Seré breve

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Felipe Orozco. SerĂŠ breve: minificciones

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Seré breve

Para Bibiana Bernal, por alimentar mis filias. ANIMALES

CAUTIVERIO

Es un error. Susurra. No he hecho nada. Dice. No debería estar aquí. Alega. No me he despedido de mis hijos. Gime. Seguro que alguien ha cometido un error. Declara. ¡Sáquenme de esta prisión miserable! Ruega. Malditos, ¡qué quieren de mí! Grita. ¡Cabrones, hijos de puta! Maldice. Niña, por favor, ¡ayúdame! Implora.

La niña se acerca a la pequeña jaula, cautivada por tan bello canto.

Para Inés Arias de Reyna

PÁJARO

Heredé un pájaro. Su canto alegra mis mañanas.

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Veo su imagen partida por los barrotes de la prisión, donde no pueden desplegarse sus alas. Conmovido, quise liberarlo, pero si meto mi mano en la jaula para hacerlo, se revuelve desconfiado y la emprende a picotazos. Opté por dejar su puerta abierta, pero ha sido inútil. Teme que la libertad sea otro ardid. Una trampa más.

CIUDAD CANIL

Si el frío de la calle es un alfiler que se clava en su costado, la hostilidad del transeúnte es una alfombra de cristales que hiere las almohadillas de sus patas.

Bebe de los charcos un amargo veneno. Mastica deshechos con trozos de neón que traga con la rabia del proscrito.

Prefiere evitar la jauría de los hombres, desde que advirtió que los espejos lo miran con tristeza. Vaga por la ciudad como un perro sin sueño.

UN GATO Y SU SOMBRA SON DOS GATOS

Exhausto, un gato busca ansioso un rincón en la oscuridad, después de haber sido arrastrado de punta a punta de la urbe, por ese gato negro adherido a la almohadilla de sus patas.

Camina grácil el gato, pero es mucho más felina su sombra.

Para Nana Rodríguez

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AMOR Y DESAMOR

DETERMINACIÓN

Dudaba. Por eso la dejó. Desde entonces, tiene la certeza de su ausencia.

PESADILLA

Cuando ella despertó de su dulce sueño, nadie estaba allí.

Para Ana Vidal

CONCORDANCIA

En su pesadilla, él se veía obligado a oír una larguísima cantinela de ella. En la pesadilla de ella, la escena es igual, pero él finge escucharla.

DIÁLOGO

Largamente la ha mirado en silencio. Y le dice: "Bella. Préstame tu boca. Quiero explicar este asombro."

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Largamente lo ha esperado, y le contesta: “Amor. Préstame tu lengua. Para hablar del deseo."

ENTREGA

“La amaba Señor Juez. A mi manera, pero la amaba. Por eso, aquella noche le hice el amor con locura. La amaba, puede estar seguro. Por eso puse la almohada sobre su rostro. La amaba. Y hubiese hecho cualquier cosa para ahorrarle el disgusto de mi partida.”

LEGADO

Él se quedó con el olvido: Hierático animal disecado entre formoles. Ella se quedó con el recuerdo: Gato blanco que aún ronronea en su regazo.

BABEL

Soy Rómulo. Y ella Svetlana. Venimos de diferentes países. Hablamos diferentes idiomas. Pero nuestras lenguas se entienden.

ENCUENTRO

Una cita entre las sombras de la noche.

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Él, cegado por la osadía, lee en el braille de las caricias, la piel que el deseo ya tatuaba. El ansia del encuentro más allá del encuentro y otro corazón desbocado que cabalga entre las piernas. La avidez de las lenguas y el verbo redimido por la carne.

Ella, satisfecha, cuelga del balcón la sábana sucia de esperma y la abandona drapeando al viento. Al pasar una anciana se santigua, un hombre esboza una sonrisa, una jovencita suspira, un joven desde lejos la besa, el militar saluda en posición de firmes.

Poco a poco deviene en la única bandera respetable.

Para Anaïs Nin

DE AGUA

"El hombre es rio y la mujer laguna" anuncia Günter Grass. Paula no era lo uno, tampoco era lo otro. Era la ola de ese lago. El rápido de ese río. O la cascada. Ese rumoroso salto de agua, en el que Juan, justo antes de palpar el vacío, advirtiera el cementerio de canoas, que se arrojaron enloquecidas buscando el mar.

Para Paula Hidalgo

TACTIL

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Los brazos de Kadin, aún estirados no alcanzaban a llegar en el abrazo. Pero decidido, lanzó su voz a lo lejos y con la mano bien abierta. Así realizó el milagro de la caricia, con palabras aún no dichas. Pero largamente esperadas.

