LA OTRA
YO POETA CEES NOOTEBOOM
REVISTA DE POESÍA + ARTES VISUALES + OTRAS LETRAS
JOAQUÍN VÁSQUEZ AGUILAR POETAS EN BABEL Abdul Hadi Sadoun Viacheslav Kupriyanov Francis Catalano François Montmaneix Ana Horvat Juliane Liebert
año 5 | enero-marzo 2013
Claudio Pozzani
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año 5 | enero-marzo 2013
FOTOGRAFÍA
SIMONE SASSEN PLÁSTICA SERVIO ZAPATA
El fin de los comienzos
M
ucho se habló en el 2012 del anuncio maya del fin del mundo, como en otros años se insistió en el fin de la historia ante la caída del Muro de Berlín o las visiones apocalípticas del fin del siglo XX. Los mayas tenían una visión cíclica del mundo, de la vida; los dioses arrasaban con sus poderes telúricos, pluviales, eólicos lo que el ser humano y la propia naturaleza construían para abrir camino a procesos de renovación sobre la ruinas del ayer. Nada es para siempre. Es irónico que al llamado “hombre moderno” le resulte incomprensible el cambio cuando en sí mismo representa el cambio. Jean Baudrillard lo define bien con su frase: “El hombre trascendente se volvió exorbitante” cuando viajó al espacio y vio la Tierra desde fuera, cuando salió de sí mismo. Esa nueva ilusión civilizatoria la había anunciado Marshall McLuhan al advertir que la electricidad, la telefonía y los medios de comunicación habían extendido el cerebro y los sentidos de las personas: la presencia en ausencia. Estamos montados en la ola de las caducidades. El ciclo vida-muerte es una verdad de Perogrullo, pero la permanencia de las formas bajo el efecto de la tecnología se acorta. Aunque la memoria encuentra dispositivos más poderosos para su almacenamiento y manejo, se debilita la sensibilidad, la memoria emocional. El reconocimiento del otro, el drama ajeno, nos conmueve menos. Los genocidios son cifras, estadísticas justificables. Solo cuando se es víctima de la propia violencia que se cultiva o se tolera se adquiere conciencia de la tragedia, del dolor. Fuera del territorio personal, familiar, local, nacional, regional, habita el otro como una amenaza o un sobrante que se puede desechar. Cuando el príncipe Harry de Inglaterra explica sonriente que matar talibanes desde su avión es poner en práctica su destreza en los videojuegos, evidencia no su desequilibrio mental sino la mentalidad dominante en este mundo. Iniciamos el 2013 con el deseo de salvar al otro, a ese otro de un nos-otros, de sí mismo, del olvido y la indiferencia. El otro está en la palabra, en el yo común de la palabra. José Ángel Leyva
director general José Ángel Leyva subdirector Víctor Rodríguez Núñez (Cuba-Estados Unidos) editor Alfredo Fressia (Uruguay-Brasil) consejo editorial Jorge Bustamante | Jorge Boccanera | Marco Antonio Campos | Sandro Cohen | Elsa Cross | Antonio Deltoro | Evodio Escalante | Jorge Esquinca | Juan Gelman | Hugo Gutiérrez Vega | Eduardo Hurtado | Eduardo Langagne | Hernán Lavín Cerda | Carlos Maciel | Pablo Molinet | Carlos Montemayor† | José Emilio Pacheco | Begoña Pulido Herráez | Vicente Quirarte | Juan Manuel Roca | Uberto Stabile
Universidad Autónoma de Si naloa rector Dr. Víctor Antonio Corrales Burgueño secretario general Dr. José Alfredo Leal Orduño año 5 |núm. 18 | enero-marzo 2013 Foto de portada De la serie La Última Thule, de Simone Sassen.
consejo nacional aguascalientes Claudia Santa-Ana | chihuahua Jorge Humberto Chávez | distrito federal María Baranda, Víctor Cabrera, Miguel Ángel Flores, Grissel Gómez Estrada, Samuel Gordon, Eduardo Mosches, Lucía Rivadeneyra | jalisco Jorge Souza | michoacán Gaspar Aguilera | morelos Javier Sicilia | nuevo león Armando Alanís Pulido, Margarito Cuéllar | puebla Ludmila Biriukova | sinaloa Elmer Mendoza, Juan José Rodríguez, Elizabeth Moreno Rojas | sonora Juan Manz | veracruz Silvia Tomasa Rivera | zacatecas José de Jesús Sampedro consejo internacional argentina Rodolfo Alonso, Cecilia Romana | australia John Kinsella | bélgica Stefaan van den Bremt | bolivia Eduardo Mitre, Mónica Velásquez | brasil Lêdo Ivo, Floriano Martins, Ana Rüsche | chile José María Memet, Jaime Quezada, Manuel Silva | colombia Rafael del Castillo, Pedro Alejo Gómez, Santiago Mutis, Amparo Osorio, Alfonso Peña | cuba Luis Lorente | ecuador Jorge Enrique Adoum†, Edwin Madrid | el salvador André Cruchaga | españa Rodolfo Häsler, Luis García Montero, Jordi Virallonga | estados unidos Margaret Randall, Katherine Marie Hedeen | francia Stéphane Chaumet, Eduardo García Aguilar | grecia Guadalupe Flores | islas canarias Juan Carlos de Sancho | italia Martha Canfield, Emilio Coco | luxemburgo Jean Portante | paraguay Jacobo Rauskin | perú Antonio Cisneros, Hildebrando Pérez Grande, Renato Sandoval | polonia Krystyna Rodowska, Gerardo Beltrán, Martha Eloy | portugal Rosa Alice Branco, Nuno Júdice | quebec Claude Beausoleil, Bernard Pozier | república dominicana Soledad Álvarez, Alexis Gómez Rosa | rusia Andrei Kofman | suecia Lasse Söderberg, Ángela García | uruguay Luis Bravo, Gerardo Ciancio | venezuela María Antonieta Flores consejo de arte Octavio Bajonero | Pascual Borzelli Iglesias | Guillermo Ceniceros | Rogelio Cuéllar | Felipe Ehrenberg | Esther González | Graciela Kartofel | Samuel Vázquez Las opiniones vertidas en cada uno de los artículos son responsabilidad de sus autores. La reproducción de cualquiera de estos textos está sujeta a la autorización de la editorial y el autor.
diseño y formación Rosalinda Ma. Santoyo Ojeda
página web www.laotrarevista.com Reyes Sánchez Villaseñor mexking@prodigy.net.mx
Precio por ejemplar: $60 M.N. | Suscripción anual $300 M.N. (residentes en México) 30 dólares, más gastos de envío, al extranjero. Correspondencia y suscripciones: La Otra. Revista de poesía, artes visuales y otras letras | Año 5, núm. 18, enero-marzo 2013, es una publicación trimestral editada por Granises, Servicios Editoriales y de Comunicación, S.A. de C.V. en co edición con la Universidad Autónoma de Sinaloa | Aries No. 73, Casa 2, Col. Prado Churubusco, C.P. 04230, Delegación Coyoacán, Tel. 56978342 | www.indautor.sep.gob.mx, infoinda@sep.gob.mx | Editor responsable: José Ángel Leyva Alvarado | Reservas de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2011-032210430500-102 | issn (en trámite) | Licitud de Título No. (en trámite) | Licitud de Contenido No. (en trámite), | Permiso SEPOMEX No. 010203 | Imprenta: Gustavo Ramón Noria (Publigráfica) | Monrovia 505, colonia Portales, Delegación Benito Juárez, C.P. 03300 México, D.F. | Este número se terminó de imprimir el 15 de enero de 2013 con un tiraje de 1 000 ejemplares | Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación | Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización del editor.
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ÍNDICE
Poetas en Babel Abdul Hadi Sadoun | [Trad.] El autor | 5 Viacheslav Kupriyanov | [Trad.] Marcia G. Hernández | 9 Francis Catalano | [Trad.] Kenia Cano | 13 François Montmaneix| [Trad.] Alfredo Fressia | 17 Ana Horvat| [Trad.] Zeljka Lovrencic| 21 Juliane Liebert | [Trad.] Cecilia Pavón | 25 Claudio Pozzani| [Trad.] Argelia Rondón | 29
Fotografía Simone Sassen La última Thule | 34
Yo poeta Cees Nooteboom Cees Nooteboom [Trad.] Roberto Leyva alvarado | La última Thule: un viaje a Spitsbergen | 45 Pedro Alejo Gómez Vila | Peregrinación a la poesía de Cees Nooteboom | 57 José Ángel Leyva | Cees Nooteboom, ojos de nómada | 63 Poemas de Cees Nooteboom | 69 Joaquín Vásquez Aguilar Elva Macías | El paraíso en la tierra | 73
Antonio Durán | El destino poético de Joaquín Vásquez Aguilar | 83 Oscar Palacios | Quincho, 15 años después... | 87 Poemas de Joaquín Vásquez Aguilar | 89
Poetariado
Jorge Ruíz Dueñas | 94 Ramón Fernández-Larrea | 97 Hugo Mujica | 101 Françoise Roy | 104 Karel Bofill Bahamonde | 107 José Javier Sánchez | 110
Otras letras Eusebio Ruvalcaba | La noche es una llaga purulenta | 115
Artes plásticas Servio Zapata Juan Castro y Velázquez | Detrás del paisaje | 119
Lengua de sastre Paul-Henri Giraud | Elsa Cross: Canto malabar y otros poemas | 130 Eclipses Ida Vitale| El Otro | 136
Esta publicación cuenta con apoyo del Instituto de Cultura del Estado de Durango y del Consejo Nacional Para la Cultura y las Artes
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Š Simone Sassen
Poetas en ba b el
Abdul Hadi Sadoun Traducción del árabe | El autor
Bagdad, Irak, 1968. Es autor de una larga lista de libros, tanto en árabe como en castellano, siendo los más recientes Siempre todavía, 2010; Campos del extraño, 2011, y Memorias de un perro iraquí, 2012. Ha publicado tres antologías de poesía iraquí moderna en lengua española: La maldición de Gilgamesh, 2003; A las orillas del Tigris, 2005 y Otros mesopotámicos raros, 2009. Ha traducido al árabe, entre otros, a Quevedo, Bécquer, Martí, Machado, Jiménez, Lorca, Borges, Alberti, Aleixandre, Hierro y Paz. Durante diez años codirigió la revista literaria en árabe Alwah, la única publicada en esta lengua en territorio español, su lugar de residencia desde 1993. Dirige la editorial Alfalfa, especializada en letras árabes modernas.
Poetas en Ba b el
ةصالُخ ينزفحت مك ينطيحت يتلا ءايشألا، بيترت نود اذكه: ءاجرع يسارك ـ سأرلا تافعشب ُ ّطخت ليخ ـ ةسئاي عراوش. نآلا لبق ملعي ال رهن ـ نويع ةبقارمب نوجسملا هريصم ةحيبق. ةداعسلا يفتقت ةدرفنم هوجو ـ فشكني حورلا ملأ و سأرلا ةرشقك زازتهإ لقأب. ةصالخ: يساركلا، ليخلا، رهنلا، هوجولا انأ و فكأ ال نيح ايارملا يف قيدحتلا ةسرامم نع.
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La conclusión Cómo me ilusionan las cosas que me rodean así sin orden: —Sillas cojas. —Caballos, cuyas greñas paren las calles de la desesperanza. —Un río que no conoce hasta ahora su destino encarcelado por ojos grotescos. —Caras sueltas en busca de la felicidad mientras el dolor del alma se manifiesta, como la caspa, nada más moverse. Resumo: Las sillas, los caballos, el río, las caras y yo cuando no olvido mirarme al espejo.
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Llóralo bien Llóralo bien, mas llóralo todo. Le interesan tus palabras, pero está dividido y sabes que todo no lo tendrás. Llóralo... Tu llanto producirá la fina grieta en esta duermevela que llovizna, el relámpago chispeante. Llóralo bien, por el azar que acaso sea o el próximo amanecer. Y esperemos aunque, a cada instante, desaparezca.
Llóralo bien, llóralo, no le dejes bajar la mirada ni transformarse en otro. Dale lo suyo que se levanta en ti. Y llóralo... Sin él no habrá mundo para ti. ...Todo No dejes que escape, sin más. Llóralo bien, más llóralo todo.
Llóralo bien, mas no ante la sorpresa que filtra sus dedos en nuestras costillas, no ante la sorpresa que sin llegar toca el espacio.
Poetas en Ba b el
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Es el momento Es el momento y su sombra acaso sea yo. Es rojo y me ahoga en su tinta, el momento; las metĂĄforas se embisten contra sus paredes de olvido, insaciables, eligen, por fondo, el infinito. El momento... Ay de su ausencia entre un susurro y otro, chasquido igual a este que se acerca dĂŠbilmente ruidoso. Su ligereza es la de un disco que revolea. Escucho. Es el momento quien viene y se va. Yo quien aguarda.
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КРУГ ЖИЗНИ Детство мечтает о мудрости Мудрость бьётся над правдой Правда тоскует о счастье Счастье грустит о мечте
Viacheslav Kupriyanov Traducción del ruso | Marcia G. Hernández
Novosibirsk, 1939. Poeta, narrador y traductor ruso. Se graduó en 1967 del Instituto de Lenguas Extranjeras de Moscú. Entre sus poemarios se destacan Primera persona, 1981; La vida sigue, primer libro en verso libre publicado en Rusia después de la Segunda Guerra Mundial, 1982; Tarea, 1986; Eco, 1988; Poemas, 1994; El tiempo mejor, 2003 y Oda al tiempo, 2010. Selecciones de su obra poética han sido traducidas al alemán, búlgaro, macedonio, neerlandés, inglés, polaco, tamil y serbio. Ha traducido al ruso obras de los alemanes Hölderlin, Novalis, Rilke, Hoffmannstal, Arp, Brecht, Grass y Enzensberger, así como de los norteamericanos Whitman y Sandburg.
Poetas en Ba b el
Мечта стремится к надежде Надежда тянется к вере Вера взывает к совести Совесть твердит о любви Любовь требует мужества Мужество ищет женственность Женственность ждёт материнства Материнство о детстве поёт
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Círculo de vida La infancia sueña con la sabiduría La sabiduría enfrenta la verdad La verdad añora la felicidad La felicidad extraña los sueños Los sueños van tras la esperanza La esperanza persigue la fe La fe apela a la vergüenza La vergüenza insiste en el amor El amor exige valor El valor busca a la mujer La mujer espera ser madre La maternidad venera la infancia
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Tiempo de amar Quien ama ese sabe Que el amor no le alcanza A quien ama A aquellos que no aman El amor les alcanza Porque de aquellos que aman Sobra amor para todos Los que no aman Es mejor amar Y multiplicar el amor Que no amar Y dividirse Pues con el tiempo Cuando no haya quien ame Llegará el momento En que no haya a quien amar Después del tiempo En que no haya a quien amar Llegará el tiempo en que no haya nadie Entonces Ya tampoco Existirá el tiempo
Poetas en Ba b el
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Cercanía Cómo hallar la distancia entre nosotros Medirla con pasos Con figuras que se nos interponen Con almas que se agitan Cuánto se demora una carta Que te envío Mientras estamos Uno junto al otro Por más que dure la cercanía La eternidad Es la separación La medida de todos los amores Espero tu respuesta Y no sé de qué lado situarme Si junto al corazón O darle al corazón más espacio Protegerte del viento O dejar que el viento Y sus ráfagas Se confundan con las tuyas Y qué hacer ante el rostro del sol Cómo retener nuestras sombras Que la noche fundirá En una sola Sin importar Con quién estemos
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Francis Catalano Traducción del francés | Kenia Cano
Montreal, 1961. Poeta y traductor. Ha publicado cinco libros de poesía, entre los que podemos citar Qu’une lueur des lieux (ganador del Gran Premio Quebecor del Festival Internacional de Poesía de TroisRivières y finalista del Premio del Gobernador General de Canadá), 2010, y Panoptikon, 2005. Ha publicado un relato autobiográfico, On achève parfois ses romans en Italie, 2012.
Poetas en Ba b el
D’ici tout est serpent serpiente todo es les sentiers les cours d’eau les montagnes le littoral les lagunes les deltas tout sinue lacet lâché tombé de haut son empreinte dans l’aspérité du monde les courants-jets les isobares les vagues les trajets d’ici s’appliquent les lois spatiales et je vois la turbulence de la proximité la massification du lointain l’énergie libérée par ce qui est loin pour s’en rapprocher l’énergie libérée par ce qui est près pour s’en éloigner concentrée en un signe qui tourne tel un aigle qui tel une ligne horizontale plane au-dessus des courbes à niveau : (Tout sinue)
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Desde aquí todo es serpiente serpiente todo es los senderos los ríos las montañas el litoral las lagunas el delta sinuoso un vaivén suelto caído desde el cielo una huella dejada sobre el áspero mundo corrientes en chorro líneas isobáricas olas y trayectos desde aquí aplican las leyes espaciales veo entonces la turbulencia de la proximidad la masificación en la lejanía la energía liberada por aquello que de lejos quiere acercarse la energía liberada por aquello que de cerca desea alejarse concentrado en un signo que vuelve como un águila semejante a una línea horizontal que planea sobre las curvas del paisaje : (Todo sinuoso)
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Camino descalzo sobre la arena húmeda se forman huellas que pronto son lavadas lamidas mientras resbala la lengua del mar sobre la pendiente en declive constelada de medusas y ajolotes potencial invisible indivisible que reanuda como una salamandra su deber sus pecadillos marinos yo camino y mis pies frotan la tierra y el agua reunidas en total desnudez en esta huella efímera palimsesto océanico borbotón semántico que regresa parte retoma lanza desde el principio (la arena) el fin : (Elogio del non finito)
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El río se llama Tigre, por los tigres que lleva dentro Cristóbal Colón
Reposo sobre la playa de La Entrega en la Bahía de Santa Cruz en este domingo 3 de febrero del 2008 son cuarto para las 10 en la punta del malecón unos jóvenes adolescentes ruedan un balón de fut mientras otros pescan con carnada el sedal amarrado a una botella de Coca el agua del mar al final del malecón es turquesa como mi traje de baño hay un pescado hace tiempo inmóvil de un amarillo chillón como mi camiseta la armonía del séptimo cielo agua turquesa y pez amarillo traje de baño y camiseta porto sobre mí los colores de una naturaleza mágica cuando subrepticiamente en la bahía allá a lo lejos entra un buque trasatlántico desproporcionado : (¡Es Cristóbal Colón!)
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Trop
François Montmaneix Traducción del francés | Alfredo Fressia
Lyon, Francia, 1938. Desde la alcaldía de Lyon dirigió el Auditorium Maurice Ravel. Creó dos centros de arte, L´Atrium y Le Rectangle, donde presentó más de cincuenta exposiciones retrospectivas de artistas del siglo XX. Miembro de la Academia Mallarmé, es también fundador del Premio de Poesía Roger Kowlaski, de la Alcaldía de Lyon. Entre sus poemarios se cuentan: Visage de l’eau, 1985 (Premio RTL/Poésie 1); L’Autre versant du feu, 1990 (Premio Louise Labé); Vivants, 1997 (Premio Rhône-Alpes de Literatura); Les rôles invisibles, 2002 (Premio Apollinaire), Jours de nuit, 2005, y L’Abîme horizontal, 2008 (Premio Alain Bosquet).De próxima aparición: Laisser verdure, prefacio d’Yves Bonnefoy, edición Le Castor Astral. Los poemas de estas páginas pertenecen a Laisser verdure, 2012, prefacio de Yves Bonnefoy, edición Le Castor Astral.
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Ciel trop vaste pour le regard arrête un peu d’élargir l’univers aux dimensions de l’infini à la fin tu pourrais lasser jusqu’au dernier de tes oiseaux à qui l’aube n’osera plus emprunter ses ailes pour sortir de la nuit et peupler le soleil à midi des mouvements d’une illusion aussi dérisoire en sa fièvre qu’un verre d’eau lancé par un enfant au visage de la sécheresse en sa folie goinfrée de bois sec dans les branches
Demasiado Cielo demasiado vasto para la mirada para un momento de ensanchar el universo de dimensiones infinitas al final podrías cansar hasta el último de tus pájaros a quien el alba ya no osará pedir sus alas para salir de la noche y poblar el sol a mediodía con los movimientos de una ilusión tan irrisoria en su fiebre como un vaso de agua lanzado por un niño al rostro de la sequía en su locura atiborrada de leña seca en las ramas
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Lluvia de fuego ¡Mañana! ¡Mañana! El bello mañana... ¿pero qué haré con él pasado mañana cuando tenga que atravesar mi sombra? Ya tengo los brazos cargados de historias todas más humanas unas que otras donde una mujer llora y ríe según que el cielo cambie de nubes entonces mañana sí pero con la condición de pedirle sólo un fuego breve en las ramas de lo alto las que están cerca de la lluvia la lluvia y su faz escondida por el sol que mata los vivos y los muertos
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La bella vida Hace un buen tiempo que observo las nubes tienen todas una manera de aproximarse que augura tinieblas muy bellas tanto que en ese tren pronto podré tocarlas ese día será memorable de repente veré claro por fin sabré cómo lo invisible se disimula tras lo impalpable y por qué lo incomprensible está repleto de preguntas sin respuestas que sin embargo rebosan de una vida y de un sentido siempre enfrente de lo que hubiera podido ser dicho
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La prueba por ustedes Ustedes los erguidos gritando a garganta abierta rumbo al viento por sobre la pelea ¿saben ustedes que sólo anuncian lo que se trama por abajo entre los que se recuestan en el humus que complota? ¿Y eso no les dice nada? ¿Y les es indiferente? Pues bien les cortaremos la palabra llegado el día de nuestra violencia el día de irse a pique el mundo sobre su eje cuando la horizontal ocupará la vertical para otra cosa que la prueba de un dios ¡Y proclamaremos dichosos el silencio obligado a habitar ese largo topetazo!
