La Otra No. 10

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director general José Ángel Leyva subdirector Víctor Rodríguez Núñez (Cuba-Estados Unidos) editor Alfredo Fressia (Uruguay-Brasil) consejo editorial Jorge Bustamante | Marco Antonio Campos | Sandro Cohen | Elsa Cross | Evodio Escalante | Jorge Esquinca | Juan Gelman | Hugo Gutiérrez Vega | Eduardo Hurtado | Eduardo Langagne | Hernán Lavín Cerda | Carlos Maciel | Pablo Molinet | Carlos Montemayor† | José Emilio Pacheco | Begoña Pulido Herráez | Vicente Quirarte consejo nacional aguascalientes Claudia Santa-Ana | chihuahua Jorge Humberto Chávez | distrito federal María Baranda, Víctor Cabrera, Antonio Deltoro, Miguel Ángel Flores, Grissel Gómez Estrada, Samuel Gordon, Eduardo Mosches, Lucía Rivadeneyra | jalisco Jorge Souza | michoacán Gaspar Aguilera | morelos Javier Sicilia | nuevo león Armando Alanís Pulido, Margarito Cuéllar | puebla Ludmila Biriukova | sinaloa Elmer Mendoza, Juan José Rodríguez, Elizabeth Moreno Rojas | sonora Juan Manz | veracruz Silvia Tomasa Rivera | zacatecas José de Jesús Sampedro consejo internacional argentina Rodolfo Alonso, Jorge Boccanera, Cecilia Romana | australia John Kinsella | bélgica Stefaan van den Bremt | bolivia Eduardo Mitre, Mónica Velásquez | brasil Lêdo Ivo, Floriano Martins, Ana Rüsche | chile José María Memet, Jaime Quezada, Manuel Silva | colombia Rafael del Castillo, Pedro Alejo Gómez, Santiago Mutis, Amparo Osorio, Juan Manuel Roca | costa rica Alfonso Peña | cuba Luis Lorente | ecuador Jorge Enrique Adoum†, Edwin Madrid | el salvador André Cruchaga | españa Rodolfo Häsler, Luis García Montero, Uberto Stabile, Jordi Virallonga | estados unidos Margaret Randall, Katherine Marie Hedeen | francia Stéphane Chaumet, Eduardo García Aguilar | grecia Guadalupe Flores | islas canarias Juan Carlos de Sancho | italia Martha Canfield, Emilio Coco | paraguay Jacobo Rauskin | perú Antonio Cisneros, Hildebrando Pérez Grande, Renato Sandoval | polonia Krystyna Rodowska | portugal Rosa Alice Branco, Nuno Júdice | quebec Claude Beausoleil, Bernard Pozier | república dominicana Soledad Álvarez, Alexis Gómez Rosa | rusia Andrei Kofman | uruguay Luis Bravo, Gerardo Ciancio | venezuela María Antonieta Flores

Universidad Autónoma de Sinaloa rector Dr. Víctor Antonio Corrales Burgueño secretario general Dr. José Alfredo Leal Orduño

año 3 | núm. 10 | enero-marzo 2011 portada y dossier fotográfico Susanne Schuricht

Portada: Javier Curiel Sánchez dossier artes plásticas Doris Gómez

consejo de arte Octavio Bajonero | Pascual Borzelli Iglesias| Guillermo Ceniceros | Rogelio Cuéllar | Felipe Ehrenberg | Esther González | Graciela Kartofel | Samuel Vázquez diseño y formación Javier Curiel Sánchez y Tannia Casillas Alvarez diseño original María Luisa Martínez Passarge impresión Exima, S.A. de C.V. | Panteón 209, bodega 3, Los Reyes Coyoacán, Coyoacán, 04330, México, D.F. 1 000 ejemplares

LA OTRA

R E V I S TA

página web www.laotrarevista.com Reyes Sánchez Villaseñor [mexking@prodigy.net.mx] issn 1305 5143 La Otra es una publicación trimestral de Granises, Servicios Editoriales y de Comunicación, S.A. de C.V. | issn 1305-5143 | Número de Certificado de Reserva otorgado por el Instituto Nacional de Derecho de Autor: 04-2009-022514215700-102 | Número de Certificado de Licitud de Contenido: en trámite | Domicilio: Aries 73, casa 2, Col. Prado Churubusco, Coyoacán, 04230, México, D.F. | [www.laotrarevista.com] [otragaceta@gmail.com]


La Otra llega a su número 10 con salud renovada, siempre abierta para recibir a los poetas de México y del Continente. Por cierto, el ímpetu no le viene sólo del número redondo y mágico de la decena –y la certeza del millar. Viene también de una apuesta al Continente cuando se cumplen los 200 años de sus guerras de independencia (básicamente, desde 1810-1812). Los romanos designaban al soldado con la palabra “miles”, cuyo genitivo es “militis”. De hecho, el “miles, militis” constituye el núcleo de una familia vasta de palabras latinas (militaris, militia, militare) que, con pequeñas modificaciones, existen hasta hoy en nuestras lenguas modernas. El único relato etimológico conocido de “miles” –en De lingua latina de Varrón (116-27 AC)– hace provenir esta palabra de “mile”, es decir, el puro y simple numeral que hoy llamamos “mil”. Íntima y pública, nacida en soledad o hecha “por todos”, como pedía el conde de Lautréamont, la poesía también es mil. Un solo guerrero no existe. Existen tropas. Un militar es militar en colectivo. Un poeta aislado tampoco existe. Y por eso existen medios como La Otra, para recordar que todo acto poético es revolucionario, involucra a otros poetas y a ese poeta en negativo que se llama lector, tan importante como el llamado creador. La “raza de los poetas” (“genus vatum”) podrá ser “irritabile”, es siempre guerrera. Como La Otra. No, los poetas no necesitan uniforme. Este se destina a desleír lo individual, el uno, para que el mil, el millar se imponga por su fuerza. Y el mil se impone hasta en el amor: amar a un hombre uniformado es amar a un millar de hombres (es decir, no amar a ninguno, obedecer tal vez a un fetiche). La individualidad completa ha de volver con la desnudez. Y entonces surge el verdadero, el transparente poder de la poesía. La Otra festeja su decena redonda pensando en el Continente y su historia. Lee a Varrón en este enero de 2011 y se acuerda de los campesinos, los indios, los negros que formaron los ejércitos de nuestras revoluciones. Eran millares. La cólera también es mil, la indignación, la rebeldía, la desobediencia son millares. Como la palabra de los poetas. Y no, no necesitan uniformes. Alfredo Fressia 3


Š Foto: Jan Bitter


ÍNDICE Fotografía | Susanne Schuricht bruno bresani | Mirada al vacío | POETAS EN BABEL Cai Tianxin | Poemas (traducción de Raúl Jaime) | Roland Orcsik | Poemas (traducción de María Elena Szilágyi Chebi) | Elena Popescu | Poemas (traducción de Joaquín Garrigós) | Tom Schulz | Poemas (traducción de Nicolás Gelormini y Timo Berger) | ´ ska | Poemas (traducción de la autora, revisión de estilo en español de Laura Vargues Sánchez) | Zofia Beszczyn Brian Henry | Poemas (traducción de Mariela Méndez y Daniel Coudriet) | Yo poeta | Alí Chumacero José Angel Leyva | Entrevista: la despedida | Dionicio Morales | Sueños, imágenes, palabras | Diego José | La avidez de los sentidos | Jorge Humberto Chávez | Exequia | Alí Chumacero | Poemas |

Yo poeta | Jorge boccanera Cristian Aliaga | Entrevista: “Hay gente que no se compromete ni con la propia imaginación” | Saúl Ibargoyen | Jorge Boccanera: la palabra es verde | Juan manuel roca | Con Jorge Boccanera | Jorge Boccanera | Poemas | Miscelánea Ocho poetas mexicanas nacidas en los decenios de 1950-60 (segunda

muestra) Coral Bracho,

| Myriam Moscona, | Silvia Tomasa Rivera, |

Marianne Toussaint, | Claudia Hernández de Valle-Arizpe, | Silvia Eugenia Castillero, | Roxana Elvridge-Thomas, | Enzia Verduchi | Héctor Fernando Vizcarra | Entrevista a Joumana Haddad | Joumana Haddad | Poemas | Artes Plásticas | Doris Gómez Lucía Estrada | Doris Gómez: Impronta del viento | Otras Letras Juan Introini | Descartes | Lengua de sastre Alfredo Fressia | Entre el Uruguay y la tragedia | Eclipses Antonio Deltoro | Mi yo | Fe de erratas: En el número de octubre-diciembre 2009, en la página 114 se publicaron 2 poemas “Para tocar tu puerta” y “Para decir tu nombre” se atribuyeron equivocadamente a la poeta Lucía Estrada.

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fotografía

BRUNO bRESANI

MIRADA AL VACÍO de SUSANNE SCHURICHT

Susanne Schuricht cree en la intervención de lo urbano como una profunda huella de nuestra sociedad; cómo esta se manifiesta, comunica y se plasma, por lo cual ésta busca constantemente transformar esa huella enfatizando sus límites. Susanne crece en Turquía, donde realiza su primera formación como creadora. Actualmente tiene su sede en Berlín, Alemania. Su trabajo se dedica a las instalaciones y la fotografía en torno a la problemática de cómo vemos. En diversas obras la autora crea instalaciones a escala humana y logra una interacción real con el entorno. Estudió en la Universidad de las Artes de Berlín (UDK Berlín). Se graduó en el año 2003 en la maestría en Diseño Industrial. También realizó estudios en Diseño Experimental en los medios (UDK Berlín), Historia del Arte y de la Técnica Universidad de Berlín, Restauración de Pintura en el departamento para la preservación histórica en Renania del Norte-Westfalia y Fotografía en el Museo Folkwang, Alemania. Su trabajo ha sido mostrado y publicado en bienales de arquitectura así como en conferencias científicas. Susanne, en su búsqueda de formas en su investigación por la intervención nos ofrece una mirada del espacio urbano, del vacío, donde encuentra el sueño de algo que va a suceder, de algo que acontecerá y está aguardando. Su obra “In the night” nos lleva a la abstracción de la conquista del hombre sobre su medio. Construye edificaciones, torres inalcanzables que se levantan en el desierto, como paráfrasis de Antoine de Saint-Exupéry: “Lo que embellece al desierto es que en alguna parte esconde una perla”. La abstracción de lo concreto, de lo poderoso. En algunos monentos nos insinúa collares de perlas que la noche viste al salir ca6

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El vacío es la parte útil de las cosas Dicho taohísta


minando por el desierto para seducir, cautivar y embrujar a los hombres poderosos que intentan dominar su ambiente. Bien nos dice Gabriel García Márquez “En todo momento de mi vida hay una mujer que me lleva de la mano en las tinieblas de una realidad que las mujeres conocen mejor que los hombres y en las cuales se orientan mejor con menos luces.” Esta mujer noche, con sus collares, recorre el desierto. En su gran extensión, en libertad, en su soledad, fijamos la mirada en las perlas-luces. Nos seducen como espectadores y se nos escurren, se deslizan, nos dan juego. No podemos apartar la mirada, el desierto la envuelve, la abraza. Este vacío nos lleva por los caminos del imaginario de la autora.

Abstracción, geometrizacion, es una constante en su trabajo, Susanne clasifica, ordena, reacomoda su entorno encasillándolo en estos marcos, estos cajones, espacios vacios, orificios. La pureza de su trabajo nos indican-sugieren su preocupación por el vacío, el espacio entre los objetos, tal como lo manifiestan los jardines zen: “Lo importante no son las piedras que se encuentran en ellos si no el espacio que hay entre ellas.” Lo importante en este caso son las preguntas que nacen de estas intervenciones de Susanne en espacios públicos encasillando, enmarcando y reconfigurando su ambiente. Ya Chillida, en su obra, nos habla de lo importante que es el aire, el vacío que atraviesa la piedra en la escultura. Lo demás, la piedra, es 7


su envoltorio. Susanne nos fragmenta-abstrae el entorno creándonos una escultura del espacio público fragmentado, seleccionado por como interactuamos con la obra, como en la mayoría de los casos incluso la habitamos. La sencillez de las piezas nos invita a soñar con mundos ordenados, Kant nos deja pensar en estos sueños como un acto poético involuntario, viendo incluso en sus collares de perlas, la noche nos manifiesta simetrías y secuencias que nos dan caminos claros para el recorrido, para la lectura. Susanne, en cada una de sus intervenciones y acciones, hace frente a la existencia física de nuestra sociedad; cuestiona las barreras que nos envuelven y encierran, esta existencia que nos enclaustra en cuatro paredes, nos acota. Ella, al limpiar estos marcos, los sobresalta, los pone en primer plano arrojándonos a la cara, invitándonos a construir otras miradas, otras formas

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de clasificación y entendendimiento del entorno.

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Golpea el espacio público lo interviene mediante sus masas, transforma las calles en su laboratorio, en su mesa de trabajo, en su galería, en su espacio de exhibición y manifestación. Modifica incluso las señales de tráfico, las luces de advertencia, alterando el sin sentido de nuestro orden y creando otra forma de clasificación, nos obliga a una nueva planificación del espacio que nos rodea. Al criticar la privatización y la comercialización de nuestro entorno lo hace vendible y exclusivo, limitado a los poderosos. Las intervenciones urbanas, su documentación y este enfoque diverso desde el arte, transforma lo urbano en una profunda huella de nuestro lenguaje visual contemporáneo. LA OTRA | enero - marzo 2011


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Cai Tianxin | Huangyan, China, 1963 | Traducciones del chino | Raúl Jaime

Cai Tianxin es una de los poetas chinos más conocidos de hoy. Estudió matemáticas y recibió el doctorado con una tesis sobre la teoría de los números en la Universidad Shandong en 1987; trabaja actualmente como profesor de esa especialidad en la Universidad de Zhejiang. Ha publicado quince libros de poesía, ensayo y crónicas de viaje. Recientemente ha dado a la luz su autobiografía, Pequeñas memorias: Mi infancia en tiempos de Mao. Sus poemas han sido traducidos a más de veinte lenguas, incluyendo antologías en inglés, francés, coreano, croata, turco y español. Ha traducido al chino obras de escritores hispanoamericanos como Borges, Paz y Pizarnik. Fundó en 1995 Apollinaire, una de las revistas alternativas de poesía más importantes de su país. (Nota de la redacción: la puntuación es criterio del traductor por considerar que se trata de un poeta neo-vanguardista)

芙蓉湖

El lago de lotos

一次我驾舟在芙蓉湖上 一位少女在岸边沉入遐思 她夏装的扣眼里闪烁着微光 我驶近她,向她发出邀请

Alguna vez remaba en un bote en el lago de lotos había una joven en la orilla absorta en sus / pensamientos la vi, vestida de verano, al reflejo de sus botones a remo me acerqué invitándola a subir

她惊讶,继而露出了笑容 暮色来到我们中间,缩短了 万物的距离,一颗隐微的痣 比书籍亲近,比星辰遥远

Al principio se asombró, luego floreció en risas el crepúsculo devino, acercándonos Un lunar sutil es quizás más íntimo que un libro, y más distante que una estrella

1992, 厦门-杭州 18

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蓝柱

El cilindro azul

在绿树和白云之间 红鸟展开宽阔的翅翼 疏斜的影子掠过城市 在乡村的湖上漂移 鱼儿悠闲地嬉戏水面 这些色彩纷呈的弧线运动 使得世界日新月异 而天空犹如美妙的圆柱 在我们的四周悬浮着 她令一切秩序井然

Entre árboles y nubes el pájaro rojo despliega la vastedad de sus alas su sombra, inclinada, roza la ciudad flota sobre los lagos del campo en donde los peces juegan a la libertad Estos movimientos, tan diversos y únicos hacen que el mundo se renueve sin tregua el cielo como un hermoso cilindro azul suspendido alrededor de nosotros lleva todo a buen orden

1989年,杭州

回声

El eco

如果你以为 如果你以为 这座房子 倒塌以后 倒塌以后 我们的故事 就会就会 结束结束 你和我你和我 会重新重新 开始生活 你 错 啦 错 啦

Si piensas si piensas que luego de desplomarse desplomarse esta casa nuestra historia habrá habrá terminado tú y yo tú y yo de nuevo de nuevo comenzaremos una vez más estás equivocada estás equivocada

1990, 杭州

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La duda Estiro mi cabeza fuera de la ventana enrejada parto la silla en pedazos sobre mi rodilla el soplo del invierno se hace humo desde las entrañas del plátano oriental la sombra de las hojas caídas se balancea y desaparece en tierra como la nieve que flota en el lago se disuelve Un gran personaje sube a su coche para ir al trabajo el niño es ahuyentado por un minúsculo deseo vivimos en el mundo, como ráfagas de balas que perforan el muro de la noche oscura

La pluma

El niño a oscuras

La luz del día es un río extenso la noche, una aldea situada en la otra orilla

El cabello como flama en el viento la barbilla desnuda como superficie de mármol

Vi las alas de un pájaro tornasolando en el cielo una pluma flotaba en el aire libremente Un velero arribaba desde lejos para luego desaparecer hacia el borde de los días

Las pestañas rebeldes como números arábigos escritos en la playa El cielo está húmedo una ola se encrespa y se acerca serenamente Su jadeo es más ligero que el florecimiento del diente de león.

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La desnudez antigua El océano enfurecido se golpea el pecho con sus innumerables puños El cielo sostiene un espejo en las manos ella rasga su ropa interior exhibiendo sus senos repugnantes

Las Cataratas del Niágara El blanco sobre el azul el blanco circundado por el azul como la muerte sumida en el sueño Hay más plumas de pájaros que cabelleras de turistas los picos de los pájaros tocan la cortina de la lluvia antes que los labios de los amantes Pronuncio algunos nombres a mi antojo los dejo flotar a través del agua y caer junto con el ocaso Un sol desangrado tiembla doy un paso adelante hacia la muerte un millar de manos heladas se filtran en mi espalda

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poetas en babel

Roland Orcsik | Óbecse, Serbia, 1975 | Traducciones del húngaro | María Elena Szilágyi Chebi

Roland Orcsik nació en Óbecse (ciudad húngara que pertenece actualmente a Serbia) en 1975. Vive en Hungría desde 1992. Es poeta, ensayista, crítico literario y traduce al húngaro de las lenguas eslavas meridionales. Su obra ha sido reconocida con los premios Faludy (2004), Tiszatáj (2005) y Ervin Sinkó (2007). Ha publicado los poemarios Rozsdamaró [Removedor de herrumbre] (Veszprém: Vár Ucca Műhely, 2000) y Holdnak, Arccal [A la luna, de cara] (Szeged: Tiszatáj, 2007). Sus textos han sido ya traducidos al inglés, francés, croata, rumano, serbio y esloveno. La presente muestra es la primera traducción de los versos de Orcsik a la lengua española.

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Garfield pocakja Nem utazom sehova. Ugyanúgy miákolnék Párizsban is, mint a szobám kellős közepén. Most hagyjam el világom kényelmes köldökét? Max Adria, oda – esetleg – kiruccannék. Természetesen: ha visznek. Szent vízszintesben. Fusson, akinek nincs söre. Csak semmi nosztalgia. Rágódjon a múlton, aki akar. Nekem nem fűlik rá a fogam. Sokkal inkább egy szaftos bifsztekre, zamatos kávéra. Apró az én istenem, elfér a pocakomban.

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La panza de Garfield No viajo a ninguna parte. Podría maullar tanto en París como en medio de mi cuarto. ¿Dejaría justo ahora el cómodo ombligo de mi mundo? Al Adria, como máximo ahí —tal vez— daría una vuelta. Obviamente, si me llevan en el sacro horizontal. Que se vaya quien no tenga cerveza. Nada de nostalgias. Que se ocupe del pasado el que quiera. A mí no me apetece. En cambio sí un jugoso bistec, Un café aromático. Mi dios es pequeño, me cabe en la panza.

Las piernas de Venecia Venecia, puta vejez, ¿dime qué busco en ti una y otra vez? Ingieres mi paseo, haces provecho, la gente pendonea en tu organismo. Esas piedras, qué especie, la Santa María della Salute me trae acá, vejete pote grasiento, ¿qué se diluye en el tiempo crish-crash, qué es lo que entre tus piernas huye? 23


Herencia

Frases de Liubliana Calle Somogyi Pál 6.

Voy a tientas en casa de mis abuelos, palpo cosas desgastadas con cuidado, mi propia historia es puro cachivache antiguo. Empalmo el tiempo (letra a letra), deslumbres, chirridos acompañan el movimiento. Rondo condenado a indicios, puertas con candado. Revuelvo buscando llaves. Toco el gélido recuerdo como hierro al bastón caliente, cuerpos de lata aparentan moverse, o tal vez no, y volver a casa fuera imposible. Seguiría (para la familia reñidora esta herencia es tóxica). Al nuevo morador le es extraño, no a las paredes, tal vez no me echen. Eso es suficiente: recuerdo. ¿Seguir indagando? Que enrede, enrolle la muerte.

Me caen bien los polis de Liubliana, se ríen de chistes de política en las entretenidamente aburridas reuniones públicas. Confraternizo con bichicomes de Liubliana, son los amigos en que más confío en la inauguración de exposiciones de pintores aficionados. Compadreo con cerveceros de Liubliana, no me preguntan de dónde vine, quién soy, para dónde tambaleo, omiten esos rompecabezas. Sí, admiro a las mujeres de Liubliana, en su revividora sonrisa ríe el verano, ilumina el atardecer del fin del mundo. Me gustan las calles de Liubliana, su atmósfera nocturna, cuando se escucha el susurro de árboles, edificios y estatuas. Pero lo que más me falta es una frase corta, compacta de Liubliana, donde fluyan como sangre las palabras.

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Elena Liliana Popescu | Turnu Măgurele, Rumania, 1948 | Traducción del rumano | Joaquín Garrigós

A mi marido, Nicolae A ti, que estás leyendo estos poemas Trata de dejar de lado las preocupaciones del día para poder entrar juntos en la realidad del Sueño llamado Poesía, abriendo la puerta de tu corazón a estos versos escritos especialmente para ti. Nacieron en mi corazón cuando les tocó desprenderse del mundo de las formas-pensamientos y revestirse en el mundo de las formas-palabras, para presentarse, cuando hayan cumplido su destino, a la ceremonia del encuentro contigo, lector. La simplicidad que en su esencia significa la Verdad no puede expresarse más que por el silencio. Todas las palabras del mundo lo único que hacen es intentar describir el silencio. El conocimiento de sí mismo, el ideal más simple y el más difícil de alcanzar es la finalidad de cada hombre por separado y la del mundo entero y a ella se subsume toda nuestra búsqueda. Algunas veces la búsqueda cobra la forma de lo que podemos llamar poesía. Los poetas vienen y se van, dejando su empeño por descubrir el rostro invisible de la Poesía, la cual nos mira sin juzgarnos desde el otro lado del velo de la Ilusión. 25


Clipa aceea

Aquel momento

Câteva cuvinte, ţi-ai spus, doar câteva cuvinte, şi ai creat o întreagă istorie, al cărei prezent este deja ieri, aşa cum mâine va fi doar trecutul aceluia ce-l va lăsa în urmă, pierdut pentru totdeauna...

Unas palabras, te dijiste, solo unas palabras, y creaste una historia entera cuyo presente ya es ayer, igual que mañana será solo el pasado de quien lo dejará atrás, perdido para siempre.

Doar un cuvânt, îţi spui, doar un cuvânt, şi te-apropii în drumul tău de nebănuitul pas spre necunoscut, fără să te sperii de gândul acela care eşti şi nu eşti tu, de clipa aceea în care poţi să fii şi eşti.

Solo una palabra, te dices, Solo una palabra, y te acercas en tu caminar al umbral insospechado de lo desconocido, sin que te asuste el pensar que eres y no eres tú, al momento en que puedes ser y eres.

Cuando todo se pierde El reloj no se ha parado pero no se le ve marcar las horas en la esfera del tiempo que está detenido, en contemplación.

La vida no ha acabado pero la muerte ya no se ve en el horizonte esperando al ser que se rebeló un día, en alguna parte, en el país del olvido.

La perspectiva no se ha perdido pero los objetos ya no se ven delimitados en la extensión pura del espacio, el que no tiene nombre.

Todo está en su sitio como antes aunque todo ya no significa nada cuando se pierde en el espacio sin tiempo, en el tiempo sin espacio.

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Dime

¿Llegar adónde? si él ya está allí aunque no pueda saber aún que ha ganado.

No creíste que podrías vencer cuando, renunciando a las armas, lucharas contra tu propia imagen por tu liberación.

¿Hay alguna competición más temible que aquella en que tú eres el único y obstinado participante?

Nunca podrás mirarte a los espejos que te muestran débil o altivo, impávido o cobarde, según tus deseos...

¿Pero cómo se puede luchar cuando el adversario lleva como amuleto solo tu rostro?

Te lo dijeron pero no lo creíste...

“Pierde toda esperanza”, te dijeron para que pudieses esperar de verdad. Pero, dime, ¿de qué le sirve la esperanza al que lo tiene ya todo? ¿O saber el camino de vuelta al que ya ha llegado?

En el país sin espejos, “¿cuál será tu rostro?”, te preguntarás entonces una vez más, y lo sabrás si quieres dejar que la respuesta llegue por sí sola...

¿Cuál es el camino? se pregunta el que marcha sin saberlo por el único camino por donde puede llegar.

© Elena Liliana Popescu y su marido Nicolae

¿Qué tienes que perder si la búsqueda es la única realidad posible?

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Tom Schulz | Oberlausitz, Alemania, 1970 | Traducción del alemán | Nicolás Gelormini

Tom Schulz es una de las voces más reconocidas de la nueva poesía alemana. Nació en 1970 en la Oberlausitz y creció en Berlín Oriental. Actualmente vive y trabaja como escritor independiente y editor en Augsburg. Ha publicado los poemarios Städte, geräumt (1997), Trauer über Tunis (2001), Abends im Lidl (2004) y Vergeuden, den Tag (2006). Sus poemas, prosas, reseñas y aguafuertes aparecen con frecuencia en importantes periódicos, revistas y antologías. Con Björn Kuhligk publicó Das Berliner Kneipenbuch (2006), una colección de cuentos dedicados a los bares berlineses. Editó la antología de poesía política alemana actual, alles außer Tiernahrung. Neue Politische Gedichte (2009). Neujahr In den Neubaublöcken zucken die Lichtleisten als Phantomschmerz der Nacht und die Gardinen der Fertighäuser raffen ihre Schöße am Morgen. Keiner tritt mehr auf den Balkon und winkt den Hinterbliebenen. Die Welt ist genug oder: Demenz Tremens. Die Kurbesucher rascheln mit den Bezugsscheinen. 28

Die Gästebetten versacken im Schneetreiben. (So stelle ich mir die See vor: Ausgeflockt das Meer, mit gelbem Schaum vorm Mund.) Jägermeister. Geweih in der Brust. Eintracht Braunschweig im Sturm auf die Hardthöhe. Erinnerung an die 70er Jahre. Ente Lippens. Vati und Mutti, die ihr Land nicht verkaufen werden, nicht jetzt. LA OTRA | enero - marzo 2011


Alle unsere Träume haben wir mit der DMark bezahlt. Im Cafe Bandscheibenvorfall schlagen die Hinterköpfe ein letztes Mal im Kuchenbüffet auf. Die Kellnerinnen mit den Altersfl ecken: Entführt in den Serail. Besser als Warten ist Bleiben und zahlen vor der Bestellung. Jägermeister. Das Wasser rostet in den Leitungen. Wenn auch wir die Trinkkur vorläufig beenden ... Nasse Handtücher bei der Abreise. Wir kommen wieder.

