ROSINA CONDE
SIETE ESCENAS INFRUCTUOSAS
Una
Imaginemos que el estudio se encuentra dividido en dos secciones por un biombo. A la izquierda, tenemos una cama matrimonial, un buró, una silla,
un
pequeño
escritorio
y
un
librero
repleto
de
libros
en
dos
hileras. Al fondo de la recámara, una puerta ancha de cristal, a través de la cual alcanzamos a distinguir la regadera del baño. A la derecha, una cocineta, un desayunador modesto y una pequeña estantería con vajilla mexicana
para
cuatro
personas,
vasos
de
cristal
soplado,
cubiertos,
cafetera, juego de tazas y azucarera para el café. Sobre la mesa, un alebrije con los ojos enormemente abiertos y fauces amenazadoras. Si
volteamos
estudio;
junto
hacia a
ella,
la
derecha,
una
ventana
veremos grande
la que
puerta da
al
principal
del
exterior
del
edificio. Bajo la ventana, una mesita con el teléfono inalámbrico, una libreta de direcciones y un florero.
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Pero regresemos a la recámara y veamos a Belinda y Federico, quienes se encuentran desnudos en la cama apenas cubiertos con la sábana. Se ve que acaban de terminar de hacer el amor. Él está fumando. Sobre la silla hay
un
pareo
jaguayano
de
colores
brillantes.
Desde
la
sección
del
comedor hasta la cama, la ropa de ambos se encuentra desperdigada por el piso. Belinda es una chica de 25 años que trata de verse mayor, aunque es un poco insegura. Federico tiene cinco años más que ella. Mira el cielo de la recámara. Habla con tono grave. −−Si me divorcio de Berta..., ¿te casarías conmigo? Federico le da una bocanada a su cigarro y se queda en actitud de espera. Belinda, sin voltear a verlo, le contesta con el mismo gesto. −−No. Luego se levanta muy seria y se cubre el cuerpo con el pareo. Federico la mira intrigado. −−¿No? −−dice sorprendido y voltea a verse la argolla de matrimonio en su mano derecha. −−No −−responde ella terminante. Belinda entra al baño. Él se pone de pie indignado y la sigue desnudo. Le habla a sus espaldas en tono de reclamo. −−¿Cómo que no? ¿No te das cuenta de lo que significaría para mí dejar a Berta? Indiferente, Belinda le responde, abriendo el chorro de la regadera. −−No tienes por qué dejarla... Por mí no te sacrifiques. Indignado, Federico la toma bruscamente del brazo y la voltea hacia él. Belinda se sorprende y contesta replicando y recuperando su miembro, mismo que mete en el chorro del agua para verificar la temperatura. −−¿Qué te pasa? Federico la mira con coraje. Ella deja caer el pareo. Él lo atrapa y lo mira, mientras reprocha con enojo. −−Has estado jugando conmigo todo este tiempo.
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−−No seas cínico −−responde ella enfadada. −−Belinda... −−dice Federico, tratando de corregir el tono de su voz. La abraza. Pero ella lo hace a un lado y se mete en la regadera. Federico se queda parado viendo la puerta de cristal sin correr aún. Ella le pregunta asombrada. −−¿No te vas a bañar? −−dice con un ademán, invitándolo a pasar−−. Siempre tienes prisa. Como ve que Federico no se mueve, jala la puerta. Él le contesta desilusionado. −−Antes preferías quedarte con mi olor. −−Ya conservé demasiado −−responde ella en off con tono de sarcasmo. −−¡Claro!, ahora, te doy asco −−chantajea él. −−No seas imbécil. −−¡Ahora piensas que soy un "imbécil"...! −−reclama Federico como un niño,
luego
hace
una
pequeña
pausa;
la
chantajea−−:
por
proponerte
matrimonio, seguramente. Belinda guarda silencio. Luego empieza a cantar. −−"Pasaste a mi lado... u-u-uhhh, con gran indiferencia..." Federico
empieza
a
caminar
descontrolado
por
el
baño
mientras
la
escucha. Habla sorprendido. −−Creí que te daría gusto. −−"...tus ojos ni siquiera, laralalá, voltearon hacia mí..." Federico no aguanta; descorre abruptamente la puerta de cristal y le grita enojado. −−¡Te estoy hablando! Belinda interrumpe su canción y, como si no hubiera pasado nada, le responde. −−Te estoy escuchando −−y, casi sin interrupción, continúa cantando−−. "Te vi, sin que me vieras..."
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Federico no soporta su actitud y la avienta contra la pared. Asustada, Belinda calla. Tratando de controlar su nerviosismo, le responde con supuesto coraje. −−¡No vuelvas a tocarme en tu vida! Federico
la
mira
sin
saber
cómo
reaccionar.