LÓGICA

La palabra es aquello que sucede entre el silencio y el silencio El deseo es aquello que sucede entre la palabra y la palabra El amor es aquello que sucede entre el deseo y el deseo Pero el vacío, es aquello que queda entre el amor y el desamor.

SABER A MAR

Su lengua, máster en geografías ajenas le trae su destreza más sensual: la palabra. Le cuenta que sopla el viento de las islas y le canta un aire marinero. Sus manos recorren el país entero de su piel y reconocen cada punto de arena de sus orillas. La desarman. La desnudan. La desdudan. Sus dedos, explorando rincones prohibidos, acarician la vibrante perla de aquella ostra. Y ya está perdida. Encontrada. Vuelta a perder. Los cuerpos se sumergen en aguas saladas e inauguran un placer antiguo que renace en sus cenizas. El erguido sexo, precario navío de otros océanos, busca dentro de ella el tesoro de un pirata, hasta que brota tierna lava de un volcán dormido. La arrodilla para la comunión. Deposita en sus labios ese cáliz de su sangre - alianza nueva y eterna - donde inspirado, pontifica: “Cierra los ojos, bella, que llevaré a tu boca el mar con todos sus naufragios.”

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Para Anais. Puente de una sola orilla entre dos ríos.

MAR DE FONDO

Con la escota perforada y el navío ladeado a babor, poco tiempo deja lo inevitable. Se pregunta entonces: ¿Qué llevar a un destino incierto? ¿Qué salvar de ese vacío? ¿Ropa de abrigo, quizás? ¿Sus libros más amados? ¿El salvavidas al que terco se aferraba? ¿La lamparilla de proa que le guiaba? ¿Algunas botellas vacías para lanzar al mar sus desesperos? ¿Las fotos ya amarillas del recuerdo? ¿Los vestigios del pasado? Acto seguido, salta con lo puesto al último bote y observa en medio de la noche estrellada, el faro que lentamente se hunde con la nao. Con el cielo por techo y el mar por lecho, rema libre en precaria barca con lo único imprescindible del naufragio: la urgencia de encontrar el abrazo de otra orilla salvadora.

DILEMA

Para el atribulado Andreu, el mediterráneo seguía siendo el gran plano azul del cielo sobre el gran plano azul del mar. Sigue con la mirada el vuelo de ese pájaro que en su viaje hacia el sur es derribado cerca de la orilla y que herido, acaba ahogado entre las olas.

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Acto seguido, observa un pez que en su afán de seguir el cardumen, queda atrapado en la red de un niño. Fuera de su elemento, muere asfixiado. Andreu sopesa ahora, si ahogar en ese mar sus angustias o dejar que termine de asfixiarlo en tierra, el recuerdo de tal traición.

HISTORIAS COTIDIANAS

DIALÉCTICA

— ¡No suelo irme a la cama dos veces con la misma mujer!— gritaba Heráclito muy fanfarrón para que todos lo escucharan. — ¿Y es que acaso, es una mujer dos veces la misma?— añadía para nosotros en voz baja.

DELIRIO

Despertó solo y en la cama de una pensión miserable. Sin saber quién era o quién fue. Sin dinero, sin identidad y abatido, se enroló de marinero. De Barcelona a Singapur ha sido además contrabandista, pirata, mercenario, legionario, proxeneta y ladrón.

Joan, oscuro funcionario de correos cuya última voluntad fue vivir todas las vidas que la vida le debía.

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VÍCTIMA Y VICTIMARIO

Después de la guerra fratricida, el vencedor celebra altanero con dos muñones que un día fueron brazos.

En el aire se dibuja un abrazo ya inexistente.

Para Carlos

DESPLAZADO

Algo así como abandonar el predio amado, mientras muerden tus talones los perros de la ira.

El alma se puebla de desgarros.

CAPICÚA

La playa. Contemplo dos azules que confluyen en la inmensa línea del horizonte. Cerca de las rocas una mano suplicante se agita. Alguien, en medio del oleaje pide ayuda. Me arrojo al agua sin pensarlo. Sumergido en el tempestuoso mar, buceo algunos metros,

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nado kroll, nado de espalda, nado pecho para no perder la referencia de aquella mano que hace señales desesperadas. Las olas me voltean, me hacen retroceder. Y sigo. Un amago de calambre empeora la situación, pero ya tengo un poco más cerca al apurado bañista. Le grito en silencio que aguante un poco más. ¡Aguanta! ¡Aguanta!. Porfío en avanzar. A veces no veo su mano. Aparece y desaparece. Mis fuerzas me abandonan. Persisto. Cuando al fin llego al lugar de aquel que reclama mi ayuda, ya no hay nadie. Agotado, giro angustiado y diviso a quien está en la playa. Le suplico ayuda agitando la mano, mientras me hundo sin remedio.