Año nuevo En los nuevos monoblocs se sacuden los listones de luz como dolor fantasmal de la noche, y las cortinas de las casas / prefabricadas alzan de mañana sus regazos. Ya nadie sale al balcón y saluda a los deudos. El mundo es suficiente o: Demens Tremens.

Los visitantes de las termas hacen crujir los bonos. Las camas de huéspedes se hunden en la ventisca. (Así me imagino el océano: disuelto el mar en cristales, con espuma amarilla en la boca.) Jägermeister. Cornamenta en el pecho. Eintracht Braunschweig ataca a la Hardthöhe. Recuerdo de los años setenta. Willi “El Pato” Lippens. Papi y mami, que no / pueden vender su tierra, no ahora. Todos nuestros sueños fueron pagados con el DMark. En el café hernia de disco se estrellan los cogotes por última vez contra la mesa de dulces. Las camareras con manchas de edad: rapto hacia el serrallo. Mejor que esperar es permanecer y pagar antes de pedir. Jägermeister. El agua se oxida en las cañerías. Aunque nosotros dejemos por el momento de beber para curarnos ... Pañuelos húmedos durante la partida. Volveremos.

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La parte central de un poema

Pero bella en exceso

Dice: El amor es una mujer que pasea, Sin miembros y bella en exceso

Así termina la parte central de un poema:

El amor, el amor En la parte central de un poema Se expresan cenizas: “¿Tiene usted un cigarrillo-anti-aburrimiento? No fumo desde hace años. Pero de pronto me sobrevino la necesidad.”

Amo los comienzos de tus labios Pronúnciame, pero No dejes que seamos el centro Amo los comienzos de tu cabello Enrédame, pero No dejes que seamos el centro Amo los comienzos de tu piel Destrózame, pero No dejes que seamos el centro

En la parte central alcanza el poema Su clímax provisorio (El poema es masculino Y pone al descubierto a un re-recitador. El re-recitador es el yo lírico como moronga al plato) Algo nunca dicho Es expresado y apagado como cigarrillo (joya del cerdo) ¿Cree usted en el yo lírico? (Marque con una cruz) a) completamente b) un poco c) casi nada d) para nada El amor, el amor Es una señorita en una torre, que puede Caminar por el aire, como se dijo, sin miembros 30

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poetas en babel

´ ska Zofia Beszczyn | Óbecse, Polonia, 1951 | Traducción del alemán | Zofia Beszczyńska, con apoyo de Laura Vargues Sánchez

Zofia Beszczyńska (Polonia, 1951). Poeta, autora de cuentos fantásticos, traductora del francés y crítica litera­ria. Pertenece a la Asociación de Escritores Polacos y la Sec­ción Polaca del IBBY (Organización Internacional para el Libro Juvenil). Fue becaria de la Biblio­teca Internacional para Jóvenes de Munich (Alemania, 1996) y del Centro Báltico para Escritores y Tra­ductores de Visby (Suecia, 2003). Ha participado en los festivales de poesía de Sarajevo (Bosnia-Herzegovina, 1998), Struga (Macedonia, 2002, 2003), La Habana (Cuba, 2007), Calicut (India, 2007), Granada (Nicaragua, 2009) y París (2009). Publica sus textos –traducidos entre otros al ale­mán, checo, español, inglés, lituano, maya, persa, rumano, serbio– en revistas y antologías polacas y extranjeras. Sus principales libros de poesía son: Ventana en el árbol (1992), Sitios mágicos (2003), Isla de las luces (2004), Los sitios mágicos (La Habana, 2010).

ciemność: łączenie co rozdzielone. Tak powstają potwory

* el oscuro: unir lo separado. Así nacen los monstruos

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było mi smutno lecz smutek przechodzi jak każde krwawienie: jeśli nawet płakałam oczyścił się we mnie strumień. Siedziałam cicho patrząc jak chmury przepływają: niektóre osobliwe inne tnące jak brzytwy. Cóż jak to ludzie. Ale któregoś dnia brzytwa obnaża zęby i okazuje się całkiem ładnym chłopcem. Może pani w czym pomóc? zrobiłem już dziurkę w kamieniu w sam raz na przejście. Jakie to miłe myślę: kochana chmura. Tylko że znów wieje a ja wolno opadam na ziemię

* el otoño de los que aman al revés: soy yo que ama así. Ningún consuelo: el mundo no cambiará por eso. Como siempre va a golpearnos los pies hasta que creamos que nos crecen las alas ahí 32

* estaba triste pero la tristeza pasa como cualquier otro sangrado: si acaso lloraba el arroyo se ha purificado dentro de mí. Callada miré las nubes pasar flotando: unas peculiares otras cortantes como navajas. Pues así es la gente. Pero un día la navaja enseña sus dientes y se presenta como un buen mozo. ¿Puedo ayudarle en algo, señora? acabo de hacer un agujero en la piedra justo para la llegada. Qué lindo de su parte pienso: querida nube. Lo único es que vuelve a llover y lentamente desciendo a la tierra

* algunos centellean. Algunos tienen color. Y el tiempo sólo huele. Quisiera por siempre detener el momento en medio del corte. Algunos pasan suavemente. A algunos no los recuerdo. Sólo se desgarra el cóncavo del convexo el pasado del presente. El susurro de pasos que vuelan por encima LA OTRA | enero - marzo 2011


* vacía. ¿Me quieres? Nunca jamás te haría daño. Y de pronto un vacío. Alguien (con un grito) saltó de un lado desde una altura. A alguien le han arrancado del paisaje. Las tinieblas. Y de pronto clara agua corriente: de esto justo trata el poema

* esto no va a durar decían: y tuvieron razón. Pero lo vivido es nuestro

* dibujo una puerta en el aire cruzo. Un vacío. Un viento frío. Miro atrás: ni rastro

* atravesando por una lengua la mía. La ajena (en la boca) por signos imágenes por letras de la noche de la lluvia secretas; sus dedos sobre mi papel mi piel

* me absorbe del todo: ¿soy yo todavía? me miro al espejo penetro en el aire fresco: el cielo al revés

* en un viaje lo mejor es el viaje (en memoria de Anne Sexton) 33


poetas en babel

Brian Henry | Nueva Zelanda-Estados Unidos, 1972 | Traducción del inglés | Mariela Méndez y Daniel Coudriet

De Cuarentena El destacado poeta norteamericano Brian Henry ha publicado seis libros: Astronaut (finalista del premio Forward, 2000), American Incident (2002), Graft (2003), Quarantine (ganador del premio Fay di Castagnola, 2006), The Stripping Point (2007) y Wings Without Birds (2010). Sus poemas han sido traducidos al croata, polaco, ruso, serbio y esloveno. Ha traducido al inglés los libros de los notables poetas eslovenos Tomaž Šalamun, Woods and Chalices (2008) y Aleš Šteger, The Book of Things (2010). Desde 1995 co-dirige la prestigiosa revista Verse. Ha sido profesor en Plymouth State College y University of Georgia, y actualmente enseña escritura creativa en University of Richmond. 8

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There is a bell to ring when a body succumbs I rang this bell for my son but no one came I did not ring it for my wife and no one came no one here is alive to take the bodies no one wants to take the bodies away if I were not dead I would not touch me alive or dead I would not touch me

Hay una campana que tocar cuando un cuerpo sucumbe yo toqué esta campana por mi hijo pero nadie vino no la toqué por mi esposa y nadie vino nadie aquí está vivo para llevar los cuerpos nadie quiere llevarlos si yo no estuviera muerto no me tocaría vivo o muerto no me tocaría

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No siento nada acostado aquí siento poco aquí las úlceras en mis piernas en mi cuello no han supurado el dolor casi glorioso tan familiar en su presencia durante la noche pero ahora hay una suavidad en la sensación un cuerpo se extingue cae en la hierba debajo de él y ese cuerpo era mío y nadie está aquí para llevarlo nadie sostendrá el cuerpo

El fuego llevado al agua por la carne durante días el río ardió las aves montaron los cuerpos aleteando en el aire para evitar las llamas un buitre se olvidó de sí mismo mientras se alimentaba la punta de un ala capturó el pájaro se levantó y se sumergió para apagar el fuego y no salió del río nunca antes azul ahora era azul 
 huecos de azul en movimiento

25 Una vez un chico pescó por una noche delante de mí en el río había venido desde la otra orilla del río que yo nunca había cruzado nunca quise cruzar el río pero cuando él cogió un pez me lo trajo en lugar de devolverlo adonde había venido me ofreció el pez y yo en cambio tomé su mano durmió conmigo hasta que el sol nos despertó donde yacíamos

7 Yo fui tantas veces al río no sé cuando la muerte entró en mí o cómo el humo de los cuerpos cayó sobre mí los hombres cayeron sobre mí los niños cayeron estaba húmedo algunas noches con el olor el humo era después que no entré en el río después que los cuerpos no vieron a nadie después de los cuerpos nadie me tocó ni intentó quebrarse nadie me tocó en el río

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Tanta atención requerida al morir me gustaría haber sido el primero de nosotros entonces yo no sería acusado de amarrar todo junto 
 no soy la única persona con memoria que quiere ser librada de una memoria esta historia

Si pudiera horadar en la suciedad debajo de mi espalda quebraría la tierra para regresar y olvidar el río y las noches que ya he olvidado lo que he hecho dividiendo en parcelas los recuerdos que he perdido y ahora que no puedo ver mis ideas y los movimientos se basan en el olfato el olor de la muerte es negro las llagas son negras la piel de mi esposa de mi hijo seca en el aire ahora que no hay sudor para mantener sus cuerpos que temblaban en su / calor fríos cuando los toqué los arrastré de los pies en este campo estaban fríos como lo están mis propias manos y mi cara están muertos y aunque me llamo a mí mismo / muerto no he muerto las palabras todavía atraviesan mi cara todo ahora mismo al contar

p. 37 © Gabriela Bautista. * Una versión parcial se publicó en La Jornada Semanal

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yo poeta

josé ángel leyva

Alí Chumacero, la despedida*

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© Pascual Borzelli

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a sonrisa de Alí será un gesto imborrable en su recuerdo. Postrado por la enfermedad y con 92 años encima, el poeta se pasa la lengua por los labios y saluda desde el lecho: “No me quejo, podría estar mejor, porque estoy dispuesto a vivir aún otros 50 años. Lo que me molesta de tanta vida es que mis amigos de ahora ya no estarán”. Me recibe en el centro de su enorme y ordenada biblioteca, en la cama que se adaptó para su convalecencia, junto a una pintura, sobre la cual ha dispuesto una serie de fotos con sus amigos más cercanos, más queridos, a los que la familia les permite visitarlo. Le pregunto por Carlos Montemayor, quien aparece en casi todas las imágenes. “Éramos grandes amigos. Nos veíamos todas las semanas. Me vino a ver antes de morir y no me dijo que estaba enfermo” Su hijo Luis permanece atento a cualquier requerimiento, se pasea por la casa, busca algún libro, conversa, bromea, comenta sobre un editor del que afirma tiene pésimo prestigio. Alí lo intercepta y dice socarrón, “ya tiene prestigio… malo…, pero prestigio.” Hablamos de muchas cosas, menos de sus dolores. Abre una coca cola de dieta y le da pequeños sorbos. Es la señal para dar inicio a ésta que, sin saberlo, será la última entrevista que el poeta conceda. Alí, tu carrera como poeta fue corta, al menos en lo que fue la publicación de libros, sólo tres: Imágenes desterradas, 1948; Palabras en reposo, 1956, y Páramo de sueños, 1994. Se puede hacer un libro con las entrevistas que te han hecho y seguramente muchas han redundado en la misma pregunta. ¿Se detuvo tu pluma o sólo decidiste no dar a conocer tu obra? Comencé a escribir desde muy joven, pero comencé a publicar a partir de 1940 en una LA OTRA | enero - marzo 2011


revista que se llamó Tierra Nueva, que dirigíamos José Luis Martínez, Jorge González Durán, Leopoldo Zea y yo. Es cierto, he publicado poco, pequeños libros de poesía. Por una o por otra razón he desechado textos que me parece no son productos de lo que yo deseo comunicar. Mis dos primeras obras tuvieron al inicio muy mala suerte porque nadie las leía. Con el tiempo se fueron descubriendo y cada vez más lectores y críticos le dedicaron estudios, reflexiones, comentarios. Pero insisto que eso no sucedió en la inmediatez de su publicación, sino muchos años después. A mi edad soy un escritor que se suma a la historia de la literatura. ¿Cuáles fueron esos temas sobre los cuales te hubiese gustado escribir y no lo hiciste o lo hiciste pero sin éxito? Me hubiese gustado escribir poesía de lo cotidiano. No bastaba con la inspiración, ni con la conciencia de sus posibilidades, era necesario lograr un tono que la alejara de lo inmediato. Mi poema “De amorosa raíz”, es un poema escrito a los 19 años, ha sido muy estudiado, celebrado, leído por muchísima gente. A mí me gusta, es un poema bonito, bien hecho, pero de ninguna manera es representativo de mi obra poética. La poesía que yo escribí es reflexiva, habla sobre el amor, sobre la vida, sobre los acontecimientos personales. No obstante, es una poesía que no habla de manera directa de mis asuntos vivenciales, de mi experiencia individual, sino de los sentimientos universales, del pensamiento. Versos que no remiten al lector a mis circunstancias personales, sino al hombre en su sentido más amplio y a la vez más específico. “De amorosa Raíz” corresponde a la pluma de un muchacho, es un poema YO POETA | ALÍ CHUMACERO

mal hecho, pero llama la atención por la intensidad con que aborda el tema del amor. Tus poemas sobre el camino, la errancia, el peregrinaje dan idea de un deseo de viaje. Pero a diferencia de un poeta como Amado Nervo, que permaneció muchos años en el extranjero, tú has sido un poeta de su tierra. ¿Cuánto hay de Nervo en tu obra y en tu poética y en la visión del mundo? Nada, en mí no influyó en absoluto. Nervo hace de la poesía una extensión genial, es decir, no se aparta de expresar directamente el tema que inspira su trabajo, por ejemplo en ese poema “Pasó con su madre. ¡Qué rara belleza! /¡Qué rubios cabellos de trigo garzul! /¡Qué ritmo en el paso! ¡Qué innata realeza/ de porte! ¡Qué formas bajo el fino tul...!” Es un poema que le dedica a una chiquilla de Madrid. Habla de la emoción que le provoca su belleza, y lo hace de un modo directo, de manera desinhibida. Nervo no es sólo esa poesía, hay también de pensamiento, de profundidad, de hondura, de conocimiento interno de lo que está diciendo. Es un poeta que hoy ya nadie lee, pero en su época gozó de una fama enorme, de gran popularidad. Es un gran poeta insuficientemente conocido por lo grandes públicos; sólo se le estudia en el ámbito académico, intelectual, pero incluso poco. Por cierto, fue un gran prosista. Aunque yo siento una gran afinidad por su obra no reconozco en mí alguna influencia de su parte. Y por el hecho de ser coterráneos ¿hay algún tipo de empatía regional, significaba algo para ti? No. Él nació en Nayarit pero desde muy pequeño salió para no volver a su tierra natal. Su poesía no tiene nada que ver, de manera directa, realista, con nuestra tierra. Era un poeta univer39


sal. No hay nada regional en su obra. Por cierto, uno de sus libros más famosos, La amada inmóvil, no lo organizó él, sino sus amigos después de su muerte. En mi caso, llegué a Guadalajara a los once años. Ya era un gran lector de periódicos. Mi padre leía el Universal y yo seguía junto a él de cerca los acontecimientos de la época, como el juicio al general Obregón. Un proceso muy interesante. La lectura de los diarios me hizo un hombre muy enterado de los sucesos políticos y culturales, un hábito que nunca he abandonado. Fui nadie porque no tuve chambas importantes, no ocupé cargos públicos, no hice dinero. Lo único que me interesaba eran los libros, la lectura. En 1950 llegué a trabajar el Fondo de Cultura Económica (fce) donde he permanecido toda mi vida. Desde hace 60 años leo, corrijo y hago libros para el fce. Hice periodismo literario. Algo que dejé de hacer porque estoy postrado en una condición poco emotiva o estimulante, pero leo todo lo que puedo, todo aquello que mueve mi interés. Alí, ¿recuerdas algún momento en que hayas tenido conciencia del inicio de tu condición de poeta, alguna especie de epifanía, o del momento en que decidiste o dejaste de hacer o publicar poemas? Cuando empecé a leer, es decir, cuando pasé de los periódicos a las novelitas, como las de Salgari, a otro tipo de libros, fue cuando tomé la decisión de hacer de mi vida un oficio de lector. Tenía once años y tuve conciencia de que los libros eran mi destino, quería estar siempre entre libros, como ahora me encuentro. Leo preferentemente literatura, pero me gusta leer también otras disciplinas, de psicoanálisis, de religión etcétera. Me interesa todo lo que tenga que ver 40

con el ser humano, con el conocimiento, la conciencia, el pensamiento, el arte. No soy un escritor que salta, que brota de repente. Soy un hombre que ha estado siempre oyendo, enseñando, pero sobre todo aprendiendo, observando el mundo desde una perspectiva poética. Mi conciencia de la poesía nace pues de la lectura. Decir, por ejemplo: en un mármol está escondido un personaje y Miguel Ángel golpea el silencio para hacer que aparezca. La poesía, más que la prosa, es un conjunto de sensaciones que el poeta percibe reúne en un texto para regresarle a la realidad otra realidad construida. No es lo mismo una estatua que una piedra y sin embargo ambas son piedras. Allí reside la diferencia entre lo poético y lo no poético. La prosa y la poesía se diferencian fundamentalmente en que la prosa investiga, entra, es una expresión muy directa del objeto que expone. La poesía, en cambio, toma la emoción, lo que la impulsa para erigirla como una extensión de la materia; crea una materia especial. No analiza, sintetiza. Si la prosa entra en las cosas para dividirlas, fragmentarlas, deconstruirlas y poder conocerlas y comprenderlas, la poesía reúne las cualidades de la cosa, las eleva a una existencia alejadas del trato diario, en cuanto expresión, claro está. ¿Y en qué momento y por qué dejaste de escribir o publicar poesía? Cuando escribí mi tercer libro. Nadie me leía y continué escribiendo más lentamente, rompiendo y tirando muchos poemas que no me dejaban satisfecho. No puedo decir que abandoné la poesía, sólo me alejé un poco de la escritura poética. Sentí que la gente no entendía mi obra, que me exigía una poesía directa, realista, de las LA OTRA | enero - marzo 2011


después de muerto alguien valore si deben o no aparecer. Claro, tardará mucho tiempo, porque ese día aún está lejos (risas). Hice también crítica literaria, o más bien exposiciones de mis lecturas, notas que se quedan allí para ser valoradas y quizás publicadas, no lo sé. Hablas en tu poesía mucho de silencio. ¿A qué silencio te refieres? Porque el silencio físico lo desconocemos, no lo experimentamos en vida, el silencio absoluto es la muerte. Cuando hablo del silencio hablo, por supuesto, de la ordenación del poema con el tema que

© Pasual Borzelli

experiencias personales, y eso a mí no me interesa. No me gusta la poesía realista. No quiero decir que no tenga derecho a existir ese tipo de poesía, sólo que a mí no me gusta la poesía que nombre de manera directa, personal, la realidad. Soy un hombre de izquierda, pero no acepto la poesía de la revolución, la ideológica. Conservo algunas carpetas con poemas inéditos porque son poemas que no me convencen, porque tengo la duda de si deben ser eliminados o trabajados aún. Hay otros que no me decido a darlos a conocer. Quedarán allí para que ya

Con Carlos Montemayor. YO POETA | ALÍ CHUMACERO

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Valadés por qué no había escrito más y me respondió, porque cuando me siento a escribir o pienso hacerlo, la tentación llama a mi puerta… lo dudo un instante y casi de manera invariable le abro. ¿Qué haces tú con la tentación? Eso es cosa de viejos. Yo estoy en permanente juventud, en la flor de la vida. Pienso que voy a vivir muchos años, o eso deseo (risas) y lo que sobra es tiempo (carcajadas). Soy un gran lector de la Biblia, del viejo y el Nuevo Testamento. Me he empapado o por lo menos humedecido del gran pensamiento judío y cristiano. Es un libro que me ha ayudado mucho a trabajar las formas profundas. Por ejemplo Darío:

trata. Hecho el poema se despega de su tema, es una creación. El silencio es una forma de admirar, de contemplar aquello que solamente unos cuantos son capaces de percibir. Por ejemplo, la poesía de Pepe Gorostiza es una obra que muy poca gente lee porque es complicada, difícil de entender. Es la poesía de mayor altura que se ha escrito en México. Es una poesía del silencio. El silencio al que me refiero es ese, el de la poesía. ¿Y la disciplina, Alí, qué significa para ti la dedicación, la constancia, el compromiso, cuánto tiene que ver con la brevedad de tu obra poética? Recuerdo alguna vez que le pregunté a Edmundo

© Pascual Borzelli

“Yo soy aquel que ayer nomás decía / el verso azul y la canción profana, / en cuya noche un ruiseñor había / que era alondra de luz por la mañana.”

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Eso que ya se aparta de la tersura del poema, que ya tiene ideas, son versos fundamentales de lo que puede pensar un poeta. Yo tengo unos versos parecidos. En “El responso del peregrino” hablé de la alondra como llama, de una pequeña llama. No es otra cosa que la luz de un cigarrillo que se pega a la piel de la virgen de Lourdes. Mi mujer se llamaba Lourdes. Ese poema tiene la primera parte dedicada a la virgen y a mi mujer. En Keats está el ruiseñor y en Shakespeare aparece la alondra en Romeo y Julieta. Ella le dice a él, vete porque ya cantó la alondra y si mis soldados te descubren te matan. Siguiendo esa idea, arribo al Cantar de los Cantares, que dice, más o menos: “Amada mía, despiértate, que ya las aves cantan en el monte”. Si en Darío es el tiempo, en mí es simplemente el LA OTRA | enero - marzo 2011


cigarrillo que se aproxima a la piel de una santa, el fuego que amenaza con quemarla…, y se apaga el cigarro. Eso está en una metáfora que nadie entiende, ni yo: “El fuego de Heráclito se agota, cuando a tu piel acerca su denuedo”, es la exposición de la idea general de que Heráclito es el mero mero del fuego, y del tiempo, por supuesto. Eso hay que explicarlo y la poesía no se explica. En “El responso del peregrino” hablo de mi muerte y pongo unos versos horribles, nada poéticos, pero muy importantes en el contexto porque redondean el conjunto de palabras que están cuidando de mi cuerpo en el velorio. Dicen: “ruega por él, ruega por él.” No tengo conciencia del hecho poético que determinó mi escritura. Recuerdo que escribí un libro de poemas antes de pensar en publicar. Un amigo me pidió los textos para leerlos y nunca más volví a ver esa libreta. Se perdió. Ojalá y algún día aparezca y se den a conocer esos versos juveniles. Como lo que son, parte de una edad, de una etapa de la vida. No soy de los que se arrepienten y ocultan su trabajo. Eso se lo dejo a los hombres serios. Nunca he sido amigo de éstos, los detesto. El hombre serio pone un retrato de la tontería por delante, de autodefensa. La seriedad es una forma de la muerte. Por eso nunca hice una carrera, que es el sueño de todo hombre solemne, para tener éxito, poder, autoridad. El hombre alegre tiene, por supuesto, momentos de sosiego para ponerse a escribir y debe aprovecharlos a plenitud. No riñe pues la alegría, la celebración, con el acto creativo. Nadie ha sido más desordenado que yo, pero cuando me encerraba a escribir, nadie podía interrumpirme. No significa que me pusiera serio, YO POETA | ALÍ CHUMACERO

asumía mi dedicación y compromiso y no admitía que nada ni nadie me distrajeran de ese retiro. Una vez concluida mi entrega, salía a buscar a los cuates, que no siempre eran del gremio literario y me divertía horrores. Tu poesía manifiesta la preocupación por la imagen, por el sonido. Son dos pilares en tu obra. Imágenes complejas, intelectuales y vitales apoyadas en una musicalidad discursiva. ¿Es así? Eso se explica porque no me gusta en general la prosa cortada en pequeñas líneas. Pienso que la poesía tiene que ver con la música. Es un juego en el conjunto de sílabas que va haciendo un enjambre de sonidos donde las abejas son las palabras…, se escucha la música de lo que éstas significan. Neruda, por ejemplo, hizo prosa poética y poemas muy políticos, pero siempre los dotó de musicalidad; eso los salva, los hace producto de un gran poeta. Lo importante es que la poesía sea una realidad que nace de otra realidad. La poesía seguirá siendo una expresión de la belleza, de la belleza de la palabra. Y tu faceta de editor, que es la otra parte que más se conoce y reconoce en tu trayectoria. ¿Cómo se inició y cómo se fue adhiriendo a tu vida, cómo se relaciona con la literatura, con el oficio de escritor? Conocí la forma de hacer libros en la revista Tierra Nueva, que hacía, como ya dije con Leopoldo Zea, José Luis Martínez y Jorge González Durán. Me iba a la imprenta para ver cómo se efectuaba el proceso, desde la selección de tipos de plomo, las cajitas, los mecates, la corrección de pruebas, etcétera. Ha cambiado muchísimo todo el trabajo editorial. Luego me fui a trabajar a los Talleres Gráficos de la Nación. También, como ya comenté, me invitaron a trabajar, en 1950, al 43


