Yo es otro en los zapatos del otro Para Javier Sicilia
S
i algo sabe Yago es romper los vínculos que unen al uno con el otro. Conoce bien las debilidades de Otelo y las virtudes de Desdémona, su mujer. Otelo es incapaz de confiar en sí mismo, lo traicionan los celos, la desconfianza, la insidia y el veneno de Yago que lo empujan al crimen y al suicidio. La sociedad latinoamericana, pero en particular la mexicana está ahora secuestrada por la sospecha y la falta de credibilidad en sí misma. Se repiten los linchamientos, a veces equivocados, de supuestos delincuentes, porque nadie cree en un sistema de justicia, puede más el impulso y el ánimo de venganza que la credibilidad en sí mismo. En la tragedia de Otelo, son los celos, pero sobre todo es la intriga de un personaje que ambiciona el control y el poder sobre los demás, sin importar la vida de los otros, y posiblemente tampoco la propia. La situación geográfica de México sería envidiable si su relación con los vecinos del norte fuera de respeto y mutuo apoyo, pero somos conscientes de que no es así. Para estar bien con el gigante habría que aceptar la sumisión y la incondicionalidad, la servidumbre, no ser nosotros sino ser ellos. La identidad y la pertenencia tienen un precio; la vida de los mexicanos, su sangre, vale poco o nada. El tráfico de armas, el gran mercado negro de estupefacientes que representa la economía más grande del mundo, la mutua desconfianza, son oscuras fuerzas que cierran o abren la frontera para sembrar la muerte y la crueldad del lado mexicano. Yago realiza su labor entre las sombras, pero la sociedad mexicana es víctima de sus propias deficiencias y debilidades, la corrupción, la impunidad, la indolencia, la falta de voluntad son caldo de cultivo para el crimen organizado y la política a sueldo. El clamor del poeta Javier Sicilia en su Movimiento por la Paz con Justifica y Dignidad, o en la campaña “En los zapatos del otro”, demanda la recuperación del tejido social, la solidaridad, la unión, el compromiso ciudadano para ser el otro, el yo de un nosotros. Cada acto de injusticia cometido contra alguien debe vivirse como un agravio a un nosotros. El perverso Yago no puede triunfar en una colectividad segura de sí misma, justa, capaz de indignarse y de exigir respeto a las leyes, capaz de ver, oír y sentir por sí mismo y por el otro. José Ángel Leyva
director general José Ángel Leyva subdirector Víctor Rodríguez Núñez (Cuba-Estados Unidos) editor Alfredo Fressia (Uruguay-Brasil) consejo editorial Jorge Bustamante | Jorge Boccanera | Marco Antonio Campos | Sandro Cohen | Elsa Cross | Antonio Deltoro | Evodio Escalante | Jorge Esquinca | Juan Gelman | Hugo Gutiérrez Vega | Eduardo Hurtado | Eduardo Langagne | Hernán Lavín Cerda | Carlos Maciel | Pablo Molinet | Carlos Montemayor† | José Emilio Pacheco | Begoña Pulido Herráez | Vicente Quirarte | Juan Manuel Roca | Uberto Stabile
Universidad Autónoma de Sinaloa rector Dr. Víctor Antonio Corrales Burgueño secretario general Dr. José Alfredo Leal Orduño año 4 |núm. 15 | abril-junio 2012 Foto de portada Edgar Jaime "En espera de una ola buena"
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L a O tra | Abril - junio 2012
ÍNDICE
Poetas en Babel Herberto Helder | [Portugal] [Trad.] Miguel Ángel Flores | 5 Marco Lucchesi | [Brasil] [Trad.] Fernando Miguel Cabelo | 10 Tal Nitzán | [Israel] [Trad.] Florinda F. Goldberg | 15 Rozalie Hirs | [Holanda] [Trad.] Diego Puls | 19 Triin Soomets | [Estonia] [Trad.] Keiu Kalaus | 23
Fotografía Edgar Jaime José María Mendiola | Ver el mar | 28 Edgar Jaime | Autopresentación frente al mar | 30
Yo poeta Gustavo Pereira Enrique Hernández-D'Jesús | Fiel a la palabra | 43 Luis ALberto Crespo | Ética y práctica del somari | 49 Poemas de Gustavo Pereira | 53
Poetariado Alfredo Fressia | 58 Gerardo Beltrán | 61 Martha Canfield | 64 Felipe Mendoza | 67 Poetas Mayores de Ecuador | 69 Poetas Jóvenes Colombianos | 85
Otras letras Arturo Arango | Las piernas de Celia | 105
Lengua de sastre Rodolfo Alonso | Pessoa(s) | 110 Jorge Boccanera | Juan Gelman. El amorar del emperrado | 116
Artes plásticas José Luis Ramírez Erik Castillo | La Yuxtaposición. Serie de pinturas de José Luis Ramírez | 119
La cocina del artista Mariángeles Comesaña | Aromas de la poesía |130
Eclipses Carlos Drummond de Andrade | Lo que sucede en la cama | 136
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© Edgar Jaime
El mar me llama todavía | De la serie "Baja y Alta California" | Jade Cove, Costa Central de California
Poetas en ba b el
O poema Um poema cresce inseguramente na confusão da carne. sobe ainda sem palabras, só ferocidade e gosto, talvez como sangue ou sombra de sangue pelos canais do ser. Heberto Helder Traducción del portugués | Miguel Ángel Flores
Funchal, Madeira, Portugal, 1930. La mayor parte de su vida ha residido en Lisboa, donde asistió a su Facultad de Letras. Ha trabajado como bibliotecario, periodista y autor de guiones de programas de radio. Muy joven se interesó en la escritura de la poesía y colaboró en las revistas Cadernos de Meio-Dia y Pirâmide. La lectura de Rimbaud fue un hito en el desarrollo posterior de su poética, basada en una actitud visionaria y un ejercicio radical de crítica y desmitificación del portugués. Con la aparición de su poesía completa, Ofício Cantante (Lisboa: Assírio & Alvim, 2009), se confirma su preeminencia en la poesía portuguesa contemporánea.
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Fora existe o mundo. Fora, a esplêndida violência ou os bagos de uva de onde nascem as raízes minúsculas do sol. Fora, os corpos genuínos e inalteráveis do nosso amor, rios, a grande paz exterior das coisas, folhas dormindo o silêncio —a hora teatral da posse. E o poema cresce tomando tudo em seu regaÇo. E já nenhum poder destrói o poema. Insustentável, único, invade as casas deitadas nas noites e as luzes e as trevas em volta da mesa e a força sustida das coisas e a redonda e libre harmonia do mundo. —Em baixo o instrumento perplexo ignora a espinha do mistério. —E o poema faz-se contra a carne e o tempo.
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El poema Un poema crece inseguro en la confusión de la carne. Asciende aun sin palabras, sólo ferocidad y gusto, tal vez como sangre o sombra de sangre por los canales del ser. Afuera existe el mundo. Afuera, la espléndida violencia o la pulpa de la uva de donde nacen las raíces minúsculas del sol. Afuera, los cuerpos genuinos e inalterables de nuestro amor, ríos, la gran paz exterior de las cosas, hojas durmiendo el silencio la hora teatral de la posesión. Y el poema crece tomando todo en su regazo. Y ya nadie puede destruir el poema. insustentable, único, invade las casas acostadas en las noches y las luces y las tinieblas alrededor de la mesa y la fuerza sostenida de las cosas y la redonda y libre armonía del mundo. Y abajo el instrumento perplejo ignora las espinas del misterio. Y el poema se hace contra la carne y el tiempo.
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Prefacio Hablemos de casas, del sagaz ejercicio de un poder tan firme y silencioso como sólo hubo en tiempos más antiguos. Estos son los arquitectos, aquellos que van a morir, sonriendo con ironía y dulzura en el fondo de un alto secreto que los restituye al lodo. De dulces manos irreprimibles. Sobre los meses, soñando con las últimas lluvias, las casas encuentran su inocente gesto de durar contra la boca sutil rodeada encima por la bruma de palabras. Digamos que descubrimos moras, la corriente oculta del gusto, el entusiasmo del mundo, descubrimos cuerpos de gente que se protege y sorbe, y el silencio admirable de las fuentes -pensamientos en las piedras de algo celeste como fuego ejemplar. Digamos que dormimos en las casas, y vemos a las musas un poco inclinadas hacia nosotros como estrechas y erguidas flores tenebrosas, y tenemos memoria y absorbente melancolía y atención a las puertas sobre la extinción de los altos días. Estas son las casas. Y si nosotros mismos vamos a morir, nos espantamos un poco, y mucho, con tales arquitectos que no vieron los torrentes infinitos de las rosas, o las aguas permanentes, o una señal de eternidad esparcida en los corazones rápidos.
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- ¿Qué hicieron los arquitectos de estas casas, que vagabundeaban por los muchos sentidos de los meses, diciendo: aquí queda una casa, aquí otra, aquí otra, para que se haga un orden, una duración, una belleza contra la fuerza divina? Alguien había traído caballos, desciendo por los caminos de la montaña. Alguien vino del mar. Alguien llegó del extranjero, cubierto de polvo. Alguien leyó libros, poemas, profecías, mandamientos, inspiraciones. -Estas casas serán destruidas. Como un girasol, elaborado para la embriaguez, insistente en su matrimonio solar, así se agotará cada casa, consumida por un fuego, inclinando la demorada cabeza hacia los ríos misteriosos de la tierra donde los mismos arquitectos se deshacen con sus manos múltiples, las caras ardiendo en las veloces iluminaciones. Hablemos de casas. Es verano, otoño, nombre profuso entre los paisajes inclinados. Traían la sal, los constructores del alma llevaban en sí reconstructores deslumbramientos en presencia de la suspensión de animales y estrellas, bien imaginaban la pureza con hombres y mujeres junto a otros, sonriendo enigmáticamente, tocándose -conmovidos, difíciles, dadivosos, ardiendo despacio.
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Sólo un instante en cada primavera se encontraban con el junquillo original, se enfriaban el resto del año, eran breves los maestros de la inspiración. -Y las casas se levantaban sobre las aguas a lo largo del cielo. Pero las casas, arquitectos, encantado trasiego de carne dulce y obsesiva -todo eso queda distante de la canción que era necesario escribir. -Y de todo los espejos son la invención más impura. Hablemos de casas, de la muerte. Casas son rosas para olfatear muy temprano, en la noche, cuando la esperanza nos abandona para siempre. Casas son ríos constantes, nocturnos ríos celestes que refulgen lentamente hasta la fría bahía -que tal vez no exista, como una secreta eternidad. Hablemos de casas como quien habla de su alma, entre un incendio, junto al modelo de las cosechas, en el aprendizaje de la paciencia verlas alzarse y morir con un poco un poco de belleza. (De La cuchara en la boca)
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Bem sei que as partes que me cercam não me atendem que me debato num exílio de fontes e cuidados
Marco Lucchesi Traducción del portugués | Fernando Miguel Cabelo
Río de Janeiro, “sagitariano de 1963”. Poeta, novelista, ensayista y traductor. Es profesor de Literatura Italiana en la Universidad Federal de Río y, desde 2011, el más joven titular de la Academia Brasileña de Letras. Ha publicado, entre otros libros, Meridiano celeste & bestiário (Premio Alphonsus de Guimarães de La Biblioteca Nacional, 2006), Sphera (Mención Jabutí, 2004), Ficções de um gabinete ocidental (2009), y O dom do crime (2010). Ha traducido libros de Trakl, Rumi, Khliebnikov, Eco e Primo Levi.
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que sonho a cada instante um vento que me leve para outro mundo esse outro cada vez mais outro e mais distante sei que me esperas junto ao nada onde fundaste uma demanda de torrentes e de espinhos mas como aderir às rochas nuas e às estrelas frias
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de teu mundo que segue além desse meu vasto desamparo? trago um deserto de pedra e areia dentro de mim e é quanto me basta vivo as noites sem luar de meu país e suas províncias não aspiram senão à paz romana diante dos conflitos que me arrastam levo em silêncio um pacto de armistício
e tramam rudes sedições o meu país se move entre esperança e desencanto algo que procuro e de súbito abandono arco e flecha pedra e nuvem não espero e nem desejo a secessão de meus estados mas a beleza da mulher que me beije nos lábios como um deus
às jovens cidades que moram nos ermos de mim
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Sé bien que las partes que me cercan no me atienden que me debato en un exilio de fuentes y cuidados
de tu mundo que sigue más allá de ese vasto desamparo mío? traigo un desierto de piedra y arena dentro de mí y es cuanto me basta
que sueño a cada instante un viento que me lleve hacia otro mundo vivo las noches sin luz de luna de mi país ese otro cada vez más otro y sus provincias y más distante no aspiran sino sé que me esperas junto a la nada donde fundaste una búsqueda de torrentes y de espinas ¿pero cómo unirse a las rocas desnudas y a las estrellas frías
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a la paz romana ante los conflictos que me arrastran llevo en silencio un pacto de armisticio a las jóvenes ciudades que habitan en los yermos de mí
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y urden rudas sediciones mi país se mueve entre la esperanza y el desencanto algo que busco y de súbito abandono arco y flecha piedra y nube no espero ni deseo la secesión de mis estados pero sí la belleza de la mujer que me bese en los labios como un dios
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Marco Lucchesi es el nombre de una nube
marco lucchesi nube
ardua pluriforme ligera e inescrutable
fiera
que se deshace en la medida en que se muestra
monstruo de ciega y cabal contradicción
tan maleable como
paquidermo
abismo sin fondo ángel de la tierra
un serafín
tan orgulloso como un paquidermo un pozo extraño mudo y longilíneo el miedo para fuera y el grito para dentro
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הדליו םיירהצ רחא
תֹוטֲהֹול םִיי ַָחְלִּב ְּתְמַק הָציִקּי ְַה רַעַּצִמ תֹוצָּוֻכְמ םינִָפְבּו. ׁש תַּב תּובְצַע ָ ׁשל: Tal Nitzán Traducción del hebreo | Florinda F. Goldberg
Poeta y traductora. Ha publicado cuatro libros de poesía: Doméstica, Una tarde ordinaria, Café Soleil Bleu y La primera en olvidar. Antologías de sus poemas han aparecido en Italia, Francia y Lituania. Sus traducciones, la mayoría desde el español, comprenden más de 70 obras en verso y en prosa. Entre otros autores, ha traducido a Machado, García Lorca, Neruda, Borges, Vallejo, Paz y Pizarnik. Ha compilado y traducido dos antologías de poesía latinoamericana. Ha editado Con una pluma de hierro: Poesía hebrea de protesta 19842004 (2005), una colección de 99 poemas en hebreo, escritos en las dos últimas décadas, que se oponen a la ocupación israelí.
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ִׁש תֹוּיּובְצַעָה ׁשּוחנ ֶ ְךָל תֹויּופְצ דֹוע. םֵחנְַתִהְל ְּתְלכ ֹּי ָ הֶּמַּב. ׁשְמִה ַ תַחַא די ְַּב סיִּפְדַהְל יִּתְכ, ּׁשַּב ְךָתֹוא יִּתְפַּטִל ְ ִהּי ָנ. ׁשֹוח אֹל ְּתַא ֶ – יַלָע תֶב הי ְֵרַא לַע ֹוא הּי ִָרָּכֻס לַע יַלּוא, תֶבֶּכַר יַלּוא. ׁשֹוח אֹל ינֲִא םַּג ֶ – ְךִיַלָע תֶב ַחּולָּד רַק רָאּוני ָ לַע ׁש ֶ ְךָסָּמַל יִניֵּב ץֵבֹור הי ָָה ןאָּכ ְּתְקַחְדנִ אֵלּול. ׁשְכַע ָ רֶצק ֹ ְךָּב רֵענְַתִהְל ליִחְתַמ ו-ַחּור. יִּב םַּג: ּׁשַה תֶא בּת ְֹכִל יִל הָעיִרְפַמ ְּתַא ִ ְךִיַלָע רי.
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Tarde con niña Te levantaste con mejillas ardientes y la carita contraída por la pena de despertar. Tristeza de tres años: presentimiento de las tristezas que aún te aguardan. Qué podría consolarte. Sigo escribiendo con una mano, acariciándote con la otra. Tú no piensas en mí —quizás en un caramelo o un león, quizás en un tren. Yo tampoco pienso en ti —en la fría bruma de enero que flotaría entre la pantalla y yo si no te acurrucaras aquí. Ahora empiezas a impacientarte. También yo: Me estorbas al escribir el poema sobre ti.
Despues del corte de pelo Los filamentos en tus párpados, antiguos mapas judíos, anuncian el abrir de tus ojos, advierten: ¡demasiado grande para una niña! ¡demasiado azul para un cachorro! Tu piel diáfana ni siquiera finge. Ni mi leche ni mi cuerpo ni mi pelo que se alarga para envolverte podrán interponerse entre ti y el ultravioleta de la vida.
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En los tiempos del cólera Estamos frente a frente, de espaldas a las desgracias del mundo. Tras los ojos cerrados y las cortinas corridas azotan de repente el siroco y la guerra. El siroco se desvanecerá antes, la leve brisa no revivirá a los muchachos baleados, no enfriará la furia de los vivos. El incendio, aunque demore ha de llegar, “hará falta tanta agua” etc., nuestros brazos no alcanzan más allá de nuestro cuerpo: somos una masa azuzada a aferrarnos y mordernos, amurallarnos en la cama mientras arriba, en el ozono, se abre una sonrisa burlona.
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Sosiego No hay cosa más callada que los golpes que descienden sobre otros, ni menor amenaza al reposo del alma satisfecha. Muda la derrota en sus ojos, sus brazos caídos en silencio. Qué agradable placidez. Salvo un sonido sutil, penetrante, molesto sobre todo en las mañanas pero fácil de acallar con el tranquilizante crujido de las hojas del diario. Antes de cubrirse de escombros quedarán sepultados bajo la sección espectáculos, la taza de café a medias, un portazo en nuestra casa que está en pie.
