LEO CATAMARCA Julio Salgado
Son las palabras las que sangran, no las heridas. Pierre Klossowski. Me gusta este prólogo para el amigo. La Poesía de Leonardo Martínez está hecha con palabras que pueden venir de la Odisea, del Dante o de Vallejo o Allen Ginsberg o Arguedas o bien de alguna nota de su querido Schubert o Billie Holiday o del balar de cabras entre los jarillales o alguna ínfima ventana hiriendo una tapera de Tacana. Lo cierto, lo importante, es que esas palabras llegaron a él, para estar mezcladas y amasadas con su sangre. Un querido poeta y amigo común - Miguel Garriga- a mediados de los 80, me aproximó el apellido de Leonardo como alguien para tener en cuenta. Pero fue a finales de esa década cuando Francisco Madariaga, casi eufórico, me dijo que quería presentarme a un catamarqueño que acababa de conocer. Eran momentos en que se preparaba la edición de su primer y tardío: TACANA o los linajes del tiempo. De inmediato Martínez se sumó a los periódicos encuentros que nos reunían al mencionado Madariaga, Edgar Bayley, Alberto Vanasco, Francisco Squeo Acuña, Gianni Siccardi, Clara Fernández Moreno, Roberto Sánchez y años más tarde con ausencia de algunos de estos, participaban Leopoldo Castilla recién llegado de España, Juan José Hernández, Víctor Redondo. Pero un hombre con un profundo carácter dionisiaco e incursor, sólo limitado por su saber escuchar, por su gentileza, seguramente pudo observar y dirigirse en distintas direcciones relacionadas con la poesía argentina y otras distantes. Especialmente debo destacar su atención a los jóvenes poetas que hoy mismo lo admiran. No estoy tratando de prestigiarlo, el lo sabe, lo incomodaría. La Poesía se basta a sí misma e igual sucede, por lo general, con el poeta. A éstas alturas ya no querría continuar sobre lo biográfico, pero me apura cierto sentimentalismo -la verdadera grieta del fallecimiento- que me hace recordar meses y días de llamadas telefónicas, preguntas y respuestas tratando de aplacar o de disimular la impotencia ante los males. Conversaciones. Un llamado para comentar un nuevo “ítem” en las empanadas, cierto hervor en la carne, la permanencia intrusa de una papa, si los granos de
comino deberían molerse entre los dedos o en un mortero, o bien la conveniencia del uso del verbo “cutipar”, su ambigüedad determinante en una imagen poética, el consejo de escuchar LA LUZ DISTANTE, Concierto para violín de Peteris Vasks… conversaciones, eran el ruido de un manojo de llaves ante una puerta que no se abrirá. Hace no muchos años, recuerdo, a unos kilómetros de la ciudad de Lima, mientras caminábamos por médanos entreverados a una ciudad de adobe, antiquísima, me dijo: “Siento que estoy ayuntado a estas poblaciones desenterradas, a la invisible carnalidad de un hálito que penetra en mis antepasados”. Leonardo Martínez poeta catamarqueño. Acordando con su realidad, ciertos fermentos se apresuraban entre mandatos del deseo y el mecanismo de un carácter que proviene del pasado y del camino. Gozo impreso en esa forma de respiración que se desgaja en el lenguaje. La intensa lava del sexo de la noche a la mañana y siempre:”la inquieta”, la muerte parada o sentada jugando a postillón o a horcajadas de su mismo cuerpo. Ciertas banderas bramando en su Poesía, entre las trazas de sus personajes, fantasmáticas, juntadas a la bruma y a la compuerta de un alero Atendamos sucintamente a sus propuestas: El poema participa del elemento fundacional de la música: El ritmo. “Mi escritura estaría sustentada por pulsiones del subconsciente y más al fondo por la memoria colectiva y, seguramente la carga genética. Es decir, el proceso es instintivo, plural, indefinido, compulsivo, no buscado”
“Corregir me apasiona. El momento de la parición es desgarrador, doloroso y nada placentero. Tengo miedo y espero con temor el nacimiento del poema. Por el contrario, corregir, limpiar, desmalezar, clarificar, es lúdico y gozoso”. Podemos tomar al azar un conjunto de sus poemas, encontraremos una mirada que exige perdurar, que emerge desde la profundidad de algún marasmo, lecho de tesoros sombríos y de tribu, de esas activas pesadillas de la infancia, una orfandad enjoyada por un collar que apremia ardientes confesiones. Remotos demonios que aparecen como salamandras fosforescentes entre las piedras partidas de un discurso que no parece extinguirse. ¿Pudo detenerse ante un mundo sellado e inaccesible, que gracias a él -de pronto- se nos abre con su misterio persistente? “Todo viene del mar o la montaña/ del cielo o del abismo/ Todo viene de algo dormido/ anterior al murmullo de las hojas/ o al grito de las bestias/ encerrado en las piedras”. La misma poesía de Leonardo se auto-prologa continuamente. Hay una piel relatora pero original, pues, algo allí mismo está horadado, algo que se percibe en su propio silencio, que pide una oportunidad más en la lectura como si fuera que el porvenir se entretuviera en manear las palabras y las palabras ya fueran cuerpo, gotas de sangre en un caldero que se ahoga y se inunda en un inquietante aliento escritural que se asemeja a una dialéctica.