HASTÍO

Odiaba a su hermano gemelo. Tan opuesto a él. Detestaba su mirada cetrina, su gesto avaro, su facha de pordiosero, su andar de confesionario, su altanería y esa forma lasciva de babear ante las muchachas. La indiferencia le era indiferente y todo esfuerzo para alejarlo de allí, inútil. Así de amarga era la vida de Jacob, hijo único en una casa llena de espejos.

PERORATA.

La encontré en un aeropuerto. Se había marchado de casa con un bolsito rosa lleno de fotos y recuerdos. Después de relatarme sus sueños de princesa, aseguró que tomaría el primer avión que partiera hacia algún paraíso escondido. Inmediatamente se lo increpé con dureza. "Pero mujer!" Le dije con vehemencia. "Porque no usas tus dos alas?"

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Para Hasha G.

APETITO

“Sabed que en el futuro no habrá en esta tierra sitio para los devoradores de hombres. Si no cambiáis, vosotros también seréis devorados.” Lu Hsun

Malena alargó su visa de turista hasta New York y allí se quedó, trabajando duramente en una cafetería de Queens donde comía y dormía. Ya hecha a la vida americana, cambió su credo y su apellido por uno judío, más acorde con sus expectativas. Comprendió, gracias a los libros sagrados, que una gran dama guarda los dólares, pero dona piadosamente los centavos. Nadie, ni ella misma, recuerda el día que probó la carne humana –en el entorno de aquel lugar, era inevitable- pero se sabe que desde entonces ha vivido convirtiendo en víctimas a vecinos, amigos y aún a sus hermanos. Ya menguada a sus años, Malena se devora a sí misma.

VIGILIA

Al final de su viaje, afirmaba Jonathan, estaría ella esperándolo. Y no sabía quién era, ni como, ni donde la encontraría.

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Pero su determinación era tal, que dedicó su vida a caminar hacia allí. Hacia ese punto más allá de la lejanía donde al fin detendría su camino. Para lograrlo, cada día caminaba más y dormía menos. Dormía menos. Cada vez menos.

Para alcanzar los sueños, se ha de estar muy despierto — decía.

Para Roger Solergibert

MUNDUSFACTUM

Al principio fue el silencio. Después, la gran bola de fuego y el hormiguero humano crepitando como madera seca. El capitalismo egoísta, seguido por el culto al consumo y su ceguera. Uno después de otro, la primacía de las máquinas, las guerras a bombazos; las invenciones, las guerras a cañonazos; los descubrimientos con sus carabelas, la triste noche medieval, las guerras a sablazos; el circo romano y los leones, las guerras a lanzazos y aquella era feliz de la invención de la escritura entre palmas datileras. Mucho después, la era del hierro y las guerras a porrazos, seguido por Neardentales y Cromañones coincidiendo en el tiempo de las guerras a puñetazos. Algún tiempo después el Pitecántropos deambulando por África, para evolucionar hasta aquí, hasta este mono feliz que come en el bosque dulces bananas mientras tararea temas de Debussy y espera con verdadera impaciencia el nuevo silencio del cosmos.

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EVIDENCIA

De regreso del hospital y aún malherido por la explosión, Elías reconocería por el tacto los muebles de su casa, forzando la memoria para recordar formas y colores. A tientas, sube por la escalera, encuentra la puerta de su cuarto y busca la pared donde hace tanto tiempo había colgado el espejo legado por su madre. Explora primero el marco y después la fría superficie del cristal, intentando atrapar alguna señal en su reflejo o algún resquicio de profundidad en su dureza. Comprueba con amargura que también el espejo está ciego y él se ha quedado aun más solo.

INVIDENCIA

Matías, trotamundos de múltiples pasiones, visitante de exóticos lugares y coleccionista de variados amores, despertó un día afectado por una rara ceguera: un velo blanco le cubría la vista. Después de tantos paisajes. El azul del mar de una tarde en Cap de Creus por ejemplo. La acuarela gris del cielo sobre el verde bosque de Transilvania. El dorado del amanecer en Estambul. Aquella callecita empedrada de amores furtivos en París o aquel banco de parque en Barcelona donde lloraría una traición. Después de tantas presencias. La cabellera de aquella muchacha. Los pechos al sol en el verano o los dulces ojos de aquella morena que amó y donde le gustaba verse reflejado. El blanco de su visión era exceso de luz y no de sombra. Después de recorrer una vez más el mundo entero, buscando inútilmente una cura, ha decidido regresar al lugar de su infancia a malvivir, y malmorir, con sus ojos velados.