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Dagelijks
Rozalie Hirs Traducción del neerlandés | Diego Puls
Gouda, Holanda, 1965. Poeta y compositora experimental. Ha publicado cuatro libros de versos, Locus (1998), Logos (2002), Speling (2005) y Geluksbrenger (2008). En su CD Pulsars (2010) integra poemas y composiciones electroacústicas. Poemas suyos han sido traducidos al alemán y al francés, y han aparecido en las revistas Akzente y Action Poétique. El juguete de palabras digital Family Tree (2006), desarrollado en colaboración con el artista visual Harm van den Dorpel, es parte de la prestigiosa serie en internet Electronic Literature Collection #2. Por su cuarto libro de poesía obtuvo la beca del Flemish Literature Fund. Su website personal es: www. rozalie.com
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Ziet de gedachte zich kiemen op een andere verdieping tevoorschijn gekomen uit het trapgat in de vloer als krast zich een klauw van een kat met de prooi schaduwt zonlicht het blauw van de stoel met takken en bladeren vuurt de kachel aan in een adem sta ik vanmorgen op om te gaan fietsen | na een douche van boterhammen bij het uitstappen verdringen reizigers | zich laten de trein er niet door gaat de klok een stap vooruit in de maandelijkse overschrijving zit een heel huis de electriciteit verbindt kamers als water in een schok liggen groenten uit de supermarkt alsof ze nooit zijn gegroeid in de winkelwagen komen nader tot elkaar als voorproef op de maag aan een | tafel voorkomt het vallen van bijvoorbeeld ellebogen en handen ontmoeten dingen mensen tafel van bomen uit elkaar gezaagd in elkaar gelegd bed in elkaar geslapen de dromen vliegen als een lieveheersbeestje of een merrie | door gesloten oogleden een auto met vleugels heeft water of een wortel nodig danwel hot dog vliegt toch niet op kerosine van een gedachte doe ik de deur dicht | met een sleutel roos
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A diario Se ve germinar el pensamiento en otra planta del edificio aparecer por el hueco de la escalera en el suelo como si arañara la garra de un gato con la presa sombrea la luz del sol el azul del sillón con ramas y hojas inflama la estufa de un tirón me levanto esta mañana con el fin de salir a pedalear después de una ducha de panes tostados al bajar se agolpan los viajeros no dejan pasar al tren se adelanta un paso el reloj en la remesa mensual hay una casa entera la electricidad conecta cuartos como agua en una descarga las verduras del supermercado lucen como si nunca hubieran crecido en el carrito acortan las distancias anticipo del estómago en una mesa previene la caída por ejemplo de unos codos y unas manos se encuentran cosas con gente mesa de troncos disgregados ensamblados cama juntada en sueños que remontan vuelo cual mariquitas o yeguas atravesando párpados cerrados un carro con alas precisa agua o zanahorias o bien un hot dog igual no vuela con combustible de un pensamiento cierro la puerta con llave rosa
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Montmartre Ahora rebosa de cosas mientras mañana drásticamente sencillo parece tan suavizante azul infinito y sombras de hechos concluidos hoy como tomar sin más el metro tener que buscar el molinete luego acertar la entrada el clima varía tanto como el tiempo en situaciones de mañana y tarde prohibido el paso bajo la piel como vive la lluvia alfilerazos por toda la espina dorsal salir a navegar dar la vuelta al mundo por lugares sensibles
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Floración al fin Ruedan palabras de la mesa se esconde el mar encabrillado la noche murmullo de día sorprende el temporal escinde la costa conoce la salida del alboroto del polvo sin cambios oportunos perspectiva del rey del temporal de ser un soñador regresar la narración no escrita destino de zapatos agujereados cordones sueltos escapados al torrente de luz solar el agua se sustrae tras soltarse cual ojo un nenúfar clamoroso caricia ingiriendo luz bordeando manzanos en flor río hojeante presagio de un fruto dedos exultantes reciben recaen riberas a un cielo siempre oportuna eclosión
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Lakei, su saapad läigivad, su rihm on ruskelt lai. Ma selle rihma pärast vist su järel käin, lakei. Triin Soomets Traducción del estonio | Keiu Kalaus
Hizo estudios de Filología en la Universidad de Tartu. Ha publicado nueve libros de poemas, entre los que se destacan Pidurdusjälg (La huella de frenada, 1999), Soon (La ranura, 2000), Leping nr 2 (El contrato nº 2, 2004) y Toormaterjal (Materia prima, 2004). Ha sido nominada como el mejor poeta del año en su país en 1999, 2004, 2006 y 2009, y recibido los premios Juhan Liiv (2000 y 2009) y Sirp (2004). Sus poemas han sido traducidos al alemán, inglés, neerlandés, francés, esloveno, finés, gallego, polaco, sueco, portugués, ruso, húngaro, albanés, lituano, rumano e hindi. El compositor flamenco Wim Henderickx compuso una obra a partir de poemas de Soomets.
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Või selle poisi pärast, kes seal baaris kurvaks jäi, kus suudlesime säärikuid me sinuga, lakei. Garçon ei võtnud raha, sest muud maksis see kokteil. Me lahkusime vaikides ja nutsime, lakei. Lakei, su saapad läigivad, su rihm on ruskelt lai. Just selle rihma pärast vist su järel käin, lakei.
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Lacayo, tus botas brillan, y tu cinturón es ancho. Creo que por tu cintura sigo tus pasos, lacayo. O por aquel chico que en el bar se puso triste, donde besamos un par de botas tú y yo, lacayo. No acepta dinero el mozo, pago en especie el cóctel. Nos marchamos en silencio y bien lloramos, lacayo. Lacayo, tus botas brillan, y tu cinturón es ancho. Creo que por tu cintura sigo tus pasos, lacayo. * Enséñame lo que sabes, camarero, y mezcla con tu mano fina y ligera algo ardiente y dorado. El dinero se refleja en el verde brillante de tus ojos, cuando giran juntos la taberna y el espacio. Sé que hay gotas dulces, camarero, en tu boca, pero he perdido la alhaja que llevaba al cuello. Como brillaba todo, me cortó con un gemido, deja que me levante del silencio, de nuevo sana.
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Sabes que llevo en mi cadera, camarero, un sello rojo, pero tu cuerpo es más angosto que un vaso dorado, en él vibra el más doloroso desafío. —Suéltame, deja que caiga de nuevo. * Luna, pura y perenne. Tú, mi amigo y el dinero. Deja que te invite ya que no puedo con mi sangre. Sé que el cuchillo lastima, eso no importa a mi tristeza. Mi pena está viva toda, no me ayudan tus palabras. * —Ahora olvídate de vivir, te invitaré hasta el amanecer. —El sueño hace tiempo cortó mis muñecas, y deshizo mi sangre en puro sufrir. —¿Hasta cuándo en el fondo del ojo perdura la huella de tus caricias en mi cuerpo? —Puedes hacer sin remordimiento todo, mi ansia por tu sangre no se esfuma. —¿No es mayor autoengaño aquello que el vodka sin efecto imborrable? Mi barco está encallado, lo sabes bien.
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Se está hundiendo. Sólo me das agua, sin remedio. —¿En tus manos hasta el agua se convierte en vodka? —¿La vida en sueño, el sueño en vida quizás? * Tú no volverás. La ciudad borracha baila con sus caderas deslumbrantes. Al oscurecer, su ruleta de la suerte gira más rápido. He olvidado mi apuesta. Sin darme cuenta he vuelto a ganar. Arrástrame a mí, a la amada, hasta la luz de la farola. Tírame junto a las farolas redondas con corolas oscuras. * Las puertas se abren. Los vasos altos están vacíos. Miedo mortal en los ojos. En la habitación con humo los gnomos están hablando. Empieza, dorado y frío. * Hasta con tu cuerpo jugué cuando los demás caminos subían al cielo cuando las demás sombras estaban desnudas yo tapé y adorné. ---
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Los vientos soplaron bramaron las trompetas el músico se emborrachó en un rincón en una casa de madera, realmente: la definición del ser humano como un modelo el jugar ven conmigo a Toledo * Veo tus manos que me han cantado ql dar de comer a los pájaros en una ciudad ajena. Veo barcos enormes que flotan en mi propia sangre, los veo hundiéndose, los veo despertándose en el puerto que ha mandado sus chicas más guapas al muelle. Te veo saliendo de la taberna, no has perdido nada. Veo la taberna que se derrumba. Veo a los pájaros volando asustados en tus ojos. * Pasas frío atado con la cuerda de la experiencia dentro se brindan copas una historia de cristales rotos.
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Foto
grafía
Edgar Jaime José María Mendiola
Ver el mar
U
n hombre camina por la playa. Descubre una concha de mar. La levanta y la acerca al oído. Lo que escucha es una voz que le recuerda algo: venimos de las profundidades del océano; somos polvo de estrellas; pertenecemos a un universo primario, lleno de mitos, de sueños y miedos. Entonces el hombre entiende, como si lo que ha escuchado le ha hecho entender quién es y por qué. Eso es el arte. Eso es lo que hace Edgar Jaime con su obra plástica. *****
Ver el mar es observar el vértigo. Es sentir el mareo frente a la inmensidad, frente a la profundidad que se esconde tras la espuma, las ondulaciones, el azul que se adivina en fotos en blanco y negro. Edgar Jaime provoca que seamos nosotros quienes completemos las imágenes, quienes las llenemos de significados e historias. Ver el mar es entender el principio, reconocer nuestro origen de sal y rocas, gaviotas y playas, arena que es camino de regreso y premonición de futuro. Ver el mar es reconocerse indefenso. Saberse parte de un mundo que desconoce la fluidez y el movimiento. Las calles, el tráfico, las multitudes (a pesar de su tendencia a ser un ente aglomerado) nada tienen que ver con el primer paso del animal que salió del agua para abrazar un mundo lleno de verdor y luz solar. Ver el mar de la mano de Edgar Jaime es salir también al aire luminoso. Dar el primer paso que nos llevará a ser otra especie, más libre y con inmensas posibilidades de ser felices, si lo deseamos. El Edgarón. El artista plástico que nos envuelve en las profundidades de la naturaleza, la externa y la propia. El nayarita durangueño que no se decide a cuál
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universo pertenece, porque quizá es de todos, incluido el regiomontano donde su arte ha calado fuerte. La Huasteca ha sido testigo de eso. ***** Edgar es bien conocido como artista plástico por su respeto a la herencia cultural de nuestros pueblos indígenas. Lo refleja en sus pinturas y esculturas, donde captura el espíritu ancestral y nos hace conectarnos con una parte nuestra que creíamos ausente, pero que se halla profundamente arraigada. Sin embargo, ideológicamente el artista también defiende, en redes sociales y en cuanto medio esté a su alcance a las comunidades agredidas por los intereses del gran capital. Un ejemplo de esto son sus reiteradas denuncias a la depredación de los sitios sagrados del pueblo Wirikuta. Conocer esta faceta del artista hace que entendamos su manejo de la lente, que en blanco y negro
nos muestra el paisaje mexicano de una manera a la vez tradicional e inédita, formas aparentemente contradictorias pero que nos permiten una relectura de nuestro entorno, contagiados de la ternura y el coraje del fotógrafo, que con su obra busca la preservación, el rescate o la memoria de lo fotografiado. De cualquier modo, su obra cumple su propósito. ***** Un hombre camina por la playa. Descubre una concha de mar. La levanta y la acerca al oído. Lo que escucha es la voz de todos los habitantes del planeta —incluidos los humanos— que le dicen quién es él, quiénes somos, dónde estamos en este mundo. Ese hombre se llama Edgar Jaime, y su obra es lo que ha escuchado desde la boca del océano. Es hora de abrir también nuestros oídos y destapar nuestros ojos...
José María Mendiola Hernández | Egresado del Taller Pedro Garfias, coordinado por David Ojeda, 1978-1982. Segundo finalista del Concurso Latinoamericano de Cuento, Puebla (1978). Becario del Centro de Escritores de Nuevo León, generación 1991-1992. Egresado del Diplomado de Coordinación de talleres de la Sogem, impartido por Ethel Krauze. Fue jefe de Artes Literarias de la Subsecretaría de Cultura del Gobierno del Estado. Coordinador de la revista El Correo Literario de Monterrey, de la Subsecretaría de Cultura de NL, 1994-96. Director general particular de los Papeles de la Mancuspia. Ha publicado los libros de relatos Larva de musa etílica y El libro de las especies; las novelas El libro del Brujo y Un elefante en Matatenas, así como el poemario Las casas que nos habitan.
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De la serie "Baja y Alta California" | Al Sur de la "Bufadora", Ensenada, Baja California.
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Autopresentación
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ací en 1956, cerca de la Sierra Madre Occidental que me vio crecer entre pinos, encinos y madroños. En un pueblo bendecido por la naturaleza y por la historia. Se llama Ixtlán del Río, Nayarit, México. Crecí entre aserraderos y viruta, aserrín y pedacitos de madera. Materiales éstos que usaba para jugar con mis camioncitos de hoja de lata. En 1960, todos los camiones del aserradero se llenaron de trabajadores y sus pertenencias. Mi padre, Efrén Jaime, administrador del aserradero,
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De la serie "Baja y Alta California" | Monterey Bay, California.
los condujo, y a nuestra familia con ellos, unas sesenta u ochenta personas, a San Blas. Recuerdo nuestro arribo a la costa, al mar inmenso, a su ritmo incesante. Era de noche y el calor era intenso. Miles y miles de cangrejos pululaban por todos lados y con ellos llené un baldecito. Hasta mis oídos llegaba la música de alguna orquesta o banda del lugar mientras comía plátanos machos secos y cocos hasta decir basta, en compañía de mis numerosos her-
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manos y hermanas, de mi padre y de mamá Guille. Me quedé dormido con la panza llena, arrullado por el ruido incesante del abanico que sólo removía el aire caliente. Desde ese día nació mi pasión por el mar, mi obsesión por buscarlo, por sentirlo en el calor y en el frío del Pacífico Norte, una costa que he caminado, recorrido en lanchas, barcos, autopistas, sueños. Después marché mar adentro hacia Guadalajara, primero y después
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a Durango. Fui siguiendo los aserraderos y a un hermano, tras la muerte de mi padre. La ciudad y su gente me adoptaron y Durango fue mi padre y mi madre por un tiempo. Cada Semana Santa me iba con mis amigos de la Secundaria Benito Juárez a Mazatlán de raite como decíamos entonces, sólo provistos de latas de atún o de sardina, directamente al hotel Camarena. Esas playas de Mazatlán y sus jejenes nos adoraban y gozábamos como enanos con la precariedad y alguna cerveza, cigarros y un ocasional churro. Fue en Durango donde conocí a Francisco Montoya de la Cruz, quien fue mi tutor, amigo y maestro en La Escuela de Pintura, Escultura y Artesanías de la Universidad Juárez del Estado de Durango (UJED). Con este gran muralista y socialista aprendí lo necesario para seguir mi viaje, pues me hice ceramista, grabador y pintor bajo la tutela de él y de Guillermo Bravo, quien acababa de llegar a Durango después de ser el Jefe del Taller Siqueiros en el Polyforum. En Durango aprendí a revelar e imprimir a mis tempranos 13 años de edad con los Cuéllar, una familia muy querida. Tenían dos hijas, Guadalupe y Lety, estábamos en la Secundaria y me seguían y yo las seguía. Su abuelita tenía un caballito y dos muralitos. En uno estaba pintado un avión y un espacio para poner la cara. La abuelita
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tomaba las fotos y allí mismo las revelaba e imprimía, para entregarlas al cliente ya con marquito de cartón. En su casa, los Cuéllar tenían un taller de fotografía y dos motocicletas para asistir a bodas, quinceañeras, y todo tipo de fiestas, para tomar las fotos, regresar a revelarlas, imprimirlas y volver para ofrecerlas a los interesados. Con ellos y mi Canonet Ql aprendí el arte de la fotografía. Después partí a Estados Unidos, donde he seguido trabajando en las artes visuales. No me quejo, me ha ido bien por terco y perseverante. Tengo ahora una colección de cámaras que data desde el siglo XIX hasta las más nuevas. No he dejado de fotografiar todo aquello que me llama. Acabo de renacer, soy un sobreviente del cáncer. Y en mis ratos de ocio, entre terapias, mi pintura y mi trabajo de maestro de Ciencias del Medio Ambiente, salgo de cacería fotográfica casi siempre en dirección de mi querido y bello océano Pacífico. Ésta que presento aquí en La Otra es la serie “Baja y Alta California”, especialmente al sur de Ensenada, Big Sur, y Carmel, la tierra de Ansel Adams y Edward Weston, mis maestros en la fotografía. El mar y sus elementos, las personas que lo aman como yo, me devuelven el sentido de la belleza y de la vida, del arte.
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De la serie "Baja y Alta California" | Monterey Bay, California.
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De la serie "Baja y Alta California" | Cerca de San Francisco California.
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De la serie "Baja y Alta California" | Frente a Pebble Beach Golf Course "Las Nieves".
De la serie "Baja y Alta California" | Al Sur de la "Bufadora", Ensenada.
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De la serie "Baja y Alta California" | Al Sur de Big Sur California.
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De la serie "Baja y Alta California" | Bahía de Carmel by the Sea .
© Edgar Jaime © Edgar Jaime
De la serie "Baja y Alta California" | Pebble Beach frente al Ghost Tree .
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De la serie "Baja y Alta California" | Frente a Pebble Beach Golf Course "Las Nieves". 37
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ď‚ De la serie "Baja y Alta California" | Pebble Beach frente al Ghost Tree.
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De la serie "Baja y Alta California" | Pebble Beach frente al Ghost Tree.
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De la serie "Baja y Alta California" | Cayucos Beach Reserve, California.
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De la serie "Baja y Alta California" | Monterey Bay. © Edgar Jaime
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De la serie "Baja y Alta California" | Monterey Bay.
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De la serie "Baja y Alta California" | Monterey Bay.
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Gustavo Pereira Fiel a la palabra
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a poesía de Gustavo Pereira (Margarita, Venezuela, 1940) es una búsqueda permanente de la exigencia humana del poeta. Avanza por los senderos que deleitan la palabra en círculos y representaciones de la vida cotidiana, se le presenta como una gran orquesta sinfónica, elementos que atrapa incansablemente en los jardines y mares interiores, en la forma presente de su mirada, en el fervor erótico, en la crítica y el canto de la belleza femenina, en las enseñanzas de su padre, obrero de conciencia social, en el espíritu del mundo indígena y en las lecturas de la poesía del mundo y de los clásicos venezolanos: El Cantar de los Cantares, Fray Luis de León, Víctor Hugo, los surrealistas franceses, los trovadores, los metafísicos, los iluminados, SaintJohn Perse, Paul Valéry, José Antonio Ramos Sucre, Vicente Gerbasi, Juan Sánchez Peláez, Ana Enriqueta Terán, Ramón Palomares, y sus compañeros de vida: Víctor Valera Mora, Caupo-
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licán Ovalles, José Lira Sosa, Luis Alberto Crespo. Cada palabra es el centro del universo, cada expresión la va convirtiendo en lenguas del poema, hasta llegar al camino de su inventiva particular y única en la poesía venezolana: el somari, este es el aporte con elementos cromáticos, con luz propia, con un universo interior que él mismo llama seres oficiantes de la poesía. Su madurez y sus búsquedas formales traducen la densidad del poema, el ver su yo beneficia la creación estética, el cantar la ternura, el expresar el fondo del milagro poético. Gustavo Pereira es un poeta en todos los sentidos de la palabra. Stefania Mosca escribió en una libreta, y quedaron estas palabras inéditas: “Lo que pretende Gustavo Pereira, impone respeto. En su alma, la palabra poética aparece por el gesto que quiere hacer de la tierra, de nuestra relación con el territorio, viva materia de la memoria. Representar el pasado o recuperar el hilo de nuestra historia no
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es un escenario, es el relato de una experiencia que para Pereira es propia y está inscrita en esta tierra y en el corolario de nuestros ancestros. Historias del Paraíso y Costado Indio son sendos estudios productos de esta inclinación. Premio Nacional de Literatura (2000) ya en El peor de los oficios nos había mostrado la fibra de su relación con la poesía. Poeta de transparencias propias de quien se expone al mar como único alivio, va más allá de la intuición del horizonte y atrapa la sensibilidad que ama el cuerpo de mujer, una rosa, el parecer de los niños y denuncia el olvido de lo que somos y hemos sido.” En esta conversación que sostuve con Gustavo, especialmente para La Otra, está el amor y el espíritu de la palabra de nuestro poeta. ¿Qué significa para usted el oficio de ser poeta? Inherente a la condición que entraña ser poeta, la poesía actúa como un servicio público que, a semejanza de otros, solo otorga satisfacciones al alma y, a diferencia de los más, se ejerce casi siempre en la intimidad. En la intimidad de quien lo da y en la intimidad de quien lo recibe. Burla burlando, hace años titulé uno de mis libros en prosa El peor de los oficios, para referirme a la triste circunstancia de que nadie puede sustentarse ejerciéndolo, tal como lo escribió, en versos dirigidos a su hijo, un viejo poeta irlandés del siglo XVI, Mahon O’Hefferman: “Hijo mío, no cultives el arte de los versos, / abandona del todo la profesión de los abuelos; / aunque tenga derecho a recibir los mayores honores / de hoy en adelante la poesía es presagio de miseria. / No abraces el peor de los oficios.” Por lo demás ser poeta, o luchar des-
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de siempre por llegar a serlo, constituye hermoso privilegio que nos permite, no sin angustias y desasosiegos, descubrir en los misterios de la vida la mirada que nos revelará su asombro o su fulgor. ¿A partir de qué momento se puede hablar de renovación poética en el siglo XX? Las revoluciones poéticas marchan, como las sociedades, al paso del desarrollo de las sensibilidades, y viceversa, el desarrollo de las sociedades marca el paso de las sensibilidades y, por consiguiente, de los modos de hacer o entender la poesía. Si las revoluciones políticas se fundan en las ideas, las poéticas lo hacen en las sensibilidades. Del mismo modo que en nuestro tiempo nos sorprendemos horrorizados de que alguna vez haya existido la esclavitud (aunque ésta, bajo inéditas formas, permanezca), no pocas veces sonreímos condescendientes ante la repetitiva trivialidad de los asuntos de la antigua poesía. Porque las palabras, como los elefantes, envejecen. Y a menos que se trate de grandes poetas que supieron, por estar de cuerpo y alma inmersos en su tiempo, mirar más allá, la poesía suele seguir el curso de los gustos estéticos que, como sabemos, responden a no siempre racionales criterios de los conglomerados sociales. En lo que llamamos Occidente, la renovación poética contemporánea comenzó, se dice, con los movimientos de vanguardia europeos de la primera postguerra de quien fuera uno de sus más lúcidos precursores, Apollinaire (fundamentalmente el futurismo, el dadaísmo y el surrealismo); pero ahora nadie está seguro de nada porque la realidad es mucho más compleja que sus instantes.