Se
da
cuenta
de
su
exabrupto, pero tampoco se atreve a disculparse. Belinda sale del baño. Empieza a vestirse mientras va recogiendo su ropa en el camino. Federico se queda inmóvil unos instantes junto a la regadera antes de reaccionar. El chorro del agua se ha quedado abierto. Cierra la llave enojado y, al mismo tiempo, sorprendido de su conducta. Luego sale del baño y entra en la recámara. Encuentra a Belinda vestida, enojada, y con la bolsa en la mano, lista para partir. Olvidando su coraje, Federico titubea. −−¿Te vas? ¿Adónde...? Belinda no contesta. Él se le acerca. Trata de ser cariñoso cuando le dice: −−Perdóname. Trata de tomarla del brazo, pero ella lo rechaza. Le dice enojada, aunque insegura, mientras avanza hacia la puerta. −−Te dije que no volvieras a tocarme en tu vida... Federico trata de cerrarle el paso. La mira preocupado. −−¿Estás hablando en serio? −−Claro que estoy hablando en serio. −−No puedes hacerme esto... Belinda le responde con una mueca y se abre paso hacia el desayunador. −−¿Y qué... aquí me vas a dejar plantado? −−Nadie te está plantando, Federico. -¿Cómo que no? Te hice una pregunta. Belinda trata de controlarse y recuperar la confianza. −−Y yo la contesté.
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−−Esa no era una respuesta. −−¿Qué
esperabas...
−−dice
irónica−−,
que
me
pusiera
a
brincar
de
felicidad...? Él le responde al mismo tiempo que ella habla. −−No. −−¿...a gritar...? −−No. −−¿...a llorar, acaso...? −−No, no, ¡no! −−responde Federico subiendo el tono de voz. Ella no le hace caso y sigue preguntando ad líbitum. −−¿...que te lo agradeciera? Federico grita, dando término a la relación de argumentos. −−¡No! Belinda le pregunta con desprecio: −−¿Entonces...? −−Pensé que te emocionarías al saber que estoy dispuesto a... −−¿Por qué...? Eso no estaba en los planes. Federico le corta el paso; la abraza, y le dice con tono de esperanza. −−Pídeme lo que quieras, Belinda... Ésta lo mira con rencor. −−¿Y yo, a qué tengo que renunciar a cambio de ello? Se hace a un lado; abre su bolsa y saca un cigarro. Lo enciende; luego camina hacia la puerta. Federico le cierra nuevamente el paso. Su actitud cambia de pronto. −−¿Adónde vas? −−le pregunta irascible. −−No seas enfadoso. Déjame pasar. −−Tenemos que hablar. −−¿Hablar...?
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Federico la mira ofuscado. −−Si no te casas conmigo... −−¡Qué! Al ver que ya no logra controlarla, Federico la amaga. −−Ni creas que vas a vivir con otro. Belinda suelta la carcajada. −−¡Eso ya pasó de moda, cabrón! −−y agrega arremedándolo−−. "Si no te casas
conmigo..."
−−luego
cambia
de
tono−−.
¡En
qué
telenovela
estamos...! Federico trata de guardar la compostura. La mira fijamente a los ojos. −−Lo digo en serio. Ella
ríe
aún
más:
pero
él
no
se
inmuta.
Le
habla
con
tono
de
advertencia. −−No voy a volver a repetirlo. Ella trata de esquivarlo para salir; pero Federico no la deja avanzar. Se siente nerviosa, aunque trata de controlarse y sostenerle la mirada. Federico suaviza el gesto, la toma por la muñeca y le dice con ternura. −−Quedamos en que comeríamos juntos.
Dos
Belinda y Federico se encuentran sentados en el desayunador comiendo. Federico le da el último sorbo a su café, y comenta resentido. −−Dijiste que lo habías olvidado; pero todavía no me lo perdonas, ¿verdá? Ella contesta resentida. −−No sé de qué estás hablando −−y se pone de pie para ir por la cafetera. −−De eso...
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Belinda no responde. −−¿Hasta cuándo me lo vas a reprochar? −−No empieces, Federico... −−dice enfadada, mientras sirve más café. −−¿Por qué te niegas a aceptarlo? Cuando me casé con Berta, yo no sabía que iba a conocerte... −−hace una pausa, y trata de justificarse−−. ¿Cómo querías que supiera que iba a enamorarme de ti? Como que todo se pone de acuerdo para callar y el sonido se suspende. No se escuchan ni el tráfico ni la radio ni el aire que mueve las cortinas. Federico le busca los ojos. Como ve que ella, con la cafetera en la mano, evade su mirada, sigue buscándolos. Ella le da la espalda y deja la cafetera en su sitio. Camina a la mesa y se sienta sin voltear a verlo. Sigue comiendo como si nada. Federico le toma la barbilla con delicadeza para alzarle la cara hacia él. −−¿Cuándo me vas a perdonar? Ya te dije que quiero casarme contigo. −−Y dale con la cancioncita esa... −−responde ella enfadada; luego corrige su actitud−−. Te prometí que lo olvidaría todo y he cumplido. Es a ti al que no se le olvida. Le sirve más café. Federico le reprocha. −−Has cambiado mucho, Belinda. −−Lo que cambió fueron los términos de la relación. −−Pero ya no eres la misma. Belinda lo mira irónica y le responde con un reproche. −−¿Qué esperabas...?: ¿que siguiera enamorada de ti como al principio? Si tú me hubieras propuesto una relación abierta desde que empezamos, las cosas
habrían
tenido
otro
sentido,
porque
yo
me
habría
protegido
emocionalmente... −−¡¿Y yo qué?!: ¿me he protegido emocionalmente? −−hace una pausa−−. Respóndeme, ¿me he protegido? −−Tú ya sabías a lo que le tirabas cuando empezaste conmigo, y no lo hiciste con la idea de enamorarte: tú sí lo hiciste con la intención de
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pasar el rato −−Belinda parodia−−: “Total, escuincla pendeja, la boto cuando me harte o cuando me descubra mi mujer", ¿no? −−¿Pero cómo crees que pude pensar eso? −−Pues si no fue así, lo hiciste para encontrar alguien de quién enamorarte antes de botarla. −−No soy tan cínico. −−¿Entonces...? −−Te juro que me voy a divorciar de Berta. Ella le contesta con un chasquido de lengua y se sienta a terminar de comer. −−Nadie te lo ha pedido ni te lo está pidiendo... −−Lo digo en serio... −−dice él con ternura; le busca la cara−−. Belinda... Ella niega con la cabeza. −−No
sigas,
Federico...