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Ya allí, reconoce olores, sabores, sonidos familiares. El repiqueteo de un caballo sobre el pavimento. Los boleros del bar de la esquina. Adivinar la desnudez de la bella por el agua que rueda por su cuerpo. Un silbo enredado entre las ramas. Un ladrido. Una risa. Una canción. Llevado a ese paisaje de su niñez, surgen lentamente de la niebla cerrada de la montaña y de la niebla de sus ojos, las palmas del Valle de Cocora. El mundo entero regresa a su mirada y otras imágenes dan nueva cuerda a su memoria.

IMAGINARIOS

Un mimo hizo como que subía una escalera. Me gustó tanto, que hice como que le tiraba una moneda. Anónimo.

Cuando el mimo tiraba de una cuerda invisible ante la mirada asombrada de su público, a todos les parecía que fuera a arrastrar el mundo. Aplaudían entusiasmados al ver como creaba en el aire y recorría con el tacto una trasparente pared. Sintiéndose inspirado, finge edificar otras tantas paredes a su alrededor e incluso traza un tejado donde el viento parece jugar con el humo de la chimenea. Se asoma a una de sus ventanas imaginarias y le abre la puerta inexistente a una muchacha que sale de la singular casa con una bellísima flor invisible.

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Alguien avisa a las autoridades de tal construcción en medio de la plaza. La normativa es clara: toda edificación debe tener los permisos adecuados, debe pagar las tasas respectivas, contar con la supervisión de un ingeniero y ser construida por alguna de las empresas del alcalde. Que sea imaginaria, les parece un detalle baladí.

Con inaudita eficiencia se expiden los decretos sancionadores y en un santiamén se ordena la intervención punitiva. Pero al presentarse la policía al desalojo del intruso y la demolición del inmueble, el mimo se niega a identificar la posición de la entrada. Y en este caso la normativa también es clara: los soldados deben acceder por la puerta de la vivienda aunque tengan que derribarla, para que el infractor pueda ser llevado a patadas hasta un lugar de uso público donde sea molido a culatazos.

El mimo, seguro dentro de sus muros imaginarios, grita desde allí su mudo pero incendiario discurso. Hace el ademan de llevarse la casa a otras plazas y burlar la custodia de los uniformados, quienes esperan el momento en que este agitador del vacío traspase sus umbrales.

Para Juanma

CAMA 424

Es difícil tener 16 años y una enfermedad terminal. Y no lo digo por mí, que tengo 18. Es por la chica que duerme, entre tubos y aparatos, en la cama de al lado. Es andaluza y

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soñaba con ser arquitecta. El resto bien lo conozco: Las miserias de una enfermedad terrible dentro de la alegría de ser joven. Hacemos buena pareja -todos lo dicen-. Es bonito pasear con ella de la mano y besarla con ternura. Acariciar su cabeza rapada al cero y sostenerla del talle mientras le dedico larguísimos besos. Desnudar nuestros cuerpos en una noche de verano. Lamer, una a una, todas las señales que la quimioterapia ha dejado en su piel, rozar la geografía de sus múltiples pinchazos o recorrer con los dedos su huesudo cuerpo de halcón herido. Me gusta bordear su piel llagada por las sábanas y visitar con lenta mano sus lugares más recónditos para penetrarla dulcemente, susurrando obscenidades hasta escuchar un gemido. Después, observar una sonrisa, cuando descansamos felices del amor. Raro privilegio el soñar con lo que nunca ha sucedido justo antes de la ausencia definitiva. Y es que, en sus ratos de ocio, el tiempo es un fabricante de recuerdos.

CELEBRACIÓN

Calculando el vacío desde su balcón, el angustiado Saúl observó el trasiego de la calle mucho más abajo y sopesó la caída. Midió también el vacío de su existencia, mas concluyó, que a pesar de todo el balance era positivo. “Mi vida está ya amortizada”, pensaba.

Saúl, de temperamento alegre y emotivo, a punto de saltar tuvo una singular idea: convocar a todos sus amigos para una gran fiesta en el día previsto en que habría de despedirse del mundo a su manera. Entre escépticos y divertidos, sus amigos se

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apuntaron a la ocasión. Se abrieron botellas, se improvisaron discursos y entre fraternales abrazos se celebraron la amistad y la camaradería.

