Manuel Silva Acevedo

Page 1

Manuel Silva: Ironía y humor de un poeta chileno

1. Entrevista a Manuel Silva. José Ángel Leyva 2. Jorge Boccanera. Mensaje 3. Eduardo Anguita. MONTE DE VENUS de Manuel Silva Acevedo 4. Enrique Lihn. Poetas fuera o dentro de Chile 77 5. Enrique Lihn y Pedro Lastra. Sobre Manuel Silva


Entrevista MANUEL SILVA ACEVEDO, Santiago de Chile, 1942 José Ángel Leyva

Manuel Silva Acevedo recibió este 2016 el Premio Nacional de Literatura de Chile, el país donde nació en 1942, para convertirse años después en uno de los poetas de la generación “dispersa” o del 60. Una nación que aspiraba a convertirse en ejemplo de la democracia por la vía pacífica en América Latina, era víctima de oscuros intereses trasnacionales y locales. El sueño socialista se derrumbó en 1973 con el golpe militar encabezado por el sanguinario Pinochet y la muerte de Salvador Allende en La Moneda y días después con la sospechosa defunción del Poeta Pablo Neruda. Muchos intelectuales y poetas se vieron obligados al exilio, otros fueron asesinados y torturados, como fue el caso del cantante y poeta Víctor Jara. Hoy, por fortuna, es parte de la historia de ese país y de América Latina, que sobrevive a otros dramas. Chile es un país que se forjó una tradición lírica en el siglo XX con figuras continentales como Neruda, Gabriela Mistral, Vicente Huidobro, Pablo de Rohka, a las que se sumarían Gonzalo Rojas, Nicanor Parra, Enrique Lihn, Jorge Teillier. Vendrían entonces estos otros hijos del exilio y del inxilio: Hernán Lavín Cerda, Oscar Hahn, Gonzalo Millán, y luego ejemplos como Raúl Zurita y Diego Maquieira,


por mencionar dos nombres destacados. El impulso tomado en el siglo pasado parece no menguar y en el espíritu de la poesía chilena late con ímpetu salvaje la búsqueda de la originalidad y el peso de sus colosales figuras. En el concierto de la Cueca de los poetas, cantada por Violeta Parra, uno díría que Manuel Silva es un poeta discreto que no cesa. Demos inicio pues a esta breve pero sustancial conversación con el poeta Silva Acevedo. Nacer y crecer cerca de la plaza Manuel Rodríguez ¿tuvo algún significado para ti?

Se trata de mi barrio natal, donde viví hasta los 18 años. En torno de esa plazuela transcurrieron mis primeras experiencias gregarias y de fútbol callejero. Allí fumé mis primeros cigarrillos y bebí mi primera cerveza. También tuve allí mis primeras incursiones amatorias, fallidas casi siempre, pero persistentes. El punto de inflexión se produce cuando me aceptan en el Instituto Nacional, cuna de Presidentes y hombres ilustres, y a los 15 años participo en su Academia de Letras junto a compañeros que más adelante serían escritores reconocidos, como Antonio Skarmeta. A partir de entonces, aquella plaza se funde en el recuerdo y aspiro a escribir poesía y ser reconocido, meta por cierto bastante difícil en un país de renombrados poetas.


Perturbación es un término que ya de entrada nos inquieta y remite a una serie de connotaciones estéticas ligadas a las vanguardias e incluso a una mirada sobre el mundo, en la que se me ocurre poner en primera fila a un personaje como Rimbaud. El nombre de tu primer libro de poemas es Perturbaciones, 1967 ¿qué intenciones encerraba ese poemario y ese título? Es posible que de manera inconsciente me haya propuesto emular las Iluminaciones de Rimbaud, pero solo me alcanzó para Perturbaciones. Tenía entonces 25 años y la vida emocional me zarandeaba de un extremo a otro como un Barco Ebrio. Era mi primera aparición en la cancha donde jugaban los grandes. Neruda, De Rokha, Anguita, DíazCasanueva y Parra estaban activos y se erguían como alturas imposibles de emular. No obstante, me creí con derecho a balbucear lo mío aunque con escasa o casi nula resonancia crítica. Luego vino el segundo, Lobos y ovejas, con el que se afirma te consolidaste en el ambiente lírico de tu país. Una vez más esa relación entre aquello que nos estremece por la relación entre la ferocidad y una supuesta inocencia, que tal vez esconda unos soberbios colmillos. ¿Cómo afectó tu escritura y tu mirada de la realidad el episodio político que fracturó la democracia en Chile, que le puso fin al sueño de un cambio social por la vía pacífica?