Las
cosas
han cambiado... La relación ha
cambiado; tú has cambiado; y sí, tienes razón: yo he cambiado... Le
toma
las
manos
con
cariño
y
le
corta
las
palabras
con
tono
romántico. −−Te juro que todo volverá a ser como antes. Ella retira sus manos. −−Ya no soy la ingenua que conquistaste en la facultad... He crecido, Federico. ¿No te has dado cuenta? −−y agrega sarcástica−−: ¡Y te lo debo a ti, papacito! ¿Qué más quieres? Soy tu producto, mi amor. Dime: ¿qué más quieres? −−Que me sigas amando. −−¡Pero si te sigo queriendo! −−le responde desesperada. −−Pero no: amando. −−¡Claro que no! ¿De qué manera querías que te quisiera después de enterarme que eras casado...? Además, en ese entonces, tú dijiste que no
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te ibas a divorciar de Berta ni por mí ni por nadie. En fin... yo no te he reclamado nada después de lo pactado. −−Pero has cambiado. −−¡Y dale con la cancioncita! −−lo mira enfadada−−. He madurado, que es distinto. Federico no la entiende; la mira con rencor. −−¿Te estás viendo con otro? Ella se siente insultada. −−No tengo por qué responder esa pregunta. −−O sea que sí te estás viendo con otro. −−No me hagas caer en tu trampa, Federico. ¿Qué no te das cuenta de que esa es una pregunta indigna? No tienes autoridad. Fuera de control, Federico da un puñetazo en la mesa. −−¡Claro que tengo autoridad! ¡Yo soy el que te mantiene! Ella lo mira indignada. −−¡Pero por supuesto que no! Yo pago mis gastos con mi beca. −−Sí, una beca que no te alcanzaría ni para pagar la renta. Además, yo puse el departamento. Belinda se pone de pie, avienta la silla, y lo mira con cinismo. Le habla despreciativa, con una mueca de burla. −−Uy, sí, valiente departamento −−toma fuerza y lo encara−−. ¿Cuál es el pedo, cabrón?: hoy mismo lo dejo. Hecho una furia, se levanta también; la toma por los brazos. Belinda lo ve asustada. −−Sí, seguramente ya tienes otro lugar adónde irte. −−¿Con qué cara me vienes a decir eso? Federico la amenaza. −−¡Tú te vas... y de mí te acuerdas, cabrona!
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La suelta y camina hacia la puerta del departamento. Toma la perilla y,
antes
de
abrirla,
la
mira
retadoramente.
Le
habla
con
tono
de
advertencia, mientras la señala con el dedo. −−¡Ni se te ocurra, porque vas a saber quién soy...!
Tres
Alicia
es
nuestro
nuevo
personaje.
Tiene
27
años.
Es
una
mujer
autosuficiente que piensa que lo sabe todo. En este momento está sentada con Belinda tomando café en el desayunador. En close up vemos que Belinda tiene el entreseño fruncido; mira preocupada la taza entre sus manos. Alicia la aconseja maternalmente. −−Cálmate, mujer −−luego, la mira con sarcasmo−−. “Perro que ladra no muerde”. −−No, Alicia, lo dijo en serio. Yo sé que lo dijo en serio. −−¿Pero qué te puede hacer? −−No lo sé. Nunca lo había visto así. −−Lo que pasa es que se siente impotente porque ya no sabe cómo controlarte −−dice Alicia con tono explicativo−−. Cree que te le has salido del huacal. −−¡Pues
claro
que
me
le
he
salido
del
huacal!
−−responde
Belinda
irónica−− ¿Qué esperaba? −−Seguramente,
que
lo
siguieras
amando
y
atendiendo
con
la
misma
docilidad. −−¡Está
loco!
Quiere
jugar
al
conquistador,
como
si
todavía
estuviéramos en el siglo diecinueve. Alicia sonríe con burla y alza las cejas. −−Los hombres...
están en el siglo diecinueve −−la mira irónica−−. Son
liberales, pero juaristas −−y suelta la carcajada.
