiernes Santo | Teocaltiche, Jalisco | 2012

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© José Hernández-Claire © José Hernández-Claire

La última cena del Cardenal Juan Sandoval Íñiguez | Guadalajara, Jalisco | 2012 Hermanas de la luz del mundo | Hermosa Provincia, Guadalajara | 2012

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© José Hernández-Claire

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© José Hernández-Claire

La Piedad de viaje a Teocaltiche Cristo cobijado y resguardado | Teocaltiche, Jalisco | 2012


© José Hernández-Claire

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El cohetero de San Martín de las Flores | Tlaquepaque, Jalisco | 2012 Padre e hijo | Fiesta de San Sebastián | Tuxpan, Jalisco | 2012

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© José Hernández-Claire

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La fiesta de San Antonio. San Antonio | Tlayacapan Jalisco | 2012 La Virgen de Zapopan visita la Isla de los Alacranes en el Lago de Chapala | Chapala, Jalisco | 2012


© José Hernández-Claire

J osé, héroes y santos | San Juan de los Lagos, Jalisco | 2012

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© José Hernández-Claire

Escalera al cielo | San Juan de los Lagos, Jalisco | 2012

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Š Pascual Borzelli

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Elva Macías Trabajar lo imposible, no lo gratuito

José Ángel Leyva

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a obra de Elva Macías, (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1944), no es una obra voluminosa, pero sí significativa. Encarna una vida plena de viajes, épocas, circunstancias, historias, mudanzas y retornos siempre al mismo lugar de su infancia. Aunque sus poemas poco se encargan de referir ese momento de la vida, se hace presente de manera discreta en esas atmósferas e imágenes oníricas, reales, evocativas, en donde la ciudad se ve envuelta en ráfagas de viento de la selva, de los orígenes. Contemporánea de poetas como Elsa Cross, mantiene vínculos con sus antecesoras como Rosario Castellanos, Dolores Castro, Enriqueta Ochoa, y dialoga con sus pares más jóvenes como Marianne Toussaint, Claudia Hernández de Valle Arizpe o Enzia Verduchi. Su vida al lado del narrador y cuentero Eraclio Zepeda forma parte de esa trayectoria de aventuras y disciplina escritural, de interlocuciones y búsquedas en la poesía. En la obra de Elva Macías resuenan también sus amistades y complicida-

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des con poetas de su tierra como Raúl Garduño o Joaquín Vázquez, sin dejar de lado a Jaime Sabines, o a los viejos amigos de La espiga amotinada, hoy dispersa y dividida. Una generación o grupo que le queda cerca en muchos sentidos, aunque ella sea un poco más joven que ellos. No obstante, la voz de Elva es única, sugiere, comunica lo sensorial y lo íntimo de un mundo diverso, extenso, real o imaginario, anclado en un tiempo propio capaz de dialogar con otros. Poetas del Mundo Latino, 2012, le dedica, junto a la poeta colombiana Piedad Bonnett, este encuentro. Vamos a la conversación. Chiapas es uno de los estados mexicanos con mayor número de poetas destacados en la nómina lírica nacional. ¿Qué significa para ti pertenecer a una tierra donde están las raíces de una poeta como Rosario Castellanos y de un Jaime Sabines, por mencionar los más famosos? No creo que sea el estado con mayor número de poetas destacados, están los poetas de Tabasco y otros estados. Lo que pasa es que los chiapanecos somos muy arraigados a nuestro origen y nuestra tierra es muy reinvindicativa. Debo destacar -Juan Rulfo lo subrayó alguna vez- que Chiapas es un estado que ama y celebra a sus escritores, los siguen, los leen, los homenajean. Somos los únicos que cargamos

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con el gentilicio toda la vida. Poetas de otros estados no se mencionan como el poeta veracruzano o el poeta jalisciense tal. Rosario Castellanos y Jaime Sabines, son la raíz fundacional de la poesía contemporánea en Chiapas, pero nos remiten únicamente hasta mediados del siglo pasado. Antes de ellos hay casi un vacío en el que se destacan notablemente fray Matías de Córdoba, héroe cultural y político, poeta didáctico del periodo independentista, y Rodulfo Figueroa, poeta modernista de la transición del siglo XIX al XX. Así que yo hablaría de una joven tradición. Rosario Castellanos y Jaime Sabines son la casa fundadora, un referente indispensable. Me siento orgullosa de haber nacido en esa casa. De Castellanos conozco toda su obra, inclusive su poesía más temprana y poemas homenaje que le han dedicado veinte escritores, entre ellos Jomi García Scot, José Emilio Pacheco, Jaime Sabines y Raúl Garduño; homenajes que he recogido a lo largo de muchos años y pienso publicar. Ella me gusta como figura literaria, cultivó todos los géneros, el teatro con menor fortuna. Reconozco el peso social de su su narrativa y su poesía feminista que no es lo mejor de su producción poética. Reconozco también su presencia en mi poesía inicial como motivadora de temas. A Jaime Sabines lo leí desde niña, aunque no le entendiera, lo leía a los once años y me gustaba. Además me

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Elva Macías con las escritoras argentinas Luisa Valenzuela, persona no identificada y María Negroni. En Rosario, Argentina, 1998.

siento orgullosa de que mi familia esté ligada a sus reconocimientos iniciales. Mi abuelo, José Emilio Grajales, fue un poeta autodidacta, autor de Himno a Chiapas. Su hijo mayor, el general Francisco J. Grajales, hermano de mi madre, fue gobernador de Chiapas y entre los aciertos de la gestión cultural de su gobierno, se editó el primer libro de Sabines, y además le dio una beca para estudiar en la ciudad de México. Por eso Tarumba –considerado el mejor poema de Sabines– está dedicado a él de esta manera: Al general Francisco J. Grajales, D.D.O. Cuando pregunté al poeta el significado de esas iniciales, me dijo que era una dedicatoria anti-

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gua: Dono, dedico, otorgo. Años despues, como asesora de una colección de Frontera Sur, encargué a Mónica Mansour la primera y casi única compilación de la obra crítica sobre Jaime Sabines, se tituló Uno es el poeta, Jaime Sabines y sus críticos, sep, 1988. ¿Hubo condiciones claras, lógicas, propicias para tu gestación y emergencia en las letras, específicamente en la poesía? ¿Cómo fueron esas circunstancias familiares y sociales? No fueron tan claras. Mis padres se dedicaban al comercio y a la ganadería. No conocí a mi abuelo poeta, fue un mártir de la Revolución, pero tenía con-

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ciencia de su figura: el jardín de niños donde estudié llevaba su nombre, otras escuelas también; sabía que era el autor del Himno a Chiapas que cantábamos, en casa había fotos suyas, encontré dos de su libretas en el ropero de mi madre y desde pequeña me las apropié. Antes de morir mi tío, el general, me entregó el resto de sus manuscritos y yo procuré una edición de su poesía reunida en Chiapas. Siento que mi vocación fue una herencia. En casa no había lecturas entre los adultos pero nos hicieron un excelente regalo: El libro de oro de los niños, seis gruesos volúmenes pensados para ser leídos uno por cada grado de primaria. Circularon en Hispanoamérica, la editorial española los mandaba dedicados a los niños de las familias que los adquirían. Fui su única lectora entre los tres hermanos. Recuerdo los títulos de los temas: El cielo mira los hombres, la religión; Los animales hablan, las fábulas; El mundo sonríe al niño, la poesía. En esta sección leí a Lope de Vega, Juana de Ibarbourou, Luis de Góngora, Gabriela Mistral, José Martí, Amado Nervo. Las ilustraciones variaban de autor y estilo, según el tema. Ésas fueron mis primeras lecturas extraescolares junto con una colección de cuentos de hadas de distintas culturas. A los once años fui a estudiar a Tuxtla para terminar la primaria, ahí disfruté de dos bibliotecas, la de la familia de Eraclio que tenía muy buenos libros

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y colecciones para niños. Y la de don Manuel Zepeda, hermano de su padre, casado con una tía mía, pues yo vivía con ellos. Tu relación con Eraclio Zepeda es inevitable al repasar tu biografía temprana, tu formación intelectual, pues ha sido tu compañero de vida desde muy jóvenes ambos. Hay anécdotas muy simpáticas de cómo se conocieron y cómo comenzaron su vida marital, algunas que ha contado el propio Eraclio ¿Quisieras compartir algo de esa etapa? No, no quiero compartir esa etapa, Eraclio se ha ocupado de contar sobre la fuga hasta China, siendo yo menor de edad y después de tres días de noviazgo, cosa que es cierta. Yo prefiero compartir los antecedentes y pueden ser interesantes. Cuando yo tenía ocho años llegué a Tuxtla Gutiérrez de Villa Flores, mi pueblo, venía con mi madre a visitar a la tía Mercedes Santaella, tía de cariño, no de sangre, pues mi madre vivió en su casa cuando estudiaba en Tuxtla. Ella estaba casada con don Manuel Zepeda, hermano de Eraclio Zepeda Lara, después mi suegro. Ellos me llevaron a pasar la navidad a casa de los Zepeda Ramos. La primera imagen que yo tengo de Eraclio, es cuando Santa Claus le está entregando unos zapatos, él tendría 16 años, sus hermanos eran niños como yo. Después de la cena los mayores se fueron a la misa de gallo

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y yo me quedé a dormir en esa casa con su hermana María y su prima Esperanza. Al otro día nos llevaron a nadar. Y la segunda imagen que recuerdo de Eraclio es en una laguna llamada Caguaré, cuando él ofreció enseñarnos a los pequeños la laguna: él va buceando y yo tomada de sus hombros voy viendo los peces y la vegetación acuática. Álvaro Mutis, al oír esta historia dijo, “Ah, fue una pasión de niños”. Tres años más tarde fui a vivir a Tuxtla, a casa de la tía, para terminar la primaria y mis amigas fueron la hermana de Eraclio y sus primas. Teníamos once años cuando llegaban Eraclio, Jaime Shelley y Jaime Labastida de vacaciones, vestidos con el uniforme de diario de la universidad militar, pantalón y camisa caqui. Se encontraban allá con Daniel Robles Sasso, otro poeta guapo que también iba a publicar en el volumen de La espiga amotinada, pero él dijo que no publicaría en un libro colectivo porque ya se había consagrado en la revista Poesía de América. Carlos Pellicer le prologó un libro, Viento al hombro, después se hizo funcionario y murió joven. Pues llegaban estos muchachos y mis amigas y yo elegimos un poeta cada una. A mi amiga Gertrudis, a quien siempre le gustaron “caritas”, le gustaba Jaime Shelley; a Esperanza, la otra prima, le gustaba Jaime Labastida; a María, posteriormente mi cuñada, le gustaba Daniel Robles. Yo nada más

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les dije: “Yo me voy a casar con Laco”. Lo demás sucedió varios años después, con fuga y todo. Cuando volvió de Cuba yo era una muchacha. ¿Quiénes fueron tus compañeros de generación, quiénes fueron tus referentes más cercanos y más queridos, más admirados? La primera amistad literaria que tuve, a los dieciséis años, fue Raúl Garduño. Tuvimos un noviazgo adolescente y una larga amistad. Nos leíamos nuestros poemas, tenía algunos de sus poemas escritos en mis libretas, nos prestábamos libros. Me deslumbraba su seguridad en lo que escribía, el largo aliento de sus versos y las imágenes tan audaces. La segunda amistad literaria que mucho aprecio y conservo hasta hoy, es Elsa Cross, a quien conocí en el Colegio Francés Pasteur en donde estudié en la ciudad de México. Íbamos a la Casa del Lago a escuchar Poesía en Voz Alta y, llegado el momento, me acompañó a mi matrimonio clandestino en Milpa Alta. Me parecía una niña muy seria, muy culta y muy romántica, escribía poemas rimados con referencias mitológicas. Pronto empezó a dar muestras de su talento y de su disciplina, recibió premios desde sus inicios como poeta. Cuando viví en China y en Rusia, mantuve correspondencia con ella y le mandaba textos para la revista Mester de Juan José Arreola. En tres ocasiones

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publicaron mis poemas y Elsa me hacía llegar la revista por correo. Me siento ligada a la generación de Mester. Pero la cercanía es con Elsa, hemos compartido muchas experiencias personales y cada una ha seguido su propio camino en la poesía. Mantengo también un diálogo amistoso y literario con Marianne Toussaint y Claudia Hernández de Valle Arizpe, poetas más jóvenes que yo, muy talentosas. La amistad con estas últimas se enriquece con la complicidad culinaria, compartimos también el gusto por la buena mesa. Claudia y yo publicamos un libro sobre la gastromía del sureste de México editado por Conaculta.

Eraclio Zepeda y Elva Macías en Saint-Malo, Francia. 2000.

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Hay un poeta al que dedicas varios poemas, Raúl Garduño, y otro, Joaquín Vázquez, al que le has dedicado algunas notas y una entrevista; ambos escasamente conocidos fuera de tu estado natal ¿Qué significan para ti y que debieran representar en la república de las letras mexicanas? Estos dos poetas son también de mi generación y de mi tierra. Pero han tenido proyecciones diferentes. Raúl Garduño también asistió al taller de Juan José Arreola, ahí nació la propuesta del libro colectivo Poesía joven de México que agrupó a Alejandro Aura, Leopoldo Ayala Blanco, José Carlos Becerra y Raúl Garduño en la editorial Siglo XXI, libro que llegó a tener seis ediciones. En esa época Raúl vivía en la ciudad de México y publicaba en las revistas y suplementos literarios más destacados: Pájaro Cascabel, Mester, Cuadernos del viento, Revista de la Universidad de México, La cultura en México, El corno emplumado, México en la cultura, Revista de Bellas Artes y Diorama de la cultura; en la revista El Urogallo de España publicamos juntos, también en algunas antologías en México y en Estados Unidos. Fue muy leído en los años sesenta y setenta. Yo publiqué en Chiapas una edición corregida de su segundo libro, Poemas, e hice la presentación de ese volumen en la colección Lecturas Mexicanas. Ahora he culminado la compi-

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lación de su poesía, que espero dar a conocer el próximo año. Le han dedicado notas y comentarios José Emilio Pacheco, David Huerta, Raul Cáceres Carenzo, Luis Mario Schneider, Mario del Valle, José de Jesús Sampedro y otros autores. Así que no se puede decir que la figura de Garduño fue escasamente conocida fuera de Chiapas. Con Joaquín Vázquez Aguilar, tuve una amistad más breve, lo conocí cuando era actor en las brigadas del Teatro de Orientación Campesina que dirigía Eraclio Zepeda. Tuvo, como poeta, a pesar de su gran talento, una proyección más local. Sus amigos y aliados en la difusión de su obra fueron David Huerta, que lo acercó al Fondo de Cultura Económica, donde trabajó un tiempo y le publicaron su libro Vértebras en 1982, y Adolfo Castañón, quien aprecia y ha seguido su obra desde esa época. Actualmente circulan en Chiapas dos compilaciones de su poesía. Raul Garduño y Joaquín Vázquez Aguilar, siguiendo la tradición de Chiapas, son dos voces muy diferentes. Garduño es un buen heredero de la tradición surrealista latinoamericana, una voz críptica poderosa y al mismo tiempo muy libre. La imagen visual con que sintetizo la poesía de Garduño es el mar nocturno violentado por la tormenta. Vázquez Aguilar está ligado a los elementos naturales, proviene de una aldea de pescadores y en su poesía son recurrentes las estructuras meta-

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físicas, huesos, árboles secos, que dan cuerpo al poema. Es el más melodioso de los poetas de Chiapas. Ambos merecen perdurar en la memoria literaria de México. Tu poesía acusa, como en muchos casos de poetas mexicanos, la presencia del viaje, sobre todo los que hiciste a China y a Rusia, al tiempo que representan una noción exótica para alguien enraizado en su patria. ¿Cómo ves esas presencias lejanas en tu obra y en tu vida que buscan los orígenes chiapanecos? La poesía manifiesta lo que uno es y lo que uno no es. En el fondo, soy más bien sedentaria y durante años fui errante. Entonces lo que resulta es una indagación de las raíces más profundas, el origen, desde el regreso de culturas muy diferentes. En mis primeros cuatro libros, la cultura lejana que está presente es la oriental, no sólo China, también la mongola, la tártara. La presencia de Rusia es más explícita y reciente, sobre todo en un libro que publicaré próximamente en la Universidad Veracruzana, Caravanas de riesgo. Están ahí las experiencias más profundas, es decir, el aspecto espiritual del viaje y también los regresos a mi tierra desde la memoria. Y en este libro están armoniosamente juntos los grandes viajes y mis orígenes chiapanecos. La unidad es el tiempo.