Como Don Quijote, el Presidente Allende nos había convencido de que se podía derribar los molinos de viento en plena Guerra Fría y en el patio trasero de los Estados Unidos. El impacto del golpe cívico-militar fue tremendo. Todo el mundo conoce ya las horribles violaciones a los derechos humanos cometidas. Muchos de mis amigos y compañeros escritores y poetas debieron marchar al exilio para evitar ser presos, torturados o muertos. Yo trabajaba en la Editorial Quimantú, otra quijotada que ponía los libros y la cultura al alcance de los bolsillos populares, y aunque no fui perseguido, debí pasar a trabajar en publicidad como redactor creativo. Pero continué escribiendo y en 1976 publico una plaquette en una Galería de Arte de izquierda, bajo el título de Lobos y ovejas, y para mi sorpresa el crítico literario del diario derechista El Mercurio, un sacerdote culto que también escribía versos, celebró la aparición de este poemario y lo llenó de elogios. Poco después la Galería fue incendiada por sicarios del régimen. Este poemario surge del choque de dos naturalezas

presentes en el inconsciente, que

friccionan produciendo un desgarro que atraviesa la naturaleza humana en todo tiempo, y sobre todo cuando se agudizan las contradicciones en el seno de la sociedad. Al parecer, aquellas Perturbaciones dieron lugar a esta indagación en el alma humana, frágil y despiadada a la vez.


Eres de la generación “dispersa”. ¿Por qué ese nombre? Aunque lo suponemos por la diáspora que suscitó el golpe militar. Háblanos un poco de sus miembros y sus afinidades y diferencias. Sí, efectivamente, lo de la “diáspora” se refiere a que fuimos barridos del escenario cultural y literario donde comenzábamos a emerger. Unos por causa del exilio, otros debido al “inxilio” en el propio país. El caso es que desde los años 60 esta generación o promoción, por lo general ligada a centros universitarios en Santiago, Arica, Valparaíso, Concepción y Valdivia, hizo su aparición en el panorama a través de revistas que publicaban nuestras composiciones poéticas. La principal característica de esta generación fue el espíritu de cuerpo y la camaradería, sin un asomo de vedetismo o competencia. Asimismo, cultivamos una estrecha relación de amistad con los poetas mayores que nos antecedían, tales como Jorge Teillier, Enrique Lihn, Efraín Barquero, Anguita, Uribe y el propio Nicanor Parra. ¿Qué diferencias descubres ahora entre los poetas que se quedaron en Chile y los que se vieron forzados al exilio, luego con los que regresaron trayendo sus propias expectativas en un país que no era el que dejaron? Es evidente que las experiencias vividas por unos y otros, en el exterior o en el interior del país bajo el yugo de la dictadura, difieren en


forma y contenido. Sin embargo, cabe señalar que algunos poetas sesenteros permanecimos en el país corriendo distintos riesgos, pero teniendo cerca a vates mayores como Enrique Lihn y Jorge Teillier, que no emigraron tras el golpe de estado. Nuestra escritura refleja la opresión y la censura que se vivía a diario. Por su parte, Óscar Hahn, Omar Lara, Waldo Rojas y Gonzalo Millán fueron poetas exiliados y su escritura refleja esa condición. Hacía esta pregunta porque una de tus actividades más destacadas ha sido la de antólogo, que supone una vocación taxonómica y analítica, cuestionante. ¿Qué te han enseñado las antologías en tu país? En primer lugar, cabe señalar que en principio solo dos editoriales abordaron, de los setenta en adelante, la publicación de antologías de narradores y poetas chilenos. Editorial Universitaria, donde he colaborado, creó su Colección Premios Nacionales de Literatura y su catálogo ha incluido a escritores chilenos de todas las épocas que han obtenido el Premio Nacional a partir de 1942. A su vez, la filial chilena del Fondo de Cultura Económica (FCE) también ha publicado antologías de destacados poetas nacionales que no necesariamente obtuvieron el Premio Nacional, como Lihn, Teillier y Millán. Por su parte, LOM Ediciones también ha destacado en su catálogo ediciones antológicas de


