RAMÓN PALOMARES EL REINO DEL VIEJO LOBO Enrique Hernández-D’Jesús
Zona de leyendas, -dice Carlos Contramaestre- recorrida por la historia, fortaleza de la memoria y de los prodigios, envuelta en la neblina de las montañas, que conforman El reino que este poeta invoca y nutre su imaginación desbordante. Su poesía define una geografía y un espacio cultural potenciado por sus tradiciones y sus orígenes.
El poeta Vicente Gerbasi, es el hilo de los espacios cálidos poéticos en la mirada a nuestra tierra. Ramón Palomares es el latido de la madrugada y de las voces de los seres de la montaña. Ambos vienen del barroquismo-onírico, nos enseñan a cantar con el lenguaje nuestro, con el lenguaje de nuestras raíces. Su búsqueda es muy clara, la exuberancia de la tierra, la timidez de sus hombres, las huellas, los ríos, los fantasmas y los muertos queridos. La Elegía al padre, Mi padre el inmigrante. Los espacios cálidos, El reino. Diamante Fúnebre y Adios Escuque, se emparentan en formas interiores y expresivas, es la estética de lo cotidiano. Para Gerbasi: –Las aves no vuelan en el alma, vuelan en el aire-, para Palomares: –Andaba el sol muy alto como un gallo /brillando, brillando / y caminando sobre nosotros. / Echaba sus plumas a un lado, mordía con sus espuelas al cielo. /Corrí y estuve con él / allá donde están las cabras, donde está la gran casa.-
La memoria y la riqueza poética celebran lo encantatorio de la poesía de Ramón Palomares, la fluidez rítmica y la imaginería de adjetivación siempre sorprendente y reveladora, donde se hallan plasmadas las voces más arcaicas de los Andes venezolanos, el paisaje y sus poderosos enigmas. Ramón Palomares funda una poesía de nervadura y contagio
inagotables. Parece que volviera la escritura poética a engranar míticos y propios espacios donde el fervor, la sabiduría y la calidez de la palabra encontrarán no sólo refugio sino apariencia y cuerpo real de los sueños del hombre, para sentir y saber de ella, de la poesía. Ávidos nos conmovemos ante su claridad.
En Palomares encontramos diferentes maneras de sentir, de vernos, de escucharnos. Su poesía es expresión pura de la realidad, y más allá de la realidad. Es una forma de lo real maravilloso, de los lenguajes puros abarcando sus caminos y sus montañas. Palomares es nuestra historia, las guerras trujillanas, las voces del Jardín Botánico, la máscara, el gran sueño, la pequeña colina, el jugador, pero más allá de eso, su unción está doblemente configurada en la mujer de los loros de Eloísa Torres, de los caminos y los sonidos de los pájaros, estas mezclas señalan la palabra humilde, una palabra de siembras, parecidas al barro, a la tierra, a las tardes de grandes aguaceros, así como, noches de mujeres viendo la luna, en la pintura de Salvador Valero. Y esos campesinos abigarrados de frío y de míticas nostalgias, como los de El Hombre del Anillo. En Palomares está el habla y el tiempo de la égloga feliz, de los recuerdos, del esplendor y de la música que despierta el afán cotidiano. Ramón Palomares, perteneció al Grupo Literario “Sardio” (1958-61) años en los que se publica su primer libro “El reino”. Estuvo ligado a El Techo de la Ballena. Maestro. Fue profesor titular de Literatura en la Escuela de Letras de la Universidad de Los Andes. Ha publicado: El reino, 1958; Paisano, 1964; El Ahogado, 1964; Honras Fúnebres, 1965; Santiago de León de Caracas, 1967; El Vientecito suave del amanecer con los primeros aromas, 1969; Adiós Escuque, 1974; Elegía 1830, 1980; El viento y la piedra, 1984; Poesía (Antología), 1985; Alegres Provincias, 1988; Mérida, Elogio de sus Ríos, 1985. Recrea junto a David Alizo, el cuento indígena La rana, el tigre, los muchachos y el fuego, 1969. La Academia de Mérida publicó Mérida, fábula de cuatro ríos, 1994. “Y en todo ello nuestro origen perdido, nuestro origen de ser callado y soñador, y ese dejo de pesadumbre”, han aparecido los volúmenes: Poesía. (1958-1965),1973; Poesía (1977 1985); Trilogía, 1990. Lobos y halcones 1997; En el reino de Escuque, 2006; Vuelta a casa, 2007