Fondo de Cultura Económica con un salario un poco mejor, pero no mucho. El atractivo era lo que significaba el fce y lo que publicaban, libros de filosofía, de economía, de historia, ciencias sociales, de psicología y, por supuesto, de literatura. Como un obrero, porque eso era yo en el Fondo, aprendí el oficio del editor a través de la lectura, de la observación. Leía de todo y eso lo consideré siempre un privilegio más que un trabajo, pero mi lugar fue siempre el de un obrero. Por otro lado, considero que el trabajo del editor y del escritor son muy diferentes, pues el autor, una vez que concluye su obra y la entrega a la editorial se desentiende de su trabajo, lo deja ya en manos de sus editores, quienes harán observaciones, sugerencias de cambio, correcciones y le darán la forma final del libro. El autor supone que sabe, pero en realidad no se entera de cómo su obra adquiere forma editorial. Ambos oficios son parte de un mismo proceso, pero cada uno en su momento. Además de Gorostiza, qué otros poetas te han deslumbrado. Rilke es el poeta que más me gusta. Lo leí en traducciones francesas, nunca en alemán, como me hubiese gustado hacerlo. De Xavier Villaurrutia se ha dicho incluso que tengo mucha influencia, y es muy probable que tengan razón. Lo cierto es que es un poeta mexicano que me fascina. Saint-John Perse fue otro de los extranjeros que más he leído. En verdad he leído muchísima poesía, y numerosos autores, pero estos son los que vienen ahora a mi cabeza por la importancia que tienen en mi predilección. Naces en 1918, tienes una mirada completa sobre las distintas generaciones de poetas en este país. ¿Crees que la poesía en México se debate entre la 44

tradición, de la literatura española, y la búsqueda? No, definitivamente. La poesía mexicana se nutrió siempre más de la poesía francesa y claro, también de la de España. Pero siempre ha existido un sentimiento de rechazo hacia lo español por lo que ha significado en términos de dominio, de conquista. Creo que no fue sino hasta con los Contemporáneos cuando se vuelve a retomar la tradición española, pero los poetas mexicanos siempre han puesto los ojos en otras culturas. La literatura posrevolucionaria ha influido más de lo que se cree en las nuevas generaciones. Desde que aparecieron muy decididas las vanguardias en México, en 1920, su presencia fue de apariencia efímera, pero dejaron una estela imperceptible en las nuevas generaciones. ¿Cuáles fueron en realidad los criterios que rigieron en Poesía en Movimiento, ese libro canónico en el que participaste a fines de los años sesenta? ¿Qué ha cambiado? Simplemente era la poesía que estaba viva en ese momento, que se movía. Claro, eso fue en el siglo XX. Ha pasado mucho tiempo y los cambios son notables, muy hondos. Hoy se escribe una poesía que lo deja a uno atónito por violenta o por ser el fruto del desorden. Quienes participamos en esa selección aportamos puntos de vista y nombres de libros y de autores. Eso era lo que había y merecía la pena destacar. Hoy el panorama poético es muy diferente y más complejo. En los poetas parece dominar más el anhelo de prestigio social que de lograr una obra trascendente. ¿Cómo viviste tú el hecho de ser reconocido como poeta? Carecía de prestigio, bueno o malo. Nadie me leía. De mi primer libro, Imágenes desterradas, LA OTRA | enero - marzo 2011


1948, se imprimieron sólo 500 ejemplares. Pasados diez años aún se podían encontrar ejemplares sin abrir. No fui un poeta popular, fui más bien un autor difícil. Con el paso del tiempo mi poesía fue descubierta por los propios poetas jóvenes y poco a poco me incorporaron a su canon. Vuelvo a una pregunta contigua a otra que ya te hice. Si no hubieses sido poeta y editor ¿qué te hubiese gustado ser? Cirquero. Siempre me atrajo mucho la acrobacia, pero soy pésimo deportista. Intenté jugar futbol y beisbol. Algunas veces, de niño, me puse los guantes de box con compañeros pero el resultado fue el mismo, un rendimiento nulo. Así que el circo me quedaba lejos por esa razón. Mi otra pasión, además de la lectura han sido los toros, la tauromaquia. Ser torero fue un sueño, pero no tuve oportunidad de probarme en el ruedo. Como dije, fui una persona muy torpe para los asuntos del deporte. Es un arte que descubre los instintos más ocultos del público y del torero. Para mí es un arte, un espectáculo alejado de la compasión, de la piedad. Desde 1930 me aficioné a la fiesta brava y he sido un taurómaco, un taurófilo, un taurómano (risas). He publicado algunos textos sobre el arte taurino y me avergüenzo de ello porque no soy un experto y no acostumbro a escribir sobre algo que no domino. Hay algunas notas que no di a conocer, están allí, en mi carpeta en reserva. Nunca escribí poemas taurómanos, pero sí algunos versos relacionados. Yo veo los toros desde la barrera, desde el relajo. Me aparto de los taurinos que no hablan de otra cosa. De hecho huyo de quienes son fieles a un solo tema, los MonoTemáticos (risas). A la media hora de escucharlos ya te quieres suicidar. YO POETA | ALÍ CHUMACERO

Alguna vez conocí a Manolo Martínez, el último gran torero de México. Hablamos un buen rato y hablamos de un poema que alguien le dijo que era mío y hablaba de la fiesta taurina. Él reconoció que lo había leído, pero me confesó que no lo había entendido. Claro, me dije, él no está para entender, sino para matar bestias. El día que un torero entienda un poema se acabó la fiesta (risas). Alí, te ha tocado ver casi un siglo de la historia de México, desde la posrevolución hasta una etapa cruenta en que el crimen organizado pone en jaque al Estado y a la sociedad. ¿Cómo dirías que ha transcurrido esa historia de tu país en el periplo de tu vida, que ha cambiado? México lo que ha hecho es complicarse la existencia. Yo no sé nada de política, no soy político, soy un lector y un poeta que atestigua el paso de la historia. La idea que se tuvo luego de la revolución o lucha armada hace cien años, de reunirse y ponerse de acuerdo para no continuar matándose unos a otros, muchos generales y asesinos, fue una excelente idea y una indispensable acción, formar el Partido Nacional Revolucionario. Los asesinatos menguaron considerablemente, pero se continuaron dando. El PNR tuvo como objeto enriquecer a algunos y empobrecer a muchos. La muerte de Obregón fue planeada por religiosos, no se nos olvide. Aunque la vida política es institucionalizó, el asesinato ha sido un mecanismo de control, de poder. El más lamentable ejemplo es el de Gustavo Díaz Ordaz cuando ordenó la masacre de estudiantes. El deseo de matar se ha manifestado de distintas maneras. Después de Díaz Ordaz estoy seguro que no ha habido un presidente de la República que 45


El derecho al empleo debería de ser sacrosanto. Mientras no exista en México el respeto absoluto al derecho popular a la salud, a la vivienda digna, a la posibilidad de educarse y de tener acceso a los libros, no puede, no es posible imaginar una nación distinta a la que estamos padeciendo. Pero eso lo afirmarán o negarán los que entienden o dicen que entienden. En verdad yo no entiendo nada. ¿Qué lees ahora? ¿A qué dedicas tu tiempo en medio de tu biblioteca, de enfermeras y médicos? Desde que caí en cama, mi lectura de todos los días es la Biblia. Tengo varias ediciones de este libro. La que más me interesa es la clásica, la antigua. El Nuevo Testamento es un ejercicio ecuménico en el que participan judíos y cristianos, hasta protestantes. Pero no tiene el encanto de la vieja Biblia. ¿Desde qué ánimo o perspectiva la lees? ¿Por qué lees sólo esa obra? La leo como una obra de aventuras y porque es un libro que no se termina de la noche a la mañana. Es un libro muy pesado. Por ejemplo, lees el Exodo y le vas siguiendo la pista a Moisés por la Península, en el Sinai, donde recibe los 10 Mandamientos que se aplican dentro de una cultura que nos implica. Es muy divertido e interesante, pero yo de religión sé lo mismo que de ajedrez, nada.

no haya asesinado, que no haya consentido el crimen, que no premie a un asesino. Los narcos no son más que una extensión de la forma como se ha ejercido el poder en México. Se asesina a quienes no están de acuerdo con el sistema. Escucho voces, muy justas, por todos lados, de que es necesario cambiar este sistema político. Me parece que le asiste toda la razón. No podemos seguir así. Hay un México ignorado, hundido en la miseria. Es el México indígena, no sólo desatendido después del general Cárdenas, sino olvidado, incómodo. Esa es una fuerza productiva que no entra en los planes de la burguesía mexicana, porque ésta no entiende nada de su propia cultura. La clase dominante y la clase media con poder adquisitivo sólo valoran la pintura porque la conciben como un arte decorativo, cuadros que les adornan las paredes. Saben qué artista está de moda, cotizado, pero ignoran el valor de los libros, el conocimiento, la importancia social de la lectura.

30 de septiembre de 2010 Una versión breve fue publicada en La Jornada Semanal, del diario mexicano La Jornada, días después del fallecimiento del poeta, el 22 de octubre de 2010. Aquí publicamos la entrevista íntegra.

© JAL

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Con Leyva, su hijo Luis y su nuera Vida.

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dionicio morales

SUEÑOS, IMÁGENES, PALABRAS 1

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a obra poética de Alí Chumacero (Acaponeta, Nayarit 1918), ha quedado grabada en nuestras letras como una de las más breves y sólidas –perfecta, escribí alguna vez- de cuantas se hayan escrito en México. Poeta de juventud –él piensa que la poesía es obra de un impulso juvenil, quizá por su caso particular-, su tranco de vida poética, en esencia, abarca un período de dieciocho años a partir de la fecha de la publicación de su primer poema (1938) y de su último libro (1956), editado cuando contaba con treinta y ocho años de edad. De allí un pesado y largo silencio cayó sobre su obra, a excepción de los poemas que, tímido, ha escrito posteriormente y que con extrema avaricia ha dado a conocer –no son muchos. Nacido en la misma década que Octavio Paz, Efraín Huerta, Juan José Arreola, Margarita Michelena, Manuel Calvillo, Pita Amor –entre otros-, Alí Chumacero, como lo han señalado algunos críticos, tiene una cercanía mayor con los poetas de la generación de “Contemporáneos” que con la suya. Asume en su poesía los fundamentos y logros formales de sus antecesores, pero sobre todo lo marcan, no sólo en sus inicios, los elementos y la génesis poética que Xavier Villaurrutia y Ramón López Velarde incorporan con originalidad y maestría en su obra, en la poesía mexicana. Este distanciamiento con sus compañeros de generación es aparente porque su poesía también mira hacia atrás para encontrar su propio camino rumbo a la permanencia, al remontar su voz hacia la raíz y razón de los versos y ecos bíblicos que la pueblan de “otros” fantasmas –como en Michelena y Amor. En una entrevista, Alí Chumacero habla sobre una etapa de su vida no muy conocida y declara que la formación de un hombre se da en la infancia. Es en la infancia, en la adolescencia, cuando nuestro poeta, obligado por las reglas del colegio donde cursaba sus estudios, descubre la religión a través de las enseñanzas diarias de clase, al levantarse, antes de cada comida, al acostarse, sin contar los domingos cuando se confesaba y comulgaba. Esta etapa, que él declara gozosa, lo marca para el oficio de poeta y se le

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a obra poética de Alí Chumacero (Acaponeta, Nayarit 1918), ha quedado grabada en nuestras letras como una de las más breves y sólidas –perfecta, escribí alguna vez- de cuantas se hayan escrito en México. Poeta de juventud –él piensa que la poesía es obra de un impulso juvenil, quizá por su caso particular-, su tranco de vida poética, en esencia, abarca un período de dieciocho años a partir de la fecha de la publicación de su primer poema (1938) y de su último libro (1956), editado cuando contaba con treinta y ocho años de edad. De allí un pesado y largo silencio cayó sobre su obra, a excepción de los poemas que, tímido, ha escrito posteriormente y que con extrema avaricia ha dado a conocer –no son muchos. Nacido en la misma década que Octavio Paz, Efraín Huerta, Juan José Arreola, Margarita Michelena, Manuel Calvillo, Pita Amor –entre otros-, Alí Chumacero, como lo han señalado algunos críticos, tiene una cercanía mayor con los poetas de la generación de “Contemporáneos” que con la suya. Asume en su poesía los fundamentos y logros formales de sus antecesores, pero sobre todo lo marcan, no sólo en sus inicios, los elementos y la génesis poética que Xavier Villaurrutia y Ramón López Velarde incorporan con originalidad y maestría en su obra, en la poesía mexicana. Este distanciamiento con sus compañeros de generación es aparente porque su poesía también mira hacia atrás para encontrar su propio camino rumbo a la permanencia, al remontar su voz hacia la raíz y razón de los versos y ecos bíblicos que la pueblan de “otros” fantasmas –como en Michelena y Amor. YO POETA | ALÍ CHUMACERO

En una entrevista, Alí Chumacero habla sobre una etapa de su vida no muy conocida y declara que la formación de un hombre se da en la infancia. Es en la infancia, en la adolescencia, cuando nuestro poeta, obligado por las reglas del colegio donde cursaba sus estudios, descubre la religión a través de las enseñanzas diarias de clase, al levantarse, antes de cada comida, al acostarse, sin contar los domingos cuando se confesaba y comulgaba. Esta etapa, que él declara gozosa, lo marca para el oficio de poeta y se le acentúa con la lectura de Amado Nervo –su paisano-, de López Velarde; sobre todo este último con quien su poesía guarda un hermoso, terrible, desasosegado acercamiento. Con todo, no podemos decir que Chumacero sea un poeta religioso, sólo si lo tomamos en el sentido literal de la expresión: cumplidor de su palabra. En una frase de Octavio Paz sobre la obra de Alí está sintetizada magistralmente la zozobra apacentada en sus dos primeros libros y en parte relevante del tercero, sobre todo en un poema ya clásico de nuestra gran poesía: Responso del peregrino: “Su cristianismo es el cristianismo desesperado de la conciencia moderna, en la que la ausencia divina hace más punzante la presencia del mal”. En la poesía de Chumacero el mal es sinónimo de destrucción, de vacíos, de ruinas, de polvo, así se haya consagrado a la elevación y a la deificación del amor. Esa ausencia “divina” está presente en su obra aun cuando no se le mencione con insistencia por su nombre; aun cuando se le olvide, se le guarde, se le ignore con todos los propósitos callados. En esta poesía se habla de Adán, se hace referencia al paraíso –mentido paraíso, escribe el poeta-, a 49


Eva no nombrada por su nombre pero sí creada con su retador e imperfecto origen, con su jubiloso pecado milenario. En su obra Alí Chumacero vive y sobrevive a sus propios rencores amorosos, a los abandonos náufragos, a la cúspide del deslumbramiento y la ceguera en el desprendimiento mutuo, a la elevación de la gloria carnal, suprema. A todo esto canta el poeta, al resplandor último vencido y celebrado con el sentido místico del polvo, es decir con su amor entre ruinas. Por lo breve o concentrado de su obra poética, Alí Chumacero ha tenido que ejercer una autocrítica feroz, según confiesa, no sólo al terminar el poema sino también en el momento justo de la creación. Su lucha con las palabras ha sido a muerte. De ello ha salido victorioso ya que en la actualidad cuenta con noventa y dos años de edad y porque en poesía la muerte de las palabras, en el encontrado reposo o sin él, equivale a una actitud natural del poeta que ha logrado borrar su propia sombra –recordemos a Peter Schelemil- para encontrarla después, como escribió Carlos Pellicer, “en el tiempo entre dos eternidades” y que Alí convierte en relámpago entre dos eternidades en el final del último poema que se le conoce fechado en 1990. 2 Casi todas las referencias a la obra poética de Alí Chumacero encubren un velado reproche entre sentimental e ingenuo, entre lastimero y optimista, entre reprobable y amargo, acerca de la brevedad a la que se ciñó para colgar los hábitos –que no los tenis- antes de los cuarenta años de edad y de cuya trayectoria “sólo” contamos con 50

tres libros de poesía: Páramo de sueños, Imágenes desterradas y Palabras en reposo. Mucho se ha escrito y hablado al respecto. Yo me pregunto por qué. Será porque siempre caemos en el poderosísimo lugar común de pensar y desear compartir, como lectores ávidos e irredentos, una obra poética más profusa en su bibliografía, escrita con el mismo aliento, la misma escultórica y musical arquitectura, la misma elevación mística y terre-

© Marco Antonio Campos, Luis Alberto Navarro, Jorge Esquinca, Alí Chumacero, Salomón Villaseñor | Guadalajara | 1985

nal de sus imágenes, que si son desterradas de un páramo por la mano pródiga, sagaz y visionaria del poeta, es para herbajar en otro paraje –las páginas de un libro- y perpetuarlas. ¿Qué induce a algunos a pensar, aparte del goce espiritual y estético, que si Alí hubiese escrito otros libros de poesía, su obra, aparte de ser numerosa, sería más trascendente? Yo creo que lo mismo nos orilla pensar a los demás que él, como otros grandes poetas, completó su ciclo poético a temprana edad. Arthur Rimbaud, LA OTRA | enero - marzo 2011


© Pasual Borzelli

José Gorostiza, Percy B. Shelley y Ramón López Velarde murieron jóvenes –poéticamente hablando-, pero su poesía ahí queda. Sus universos insondables y “esas cuantas páginas” suyas, como las de Chumacero, son el todo de una expresión que todavía nos asombra, deslumbra y alumbra, nos estremece y arrastra, nos ahíta y vacía. Alí Chumacero pertenece a esta estirpe, pero no se debe olvidar a los poetas que necesitan de la

madurez o de la vejez para lograr su trascendencia. Quizá Alí prefirió, o fue inducido a ciegas por no se sabe qué ángeles o demonios, tocar un cuerpo hermoso que es tocar el cielo, como dice Nerval, a escribir más poemas. Esta simple pero hermosa reflexión nace de una lectura que no termina nunca. ¿Por qué el cuerpo hermoso que es terrenal unido al cielo que es divino? Porque la obra de nuestro poeta oscila entre uno y otro extremos, no nada más por su misticismo trasnochador –que no es lo mismo que trasnochado-, YO POETA | ALÍ CHUMACERO

sino también por la carnalidad, luminosidad y fiereza de su erotismo, por la sutil invocación de las cosas que él nombra con despiadada audacia; de ahí el dolor que nace lacerado se consuma lo mismo en la fragilidad de una rosa que en la roca pétrea, para después elevarse, convocar, poseer el instante eterno y resignarse al ocaso, no como una águila que desciende, sino con magnificencia y sobrado de plenitud. Parafraseando a Rosario Castellanos se podría decir que Alí se bebió de un sorbo la alegría, en lo que a su poesía escrita se refiere, porque en la vida, frente a la vida, nunca ha dejado de ser poeta desde que trazó con furiosa dejadez una raya en el aire de cuyas oquedades manaban un como avispero de nubes densas, algodonadas, que veían la luz por vez primera y que conformaban, según él, su nuevo territorio o ¿su nuevo paraíso? ¿Qué hace una criatura cuando es expulsada del paraíso –aquí páramo- por un mandato superior? Recurrir al exilio interior, involuntario, y aceptar al castigo al que cree haberse hecho merecedor. Lo de beberse de un sorbo la alegría no deja de ser en Alí una mera metáfora, porque cuando un poeta enjubilado por no se sabe qué designios precisa escribir tres libros como los suyos para recorrer ese corto trecho de vida y dejar constancia, con seguridad que ha vaciado o deshabitado para bien o para mal algo de su azarosa existencia –en el supuesto caso de que se tenga, si no la certeza, cuando menos la sospechosa nostalgia de estas impredecibles acepciones, bien y mal-. Cuando cito el verso de Castellanos me refiero al inescrutable júbilo de poder asir la poesía, porque la alegría de vivir la vida en demasía y sin sometimientos que flagelen 51


las profundidades del alma y los hábitos diurnos y nocturnos de la carne, pese a los laureles, no está celebrada venturosamente. Si tuviera que elegir tres palabras para tratar de especular –que no definir- sobre la poesía de Alí Chumacero, mencionaría las que están a la vista de todos sus lectores, entendidos o no: Sueños, Imágenes, Palabras. En ese orden que él, quizá sin proponérselo, concibió, o lo que es lo mismo, hizo suyo para sellar lúcidamente las estaciones definitivas de su recalcitrante y creativa naturaleza poética. Otra travesía puede ser: Páramo, Destierro, Reposo. Cada una de estas palabras encierran, por sí solas, un universo. Unidas, como están consignadas, nos remontan a deletrear los dos infinitos que cada división representa y cuyos significados las hace ser discordantes, pero que a través de su abigarrada distancia las convierte en cómplices y en enemigas, a la vez. También se puede descubrir que en su sentido literal conllevan el cálido y enarenado discernimiento bíblico que se asienta en casi toda la obra de Alí Chumacero y que él justifica con encantador cinismo: “Mi poesía está plagada de frases de la Biblia, incluso algunas robadas, transcritas, nada más las saco de la Biblia y las pongo en mi poesía. Como nadie lee la Biblia, nadie se da cuenta.” Claro, eso es lo que él cree. Los sueños son los deseos que soñamos en la realidad, escuché en una vieja película de Hollyood. Y esos sueños –deseos- se materializan, aunque después se volatilicen, cuando han sido rescatados por la gracia, que a Chumacero le sobra, en una tierra árida cuyas dimensiones se pierden a la vista de cualquier morador, cuantimás a la mirada de un varón triste52

mente desolado, como Alí. En ese paraje agreste, lejano, dividido, como el poeta, el sueño crea uno a uno los símiles y las presencias toman forma en esa “otra” realidad. Después de los sueños, de las fantasmales visiones que encendieron y apagaron –todo a su tiempo- los iniciales impulsos, las encontradas pasiones –no nada más las terrenales- y los aparejados equilibrios de los elementos singulares que desde aquí habitan ya –habitarán por siempre- su gran poesía, casi sin darnos cuenta, como un desprendimiento lento y desapacible, dulce y desgarrador, las imágenes, como el agua en Gorostiza, toman la fuerza de la inteligencia que las contiene, ¿o las detiene?, y que aquí también es una soledad en llamas pero próxima al infierno, su infierno. El rastreo, las tentativas, la ascensión y el desencanto, todavía están presentes. El exilio interior, sus claros desmanes y sus oscuros renunciamientos, revierten su condición innominada y de pronto se apaga el ávido soñar. Alí Chumacero barre bien sus sueños, desprende la hojarasca, poda las sementeras y ante aquellos frutales o miríficos onirismos atisbados en la búsqueda de la “otra” realidad, no queda sino erigirse en sí mismas, apandarse, más bien a desterrarse de un mundo en evolución, ¿o sería mejor decir en ebullición?, que a través de un lenguaje ortodoxo pero deslumbrante sitúa al poeta en el justo medio de su ansiada liberación. ¿Cómo llegar a esa redención soñada y cristalizada si no es a través de las palabras? Alí Chu­macero, como Octavio Paz, sabe que a las palabras hay que cogerlas, azotarlas, secarlas, caparlas, pisarlas, destriparlas, arrastrarlas, emputecerlas, y sobre todo hacerlas que se traguen todas LA OTRA | enero - marzo 2011


sus palabras. Aquel rígido pero suave basamento construido con la marmolería antigua nacida de entrañas insepultas en su propio vacío, como en Páramo de sueños; ese cuerpo sinuoso y perturbador cincelado con un estilo, que aquí también es sinónimo de buril, armonioso en sus formas y asaeteador en los diálogos silenciosos, táctiles y musicales de la carne del alma que afloran en cada uno de los intersticios de su piel, como en Imágenes desterradas, corona su laurel caído en las transfiguraciones soterradas que salen de una cámara oscura hacia la luz, al recobrar Alí Chu-

macero su mundo y su asolado sueño, como en Palabras en reposo. Cuando Alí Chumacero utiliza el reposo para seducir y fijar a las palabras, es porque ha encontrado en ellas su verdadera identidad; como quien dice, sepulta a su muerte y en un gesto de varonil desasimiento deposita en la tierra una rosa frágil o pétrea, lo mismo da, y huye enjubilado hacia la “otra” vida dejándonos como el príncipe de Aquitania su maravillosa y eterna viudez de sí mismo, y su celebrante y trastornado desconsuelo. No saldremos ilesos de esta aventura pero seremos mejores por dentro. •

© Francisco Cervantes, Francisco Alvin, Alí Chumacero, Marco Antonio Campos, Arturo Trejo | Querétaro | octubre, 1986

YO POETA | ALÍ CHUMACERO

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yo poeta

Diego José

la avidez de los sentidos

© Pasual Borzelli

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l hallazgo de la unidad poética donde forma, expresión y contenido alcanzan la plenitud del lenguaje, orillan al artista a la ingrata voluntad del perfeccionamiento. Richard Ellman recuerda en la biografía de W. B. Yeats (The Man and the Masks) que a la edad de veintitrés tuvo una revelación que lo acompañó durante su vida creativa; el biógrafo recoge las palabras de Yeats que rememoran tal descubrimiento: “Esta oración tomó forma en mi cabeza, sin que mi voluntad lo quisiera, como se forman muchas oraciones cuando estamos medio dormidos: ‘Clava tus pensamientos en la unidad’. Por días no pude pensar en otra cosa, y por años ensayé todo lo que hice bajo esa sentencia”. Yeats interpretó aquel momento como el signo que encausaría su proyecto poético. La búsqueda de una forma consistente, melodiosa y penetrante que aporte unidad a la voz poética es, probablemente, la mayor aspiración de quienes escriben poesía. Pocos poetas pueden gozar y padecer la certeza de haber encajado su obra en la unidad, Alí Chumacero pertenece a esta minoría. LA OTRA | enero - marzo 2011


Octavio Paz advirtió desde la publicación de Imágenes desterradas (1948) la exigente pericia de su autor. En una carta enviada un año después de la publicación del conjunto de poemas, Paz celebra que acaso el nayarita sea demasiado dueño de los instrumentos de su oficio. Entiendo que se refiere a la decantación del lenguaje, al estricto sometimiento del ritmo templado por la correspondencia métrica, al uso magistral de la pausa en soberbios encabalgamientos y cesuras, como bien ejemplifica este fragmento de “Amor entre ruinas”: Sube la espuma, hacia el aliento asciende nacida de este sueño que en alas se desata, hiriente, desolada, afirmando en los labios su duro incendio congelado y su lento sabor a mar que nos satura con un turbado anhelo, dejándonos tan solos con la noche, tan íntimos en ella que su apagada imagen / somos

Este sometimiento formal aparece desde Páramo de sueños (1944) como una suerte de vocación lírica, donde el eco de asonancias y prosodias dirige el empuje emocional de los poemas, llevándolos con buen aire a integrar los aspectos sensibles, intelectuales y expresivos, como sucede en “A una flor inmersa”, “Vencidos”, “Espejo de zozobra”, “Poema de amorosa raíz” y “Amor es mar”. El páramo aludido es la desolación de quien reconoce su fin. Idea que muy probablemente coincide con el tono de la época, el descubrimiento de la filosofía existencialista y el psicoanálisis. En el poema “Debate del cuerpo”, se halla en ciernes la línea que acompañará

al resto de su obra lírica: una preocupación por contrastar los matices del deseo con la precariedad de la vida, pues el amor —incluso en su más candente llama— evoca a la muerte que nos sitia desde la propia vida: cómplice de mi ser que contra el tiempo me / levanta con su voraz sentir la vida adentro

o: convencido de que existo en la vida de mi piel, habitando el sepulcro de mi cuerpo.