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¿En qué sentido le das presencia a lo migratorio en tus poemas? En muchos, pero el sentido esencial es como nostalgia y sentimiento de pérdida. Al fugarme de la casa, viniendo de dos familias fundadoras de mi pueblo, de padres rigurosos, viví esa aventura como un exilio. Pasé doce años sin visitar la casa paterna. Después recuperé la relación con mi padre y su plena aceptación. Vengo, además, de una genética de la melancolía y uno busca la forma de sublimarlo, el exilio es un tema adecuado para hablar de pérdidas y errancias. La ciudad, imaginaria o real, histórica u onírica, personal o colectiva, es una constante en tu escritura. ¿Cómo juega esa imagen urbana en contraste con el paisaje chiapaneco, exuberante, verde, selvático? ¿Cómo conviven lo mítico del mundo indígena y mestizo, su imaginario rural con esa proyección citadina que vuelve una y otra vez a tu poesía? He vivido en grandes ciudades, es natural que aparezcan como tema de mi poesía. Y mis raíces chiapanecas son profundas y las cultivo. Escribir sobre sobre la vida en ciudades es parte de mi realidad. Pero también el interés por lo mítico, el mundo indígena y mestizo. Precisamente es el tema de mi libro Imperio móvil que publicó el fce en 2002 y se refiere al levantamiento de 1994. Algunos espacios de Chiapas se reco-

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nocen pero están mitificados, el imperio móvil es la guerra. No podía estar indiferente a ese sacudimiento social y cultural de Chiapas. En el libro hay imágenes de la antigua Ciudad Real, así se llamó San Cristóbal de Las Casas durante la colonia, o imágenes sobre Chiapa de Corzo, primera ciudad fundada por los españoles y centro del mestizaje que nos sustenta. En este libro hay también mucho de la vida rural. ¿Cómo ser poeta en un medio masculino? ¿Cómo ves la actual poesía mexicana hecha por mujeres? Uno encuentra su lugar en la literatura, en el medio cultural o académico, siendo hombre o siendo mujer. Claro que escritoras como Rosario Castellanos, Enriqueta Ochoa y Dolores Castro, abrieron brecha, fueron las pioneras en propiciar en las letras espacios para las mujeres, hay que reconocerlo. Luego hubo una respuesta radical de poetas como Ulalume González de León o Isabel Fraire, quienes se cuidaron mucho de no relacionarse con el feminismo, inclusive se negaban a participar en publicaciones o mesas redondas que agruparan únicamente a mujeres. Pero esa ya no fue una preocupación de las poetas de mi generación, Gloria Gervitz, a pesar de que su poesía está poblada de mujeres que no tuvieron voz, no lo hace con un afán reivindicativo; Elsa Cross tampoco ha tenido esa temática. Pre-

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fiero ver a las mujeres poetas no separadas del conjunto literario. Ya pasaron las etapas del feminismo combativo y su consecuencia de las cuotas de género. En este momento las poetas tienen lugar en publicaciones por sus méritos literarios, premios, traducciones y antologías. Posteriores a mis coetáneas, están las autoras nacidas en los cincuenta, una verdadera eclosión, Coral Bracho, Marianne Toussaint, Verónica Volkow, Myriam Moscona, Kyra Galván y muchas más voces interesantes; les siguen la nacidas en los sesenta, que llegan con diversas propuestas pero con ciertas características que las unen, como ha comentado Claudia Hernández de Valle Arizpe de su propia generación: muchas se inician con un libro unitario, de un solo poema, no poemarios, y casi ninguna escribe poesía erótica, yo

agregaría que la poesía erótica fue un lastre por los excesos de generaciones anteriores. Entre las poetas de esa generación destaco a la propia Claudia. Otras muy jóvenes vienen con muchos aciertos como Claudina Domínguez, y de seguir enumerando, las omisiones también aumentarían. ¿Consideras que la poesía es un oficio, un trabajo con la materia de lo inútil, lo gratuito, lo imposible? Para ti ¿qué oficio es el ser poeta? La poesía tiene espacio para todo, cualquier tema es poetizable, lo que importa es el cómo, la voz, la originalidad en la materia. Sí, la poesía es un trabajo sobre lo imposible,pero no sobre lo gratuito. Para mí, el oficio de poeta es un asidero, es mi referencia en el mundo.

José Ángel Leyva | Durango, México, 1958. Poeta, periodista, ensayista y editor. Fue codirector de la revista de poesía Alforja (1979-2008). Obtuvo el Premio Nacional de Poesía “Olga Arias” con el libro Entresueños (1990). En 1999 recibió el premio del xxix Certamen Nacional de Periodismo, en el área de reportaje cultural, otorgado por el Club de Periodistas. Ha publicado más de 15 libros de poesía, narrativa, reportaje y artes. Libros suyos han sido traducidos al francés, italiano, portugués e inglés.

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El espesor del tejo

La poesía de Elva Macías

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lva Macías -Chiapas, 1944- pertenece a una generación en la cual las escritoras mujeres irrumpen como una personalidad muy fuerte y en la que su papel en el contexto lírico mexicano y latinoamericano será esencial, pero no sólo por su condición cuantitativa -son varias las que llaman la atención desde sus primeros libros- sino por significar la aparición de una nueva sensibilidad -o mejor dicho: nuevas sensibilidades, pues no funcionan gregariamente, aunque la crítica en ocasiones la aborde en forma colectiva- y una llamativa revolución cualitativa. Entre las escritoras de su edad las que primero llaman la atención -y de forma por demás precoz- son Elva Macías y Elsa Cross. Ambas publican en la revista Mester, del Taller Literario de Juan José Arreola. Con menos inmediatez, en parte porque en los años sesenta pasa un buen tiempo fuera del país, Elva Macías publica su primer libro, Círculo del sueño, en 1973, caracterizado por un delicado trazo visual y una concentración de sutil transparencia en las imágenes, lo que lleva a la crítica de la época a señalar nexos con la poesía oriental -había vivido en China parte de los años anteriores y deja algunas pistas de esa vivencia en los textos-,

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José María Espinasa

a la vez que se señalaba su nexo con la poesía chiapaneca, una tradición propia dentro del contexto mexicano, que contaba ya con figuras notables en la generación anterior, como Rosario Castellanos y Jaime Sabines. Elva, además, compartía su vida -comparte hoy- con el poeta y narrador Eraclio Zepeda, miembro del grupo La espiga amotinada, uno de los pocos movimientos protagónicos de la década de los sesenta, vinculado a una actitud política, movimiento que sin embargo con el tiempo se iría diluyendo estética y políticamente, siguiendo sus miembros -además del ya mencionado Zepeda, Jaime Labastida, Juan Bañuelos, Jaime Augusto Shelley y Oscar Oliva- una trayectoria personal. No obstante, mirada con la distancia que dan cuarenta años transcurridos desde la aparición de ese libro, su poesía tenía poco que ver con el trazo oriental y menos aún con la lírica comprometida. Manifestaba una personalidad propia y aparte de esas raíces, mismas que sin embargo eran evidentes. Si la poesía mexicana había en cierta manera aprendido a pensar con Libertad bajo palabra y a decir lo que pensaba en la generación de medio siglo, allí recordaba que el verso era también

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canto, y que lo personal surgía de una arraigada tradición de ese canto, en la que se mezclaba por igual la lírica popular y la poesía culta. Así, Círculo del sueño parecía abrevar más en los Contemporáneos, en el Gorostiza de Canciones para cantar en las barcas y en el Pellicer de Hora de junio, que en la bronca e inmediata necesidad de decir de Sabines o -incluso- de Castellanos. No obstante, su luz no era ni deslumbrante ni asombrosa sino esclarecedora. Su decir se transformaba en una manera de estar en el mundo, y sólo después de ese estar -de ese volverse presencia- se juzgaba o se pensaba el entorno. Más poesía de la espera que de la esperanza. Rescataba esa faceta, un poco olvidada y un poco oculta, de la literatura en castellano donde era la mujer quien cantaba el amor y no el hombre. Algo similar a lo que Elsa Cross hizo a su manera en La dama de la torre. No era una poesía feminista sino, si se me permite el manido tópico, una poesía femenina. Esta dicotomía o diferencia se ha olvidado ahora, abrumada por los reproches de sexismo a quien la formula. Tal vez sea el momento de empezar a recuperar las virtudes que su formulación tiene. Desde el principio -y en futuros libros incluso se acentuará- su poesía tiene un tono de intimidad, que no es lo mismo que un tono íntimo, que le permite esa sensación de hablar al oído del lector, de hablarle con cierta complicidad. De compartir una condición de lo sensible, aceptada por el otro. Por eso su sedimentación en el gusto lector toma más tiempo, si no provoca reverberaciones inmediatas sus ecos tienen más alcance. A la vez asume sin problemas algo que la literatura moderna, es decir, la escrita en el siglo XX, no consigue aceptar del todo: la poesía es sentido

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en la medida en que es sentimiento. Y sentimiento que se comunica, se comparte. El texto describe una situación que se traduce en sensación: es un momento detenido en el tiempo. El título mismo de su poesía reunida, Mirador, 1975-1993, hace hincapié en la condición de mirada que tiene su poesía. La expresión “fijar la mirada” alude, más que a alguien o a algo, a un fragmento de (in)temporalidad. Si alguien piensa en el Antonio Machado de los últimos años estará en la buena ruta, pero a diferencia del autor de Los complementarios, Elva, antes que darle una interpretación al tiempo, busca que ese momento tenga sentido, es decir, realidad. La escritura es una manera de no detener el tiempo sino de sustraer a la duración un instante. De allí la brevedad de sus poemas. De allí también la necesidad de sedimentación que la experiencia necesita para encarnar en (pocas) palabras. Por eso la palabra “Mirador” puede llevarnos a cierto equívoco: mirar desde lejos, o, de forma extrema, “mirar los toros desde la barrera”, sin comprometerse con la existencia. No se trata de esto. El yo que escribe, que es tan personal como se quiera, pero nunca deja de ser también un yo de la escritura, mira desde dentro, a su alrededor. Por eso la mirada -el mirar- es también parte activa de la experiencia y se podría incluso afirmar que la experiencia es sólo en tanto se la nombra. Identificar hasta casi volver sinónimas a las acciones mirar y nombrar es lo que subyace a su quehacer lírico. Casi diez años después la escritora dio a conocer un nuevo libro, Imagen y semejanza, título que es a la vez una duda y una afirmación. Lo que se ve es y no es lo que se vive. La semejanza es lo que está detrás del habla, no sólo en el sentido de

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construir un tropo, como en la metáfora, sino de proponer un espacio común al lector y al escritor. Es sin duda un libro más literario, e incluso revela el aspecto que ya había en esta dirección desde Círculo del sueño, pues muestra, no sin timidez, sus elementos retóricos, como en la primera parte, “Ausencia del unicornio”. Si la figura fundamentalmente medieval habla de la ausencia, que no del abandono, habla también del caballero, o más aún del amor, tema central del poemario. El regreso a México hace que naturalmente su poesía tenga menos elementos exóticos y se aboque más a la creación o recreación de la patria lírica. Cuando utiliza estos elementos lo hace ya plenamente consciente, con algo de acuarela o de tarjeta postal. La ironía juguetona de La suave patria de López Velarde ha cobijado bajo su sombra la celebración de la patria chica, como en Fraguas, el poema de Víctor Sandoval, escritor de la generación de nacidos en los 20. Elva Macías extrema esa condición y recrea el ámbito familiar, recupera el elemento fetichista de los objetos cotidianos y a través de ellos el contexto femenino, interior contrapuesto al exterior de los hombres. Frente a la épica de la gesta la aventura de lo reservado. La necesidad del clima de ala de mosca velardeano. Eso es lo que le permite decir: “Y me sentí más grande que el olvido”. El amor, la emoción, parece decirnos la escritora, no se acaba, se olvida y por eso la función de la poesía es recordar. El tiempo transcurre ya de otra manera. Se aletarga o se demora, el vértigo ya no existe. Y en el poema que da título al libro, “Imagen y semejanza”, atreve un desarrollo mayor, volver la demora una extensión física. En 1989 publica Lejos de la memoria. El libro hace que los dos

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anteriores reordenen su sentido. Si la obligación de la poesía es recordar, su función memoriosa es un peligro extremo. Por eso hay que alejar el poema, devolverle su calidad de instante. A partir de este poemario Elva Macías tiene ya una obra: los tres vértices del triángulo aún por trazar entre sus libros es ya una brújula a la que le falta un norte, pero sabe que no lo necesita. El universo es la sala de la casa, el patio o el pórtico. En algunos poemas de Rosario Castellanos y Jaime Sabines se había intuido ya ese aspecto a lo López Velarde trasladado del ámbito yermo y frío de Jerez, Zacatecas, al calor de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Pero los registros de Sabines son estridentes y los de Castellanos de mujer que sabe latín, es decir que no sólo es culta sino que lo muestra y hasta lo exhibe. Elva Macías ya no tiene esa necesidad ni la tientan los registros de Sabines, su temperamento es otro. Si el dolor estremecido y la desgarradura expresiva que lo encarna son asombrosos en el mejor Sabines, en su coterránea más joven, la poesía no expresa sino que transmuta el dolor, lo vuelve parte de esa demora que es el tiempo. Y es en ese sentido, como se podría decir también de autores tan distintos como Gorostiza o Manuel Ponce, o incluso Gabriel Zaid, alcanzan el estremecimiento de una felicidad expresiva que se basta a sí misma. Cuando la poesía abandona ese estado de excepción en que se había instalado en la generación anterior, fuera por la crispación política -La espiga amotinada-, el vértigo verbal y metafórico -Marco Antonio Montes de Oca, Homero Aridjis-, el delirio en sus diversas posibilidades -Juan Martínez, Juan Carvajal, Sergio Mondragón- o el pesimismo -Gerardo Deniz, José Emilio Pa-

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© María Auxilio Ballinas

Antonio Gamoneda y Elva Macías en el Primer Encuentro Internacional de escritores Jaime Sabines, San Cristóbal de Las Casas, 2008.

checo, Francisco Cervantes- regresa a cierta condición bucólica que le permite restablecer la normalidad de lo cotidiano. Si bien los poemas de Elva Macías reivindican la intensidad del instante, no se trata de momentos de excepción sino de cuentas de un collar llamado vida. Por eso, aunque está siempre latente el dolor, y la mirada crítica, incluso violenta, no desaparece, sus textos afirman un mundo digno de vivirse y construido sobre los entendimientos (¿entendidos?) de la emoción y la ternura. Una nueva condición pastoril no ligada a los tropos ni a los símbolos, reinventándose en cada poema. Las

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imágenes dejan su lugar a textos que describen situaciones, y aparece el tono elegiaco tan propio de toda la literatura en castellano, como en los textos dedicados a Raúl Garduño, poeta chiapaneco contemporáneo suyo desaparecido prematuramente, o a su padre. A diferencia de sus compañeras de generación ni sexualiza -Gloria Gervitz- ni sensualiza -Elsa Cross- los poemas, en todo caso los carga de contenido emotivo. Así, ciertos elementos -a veces objetos sencillos, como el dedal- adquieren condición de tropo retórico, la costura por ejemplo. O, de manera más dramática, la enfermedad. El elemento