Premio Nacional de Literatura 1974. Así como fue merecedor en el año 2005, del Premio Internacional de Poesía Víctor Valera Mora, con una Antología, publicada por la Editorial Monte Ávila en la colección Biblioteca Básica Venezolana. Ramón Palomares es el río, el que habla con las truchas y los pececitos, con las aves, con el cóndor y con el búho. Incita al vuelo del pajarito que venís tan cansado, nos lleva a la realidad dentro del bosque y El Reino donde corren las ondas de La Mudanza del Encanto, él légamo del poeta en el silencio de la montaña, con fantasmas y animales extraños andan por los corredores de la vieja casa. Es el ojo siempre con asombro en el cielo abierto, en la franja de la profundidad candorosa.
RAMÓN PALOMARES, COMO SIEMPRE Luis Alberto Crespo
Elevado páramo, delgado eneldo, lujo del trigo y la neblina, aquella vez pequeñita a la orilla de su decir: mi emoción es saberte en mi cariño, vívido y largamente, conmovido ante el deleite y la epifanía, así en lo naciente como en su misterio.
De inclinarme en mi tierra fragosa frente a tu quehacer de celebrante y compungido aprendí a permanecer plácido viendo a lo que le ocurre al viento cuando pasa por las espinas y a mantenerme en el infinito de lo más breve, esa la revelación de la lentitud que es lo solo cuando nos ama.
Estoy lejos de ti, es cierto, y no te alcanzo la voz ni tu mirada, pero la nostalgia es más ágil que la geografía.
Aquí donde ahora me he detenido, vuela el gorrión y se ha retirado el cuervo. El río se lleva a Paul Celan en la pequeña barca de su muerte con la sombra del puente Mirabeau. La tela gris que cubre a la ciudad de la Vieja Linterna,
la del laúd constelado y del pañuelo hosco que me ciño al cuello ceden al bordado del granate y la glicina donde Rilke tuvo los ojos azules mientras en mis lágrimas se posa a beber el fatigado y pequeño pájaro con que me hablabas.
Acaso la desnudez del mundo que ahora palidece entre los castaños ateridos del invierno, tan igual a tu súbita lejanía entre nosotros (sol blanco sol blanco sol blanco) se vuelva la luz de lino de los ventisqueros y transfigure tu carne en aquel rumor de los campos de labranza o en aquel silencio sonoroso que me diste en lo más alto de ti mismo mientras pasaba el Mucujún, aguas abajo, eternamente como siempre fuiste.
Para Ramón Palomares Luis Alberto Crespo
Elevado páramo, encendido eneldo, sosegado respiro del trigo y la neblina: mi emoción es saberte en mi cariño, vívido y largamente, siempre así, conmovido ante el deleite y la epifanía, así en lo naciente como en su misterio.
De inclinarme en mi tierra fragosa frente a tu quehacer celebrante y compungido aprendí la exuberancia de lo árido, la desmesura en lo más breve, la revelación en la espina que nos ama.
Estoy lejos, es cierto, esa lentitud, y no te alcanzo la voz y tu mirada, pero la nostalgia es más ágil que la geografía.
Aquí vuela el gorrión y se ha retirado el cuervo.
La tela gris y el pañuelo hosco ceden al bordado del granate y la glicina.