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¿Cuál considera usted la obra poética fundamental escrita en su país? ¿Por qué? Bajo criterios estrictamente referenciales tal vez sea posible y de hecho ocurre, señalar a determinado poeta como el representativo de un país o idioma. Pero ello no pasa de elemental ejercicio de simplificaciones. No existe, creo, una obra poética fundamental que represente a ninguna nación. En este sentido toda asignación o referencia única responde a criterios absolutamente respetables pero no siempre certeros, y lo que ahora puede parecernos grandioso tal vez mañana sea juzgado bajo otras valoraciones. En poesía la última palabra la tiene la diversidad y en Venezuela, por fortuna, al igual que en otros países, ésta resplandece. ¿Cuáles eran los autores preferidos en los tiempos en que usted comienza a escribir? De algunos casi nadie se acuerda, como pasa con las modas. Sobreviven, al menos para quienes comparten mis gustos poéticos, aquellos que lograron convocar las persistentes aunque casi siempre inadvertidas fibras sensitivas de su tiempo. Y también del tiempo que vendrá, si los imperios en su senil locura no deciden enviarnos antes a los infiernos: Darío, Silva, Huidobro, Vallejo, Neruda, Paz, Bandeira, Drummond. Y solo nombro latinoamericanos para no hacer prolija la lista. Cite tres nombres significativos que hayan influido su poesía. A estas alturas de mi vida podría nombrar decenas, pues aunque en el fondo seguimos siendo
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los mismos cada etapa de la existencia es a su vez una nueva vida y cada vida un vivir. Perogrullada o deseo insatisfecho para algunos, vivir el instante (el carpe diem horaciano) constituye el prodigio que nos permite beber los múltiples néctares que la providencia o la voluntad nos depara, entre ellos los de la gran poesía, y la gran poesía, o al menos la que nos conmueve, ha existido en toda época y lugar. En el ánimo de no eludir las concreciones de tu pregunta, recuerdo que en mi infancia y entrada la adolescencia fui maravillado por Bécquer y Darío, poco tiempo después, en plena adolescencia, por Maiakovski y los futuristas rusos, y luego por Vallejo, el Neruda de Residencia y Ramos Sucre. A partir de allí, o conjuntamente con ellos, por los grandes poetas franceses de la vanguardia del siglo XX (mis favoritos eran Cendrars, Tzara, Eluard, Prévert, Desnos y el Breton de L’Union libre), los antiguos poetas chinos y japoneses, las tradiciones poéticas amerindias que concluyeron en el gran Nezahualcóyotl y en fin, te reitero, por toda la gran poesía de todos los tiempos a la que mi buena ventura tuvo y me hace tener acceso. ¿Qué opina usted de los movimientos literarios de este siglo y, en particular, de sus manifestaciones en la poesía latinoamericana? Uy, me pones en el bifronte aprieto de responderte al estilo sufrido con una extensa disertación sobre la vanguardia y sus repercusiones, asunto que ha sido tratado y retratado por gente mucho más enjundiosa que yo, o remitirme a una escueta respuesta anterior de este cuestionario. En obsequio de los lectores, opto, desde luego, por lo último.
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¿Cuáles son los elementos de su poesía? Sólo uno, fugaz e inaprensible, la vida. ¿Usted se considera un poeta clásico, romántico, moderno, intimista, arbitrario, político, comprometido, o ausente de cualquier rótulo? Creo estar presente en todos esos rótulos, menos, por elemental modestia, en el primero. ¿Qué es lo importante: lo intuitivo, lo académico, lo reflexivo, lo conceptual, lo maldito o lo irracional? ¿Dónde se encuentra usted? Lo único verdaderamente importante en poesía es vivirla. Me he preguntado siempre si el resto es literatura. ¿Cuál es su paisaje interior? Si lo supiera colgaría en mi casa un título de parapsiquiatra. Algunos aprendices, entre quienes me cuento, se guían por la conciencia sensible que algunos llaman alma, y mira que ésta conoce de razones y sinrazones. Un poeta vive del pasado y de lo inmediato. ¿En qué se diferencia de un corredor de bolsa o de un burócrata? Supongo que en la corbata. Alguna vez escribí unos versos dedicados a mis amigos poetas William Osuna y Ely Galindo y en ellos decía, y dispénsame esta falta de urbanidad, que la vida con corbata es un desastre, pero sin ella no mejora nada.
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Muy poco se habla del sentimiento dramático en la creación poética. ¿Qué opina usted? Tal vez se habla poco porque está implícito en ella. El acto creador puede convertirse en un sufrir y un regocijarse. Un sufrir mientras la voluntad no logre conformarse en acto satisfactorio entre ensayos y errores y nuevos ensayos y nuevos errores y nuevos ensayos; y un regocijarse cuando colocamos el punto final. Regocijo que por lo demás suele durar lo que un suspiro. La vida particular de cada quien, sobre todo si se es hipersensible, transcurre entre el drama del absurdo, la alienación o la injusticia que nos rodea y la grácil presencia de los días iluminados por el amor, la amistad, la fraternidad o los prodigios del cosmos expresados en la Tierra. Pero la vida en general es la maravillosa virtud de la materia universal de la que somos apenas minúscula parte consciente. ¿Cómo y cuáles son sus afectos con las otras artes? Íntimos siempre. Las artes provienen de una misma madre: la sensibilidad. ¿Qué importancia le adjudica al humor dentro de la escritura poética? En algunos casos, mucha. Depende de la materia de que trate el poema. Existen temas que por sórdidos, abyectos, grotescos o francamente ridículos no pueden ser tratados sino con el escalpelo implacable del humor. Si Jonathan Swift hubiera escrito, entre la poesía que escribió, las graciosas derivaciones o metamensajes de su Gulliver en versos, no pongo en duda que habría hecho lo
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propio con su célebre modesta proposición, como lo hiciera Dante, por ejemplo, en su Comedia. ¿Es cierto que los sueños están indisolublemente ligados al quehacer poético? Los que llamamos sueños profundos, no, desde luego, aunque quién sabe, como diría el sabio Cantinflas. Los que evidentemente sí están ligados a la poesía son los sueños que se sueñan cuando estamos despiertos y éstos algunas veces se vuelven realidad, aunque nunca como los soñamos. ¿El amor es un fracaso o una redención? Fracaso o redención, el amor es la única cosa por la que vale la pena haber vivido. Se ha dicho que el poeta es un pequeño dios. ¿Qué hace un poeta con el poder? La expresión, como sabemos, pertenece a Huidobro, pero Huidobro ha sido siempre mal inter-
pretado, en el peor de los sentidos. Como él mismo clarificara, todo poeta actúa, en efecto, como pequeño dios, pero únicamente en relación al poema que escribe puesto que ejerce la potestad de crearlo o modificarlo a capricho. Tal constituye el único poder que un poeta verdadero ejerce, porque entre las formas de poder que Maquiavelo y Marx y después Sartre y Foucault estudiaran —entre ellos el poder político, el económico o el que Foucault denominara pastoral o religioso— ninguno tiene que ver con la poesía. El poder, entendido como forma de sujeción basada en mecanismos de dominación y explotación, y otros más sutiles como el que se ejerce desde el Estado y sus instituciones, es para mí un asunto patológico. Pero existen múltiples formas de poder. Y porque creo en el poder redentor de la palabra, de las ideas y la sensibilidad, abrigo la esperanza de que la conjunción de éstas con la acción colectiva emancipadora, liberadora, fruto del ejercicio de voluntades más cercanas a la poesía que a los poderes, constituya, como quería Walt Whitman, la cura de los males sociales y con ella el preludio del mundo que soñamos.
Enrique Hernández-D’Jesús | Mérida, Venezuela, 1947. Poeta, fotógrafo, editor y activista cultural. Ha publicado una veintena de libros de literatura y fotografía. Ha realizado antologías y libros sobre escritores venezolanos, árabes, mexicanos, colombianos, argentinos. Ha obtenido diversos premios de literatura, fotografía y diseño. A fin de milenio obtuvo el Premio Armando Reverón del Salón Michelena. Condecorado con la Orden Andrés Bello en su Primera Clase en 2001. Actualmente vive en Caracas, donde se desempeña como Director Literario de la Fundación Esta Tierra de Gracia (AdHon). Este año es el poeta homenajeado en el IX Festival Mundial de Poesía de Venezuela.
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Ética y práctica del somari
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ustavo Pereira es un poeta terrestre. En esa postura conviven su vida y su escritura. Si el mar explica su presencia entre nosotros, es la tierra, la tierra sin orillas, la que lo desvela y a la que se abraza como a mujer real y figurada. Por eso no se entiende con la soledad sola, la sola soledad. Su tierra es menos lugar que persona: es ella, la mujer, ella en todo, esto es, unida al ser único y colectivo, particularizada en la amada, personal indistinta en todos los seres. Carne y suspiro nuestro de cada día. Verdadera y metafórica. Terrestre, Gustavo Pereira tiene casa sin lugar preciso en el mundo. Allí, en lo próximo y lo vasto hállase la “región” de su poética, con la que no sólo nos propone su obra sino
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Luis Alberto Crespo
también, y hasta enraizada, su ejercicio existencial, como que entiende que el poeta, cuando se nombra, si bien lo hace desde sí, dirígese a un confidente que es el otro, el prójimo, ese tú sucesivo a que se refiere Celan. Nadie, salvo nuestro amigo, es más obediente a esta ética. La frecuentación de sus libros, aunque más no fuera a saltos de antología o selección, nos avisa que dicho fervor ha gobernado su destino desde temprano. Con ella se dan, en cerrada urdimbre, la teoría y la práctica de la sobrevivencia desde y en el lenguaje de la poesía. Frente a lo que nos lastima y nos expolia, Gustavo Pereira opone el decir que citatrice aquello que nos hiere y aquello que nos veja. Es al hombresu ser y su historia, palpable, emble-
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Alirio Díaz, Luis Alberto Crespo y Gustavo Pereira
mática-a quien distinguen ese decir poético y esa postura moral. Hablo del hombre en busca de una tierra restablecida por la pasión y el abrazo, en tanto persiste la otra, la que se ensaña contra sí misma, como si hallara solaz en el quebrantamiento del principio fundador de la poesía que dijera René Char: el del “amor realizado que permanece como deseo”. Amor único y múltiple, anotábamos hace poco, mas nunca amor sin causa, entendido como una suerte de guerra santa de los cuerpos y de los pueblos, personal y planetaria, íntima y profusa. La poesía, en este caso, no
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es, con mucho, escritura, lenguaje: es asimismo, útil, herramienta de la palabra que sobrepasa el texto escrito, al tiempo que exalta, conjura e increpa. La emoción en poesía-que lo diga Reverdy-“es una carencia en el corazón del hombre”. Restablecer y recuperar esa orfandad -o esa nostalgia de lo perdido o lo arrebatado- es desvelo de la obra y del comportamiento de Gustavo Pereira. Ambos intercambian una fuerza nutricia, intercambian su savia y así se avivan, por lo que lectura de cada poema concita la invitación a usarla, a servirse de ella hasta hacerla nuestra. Poemas
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morales éstos (¿qué poesía no lo es?), si entendemos por tales una voz entrañada en la conciencia. Nos advierten sobre la canalla que nos asedia, salen en la defensa de nuestra melancolía y nuestro suspiro, se alían con el taciturno y el airado, se valen del sarcasmo y de la ironía blandiendo la frase heridora, el vocablo desacralizador, conjuran lo ominoso, cantan y festejan el delite. “Poesía de bolsillo”, la llamó Gustavo Pereira. El término la explica con creces. Es que tiene siempre algo que nos afirma en la tierra y en el viejo sueño de nuestra soberanía interior. Su autor le atribuyó un nombre enigmático e intraducible: Somari, de aparición inesperada o sorpresiva de una a otra página. A veces, dura tres o cuatro líneas; otras, es elocuente y a ratos interactiva; emplea
el habla y la escritura e igual invoca y exalta como acusa y se venga. En su lenguaje reúnense los mansos y los mártires, los distraídos y los visionarios, los poetas de la selva y de África, un guijarro y una montaña, una calle de enfrente o bajo la nieve, la ola en la orilla y la mar de adentro, la historia digna e indigna, una carta, un mensaje en el pecho. Sólo la muerte, aquí, como en Dylan Thomas, no tiene señorío, pero sí mujer de tierra y aire que suscita su presencia o anuncia su presentimiento de esta a la siguiente página. ¿Por qué no atrevernos a afirmar que es la amada la verdadera motivación, no sólo explícita, en tanto decir vivo y oculto? Poesía del amor amante y del amor guerrero definen, en fin, la obra de Gustavo Pereira.
Luis Alberto Crespo | Carora, Estado Lara, Venezuela, 1941. Poeta, crítico y columnista. Durante años dirigió el Papel Literario del diario El Nacional, posteriormente estuvo al frente de la Sección de Cultura de la agencia de noticias Venpres. Dirigió la revista Imagen. Ha sido traducido al inglés, francés, italiano, alemán, húngaro, hebreo y árabe. Obtuvo los premios CONAC, Municipal de Poesía, Nacional de Periodismo Cultural y, Nacional de Literatura. Ha publicado: Si el verano es dilatado (1967); Cosas (1968); Novenario (1973); en las antologías, Costumbre de sequía y Como una orilla, recoge parte de su obra. Ha traducido al español la poesía de René Char, Aromas cazadores, Elogio de una sospechosa, así como la poesía de Guillevic.
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Dibujo de Ivรกn Lira
Vag贸n del metro
En el vag贸n del metro sentada displicente hermosa toda de negro frente a m铆 cruza la pierna y la tela deja la hendija por donde su muslo blanco emerge.
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Dama de niebla Dama de niebla que rondas mis horas mis saltos y mis sábanas Ebriedad que me persigues a mansalva Deja la forma sinuosa de tu tejado de palomas sobre mi almohada cuando amanece en medio de mi tristeza inútil como un nido desprendido y todavía cálido de plumas Extranjera que pusiste entre mis dedos tu cubierta de redes y la inexpresiva piedad del otoño Extranjera que me hiciste en tu pecho desenfrenado demonio y creíste en mi amor inmortal Pues bien Te amo para siempre Te amo para siempre porque el instante que te amé es parte de la cuerda de la eternidad y allí colgamos todavía No sabrás nunca quién marcó el número de tu desdicha ni qué tambor indio es éste que suena en la callada noche de tu soledad No sabrás nunca qué callejuela ni qué rincón devoran al amo de tu melancolía Perdida en el hastío no sabrás nunca beber otro rumbo que el del recordarme sobre ti y entre ti mientras mis cuadernos en blanco descansan en la mesa de tus brumas y mi perro percibe tu olor en la mano que ahora lo acaricia.
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Sobre salvajes Los pemones de la Gran Sabana llaman al rocío Chirïké-yeetakuú, que significa Saliva de las Estrellas; a las lágrimas Enú-parupué, que quiere decir Guarapo de los Ojos, y al corazón Yewán-enapué: Semilla del Vientre. Los waraos del delta del Orinoco dicen Mejokoji (El Sol del Pecho) para nombrar al alma. Para decir amigo dicen Ma-jokaraisa: Mi Otro Corazón. Y para decir olvidar dicen Emonikitane, que quiere decir Perdonar. Los muy tontos no saben lo que dicen Para decir tierra dicen madre Para decir madre dicen ternura Para decir ternura dicen entrega Tienen tal confusión de sentimientos que con toda razón las buenas gentes que somos les llamamos salvajes.
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Canción mestiza para domesticar la hierba Hierba buena, hierba cana, hierba carmín, hierba de ballesteros, hierba del ala, hierba perra, hierba de las coyunturas, hierba de las golondrinas, hierba del limón, hierba del maná, hierba de los pordioseros, hierba del soldado, hierba de San Juan, hierba azucena, hierba de Santa María, hierba de Túnez, hierba doncella, hierba estrella, hierba fina, hierba gigante, hierba hormiguera, hierba impía, hierba lombriguera, hierba luisa, hierba mora, hierba tora, hierba lora, hierba sola, hierba pastel, hierba piojera, hierba pulguera, hierba flecha, hierba de la puta madre, hierba plana, hierba pamatacual, hierba del once ahau, hierba maldita, No nos sepultes.
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Somari antidialéctico Sucede al descalabro el descalabro A la locura la locura A la migración de la nostalgia la melancolía Al olvido la eternidad Al sitio donde nada retoña el despoblado A la miseria el desamparo A los imperios otro imperio A la prosa la prosa Y a la poesía tú.
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Verso ocioso Combino con distancia y con recuerdo, existo poco y mal en el presente. Vengo de lejos, pero sólo en sueños, de cerca mi presencia se disuelve.
Alfredo Fressia Montevideo, 1948. Poeta de la diáspora uruguaya, reside en Brasil desde 1976. Desde el fin de la dictadura en su país, a partir de 1985, divide su tiempo entre Sao Paulo y Montevideo. Junto a su obra poética, ha creado un estilo de crónicas urbanas, reunidas en su libro Ciudad de papel (2009). Es también traductor de poesía brasileña al español. En México se conoce su versión de la poesía de Ferreira Gullar, Animal de fondo (2009). La obra poética de Alfredo Fressia, traducida a varios idiomas y varias veces premiada, está parcialmente reunida en México en su libro Eclipse (2006). Los presentes poemas pertenecen a su libro Poeta en el Edén de próxima aparición.
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El sol que me ilumina es de topacio, y en mi carta la luna es de papel en áspero cuadrado con el astro más opaco: mis tonos son pastel. Escribo versos en endecasílabos los días lluviosos (como es hoy) y llego casi al presente donde me deslizo recto hacia atrás en busca de sosiego. Visto de cerca yo me desvanezco. ¿Música en mí? Sólo de las esferas. Por la línea del tiempo huyo del duelo de ese abismo en el hoy que nos acecha. Lo aprendí en el camino del exilio: duele el país real de la memoria y nace como un hongo en otro sitio, envenenado y que también acosa. Y por eso hoy combino con distancia. Cuando casi estoy vivo casi muero, y casi escribo, torpe de añoranza, un verso ocioso, ausente y con defectos.