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Nježna misao sačuvaj poneku nježnu misao za mene a ja ću uvijek znati kad ćeš je uputiti
Ana Horvat Traducción del serbio | Zeljka Lovrencic
Seudónimo de Jasna Palčec. Zagreb, 1943. Trabajó como abogado, periodista y bailarina. Publicó 14 libros de poesía y uno de prosa. Ha salvado la vida de más de tres mil perros y de una centena de gatos abandonados. También ha plantado muchos árboles. Vive en un pueblo cerca de Zagreb.
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sačuvaj je kao oporuku barem jednu i ja ću znati da se nismo uzalud našli i izgubili da nismo uzalud bdjeli da je sve baš tako trebalo biti kako bi se začela i sačuvala nježna misao koju ćeš uputiti ponekad predvečer meni
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Tierno pensamiento guarda algún tierno pensamiento para mí y yo siempre sabré cuando lo enviarás guárdalo como testamento al menos uno así sabré que no nos hemos encontrado y perdido en vano que todo tuvo que ser justamente así para que comenzara y se guardara el tierno pensamiento que me enviarás a veces en la tarde
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Balada para mí y mis amigas fuimos siempre jóvenes fragantes a veces hasta rubias hemos leído armarios de libros terminábamos escuelas y nos preocupábamos de la contracepción por ese poco reconocimiento siempre estuvimos en el lugar justo exactamente a tiempo amamos con entrega y dimos a luz calladamente escuchamos con curiosidad y con alegría lo entendimos todo
Poetas en Ba b el
traduciendo de muchos idiomas publicamos libros hicimos tartas mágicas representábamos a nuestra patria y tejíamos mejor que la araña no exigíamos nada nada nos fue demasiado grande ni estrecho y siempre sonreímos pero él no nos quiso
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Donación peluqueros pedicuros depilaciones conciertos libros presentaciones dietas cosmetólogas ejercicios para los pechos poesías amigos depresiones y siempre un andar vacío gusano de la belleza gusano de la verdad todavía caliente me entrego a ti por fuera y dentro como cadáver bien cuidado
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[gogol]* Für A. S.
Juliane Liebert Traducción del alemán | Cecilia Pavón
Halle/Saale, Alemania, 1987. Hizo estudios en la Universidad de Leipzig. Ha sido invitada varias veces a participar en el concurso para nuevos poetas Open Mike, y en el 2009 ganó el premio Wolfgang-Weihrauch-Förderpreis. Desde 2009 trabaja como redactora de la revista VICE Magazine.
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nikolai mein partymädchen es waren diese sätze, sie haben dich lebendig begraben tot gruben sie dich wieder aus, den kopf ganz verdreht von deinem sargstakatto deinem letzten step du hattest visionen wir haben verstand wir rasen gerädert in kunststoffkisten die klappernden scheiben verspiegelt dass keiner uns sieht dass wir alleine und wehrlos, konserven sind wie du, doch du besitzt tiefe, das gefühl für die bretter die die welt bedeuten, wir sind schon weiter: wir reden blech ach nikolai mein bodenschatz * Der russische Schriftsteller Nikolai Gogol starb an den Folgen strengen religiösen Fastens im Alter von 42 Jahren. Viele Jahre nach seinem Tod wurde sein Grab zwecks einer Umbettung geöffnet und man fand das Skelett des Dichters völlig verdreht im Sarg liegend vor. Eine naheliegende Erklärung dafür ist, dass Gogol lebendig begraben wurde.
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[gogol]* Para A. S.
nikolai mi compañera de fiestas dijo esas frases, te enterraron vivo, muerto te vuelven a desenterrar, la cabeza toda torcida por tu staccato de ataúd, tu último paso tuviste visiones, nosotros tenemos intelecto corremos, hechos polvo en cajas de plástico los cristales espejados golpetean nadie nos ve estamos solos e indefensos, somos conservas como tú, pero tú posees profundidad, el sentimiento para las tablas que son el mundo, nosotros ya estamos más allá: hablamos tonterías, ay nikolai, mi riqueza natural * El escritor ruso Nikolai Gogol murió como consecuencia del ayuno religioso estricto al que se sometió, a la edad de 42 años. Muchos años después de su muerte, su tumba fue abierta para trasladar sus restos y se encontró su esqueleto totalmente retorcido. Una explicación clara para este hecho es que Gogol fue enterrado vivo.
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Para Jan
encontramos en un basurero fuegos artificiales congelados cables azules y rojos vísceras de máquinas excrementos descubrimos dos acuarios cuatro atlantes enmohecidos y el horizonte estaba pálido contra sus colores contra esta belleza quedamos desamparados: estamos perdidos dijeron somos completamente inútiles somos lo que ustedes anhelan somos la navidad del 87 el brillo en la vidriera el deseo de un momento la eternidad que ustedes crearon, somos su pirámide diez mil cafés instantáneos tiras la mañana del día laboral perdida tan inanimada como son las estrellas: seremos su cielo dijeron este será su jardín esta su casa esa su cama; y nosotros, que habíamos creído que soñáramos durmiéramos en una bañera oxidada casi sin movernos
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new york (como no fue) new york nos pareció más bien diminuta, como sea el continente no nos pareció gran cosa a no ser que lo hubiéramos tenido entero o al menos la mitad más grande, y también por favor, el poquito de océano en torno; éramos demasiados, no queríamos compartir, queríamos todas las sucursales de starbucks del mundo y los últimos koalas aterciopelados del trópico para nosotros, queríamos toda la cocaína de la que leímos todo el tiempo lo que nunca conseguimos, la embriaguez, éramos alegres, muy osados, nuestras espaldas curvas de tensiones rotas nos echábamos en las superficies verdes, fumábamos nuestros labios rodeaban la punta de la chimenea y nuestras siluetas completaban el horizonte nos estrellamos, nos descarrilamos entre los trenes las entradas del cine, inválidas ya en la puerta lo presentíamos: la película transcurre también sin nosotros estuvimos siempre muy cerca a no haber estado nunca ahí
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Sono Sono l’apostolo lasciato fuori dall’Ultima Cena Sono il garibaldino arrivato troppo tardi allo scoglio di | Quarto Sono il Messia di una religione in cui nessuno crede Io sono l’escluso, l’outsider, il maledetto che non cede
Claudio Pozzani Traducción del italiano | Argelia Rondón
Génova, 1961. Poeta, novelista, artista plástico y promotor cultural. Entre sus poemarios se encuentran las compilaciones, en edición italiano-francés, Saudade & Spleen y Cette page déchirée. Su CD de poesía La marcia dell’ombra, en colaboración con los músicos Fabio Vernizzi y Andrea Vialardi, tuvo un notable éxito. En 1983 fundó el Círculo de los Viajeros en el Tiempo (CVT), asociación cultural para la promoción literaria con la que ha organizado el Festival Internacional de Poesía de Génova, así como eventos similares en Alemania, Bélgica, Finlandia, Francia y Japón. En 2002 formó parte de la Comisión de la UNESCO que creó el Día Mundial de la Poesía, que se celebra desde entonces cada 21 de marzo.
Poetas en Ba b el
Sono il protagonista che muore nella prima pagina Sono il gatto guercio che nessuna vecchia vuol carezzare Sono la bestia idrofoba che morde la mano tesa per pietà Io sono l’escluso, l’outsider, il maledetto senza età Sono l’onda anomala che porta via asciugamani e radioline Sono il malinteso che fa litigare Sono il diavolo che ha schivato il calamaio di Lutero Sono la pellicola che si strappa sul più bello Io sono l’escluso, l’outsider, un chiodo nel cervello Sono la pallina del flipper che cade un punto prima del | record Sono l’autorete all’ultimo secondo Sono il bimbo che ghigna contro le sberle della madre Sono la paura dell’erba che sta per essere falciata Io sono l’escluso, l’outsider, questa pagina strappata.
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Soy Soy el apóstol excluido de la Última Cena soy el garibaldino que llegó demasiado tarde al malecón de Quarto soy el Mesías de una religión en la cual nadie cree Soy el excluido, el outsider, el maldito que no cede Soy el protagonista que muere en la primera página soy el gato bizco que ninguna vieja quiere acariciar soy la bestia hidrofóbica que muerde la mano extendida por piedad Soy el excluido, el outsider, el maldito sin edad Soy la ola anómala que se lleva las toallas y los radiotransistores soy el malentendido que hace pelear soy el diablo que esquivó el tintero de Lutero soy la película que se detiene en el mejor momento Soy el excluido, el outsider, un clavo en el cerebro Soy la pelotita de flipper que se cae justo antes del récord soy el autogol en el último segundo soy el niño que se burla de las bofetadas de la madre soy el miedo de la hierba que está a punto de ser cortada Soy el excluido, el outsider, esta página arrancada.
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Danzo Danzo la danza de las ideas geniales esperando que tú me digas algo nuevo Danzo la danza de los perdedores y los perdidos sabiendo que mis pasos serán vanos Danzo la danza de los ingenuos felices pensando que mi sudor le sirva a alguien Danzo la danza de los aprovechados y danzaré hasta que tú me pagues Y danzo, danzo, danzo para vencer mi arrogancia Danzo, danzo, danzo, no importa el porqué Danzo la danza de los malditos porque el spleen me llega hasta el tórax Danzo la danza de los presuntuosos porque tú también lo eres si te crees a mi nivel Danzo la danza de los indeseados me he entrenado mucho ante las puertas cerradas Danzo la danza de los que no soportan ¿puedes echarte un poco más allá, por favor? Y danzo, danzo, danzo mientras resista en pie Danzo, danzo, danzo porque eres tú quien me lo pide.
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Aperitivo en el centro Mi corazón es una silla vacía donde nadie quiere sentarse y el cerebro una esponja empapada que los ángeles estregan en tu copa Y tu mirada de obsidiana ardiente que se desliza por tu nariz hasta convertirse en un beso y más abajo, hasta nuestras rodillas que se tocan, se evitan intercambiándose deseos de huesos y sinovitis Aperitivo en el centro y no sé qué decir mesa, platos, senos dentro de blusa, borde de copas: es un delirio de redondez que se escabulle y falena que se agita contra los cristales de tu silencio La calle baila veloz en el rabillo de nuestros ojos Los dedos son ganchos para colgar tus sonrisas Dame una palabra para enmarcarla esta noche sobre mi cama que está harta, sabes, de las lágrimas de vírgenes y del rosario de estigmas perennes Dame tus pies e incluso desdóblalos para que los pueda calzar en la mesa de la cocina y besarlos en cada desayuno arrodillándome en oración laica y carnal O párate, vamos Abre ese compás bronceado que se usó para trazar el ecuador
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Contra el crepúsculo tu perfil negro se entrelaza con la estenografía de las cimas de las colinas y cada paso tuyo es un signo de exclamación Déjame ser camisa bajo la plancha roja de tu lengua Déjame ser mar para tus manos sepias colmas de tinta y certezas Y esta noche escucharé el juego de arpa de tus pies delgados bajo las sábanas y las irradiaciones y cerraré tus palmas después de haber leído en ellas el último inolvidable capítulo de mi día Deja que sea yo quien abra la puerta de tus sueños antes de posar mis ojos sobre la mesa de noche y el mundo sobre los hombros de Atlas.
Poetas en Ba b el
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La última Thule
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a muestra fotográfica de Simone Sassen es parte de un reportaje gráfico realizado en septiembre de 2007. Ella y su esposo, el poeta holandés Cees Nooteboom, y otros notables escritores internacionales, fueron invitados por el gobierno noruego, con motivo del Año Polar 2007-2008, a sitios ubicados muy al norte de Noruega como Tromso, Spitsbergen, Hammerfest y Kirkeness. La excursión fue titulada "La última Thule", que es también el título del libro escrito por Nooteboom con imágenes de Simone.
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Simone Sassen | Roermond, Países Bajos, 1952. Estudió historia y trabajó por varios años en un museo de historia en Amsterdam, el Museo Amstelkring.Desde 1982 se dedica a la fotografía y a viajar alrededor del mundo junto con Cees Nooteboom.
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La última Thule Un viaje a Spitsbergen
Cees Nooteboom Traducción del Inglés: Roberto Leyva Alvarado
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n el vuelo de Oslo a Tromsø, dos mundos: la tierra lejana debajo de mí, el mapa en mi regazo. Afuera, el sol se está poniendo. Las nubes que se ciernen sobre la tierra en mi mapa han sido pintadas por Max Ernst; formaciones surrealistas de nubes esponjosas, escuadrones zumbando que nos rebasan, fuego dentro del gris; la tierra debajo oscura ya, menos y menos visible, una mera suposición. Y tan misterioso como pueda ser, no puede ser un caos porque se han trazado caminos sobre el mapa, hay ciudades, puertos, nombres. Las delgadas líneas verdes son las fronteras provinciales, las más gruesas indican que en esa inmensidad un país comienza y el otro termina —Rusia, Finlandia, Noruega. Nosotros, un pequeño grupo de viajeros que escriben, hemos sido invitados por el gobierno de Noruega para pasar una semana en las regiones árticas. Nuestros anfitriones han llamado a nuestra expedición “La última Thule”, un título metafórico utilizado por Nabokov, quien probablemente se inspiró para su historia -que tenía poco que ver con el verdadero Spitsbergen, desde
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las mismas asociaciones antiguas que despiertan a cualquiera que oye el nombre por primera vez: la última, la más remota, la más lejana tierra en el fin del mundo, justo donde la verdadera infinidad comienza. La nostalgia que la frase transmite es compartida por todos los viajeros. El nombre surgió muy temprano en una descripción del geógrafo y navegante griego Piteas de Massilia, quien nunca estuvo allí, y en la famosa antigua Carta Marina de Olaus Magnus; la tierra yace pequeña, redonda y alienada de su forma real directamente sobre una ballena igualmente imaginada y dibujada violentamente a rayas entre las olas. Si nuestro viaje tiene algo que ver con las recientes protestas alrededor del Polo y con las repentinas demandas territoriales rusas, yo no lo sé. En las ciudades lejanas del norte en nuestro itinerario, visitaremos bibliotecas y museos, así como también una universidad, la sede de la industria petrolera y una planta de procesamiento de pescado —más bien como la reina en una visita de trabajo. Nuestro primer destino, Spitsbergen, se haya tan lejos en el Ártico norte que no se encuentra en el mapa, mientras que el mapa mismo es tan grande y detallado que tengo problemas para localizar aquellos lugares que la próxima semana cambiarán repentinamente de nombres en realidad — Tromsø, Hammerfest, Kirkenes, lugares lejanos unos de otros en una infinidad de tierra, bahías, fiordos, islas, lagos. Aquellos que son indiferentes a la atracción de los mapas y el ansia que causan encontrarán difícil imaginar mi emoción: miles de kilómetros cuadrados sin ningún camino, extensiones de beige y verde pálido con, una y otra vez, el azul del mar o una navegación interior, nombres en finlandés o noruego que identifican montañas
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y llanuras, o ríos cuyos bancos están desprovistos de villas o ciudades —lugares geográficos existentes que nunca visitaré, la tentación de lo imposible. Gabmaskaide, Doaresjokrassa, Kipperfjordfjellet, un canto a lo verdaderamente inaccesible, y sin embargo real, mapeado, medido, dibujado. En el periódico, que soy incapaz de leer, el pronóstico del tiempo muestra acuarelas de nubes con un sol detrás de ellas. Más tarde en la semana, las temperaturas diurnas van de dos a cinco grados Celsius en Tromsø, de uno a cuatro grados en Longyearbyen, la capital de Spitsbergen. Estamos comenzando nuestro descenso. Todo lo que queda del sol es un destello plateado, pero luego desaparece también. La capa inferior de nubes se ha engrosado, se extiende hasta el horizonte como una enorme losa de grasa mohosa hasta que la atravesamos en medio de ráfagas de lluvia. Y repentinamente todas esas islas en el mapa son de verdad, puedo ver las luces y colinas de Tromsø. Una hora después estoy caminando por calles bañadas por la lluvia, paso el Domkirke, pintado en un color amarillento, paso un café con chicas rusas, paso la prolongada subida de la Catedral del Ártico. La imagen que vi en fotografías —casas de madera vivamente coloreadas junto al agua azul acero— se disipa: de repente estoy en una ciudad provincial del norte, baja, que huele a mar y a distancia. De aquí saldremos mañana por la mañana para Svalbard, como los noruegos prefieren llamar al archipiélago. Svalbard: la costa fría. Antes de que continuemos, visito una casa baja de madera pintada de rojo en el muelle, el Polarmuseet, una triste realidad reducida a pinturas vivientes la que, a pesar de lo torpes que puedan ser, transmiten algo de las condiciones extremas: un rígido pescador solitario remando
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entre témpanos de hielo, el esqueleto monumental de una morsa, su pene inimaginable junto a él, enfrente de la casa la enorme cabeza de Amundsen con una nariz como un rompehielos, envuelta en el tocado de Dante, sentado contra las vigas de madera de una cabina falsa el maniquí de un marinero desplumando un ganso de nieve, su rifle y los listones de madera sin pintar que son sus esquíes de pie junto a él. El Hermano Oso, terroríficamente enorme, la Hermana Zorra, puntiaguda y astuta, engañosos; casi vivos, los animales montados como reliquias religiosas; la cabeza melancólica de una ballena; fotografías de glaciares y cabañas nevadas, balleneros y ventiscas —todo habla de peligro y desolación, los seres humanos y los animales en combate con los elementos y entre ellos. La muerte desempeña el papel principal. He leído bastantes historias acerca de las expediciones polares para imaginar el resto. Zorros árticos, colgando en la pared; luego bajo vitrinas veo delicados cráneos tan sorprendentemente pequeños con dientes feroces. En otro escaparate, la terrible trampa con la cual un oso polar puede dispararse a sí mismo. Sé lo cerca que estoy de ese mundo, y sin embargo no lo estoy. La siguiente noche, en el hotel en Longyearbyen, se pondrá peor aún. Te sientas a una mesa con una copa de vino y crees que estás a más de mil kilómetros del polo. Por unos pocos miles de dólares puedes ir allí en un viejo helicóptero ruso, y por un momento frívolo no serás capaz de conciliar todas esas historias anteriores con el lujo y la seguridad que te rodean. Willem Barents, la hibernación en Novaya Zembla, Amundsen, Nansen, Scott, las historias sobre el escorbuto y la muerte por inanición, las tumbas solitarias por
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todo este archipiélago. En su libro Die Schrecken des Eises und der Finsternis, Christoph Ransmayr hace una descripción terrible de la expedición épica de Julius Payer y Carl Weyprecht, que en 1874 fueron atrapados en el hielo con su barco, el Admiral Tegethoff, y tuvieron que transportar sus botes salvavidas a pie sobre el brutal campo de hielo hasta que finalmente llegaron a aguas abiertas y fueron rescatados por un ballenero ruso. El único débil aviso de esto es que se le solicita no ir solo a las colinas alrededor de la ciudad y definitivamente no desarmados, porque los osos que viven aquí a menudo están hambrientos y, si tienen que, ellos harán de un ser humano una comida. Si no lleva armas, usted necesita ser acompañado por alguien.