Acaso la decorosa desnudez de la primavera parisiense (sol blanco sol blanco sol blanco) se asemeje a la bullosa luz de allá
Con tal ilusi贸n rec铆bela. Es mi obsequio para ti y mi alabanza
CON RAMÓN PALOMARES EN EL CAMINO DE HUMBOLDT Gustavo Pereira
Mientras existan seres sensibles en nuestro país y en el mundo la poesía de Ramón Palomares será imperecedera. Tan cerca del instante de su despedida, apenas puedo bosquejar unas pocas palabras, y solo para recordar un poema con el que otrora intenté expresarle mi cariño y admiración y las circunstancias en que fue escrito. Se trataba de una exigua retribución para agradecerle otro que él me trajera a casa, Halcones de Gustavo Pereira, transcrito de su puño y letra en hermosa cartulina, como regalo inolvidable. Eso fue hace veinte años, en una de esas ocasiones de júbilo -paréntesis de deberes y angustias- entre las tantas en que nuestra entrañable amistad nos juntó. El primer borrador de mi texto data de un viaje que hiciéramos dos años después a los Estados Sucre y Monagas en pos de las huellas de Humboldt, a quien tanto leímos y admiramos. Ramón le había dedicado a este su Alegres provincias, un extenso, amoroso y extraordinario poema, y yo, más tarde, el título de mi libro Equinoccial. Puestos en marcha, decidimos tomar la ruta humboldtiana a la inversa, es decir, costeando el golfo de Cariaco hasta Villa Frontado y subir por la elevada y sinuosa carretera a Santa María hasta llegar a Caripe del Guácharo, regresando tres días después por el valle de Cumanacoa. El trayecto y la estadía en Caripe pasaron en una sola conversación sobre los esplendores del amado país que el sabio alemán cantó a su modo en prosa refulgente, su gente humilde y bondadosa y aquellos azules del golfo que se abrían ante las montañas y valles en floreados y amarillos verdores que nos asaltaban desde todas partes. Las últimas correcciones a aquel poema, Con Ramón Palomares en el camino de Humboldt cerca de una aldea en una colina, las hice años después –porque la poesía parece revestirse en la nostalgia- y luego apareció en mi libro Sentimentario, publicado por Monte Ávila en el 2004: Cuando resplandecían las margaritas (en el tiempo en que las margaritas resplandecían) y la vida era otra vez sensata
Cuando estallaban las margaritas (digo) (porque tal vez no eran verdaderos destellos sus destellos)
Cuando estallaban las margaritas y el sol languidecía (no como un sol cualquiera sino como suntuoso rastro en nuestro vaso) mientras su luz nos ataviaba
Cuando estallaban las margaritas y el sol se disolvía y apenas despuntaba la noche (porque la noche aguardaba el tiempo propicio para dejar atrás lo andado)
Cuando estallaban las margaritas y el sol se abandonaba y apenas desembozábase alrededor la oscuridad te escribí estas palabras para recordar aquel poema tuyo olvidado que siempre nos perseguirá.
No aludía este poema al que me trajo aquella vez, escrito en 1996 y reescrito con nuevo título como regalo para la edición de mi libro Equinoccial, publicado en 2008 por El perro y la rana, y que no transcribo aquí, desde luego, por elemental recato. Era un texto de sus años mozos que yo había leído en alguna parte y no pudimos recordar. Ahora, al final de aquel viaje, quienes tanto le amamos hacemos de la pena un luto florecido, solio de dignidad y resistencia sobre toda tristeza en esta hora de despiadadas tropelías y agresiones imperiales.