Óscar Hahn, Elikura Chihuailaf, Armando Uribe y Antonio Cisneros, cuya selección me tocó hacer por encargo del poeta peruano, y las más reciente dedicada a mi producción de cinco décadas. Después de una larga trayectoria literaria, periodística y poética recibes el Premio Nacional de Literatura de Chile, ¿ Habías esperado mucho tiempo por éste, quizás tampoco te interesaba o habías perdido el interés y la confianza o la esperanza? ¿Cómo llega este reconocimiento a tu obra? En realidad mi trayectoria laboral tuvo lugar en el campo de la publicidad, como creativo, actividad donde en un momento coincidí con el notable poeta Eduardo Anguita, Premio Nacional 1988. La poesía fue un quehacer de puertas adentro, salvo por las publicaciones que me exponían al juicio crítico, que en mi caso siempre fue favorable. No necesité esperar porque esta fue mi primera nominación, si bien me parecía improbable obtenerlo entre otros 17 postulantes, varios de ellos con evidentes merecimientos. Creo que el reconocimiento llega en un buen momento para mí, luego de presentar dos recientes publicaciones, y a una edad que todavía me ofrece un horizonte abordable. ¿Podrías señalar cambios en tu discurso lírico en libros de tus distintas épocas o a sido una búsqueda continua y sin golpes de timón?


Cada momento de la vida tiene su propio afán. Mester de bastardía, por ejemplo, emerge en los primeros años de la dictadura. Lobos y ovejas también es considerado por algunos críticos como una alegoría de los depredadores y sus víctimas. Pero también está la impronta del amor y la pasión carnal en Monte de Venus y Campo de Amarte. Por otro lado, la implantación del modelo de mercado a sangre y fuego por el régimen dictatorial me lleva a escribir Cara de Hereje, así como el paralelo entre la persecución política y el exterminio de especies animales autóctonas me induce a asumir su defensa en Día Quinto. En fin, para qué seguir. Lo importante es que en cada una de estas obras, y en otras posteriores, persiste el estilo y se advierte la mano del autor. La poesía en Chile ha ocupado un lugar privilegiado sobre las demás artes, no por nada han merecido el Nobel dos chilenos ¿qué reflexiones te motiva este premio en tu relación escritural con esa tradición? No cabe duda que nos debemos a una tradición tan rica como lo es la de la lírica chilena. Si bien cada cierto tiempo aparecen algunos que postulan que la poesía nace con ellos mismos, los porfiados hechos terminan por dejarlos en evidencia en su afán narcisista y megalómano. No diré más, ni daré nombres, pero creo que los seguidores de la poesía chilena descubrirán fácilmente de quienes se trata.


¿Hay una relación coherente entre esa tradición de la poesía chilena con las políticas culturales de tu país en los gobiernos pos Pinochet? Sin duda a partir de los gobiernos elegidos en democracia se inicia un proceso de recuperación cultural tras el apagón de 17 años. Se crea un Consejo de la Cultura y las Artes, inicia sus actividades el Fondart, que proporciona fondos concursables a proyectos literarios, de cine y artes plásticas, y otros. Se instituye el Fondo del Libro, que promueve la distribución de obras literarias en la provincias. Y el Ministerio de Cultura, que está por oficializarse, será el encargado de coordinar todas estas iniciativas. Aunque aún queda mucho por hacer.