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femenino, hasta entonces más atmosférico que otra cosa, empieza a cobrar importancia anecdótica y semántica. Por otro lado gana ambición en el ámbito de lo que nombra en Ciudad contra el cielo -título tomado de un poema de Saint John Perse- y al aumentar su densidad disminuye su transparencia. El cristal por el que las imágenes se miran se vuelve opaco. El carácter volátil o alado de sus inicios queda atrás y cada poema gana en peso existencia sin perder gracia verbal. El léxico es más rico, la prosodia más melodiosa. El verso breve crece y deja su lugar al aforismo. La queja, ya sin el riesgo de confundirse con el plañir, aparece como una sombra de la existencia, no un reclamo sino una descripción del dolor. ¿Se puede escribir una poesía feliz? ¿No hay en cierta manera una contradicción en los términos? La autora sabe, sin embargo, diferenciar entre la alegría, incluso lo festivo -hay poemas que tienen ese tono en su obra- y la necesidad de mostrar esa vida -esa alegría- en sus pliegues y claroscuros. Evita intuitivamente la trivialidad que ronda como amenaza a toda poesía. Los objetos hablan desde ellos mismos en transformaciones que nombran de manera exacta lo que ocurre. Cito: “Ah, ciudad que viaja para el desconcierto de las caravanas. Ninguna cartografía señala su espesor de tejo sobre el polvo.” Este poema a la vez muy mexicano y muy árabe, o mejor: nómada. Es evidente la contradicción: una poesía que busca el arraigo consigue dar cuerpo a un sentido nómada. La palabra tejo, sin duda con una carga polisémica tan amplia como su carga afectiva, es interpretada (sería mejor decir: sentida) por el lector de diferentes maneras. Pero todas ellas cargadas de una calidad arenosa, casi líquida en tanto

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polvosa. Y es allí donde lo personal hace su irrupción de manera absoluta. La poesía acepta esa condición fundadora: al nombrar la experiencia se descubre a sí mismo el hablante, es decir el poeta. Y es allí cuando el enunciado de la condición intocable del poema se vuelve realidad. El texto es un misterio que sólo vale en tanto misterio. Desarmar el funcionamiento nos hace saber que ese sentido existe sólo en su formulación milagrosa. Cuando un escritor alcanza este grado de auto reconocimiento su voz se vuelve fantasmal, no porque sea él (ella) un fantasma sino porque el reino del sentido es en sí mismo fantasmal. Y fantasmal es aquello que (o aquellos quienes) estuvo (estuvieron) y (tal vez) estará(n) pero que nunca veremos si no es gracias a las palabras: la condición mineral presente en la arena, la condición fluvial en el lodo, la verbal en la escritura. En efecto la letra es una maldición para su condición verbal, pero es a la vez el cuerpo que le da existencia más allá, la negación de la muerte al hacernos mortales, la pérdida de la memoria en el recuerdo mismo. Por eso, insisto, el mirador no es desde donde se mira sino quien mira. La persona y el lugar se confunden. Es también el momento en que las revelaciones, las apariciones y los simulacros se confunden. Los primeros libros de Elva Macías tenían un tono sostenido, mientras que en los más recientes, a partir de Ciudad contra el cielo, fluctúan, tienen algo de sincopado, de desiguales, como el electrocardiograma de un enfermo cardiaco, lo anímico se ha vuelto físico. Y el lector entra en el ritmo de ese electro, sufre el sobresalto, intuye el síncope. Cuando le ocurre esto a sus poemas el tono de Elva Macías, sin necesidad de teorizar o de hacer

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referencia alguna, alcanza entonces sí una especie de iluminación a la manera oriental, el juicio se suspende, se alcanza una beatitud que tiene algo de vacío, al contario de la plenitud que busca occidente. De alguna manera para nosotros eso es la muerte, para el que vive ese vacío como poesía es lo contrario, no la vida sino la aceptación de la muerte. Pero el dilema que hay en esta poesía no es ese sino el del dolor, dilema mucho más sensible e inmediato en la medida en que es el dolor de uno -hablar de dolor colectivo es una metáfora, a veces una muy pertinente metáfora, pero no va más allá- y en la medida en que eso no es comunicable, contable, cantable. No es en suma susceptible de ser escrito, pero ¿verbalizado? La poesía es lo que permanece de lo verbal en lo escrito. La intuición en la poesía hizo que la lírica de esta autora evolucionara de sus primeros poemas con fuerte carga visual, casi acuarelas dibujadas en el aire, a la materialización de las cosas y las personas, y -posteriormente- a la materialización de los propios materiales: no es un trabalenguas, es constatar que las cosas nos hablan desde su evidencia. En 2011 Elva Macías publicó en la colección Parentalia (de sintomático título: incluso me habría gustado más el coloquial Parentela) la plaquette De tela y de papel. El mismo nombre del poemario manifiesta la conciencia de la escritora de ir en esa dirección de lo tangible y lo concreto. Cada vez más la poeta busca lo palpable: las vivencias ya no son visiones vibrátiles o dibujos impresionistas sino apariciones tactiles, materialización de la poesía en la experiencia descrita. Los aromas y las texturas ocupan un lugar privilegiado, los objetos de la cotidianidad -botones, telas, dedales si se quiere- y personas de la cotidianidad -el

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universo de las tías-, como en una versión femenina de la vena sabiniana. La imagen de los libros de poemas como un álbum de fotografías es recurrente, sin embargo, sólo a condición de quitarle su aroma de nostalgia, de tiempo ido. Para Elva Macías el tiempo no se fue, o bien sigue estando -siendo- o bien nunca lo fue. Es esta última posibilidad lo que vuelve a veces muy dolorosos a los poemas. La poesía, la experiencia a la que llamamos así, como los vampiros, no sale en la fotografía. De los chupasangre sabemos que eso se debe a su condición de inmortales, pero con la poesía no sabemos, pues más bien nos inquieta su condición o posibilidad de no nacida, de quimera o espejismo, de ilusión. Por eso podemos decir que el poeta es un ilusionista, la poeta en este caso, mago que nos deja ver su truco para compartir su desazón. Las costumbres son como ecos de una raíz más antigua, ya sea lingüística, como los nombres que el oriental pone a sus hijos, y buscan el cauce de su regreso a su origen. Por eso ocurre a veces que hay objetos que incluso nuevos tienen ya contenida en ellos mismos la nostalgia. Es una nostalgia de segundo grado, no la que añora una vivencia personal sino la que añora la experimentada por la especie, y que sólo en esa melancolía se vuelve personal. Ha sido el tiempo, pero no la historia, lo que les da esa condición. Y la mayoría de las veces es un proceso ligado a la tradicional concepción de la mujer: la costura, la cocina, el jardín, la casa, los hijos. Esa mirada que ejerce una distancia crítica y un alejamiento de ese rol sin embargo sabe también reconocer ese elemento sedimentado en los objetos por la duración del arquetipo. No se puede afirmar que eso no ocurre en el universo masculino,

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© Pascual Borzelli

pero es evidentemente menos frecuente. Lo que los nombres de las telas o de los papeles provoca en la memoria es un impulso proustiano. El casimir es una tela masculina: recuerda el mundo del padre, los hermanos, el marido. Mientras que la mezclilla o el dril el mundo laboral, y las faldas de flat en vacaciones -no una tela sino un corte- el despertar a la sexualidad marcado por la tradición, pero también por la pobreza, que se cruza su camino en una miscelánea. ¿Hasta qué punto la poesía de Elva Macías nos habla de un mundo que ya no existe? Decir que sí es ceder a una impresión engañosa. Existe, pero lo que se nos acaba son las palabras para nombrarlo, los poemas para vivirlo. La amenaza es quedarnos mudos, guardar silencio, no escribir ya poesía. Y ella se sobrepone a esa tentación o a esa inercia. El carácter implosivo de sus poemas -estallan hacia dentro- los dota de una particular paciencia frente a los hechos: no los acecha sino que los espera.

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Jinete en contra acentúa la concentración del poema como experiencia encarnada. Al asumir como parte de la vida la propia dinámica del cuerpo, su biología en sentido literal, la escritura se vuelve parte de ese metabolismo, la parte que nos da sentido frente al reloj descompuesto de la química, frente al tiempo roto. En un determinado momento Elva Macías pensó en titular su libro más reciente Materia oscura, sin duda porque en la expresión hay ese eco de la alquimia a la que la poesía sigue ligada (más que a la biología), y que en lo negro del Opus Nigrum o de los hoyos negros de la astronomía moderna, lo característico sigue siendo la negrura, su condición de misterio. Obra negra llaman los arquitectos a la estructura de una construcción sin habitar, pero la materia oscura será siempre algo habitado, si no por su propia negrura sí por la luz de la poesía. Julio de 2012

José María Espinasa Yllades | Ciudad de México, 1957. Poeta, ensayista y editor. Estudió la licenciatura en comunicación del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (cuec). Ha dirigido importantes publicaciones y suplementos culturales de México y es fundador de Ediciones sin Nombre. Entre sus libros publicados, se cuenta: ensayo: Invitación a Lezama Lima, 1981; Cartografías, 1989; Hacia el otro, 1990. Poesía: Son de cartón, 1979; Cronologías, 1980; Aprendizaje, 1981; Cuerpos, 1988; Piélago, 1990.

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Ventana al desierto El crepúsculo es un filtro de oro, un velo en la ciudad a orillas del río Colorado. Techos de poca altura no sobrepasan las copas de los árboles que sentaron raíces hace más de setenta años. Tiene tu edad este pueblo. Las palmas y su verde bengala me llevan a la que había en el centro de nuestra vieja casa: elevaba su altísimo penacho con ese dejo decadente de las palmeras que viven demasiado. Tránsito Hoy una guardiana miró la sombra luminosa del hermano. Pasó como los entes que buscan cruzar de un misterio de dolor a otro gozoso. Su paso lento, impávido, por tu escalera empecinada. Hay que ponerle una luz y un vaso de agua. Tiene y no tiene sed, asidero no encuentra, lame tus ataduras para que lo sigas. Hasta mí no llega. ¿En qué peldaño quedé fuera de la conjura en esa desaforada comunión?

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Materia oscura La nave se eleva y cae a plomo, como si dos manos gigantes la dejaran caer al mar, golfo de penas. Quien entra en ese buque no mira su lastre. Bajé de la cámara del sueño decidida a contemplar lo más violento de la tormenta. Aferrada a postigos emprendí la ruta, llegué a cubierta y la hallé vacía, tuve que vencer el mal de mar, el vaivén silencioso, la conciencia irreductible. Lo animado, lo mudo y ciego que jamás se dispersa: Esa materia oscura que nos religa en una fe a la que no podemos renunciar. Vagamos como naves en la melancolía del principio. Tres poemas de Jinete en contra, de próxima aparición en Ediciones sin Nombre.

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Octubre Las lluvias del Soconusco, la vertical, la horizontal, la lluvia subterránea, tuvieron aquí su encrucijada. Bajó con ellas el rencor de siglos, ríos de cacao empedraron el agua. Llovió sin tregua sin arca sin paloma. Las nubes olvidaron lo que sus algodones descoyuntan: El aire de la tierra el cuerpo de su alma la entereza de su equilibrio. No alcanzaban los ojos para verlo. Llovió de tanto llover que contemplamos el revés de esta tierra. Perdí mi casa, Perdí mi hermano, Perdí mi cayuco y mi cabeza. Tengo por sepultura un cerro. Un poema de Caravanas de riesgo, de próxima aparición en Colección Ficción de la Universidad Veracruzana.

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Foto : cortesĂ­a de Piedad Bonnett


Piedad Bonnett: Los afanes de la escritura Consuelo Gaitán Gaitán

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lo largo de todos estos años de amistad, que ya van siendo muchos, no ha habido ninguna ocasión, ninguna, en donde Piedad Bonnett no tenga entre manos un proyecto literario. Siempre está leyendo y/o escribiendo algo: bien sea el teatro completo de Shakespeare porque está escribiendo una obra para ser puesta en escena por el Teatro Libre, o leyendo a cuanto poeta latinoamericano haya sido publicado para hacer de la forma más concienzuda una antología que le han encargado, o enfrascada entre semiólogos y comunicadores porque debe entregar una radionovela para un proyecto holandés, o investigando los efectos de la escopolamina para poder describir con verosimilitud una escena... en fin, es absolutamente incansable en su labor intelectual. Su empatía con la literatura es absoluta, por eso mismo su papel como animadora de nuevos lectores a través de la enseñanza ya va dejando unos cuantos personajes memorables en nuestro insensato país. Piedad Bonnett escribe tanto poesía como prosa, pero cuando uno le pregunta: ¿poesía o

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prosa?, ella sin dudarlo, dice: poesía. Se entiende bien por qué también la prosa: ha pensado, leído y vivido tantas historias, que su impulso automático es expresarse por medio de palabras y a veces la poesía no es el medio. Y aquí señalo otro detalle de gran relevancia. Piedad es una intelectual enteramente atenta y preocupada por su entorno. Los movimientos sociales no la dejan indiferente, por el contrario, ha escrito lúcidas reflexiones sobre acontecimientos de la vida nacional, tiene claras sus opiniones políticas y no guarda silencio ante decisiones y acontecimientos que muestran el deterioro moral en que está sumido este sorprendente país. El año pasado obtuvo el Premio Casa de América en Madrid por su último libro de poesía, Explicaciones no pedidas, que la consagra, si acaso quedaba alguna duda -no en sus lectores habituales- como una voz sólida e imprescindible de la poesía latinoamericana. El jurado señaló acerca de su trayectoria poética que “a veces con palabra descarnada, a veces con humor, Bonnett toca temas como la costumbre, la memoria, la

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insatisfacción, los sueños, el amor”. Y yo señalaría algo muy particular que distingue su voz: esa manera contundente, casi valiente, de vivir y expresar el miedo, el desconcierto y los desarraigos que inevitablemente va ofreciendo la existencia. No huye del dolor, descubre sus heridas, se lee a sí misma y se muestra como espejo ante nosotros, sus lectores, y nos devuelve sus descubrimientos en forma de poesía y, a veces, logra que lloremos juntos: por la precariedad de un padre cargado de miedo y de miseria, por las incertidumbres de nuestros hijos, por el amante que se desvaneció entresueños, por la casa familiar que ya no está, por la belleza imposible de una tarde... Su refugio y su protesta es la poesía: les da forma a esos miedos primitivos y ancestrales, les opone resistencia con la palabra. Allí la verdad y la belleza van de la mano escuchando el rumor constante de la muerte. Lo que hace Piedad cuando construye imágenes poéticas del mundo cotidiano es intentar poner en palabras el misterio mismo de la vida, protestar por la injusticia, incluida la injusticia divina, consolarnos por el reconocimiento de verdades amargas como la imposibilidad del amor, y entregarnos un asidero para seguir este asombroso ejercicio de vivir. A raíz de haber recibido el Premio de Poesía Poetas del Mundo Latino

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Víctor Sandoval 2012 por su aporte a las letras latinas, le realicé la entrevista que viene a continuación. Rosario Castellanos dijo en una ocasión, “escribo porque un día, adolescente, me incliné ante un espejo y no había nadie”. ¿Usted, por qué escribe? También fue en la adolescencia que yo me miré en el espejo, pero lo que vi fue una niña frágil, huérfana ya de Dios, rebelde contra los autoritarismos ciegos, que somatizaba sus miedos y que buscaba un lugar donde poner sus incertidumbres. Ese lugar fue la poesía. En sus primeros libros De círculo y ceniza, Nadie en casa, Ese animal triste, el lector encuentra una poesía que se ocupa de lo cotidiano, del entorno y la infancia, mientras que en los últimos libros, Las herencias y Explicaciones no pedidas, hay una cierta tendencia hacia lo metafísico, hacia reflexiones más universales. ¿Cómo se fue dando ese giro en su mundo poético? Creo que, parafraseando el viejo refrán, cada edad trae su afán. Como muchos poetas, tuve hasta hace no mucho dentro de mí un yo adolescente muy fuerte, emotivo, en conflicto con el mundo. En la poesía, entre otras cosas, ese yo saldaba cuentas conmigo misma y con el entorno, a veces, claro, con ironía. Siento que los dos o tres últimos libros nacen de alguien que ha dejado