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No (...) Reverrai-je le clos de ma pauvre maison, Qui m’est une province, et beaucoup davantage?
Joachim du Bellay
Ni cuando se olviden todos mis poemas esqueletos del alzheimer, secos como los tamarindos de la playa, el año que los encontramos hechos pasto de termitas, y porque el tiempo hace girar lenta la cuchara en el plato de sopa de los viejos, y son 26 letras impasibles de alfabeto. Y cuando acabe de morir el mártir que me habita atravesado por el venablo cierto del que cambió los años por monedas y registra los segundos que me restan y aunque el ángel pertinaz de mi pobreza vuelva otra vez como los mitos o el perdón y la sangre por la mano extendida con que espero. Ni aun así.
Poeta ria d o
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Lujuria La chair est triste, hélas, pero ¿y la fantasía?, ¿y es mental un pecado si usamos los sentidos? Por los nueve agujeros del cuerpo, como un guía, un vértigo fue abriendo las llaves del alivio. No es el apelo mudo de la especie en el tiempo que nos habla de lejos como de un deber último. Ese goce no tiene ni locura ni exceso, es el dios de los hijos, el secreto del mundo. A ti, vieja lujuria, te cometí tan poco y tanto algunas veces, fui más allá del sexo. Hubo hombres que me amaron, y el amor no es vicioso, pero a ti te entregué la otra faz del deseo donde se desvanecen Actos contra naturam (cuando yo me perdía en las nalgas de Eros) y hoy palpo en tus palabras —concupiscencia impúdica— y mi vicio más íntimo acaba en desenfreno.
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Hipótesis
Gerardo Beltrán Poeta y traductor mexicano, doctor en Literatura Comparada y profesor de Traducción Literaria en el Instituto de Estudios Ibéricos e Iberoamericanos de la Universidad de Varsovia, donde es también jefe de la Sección de Teoría y Práctica de la Traducción. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Romper los muros (1987), La vida no pasa en vano por Moras (1988), Breve paisaje con sombras (1996) Con el imán de la memoria y otros poemas (2004), Especulaciones (2007) y Los charqueros (2010). Traduce, entre otros, del polaco, lituano, inglés y yiddish. Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta (1991) y Premio de Traducción de la Unión de Escritores Lituanos (2000). Miembro del PEN lituano, de la Asociación de Traductores Lituanos y del Consejo de Expertos del Festival Internacional Otoño Poético de Druskininkai. Miembro de Honor de la Sociedad de Escritores Polacos.
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Y si esta vez fuera cierto que lo incierto tiene límites concretos y que a fin de cuentas puede ser lo que nunca ha sido, cuánto tú cabría en mi yo delimitado por tu ausencia, cuánto yo quedaría en ese tú definido tan solo por oposición. El todo no siempre es mayor que la suma de sus partes: A veces puede ser simplemente distinto, redondo, perfecto.
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Coincidencia Hay coincidencias que por las circunstancias en que ocurren se llaman causas, efectos o a veces, incluso, destino. Qué coincidencia que tú eres tú, que yo soy yo y que un día, que justo resultó ser ese día, nos encontramos. Coincide con que así es la vida, qué le vamos a hacer.
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Nosotros Mi vida entera cabe en un pronombre, su breve luz y su caudal de sombras, su detención, su juicio, su sentencia: porque el delito de decir nosotros me ha condenado a una prisión de espejos en los que solamente me reflejo yo y todas las formas posibles de tu ausencia. Ya solo serás real en mi certeza, en un dolor agudo que no pasa y en ese día final que será mío, tuyo e inevitablemente nuestro.
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Perdida tu mirada añorada tu sonrisa perdida tus ojos azules en la profunda oscura
Martha Canfield Montevideo, Uruguay, 1949. Vive en Italia desde 1977. Es titular de la cátedra de Lengua y Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Florencia. Ha publicado numerosos ensayos sobre autores hispanoamericanos, como López Velarde, Borges, Cortázar, García Márquez, Álvaro Mutis, y ha traducido muchas de sus obras al italiano. En 2006 fundó en Florencia el Centro de Estudios Jorge Eduardo Eielson, para la difusión de la cultura latinoamericana. Como poeta escribe en español y en italiano, siendo su más reciente publicación: Sonriendo en el camino. Poesía reunida 2009-1969 (edición de Márgara Russotto; Montevideo: Linardi & Risso, 2011).
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irremediable ausencia que me deja sin ti cuando no soy capaz de respirar un aire que no es tuyo de contemplar la tierra que te ignora de volver a querer la vida que no es vida de mis días sin ti tu mirada en mis ojos tu sonrisa en mi alma tu vida ida en la esperanza ciega de un camino que cumplo día a día sin ti envuelta en el calor seguro de tu sombra igualmente sin ti igualmente para siempre contigo en el sueño sin sueño de tu amor para mí
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Tiempo-serpiente ¿Cuántos minutos tienen las horas de un amable conversar? Estábamos seguros que algunos eventos del pasado constituyeran la raíz de ciertas situaciones actuales. Así, guiados por nuestro razonar ante los ojos nuestros los tiempos sucesivos adquirieron la forma de serpiente y el aire seguro acogedor de nuestro cuarto nos sostenía como si eso fuera el interregno cálido de un sueño a ojos abiertos. Pero de pronto las disquisiciones encontraron un orden imprevisto y yo te iba diciendo y tú me ibas diciendo y el brazo circular del tiempo de serpiente sin fin fue dando vueltas con amor acunándonos como madre abrigándonos dejando abierto solamente un paso una pequeña salida ascensional a través de la cual los corazones nuestros en la ebriedad de lo que al mismo tiempo es nuevo y es antiguo subían y gozaban cantaban y volvían al ingrávido centro del instante sublime del tiempo atemporal.
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Palabra-hoja
Para Massimo Mori
una palabra una hoja aislada dorada bajo el sol una palabra aislada en el tejido existencial de la frase no necesaria insólita al tallo verde frágil aferrada fulgurante en el sol conmovedora en el gesto palabra-hoja sola con las raíces abajo custodiando el secreto de fundación que la frase completa podría revelar y la planta crecida extraviar confundir hoja huérfana inusitadamente valerosa tímida palabra recortada descontextualizada hoja olvidada de la tierra pequeña planta futurible imagen sin presente y sin fundamento palabra / planta / sueño llanto del despertar
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Ese viento no llega Ramón Mendoza Herrera, a su memoria.
Felipe Mendoza Camacho, San Ignacio, Sinaloa, 1968. Es autor de los libros de poesía Acertijo de color, Fatiga para la luz, Fruto de soledad, Los vientos enemigos, Las palabras del Rímac y Definiciones perennes, publicados por diversas editoriales de México y Perú. Ha dado a la luz los libros de ensayos Temas literarios, Con una voz en cada puerto (sobre Gilberto Owen), El Gabo en Sinaloa (sobre Gabriel García Márquez), y La poesía mexicana contemporánea, entre otros. En la actualidad se desempeña como profesor de literatura hispanoamericana en la Universidad Autónoma de Sinaloa, y como promotor de lectura para el Consejo Nacional para la Cultura y la Artes en México.
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Ese viento animal que venía del monte se ha detenido, la soledad nos acompaña, las palabras nos sobran, nunca supimos que la orfandad mordía con tanto | dolor, hasta que vimos el féretro frente a nuestro propio | entendimiento, hasta que nos miramos reunidos para sepultar a | nuestro padre, hasta entonces supimos que la vida nos regala tanto, | que nos besa, solo, en ese momento en que el llanto con sus lágrimas | duras con su pesar de muerte y desagravio nos dice que | aquella es la raíz, y nosotros ese árbol frondoso que se eleva en su canto | de pájaros. No sé es necesario explicar la demora, tuvimos | tiempo de sobra, pudimos hacer todas que las cosas que ahora nos pesa | no haber hecho, es tan rara la vida que los caminos confunden al | viajero, y uno va, por eso ahora que regreso de enterrar a mi sangre me conduelo, le explico al viento que no llega que prefiero escribir | una dócil palabra, porque si algo empiezo a conocer es al corazón y las | lágrimas arden.
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Quisiera en esta página borrar el destino y la ausencia, tener la certidumbre de un abrazo menos doloroso, y un suspiro vital despierte aquello que dijimos o callamos, tuve la fortuna de escuchar un último relato que me contó hace poco: “cuando apenas tenía catorce años con 30 pesos en la bolsa conocí Culiacán, el tren que nos trajo me dijo cargaba una bola de pobres que viajaban a un rumbo, mi hermano y yo queríamos descubrir la novedad y abríamos los ojos, en esos años esta ciudad donde llegamos era pequeña y el monte estaba cerca”. 1944, esa fecha se reveló como presagio de algo aquel día, y creo que al hacer el recuento de un viaje feliz mi padre, el hombre de 80 años que ahora moría quiso dejar en mi recuerdo para que yo escribiera a los suyos que la felicidad y la alegría fue también su forma de sentir con agrado este mundo donde habitó sus años, donde sufrió el asma impertinente, su dolor de respiro, donde hizo a un lado con indiferencia la traición de su cuerpo fuerte, y bebió con nosotros cada año cerveza y alegría, nada le deben ya. Es 2011 , no corre el viento, no se mueven las hojas, vamos a llorar, vamos a consolarnos, no lo hemos perdido, fue el padre que nos dieron y lo honramos con gracia, es hora, que descanse, su muerte le sea leve, Sabemos que su vida era bonita, ¿es cierto mis hermanos?...
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P O E TA S E C U AT O R I A N O S LOS DESTERRADOS DEL CANON Xavier Oquendo Troncoso
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os seis poetas que conforman el cuerpo vivo de esta antología ecuatoriana fueron olvidados por el canon social de la poesía en el país de la mitad del mundo. Se les dejó a un lado por diversas cuestiones y situaciones que no cabría profundizar aquí.
Son los “olvidados”, los que no tuvieron cama para dormir el sueño de los clásicos. Y, sin embargo, pasarán a la historia como eso mismo. Superando las barreras de los “bastardos del canon”, de aquéllos que están allí, de forma mediática, y que se confunden, inseguros, frente a lo verdaderamente sostenido en el lenguaje, en la palabra poetizable. Rafael Díaz Icaza vive aún en Guayaquil, su gran labor de periodista y su talento en la narrativa lo envolvieron en una fugaz vorágine de fama. Pero su poesía fue olvidada. Hace pocos años, Nicole Ruam, la viuda de Jorge Enrique
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Adoum, recogió toda su obra en un tomo muy hermoso. Francisco Tobar García es un poeta que está inscrito con letras de oro en la dramaturgia del Ecuador. También es uno de nuestros más importantes narradores. En todo libro de texto sobre literatura ecuatoriana figura su nombre vinculado con lo más excelso del teatro nacional. Además de actor, y de los buenos, estupendo director de sus propias piezas magistrales. El teatro se encargó de tapar su portentosa poesía. Probablemente es el más exquisito poeta amatorio del siglo XX. Paco Tobar es figura indispensable para entender el poema de largo aliento y su tono avasallador. Manuel Zabala Ruiz es el poeta del rigor formal. Su obra completa es un solo libro que lo ha venido trabajando a lo largo de sus ochenta años. Poeta clásico que logró reivindicar el sone-
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to y la consonancia, enriqueciéndolos con nuevos tonos. Además, es uno de los únicos poetas que escribe desde el optimismo con el poder de la música, la ironía y el humor sostenido. Versos de factura única. Lector perspicaz de los más representativos poetas clásicos y provenzales. En cuanto a su obra, Zabala Ruiz constituye un verdadero artista sumido en la parquedad. Ileana Espinel Cedeño logró trabajar un tema inédito en nuestra poesía: el de la enfermedad. Sus versos reflejan la hipocondría y el amor austero. Mujer que luchó por la palabra en un “cuartel” repleto de hombres. Su voz se impuso y su verso figura entre las mejores poéticas femeninas de Hispanoamérica. Pionera del verso femenino, Ileana hizo el camino para que transiten las demás poetas contemporáneas. A partir de ella, se dejó de llamar “poetizas” a las mujeres que escriben versos. Ella era, es y será una Poeta, con mayúscula. David Ledesma fue nuestro poeta suicida menos llorado y recordado. Su poesía profética y absolutamente vanguardista, reveló un nuevo estilo, una nueva tradición para la poesía que se escribía en los años 60. Su corta obra inspira a una “inmensa minoría” que lo ha reconocido como autor de culto. Su poesía, en gran parte homoerótica, es realmente digna de resaltar por haber
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sido escrita en una época en que Sudamérica aún no tenía tolerancia frente a esos temas. Por último, está Rubén Astudillo y Astudillo, quien escribió una obra sustancial; adornada de finísmas connotaciones orientales, filosófica en los tonos y formas. Original en rupturas y sonidos. Rubén fue relegado, aún no se entiende el porqué. Tal vez su ostracismo o su vida alejada de la realidad del Ecuador, por haber vivido muchos años en China, hizo que su gente lo olvide. Pero su poesía llegó con la fuerza inusitada de un huracán a quedarse en esa vereda cercana a los transeúntes que pasan de la lectura a la certidumbre de lo que el tiempo dejará escrito en la verdadera antología. Estos seis nombres deberían figurar entre los veinte más importantes de nuestra poesía. La selección de estos poemas estuvo a cargo de seis jóvenes voces de la poesía ecuatoriana actual: Augusto Rodríguez, Carlos Garzón Noboa, Julia Erazo Delgado, Siomara España, Freddy Peñafiel y Juan Carlos Astudillo. Ellos han excavado en la obra de los “desterrados del canon”. Estos jóvenes poetas han releído a los “viejos”, como alguna vez lo profetizó Ezra Pound a propósito de Walt
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Whitman: “Haré un pacto contigo, Walt Whitman-/ Te he detestado ya bastante./ Vengo a ti como un niño crecido/ que ha tenido un papá testarudo;/ ya tengo edad de hacer amigos./ Fuiste tú el que cortaste la madera,/ ya es tiempo ahora de labrar./ Tenemos la misma savia y la misma raíz-/ haya comercio, pues, entre nosotros”. Considero que la poesía joven debería leer a sus antecesores para entender la raíz de la originalidad y de la ruptura.
pasos de los “genios inéditos”, nunca permanecen escondidos pese a la inmediatez, al dolor de la injusticia y a la mala lectura que genera gratuidades y puntos de vista equivocados. Estos seis poetas forman un abanico de voces esenciales de la poesía ecuatoriana. Invito a conocerlos y a beber su savia proverbial, que es de lo que está hecha la poesía: palabras que prueban la maravilla. Ni más ni menos. Quito, 21 de enero del 2011
La justicia llega sola y a veces tarda. La verdadera poesía sigue los mismos
Xavier Oquendo troncoso | Ambato, Ecuador, 1972. Periodista y Doctor en Letras y Literatura. Ha publicado ocho libros de poesía. Su obra poética está recogida en Salvados del naufragio (poesía, 1990-2005); narrativa: Desterrado de palabra (cuentos, 2000, 2001). Ha editado las antologías, Ciudad en Verso (antología de nuevos poetas ecuatorianos, 2002), y Antología de nuevos poetas ecuatorianos (2002). Su último libro de poemas es Esto fuimos en la felicidad (Quito, 2009). Premio Nacional de Poesía, en 1993. Es director y editor de Elangel. Parte de su poesía ha sido traducida al italiano, inglés y portugués. Organizador del Encuentro Internacional “Poesía en Paralelo Cero” en Ecuador.
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Rafael Díaz Icaza Guayaquil, 1925
Presentación y selección de poemas: Augusto Rodríguez
La poesía de Rafael Díaz Icaza abarca una gran variedad de registros que van desde la poesía política, social, pasando por la amorosa e intimista, hasta llegar al humor y la antipoesía. Su obra se nutre de lo urbano, de la ciudad como espacio reflexivo, cuya marca es inigualable. Su pensamiento es eficaz y está a la orden de la mejor poesía. Poemarios como Zona prohibida, Botella al mar, El regreso y los sueños, Mareas altas, Señas y contraseñas, lo confirman como uno de los poetas mayores de su generación y del Ecuador. Perteneció al grupo Madrugada, escribió cuentos, ensayos y editoriales para diarios del país. En el 2007 se publicó su antología Bestia pura del alba que recopila su poesía esencial.
Árbol genealógico Animales no herbívoros ni carnívoros. Mamíferos absurdos. Complicados rumiantes de palabras. ¡Somos los últimos dinosaurios! Nuestros tataranietos citarán la rareza de haber tenido en su árbol genealógico esta especie animal en extinción, el homo poéticus. Nuestro origen está en otra galaxia. Somos, aunque nos pese, animales extraños alimentados de papel impreso.
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Tango del recasado Rafael Díaz Icaza participa a usted su nuevo matrimonio con una bellísima y horrible temible y triste dama que no lo hará feliz. Hoy día, tras varios años de divorcio se volvió a matrimoniar con la Poesía y a soportar sus celos y caprichos, sus olvidos culposos: todo su desamor y sus excesos. Ya olvidado de cómo hacía el amor en otros años la tomó brutalmente en su escritorio quiso morderla y resultó arañado y entonces recordó viejas palabras nombres de hilo invenciones y hasta voces mágicas pronunciadas golpeando su esqueleto cual si fuera un tambor. Y ella tomó las formas de otros tiempos se vistió de fantasmas y alcanfores impávidos. Sus pechos otoñados por los hijos y luego invernecidos por los nietos frutecieron de nuevo.
Augusto Rodríguez | Guayaquil, 1979. Periodista, editor y catedrático. Ha publicado seis poemarios. Es editor de la revista literaria El Quirófano e integrante del grupo Buseta de Papel. Su poesía aparece en revistas, periódicos y antologías de Hispanoamérica.
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Francisco Tobar García Quito, 1928 – 1997
Presentación y selección de poemas: Carlos Garzón Noboa
Su obra dramática y narrativa ha dejado injustamente en penumbra su poesía. Sin embargo, Paco Tobar es, sobre todo, un poeta inmenso, esencial; dueño de una prodigiosa sensibilidad enraizada en su vocación de viajero incansable. A la manera de Picasso, quien halló en la cultura africana la clave para revolucionar el mundo del arte con el cubismo, nuestro poeta, gracias a esa fuerza creadora que el espíritu de la negritud ofrece, supo plasmar para la posteridad poemas de amor tan conmovedores que, sin reparos, podrían estar junto al Cantar de los Cantares o a la mejor poesía amorosa de Pablo Neruda. Dichos poemas se hallan recogidos en Ebrio de eternidad y en La Luz labrada, libro dedicado a su última esposa: Elena Caicedo Tenorio, hermosa y altiva mujer negra.
Sonata cuando la tórtola zurea, el aire limpio se muda a mi ventana; yo mismo me pregunto si el amor ha vuelto ¡con aquel rostro que entreviera a solas! y todo envuelvo con la música que, nueva, escucho al cabo de años, y te escribo. hace un momento cruzaron nuestras voces y esta mañana entrambos preguntábamos si el sueño es nuestro. cuidemos que no mueran las palabras, y la tórtola siga en la terraza, siempre a tu espera, como yo te he esperado desde siempre.
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¿de cuál manera muda te he donado parte de alguna noche, cuando abiertos los ojos, perseguía, tal vez tu aroma, tus pasos o tus labios? nada tiene respuesta, es el milagro de quienes de repente toman estos dones, y la música ahora reina en tu ausencia y en la mía; quién sabe, triste, o quién sabe humana, alegre como un trozo de tierra renacida, o como un cielo cerca, donde amarnos.