PALABRAS PARA RAMÓN PALOMARES EN SU MUERTE Leopoldo Teuco Castilla
Canten esos cantores por el difunto que se desentierra, suenen esas guitarras por el que resucita y es colibrí libando otra vez la luz de los árboles de Mérida. Dónde cree que se lo lleva la muerte si él se fue” pajarito tan cansado” a ese espacio donde ella no puede impedir que vuelva. Desde antes estuvo allí, campeando en lo más allá, Tigre Negro entre las estrellas. No le alcanzarán los tiempos para matar todos los Ramones que se amanecen, en el corazón de sus amigos, en cada uno de sus poemas, en la memoria de Escuque y en cada esplendor de Venezuela. Ese Palomares que ahora vaga como un cristalito por los páramos, águila real en el Ande sobre toda Latinoamérica. ¿Cómo van a enterrar a quien tenía adentro toda su tierra? No la Gran Zamura. Se lo llevó la poesía que salva el mundo. Ahora su paraíso es la transparencia. Canten y beban los cantores de Ramón Palomares su canción inmensa. Gran maestro, mi enorme hermano, aquí en la Argentina, con los poetas, tus amigos, brindamos por ti que nunca has dejado de dar la vida para que todo aparezca.
AUSENCIA DE PALOMARES Tarek William Saab
A Ramón Palomares lo conocí en la Mérida insurgente de principios de los años 80´ cuando estudiaba en la Escuela de Letras y participaba de las luchas estudiantiles que marcaron una época en la ULA. Lo veíamos en recitales y supimos advertir la grandeza de su poesía, de su conducta cívica llena de una extraña calma y espiritualidad genuina. En ese entonces no imaginé que llegaríamos a ser entrañables hermanos de vida y Fe. Luego que nos trasladamos a Caracas a mediados de los 80´ seguimos de cerca el estudio de una literatura asombrosa y de un gran impacto para cualquier iniciado: El tesoro escondido en sus poemarios El Reino, Paisano y Adiós Escuque iluminaron la inspiración de varias
generaciones de nuevos escritores nacionales que vimos en Palomares un
referente distinto a quien seguir con devoción… 2.- Ya a finales de los años 90´pudimos acercarnos a su don de gente, a su excepcional y original forma de ser próxima a una santidad elemental por esa nobleza e inocencia que lo acompañó hasta el último día. Con Palomares llegamos a compartir luego recitales en Mérida, Caracas, Anzoátegui. Promovimos homenajes en su honor y lo condecoré en el 2008 con la máxima orden en Anzoátegui en los duros tiempos que ejercimos de Gobernador en nuestra tierra natal. Un parque para niños frente al bulevar que construimos en el año 2012 en Playa Lido de Lecherías, lleva su nombre… En todo ese tramo vital de encuentros y reencuentro fue creciendo una hermandad propia de quienes desde el respeto y la querencia más sincera compartimos los sueños de la literatura, el amor a la familia, el compromiso con la Patria honda y alegre y triste. Ahora recuerdo las muchas veces que junto a otro entrañable hermano de sueños, el Catire Hernández-D’Jesús, emprendíamos una y otra vez el viaje a nuestra querida Mérida con la única excusa de verlo en su hogar, de hablar con él de los poetas con quien él compartió heredades y precipicios, de aquellos que se quedaron a la orilla de un río devastados por una existencia a veces bella y cruel; de leer poemas con los amigos que lo veneraban, de
compartir los aires frescos del Páramo de La Culata donde él tiene una hermosa cabaña en lo más alto de los cielos, era allí donde nos mostraba una a una con sus nombres propios las flores silvestres que crecen en ese excepcional paisaje.. era el Palomares humano intacto e idéntico a cada una de las páginas de su poesía inmortal, invitándonos a caminar su senda Pero el más reciente viaje ocurrió exactamente horas antes de su partida. Lo llamé el domingo 28 de febrero para avisarle que íbamos con mi mujer Carla y el Catire HernándezD’Jesús a verlo como solíamos hacer allá en su casa y que le llevaríamos comida árabe, noté que su voz había dejado de ser la misma y presentí un sino trágico que me llevó a adelantar la llegada exactamente para despedirlo aún con vida una tarde del jueves 3 de marzo, un día antes del final y supe al verlo que nos convocaba a su adiós terrenal. A pesar de ello esa tarde estaba lúcido y fue conmovedor oír su angustia por nuestra Venezuela y por la defensa de sus sueños más humanos y profundos. El 4 de marzo ya en el hospital todo fue dolor y llanto junto a sus seres queridos. Ahora recuerdo en esta melancólica hora que volver a Mérida ya no será para mí nunca igual, porque ya él no nos estará esperando alegre y bueno para emprender el camino hacia ninguna parte, a ese cruce de senderos enigmáticos donde se atesoran los más puros sentimientos Caracas 10 de marzo del 2016
SELECCIÓN POEMAS SALUDOS
Saludos, precioso pájaro. Y no abandones el oro de las plumas entre aquellas nubes ni pierdas el canto en el dominio de los truenos. No sea que pases del cielo. y quedes preso en los astros.