Mensaje a Manuel Silva


Jorge Bocannera

Disfruté mucho tu Contraluz y recordé cuando leí, exiliado en México, por primera vez poemas tuyos; fue en la antología Poesía joven de Chile, que conservo. Poemas que me quedaron grabados,

como "Pareja

humana" y ese "Lobos y ovejas" que aparece ahora en "Contraluz" y sigue pegando con fuerza. Pienso que la generación de poetas chilenos de los '60 fue muy sostenida, y que lo que vino después no llegó a tener esa consistencia. Me atrapa de tu poesía el tono zumbón, la soltura, la ironía y hasta el humor, que alternás con buenas imágenes. Se confirma, en tu poesía, ese cambio de hablante en la poesía latinoamericana: del poeta de oráculo al poeta hombre común perdido en la multitud.

MONTE DE VENUS de Manuel Silva Acevedo

Eduardo Anguita ( Premio Nacional de Literatura 1988)


La Venus de estos poemas no es la misma mujer-diosa que ha simbolizado el amor y la belleza en los cantos de todos o casi todos los poetas pasados y presentes. Porque, en fin de cuentas, por distintas que hayan sido las inspiradoras, el hombre que ha sentido e intuido a su amante la ha cantado, descrito y profundizado siguiendo las mismas líneas que todos los demás amadores. D.H.Lawrence (en sus poemas), Paul Eluard, Neruda, Darío...han descubierto, ciertamente, sentimientos propios y diferentes, según la contextura de ellos mismos (los amadores), o según la de ellas; sin embargo, con pocas diferencias, han erigido a una mujer, solo a una mujer, a la Mujer universal y esencial.

La Venus de nuestro poeta Manuel Silva Acevedo, conservando, claro está, los rasgos arquetípicos de la mujer mítica –con toda su femineidad y su principio universal del yin (lo femenino del Eros cosmogónico)– ha creado en su poesía varias, muchas, decenas de mujeres completamente diferentes. En su libro Monte de Venus, se configura cada “bienamada” con rasgos tan diversos que a los lectores nos parece, al comenzar a leer un nuevo poema, que el amor vuelve a inventarse ( Rimbaud proclamaba aquello de que “el amor debe


reinventarse”; pero se refería a otra manera de amor, bastante antagónica a la de la poesía de Silva Acevedo). Nuestro poeta describe, profundiza y constituye a cada mujer como un ser singular absolutamente distinto de los otros. Su experiencia del amor es múltiple, y eso depende, casi exclusivamente, a que trata (en la poesía y, por supuesto, así debe ocurrir en su realidad amorosa) a cada una en su singularidad; o, mejor dicho, inventa la individualidad existencial y concreta de cada mujer-amante según el sentimiento y la inspiración propios de él, el macho, en cada determinado encuentro amoroso.

Ya no nos la habemos con la Mujer mítica y esencial, sino con la mujersituación; esta fluye del amor eminentemente activo, imperioso y creador de Manuel Silva Acevedo. El amante impone su voluntad a la manera de un guerrero. Es brutal, y para él el asedio y la conquista tienen mucho de agresividad primordial, de hambre original, de lucha a muerte. Por cierto que el conquistador, el lobo que él es frente a la mujer, recibe también las marcas indelebles de cada zarpazo por parte de su presa que se defiende. En toda esta lucha, en este cúmulo de batallas eróticas, se configuran todas y cada una de sus mujeres en forma única y diferente. A cada cual el amante-cazador la trata conforme a su


naturaleza; la ataca conforme a cómo se defenderá. ¡ Es un arte bélico su ars amandi ¡

Hay muchas mujeres, decíamos. No habíamos leído nunca una singularización tan notable...Gran poeta este chileno de libros originales y libres.

Eduardo Anguita

* Crónica publicada en el diario El Mercurio, bajo el título “Monte de Venus”, el 31 de marzo de 1982, e incluida posteriormente en su libro La belleza de pensar, Editorial Universitaria, Santiago, Chile, 1887.