II Mi primera impresión de Spitsbergen es desde el aire, veo lo que el holandés Barents vio: picos afilados montañosos, “spitse bergen”. En el libro Tierra de nadie, de Sir Martin Conway (Cambridge, 1906; facsímil publicado en Oslo, 1995), leí acerca de esos primeros días. El 18 de mayo de 1596, dos barcos partieron de Vlieland, los Países Bajos, con Willem Barents y Jacob van Heemskerck en uno, y Jan Cornelisz Rijp en el otro. El 9 de junio, se detuvieron en lo que en el libro se llama Isla del Oso. Ocho hombres de cada barco fueron a tierra en dos botes abiertos. Encontraron en la playa una gran cantidad de huevos de gaviota, pero después de subir una gran colina de nieve, casi se rompieron el cuello debido a la empinada pendiente con muchas rocas peligrosas al pie de la misma,
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así que decidieron deslizarse sobre sus traseros. Tres días después vieron un “oso blanco”, al que quisieron atrapar, pero el animal era tan grande que no se atrevieron. Remaron de regreso al barco y se armaron con mosquetes, alabardas y hachas. Durante cuatro campanadas (dos horas) lucharon con el oso, el cual se alejó nadando con un hacha en la espalda, pero finalmente lo atraparon. Comieron algo de la carne, pero no les agradó mucho, y fue una fortuna que eso fuera todo lo que hicieran, puesto que muchos de los exploradores del Ártico habían muerto por comer carne de oso polar; el hígado en particular puede ser tóxico. Llamaron a la isla Beeren Eylandt (ahora Bjørnøya) y continuaron hacia el norte el 13 de junio. La mañana siguiente —probablemente estaban lejos de la costa, a 78°15´— vieron tierra al oeste de lo que llamaron el Grooten Inwyck y que ahora se llama el Isfjorden. El dieciséis de junio encontraron hielo y procedieron al este. En la latitud 80°10´ atisbaron “tierra alta, totalmente cubierta de nieve”, la costa norte de Spitsbergen. Navegaron adelante y atrás durante una semana y anclaron. La tierra, dijeron más tarde, estaba “rota y consistía sólo de montañas y colinas puntiagudas, razón por la cual le dimos el nombre de ‘Spitsbergen’”. Porque pensaban que estaban en Groenlandia, no sabían que habían descubierto una isla. Sin embargo, afortunadamente, se mantuvieron felizmente asignando nombres. Si, por ejemplo, no podían pasar debido al hielo, daban la vuelta y nombraban esa vía interior con el nombre Keerwyck (“Gire alrededor de la entrada”), o si encontraban los enormes dientes de una morsa, llamaban a ese punto Tandenbaai (“Bahía de dientes”) y, mientras estaban ahí tomaban posesión
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formal de la tierra dejando atrás un registro de su visita. El resto es historia. Rijp y Barents siguieron caminos separados. Barents se quedó varado por el hielo en Novaya Zemlya, invernó en la penumbra de la estéril y helada campiña, construyó una casa de madera que flotaba y en la primavera intentó llegar a mar abierto —como la tripulación del Admiral Tegethoff intentaría muchos años más tarde— pero murió de escorbuto en el camino el 20 de junio. Después de un agotador viaje por el desierto de hielo, los otros finalmente habían alcanzado la mar abierta, donde descubrieron dos barcos rusos. Poco después encontraron la coclearia (hierba del escorbuto), que parcialmente les curó y luego navegaron directamente a través del mar a la desembocadura del río Petchora, a donde llegaron el 4 de agosto. Un mes más tarde, en Kola, en el Mar Blanco, por una increíble coincidencia encontraron la nave de Jan Cornelisz Rijp, de quien se habían separado hacía más de un año. Casi trescientos años después el capitán Elling Carlsen de Hammerfest encontró las ruinas de la cabaña de Barents, 16 metros de largo por 10 metros de ancho. Recolectó todo tipo de objetos que habían sido enterrados durante todos esos siglos bajo una acumulación protectora de hielo. Junto con 112 reliquias más de otra expedición, ahora se mantienen en el Rijksmuseum de Amsterdam. Es de noche en Longyearbyen. He vagado por el estrecho pueblo. “Pueblo” es quizás una palabra demasiado grande, “asentamiento” sería mejor. Aquí, también, hay un museo polar, arquitectura moderna, audaz. Todo lo que he leído se vuelve aún más dramático debido a las imágenes y los objetos. Ahora quiero caminar por el agua un poco. He dejado atrás el museo, y mi mente de lego tiene
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mucho sobre que reflexionar. A esta hora tardía, el camino está desierto y sombrío. En la distancia se vislumbra algún tipo de desarrollo. El agua, a mi izquierda, es una navegación interior, la tierra a su alrededor tiene el color del óxido. Las colinas distantes son grises, rocosas, coronadas de nieve. Este archipiélago, del cual Spitsbergen es la isla principal, es casi tan grande como los Países Bajos y Bélgica juntos, sin embargo, la población total de todos los asentamientos es menos de 2,700. Estoy tratando de considerar lo que acabo de leer: en el Mesozoico, hace 250 millones de años, Svalbard estaba situado donde está España hoy —se ha movido al norte encima de las placas tectónicas a la deriva— pero si eso ya me parece raro, hay aún más números y distancias que me confunden
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porque en días todavía anteriores el archipiélago, ahora 60 por ciento de hielo, yacía debajo de la línea ecuatorial. Una y otra vez, pareciera que el mundo ha sido hervido y a veces evaporado. Las cordilleras se han derretido, las caras del acantilado plegadas a la mitad, los tipos de piedra mezclados, y el magma líquido fluido a la superficie y endurecido en granito —un largo, furioso cuento de hadas en el que la roca se estiró en cintas interminables, pantanos con toda su vegetación se convirtieron en yacimientos de carbón y los dinosaurios aparecieron y desaparecieron, mientras que en la parte inferior del caldero, debajo del hielo posterior, se conservaron fósiles que hablan de una vida anterior cuando la naturaleza todavía se las arreglaba sin nosotros.
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La niebla va descendiendo. Mi camino, el vei 400, conduce a Adventdalen, pero no iré tan lejos. En el atardecer veo una luz distante y decido caminar hasta ahí. Cuando me acerco, veo que es una pieza de tierra cercada llena de perreras de madera para Huskies, que esperan el invierno. Están encadenados, acostados con la cabeza saliendo de las ventanas sin vidrio de las perreras. No sienten curiosidad por mí, ven bien a través de mí con esos espeluznantes ojos luminosos. No soy nadie porque no vengo por ellos para un viaje al Polo Norte. Todo lo que dice la gente sobre los animales siempre es una interpretación: incluso cuando digo que creo que son hermosos, probablemente es una tontería. Sin embargo hay una melancolía indescriptible que se cierne sobre ese lugar y rechazo, también, como si debieras pertenecer a otro orden para captar su atención, como si debieras encajar mejor con el paisaje. Soy un transeúnte que nunca ha sido probado por el peligro, he sido juzgado y hallado en falta. La mañana siguiente tengo de nuevo esa sensación cuando me dirijo en dirección contraria a lo largo de la Sjoomradet hacia los complejos industriales y el pequeño puerto en la Adventfjorden, desde donde partiremos en barco al día siguiente para Pyramiden, una mina rusa abandonada. Los edificios de servicios públicos destacan claramente contra el fuerte conjunto: los colores alegres, las líneas rectas, los barcos en el astillero completamente inmóviles en el agua metálica, apenas alguna persona y todo esto en un contexto de montañas truncadas, decapitadas en el lado opuesto, como pesados animales con los flancos cubiertos de nieve. Tanques de gas, fábricas, coches... No sé si es por el silencio, pero cada edificio
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parece estar pintado por separado: cuadros de un pintor hiperrealista, que ha añadido el silencio como una dimensión adicional. Un barco del color del plomo rojo oscuro, un oleoducto, una alta torre de una fábrica con una sola luz —si sucede que un auto pasa, es todo un evento. Me pregunto cómo debe ser cuando llega el invierno y el sol desaparece durante cuatro meses. Longyearbyen es el único pueblo de un cierto tamaño; cuenta con 1,800 habitantes. Al suroeste está Barentsburgm, una mina rusa de carbón, visto con una cierta desconfianza desde los ejercicios militares más recientes alrededor del Polo, con el anuncio de que su territorio se extiende bajo el hielo mucho más allá de lo que se había supuesto en el pasado, lo que podría tener consecuencias importantes para la extracción de petróleo. Como resultado de un tratado firmado en la década de 1920, Barentsburg está parcialmente fuera de la jurisdicción de Noruega. Unos 800 rusos aún viven allí. Más al norte se encuentra Ny Ålesund, con 40 habitantes. Cualquier cosa al norte es inaccesible y por lo general fuera de los límites. No hay caminos que enlacen los asentamientos de Spitsbergen. Hay también una estación meteorológica automatizada en algún lugar pero, de todas formas, nadie vive ahí. Sólo durante el breve verano, los yates navegan a lo largo de las costas inhóspitas de Nordaustlandet y Kvitøya. En enero y febrero, en Longyearbyen las temperaturas pueden caer por debajo de los menos 40 grados centígrados y en marzo es incluso más frío, ¿cómo puedes vivir entonces? No es tan malo, es la respuesta, que es seguida, en una forma más bien provocativa, por “y cuando el invierno se ha ido, todos cambiamos socios”. Es una larga noche, la noche polar, y ya puedo decir que
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aquellos que no la han experimentado no tienen derecho a hablar. ¿Cómo sería venir aquí en el invierno? Un amanecer brillante todavía al mediodía en noviembre, seguido inmediatamente por el crepúsculo, pero luego, gradualmente, una oscuridad cada vez más profunda. ¿Caminar en la oscuridad hasta la moderna biblioteca a la luz de las estrellas o la luna (si ha salido) justo por encima del horizonte y finalmente leer ahí todo lo que siempre has deseado? ¿Cuánto tiempo puedes continuar así cuando realmente no es necesario estar aquí? ¿Qué hace uno todo ese tiempo? Te acostumbras, dicen ellos, después de todo hay libros, dvds y cds, la gente toma cursos de educación para adultos en la universidad, hay todo tipo de clubes, y luego tenemos nuestro trabajo, por supuesto. Realmente no estamos muriendo de aburrimiento, y a menos que haya un problema el avión de Tromsø viene cada día con los periódicos. Y a veces tenemos las luces del norte…
III A la mañana siguiente estamos hacinados en un autobús. Todo el mundo aparece arropado. El viaje en barco a Pyramiden tomará diez horas. Se nos ha advertido sobre el frío helado en las aguas abiertas, se nos recomendó ropa interior térmica, así como sombreros, gafas de sol debido a la deslumbrante luz cerca de los glaciares, zapatos resistentes puesto que el terreno de la costa donde vamos es difícil de transitar. No tenía ni idea de qué esperar, pero podría decir por los fusiles que vi acomodados en algún lugar que la excursión no iba a ser de rutina. Pyramiden, si lo entendí correctamente, era una
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antigua mina rusa. Bajo los términos de tratados internacionales que datan de principios del siglo xx, incluyendo al que involucra a Baretsburg, la Unión Soviética tenía el derecho de explotar Pyramiden, así como la mina en Barentsburg, todavía en funcionamiento. La explotación continuó incluso después del colapso de la Unión Soviética, hasta que de repente; un día en 1998, la población entera de Pyramiden recogió sus cosas y partió, abandonando el enorme complejo al invierno ártico. La Segunda Guerra Mundial había convencido a alemanes y rusos de la importancia estratégica del carbón para sus ejércitos en esta parte del mundo y las nuevas reclamaciones rusas en la región muestran un persistente interés militar y económico. También puede haber petróleo o gas, o Dios sabe lo que esté bajo todo ese hielo después de todo, y no es sorprendente, hay discusiones sobre la ubicación exacta de las fronteras marítimas, pero a nadie, a excepción de los noruegos por supuesto, se le permite pescar dentro de 370 kilómetros de toda la línea costera. Así que, sin importar cosa alguna, es en aguas noruegas que nos hicimos a la mar en la MS Langøysund. Además del frío, principalmente recuerdo el color gris y la inmensa desolación del paisaje. Ningún rastro de presencia humana en cualquier lugar. Un barco ruso anclado en medio de una bahía, una pequeña choza de madera en una playa rocosa desierta —eso es todo lo que vemos durante horas y horas. Desolados paisajes, ¿existe tal cosa? Probablemente no, ¿pero cómo puede uno sentir de otra manera acerca de esas grises masas de roca que se yerguen sin gracia, espuelas desgastadas por el clima en el agua igualmente ceniza? El barco sigue la costa, una vasta acumu-
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lación de roca prohibida y piedra sin vegetación visible, tierra con el aspecto de que nunca ha sido pisada por seres humanos; desnuda y sin embargo a veces del color del óxido o de un marrón ocre con musgo; luego, más tarde, el deslumbramiento peligroso del glaciar Nordenskjöld. El barco intentará llegar tan cerca como sea posible, hasta que nos encontremos quietos en un agua como de ónix pulido, llena de pequeños bloques brillantes de hielo. Los biólogos entre nosotros se entusiasman con las aves que miran: gaviotas tridáctilas, gaviotas marfil, pequeñas alcas, escribanos de nieve y frailecillos. Se nos permite mirar a través de sus binoculares, pero las aves son más rápidas que nuestros movimientos congelados; ellas viven aquí. Alrededor del mediodía entramos en Billefjorden, una rama del Isfjorden más amplia. Avistamos Pyramiden a babor, hacemos un amplio giro y atracamos en
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un largo lugar de aterrizaje y algún tipo de puente alto de hierro con vías sobre el que los trenes solían correr. Justo antes de que los rusos partieran, intentaron volar los edificios a lo largo del muelle, lo que fue impedido por el Sysselman, el gobernador noruego de Svalbard. Las montañas aquí son del color de piel envejecida y la montaña que se erige 3 mil metros por encima de todo es realmente de forma piramidal. De repente unos hombres que habíamos supuesto eran pasajeros tienen fusiles calados sobre sus espaldas en caso de que nos encontremos con un oso polar. En pequeños grupos separados caminamos por tierras pantanosas; cuando miro hacia atrás veo una nube baja navegando por el lugar de aterrizaje, donde el barco ahora está desierto. Sólo paramos aquí por un poco más de una hora, y será una hora en el pasado muerto, en una Pompeya comunista sin cadáveres.
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Ningún volcán estalló aquí, pero el efecto es el mismo: parece como si de repente un día la peste se hubiera desatado. Los edificios, el centro de recreación, la gran plaza abierta con la estatua de Lenin, la piscina, todo está vacío. Casi lo primero que veo es una pequeña estructura de madera con un cartel en cirílico, y debajo de él, en el suelo, los retratos de Marx y Lenin. Nadie se los llevó consigo. A pesar de todo, no puedo evitar sentirme algo temeroso a medida que deambulo por las habitaciones —fotografías familiares, horarios de trabajo, lámparas de mesa caídas—, no es de extrañar que todo me recuerde a la Alemania Oriental antes de la caída del muro de Berlín. Incluso el olor me lo recuerda. En algún lugar una pintura de un soldado soviético saltando con su Kalashnikov en mano sobre el cadáver de un soldado alemán, un tanque y un avión recortado contra un cielo azul de acero. Un periódico amarillento, una puerta cerrada con clavos. Repentinamente pienso en el mono no aware japonés, que expresa la misma idea que el título de un libro de Dimitri Verhulst: la tristeza de las cosas. Cuando miro hacia fuera a través de las ventanas mugrientas, veo el vasto complejo industrial de la mina, grúas oxidadas, galpones vacíos, tuberías que suben por la colina gris marrón, tanques de gas ahora inútiles, montacargas ociosos, y todo esto en un contexto de una naturaleza lista para reclamar su territorio. “Bar”, “Museo” están escritos en letras rojas en dos señalamientos montados en una pared de ladrillo amarillo, pero ¿qué es exactamente lo que representan? Casi 1,500 personas vivían en este enclave cerrado, a muchas horas de navegación desde el único otro lugar habitado. Hubo incluso una ofi-
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cina de correos (Noruega); su cartel cuelga junto a un mapa inglés: “Granja”, “Cantina”, “Hospital” “Oficina”, “Pista de aterrizaje”. Lo que queda de los interiores ya pertenece a un museo... la cantina desierta, sillas cubiertas con los restos de la decadencia. Afuera se encuentra la escultura de madera de una pequeña torre rematada por una hoz y un martillo. Por encima de éstos se hallan las siluetas estilizadas de llamas rojas y blancas contra la montaña de residuos como si hubieran sido recortadas con una sierra caladora. También, frente al edificio principal se asoma un signo redondo alto con el nombre de la empresa, Arktikugol. Representa la parte superior de un globo azul de hielo inscrita con el número 79, el grado de latitud en el que estamos, encima de dos martillos cruzados. Sobre el polo, dibujado como un círculo pequeño, flota la estrella roja de la Unión Soviética. El cuadro entero está coronado por un enorme oso polar. La estrella soviética ya no existe, pero persiste el sueño simbolizado por el dibujo —en algún lugar bajo ese enorme desierto de hielo la nueva Rusia ha apostado sus pretensiones. Cuando caminamos entre nuestros protectores armados, veo la cabeza de Lenin, cuya mirada barre la parte superior de los edificios vacíos de su colonia abandonada y se fija en los icebergs distantes. La barbilla sobresaliente, los ojos penetrantes, no me he ido todavía, y no lo olvides. Tal vez me llamen Putin en seguida, o Medvedev, o Gazprom o simplemente Rusia de nuevo, porque lo que todos ustedes pensaron que era hielo realmente es tierra que sobresale, extendiéndose lejos en el océano Ártico, y esa tierra es nuestra, junto con todo lo que la acompaña.
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IV En los días siguientes viajamos a Hammerfest y Kirkenes, un antiguo deseo. Siempre atisbaba en esas carreteras sin fin a través de Noruega, nunca pensé que llegaría allí de esta manera. Roma está más cerca de Oslo que Hammerfest, me dice alguien. Hammerfest, la ciudad más septentrional del mundo: el día en que llegamos es gris y aburrido, pero una llama parece iluminar toda la bahía. Esta es una capital del gas y el petróleo. Parte de la inmensa riqueza de Noruega se origina aquí. Conseguimos un curso intensivo sobre cómo funciona todo. Vemos la columna de mármol erigida en 1854 para conmemorar la primera medición de la tierra. Luego podemos observar detrás del vidrio cómo hombres y mujeres de los cuatro puntos cardinales del globo destripan peces para el mundo entero en una banda transportadora y así ganar dinero para apoyar a familias enteras en otros continentes. El último pueblo que visitamos es Kirkenes, donde los nombres de las calles están escritos en noruego y ruso. Se encuentra tan lejano al oriente como Estambul, tan lejos de Oslo como Oslo desde Roma. Murmansk está cerca. Los barcos rusos se reparan aquí. Oxidados y maltratados están amarrados en el puerto donde prevalecen vientos gélidos. Más tarde, en la biblioteca, el entralazamiento es aún más notable: la mitad de la colección de libros consiste en volúmenes rusos, y el bibliotecario ruso hace un discurso que es traducido al inglés por su colega noruego. Cuatrocientas mujeres viven en Kirkenes, y en los meses de invierno, perpetuamente oscuros, se lee mucho. Hay sólo unas cuantas calles — frontier, los llama-
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rían americanos a este, territorio de frontera, territorio de aventura. El club de los marineros, los coches con matrículas rusas y, sobresaliendo por encima de todo, el alto monumento que los noruegos construyeron a los soldados rusos que en 1944 ayudaron a liberar Noruega. Lo que no está inscrito en el monumento es que los rusos mismos tampoco partieron de inmediato, sino que como visitantes que fueron calurosamente recibidos para el té, terminaron prolongando la visita. Aquí, como en Spitsbergen, la lucha fue feroz. Kirkenes fue atacada desde el aire más de trescientas veces, y cuando los alemanes partieron, quemaron la ciudad completamente y todo lo que quedó fue tierra abrasada.
V De la colección de mapas que aún tengo de este viaje, el del último día es el más hermoso. Se llama “Grense Jakobselv”. El mapa es casi completamente azul, pero a través de todo ese azul corre una línea de color rosa con cruces, aguas rusas por un lado, noruegas en el otro. Hay también un poquito de tierra en él, pero sin asentamientos de ningún tipo, sólo matices indicando elevaciones y huecos y cifras impresas en las vías navegables que a veces tienen un nombre. Una tierra blanca, una tierra salvaje. Nos dirigimos hacia allí desde Kirkenes a lo largo de la carretera 886. Después de Bjornstad el camino ya no tiene un número. El río junto a nosotros es la frontera. De nuestro lado, los puestos fronterizos son de color amarillo; los rusos a través del agua son rojos y verdes. La línea exacta de la frontera se extiende por el
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canal más profundo del río. La tierra se ve pantanosa. Arbustos enanos con bayas de color rojo anaranjado, cebollinos siberianos, hongos del color de la masa, flores blancas y carmesí, plantas bajas verdes que parecen salicornias. En la costa misma los acantilados son de color gris pizarra, con un suave desgaste, llenos de grietas y ranuras, la secuencia de comandos del mar. La Guerra Fría es historia, pero no para aquellos que fueron testigos de todo. Budapest 1956, Berlín 1953, Berlín 1989 —me he parado un montón de veces en un lugar donde los dos sistemas se encontraron, y es lo mismo aquí, aunque esos días hace mucho han quedado atrás. En la desolación a la derecha veo las barracas rusas donde vivían los soldados de la patrulla fronteriza, y un poco más lejos, sobre los acantilados, las altas torres del reloj. A la izquierda, del lado noruego, el puesto de escucha de la otan, “donde podrían recoger cada sonido.” Es probablemente sólo la imaginación, pero algo de la amenaza de esos días todavía está en el aire. En el punto donde el río desemboca en el mar, miran esos ahora inocentes edificios y la frontera invisible que solía deletrear muerte para cualquiera que intentara escapar a través de ella. Cerca se encuentra una advertencia anterior, la Capilla del rey Oscar II, que data de 1869, un robusto edifi-
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cio hecho de gneis, un signo que pretendía dejar en claro a los vecinos rusos quién era el jefe aquí. Cuando nos acercamos, unos cuantos coches se detienen en una boda Sami, las mujeres con sus trajes tradicionales, los hombres con trajes negros, los verdaderos habitantes de estas regiones, que una vez pudieron desplazarse sin preocuparse de las fronteras, pueblo del norte extremo. Más tarde encuentro en mi portátil un código de conducta de las áreas fronterizas, el cual copié de un señalamiento por el mar. Los no-noruegos no están autorizados a pescar en el río Pasvik, y sólo a aquellas personas que han vivido en Noruega durante un año y que todavía lo hacen se les permite pescar en el río frente a nosotros, el Grense Jakob. Sólo se permite la navegación a embarcaciones con matrícula expedida por la Comisión Noruega de la frontera y nunca por la noche. Está prohibido cruzar la frontera, para tratar de hacer contacto con personas del otro lado o actuar de una manera insultante hacia ellos. También está prohibido fotografiar instalaciones militares rusas, material o personal, o tirar algo a través de la frontera. Cualquier intento de violación será castigado como si se hubiera hecho. La línea debe ser trazada en algún lugar, después de todo.