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atrás esa adolescencia, que envejece con escepticismo pero sin amargura. De ahí el tono, tal vez más reflexivo y hasta cierto punto “filosófico” (con perdón de los filósofos). En su proceso creativo, en términos culinarios cómo sería la proporción entre imaginación, investigación, inspiración? Depende. Sólo investigo para mis novelas y para mis ensayos y no creo tener, verdaderamente, alma de investigadora, como pude constatarlo en mis muchos años de profesora universitaria. Aunque viéndolo bien, quizá leer mucha poesía sea una forma de investigar sobre el género, y yo siempre estoy leyéndola. Por otra parte, no creo que sea una persona con mucha imaginación. Tengo amigos que inventan mentiras en un santiamén, y a mí me cuesta mucho inventarme una disculpa. Tampoco se me ocurren peripecias muy originales en mis novelas, entre otras cosas porque las que más me gustan son esas donde pasan pocas cosas. Más bien se me da eso que llaman “inspiración”, que para mí es la capacidad de producir pensamiento analógico a partir de un buceo inducido en el inconsciente. Es ahí donde mi creatividad se activa. ¿Cómo y dónde escribe? En el cómo me refiero a cómo construye un libro: ¿A

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partir de una imagen o de un tema? ¿Y cuándo sabe que está terminado? A menudo he trabajado libros a partir de un tema que se me impone y que constituye la columna vertebral: la infancia evocada a través de las partes de la casa, el cuerpo y sus procesos, una relación amorosa. En otras ocasiones, los poemas van surgiendo, sin ajustarse a un tema previsto: nacen de una noticia en el periódico, una visión en la calle, un dolor, una evocación, la frase de un libro. Lo interesante es que al revisarlos siempre encuentro que responden a unas obsesiones, las del momento. Entonces estructuro los libros, y dejo por fuera los poemas que rompen la unidad. ¿La atribuye a algún escritor en particular una decisiva influencia en su poesía? Las influencias van cambiando con el tiempo, porque siempre somos lectores distintos. Suelo ser bastante consciente de ellas, tal vez porque soy maestra de literatura y someto la obra de muchos de mis poetas preferidos a análisis en clase. A veces, cuando escribo un verso que ha brotado “espontáneamente” de mi cabeza, se me revela de inmediato su filiación. A veces dejo que esa influencia se trasluzca, a veces peleo con ella. Aunque quizá sólo se note su impronta en mi poesía más temprana, debo mucho a César Vallejo, pero también a

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muchos otros: a Eliseo Diego, a Blanca Varela, a Wislawa Szymborska. Muchos poetas que adoro, sin embargo, no influyen ni un ápice en mi escritura. Y en cambio a veces la influencia viene del cine, de la pintura, o de lugares insospechados. ¿A usted la comparan con las mejores poetas latinoamericanas, Alejandra Pizarnik, Blanca Varela, la citada Rosario Castellanos. ¿Qué opinión le merece este juicio? Me honra sobremanera. Son todas poetas que admiro, de las que he aprendido mucho, que no dejan de acompañarme. No suelo acercarme a la literatura desde una visión de género, pero encuentro que la poesía latinoamericana está llena de voces femeninas muy poderosas. De las poetas nombradas me gusta que, escribiendo desde su condición de mujeres, valiéndose a veces de imágenes muy fuertes que aluden a su cuerpo y a su experiencia femenina -la menstruación, el parto, sus tareas como amas de casatrascienden la pura cuestión de género. Usted es una gran lectora de poesía y muy conocedora de la poesía latinoamericana (incluso realizó una antología), ¿sigue vigorosa la poesía latinoamericana? En un continente tan vasto y diverso sería difícil que no hubiera voces notables. Pero, además, tenemos ahora un contacto mucho más amplio con el res-

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to del mundo, con cientos de lenguajes artísticos -no solamente literariosque nos inspiran y nos enriquecen. Hay voces magníficas, pero todavía relativamente desconocidas como la de Circe Maia, Fabián Casas, Rossella di Paolo, Carlos López de Gregori o la del colombiano Rómulo Bustos. Usted está siempre alerta hacia el mundo circundante, hacia los movimientos sociales y políticos (incluso tiene una columna de opinión en el diario El Espectador), y en algunos de sus poemas hay una enconada voz de protesta hacia la injusticia, hacia el dolor y la violencia... ¿Podemos esperar algún efecto transformador de la poesía? Creo que sí. La poesía transforma espíritus, en la medida en que despierta en nosotros nuevas sensibilidades, y nos habla del mundo como un lugar donde no hay verdades sino realidades ambiguas, móviles, y donde siempre habrá misterio y belleza. La poesía permite trasmutar, distanciar, comprender. Puede no transformar pueblos pero sí individuos. ¿M. Yourcenar, que detestaba los movimientos feministas, dijo: “siento horror de esos movimientos, porque creo que una mujer inteligente se merece un hombre inteligente -si es que es posible encontrarlo- y que una mujer estúpida resulta tan tediosa como su contrapar-

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te masculina. La maldad humana está distribuida parejamente entre ambos sexos”. ¿Qué opina usted? Que, por supuesto, la maldad y la estupidez residen tanto en hombres como mujeres -aunque se expresa más frecuentemente en los hombres-. Pero que no podemos pasar por alto los niveles de discriminación y violencia a los que siguen sometidas las mujeres en casi todas partes, y la necesidad de un movimiento feminista que luche por sus derechos. No creo, sin embargo, en una literatura que se haga con fines reivindicativos explícitos. La literatura muestra o señala, pero no enseña ni moraliza. Puesto que usted también es novelista, ¿qué necesita expresar en cada uno de los dos lenguajes?

La poesía me permite intensidad expresiva y unos giros de lenguaje que ahondan los significados que el habla no contempla. Es, además, un ejercicio de síntesis. La poesía me revela, como diría Borges, mi verdadero rostro. La novela, por el contrario, me deja explorar con cierta morosidad almas y atmósferas. Y contar historias, así sean mínimas, algo que siempre me ha gustado de la literatura. ¿Cómo le gustaría ser recordada, como narradora o como poeta? Como una escritora que incursionó en varios lenguajes, a riesgo de fracasar en algunos -o en todos-. Como alguien que consideró la literatura como una opción de vida.

Consuelo Gaitán Gaitán | Colombiana. Graduada en Filosofía y Literatura. Ha dedicado su vida a los libros. Es editora, librera, reseñista de libros en radio, prensa y televisón, pero su auténtica pasión es la lectura. Actualmente colabora con la revista Arcadia y con la Editorial Santillana.

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 Piedad Bonnett con Mark Strand Granada 74

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Piedad Bonnett: El cielo era de otros

Marco Antonio Campos

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acida en Amalfi, pequeño pueblo del departamento de Antioquia, en Colombia, en el año de 1951, Piedad Bonnett es una de las actuales voces más reconocidas en nuestra lengua. Del linaje de Rosario Castellanos, Blanca Varela y Alejandra Pizarnik, en la lírica de Piedad Bonnett se tiene la impresión de que el paraíso se perdió hace mucho, pero pudo recobrarse, o se cree que se recobró, al menos por pequeñas temporadas. La complejidad en su obra poética no está en su lenguaje sencillo y directo, ajeno a toda decoración barroca, sino al indagar en sus contenidos, se descubren honduras de quien ha sabido de la soledad y la pena, y en quien hay algo roto, algo triste, algo que toca el miedo, pero del que oímos asimismo un grito de rebeldía y encontramos ternuras como sorpresivas violetas leves y una sombra de piedad que se parece a su nombre. Desde sus inicios Piedad Bonnett intuyó o supo que el objetivo esencial del artista en sus creaciones, en este caso el poeta, es explorar los sentidos y sentimientos propios y de los otros para emocionar a los lectores. Una poesía de solitarios que busca -anhela- la comunión.

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Aislada en la academia, escribiendo casi secretamente, Piedad publicó tardíamente su primer libro (De círculo y ceniza) en 1989, a la edad de 38 años. Desde ese libro inicial hasta Explicaciones no pedidas (2011), da la impresión de haber escrito, a base de poemas breves, con múltiples variaciones, un solo y extenso poema. Aun las piezas líricas más largas están articuladas como serie de fragmentos, o si se quiere, son una sucesión de poemas breves. En general Piedad Bonnett se inclinó por el verso libre y tal vez, para no tener ataduras que constriñeran los sentimientos, no se ciñó al metro, ni buscó, como diría en una carta el muy joven Cesare Pavese, encerrarse en “la jaula de la rima”. Por lo común en sus poemas, Piedad parte de una idea o una imagen o un hecho y los desarrolla con habilidad y cálculo hasta la línea final. Si los dos motivos que sostienen su poesía son los recuerdos y regresos a la tierra natal y los poemas de encuentros y desencuentros amorosos, hay, no una diversidad de poéticas, como decía José Watanabe en su prólogo a la antología personal (Privilegios del olvido), sino más bien una diversidad temática. Algunos títulos de libros de Piedad -De círculo y ceniza (1989), Nadie en casa (1994), Ese animal triste (1996), Tretas del débil (2004), Las herencias (2008)nos hablan de alguien frágil y solitaria, pero quien también tiene dientes y ga-

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rras para defenderse o atacar. De sus libros me son especialmente próximos El hilo de los días y el antepenúltimo y el último, Tretas del débil y Explicaciones no pedidas, lo cual muestra que su poesía, en lugar de decaer o apagarse con los años, se volvió más concentrada y aceradamente intensa. En su obra ensombrecen los fracasos, cala el miedo, la pérdida causa angustia, el dolor es una llaga que, incluso cuando se cierra, las cicatrices lo recuerdan, la rabia la lleva a soltar invectivas que son como pedradas de fuego… Contra lo que escribió o por lo que escribió, en ocasiones tenemos la imagen de que Piedad vivió en un cerco de agujas. Podrán reprochársele otras cosas, nunca el haber pecado de insinceridad o de no haber puesto en sus versos el corazón desangrado. Si para Pessoa el poeta es un fingidor, Piedad no cabría en esa categoría. Muchos de los momentos más agradables o inolvidables de Piedad los encontramos cuando habla sobre su pueblo natal. Ya en la infancia lejana Piedad intuía que en alguna parte, al oír las mareas verbales, llamaba la palabra mágica. En esos poemas de una infancia y una adolescencia lejanas hallamos el callado lenguaje de los ascendientes inmediatos que quieren perdurar en un gesto, la abuela que desciende y arriba “de su muerte de siglos”, las tías ultraconservadoras sólo fijas en el instante gastado de los retra-

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Foto : cortesía de Piedad Bonnett

Con Marco Antonio Campos y José Ángel Leyva.

tos, “el tío remoto de ademanes adustos y sueños militares”, el padre solo e inseguro, la madre pragmática que alguna vez fue bella, los hermanos y, por supuesto, los habitantes de Amalfi mencionados aquí y allá con nombre propio y en ocasiones con el agregado del oficio o del trabajo que ejercen: figuras íntimas que tarde o temprano se volverán nubes grises en un cielo deslucido. Uno siente en la poesía de Piedad Bonnett que quiso irse -huirde su pueblo, pero no hubo un solo día que estuviera lejos de él. En varios poemas la autora deja ver que sigue siendo la niña asustada a

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quien le da miedo el mundo. Ese temor o miedo se muestra, por ejemplo, en recuerdos del terruño o no: pueblan espectralmente, por ejemplo, tres jinetes que sorprendió la muerte, el niño que murió de culebrilla, cuartos habitados por fantasmas, el toro desbocado que entraba en la casa durante el sueño y no acababa de irse, los inquilinos que aún habitan la casa de la cual ya se mudaron hace tiempo… Son especialmente emotivos, entran y se quedan en la casa antigua de Amalfi y en la casa del corazón, poemas o versos aislados donde es figura el padre, un hombre difícilmente tierno, tesonero para las pequeñas

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cosas, que se cuida al máximo de los imprevistos, a quien le enseñaron severamente “a rezar, a ahorrar, a trabajar”, pero de quien siente la autora que le dio como especial herencia el regalo del miedo. Transcribamos estos versos que nos dejan en el alma una sensación de ahogo y un sentimiento de desamparo: De mi padre, que de niño tuvo los ojos tristes y de viejo unas manos tan graves y tan limpias como el silencio de las madrugadas. Y siempre, siempre un aire de hombre | solo. De tal modo que cuando yo nací me dio mi padre todo lo que su corazón desorientado sabía dar.

Hay en sus poemas de amor y deseo o el goce quemante o el rencoroso desamor. En el lecho de los amantes la autora ha oscilado entre las aguas del mar borrascoso y las aguas del lago sereno. A menudo admirables, no siempre sus piezas líricas amorosas son afortunadas, como, por caso, muy específicamente las de su libro Todos los amantes son guerreros, donde parece no haber quitado la suficiente hierba seca ni alcanzado a redondear del todo los poemas. Por demás, suenan menos elocuentes que molestas las exaltaciones al amado como un guerrero, un minotauro, un dios, un ser divino… Viceversa, poemas de despedida y desamor, como

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los que se hallan en las Tretas del débil y en Explicaciones no pedidas, están escritos con dolor penetrante y rabia ácida, donde se corta la piel del otro y se la corta a sí misma. El cuerpo desollado arde -duele- por todas partes y la boca no puede callar el grito. Igualmente hay poemas muy logrados donde se alude a la guerra infinita en su querible Colombia contradictoria, esa guerra fratricida, absurda y espantosa, en la que cada facción (gobiernos, las farc, los paramilitares, el ejército, el narco) ha dado por décadas su aporte para destruir al país, y donde hace mucho, como en el México del crimen organizado, todo acaba siendo “cuestión de estadísticas”. Asimismo se encuentran textos, donde en una suerte de fábula, objetos o animales viven experiencias que pudimos o podemos vivir cualquiera. Ninguno me impresiona tanto como “Lección de supervivencia”, en el que describe la manera como el pepino o carajo de mar se defiende del enemigo expulsando las vísceras hasta quedar vacío, o “El oscuro”, el cual toca dos momentos extremos del escorpión: cuando de noche utiliza “el aguijón traicionero”, pero enloquece con un “pequeño círculo de fuego” súbito y se aniquila a sí mismo. “El oscuro” tiene un vínculo magnético con otro epigrama feroz titulado “El envidioso” (Las herencias).

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Hay poemas en su último libro (Explicaciones no pedidas) que contienen aspectos característicos que resuelve de modo notable: son más sugerentes, el yo se convierte de forma más natural en nosotros, trabaja con mayor precisión el verso objetivo y los juegos de contradicciones personales encuentran muy bien su síntesis como cuando las estalactitas y las estalagmitas se unen en una sola columna. Pongamos dos emotivos ejemplos sobre esto último. Uno:

Lo oscuro pare la luz, y eso consuela

Al final de su obra, si nos atenemos a sus versos, parece que se ha llegado a un sitio donde Dios ya no está y emblemáticamente nadie puede salvarse “en caso de emergencia” en el avión que el destino dispuso. Cuando desde la casa del corazón un poeta o una poeta habla hermosamente, cuando sus versos de dolor, de tristeza o de rabia, le pertenecen a quienquiera que ha sufrido, se ha entristecido o conocido la ira, el poeta cumplió su función y la poesía su misión. La poesía de Piedad Bonnett tiene esa inagotable virtud.