Enrique Lihn


Poetas fuera o dentro de Chile 77

Gonzalo Rojas / Oscar Hahn / Manuel Silva

Quiero dar cuenta aquí de tres libros de la verdadera poesía chilena, de los cuales, se hablará, seguramente, muy poco, nada o en forma confusionista. Dos de ellos: Oscuro de Gonzalo Rojas y Arte de morir de Oscar Hahn,

se

publicaron

este

año

en

Venezuela

y

Argentina,

respectivamente, después de haber pasado años en el limbo de una editorial nacional, en el caso de Arte de morir. El tercero, Mester de Bastardía, del más joven de los poetas de esta tríada ocasional, es obra de Manuel Silva Acevedo

.......... Empezaré por Mester de Bastardía, pues no sigo un orden axiológico ni cronológico, pero deseo relevar la mínima actividad de interés que se realiza en el país en prosecución de nuestra auténtica tradición poética. A Manuel Silva se le debe el estudio de un texto suyo Lobos y ovejas que tuvo en 1972 el Premio "Luis Oyarzún", publicado en 1976, el cual fue elogiado por la crítica pero bajo la


perspectiva

de

una

interpretación

mutiladora.

.......... Ese poema seriado -varios textos que se integran en una imagen sadomasoquista de la violencia, en una fábula de animales -espera su lugar

en

una

antología

esencial

de

la

poesía

chilena.

.......... El nuevo título de Manuel compite bastante bien con Lobos y ovejas, aunque mis preferencias estén con el texto premiado en 1972 en un

concurso

de

cuyo

jurado

formé

parte.

.......... La calidad de bastardo -"que degenera de su oficio o naturaleza"atribuido al oficio medievalizado del poeta, alude vindicativamente a su condición segregada en un medio hostil, a la inanidad de la palabra poética ("A quien pueden servirle mis palabras / nada eterno contienen".), de una palabra -si uno se atiene a lo que ella dice expresamente de sí misma- que renuncia a la "corrección" ("para qué corregir estos versos"), a la eternidad y/o a la duración de la obra artística,y al aura de la misma (:"que me importan los tiempos venideros"), a la fe o a la creencia (:"el poeta ya no cree en nada"), a la "dignidad" fundada, es claro, en la privacidad y en el secreto farisaico (:"En estos versos me muestro de cuerpo entero / me exhibo como el cobarde que soy . . ./ Pasen señores a ver al poeta que aspira algodones empapados

en

éter").

.......... Siempre al nivel de la denotación o de lo que se dice


expresamente y/o sugiere en forma no menos clara, la palabra poética, el poeta o quienes como el fakir, "Fausto" o "El bufón" lo representan, son presentados bajo un aspecto degradado, y "un trozo de papel manuscrito / que el agua y el lodo desleen poco a poco" es en el "Diluvio universal" el testimonio postrero de la palabra poética en un mundo apocalíptico que barre con ella y la penetra diluyéndola, efímera, en una temporalidad catastrófica. .......... La contrapartida de la inanidad de Una palabra que se declara aplastada por la historia, está en la afirmación, más o menos explícita, de un cierto poder de la palabra y de su mágica vitalidad. Esta creencia (que no obliga a ninguna otra, compatible con el mayor nihilismo) subyace siempre a la creación poética, la cual sería imposible de no mediar la euforia en que se funda y que le sirve así de premisa "visceral". .......... El Vate (adivino) degradado al papel de bufón, del fakir o de ese módico Fausto que, habiéndolo perdido todo -dientes y muelas- se acomoda no obstante, fruiciosamente, "en la última cuenca / donde arde la lampara votiva de Luzbel, luz más que bella", el poeta, repito, puede haberse reducido a una figura grotesca, pero no por ello cabe olvidar su temible condición demoníaca, aunque esa terribilitá sólo le sea dada, en un mundo zoológico y tecnológico, para enredarse consigo mismo. .......... En los poemas de Silva pervive, junto con la euforia del lenguaje