De viajes, cuánto se ha perdido, cuánta ola estrellada en el acantilado, mientras tus alas robaban fulgores al poderoso perro del cielo. Y cuánto de lluvias, de verano, de hierba roja por la implacable estación. O de gris, nieblas y continuado fantasma frente al joven enamorado de barcos. Los vecinos perdidos, el llanto de amigos que he visto secar en paños por olvidos e irremediable paso. Ni qué decir de la muchacha cuyo pecho hasta ayer fuera tan liso y que luego se ha visto como exquisito racimo.
Saludos. Pero, amigo de viajes, ¿cómo poder contar las pérdidas,
ventas que se han hecho, nuevas adquisiciones? Y si la modesta familia vende las posesiones de provincia y compra apartamentos confortables, ¿no hemos vendido al corazón y una y otra vez cambiado los pareceres de conciencia para entender mejor las noticias a la semana? Y mientras tú por el pasado año te entregabas a los aromosos cielos del norte, aquí las muertes y los nacimientos cambiaban las cuerdas del buque y hacían trastabillar al viejo. Y mientras robabas a ese perro los bellos fulgores, el oro para majestad en tus alas, los cambios de ciudad, las venidas al amor, los cantos de una ilusionada nube que nos ahogara en deseos pintaban nuevas y extrañas figuras en la quilla del buque.
Y entretanto no había más que el incesante brillo y el incesante batir de esas alas sobre espumas y ciudades, sobre campiñas y lejanas praderas; más allá de las torres establecidas por la caída de noches. No había más que esos ojos absortos,
fijos hacia el norte o el sur, la cola firme, a manera de timón, y el impulso y la ruta que algún hilo indicaba.
Y el cielo, y los aromas de flores muertas o recién abiertas y los aires cambiantes.
Y nada más había para ti, amigo de viajes; las idas, los regresos encontraban esas pupilas quietas, serenas, tendidas en medio a las carreras que el cielo juega.
Saludos. Apenas para ti hay tiempo de cantar en el delicioso jardín y sacudir en el estanque las alas allí donde el viento no ha podido vencer.
EL JUGADOR
Yo soy como aquel hombre que estaba sentado en una mesa de juego Y al promediar la tarde ya estaba bien basado Y dio y dio hasta que estuvo rodeado de montones de plata Y ya en la tardecita era puro de oro Y le llegaban mujeres y le ponían los brazos al cuello y él se reía Y estaba lleno de joyas, lleno de prendas y los ojos y las orejas eran de fina joyería y los bigotes y la barba eran de verdad piedras! Y muy Muy preciosas! Y a las nueve ya estaba en su apogeo Y la mesa y los jugadores y los que estaban en lo alrededor brillaban Y aquello eran nomás soles Y un gran sol que era él Y esa casa era un solo resplandecer y resplandecer Y mientras más entraba la noche más y más claro se hacía Y el tiempo iba y venía y así hasta que todo era una gran montaña Y el hombre estaba en el centro y en lo más alto del monte Y se veía como una enorme piedra roja y en lo alrededor todos eran de oro y todos de monedas riéndose con aquellos dientes que chispeaban y hablando con sus lenguas de porcelana y rubíes.