Y el último verso del libro: El desamor del que amas te hace libre

Marco Antonio Campos | Ciudad de México, 1949. Poeta, ensayista, cronista, periodista, editor, traductor, narrador y promotor cultural, adscrito al Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, es uno de los mayores divulgadores no sólo de la poesía mexicana, sino de la poesía en general. Su vasta cultura se refleja en una poesía donde el viaje por el mundo es su propio encuentro con la carencia personal, con el deseo hecho palabra. Entre sus libros de poesía destacan: Muertos y disfraces, 1974; Una seña en la sepultura, 1978; Monólogos, 1985; La ceniza en la frente, 1979; Los adioses del forastero, 1996; Viernes en Jerusalén, 2005. Ha recibido importantes premios nacionales e Internacionales, como el Xavier Villaurrutia, el Casa de América a la poesía Iberoamericana.

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 Piedad Bonnett con su hijo Daniel

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Foto : cortesía de Piedad Bonnett

Piedad Bonnett con su hijo Daniel

Piedad Bonnett, el hilo de su palabra

Juan Manuel Roca

Cuando llegó por primera vez a mis manos un libro de poemas de Piedad Bonnett, Nadie en casa, sentí que aparecía en el medio una voz fuerte y sutil, una voz que establecía un diálogo de su adentro con su afuera, de sus viajes interiores con los asuntos más cotidianos. Y así lo dije. A partir de ese libro su palabra se ha ido haciendo cada vez más expresiva: sigue existiendo ese diálogo fecundo entre los dos que siempre somos, el que camina a la intemperie y el que recoge lo caminado, ese ser interior que nos habita del cuerpo para adentro. Carlos López Degregori, el poeta y ensayista peruano, dice muy bien de la poesía de Piedad Bonnett: "encauza sus sentimientos en un lenguaje neutro, dolorosamente contenido, casi lacónico y que funciona en insinuaciones y elipsis a la manera de un iceberg que esconde bajo el agua una masa terrible”. Yo creo que esto es cierto aun en poemas donde el sentimiento se hace lenguaje, donde aparecen amores náufragos y búsquedas del otro. Un lector, un lector como creo que soy, más que un crítico, agradece ese distanciamiento, esa pequeña máscara que evita el patetismo sentimental, aunque esté expresando sentimientos.

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Luis García Montero y Piedad Bonnett

He disfrutado mucho los libros de poemas de Piedad Bonnett. Quizá uno de ellos, me parece, no tiene el rango estético ni la agudeza y capacidad de sugerencias del resto de su notable obra: “Todos los amantes son guerreros”. Pero aun en el libro mencionado parece viajar el iceberg señalado por López Degregori. Por debajo de la superficie del lenguaje sigue habiendo una masa de sentidos ocultos, propios de quien aun en sus flancos menos firmes sigue siendo un auténtico creador. La poesía de Piedad Bonnett contiene varios registros pero en todos ellos se adivina la voz personal, una forma de ser en el poema, sin artificios, cargada de sentidos, hable de ella misma o de los

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otros, que son dos instancias recurrentes en su obra. De la primera instancia, quizá lo más conmovedor sea cuando por encima de lo que en otros poetas resulta ya un fatigoso tema, la evocación de la infancia desde un tiempo de nostalgias, Piedad Bonnett nos recuerda que ese supuesto pasado idílico también es terrible, y que es allí donde tenemos nuestras más auténticas raíces: Revelación De niña me fue dado mirar por un instante Los ojos implacables de la bestia. El resto de la vida se me ha ido Tratando inútilmente de olvidarlos.

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En la segunda instancia que señalo, su preocupación por lo que le sucede en los otros, ha escrito muy buenos poemas donde la violencia histórica, la ceguera impuesta, la humillación del otro por el autoritarismo o las desigualdades, no le resultan temas ajenos a la poesía. Un poema suyo le quita hibridez a las estadísticas para revelarnos lo que la letra muerta de una crónica puede convertir en dato frío. Me recuerda, sin que haya en el poema un decidido tono lorquiano, unos versos de Poeta en Nueva York: “debajo de las multiplicaciones hay una gota de sangre de pato”:

Cuestión de estadísticas Fueron veintidós, dice la crónica. Diecisiete varones, tres mujeres, Dos niños de miradas aleladas, Sesenta y tres disparos, cuatro credos, Tres maldiciones hondas, apagadas, Cuarenta y cuatro pies con sus zapatos, Cuarenta y cuatro manos desarmadas, Un solo miedo, un odio que crepita, Y un millar de silencios extendiendo Sus vendas sobre el alma mutilada. Piedad Bonnett en sus propias palabras: “Por cada latigazo en el rostro,/ por cada golpe de la espuela y cada gota de sangre,/ nace una palabra, verde y brillante”.

Juan Manuel Roca | Medellín, Colombia, 1946. Entre sus libros de poesía figuran La Farmacia del ángel, 1995; Las hipótesis de nadie, 2005; Biblia de pobres, 2009; Temporada de estatuas, 2010 y Pasaporte del apátrida, 2011. En 2001 publicó su libro de cuentos Las plagas secretas y en 2003 la novela Esa maldita costumbre de morir. Entre los premios obtenidos destacamos el José Lezama Lima por el conjunto de su obra (La Habana, 2007), el Premio Poetas del Mundo Latino Víctor Sandoval (México, 2007), el Premio Casa de América (España, 2009) y Ciudad de Zacatecas (México, 2009). En 1997 recibió el doctorado Honoris Causa en Literatura por la Universidad del Valle.

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Un poema junto a Piedad

Luis García Montero

Admiro la poesía de Piedad Bonnett y he tenido la suerte de consolidar con ella una amistad sincera. Creo que coincidimos por primera vez en Morelia, gracias a Marco Antonio Campos, y después nos hemos visto con frecuencia en Bogotá, Granada y Madrid. Y volví a coincidir con Piedad en Morelia, en el año 2009. Recuerdo la emoción que me produjo su lectura en la sesión final del Festival. Recitó “Los hombres tristes no bailan en pareja”, uno de sus poemas más conocidos. Como réplica íntima escribí yo “La tristeza del mar cabe en un vaso de agua”. Éste es mi homenaje: La tristeza del mar cabe en un vaso de agua No hay pues mujer más sola, más tristemente sola que la que quiere amar a un hombre triste. Piedad Bonnett y hermosas muchachas solas que dan miedo -pues uno no sabe bailar, y es tristeRubén Bonifaz Nuño

Los hombres tristes, que tienen en sus ojos un café de provincias, que no saben mentir como quien dice, que se esconden detrás de los periódicos, que se quedan sentados en su silla cuando la fiesta baila, que gastan por zapatos una tarde de lluvia, que saludan con miedo, que de pronto una noche se deshacen, que cantan perseguidos por la risa, que abrazan, que importunan hasta quedarse solos, que retornan después a su tristeza igual que a su pañuelo y a su vaso de agua, que ven cómo se alejan las novias y los barcos, esos hombres manchados por las últimas horas de la ocasión perdida, se parecen a mí.

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Piedad Bonnett Latitudes Sin ti ha vuelto esta vez el sol de enero. Luz seca, transparente, vida pura y elemental. El dios indiferente que adoramos, que ni culpa, ni salva, ni señala. (Tu cuerpo gozaría este sol que nada pide, que vuelve a hacernos simples y animales). El árbol que veías detrás de tu ventana reverbera de luz. Adentro, sobre lo intacto aún, sobre tu almohada, la sombra de mi mano se acongoja. Lejos, en Prospect Park, el árbol al que dimos tu cuerpo en primavera habrá perdido ya todas sus hojas. En su raíz fulgurará la nieve. Enero siempre vuelve. En la pared del cuarto tu luz dibuja sombras. (Inédito, 2012)

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Vicente Van Gogh mira la noche “y la brillante indiferencia de los astros” Blanca Varela

1 Un caballo azabache colgado de su muerte sus ojos cristalinos detrás de la ventana su cabeza cortada coronada de estrellas y la lengua del miedo sus papilas rosadas, su aspereza ¿Quién mastica y mastica detrás de mis oídos? ¿Quién cocea y me hunde en el pantano de mis oscuridades donde alumbra como un pájaro en llamas la conciencia?

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2 Yo me miro mirar y mi adentro es mi afuera en esta cárcel en la que siempre estoy detrás de mí respirando en mi nuca susurrando cantándome al oído como una madre un padre un monje que conjura al cuervo que desciende con su pico de sangre sobre el charco de luz de la pupila del otro del que mira del que sufre. (Inéditos, 2012)

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Miguel Covarrubias

Minerva M. Villarreal

José Javier VIllareal

Jeannette Clariond

Margarito Cuellar

Luis Aguilar

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Arnulfo Vigil

Samuel Noyola

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Armando Alanís Pulido

Eduardo Zambrano


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Diez poetas regios

Gabriela Covarrubias

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oda la ciudad es nuestra culpa, parecen decirlo -sin decirlo- estas diez voces que desde Monterrey, una de las ciudades más golpeadas por la violencia del narcotráfico en México, asumen su circunstancia, se traducen, se reinterpretan, se dicen y desdicen porque así se requiere desde el acalorado ambiente en el que viven y/o sobreviven gracias a la suerte, ¿o tal vez gracias a la poesía? y generosos se comparten como parte de una tradición literaria que discretamente asume su lugar en la literatura mexicana; la diferencia de voces y estilos aquí convocados se desarrollan en diferentes marcos generacionales, cada uno con su forma y su metáfora y nos dan la oportunidad de hacer una lectura que pone al descubierto figuras, influencias, prolongaciones, rupturas, incitaciones, e inclusive contradicciones, donde los autores revelan, eso sí, una indeclinable vocación, se distinguen además de su acento porque no utilizan a las palabras como meros ornamentos simple y sencillamente porque no se puede, en el noreste la vida es intensa, es peligrosa y requiere dosis de limpia y honesta crudeza. Sin poesía no hay ciudad, eso lo tienen bien entendido. Como dice Gabriel Zaid: La inspiración creadora no sólo hace versos: sopla y lo mueve todo, entonces tenemos a diez regios que no dejan las cosas como son, que las vuelven a imaginar, a diez regios que piensan antes de escribir y piensan mientras escriben que hacen algo que convoca a mirar y pensar a una ciudad de manera distinta; la misma que siempre los ha mirado diferente.

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Miguel Covarrubias Nuevo León, 1940

Poeta, narrador, ensayista, traductor, editor. Algunos de sus libros son: El poeta,1969; Pandora, 1987; Sombra de pantera, 1999; Antología o tiranía, 2003. Su libro de versiones El traidor (poetas alemanes y franceses del siglo XX) obtuvo el premio traducción de poesía del Instituto Nacional de Bellas Artes en 1994.

Las orillas del mar La sempiterna procesión de aves con largo pico Roza las esquirlas nocturnas del mar Y en las costuras abiertas de su orilla Dioses antiguos, dioses impacientes Prodigan sus largos besos de arena A la manada blanca de retorcida espuma

Abandono Tú me abandonaste anoche y yo me quedé sonriendo. No es cierto. Me quedé temblando y llorando. Y sonriendo.

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Sombra de pantera ¿Buscaban la prístina clonación de una bestia marcada para siempre por la noche más oscura? Sombra de pantera fue lo que encontraron. Sí. ¿Y lo mejor de todo? Una fiera que no suspira por la Sombra -ella misma es su propia, su imperdible sombra. Se indaga con ambos faros hasta rematar en un ir y venir que gira sobre un ancla o loco eje: luces duras, relámpagos de oro congelado, esa verídica voluntad de hierro fijo. Llegamos a saberlo: una tenaz sombra de pantera persigue nuestras noches… Y que no se olvide: Mi sombra, ajena, no es sino el reflejo de esa sombra. ¿Para qué fue constituida? Para disolver siete mentiras y para hollar mi pulcra debilidad. Para decantar el sucio espanto tuyo y mío.

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Jeannette Clariond Chihuahua, 1949

Radica en Monterrey. Es poeta, editora y traductora, directora de la editorial Vaso Roto. Es autora de Mujer dando la espalda, 1993; Newaráriame, 1996; Desierta memoria, 1996; Todo antes de la noche, 2000; Amonites, 2003; Nombrar en vano, 2003, entre otros títulos. Ha traducido La tierra santa, de Alda Merini; Zodiaco negro, de Charles Wrigth, así como una antología de Roberto Carifi.

Sed Ser luz que alumbra tordos entre las hojas, sol penetrando la abierta llaga niebla que transforma el destino de tu sueño, desolación de faro, gaviota sedienta que se aleja cuando la lluvia.

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Mina 1004 Arder, yo vi a mi abuela arder. Agosto, Chihuahua, 1956, ella ardió, su fuera y su dentro ardió en la calle Mina 1004. Vi a mi padre envolverla en una sábana, el colchón ardía; Las cortinas, la alfombra, su vestido ennegrecieron. Todo lo recogió "No hagan ruido su madre está cansada". Lo vi salir de luto esa tarde de agosto con su corbata negra. La recogió. Ceniza y llanto recogió. El humo de la abuela en el zaguán, las tías sorbiendo ásperos los grumos del café. Había que borrar lo oscuro que dolía, disolver la sal, el llanto abrazarse y sofocar el temblor del viaje. Escuchar a Paul Anka y en la falta de pulso rayar el disco de 45 revoluciones por minuto. Por instantes vivía, por instantes todo fue púrpura: ella, el cansancio, las frondas de los álamos. Después el vidrio, el vidrio en el cedro, el rostro quemado bajo el humo. Ella, mi madre también ardió. En lágrimas su sonrisa apagada: "Arréglame el pelo, me dijo, déjame salir a ver si ya está seca la ropa". Tuve miedo de que sus pasos lentos no volvieran de la tersura de la hoja, del sigiloso carcomer, del reseco peso de la hiedra, ya sin muro, del florero en la cocina, sin flores. De ese cuarto ciego con su muerte tuve miedo. De mí misma y el filtrarse del viento que se llevaba el polvo de los sicomoros.

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Arnulfo Vigil Montemorelos, N.L., 1956

Es director de la revista de contracultura Oficio. Es autor de los libros de poesía: Gloria Trevi y otros cielos, 1993; Arcángeles naranja, 1994; El blues de la señorita coliflor, 1997; El regreso del Ángel Bermellón, 2000; La banda de los querubines laicos, 2001, con el que obtuvo el premio nacional de la Universidad Autónoma de Oaxaca, Benemérito de América, en el 2000; Mariposas de lamina (antología, selección y prólogo de Armando Alanís Pulido), 2003, y Lourdes y Jorge, 2007, con el que ganó el premio "Efraín Huerta", de Tampico, Tamaulipas, en ese año.

Donde se dice de la bienamada en el lecho era tu paz blanca al hogar del firmamento llama y al duro corcel del tiempo ni áspero ni hongo y llorado por presidentes y senadores tu cabello de oro. ni sueñes que el santo con suave linfa calla, encrespado salto, pero tú, como si cualquier cosa, porque de gloria Trevi y otros cielos la bendición tienes y toda tú. mientras por mi parte chuparé los dedos de tus pies, tus corvas, lo que se encuentre en la región intrínseca de tus flancos

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-epa llanero- gritarás cual vaca en tiempo de celo. y todo eso porque tú sabes amorcito corazón picara soñadora chiquita mía que el cielo cabe en mis manos y con ellas te toco.

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Un sacerdote se confiesa ante un sacerdote Confieso padre, haber caído en la tentación de la castidad. Sé que el cuerpo es un templo abierto y yo lo he cerrado a visitas de caricias. Cuando el animal de la noche recorre mi sangre ato mi cuerpo sin misericordia con el cíngulo del silencio; olvido, padre, que el animal es parte nuestra. Me confieso, padre, de no ofrecer la comunión de mi cuerpo. Me confieso, padre, de no lavar mi cuerpo en agua bendita, de ocultar con ropa de segunda la imagen de Dios, de morderme los labios para no reventar de besos. Le pido perdón, padre, por el peor pecado que es no cometerlo.