El adiestramiento verbal de su estilo alcanzó en el último conjunto una profundización que dio cabida al equilibrio estético que se había propuesto. Cada poema de Palabras en reposo (1956) se convierte en una pieza de enigmática orfebrería, concluyente por irrepetible, cuya estructura abarca un complejo sistema de relaciones de significados, donde la metáfora, efectivamente, contiene y envuelve a los símbolos que potencian el sentido del poema. En su Teoría de la interpretación, Paul Ricœur señala “que ciertas experiencias humanas fundamentales componen un simbolismo inmediato que preside sobre el orden metafórico más primitivo”. El continente poético de Chumacero da cabida a la exploración y explotación de estos símbolos, donde Eros y la Muerte se anudan, debaten y se celebran en el poema. Sin duda, su más ambiciosa prueba es “Responso del peregrino”:

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Ricœur subraya: “Este simbolismo originario parece adherirse a la más inmutable forma humana de ser en el mundo”: la sola sospecha de la muerte en el reflejo de la mirada del otro —el ser amado que nos reviste de esperanza—, despierta la angustia de amar y saberse inmerso en la tempestad del existir: ¿podrán, en el amor, reencontrarse los amantes “a la hora de la hora / el día de estupor en Josafat, / cuando el juicio de Dios levante su dominio”?, ¿puede un poema expresar tan desgarrador deseo y hacerlo con una solidez que hace temblar? Se justifica entonces, que el hallazgo de la unidad en la expresión se tradujera en su posterior elección por el silencio. Sin demasiados riesgos, se puede afirmar que Alí Chumacero desarrolló el ideal plástico, melódico y simbolista de la estética de los Contemporáneos. Él comprendió la actitud oficiosa de sus maestros y asumió la herencia como quien se abraza a un destino. El proyecto generacional de Villaurrutia, Gorostiza, Cuesta, Owen —con quienes coincide en la necesidad de equiparar el impulso emotivo con el ejercicio del intelecto— rindió su mejor y última cosecha, precisamente en Palabras en reposo. Me refiero, por una parte, a la plasticidad de sus imágenes que cifran el sentido profundo del poema, a la puntual asocia56

© JAL

En ti mis ojos dejarán su mundo, a tu llorar confiados: llamas, ceniza, m{eúsica y un mar / embravecido al fin recobrarán su aureola, y con tu mano arrojarás la tierra, polvo eres triunfal sobre el despojo ciego, júbilo ni penumbra, mudo frente al amor.

Con Juan Gelman

ción entre lo discursivo y lo simbólico, y, a una peculiar reflexión de los sentidos, que sugiere la delectación de las palabras por el recuerdo afectivo más que por la vivencia concreta. La aspiración de su poesía consiste en prolongar el sentimiento genésico del poema en una idea que deviene símbolo emocional, donde el lector reinventa la significación de las sensaciones porque se encuentra ante una experiencia distinta y única que, a decir de Jacques Maritain, “se basta a sí misma”. A Chumacero parece interesarle el aspecto subjetivo de la vivencia, en tanto comprensión de lo sentido. Siguiendo la lectura que hizo el poeta de la obra de Villaurrutia, encuentro no sólo el paralelismo entre ambos autores, ni únicamente la síntesis que reconoció el nayarita en la herencia del más intimista de los Contemporáneos, sobre todo descubro el soporte que le permitió desarrollar su propia arquitectura poética. (A veces, para LA OTRA | enero - marzo 2011


© Pascual Borzelli

ir tras los pasos de un poeta es conveniente echar un vistazo a su obra crítica). Los dos aprendieron de Baudelaire, Verlaine y Mallarmé a concebir el poema como el desarrollo de las sensaciones, que son el portal de la experiencia poética: asidero de imágenes que derivan en un universo autónomo. Si la emoción sufre un proceso hasta convertirse en idea y luego en símbolo, el poema se convierte —para Villaurrutia como para Chumacero— en una apuesta por reproducir en sus diferentes variantes la resonancia de lo sentido más que la inmediatez objetiva de lo que sentimos, en una operación donde, como puntualizó el nayarita: “la emoción se somete a la estricta vigilancia de las facultades intelectuales, en un justo equilibrio”, idea que después apuntaló con este juicio que resume su propia poética: “La emoción, vínculo inmediato con el mundo, se convierte ahí en ideas que, acariciadas por el verso y volcadas en palabras, llegan a construir el poema”. La con-

cepción del símbolo implica asimilar una cosa en otra con toda su capacidad referencial, de esta manera, las metáforas de Chumacero no son simples alusiones al orden físico, en cuanto semejanza con éste; constituyen una aproximación a la raíz de los significados y pretenden tocar las experiencias fundamentales de lo humano. La condición inaprensible de las sensaciones, la simbología del roce, el aliento y el contacto, aportaron a su poesía una connotación anhelante que lo emparienta con la sensibilidad de Nostalgia de la muerte, pero que tensiona más aún sus metáforas para gozar de la dicha que cada estrofa constituye, en un sentido que lima el entendimiento dejando su huella en el imaginario colectivo: Ven a morar en mí, acércate a mi duelo bajo mis brazos fatigados y el callado rumor que nos desciñe; vuelca tu aliento estremecido, el dolido perfume de tu cuerpo, desnuda, sola rosa aérea, flor que en la sábana deshiela mas no se rompe y sí naufraga en la isla frutal de nuestro lecho.

La fugacidad de la caricia es evocada por la significación que sugiere, también por la distancia que permite vislumbrar el silencio reflexivo en que se sumerge el poema: arde la emoción, sí; pero no claudica a su afán de satisfacer al pensamiento con el rumor de una idea común a la poesía de todos los tiempos: la avidez de los sentidos es una prueba de la inminencia de la muerte. Paz le escribe a Chumacero en aquella carta de 1949: “Todo poeta, si lo es de verdad, es un hombre que 57


cada vez que escribe se plantea auténticamente vida y muerte de manera concreta y personal”. Leamos la culminación de ese doliente canto erótico que es “Amor entre ruinas” para leer el vivo temblor de la existencia: Vivo bajo la piel y soy la sombra sólida que contra el sueño / lucha: respiro inconsolado reposando en tus labios los míos temblorosos, agonizante entre tus manos como un náufrago o ala sin espacio, dejando inmóvil mi desnudo tal un sonido amargo de sílabas deshechas, y soy un balbuceo, un aroma caído entre tus piernas rocas: soy un eco.

El vacío que se percibe en el poema se traduce en un anhelo que finalmente es recogido, interpretado y reconstruido por el intelecto: más que piel, tacto y desgarradura, su evocación posterga y amplía el sentir que se anticipa a la experiencia, con un apetito que goza y se deleita en el reconocimiento de su propia finitud, pero que paradójicamente, acepta que “el reino de la dicha sólo sea / tocar, oír, oler, gustar y ver / el despeño de la esperanza”. Alí Chumacero describió la sensibilidad de Villaurrutia en un juicio que bien puede aplicarse a su propio quehacer poético:

se halla a la mano, y en el cual es posible comprobar secretos significados, extraños testimonios y posiciones imprevistas. Es un ir más allá de lo que los sentidos perciben y captar con la palabra el hálito de la materia, con intenciones de petrificar lo que se evapora, cumpliendo de ese modo una tarea inevitable de toda poesía.

Esta necesidad lo llevó a pretender que una pieza verbal pudiera fijar las variantes del mundo sensible y afectivo: ¿acaso un símbolo no es algo petrificado en su pureza evocativa? Hölderlin clamaba porque le fuera concedido alcanzar “el poema” para “por una vez” haber “vivido como un dios”. La fatalidad poética consiste en oponer la perfección formal del poema a la fallida condición del mundo; pero en su arrojo, el poeta comprende que su palabra, al fin, es un simple eco, una estela “que se apaga en el silencio”. • Diego José (Ciudad de México, 1973) es autor de los libros de poesía: Cantos para esparcir la semilla (2000), Volverás al odio (2003) y Los oficios de la transparencia (2007) que fueron reunidos en el volumen Las cosas están en su sitio (2010). También ha publicado las novelas: El camino del té (2005) y Un cuerpo (2008); así como el conjunto de ensayos: Nuevos salvajismos: la perversión civilizada (2005). Su obra ha recibido los Premios Nacionales de Poesía: Carlos Pellicer para Obra Publicada (2000), XIV Efraín Huerta (2002), y XIII Enriqueta Ochoa (2006); así como el Premio Literario Abigael Bohórquez en el género de ensayo (2004).

un poeta singularmente entregado a erigir la elegía de un mundo cuya aprehensión 58

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yo poeta

Jorge Humberto chavez

EXEQUIA

El hombre triste esta mas cerca de la muerte. Ali Chumacero

A Luis Chumacero y a Marco Antonio Campos

En febrero de 2006, en México, abrí con mis dedos la caja de mi pecho e hice a un lado músculos y huesos para que pudieras ver mi corazón leso, apedreado, en el suelo, mordido por dientes inciviles, baleado Hoy te pienso desde la ventana de este avión que parte en 2 al país del mismo modo que tú ahora que has decidido herir al huracán en su centro porque en este amanecer el astro de tu ánimo arde errabundo y solo en no sé que bares o botellas o asomado a qué noche explicando por qué son las cosas así, por qué importa reunir las palabras en versa No sé si habrás bajado del todo a la tiniebla porque esta mañana salió el sol esplendiendo en la Ciudad de México, y una brisa amable nos subrayó la frente tu voz ya debe estar diciendo las palabras y convoca a la luz a que ilumine y ya coloca el padre la mano sobre la cabeza del hijo para darle paz y al interior del negro corazón el amor retira un abrazo de la muerte para colocarlo | en tu cintura y la palabra balbuceada por alguien es clave para que el alma inicie su remiendo 59


Pero no hay dolor, ni destino, ni lágrimas no hay machacado corazón ni hay heridas no hay un país de tristes si lloran los hombres su tránsito incidente por el mundo sin hallar redención, es que nunca te vieron o no diste tu mano o tu boca no dijo Jorge Humberto Chávez

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yo poeta

alí chumacero

poemas

La forma del vacío Pienso que el sueño existe porque existo; pero si contra el mundo cruzo rostros y de ligeros vientos alzo vuelos, túnicas que no han de vestir estatuas, y con palabras que después desaparecen, violadas de improviso, evoco su mirada y sus palabras: “cielo”, “vida” que eran como un andar a oscuras, tan tristes como yo y como mi alma, como cuando la noche se derrumba y viene hasta mis manos decaída, pienso que existo porque el sueño existe. Puedo encontrar las huellas que abandono: la mujer que una vez amaba, sus brazos, sus cansancios, su mirada y su visible pensamiento, olvidada columna en mi memoria, y todo lo que puedo enumerar: la tarde que a su lado había, la noche de su voz y la desierta despedida de entonces.

Pienso también: “La tierra es mi enemiga”, mas los seres que habitan su amargura defienden mi existencia, luchan con mi tristeza y cada día presiento que he de hallar diversas tierras, otras miradas, nuevas formas hacia mi sueño transportadas, hechas amor o cándidas caricias como viajeras que en lo oscuro mueren sin conocer la tierra donde yacen. Encontraré también nuevas tristezas, ojos que ya no miran, cadáveres vacíos y otra vez el recuerdo de sus ojos, el anhelar sediento que abandonaba en mí, su muerta voz, su despedida. Pero jamás conoceré mi propio sueño, el alma que pretende defenderme, mi corazón vacío, ni mi forma.

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Narciso herido En mí condenas tu belleza y la inmóvil tersura de tu espejo, como la rosa equidistante y fría sin más aroma ya ni transparencia niega de amor su traspasada orilla. En mí se apaga el ávido soñar, Tu equilibrado vuelo sobre el mundo, La señal evidente de una mano que sumerge las cosas bañándolas de inútil permanencia: el aire que no vaga, los amores dormidos para siempre en las pupilas de un | cadáver, la huella de mi pie sobre la arena. A tientas vengo a mí, si me miraras un viaje de ternura cercenada y un viento de ceniza encontrarías, pues en vano desciendo a tu tristeza si el labio apenas se despoja y muere en las orillas de tu nombre, sobre una huella tuya perdida entre mi rostro, ahora oscura imagen de desolación.

Se alzan mis ojos contra ti, y me encuentro hijo de soledad, a semejanza de un cuerpo que vagara en el olvido, dueño de espacios mutilados y pálidos recuerdos de azucenas. En mí tu pensamiento se maldice, tu pureza se vierte conmovida a la violenta maldición que anega sin otra salvación que mi pecado. Te siento fiel a mí, hundido en mi albedrío, tan semejante imagen de mi rostro que en mí te niegas tú, pues yo no existo.

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Monólogo del viudo Abro la puerta, vuelo a la misericordia de mi casa donde el rumor defiende la penumbra y el hijo que no fue sabe a naufragio, a ola o fervoroso lienzo que en ácidos estíos el rostro desvanece. Arcaico reposar de dioses muertos llena las estancias, y bajo el aire aspira la conciencia la ráfaga que ayer mi frente aún buscaba en el descenso turbio. No podría nombrar sábanas, cirios, humo ni la humildad y compasión y calma a orillas de la tarde, no podría decir “sus manos”, “mi tristeza”, “nuestra tierra” porque todo en su nombre de heridas se ilumina. Como señal de espuma o epitafio, cortinas, lecho, alfombras y destrucción hacia el desdén transcurren, mientras vence la cal que a su desnudo niega la sombra del espacio. Ahora empieza el tiempo, el agrio sonreír del huésped que en insomnio, al desvelar su ira, canta en la ciudad impura el calcinado son y al labio purifican fuegos de incertidumbre que fluyen sin respuesta. Astro o delfín, allá bajo la onda el aire desaparece, y túnicas tornadas en emblemas hunden su ardiente procesión y con ceniza la frente me señalan. 63


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yo poeta

Cristian Aliaga

“Hay gente que no se compromete ni con la propia imaginación”

© JAL

Entrevista a Jorge Boccanera

Jorge Boccanera (Bahía Blanca, 1952) vivió exiliado en México entre 1976 y 1984. Es uno de los poetas más destacados de su generación, y su obra ha sido traducida al inglés, francés, italiano, entre otros idiomas. Ha publicado textos de crónica y de ensayo. En 1976 obtuvo el Premio Casa de las Américas de Cuba y un año después el Premio Nacional de Poesía Joven de México. Su libro más reciente, Palma Real, recibió en Madrid el Premio Casa de América de Poesía Americana. Dictó clases de literatura y periodismo en la Universidad de Costa Rica, Universidad Nacional de Lomas de Zamora y Universidad Nacional de San Martín (Argentina). Fue jefe de redacción de las revistas Crisis de Argentina, Plural de México y Aportes de Costa Rica. Dirigió la revista cultural Nómada. Varios de sus textos han sido convertidos en canciones por artistas como Mercedes Sosa, Alejandro del Prado, Lilia Vera, Raúl Car-

nota, Silvio Rodríguez y Litto Nebbia, entre otros. Publicó en poesía: Los espantapájaros suicidas (1974), Noticias de una mujer cualquiera (1976), Contraseña (1976), Poemas del tamaño de una naranja (1979), Música de fagot y piernas de Victoria (1979), Los ojos del pájaro quemado (1980), Polvo para morder (1986), Sordomuda (1991), Bestias en un hotel de paso (2000) y Palma Real (2008). También es autor de libros de crónica, teatro y ensayo. Cuál es tu reflexión sobre el lugar que ocupa la poesía en la sociedad, y sobre el valor simbólico que tiene a pesar de las imposiciones del mercado. La poesía siempre ha tenido una gran circulación, porque no se la puede circunscribir al libro. Está en el habla popular, en el grafitti, en las cartas, en las canciones. Hay mucha circulación, sobre todo entre los jóvenes. Es el lugar en que se puede salir de los formatos rígidos y discursos homo65


géneos. Se puede encontrar allí el movimiento, la imaginación, las preguntas que escarban buscando más, la reciprocidad de las cosas, el misterio, la aventura. Creo que hay una reserva allí. ¿En qué sentido se ha modificado el vínculo de la gente con la poesía durante las últimas décadas? Se dice a veces que la poesía se ha alejado de la gente. Yo creo que es la gente, en esta versión reconcentrada del individualismo, la que se ha alejado de la poesía. La poesía necesita del movimiento, del ir hacia el otro, de la reciprocidad. Es el lugar de la celebración, del encuentro, del diálogo, de las ideas, de la percepción. Y, sobre todo, de la imaginación. Como decía Cardoza y Aragón, “con mi imaginación pongo en movimiento otra imaginación”. Hay que salir de ese lamento permanente de que la poesía no se vende, de que es la cenicienta de no sé qué. Y también de esa idea del poeta siempre abandonado, despojado. No podemos dejar de ver, claro, que el mercado marca tendencias, impone reglas y se adueña de espacios en donde deberían circular las ideas. El mercado es un gran cóctel de frivolidad y autoritarismo. Esa relación crítica con el mercado hace que los jóvenes se acerquen a la poesía desde otra perspectiva. Por supuesto, porque les da un voz, una respiración, una manera de pararse frente al mundo, una manera de buscarse ellos mismos. Y eso la gente joven lo necesita. Si nos atenemos a la poesía latinoamericana, siempre hay grandes reservas. Eso es bueno. Para mí, lo nuevo está en lo que todavía no conocemos de una época pasada. Poetas que todavía no se conocen y que van saliendo a la luz. Cuando los nicaragüenses revelan 66

por ejemplo al poeta vanguardista Joaquín Paso o a Salomón de La Selva. Son tesoros invaluables. ¿En qué aspectos modificó tu percepción de la poesía latinoamericana la experiencia del exilio a partir de 1976? Obtuviste el premio Casa de las Américas en Cuba poco tiempo antes de que comenzará la dictadura en Argentina. ¿Cómo incidió ese hecho? Cuando comenzó la dictadura yo era muy joven. Para alguien que está en formación, el exilio es diferente al de aquellos que deben afrontarlo en una edad de madurez. Me fui por tierra en un viaje que duró siete meses hasta llegar a México. Ese viaje me enseñó mucho. A medida que recorría el continente iba aprendiendo no sólo su poesía, sino su historia. Me llegaban también los olores, la música, la vida de la gente. El premio me ayudó a acentuar un camino de denuncia frente a lo que ocurría en el país. Asistí por ejemplo al único congreso de escritores latinoamericanos que se hizo en Panamá durante el gobierno de (Omar) Torrijos, donde pude dar testimonio de lo que estaba pasando. ¿De qué manera te formó esa situación, esa errancia y esa posibilidad de conocer de cerca otras literaturas? Fueron muchos años de andar por ahí compartiendo cosas. Hice notas en la sierra peruana con grupos de teatro que montaban obras en quechua, en galpones donde cardaban lana; anduve con un teatro de títeres recorriendo Ecuador; en Costa Rica me encontré con los exiliados nicaragüenses y participé de unas jornadas con Gioconda Belli, conocí a Manlio Argueta, poeta salvadoreño amigo de Roque Dalton. Estuve en contacto con mucha gente de la vanguardia LA OTRA | enero - marzo 2011


La otra vez Gelman dijo, con respecto a esta amistad: “Nosotros somos los tipos que más nos vemos menos.” La poesía de Gelman tiene distintas etapas y ha incidido de distintas maneras en distintas geografías y épocas. A mí me parece importante en la medida que han sido importantes los poetas fundadores. Como dice Yurkievich de Vallejo, Huidobro y Girondo. En el sentido de que, más que hacer una escuela, más que adherir

© Cristian Aliaga

en ese momento que estaba viva, como José Coronel Urtecho de Nicaragua. En Cuba conocí a José Zacarías Tallet y a Nicolás Guillén. También a Xavier Abril, el amigo de Vallejo. En Panamá a Rogelio Sinán, otro vanguardista. ¿Cómo fue tu larga experiencia mexicana? De gran riqueza, de formación, de aprendizaje. Y todo eso se lo agradezco a los mexicanos. Escribí artículos a cuatro manos con Roberto Bolaño, mantuve largas charlas con Efraín Huerta, conocí también a Juan de la Cabada, Elías Nandino, Renato Leduc, Thelma Nava, Juan Bañuelos, Enriqueta Ochoa, José Emilio Pacheco, Jaime Sabines; leí con Eduardo Lizalde en el Zócalo, también en México conocí al peruano José E. Westphalen, al chileno Humberto Díaz Casanueva y sobre todo al uruguayo Saúl Ibargoyen, otro verdadero amigo y maestro. Hay que ver que en el tiempo en que llegué a México, convergían allí poetas jóvenes de varios países, como los salvadoreños Uriel Valencia y Alfonso Quijada Urías, el ecuatoriano Fernando Nieto Cadena y el nicaragüense Julio Valle Castillo. De todos aprendí algo. Por otro lado allí compilé seis antologías de poesía latinoamericana –algunas con Ibargoyen– que aún hoy circulan y que tienen un record de salida, ya que pasaron los cien mil ejemplares. Estos libros me permitieron volcar buena parte de la experiencia que había recogido en estos viajes iniciados con el exilio del ’76. Y te diría que México me dio mucho más, amigos, saberes, experiencias que no caben aquí. ¿Cómo ves la incidencia de Gelman sobre la poesía en castellano? ¿Cómo es tu relación personal con él actualmente?

a los “ismos” que llegaban de Europa, los discutieron, los reformularon, polemizaron y no adhirieron a ninguna ortodoxia. El caso de Cardoza y Aragón habiendo conocido a los surrealistas, por ejemplo. Y lo que nos legan es un espacio de libertad. Su mensaje es que hay que echar mano de todo lo que nos sirva. ¿Cuáles son los mayores aportes de Gelman? Hay poetas que abren puertas y Gelman es uno de ellos, por el estilo con que utiliza ciertos 67


recursos. El cruce de discursos, los préstamos; el modo extraordinario en que toma otros elementos y los reutiliza. El juego de identidad es muy fuerte en su poesía; los cambios de tono, las libertades que se toma, el uso de la ironía, las torsiones del lenguaje. Desde ese punto de vista es muy interesante. Una poesía que va cambiando de libro a libro, que procesa distintos temas, donde lo político tiene una impronta fuerte pero también la búsqueda de lo formal. ¿Cómo surgió la idea de ser biógrafo de Gelman? Yo comencé el libro sobre Gelman en el exilio y me llevó muchos años. Me gustó hacerlo. Me sirvió también para hablar de otros poetas, de la poesía en Latinoamérica. Recuerdo que cuando le envié el borrador para que lo leyera me llamó y me dijo: “Ahora ya no me siento solo”. Me lo decía por la manera de contar esa historia, el modo en que él esta acompañado de otros poetas que yo convoqué para ilustrar algunas características de su poesía. ¿Qué rasgos observas en la poesía argentina que se escribe en estos tiempos? Como lector, siempre me interesa que la poesía se sostenga en particularidades, que tenga un mundo o un pequeño mundo a desarrollar. Prefiero un pequeño mundo a desarrollar que no uno desarrollado sobre lo convencional o previsible. Me gustan mucho los universos personales que alientan a pensar, que sugieren, que son originales, sostenidos en el ritmo, con buen lenguaje. Que haya una impronta personal, que el autor esté comprometido con lo que dice. El compromiso no tiene que ver sólo con lo político; hay gente que no se compromete ni con la propia 68

imaginación. La poesía es asumirse. No es cuestión de publicar un librito, invitar a dos o tres amigos y decir que uno es poeta. Me interesan mucho también esos mundos que me traen paisajes que no conozco. Por ejemplo en la Patagonia la poesía de Ariel Williams. Es un mundo muy llamativo, con imágenes personales. Busco ver en la poesía los símbolos que tiene el poeta, cómo los traslada, qué correspondencias hay en su poesía, qué textura, cuál es su manera de respirar. Como decía el poeta cubano Eliseo Diego: “que tenga el peso de la intensidad”. ¿Cuál es el espíritu que sustenta tu nueva obra, Palma Real? Empecé Palma Real en 1995, visitando zonas de montaña y de selva en América Central, sobre todo en Costa Rica. En esos lugares encontré dónde meter las obsesiones. Ese lugar donde hablan los pájaros, los reptiles, fue la piedra de toque. Es un libro sobre los viajes: cada paso es una pregunta, es un todo encaramado. Me llamaron mucho la atención dos carteles en Monteverde, Costa Rica –un lugar de difícil acceso y donde llueve siempre–: uno decía “deja sólo tus huellas”, y el otro “escucha, huele, mira”. El primero, una forma muy interesante de decir que no tires basura. El segundo, “escucha, mira, huele”, porque en la selva es difícil ver, si uno no vive ahí se pierde lo mejor, todo está camuflado, disimulado. Lo que digo es que la selva no es algo que creció allí, es que la selva está imaginando, eso es lo que nosotros vemos. Su forma de crecer es imaginar. Es como una pequeña metafísica. Encontré un lugar para hacerme las preguntas que nos hacemos todos: la fugacidad, el movimiento. LA OTRA | enero - marzo 2011


© JAL | Cd. Juárez

Con Juan Gelman

© Jorge Boccanera | Granada, Nicaragua, 2009

¿Cómo describirías tus “métodos” como poeta? Yo corrijo mucho y soy lento, no resuelvo fácil. Cuando entro en el clima del poema, a la temperatura del poema, en ese momento no puedo salirme rápidamente. Pero no tomo la corrección como una amonestación. Yo lo corrijo porque está bien. El poema se trabaja como una suerte de melodía, se manejan personajes, intensidades, ritmos. Ese es el trabajo para mí más interesante de la poesía: estar metido allí dentro. Siento que le estoy hablando al poema. En un momento uno se calla y el que habla es el poema. La poesía viaja independientemente de uno. Lo interesante es eso. Está en el aire. Hace un tiempo me encontré con una poeta de Hungría, Eva Toth, y le comenté que había escrito un poema sobre el poeta húngaro Attila József en mi libro Contraseña. Así supe que ella había traducido el poema y que se había hecho una canción que era popular. Me enteré 20 años después. 69


yo poeta

Saúl Ibargoyen

JORGE BOCCANERA: LA PALABRA ES VERDE

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© JAL

L

ibro insólito es Palma Real de Jorge Boccanera, no sólo en el marco de su obra poética, sino en los anchos y entreverados espacios de la actual lírica hispanoamericana. Tal vez su extensa, honda y aún no acabada experiencia cultural que ha llevado al autor a transitar y residir en tantos países de la América magna –como llamara Pedro Henríquez Ureña a nuestro continente y el Caribe–, esté en la base estético-ideológica del libro. Sin embargo, con relación a poemarios anteriores, encontramos aquí factores nuevos, diferenciados y elaborados en función de una postura que, como mero lector, me resulta plena de asombros, esplendores, oscuridades y resonancias. La aprehensión de los ámbitos naturales y su representación por medio de la verbalización poética se ha dado desde tiempo atrás en América Latina, tanto en las lenguas llamadas cultas como en las indígenas. Desde Ercilla a Neruda, Ernesto Cardenal y Marosa di Giorgio, pasando por el Popol Vuh, etcétera. Pero no importa ahora escarbar en esa tradición, lo que importa es este libro tan lejano de ciertas propuestas que hoy

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se perciben, apoyadas en el valor del significante, la turbiedad del “neobarroco”, el tono aforístico y “sapiencial”, la descripción antilírica, el prosaísmo pedestre, la acumulación desmadrada, la prescindencia de la historia, la neutralidad metafórica, etcétera. Para comenzar señalo el uso del “tempo” de la voz poética, más allá de una primera o tercera persona singular; da la impresión de que siempre hay muchas voces, de que cada verso está marcado por enunciaciones diversas, como si varias melodías –asimiladas al y desprendidas del ámbito natural– se entrelazaran como las lianas, las ramas, las hojas y las “telarañas verdes” de la selva. Esto ocurre tanto en versos breves como en líneas más alargadas. Luego, un manejo excepcional de todos los procedimientos retóricos de la escritura poética, aunque actualizados de una manera viva, dinámica, casi agresiva, actuante, desbordada de impulsos verbales que pujan por expandirse y por retraerse a un tiempo, en un duelo dialéctico que parece copiar o duplicar la incesante metamorfosis de la selva. Asimismo, la conciencia creativa que el autor muestra, ya que la selva puede ser escrita simbólicamente, puede ser “creada” por la escritura (fragmento I). De ahí o antes de ahí los ecos religiosos (en el sentido de “religare”, de comunidad o comunicación con el mundo) que sostienen ideológica y espiritualmente a este gran poema. La contradicción está en que ese mundo natural, opuesto a la ciudad (“trampas de veneno”, XV) y fuera del cual todo “es ruina” (IV), sólo puede ser imaginado y creado en razón o por la fuerza de la palabra escrita, que es fruto de la cultura urbana.