Entonces eran como las doce Y el reloj dijo a dar las doce Y al ratico nomás quedaba la casa
Y al ratico nomás quedaba la sala con la gente brillando y brillando Y ya no quedaba sino la mesa y los montoncitos de oro Y el hombre miraba a todos lados Y abría la boca y miraba Y desaparecieron las mujeres Y vio los montoncitos de ceniza Y se quedó desnudo Y se puso a llorar Ai se dio cuenta Que todo se le había vuelto noche Y resplandores Nada! Todo de luto y hosco Y esos ojos de él vieron una luz y volvieron en sí Y volvieron a mirarse como era él Y tendió la mano sobre los montoncitos de ceniza sonriendo Ya me voy -dijo Me voy como me vine -dijo “Adiós” Y se fue por lo oscuro.
ADIÓS
Para Antonio Luis
Llovió y ha vuelto a llover y cayeron las hojas y el sol las abrazó y el viento vino y arrastró las hojas y sonó la hojarasca y otra vez cayeron las hojas y el sol las abrazó y vino el viento y el rocío se hizo en la hierba y se fue y abrieron los capullos y el insecto rompió la húmeda cáscara {y voló y otra vez el pájaro que cantaba en la cuerda bajó a jugar bajo el rosal y volvió a su cielo y cantó y la mariposa estuvo dormida al amanecer y con el sol {caliente subía dando ligeros golpes y la lluvia la heló y otra mariposa voló por el jardín y el {jardín de ayer quedó yerto y enrojeció y volvió a quedar yerto y pálido y las {ramitas secas chasquearon y cayeron al césped y el sapo cambió de sombra y {volvió a cambiar y ha buscado otra sombra húmeda y el gusano ha terminado de hilar y ya voló y ya volvió a {hilar y el viento mueve la hoja que lo hospeda y los jejenes han ascendido en el vaho caluroso y caído con las {aguas del cielo y se han levantado de nuevo porque otra vez ha sido el día {caluroso y la hilera de hormigas corta el campo en el claro seco y
{boronoso y ahora regresa al patio sembrado y el ratón de monte ha dormitado largamente en su cueva y {ha despertado por muchos días corriendo en secreto lejos del búho y ha caído lejos de las garras del búho y el búho {comió y pasó noches de hambre y volvió a su comida y duerme este día y se despertó de nuevo y cazó la rata gris y un hombre encontró su pareja y se amaron y el hijo que {nació encontró su pareja y la amó y el hijo que de allí naciera encontró su pareja y la amó y de {allí nació un hijo y el hombre murió y volvió otra muerte y se llevó otra vida y {otra vida se apagó al entretanto y vinieron hermosas costumbres y cambiaron las viejas costumbres y otras costumbres y modales se cambiaron y se levantaron templos prodigiosos y los templos prodigiosos se {fueron y llegaron nuevos templos prodigiosos Y se levantaron los ídolos todos de metal noble y refulgente {y dieron vuelta y otro rostro cubrió el rostro de ellos y otra vuelta cambió este rostro por otro de otra forma y el polvo hundió los ídolos y salieron flores del polvo y el {desierto llegó a cantar un largo silencio y las ciudades despertaron y se durmieron y se ocultaron y {desaparecieron y volvieron a nacer con sus comercios y sus tiendas y sus reyes {y príncipes y poetas y bellas mujeres y mártires y guerreros y sacerdotes y {santos y maestros y muchachos atarantados y viejos y la luna estaba dando vueltas y se encendía toda y se {adelgazaba y se hacía tenue y se llenaba y se vaciaba de plata y volvía a llenarse y a subir
{tarde y tarde bajando tarde y tarde y noche y noche y la tierra corría y corría y regresaba y corría y la tierra en la {noche en la oscuridad dando su cara negra {y rodando su cara deslumbrante y su azul ligero y su azul {negro y sus nubes y aladas y sus nubes estrepitosas y deshechas con el mar que saltaba {hacia su madre y saltaba desde el pecho de su madre y con el viento que lloraba y cantaba como un niño y lloraba {y cantaba como una mujer y lloraba y cantaba como un {anciano y como un perro y como un mar hasta que era otra vez viento y lloraba y {cantaba y la tierra iba loca y bella entre sus madres entre sus padres {loca como una jovencita y loca como una mujer en una fiesta y como un paso de baile y como una caída de flores y como {un beso iba i venía mientras las grandes redes de estrellas subían y {aleteaban como insectos desesperados de amor y como chispas que volaban desde la raza áspera y como cabelleras {solas y como fuego solo y como oro raptado y oro yéndose y oro viniendo y oro jugando en {todas partes y moscas plateadas y anillos perdidos y collares y cuellos y rostros de mujeres exquisitamente desenvueltas {y allí las noches soltaban sus amarras y se aprisionaban y amaban la noche {hembra y la noche viril y el tiempo hembra y el tiempo varón y la vastedad toda y los {círculos de vastedad que iban y venían a sí mismo y de sí mismos alejándose y {entregándose y frotándose como dos hocicos de hembra y {macho encelados, tigres, lobos en celo.