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Belinda no ríe, por el contrario, se preocupa más. −−Con mayor razón, Alicia... ¿Y ahora... cómo me deshago de él? Alicia no se percata de la angustia de su amiga y hace un ademán de indiferencia. −−¡Bah! Belinda la ve extrañada. −−¿¡Cómo que “bah”!? −−Demándalo. −−¿Estás loca? Yo sería incapaz de algo así. ¿De qué me ha servido estudiar tanto para terminar como una mujer común y corriente, que, para poder vivir, tiene que demandar al marido? Ni que fuéramos salvajes. Además, ni mi marido es... −−¡Y a él de qué le ha servido estudiar: él bien que se atreve a amenazarte! Belinda duda. −−No
lo
sé.
Tú
misma
acabas
de
decirme
que
"perro
que
ladra
no
muerde". −−¿Quién te entiende, Belinda? Te digo que no te preocupes y me lo reclamas; te digo que lo demandes y te indignas. −−¿Pero... de qué lo voy a demandar si no me ha hecho nada? −−¿No estás diciendo que te amenazó? Belinda
avienta
la
mano
en
expresión
de
que
nadie
le
va
a
dar
importancia a su asunto. −−Bueno, sí, pero no de muerte... Además, quién me va a hacer caso... −−se queda muy seria viendo su taza de café y explica−−: cree que estoy saliendo con otro... −−Pues no estaría mal. −−¿Qué te pasa?
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−−¡Uy, sí, muy digno el señor...! −−ríe−−. Y tú tan abnegada −−luego la ve despreciativa−−. ¡Cómo si él te fuera tan fiel! −−Según él, a mí me es fiel... a quien le es infiel es a su esposa... −−No seas imbécil, Belinda, igual es un infiel −−y agrega sardónica−−: ¿Ya le preguntaste si su esposa tiene otro? −−Eso lo tiene sin cuidado −−responde con desprecio, luego cambia su tono−−. Ayúdame, Alicia, yo sólo sé que no hallo cómo quitármelo de encima: ayer me propuso matrimonio... −−¿Qué...? −−Sí. Me dijo que estaba dispuesto a divorciarse de Berta, si me casaba con él. −−¡Claro: el señor tiene que asegurarse de que vas a casarte con él para poderse divorciar! −−A mí no me interesa casarme; mucho menos con él. Alicia ríe con burla. −−¿No decías que lo amabas "más que a tu vida"? −−Eso ya pasó, Alicia. Cuando me enteré que era casado se me vino el mundo abajo. Tuvimos un pleito terrible. Fue cuando me dijo que me era fiel: que ya no tenía relaciones con su esposa. −−¡Seguramente! No seas estúpida. ¿Y por qué no la dejó entonces? −−Porque estaba enferma y no podía dejarla abajo... −−¡Pobre mártir!, ja... ¿Enferma, y de qué? −−De osteoporosis. Alicia suelta la carcajada. −−¡No mames, esa es una enfermedad de menopáusicas...! −−Berta ya está grande. −−¿Pues qué edad tiene? −−No sé... como cuarenta.
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Alicia la mira sorprendida. −−¿Pues cuántos años le lleva? −−Cuatro, diez..., ¡quince! ¡No sé ni me importa! Lo único que sé es que quiero largarme de aquí. Ya no lo soporto. Alicia, sin hacerle caso, pregunta con cara de asco. −−¿Y cómo pudo casarse con una mujer tan grande? ¿Pues a qué edad se casó con ella? ¡Tendrá mucho dinero! −−No seas ridícula, Alicia. ¿Quién dice que para ser atractiva ante los jóvenes hay que tener dinero? ¡Tú andas con un hombre más joven y no tienes ni en qué caerte muerta! ¿Qué te hace especial o diferente de ella? Alicia responde contundente. −−Yo no tengo osteoporosis. −−Ella tampoco tenía cuando lo conoció −−hace una pausa y cambia de tema fastiada−−. ¡Estoy harta de la clandestinidad! −−No sé en qué te molesta −−responde Alicia con sarcasmo−−. Lo tienes
todo... −−Me
limita...
no
tengo
libertad...
no
puedo
moverme...
¿Te
das
cuenta?: no puedo actuar con soltura. Alicia le da un sorbo a su café y se queda viendo su taza pensativa. −−Ya quisiera yo conseguirme un galán como Federico... −−luego la mira curiosa−−. Bueno, ¿y por qué no lo terminaste antes? −−¿Tú crees que no lo he intentado? −−¿Quieres decir que ya te había amenazado antes? Belinda baja la cabeza y guarda silencio dando a entender que sí. Las dos se quedan pensativas otro rato. −−Pues no precisamente “amenazado”, pero no me dejó ir, argumentando que no iba a ser tan fácil que lo dejara. Que no me iba a soltar así como así.