Y ese dramático conflicto permea quizá todo el poemario, porque también la lluvia nombra las cosas, lo que sugiere el acto bautismal que concede existencia de espíritu a lo que no lo tenía (XX) -aunque debe distinguirse el espíritu del ámbito vegetal y animal de la espiritualidad humana, imaginativa y creativa, apegada a lo fugaz, sedienta de lo inalcanzable. Pero la sustancia de la que todos participan –selva, bichos de escama, de pelo, de pluma, seres humanos, personajes recordados, agua, fuego, aire, tierra, montañas, ríos, mar–, materia bariónica en suma, surge aquí transustanciada, representada en sus innumerables trasmutaciones, multiplicada en figuras, formas, voces, cantos, colores, olores, sabores, humores, hedores, resplandores, pero ubicada en un centro. Y en ese centro cósmico – como el ombligo del mundo estudiado por Mircea Eliade– Boccanera erige la palma real. Mi concepción antropológica, más que literaria, de ese producto de la cultura llamado poesía, me lleva a encontrar en la palma real una especie de eje del mundo, una conexión entre el cielo y la tierra, como el fresno Yggdrasil que nos recordara Jorge L. Borges. Una palma real que también se transfigura, que sugiere incontables opciones de cambio, pero ¿qué hay debajo de sus raíces? ¿Hay hervor de podredumbre como la que ofrece la selva en sus procesos fecundatorios? ¿Están las huellas primarias del bosque expulsado del cielo como un ángel en desgracia o en falta? (III). En fin, lo que sí existe es un vaivén tenaz entre destrucciones y quehaceres, entre pérdidas y resurrecciones, entre oxidación y fecundidad. A veces me pregunto desde dónde ha sido elaborado y escrito este poemario: desde qué topos 71


© JAL

de la sensibilidad, desde qué sitio de lo sensorial, desde qué nicho de la inteligencia, desde qué dimensiones del conocimiento tácito o sabiduría que el mero cuerpo no aprende. Y esto debe ser señalado: la explosión equilibrada (¿oxímoron?) de lo sensorial/sensible en acuerdo con los desbordes de la laboriosa y exaltada imaginación, a la cual se ajusta una “inteligencia d’amor” que permite un inusitado, exultante y opulento entretejido erótico/estético/existencial/espiritual que a este lector ha dejado en estado de asombro. Este libro de alabanza, este libro celebratorio de la naturaleza y de sus pobladores de toda especie, halla oportunidad para un renuevo de voces, para una aceptación de que nada es mudo en este mundo, de que todo canta. Por eso nos recuerda al antes citado Popol Vuh, adonde hasta el camino negro habla, y habla el mosquito y habla el mochuelo. Una polifonía que gira alrededor de la palma real: eje de la selva, verticalidad del poeta y su canto. 72

Asimismo, se trata de una religación sin dioses. A lo sumo, aunque son nombrados y llegan a meter la cuchara (XLVI) éstos semejan manifestaciones de energía cósmica que el verbo poético pretende representar, en una infrecuente operación metafísica, o sea inusual en las distintas artes poéticas de la Hispanoamérica de hoy. Es posible que los lectores de Palma Real se planteen algún dilema de falsa oposición en caso de verse tentados a elegir entre este o aquel fragmento o poema. Entendería tal postura pero en el gusto o la experiencia cultural de cada uno está la imponderable decisión. Pero siempre debe atenderse la lectura dentro de una totalidad, desde el extraordinario poema dedicado a Frida Kahlo hasta el brevísimo XXXIII, que sería un haiku perfecto con sólo ubicar el primer verso como segundo y al revés. Para terminar, y me cuesta hacerlo, este excepcional y complejísimo poema conlleva un sistema metafórico que sugiere equilibrio y revuelta, aceptación y denuncia, certeza e interrogantes, cotidianidad y trascendencia. Y también el malestar que genera una belleza apenas adivinada, en definitiva intactable, similar tal vez al del ser humano “primitivo” cuando descubrió, como aquí el poeta Jorge Boccanera, todos los nombres y las cosas que existen dentro de cada nombre y cada cosa. México DF, 20 junio 2009 Palma Real, VIII Premio Casa de América de Poesía Americana, Col. Visor de Poesía, Visor Libros, Madrid, 2008, 93 pp.

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yo poeta

Juan Manuel Roca

CON JORGE BOCCANERA

Hay poetas y escritores en general a los que conocemos en la obra antes de hacerlo en su persona. Creadores a los que sin haber visto nos liga la intuición de unas mismas filias y, quizá, de unas mismas fobias. Cuando se da el encuentro, más allá del festejo de una escritura que se ha ido haciendo nuestra en la memoria, en el libro personal o en las antologías colectivas, puede ocurrir que se desvanezca el entusiasmo, de ahí que muchos recomienden no conocer a los autores en su vida cotidiana sino, mejor, dejarlos en la leyenda de su vida literaria. Con poetas como Jorge Boccanera me ocurre, como creo que le sucede también a muchos de sus amigos y lectores, que entre el hacer literario y poético y su andadura cotidiana, no hay fisuras, así que la cosa sigue fluyendo sin tropiezos en las correspondencias estéticas y en las posturas vitales, que no tienen por qué excluirse entre sí. Más allá de su poesía está su humor. Más allá de su humor está su falta de afectación, que es ese sesgo que para un viejo filósofo-poeta de la Alemania romántica nace más del miedo a ser antiguo que del afán de ser moderno. Más allá de una cerrada actitud programática está su ejercicio de la libertad y de la ima-

ginación, que no tienen por qué dejar de ser hermanas siamesas. Muchos de sus poemas me han acompañado, así no sea desde un asunto privativo de la memoria, de la nemotecnia. Atmósferas, ritmos, imágenes y paradojas de sus versos entregan su compañía. En muchos lugares donde me he encontrado a Boccanera, una y otra vez me tropiezo con alguien indiviso entre el oficio del periodismo crítico y la poesía, entre el gusto y conocimiento de la canción popular y del fútbol, esbozando a un tiempo proyectos editoriales y poemas escritos para nadie y para todos. Jorge Boccanera sabe que “el mecánico está en los planes del ingeniero/ que figura en los planes del mago/ quien a su vez está en los planes del sacerdote/ que está en los planes del fabricante de caramelos ácidos/ que figura en los planes del mago/ que está en los planes del martillero público/ pero los poetas no están en los planes de nadie”. Esa es su contraseña, la propiedad que tiene su poesía de enlazar a todos con nadie, de ir entre la multitud sabiéndose un anillo más en el eslabón que nos hace humanos, demasiado humanos, como un hombre de la puna y otra vez como un hombre mago y un martillero. 73


yo poeta

Jorge Boccanera

POEMAS Ojos de la palabra A horcajadas del misterio va, con los ojos vendados. Es iguana en roca la calcinada. ¿No quiere ver? Ve sin querer. Bolsas de estiba, dientes de nicotina, la palabra, un fogonazo inmóvil entre el deslumbramiento y el hartazgo. Sin aparente anhelo su corazón acampa en el vacío: una pata en la arena, la otra en el infierno. No quiere ver. ¿Ve sin querer? Un chasquido de lengua la echa a andar por baldíos donde lo ruin humea y pudre el aire. Quieta no se está nunca por el fuego cruzado de la sangre. Hay en su aliento un viaje, un detenerse, un continuar. Y en cinco patas es estrella atravesando usinas de ceguera, correntadas de nadie. Su cuerpo breve da una sombra inmensa. Sus patas diminutas lo tocan todo por primera vez. 74

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Menudencias

La muerte afila un palo, una daga de palo, un palo de tambor, un caballo de palo, una cuchara. La muerte trabaja a la vista de todo el /mundo. La vida afila un palo, un bastón, una vara, una cruz. La vida trabaja a la vista de todo el mundo. ¿Qué diferencias hay entre las dos? La vida fabrica huesos con los huesos. La muerte fabrica huesos con los huesos.

Cintas A María Agustina, mi madre Aros para bordar, un costurero, toda la vida un hilo. Enhebra olores en la cocina, zurce palabras desgarradas. Su nostalgia es de lino. Nunca se nace, siempre vamos cosidos a una madre: Y calados, botones, bastidores, vivos para la orilla de la lengua y encajes en la risa. Junto a la rosa triste del alfiletero: Mi madre. El camino lo alumbran las hebras de una estrella, un viento de algodón, resplandor de abalorios. Y en cada cosa que levantó el mundo: la aguja y el dedal. 75


Reloj Inmóvil, inmutable, sedentario, fijo el cuadrante, atónito y estático. También en él la procesión va por dentro.

El desespero “¿Alguien se detiene a pensar en los 33 años que llevan Madres, Abuelas y familiares de esta tortura infinita de no saber…? Chicha Mariani, Abuela de Plaza de Mayo A Juan Gelman

Hay un universo callado en el agua arremolinada de la espera. Afanes del plantón. Anhelo en la aridez. La garra de escarbar habita en los apremios de una estaca. Un vacío-recodo donde el ansia se crispa. Toda una vida, ¿prólogo de la muerte? Toda la muerte, ¿insistencias de vida? La espera, es mano de obra esclava. La falsedad mete su pico largo en la fe del que aguarda, mastica sus deseos, roba las mantas del dormir. Cruda es la violencia en los trabajos del mientras tanto. 76

El fisgón Señor de la Creación, arquitecto de cada / telaraña, desde el puente de mando ves llorar la vecina, y al pez rumiar por los sótanos de la tierra. Y ves flotar la bóveda del bosque, observas esos cuerpos que estampan en el cielo / del mundo una estrella de piernas enlazadas. Desde tu torre, Dios. Voyeurista, curioso, inoportuno. LA OTRA | enero - marzo 2011


Miscelรกnea

Ocho poetas mexicanas, nacidas en los decenios de 1950-60 (segunda muestra)

Arriba-abajo, izquierda-derecha | Coral Bracho (Foto: Pascual Borzelli), Miriam Moscona (Foto: JAL), Silvia Tomasa Rivera (Foto: Silvia Tomasa Rivera), Claudia Hernรกndez de Valle-Arizpe, Marianne Toussaint (Foto: Marianne Toussaint), Roxana Elvridge-Thomas (Foto: JAL), Silvia Eugenia Castillero (Foto: JAL), Enzia Verduchi (Foto: Pasual Borzelli).

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Miscelánea

Coral Bracho | Ciudad de México, 1951 |

Entre sus libros de poemas se cuentan: Huellas de luz, La voluntad del ámbar, Ese espacio, ese jardín, Cuarto de Hotel y Si ríe el emperador, de próxima aparición en Ediciones ERA. Ha sido becaria de la Fundación John Simon Guggenheim de NY y pertenece al Sistema Nacional de Creadores de Arte. Entre otros reconocimientos ha recibido el Premio Xavier Villaurrutia en 2003, y el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, en 1981. Libros suyos han sido publicados en varios países y ha sido traducida a diversas lenguas.

Y no es ahí donde se muestra Ese animal. Ese espesor nocturno, mullido y turbio que removemos. Que conducimos para mirarlo gesticular. Un oso viene hasta la / feria y de aquí nos observa: sus gruesas patas / inquietas, como entre vidrios. Conocemos su danza y no es ahí donde se muestra; sin embargo asentimos, difusamente olvidamos. 78

O tal vez al voltear vemos la quieta luz frente al equilibrista. / Titubeamos por él. Por él soltamos la esbelta vara. En él sentimos el tiempo trastabillar. ¿Pero quién gime o canta en esa sucia, diminuta, barraca? Nada de ello entrevemos, nada desentrañamos. Y alguien se acerca ya, y entre los puestos húmedos nos conduce. Algo ahí nos remueve. Algo nos obliga a voltear. LA OTRA | enero - marzo 2011


Ante los monos de cara blanca Nos miraban con alarma, con impaciencia, con profunda sorpresa. ¿Quiénes –o qué– éramos, tan cercanos a ellos y tan torpes, tan lentos? Ciegos como recién nacidos. Aletargados e inmóviles como plantas. –Ahí estaba, y había con ella mil indicios: el olor, el sonido, el desorden de las hojas, las / ramas. Ahí estaban ellos para alertarnos con los gritos precisos, aguzados, con su tensa y depurada cautela. Había que alejarla; que ponernos en guardia: Ocho o diez monos de cara blanca, sobre el / follaje, observándonos, vigilándola: Abajo, enorme, palpitando sobre el lodo y enroscada entre las / hojas, la boa. Uno de ellos, de pronto, se acercó más. Muy cerca de la boa se detuvo y volteó a mirarnos. Una mirada cristalina, penetrante y serena nos envolvió. Una transparencia protectora, fulgente.

Momentos antes Giran los largos sembradíos de maíz, giran las casas. Los árboles cercanos avanzan velozmente hacia atrás; los que están lejos nos siguen con lentitud. Poblados enteros / danzan, se enredan sobre sí mismos, entran en trance, en vértigo: algunos animales y objetos, algunas plantas, giran en un sentido, otros dan la vuelta y escapan hacia otro lado; todos se guían, de golpe, por la prudencia: la sensación de que estamos cerca –casi a su / altura ya– sobre la carretera.

La boa, herida, bufaba. Levantaba la aplanada cabeza, y enfurecida resoplaba con fuerza: Un bufido denso, resonante, profundo, que / parecía espesarse, engrosar, en una oscura caverna. 79


No son los pactos No, no son los pactos ni las palabras trenzándose en un camino a seguir, en un mapa de concertados sentimientos; no son sus frutos ni sus arduas raíces. Han dejado en el huerto unas monedas: Que no las levante nadie. Es el frío del agua que nos deslumbra, de nuevo, al volver al río. Los trayectos nos guían pero no como trazos. Sólo señales, sólo enigmas que indican. Brillos. En un matiz está la puerta, el espacio que se abre, pesando con suavidadad; lentamente posándose.

Voltea los signos por su revés ¿Dónde está el sujeto que propicia y que nombra? Detrás de la puerta blanca. Habla al oído y en la sombra, al amanecer, o tarde en el imán del miedo que siempre está. En la mesa, en la contraesquina. Voltea los signos por su revés, los guantes, el filo de A a B. Lo hostil, el riesgo de A a B; de B a A, junto al ropero, al fondo; o en la casa contigua.

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Miscelánea

Myriam Moscona | Ciudad de México, 1955 |

Hija de padres búlgaros sefaradíes, nació en la ciudad de México. Ha publicado diversos libros de poesía, entre los más recientes Negro marfil, El que nada y De par en par (poemas visuales). Asimismo es autora de diversos libros de artista y objetos de poesía visual que forman parte de los archivos especiales de la Universidad de Irvine en California.Premio de Poesía Aguascalientes 1988 por Las visitantes. Premio Nacional de Traducción, 1996, por La música del desierto, de William Carlos Williams. Premio Instituto Cultural México-Israel, 1999. Becaria de la Fundación Guggenheim, 2006. Miembro del Sistema Nacional de Creadores en diversas ocasiones. Próximamente la editorial Les Figues, de Los Ángeles, publicará Negro marfil en traducción de Jen Hofer.

Six feet under Llamaron esta mañana para ofrecerme un servicio funerario ¿No sabe usted que soy inmortal como dijo Mark Twain casi al morir vistiendo su traje

doctor honoris causa en lino blanco? Un poco antes del retiro dio un paseo meciendo los ojos por los enormes ventanales de su casa en Connecticut

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Afuera notó la presencia de un pájaro con plumas color café con leche: un pájaro cualquiera No era mensajero ni loro africano era solamente un pájaro sucio mojado por la lluvia que Mark Twain vio caer tras los enormes ventanales de su casa en Connecticut Al recostarse le pidió a su ama de llaves una infusión de ajenjo que sorbió mojando sus bigotes blancos Bebió y en un desliz habló con ella: dormido Todo eso le conté al agente funerario que llamó esta mañana para ofrecerme una caja donde guardar 82

una mortalidad tan pasajera como la lluvia que caía en Connecticut la tarde que murió Mark Twain El agente quedó perplejo ante la historia de Samuel Langhorne Clemens verdadero nombre de quien volvió a su casa en Redding Connecticut antes de morir el 21 de abril de 1910 No quise agregar más: es mejor tener la boca cerrada y parecer estúpido que abrirla y disipar la duda como dijo Mark Twain mucho antes de morir en una tarde lluviosa recostado frente a los enormes ventanales de su casa en Connecticut

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Dos poemas en ladino Ambre

La kordela de moebius

me dio su no saver me dio su amor de un día la lingua preta nel pinsel

Por kualo una kurva Al ir y volver Se torna al lugar onde ampesó? Toma el lapis i da lynia

dibuxó la suerte echada —­mira, el ojo kome más ambre ke la tripa­— las kartas spartidas el sakrifikado enkolgado del revés me mira la mirada miya malos signos ambezados onde el ombre da su no saver la sorte sta salada: más mejor ser ke parezer glosario spartidas: repartidas preta: negra sorte. suerte ambezados: enseñados

Lo verash: La kordela un solo lado tiene. Agora: los geometras del sielo Ainda diskuten Si el ojo del Dio Mos amasó con shejiná Prinsipio de mujer tendra muestro saver? Los unos dizen ke ansí no fuimos desinados Rektas son las kurvas de Moebius En torsedumbre i doloridos Kon esas sintas mos krearon Glosario: kordela: cinta shejiná: palabra de múltiples significados. Uno de ellos hace referencia a los atributos femeninos de la presencia de Dios.

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Miscelánea

Silvia Tomasa Rivera | Veracruz, 1955 |

Orfeo Negro Mi dolor es ahora propiedad del estado Malcolm Lowry

Dice mi madre sin honor a su nombre, que todos los saxofonistas son borrachos y consumen cocaína. La escucho. Pienso en Baudelaire y me pregunto: ¿Borrachos de qué? ¿De vida, de amor de nostalgia? ¿Qué sentimiento específico se necesita para tocar el sax? ¿Qué se inhala que se bebe además del agua y el viento, para emitir ese sonido que penetra la atmósfera? 84

Un reloj de luna sombrea el patio de las enredaderas. Un bar con cielo abierto y un saxofonista rondando en la penumbra, es la mejor carta para un turista de Nueva York que no teme al peligro ni a la balacera que está a punto de suscitarse. Un bar con cielo abierto es un pase directo al paraíso sin cateos ni fronteras. En las noticias del día, trece caídos, entre ellos un extranjero cuya muerte ha levantado polvo en la peña más alta.

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¿Qué hay adentro de esa casa blindada, custodiada por policías y ladrones? Qué se cocina en ese bunker sitiado en lo alto de la carretera que lleva a las ruinas. Pusieron un retén y están desviando por un camino de terracería a los visitantes que se dirigen a la zona arqueológica de La Noria. En los bares del puerto se comenta que en la zona además del ejército hay gente armada. Las autoridades se pasean tranquilas dicen que todo está bajo control. La energía del aire habla de otra cosa. Algo va a deslindar en balas y secuestros. La noche es una bomba de tiempo.

Dios me hizo a su imagen y semejanza y como él soy más fuerte que el miedo, más grande que el odio y más temeraria que mi propia adicción. Tiene más peso el manejo de mi destino que el poder que se otorga a los fieles. Busco la imagen de Dios detrás de la mampara de la duda. La inmensidad frente a mí estalla me vuelvo hacia el oscuro, no hay espejo. Sólo un arco de luna me regresa a la luz.

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A pesar de ellos los saxofonistas tienen que cargar con el infortunio de sus antecesores. Como si fuera poco su fama licenciosa y su perfil alineado hacia lo oscuro, los condiciona al trago y a la noche. Inclinarse al sax, es una vocación aguerrida que golpea por igual a negros y a blancos. Y no hay color que frene el precio que tienen que pagar. Ellos sabrán cuándo y a quién.

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En el fondo del bar conocí a un hombre, su viejo sax expandía sus lamentos entre volutas de humo. Y sus ojos enardecidos brillaban en la oscuridad denotando el sabor etílico de su sangre. La realidad a veces no tiene sentido, la soledad de uno la derrota del otro, la victoria inminente de la vida. En el fondo de mí, lo até a un poema ¿Para qué lo dejaba suelto en ese bar?

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Ni siquiera era un blues era un hombre que aullaba y se moría de a poco, de tristeza, de soledad, de frío. Una mujer en el centro del bar levantaba su copa y aplaudía. El hombre sacaba fuerzas de flaqueza. ¿Por qué brindaba la mujer? buena pregunta, encontró a su Charlie Parker. Y se dio cuenta que por las noches la gravedad del sax es excitante, por las mañanas, duele.

No me gusta cuando escuchas blues y pones tu mirada en el techo con las manos en el vacío del estómago siempre terminas mal. Te ausentas tres días consecutivos y eres un homenaje a la perdición. ¿Por qué no buscas otra cosa en tu recrudecido acervo musical? Ya te dije que el blues no es para ti ni para los tristes ni para los solos. Es para quien pueda escucharlo sin desintegrarse.

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Miscelánea

Marianne Toussaint | Torreón, Coahuila, 1958 |

Es poeta y ensayista, parte de su obra ha sido traducida al francés, al inglés y al rumano. Ha publicado: Esta cuchilla móvil (1982), Un viento funde el paisaje (1987), Mapas de humedad (1991), El paisaje era la casa (1996), Provincias de la Noche (2000), Reedición en la colección la centena El paisaje era la casa (2006). Su ensayo Apuntes sobre la poesía erótica escrita por mujeres en México se publicó en la antología Ensayistas Tierra Adentro CONACULTA (1994). Ha tenido las becas de el FONCA en la rama poesía (1990-1991), del Centro Mexicano de Escritores (1992-1993), de Proyectos y Coinversiones FONCA, rama ensayo (1994-1995) y beca por trayectoria estatal en Coahuila, FECA (1997-1998). Sin espejos Mirarte al espejo, fue la inutilidad de la que te libraron en la infancia, era un soplo ligero que recorría las plantas del pasillo. Habitaciones repetidas, que parecían un cascarón. Ella colgaba algunos cuadros donde la soledad del viento, barría las faldas de una mujer en los desiertos Mi madre, sin mirarse al espejo deambulaba por las calles, por los cuartos, 88

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como aquella mujer que se recogía el espanto con el rebozo. El intento de parecerse a una casa nos perseguía de un sitio a otro. Sin espejos para dejar intacto el recuerdo. Para estrenar otro día.

Jardín de los enfermos Los viejos y los enfermos en los jardines del hospital pasan horas frente a la jaula de los pájaros. El plumaje se les vuelve más oscuro bajo la mirada de los prisioneros.

Rosas de castilla La poma-rosa viene de las montañas de selva, sabe a lo que huelen las rosas de Castilla. Una vieja encorvada, con la cinta del cuero marcada ya sin pelo en su / cabeza la ofrece hasta la puerta. La vieja está cansada pero sonríe.

Los pájaros sueñan que sus alas les oprimen el / pecho que, cuando internan su pico entre las plumas, / al pardear la tarde las miradas los ciñen, les cortan las alas. Y quién es uno: el pájaro que se sueña sin alas el hombre en silla de ruedas. ¿las tijeras en el sueño?

Su canasta exhala un perfume que perturba la / casa estaciona la infancia, intensifica la locura. 89


Oscuridades Lloras para purificarte de la espada que te educa y te traspasa. Animal herido deambulas por la casa acariciando un pájaro imaginario sobre tu / hombro. Negra la mirada, avanzas en la espesura del pájaro que nos mira por encima de tu infancia.

Huesos En el omóplato izquierdo se acañona el viento hasta los nervios y arrastra un chirriar de metales oxidados entre los huesos. La memoria es una uña quebrada un océano arremolinado en su profunda ausencia empuja el lado izquierdo de la espalda la descuaja de su sitio.

La respuesta de Dios Acomodo espejos para verme la espalda. Es mi correspondencia en límites con el espacio y no la conozco; sin embargo, todos los demás, hasta los gatos, se apoderan de mi yo por la espalda. La espalda de uno es como la respuesta de Dios, siempre observándonos, formando parte sin ver / visto presentido observado en los demás, como el Dios del otro el ajeno. Dios, es la espalda que se mira en el de enfrente, del que uno especula del que nada se sabe, al que se le guarda una prudente distancia por la / calle, la silueta recortada de la noche, que de improviso gira como un trompo muestra ser sólo espalda. El mero espejismo de un encuentro.

Las palabras de antes y las palabras de ayer se atropellan en las ventanas. 90

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Miscelánea

Claudia Hernández de Valle-Arizpe | Ciudad de México, 1963 |

Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas por la unam y maestra de literatura iberoamericana, ha publicado siete libros de poesía, dos de ensayo y, junto con la poeta Elva Macías, Agua, barro y fuego, la gastronomía mexicana del sur. En 1997 obtuvo el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta por su libro Deshielo (Conaculta, 2000). Ha sido becaria del inba y del Fonca en varias ocasiones. Poemas suyos han sido traducidos al chino, al francés, al inglés, y aparecen en antologías de Estados Unidos y de Irlanda, entre otros países. En 2009 publicó el libro de ensayos Porque siempre importa. Textos sobre comida y cultura, bajo el sello editorial de la uacm, y en 2010 Perros muy azules, editado por el Ministerio de Cultura de la República Dominicana, y por el cual recibió el Premio Iberoamericano de Poesía Jaime Sabines para Obra Publicada, 2010.

I Ayer recorrí Tebas. Al final de una larga pared había una pileta. Aguardé mi turno. Me unté el agua en la frente. Me incliné con devoción. Después, ya lejos de todos, caminé entre las ruinas. Alguien del lugar me ofreció pan. Me senté en una piedra a comerlo despacio

entre luces y sombras que se agitaban con el paso de un rebaño. En un lugar más frío me interceptó una muchacha que vendía joyas y telas. La dejé atrás con un gesto. Despedía un calor de vela. Supe que había estado en Tebas; la griega, porque mi boca habló en el sueño.