Al acercarse en la noche el plazo estipulado, las especulaciones se disparan. Alguien asegura que Saúl esconde en su boca una cápsula de cianuro. Otros apuestan por el salto al vacío o por un profundo corte en las muñecas. Hay conjeturas acerca de una ingestión de tranquilizantes. Algún amago de desmayo se combina con susurros, ayes y secretos al oído. Todos los ojos se clavan en los movimientos de Saúl quien, medio borracho y feliz, olvida sus tratos con la muerte gracias a los ojazos y el redondísimo trasero de una morena.

Pasada la medianoche, profundamente decepcionados y con malas caras, los invitados dando un portazo se retiran.

SOMBRA

En aquella lujosa sala de espera, lejos de su casa, Mario se recupera de un largo viaje. Con su bastón en la mano y acariciando su perro lazarillo, recuerda la infancia. El amarillo era entonces sentir el sol en las manos, y el negro, la frescura de la sombra en una tarde de calor. Su mundo siempre fue diferente. Para los otros, la belleza de una mujer era el color de unos ojos, la forma de los senos o la redondez del rostro. Para él, era la calidez de una voz, la tersura de una piel o la suavidad de unos labios. Era, sin duda, más grato recordar el olor del perfume que el color del vestido. Todo era diferente. Recorrer otro cuerpo deteniéndose en cada pliegue de su cuerpo. Leer con

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hábiles dedos el braille de un pubis o sumergir la cara en su calidez húmeda. Saborear el agridulce rocío de unos pechos en verano o sentir en la lengua erguidos pezones en invierno. Las inevitables erecciones al escuchar el piano evocador de tardes excitantes, o recordar su sexo rodeado por unos labios al olor del jazmín en flor. ¿Habría de fijarse ahora -como todos- en la engañosa belleza de las cosas? ¿Dejaría de extender sus manos al vacío para atrapar el fulgor de sensaciones tan sutiles? ¿Debería ser como todos, vasallo de cánones absurdos que en la oscuridad desaparecen? Mario sonríe para sí, y con su perro, abandona para siempre aquel famoso hospital donde le habrían de curar la ceguera.

DES-ENCUENTRO

Una mujer en su ventana. Detrás de ella la penumbra. Otra mujer en su ventana. Detrás de ella la oscuridad. La mirada se cruza entre dos mujeres asomadas al afuera.

Las separa una calle. De un lado la miseria del barrio de chabolas. Del otro, los lujos de un ostentoso condominio. Las separa un mundo. De un lado la precariedad. Del otro, la opulencia. Dos mujeres asomadas a un mundo que no podría hacerlas más diferentes.

Las une la soledad. De un lado, la prolongada espera de quién se ha ido lejos. Del otro, la ausencia de quien vive para cosas más importantes. Las une el miedo. El de no ser suficientemente bella, joven o delgada. El de no ser deseada, protegida o amada. Dos mujeres que no podrían ser más iguales.

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Sin mediar palabra ni seña alguna, se refugian en la sombra que las precede. Se avergüenzan la una de la otra.

CUENTOS INFANTILES

SCHEREZADE

Amenazada por la decapitación, empieza su relato. Al escuchar su deliciosa voz, el sultán pierde por ella la cabeza.

AMARGURA

En el modesto geriátrico de Heidelberg, recordaría con algo de tristeza y mucho de remordimiento, la pintoresca casita de color chocolate, donde ella -trenzas rubias, faldita a cuadros- y su hermano -ojos verdes, sombrero de caña- se entregaban a dulces juegos de adultos. De tal dulzura, Hansel moriría.

IRONÍA

Aquel muchacho no era un príncipe. Como si lo fuese. Al saber de una princesa prisionera en una torre, quiso rescatarla. Con arrojo y protegido solo por su valentía, se presenta en el lugar apropiado y a la hora convenida. Dispuesto para una cruel lucha, para un digno combate o para un noble

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sacrificio, no esperaba encontrarse aquello: No existía tal castillo, ni alta torre, ni protegidas almenas, ni puente levadizo sobre el foso.

La princesa era al mismo tiempo cautiva, cruel guardiana, custodia de las llaves e incluso era también, el mismísimo dragón que la acechaba.

CELOS

Prendado de la belleza y la delicadeza de Cenicienta, Pedro releía una y otra vez la historia, sin llegar al final. No podía soportar que fuese feliz con ese tonto amanerado de mallas y faldita, por más príncipe que dijera ser.

AMIGOS INVISIBLES

MADUREZ

De niña, ella tenía un amigo imaginario. Ahora, se ignoran.