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−−Pues debiste haberlo dejado en ese momento. −−Entonces era muy pendeja, Alicia. −−¿Ya no? −−pregunta Alicia con una sonrisa de burla. −−¡Bah...! Ambas se quedan calladas. Belinda voltea hacia la ventana y comenta con nostalgia. −−Anoche me volví a quedar dormida en la sala esperando la llamada. ¿De quién? No lo sé, pero esperaba que me hablara alguien. Luego desperté como a las tres de la madrugada sin saber dónde estaba. Como me dio güeva levantarme y caminar hasta la cama, me quedé ahí, y me soñé en una casa muy rara −−y voltea a verla−−. ¿Has tenido sueños recurrentes? −−hace una pausa; al ver que Alicia no responde, se responde a sí misma−−: Yo sí... Hay
varias
casas
en
las
que
me
sueño
desde
niña,
y
todas
me
son
familiares −−y, luego, dice con desolación−−: sin embargo, esta vez me soñé
en
una
casa
que
no
había
visto
nunca,
una
casa
totalmente
desconocida para mí... Ora sí que: ¡ni en sueños, hija! El caso es que estaba con un tipo bien raro, al que tampoco había visto en mi vida, a quien le daba miedo salir al jardín. Era un jardín lleno de hojas secas y árboles pelones. Y nos quedábamos encerrados con veinte mil candados. Lo peor es que, a pesar de todo, entraban dos chavas desnudamente rojas, con el cabello rojo, las uñas rojas, la cara roja, y no hallábamos cómo sacarlas. Belinda se queda callada. Alicia sale de su ensimismamiento y voltea a verla intrigada. −−¿Y...? −−¿"Y", qué? −−¿Qué pasó? ¿Qué onda con las chavas “desnudamente rojas” y con el tipo? −−Nada. Alicia se desespera; golpea sobre la mesa con las palmas abiertas.
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−−¿Cómo que nada, Belinda? ¿Qué caso tiene que me cuentes el sueño, entonces? −−¿Cómo que “qué caso tiene”? ¿No te das cuenta de que me dejó un sabor
de
suspenso,
desolación; en
el
que
vacío?
no
−−y
pude
la
mira
aclarar con
nada;
que
sarcasmo−−.
todo ¿Qué,
quedó nunca
en has
interpretado tus sueños? −−Ay, sí, Tuy: psicóloga... −−No te burles, no se necesita serlo para poder interpretar un sueño. ¿No te das cuenta?: ¡me soñé en una casa que no había visto nunca, y siempre me sueño en las mismas casas! Además, el tipo ese, y las chavas que entraban con todo y los veinte mil candados... −−¡Putas madres, qué enigmático! Si hasta parece novelón de la Edad Media. Belinda hace una mueca de hastío. Alicia se pone de pie enfadada. −−Bueno, pues, qué vamos a hacer... −−No lo sé... Quiero largarme, pero no se adónde. −−Vente a mi casa. −−No puedo. −−¿Cómo que no puedes? −−¿Cómo crees...? Es el primer lugar al que va a ir a buscarme. −−¿¡Pero
qué
te
puede
hacer,
Belinda!?
No
seas
ridícula.
Todo
es
cuestión de que agarres tus cosas y punto. −−No sé, pero por tal de... Alicia truena los dedos. −−Claro: ¡su esposa! Belinda ríe sarcástica. −−¡Uta, qué clarividente! −−¿Por qué no, Belinda?
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−−Porque no soy del tipo de mujeres que se rebajan a hablarle a la esposa del amante. −−¡Pero si no le vas a hablar para amenazarla ni para que te deje su lugar ni nada, sino para dejárselo a ella! −−¡Estás loca! −−¿Pues no que quieres librarte de él? Ella, por tal de conservarlo, será capaz de todo. −−Ya me viera haciendo escenitas. −−¿No que querías “actuar”, mujer? Es lo que ella menos va a querer. ¿Tienes su teléfono? Belinda duda. −−¿De veras lo crees? −−No seas necia, Belinda. A ver, dame su teléfono. Alicia toma el inalámbrico. Belinda coge una libreta de la mesita, abre una página y le muestra un número. La mira intrigada. Alicia marca. Espera que le contesten. −−¿Bueno...? Con la señora López, por favor... De la amante de su marido. Belinda la mira horrorizada. Alicia le pasa el teléfono; la invita a llamar con tono de reto. −−¿No que quieres deshacerte de él? −−¿Qué le digo? −−pregunta indecisa Belinda, al agarrar el teléfono. −−Me sorprendes, Belinda. Tú, tan fuerte emocionalmente, tan segura de ti misma. −−Sabes bien que es un camuflage... −−Pues, sólo dile que quieres verla y hablar con ella. −−No me parece justo, Alicia, recuerda que está enferma. −−Con mayor razón: le haces un favor.