poético, el mito del poder de la palabra creadora que patentizó Baudelaire para la poesía moderna prohijando a los "poetas malditos". .......... En "Decadencia de la dinastía" -uno de los poemas del Mester de Bastardía- el bufón a quien el rey le perdona la vida, se dirige a su señor: "Y ahora una adivinanza -¿qué es lo que guarda esta joroba / horrible y prominente? / Pues la cabeza de mi anterior amo / segada por su pueblo." .......... La palabra poética o la categoría de lo imaginario que la engloba se siente o se declara anulada o degradada por una realidad catastrófica, vacía y muda -la del "diluvio universal donde todo está desierto / los anuncios luminosos anuncian nada a nadie", pero aun así, esa palabra rivaliza ontológicamente con la realidad (se siente más real que lo real, en nombre de lo imaginario), opone una amenaza a otra. De la veta de este romanticismo burlesco brota un pequeño torrente lírico: "la poesía es una perra caliente" que corrobora el viejo credo desesperado en el lenguaje poético, el de las iluminaciones, el de la sobrena-turalidad. .......... Manuel Silva prolonga este mito, lo comparte a la vez que reniega del mismo corroborándolo, finalmente, en el plano de lo burlesco. La poesía, en este punto, autoparodia su presunción de ser más real que lo real, una actividad demiúrgica y clarividente. El poeta maldito, depositario mísero de esas propiedades mágicas, es un sujeto que tiene sueños reales (por lo demás de fácil comprensión sicoanalítica), sueños,


quiero decir, que actúan sobre la realidad según el orden de la causa y el efecto y que anulan -en lo imaginario- la diferencia entre lo imaginario y lo real.......... La imaginación es burlesca en Mester de Bastardía: se sabe literatura, texto; pero de ahí, también, una euforia de lo imaginario. Una realidad abominable debe ser exorcizada por un lenguaje terrible (en el sentido de "los niños terribles") que juegue como ella con lo absurdo, que transponga al lenguaje la irresponsabilidad de un mundo de "incineraciones

fisiones

desintegraciones".

.......... Hay en Mester de Bastardía, en lo sustancial, no la negación de lo real por parte de una poética idealizante centrada en los cómodos valores eternos supuestamente incontaminados por el discurso de la historia; en este libro, la poesía produce en el lenguaje su propio diluvio universal, pero también lo combate con el ritual de la palabra, lo distancia con el humor negro, le opone una catarsis verbal y, hasta cierto punto, una creencia que se confunde con la imaginación como distanciamiento

y

con

la

simpatía,

en

el

humor.

.......... La libertad de este lenguaje se opone de por sí a la "Esclerosis" (título del primer poema) de lo real y de lo que representa a esa esclerosis en el lenguaje mismo, hipercodificado, mecanizado que se utiliza en el mundo real, como medio de incomunicación:

Cierta viuda


Según los expedientes, a fojas trece su señor esposo alquiló este cuarto, se tendió en esta cama, se introdujo este revólver en la boca y gatilló . . . perdone la crudeza. Ayudándola a sentir, muy buenas tardes.

.......... Silva Acevedo se articula con la poesía chilena de los últimos veinte o veinte y cinco años y con la anterior, a través de una red de diferencias y semejanzas genealógicas. Y recibe, por cierto, en forma directa o indirecta, las instancias de la poesía moderna a partir de las cuales se ha configurado, entre nosotros, un cierto sistema poético abierto a esas instancias.

.......... La presencia del surrealismo de ciertos surrealistas, en la línea abierta por Apollinaire, es palpable en Manuel Silva. Voy a nombrar, simplemente, a Benjamín Péret o a Robert Desnos y referirme a quienes, dentro de la corriente o en sus márgenes practicaron, junto con el humor (heredado, también, de Alfred Jarry) un lenguaje desenfadado, legible y


comunicativo, incluso "popular", entremezclando los lugares comunes del habla y los de todas las retóricas.

.......... El surrealismo chileno, derivado, discipular, no gozó de esas libertades. Padeció, en general de un sobreexceso provinciano de ortodoxia culteranista; fue literaturesco y afectó una gravedad enigmática; ahora es un fósil académico.