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La seducción llega con el aroma de la caña, dulce como el alcohol, precedida de un sueño que yo soñara en áfrica, alta, con la sonrisa de saliva roja. no me detengo a preguntar su nombre. lo adivino. mas trato de besarla y ella, esquiva, huye de mí, riendo y vuelve la cabeza mientras regresa el día. la seducción se inicia, el viejo juego, cuando la luz resbala por su piel oscura. ¡oh noche recogida en las axilas, los senos en el trance de volar! ave teñida de un asombro mudo, temblor de las pestañas veladas de misterio. en esa oscuridad, estoy perdido, niego hasta mi alma por hallar su cuerpo.
Carlos Garzón Noboa | Quito, 1972. Poeta y pintor, autor del poemario Erial y Mínima antología personal. Co-editó La voz habitada, siete poetas ecuatorianos frente a un nuevo siglo. Consta en varias antologías: Ópera prima, en España, Poesía del libre amor, y Poesía en paralelo 0, en Ecuador. Fundador del Periódico de Poesía del Municipio de Quito.
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Manuel Zabala Ruiz Riobamba, 1928
Presentación y selección de poemas: Julia Erazo Delgado
La poética de Manuel Zabala Ruiz se inclina al preciosismo. Aborda, algunas veces cuerpos temáticos algo distantes a la realidad latinoamericana, aunque no totalmente desvinculados de ella. Sin embargo, una lectura atenta nos acerca a una visión profundamente humana y sacra de su entorno.En medio de la poesía vanguardista de los años 50 y 60, Zabala Ruiz apuesta por las formas clásicas propias del siglo de oro español. Cultiva el soneto de forma magistral y logra sacarle el jugo a través de coloridas imágenes e ingeniosos juegos lingüísticos. Sus mejores frutos poéticos los encontramos en esta forma estrófica. Su obra está imbuida de un fino humor que, en no pocas ocasiones, alcanza niveles de estilizado sarcasmo, y de referencias al lugar de origen, la mayoría de las veces, a través de modismos locales. Su obra se erige sobre una sólida fe religiosa, gracias a su conocimiento bíblico. De allí se descuelgan una serie de personajes que son invocados para recrear algunos pasajes evangélicos. Quizá por ello su poesía haya sido calificada como narrativa por el poeta y ensayista Jorge Enrique Adoum1.
1 Jorge Enrique Adoum, Poesía viva del Ecuador
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Esquema del sombrero Hay en todo sombrero el intento de un viaje, una noche en vigilia o un saludo en espera... Código de señales para el refinamiento, el sombrero es un ente pensativo que sueña... De su estirpe de ave le queda sólo un ala y el modo misterioso de posarse en la percha: en él hay algo humano de solterón antiguo y es, de todo el ropero, el único que piensa... Alquila por la nada sus rodajas de sombra y sirve de alcancía huraña al pordiosero; se estiliza en aureola para su rol de santo y el bonete del cura le consagra torero... Cáscara intelectual o duende oscurantista... Decapitado anónimo o insospechada omega... Anticipo del huésped o porción de silencio... Plenitud del reposo y víspera de la idea... Le vuelve un niño triste su viudez neurasténica... Burlón, malencarado, juega a las escondidas... Es un monstruo en reposo cuando está bocabajo y es un nido en ensayo cuando está bocarriba... (De Teoría de lo simple)
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La parroquia La aldea es una gris fotografía tomada en un ataque de tristeza donde el buey, capellán de la dehesa, se come por los bordes la alcaldía... Todo sucumbe en la melancolía, y, un futurista can, de sobremesa, mira el buey de los pies a la cabeza como una colosal zapatería... Sobre el monte sumido en el embrujo la tarde pinta su cartel de lujo donde un gitano sol se va de viaje. Cruza una desolada golondrina; y, en la breve ilusión de la neblina, se enrolla el gobelino del paisaje... (De Sonetos del Redondel)
Julia Erazo Delgado | Quito, 1972. Poeta, periodista y docente en las áreas de comunicación y lenguaje. Su poesía ha sido publicada en antologías y revistas de poesía ecuatorianas e internacionales. Ha participado en encuentros de poetas en Ecuador, Colombia, Venezuela y España. Tiene publicados: Verbal y La voz habitada. Su libro Cuerpo erosionado está próximo a publicarse.
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Ileana Espinel Cedeño Guayaquil, 1933 – 2002
Presentación y selección de poemas: Siomara España
Bajo el sino de la parca en cada verso, Ileana Espinel llegó un octubre 31 de 1933, con su aguzada centella de ironía; mordaz y lúdica, sardónica y punzante, riendo de angustia desde su esencial y enigmática palabra. Fue la presencia misma de la poesía, padecimiento hecho pasión en cada línea, surco que se desangra rompe y burla su propia existencia con la hondura de quien, desde el alma, hace brotar su propio e inagotable manantial. Poeta trascendental, no sólo por su ubicación vanguardista, sino por la novedad de sus diversos significantes. No ha habido aun en nuestro lar quien camine por esas escarpadas vías. Amor, dolor, muerte, desencanto y chanza, temas amalgamados en versos todavía frescos y sincrónicos con la contemporaneidad.
Septiembre dos Vuelo gris de una lágrima celeste derramándose. Alma mía sin paz (Oh paz: arcana siembra) En mis años, mil siglos. En mi todo, la nada. En mi sala, tu vida visitando a mi muerte.
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La universal escoria
“Soy la mierda” repiten la voz y el eco de la voz del orbe que dilata su pestilente gloria. Aquí también la hez de mis relojes: la fecal depresión de una fe que se extingue, de un amor que no cabe en mi abandono. Compréndeme, oh tú, conservador de ese antro que es el mundo donde sólo el dinero siembra y siega. Asume este cansancio que navega en mis venas con un final desprecio tan puro como el llanto. Nada quiero saber de cuanto amaba, de quien logró mi fe como “amigo” o emblema por quien alcé mi lucha como un titán cegado. Toma en cambio esta luz abrasadora: mi sola fe en la mierda de tus días, ¡mi demonio orgulloso de sentir que estoy sola!
Siomara España Muñoz | Portoviejo, 1976. Poeta y catedrática de Literatura y Español, ha recibido varios premios tanto en poesía como en cuentos, dentro y fuera de su país; ha publicado los poemarios: Alivio demente y Concupiscencia. Consta en numerosas antologías ecuatorianas y en México, Perú y Chile. Parte de su obra ha sido traducida al inglés.
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David Ledesma Vásquez Guayaquil, 1934 - 1961
Presentación y selección de poemas: Freddy Peñafiel Larrea
Una de las voces líricas más importantes del siglo XX del Ecuador, y al mismo tiempo una de las voces más silenciadas. De los datos que se han logrado recuperar de su vida, está su paso por la prensa nacional e internacional, su camino elegido como actor de teatro, y su obra poética. Recorrió América Latina, con el teatro y la poesía en su morral. Fundador del Club 7 junto a varios escritores jóvenes de Guayaquil, con quienes publica un libro colectivo que le sirvió para entrar de lleno entre los temas de tertulia poética de ese entonces. Recién a inicios de este siglo, su obra salió de los caminos secretos del silencio. Sin embargo, siempe fue una lectura casi clandestina de los círculos intelectuales. La sociedad le debe a Ledesma Vásquez una difusión masiva de su obra y de su vida. La poesía siempre puede vencer a la muerte. David Ledesma Vásquez se suicidó, ahorcándose con una corbata amarilla, a los 27 años de edad.
Distinto El pájaro que tiene sólo un ala, la naranja cuadrada, el árbol tenso que tiene las raíces para arriba y el caballo que galopa para atrás, sólo ellos me entienden. Mis hermanos. Mis diferentes semejantes que amo. Y un día, distinto, sin pareja, con ellos cavaré un hoyo muy negro donde meterme con mi sombra a cuestas.
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La corbata amarilla Algunas veces perros estampados y otras, caras de amigos como perros; larga lengua amarilla, mi corbata pregona zarandeándose en mi cuello: “Nada puede decir emocionante que haga llorar a las señoras como las novelas radiales o la muerte de algún pariente a quien trataron mal.” “Correctamente rectos mis vecinos me miran con anémico desprecio: sus oxidadas vidas se deslizan en sopas, adulterios y velorios.” “Mi cerebro -terriblemente grandeno me permite gestos desenvueltos, ni ser buen deportista, ni tener ahorros, ni leer a Winston Churchill,”
Freddy Peñafiel Larrea | Quito, 1972. Profesor de literatura, productor radial, y sobre todo poeta. Ha publicado del amar, de la mar (1995), del asombro, de las sombras (1997), Anzuelos (2003), y Presagios (2009).
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Rubén Astudillo y Astudillo Cuenca 1938 – 2003
Presentación y selección de poemas: Juan Carlos Astudillo
Rubén Astudillo y Astudillo nace en el pequeño pueblo andino de El Valle, cerca de Cuenca, en 1938. Fue profesor y periodista. Su labor poética se iniciaría tempranamente, con la fundación de la revista Amanecer, en los años de colegio y la publicación de su primer poemario: Del crepúsculo, en 1957, a los 19 años. En 1958 publica Trébol sonámbulo; y en 1960, Desterrados. Dirige, durante estos años, la revista Syrma, la misma que dio nombre a lo que se llamó “la Generación del Sesenta”, de la cual sería “…su guía y su mentalizador…”, en palabras de Felipe Aguilar. A los 25 años publica Canción para lobos, en 1963, poemario con el cual grabaría su nombre dentro del panorama de la poesía nacional, y latinoamericana. En 1968, publica Las elegías de la carne. De 1969, El pozo y los paraísos, su quinto poemario, se publicó casi simultáneamente en Colombia y Ecuador. En la década del 70, parte en “exilio voluntario” a cumplir labores periodísticas y diplomáticas en diferentes latitudes del mundo: China y Venezuela, mayormente; tiempo en el cual expandiría su labor poética, con publicaciones en diferentes escenarios: La larga noche de los lobos, (1973); El crepúsculo de los lobos y la antología Resplandor plural (1994), Los himnos del crepúsculo, El presente tomado y de De la tierra, el fuego y los recuerdos, (1995); y su obra póstuma Regreso al sol negro, (2005).
Hasta el 999 Cuando desde la tierra el agua de unos senos, el vaivén de la carne o el sabor de unas piernas hasta el sexo nos suben, Amamos.
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-ellas igual, nos aman cuando el nombre de un hijo les cosquillea el vientredespués, sigue la náusea. amando a nuestro modo -furiosa, agotadoramentevolvemos a ser libres Es nuestra Rebelión. así nos liberamos rato a rato con los cuerpos deseados cayendo; en la carne que tiembla, olvidándonos: sobre ella que tiembla y se agita sintiendo que nos dejan en paz el hogar, los despachos, los padres, las iglesias, los hijos, el miedo, la enfermedad, el mundo; estos dioses amargos que tanto nos muerden. -sin odiarnos nos muerden, carajo-
un día no nos queda ni siquiera el recuerdo. números de teléfonos, fotos, pañuelos, puertas, ventanas, lechos, calles… solo esto y nada más, espina que no alcanzas más allá de dos lunes. a-y llama en que quemamos nuestras banderas negras. a-y nube por quien es tan amable el olvido. De Canción para lobos. 1963.
Juan Carlos Astudillo Sarmiento | Cuenca, 1979) Licenciado en Comunicación Social, Magister en Estudios Latinoamericanos con Mención en Literatura. Ha publicado dos poemarios: Los caminos del espejo: (Mención de Honor en el Concurso “Jorge Carrera Andrade”, 2000); y del Profundo albedrío, (2003). Director de la revista de creación literaria Salud a la Esponja.
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P O E TA S J Ó V E N E S C O L O M B I A N O S Selección y nota/ Jenny Bernal1
No basta con saber hacer buenos poemas —advierte Evtushenko—; es necesario también ser capaz de defenderlos Jaime Jaramillo Escobar
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s cierto que la poesía es una, que no existe una poesía vieja y otra nueva, no obstante, es válido afirmar los diferentes momentos y generaciones que convergen en ella. Entenderemos poesía joven como los trabajos poéticos que están siendo producidos por escritores entre 37 y 20 años. Es imprescindible al hablar de poesía reciente citar su contexto y el eco polifónico de su generación; telúrico momento en el que, como sostiene Octavio Paz, “la poesía revela este mundo; crea otro”, factores emergentes a la hora de una aproximación a la poesía actual. Como primera instancia antes de aventurarse a mirar lo último en creación poética, es necesario como ejercicio de memoria y valoración de lo propio, reconocer en Colombia una tradición poética importante: José Asunción Silva, Aurelio Arturo, León de Greiff, Jaime Jaramillo
Escobar, Meira Delmar, Giovanni Quessep, Juan Manuel Roca, por mencionar sólo algunos, quienes han sido maestros y dialogan con nosotros (nuevas generaciones), desde el ejercicio de lectura, guiando nuestros quizá endebles pasos, llenando nuestras maletas de numerosos encuentros poéticos desde lo invisible y lo humano. Aventurarse a hablar de poetas menores de 37 años posiblemente es una labor arriesgada, ya que si bien surge una dinámica interesante de escritura en dicha generación, de ese “nombramiento poético” (por llamarlo de alguna manera) es el tiempo y sin lugar a duda los lectores quienes se encargarán. Por fortuna, la producción poética no cesa y el ejercicio de la escritura permanece en pequeños y grandes escenarios: guetos, talleres literarios, colectivos independientes, cafés poco concurridos y otros
1 Bogotá, 1987. Cofundadora del Festival de Nueva Poesía y Narrativa Ojo en la Tinta, y miembro del colectivo literario La Raíz Invertida.
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escenarios con más o menos atención, donde independientemente de ello se rescata la palabra. Por otra parte se podría pensar que el poeta joven es blanco de la más radical crítica, quizá por no ser consecuente con la fuerte tradición poética y en ocasiones caer en un tono poco propositivo, o por no ser capaz de generar una ruptura en términos de estilo, sentido o forma, la cual marque precedente. Quizás algunos piensen que con seguridad sus versos aún se encuentran lejos de pasar a la posteridad, pero como cita Jaime Jaramillo en el epígrafe de este texto, es preciso defender los poemas. Ello lleva a defender también los nuevos poetas. Aniquilarlos sería poner punto final a un asunto que debe estar siempre en puntos suspensivos, sería negar la vida de la poesía, sería matarla y, claro está, que ella es inmortal. La muestra poética que se presenta a continuación es una de las tantas líneas que atraviesan hoy en día la joven poesía colombiana, vinculando a ella incluso algunos autores inéditos de diferentes ciudades y contextos, todos en armonía con un mismo sentir. Osip Mandelstan dirá en uno de sus poemas:
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…Yo veo al mes inanimado y al cielo más muerto que el lienzo; y acepto del vacío ¡su mundo enfermo y extraño! Estos versos podrían leerse como eco de la generación actual, en donde es el mes un tiempo inanimado, ante la incertidumbre de una época, que proporcional al crecimiento tecnológico y económico poco a poco se deshumaniza, ventana a los ojos transparentes del poeta, y el vacío; ese sentimiento emergente del que no queda otra que aceptar “su mundo extraño y enfermo”. La mayoría de poemas aluden al inconformismo, a las revelaciones silenciosas de un presente solitario, a ese hilo delgado y sensible de vida que toca a todos los poetas. También se entrevé en dichos escritos esa voz del inconsciente que, según Juan Gelman, “grita mucho”; expresa la realidad, la explora, la cuestiona y crea otra voz, que muchas veces por la misma fuerza vital lleva al punto de la cristalización de la lágrima, a un lento proceso de cicatrización de una herida que comparte una misma generación.
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Henry Alexander Gómez Bidoia Bogotá, 1982
Estudió Licenciatura en Ciencias Sociales en la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Trabaja como promotor de lectura y escritura. Gestor cultural, director y fundador del Festival de Narrativa y Poesía Ojo en la Tinta. Ha realizado varios trabajos y conferencias acerca de la relación entre literatura, rock and roll y metal. Ha publicado Piedras en el trópico y en Raíces del viento: cinco poetas jóvenes colombianos.
El jaguar In the forests of the night, What immortal hand or eye Could frame thy fearful symmetry? William Blake
El enigma de sus pieles me sorprende una vez más a la hora de la muerte. Otra vez la madrugada socavando las angustias y los temibles secretos; he soñado un jaguar ciego pariendo los miles de espejos que lo preceden desde el primer tigre de Adán en el paraíso: un laberinto de perlas negras, de negros anillos de fuego, de umbrosos trazos de jade negro, en el marfil dorado que yace en la penumbra de la indómita selva. ¿Qué visión inmortal? ¿Qué misterio esconde su carne? Sus flameantes ojos ciegos aún me siguen
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en la temblorosa oscuridad de mis pasos hacia la tumba, como una piedra de oro inconmovible en las molicies del firmamento de Alá en el desierto. Lo soñé una y mil noches en esta sempiterna madrugada. Lo soñé en la forma del tigre, del lince, del leopardo; en la forma del puma, del león y de la imponente pantera. Lo soñé en el rostro infame del cazador, y en el sagrado rostro del hechicero. Lo soñé en el altar de sangre de una raza que veneró tu terrible simetría con el universo. Lo soñé al acecho, en la tarde de un árbol muerto y devorando un hombre bajo el amazónico diluvio. De la mano de Poe y Blake soñé también a Tzinacán en su hemisférico encierro, descifrando la escritura de Dios en sus indescifrables pieles. Espíritu del cometa que le ruges mil veces al alba despertándome de mis noches ciegas y blandas, ¿qué portentosos e inmemoriales sigilos le guardas a la espesura intensa de los sueños? No soy yo el que presume de tu esfinge, ni la ligera aurora que me trae tu recuerdo. Es la soledad que encierra mis días y mis libros y el tiempo de otros tiempos que nos revela nuestros miedos.
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Jorge Valbuena Facatativá, Cundinamarca, 1985
Promotor de lectura y gestor cultural. Obtuvo el Premio Departamental de Poesía de Cundinamarca (2008) con el poemario Presos, y el Premio de Poesía Revista Surgente (2008) con el poemario Los arados del parpadeo. Su obra Péndulos fue reconocida con el primer puesto en el concurso Bonaventuriano de Poesía (2010). Su poema “Abismos del silencio” fue ganador en el Concurso Nacional de Poesía Palabra de la memoria (Universidad Central, Bogotá, 2010). Participó en el XIV Encuentro Internacional de Poetas en Zamora, Michoacán, México.
Los colores de la sed Sabía Arturo Cova que el lugar donde guardaba el cuchillo era del mismo color de su piel. Esperaba que el dolor se durmiera en la sangre que pasara de sol de los venados a selva de réquiem, caucho calcinado, y ese vaho de mujer con la savia del llanto soportando el fango del camino, las palabras áridas de olvido y una caricia de fuego que nacía en el fondo de la tierra…
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Sabía Arturo Cova que esa ira era una semilla sembrada en un revólver en mitad de la vía de un disparo eterno.