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Margarito Cuéllar Ciudad del Maíz, San Luis Potosí, 1956

Radica en Monterrey N.L. Ha obtenido dos premios nacionales de poesía y uno de cuento, algunos títulos de su vasta obra son: Que el mar abra sus puertas para que entren los pájaros, 1982; Plegaria de los ciegos caminantes, 2000; Poemas para protegerse del sol, 2003; Cuaderno para celebrar, 2012.

Florecita de vidrio cortado Paloma campesina entre los autos dedícate a lo tuyo en vez de andar desnuda en mis heridas. Vuela y olvida, reprodúcete y muere, hoy que pasa mi amor navegando impreciso como corriente alterna en un puerto sin luz.

Defensa de la televisión Soy la diosa, la reina, la matrona. Tenerme es explotar un yacimiento de ilusiones. Soy agua dulce en medio de la mar, ventana que te salva del horror de este mundo. Soy puro corazón.

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Cardumen Celebremos ahora que el día pierde su camisa de luces y una estela amarilla de gaviotas es el signo vital de tu presencia. es tiempo de extraviarse en la selva de los nombres: marísima, babel, limantia, sulamita. Celebrar del verano la llama y sus muchachas, sus hermosas muchachas a la medida del corazón. A sumergirnos en el rio del amor, si alguien sale vivo que lo cante. El que canta celebra. El que celebra sana las heridas del mundo con astillas de luz.

Poema de los excesos Cada día fluye menos lo que mar fue, lo que torrente de eléctricas palabras. La pistola del alba nos caza más temprano ¿Será que el temporal de los oficios y los días nos cobra la factura puntual de los excesos?

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Minerva Margarita Villarrreal Montemorelos N.L., 1957

De su obra poética destacan los libros Dama infiel al sueño, 1991; Epigramísticos, 1995; El corazón más secreto, 1995, y La condición del cielo, 2003. Es autora de Brújula solar, Nuevo León 1876-1992 (antología de la poesía de Nuevo León). Actualmente es directora de la capilla Alfonsina de La Universidad Autónoma de Nuevo León.

Apocalipsis Quizás yo no entendí que lo que él me daba era amor. Que sus palabras flotaban en el viento para que yo despertara. No se trataba de entender, sino de sentir sus cálidos latidos, más un dique, una barrera, una muralla de silencio de nuevo pronunciada, Un áspid enroscado muy adentro: esa cárcel que el fuego del infierno cuece y a cuyo fondo vamos; siempre el miedo con su sello de muerte, el secreto asfixiado por la voz y los caballos furiosos de no ver, de andar de galope en galope hasta el abismo. Cuando lo nuestro terminó los jinetes vengaron su ira: llevaban mi cabeza entre sus manos.

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El que perdió la brújula Como la soga de inquietud bajo la rama, liliputiense vástago cuelgas de la semilla prematura, del arbusto cual follaje filtra rayos del padre que ciega, del cetro que no da. Soga de ansiedad estéril duermes bajo el ardiente mediodía: termina de enlazar tu corazón termina de morir. Que la tierra blanda se abra a tu caída y te trague y fortifique desde tu sedienta boca insatisfecha el deseo de los vivos, su pasión

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José Javier Villarreal Baja California, 1959

Radica en Monterrey N.L. Entre sus libros de poesía se cuentan La procesión, Portuaria, Deseos, Bíblica y Campo Alaska. Es maestro en la Facultad de Filosofía y letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Recibió el premio Nacional de Poesía Aguascalientes en 1987.

Musas

I

Encendían antorchas en puertas donde los hijos avecindaban sus extremos

de galopar no se cansaban hasta encontrar en la cima del verano, la calma flor de la amapola

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II

Distinta y muy cerrada en el dulce coloquio de la flor; en sandalias, sobre las olas hacia abajo tu dulce canción con sus frutales nidos; hierbabuena que se desplaza, quiebra, atenta húmeda en los pretiles frente al espejo. Así, como o quien camina la canción se calla.

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Otoño Este día el otoño es una piedra azul Un jalar del gatillo en la noche; solo un rumor: la caricia que abre las alas. El otoño es una gran herida, un fuego violento, El cervatillo que no deja rastro alguno, La sombra en el ángulo más claro de tu risa. A veces parece estar muerto sobre el césped pero tan solo aguarda un descuido para caer de lleno, para tender sus redes amarillas en torno a tu cuerpo. El otoño asemeja ser una fiera desconocida, una serpiente marina soñada por los navegantes del siglo xv, la pesadilla donde descansa la razón de la joven amante. El otoño, con su pesadez de años, Abriendo las puertas de los jardines vedados.

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Eduardo Zambrano Monterrey, N.L., 1960

Ha publicado entre otros los siguientes títulos: Del coleccionista, 1988; Aquí afuera, 1997; Reincidencias, 2003; Tiempo aire, 2010.

Zapatos

Acomodarse al tiempo al cuerpo a las circunstancias a lo que venga de amor o desamor a los años a las largas esperas Avenirse a los simples oficios a los desvelos

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a las consecuencias casi siempre excesivas que dejan la intimidad de la rutina y el asombro Reconciliarse con la ingenuidad del niño con la rebeldía adolescente volver a lo que siempre y nunca fuimos acomodarse los zapatos abrocharlos empezar de nuevo a caminar.

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Back to the future El viaje hacia tu propio corazón. Omar Lara

A lo largo de mi vida he trabajado en oficinas y rebajado a horarios y tareas infames mi triste ciencia. Mi pasión la he vivido en garajes donde el alma ha construido naves para llegar al futuro. He armado con palabras esas naves. No tengo la más mínima idea dónde voy a ir a parar. No espero que alguien escuche mi llamada de auxilio. He perdido contacto con mi realidad. El impacto ahora es inminente. Quizá del choque con este inhóspito corazón, estará hecho el futuro.

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Sólo los muertos no escapan (35) Mi corazón es una bestia de carga, la pesada mula de imposibles que de pronto se hecha y a los duros golpes del patrón se levanta a un trote de esperanza. Una bestia de carga que no sabe de caminos, sino de noches y días que se suceden, como sucede que de pronto hay un remanso para darle de beber a la aventura y dormir parado a la sombra, junto a un árbol. En mi corazón caben tantas incertidumbres como desmesuras con las que viaja un loco: baratijas del ayer, raros proyectos, hasta el alimento imaginario que de pronto se llena de moscas en esa milagrosa y cruel desdicha.

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Quién llegué está noche (30) Conócete a ti mismo Aunque seas claustrofóbico. (31) Ironías del tiempo en este maldito milagro de ser hombre muerto y vivir para contarlo. (32) Al menos aquí En medio del desamparo Tuve un testigo: me tuve a mi mismo sin ser la marioneta colgada de la historia, ni la parafernalia literaria entre concursos y limosnas.

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Samuel Noyola Monterrey, N.L., 1965

De él como personaje se cuentan muchísimas historias, él nos narra las suyas en los libros Nadar sabe mi llama, 1986; Tequila con calavera, 1993; Paloma negra productions, 2003, recientemente la editorial El tucán de Virginia ha publicado en la colección Ráfagas de poesía El cuchillo y la luna, poesía reunida (2011).

Letra para un organillero El peso real de las palabras vi reverberar en unos signos trazados con carbón por el pueblo en el pecho del muro vigilante bañado a blancal por todos lados El signo-sol es una nota con cara: ojos entrecerrados y la nariz que respira toda la insana luz del mediodía de este invierno irreal El signo-corazón es doble: en su centro gota negra, un corazón palpita bocabajo, como el mustio murciélago dormido o la nalgona diosa del trapecio.

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Bajo la lluvia ácida Azufre con que sufro en el sufragio Orgías que la lengua de Quevedo entredaderas y enrelíneas cifradas en borroneado paisaje. Ya sube el sol y baja la lluvia ácida ¿Si he vivido aquí, por qué regreso? Pienso al correr bajando por la calle. Porque no escucho las cuerdas del arco iris y fosforece en el infierno del ciudadano el cuerpo todo ardido A ver herida la ciudad regreso. A ser herida de ciudad. El centinela Con el aceite de la noche lúcida me desvelo puliendo tu nombre que empieza a brillar como un arma. Con el aceite de la noche lúcida me desvelo bronceando tu cuerpo que empieza a brillar como un alma.

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Luis Aguilar Tamaulipas, 1969

Reside en Monterrey N.L. donde estudió periodismo, es además catedrático, escritor y traductor, ha publicado: Eclipses y otras penumbras; Tartaria, Mantel de tulipanes amarillos, y La entrañable costumbre o el libro de Felipe, entre otros títulos. En el 2006 obtuvo el premio nacional de periodismo Fernando Benítez.

Nombrar la piedra bola Escogió color a las persianas, los muebles de la casa, libreros al estudio. Decide los cuadros que se compran, las remodelaciones, las colchas y caricias que impiden que escribamos "nuestra piel" sin ningún temor al frío. Dejé entonces llamarse a mi memoria como quiere. Al menos una cosa quiero escribir de esta historia fantástica que fluye sin mí -piedra bola- como agua de su río.

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Cien por ciento algodón Antes de caer la noche, de bajar hasta el cien por ciento algodón de sus muslos, amputo de mi vida la entrañable costumbre de rezarle al ángel de la guarda. Mi único milagro son sus clavos ardientes perforándome, sé que Gabriel nos observa en cuclillas, desde el fondo de una barda oscura. Lamenta la frustración de su amenaza.

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Tartaria No ha salido el sol Y en mi reloj -ojera inmensaSon apenas los segundos. No ha salido el sol y en mi reloj -ojera inmensason apenas los segundos. No ha salido el sol y en mi reloj ojera inmensa Son apenas los segundos. No ha salido el sol y en mi reloj ojera inmensa son apenas los segundos No ha salido el sol y en mi reloj ojera inmensa son. Apenas los segundos.

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Armando Alanís Pulido Monterrey, N.L., 1969

Poeta y promotor cultural, dirige y coordina desde 1996 el proyecto literario Acción Poética, que intenta que la poesía sea parte del paisaje urbano mediante la pinta de versos en muros de la ciudad, algunos de sus títulos de poesía son: Los delicados escombros, 1998; La costumbre heroicamente insana de hablar solo, 2007 (con un prólogo de Gonzalo Rojas); Nada que ocultar, 2011; Ritual del susodicho, 2010; Combustión espontánea, 2005, entre otros. En el 2009 recibió el premio nacional de poesía experimental.

Zumbido Es tu voz inscrita como fragancia una alucinación traducida y como también es frágil, considérese una maravilla y léanse unas letras chiquitas que dicen: no tengo palabras.

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Mario prado decide subirle unos centímetros más a su falda de lentejuelas Todos lo miran (todos lo admiran). Saben que siempre dirá las peores cosas en cualquier entrevista televisiva o en sus memorias o antes de saltar a la pista -que situación que situación- y confesará además con lujo de detalles, la hora exacta en que perdió su credencial de elector, la vergüenza, la virginidad Y los regiomontanos de la época (como todos los regiomontanos de todas las épocas) se escandalizarán.

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Mis pensamientos se elevan en un seven eleven ¿Qué pregunta se hará una salchicha en un seven eleven mientras da vueltas y vueltas en espera de ser embarrada de aderezos para luego ser devorada por una boca antojada y no hambrienta?

Mty es un video en mtv Y aunque quisiera cantar la conmovedora belleza de este mundo no consigo derramar más que adioses y pañuelos húmedos y la ciudad -tarjeta postal- me dicta un poema de versos interminables como sus avenidas.

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©José Hernández-Claire

 Fiesta de San Isidro | Martes de Carnaval en San Martin de las Flores, Tlaquepaque, Jalisco | 2012


O t ras l etras

Varios cuentos

Pedro de Isla

Postrado El piso está siempre frío y el lugar oscuro. Apenas si escucho sus voces afuera. Están regateando por mí, como lo hicieron la primera vez junto a una seca noria hace más de sesenta años. El dolor de mi espalda se mantiene incólume, avanza como un viejo escarabajo, a veces enterrado en la arena escondiendo sus movimientos, a veces dejando marcas tenues que guiarán a la serpiente hasta encontrarme. Mis hermanos se volvieron esos escarabajos, todos más viejos que yo. La serpiente, mi serpiente, es la muerte. A ratos alguno de los escarabajos entra, permanece junto a la puerta, se recuesta en un cómodo sillín que hace años usé con suntuosidad y sale a dar instrucciones que nunca di. Desde el sepelio de mi viejo es así, intuyeron las represalias que caerían sobre ellos, buscaron evitarlas y a partir de ese día estoy postrado en esta tienda esperando la visita de la serpiente. En realidad sí planeaba vengarme. Tras la muerte de nuestro padre ansié regresar a estas tierras para hacerlos pagar, aunque fuese tarde, todos mis sufrimientos como esclavo y preso, pero ellos desconfiaron de mis palabras.

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De alguna forma intuyeron la verdad, se me adelantaron y su veneno me postró en este lecho hace casi veinte años. Benjamín, quien pudo deshacer sus planes, es demasiado cobarde, como Efraín o Manasés. Rubén, en cambio, siempre tuvo un alma vieja y no podía esperar ningún gesto de autoridad de su boca o sus manos. Faraón lo desconoce, pero mis hermanos hacen negocios usurpando mi palabra y sus órdenes. Su codicia es tanta que, cuando yo falte, los egipcios nos expulsarán de estas tierras, a donde llegué a cambio de veinte piezas de plata. Eso lo soñé, como tantas cosas que al final sucedieron, aunque nunca se los diré jamás.

Estrategia La avanzada hizo una labor perfecta y debemos de reconocérsela: revisión y entendimiento del terreno, mimetizarse con la población, detección de puntos débiles, bloqueo de rutas de escape, instalación de sistemas de comunicación simples y seguros, difusión de rumores apropiados al efecto, acopio de armas en sitios distribuidos por la ciudad y detección de almacenes con materiales inflamables. Lo hizo tal y como se describe en cualquier manual militar. Después vino la operación de distracción. Aprovecharon la fiesta anual del fin de la cosecha de granos para promover una forma alternativa al tradicional festejo: era más propio de una fiesta desfilar por las calles y los campos cercanos acompañados de bailarines, tambores y trompetas. Siete días consecutivos de jolgorio con los que

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mostrarían su opulencia y generosidad regalando una pequeña parte de los alimentos recolectados a quienes apenas si sobrevivían en su miseria. Al principio, como era lógico, pocos se acercaron al evento, temerosos de alejarse de sus tradiciones. Era una reacción prevista en un manual de estrategia medianamente bueno. Cada día, sin embargo, aumentaba el interés, principalmente entre los menos afortunados, quienes veían la oportunidad de alegrar un poco sus vidas y conseguir algunos alimentos gratis. Quienes aún no acudían, al menos observaban el paseo desde las ventanas de sus casas o aglomerados en los pasillos sobre las murallas de la ciudad. También llegaron muchos viajeros que parecían los más entusiasmados. Nadie notó su anormal y continuo arribo. Para el séptimo día, media ciudad formaba parte del espectáculo más grande ocurrido en Jericó. También aparecieron grandes cantidades de licor. Cuando las trompetas cambiaron su marcha festiva, los estandartes se convirtieron en lanzas, los viajeros en soldados armados y las catapultas destrozaron el viento. Fueron dos años de estrategia. Empezamos mucho antes de que nuestro pueblo llegara al Jordán.

Holocausto He llorado durante semanas, lo he hecho en silencio, a gritos, rodeada por mis compañeras, con arcadas, sin lágrimas, en soledad, con suspiros, sed y rabia, jamás maldiciendo mi suerte.