.......... En 1954, los Poemas y antipoemas de Nicanor Parra postularon para la poesía chilena un equivalente del surrealismo heterodoxo a pesar o por la relativa indiferencia de Nicanor por la poesía francesa en la que se "limitaba", según creo, a la inmensidad de Lautréamont. En la línea de esa correspondencia con un surrealismo sin escuela y hasta sin autores que incluye la exposición del absurdo y el humor correlativo, se ha movido, de distinta manera, desde Parra, una parte importante, decisiva de nuestra producción. Yo inscribiría en esa línea a Mester de Bastardía.


LOBOS Y OVEJAS de Manuel Silva Acevedo. Hora de Poesía Nº 51/52, 1987, Barcelona, España. Enrique Lihn y Pedro Lastra.

Lobos y ovejas, el único poema extenso de Manuel Silva Acevedo (nació en Stgo., en 1942), es una obra fuera de serie en la bibliografía de la generación de los sesenta, que algunos de sus integrantes han llamado “diezmada”, después del golpe militar.

Aunque Silva Acevedo fue uno de los pocos escritores de esa generación que no emigraron, este poema y sus libros siguientes han tenido una resonancia injustamente escasa en el país. Dos factores pueden haber colaborado en ello: primero, la orfandad generacional en que Silva quedó, privado de apoyos “tribales” en el orden de las actividades de promoción y difusión –en las que son más diestros y expeditos sus compañeros ausentes-, y luego la ocupación de los espacios minados de la cultura en Chile por exploradores más audaces y más hábiles para desactivar esos explosivos. La personalidad escéptica y disfórica de Silva Acevedo ha conspirado también en contra suya: ya sea porque ha puesto sus utopías en otra parte, distanciada de la poesía, o porque cuando la retoma y publica lo hace con un desinterés creciente, cuya mínima densidad suele coincidir con los del alumbramiento de la letra impresa.


Lobos y ovejas se escribió a fines de los años sesenta; obtuvo en 1972 el premio Trilce en la ciudad austral de Valdivia; fue publicado parcialmente en una antología de poesía chilena en México, por la misma época, e hizo por fin su aparición como plaquette en 1976 (pero el lobo, y no el de fábula, ya venía estableciéndose entre nosotros).

Hace algunos años, Grinor Rojo ensayó una lectura política de Lobos y ovejas, postulando el carácter de vaticinio que efectivamente el texto tiene: Silva Acevedo había actualizado en la acción verbal la originaria condición del vate, al pronosticar las ineluctables turbulencias que se avecinaban.

Como todo vaticinio, el poema de Silva Acevedo no se agota en una lectura meramente alegórica, según la cual el bien y el mal estarían representados en la oposición lobos versus ovejas. El texto que explora una relación cruenta, de carácter erótico-sado-masoquista, da cuenta de un desplazamiento de los signos ominosos de esa polaridad hacia una tercera figura implicada en esa relación: la del (los) pastor (es).

¿De qué y cómo habla este poema? Haremos una descripción tentativa del orden en que se organizan y constelan los módulos del poema. Privilegiamos en el plano


de la “historia” la reseña de las secuencias en el entendido de que ellas no siempre son narrativas ni se atienen a la sucesión: son también alternantes, recurrentes y pertenecen a distintos y variados géneros: descripción, retrato, reflexión, letanía. En los fragmentos del I al V, principalmente, la oveja –que entraña y extraña al lobo al que daría a luz a condición de morir- refunde su abatimiento, su imposible deseo lupino. Lamenta su naturaleza ovina. Verifica su relación de alteridad con el rebaño. Ecos de estas lamentaciones, latentes en todo el texto, aparecen en secuencias posteriores (la número XIII, por ejemplo).