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Leonardo Gil Bogotá. 1985
Licenciado en Humanidades y Lengua Castellana de la Universidad Distrital. Fundador y director de la revista de poesía El ático desde 2005 hasta 2009. Artículos, entrevistas y poemas suyos han sido publicados en diferentes medios colombianos y en la revista chilena Los poetas del Cinco; recientemente, la editorial Caza de Libros, le incluyó en la antología de la colección “Cincuenta poetas colombianos y una antología”, lanzada en la FILB 2010. En la actualidad, parte de su trabajo literario y de divulgación cultural se puede encontrar en el Blog: www.lotofagica.wordpress.com
Metamorfosis I Poco se sabe pero alguien la otra noche dijo alguien ebrio, supongo, que al sol le gustaba andarse de rodillas “al atardecer no muere como creen los viejos oráculos de las praderas tampoco duerme Un millar de patas le salen de la cresta un millar de lenguas con que lame las montañas los árboles con que bebe las sales secas del mundo
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Y con miles de lenguas /patas /rodillas /dedos el sol se hinca postra su disco ardiente para recibir la bendición de la noche para beber su lago de luces tiempo después, preñado de sombras de rodillas el sol da a luz una niña una cabellera larga y negra le rasga la espalda una suave canción brota de él hija del sol /lluvia muerta sale a bailar los llantos todos del mundo”
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II besar con temor las praderas del sueño inhalar su aire tibio hasta ver que una mano galopa y la otra canta que el cuerpo se desbanda en rumores y bruma que más allá de la noche los rincones de casa iluminan la lenta muerte cuando llega de costado III
IV
Sí, a medianoche la duermevela se rompe con el estruendo de un corazón que cae en el rincón más oscuro de Casa
Cansado de dar tumbos por un espacio indeleble devoraré palmo a palmo las paredes de Casa
no te levantes Un beso del silencio /un grillo muerto me traerá de regreso desde el fondo de mis manos
Mi vocación será la renuncia ya no habrá movimiento Pronto empezarán a caer los tentáculos como la herrumbre de un coloso marchito Soy la piedra que aún no es, hablo el odio de la que vendrá La quietud será una luz débil bajo el agua La arena mi última metamorfosis
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Paola Cadena Bogotá. 1983
Ha publicado el libro de poesía Hotel (2008) y algunos poemas y ensayos en revistas nacionales e internacionales. Ha participado como poeta invitada en diversos eventos como el Festival Internacional de Poesía de Bogotá o Poesía en Abril de Chicago, entre otros. Actualmente adelanta estudios de maestría en Lenguas Romances en la Universidad de Cincinnati, Estados Unidos.
Placa en honor al fundador del hotel Cada hombre es un hotel de paso tiene habitaciones en sus manos y en su vientre y la mejor suite siempre está en los ojos aunque a veces sean opacos y callados. Todo hombre tiene un bar en su garganta y un corredor largo y oscuro desde el alma hasta la razón. A sus espacios diminutos llegan hombres y mujeres con velas encendidas o linternas desgastadas. Un día el hombre muere y entonces llegan los gusanos comen y beben y luego se marchan sin pagar la cuenta.
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Andrea Cote Barrancabermeja, 1981
Estudió la carrera de literatura. Publicaciones: Puerto calcinado (2003), Premio Nacional de Poesía Universidad Externado de Colombia. También ha recibido el Premio Internacional de Poesía Joven Puentes de Struga (2005). En 2010 apareció la versión en italiano de Puerto calcinado, que recibió en el premio al mejor libro de poesía Citta di Castrovillare 2010. Poemas suyos han sido además traducidos al inglés, francés, catalán, alemán, macedonio y árabe. Actualmente adelanta un doctorado en literatura en la Universidad de Pennsylvania, Estados Unidos.
Las huestes Salgo a ese viaje cada cierto número de años. Me voy llevándome un nombre una parte en él se humilla, irremediable. Me voy en huestes en oscuros rebaños; y lo hago para poder hablar de ti y lo hago para no hablarte. Salgo al gran viaje. Me muevo en tu joven raíz. Me muevo en tu amada marcha.
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Viajo para poner un poco de la ruta en mí, un poco de la ruta en ti. Salgo para saber creer en ti. Lo hago para que vuelvas a creer en algo. Me muevo porque existe una cosa incomunicable y he visto cuánto amas las cosas que regresan.
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Lucía Estrada Medellín, 1980
Sus textos han aparecido en varias antologías y publicaciones del país y del exterior. Con Las hijas del espino obtuvo el Premio de Poesía Ciudad de Medellín en 2005. En 2009 fue nominada por la UNESCO al Premio Internacional de Poesía Ponts de Strugas de Macedonia y mereció el Premio Nacional de Poesía Ciudad de Bogotá con su libro La noche en el espejo (2010). Actualmente hace parte del comité editorial de la revista literaria Alhucema, en Granada-España y se desempeña como Coordinadora de Eventos Culturales en la Corporación Fernando González-Otraparte. Ha publicado los libros de poesía: Fuegos nocturnos (Medellín, 1997), Noche líquida (San José de Costa Rica, 2000), Las Hijas del Espino (Cobalto Ediciones. Medellín, 2006 // Hombre Nuevo Editores, 2008), entre otros.
Del libro La noche en el espejo Hay fervor en la dureza del metal, en el viento que lo seduce y lo inclina sobre su propio vértigo. Qué silenciosa esa manera de abrirse lo negro frente a lo blanco, lo visible frente a lo invisible, lo que se precipita frente a lo que permanece. Todo cuanto tiene un peso y una forma, y lo que está oculto, envuelto en la niebla como un barco fantasma, se mezcla entre sí para sostener el cielo, * para estar más cerca del milagro. Y la música, y el pájaro del vacío, y las manos del hombre que le descubren al mundo su verdadero rostro, su densidad. Y la palabra, esa que construye todos los puentes, y el amor, y el silencio, y la pequeña muerte que una noche supo reunirlos en el fuego y la ceniza. * Homenaje a Chillida.
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Santiago Espinosa Bogotá, 1985
Crítico, periodista y profesor de filosofía. Egresado en Literatura (2009) y Filosofía (2010) de la Universidad de los Andes. Ha escrito artículos y reseñas para medios como Revista Casa Silva, El Espectador, Arcadia y La Hoja de Bogotá (del que fue jefe redacción hasta su desaparición, en 2008), así como para las revistas mexicanas Alforja y La Otra. Antologado en Nuevos poetas colombianos (2009), publicación de la revista Posdata de Monterrey. En 2010 apareció Los ecos, su primer libro de poemas.
El otro Pasa un hombre. El niño que fue lo mira con rabia.
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Andrés Barbosa Vivas Bogotá, 1987-2010
Autor de los libros de poesía Desdóblate silencio (2008), La desmesura (2009) y Rutas de mujeres y cáñamo (2010). En marzo del año 2010 ganó el Certamen Literario Alicia Moreau de Justo, en Coronel Rosales, Argentina. Después de su fallecimiento se publicó su cuarto libro, La ciudad del vino (2010).
Con el buen vino Lo estábamos esperando oscuro caballero y ahora a nuestra sangre sufriente retorna con su misiva vetusta en los labios el cielo laurea el atardecer granado de láudano. Bienvenidos sean los secretos, cuentan que su viña gobernó el malevo espíritu y de ella huyeron quienes proscribieron la palabra. Este vino que no bebieron las mejores gentes de la sociedad esclava soñó un largo sueño de humores pesados. Soñó las claves de la mirada pura en el cielo clavada, voces que crepitaban de la tierra
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entre labios yertos divinos y amados. Se hizo agua en el mar que navegan las historias de contrabando: el hombre la hizo condena y yo la hice palabra mirando la estrella del abuelo en el cielo malva. Así caigo herido de melancolía con el vino chileno. Como él destila mi palabra cuando muera deposita sobre mi cadáver su clave de tiempo.
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Luis Botina Castro Pasto, 1985
Licenciado en Filosofía y Letras en la Universidad de Nariño, ha participado en recitales poéticos en Nariño, Cali, Bogotá, Medellín, y Bucaramanga, así como en el Primer Recital Internacional de Poesía de Pasto 2005, evento realizado con el aval de la revista Prometeo de Medellín. Ha publicado en la antología poética Laberintos del tiempo y, en 2007, apareció su libro Sequías del tiempo.
Mino-tauro La poesía es un asunto del absurdo La mano frondosa que le falta al manco El territorio dormido de una virgen desnuda La cicatriz abierta en el ave de los desiertos La sed que clama en el insomnio La poesía es el falo ausente de un ángel Las sombras cíclopes que beben el vino de la muerte En el cráneo ahorcado de la luna La poesía es un perro hambriento En el interior reseco de la saliva.
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Saúl Humberto Gómez Mantilla Cúcuta, 1978
Estudios Literarios en la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Se desempeña como Asesor en Promoción de Lectura de la Red de Bibliotecas de Norte de Santander. Ha obtenido el Premio Estímulo a la Joven Poesía Colombiana, convocado por la revista Prometeo en el marco del XI y XVI Festival Internacional de Poesía de Medellín, 2001 y 2006, con sus libros Ideas de viaje y Lección de olvido. Postulado por Colombia al Premio Mundial de Poesía Puentes de Struga de la República de Macedonia, con su libro Rostro que no se Encuentra, 2010.
Días de mayo a Ana Rossetti
Yo también te creí muerto corazón mío te creí olvidado extinto no te esperaba tan cerca que llegaras en un rostro que lee atentamente la programación de un concierto. Te esperaba entre maderos bañado de rocas y no frágil cambiando de color al paso de las horas. Te imaginaba colgado entre nubes mirando ciudades sin ingresar en ellas no como canto que despierta como recuerdo que llega para robarse la alegría.
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Carolina Calvo-Pérez Bogotá, 1988
Licenciada en Español y Lenguas Extranjeras en la Universidad Pedagógica Nacional. Ha participado en eventos como el Festival Internacional de Poesía de Bogotá y el Festival Internacional de la Cultura en Tunja (2009).
Al lugar donde vas ¿Quién tiene miedo de llevar su dolor hasta mañana como el lío más pesado trasegando por el sueño con la espalda corva y los zapatos que apenas arrastra? De Querencia, Andrés Barbosa Vivas (A su memoria)
Al lugar donde vas no se desdobla el silencio, ni podrás desprender palabras del viento para un | herbario tampoco hay barro para inventarlas Al lugar donde vas tal vez el abrazo llegue sin brazos y sientas el beso sin labios
no hacen falta esos flotadores que nos | salvan del mundo Aún así, tú que fuiste parido desde el eco de la tierra y tienes su sentir en el pensamiento llevas lo que nadie espera encontrar: tus alas van por dentro.
Allí sucede lo inesperado, la poesía deja de ser color la pintura ya no es versos la música pierde textura y es porque al lugar donde vas
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Hellman Pardo Bogotá, 1978
Ingeniero Electrónico. Premio Nacional de Poesía Eduardo Carranza, 2010, y Premio Casa Silva, 2011. En 2008 publicó La tentación inconclusa, bajo el cuidado de Común Presencia Editores. Coordinador adjunto de talleres de creación literaria en Biblored
Oleaje Para qué callar tanto silencio arrepentido, tanto amor a la deriva. Bajo qué movimiento esa pálida muerte llegará con sus arcabuces a deshacernos el mundo. Estas manos que aún esperan caminar ilesas por algún lejano cuerpo, quizá ese cuerpo, donde irán a reposar de tajo. Sombra, río que fluye desvelado, océano y lágrima, árbol de hojas blancas sobre un viejo páramo, ese oleaje es el amor de los hombres. Para qué callar entonces tanto amor a la deriva, tanto río.
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Tania Ganitsky Bogotá, 1986
Graduada de Estudios Literarios en la Universidad Javeriana, actualmente aspira al Magister en Filosofía de la Universidad de los Andes. Premio Nacional de Poesía 2009 de la Universidad Externado de Colombia con el poemario El don del desierto.
De El don del desierto
I. El pasado hubiera podido ser cualquier cosa un árbol que crece cada medio día una madre que renace una noche que no se abre y que no estalla igual que un libro en que no se ha escrito nada un desierto que descubre su tiempo en liras and a god that sings us lullabies pero el pasado, ese no fue el pasado el pasado es un ángel cayendo de cabeza en el vacío
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Felipe García Quintero Bolívar, Cauca. 1973
Es autor de los libros de poesía Vida de nadie (Madrid, 1999), Piedra vacía (Quito, 2001), La herida del comienzo (Granada, 2005), Mirar el aire (Bogotá, 2009) y Siega (2011). Horizonte de perros (La Paz, 2011) es su primera antología personal. Es docente de la Universidad del Cauca en Popayán, Colombia.
La cabra Como Umberto Saba, he hablado a una cabra. Y como hoy yo mismo, estaba sola en el prado, atado, como ella también de noche, a un viejo lazo, ahíto de hierba. Bañado por la lluvia, igual, balaba. Ese su balido, como ahora el poema, era fraterno a mi dolor. Será porque yo hablé primero que la cabra entonces se acalló. Y porque el dolor es eterno, dice el poeta, tiene una sola voz y nunca cambia. Mi voz escuché al gemir de la cabra solitaria.
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Yenny León Medellín, 1987
Estudiante de Filología Hispánica en la Universidad de Antioquia. Ganadora del I Premio de Poesía Joven Ciudad de Medellín con su poemario Tríptico.
La cola del escorpión
Mis pies son el marco del árbol, gotea infinita la aurora… Sobrevuelo el camino del agua en una ola vacía.
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Siento celos de las piedras, envidio su inmortalidad. La cola del escorpión atraviesa la comisura de mis labios.
Soy mi más amado huésped, la más tierna quietud. Mi tronco burbujea sobre el cubo, abro el pergamino ciego, leo la noche sobre mi espalda.
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© José Luis Ramírez
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Las piernas de Celia
Arturo Arango
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ilvia estaba en el balcón, fumando a escondidas de Humberto. Le gusta contemplar la pequeña franja de mar que es visible desde el tercer piso en que viven, pero escuchó una puerta de auto que se cerraba y su mirada se desvió hacia la calle. Era un carro moderno, de lujo, al menos para la percepción de Silvia, quien tiene muy vagas nociones sobre marcas y calidades de automóviles. El techo, gris plateado, brillaba bajo el sol oblicuo de la tarde. Y Celia era la única persona visible en toda la cuadra. La vio entrar, apresurada, al edificio. O alguien había abordado ese auto que ella desconocía o su hija había salido de él. Silvia apagó el cigarro en la tierra seca de una maceta, guardó la colilla dentro de la caja de fósforos y esperó la entrada de Celia. La muchacha demoró muy poco en subir las escaleras que la separaban del apartamento, tiró la puerta, dejó caer la cartera en el piso y se derrumbó sobre un sillón. Humberto, toalla a la cintura, salía del baño y se dio cuenta de que su hija no estaba bien. Silvia abandonó su observatorio e ingresó en la sala. La cicatriz rosada que marcaba el vientre de Humberto brillaba, húmeda aún, por encima de la toalla. —Papi, por favor, ¿me traes un vasito de agua? —pidió Celia, entre sollozos. Humberto miró a Silvia. La muchacha tal vez necesitaba un abrazo, unas palabras de consuelo. Silvia se sentó frente a ella. Humberto vino con el agua, que Celia bebió con avidez. —Es tan loco que no me van a creer —dijo. Había terminado sus clases en la Facultad de Comunicación Social y, como acostumbraba, se paró en la esquina de G y 23 a pedir botella. Celia se sabía bien dotada para la operación de detener carros en la calle. No importaba cuántas per-
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sonas más esperaran a que los autos se detuvieran ante la luz roja del semáforo para preguntar “Chófer, ¿me lleva?”; no importaba que entre ellos hubiese ancianas, madres con niños en brazos, embarazadas, tullidos. Celia era alta (podría ser la más mujer alta de sus familias materna y paterna), delgada, y tenía unas extremidades muy hermosas. El molde debieron ser las piernas de Silvia, pero las de Celia eran más hermosas aún y ella sabía mostrarlas. “Los trapitos” llamaba a las minifaldas con que se vestía para ir a la Facultad, y ante la visión de sus muslos casi totalmente desnudos no había chofer que se negara a ofrecerle un asiento en su carro. No llevaba ni dos minutos en la esquina cuando el auto gris (“Un Audi”, aseguró la muchacha) se detuvo frente a ella. El chofer, un señor de unos cuarenta años, subió sus espejuelos oscuros y la miró. —Estuve a punto de decirle que no, porque prefiero ser yo la que escoja, y me pareció que ya él venía muy despacio, como velando para que lo cogiera la luz roja, pero tenía mirada de persona decente. —¿Sigue por Boyeros? —preguntó la muchacha. —Voy hasta Santos Suárez —respondió el hombre. Sin esperar respuesta de Celia, abrió la puerta del copiloto y apagó la
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música. Celia creyó que era un gesto de delicadeza, de buena educación. —No habíamos llegado todavía a Tulipán cuando me di cuenta de que me estaba mirando las piernas. Vaya, ese tipo de mirada que tú la sientes como si te tocaran. Celia estiró lo más que pudo “el trapito” que malamente cubría sus caderas. Humberto y Silvia, en la sala, observaron las piernas de su hija. “Te lo tengo dicho”, pensó la madre de la muchacha, “en esta casa nadie me hace caso y siempre tengo la razón”. Él, por su parte, se percató de que miraba aquellas falditas como si todavía vistieran el cuerpo de una adolescente. Y Celia acababa de cumplir veintidós años. —Por unas piernas como ésas cumplí yo dieciocho años de cárcel —dijo el hombre. —No me dio mucha gracia pero me reí, convencida de que era una broma. —¿Tú crees que es una broma? — preguntó el hombre. Celia se encogió de hombros, pensó un poco su respuesta, apremiada por unos ojos grisáceos que ya comenzaban a parecerle diabólicos. Antes de decir cualquier tontería, la muchacha miró alrededor: era aún de día, muchos carros pasaban junto al Audi, decenas de personas se amontonaban en las intersecciones con semáforo en espera de la buena voluntad de los choferes. —Usted querrá decir: por la dueña
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—¿Por qué? El Audi volvió a ponerse en movimiento y Celia declaró la única razón a la que se estaba aferrando para no caer en pánico: —Si usted estuvo preso, no puede tener un carro como éste. El hombre extendió una mano hasta la guantera (y, como por azar, rozó las rodillas de Celia), tomó unas tarjetas plastificadas, las entregó a la muchacha. —Los documentos del carro y la licencia del dueño —explicó—. Me lo robé esta mañana, en Varadero. —El carro está a nombre de un tal Eladio, Eligio, qué sé yo, un tipo de Bolondrón, un mulato canoso, de espejuelos. © José Luis Ramírez
de unas piernas como éstas —intentó precisar Celia. —No —rectificó el hombre—, por las piernas. El silencio se extendió hasta el próximo semáforo, en la Calzada del Cerro. Celia tuvo la esperanza de que alcanzaran la luz verde pero de nuevo el chofer fue reduciendo la velocidad para cazar la roja. Con el carro detenido, el hombre bajó los espejuelos oscuros que aún descansaban sobre su frente: —Las adobé, con ajo, naranja agria, pimienta y clavo de olor, las asé al carbón y me las comí —dijo. Celia soltó una carcajada. —¿No me crees? —dijo el hombre, un tanto molesto. —No.