TIERNA INFANCIA.

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Ya puesta a imaginar, la niña de 6 años le puso a su amigo imaginario un gorrito de payaso. Y así, lo fue cambiando a su capricho. Con 25 cumplidos, su amigo imaginario ya es un portentoso mulato, que apenas la deja dormir.

LOGÍSTICA

La memoria y la imaginación de aquel niño eran prodigiosas. A su amigo imaginario sumó otros dos para jugar al parqués. Y así, inventó nuevos amigos para el fútbol, para una concurrida fiesta, para una orquesta sinfónica. Hecho un hombre, rodea con su ejército de amigos imaginarios el palacio del tirano. Marcha decidido hacia su custodiada puerta.

Para Ada Colau

RELATIVIDAD

A Peter, de pensamiento lógico y racional, le molestaba mucho la prodigiosa imaginación de su hermana menor. Cambió de opinión, sin embargo, cuando ella llegó a la adolescencia y a sus amigas imaginarias les dio por pasearse desnudas por la casa.

LA REALIDAD

SIRIANA

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El humo de los incendios es agitado por el mismo viento que peinaba las palmeras de la otrora bella ciudad de Aleppo. El avezado reportero de guerra se agazapa en la terraza de un hotel bombardeado y observa a través de su cámara por los agujeros abiertos a morterazos. Ha descubierto por casualidad un francotirador a sus espaldas, apuntando con un rifle de largo alcance. Quizás un M40 americano o un PSG alemán. Se gira instintivamente, le apunta con su cámara pero no dispara pues sabe que la foto del miliciano no interesa a nadie: Los tabloides están saturados de soldados sin nombre y ha dejado de importar, incluso, de qué lado luchan. Como el tirador, el fotógrafo está al acecho de una buena oportunidad. Al igual que él, ha de apuntar con su cámara sin parpadear, casi sin respirar, para que su presa no denote su presencia hasta el momento del disparo.

Su objetivo ahora es un niño que juega con un desvencijado balón en otra terraza y que caracoleando, celebra una y otra vez un gol que nadie ha visto. La cámara lo sigue hacia un lado y hacia el otro, corrigiendo permanentemente enfoque, velocidad y exposición. Y recuerda allí las palabras del francotirador serbio a las puertas de Sarajevo:

—Es difícil disparar sobre un niño. "¿Porque? ¿Tiene hijos?". —No es por eso. Es que se mueven mucho.

El reportero, confía en su olfato de veterano corresponsal y, como si de otro tirador se tratase, espera en tensa calma. Su silencio ignora los cohetes que silban y retumban a lo lejos. Cuando suena el clic de la Nikon, el mundo entero y la guerra parecen haberse detenido. Ha capturado en un bellísimo claroscuro sobre los techos de la ciudad, ese

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momento largamente esperado, digno del premio Magnum: El instante en que el niño, aún en pie, es fulminado por la bala.

Para Francesca Borri

¡OH, JERUSALEM!

Ante un entorno que le parecía hostil, Abraham decidió edificar un muro en los límites de su casa, allí donde existía un frondoso jardín. Intranquilo, sobre él instaló una valla. Pero una voz, un grito distante o un ruido bastaban para el insomnio. Y si en el otro lado se escuchaban murmullos, de la calle llegaban noticias preocupantes. Un entorno tan difícil exigió rejas en las ventanas. Y a las rejas siguieron otras rejas más altas y seguras. Y a esas rejas otras rejas. Y a las puertas portones y a los portones tranqueras.

Abraham por fin se siente seguro en esa oscura habitación donde malvive, aun cuando queden pocas provisiones, y el oxigeno sea cada vez más exiguo.

TIRO PARÁBOLICO

1942.

En el gueto de Varsovia todo es hambre, miseria y desespero. Hay quien mata por un plato de sopa o se prostituye por un mendrugo.

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Los nazis han invadido Polonia y han construido una barrera que ahoga la comunidad judía de esta ciudad, ahora gran cárcel a cielo abierto.

Isaac Stern, encerrado a sus 13 años, intenta colarse a través del alto muro de ladrillo que los rodea, burlar las garitas erizadas de soldados alemanes y conseguir una hogaza de pan para su familia. Encuentra un resquicio en el muro y se asoma.

2012

Isaac Stern, nieto de aquel joven judío que sobrevivió de milagro al gueto de Varsovia y al campo de concentración de Treblinka, es centinela de uno de los numerosos checkpoints que rodean Cisjordania. Los israelíes han ocupado Palestina y han construido una barrera que ahoga la comunidad árabe de esta ciudad, hoy gran cárcel a cielo abierto.