En el fragmento VI, ocurre el primer encuentro entre el lobo y la oveja, bajo la especie de un bautismo sangriento que es a la vez un acto de vampirismo, durante el cual el lobo reconoce a la loba en la oveja. Este movimiento de descarrío instala a la oveja utópicamente en el lobo. En la oveja se exacerba su voluntad de ser, que la hará representarse como lobo (la misma imposibilidad de cumplimiento es una moción transfiguradora en la utopía). El lobo bautista queda positivamente valorado con connotadores de excelencia: libertad, erotismo, ferocidad pasional, estoicismo y ascetismo heroicos.

En el fragmento VIII, y siguientes, la “oveja nueva” se rebela contra el amo porque se le revela –como por el puente de un sonido- el paso de amo a amor y de amor a amor lobuno. Por este desfiladero verbal la oveja asiste a las iluminaciones de lo


lupino. La noche deja de ser una “boca de lobo”, transfigurada en el espectáculo cósmico de la conjunción de lobo y loba. (Recuérdese que la constelación austral, debajo de Libra, es llamada en astronomía “Constelación del Lobo”. En el poema se juega con esa nomenclatura: la loba de las constelaciones).

En los fragmentos XI – XV, domina una visión humanizada del lobo, que lo muestra también como paciente de la marginalidad, víctima de la dictadura del hombre (se hace evidente que el poema es una crítica a la inhumanidad del poder).

El lobo “humanizado”, y agente pasivo de la depredación, se re-presenta ambiguamente como lobo o loba.

En el fragmento XVII, que comienza: Se declaró la peste en mi familia… la oveja iniciada en la lobitud afirma negativamente su condición lupina, cumpliendo una hazaña que la diferencia de sus “hemanastras” y de sus torpes “madrastras” que mueren resignadas. El hombre mismo (los pastores armados de palos que han venido a matar a las ovejas apestadas) la percibe como loba. A propósito de este fragmento se puede decir que la doble división en el poema es un rasgo que lo define: la transfiguración participa en un doble estatus. Lo transfigurado pasa a ser otra cosa sin dejar de ser lo que es (remitimos a un ejemplo muy notorio: la fusión de los fragmentos VIII y IX, donde la oveja presencia el amor lobuno entre lobo y


loba, se ayuntan en un cielo que es al mismo tiempo un pedregal: No había más que piedras y los astros rodaban por el cielo).

Desde el fragmento XVIII, la oveja se re-presenta como una fiera milagrosa de doble estatuto ontológico, que es y no es oveja y lobo: sus apariencias engañan y ella participa de ese engaño que ocurre en la mirada del otro y, es claro, en su propia mirada.

En los fragmentos finales tenemos dos órdenes expresivos diversos: o bien el sujeto de los textos habla en primera persona imperativa (Déjenme a mí la loba…), declarativa (No seré nunca más prenda de nadie…), implorativa (Ampárate pastor, ampárate de mí/ Lobo en acecho, ampárame), o la oveja es vista como personaje de su historia (en tercera persona) en los últimos episodios. En el fragmente XIX, su lobitud queda de manifiesto como sueño realizable solo en lo imaginario: lobo y cordera comparten el sueño de su acoplamiento desde dos intemperies (monte y corral); en el fragmento XXI, en el que la ilusión de ser lobo llega a su clímax, la oveja se busca a sí misma en cuanto cordera, según el proyecto del fragmento XVIII (Déjenme la cordera (…) Yo soy su sacramento). También la busca el pastor, evocándose así la imagen evangélica del buen pastor tras la oveja descarriada, para devolverla al redil. En los “hechos”, la condición milagrosa proclamada en el último fragmento queda confirmada negativamente como una


bravata, la misma que recorre y dramatiza todo el poema: un ser desgarrado entre la realidad y el deseo, entre la libertad y la opresión.

Hay algo transgresor de parte del texto en relación al pastor, notoriamente sagrado, que retrotrae a la oveja desde la lobitud –tan errática como el deseo- a la indeseable condición ovina.

Volviendo a la lectura política que el texto admite, diríamos que en él se diseña una situación de bloqueo en la relación dominadores/dominados que, junto con coincidir a la ensoñación heroica, la disipa con los hechos.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.