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El auto estaba rebasando la fuente luminosa. Sin mirar al hombre, Celia exigió, enérgica: —Pare y déjeme aquí mismo. Al igual que cuando se enfrentaba a las escenas más tensas de una película de horror, Humberto se puso de pie, fue hasta la cocina, se sirvió agua, bebió unos sorbos y regresó lentamente a la sala. Silvia extendió una mano y él le pasó el vaso. —Pero el muy hijo de puta siguió de largo. Pensé abrir la puerta y tirarme pero estaba segura de que él no iba a parar. Tenía muchas ganas de echarme a llorar y al mismo tiempo me daba rabia. A lo mejor nada más quería molestarme. Celia insistió para que se detuviera, lo amenazó con gritarle a un policía que vigilaba el tránsito en la calle 26. Cuando se aproximaban al semáforo de Boyeros y Santa Catalina, el hombre aceleró, logró pasar en el instante en que la luz verde parpadeaba. —Te dije que iba para Santos Suárez, te voy a dejar en la misma puerta de tu casa —dijo. Celia se envalentonó. —Tenía que haberme quedado callada. —Usted no sabe dónde yo vivo —le respondió al chofer. —Ay, Celia María Anleo Almunia, yo sé muy bien dónde tú vives. La muchacha quedó en silencio. Fi-
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nalmente recogió su bolso, se puso de pie. —¿Y? —preguntó Humberto. —¿Y qué? —¿Qué más pasó? —¿Qué más quieres que pase? Mami estaba en el balcón, fumando, y vio el carro. Hasta la misma puerta de la casa me trajo. —Tienes que ir a la policía ahora mismo. Ellos sabrán qué hacer —Silvia se volvió a Humberto—. Tú la vas a acompañar, por supuesto. Celia se puso de pie. —¿Policía? ¿Qué te pasa? Celia dio la vuelta, cerró la puerta de su cuarto, se escuchó que corría el pestillo. Silvia y Humberto permanecieron aún en la sala, sentados. Por la manera en que balanceaba su sillón, Humberto se dio cuenta de que Silvia estaba muy molesta. —Tremendo, ¿no? —comentó él, por decir algo. —¡Humberto, por favor! Ni tú ni yo nacimos ayer —dijo Silvia y se levantó, entró en el baño. Humberto salió al balcón. Primero miró hacia abajo, donde suponía que el devorador de piernas había dejado a Celia. Luego su vista recorrió la calle, en una dirección y en otra. Hizo un rápido recuento de sus amigos. “Ni uno solo es policía”, se lamentó. Un auto tal vez gris se acercaba lentamente. Hum-
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berto se fijó en la maceta que descansaba a sus pies. La levantó, con mucho esfuerzo, y la colocó sobre el muro que hacía la baranda del balcón. El dolorcito residual que aún lo molestaba volvió a su vientre, como un parpadeo. En la medida en que se acercaba, el auto perdía empaque, modernidad, y quizás fuera blanco y estuviera sucio. “¿Será un Aleko?”, se preguntó. Aquellos carros que llegaron a Cuba casi con el final de la Unión Soviética habían copiado el diseño de los Renault o de los Peugeot, ya no recordaba bien. Le parecía ridículo aparecerse en la estación de policía a repetir aquella historia. Pero con el dato del Audi robado… Celia
no recordaba ni el nombre del dueño. El chofer aquel que trabajó en su empresa, el Tronco, ¿seguiría vinculado al Ministerio del Interior? “No se me ocurre nadie más a quien pedir ayuda”. El auto blanco pasó frente al edificio y siguió su camino hacia la Calzada de Diez de Octubre. Humberto recordó una frase de Celia y buscó en la tierra seca de la maceta: allí estaban los restos de la ceniza del cigarro. “Silvia se piensa que soy bobo”, se dijo. “El enfisema va a acabar con ella”. A partir de mañana, en lugar de bañarse al regresar del trabajo, se instalaría en el balcón hasta que Celia llegara y la comida estuviera lista. “Así mato dos pájaros de un tiro”.
Arturo Arango | Nació en Manzanillo, Cuba, en 1955. Narrador, ensayista, dramaturgo y guionista de cine. Estudió Letras en la Universidad de La Habana. Es autor de los libros de cuentos La vida es una semana (Premio UNEAC, 1988), La Habana elegante (que incluye “Bola, bandera y gallardete”, Premio Juan Rulfo, 1995 y 2000) y En la hoja de un árbol (1994). Estos han sido recopilados en las antologías personales ¿Quieres vivir otra vez? (1997) y Segundas vidas (2005). Ha publicado además las novelas Una lección de anatomía (1998), El libro de la realidad (2001 y 2003) y Muerte de nadie (Premio Casa de Teatro, 2004). Sus ensayos han sido recogidos en los libros Reincidencias (1989) y Segundas reincidencias (2002). Como guionista, es coautor, junto a Juan Carlos Tabío, de los guiones para las películas Lista de espera (2000), Aunque estés lejos (2003) y El cuerno de la abundancia (2008). Recibió el Premio de Dramaturgia Virgilio Piñera por su pieza teatral El viaje termina en Elsinor (2009). Trabajó en la revista Casa de las Américas, que dirigió entre 1989 y 1991, y desde 1996 es jefe de redacción de La Gaceta de Cuba.
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L e n gua de s astre
Pessoa(s)1 Rodolfo Alonso
1 Con esta ponencia, el autor participó en el II Congreso Internacional Fernando Pessoa, organizado en Lisboa por la Casa Fernando Pessoa, del 23 al 25 de noviembre de 2010.
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os argentinos bien podríamos preciarnos de haberlo “descubierto”, o, al menos, de haber sido de los primeros en hacerlo. Mucho antes de que empezara su consagración, cuando hasta en Portugal era casi desconocido, en 1961 Fabril Editora publica en Buenos Aires la primera traducción de Fernando Pessoa (1888-1935) en América Latina. Que fue, al mismo tiempo, la primera en castellano de todos sus heterónimos. El reconocimiento llegó incluso a Portugal, donde esa edición argentina tuvo el honor de ser celebrada en Lisboa por Maria Aliete Galhoz, que en 1963 dijo: “Rodolfo Alonso nos restituye un poeta a través del amor de otro poeta.” Cuando Aldo Pellegrini (1903-1973) siendo yo tan joven me ofreció, a fines de 1959, seleccionar y traducir una amplia antología de Fernando Pessoa, recuerdo que fue arduo convencer a su cuñado, Francisco Caetano Dias. Como si su familia se avergonzara de ese extraño pariente, de vida más que anónima, que recluyó bajo la humilde apariencia de esporádico traductor de correspondencia extranjera para casas comerciales la gestación de su “drama en gente”, la múltiple obra de creación que lo poblaba.
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Sólo se había vertido entonces en castellano a un único heterónimo: Alberto Caeiro (Madrid, 1957), en cuya introducción su traductor, Ángel Crespo, afirmaba claramente: “creo que este es el primer libro de versos de Fernando Pessoa que ve la luz en nuestro país”. Pero lo relevante de esa primicia argentina (primera en castellano con los heterónimos, primera en América Latina) no se limita a su concreción, de hecho pionera, sino también a la intensidad con que fue recibida en todo el ámbito de nuestra lengua. La aceptación de los lectores fue tan inmediata que en contado plazo, sin publicidad alguna, exigió sucesivas reediciones, anticipando lo ahora evidente: Pessoa conquista sus admiradores de a uno, de persona a persona, por la propia potencialidad de sus poemas, sin que se trate en absoluto de un éxito programado, superficial, y de forma tan indeleble que todavía —me consta—aquella edición se conserva en bibliotecas privadas como un acontecimiento, y en el corazón y en la memoria como un entrañable compañero, de huella perdurable. Ahora que una canonización universal confirma la premonición de Adolfo Casais Monteiro, que ya en 1958 lo vio como “el más universal y el más portugués de los poetas de este siglo”, me sigue sorprendiendo la exquisita avidez, la delicada fidelidad
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con que tantos lectores, en esta era de banalidad globalizada, viven como descubrimiento propio, trascendente y enriquecedor, a ese gran poeta distante, multifacético, exigente y oculto. Una de las condiciones de cuyo encanto será siempre el carácter auténticamente enigmático, la irónica altivez de quien supo desnudarse a fondo: “Try to charm by what is in your silence” nos dejó dicho, en el inglés de su infancia, “Trata de seducir con lo que hay en tu silencio”. Poco habría importado a Pessoa que sus inquietudes cambiaran de sentido en el contexto de otras épocas. ¿Cómo iba a imaginarse lineal, definitivo, quien vio hacerse en sí mismo a diversos creadores, de personalidades y obras diferentes? ¿Cómo iba a resultar explícito el mosaico de una personalidad celosamente oculta detrás de fantasmas fascinantes: “Eras muchos, eras todos, / y nunca eras nadie”? Pero aún hoy, es del legendario baúl que en Lisboa conserva su disperso y al parecer infinito legado, de donde se continúa dando a luz nuevos libros de Pessoa. Y sus lectores, ya que se trata de obras exigentes, no son los de tanto best seller predigerido sino aquellos que, como dijo Ricardo Piglia, son los únicos para quienes vale la pena escribir: los que siguen buscando el texto único en la maraña de las librerías marginales.
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Pessoa no sólo concretó lo que el genial Rimbaud había intuido: “Car JE est un autre” (“Porque YO es otro”). También nos dejó no pocos enigmas contagiosos. El hecho de que su apellido: “Pessoa”, signifique “Persona” en portugués, ya sería suficientemente premonitorio pero, además, su etimología nace en “Máscara”. De esas máscaras que son uno y muchos, de esas máscaras que revelan y velan, que cubren y descubren, Pessoa hizo nacer espejos, imborrables y hondos, que nos siguen hablando a la vez de él y de nosotros. Porque el arte no puede ser ni juego, ni entretenimiento, ni espectáculo, sino apuesta desmedida. Como él mismo afirmó: “la literatura es la prueba de que la vida no alcanza”. Mensaje (1934) fue el único libro en portugués que Pessoa editó en vida. Presentado al concurso de un movimiento nacionalista, le fue creado un premio de “segunda categoría”, a cuya entrega no asistió. Pero así había comenzando a convertirse en ese “super-Camoens” a cuya necesidad aludió (aparentemente sin involucrarse) en una célebre carta. Imbuido en el mito que auguraba un mesiánico regreso del rey Don Sebastián para devolver a Portugal su edad de oro, resultaría muy pobre considerar apenas como argumentación
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patriótica (aunque no deja de serlo) a ese libro ejemplar, de deslumbrante y precisa limpidez. No sólo porque dijo: “Soy, de hecho, un nacionalista místico, un sebastianista racional. Pero soy, aparte de eso, y hasta en contradicción con eso, muchas otras cosas”. Sino también porque añadió, frenando ensoñaciones imperiales: “Para el destino que presumo será el de Portugal, las colonias no son necesarias”. Porque era portugués, sí, pero también (“mi alma atlántica”) mediterráneo, europeo, universal. Epopeya concisa, mito hecho lenguaje vivo, Pessoa auténtico, los alcances de Mensaje nunca se agotan en una sola dirección. Las ilumina a todas, y de todas hace una: gran poesía, alimento de hombres sedientos de una grandeza que les dé sentido. Cinco años después de la Revolución Rusa, Pessoa publica en una revista de Lisboa El banquero anarquista, el otro texto que, junto a Mensaje, fue reconocido por él en vida. Lo que quizá se debe a su flagrante originalidad. Más diálogo platónico que narración, los engañosamente impecables argumentos (“¿Cómo subyugar al dinero, combatiéndolo? ¿Cómo hurtarme a su influencia y tiranía, no evitando su encuentro?”) de este banquero corrupto y exitoso que insiste en considerarse anarquista, concretan
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© José Luis Ramírez
una cumbre de la ironía y del humor negro. Pero permiten calibrar, además, la compleja personalidad de su creador. Porque, así como intenta revestir con reflexiones revolucionarias los negociados del protagonista, tan similares al desolador absolutismo de mercado imperante, esos mismos argumentos bastan para justificar la rebelión. Y anticipan, con lucidez, los dolorosos fracasos del llamado socialismo real. Con irreprochable dialéctica se manifiestan, y se ocultan, los rostros cambiantes e hipnotizadores de la verdad. El banquero anarquista sigue siendo una pieza clave en el inquietante tablero de Fernando Pessoa. Relacionado por él mismo con el Bernardo Soares autor del Libro del desasosiego, ese Barón de Teive capaz de afirmar que “Más vale soñar que ser” y del cual se editó post-mortem La educación del estoico, puede considerarse un semi-heterónimo, o sea alguien muy ligado con la personalidad de Pessoa. Quizá nunca como a través de esta máscara en gran medida transparente, llega a percibirse tanto de él, y en entresijos tan celosamente ocultos como los de su inexpugnable misoginia: “No serví para ninguno de los dos modos de gozar —ni para el placer de lo real ni para el placer de lo supuesto.” Álvaro Coelho de Athayde, vigésimo Barón de Teive, altivo, escéptico y
Sueño aterrador | Óleo/tela | 155x198 cm
distante como el dandy de Baudelaire (“Tengo todas las condiciones para ser feliz, salvo la felicidad”), que ya ha decidido fríamente suicidarse, a medida que las relee por última vez va arrojando indiferente al fuego de su chimenea las páginas de ese casi diario donde apuntó, en fragmentos imborrables, su intensísima aventura espiritual. Cautivo de su razón y de su orgullo, prefiere silenciarse para siempre, antes que renunciar a su ideal inalcanzable: “El escrúpulo de la precisión, la intensidad del esfuerzo de ser perfecto.” “Me propongo examinar el problema de la celebridad”. Esas palabras que abren su Eróstrato y la búsqueda de la inmortalidad, podrían confundirse con la fugaz audiencia que concede la
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sociedad del espectáculo, superficial y efímera. Pero pronto vemos que era en realidad opuesto el criterio de Pessoa: “La celebridad es la aceptación de que un hombre o un grupo de hombres son de alguna manera valiosos para la humanidad”. Y resulta llamativo que aluda a su época con la misma lucidez con que predice genialmente la nuestra: “El esfuerzo continuado que requiere producir incluso un pequeño poema bueno excede la incapacidad constructiva, la mezquindad del entendimiento, la futilidad de la sinceridad y la desordenada pobreza de imaginación que ca-
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Acumulación| Óleo/lino | 40x110cm
racterizan a nuestros tiempos”. Anatema que se hace premonitorio en palabras nada complacientes: “Por un lado hay demasiada gente que escribe, que dibuja y que maltrata el arte de distintas maneras. Esto genera confusión. Por el otro lado, esta verdadera multitud de artistas hace de la publicidad y de la autoafirmación del más bajo nivel una defensa contra la oscuridad”. Susan Sontag afirmó que “El gusto es el contexto, y el contexto ha cambiado.” Y Luis Cernuda señaló, citando a Bécquer, que la obra de arte alcanza las dimensiones de la imaginación que impresiona. Y se refería, sin duda, al legítimo alcance que una gran obra podía lograr, al ser descubierta y valorada por una cultura. Pero hoy, emasculándola al masificarla, oscureciéndola al exhibirla a plena luz, la sociedad de consumo destruye con bárbara inocencia el sentido crítico, la negatividad de una gran obra mediante el simple recurso de hacerla triunfar en el mercado, sin volverla cultura. No creo que sea posible con Pessoa. Su renombre no deriva de la aprobación masiva, sino que sus lectores siguen surgiendo espontáneamente, de uno en uno. A pesar de encontrarse traducido casi en todo el mundo, a pesar de los incontables estudios sobre su obra y su persona, algo lo mantiene fuera de la desoladora tiranía del mercado.
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Algo secreto seguirá siempre vigente en el Pessoa público. Algo intransferible. ¿Qué puede hacer la sociedad del espectáculo con alguien capaz de palabras tan ferozmente irrecuperables como éstas? “Si escribir —en el sentido de escribir para decir algo— es un acto que tiene el cuño de la mentira y el vicio, criticar cosas escritas no deja de tener su correspondiente aspecto de curiosidad mórbida o de futilidad perversa. Y cuando la crítica es, además, escrita, su inmoralidad esencial se refina hasta lo
repugnante. Se contagia de la enfermedad del criticado: el hecho de existir en lo escrito.” Fernando Pessoa es felizmente irrecuperable. Como su gemelo no menos oscuro e indeleble, Franz Kafka, en una carta de 1923, bien hubiera podido decirnos: “¿De qué estás hablando? ¿Qué ocurre? Literatura, ¿qué es eso? ¿De dónde viene? ¿Para qué sirve?” Lo cual prueba que ambos fueron y son auténticos escritores, escritores de raza, nunca apenas meros literatos.
Rodolfo Alonso | Poeta, traductor y ensayista, nacido en Argentina a fines de 1934. Es una de las voces más reconocidas de la poesía latinoamericana contemporánea. Fue el más joven de la legendaria revista de vanguardia Poesía Buenos Aires. Ha publicado más de 25 libros. Fue el primer traductor de Fernando Pessoa en América Latina. Ha traducido también a muchos autores de diversos idiomas. Antologías de su obra poética han sido publicadas en Bélgica, España, México, Colombia, Francia, Brasil, Venezuela, Italia, Cuba y, próximamente, Inglaterra. Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía (2004), Palmas Académicas de la Academia Brasileña de Letras (2005), Premio Único de Ensayo Inédito de la Ciudad de Buenos Aires (2005), y Premio Festival Internacional de Poesía de Medellín (Colombia, 2006).
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Jorge Boccanera
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Juan Gelman El amorar del emperrado
l poeta guatemalteco Luis Cardoza y Aragón, uno de los grandes intelectuales latinoamericanos del siglo XX, afirmó sin ambages que Gelman “inventó un lenguaje”. Añadió que esta obra con personalidad —según él, el rasgo que distingue toda creación notable— posee “agilidad en su imaginación”. Esa personalidad, en Gelman, deviene estilo en el modo de orquestar la reverberación de la imagen, el apunte deductivo, la nutrida constelación de símbolos; vale decir, en la forma de coligar las obsesiones: el amor, la infancia, las luchas sociales, el destierro, la espesura del vacío, la memoria, la prospección del sí mismo y la poesía como diálogo repujado por la “belleza incesante”. Sus dos libros más recientes —de atrásalante en su porfía y El emperrado corazón amora— a la vez que ratifican esa poética, comparten desde el título mismo una actitud que toma rango de condición: el empecinamiento del porfiado.
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Perseverancia que remite en los libros a una búsqueda formal constante, y en lo cotidiano, a lo que resiste, firme, íntegro. Al último libro citado pertenecen estos versos: “ángeles furiosos enseñan/ el deseo que no se va a apagar”. En este mismo tránsito se ubica entonces El emperrado corazón amora: la escritura como el sosiego atravesado por una franja exasperada que resulta en jirones, hebras de un furor, marcas de una intensidad. Y un talante que le es propio en la refundición constante donde todo vuelve sobre sí. Esta escritura, que amplía el registro verbal en el espacio de las mutaciones y apoyada en colisiones semánticas y en el disloque sintáctico interpela los sueños y cuestiona aspectos diversos de la realidad, se consolida como usina generadora de sentido al ritmo de las interrogaciones. Con todo, Gelman deja en claro que la poesía es enigma que nunca cristaliza en oficio: “No hay que sentarse en el cuerpo domado”, y vuelve a su
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idea de que la poesía es lenguaje calcinado y que las palabras dejan más cosas en silencio que expresadas. Dice: “Todo lo diferente se parece/ a la lengua, su silencio respira”. Luego invita a: “Escribir las visiones/ en un pedazo de madera/ y hacer fuego”. Otra marca de esta poética radica en lo indeterminado —alguien dijo que el arte comienza en la digresión—, una zona de perplejidad en la que el poeta arma su certidumbre a fuerza de tantear, musitar, farfullar, asombrarse. El remate de esta especie de vacilación organizada, será siempre una imagen contundente: “El consuelo de un fuego apagado/ no tiene naves” o, entre muchas, estas líneas: “La libertad es un lugar/ donde nadie revisaba las uñas”. El neologismo del título (“amora”, sustantivo convertido en verbo), se continúa en las páginas interiores: “paisajeen”, “ruiseñorea”, “duelequé”, “querébense”, “cualicuantos”, etc; en una recurrencia a las torsiones de lenguaje. Otra constante de Gelman que atraviesa estas páginas es el pensamiento paradojal expresado en la lucha de contrarios: “Lo comprensible es incomprensible/ y ningún verbo o luna azul/ cambiará su destino”. Como en sus obras anteriores están presentes en este libro la infancia, el barrio, el amor, la injusticia, las ausencias, el hijo asesinado por la
dictadura que vive en la fotografía cuando niño, montando un caballito (“…y el estampido del día/ borra rostros”), los desaparecidos (“Lo que son/ en un pedazo de silencio y/ tienen madres perdidas/ ésos palabran de verdad… Arde la tribu de caminos/ que no recorrerán”), los que se bajaron del barco de la lucha (“capitanes de la mutilación… Da un olor a podrido/ el mulo lento de su aquí”), la memoria (“La selva oscura/ se abre andando hacia atrás” y “La memoria se pule en más ahoras/ que se pusieron a llorar”), pero además aquello que persiste (“Camine, vida, camine/ con su bastón de ciego”) en un transito vital que es siempre aprendizaje, porque: “No terminamos de barrer”, dice el poeta en uno de los mejores momentos de este libro notable. Y agrega: “Una esperanza hambrienta vuela/ a su animal espléndido”. En este sentido, El emperrado corazón amora revela desde el título un decir esperanzado que se mueve entre la confianza, la persistencia y el anhelo: “En la lluvia callan/ nombres que ya vendrán” Comencé esta nota parafraseando a Cardoza y Aragón y concluyo con una frase suya que le dedicara a César Vallejo y que le cabe hoy a la poesía de Gelman en tanto lenguaje de riesgo y espesor humano: “Uno siente que su poesía nunca termina de pudrirse”.