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He llorado tanto. Intento hacer más llevaderos los días, quiero mantenerme despierta porque así siento el paso del tiempo avanzando despacio, pero los pensamientos se anegan en mi corazón; son tan distintos y, sin embargo, siempre tienen el mismo final irrevocable. Cuando finalmente el cansancio me vence y tengo que dormir, el tiempo se vuelve una flor que exhala su último aroma antes de secarse, flota entre cuervos azul oscuro y los sueños que lo acompañan se vuelven inmisericordes, invaden mis certezas y la boca de mi padre. Me sueño en casa, esperando a mi padre, sé que no debo salir a su encuentro pero lo hago. Sé lo que va a pasar y, sin embargo, no puedo hacer nada por evitarlo. Cada sueño es igual al anterior. Siempre. Me turba verme como si no fuera yo sino otra

que me observa corriendo delante de mi casa con el pandero y los pies al aire. Yo tan contenta de su hazaña y él ofreciendo un holocausto sin pensar en las consecuencias. Entonces veo a mi padre agitado desgarrar sus vestiduras y lanzar un grito que me despierta. ¿Acaso valgo un juramento? ¿desde cuándo una mujer es tan importante? Hemos sido una buena pieza de intercambio y pago entre tantos pueblos que se matan, luego se reconcilian y finalmente comercian con sus hijas y las hijas de sus hijas. ¿Es posible creer que ahora mi holocausto es capaz de salvar de la aniquilación a la casa de Jefté y a los hombres y ganados de Galaad? No imagino huir al destino, simplemente lloro mis desgracias: morir y sin conocer varón.

Pedro de Isla | Ingeniero Químico y de Procesos, con estudios de maestría en Mercadotecnia, ambas por la Universidad Regiomontana. Con más de 20 años de experiencia coordinando círculos de lectura y talleres literarios. Ha recibido importantes reconocimientos, como el Premio Internacional de Cuento Juan Rulfo, 2005 (Radio Francia Internacional), el Premio Latinoamericano de Cuento “Edmundo Valadés”, 1992 (Casa de la Cultura y Gobierno del Estado de Puebla), el Premio Nacional de Cuento de la Universidad de Monterrey, 1991, y el Premio Nacional de Narrativa Yoremito (Centro Cultural Tijuana), 1998. Ha publicado Papá se pegó un tiro hoy a las 6:52 de la mañana, Jus, 2010; Del Roble-Juárez, crónica de una ciudad, UANL, 2010; Todo Hombre es como la luna, Conaculta, 2001, y Batichicos, Ed. Yoremito, 1998.

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Acción pasiva en la obra de Francisco Larios (y otros temas)

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ara alegría de muchos el presente número de La otra. Revista de Poesía está ilustrado con obra reciente del artista Francisco Larios, nacido en Guaymas, Son., en 1960. Debo decir que la primera vez que vi obra suya fue en 2004 en la galería Nina Menocal de la ciudad de México y que esa exposición, dedicada al tema de la infancia, significó mucho en mi universo personal. Recién regresaba yo a la ciudad de México, después de una estancia de siete meses en un Londres que, paradójicamente, conocí a fondo por los caminos de la expansión de conciencia vía algunos medicamentos imprescindibles en ese momento en que la salud me traicionó. Vulnerable, feliz de haber vuelto a la vida, estaba lista para conocer una obra en donde el autor se situaba ante el mundo desde la fragilidad de la niñez, expuesto en totalidad. Había en esa muestra una mezcla de influencias que la hacían única. No sólo por el uso, austero y a la vez festivo, del collage, realizado con pedazos de tela, recortes de revistas y retratos discretos del niño que fue, sino por una especie de anti-narrativa donde uno, como espectador, le daba el golpe no sólo al trozo de infancia que el artista había querido develar, sino a la propia infancia. Hijo de un pescador y de una costurera. Nacido en una zona marítima donde la vista abarca ex-

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Magali Tercero

tensiones tan felices como angustiantes de mar y más mar, Larios debe de haber aprendido mucho, gracias la naturaleza y al diario buscarse el pan de sus padres, sobre la vida real. Imagino lo habrá hecho desde una dimensión que no todos los artistas son capaces de observar de frente. En su obra encuentro no sólo un sentimiento poderosamente poético, y por tanto verdadero, de lo inmediato, sino la reflexión constante y seria sobre el más nimio acontecimiento. Todos los días, y esto es algo que siempre he creído, nos vemos frente a hechos fundamentales de la vida que a primera vista parecen muy poco memorables. Luego la memoria nos delata ante nosotros mismos y ante todos los demás Otros, y nos descubre cuáles fueron las primeras heridas del combate, cuáles se pudrieron y cuáles fueron transformadas en más vida. En contraparte, asuntos como la muerte, vistos desde esa su mirada tan suya pues reconocería su estilo a mil kilómetros, terminan siendo temas minúsculos de la cotidianidad porque corresponden al caos de la creación. NIRVANA Tiene razón Francisco Larios cuando relaciona el video Altamar, de 2004, con su serie de ocho

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piezas, Oniris, sobre la violencia en Monterrey. La estética de ambos periodos muestra grandes afinidades entre sí. De hecho, nos remite a una especie de paisaje lunar en donde podemos refugiarnos. Cuando Larios me escribe, vía email, que encuentra “consuelo en la desolación de lo poético” pienso, no sé por qué razón, en una entrevista donde Borges habló sobre su experiencia mística. Cito un fragmento: “Christian Wildner: ¿Alguna vez, desde su infancia hasta hoy, usted percibió, sintió o intuyó la presencia del mundo angélico o trascendente? Jorge Luis Borges: No sé si llamarlo angélico o trascendente. Pero sé que... bueno... Yo dos veces en mi vida he sentido el hecho de vivir fuera del tiempo. […] Una vez fue en Palermo, y otra vez fue en uno de los puentes detrás de la estación de Constitución. Y esas dos veces, me habían sucedido cosas, bueno, que me habían conmocionado durante el día. No sé... Una mujer me había dejado... Y de golpe estaba pensando en eso, y de pronto me vi así, en tercera persona, y sentí: ‘qué puede importarme lo que le pasa a Borges, si yo soy Otra cosa; lo que me ha pasado es meramente circunstancial.’ Ahora, yo no sé cuánto ‘tiempo’ duró ese estado; pero yo me sentí, no sé si feliz, pero como, bueno… como sereno, como arrebatado así de todo. Y he tratado de decirlo, una vez en un poema y otra vez en prosa, pero no sé si he logrado comunicar esa sensación. Cuando estuve en Japón tuve ocasión de conversar con un monje budista, y él me dijo que había alcanzado el nirvana”. Esto que cuenta Borges lo intuyo, o quiero intuirlo, como el estado poético provocado directamente desde la nombrada por el Francisco Larios Y eso, no sé si es excesivo afirmarlo, es lo que encuentro no sólo en Oniris, la serie sobre los

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muertos de Monterrey, sino en su serie sobre la infancia, la que me hizo saber que su obra podía decirme algo central. La melancolía es el corazón del artista. Sin ella no podría ver más allá, aunque en esta época todo mundo quiera convencer al otro de que debe ser positivo (qué vocablo más repugnante y tonto). LA VIDA ES UNA CHISPA ENTRE DOS NADAS Para realizar el Altamar, Larios tomó como base la frase de Sartre que da título a este apartado: “La vida es una chispa entre dos nadas”. Y así realizó una obra situada “en medio de un mar encrespado y borrascoso donde un venado cruza todo el plano”, según me escribió vía mail a principios de agosto. El comentario continuaba de esta manera: “Así como [el venado] aparece y desaparece en medio de la bruma, a veces uno encuentra consuelo ante la desolación en lo poético. Esta pieza se volvió muy significativa para mi en los años tan violentos que vivimos en Monterrey”. Como mencionaba antes, Oniris trata sobre la muerte, sí, pero no sobre cualquier muerte. Pero citemos al artista: “Esta serie es en un principio resultado del momento tan difícil que pasamos en México y en particular en Monterrey. Mi intención fue representar esta región y su geografía como un espacio donde el dolor y la pérdida se vive a flor de piel o a ras de tierra. Avanzando un poco más en el proyecto inicial, esa geografía se convirtió en una topografía particular para después verme de alguna forma sintetizando, presentando y tratando de representar ese duelo o pérdida inicial. Aunque estas imágenes son, en apariencia, una representación de la muerte (narcisista y romántica), no son una

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reverencia melancólica hacia lo perdido sino una especie de memorial en el cual se hace el duelo y se da un encuentro entre el ser y el objeto perdido, una despedida del ser hacia el objeto perdido y una bienvenida del objeto perdido hacia el ser. El ser y lo perdido en un proceso oscilante: duelo y melancolía. Dado que no podemos experimentar en nosotros mismos nuestra propia muerte, aquí lo que cabe es una proyección hacia delante, un esfuerzo de reconocimiento [pues], a pesar de los avances en la ciencia y el conocimiento y todos los descalabros que acarreamos y ahora mismo vivimos, pesa sobre nosotros la búsqueda, incesante e incansable, para establecer nuestra identidad. Al final lo único propio que aún nos sigue quedando entre manos es que somos seres hechos para la muerte”. Este párrafo del artista vale, por sí mismo, más que mil textos de los críticos más sesudos de México. ¿Cómo es que nos atrevemos, quienes escribimos crónicas o críticas sobre arte, a esgrimir la razón para poner tache o palomita al artista? Pero esto es sólo un pensamiento subordinado. Lo que cuenta aquí es decir al lector que aquí encontrará a un artista que habla desde la emoción más neta, desde la búsqueda real de poesía más allá de la desolación. Larios ha trabajado también la serie Etnó-

matas. Las 17 piezas que la integran, cada una mide 11 x 14 pulgadas funcionan como un políptico con el que se busca “involucrar al observador en un ejercicio de conciencia para hallar la imagen como resultado del acto de observación”. Sobre el políptico dice Larios que colocó en los extremos las dos figuras para acentuar el hecho de que las imágenes resultan de un acto pasivo”. Releo lo anterior y aparece, de nuevo, el vocablo “nirvana”. Es cierto que “acto” y “pasivo”, colocados juntos ante la vista del lector, suenan a contradicción pura, pero en el mundo borgiano, o en el mundo del budismo zen o en el mundo lariano, ambas palabras pertenecen, sin más, a la familia de conceptos que intento construir específicamente desde este texto sobre un artista excepcional. Para terminar, sólo mencionaré los proyectos Tierra gemela (1000 dibujos) y Void patterns (“esculturas” digitales de resina acrílica de 15 x 15 x 40-45 cm). Ambos entroncan directamente con Etnomatas porque, una y otra vez en el mundo del artista, “la imagen es producto de un acto pasivo”. Aunque, aclara Larios, en este caso se documenta el suceso, la acción, el performance como consecuencia del acto consciente”.

Magali Tercero | Cronista y periodista cultural. Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez 2010. Es autora de Cien freeways: DF y alrededores, de San Judas Tadeo, santería y narcotráfico, y coautora, con Teresa del Conde, de Frida Kahlo. Una mirada crítica (Planeta, 2007). Obtuvo el Premio SIP de Excelencia Periodística 2007, en la categoría de crónica, de la Sociedad Interamericana de Prensa en Miami (SIP), y el Premio Nacional de Crónica Urbana Manuel Gutiérrez Nájera, otorgado por la UACM en 2005. Fue miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte (SNCA), periodo 2007-2010.

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Francisco Larios | Nació en Guaymas, Sonora, en 1960. A finales de los años setenta vivió cinco años en el desierto bajacaliforniano; entre 1981 y 1986 estudió Diseño Gráfico en el Instituto Superior de Ciencia y Tecnología de La Laguna, en Gómez Palacio, Durango. Desde 1986 vive en Monterrey, donde trabaja y, desde 1990, exhibe regularmente su obra.

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L engua de sastre

Jacobo Rauskin

Nuestro tiempo recoge las derrotas

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e ha querido situar en una suerte de presente perpetuo el tiempo de buena parte de la poesía de nuestra época. La idea, cara a los pensadores del pasado, de que el presente puede ser aquello que efectivamente se puede perder en nombre de la muerte, hacía aun más atractiva esta hipótesis del presente como único tiempo de vida. Incluso los optimistas a ultranza de las poéticas del presente perpetuo están emparentados, curiosamente, con los fundamentos del pesimismo en Schopenhauer: La forma de aparición de la voluntad es sólo el presente, no el pasado ni el porvenir: estos no existen más que para el concepto y por el encadenamiento de la conciencia, sometida al principio de la razón. Nadie ha vivido en el pasado, nadie vivirá en el futuro; el presente es la forma de toda la vida. No sé cómo será para un pensador, digamos, profesional, hacer tabla rasa con el principio de la razón suficiente y pensar, o percibir (este verbo y sentir aquí como sinónimos) que el tiempo circular puede arrojar al hombre una luz que lo salve del presente entendido como única forma temporal de la voluntad. En la poesía, por supuesto, es más fácil encontrar este camino. La poesía de la nostalgia, que puede ser un viaje al pasado o un viaje del pasado al presente, ofrece al

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hombre adolorido los primeros grandes bálsamos que necesita su espíritu y lo reconcilia con la inexorable caducidad de todo lo viviente y también con la ilusión de las edades. Si algo no deseo hacer es invitar al lector a un viaje por el mundo de la nostalgia sólo con el propósito de evadirnos del presente. Lo digo puesto que los viajes del pasado al presente son también nostalgia y porque la instalación del espíritu derrotista que vivimos en nuestro tiempo suele ser alterada por la nostalgia. Además, podemos encontrar que el terreno de la modernidad tardía es pantanoso: no resiste la instalación de una fuerza tan poderosa como el derrotismo. Es más, la creación, a partir de la nostalgia, de un presente artístico posmoderno, algo que se vio hasta el hartazgo en la mezcla de los estilos arquitectónicos, devalúa tanto a la nostalgia como al derrotismo. De hecho, la marca del posmodernismo es la devaluación de los estilos en nombre de la estética ad usum de los mecenas posmodernos, el clan de los devotos de Fukuyama. El nuestro es un tiempo que recoge las derrotas. Sobre todo, la derrota de los sistemas económicos en los que se afirma la sociedad. La poesía en general y de manera notable la de los poetas latinoamericanos ve en la derrota un desafío mayor. Y ya no hablamos de la derrota del socialismo, sino de la

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derrota que hoy vive el sistema capitalista tradicionalmente asociado con la bonanza generalizada. La denuncia de los estragos a los que se somete la humanidad en nombre del sistema en la fase actual -neoliberal- es encabezada por la poesía y por las otras artes. Por supuesto, no falta el nihilista puro que sostiene que no hay sistema confiable. Esa negación del nihilista está muy difundida incluso entre quienes lo son sólo en los términos del sistema económico. Vemos un número cada vez mayor de nihilistas selectivos que no creen en los sistemas económicos, pero que tienen una fe ciega en los sistemas que bajo el nombre de estéticas o de poéticas hacen circular. Esa fe es inútil. Se puede ser escéptico en esto y no en lo otro, pero no se puede ser nihilista en esto y tener fe en lo otro. El fideísmo tiende a menospreciar a la razón, el nihilismo a exaltarla, la toma como la última realidad y, a partir de ella, sólo da origen a la irracionalidad sistematizada en nombre de las poéticas o estéticas que en ella se depravan o degeneran. Hitler y Stalin concibieron sus propias dictaduras como ejercicios inhumanos de una estética del poder y no como la praxis ideológica de una filosofía. La idea de belleza aria es un concepto estético con fundamentos no menos irracionales que los de cualquier estética, pero detrás de esa irracionalidad no hay un camino de regreso, el cami-