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Cuatro
Berta,
de
cuarenta
años,
aspecto
jovial
y
optimista,
viste
traje
sastre de mezclilla, con minifalda y botines. Ahora se encuentra frente al librero de Belinda, observando los libros. Belinda está sentada en el pequeño comedor con una taza de café sin saber qué hacer. Frente a ella está la taza de Berta. En el centro de la mesa, en lugar del alebrije, un pastel. Berta
habla
mientras
repara
en
un
libro
viejo,
pero
en
buenas
condiciones. Le pregunta intrigada. −−¿En dónde conseguiste este libro? −−dice al momento en que lo toma y lo hojea. Belinda, desilusionada, la mira fijamente. −−No lo sé. Era de mi padre. −−Pues tienes una joya −−dice Berta volteando hacia ella−−. Este autor no se consigue. Y menos en esta edición que tiene fotografías de Lola Álvarez Bravo −−la mira amigable−−. ¿Ya lo leíste? −−No. −−Francisco Tario es uno de los escritores mexicanos menos conocidos actualmente. Sólo los bibliómanos... Belinda habla forzada, tratando de sostenerle la plática. −−¿Y usted cómo es que lo conoce? −−También por mi padre... Berta se acerca a la mesa y le da un trago a su café. No se sienta. Regresa al librero. Belinda le habla sin quitarle la vista de encima. −−¿No tiene curiosidad? Berta le responde sin malicia. −−Por algo te pregunté dónde lo conseguiste... Belinda titubea.
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−−Me refiero... a Federico y... Berta hace un gesto con la mano de “¡para nada!”. Deja el libro de Tario. Coge otro y lo observa detenidamente. Belinda se pone de pie y se asoma con discreción por la ventana. Regresa a su lugar. Dice con tono de reproche. −−Federico me dijo que usted tenía osteoporosis. −−¿Yo? −−dice ella senalándose con el dedo, luego ríe encogiéndose de hombros. Deja el libro en su anaquel−−. ¡Si supieras la cantidad de cosas que les dice Federico a las mujeres sobre mí! Belinda la mira sorprendida. −−¿A las mujeres...? −−¿A quién más? −−responde Berta con naturalidad. Belinda no comprende. −−Pero... −−Federico es mitómano, Belinda... −−le explica Berta. −−¿Y usted...? −−Háblame
de
“tú”...
Está
bien
que
sea
mayor;
pero,
finalmente,
compartimos el servicio. Belinda no aguanta su cinismo y le responde indignada, frunciendo los ojos y la frente. −−¿El “servicio”? −−Pues, sí, ¿no dices que eres la amante de mi esposo? −−¿Pero cómo puede hablar de “servicio”? −−Te dije que me hables de “tú”. Belinda siente coraje de repente. −−¡Pues no me da la gana! Berta se sienta a tomar café. −−Pues, entonces, no sé para qué querías verme. −−Pues si para usted es un servicio...
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Berta no se inmuta. −−¿Sabes cuál es la diferencia entre un vibrador y un hombre? −−y ante la mirada horrorizada de Belinda, Berta responde con menosprecio−−: que al hombre lo puedes mandar a que saque la basura −−y suelta la carcajada, mientras corta un pedazo de pastel. −−Ahora entiendo... −−Ahora entiendes ¿qué? −−¡Por qué le pone los cuernos! −−No hay hombre que no “ponga los cuernos”, Belinda. Me extraña que, después de andar con mi marido como dices, todavía creas en la fidelidad. −−Claro que hay quienes son fieles. Berta la mira sarcástica. Llevándose un trozo de pastel a la boca, le dice irónica. −−Pues eso lo serás tú, porque ya viste que mi marido no lo es. −−¿Y cómo lo puede decir tan tranquila? −−Con la misma tranquilidad con la que tú me llamaste para decirme que me ponías los cuernos con mi marido. −−¿Yo? −−Claro que tú, Belinda: esa es muy poca solidaridad femenina. Belinda la mira con cara de disparate. −−Bueno, pues, ¡a lo que te truje, Chencha! −−Realmente no te entiendo −−dice Berta sin cambiar el tono. −−No: la que no entiende soy yo. −−Te quedó bueno el pastel. Belinda la mira exasperada. −−Yo no lo hice. −−Perdón... supuse que si Federico se había fijado en ti era porque... Belinda la corta en seco.
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−−Pues no suponga nada. −−No entiendo por qué me agredes... −−Porque ahora resulta que usted ya lo sabía todo. −−¿”Todo” qué? −−Que Federico andaba conmigo. −−Pues
no
sabía
con
quién,
pero
me
lo
imaginaba.
Y
me
da
gusto
conocerte. −−¡Uta!, ¡qué alivianada! −−No, no es aliviane, es sentido común. Belinda, enojada, se acerca a la ventana y se asoma sin reparos. Hace una seña obscena con la mano. −−¡Qué miran, cabrones! −−¿Qué te pasa? −−¡Que estoy harta! −−¿Y los transeúntes qué culpa tienen? ¿O te da coraje ver que no tengo osteoporosis? Belinda no responde. Berta agrega. −−¿O ver que no soy la bruja que te describió Federico? Belinda la mira intrigada. −−¿Pero... como es posible que no se indigne por lo que dice Federico de usted? Berta exclama con enfado. −−Ay, muchachita, yo no sé qué diga Federico de mí; pero si tiene una amante, con algo la tiene que entretener... ¿o no? −−y luego agrega autoritaria−−. Tú debes saberlo mejor que nadie. −−¡Ah!, ¿ahora resulta que yo...? −−¡Claro, tú eres la que está jugando al esquirol! Belinda la mira pidiendo auxilio.