Y ha vuelto a llover y dime qué sol ha venido y qué canción {has oído y qué mariposa baja hasta la flor del patio y duerme y dame ese perfume que todo es un perfume y una esencia y una {vaga brisa que llega y se mueve anda y desanda y dime si adentro de ti no oyes tu corazón partir y si de ti todo se ha ido y todo está por llegar y todo está en {viaje y todo es nuevo y vuelve. Adiós Salud Adiós.
TERRAZAS (Poema inédito 1962)
Tengo una altura semejante a las águilas; desde aquí contemplaré las serpientes doradas y el atardecer. La plata ha venido a mí, el diamante y la planicie que amanece; tantos sueños tengo, tantos ríos y fuego, andantes de mi edad.
Altura de mis habitaciones aún no se detiene el mediodía sobre ti y ya tengo guardados dineros de amor y oro extraídos de viajes extraños. Aún no ha llegado el primer soplo del oeste y ya mis sueños tramontan el sol y desando las nieves.
Alas son el deseo y la luz que se dirige por los valles y la vista y el olfato que se apega a la flor distante y el descenso de las colinas engalanadas de tul breve y frágil cuando el viento desata sus rasgos de casada.
La mocedad se ha estirado ha cubierto el mar, ha desvestido la línea de los montes alzados; abraza las carnes del azul y lame la mañana. No se equivocaba el año de los delirios porque inclinado a los países
nadaba lejos, rodeado de fulgores.
Altura son los pasos de ilusión y la miel que canta en los besos y la montaña que se ríe y el caballo que anima los espacios de césped tal, así, que evoco los caminos abiertos sobre las rocas, el peligro y las llamadas del abismo donde avanza la espuma.
Los cabellos fulgirán aquí, la llama estará complacida entonando con sus furias. No hay lunas de juventud.
Tengo una hoja que se reviste para fulgurar y aquí, levantado sobre un imperio veo las colinas hablar y agitar sus colas plateadas. Una limpia sed que se abre a los lagos celestes tal es y las naves se pasean, mejores que el año del amor hacia la ventura del sol venidero.
Un camino que no tiene idas ni venidas, Cuando las aves no conocen, el día ignorado por las flechas que avanzan a la constelación mortal, tal es el acero que cruza en mis ojos. Y por lo que corren las aguas, lejos de otro motivo.
He abierto un claro en los montes, los que se alzaban en la noche; Mis pies se han vestido para un viaje Y mi colocación mueve los restos de la primavera, unas corrientes libres (ágiles) cuyas lanzas arrasan hacia la libertad.
Brilla, rasgo de madera, tú que bebes la suerte del fugitivo Y enlazas la bella margarita Embriagada las edades del licor.
Mientras avanzo y desplazo mis rasgos a la última nube cobrando la sonrisa arrancando la sombra florida de las praderas, alto, muy alto y sólo descendiendo en instantes a rescatar el rubí de los que mueren hacia la belleza inclinada del solitario.