Jorge Boccanera | Argentina, 1952. Poeta, crítico, periodista. Ha publicado, entre otros libros de poesía: Los espantapájaros suicidas, Contraseña, Los ojos del pájaro quemado, Bestias en un hotel de paso, Palma Real. Ha merecido premios importantes como el “Casa de las Américas” de Cuba, en 1976, y el “Casa de América de Poesía Americana”, de España, en el 2008.
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La mala educación | Óleo/tela | 40x50 cm
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La Yuxtaposición Serie de pinturas de José Luis Ramírez
Erik Castilo
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osé Luis Ramírez (Durango, México, 1981) ha venido construyendo, con la serie de pinturas Yuxtaposición, un discurso acerca de la posibilidad de funcionamiento del diálogo en la sociedad mexicana contemporánea. Desde el 2009, su trabajo juega con escenarios en los que es evidente la estrategia de alteración del contexto donde aparecen los personajes. El culto que rinde el artista al registro cultural pop se ve potenciado por la manera en que presenta y articula las referencias a la industria del entretenimiento y al mundo de los afectos, manera que por cierto transforma el efecto candoroso de las figuraciones propias de la infancia en una sensación de colapso delirante. La sobreposición de iconografías de procedencia múltiple en cada una de las pinturas de José Luis Ramírez, produce una textura estilística que sólo podría entenderse como PopArt para el mundo en desarrollo; esto es sustancial, pues una de las principales aportaciones de los escenarios artísticos de países en crisis —cuya cultura es vasta y proactiva— es justamente la adaptación propositiva y crítica de tendencias originarias de los territorios estéticos y discursivos de Occidente avanzado. En este sentido, lo pop en la obra de Ramírez (en paralelo a un tipo particular de Neoexpresionismo) no representa una sensibilidad alineada con la estética procedente
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de la esfera industrial y mercadotécnica, sino, a la inversa, constituye un modo de ironizar a propósito del campo social que se vive actualmente en México, entendido como espacio anómalo sobre el cual, no obstante, es posible hacer conciencia a través de la experiencia de la fantasía. Cabe señalar que el pintor moviliza en los cuadros que conforman Yuxtaposición, un principio de arbitrariedad narrativa. Lo humano es próximo a lo animal, dado que sólo de esa forma es posible plantear una fábula sobre el tejido social, y la animalidad violentada en los entornos devastados de un espacio baldío es la alegoría irremediable de realidades que no pueden asimilarse más que bajo el signo de un teatro cruel. En muchas pinturas los personajes parecen tratar de proferir palabras o de plantearse pensamientos, y ello se nota en el uso que hace el artista de la convención para representar diálogos en la novela gráfica, es decir, en el recurso del globo de texto; sin embargo, ninguna textualidad aparece, los globos están vacíos o sólo contienen texturas abstractas: las condiciones de posibilidad del diálogo están canceladas por el yugo que las políticas de la simulación (y los simulacros de la política) han infligido e impuesto a la sociedad civil.
Por otro lado, también es viable afirmar que la impresión que deja la pintura de José Luis Ramírez no es la de la violencia cruda o desmedida, más bien se trata de una suerte de catástrofe velada, en estado de ambigüedad poética. La presencia de lo diagramático o de la lógica de la cartografía enloquecida, de la señalética sin sentido aparente, y la discontinuidad en la construcción de las escalas visuales son, junto con el protagonismo sostenido de la fabulación animal, los elementos que producen la energía del imaginario del artista. La serie pictórica puede interpretarse, entre otras lecturas, como un flujo sarcástico donde la invocación de las potestades metafísicas y de las jerarquías políticas no corresponde a noción de orden alguno. La realidad figurada en las obras —siempre caracterizada por la presencia equívoca de Pinocho— es un paraje habitado por un niño-explorador (¿la conciencia?) que es testigo del detritus donde yacen los restos de las instituciones y los individuos; testigo trágico de un universo de abandono salvaguardado por el sueño precario de un perroguardián, que quizá simbolice al acompañante escatológico que lleva hacia la región de la entropía a cualquier posibilidad de diálogo en el presente.
Erik Castillo | Ciudad de México, 1974. Es profesor, crítico y curador en el campo del arte moderno y contemporáneo. En 2008, publicó 15 minutos de flama, un ensayo en torno a la crítica de arte actual. Entre las exposiciones que ha curado destacan: La madre pródiga, pintura de Daniel Lezama, Museo de la Ciudad de México, 2008, y De la Materia y la Idea. Exposición Antológica de Eloy Tarcisio, Museo de Arte Moderno de México, 2006.
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Yuxtaposiciones | Óleo/tela | 190 x 154 cm
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La crianza | Óleo/lino | 40x50 cm Amanecer | Ólelo/lino | 40x60 cm Código rojo | Óleo/tela | 80x110 cm
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Mesa de diálogo | Óleo/lino | 130x155 cm 123
Energía rosa | Óleo/lino | 40x60 cm
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Yuxtaposición | Óleo/tela | 275x154 cm
Sobre población | Óleo/lino | 100x100 cm
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Levantón | Óleo/lino | 60x80 cm
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La buena educación | Óleo/tela | 40x50 cm Hallazgo | Óleo/lino | 40x40 cm
Durango actual | Óleo/lino | 50x50 cm Oca | Óleo/lino | 35x40 cm
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Economía de la palabra | Óleo/lino | 35x35 cm "Tu mamas yo mamo todos mamamos" | Óleo/tela | 190x154 cm Primer acenso | Mixta/papel (acrílico, carboncillo y pastel) | 190x90 cm
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La muerte del río tunal | Óleo/lino | 120x100 cm Fosa común | Óleo/tela | 122x155 cm
José Luis Ramírez Rodríguez | Nació en Durango, en 1981. En su trayectoria de exposiciones individuales destaca: Yuxtaponían, Ayden Gallery ,Vancouver Canadá, 2011. Sin seriedad, Museo de Arte Contemporáneo Ángel Zárraga, Durango, México, 2009. Perro amarillo, Museo del Ex Convento del Carmen, Guadalajara, Jalisco, 2009. Discurso básico, Galería Elementos, Tampico, Tamaulipas, 2008. Expresiones mínimas, Galería Elementos, Tampico, Tamaulipas, 2006. Su obra ha sido presentada en más de diez exposiciones colectivas dentro y fuera de México. Ha sido becario del FONCA y ha merecido ya importantes reconocimientos.
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Mariángeles Comesaña Aromas de la poesía José Ángel Leyva
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ija directa del exilio español en México, poeta, antropóloga y promotora cultural, conocida y reconocida por sus dotes culinarias, Mariángeles Comesaña (Ciudad de México, 1948) ha puesto en circulación su libro De la mano del viento, a finales de este 2011, bajo el sello de El Tucán de Virginia. Heredera de los aromas y sabores gallegos, Mariángeles también posee una visión de la vida fundada en el esfuerzo, la generosidad, la justicia, la razón, la memoria y el reconocimiento del dolor propio y ajeno. Gran parte de ella está en sus versos y en ese don que despliega a menudo entre los comensales destinatarios de sus afectos. Comenzamos. En tu reciente poemario, De la mano del viento (El tucán de Virginia, México, 2011) que recoge textos de diversas épocas, pero sobre todo de tus ayeres mexicanos y de la impronta gallega que determina tu ser, sin menospreciar el tiempo que corre, hay una serie de experiencias sensoriales que atan el mundo de tus padres y ancestros con tu universo mexicano. ¿Cuáles sentidos piensas que están más activos y sugerentes en esos versos?
La guerra civil española y su largo exilio, produjo una generación de mexicanos que crecimos con los pies en México y con
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el corazón en la tierra y en la historia de lo que vivieron nuestros padres. Los aromas, los paisajes, las piedras, los sabores y la lluvia gallega formaron parte de mi infancia sin haber estado nunca en Galicia. La primera vez que fui a España viajamos de Madrid hacia Santiago de Compostela, por la ventana del coche entraban esos misterios de una tierra que mi padre había sembrado en la memoria de mi hermano y en la mía. Asombrosamente reconocíamos el color, las tejas de las casas, las chimeneas, los monasterios, los caminos con los que muchas veces soñamos. El río Miño, la aldea, el monte, el naranjo que quitó el hambre en la casa de mi abuela paterna durante la cruenta guerra, son parte de la tinta con la que están escritos mis poemas. La necesidad de pertenencia desató en mi vida de adolescente una lucha interna entre ser de aquí o de allá. Ciertamente pesaba mucho la guerra civil, que tuvo a mi padre siete años en las cárceles franquistas, las historias terribles vividas por ellos, que eran el tema de conversación de mis tíos y los amigos del exilio; esas historias nos formaron una manera de mirar el mundo y un compromiso irreductible con la justicia y con la libertad; pero también era necesario abrir camino y construir una historia personal pequeñita que me diera piso y que forjara lo que soy. Mi
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paso por la Escuela Nacional de Antropología fue decisivo, gracias a eso pude abrir una brecha propia por mis pueblos mexicanos; el Istmo de Tehuantepec me cedió el privilegio de entender la magia emanada de los pueblos zapotecos y huaves. Comencé mi colección de huipiles y de hermosísimos aretes antiguos en el mercado de Juchitán, y escribí cuentos a partir de las historias tejidas en los textiles de las mujeres de Oaxaca. El contrapeso fue cediendo su valor en la balanza de mi vida.
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mexicano, ya había vivido y trabajado en Oaxaca. Mis raíces estaban fincadas en las calles de la Ciudad de México, en la Colonia Roma y sus fantasmas, en los largos recorridos del Fundidora La Villa Sierra Vista Ticomán, el autobús que me llevaba del norte al sur de mi ciudad. Uno de los poemas de este libro describe ese viaje. Manolo Rivas escribió esa preciosa novela El Lápiz del Carpintero que yo considero una declaración de amor a mis padres y a las historias gallegas de la guerra. El episodio que narra con dolorosa dulzura, lo escuchó de mi padre, de sus largas conversaciones en la casa de Tuy a donde regresaron a vivir después de 33 años de exilio en México. © José Ángel Leyva.
Manuel Rivas novela la historia de tus padres en El Lápiz del carpintero y resalta el amor y la sobrevivencia en contraste con la envidia y la traición, la belleza en conflicto con lo siniestro. Tu padre se salva del franquismo gracias a no haber nacido en Galicia sino en Cuba, es decir, América. En tu imaginario ¿qué significa ese hecho y el haber decidido tú quedarte en México cuando tu familia regresó a España? Cuándo mis padres se plantearon el regreso, yo ya era madre de Juan Manuel, ya había participado en el movimiento estudiantil de 1968 y militaba políticamente en el Partido Comunista
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¿Qué representa para ti este libro donde destacas la presencia del viento como fuerza renovadora y movilizante? Este libro es recipiente de lo que más quiero, en la intimidad de las palabras he podido guardar el tiempo, el amor, el desamor, la historia y las mujeres que soy, lo que siento que es verdadero, lo que me da congruencia. Eso representa. El viento me evoca ese viaje del exilio; ese barco que atravesó el Atlántico para llevar a mis padres a Cuba. El viento me acaricia y me golpea, de su mano escribo las historias de altamar que han llegado a mis orillas.
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Viento, aire, respiración, olores, aromas de aquí y de allá, recuerdos. ¿Cómo nació en ti la pasión por la cocina y como las has vivido a lo largo de tu vida, qué significa? La cocina es y ha sido siempre para mí un espacio surtidor de apetitos, en algún poemas me refiero al punto de la sal como magia de siglos que llena nuestra vida de apetitos. En la cocina de mi abuela en Órdenes un pueblito que está situado en el camino de Santiago de Compostela a La Coruña, aprendí las lecciones del caldo gallego y su cocido, de la masa quebrada contra la mesa antigua de madera. La cocina es el lugar de encuentro más calientito, en la vieja casona de Órdenes, la lareira estaba precisamente en la cocina. Ahí se secaba la ropa, se ponía el pote del caldo, y se sentaba uno a pasar las tardes de lluvia. ¿Cómo piensas que se diferencian y se amestizan en tu mesa, en tu sazón, las gastronomías mexicanas y la gallega, la española en general? No lo sé, puede ser que en la empanada gallega de huitlacoche —que a veces hago—, se cumpla un mestizaje. Tuviste un restaurante, “La Guinda”, ¿era un sueño, una fantasía o un desafío que se emplaza?
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Fue una audacia, un viejo sueño al que entré por casualidad; una experiencia que me enseñó lo que vale la disciplina y el orden. Es difícil el ejercicio de la cocina para mantener un restaurante vivo, no tiene nada que ver con la de casa donde te puedes dar el lujo de imaginar y de jugar; ahí te vuelves casi militar y hasta se te prenden neuronas dormidas. La limpieza y el orden, sobre todo, rigen como martillo para servir a tiempo, con la calidad y con el sabor que esperan recibir los comensales o clientes para decirlo en un idioma que no me gusta; un minuto de retraso se vuelve caótico y el placer de cocinar pasa a otro plano, al de la exigencia de servir que también te enseña muchas cosas. ¿Para qué, para quién o por qué cocinas con mayor frecuencia? Cualquier pretexto me sirve para hacerlo; en la cocina me pierdo, se me quitan las penas, las depresiones de diciembre se borran ante los lomos de puerco con ciruela y almendras, o el pavo que preparo en cazuela de barro, o las manzanas al horno con vino tinto y mantequilla; me gusta ir a la Central de Abastos, ese monstruo de mercado del que salen camiones llenos de fruta y verdura; me encanta ir al puesto de pescado de Bartolo Burela, con sus huachinangos, sus pulpos gigantes, sus es-
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medregales, sus camarones de pacotilla, sus mejillones y almejas. ¿Hay algún platillo que no hayas podido cocinar y lo deseas? En general me aviento y hago las cosas que se antojan. Tuve la suerte de que Banamex me contratara para hacer los contenidos de un espléndido libro de la cocina del Chef Luengas. Aprendí muchas cosas de este oaxaqueño magnífico y ya célebre, cuya cocina tiene la fama de ser de las mejores de México. Ahí, en el precioso edificio que está en la esquina de Isabel La Católica y Venustiano Carranza, me iba yo, en la mañana muy temprano, a que
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me platicara sus inventos culinarios como la sopa de crisantemos, o el uso de multitud de flores y de aromas en sus platillos. También hicimos un libro precioso que lleva por título Hazme Cazón, que contiene las recetas de los historiadores cercanos al Centro de Estudios de Historia de México que dirige mi entrañable amigo Manuel Ramos. De todos esos libros aprendí multitud de secretos que utilizo en mi cocina. Por último, si se puede ser breve en la respuesta ¿cómo imaginas una nueva cocina mexicana? No me la imagino
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Pulpo con piñones 3 pulpos grandes 2 cebollas 5 papas medianas 150 gramos de piñón aceite de oliva aceite de maíz una cucharada de pimentón
1. Bartolo Burela vende los mejores pulpos de la Central de Abasto, pedírselos jumbo que son los más grandes. 2. Congelar el pulpo y descongelarlo, ese proceso ayuda a suavizarlos. 3. Poner una olla de agua hirviendo; hundir los pulpos y sacarlos varias veces del agua para que la chupen; cuando engorden los tentáculos echarlos a la olla exprés sin nada de agua. 4. Cuando la olla exprés empiece a sonar, bajar el fuego y dejarlos 13 minutos. 5. Sacarlos de la olla para que no se sigan cociendo. 6. Cortarlos en pedazos no muy pequeños o al gusto. 7. Pelar las papas y cortarlas en rebanadas delgaditas como si fueran para una tortilla española. 8. Freírlas en abundante aceite de maíz hasta que doren un poquito. 9. Escurriles el aceite y ponerlas en una cazuela de barro extendida a manera de cama. 10. Poner los pulpos encima de las papas. 11. Cortar las cebollas también en rodajas delgadas. 12. Freírlas en aceite de oliva; cuando se transparenten ponerles una cucharada de pimentón dulce y sacarlas del fuego inmediatamente. 13. Poner las cebollas con pimentón y aceite encima de los pulpos. 14. Y ya al final distribuir los piñones encima de las cebollas. 15. Meter al horno 20 minutos y listo!!!
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E c lipse s
Lo que sucede en la cama (Lo que sucede en la cama es secreto de quien ama.) Es secreto de quien ama no conocer por la rama un gozo que sea profundo, elaborado en la tierra y tan fuera de este mundo que el cuerpo, encontrando al cuerpo y navegando por él, alcanza la paz de otro huerto, en otro mundo: paz de muerto, nirvana, sueño de pene.
Ay, cama canción de cuna, duerme, niña, nana nana, duerme onza susuarana, duerme la cándida vagina, duerme la última sirena o la penúltima… El pene duerme, puma, americana fiera exhausta. Duerme rubia guirnalda de tu vulva. Y silencien los que aman, entre sábana y cortina aún húmedos de semen, estos secretos de cama.
(O que se passa na cama /é segredo de quem ama.) /É segredo de quem ama /não conhecer pela rama /gozo que seja profundo, /elaborado na terra /e tão fora deste mundo /que o corpo, encontrando o corpo /e por ele navegando, /atinge a paz de outro horto, /noutro mundo: paz de morto, /nirvana, sono do pênis. /Ai, cama canção de cuna, /dorme, menina, nanana, /dorme onça suçuarana, /dorme a cândida vagina, /dorme a última sirena /ou a penúltima… O pênis /dorme, puma, americana /fera exausta. Dorme, fulva /grinalda de tua vulva. /E silenciem os que amam, /entre lençol e cortina /ainda úmidos de sêmen, /estes segredos de cama.
Carlos Drummond de Andrade | Itabira, estado de Minas Gerais, 1902-1987. Su obra poética se inscribe en el llamado “modernismo” brasileño, de vocación vanguardista e innovadora. El poema de esta página pertenece a su libro O amor natural, de tema erótico, organizado por el autor pero de publicación póstuma (1992). La traducción es de Alfredo Fressia.
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L a O tra | Abril - junio 2012