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−−Bueno, ¡me va a ayudar o no! Berta encoge las cejas y sonríe sarcástica. −−¿De qué estás hablando? Belinda
se
exaspera,
no
entiende
a
Berta,
quien
sigue
sonriendo
burlonamente. −−¡Ya no quiero a Federico! Berta ríe obscenamente. −−¿Y yo qué tengo qué ver en eso? −−¿Está loca, o qué? −−Un momento, yo no vine a que me insultaras... Tú me llamaste. Y después de que quieres que te ayude, a no sé qué... Belinda, exasperada, la interrumpe en seco. −−¿Cómo que no sabe a qué?: a librarme de él. −−¡A librarte de él! Pero qué cinismo. −−¡Es que no se da cuenta de que no me deja! ¿Por qué cree que le hablé, entonces? −−¿Y qué quieres que yo haga? −−¿Cómo que qué? ¿Qué hace una esposa cuando se entera que su marido tiene una amante? −−No lo sé −−responde Berta encogiéndose de hombros. Belinda la ve entre sorprendida y horrorizada. −−¿Qué no siente celos? −−¡Ay, Dios mío de mi vida! Ahora resulta −−Berta habla para sí−−. Bien decía mi madre que “¡la que con niños se acuesta...!” −−se pone de pie; cambia de actitud−−. Me tengo que ir. Belinda la detiene angustiada. −−¿Cómo que se tiene que ir? Berta mira su reloj. Habla con naturalidad. −−Sí, Federico no tarda en llegar a cenar.
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−−¿Y lo dice con esa tranquilidad? −−Mira, muchachita... −−¡A mí no me diga “muchachita”! Berta la encara. −−¡Yo te digo como me dé la gana, escuincla babosa! Ahora resulta que después
de
que
vienes
a
quitarme
el
marido,
tengo
que
ayudarte
a
deshacerte de él −−la mira a los ojos y le habla con tono terminante−−. Tú eres la amante, y ahora sales como entraste. −−¿Qué no se da cuenta que Federico la va a botar? −−responde Belinda con desprecio. −−¿”Botar”...? Federico no está encadenado, reina, él se puede ir cuando le dé la gana. −−¿Entonces, por qué...? −−¿No te das cuenta de que los hombres viven de las escenas? Belinda enfurece. −−¡Y, por lo visto, usted las conoce muy bien! −−Dicen que “más sabe el Diablo por viejo que por Diablo” −−dice Berta con tono aleccionador; agarra su bolsa, y camina hacia la puerta; luego, se disculpa−−. Perdona, pero me tengo que ir: Federico ya no tarda en llegar a la casa. −−¡Es usted una descarada! Ahora veo que me ha estado utilizando. −−¿Yo...? −−Sí, usted. Por tal de retener a Federico, le consecuenta todo... −−Yo no retengo nada, Belinda −−dice Berta con tono cortante−−: la gente está donde quiere estar y con quien quiere estar. −−¡Usted es capaz de cualquier cosa por tal de retener a su marido! Berta la mira con agrado.
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−−¿Y qué mujer no hace... cómo dijiste?, ah, sí: “cualquier cosa” −−y la mira con asco−−, ¿por tal de “retener a su marido”? −−¡Cínica! ¡Es usted una cínica!
Cinco
Ahora vemos que Belinda está dando vueltas en el estudio como león enjaulado. Suena el timbre. −−¿¡Quién!? −−Soy yo: Alicia. Belinda corre a la puerta; pero se queda dudando unos instantes antes de abrir. Luego abre con coraje y la mira furiosa. −−¿Qué quieres? Alicia entra exaltada. −−¿Qué pasó? ¿Qué le dijiste; qué te dijo? Belinda la mira con cara de genio. −−¡Puta, qué pinchi idea la tuya tan brillante! −−¿Por qué, no vino? −−¡Claro que vino la muy desvergonzada! −−¿Se pelearon? −−No. La cabrona nomás quería conocerme. −−¿Pues qué te dijo? Belinda se sienta. −−Que ya sabía que Federico tenía una amante. Alicia responde obviando lo obvio. −−Bueno, todas sabemos que tienen una amante. Belinda golpea sobre la mesa. La mira horrorizada. −−¿Pero cómo que “todas sabemos”, Alicia?
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−−Claro, ella no es pendeja. ¿O tú no sabías que Federico tenía una esposa? −−y la mira sorprendida−−. ¿Acaso creíste que eras la única mujer en su vida? Vemos
cómo
Belinda
esconde
la
cara
entre
sus
manos
y
se
suelta
llorando. Alicia se le acerca y le pone la mano sobre la cabeza para consolarla. Le habla maternalmente. −−Pero si eso es ancestral, Belinda. Ésta le avienta la mano con la cabeza sin descubrir la cara. −−¿Cómo puedes hablar así? Alicia es cruel. Se burla: −−¿Nunca te lo dijo tu mamá? −−¡No seas cabrona, Alicia! −−El burro hablando de orejas. Bueno, ¿me vas a decir qué pasó, sí o no? −−Nada, no pasó nada. −−¡Por favor! ¿Entonces, por qué estás así de...? Belinda se pone de pie furiosa. −−¡Lárgate! Se asoma por la ventana y vuelve a hacer una seña obscena con los dedos. −−¡Métansela, cabrones! También nosotros nos asomamos por la ventana. Vemos que, abajo, dos hombres están parados afuera de un coche y ven a Belinda con cara de interrogación. Responden la seña con el mismo gesto. −−Belinda −−dice Alicia preocupada−−, qué haces. −−Esos güeyes me tienen harta. No dejan de mirar hacia acá. −−¿Cuáles güeyes? Abajo no hay nadie. −−De seguro los envió Federico. ¡No te das cuenta que estoy atrapada! −−Sí, pero en el mundito ese que tú misma has creado.