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CortesĂa del autor
Peregrinación a la poesía de Cees Nooteboom
Pedro Alejo Gómez Vila
Sólo quien se arriesga a ir muy lejos puede saber hasta dónde se puede llegar. T. S. Eliot
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n pequeño volumen bilingüe publicado en 2003 por Huerga y Fierro Editores con el título de Así pudo ser, contiene la mayor parte de los poemas de Cees Nooteboom traducidos al español por Fernando García de la Banda. Son apenas 36 poemas, pero suficientes para esperar con impaciencia que el traductor prosiga su trabajo. Una seria nota razona sobre las dificultades: la traducción conserva en gran parte la sintaxis original y las inversiones, más frecuentes en neerlandés que en castellano, se preservan en los casos en que tienen una intención. Algunos finales -“Ungaretti” y “Nieve”- son tan abruptos en su idioma original como en español. Así, donde el poema se desvía de la norma de su propia lengua, por deseo del autor, la traducción reproduce la extrañeza. El lector encontrará en “Tumbas de poetas y pensadores” algunos de ellos y otros que el volumen antológico no incluye. Fotografías de Simone Sassen, cuya calidad sólo es apreciable en la edición de gran formato, lo ilustran.
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Este libro es la peregrinación a 90 tumbas dispersas por el mundo, que va, a lo largo de muchos años, siguiendo el curso de los innumerables viajes de Nooteboom, desde la Nieuwe Kerk en la Haya natal del autor, donde está Spinoza, hasta el monte Vaea, en la isla Upolu, en Samoa, donde está Stevenson. Quiero decir que la medida de un viaje es indeterminable: puede ser la de ir a las antípodas como la de salir a la calle o asomarse a la ventana. El libro es un panteón personal, de manera que allí está la lista de muchos de los nombres que tienen significaciones para el autor. Los hombres, como las ciudades, estamos habitados por los vivos y por los muertos. También hay entre los muertos algunos que nos son más queridos. Al leerlo, he recordado sin remedio los versos 86 y 87 del canto XXXIII del Paradiso: encuadernado con amor en un | volumen aquello que en el universo se | descuaderna
Encontrará allí el lector las reflexiones sobre la poesía elaboradas por un hombre que ha vivido siempre con la poesía. Y encontrará lo que ha pensado sobre los autores que le han mostrado el camino, palabras en ese
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otro camino de la poesía. De la poesía y de esa otra música que es el pensamiento, a veces sinfónico y otras para un instrumento solo, como en los casos de Spinoza y de Wittgenstein. Ninguna ciudad hay más populosa que la muerte. Sólo que entre tanto silencio apenas se oyen unas voces. Hemos venido -dice en Tumbas- a dar nuestra aquiescencia, a estar cerca de las palabras que ya se han dicho. El que escribió estas palabras murió, pero las palabras siguen viviendo. […] Por eso vamos allí: para oír esas palabras en el silencio de la muerte y a pesar de la muerte.
Ésa, por insólita que parezca, es la razón central de esa peregrinación: visitar palabras. Me detuve en las calles donde | viven las palabras
dice en Cebo, y luego: Escuadrones de poemas están buscando sus poetas Vagan sin mando por el amplio territorio de las palabras y aguardan el cebo de su perfecta, hermética, condensada, acabada e irreductible forma.
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Después en otro -“Llegada a casa”- las palabras se visitan entre sí, y lo visitan. Su poesía es un viaje que lo “lleva a un territorio desconocido en el que las palabras son.” Sin duda los primeros mapas fueron verbales, postula Nooteboom en “Hotel nómada”: No te alejes de la costa y déjate guiar por el viento que en esta época del año suele soplar desde el sur. En un momento dado llegarás a las rocas, que te parecerán un rebaño apiñado de bueyes. Una vez allí…
Sólo que las palabras han sido y serán siempre, la únicas líneas posibles de los mapas de la terra incognita del tiempo. II No encontrará el lector de Cees Nooteboom “poesía poética” -la expresión proviene de un poema dedicado a Basho, otro peregrino: Sabemos de la poesía poética | los arteros peligros de la melopea y el frenesí. Es | aire embalsamado, si no lo conviertes en piedras que brillen y hagan daño.
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Tú, viejo maestro, puliste las | piedras con las que das muerte a un | mirlo.
Esas piedras son las 17 sílabas del haiku -“Diecisiete el número sagrado destinado a la visión”- y el mirlo que muere es el pájaro de más bello canto, es decir la poesía poética. Queda de ello la verdadera poesía, ajena a la retórica. Es cierto que la belleza es verdad. Pero también que no es toda la verdad. Lo que adorna la belleza, la opaca; lo que adorna la verdad, la oscurece. El mundo es más grande que el bello canto de las sirenas. Pienso en el aguafuerte de Goya, en el que una mujer que sabe que los dientes de un ahorcado poseen virtudes mágicas, se cubre el rostro para no ver la escena, mientras que tienta con la mano para arrancárselos y adueñárselos. Nada quiere ver ni saber más que los dientes mágicos y el resto desaparece. La suya es una poesía del conocimiento. Y el asunto del conocimiento es todo. Pero sobre todo, sumergida en el tiempo, más liquido aún que el agua, más ligero que el aire, busca un punto, un punto de mira: “¿dónde quedan esos segundos?”
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Otro es el horizonte de su poesía: el tiempo. Más desconcertante aún que el mundo es el tiempo que lo multiplica. Otros son sus innumerables puntos cardinales. El mundo no es más que una provincia del tiempo. Esa poesía es, como su asunto, vertiginosa. Tiene la velocidad del pensamiento, la única que nos permite alcanzar el tiempo. “El huracán es el mundo, el ojo aquello con que el viajero contempla el mundo”, dice en “Hotel Nómada”, y:
Hay en sus poemas la disposición de una sabia pintura hecha con “piedras de piedra” y “cielos de cielo”. Al cabo el que dice muestra. Ese es el oficio de “la secta de la creación como creador que existe al ver”. No salva la melancolía sino la lucidez que proviene de una mirada sin engaño: “Diecisiete el número sagrado destinado a la visión”. Ver es de por sí un relato. Todo ocurre por segunda vez al verlo. El asunto de muchos de sus poemas es la mirada, el ojo. Una poesía del conocimiento no puede ser sino una poesía de la mirada porque la mirada sigue, igual que el conocimiento sigue, siempre va en pos. Quiero decir el ojo en todas sus formas y no sólo el que ve las cosas que la luz ilumina. El ojo es un ojo porque puede verse. La memoria es un ojo porque ve lo que recuerda. También el pensamiento es un ojo que, asomado al tiempo, trata de ver con claridad. El correo es un ojo. Todo lo que percibimos nos da noticia de afuera. Todo lo que pensamos nos da noticia de nosotros. La mano es un emisario y un correo. Tocamos con los ojos. El oído es un mensajero en lo invisible, un ojo que ve en lo oscuro y que alumbra con sonidos en la oscuridad
La meteorología nos enseña que en el interior de ese ojo reina la calma, tal vez la misma calma que en la celda de un monje. Quien aprenda a mirar por este ojo, quizá aprenda también a distinguir lo esencial de lo fútil…
A un hombre que ha recorrido el mundo no le queda otro camino que el de recorrer el tiempo. De ese otro viaje da cuenta su poesía: “tan sólo quedó el giro que antes era el tiempo”, dice en “Finis Terrae”, y en “Nerval” dura “un signo que merma donde en tiempo aún vaga”. Más que lugares, habitamos instantes. Siempre es después.
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del mundo y con palabras en la oscuridad del tiempo. Pero entonces ¿son muy claras | tus ideas? preguntó el cartero. En ese | instante se oscureció el cielo, aunque no tenía nada que ver, eso es lo que pasa siempre aquí en el momento más inesperado.
Es irrelevante que haya una respuesta. Preguntar es ineludible y hay preguntas que son ineludibles. Está
perdido no el que no tiene la respuesta, sino el que no conoce la pregunta. Nada habría más insoportable que una indefinida sucesión de días azules, dijo Goethe. Digo que todo ocurre por segunda vez al verlo. Lo digo otra vez. Todo lo que vemos nos indaga. La mirada es una pregunta. Nada tiene que responder la poesía. Todo, para el que sabe ver, es una pregunta. Y los poemas de Nooteboom son preguntas. La vida pregunta. Y no sabemos más.
Pedro Alejo Gómez Vila | Bogotá, 1953. Abogado, poeta, diplomático. Hizo estudios de filología y letras rusas en Moscú. Embajador de Colombia en Holanda; Delegado por Colombia ante la Corte Permanente de Arbitraje de la Haya y ante la Organización para la Prohibición de la Producción de Armas Químicas. Desde 2003 es director de la Casa de Poesía Silva. Entre sus obras publicadas destaca Catálogo de máscaras.
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Cees Nooteboom en Mテゥxico, abril del 2012
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Cees Nooteboom, ojos de nómada
José Ángel Leyva
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l nombre de Cees Nooteboom resuena con energía en diversos ámbitos de la novela, la crónica de viaje, el relato, el ensayo y, de manera sorprendente, en la poesía, donde también ha fincado una casa, quizás la más amada. En mayo del 2012, Cees estuvo en México con su esposa, la fotógrafa Simone Sassen, quien lo acompaña en todos sus viajes periodístico-literarios. Compartimos la mesa en un par de ocasiones y tuvimos oportunidad de conversar sobre sus libros, su pasión por el viaje y la noción de una patria sin fronteras, la fuerza de las imágenes en su obra y la reflexión permanente sobre la escritura. Cees nació en La Haya, Holanda, en 1933, y le tocó vivir el horror de la Segunda Guerra Mundial con la consecuente ocupación alemana de su país. Su padre, ya separado de su madre, murió en 1945 durante los bombardeos a la ciudad. A inicios de 1950 realizó sus primeros viajes a dedo o en bicicleta por el norte de Europa y la Provenza francesa. Producto de esos recorridos es su primera novela, considerada un clásico de las letras neerlandesas: El paraíso está aquí al lado. A partir de 1954, y hasta la fecha, reside en Amsterdam. Desde hace años también pasa largas
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“La última Thule”, que relata una excursión a las proximidades del Polo Norte, a una zona abandonada con vestigios de marxismo leninismo, dio pie para hablar de su convicción de la vida como un hotel nómada. Las imágenes que Simone nos mostró en esa ocasión -y compartimos con los lectores de La Otra- abrieron cauce a la remembranza de sus libros de viaje, de sus novelas, sus premios, la notoriedad alcanzada en Europa y en el mundo Iberoamericano. Entre los premios más importantes que ha recibido destacan el Grinzane Cavour Narrativa (1994), el Austriaco de Literatura Europea (2003) y el Gabarrón (2008). Este breve intercambio de preguntas y res© Simone Sassen
temporadas en España, donde también ha fincado su hogar. La producción literaria de Nooteboom es apabullante y diversa. El filósofo alemán Rüdiger Safranski hizo un breviario con fragmentos de la obra de éste y la tituló Tenía mil vidas y elegí una sola. Cees profesa hacia él una fuerte amistad y admira su figura intelectual que, desde la filosofía, hace inmersiones luminosas sobre diversos temas del arte, la historia, la vida, el pensamiento. Sobre esa relación, en la que ambos buscaron desde el primer encuentro la firma del libro del otro, nos habló a los comensales que esa tarde nos reunimos alrededor de una parrilla y bajo un día soleado en la Ciudad de México.
puestas ubicará al lector en la trayectoria de este polifacético autor. Este 2013 cumples 80 años de vida. A menudo se dice que la poesía gira siempre en torno a las obsesiones de la infancia, ¿recuerdas los motivos de tu niñez que te dieron una idea del mundo exterior e interior y que están probablemente en tus poemas? ¿Qué sucesos te marcaron durante esos años que concluyeron con tu adolescencia? Mi memoria de esos años es estrecha, no poseo muchos recuerdos. Parecería como si el primer día de la guerra los hubiera borrado. Vivíamos muy cerca de un aeropuerto militar, y el 10 de mayo de 1940 los aviones alemanes atacaron con un ruido ensordecedor. Del cielo descendían cientos de paracaidistas. Yo tenía mucho miedo. Alguien de la familia me echó encima un balde de agua fría. Parecería como si eso, de alguna forma, hubiera reprimido toda memoria temprana. A ello se sumó el hecho de que mis padres -como descubrí mucho tiempo después- se cambiaron de casa ocho veces entre mi nacimiento y esa fecha de mayo de 1940. Eso podría explicar algunos de mis hábitos nómadas. No tengo memoria de mi primer día de escuela, de amigos, maestros o cualquier otra experiencia de esos años. Mis recuerdos datan de años posteriores. Mis padres se divorciaron durante
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la guerra y yo viví con mi padre en La Haya; mi madre vivía en el campo con mi hermana y mi hermano menor. En 1944, cuando tuvo lugar lo que se llamó “el invierno de hambre”, mi padre me envió con mamá: en el campo había más comida. Nunca más lo volví a ver, murió en un bombardeo en febrero de 1945. El viaje es un tema medular en tu discurso periodístico y literario. Tu primera aventura fue una excursión en bicicleta a Bélgica, ¿qué te impulsa al viaje, que te motiva a cultivarlo en las letras y en la vida? ¿Qué significa para ti el viaje que te lleva a titular un libro Hotel Nómada? Sí, la idea de movimiento o migración puede leerse en mi libro Hotel Nómada. He seguido un impulso. No me gustan las explicaciones psicológicas. Simplemente abandoné la casa un día, y nunca paré. Te mueves también con esa misma vocación en los géneros, vas de la crónica a la novela, del reportaje al ensayo, del cuaderno de viaje a la poesía. Los idiomas también forman parte de tus herramientas de trabajo para abrir puertas y caminos. Es poco usual encontrar novelistas buenos poetas, a la inversa es más común. Pero tú llegaste a la poesía después de publicar novelas y hacer periodismo, de ser premiado incluso por tu obra. ¿Por qué la poesía, ese lenguaje que no encaja
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en el mercado y atrae poco los reflectores? ¿Cómo descubres en ti esa vocación, esa determinación de cultivarla? Estoy también seguro de que los poetas no son los mejores novelistas, pero para mí la poesía es esencial, más incluso que los otros géneros, pero preferiría escribir prosa y poesía antes que convertirme en mi propio analista. Respecto a los resultados, otros pueden decidir. Yo vivo con la poesía, como puede verse en mi libro Tumbas. La poesía es muy audaz, en el sentido de que desafía a entrar en territorios desconocidos del pensamiento y el lenguaje. Lo que yo encuentro allí (en la poesía de otros, y a veces en la mía) se filtra en mis novelas. Me gusta descubrir nuevas posibilidades, hacer cosas inesperadas, y no quiero pertenecer a una sola disciplina. Mi vocación es cruzar fronteras, como en mi propia vida de viajero. El Desvío de Santiago es una obra que te conecta con el mundo español y confirma tus vínculos afectivos entre Amsterdam y Menorca, dos hogares en los que pasas buena parte del tiempo que no estás de viaje. Es curiosa esa relación si se piensa en la historia de Holanda y España. ¿Cómo se representan esas dos geografías y ámbitos culturales en tu obra y en tu ámbito afectivo e intelectual? Menorca para mí no es tanto española como mediterránea. Menorca no
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figura en el libro Santiago. En el norte hay un anhelo por el sur. Lo puedes encontrar en Goethe, en Hölderlin, en Shelly, Byron, y muchos otros. Pero no puedo repetir los millones de entrevistas que he dado acerca de este asunto. ¿Por qué España? ¿Por qué Italia? ¿Por qué esta mujer y no otra? Realmente las respuestas deben ser encontradas en mis libros. No puedo dejar de pensar que lo visual está muy presente en tu obra poética, lo asocio a una tradición muy fuerte en el arte flamenco o a un artista como Van Gogh; además, claro, de tus viajes junto a tu esposa, fotógrafa y antropóloga, que dan como resultado reportajes o crónicas gráficas. ¿Qué logros has tenido, literariamente hablando, hacerle ver al lector lo que de manera común no alcanza a ver, lo que le es invisible? Los alemanes me llaman Der Augenmensch, intraducible. Auge es ojo y mensch es hombre. Tengo una fascinación por las cosas visuales, y me gusta describirlas, como he hecho en Santiago (Las Meninas) y en el Enigma de la Luz (Piero della Francesca, Hopper, Vermeer). Me quedé impresionado por el hecho de que fueron pintores holandeses de bodegones los que descubrieron la materia como un tema para la pintura: arenque, queso, ostiones, limones. Fue un desarrollo completamente nuevo. De la misma forma, yo
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estoy interesado en la fotografía, pero cuando viajo, nunca hago una foto -no debe haber nada entre mi ojo y la cosa, el paisaje o la persona a la que estoy mirando-. El protagonista de mi novela Mokusei es un fotógrafo, y en el de El día de todas las almas; es un camarógrafo. Algunos de mis poemas están inspirados en fotógrafos o pintores. También he escrito acerca de algunos fotógrafos, o he hecho introducciones a sus libros. Tu novela Rituales fue llevada al cine. Sabemos que son dos lenguajes diferentes, pero ¿cómo evalúas los resultados? ¿Qué le deja o qué le quita a tu obra, qué representa esa experiencia en tu trayectoria y en tu trabajo escritural? No me ha gustado, mejor no hablar de ello. Hay mucho monólogo interior en ese libro, y no creo que se haya logrado la transmisión en imágenes.
Tienes una fuerte amistad y admiración por Rüdiger Safranski, ¿qué te identifica con su obra y su figura? ¿qué te gusta más de su trabajo? He leído todos sus libros, pero sobre todo es un gran amigo, con un inmenso don para hablar de forma muy clara acerca de temas complejos, como Hegel o Heidegger. En mi opinión es un Chrysostomos, una boca de oro, puede hablar acerca de esas cosas tan elegantemente y de forma tan comprensible que siempre tengo la idea de que, al menos por diez minutos, he comprendido. Además de eso, es proustiano, como espero serlo yo. Ahora está trabajando en su gran biografía de Goethe, y después de eso, continuará con su libro sobre el Tiempo, un tema que siempre me ha intrigado.
José Ángel Leyva | Durango, México, 1958. Poeta, periodista, ensayista y editor. Fue codirector de la revista de poesía Alforja (1979-2008). Obtuvo el Premio Nacional de Poesía “Olga Arias” con el libro Entresueños (1990). En 1999 recibió el premio del Certamen Nacional de Periodismo, en el área de reportaje cultural, otorgado por el Club de Periodistas. Ha publicado más de 15 títulos de poesía, narrativa, reportaje y artes. Libros suyos han sido traducidos al francés, italiano, portugués e inglés.
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Cees Nooteboom
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Vela Traducción del neerlandés: Fernando García de la Banda
Él, vestido de marinero, y la larga vela quebrada. Sus calcetines blancos, los zapatos blancos de su madre, el lazo de su cordón. Debajo piedra, tierra, suelo, los mismos de siempre. Yacer encima, yacer debajo, guantes blancos, antorchas, y los otros zapatos, relucientes, negros, de luto. Inolvidable, la quiebra de la vela, la blanca cera tronchada, colgando de la mecha, el destino, aún vigente. La mano de ella, su pulsera de oro. El pañuelo marinero, azul, en la foto negro contra el blanco del abrigo materno. La mano de ella en la de él, el rostro de ella, el otro rostro de él, invisiblemente recordado. ¡Jesús, qué zapatos tan pequeños! Y nunca dejaron de caminar.