Desde su parapeto, observa cómo un jovencito palestino de 13 años se cuela por un resquicio del muro de hormigón, para recoger algunas aceitunas. Isaac, con pulso firme, apunta con el láser de su fusil a la cabeza del asustado muchacho.

CASUS BELLI

Verde y gualda son las banderas del señor de Poisy, Oro y negro son los blasones del señor de Matignon. Bajo el inclemente sol del verano dos ejércitos y su imponente

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parafernalia constituyen una conmovedora estampa. Los generales de uno y otro lado, impolutos en sus uniformes de gala, con recias voces de mando empujan a sus soldados a la carnicería, ora defendiendo, ora atacando el puente que los separa.

Río abajo, las aguas se tiñen de rojo donde ya se hinchan los cadáveres de muchos jóvenes y altivos cadetes, por quienes ayer suspiraban las muchachas.

Río arriba algo sucede cuando al calor de la canícula, los hombres de ambos bandos, desarmados y muy lejos de sus banderas, se reconocen unos a otros al bañarse desnudos en las aguas del mismo río.

Para Iván Darío Álvarez ARENGA

Irreverente, recorre el mundo desvencijado y malvestido, como el hermano pobre de un viejo fantasma.

Joan, como que sí, como que no, atraviesa a contramano la ciudad y sus deslumbrantes reclamos: Compre venda alquile vote chupe lama use tire recoja consuma coma beba vomite grite ría crezca decrezca seduzca abandone obedezca calle mienta robe engañe traicione sobreviva mate muera.

Indomable, visita esquina a esquina las calles de la urbe como a largas cicatrices que el tiempo gangrena. Joan, el sempiterno, el iracundo, el inmarcesible, el incombustible, el ubicuo, es su ausencia la que se hace evidente en el desfile. El gentío corea su nombre,

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la muchedumbre lo jalea, la turba lo llama, el tumulto lo reclama, sus amigos lo buscan, y cuando en medio de la algarabía del tropel, es llevado al estrado para que suelte su incendiario discurso, recorre con la mirada el bronco auditorio, traga saliva y se decide por el silencio.

COHERENCIA

Muchas cosas pueden comprarse en mi país. Una casa, un avión, un traje para el frío. También puede comprarse una rumana de 17 años. Por unas cuantas monedas puede ser tuya la delicada geografía de su cuerpo. Y con ella, sus recuerdos de niña en su aldea. Las nanas de su abuela. El trineo sobre la nieve y las risas de su infancia. Sus sueños de actriz en el teatro de su escuela. Incluso su nostalgia de los bosques de Transilvania. Maravilloso país es este. El precio incluye a Mircea y a Vasili, los dos matones que la metieron en un taxi, y que después de violarla y golpearla durante una semana, la han dejado a mis pies como un gatito sumiso y complaciente. Pago por Romica y sus tristes ojos el dinero suficiente para que haga todo lo que yo le ordene, pero me advierte que no puedo comprar los besos de su boca. En esta parte de mi país, es inmoral algo tan tierno.

SURREALISTA

En este lado del mundo, la alegría anuncia la tragedia tal como el armisticio precede la guerra. Hombres armados irrumpieron en medio de la fiesta, y la nutrida descarga de las armas dejó un grupo de bailarines colgados del silencio.

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Hoy, el cortejo fúnebre arrastra las míseras cajitas hechas a destajo por el funerario. Van adornadas por floridas coronas de exuberantes formas y colores. La calle se cubre de pétalos. Y la ciudad, de ausencias.

KALIM (A propósito de Los Brazos de Kalim de Pablo Urbanyi)

Avergonzado de lo que había visto se arrancó los ojos. Abochornado por lo que había oído se arrancó las orejas. Sonrojado por lo que había hecho se arrancó las manos. Arrepentido de lo que había dicho se arrancó la lengua. Decepcionado del lugar donde había llegado se arrancó las piernas. No es más que un muñón. Ya no puede ver ni la oscuridad. No puede escuchar ni el silencio. No puede abrazar ni a su sombra.

Y lo que es aun peor, carece de piernas para arrojarse al vacío.

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VARIOS

HOKUSAI

Dos chicos miran en el mar la ola. Uno de ellos, teme ser ahogado por ella. El otro, pretende cabalgarla con su tabla. La ola solo desea despeinarse al viento.

INFANCIA

El famoso jinete solía acariciar la recortada crin de su caballo para traer a la memoria el cepillo de la escoba de su madre y así cabalgar nuevamente hacia la infancia. Lejanos tiempos en los que un avión volaba hacia él en forma de cuchara.