Intento señalar, como un hallazgo continuo en mi mismo, a quién ha ido componiendo la sólida trama que hace el camino de un verdadero poeta: el maravilloso deseo de vivir y lo tanático mordiendo el recuerdo y el significado de lo cotidiano, transformando su verdades en elocuencia. La luna llena en Tacana, alumbra al Leonardo de ahora. Su cuerpo flota en polvo ingrávido, con esa sed de imanes buscando a su primer pariente en el olvido. Buscando en la ceguera de lo no dicho, antes que se marchite. A pesar de su viaje, su silencio murmura. En medio de los bajos charquedos de Ancasti, las garzas alargan sus cuellos. En esas cortas pampas que vagan en los cerros, las perdices convierten sus ojos en brasas. Julio Salgado. Noviembre 2016.
Poemas de Leonardo Martínez.
BORDEANDO EL VACÍO.
Nos reconocemos acercándonos para un abrazo Somos parientes por un costado lejano Chiqueros y corrales de siglos nos juntan amorosos Sin avances la luz se detiene en una fotografía Todos disueltos en el momento quieto Al lado del portón del cementerio de conflagración a desperdicio bordeamos el vacío Pero la afirmación desaparece cuando un niñito se inclina para mirarse en un charco El niño y el agua son uno en callejones de múltiples escapes Y así como el niñito se mira en el charco nos miramos en el escaparate de un negocio viendo emigrar deseos y pulsiones miedos y caricias hacia lo incierto En un risco del pasado lo ausente desfallece Los parientes lejanos se despiden aunque ya se despidieron antes de encuentro Seca y resquebrajada la espuma de un tiempo crédulo y feliz se va con ellos Lo que no somos resplandece
SIN RESTA.
Atardezco Pronto me alcanzará la noche y la oscuridad será mi madre recibiendo en brazos al expósito Infierno y cielo izquierda y derecha nada atrás nada adelante
un solo rio hacia el mar una sola voz en la sombra Madre no me hieras Pero la madre hiere y danza en la cornamenta de la luna Antes y ahora igual corre el día por el amor de la noche mientras la barca oscura navega en el copioso abismo
HOMBRE SOLO
Todos han muerto Se han ido muriendo uno a uno Yo pude haberlos matado pero dejé al tiempo esa tarea Por segundos seré dueño dueño solo de la memoria y desde mi sitial abarcaré los sueños de los otros sus grandes desconsuelos sus vidas en pedazos Cuando me toque la muerte seguiré sentado como en este instante bajo el tala mirando sin ver los cerros allá lejos
MÁS QUE LA MUERTE
El comino el ají el cilantro la canela perfuman las cocinas Innumerables carnicerías borbotean en ollas negras Eran caldos con grandes charcos de grasa reluciente
y en las parrillas las entrañas lloraban de gozo por el fuego La repostería necesitaba mucha lágrima desasosiego y tumba Y comíamos sobre extensos manteles viandas sobrenaturales El cielo y el infierno eran masticados y tragados volviéndonos santos y apóstatas luego ángeles sacrílegos en lentas siestas incestuosas
HABLA JUAN ALFONZO
A la hora de la iguana me veo sentado bajo el ceibo gigante con la escopeta al costado esperando Viejo cántaro quebrado al fondo de la acequia esperando Viejo dolor esperando II
El recuerdo tiene brazos larguísimos y boca húmeda Viene a mi encuentro desde la cumbre del Ancasti Ambiguo y fluctuante se vuelve humo III
Abandoné cosas en el camino Me siento liviano Acarreo lo que debo acarrear Mi boca lista para el rubio pezón Desnudo para sentarme al lado del padre
IV
Una mañana dos miradas se entendieron Muchas treguas y también distanciamientos sirvieron de refuerzo Triunfó entonces la semilla guardada en la felicidad del limo V
De viejo he logrado vencer los escrúpulos Arrojo mis vestiduras dispuesto a nacer de nuevo VI
Somos la vida y su resurrección continua ¿interesan los nombres? En lo indiferenciado que fue y vendrá no hacen falta Por los pajonales el rocío ya dejó su llanto VII
……..después sólo el viento y dormir Dormirdormirdormir sobre el plumaje de las olas en el vaivén de los cuerpos amados mis padres nacientes tus padres naciendo.