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Luna llena Oh, todo está bien, tal como tú escribes tu poema, eufónicamente coloquial, y tú, mesurado, con moto, y tú, una gramática torturada, de rimas y jirones, un grito en la noche. Solo que hoy tengo que hacerlo de otra forma, sin demasiadas palabras, como la luna a través de la mosquitera brilla aquí, sobre mi cama, tan sencilla y silenciosa.
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Figura La flor del hibisco es flor de un día, estrella de fugaz fuego que contradice jardín y cielo, y el hombre dentro un cuerpo que se defiende, como toda flor. Lo que él no sabe: cuán cierto es todo esto. ¿Es real esta figura que en el último brillo de las estrellas se sienta afuera, no ve la flor, se abrasa a la luz fría, y al alba temporal recoge flores de un suelo negro rehuyendo la violencia de la luz del sol? El ansia de duelo que fermenta en él recuerda a un amigo, una amistad que pierde su medida entre tanto quebranto. ¿Qué es lo que hay allí, un hombre o un poema? El cartero con su camisa amarilla llega hasta la verja en bicicleta, cuenta el mundo, entrega su carta a un ser viviente, no sabe de duelo o alma. Ve las flores rojas en el suelo, dice “va a hacer calor hoy”, desaparece luego en la luz y en este poema.
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Joaquín Vásquez Aguilar, foto cortesía de su familia
El paraíso en la tierra Entrevista a Joaquín Vásquez Aguilar
Elva Macías
Háblame de tu pueblo natal, de tu primera infancia. Nací en Cabeza de Toro, un pueblo costeño del estero; está como a dos kilómetros del Océano Pacífico. Soy hijo de pescadores, mis tíos y primos mayores son pescadores. Mi hermano Isaías desde que estaba grandecito acompañaba a mi papá a pescar. Miraba yo canoas, garzas, manglares, la lluvia sobre el estero, los pescadores que venían mojados, con sus atarrayas, con sus calzoncillos, con sus pantalones viejos que se ponían para trabajar y los llamaban pantalón de atarrayar. Los pescadores volvían con ensartas de mojarras o bolsas de camarón. No solamente se trataba del estero, mi padre también sembraba, más que nada sandía; todavía se siembra sandía, muy poco maíz, a veces pepino. El que no pesca siembra sandía o tiene sus vaquitas y las ordeña. Cuando yo era niño la gente vivía de la agricultura pero más que nada de la pesca. ¿Y cuál es el recuerdo más remoto que tienes? Tendría quizá dos años, ya caminaba yo sobre mis dos pies y recuerdo que en la labor, en las matas de plátano que teníamos a un lado del patio, estoy buscando una canica de vidrio de esas listadas. Me veo buscando esa canica, la encuentro y de pronto en el patio de mi casa no hay nadie: me di cuenta que estaba yo completamente solo. Fui al corredor de mi casa de bajareque y no había nadie, no sentí miedo como cualquier muchachito que
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de pronto se ve desamparado. Me vi solo, sin temor de nada; fue el sentimiento de soledad no de angustia: hablo de indagar por mí mismo qué demonios es estar aquí, en esta tierra, en aquel patio, solo, en este mundo, solo, a pesar de tanto poblamiento. También recuerdo un gran papalote que hicieron de cajas de cartón: en vez de ponerle hilo de coser, le pusieron mecate de hamaca porque era muy grande; el norte lo elevaba y arrastraba a mi hermano Isaías. Allá llamamos norte al viento norte, no a la llovizna: mi hermano lo elevaba y el papalote lo arrastraba; es otra impresión que tengo de niño. ¿Y tú ibas al mar, al estero, de niño? Empecé a ir cuando aprendí a conducir la canoa con vara de palanca. En otros lados le dicen pértiga: con eso se conduce en el estero, más que con el remo. Generalmente uno conduce por las orillas, donde no está hondo y cuando cruzas, en las partes más hondas, se utiliza el remo. Aprendía a palanquear y mi papá me llevaba, él y mi hermano mayor Isaías, con la atarraya. Aprendí, pero como dice mi hermanito en un video que me hicieron: “Lo que pasa es que a Joaquín no le gustaba ese trabajo porque era muy rudo para él, muy duro; él siempre fue un muchachito enfermoso, le gustaba ir a bañarse, el juego y tal cosa”. Cuando llueve mucho el estero crece y el agua salada se vuelve dulce y; con el muchachitero íbamos a bañarnos. Una vez yo miraba que todo el mundo alegre chapoteaba en la orilla del estero y yo con calentura. Me escapé de mi mamá y con todo y calentura me metí.
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¿Cómo se manifiesta en tu infancia tu interés en la literatura? Aprendí muy pronto a leer y a escribir, desde el primer año. Cuando estaba en tercer año se me facilitaba el aprendizaje de la gramática, la ortografía, el coco de los redactores. En segundo de secundaria empecé a escribir. Escribía con el verso medido y rimado. Mis lecturas eran Nervo, Velarde; primero leí a los poetas del romanticismo y luego a los del modernismo. Juan Bañuelos me ha recalcado: “tienes demasiado oído musical”. Se me facilitaba esa musicalidad; mi inclinación se fue yendo por ahí: primero el conocimiento de la gramática, de la ortografía; así fue dándose por sí sola la literatura, de manera natural. No es algo que yo me haya impuesto conscientemente. ¿Hasta qué año estudiaste en tu pueblo? Allá terminé el cuarto año de primaria. Al siguiente año me enfermé de anemia; recuerdo que me gustaba comer barro, comer lodo, con el que se armaban las casas, y estaba yo anémico. Un año no fui a la escuela pero no importaba porque ya había cursado el grado más alto que había en el pueblo. Al siguiente año me compuse. Mi papá se daba cuenta que a mí me gustaba mucho la escuela y como no tenía dinero -mi papá fue pobre- no me podía mandar a Tonalá, la cabecera municipal, a veinte kilómetros de allí, y me metió otra vez en cuarto año con tal de que siguiera yendo a clases. Mi amor a la escuela no fue obstáculo para que yo rompiera, antes de ir a la escuela, una Biblia que le regaló un maestro a mi hermano mayor. La rompía para hacer papalotitos, a cada hoja le ponía hilo arriba y su colita abajo. En mis tex-
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tos no salen imágenes de barquitos de papel, aparecen papalotes, el viento. Ver volar un papalote moviendo sus arandelas siempre me ha gustado. Todavía ahora me gusta verlos, paso por un pueblo, miro un papalote y me le quedo viendo. Empecé a romper la Biblia hasta que se dieron cuenta y como no tenían donde guardar las cosas: gente pobre, de casitas de bajareque…Luego me fueron gustando los libros.
el sexto año y se van a París becados por el gobierno de Francia. El avión se cae y ellos se refugian en una isla, habían aprendido primero auxilios en la escuela. Son tres personajes y un mono que encuentran. Es una historia de aventuras, relatos muy agradables que me gustaron mucho; incluso a mi papá Emeterio le gustaba muchísimo el libro. Lo tuvimos por muchos años hasta que se deshizo el pobre.
¿Dónde terminaste de estudiar la primaria? El quinto año de primaria lo hice en Tuxtla. El licenciado Camacho llegaba a Cabeza de Toro porque mi papá lo llevaba a cazar patos. En uno de esos viajes le dijo a mi papá: “Me llevo a tu hijo que quiere seguir estudiando, me lo llevo a Tuxtla”. Estuve un año aquí, me acuerdo que fue en 1962, en la época en que los excursionistas del Pañuelo Rojo conquistaron el Cañón del Sumidero. Estudié en la escuela nocturna Fray Matías de Córdoba; donde ahora se encuentra el Auditorio Municipal estaba la cancha y en la otra esquina la escuela. Luego estudié el sexto año en Tonalá. Ya mi papá me daba dinero para que en el autobús de tempranito me fuera a Tonalá y regresara al terminar las clases. Pasé con un promedio muy bajo de seis y medio. Tendría yo catorce años; tengo primos en Tonalá y nos íbamos al río que estaba cerca de su casa, se nos hacía tarde y faltaba a clases. Recuerdo que tenía un libro de lecturas: Cielo, tierra y mar, y el maestro que nos indicó este libro se apellidaba Matus, era del norte y se afincó en Tonalá, muy buen maestro. Ese libro me gustó mucho, sus cuatro personajes se salvan al caer el avión, junto con el piloto que está herido: son niños que terminan
¿Cuándo tomas conciencia de tu trabajo poético? Fue exactamente cuando entré al grupo de teatro que dirigía el maestro Luis Alaminos. Él me empieza a hablar de García Lorca, de Vallejo, de Miguel Hernández, de Neruda. Y yo le decía: -Maestro, yo leo “… Verde que te quiero verde…” y no le encuentro sentido, no me dice nada. Y él me insistía: -Ya lo entenderás después, pero léelo. Me fui metiendo en esas lecturas, me fue gustando el ritmo del Romancero gitano, sobre todo y el tono dramático de Miguel Hernández.
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Fue el maestro Alaminos un iniciador en tus lecturas… Aparte de tener con él la experiencia en el teatro: ser actor, estar en escena, conocer la literatura dramática, platicar con los miembros del grupo. Estaban Malú Morales, los maestros Alaminos, Luis como director y Martha como actriz; Rodrigo Palomino, que fue un gran bailarín; Alfredo Ovilla, que trabajaba en el ICACH; Reynaldo Velázquez empezaba descollar como pintor y leía muchísimo; llegaba porque le gustaba convivir con el teatro, iba a los ensayos y luego a los estrenos.
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Joaquín Vásquez Aguilar con su famillia en Cabeza de Toro
Muchos escritores de Chiapas pasamos por esa experiencia del teatro experimental, y muchos tuvimos aprendizajes o diálogos con el maestro Alaminos, quien además tiene una excelente biblioteca. Yo venía de un medio rural, estudié la secundaria y estaba haciendo mis pininos, pero con lecturas limitadas; en ese momento di el salto, con la influencia del maestro Alaminos. ¿A la Ciudad de México llegas como actor del Teatro de Orientación Campesina que fundó Eraclio Zepeda en 1971? Llegué en 1972, yo acababa de salir de la prepa; la generación nuestra fue la última que hizo el bachillerato en dos años. Al graduarme de la prepa coincidió el inicio de la gira en una brigada del teatro campesino de CONASUPO. La experien-
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cia de la gira fue muy valiosa, ya tenía yo más de veinte años y había publicado en la revista ICACH. ¿Esa fue tu primera publicación? Mi primera publicación importante, consciente de que estoy escribiendo con una calidad publicable. ¿Quién fue el conducto para la revista? El maestro Andrés Fábregas Roca, a quien le mostré mis poemas. Él dirigía la revista, le gustaron mis poemas pero el espacio ya estaba dispuesto para textos de Daniel Robles Sasso, que era el rector del ICACH en ese tiempo. Robles Sasso dijo: “Este joven hace teatro, lo he visto en las obras de Luis Alaminos y si, aparte, es un buen poeta yo le cedo mi espacio, yo he publicado y él publica por primera vez”. A través de Robles Sasso, quien
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me cedió sus páginas, publiqué en tres números consecutivos de la revista ICACH como doce poemas, entre 1970 y 1972. Hiciste el intento de vivir en la ciudad de México, ¿te desencantó? Fue muy valiosa la experiencia de vivir en la ciudad de México, viví allá tres años y medio, me gustaba. Siempre he disfrutado el cine. Cuando llegaba el cine a Cabeza de Toro y éramos muchachitos, mis hermanos y yo íbamos a arreglar las sillas de la escuela (ahí se daban las funciones) para que nos dejaran entrar gratis: te digo que éramos pobres y el cine nos encantaba. A mí me sigue fascinando. La ciudad de México me brindaba eso: no ganaba yo tan mala paga, tenía mis noviecillas esporádicas en el DF o muchachas de las brigadas que algunas se quedaron allá y andábamos juntos. Eraclio (Zepeda) me dijo: “Si quieres seguir aquí, te quedas a trabajar en la oficina, ya no salgas de gira con las brigadas”. Así me quedé tres años y medio. Viví en varias partes de la ciudad. ¿Te acuerdas de Pedro Nel Rey, el director colombiano? Compartimos un departamento de tres cuartos, amplio y bonito, con su mujer Marilyn, otra pareja de colombianos y yo de soltero. Ana Iris Nolasco vivía allí, se fue a Francia y me dejó el cuartito. Sí me gustaba la ciudad de México, tenía contacto con poetas; de hecho hicimos un grupo, una especie de taller colectivo, sin maestro, entre nosotros nos leíamos y comentábamos. ¿Qué te hizo volver a Chiapas? Volví porque tuve problemas de trabajo. Creo
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que Eraclio ya no estaba allí. Seguí un tiempo más, estaba sindicalizado y tomé partido, fui honesto: no estaba de acuerdo con el sindicato al que pertenecía, me incliné por los que estaban perdiendo, ellos tenían razón: “Si me corren ni modo”. Y sí me corrieron. Volví como tres veces en estancias de meses; la última vez estuve trabajando como corrector de galeras en el Fondo de Cultura Económica, fue en el 83; cuando muere mi padre, regresé a Chiapas y no volví a la ciudad de México. ¿Dónde empezó tu amistad con David Huerta? Aquí, en Tuxtla Gutiérrez; él venía invitado a lecturas, igual que su papá, quien fue muy querido en Chiapas, en Tuxtla sobre todo. Ya David sonaba como buen poeta. La Dirección de Cultura y Recreación y la UNACH lo invitaron varias veces; a San Cristóbal llegaba mucho, era amigo de Raúl Garduño. Cuando tuvo la beca Guggenheim se pasó unas temporadas aquí, en San Cristóbal. Yo lo conocí aquí, le mostré mi libro Cuerpo adentro y le encantó, le gustó mucho: -Ah, caray, es difícil encontrar autores de tu edad que tengan un primer libro con esta calidad. ¿Sabes qué te propongo, Quincho? Vámonos al Zoológico, allá entre la naturaleza. Nos fuimos los dos solos y allá empezó a leer mi libro en voz alta. Después escribió un texto que empieza “Allá entre los árboles de Cerro Hueco, entre nauyacas y helodermas…”, texto que publicó y después leyó en Radio Universidad. Todavía tenemos estrecha amistad.
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¿Cuál es el compromiso con tu propia creación? Sería alta traición, al escribir, no ser fiel a lo que quieres expresar; no hay que escribir como Pablo Neruda en sus últimos poemas: Incitación al Nixonicidio; eso no era su poesía, era un hombre de izquierda, pero hacer poesía es otra cosa para mí. Se me califica de poeta lírico. Yo digo que soy poeta visceral. Me derramo, me desgarro, me desangro. Me derramo ahí en mis textos: éste soy yo. Si viniera un psicólogo a indagar cómo soy, cómo es la personalidad de Joaquín Vásquez Aguilar, que lea mis textos, allí me va a encontrar; por eso mi estructura es interior siempre, parte de lo que me interesa, de lo que me penetra desde el exterior: cómo sufro cuando recuerdo que mi madre cargaba las grandes tinas. No es que me doliera en ese momento, pero visto desde aquí, sin saberlo a uno le va penetrando, le va interesando. Después tu sensibilidad se hace más palpable, empiezas a tener necesidad de expresar esas cosas. A mí me duele el ser humano en sí: por qué el ser humano es de tal modo y no de este otro, por qué sufrimos; quizá por eso siento una coordenada con la poesía humanísima de César Vallejo. Vallejo se vuelve una de mis piedras angulares desde que lo descubro. ¿Es consciente tu recurrencia a imágenes de alfileres, costillas, vértebras, éstas que llamé estructuras interiores de tu poesía en la presentación de tu libro Erguido a penas? No, eso es esencial. Mis andamiajes son interiores, no puedo traicionarlos, sencillamente no me desvío a la hora de escribir: tengo la necesidad de expresar esto y tal cosa y tal cosa. Ahora cuan-
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do no tienes los elementos de síntesis, de gramática, si no manejes el verso, te das cuenta de que no es eso lo que quieres decir, que te salió mal; no suena como quieres que suene, como quieres que dé en el blanco, entonces borras. A veces hay algo que te está doliendo, que te está punzando, pero no encuentras la manera de expresarlo, pasas días a veces semanas. Tú lo has dicho: tus deudas, tus puntales, son Vallejo, Hernández, yo diría que también Sabines… Claro. Pero puedo decirte que mis piedras angulares son primero Vallejo, porque lo descubrí antes, pero los tres más grandes para mí son: César Vallejo; Juan Rulfo, cuando leí Pedro Páramo dije: ¡qué maravilla de poesía! Y Sabines: Sabines con esa poesía cotidiana que te la dice no solamente al oído, sino a los ojos, sino al pecho, a la sangre misma, no se anda por las ramas. Por eso quizá no me atrae mucho la poesía que hace Octavio Paz, o la que hace Bonifaz Nuño, la poesía más reflexiva. Yo no digo que sean malos poetas: no son como el papalote que anda moviéndose en el aire y tiene vida. ¿Cuáles son tus planes de trabajo en este momento? ¿Tienes un libro en preparación? Sí, hacía tiempo que yo quería hacer otro libro. Por ejemplo, cuando escribí Vértebras me propuse hacerlo, así como salió, y me tardé dos años. Yo escribo frugalmente poemas cortos, de verso corto, incluso. Me propuse hacer un argumento poético: Vértebras, que hablara de eso. Yo tenía 33 años, la edad de Cristo, incluso lo menciono “… las treinta y tres edades de Cristo a punto de caérseles el templo…” Es una columna vertebral, las 33 vértebras,
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la intensidad y la densidad a punto de quebrarse el ser humano, su templo que es su cuerpo. Quería hacer eso y quedé satisfecho con el libro y por fortuna el FCE quizo publicarlo, a través de David Huerta. Inicialmente David quería publicarlo en la revista La mesa llena, pero yo quería publicarlo en forma de libro. Tal vez lo propuso García Terrés, que era el director, un día me dijo: “Sorpresa, el Fondo te quiere publicar…” Salió y tuvo buena acogida. Ahí reuní Cuerpo adentro, Aves y Vértebras en el mismo volumen. Después publiqué Casa. Yo tenía poemas con un seguimiento temático y de tono sobre mi pueblo: Cabeza de Toro, sobre mi familia, sobre mi gente. Escribí lo que faltaba, eran muy pocas páginas. Y no se nota que haya pasado tiempo entre la escritura de una parte y otra. No se nota por eso, porque me es entrañable mi pueblo, mi gente, esa atmósfera de allá que sigo teniendo en algunos poemas. Luego reuní poemas en Cuaderno perdido, que me publicaron en Oaxaca, en la Casa de la Cultura de Juchitán. Era un cuaderno de más de treinta páginas. Cuando
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el Instituto Chiapaneco de Cultura me invitó a publicar, Jesús Morales Bermúdez me sugirió “por qué no reeditas Casa y Cuaderno perdido en un volumen con nuevos poemas y nuevo título”. De ahí salió el volumen Erguido a penas. Después escribí poemas sueltos, pero no me salía la gran cosa, quizás por problemas se me agotó la veta y no iba a ponerme a escribir cualquier pendejada. No se vale si has publicado en el Fondo, si te invitan a recitales en otras ciudades y en México. Ahora estoy escribiendo un libro que tentativamente se llama Pequeño paraíso perdido. Es la nostalgia de lo que tuvo uno en la niñez. Mi pueblo ya no es el mismo de cuando te alumbrabas con candiles, ahuyentabas los moscos con cáscara seca de coco. Mi pueblo ya tiene luz eléctrica, ya tiene televisión y antenas parabólicas. O sea, la virginidad que tú conociste de tu pueblo ya no existe: el paraíso perdido. Además tu edad misma, todo ha ido cambiando y hay una nostalgia. Como dijiste en la presentación de mi libro Erguido a penas que es un canto como si viniera de siglos de herencia
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y continuara y que por eso empiezo mis poemas con minúsculas, quizá sea eso también. Este texto es otra manera de decir lo que escribí en Casa: ya no regresas para festejar qué bonito vuelo y qué bonito es el estero. Éste habla del paraíso perdido, de Adán y Eva que ya no están en el jardín maravilloso; la conciencia de que las cosas ya no se miran con las miradas de niño, es una especie de tragedia. Quiero escribir ese libro hablando de eso y no sólo de eso, sino referirlo también a problemas colectivos. Yo no escribo poesía de corte social, mi pueblo en todo caso sería América, sería la Colombia de García Márquez de Cien años de soledad o aquel Buenos Aires que pintaban Marechal y otros autores. ¿Cuál es ahora tu trabajo cotidiano? Es el asesoramiento de los becarios del Centro Chiapaneco de Escritores; me reúno a platicar con ellos, me muestran sus textos, opino y al que tiene miedo de hablar pues lo aliento de algún modo para que se vaya soltando. Ellos se tienen que formar por sí solos. Lo que aporta el Centro son los seminarios que imparte gente especializada que viene del centro del país y de otras ciudades o gente de aquí muy calificada. Los invitamos a que trabajen tres días seguidos con sesiones por la mañana y por la tarde con temas que los mismos especialistas proponen, se da una bibliografía. Este sistema de trabajo ha enriquecido mucho a los becarios. Es muy acertado el sistema porque escuchan diversas opiniones y no sólo la del coordinador. ¿En tu trabajo poético con quién mantienes diálogo? Con la gente más cercana: con Jesús Morales
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Bermúdez, a quien le tengo mucho respeto como conocedor de literatura, además es un gran novelista, un conocedor del idioma, es mi jefe inmediato. También con los exbecarios, varios de ellos tienen formación universitaria de la carrera de letras de la UNACH. Antes con el maestro Fábregas Roca; a quien prometí un ejemplar de Vértebras y cuando salió se lo llevé a su casa, ya estaba jubilado. Y a veces con amigos que suelen concurrir a las actividades literarias. Por lo poco que he visto del nuevo material de tu libro, parece que hay una búsqueda para aprovechar tu natural musicalidad. Otras de las instancias en las que me apoyo. Ya de muchachuelo me ponía a cantar a dos voces con mi hermano mayor: él en primera y yo en segunda. Y como nos gustaba mucho el cine y llegaban las películas rancheras, cantábamos como Luis Aguilar, Pedro Infante, Jorge Negrete, Miguel Aceves Mejía. Mi hermano sabe cantar, yo me fui por el lado de la poesía. Se nota esa musicalidad de la que no me puedo desprender, quizá venga del ambiente: el vuelo de los pájaros, el mismo vuelo del papalote. No es lo mismo el vuelo de un avión y el movimiento de un automóvil que el vuelo de los pájaros, el sonido de la lluvia o el movimiento de los árboles con el ruido del viento. Por tus raíces y tu presencia eres parte importante de la tradición literaria chiapaneca. En este sentido, sí. Quienes me conocen o me han leído dicen: “aquí tenemos poesía para rato”, no dicen con “los espigos” se agotó, hay una continuidad: ahí está Elba Macías, ahí está la obra de Raúl Garduño, ahí está Pepe Falconi y ahí está
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Joaquín Vázquez Aguilar, dicen. Luego publica Efraín Bartolomé que ha expandido su manera de escribir, su vertiente que gusta mucho. Yo no sueno mucho en la Ciudad de México o en otras ciudades, sueno algo. No publico seguido o no me incluyen en antologías. No me interesa y no sé promoverme. Si alguien me invita a participar no digo que no. Pero cuando te sale una cosa buena, ¡qué satisfacción te da! Caray, esto me salió como quería, se publique o no. Claro que si tengo un buen poema yo quiero que lo conozcan. A veces lees en público y aparece alguien que te quiere publicar. Pero no ando con los textos bajo el brazo diciendo “quisiera que me publicaran esto…” Y no es porque tenga cierto cartel, soy conocido en este sentido, pertenezco al mismo seguimiento de los poetas de Chiapas. Por otro lado, y no es falta de respeto a nadie, en verdad yo me fui formando en gran parte solo, no me formé en talleres. Me formaron mis lecturas y preferencias y, claro, aquellas
vivencias de la niñez, cosas viscerales. Cuando dice José Falconi en un texto que yo sentía un rechazo a lo citadino, a los edificios, al ruido, sí estoy de acuerdo. Pienso que la tecnología va destruyendo la parte humana de uno. Mientras avanza la tecnología el hombre se va haciendo cada vez más un ser cibernético. Yo defiendo al hombre, tal vez por eso no me interesan las religiones en el sentido de una vida en el más allá. A mí me importa andar aquí en la tierra: sentir tal cosa, ver una mujer bonita que me gusta, estar con ella, hacerle el amor o simplemente ver una mujer bonita, un paisaje en pantalla. Tú estás en la tierra. Sí. Por eso mi próximo libro, El pequeño paraíso perdido, es un anuncio de que si uno se va a morir, ya recordó que hubo un paraíso aquí, en la tierra.