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−−¿Qué voy a hacer, Alicia? Nada me resulta. Federico no me deja en paz. Anoche vino y me hizo otra escena. −−¿Y esto que es? −−¿Qué cosa? −−Lo que tú haces. ¿No es una escena también? −−No mames, Alicia. Tú sabes cómo están las cosas. ¡Ya me dijo que no me va a dejar: que me caso con él o con nadie! −−Y yo te sugerí que lo demandaras; pero no quieres. −−¡Cómo se te ocurre! −−¿Sabes qué?: ahi nos vemos, Belinda. Quédate en tu teatrito. Alicia se pone de pie, y se dirige a la puerta. Belinda le reprocha. −−¡No hagas mutis así nomás como así! Alicia sale.
Seis
Belinda corre a la ventana. Toma el florero que está en la mesita y vemos que lo lanza por la ventana en dirección a los tipos que vimos en la escena anterior. −−¡Ni crean que me asustan, cabrones, y díganle a Federico que se la meta por donde le quepa! Corre hacia la recámara y se mete en la cama. Se tapa por completo y se hace bolita adentro de las cobijas. Minutos después, entra Federico furioso. −−¡¿Se puede saber qué te pasa?! Llega hasta la cama y empieza a zarandear a Belinda sin destaparla. Ésta no responde. Más enojado aún, Federico jala las cobijas. Belinda lo mira asustada. −−¡No, Federico, no, no me pegues!
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Federico le hace un ademán de desprecio con los brazos. −−¿Yo cuándo te he pegado, mujer? −−Voy a dejarte. Federico empieza a cantar. −−”No me digas que te vas... No me digas que te vas...” Belinda niega con la cabeza. −−No... Él la mira retadoramente. −−”¿De qué sirven tus palabras?: son mentiras nada más.” −−Cállate, te estoy diciendo que voy a dejarte. No me importan los tipos de afuera. Federico no le hace caso. Le habla autoritariamente. −−¿Se puede saber por qué le hablaste? Ella finge demencia. −−¿A quién...? −−¿Cómo que “a quién”? −−¿Yo...? −−Ahora, menos va a darme el divorcio. No lo puede creer. −−Pero si ella dijo... −−¿No te das cuenta de que lo has echado todo a perder? Belinda lo mira sonriente. −−¿Yo...? −−Sí: tú. Ya me amenazó con quitármelo todo si no te dejo. Belinda se sienta de un salto en la cama. No puede creer lo que escucha. −−¿Lo dices en serio? Él responde enojado.
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−−¡Claro que lo digo en serio. Ya me dijo que no me va a dejar! ¡Nunca!, ¿lo oyes? ¡Nunca! Belinda brinca en la cama emocionada. −−¡No es posible! Ella dijo que no haría nada por mí. −−¿Te das cuenta de lo que has hecho?: Ya no vamos a poder casarnos... −−Claro que me doy cuenta, mi amor. Responde feliz, y lo abraza.
Siete
Vemos que Belinda y Federico están haciendo el amor. Belinda se mueve sobre el pubis de Federico con una felicidad incontenible. Él la mira extasiado tomándola por la cintura y sin poderlo soportar más: está a punto del orgasmo. Pero no seamos indiscretos y giremos nuestros ojos hacia la sala; que nuestra vista llegue hasta la ventana y se asome por ella. Observemos a los dos tipos del carro. Internemos la vista un poco más, y reparemos en que hay un jardín lleno de hojas secas y árboles pelones. Atrás una puerta cerrada con veinte mil candados. Se hace el silencio. El aire se suspende. Los candados se abren misteriosamente. La puerta también se abre, y unas chavas desnudamente rojas, con el cabello teñido de rojo y las uñas marcadamente rojas, salen. Detrás de ellas vienen Federico y Belinda, quienes se detienen al ver que las chavas son recibidas por los tipos del carro. −−¡Ahora entiendo! −−le dice Belinda feliz a Federico; luego voltea hacia los tipos y les dice con una sonrisa conciliadora−−: juro que ya no voy a hacerles señas obscenas. Ellos asienten halagados.
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Las chavas soplan un beso desde la palma de sus manos hacia Federico y Belinda, y suben alegres en el carro. Los tipos suben también. Arrancan. Federico y Belinda gritan: −−¡Adiós! Indiscretamente, vemos que se besan. Aparece el “Fin” en la pantalla.
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