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III Me levanté del piso tras escuchar la enfermedad de los vecinos de abajo la noche entera. Cuánto gimen y tosen, cuántas veces van al baño. Orinan y escupen como si no quisieran morirse. ¿A qué le tienen tanto miedo? Se paran a beber agua. Oigo cómo la tragan, cómo baja por su garganta y por su esófago a fuerza de no quiero morirme, no quiero / morirme todavía.

X Lo mejor del río fue la libélula. Su vibración sobre el agua, su vuelo y descensos de artefacto aéreo, sus nervios en cortes y secuencias, su esnobismo de prendedor con alas. Lo mejor del río fue la libélula persistente sobre la superficie con sus giros en línea y su atropello: una ráfaga azulmarrón aliada del aire y de la luz. Vibrando cabeza y alas, vuela estática y luego se mueve: es el verde abajo de árboles y plantas; el violeta del agua honda que hay en las piedras. 92

IV No siempre ha existido el vidrio plano. Cuando las ventanas se hacían con cristales de yeso eran otras las variaciones de un paisaje afuera. El yeso tiene agua y anidrita, y la anidrita calcio y sulfato, y el sulfato átomos de oxígeno y azufre. Donde hubo mar salado y ahora desierto, allí donde el agua se evapora, se encuentra el yeso. Y cuando sus cristales se mezclan con la arena crean la rosa del desierto. De niña te regalaron una. Cuánto pesaba tu flor pétrea y cuánto la mirabas. Varias veces le quitaste el polvo. Varias veces cambió de sitio. Desde hace tiempo no la muevo: el vidrio la refleja; se reflejan mutuamente porque tu rosa, ¿lo sabías? es otro componente del vidrio.

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Inmediata la desaparición del dolor, la llegada de las visitas, la taza de café. Reciente la despedida, los domingos, el dulce en la boca. Remota la noche de ayer, la anterior, que es como todas: sola y con miedo. Los médicos dicen otra cosa para tu memoria. Hablan de ti como si no estuvieras. Julia y yo te miramos preguntándonos si entiendes todo esto, si sabes hacia dónde vas y hacia dónde nos llevas. Serán días más de ella que de nadie, tal vez confusos pero con euforia; habrá momentos buenos, ¿no ha sido siempre así? ¿No es acaso igual para todos? Dejará libros, verá más fotografías, ¿y la música? La música es un piano, pero también el agua cuando la abrimos a uno y otro costado de nuestro cuerpo. Te repito qué es la música, en dónde se esconde, de dónde brota. Y, sí, tendrás menos miedo al dejar de preocuparte por lo que sucederá; vas a ir olvidando tramos y apagando luces. Hablas del valle tras la sequía. De la velocidad del fuego cuando avanza sobre pajas y maderos. De esa imagen que puede ser un reflejo o una simple introspección: algo que se desplaza lentamente hacia la orilla; una hoja, un tronco, el resto de algo más grande en la superficie. Con el azul de la llama, tus ojos incendian lo que relatan de manera accidentada: el movimiento de algo sorprendente que al permanecer se volvió un enigma. ¿De qué estás hablando? Nuestros nombres te son piedras y nuestras preguntas, un eco que no escuchas. Descubren la sal del mar cuando dicen que no eres la misma. Todo eso fue antes; antes de la enfermedad, antes del exilio. Al verte ahora, nadie creería que fuiste aquélla, pero ¿no es esa nuestra historia y la de todos? Me siento a mirar contigo la corriente. El agua crecida y revuelta; las piedras grandes con sedimentos en su costa. Río de estuario, de ancha desembocadura que no vemos desde aquí ni por ahora.

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Miscelánea

Silvia Eugenia Castillero | Ciudad de México, 1963 |

Poeta y ensayista. Estudió la licenciatura en letras en la Universidad de Guadalajara, y posteriormente estudios de doctorado en letras hispanoamericanas en la Universidad Sorbonne Nouvelle de París. Tiene dos libros de ensayos: Entre dos silencios, la poesía como experiencia, Tierra Adentro, Ciudad de México, 1992. Aberraciones: el ocio de las formas, unam, Ciudad de México, 2008. En poesía ha publicado Como si despacio la noche, 1993; Nudos de luz, con serigrafías de Rigoberto Padilla, 1995; Zooliloquios (Zooliloques), edición bilingüe, traducción al francés de Claude Couffon, 1997; Zooliloquios. Historia no natural, 2004 y Eloísa. Ha sido becaria del FONCA en los periodos 93-94 y 98-99. En 2000 obtuvo la beca de estancia para traductores otorgada por el Ministerio de Cultura de Francia, para traducir una muestra de Nueva Poesía Francesa. Actualmente es directora de la revista literaria Luvina, de la Universidad de Guadalajara. Desde 2007 es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.

Arco Abrupto y como sin nadie, ese arco se posterga detrás de las plegarias. Ermita que aguarda a los errantes. En ese despoblado del cruce de caminos el arco reta firme a la lluvia que cae y la desmorona en partículas doradas, se vuelve así un friso suspendido más allá del río, oxidándose en sus propios reflejos como una espada. 94

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Virgen negra En la piedra el rostro púrpura virginal brota; es un lirio espinoso, imperfecto. Y se desploma en raíces amarillas, lidia con sombras: lo negro impide su ascenso celestial –soberbio. Un rejalgar de extraño naranja y pigmentos cobrizos se vuelve múltiple en su deseo: ráfagas de bronce y gestos de oro. Ese rostro huérfano y seco —bruñido en arsénico y mercurio— vive atado: fósil de una virgen sellada y contenida.

Sombras Granos de resina, luego el cobre en sales forman los bordes del cuadro; cardenillo primero, festivo, marrón después —desaparecido el verdor. Abandona el primer plano y va detrás donde la naturaleza es peligrosa: cambia, duda, se ennegrece. Encara al tiempo y se envenena, bebe del plomo las fuerzas para ser pliegue y repliegue, dobladura, hito. Sin maldad la luz quiere ser relieve, volverse forma de verdad, con sus descalabros; mostrar la espalda de las cosas, las manchas de la vida: su drama. Aliada al tiempo la luz es pasajera, traiciona su brillo, resbala en su apariencia y se deslava. Sombría y nublada, áspera la iluminación se desmadeja a sí misma.

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Túnica En la túnica del monje hay residuos de queratina, especie de córnea que mira, venida del bermellón. Esa túnica viscosa, de viva movilidad, posee líneas fibrosas, abruptas, queloideas. Hay un vigía en la tela, su estar casi metálico rechina con tanta luz de cristal. Bajo la túnica del monje un enjambre de siluetas. Rojo cutáneo, escruta elástico las arrugas corrosivas de una piel enmascarada. Alas Aguijones en la tarde. Brusco cambio del sol en el semblante. Sobre los verdes la piel, se desprende una costra del sol. Cambia su torso. Sólo piel y un sueño. Así nace la obertura que apresurada abre como relámpago: es el deseo. Una mancha. Medroso el instante cierra. Sólo alas: sobre los ojos tres pares. Pájaros del aire y bestias que mudan la piel. Acechan, devoran. Alas cerradas bajo el rostro de la dama —se abren. 96

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Miscelánea

Roxana Elvridge-Thomas | Ciudad de México, 1964 |

Ha obtenido los premios Nacional de Poesía Joven “Elías Nandino”, Nacional de Periodismo Juvenil “Elena Poniatowska”, Nacional de Ensayo “El Privilegio de la Palabra”, Nacional de Poesía “Enriqueta Ochoa”, los Juegos Florales Nacionales “San Marcos Tuxtla 2010”, Premio de Poesía “Daniel Robles Sasso”. También las becas del ceulaj de España, y de Jóvenes Creadores, del Fonca, ambas en el área de poesía. Ha publicado siete libros de poesía y dos de ensayo. Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte 2004-2007.

i. Apuntes del novicio Y no debo olvidar la sutileza. Aprender a cultivar las formas más amables y llegar al corazón de las personas. Saber reconocer de un vistazo el humor que prevalece en cada uno y evaluar, profundo, si debo atacar por el igual o el contrario. Porque secos los venenos desecan los bermejos habitáculos que laten y consumen sus espíritus vitales; los húmedos relajan miembros, voluntad y facultades; los sólidos carcomen las entrañas y los múltiples caminos que las surcan; los fríos entorpecen los sentidos y congelan el bullente río de arterias.

Mecer en la memoria el retoño de mandrágora, letal si es su glauca epidermis ingerida, porque abrasa al contacto el terciopelo de la lengua y genera una hecatombe en la interna arquitectura de los cuerpos. Si el incauto aún respira, trepa luego al cerebro y lo ofende, desterrando el alma de su hogar. Debo hacer derroche de paciencia y esperar que el sol encienda en el pináculo su aliento y ordeñar rebaños de alacranes que en esa hora –arrebatada, como sombra a las alturas– encienden su energía. Alejarme como a plaga del dañado, que su aliento es maligno y pernicioso. Y ante todo, aprender a trazar la cifra de estas anotaciones. 97


ii. Solimán Ven, Mercurio inestable diosuelo mediador vigía. Ven a posar tus carnes en el fuego. Deja que el sudor se eleve que el denso lamer de tu cuerpo se haga uno con el fango de mi anhelo. Ven, Mercurio únete al semen de la uva canta en la garganta impía. Ve rompiendo dulcemente todo nudo resbala quebrando membranas sin que el dueño sospeche tu presencia. Llega, Mercurio en la copa diaria del infausto tiñe de violeta esos labios abre len-ta-men-te su pupila. Dale a su mirada antes colérica la baja mansedumbre de las bestias que se llevan al altar. Ven, Querido blanquea el cabello encoge el cuero de su rostro saca a relucir el botón oculto de los huesos. Que llegue contigo el pálido letargo a toda fibra el desgarro y el dolor de las entrañas y sal luego, Mercurio 98

envuelto en hiel sangre tristeza. Inunda el lecho con tu infausto velo y luego sube a las alturas gran conocedor de medicina amado metálico dios mío.

iii. Mónima muere Tanto odio tanta sangre vertida con esfuerzo tanta astucia desatada contra el hijo de este rey que es mi marido. Tanto asesino a sueldo tanta concubina dispuesta a impregnar de bubas el joven cuerpo aborrecido. Tanto engaño tanta ira y sobornos y amenazas para acabar bebiendo el remedio errado. Y el sopor y el aliento congelado y las telas interiores desprendiendo óleos metálicos. Tanta furia que hizo erguirse el cuerpo clavar la daga augusta de mi lengua maldiciendo y después en innoble convulsión salió iracunda LA OTRA | enero - marzo 2011


quemando la estancia a su paso mi alma por la boca.

Toda mi ciencia no es más que ese gemido Soy sólo una sombra y aún así soy mejor que ustedes.

/ inútil.

iv. Kratevas blasfema ¡Malditos sean! ¡Malditos dioses! Incapaces de mirar sin aburrirse. Incapaces de actuar sin abatirnos. No pueden amar. No pueden siquiera advertir un rostro bello. ¿Cómo pueden permitir la existencia del ceraste? (Su solo nombre eclipsa mis sentidos y trae a mis recuerdos la presencia) ¿Cómo ahogar en estertores al bienquerido? ¿Por qué dejar herido ese cuello más hermoso que todos los de ustedes? Puse mi ciencia al servicio del amado: herví seis días el hígado odiado de la bestia rocié la herida abrasada con mil pócimas. La belleza de su cuerpo era gran pústula que hedía. ¡Son igual a mi señor en la ceguera en el orgullo! No quiso donar al inocente una gota de la cura que hice para él con mil fatigas. ¡No quisieron ustedes que la diera que sanase! ¡Son monstruosos! Permitieron que sus ojos se vaciaran que el espíritu escapara de su cuerpo. Siento aún en mi epidermis su sollozo.

v. Contraveneno La cura está en el corazón del ciervo. Dicen que el centro de la víscera, arropado en su púrpura entretela, se extiende sólo para algunos pocos el albo talismán que en él se oculta. En un pliegue del álgido latido, se abre en múltiples aristas de diamante. Y dicen que te otorga la carrera, el ámbito del águila celeste, el brío plantígrado del oso pardo. Y debes esperar ese momento en que el tul del silencio es corrido, tomar el hueso ínfimo en la mano: se asoma en su baranda de silencios, asume la presencia atosigante, inunda de balsámicos aromas a víctima de incruentos sobresaltos. Cura, aclara, limpia fosca hendidura si mueles diez medidas del remedio y viertes el polvillo en vino claro. Límpida encontrarás a tu mirada cuando el espejo te refleje ahora un rostro que es el tuyo y sin embargo tiene un aire cervil en la pupila.

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Miscelánea

Enzia Verduchi | Roma - Campeche, 1967 |

Estudió periodismo y ciencias de la comunicación en el Instituto Campechano; posteriormente se desplazó a la ciudad de México, donde además de ejercer el periodismo cultural, inició su actividad como editora. Becaria del Centro Mexicano de Escritores en 1992, ese mismo año obtuvo el Premio Nacional de Literatura Efraín Huerta por el volumen de cuentos La breve complicidad del recuerdo, incluido en 25 años del Premio Nacional de Literatura Efraín Huerta (2007). Beneficiaria del Programa Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes de México en 1996 y 2003, y miembro del Sistema Nacional de Creadores en la promoción 2004-2007. Ha publicado los poemarios Cartas de usurpación (1992) y El bosque de la hormiga (2002). Asimismo, ha incursionado en la crónica y el ensayo, colaborando en numerosas revistas y suplementos literarios nacionales e internacionales. Algunos poemas han sido traducidos al hindi, portugués, inglés e italiano.

Radio de onda corta A oscuras mi padre sintonizaba la radio: una pelea de box en japonés, la crónica de un atentado en italiano o la caída de un avión en ruso. Aunque los periódicos al día siguiente desmintieran sus versiones, él se entendía

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con la frecuencia y la estática. Fiel receptor de hechos incomprendidos a lo largo del cuadrante, insomne en las ondas de alguna estación. Mientras, junto a él, mi madre soñaba encontrar un interlocutor.

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Liga de veteranos

Geografía familiar

Los veteranos exhibían la renovada pasión de la / edad temprana. Corría el balón sobre el césped espolvoreado con diamantina ­—“para saber por / dónde anda”—, cabezazos, franjas plateadas en la frente. Con sabio instinto, nunca esperaron un tiro de medio campo ni llegar a tiempos extras: no es justo que el capricho determine la victoria / o la derrota. Los hijos sacábamos en una camilla de dudosa /resistencia la lesionada dignidad de nuestros padres. Hoy, la liga se convoca frente al televisor.

La familia sólo coincide en bodas o entierros, los parientes se reparten estrechos abrazos, retoman una conversación nunca concluida: las mismas preguntas, las mismas respuestas; como si el domingo hubieran compartido la mesa o el miércoles se prestaran el hilo dental. Nos hemos convertido en una tribu aburrida que se escandaliza cuando alguno decide ser alpinista o bailarina de cabaret. Pero siempre tenemos presente a nuestros muertos, aquellos que no harán las mismas preguntas, / quizá porque no tendremos que dar las mismas / respuestas.

Nieve en la terraza

Palabras para un día de campo

Dicen que conocí la nieve en una terraza, pero jamás la he tocado, su blandura o su dureza desconozco. En cambio recuerdo esa terraza por un pino enorme en una maceta, por mis padres bailando Lady day en voz de / Sinatra, por la felicidad que ofrecía el mirar hacia todos / lados. No, yo no conozco la nieve, aunque me muestren una fotografía y casi me / convenzan. Sólo sé que cuando nos despedimos de ese espacio —propio para la sobremesa en el verano— comprendimos que ningún lugar nos pertenecía.

Para Coral Bracho No conocimos la experiencia de un mantel a cuadros sobre la hierba, no presenciamos la huida de un sombrero de paja con el viento. Quizás segar el campo hubiera sido útil como importante es para las mujeres lavar la ropa juntas, contarse anécdotas que jamás sucedieron. No existió tiempo, el necesario, para la contemplación. Demasiados acres nos alejaron de la ilusión posible, del paso de la hormiga por la pierna.

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Pietralunga Para María Volpi Regresaste, María, a la tierra cansada que aún engendra la semilla de anís: Pietralunga del terco dialecto. Las mujeres manchan sus dedos en el aroma de las almendras, detienen la vista ante la colina preciada por su reserva de caza. Regresaste para olvidar la sombra inútil de un avión, tender al sol sábanas blancas como hermosas banderas. Umbria es el ciprés camino a Gubbio, son los hombres que fuman en la plaza, nombres ocultos bajo piedras: Pietralunga son tus manos entre un nido de / águilas.

Mar de Irlanda Para Mauro Bozeto y Marino Zeppa Las piernas sostenían el galope de animal luchando contra el aire: corre, corre, muchacha. Tanto mar para una isla, laderas por recorrer, tanto cielo sobre la bruma. Desde Dun Laoghaire 102

se escucha ese golpe de agua y se desborda el índigo en las landas de la península de Dingle: corre, corre, muchacha. Amigos, jóvenes desbocados, gritaba: “¡No seré la última en llegar!”. De lodo y viento fue su alegría en el linde de los acantilados de Moher; era el mar en los ojos, Dios en la tierra.

Dudas del astronauta todo regreso es imán de la posición de equilibrio. José Carlos Becerra

Desde el balcón del universo el astronauta acaricia en la pantalla su virtual / Oklahoma. ¿Qué hace un vaquero en la exosfera exhibiendo sus debilidades y virtudes por circuito cerrado en Cabo Cañaveral? No es tiempo de ermitaños en busca de la dentadura postiza entre la presión y el volumen; ni de héroes en misiones orbitales que no logran un cuarto de página en los periódicos. Es cierto, el mundo es breve, pero este pequeño paso para el hombre no parece un gran paso para la humanidad.

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Postal: pabellón ferri, reparto 4, 195?

Dino campana sueña con montevideo

Milena, decapita un gallo en celo y con su sangre, dibuja en el vientre una estrella que palpite por tu ombligo.

En el despunte morado de la noche, se escucha una marejada de palabras esféricas, suspendidas en el gas hilarante de los corredores.

Empuña una piedra en el sueño, algo sólido que recuerde lo eterno y lo etéreo de nosotros.

Cierro los ojos: “Andábamos, andábamos, durante días y días: / las naves imponentes, de velas empapadas de cálidos soplos, venían a nuestro encuentro”.

Y en el doblez del abrigo, zurce mis mensajes, llévalos contigo en tu paso lento por el invierno.

En el sur amanece un continente ignoto. Postal: pabellón ferri, reparto 4, 196? ¿Dónde está Dios? ¡No lo he visto! Yuri Gagarin

Milena, un hombre recorrió la órbita del planeta, afirma que desde las alturas del cosmos, la tierra es hermosa. Vio las islas y las costas, las montañas y el curso de los ríos; pero ¿habrá visto a Dios?, ¿el rostro de la verdad?, ¿su locura? Quizás se vio a sí mismo, una gota de agua flotando en el espacio.

Crece una palmera en las márgenes del río, huele a sal, huele a niña, el viento sabe a presagio; una capital nace en los ojos del viajante. Yo vi una novia sin novio, aprisionaba un ramo de rosas sangrándose el tacto, desposeída, intoxicada de amor. Novia descalza, flotaba en círculos, con la cola de tul arrastró la llanura y afogó la alianza en las aguas del puerto. Montevideo, inasible en la fiebre y el delirio, esta noche eres el sueño de un sueño

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Miscelánea

Héctor Fernando Vizcarra

La fugacidad y el espejo Entrevista a Joumana Haddad

J

oumana Haddad, poeta, ensayista, traductora y periodista libanesa (Beirut, 1970), estuvo en el Hay Festival de Zacatecas y en la ciudad de México para presentar su nuevo libro de poesía, Espejos de las fugaces, publicado por la editorial Vaso Roto. Ganadora de varios premios literarios y periodísticos dentro y fuera de su país, Haddad es responsable de la sección cultural del periódico An Nahar, redactora en jefe de la revista cultural Jasad y administradora del premio IPAF (International Prize for Arabic Fiction). En su primera visita a México, la autora nos concedió esta entrevista, donde habla del cuerpo, la mujer árabe y su visión del poeta como mago de la palabra en su universo poético. En el libro que presentas, la palabra “ fugaces” refiere a aquellas poetas que encontraron en el suicidio un último gesto poético. ¿De dónde surge en ti ese interés por el acto suicida? Mi encuentro con el suicidio ocurrió a una edad precoz, y de una manera muy violenta. Mi abuela materna, con la cual llevaba una relación muy especial, se suicidó cuando yo tenía sólo siete anos. Desde aquel suceso fui habitada por la muerte, por esa decisión suya de irse, hasta que llegó el momento de confrontarme con mi propio fin, de exorcizar mis propios demonios oscuros. Fue así como nacieron los Espejos de las fugaces.

¿Por qué doce poetas en Espejos de las fugaces? ¿Hay alguna cuestión simbólica en dicho número? Sí, me interesa mucho la simbología de los números, y estoy sobre todo obsesionada con el 7 y el 33. El 12 es, también, un número cargado de muchos sentidos; para mí, es un número cumplido, el del círculo que se completa, y descubrí que hay una docena de formas diferentes de morir. Si quieres matarte, tienes doce opciones. Descubrí ese número gracias a estadísticas, mientras investigaba sobre los 150 poetas 104

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que traduje al árabe en mi antología dedicada a los poetas suicidas. Para mí lo más “pacífico” son las píldoras, es decir, morir durmiendo. ¿Por qué escogiste epígrafes de poetas franceses para enmarcar los poemas del libro? El Líbano es un país francófono, y yo tengo una cultura muy francesa, desde pequeña. La mayor parte de mis lecturas formativas ha sido en francés. Y los que cito son escritores que me han influido muchísimo, que me han marcado. Pero que los epígrafes sean de poetas franceses, todos hombres, es una coincidencia. Por otro lado, no quería usar nada literal de la poesía escrita por las doce poetas, pues quería escribir sobre mí misma a través de ellas. Ellas eran pretextos, nada más. De ahí que sean “espejos”. Mis espejos. Además de esas doce poetas, ¿con qué autores contemporáneos te sientes conectada? Tengo una complicidad especial con los autores de América Latina. Los he descubierto y leído, y sigo descubriéndolos y leyéndolos, con un placer casi sensual, quizás porque su imaginación embriagante no se parece a ninguna otra, o porque dominan el arte de robar el alma, o quizás también porque América Latina es una tierra que siento mía desde hace mucho tiempo, y cuyos soles corren en mi sangre antigua. Pero tengo que decir también que he crecido leyendo maravillosos escritores y poetas del mundo entero: así, en la comunidad de mis “padres” y “madres” literarios, hay poetas como el francés René Char, la norteamericana Sylvia Plath, el chileno Pablo Neruda, el alemán Rainer Maria Rilke, el mexicano Octavio Paz, el argentino Jorge Luis Borges,

el portugués Fernando Pessoa. Y hay novelistas como el italiano Italo Calvino, el colombiano Gabriel García Márquez, el alemán Franz Kafka, el ruso Fedor Dostoievski, el norteamericano Henry Miller... Además, no hay duda de que la poesía de mi país, el Líbano, sobre todo su poesía moderna, me ha influido muchísimo, sobre todo el gran poeta Ounsi El Hage. Todos esos magos de la palabra han nutrido mi inconsciente poético, he bebido su leche y comido su pan. Ellos, y otros más, viven en mí, pero sin ahogar mi voz propia y sin borrar las características de mi escritura. En tu cuarto libro de poesía, El retorno de Lilith, publicado también en México por la editorial Praxis, hablas de la figura mitológica de Lilith. ¿Por qué has recurrido a la mítica primera mujer de la creación en este poemario? He “utilizado” a Lilith, la he investido para hablar de mí misma. Esa mujer increíble fue un maravilloso pretexto poético para escribir una autobiografía en versos. Según muchas leyendas, Lilith es la primera mujer, antes de Eva, formada del polvo de la tierra, como Adán. Era independiente, fuerte, libre, y no quiso obedecer ciegamente al hombre. Por fin se rebeló, escapó del paraíso y se negó a volver. Entonces Dios la trasformó en demonio, y después creó a la segunda mujer, Eva, de la costilla de Adán, para garantizar su obediencia. Cada mujer puede ser una Lilith. Para eso es suficiente tener el valor de buscar en sí misma la fuerza de decir “No”. Según has contado, empezaste a escribir desde pequeña, ¿cómo fue el inicio de tu relación con la poesía? 105


¿Estás trabajando en otro libro actualmente? Estoy escribiendo un libro muy particular, pero es demasiado temprano hablar de él. Ahora es sólo un pequeño feto. Es un ensayo poético, y lo estoy escribiendo en francés. Fue así como nació, pues nunca puedo decidir la lengua de un texto. Empiezo a formularlo y figurarlo en una cierta lengua y así va saliendo. Escribo poesía sobre todo en árabe, un idioma maravilloso y rico que me apasiona totalmente. Pero podría afirmar que no tengo, hasta ahora, una lengua “favorita”. Son las ideas y los sueños que me imponen su propia lengua, y simplemente tengo que obedecerlos: hay textos que nacen instintivamente en francés, otros en español, o en italiano, o en inglés… Como hablo varias lenguas, y siento que soy una mujer diferente, una poeta nueva, en cada lengua, eso me ocurre a menudo. Y me gusta, porque me ayuda a explorar mi diversidad. 106

© Joumana Haddad

Desde niña me gustaba muchísimo leer, y la escritura, particularmente la poesía, vino a mí espontáneamente, como un milagro esperado. Entonces pienso que lo que más me acercó a ella fue la lectura, aunque estoy convencida también de que era para mí un destino inevitable: como una gran historia de amor que tenía fatalmente que suceder un día u otro. Empecé cuando tenía no más de diez u once años. Lo primero que escribí fue una serie de cuentos para niños, que se parecían mucho a lo que solía leer, hasta que un día nuestra profesora de francés nos leyó “Libertad”, de Paul Eluard. Ese poema, muy sencillo pero muy fuerte al mismo tiempo, expresaba exactamente lo que yo sentía en mí misma, y fue como una chispa que hizo nacer en mí la voz de la poesía.

Uno de los ejes temáticos de tu obra es el cuerpo, como si se tratara del centro en torno al cual gira la experiencia vital. ¿Está relacionado con la tradicional dicotomía cuerpo-alma? Está contra la dicotomía cuerpo-alma. Nunca he creído en esa separación, pues me parece simplificadora y superficial. Mi poesía se opone a las categorizaciones. Está cargada de deseos de libertad y de electricidad erótica, y esas pulsiones dejan traslucir mi feminidad. Tengo que precisar que es un acto involuntario, innato, pues las imágenes recurrentes en mi escritura son las relacionadas con el universo de la mujer y su cuerpo. Me interesa añadir que la libertad es la clave, no sólo de mi poesía, sino también de toda mi vida. En este mundo que sigue siendo muy machista, muy patriarcal, no vivo y escribo sólo con el corazón y la cabeza, o sea con mis ideas, mi imaginación, mis sentimientos y mi consciencia, LA OTRA | enero - marzo 2011


sino también —y sobre todo— con mi cuerpo, con mi piel, con mis uñas de mujer libre.

go, las libanesas seguimos avanzando a pesar de todo, y el fin del túnel, lo intuimos, no está lejos.