Elva Macías | Chiapas, 1944. Se dio a conocer como poeta en los años setenta del siglo pasado con Círculo de sueño, libro de delicado trazo en el que se refleja su estancia de años en la República Popular China y en la Unión Sovíetica. Escritora de alta concentración, demoró diez años en publicar su segundo libro, Imagen y semejanza. En 2001 reunió sus cuatro libros publicados hasta entonces -a los dos mencionados hay que sumar Lejos de la memoria y Ciudad contra el cielo- en Mirador (1975-1993). Forma parte del Sistema Nacional de Creadores y ha recibido numerosos reconocimientos, entre los cuales destaca el premio Carlos Pellicer para obra publicada. Jinete en contra es su más reciente poemario.
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El destino poético de
Joaquín Vásquez Aguilar
Antonio Durán
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oaquín Vásquez Aguilar nació en Cabeza de Toro, municipio de Tonalá, Chiapas, el 15 de agosto de 1947; murió en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez en enero de 1994. Vásquez Aguilar tomó conciencia de su destino poético cuando ingresó al grupo de teatro que dirigía Luis Alaminos. Éste le recomendó las lecturas de Federico García Lorca, César Vallejo, Miguel Hernández y Pablo Neruda. “Me fui metiendo en esas lecturas, me fue gustando el ritmo del Romancero gitano, sobre todo el tono dramático de Miguel Hernández”, confesó durante una entrevista con Elva Macías (1996); ahí reconoce la influencia decisiva del autor de César Vallejo: “siento una coordenada con la poesía humanísima de César Vallejo […]. Vallejo se vuelve una de mis piedras angulares desde que lo descubro”. Vásquez Aguilar fue un poeta comprometido con su creación. En su formación poética también son importantes la Biblia, el Popol Vuh, Ramón López Velarde, José Emilio Pacheco, Juan Rulfo, Vicente Huidobro y Jaime Sabines, entre otros. José Martínez Torres (1996: 17-18) señala que el autor de Casa había leído mucho y contaba con una memoria y un oído excepcionales; sus ideas y juicios sobre la literatura eran sólidos porque se basaban en una penetrante observación de la vida diaria; entendió el oficio de escritor como un ejercicio de lectura y de reflexión incesante. Vásquez Aguilar tuvo la ventaja, no siempre compartida con los demás autores chiapanecos, de haber vivido en la ciudad de México, lo que presentó una más aguda percepción de las virtudes de su pueblo y una formación intelectual más refinada, pues no copió la vida de Chiapas sino que la dramatizó, en ocasiones sacrificando lo verosímil al efecto. Martínez Torres dice también que el vate tuvo caídas, que podrían ser el poco desarrollo de algunos temas, demasiados ci-
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frados, y quizá un excesivo apego a la Vanguardia; sin embargo, tenía el don de narrar incidentes de manera sorpresiva y precisa, de revelar lo que está oculto aunque se halle a la vista de todos. La importancia de su obra en la poesía mexicana aún se está gestando. Paulatinamente se va descubriendo y extendiendo el valor de su estética. Sin duda, el tiempo irá rescatando y ampliará su ámbito de lectores más allá de los actuales círculos literarios y de las fronteras del estado. Israel González Ruiz (1997) señala que la poesía de Vásquez Aguilar desciende de Vallejo y “asume el ánimo experimental de los movimientos vanguardistas que surgieron en las primeras década del siglo XX, sin caer en los excesos del Dadaísmo o en la incoherencia de cierta poesía automática surrealista”; también señala que tomó de Vallejo la sonoridad y el desmembramiento de las palabras para expresar estados de rispidez o de desasosiego, malestares del alma. No obstante su apariencia, la poesía del chiapaneco no es local. No se detiene allí, no constituye su propósito central, aunque constantemente aluda a la vida familiar y al tiempo de su infancia. El tema esencial es el sufrimiento en tanto que raíz del ser humano. El enigma de la existencia del hombre, de su vida en la tierra lo inquietó siempre; dijo a Elva Macías: “Hablo de indagar por mí mismo qué demonios es estar aquí, en esta tierra, en aquel patio, solo, en este mundo, a pesar de tanto poblamiento”. El autor de Vértebras ve el sufrimiento como la manifestación de un mal inexplicable. Es una visión trágica, en el sentido griego, porque está en relación con la fatalidad y con inexorabilidad del tiempo y su desgaste. El hombre está condenado a la contemplación de lo irreparable. La vida es una
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herida. Incluso el amor camina con hendiduras. La modernidad es un error, un malestar que corroe lo elemental del mundo. El poeta observa el ocaso de la vida elemental y de sus valores. El mundo contemporáneo se torna cada vez más artificial y menos humano; sus habitantes se van desposeyendo interiormente. La poesía de Vásquez Aguilar está más cerca de la inocencia de las cosas y de la recuperación de la antigua unidad no falsificada por la modernidad ni por la marcha del tiempo. La memoria alumbra y libera el tiempo de la infancia, recupera lo original encarnado en el hogar, los abuelos, los padres, los hermanos. A través de la memoria se vuelve a habitar en lo primordial del mundo con la dimensión de arrobamiento. Dentro de esta significación se sitúa la referencia a los abuelos y a Chico Robles, en tanto que fundadores de Cabeza de Toro, hombres originales y elementales. Se observa en su poesía la nostalgia y el cariño por los hombres no tocados por la civilización de la usura, de la competencia, la prisa y el consumo. Pero es un recuerdo asumido desde la ausencia y la penuria. Es una poesía escatológica en tanto que corresponde a una escritura de la pérdida. El hombre y las cosas son acontecimientos en constante alteración. El tiempo no está fuera del hombre sino que constituye su dimensión más honda. Los seres amados y el mismo sujeto poético son referidos en su inestabilidad básica. Por ejemplo, en el poema “Hasta el día en que vuelva”, el padre, Don Emeterio, aparece cargando su ancianidad en la cual se dibujan los presagios de su inminente desaparición: ochenta dosmil lagartos en los ojos del viejo Emeterio
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pueblan su barba por su lengua va y viene el cuchillo que descuartiza de este modo mientras teje el estero con ademanes su vejez de pie
Cuando el padre muere, la orfandad se acentúa, el dolor sensibiliza las cosas mismas, cada elemento del paisaje participa dramatizando la circunstancia del sujeto poético, como se observa en “Recado de familia”: desde el manglar me preguntaron las iguanas por ti los bagres del estero también me preguntaron el viento y sus gaviotas tu canoa tu atarraya mamá me preguntó por ti y yo tuve que hacer este recado y ponerlo en el pico de la garza más blanca a ver si en su blancura te encontraba y lo amarré a la tristeza del
pez más profundo a ver en que rincón del agua te encontraba Muchos poemas son testimonios de ausencias dolorosas y enfrentamiento con una realidad desustanciada. Vivir es hacerlo con dificultad, con el peso de las penas y el desgaste del cuerpo, como se observa desde el título de uno de sus poemarios Erguido a penas; es decir, el hombre camina próximo a la tierra y a sus abismos. La vida pulsa sobre un fondo de muerte. Sus obras publicadas son Cuerpo Adentro, 1978; Aves, 1980; Vértebras, 1982; Casa, 1984; Cuaderno perdido (1989), Erguido a penas (1991), Feminario, 1992; Antología personal, 1993 y Pequeño paraíso perdido, éste último aparecido en 1996, dos años después de la muerte del bardo de Cabeza de Toro, es una colección de poemas seleccionados por Luis Alaminos, Rafael Araujo y Rodrigo Núñez, como un cumplido al libro que el chiapaneco pensaba publicar y que desapareció a su muerte. Actualmente, el texto al que aludía se ha recuperado, aún no se determina sino parcial o totalmente.
Antonio Durán Ruíz | Tonalá Chiapas. Profesor investigador de la Universidad Autónoma de Chiapas. Estudió en la Universidad Veracruzana y en la Universidad de Valladolid, España. Coordinador del Centro de Estudios para el Arte y la Cultura de la Universidad Autónoma de Chiapas. Ha publicado libros de ensayos como: La muerte en el Popol Vuh, Cuando los dioses Callan, La telaraña y El monstruo desolado. Coautor de los libros El rey en Acala. La historia verdadera de José Alfredo Jiménez en Chiapas; En el pico de la garza más blanca. Obra reunida de Joaquín Vásquez Aguilar. Coordinador del libro Una ciudad llena de fantasmas. Estudios sobre Joaquín Vásquez Aguilar. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Yo p oeta
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Quincho,
15 años después...
Oscar Palacios
“L
a poesía -escribe Alfonso Reyes en El Deslinde- puede ser catharsis para el ánimo, edificación en la ética, vivificación en la política, compensación para los vacíos del mundo, enriquecimiento de la especie, camino de la humanización del hombre, guía en tormenta, brecha en ahogo -ella liberta, ella levanta: no sin henchir antes de arrullos, a imagen de la canción de Ariel, las pausas de la noche de Fausto…” Lo anterior lo supo muy bien Joaquín Vázquez Aguilar (Cabeza de Toro, Tonalá, Chiapas 1947—1994, Tuxtla Gutiérrez), el recordado Quincho, chiapaneco trascendente que desentrañó el lenguaje del mar, las dunas, los esteros y los manglares del sueño. También era -es- un poeta que supo tomar el aliento de la selva cercana, de la madre ceiba protectora, de las raíces de los hombres verdaderos, del jaguar de intensidades celestes, de la guacamaya arco iris, de los ríos culebreantes, de la niebla con perfiles azules y, sobre todo, de los sueños irredentos de los que habitamos aquí, con nuestras luces y sombras y la terca y abrumadora esperanza. Quincho logró transformar el desgarramiento interior en una poética exploradora de los desiertos de la conciencia. Supo del dolor del mundo y su hermosura. Nos hizo navegar por los ríos vegetales de la costa y besó al mar que por primera vez llega a la playa. Logró metáforas luminosas. Su palabra conjugó a los cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego para volverlo un canto vital.
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Su poética siempre mantuvo el impulso emotivo inicial. Quebrantó el lenguaje para hacerlo más transparente. Su voz fue una voz de conciencia desolada que, en medio de una noche interminable, interroga al desconsuelo humano y no encuentra sino el eco de la incertidumbre. Memoria de sal, ceniza, íntima congoja. Joaquín no fue un poeta de imaginarias emociones sino un hombre cargando desalientos, ingratitudes, abandonos. Sin embargo, de la tormenta del corazón, de las vicisitudes del alma, volvió los ojos y se aferró a su única amante: la poesía y dejó que brotara, desde la sombra del desencanto, la intimidad de donde surge la magia que dejó inscrito en sus poemas: ironía, nostalgia, elegía, descripción. Baste este ejemplo: De mis paredes interiores raspando órgano y órgano extraigo la hiel más pura y me inyecto con pasión de avispa esto que digo tiene una larga calle que transito paso a paso
cuando estoy exactamente a la orilla de lo más esencial como el saludo como el amor sin más y digo hiel porque sucede que ando como nómada como río que no encuentra un ápice de tierra y araña, siempre araña, la piedra que le toca como herencia
Este año se cumplieron diecinueve años de su partida. Este agosto estaríamos celebrando sus 66 años. Quedan sus libros—Vértebras, Aves, etc. — pero sigue el silencio. Quincho, un poeta que descubrió tantas cosas espera todavía ser descubierto por nosotros. Por todos, no sólo por los amigos que lo admiramos y lo hemos leído. No fue un poeta oficial ni oficioso. ¿Será por eso el olvido? Fue un poeta y nada más, a secas, sin adjetivos. No estuvo cerca del Príncipe para existir y, sin embargo, caló hondo. Quinco murió el 14 de enero de 1994. San Cristóbal de Las Casas, Chiapas/2012.
Oscar Palacios | Yajalón, Chiapas. Ha publicado 10 novelas y cuatro libros de relatos. Dentro de la dramaturgia se han puesto en escena seis de sus obras. Premio Chiapas en Artes 1999 y Premio Nacional de cuento "José Agustín" 2001. Coordinador del Encuentro Nacional de Literatura "Al sur de la palabra" en SCLC. Ha participado en diversos encuentros nacionales e internacionales. Actualmente coordina un taller de narrativa en San Cristóbal de Las Casas.
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Joaquín Vásquez Aguilar Posdata para Raúl Garduño Te lo digo: seremos el amigo llorado de mañana en los cafés, en las cantinas. Luego dirán que somos los que no tuvieron la carga suficiente de martirio para ganar un patio de la tierra; los que no supieron aceptar un poco de política sincera entre las manos te lo digo: llegarán incluso a vivir entre bejucos y se abandonarán a sus divinidades colosales. Tú y yo no existiremos más en sus oídos ni en sus arterias ecuménicas y rezarán entusiasmados cuando sus lentes prodigiosas llenen de multitudes sus fantasmas. 14 de junio de 1980.
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La hoja en vaivén La hoja en vaivén tal vez hubiera hacia mis manos la muchacha espléndida caminara por el amanecer pero la silla desde donde digo la mesa / el cuarto / la ventana la concha de la ciudad sin horario allá la lluvia sincera siempre cayendo sobre el patio como sobre mi pecho claro aquí es tan clara la ciudad con su armadura de humo para encontrarte el seso de pared con que abordo este trabajo de buscar tus manos multiplícase en el piso 16 es muy fácil llamarte a gritos desde números es cierto mi papel tiembla cuando descubro un hilo tuyo la máquina de escribir escribe: hoja de ceiba en qué libro voy a leerte bajo el sol. Ciudad de México, 27 de junio de 1980.
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(Apunte) he visto las calles donde el olor del pan sale al encuentro de la luz he visto aquel viejo que se levanta tosiendo y empieza su diario contender con las gallinas y la casa sucia he visto a oscuras muchachas convertirse en piedras desnudas en el rĂo y salir oliendo a naranjal he visto el viento y los caballos esa mujer que reza un hombre para siempre niĂąo que corretea y rompe su camisa y la medita he visto, en fin, pueblo que transcurre sin prisa bajo su tejado cotidiano (y no he tenido ocasiĂłn de comentarlo)
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Casa mi caverna está bien un poco oscura pero es el modo de guardarme de tanta luz de tanta electricidad hasta el fisco mi país está aquí alrededor de mis pocas palabras en mi árbol más cercano en mi carrera con aire en mi padre que es muy garza muy canoa el agua y la lluvia
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Vamos a repartirnos Vamos repartirnos a cada uno el humo y la tos de esta ciudad un pedazo de motor ha de tocarnos para siempre en el pecho con un serrucho vamos a partirnos la piel (y a utilizarla como un pañuelo negro también el hule que huye de aplastarnos vamos a repartírnoslo) y el cemento donde dormimos ha de tocarnos en partes iguales es el tiempo de la economía señores de la corbata es muy temprano en los aviones y en los bancos para jugar un poco, (niños, amiga mía, viejos de la pensión) dividamos las aguas negras en pequeños mares para quitarnos equitativamente un poco la sed y de paso rememos el hambre hacia las refinerías del pan negro para aceitar un poco los huesos así le haremos los honores a esta fecha de bandera encarnizada, (al fin y al cabo es sano estar vivo bajo esta sábana amarilla para todos) 6-11-78
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De Albamar y otros poemas del mar II Albamar es sitio conveniente para hacerse de moneda antigua y verla circular en nuestros sueños Hay figas herrajes de una puerta hospitalaria clavos de la Santa Cruz y ganas de hacer nada alrededor del kiosco Arriba con el fragor de platos en cascada los comensales trinchan frutos Armados crustáceos enfurecen sobre valvas y la tinta de los pulpos se hace oda
Jorge Ruíz Dueñas Si bien es fundamentalmente poeta, en sus 22 títulos ha incursionado en el ensayo, el relato y la novela. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Ciudad de la Paz (1980); el Premio Nacional de Periodismo (1992) por la creación del Programa Cultural multimedia Tierra Adentro; y el Premio Xavier Villaurrutia Escritores para Escritores (1997). Su obra ha sido difundida en Brasil, Chile, Estados Unidos y Marruecos, donde se publicó en edición bilingüe al árabe y al francés Las noches de Salé.
