Bajo el signo del agua, a propósito del poemario de Ramón Bolívar Nada es tumulto. O carta de navegación de las tierras bajas Stampa editores, 2010
Leticia Luna
I Edén, mito de un paraíso que emerge del agua; como si cada día, al Mediodía, Villahermosa renaciera en medio de un laberinto de olores, sabores y color. Imposible sustraerse a los vapores del trópico, al resplandor esmeralda de agua, verde y sol: trópico trémulo, entraña viva de un reino terrenal donde una voz se pregunta: ¿qué es la poesía? Ramón Bolívar, heredero de la gran estirpe de hombres de letras que ha dado Tabasco, nos presenta: “Nada es tumulto. O carta de navegación de las tierras bajas”, Stampa editores, 2010, su más reciente poemario, conformado por 10 cartas náuticas y una posdata dirigida al poeta Carlos Pellicer Cámara, donde nos abre la página de ese laberinto de ríos, cañaverales y pantanos, verdadero paraíso mexicano, “incendio guacamayo” y asombro del jaguar; como cuando William Burroughs nos hace entrar a las ciudades de la noche roja en una embarcación; así asistimos, a través del lirismo de Ramón Bolívar, a ese trópico celeste, no exento de la vida cotidiana y política de sus habitantes. “Un fonema varado en la ribera del Grijalva.” Viaje metafórico por la cartografía del alma de una ciudad, de un río y de un poeta; poeta-portador de la Palabra, caminante de las aguas, “voz de trovador vocinglero”, aquí podríamos detenernos a explorar este vocablo. Vocinglero, es aquél que habla mucho o da muchas voces, un paradigma exacto de este poemario multivocal, que lo mismo pronuncia versos de coloquial estilo, retomando las