En tu ensayo sobre la mujer árabe, Yo maté a Shahrazad, confesiones de una mujer árabe enfadada, ¿no te causó conflicto el que en occidente el término “árabe” se utiliza con frecuencia como equivalente de “musulmán”? Sí, esa es una de las razones por la cuales lo he escrito: todos los clichés, los prejuicios, las incomprensiones, las generalizaciones que siguen existiendo a pesar de ese universo abierto y globalizado. En él quería expresar el mensaje de combatir los lugares comunes, si bien nunca quiero entregarle a mi lector un mensaje definido y programado, ya que considero que las ideologías son las enemigas juradas de la literatura. Pero me gusta saber que hay complicidad entre el lector y mis textos. Me gusta que diga: “Yo también siento así, o pienso así, o vivo así, o sueño así...”. Quiero compartir con él la experiencia común del ser humano.

¿Te consideras feminista? Soy femenina. Hay una gran diferencia entre la feminidad y el feminismo. No me gusta esa separación de los escritores entre hombres y mujeres (porque la escritura, en mi opinión, no tiene sexo, o más bien es un ser andrógino), aunque es verdad que hay en mi escritura y en mi identidad una referencia “instintiva” al universo femenino.

¿Qué pasa con las escritoras libanesas, hay una suerte de represión? Es terrible a veces, y en mi ensayo hay un capítulo sobre eso. Muchas son discriminadas. Se les mira con condescendencia, como si fueran menores que los hombres. En el Líbano de hoy el perfil femenino de la creatividad se asienta en el horizonte, pero son muchas las mujeres que quieren expresarse y lo hacen. No podemos pretender que nuestra situación es ideal, porque arrastramos muchos tabúes, peligros, cadenas, y problemas, sobre todo el de la autocensura y el del peso de una tradición social conservadora. Sin embar-

¿Planeas volver a México? Me invitaron a Guadalajara, para la FIL del año próximo, pero tal vez vuelva antes, ¡me gustaría muchísimo! México, DF, 22 de julio de 2010

Libros de Joumana Haddad traducidos al español: · Allí donde el río se incendia: antología de poesía libanesa moderna, Ediciones De Aquí, Málaga, España, 2006; Fundación Editorial El Perro y la Rana, Caracas, 2007; Editorial Praxis, México, 2007. · Cuando me hice fruta, Monte Ávila Editores, Caracas, 2006. · El retorno de Lilith, Praxis, México, 2007; MaRemoto, Diputación Provincial de Málaga, 2009 · Espejos de las fugaces, Vaso Roto, Madrid-México, 2010.

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Miscelánea

Joumana Haddad

poemas Traducción | Héctor Fernando Vizcarra

El canto de la mujer-sabia*

i. Espejos

(Como una caja de música, se abre el útero, y la voz del feto1 aumenta in crescendo) La vida no es suficiente Para que yo diga: he vivido. Para vivir en realidad Habré de morir primero. Sí, habré de morir un día Para que mi vida se complete en mí. ¿Qué otra cosa es la vida Sino una muerte partiéndose de risa en un espejo? No echen al agua sus barcas, mujeres Ni vistan el blanco de las bodas: No vengo al mundo para nacer Sólo estoy para morir.

Poemas del libro Espejos de las fugaces, publicado en Vaso Roto

*

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El feto abre los ojos en la oscuridad del útero y sonríe: el feto sabe que

es el destino del cadáver.

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Los espejos son las puertas por las que la muerte va y viene Jean Cocteau

1 Por mi parte, entro en el espejo hasta su núcleo. 2 Hasta su núcleo, entro en el espejo. Allá, en el útero del cual salí, aprendo el juego de mi muerte:

Cerrar los ojos. Asfixiarme como mirada detrás de una ventana. Agonizar. Intentar huir. No poder escapar. Detener los latidos de mi corazón. Exhalar el último aliento. Dar mi alma. Evaporarme. Darme cuenta (con mi familia y mis allegados) de mi muerte. Llorar por mi suerte al lado de mi familia y de mis allegados. Con ellos, observar mi cadáver. LA OTRA | enero - marzo 2011


Orar sobre mi cadáver junto a ellos. Entusiasmarme. Invocar. Gemir en voz alta: «¿A quién le dejas tu familia, oh mujer? ¿A quién le dejas tus hijos y los seres queridos?»

Y además: Lavar mi cuerpo. Perfumarlo y tatuarlo con henna. Llevar mi vestido de bodas / mi vestido de muerta. Encender una vela junto a mi cabeza. Jugar con la vela como con una niña. Velarme a mí misma. Fluir hacia mi casa para decirme adiós. Envolverme al día siguiente con una mortaja de seda. Calentarme los pies con calcetas blancas (por nada olviden las calcetas). Tenderme en un ataúd de madera esculpida (que sea de colores: siempre me gustó la madera coloreada). Cruzar los brazos sobre mi pecho (o tal vez no, pues así no me parezco a mí misma). Cerrar la tapa del ataúd lentamente. Injuriar al tendero por el chirrido de la tapa. Salirme. Ir a la cocina y traer la aceitera. Aceitar los goznes de la tapa. Poner la aceitera en su lugar, en la segunda repisa del estante de arriba, a la izquierda. Tenderme otra vez y cerrar el ataúd. Temblar un poco en lo oscuro. Acostumbrar mis ojos a la oscuridad y la oscuridad a mis ojos. Cargar el ataúd sobre mi hombro. Caminar en mi cortejo. Encender a mi paso la luz de la calle para honrar mi recuerdo. Asistir a mi funeral. Bostezar durante la ceremonia y refunfuñar porque está haciéndose larga. Llorar por mi suerte otra vez. Pedir misericordia. Encaminarme a mi tumba. Despertar la laya dormida. Cavar un agujero en el suelo. Cavar profundamente. Bajar

mi ataúd con cuerdas. Lanzarle flores encima (prefiero los tulipanes amarillos). Echar tierra. Enterrarme como es debido. Llenar el agujero y nivelar el piso. Marcar mi tumba con una lápida de mármol en la que han grabado mi nombre y una frase de mi último (¿primer?) poema. Depositar coronas de flores sobre mi tumba (lo repito: prefiero los tulipanes amarillos).

Pero también: Regresar a casa, exhausta. Consagrar tres días a las condolencias. Comer a la salud de mi alma. Tomar café negro en homenaje a mi alma. Llevar el luto treinta y tres días (ni uno más, por favor). Descomponerme. Ser roída por mis propios gusanos. Desaparecer. Visitar mi tumba cada mañana (no muy temprano, me gusta quedarme en la cama). Cantarme a mí misma por la noche, y quizá bailar para distraerme. Pasar frente a los umbrales sin ser vista. Hacer las compras sin ser vista. Estremecerme sin ser vista. Mantenerme de pie cerca del muro de las almas, en la orilla del séptimo acantilado, sin caer. Recordar la luz, yo, la lejana, Luego recomenzar Así Hasta el fin Del espejo.

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3

6

Así Sin el menor esfuerzo, dice el espejo.

El muerto desconoce el miedo, dice el espejo. El muerto desconoce el miedo, como el miedo | desconoce la muerte El muerto desconoce la muerte, como el miedo | desconoce el miedo El muerto desconoce el miedo, y el muerto no | tiene miedo de saber. El muerto, ante todo, no tiene miedo de morir.

4 Sin esfuerzo te acorralo en mi deseo Sin esfuerzo te alfilero como mariposa capturada Sin esfuerzo lamo tu cuello descuartizado entre mi lengua y el fular Sin esfuerzo te acecho Sin esfuerzo como una tigresa hambrienta Sin esfuerzo arranco tus ojos insolentes Sin esfuerzo mastico tu corazón húmedo y salado Sin esfuerzo lo arrojo, es el tiro ganador Sin esfuerzo Te arrastro hacia tu muerte. 5 Hacia tu muerte (madura) te arrastro Hacia tu muerte segura, en la mira del fusil No tengo prisa, dice el espejo, No tengas miedo entonces: el muerto desconoce el miedo.

12 Allí donde las sombras se separan Allí, donde el color del ciprés tiene un sabor oscuro sólo apreciado por quien conoce el sabor del silencio, ¿Qué ogro pasa por el ojo de una aguja? Escuchadme, aquellas que por él lloran: El muerto no está muerto. En verdad, él no muere ni morirá. Por la mañana se olvida de abrir los ojos. El muerto está dormido: arrúllenlo con rezos y canciones… El muerto está dormido: aléjenlo de las brujas de la triste noche y de los gatos negros… El muerto está dormido: perfúmenlo, vístanlo con las ropas más hermosas… Dormido está el muerto. (Duerme detrás de su espejo): …Un poco más y despertará.

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artes plásticas

Lucía estrada

Doris Gómez

IMPRONTA DEL VIENTO “El estilo es tiempo. El estilo es silencio.” Samuel Vázquez

E

l ojo no es la mirada, ni su capacidad de irrumpir en la luz o en la sombra, de ir descubriendo lentamente su densidad, las formas que se ocultan entre los pliegues del misterio y allí permanecen intactos como un antiguo “mapa de la memoria”. La mirada que busca con urgencia en el color, en el amplio laberinto de sus posibilidades una manera de permanecer, de acercarlo a su búsqueda y hacerlo tangible, es la que ahora se revela en los cuadros de Doris Gómez (Medellín, Colombia). Perfiles de una extraña naturaleza mixta, primitiva y original como el impulso de la mano que traza en el aire una línea de resistencia para no sucumbir al vacío, pero a la vez nueva y cercana como los paisajes contemporáneos que nos descubre a través de su obra. Ella va tras la huella de lo ancestral que prefiguraba la maravillosa geometría del mundo que hoy conocemos: tiempo presente que ya existía desde antes. Así, Doris va levantando frente a nuestros ojos el velo que nos impide comprender la profunda convivencia de lo antiguo y lo moderno que constituyen nuestra realidad. Pero su estética huye de la inmediatez del naturalismo representativo que sólo empobrece las posibilidades del sueño, y en cambio se recrea en la sutile-

za del color, en la fluidez de sus atmósferas, en la poética del tiempo y del espacio, en los elementos que se funden entre sí para otorgarnos una visión más completa de lo que somos, siendo esta última la esencia de las artes plásticas en el siglo XX. Su mano se deja tentar por los juegos de la luz y la penumbra, por la transparencia, por el sentido de lo sagrado, y explora su sensibilidad a través del paisaje: formaciones rocosas como las del Gran Cañón o las ruinas del Machu Pichu; los árboles y los anillos de sus troncos que delatan el paso del tiempo; las rayas en las pieles de algunos animales, o las huellas de nuestros dedos que señalan un destino singular dentro de la especie. Todo lo que permaneció inadvertido, oculto en la sombra del tiempo y los afanes de la vida moderna, toma cuerpo en estos cuadros, recobra su densidad y su fortaleza. Y a la vez, las formas que nos parece distinguir entre los ocres, los grises y los colores tierra, se diluyen casi transparentes para reflejar lo invisible. En cuadros como “Tala del Tiempo”, “Alfabeto de lo inefable”, “Escritura del polvo”, “Moradas de vida ausente”, “Silencio habitado” y “Geografía de la bruma”, Doris Gómez señala, sin proponérselo, en la dirección poética del bellísimo ángel 111


© Doris Gómez

Doris Gómez

rilkeano: “aquella criatura en la cual aparece como ya consumada esa tarea que venimos realizando de transformar lo visible en invisible”. Este ángel que se hace presente en la obra de Doris Gómez, “es aquel ser que garantiza el reconocimiento en lo invisible de un grado superior de realidad”. Como de la mano de una presencia enigmática, vamos recorriendo las tonalidades del silencio en un “combate permanente de preguntas y respuestas”. Respuestas que siempre, sin embargo, son el principio de una nueva incertidumbre. La desolación que podemos experimentar frente a un cuadro como “Morir antes de morir”, es la prueba de que avanzamos en profundidad y recogimiento. La muerte es el espacio más íntimo en el que puede indagar un artista. Y Doris lo hace con propiedad, como si estuviese revestida por la memoria de un tiempo que se aniquila y se reconstruye a sí mismo. Ella entra en la sombra para dialogar secretamente con la luz. Es el movimiento del alma que toma forma en las piedras, en sus fisuras, en su callada desolación. Ella sabe 112

que su búsqueda había sido labrada desde hace mucho por el viento. El presente de su obra es pálpito de lo que huyó y sin embargo permanece. En estos cuadros no existe lo anecdótico, y el mundo se revela en la potencia armoniosa del color y su extraordinaria sobriedad. Tampoco hay límites, sólo el desbordamiento expresivo que da continuidad a estas telas. Los títulos sugieren ya nociones de una poética visual poderosa y antigua que invita al observador a sumergirse en las visiones de un orden en principio salvaje, abierto y fluido donde están presentes los elementos más puros de la evolución y el paso de las horas: exploración de la existencia como un círculo de construcción y deconstrucción infinitas en el que se conjugan la celebración del ser y la melancolía de la nada, la fiesta de las arquitecturas vegetales y la arcaica religiosidad de las piedras, la huidiza “geografía de la bruma” y el rotundo misterio de las ruinas, la ausencia del hombre y la presencia de su hábitat devorado por el tiempo, la belleza esplendente de la luz y la desnudez de la tierra agostada. Pero siempre, más que de un paisaje exterior, la obra de Doris Gómez nos habla de nuestros estados de intimidad, de una visión en constante cambio, en cuyos fondos aparece y desaparece nuestra propia identidad, las líneas que marcan como las rayas de las cebras o los anillos de los troncos, nuestra pertenencia al mundo, a un tiempo y un ámbito determinados. Tras el humeante, difuso, arquetípico, caótico entrecruzamiento de contornos y señales, esta mirada nos confronta y nos obliga a situarnos en otra perspectiva y dimensión de las cosas. Tal como William Turner alcanzó a prefigurarlo también en el siglo XIX, la realidad está en la mirada que la crea. LA OTRA | enero - marzo 2011


Tala del tiempo | acrĂ­lico sobre lienzo 160 x 160 cm | 2006-2007

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Fragmentos errantes. Díptico | acrílico sobre lienzo 100 x 270 cm | 2006-2007 Rito del viento. Díptico | acrílico sobre lienzo 110 x 220 cm | 2007

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Silencio que canta | acrĂ­lico sobre lienzo 100 x 260 cm | 2007-2008

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Escritura del polvo | acrĂ­lico sobre lienzo 90 x 160 cm | 2007

Rastros que hablan | acrĂ­lico/tela 90 x 110 cm | 2005 116

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Camuflaje-Cómplice | acrílico/tela 100 x 120 cm | 2005

Geografía de la bruma | acrílico sobre lienzo 100 x 160 cm | 2007

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Geometría orgánica | díptico | acrílico/tela 110 x 180 cm | 2005

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Fragmentos errantes | dĂ­ptico | acrĂ­lico/tela 160 x 210 cm | 2006

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Retazos del viento | díptico | acrílico/tela 110 x 240 cm | 2005 Instante de lugar | díptico | acrílico/tela 110 x 270 cm | 2006

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Otras letras

JUAN INTROINI

DESCARTES

“Descartes (que era un personaje del Café)” Myriam Pereyra

N

unca supe su nombre ni lo sabré, omisión imperdonable cuando me dispongo a escribir sobre alguien para quien los nombres lo eran todo. O quizás –se me ocurre ahora– secreta ironía de los dioses, sabedores de que un nombre nada significa en la vorágine del tiempo. Las circunstancias fueron simples: por esa época yo frecuentaba el Café todos los días; normalmente llegaba al anochecer y él ya estaba instalado en su mesa del rincón junto al segundo ventanal, solo y con un gran libro desplegado sobre el mármol. Hacía reiteradas anotaciones al margen valiéndose de un lápiz negro de punta afilada o trazaba círculos y subrayados con un grueso lápiz rojo; de tanto en tanto, extraía de sus bolsillos recortes de periódicos o papeles sueltos de diferentes tamaños y texturas en los que parecía atesorar valiosos datos, los examinaba, los cotejaba, y volvía a guardarlos, siempre en un, para mí, incontrolable desorden. Todo esto lo fui registrando con el tiempo, porque durante meses, quizás años, él fue para nosotros –incluyo a los amigos con quienes me

encontraba– un elemento más del Café, tan indiscernible como el largo mostrador, las columnas, las mesas o las cortinas siempre amarillentas por el humo del tabaco y el polvo de farragosas jornadas. Era un hombre bajo, de edad indefinible, piel muy pálida y manos y pies sorprendentemente pequeños. Siempre vestía de negro y se peinaba con una recta raya al medio que dividía su abundante cabello también muy negro en dos mitades que se desplegaban ensortijadas a ambos lados de su cabeza sin llegar a alcanzar los hombros. Todos lo llamábamos Descartes. Hubiera seguido siendo para mí un personaje más del café, uno de tantos que el hábito hacía necesarios hasta que un buen día desaparecían sin dejar rastros ni dar explicaciones, si no fuera porque una noche de enero me encontraba solo en el Café semivacío cuando de pronto entró Descartes visiblemente excitado. Miró a su alrededor –cosa extraña porque nunca parecía fijarse en nadie– y luego, con expresión de alivio se dirigió a su mesa acostumbrada justo al lado de donde yo, por casualidad, me hallaba sentado. Extrajo dos voluminosos libros de una mochila que siempre cargaba a su espalda, los depositó 121


sobre la mesa, se sentó y sacando un peine nacarado del bolsillo del pantalón comenzó a repasar su pelo ondulante con mucho cuidado. Después ordenó un café, se calzó unos gruesos lentes de montura anticuada, tomó sus dos lápices y se dispuso a abrir uno de los libros, manipulando con sus manos pequeñas los volúmenes forrados en un papel color crema, casi irreconocible bajo las manchas del continuo manoseo, el café, el tabaco y la grasa de alguna milanesa al pan masticada durante intervalos en la lectura. Se me disculpará una breve digresión aclaratoria dedicada a mi humilde persona. Nunca tuve, por fortuna, necesidad de trabajar. Me refiero a esas fatigosas obligaciones para con horarios, tarjetas, jefes y otros expedientes por el estilo. Sin embargo, siempre fui un hombre muy ocupado y un juez muy severo para quien no cumpliera puntualmente con las funciones que la sociedad le ha asignado. Nada me provoca más admiración que un especialista desplegando sapiencia y habilidades en lo suyo. Pero, para mi suerte o mi desgracia, carezco de la necesaria paciencia que forja a un especialista. Toda mi vida fui un curioso insaciable y eso me llevó a errar por distintos campos del saber humano: me interesé sucesivamente por la botánica, la encuadernación, el latín, el tallado en madera, la pintura china, la astrología, la entomología, el ajedrez, los muebles de estilo y otras inquietudes. Por ese entonces yo tenía ciertas veleidades de numismático. Recuerdo que esa noche sofocaba el tedio tratando de descifrar una inscripción en una moneda colonial auxiliado por una ostentosa lupa. Había logrado abstraerme en la pesquisa cuando sentí que una voz vieja, opaca, 122

casi susurrante, me solicitaba –en términos muy respetuosos– la lupa por unos minutos. Miré a mi alrededor sorprendido pero no había más nadie cerca. La voz provenía de Descartes, que aguardaba expectante, y me sorprendió porque yo siempre había imaginado que él poseía una voz aflautada, casi chillona. Le alcancé la lupa de inmediato y, mientras él escudriñaba un minúsculo recorte, guardé la moneda y aproveché para sentarme en la silla frontera de su mesa. Cuando levantó la cabeza contemplándome entre curioso y alarmado, le pedí disculpas por mi intrusión, le aseguré que me retiraría al instante si así lo deseaba y agregué que siempre me había interesado saber cuál era la tarea en la que trabajaba tan duramente, según había podido observar. Estoy aprendiendo a leer –fue la pasmosa respuesta. La decepción debió leerse en mi rostro, aunque procuré adoptar una actitud comprensiva, porque casi enseguida agregó: No, no se trata de lo que usted imagina. Estos dos libros –y señaló los dos gruesos volúmenes sobre la mesa– son los dos tomos del Diccionario de la Real Academia Española, edición 1984. Desde hace años –prosiguió– tengo el convencimiento de que leemos de una manera vaga, azarosa, insustancial. Por eso decidí que sólo comenzaría a leer cuando conociera exactamente todas las acepciones que pertenecen a un vocablo. Esa es la labor que me ocupa y que, preveo, me ocupará todavía por mucho tiempo. La insensatez, la vanidad de la idea me dejaron estupefacto y ya dudaba entre articular objeciones o saludar e irme, cuando miré hacia el ventanal y vi a una señora que combatía el calor con un gran LA OTRA | enero - marzo 2011


abanico floreado de varillas flexibles. Entonces, lo miré desafiante y le propuse: “abanico”. Él me contempló a su vez con sus ojos pequeños, oscuros, penetrantes, parpadeó un par de veces y dijo: “abanico: diminutivo de abano, derivado de abanar, del portugués abanar, aventar, cribar; y éste del latín vannus, criba. Voz masculina. Instrumento para hacer o hacerse aire. El más común tiene pie de varillas y país de tela, papel o piel, y se abre formando semicírculo. 2. figurado. Cosa de figura de abanico, como la cola del pavo real. 3. figurado y familiar. La Cárcel Modelo de Madrid (1876-1939), construida sobre planta de abanico. 4. figurado y familiar. Sable, arma blanca. 5. En Cuba, pieza de madera en forma de abanico, con una ranura arqueada en su parte media, por la que corre un listón que remata en disco y sirve, en las vías férreas, para advertir al maquinista el punto en que aquellas se bifurcan y la dirección que por allí ha de seguir el tren. 6. Ecuador. Utensilio de forma cuadrangular, hecho de esparto o totora, que se usa para aspirar el fuego, soplillo. 7. Germanía. Espada, arma blanca. 8. En algunas armaduras antiguas, parte lateral del codal o de la rodillera, en forma de abanico. 9. Marina. Especie de cabria hecha con elementos de a bordo. 10. Véase‚ vela de abanico’, ‘en abanico’. Locución adverbial, en forma de abanico, parecer uno abanico de tonta. Frase figurada y familiar. Moverse mucho y sin concierto”. Clausuró su recitado, bebió un largo sorbo de agua y volvió a contemplarme con la fijeza del maníaco. Preferí no embarcarme en disquisiciones teóricas; juzgué que un ejemplo bastaría para

hacerlo añicos y como a propósito aleteó en mi cerebro el verso de Rubén Darío: “bajo el ala aleve del leve abanico”. Le señalé cómo en ese verso era evidente el uso de ‚‘abanico’ en su primera acepción y que todas las demás sobraban, como por lo demás eran un lastre inútil en casi todas las ocasiones en que aparecía ‚‘abanico’ en la conversación, en la lectura o en la mente. Me pareció advertir un destello irónico en su mirada, esbozó un rictus que no llegó a convertirse en sonrisa y enseguida, serio, me respondió: - Veo que usted es partidario de una lectura reduccionista. Por mi parte y sin entrar en las reverberaciones de ala, aleve y leve, la sola palabra ‚‘abanico’ me sugiere la cola del pavo real y por tanto el lujo, la magnificencia, la ostentación, los vestidos de las damas, el despliegue sensual, voluptuoso y narcisista de la marquesa. También acuden a mi imaginación el sable y la espada, recuerde que allí se habla de un vizconde desafiante y se sugiere un posible duelo; sin duda, la sola mención de la nobleza ya nos remite a antiguas armaduras y sus piezas. También el trópico y la cárcel están presentes en la pasión y en el coqueteo hábil de Eulalia para avivar su fuego, y hablando de trópico me parece percibir la brisa y el sol ardiente de Cuba así como las veleras embarcaciones que atraviesan el mar Caribe. Ni siquiera la etimología es insignificante: observe cómo la marquesa criba astutamente a sus admiradores hasta preferir al paje. Una rabia sorda crecía en mi interior a medida que él hablaba. No sabía si aquel individuo insignificante se burlaba de mí o hablaba completamente en serio. En este caso, su locura sistemática, subversiva de todo sentido común, me 123


resultaba intolerable. Opté por desafiarlo otra vez y le propuse: “belleza”. Volvió a contemplarme fijamente, volvió a parpadear un par de veces y comenzó: “belleza: derivado de bello, del latín bellus. Voz femenina. Propiedad de las cosas que nos hace amarlas, infundiendo en nosotros deleite espiritual. Esta propiedad existe en la naturaleza y en las obras literarias y artísticas. La belleza absoluta sólo reside en Dios. 2. Mujer notable por su hermosura. 3. artística. La que se produce de modo cabal y conforme a los principios estéticos...” Lo interrumpí con un “basta, basta” y un gesto perentorio de mi mano. Le hice notar que no era necesario ser un especialista en el tema para advertir que esa definición era harto insuficiente, totalmente cuestionable y no resistía un análisis profundo. Por ejemplo, ¿Qué diría un ateo sobre eso de que la belleza absoluta sólo reside en Dios? ¿Cuáles son los principios estéticos que producen la belleza artística de modo cabal? El rictus reapareció convertido en un surco profundo; meditó durante largos instantes y por fin dijo: Un ateo posiblemente se sentiría confirmado en su ateísmo frente a tal declaración. Pero sospecho que usted no me ha comprendido. Sé que las definiciones del Diccionario son precarias, discutibles, imprecisas como todo lo humano; sé también –y me adelanto a su próxima objeción– que el Diccionario no registra todas las palabras ni todas las acepciones. Eso es lo que centuplica mi tarea, convirtiéndola en un esfuerzo casi titánico –su voz no pudo ocultar un matiz de orgullo–. Eso es lo que me ha llevado a una búsqueda continua de palabras desconocidas, de significa124

dos ignorados u olvidados. Por eso –y ahora sus ojos, habitualmente apagados, brillaban– he reunido cientos, miles de recortes tomados de periódicos, revistas, libros, catálogos y todo material impreso que cae en mis manos; también conservo miles de anotaciones en las que he registrado términos, acepciones, matices captados en el azar de una conversación, en un programa de radio o de televisión, en una iglesia, en un hospital, en un boliche, en una letrina y en cualquier lugar donde la gente deja las huellas de su lenguaje. Ahora, conozco a un ingeniero que ha prometido aportarme más material de un nuevo lenguaje que se llama informático. Todo lo voy incorporando al Diccionario en la medida de mis fuerzas y respetando un cierto orden, concluyó. Me fui de vacaciones por diez días. Al regreso, Descartes no estaba solo; frente a él, en su mesa de costumbre, estaba sentada una mujer flaca, de ojos saltones. Me ubiqué a una distancia discreta y de soslayo observé la escena. La mujer llevaba un vestido fuera de moda, salpicado de florcitas desvaídas, que no disimulaba sus formas angulosas y calzaba unas sandalias muy gastadas. Los mechones rubios, mezclados con el negro natural de su pelo, la gasa violeta alrededor de las arrugas del cuello y las manos ensortijadas no ocultaban sus cuarenta años largos. Se había maquillado mal, con un lápiz de labios barato y el carmín le arrebolaba las mejillas. Tenía un vago parecido con Descartes. Hablaba en tono bajo, apremiante, mientras con dos dedos de la mano derecha retorcía un mechón de cabello. No pude evitar oír algunas palabras pronunciadas con más énfasis:”egoísta... sólo pensás en vos mismo... inútil” y otras expresiones de igual tenor. De tanLA OTRA | enero - marzo 2011