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Coleccionistas de domingo yerguen la testa en busca de arroces y mandioca mientras ojos de pescado en las neveras testimonian la pureza de los tragos la marea creciente de un gol del Fluminense la sonrisa imaginaria de Vinicius Apenas somos perceptibles en el hemisferio sur cuando octubre completo arroja su entraña en la Bahía de Guanabara Apenas desliza la memoria un verso escalera abajo hasta la plaza donde aguarda una nostalgia sin interés compuesto segmentada con equidad en treinta más un gajos
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IV Diez islotes flotan en el espejo de agua Las nubes traspasadas por la luz se acuestan sobre el puente Un silencio sin edad nos baña cuando las ramas plumas de loros sorprendidos se beben en pleamar la liquidez arcaica Entonces un batir de arcángeles en fuga se eleva como garzas con ellos nuestros días contados y el alma teme desprenderse al par del viento mas perdura encadenada a nuestra sangre Veo mi pasado sin remedio y mi mortaja antes de tiempo años que escapan cual mujer descalza sobre la transparencia de los segados cuerpos Por ello sé que hay muchas muertes por delante Una inevitable travesía de dolores recurrentes y en este laberinto se prolonga el nuestro
Poeta ria d o
Ve hacia el calor me dice el cuerpo pero alguien decide que siga este destino He de volver acompañado de mi propia carne y mis huesos como percha flexionan mis sentidos me dejan dispuesto a todas las caídas asilado en un paraíso inexistente mientras el bote toma rumbo abandona mi pecado y retorna a máquina batiente al muelle de la cruz de piedra: Itacuruça el viaje y el camino
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VII Para Gonzalo Rojas
Provisiones para el cuerpo y la ración de luz llegan como la malicia desde el centro de nuestro corazón Baja el jugo de malvas por tu pecho y ejercitas en él palabra y cólera Una sandalia en la arena un siseo que nos envuelve cuando ignoramos si cada estación tiene manjares Sabemos sí de la desolación de dos mujeres de sus alforjas con plata Sabemos de caracolas desprendidas con barreta de insectos adobados sobre salsa de hoja santa y sabemos del cobre al abrirse paso en los ademes mientras un vino del color del mundo cae en el cuenco de tus manos
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Sabemos del aliento misericordioso que hace la marea de las ciudades y sabemos tanto de lo no importante “Hábleme usted seriamente” reclama el emigrante para extender manojos de cilantro sobre el lecho Luego la cópula de las especies en la tarde escarnecida tiñe la mesa de sangre y la llena de sabores “Traiga pan de muerto” demando “Por supuesto” se escucha decir en el María Sabina y vuelves tus ojos de bosque sobre mis heridas y preguntas si tienen algo con el sabor de Dios “Por supuesto” te responden “Por supuesto”
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Anatema de mayo
Ramón Fernández-Larrea Bayamo, Cuba, 1958. Poeta, humorista y escritor para cine, televisión y radio. Estudios de Historia en el Instituto Superior Pedagógico de La Habana. Su Programa de Ramón (1988-1991), en Radio Ciudad de La Habana, mantuvo una gran audiencia. Obra poética: El pasado del cielo, 1987, Premio Julián del Casal; Poemas para ponerse en la cabeza, 1989, Premio El Caimán Barbudo; El libro de las instrucciones, 1991; Manual de pasión, 1993; El libro de los salmos feroces, 1994; Terneros que nunca mueran de rodillas, 1998, Premio Julio Tovar; Cantar del tigre ciego, 2001 y Yo no bailo con Juana, 2010, antología. En prosa, ha publicado el libro de retratos Kabiosiles: Los músicos de Cuba, 2005.
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para que todo fuera verde y levemente cálido para que el mundo se pareciera al pan para sortear malos sueños armaba sus sueños cada día sobre una mesa que construyó un desconocido con su misma esperanza que barnizó un viejo que sollozaba escondido que transportó un centroamericano ilegal que vendió una muchacha a quien violarían esa misma madrugada como si se tratara de un ejército de ángeles que eructaran hartos de penumbra e incienso acomodaba sobre la tabla sus desvelos y se decía que era inútil pero algo podía cambiar aunque fuera en su rostro en el rosal que no esperaría otro otoño en la lívida sombra de la pared y realmente cuando el sol degollado se escondía cuando había terminado la humedad de este mundo de aquellas palabras amontonadas de sus delirios de toda la montaña de vida que había puesto ante él brotaba un tímido un secreto fulgor que rebotaba en la pupila asombrada de una salamandra que reía en silencio.
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Orificio de bala donde antes se extendía un país ardiendo un relumbre esmeralda lleva la marca de un disparo que a veces suele espantar con sus gritos de humo en lo que fuera alguna vez un paisaje una memoria de la que salía el júbilo como relumbres verdes o cabellos tiene el fogonazo de lo inalcanzable una lágrima en el destello de una lanza muy vieja donde parecía que hubo una casa o la luz de una ventana que se avizora tras un follaje como mujeres que cantan largas canciones bajo la luna desarmada hay una cicatriz una larga y delgada cicatriz que parece también un país por sus bordes rugosos y arrancados de cuajo.
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Minimalismo yo te quería tú ponías de tu parte escribí cosas sobre tu cuerpo incluso apuntes de un domingo desenfrenado tú sonreíste en silencio la noche era tu territorio a mí la luna me espantaba amabas los teléfonos el cenicero de barro sentir los duendes del romero mi país son las puertas el cadáver que cuelga al final de mi infancia el rechinar de una carreta negra veo demonios en el agua un sello de correos nos hace flotar o morir.
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Historias escuchadas debajo de un puente una vez le miraron el corazón los doctores y tenía una mujer atravesada entre pecho y espalda o cristalitos pequeños de una mujer que había sido le analizaron también otras cosas y resultó que orinaba espejos llenos de esa mujer que vio una vez en la distancia y que no pudo oler decirle buenos días se prohibió tanto que murió de anhelo luis el molinero de mi infancia abrió la quijada ya muerto de tal modo que yo pensé iba a tragarnos a todos con casas y barrio y tejas y las tiñosas que sabían tal vez pidió perdón o agua o tenía otra mujer organizando sus cristalitos en nueva york encontraron un asesino igualito al vampiro de dusseldorf que mordió una manzana y sus dientes quedaron en la memoria yo como soy del tercer mundo me doy golpes solemnes en la encía que no registrará jamás el fbi cuando veo una manzana la trago como si fuera una mujer y el día de mañana al abrirme te encuentren a ti o pedazos de ti como los cristales del cielo que he soñado.
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1. I Tiempo de bajamar
Hugo Mujica Buenos Aires, 1942. Poeta, ensayista y narrador con una veintena de libros publicados. Estudió Bellas Artes, Filosofía, Antropología Filosófica y Teología. Entre sus ensayos se destacan La palabra inicial: La mitología del poeta en la obra de Heidegger, 1995 y 2010; Flecha en la niebla, 1997; Poéticas del vacío, 2002; y La pasión según Georg Trakl: Poesía y expiación, 2009. Solemne y mesurado, 1990 y Bajo toda la lluvia del mundo, 2008, son sus dos libros de relatos. Poesía Completa: 1983-2004 (Buenos Aires: Seix Barral, 2005) reúne sus nueve libros publicados hasta entonces. Su poemario más reciente es Y siempre después el viento (Madrid: Visor, 2011).
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algunos graznidos, lo que el mar abandona en la arena y esta soledad de ser solo a medias.
II Es la hora de la melancolía, la de la ausencia de lo que nunca estuvo, de lo que sentimos más propio: lo que todavía de nosotros no dimos a luz en la vida.
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2. No toda raíz cumple su destino de luz ni cada grieta abre su promesa de abismo; tampoco todo andar llega a palpar la tierra: apenas uno que otro entra descalzo a la muerte.
3. Entre el relámpago y el trueno, entre el aliento y la palabra, este tajo sin orillas abriéndose hacia siempre, esta insondable lejanía en cada aquí de la vida.
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4. Algunas huellas no son de pasos son de ausencias, no trazan, borran; son el atajo hacia el final, son las que nos salvan del regreso.
5. Solo quien anda desnudo sabe lo que es la lluvia; solo un perro vagabundo es perro todavĂa.
6. Entre nubarrones, moroso, se abre el dĂa. Nunca la visiĂłn tampoco solo la sombra, apenas esta media vida, este tajo con un solo borde.
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El mediastino
Françoise Roy Nació en Canadá y vive en Guadalajara, México. Maestra en Geografía con Diplomado en Estudios Hispánicos y Diplomado en Traducción. Ha publicado 9 poemarios, un libro de cuentos y 2 novelas. Ha ganado, entre otros, el Premio Nacional de Traducción Literaria en Poesía del INBA, el Premio Jacqueline Déry-Mochon de novela, el Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal y los premios internacionales de poesía Ditët et Naimit y Poetry Nights of Curtea de Arges. Ha traducido más de 50 libros.
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El diccionario te define así: “Espacio irregular comprendido entre ambas pleuras y que divide el pecho en dos partes laterales”. Ser sólo eso, un lugar entre dos cosas, un interludio de la carne. Yo no sé de anatomía; mi oficio es la palabra, no la disección. Por eso te puse aquí, en medio de órganos vitales, tuberías necesarias, fábricas de sueños, apéndices motores, obras muertas, instrumentos de belleza, tú que no sirves más que para seudónimo del vacío entre los pulmones, tú que colocas la nada en el sitio correcto. Te puse entre los aparatos de nombradía simplemente por tu patronímico: mediastino. Nombre de cuerpo celeste tienes, de objeto divino, de lugar donde uno camina sobre las aguas. Se diría el alias de una variedad de orquídea, prestanombre de una especie de insecto en vía de extinción, denominación de un gremio desaparecido.
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Los lunares Flores pardas en la lozanía de la piel, los lunares son gotas que dejó escurrir el pincel de un dios distraído frente a su paleta de colores. La estatua del cuerpo humano —sin ojos aún, sin labios, sin cejas dibujadas— yacía ahí (maniquí con vida) esperando la hora de los blancos, los negros, los tonos cobrizos, los rosa para labios y uñas. El dios pestañeó, pincel en mano, y en su sueño efímero —ese momento de distracción justo después de mezclar los tres colores primarios—, la pintura color de tierra buena goteó sobre el modelo, al azar de su cartografía menor. ¿Qué hacer cuando la pintura ya está seca? El dios intentó borrar esas máculas sobre el papel epidérmico (con solventes, vapores, alcoholes), pero el sello diminuto no desaparecía: mancha tenaz que identificaba cada cuerpo como una creación única, esqueje de acrílico en el lugar equivocado. En la tierra campa de un brazo, de una espalda alumbrada por tan delicada floración, el lunar es salpicadura de corola circular del tamaño de una pulga, marca de puntuación en las frases completas de la dermis.
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La lengua El diccionario de los ángeles la define como el objeto más pasional del cuerpo humano, un río de néctares. Lanza como buitre abrevando en un grial de veneno sus imprecaciones, o bien, forja con humildes acrobacias la materia sonora de las palabras “amor”, “alma”, “aurora” y “corazón”, ésas que el corazón mismo —Narciso menor—, guarda en su estuche. Guillotina o terciopelo, navaja o irupé del lago de la boca, satén o pirotecnia, ¿qué no le han atribuido a una simple alfombra de un rojo diluido donde crecieron como pequeñas flores anatómicas los brotes de las papilas linguales? ¿Sabe hablar acaso un vil triángulo de carne donde el mapa de los sabores está claramente definido (lo dulce adelante, lo amargo atrás, lo salado antes de lo agrio), donde un agujero ciego se llama en latín foramen caecum, donde anidan partes tan melodiosas como la amígdala palatina?
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Tengo tanta harina dentro del cuerpo que ya no puedo dar un paso sin recordar al hombre de mazapán. Cuando nadie tenía qué comer, en mi casa hacíamos empanadas de membrillo para vender. Con la masa sobrante mi hermana formaba figuritas humanoides. Les colocaba ojos y botones con gotas de azúcar quemada. Nunca puso bocas. Después, con un cuchillo, cada cual dibujaba la hendidura según el carácter de su gula.
Karel Bofill Bahamonde Hradec Králové, Checoslovaquia, 1986, poeta y narrador cubano. Ingeniero informático, diseñador gráfico; graduado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso y del Centro de Estudios Literarios Hotel Kafka. Ha obtenido los premios de poesía David Alcorta, Digdora Alonso y la beca de creación La Noche. Ha publicado los libros Escala en Naxos (2009), Matrioshkas (2010) y Fragmentos en la humedad (2010).
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En la leña del fósforo percibo el sabor de un animal muerto. ¿Qué astilla guarda al dragón? En la antiquísima Europa sus cabezas se multiplicaban. Rudos cazadores casi nunca regresaron de sus expediciones. ¡Ah, héroes plateados! En la cristiana masa continental había que verlos alzar la mitológica cabeza que era el futuro de su gloria. Aquí los han colocado en fósforos. El sabor impregnado en la leña es el de su carne. ¡Bendita sociedad de consumo que es capaz de reducir a tan fantásticas bestias! ¿Acaso era tan difícil golpear una piedra contra otra?
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Es inútil lo que uno haga para no encariñarse. De nada sirve intentar no crear ataduras con el medio. Cotton Ball no es un gato, no es un perro, una novia, un amigo u otro tipo de animal que en las noches viene a lamerte los pies. Cotton Ball es mi blue jeans. En algún tugurio de Asia, mujeres semiesclavas lo cosieron para mí. No podemos vivir sin el otro. Sobre la cama, solo, él no es más que un fleco desgarbado y miserable. En su contemplación, desnudo, no soy sino un primitivo antisocial. Cada vez que un agujero aparece en la superficie de su piel, con el dolor de quien asesina a un compañero lo reemplazo. ¡Esta es la licencia que me tomo en materia de amor y sucesión!
Nadie podrá contar aquello que han visto estos ojos que tengo sobre el plato. Antes de batir el revoltillo que prepararé para Mary Shelley y para mí, las yemas lanzan su última oteadura. No reparan en nosotros ni en la luz que desprendemos, tan solo en la pintura del techo que revienta igual a bombas de polvo. Mary piensa en el tenedor, la sal, en el aceite hirviendo como una resurrección. La última vez que alguien vino a cenar, aun había carne. Con un cuchillo todo es más natural. Esta vez somos ella y yo y la culpa de la ceguera retoñando en mi estómago.
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En mi vida anterior fui un sifonóforo. Las responsabilidades eran compartidas y existir un acto de placer. Freud jamás habría descifrado a un organismo tan simple. Desplazamiento, deglución y sexo: tres individuos y ninguno era tan tonto como para detenerse a pensar en una consecuencia. En primavera me gusta andar en la playa. Los barquitos portugueses que han muerto en la orilla no tienen expresión, mas fueron felices. Yo lo sé. Tan felices que ni las auras son capaces de acercarse a su cadáver.
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Yo no soy José Javier Sánchez Soy un altar rural en rancho desdoblado Ensalmo de ruda Novenario de nueve escaleras y velitas Borrachera a los siete, franela rota y mugre
José Javier Sánchez Caracas, Venezuela, 1970. Poeta, docente y promotor cultural. Ha publicado los libros de poemas Fragmentos para una memoria, 2007; Hasta que el recuerdo lo permita, 2009 y Código Postal 1010, 2010. Ha editado la antología Una mirada por la décima urbana, 2008. Es fundador de la Red de Escritores de Venezuela, de la Red de Escritores por el Alba y de la Red Nacional de Promotores de Lectura. Ha coordinado además el Proyecto Nacional de Promoción de Lectura Leer es Entender y coordinado la atención al escritor de la Fundación Editorial el Perro y la Rana. Sus poemas han sido traducidos al árabe y al portugués.
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Yo no soy José Javier Sánchez Soy feligresía y María Lionza Amor imposible y escapulario Soy amor al Ávila y a los laberintos del barrio Sueño hollywoodense y teatro callejero Entre harapos betún y pan con hambre Yo no soy José Javier Sánchez Soy ese que nombran en la calle, el bar y la capilla Espejismo labrado con paciencia Por hacer compañía a ebrios soñadores A héroes trasnochados con heridas de guerra Yo no soy José Javier Sánchez Soy un madero santo con fulías con parranda de niño, con | tambores y salves Esencia que brota en diciembre y mayo Con espinela y copla
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Yo no soy José Javier Sánchez Soy los adolescentes abaleados en la calle Y mujeres llorando Y muerte, muerte y muerte Soy asesinato de estudiante Saqueo del 89 y por ahora Un bibliobús llevando sueños a los barrios Para atrevernos a reinventar las cosas A nombrarlas de nuevo a erigirlas de nuevo Soy espíritu de guerrilla y utopía Promotor y poema de la calle Soy esta ciudad con sus historias de río, concreto y montaña Yo no soy José Javier Sánchez Si usted ignora cada cicatriz cada alegría
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Burdel del Cine Broadway a Gilberto Castañeda
Ciento veinte escaleras nos llevan a la gloria no estoy subiendo al barrio asciendo al centro del placer por poquísimas monedas estas niñas te dan quince minutos de alegría de agonía de canto de lágrimas un lunar postizo y un buen rimel un olor a cloro y a rubor y ese jabón barato que te lava la gloria En cinco minutos no serás ni el pasado para ellas solo presente y porvenir así todos los días canten la misma canción sobre el mismo acetato no hay más allá de lo acordado no se besa en la boca no se chupa la teta no se abraza giran como tornados para derrotar tu hambre en dos segundos y si eres masoquista vuelves si eres tonto vuelves si estás solo vuelves ellas no descenderán de su reino así un príncipe azul las encierre en un rancho o una pensión por varios meses ellas no se van no vuelven se quedan en la única altura que les toca donde nadie las toca.
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Las nenas de mi barrio Las nenas de mi barrio caminan por las calles de mi barrio como si lo hicieran por grandes pasarelas de Roma o de New York Yo las he visto exhibir sus mejores trapos a un grupo de intelectuales de la grama que las observan en la gran subasta del deseo Las nenas de mi barrio dejaron el liceo para mostrar sus atributos en una gran avenida donde con perfume barato se entregaron al acto de intercambiar su humanidad por cuarenta billetes de a cien Las nenas de mi barrio fumaron marihuana para así adornar su gran paraíso marginal con alucinaciones mucho más marginales pero que las hacían diferentes Las nenas de mi barrio se morían por darse una vuelta en una moto y más de una entregó su inocencia por sentir el placer de la brisa soplándole el cabello Las nenas de mi barrio como dice Miguel James hicieron el amor con nenes de mi barrio que tenían pistolas y tenían navaja o que robaban bicicletas y motos y luego por mi calle las mostraban Las nenas de mi barrio nunca aceptaron bailar conmigo en una fiesta porque yo no tenía una navaja, porque no me drogaba y porque a veces rezaba con las viejas Pero a mí me gustaban mucho las nenas de mi barrio y yo me conformaba haciéndole el amor a las madres de las nenas de mi barrio y en su olor a cigarrillo recordaba el olor a flores de las nenas de mi barrio y al lamer sus sudores a remojo y tabaco imaginaba que besaba a las nenas de mi barrio Porque las nenas de mi barrio a veces se dejaban mirar y más de una vez cuando las vi sentada en una acera alucinando aún por causa de un buen hongo y tuve chance de despojarla de su ropa y de besar sus mamas y escalar a los picos caídos de sus pechos e internarme en la selva de su pubis y enjuagarme en sus chorros vaginales Yo las dejé tranquilas Porque las nenas de mi barrio son nenas de mi barrio así como mi hermana y así como mi prima y como lo fue mi madre y lo fueron mis tías que cuando adolescentes no fueron la excepción y a lo mejor también subieron a una moto para darse una vuelta.