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no se ha cerrado a la razón por haberla agotado: hay nihilismo. Para Stalin, el non plus ultra del arte eran los lienzos con los tractores pintados por los pintores del realismo socialista. Esos tractores no estaban en el campo, estaban en la nada disfrazada de campiña rusa. Nihilismo, adhesión a la nada, eso era el realismo socialista. Debemos admitir que el nihilismo posterior, y actual, incluye a la bolsa de valores de New York. Ella se mueve, financieramente, sobre un fantasma. Washington, técnicamente, ha quebrado, pero emite la única moneda de gran circulación internacional y todo el mundo actúa como si nada hubiera pasado: la razón crea su último monumento y luego lo destruye. Se puede correr detrás de un dólar por los motivos que sean, pero ese dólar no se emite en Washington en función de la doctrina financiera capitalista sino del nihilismo oculto en la aparente confianza mundial en el sistema. ¿En qué sistema? ¿En la cotización virtual de las acciones en la bolsa? La bolsa en New York contribuye notablemente a la creación de una nueva estética de la perversión en el páramo del pensamiento centrado en el poder. Lo irracional abre una puerta al endeudamiento sin límites de los Estados Unidos. Aquí la razón ha fracasado ya. Podríamos decir que, sin ese endeudamiento el neoliberalismo se desplomaría en el mundo entero. No vayamos

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tan lejos, lo que se desmoronaría sin duda es la estética imperial que, abandonando la idea de servicio a la cultura que ya le resulta inútil, se refugia en lo bello del dinero que lo es sólo porque no es otra cosa y sólo porque lo dice quien lo impone en el mercado de las ideas. Así sostuvo a gobernantes como Menen en la Argentina. Su gobierno se asentaba sobre el principio de igualdad del tipo cambiario del peso y el dólar en el vacío de la economía negada en nombre de una alianza no precisamente infrecuente: el desprecio a la gente común y la estética de la perversión. Su fundamento real no era ni racional ni irracional, era esencialmente estético, era una versión caricaturesca y depravada de la estética del mal derivada de Baudelaire que le llevó a Wallace Stevens a decir en un momento que Un dólar era poesía. Volvamos al peso. Si un peso es igual a un dólar, entonces un peso es tan noble y bello como un dólar. Por supuesto, los circuitos delictivos ayudan al arte financiero de los directores de bancos y los ministros de economía a vaciar naciones enteras. ¿Y qué sino esto sucede en Grecia hoy? Pero hay que entender que el escenario de la depravación estética imperial es el de los países tomados como cuadros en una galería de arte. Cuando la economía capitalista abandonó sus reglas (y las tenía y eran muy rigurosas) algo las sustituyó. Ese algo es ahora la

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configuración estética de las naciones sumidas en el menos auspicioso de los escenarios. Sólo el abandono de la lógica del capital, puede explicar el crecimiento de China. Un país que se cotiza como un gran cuadro en una galería de arte. Las seguridades del inversionista extranjero en dicho país están sólo garantizadas por lo innombrable: el temor a una guerra de exterminio desatada por Estados Unidos. Por otra parte, la capitalización de China es un nuevo triunfo de la Estética del Mal. La bella China capitalizándose sería la confirmación de las bondades del sistema. Hundir a Grecia, luego a Ita-

lia y a España, para demostrar que el marco, vestido de euro, sustituyó a la Wermacht. ¿Y qué futuro puede tener Alemania en tal escenario? En nuestro tiempo, corteja a la violencia esta nación que ha pasado todos los límites en términos de estricta depravación histórica, Curiosamente ella es incapaz ya de disparar un tiro y teme, con razón, ser el teatro de cualquier futura guerra. Sin embargo, no deja de ser prudente recordar que, en lo que atañe a Alemania, Casandra no es un mito griego, es una agencia de noticias que anticipa la noticia.

Jacobo Rauskin | Paraguay, 1941. Ha publicado más de una decena de libros de poemas, entre los que destacan: Oda (1964); Casa perdida (1971); Naufragios (1984); Jardín de la pereza (1987); La noche del viaje (1988, Premio La República 1989); La canción andariega (1991, Premio El Lector); Alegría de un hombre que vuelve (1992); y Fogata y dormidero de caminantes (1994). Sus poemas han aparecido en diversas revistas y publicaciones antológicas paraguayas y extranjeras.

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La comida en la poesía mexicana Un acercamiento al tema Claudia Hernández de Valle-Arizpe

"En el tazón que humea y se apacigua dejo mis ojos de mañana". Elva Macías

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esde hace mucho tiempo escribo sobre comida y cultura. Inicié haciéndolo para el suplemento "sábado" del periódico unomásuno cuando lo dirigía Huberto Batis, con una columna semanal que se llamaba “La divina comida". Hace 20 años escribir en México sobre ese tema no era prestigioso y hasta te miraban con cierto desdén si —como en mi caso— ya habías publicado uno o dos libros de poesía bajo sellos editoriales respetables. ¿Qué pretendes?, me cuestionó un día un maestro universitario. Yo era muy joven y me quedé muda. Ahora le respondería de muchas maneras y sin pestañear: Pretendo escribir sobre un tema esencial al hombre y a su entorno; pretendo escribir sobre un tema apasionante e inagotable que se relaciona con el cine, con las artes plásticas, con la economía, con la antropología, con la Historia. En fin, que la situación ha cambiado tanto que ahora escribir sobre gastronomía es tan socorrido como bien visto en todos lados. Hacer un rastreo de la frecuencia y de las maneras en que aparece la comida en la poesía mexicana moderna, es decir, a partir de José Juan Tablada y hasta la fecha supone, en principio, un ejercicio divertido y sorprendente. Nos revela, entre otras cosas, que la comida suele mencionarse con frecuencia en el ámbito de los mercados, de las ferias, de las comidas familiares y que, en esos casos, suele ser alegre y abundante, además de un recurso descriptivo para mejor trazar un paisaje o hasta un estado de ánimo: “Cromática alegría en la plaza, /verde jaspe en los chilacayotes;

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llos y placenteros que se degustan—, el poeta chileno dejó claro que muy lejos de ser un asunto menor, el de la comida es un tema entrañable porque los alimentos son, en su mayoría, producto del trabajo duro del hombre. En cuanto a Lezama Lima, tanto en su poesía como en su prosa, la comida es pletórica, barroca. El cubano nos regala platos y menús extraordinarios, sin olvidar las frutas tropicales, claro está, que en el panorama cultural y artístico americano es de capital importancia, al grado de que Lezama convierte la ingesta de un zapote en vía de transculturación en el personaje del tío vasco de su novela Paradiso. Lo anterior me hace recordar que cuando le toca a un americano

© Pascual Borzelli

/cinabrio de la flor de calabaza /y alabastro de los chinchayotes..., escribió Tablada en su poema Tianguis, dejando constancia de la importancia ancestral que los mercados han tenido y siguen teniendo en México, pero también, de la comida como un medio para fortalecer la identidad nacional. En el poema El Figón leemos: “¡Júbilo de pescado en escabeche! /¡Delicia de los moles /que guisan las mestizas de Campeche /y en Puebla de los Ángeles, las Choles!", y ya en el súmmum del orgullo ante las creaciones culinarias más sofisticadas: “¡Júbilo de los chiles en nogada /donde brillantes granos de rubí /y granate desgranan la granada!”. Tras Tablada es inevitable detenerse en Ramón López Velarde, quien más allá de “el santo olor de la panadería”, de “un paraíso de compotas”, de “la picadura del ajonjolí”, y de la palabra maíz para definir la superficie que hace a la patria en el más célebre de sus poemas, suele incorporar a los alimentos como sinónimo de alegría y de reunión familiar. El binomio comida-patria en la poesía no es, por supuesto, privativo de México. Se da en todos los países del mundo y, en el espectro de la Latinoamérica del siglo XX, hay dos casos emblemáticos: Pablo Neruda y José Lezama Lima. Desde la papa, la cebolla o el pan —elevados a un rango superior en sus versos encaminados a hablar de la justicia social, de los alimentos senci-

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© Pascual Borzelli

hablar de lo que más extraña al estar viviendo fuera —en Europa o en Estados Unidos, por ejemplo— más temprano que tarde dirá algo así como: No se puede comparar el sabor y el perfume de un mango con el de una manzana insípida. Hablará de los colores y de los aromas de una guayaba, de una piña dulce o de un mamey como si de joyas se tratara. Regresando a México, es imperativo mencionar a Alfonso Reyes, el humanista glotón, defensor de la carne y gran dulcero. El regiomontano incluyó

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en sus poemas y en sus cuentos alimentos y bebidas para referirse a pueblos y costumbres, e hizo de la gastronomía el tema central de su estudio en no pocos ensayos breves. Amante de otras cocinas (como la española y la francesa), alguna vez sentenció: “Una buena comida da tanto placer como la más seductora de las lecturas”. ¿En qué tono hablan los poetas mexicanos de los alimentos en sus versos? ¿Existe alguno que domine? Me atrevo a decir que hay varios. a) El tono bajo, cercano a lo íntimo, que nombra mucho el maíz, el pan, la sal: los alimentos básicos de gran carga simbólica, y que se relacionan con el sol, con la luz, con el ciclo de la vida y la muerte. b) El tono amargo; el que usa alimentos y bebidas para establecer analogías con lo que se pudre, con el veneno, la enfermedad, las adicciones, el deterioro. Así, Rubén Bonifaz Nuño escribe: “es la hora /de los enemigos con máscara, /del pan remojado en la ponzoña”, y en otro poema de su libro Fuego de pobres: “Serpientes salen de la boca, /frutas amargas...”. Y Efraín Huerta, el poeta de la ciudad, en su "Declaración de odio" se queja: “Estos días como frutas podridas”. c) El tono del agradecimiento y de lo festivo, de lo ritual y hasta medicinal. Es grande la necesidad y el amor por los alimentos, y sólo a partir de esa importancia se explican los siguientes

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versos de Algo sobre la muerte del Mayor Sabines: “No podrás morir. /Debajo de la tierra /no podrás morir. /Sin agua y sin aire /no podrás morir. /Sin azúcar, sin leche, /sin frijoles, sin carne, /sin harina, sin higos, /no podrás morir”. Por otra parte, ante la diversidad de olores, colores y sabores que despliegan fiestas y mercados mexicanos, un Octavio Paz igualmente generoso escribe en “1930 vistas fijas”: “mientras destazan carnes, espolvorean sal y queso cándido sobre nopales verdeantes, asperjan lechugas donadoras del sueño sosegado, muelen maíz solar, bendicen manojos de chiles tornasoles”, y sigue después con la enumeración de las frutas y de los dulces con sus bellos e ingeniosos nombres. d) El tono evocador de la infancia. La memoria y los alimentos guardan una relación estrecha en la literatura en general, y en la poesía en particular. En "Asaltos a la memoria", por ejemplo, la extraordinaria poeta coahuilense Enriqueta Ochoa escribió: “De lejos llega el olor de dátiles /que esperan en los cazos de cobre /el de polvorones recién horneados. /Aroma penetrante de mi infancia que nace”, y en otros textos deja constancia de la importancia de las frutas, de las canastas con duraznos y con higos de su tierra norteña y de los manteles extendidos para sencillas comidas en el campo. e) El tono de concientización. Hablar de comida es hablar, también, del

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hambre. En el caso de la literatura española y latinoamericana, basta recordar El lazarillo de Tormes; su tema es, justamente, ése. En la novela cervantina, en la picaresca, en la poesía de los Siglos de Oro, en las novelas costumbrista y romántica de América, sobran los ejemplos en los que la comida, abundante, escasa o ausente, mueve y condiciona a los personajes. Entre los poetas mexicanos, han sido muchos los que han escrito de comida para denunciar el hambre. Cito, solamente, estos versos de “Huelga de hambre” del chiapaneco Juan Bañuelos: "Es el grito del hambre / que a través de los ojos se abre paso en los niños, /y más adelante:" No vale contar más. /Los obreros textiles, las majadas de ovejas, /los ferrocarrileros, la granada y el higo, /y la leche y la viña, y el maguey y el caballo, /y todo lo que brota de la tierra /y se mueve y se yergue, /limpiaron sus labios en la camisa del hambriento”. Tras leer lo que he escrito hasta ahora, veo que se repiten las frutas, y entre las frutas, el higo y la granada. No son las frutas que más se comen en México, pero es grande su belleza y grande su carga simbólica. Más allá de su origen, de su frecuencia y precio en el mercado o de la zona del país en que se cultiven, el higo y la granada dejan al poeta explayarse sobre el tiempo y la paciencia, lo visible y lo oculto, lo erótico, lo dulce, lo brillante. Y ello

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me lleva a mencionar, en la parte final de este texto, al poeta que el lector mexicano relaciona de inmediato con las frutas: a Carlos Pellicer. En su poema Estudios puso a hablar a las frutas, especialmente a las muy tropicales de su tierra tabasqueña, aunque abrió espacio para las uvas que dan “los vinos bíblicos”, para las peras “frías y cinceladas” y, claro está, para las granadas. Entre los autores de generaciones más recientes, no sólo hay versos consagrados a la comida, sino recetas, maridajes, menús completos. Y hay frutas otra vez, tanto como árboles frutales. Yo digo que la mención del limonero, del naranjo o del peral, ya nombra la fruta, como en “La mezquita se extiende entre el desierto y el mar. /En los

patios: /El fulgor cadencioso (rumores agrios) de los naranjos; el sopor /de los musgos, los arrayanes”, de Coral Bracho. Y vuelve a estar el pan, por ejemplo, pero no necesariamente el pan humilde, sino otro más rimbombante, como el del poema Panaderos, de Roxana Elvridge-Thomas: “Crearon las almejas de alta concha azucarada, las tersas entrañas de la miga, /incluso un bizcocho extenso y glaseado”. Vinos, carnes, sopas, hierbas y remedios; de todo y para todos los gustos hay entre los poetas vivos, los todavía jóvenes y los muy noveles. Emprenda el lector, si quiere —en un día de productivo ocio— el rastreo con lupa de lo culinario en los poetas de su elección. Se llevará sorpresas. Caerá en antojos.

Claudia Hernández de Valle-Arizpe | Nació en la Ciudad de México en 1963. Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas por la UNAM, desde hace muchos años se ha desempeñado como editora, correctora de estilo, tallerista y maestra en diversas universidades. Ha publicado siete libros de poesía y tres de ensayo. En 1997 obtuvo el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta por su libro Deshielo. Poemas suyos aparecen en antologías de México y de otros países. Sus libros más recientes son Sin biografía (fce, 2005), Porque siempre importa. Sobre comida y cultura. (uacm, 2009), y Perros muy azules (Premio Iberoamericano de Poesía Jaime Sabines para obra publicada, 2010), editado primero en República Dominicana, y este año en México bajo el sello editorial era. Pertenece al Sistema Nacional de Creadores de Arte.

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Codornices con higos y oporto 8 codornices bien limpias 1 cebolla blanca grande 4 dientes de ajo 1 cucharada de mantequilla 2 cucharadas de aceite de oliva ½ taza de oporto ½ taza de agua 16 higos frescos medianos ¼ de taza de mermelada de higo Tomillo Laurel Pimienta negra Sal

Lave bien las codornices y déjelas sumergidas en leche durante varias horas en el refrigerador. Escúrralas y séquelas. En una olla a fuego medio ponga la cebolla picadita a freír en la mantequilla y el aceite. En cuanto comience a tomar color la cebolla, coloque encima las codornices untadas con la sal, la pimienta y el ajo prensado por dentro y por fuera, y ya rellenas con dos higos partidos por la mitad y sin el rabito. Deje que doren y voltéelas con cuidado con la ayuda de dos cucharas o de unas buenas pinzas de cocina. Cuando estén bien doradas por todas partes, y cuidando que no se peguen, vierta el oporto, flameándolas o dejando sencillamente que se evapore el alcohol y se cocine. Baje el fuego, añada el tomillo y el laurel, y deje cocinar hasta que la salsa comience a reducirse. Añada la mermelada de higo y la ½ taza de agua, tape, y deje cocinar, a fuego bajo, durante 20 minutos más. La salsa debe quedar untuosa, y las codornices suaves. Se pueden servir con guarnición de cuscús o de arroz blanco y, en otro plato, una ensalada verde.

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