to en tanto la mujer callaba como esperando una respuesta, pero Descartes nada respondía. Su mirada se perdía en la noche sofocante, más allá del ventanal, entre las luces de la Plaza, las parejas de enamorados y niños que pedían limosna. Entonces, los ojos de la mujer se encendían, lo encaraba iracunda y siempre en un tono asordinado, con rabia contenida, explotaba: “canalla, miserable”, mientras sus manos esgrimían unos papeles manoseados. Él bajaba la cabeza, daba una larga pitada al cigarrillo y después volvía los ojos a la Plaza. La escena se prolongó por más de media hora todavía, hasta que Descartes sacó de su bolsillo una billetera de cuerina barata, le entregó a la mujer unos billetes y le mostró el interior vacío. La mujer tomó los billetes, los dobló cuidadosamente, los introdujo en su seno y después se levantó y se fue no sin antes advertirle: “te veo el mes que viene”. Descartes permaneció más ensimismado que nunca, sin prestar atención a los escasos parroquianos ni al café frío que tenía adelante ni al infaltable Diccionario. De pronto, extrajo su peine nacarado y comenzó a repasar su pelo una y otra vez mientras la noche se metía por el ventanal como un gran animal amenazante. Al finalizar el verano, el Café cerró. Ese lunes por la noche nos enfrentamos atónitos al cartel que anunciaba “Cerrado por reformas”, acrecentando los rumores, siempre desmentidos, de que el local sería vendido y destinado a otros fines. Entre el grupo de náufragos que se apiñaba frente a las puertas implacables, divisé a Descartes, cargando su invariable mochila. Parecía más desconcertado y frágil que nunca. Durante el otoño desapareció por completo. En tanto, el cartel de “Cerrado por reformas” fue

sustituido por otro que exhibía un lacónico “Se vende” y el nombre de una conocida Inmobiliaria. Nuestras esperanzas se derrumbaron casi por completo. Una noche helada de fines de julio, yo subía por Yaguarón hacia 18, como yendo para el Cementerio Central, cuando descubrí a Descartes en el fondo de un boliche de comidas casi vacío. Después de un momento de vacilación entré y una vaharada de aceite refrito me envolvió de inmediato. Descartes estaba sentado frente a un gran plato de papas fritas coronado por dos huevos también fritos y engullía vorazmente; a su lado había una jarra de vino tinto a medio vaciar. Lo saludé afectando placer pero él no levantó la cabeza del plato, con un gesto de su mano me indicó que tomara asiento y enseguida me señaló la jarra de vino. Me serví un vaso por complacerlo pero el primer sorbo ya me trajo la acidez del vino barato. Permanecí en silencio contemplando su pelo en desorden, las arrugas que surcaban su rostro, el sobretodo negro de paño muy gastado, raído en los codos y en las bocamangas, la bufanda negra deshilachada y la infaltable mochila sobre una silla al costado. Cuando hubo devorado hasta la última papa frita, repasó con un gran pedazo de pan todo el plato, lo masticó rápidamente, se bebió de un trago el vaso de vino que tenía adelante, se limpió la boca con una servilleta de papel, volvió a servirse de la jarra y recién entonces levantó la cabeza, me miró y dijo: “Vendo el Diccionario”. El anuncio me tomó tan de sorpresa que no supe qué contestar pero él no parecía esperar una respuesta. Se sirvió otro vaso de vino y mientras hurgaba en su boca con un escarbadientes, agregó: “Usted sabe bien que no 125


es un Diccionario común, que está lleno de anotaciones valiosas... Si sabe de algún interesado”. Traté de animarlo diciéndole que por esos días había pensado en él a propósito de una palabra curiosa que había encontrado en un texto: “bustrofedon”. Tampoco esta vez respondió; hizo un gesto despectivo con su mano y con mirada oscura, ensimismada, comentó: “Desperdicié mi vida en naderías”. Después puso unos billetes arrugados sobre la mesa, tomó la mochila y se levantó. Yo lo imité. Caminamos juntos hasta 18 sin cambiar una sola palabra más. Allí nos separamos con un rápido apretón de manos. Me quedé observando la negra figura de Descartes,

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inclinada contra el viento, que se perdió rumbo al Sur, en dirección al Cementerio. La pertinaz llovizna helada azotaba su rostro húmedo. No volví a ver a Descartes ni supe más nada de su vida. Sospecho que no culminó su empeño, es más, sospecho que no llegó a completar los vocablos encolumnados en la letra “B”. Sin embargo, hace unos meses, después de mucho pensarlo, decidí enviar esta comunicación a la Enciclopedia Británica, a Larousse y a Espasa-Calpe: “Descartes (¿ - ?): Filólogo y Lector uruguayo. Ideó un método de lectura omnicomprensivo, infinito, inútil”. Hasta el presente, no he recibido respuesta.

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lengua de sastre

Alfredo Fressia

ENTRE EL URUGUAY Y LA TRAGEDIA

E

n Montevideo Juan Introini (1984) es conocido por haber consagrado su vida a los estudios clásicos, por ser el Catedrático de Lengua y Literatura Latina, por su vasta bibliografía sobre el tema. Pero justamente, quienes conocen sus publicaciones académicas saben que Introini no tiene en absoluto el perfil tradicional del filólogo. Esos estudios suyos sobre el Latín medieval y, mejor, sobre la retórica latina en el clasicismo latinoamericano, revelan de hecho al “otro” Introini, al refinado lector de poesía, al artista. Con tantas pistas apuntando a un espíritu creador, no sorprendió al público el día que apareció su primer libro de cuentos, El intruso, en 1989. Es bueno adelantar que el autor ha hecho todo lo posible para que su obra fuera leída prácticamente sólo por sus amigos. En efecto, no sólo sus primeras ediciones han sido a cuenta de autor, distribuidas casi artesanalmente, como es un hecho que el autor se niega a dar entrevistas, huye de las presentaciones y, al menos al principio, se sorprendía cada vez que su obra era públicamente comentada. Para alguien con ese nivel de discreción, la trascendencia que su obra viene alcanzando ha de ser una especie de catástrofe, pero no tan lamentada si de hecho llama a nuevos lectores. En la práctica no hay antología de la narrativa uruguaya que no incluya textos suyos, el número de lectores no cesa de aumentar y la crítica ha sido unánime en señalar la importancia de esos relatos extraños, raros, esos cristales deformantes tras los cuales comparece una Montevideo enrarecida, habitada por seres marcados por destinos inexplicables e inapelables.

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Es fácil situar obras así tras esa etiqueta de rareza que suele colársele a la literatura uruguaya. Sin duda, se siente en la obra de Introini esa pertenencia al Uruguay. Después de sus primeros cuentos (El intruso, 1989, y La llave de plata, 1995), el autor trabajó la novela en La Tumba, 2002, cuyo personaje central era el poeta Francisco Acuña de Figueroa, figura trágica y en algunos sentidos emblemática de las letras uruguayas, y los cuentos de Enmascarado, de 2007, incluyen al propio José Enrique Rodó como personaje de la espléndida nouvelle homónima. Tanto Acuña como Rodó contemplan su patria desde el lecho de muerte, en las murallas de la ciudadela de Montevideo el primero, en Italia el segundo, ambos abandonados por esa patria

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cruel que fue el centro de sus vidas y que nada hizo por ellos. Pero la rareza de la obra de Introini se explica más que por la mera adhesión a una literatura, por la propia historia de la generación del autor, que asistió al descalabro de un proyecto de país, que padeció una dictadura sangrienta, y que no logra encontrar su destino –como los profesores de Latín, diría uno y entendería Introini, que deben revisar cada día su función en un país periférico de los confines de América del Sur. Y finalmente, este detalle: escribir con una alta preocupación de estilo y asumir el idioma como materia de arte también es ser raro. Esa es la mayor de las rarezas de Introini y de todos los grandes escritores.

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Eclipses

Antonio deltoro

Mi yo

Le hablo por mi nombre y me vuelve a la infancia en la voz de un amigo, pero salgo a mi edad y ese nombre no existe. No puedo hablarme de tú sin confianza y procuro nunca hablarme de usted. Sería mejor dirigirme, en ambos sentidos, en primera persona, pero me es imposible: me tuteo. Quisiera hablarme en tercera persona, pero él no me pierde.

En cambio el tú, hablando con el tú, qué placentero, sí, en la conversación, entre dos, no adentro de uno mismo, donde todo rebota y duele. Y él, tan él, tan misterioso, mas no piranésico, inalcanzable y libre. Mi yo, lleno de túneles frágiles como mina de arena.

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Colaboradores | Provincia de Buenos Aires, Argentina, 1962. Reside desde hace varios años en la Patagonia. Entre sus libros de poesía destacan: Lejía, No es el aura de Kant, Estancia La Adivinación, Música desconocida para viajes y La sombra de todo. Además, publicó el CD Un ring para dios (Poetics of Resistence, Universidad de Leeds, Gran Bretaña). Entre las varias antologías que ha coordinado, figura una compilación de poesía mapuche y otra de poetas del sur de Argentina. En Gran Bretaña y EE.UU, Manchester University Press, anuncia su antología El peso de la cabeza, con traducciones de Ben Bollig. Actualmente dirige Espacio Hudson, Editorial & Centro de Artes, y el periódico El Extremo Sur (www.elextremosur.info, www.confinesdigital.com). Sitio web: www.cristianaliaga.com.

Cristian Aliaga

| Ciudad de México, 1951. Entre sus libros de poemas se cuentan: Huellas de luz, La voluntad del ámbar, Ese espacio, ese jardín, Cuarto de Hotel y Si ríe el emperador, de próxima aparición en Ediciones ERA. Ha sido becaria de la Fundación John Simon Guggenheim de NY y pertenece al Sistema Nacional de Creadores de Arte. Entre otros reconocimientos ha recibido el Premio Xavier Villaurrutia, en 2003 y el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, en 1981. Libros suyos han sido publicados en varios países y ha sido traducida a diversas lenguas.

Coral Bracho

Bruno Bresani | Recife, Brasil, 1973. A la edad de seis años se mudó a México, donde ha vivido la mayor parte de su vida. También

ha vivido en Edimburgo, Sao Paulo y Barcelona. Como artista visual utiliza principalmente la fotografía y el video como apoyo a su trabajo, así como instalaciones. La migración y la amalgama de culturas así como su diversidad cultural son parte esencial de su trabajo y de su vida. Máster en Artes Digitales por la Universidad Pompeu Fabra, Barcelona. Máster en Artes Visuales por la Academia de San Carlos, Universidad Nacional Autónoma de México. Licenciatura en Diseño Gráfico en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, UNAM, México. Ha recibido diversos premios nacionales e internacionales por su obra fotográfica y conceptual.

Silvia Eugenia Castillero | Ciudad de México, 1963. Poeta y ensayista. Estudió la licenciatura en letras en la Universidad de Guadalajara, y posteriormente estudios de doctorado en letras hispanoamericanas en la Universidad Sorbonne Nouvelle de París. Tiene dos libros de ensayos: Entre dos silencios, la poesía como experiencia, Tierra Adentro, 1992. Aberraciones: el ocio de las formas, UNAM, 2008. En poesía ha publicado Como si despacio la noche, 1993; Nudos de luz, Ediciones Sur y Universidad de Guadalajara, Guadalajara, 1995; Zooliloquios (Zooliloques), edición bilingüe, traducción al francés de Claude Couffon, Indigo Editions, París, 1997; Zooliloquios. Historia no natural, CONACULTA, 2004 y Eloísa, 2010 en una co-edición de Aldus y la Universidad de Guadalajara. Ha sido becaria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes en los períodos 93-94 y 98-99. En 2000 obtuvo la beca de estancia para traductores, otorgada por el Ministerio de Cultura de Francia, para traducir una muestra de Nueva Poesía Francesa. Actualmente es directora de la revista literaria Luvina, de la Universidad de Guadalajara. Desde 2007 es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Jorge Humberto Chávez | Ciudad Juárez, Chihuhua, México, 1959. Poeta y promotor cultural. Premio Nacional de Poesía de Colima, 1981. Autor de varios libros de poesía entre los que destacan: De 5 a 7 pm, 1981; La otra cara del vidrio¸ 1984; Nunca será la medianoche, 1987; La lluvia desde el puente, 1991; El libro de los poemas, 1997; Bar Papillón, 2000; Ángel, 2009.

| Ciudad de México, 1947. Entre sus libros de poesía publicados destacan: Algarabía inorgánica, 1979; Los días descalzos, 1992; Balanza de sombras, 1996 (Premio Nacional de Poesía Aguascalientes); Poesía Reunida, UNAM, 1999; Poemas en una balanza, Sevilla, España, 1998; Constancia del asombro (antología en francés y en español), UNAM/Aldus/Les Ecrits des Forges, Quebec, 2000. Hijo de exiliados españoles, Antonio Deltoro se ha caracterizado por una ya larga trayectoria como coordinador de talleres literarios y por ser durante varios años el coordinador de actividades literarias en la Casa del Poeta, “Ramón López Velarde”.

Antonio Deltoro

| Ciudad de México, 1964. Ha obtenido los premios Nacional de Poesía Joven “Elías Nandino”, Nacional de Periodismo Juvenil “Elena Poniatowska”, Nacional de Ensayo “El Privilegio de la Palabra, Nacional de Poesía “Enriqueta Ochoa” los Juegos Florales Nacionales “San Marcos Tuxtla 2010”, Premio de Poesía “Daniel Robles Sasso”. También las becas del CEULAJ de España, y de Jóvenes Creadores, del FONCA, ambas en el área de poesía. Ha publicado siete libros de poesía y dos de ensayo. Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte 2004-2007.

Roxana Elvridge-Thomas

Lucía Estrada | Medellín, Colombia, 1980. Ha publicado los libros de poesía Fuegos Nocturnos, 1997; Noche Líquida, 2000; Maiastra, 2004; Las Hijas del Espino, 2006; El Ojo de Circe, 2006; El Círculo de la Memoria, 2008. Con Las Hijas del Espino obtuvo el Premio de Poesía Ciudad de Medellín en 2005, y en 2008 la Beca de Creación otorgada por el Municipio de Medellín con su libro Cuaderno del Ángel. En 2009 fue nominada por la UNESCO al Premio Internacional de Poesía “Ponts de Strugas” de Macedonia y mereció el Premio Nacional de Poesía Ciudad de Bogotá con su libro La Noche en el Espejo.

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| Montevideo, Uruguay, 1948. Poeta, profesor de literatura, se desempeña también como periodista cultural. Es traductor de poesía brasileña al español. Reside en São Paulo, Brasil, desde 1976. A partir del fin de la dictadura en su país vuelve sistemáticamente a Montevideo, donde publica y se desempeña como crítico de poesía. Editor de La Otra. Revista de Poesía + Artes Visuales + Otras Letras. Entre sus libros publicados se encuentran Un esqueleto azul y otra agonía (1973), Clave final (1982), Noticias extranjeras (1984), Destino: Rua Aurora (1986- 2007), Cuarenta poemas (1989), Frontera móvil (1997), El futuro/ O futuro (1998), Amores impares (1998), Veloz eternidad (1999), Eclipse. Cierta poesía (1973-2003) (México, 2006).

Alfredo Fressia

| Pasto, Colombia, 1960. Realizó estudios de diseño industrial en la Universidad Javeriana, Bogotá, en 1978-1983. Talleres de pintura experimental, Medellín, 2000 – 2003. Taller de Artes dirigido por Samuel Vásquez, Medellín, 2004-2006. Arte Contemporáneo del siglo XX. Arte Latinoamericano del siglo XX: Cursos dictados por Álvaro Medina, en 2004. Exposiciones en Galería Julieta Álvarez, Medellín. Tres Expresiones, Julio 2006, en Galería Julieta Álvarez, Medellín. Nuevos Nombres, noviembre, 2005. Galería Casa cuadrada, Bogotá, Febrero 2005. Taller de Artes, Medellín, octubre de 2004.

Doris Gómez Hoyos

| Beirut, 1970. Poeta, ensayista, traductora y periodista libanesa, estuvo en el Hay Festival de Zacatecas y en la Ciudad de México para presentar su nuevo libro de poesía, Espejos de las fugaces, publicado por la editorial Vaso Roto. Ganadora de varios premios literarios y periodísticos dentro y fuera de su país, Haddad es responsable de la sección cultural del periódico An Nahar, redactora en jefe de la revista cultural Jasad y administradora del premio IPAF (International Prize for Arabic Fiction). En su primera visita a México, la autora nos concedió esta entrevista, donde habla del cuerpo, la mujer árabe y su visión del poeta como mago de la palabra en su universo poético.

Joumana Haddad

| Ciudad de México, 1963. Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas por la UNAM y maestra en Literatura Iberoamericana, ha publicado siete libros de poesía, dos de ensayo y, junto con la poeta Elva Macías, Agua, barro y fuego, la gastronomía mexicana del sur. En 1997 obtuvo el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta por su libro Deshielo (Conaculta, 2000). Ha sido becaria del INBA y del FONCA en varias ocasiones. Poemas suyos han sido traducidos al chino, al francés, al inglés, y aparecen en antologías de Estados Unidos y de Irlanda, entre otros países. En 2009 publicó el libro de ensayos Porque siempre importa. Textos sobre comida y cultura, bajo el sello editorial de la UACM, y en 2010 Perros muy azules, editado por el Ministerio de Cultura de la República Dominicana, y por el cual recibió el Premio Iberoamericano de Poesía Jaime Sabines para obra Publicada, 2010.

Claudia Hernández de Valle-Arizpe

| Montevideo, Uruguay, 1930. Posee la nacionalidad mexicana, desde el 2001. Poeta, novelista, cuentista, traductor, periodista cultural, editor, coordinador de talleres de poesía. Su obra ha sido traducida al inglés, ruso, francés, polaco, portugués, bielorruso, rumano, alemán, esloveno, árabe, coreano e italiano, además de incluida (poemas, cuentos, ensayos) en varias antologías y muestras de la literatura uruguaya, mexicana y latinoamericana. Por su libro El escriba de pie recibió el Premio Nacional de Poesía “Carlos Pellicer” 2002, obra publicada. Obtuvo el primer premio en los XXXIV Juegos Florales de San Juan del Río, 2004, por su libro inédito ¿Palabras? Es autor de aproximadamente una centena de libros en diversos géneros.

Saúl Ibargoyen

Juan Introini | Montevideo, Uruguay, 1948. Licenciado en Letras por la Facultad de Humanidades y profesor de literatura egresa-

do del Instituto de Profesores Artigas. Ejerce la docencia en la cátedra universitaria de Lengua y Literatura Latinas. Autor de varios trabajos ensayísticos y de investigación literaria, como narrador ha publicado El intruso (1989) y La llave de plata (1995).

Diego José | Ciudad de México, 1973. Es autor de los libros de poesía: Cantos para esparcir la semilla (2000), Volverás al odio (2003) y Los oficios de la transparencia (2007) que fueron reunidos en el volumen Las cosas están en su sitio (2010). También ha publicado las novelas: El camino del té (2005) y Un cuerpo (2008); así como el conjunto de ensayos: Nuevos salvajismos: la perversión civilizada (2005). Su obra ha recibido los Premios Nacionales de Poesía: Carlos Pellicer para Obra Publicada (2000), XIV Efraín Huerta (2002), y XIII Enriqueta Ochoa (2006); así como el Premio Literario Abigael Bohórquez en el género de ensayo (2004). José Ángel Leyva | Durango, México, 1958. Poeta, periodista, ensayista. Fue coeditor de la revista de poesía Alforja (1979-2008).

Obtuvo el Premio Nacional de Poesía “Olga Arias” con el libro Entresueños (1990). En 1999 recibió el premio del xxix Certamen Nacional de Periodismo, en el área de reportaje cultural, otorgado por el Club de Periodistas. Ha publicado más de 15 libros de poesía, narrativa, reportaje y artes. | Tabasco, México. Poeta, crítico y ensayista de Literatura y Artes Plásticas, Periodista Cultural. Realizó estudios de Letras Hispánicas en la UNAM. Sus artículos y poemas han sido traducidos al inglés, francés, portugués y coreano. Libros de Poesía: El alba anticipada, Imágenes congregadas, Retrato a lápiz, Dádivas, Las estaciones rotas, Herido de muerte natural. Libros de crítica, ensayos y entrevistas: Reencuentros, La palabra y la imagen, Conjuros y divagaciones I y II, Música para los ojos, Concierto para varias voces y un intérprete. Reconocimientos: “Juchimán de Plata”, otorgado por la Universidad

Dionicio Morales

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Juárez Autónoma de Tabasco por su aportación en Artes y Letras; “Premio de Poesía Carlos Pellicer” para el mejor libro de poemas publicado en 2003, Conaculta-Secured. | Chiapas, 1969. Profesor de español, cultura y literatura latinoamericana en Barton College, Carolina del Norte. Es compilador y colaborador del libro de crónicas Avenida Juárez (Crónicas de una frontera... donde todo empieza). Está por concluir La guía fronteriza, un libro mestizo, que incluye crónicas, relatos apócrifos, retratos, entrevistas y necrológicas. Ha colaborado en Mascaluna (Colombia), Riff-Raff (España), Revista Mexicana de Literatura Contemporánea (México-Estados Unidos), El perro (México), Ficticia (México), entre otras revistas y suplementos culturales.

Antonio Moreno Montero

| Ciudad de México, 1955. Ha publicado diversos libros de poesía, entre los más recientes Negro marfil, El que nada y De par en par (poemas visuales). Es autora de diversos libros de artista y objetos de poesía visual que forman parte de los archivos especiales de la Universidad de Irvine en California. Ha recibido los premios: Poesía Aguascalientes 1988 por Las visitantes, Premio Instituto Cultural México-Israel, 1999, Becaria de la Fundación Guggenheim, 2006. Miembro del Sistema Nacional de Creadores en diversas ocasiones. Próximamente la editorial Les Figues de Los Ángeles publicará Negro marfil en traducción de Jen Hofer.

Myriam Moscona

Silvia Tomasa Rivera | El Higo, Veracruz, 1955. Poeta. Miembro del SNCA desde 1994. Premio de Poesía Paula de Allende UAQ

1987 por El tiempo tiene miedo. Premio Nacional de Poesía Jaime Sabines 1988 por el libro Por el camino del mar, camino de piedra. Premio de Poesía Alfonso Reyes 1991. Premio Nacional de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada 1997 por Alta montaña. Entre sus libros de Poesía destacan: Duelo de espadas, 1984; Poemas al desconocido/poemas a la desconocida, 1984; Será esto el mar, 1984; Apuntes de abril, 1986; El tiempo tiene miedo, 1989; La rebelión de los solitarios, 1990; La rebelión de los solitarios y El sueño de Valquiria, 1991; Vuelo de sombras, 1994; Alta montaña, 1997; Los caballos del mar, 2000; Luna trashumante, 2006. | Medellín, Colombia, 1946. Poeta, periodista, ensayista. Ha obtenido varios premios entre los que destacan: Premio Casa de las Américas de Poesía José Lezama Lima 2007, Cuba; Premio Casa de América de Poesía Americana 2009, España. Entre sus libros de poesía destacan: Memoria del agua (1973), Luna de ciegos (1975), Los ladrones nocturnos (1977), Señal de cuervos (1979), Fabulario real (1980), Antología poética (1983), País secreto (1987), Ciudadano de la noche (1989), Luna de ciegos (antología, 1990), Pavana con el diablo (1990), Prosa reunida(1993), Lugar de apariciones (2000), Los cinco entierros de Pessoa (2001), Arenga del que sueña (2002), Las hipótesis de Nadie (2006), Biblia de Pobres (2009).

Juan Manuel Roca Medellín

Susanne Schuricht, creció en Turquía, y allí tuvo su primera formación como creadora. Actualmente tiene su sede en Berlín, Alemania, donde estudió la maestría en Diseño Industrial, en la Universidad de las Artes; allí mismo realizó estudios en Diseño Experimental en los Medios, además de Historia del Arte y de la Técnica. Posteriormente estudió Restauración de Pintura en el Departamento para la Preservación Histórica en Renania del Norte-Westfalia y Fotografía en el Museo Folkwang, Alemania. Marianne Toussaint | Torreón, Coah., México, 1958. Es poeta y ensayista, parte de su obra ha sido traducida al francés, al inglés y al rumano. Ha publicado: Esta cuchilla móvil (1982) Un viento funde el paisaje (1987) Mapas de humedad (1991) El paisaje era la casa (1996) Provincias de la Noche (2000), con reedición en la colección la centena El paisaje era la casa (2006). Su ensayo Apuntes sobre la poesía erótica escrita por mujeres en México se publicó en la antología Ensayistas Tierra Adentro, CONACULTA (1994). Ha tenido las becas de FONCA, en la rama poesía (1990-1991) , del Centro Mexicano de Escritores (1992-1993). Proyectos y Coinversiones FONCA, rama ensayo (1994-1995), y la beca por trayectoria estatal en Coahuila, FECA (1997-1998). Enzia Verduchi | Roma-Campeche, 1967. Estudió periodismo y ciencias de la comunicación en el Instituto Campechano; posteriormente se desplazó a la Ciudad de México, donde además de ejercer el periodismo cultural, inició su actividad como editora. Becaria del Centro Mexicano de Escritores en 1992, ese mismo año obtuvo el Premio Nacional de Literatura Efraín Huerta por el volumen de cuentos La breve complicidad del recuerdo, incluido en 25 años del Premio Nacional de Literatura Efraín Huerta (Hermanos Porrúa en 2007). Beneficiaria del Programa Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes de México en 1996 y 2003, y miembro del Sistema Nacional de Creadores en la promoción 2004-2007. Ha publicado los poemarios Cartas de usurpación (UNAM, 1992) y El bosque de la hormiga (Ediciones Sin Nombre, 2002); poemas suyos han aparecido en diversas antologías mexicanas y extranjeras. Asimismo, ha incursionado en la crónica y el ensayo, colaborando en numerosas revistas y suplementos literarios nacionales e internacionales. Poemas suyos han sido traducidos al hindi, portugués, inglés e italiano. Héctor Fernando Vizcarra | Cd. de México, 1980. Traductor, maestro en letras latinoamericanas por la UNAM, especialista

en literatura policial.

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