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tiempo de erecciones | Óleo sobre lienzo | 2009
© Servio Zapata
O t r as l etras
La noche es una llaga purulenta
Eusebio Ruvalcaba
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na de la mañana. Todo parecía tener una claridad diferente. Localizó las llaves y abrió la puerta de la que alguna vez había sido su casa. Estaban donde había indicado que deberían estar. Años repitió esa orden. Las llaves se ocultaban tras un ladrillo puesto nada más por encima. Allí y en ningún otro lugar. Las cosas no cambiaban en nueve años. Sonrió. ¿Sería posible que nada hubiera cambiado? Nueve años en los que no había mirado a su esposa. Nueve años en los que no sabía nada de sus hijos: Normita, que precisamente andaría por los diez -cuando lo encerraron, la niña estaba por cumplir un año, ya hasta tenían contemplado el salón para la fiesta-, y Armando, que pronto sería un adolescente, y que ojalá no le hubiese heredado las mañas a su padre -sonrió una vez más. Venía preparado para todo. Había cumplido su condena en un penal de alta seguridad lejos de la ciudad de México. El camión que lo trasladó desde el presidio hasta la gran capital había sufrido una descompostura, y el viaje se había retrasado casi cinco horas. Pero ahora estaba ahí, a unos cuantos minutos de abrazar a su esposa, a sus hijos. Que con toda
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seguridad ya estarían dormidos. Todos. Pero sobre todo los niños. No estaba bien que desde pequeños se acostumbraran a desvelarse… Cuando menos él no lo permitiría. Cuando reflexionó que venía preparado para todo, eso era justo lo que quería decir. Él entendía que su esposa no lo hubiera visitado. Sin duda era un problema encargar a los niños, y enseguida tomar un camión que la dejaba a una hora de la cárcel. Recorrer a pie y sola ese tramo de camino terregoso, no era la mejor idea. Cuando las cosas se complicaban, se complicaban por partida doble. Y hasta triple. O a veces se destrababan por sí mismas. Cosa que no había pasado en su caso. Nunca se le olvidaría la vez que la policía lo había detenido. Cuando preguntó por qué lo arrestaban y le respondieron que por manejar la contabilidad de un capo del narcotráfico, le sobrevino un alivio que casi lo hace trastabillar. Porque él debía la muerte de una familia completa. Fue la prueba que aquel capo le había impuesto para contratarlo. Salió airoso y empezó a recibir dinero en carretadas, pero no abusó. Su esposa jamás lo supo. No sabía nada. No tenía idea de los negocios de su marido. También, por eso, él no la presionó para que fuera a visitarlo. Cero cartas. Cero llamadas. Cero mensajes. Así era mejor. A las mujeres siempre se les iba la lengua. Entró a su casa y de una sola ojeada la percibió en su totalidad. Tal como la había dejado. Le gustaba su casa, el barrio, el rumbo. Por eso solía dejar las llaves en un sitio expuesto, sin temor de que alguien las hurtara para meterse y robar. Si hubiera tenido comunicación con otros reclusos, cualquiera le habría dicho que estaba loco. Que no
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había que confiar en nadie. Menos en esta época. Pero él lo había hecho, y aunque en un principio el corazón parecía estallarle de nervios, había terminado por acostumbrarse. ¿Por qué arriesgarse así y arriesgar a su familia? No lo sabía. Una punzada en el estómago lo hizo gemir, pero prefirió no hacer caso y proseguir su recorrido. Pasó de la sala al comedor. Encendió la luz. Ahí estaba su lugar, en la cabecera. Cerró los ojos y se miró comiendo con su mujer. Los niños en periquera, aventando la comida al suelo, dando manotazos al aire; ella sirviéndole la sopa, calientísima, como a él le gustaba. Le llegó el olor de la cebolla. Su sopa favorita. Cómo le gustaba su esposa. Los ojos, que, vistos de muy cerca, tornábanse de color violeta; aquella dulce sonrisa femenina, que desplegaba en momentos de intensidad y de amor por los niños. Y sus hijos. No podía conciliar el sueño si no los había besado y bendecido. Cuando fueran más grandes, dormiría cada uno en su recámara. ¿O ya sería así ahora? Sí, era lo más probable. Ya habría una cortina de pudor entre ellos. Entró a la cocina. Perfectamente limpia. Ningún traste sucio. Claro, su mujer era especialmente esmerada en la limpieza, sobre todo en la cocina -“que es la casa de las mujeres”, acostumbraba decir. Pero tampoco había ninguna huella de lo que habían cenado, un poco de moronas que indicara pan dulce sopeado. Algo. Bueno, en el refrigerador habría alguna pista. Lo abrió, y aquella punzada en el estómago se recrudeció hasta obligarlo a emitir un pequeño grito. Casi imperceptible. Estaba vacío.
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Corrió despavorido hasta el segundo piso, y entró como un energúmeno a la recámara. Allí había hecho suya a su mujer cientos de veces. Allí había sido el hombre más afortunado de la tierra. Se miró amándola. En esa cama, que ahora estaba desocupada. Abrió el clóset. Vacío. Extrajo los cajones de la cómoda. Vacíos. Salió de ahí y se dirigió a la recámara de sus hijos. El cuerpo había dejado de obedecerlo. Un sudor incontrolable le empapó la camisa. Todos sus miembros temblaban. Pensó en una hoja de árbol expuesta al viento devastador e inclemente. Los dientes le temblaban y le dolían de forma terrible y atroz. Estaba estallando por dentro. Con un acceso de vómito a punto de reventar, abrió la
puerta y miró. Dos cunas vacías. Sin niño alguno. Sin Normita y sin Armando. Su cuerpo arqueó y arrojó todo ahí mismo. Cuando se recuperó, gritó aún más fuerte que el aullido de un perro cuando es atropellado. Se llevó las manos a la cara y se sacó los ojos. Uno tras otro. El derecho con la mano derecha. El izquierdo con la mano izquierda. En cosa de segundos. Quería morir. La visión de las cunas le había devuelto la imagen de sus hijos cuando los apuñaló. Tal como había hecho con su esposa. Minutos antes de que aniquilara a sus hijos. A tientas abrió la ventana. Se aventó. Quería morir. Le rogó a Dios morir.
Eusebio Ruvalcaba | Guadalajara, 1951. Ha publicado varios títulos que comprenden novela (Un hilito de sangre, Los ojos de los hombres, Desde la tersa noche...), cuento (¿Nunca te amarraron las manos de chiquito?, Al servicio de la música, Pocos son los elegidos perros del mal...), poesía (Con olor a Mozart, El frágil latido del corazón de un hombre, El pie de Coral...), ensayo (Primero la A, Con los oídos abiertos, El silencio me despertó...), aforismo (Heridas sin sutura...), epístola (El hombre empuja al hombre...). Es colaborador regular de los diarios El Financiero y Milenio, así como de la revista Vértigo y de medios electrónicos. Maestro de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, conferencista y coordinador de talleres de creación literaria, apreciación musical y periodismo cultural, ha prologado libros, discos y catálogos de artistas plásticos.
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hay quién dice que fui yo, el primero en olvidar | Óleo sobre lienzo | 2010
Detrás del paisaje
Juan Castro y Velázquez
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l creciente éxito de Servio Zapata, incansable pintor de majestuosos paisajes imaginarios, como también de piezas naturalistas de los cultivos tropicales, despierta en el observador el interés en conocer más sobre los trasfondos de una producción artística y, a la vez, sobre el espíritu que lo anima a concentrarse de manera tan resuelta en crear estas obras que oscilan entre la realidad y la fantasía. Para entender al pintor de paisajes, y al objeto mismo de representación, es necesario ir más allá de la obviedad, requiere trasponer ese mundo y, como en las obras del inmortal Lewis Caroll (1832-1898), transponerlas, traspasarlas e, igual que la curiosa Alicia, mirar detrás del paisaje para entender su historia, su importancia para la ciencia y, finalmente penetrar en el trasfondo -goce espiritual y estético que produce, en el creador y el observante, mirar la naturaleza a través del arte de la pintura. El paisaje, desde el punto de vista geográfico, es el objeto de estudio primordial y el documento geográfico básico, a partir del cual se hace la geografía. La pintura de paisaje, en cambio, engloba la representación de segmentos de un espacio sacado de la naturaleza como también de la mano del hombre. Objeto de reproducción pueden ser paisajes concretos e idealizaciones de paisajes naturales.
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Cuando André Lothe (1885 - 1962), destacado pintor y célebre teórico del arte afirmó: Un paisaje no está constituido solamente por una sucesión de árboles, de terrenos y de casas, sino por la atmosfera que se manifiesta en los vapores que diluyen las formas en ciertos puntos y en una bruma sedosa que une los elementos separados, dando al espectador su verdadera unidad pictórica.
Lothe señalaba un ámbito que rebasaba la concepción netamente topográfica de un género pictórico que tiene una destacada y, por cierto, milenaria tradición en varias culturas. Pero, ¿qué es en esencia el concepto que centra el término paisaje? Una explicación la buscaríamos en uno de los tratados contemporáneos que se nos ofrecen a través de la Internet. Bastaría abrir Wikipedia para asegurarnos que: En general, se entiende por paisaje cualquier área de la superficie terrestre producto de la interacción de los diferentes factores presentes en ella y que tienen un reflejo visual en el espacio. El paisaje geográfico es por tanto el aspecto que adquiere el espacio geográfico. Se define por sus formas: naturales o antrópicas. Todo paisaje está compuesto por elementos que se articulan entre sí. Estos elementos son básicamente de tres tipos: abióticos (elementos no vivos), bióticos (resultado de la actividad de los seres vivos) y antrópicos (resultado de la actividad humana). Determinar estos elementos es lo que constituye el primer nivel del análisis geográfico.
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El Ecuador es país esencialmente escénico que en un territorio pequeño presenta como característica una topografía muy compacta en la que gigantescos complejos montañosos se extienden precipitadamente hacia el mar y hacia la cuenca amazónica, produciendo una diversidad de climas que a su vez genera una diversidad en la vegetación que prácticamente permite viajar de un paisaje a otro como si se tratara de una narrativa fantástica. Asimismo, Ecuador posee una tradición pictórica que pudo fusionarse, desde la mitad del siglo XVIII, con la avidez científica que no solamente quería botanizar sino también retratar la naturaleza. Los geodestas franceses, el Barón de Humboldt, el sabio Mutis, los vulcanólogos Stübel y Reiss, necesitan fijar el paisaje donde desarrollan sus investigaciones. Pero también se produjo algo realmente singular: la venida en dos ocasiones no de un científico sino de un artista que buscaba encontrar un paisaje natural en aquella parte del territorio del planeta, tierra que prácticamente no había sido modificada por la acción del hombre. Su nombre: Frederick Edwin Church (1826-1900), creador de las espectaculares pinturas que engloban, en una sola visión, las tres regiones equinocciales y, a la vez, representan el sentir de un alma profundamente religiosa que busca reproducir la eterna lucha entre el bien y el mal. A esta tradición artística pertenece el pintor Servio Zapata, quien nació en uno de los recodos más bellos del Ecuador, la ciudad de Zaruma, construida sobre una montaña de oro, con un aire transparente que permite una apreciación panóptica de la sierra austral. Con una dedicación al trabajo verdaderamente ejemplar, Servio Zapata ha producido una colección vastísima del paisaje tropical y subtropical. L a O tra | e ne ro - ma rzo 2013
Su mirada se ha proyectado a lejanos y recónditos valles, o se ha perdido en el horizonte marino, como también ha detenido su atención a la sombra baja de las matas de cacao, y también se ha convertido en un argonauta de las frondas selváticas que se abre paso entre gigantes arbóreos y cortinas de helechos y cristalinas cascadas. Esta penetración visual y anímica recuerda también al gran paisajista francés Nicolás Poussin (1594 -1665), quien comentara que… Un pintor adquiere habilidad observando atentamente las cosas, más que fatigándose en copiarlas bien. La idea de la belleza no se muestra en un motivo si el artista no ha hecho todo lo posible para preparar sus elementos…
Servio Zapata en sus pinturas se aparta de lo netamente bucólico y atemporal, para privilegiar lo específico, con una captación contemporánea, e introducir lo insólito, incluso absurdo, abriendo espacios desolados en medio de la fronda, producto de un hondo lirismo. Con ello Zapata se convierte como artista en el creador de un paisaje cultural, que es una realidad
compleja, integrada por componentes naturales y culturales, tangibles e intangibles, cuya combinación configura el carácter que lo identifica como tal, y por ello debe abordarse desde diferentes perspectivas. En tiempos donde las vertientes artísticas se arriesgan por zonas inesperadas y alejadas del auténtico arte, la obra de Servio Zapata no sólo entra en posesión del “don”, sino que además nos invita, con la luz que ilumina desde distintos ángulos su paisajística, con la prolijidad, la frescura y el poder de visiones cromáticas que conmueven, a una encumbrada comunión mimética entre lo real y lo maravilloso. En momentos en que la naturaleza se nos manifiesta indomable, como si reaccionara con violencia ante la intromisión humana, los paisajes creados por la reflexión estética de Servio Zapata nos muestran la virginidad y la depredación como en una instantánea congelada, haciéndonos reflexionar sobre nuestro tránsito tan temporal como intrusivo, y llevándonos al cabo a otro género artístico, el de la simbólica representación de la humana vanidad. Guayaquil, 6 de noviembre de 2012.
Juan Castro y Velázquez | Guayaquil 1947. Se graduó en la Universidad Federico Guillermo de Bonn, donde estudió Historia del Arte, Antropología, Americanísitca y Lingüística Comparada. Ha sido director de la Pinacoteca del Banco Central en Guayaquil, coordinador general de la Primera Bienal Internacional de Pintura de Cuenca. En las Artes Visuales ha desarrollado una amplia actividad como curador de más de 50 exposiciones en Ecuador y en el extranjero. Desde el 1997 se ha volcado a la promoción musical, realizando numerosos festivales internacionales, entre ellos la “Mozartiana” en el 2006. Durante varios años fue miembro del Directorio de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil, y actualmente lo es de la Sociedad Filarmónica Casa de la Música de Quito. A rt es P l ás t ic as
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en el mismo lugar | Acrílico sobre lienzo | 2010 Deberías aprender que mi camino es mejor que el tuyo | Acrílico sobre lienzo | 2008
© Servio Zapata
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© Servio Zapata
donde regresa siempre el fugitivo | Óleo sobre lienzo | 2010
© Servio Zapata
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© Servio Zapata
© Mario Londoño
usted llegará en la noche temprano a casa | Óleo sobre lienzo | 2010
© Servio Zapata
2 horas después de amanecer | Óleo sobre lienzo | 2008
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la suma de todo lo perdido | Óleo sobre lienzo | 2010
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como quien viaja a lomo | Óleo sobre lienzo | 2009
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© Servio Zapata
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a esperar que suba la marea | Óleo sobre lienzo | 2009
© Servio Zapata
el rojo como si un sueño pudiera construirse como una cordillera | Óleo sobre lienzo | 2010
© Mario Londoño
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viajero que regresas | Acrílico sobre lienzo | 2011 todo me invita a buscarte | Óleo sobre lienzo | 2008
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© Servio Zapata
© Servio Zapata
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© Servio Zapata © Servio Zapata
que es nuestro estar desamparados lo que nos cobija | Óleo sobre lienzo | 2008 mi flor tal vez me mira, tal vez me compara| Óleo sobre lienzo | 2008
Servio Zapata | El Oro, Ecuador, 1969. Artista plástico cuya obra se caracteriza por recrear el paisaje con un alto apego a la realidad o a su idea idílica de la naturaleza. Estudió en el Colegio de Bellas Artes de Machala, en la Facultad de Diseño de la Universidad del Azuay, y en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Cuenca. Ha participado en numerosas exposiciones individuales nacionales y en países como España, Estados Unidos y Noruega. Ha realizado murales en el Hotel Pinar del Lago en Cuenca, en el Salón Los Ángeles, y en la residencia del abogado Álvaro Noboa Pontón. Su obra también aparece en publicaciones como: Ojo Latino, la mirada de un continente, de Luciano Benetton, y en Sotheby’s Latinoamerican Art Subasta (Nueva York, noviembre de 2010).
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L e n gua de s astre
Paul-Henri Giraud
Elsa Cross Canto malabar y otros poemas
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l libro del que se trata aquí podría parecer, a primera vista, la reedición de una obra que en 1994 apareció bajo el mismo título en la colección Lecturas mexicanas del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (conaculta) del gobierno mexicano. De hecho, esta obra es un poco diferente: si el libro de 1994 reunía las colecciones Pasaje de fuego, 1981; Baniano, 1986 y Canto malabar, 1987; la de 2012 abre con Baniano, sigue con Canto malabar y termina con un opúsculo posterior, Visiones del niño Râm, 2004. Se trata, pues, de un nuevo tríptico que tiene en el centro, en esta ocasión, Canto malabar; como si este largo poema, desbordante de amor místico, se inscribiera en una suerte de ritual del que Baniano sería un introito y las Visiones del niño Râm la prolongación o el eco. Otra novedad de esta publicación es el precioso “Epílogo”, donde Elsa Cross nos entrega el sentido profundo de estos poemas: Cuando estos libros aparecieron por primera vez, uno de los aspectos que más llamó la atención fue su relación con la India. Sin embargo, la India es aquí un elemento incidental. No hay la intención de hacerla presente de
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manera directa, pues aunque es inevitable que muchos de los símbolos de su cultura hayan emergido en estas páginas, el tema principal es un viaje interior. [p. 137]
El “viaje interior” del que estos textos se antojan como un rastro balbuciente y siempre insuficiente, y que surgió de su encuentro con la espiritualidad hinduista de Siddha Yoga, que aún hoy, bajo la triple guía de Bhagaván Nityananda, Baba Muktananda y Gurumayi Chidvilasananda irrigan su vida y su escritura, no fue menos propiciado, en la poeta, por un viaje muy real: su primera estadía en la India, en 1978, de donde surgió Baniano, libro escrito entre 1978 y 1980. Y la escritura, justamente, es muy distinta de una colección a otra de este tríptico. Si Baniano está constituido por una serie de versos escalonados, a la manera de los poemas indios de Octavio Paz, Canto malabar, escrito entre 1982 y 1985, es un solo poema largo en siete partes, formadas por estrofas polimétricas de una respiración a la vez más amplia y más sobria, donde la interioridad rige y enlaza una abundancia de imágenes. Baniano, en el entusiasmo del descubrimiento, multiplicaba los epígrafes (de Saint-John Perse, Sor Juana Inés de la Cruz, Valéry, Pound, Rilke), las dedicatorias (a Rubén Bonifaz
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Nuño y Marie-José y Octavio Paz) y las reminiscencias (de Paz, Valéry, Claudel, San Juan de la Cruz y de otros autores, sin duda); se podría pensar que la neófita que era Elsa Cross -en el sentido religioso del término-tenía aún necesidad de estos apoyos espirituales y poéticos venidos de Occidente, para penetrar en
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el Oriente (aquí representado por las deidades hinduistas de los títulos y de los poemas, pero también por un epígrafe de Swami Muktananda) y para no sucumbir ante el deslumbramiento sino proseguir avanzando y escribiendo. Canto malabar, por el contrario, se apoya en un solo epígrafe liminar, tomado esta vez de los Himnos de la noche, de Novalis: “Un sueño rompe nuestras ataduras y nos hunde en el regazo del padre”. Rompiendo con la mayor parte de las amarras que ataban a la poeta a lo conocido, a lo leído, al Occidente, o a los encantos fulgurantes de una versificación y una puesta en página no desprovistos de efectos, Canto malabar se alza a la altura de una unión transformadora y liberadora. Tomando a veces en préstamo la forma de la anáfora o de la letanía, su lirismo celebra una pasión apacible, donde el yo “se pierde” en el infinito: Mi ser se pierde en ti y en la raíz de tu nombre se | libera. (Canto malabar, VII, p. 121)
La mirada, interior o interiorizada, el vacío y la plétora, la sobriedad y la “ebriedad”, el “néctar”, la “ambrosía” y la sobreabundancia visual y rítmica -más que la sed y la sequedad- for-
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man las venas de estas dos colecciones, concebidas, según parece, en un estado próximo a la iluminación. Pero su riqueza misma no es más que el reverso de la insuficiencia radical de todo lenguaje o de todo rito. Los verdaderos “frutos” no son visibles; el verdadero “salto” se da en el silencio. Y más allá de los cantos, más allá de los frutos del | sacrificio queda abierto el pasaje. (“Yajña”, II, en Baniano, p. 31)
Muy diferentes son las veinticinco breves “estampas” (p. 125) que forman la tercera parte, Visiones del niño Râm. Estas “escenas tan nítidas” (ibid.) están escritas con los ojos decididamente abiertos, la realidad fenoménica se vuelve el reflejo del espíritu que habita al niño, este “visionario” llamado a una vida de santidad. Como el portavoz de estos poemas, el lector está invitado a ver en cada cosa el reflejo de lo divino. Después de Baniano y de Canto malabar, los versos más breves, las armonías más simples, la factura más ingenua de esta sucesión de imágenes, permite un suave retorno a un mundo más familiar, y sin embargo maravilloso, hecho
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de fragmentos de naturaleza y de vida cotidiana. La hipótesis del mal no aflora allí más que para disolverse en la fraternidad universal, en el abismo muy puro de una mirada verde: Sentado sobre la tierra juegas con dos pequeñas | cobras.
Se enredan a tus brazos, se yerguen hacia ti. Alguien te llama. Las cobras se deslizan entre la hierba y tu mirada es verde. (Visiones del niño Râm, 8, p. 129)
Paul-Henri Giraud | Es catedrático de estudios hispánicos y latino-americanos en la Universidad de Lille 3 (Francia). Se interesa principalmente por la poesía contemporánea, la crítica de arte y la fotografía. Ha coeditado el libro Poésie, peinture, photographie. Autour des poètes de 1927 (París, Indigo, 2008) y otros dos volúmenes en preparación: Le Travail du visible. Claude Esteban et les arts plastiques (para la editorial Hermann, Francia), y 1910: México entre dos épocas (para El Colegio de México). Es autor de dos ensayos extensos: Octavio Paz: vers la transparence (París, Presses Universitaires de France, 2002), y Manuel Álvarez Bravo. L’impalpable et l’imaginaire (París, La Martinière, 2012).
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Ida Vitale El otro Anda a paso de luna el otro hacia un secreto atardecer. Se diría el que todo lo sabe, pero es infortunio ese saber. Busca acaso dictarme algo, pero de su voz apremiante ningún registro me ha quedado. Estalla a veces su desdicha, a veces mira y reverencia, suma mis ceros, augura a ciegas. Su dura sombra dura y años pasan y sigue su recelo. Me vigila en el día, lo veo velar las curvas de los sueños. Insatisfecho de mí, busca en la nada forma ajena, pero en vano mis pasos calca, vanamente imita mis penas.
Ida Vitale | Nació en Montevideo, Uruguay, en 1923. Es poeta, traductora, ensayista y crítica literaria. Entre 1974 y 1984 radicó, exiliada, en México. Desde 1989 vive entre las ciudades de Austin, México y Montevideo.
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