NOCTURNO

El farero -como es natural- adora la oscuridad. En las noches sin luna, sale ansioso de su casa, recorre presuroso la lengua de arena de la playa y sube a grandes zancadas la extensa espiral del faro. Excitado, apaga la intermitente luz de la imponente torre, para que la noche se llene de estrellas, de frenéticas sirenas de barco y de inevitables naufragios.

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DANZANTE

La pareja se cita, se abraza, se anuda, se separa, se une, se desune. La música invita a que se gire en redondo y un círculo que se hace cada vez más grande traza en la pista una perfecta espiral. Son dos, cuerpo a cuerpo, que devienen uno pero suman cuatro alas.

El baile, es la tierna expresión de su deseo. Un deseo que es aun más tierno.

Para Leticia Estevez

EXILIO

Suena el portazo a sus espaldas y atrás quedan el cielo y el mar: un soleado recuerdo. El azul sobre el azul de otro azul, el color de una nostalgia que teñirá ya para siempre el asombro celeste de su mirada. El silencio del Mediterráneo es una sirena que no canta, y la noche, un faro que se hunde entre la indiferencia suicida de los barcos. Ludovico busca sus aguas dispuesto a visitar fondos abisales, pero una voz en su memoria lo rescata del vacío. Un cardumen de atunes queda atrapado en sus bolsillos.

Para Alberto López

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IMPOTENCIA

En las páginas de aquel libro de un novel e inexperto autor, toda la tensión se dispara hacia el final de la trama. Mac Cody observa el paisaje desértico que le rodea y ata su mastín en la cerca justo antes de caer fulminado por un balazo en la puerta de la cabaña. Muere mientras resuenan ladridos por todo el valle. Allí mismo termina la novela. ¡Termina! ¡FIN! Muchísimo tiempo después de haber cerrado el libro, sigues oyendo los gemidos del hambriento perro y sus reiterados intentos de liberarse de la pesada cadena. ¿Acaso no lo escuchas?

DIVINO

"Cuando hay un silencio entre dos, pasa un ángel" recordó Ana. Y había tantos silencios incómodos entre ella y su marido, que el ángel ya vivía en casa. Una noche, Ana lo siguió a la cocina donde -simpático y lenguaraz- le contó del examen para hacer su trabajo. Le habló del cielo con su gran biblioteca, pero también del infierno y sus noches perversas. Bromeando acerca del sexo de los ángeles, ella mete la mano en sus pantalones. La expresión "¡Dios santo!", seguida de risitas, caricias, susurros, secretos al oído. Supo que a un ángel le gustan los mordisquitos en el trasero y que su miembro erecto sabe a menta. Sintió una lengua de otro mundo recorriendo su cuerpo y lo cabalgó en el mesón donde prepara los pasteles, como a un brioso potro alado. Con cada silencio Ana sonríe, mientras su marido se ufana de haber logrado mantener a su mujer callada y metida en la cocina.

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MINIMAL

El mensaje habría de ser muy especial. Sería pertinente entonces, por simple contención literaria -incluso por llevar la contraria a tanto discurso inútil- borrar de lo escrito toda palabra vacía. Prescindió de la palabra piedra por pesada, de la palabra libertad por subversiva, de la palabra bella por obvia e incluso de la palabra “palabra” por reiterativa. Quitó las interrogaciones por preguntonas, las exclamaciones por escandalosas y las comillas por plagiarias. Eliminó los adverbios por complicados, las conjunciones por exageradas y los adjetivos por mentirosos. Retiró los puntos suspensivos por indecisos, las comas por separatistas y las tildes por sosas. Así lo hizo una y otra vez hasta dejar libre e impoluto el papel. Lo dobló como ella le había enseñado, hasta convertirlo en una golondrina y la echó a volar.

Hasta ella llegó, emocionada y en un susurro, su voz.

A María Díaz

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Felipe Orozco. 32


Febrero 2014. SB18

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Luis Felipe Orozco. Bogotá, Colombia–Barcelona, España. Arquitecto, Urbanista, conferencista sobre innovación y docente universitario. Su vida y su profesión han transcurrido entre Colombia y España. Poemas suyos han sido publicados en varias antologías. Con el libro “Seré Breve” incursiona en el género de la microficción. Coautor de la antología “Dos veces breve” Minificción de México y Colombia. Codirector de la colección “Verde Inmenso”, en la editorial Biblioteca Libanense de Cultura. Coordinador en Cuadernos Negros Editorial y Coordinador

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