1
LAS PALABRAS HABITADAS POESÍA DE DAVID CORTÉS CABÁN
¿ANTE UNA TETRALOGÍA? POEMAS Y OTROS SILENCIOS, AL FINAL DE LAS PALABRAS
Ernesto Álvarez, PH. D.
A simple vista: La forma
Seis libros publicó David Cortés Cabán hasta el momento en que escribí estas notas. Ellos son: Poemas y otros silencios (S. J., ICP, 1981), Al final de las palabras (New Jersey, 1985), Una hora antes (Madrid, Plaza Mayor, 1990), El libro de los regresos (Madrid, Ed. Verbum, 1999), Ritual de pájaros (Mérida, Ven. 2004) e Islas (Caracas, Monte Ávila, 2011). Seis libros que bien pudieran ser ocho, porque Al final de las palabras contiene tres textos que podrían ser considerados libros: Desde mis manos deshabitadas, De pie contra el silencio —que podría ser extensión de su anterior libro Poemas y otros silencios—, y el apartado que lleva igual título al aparecido en la portada: Al final de las palabras.
2
Que Al final de las palabras conste de tres contextos armónicos en atmósferas, búsqueda, soledades, angustias y desaliento amoroso, y se proyecten a lo largo de todos los silencios violados, unifica sus tres apartados al primer libro Poemas y otros silencios. Al mirarlos en conjunto homogéneo, se percibe una tetralogía; coincide ésta, además de en sus temas y asuntos tratados poéticamente, en la uniformidad del estilo. Este cuarteto —¡no creo que a Cortés Cabán le haya pasado por la mente T. S. Eliot!— puede sugerir una sola obra de amplias resonancias que inconscientemente se le ha manifestado al poeta y la ha realizado en cuatro partes. Invocado el poeta de lengua inglesa, no está de más fijarnos en los Cuatro cuartetos por él escritos, sobre todo en un fragmento coincidente con la temática desarrollada por David Cortés Cabán en sus dos primeros libros. En la parte V del primer Cuarteto titulado Burnt Norton expresa Eliot:
Las palabras se mueven, la música se mueve Sólo en el tiempo; mas lo que sólo vive Puede sólo morir. Las palabras, después del discurso, logran Ingresar en el silencio. … Y todo es siempre ahora. Las palabras, en su esfuerzo, Se hienden y a veces se rompen, bajo la carga, Bajo la tensión, resbalan, se deslizan, perecen, Decaen con imprecisión, no permanecerán en su puesto, No permanecerán quietas…1
1
Gaos.
T. S. Eliot: Cuatro cuartetos. Barcelona, Barral Editores, 1971, pág. 51. Edición bilingüe, versión al español de Vicente
3
Dos elementos con carácter protagónico hay en este fragmento en relación con la poesía de David Cortés Cabán: las palabras: —Las palabras se mueven, escribió el estadounidense premiado con el Nobel en 1948— y el silencio: —Las palabras, después del discurso, logran ingresar en el silencio—. Ese conjunto de versos que ventila el poeta en términos de principio y fin de las palabras, sostiene:
No eso sólo, sino la co-existencia, Es decir, que el fin precede al principio, Y el fin y el principio estaban siempre allá Antes del principio y después del fin. Y todo es siempre ahora.
Nos da Eliot la impresión de hallarnos ante un génesis, pues casi sugiere: “En el principio era el Verbo”. Pero más que el Génesis veterotestamentario, nos hallamos ante un Principio fáustico: cuando el personaje de Goethe intenta traducir el Evangelio y transcribe: “En el Principio, era la Palabra”, para corregirse de inmediato e imponer: “No, no debo concederle tanta importancia a la palabra”. Sin embargo, tanto T. S. Eliot como David Cortés Cabán sí le conceden sumo poder y protagonismo a las palabras. ¿No prefiguran los versos del estadounidense el título del libro escrito por el puertorriqueño Al final de las palabras? Con esta apreciación no pretendo levantar una hipótesis. Poeta, lector e intérprete de poesía, David debió conocer los Cuatro cuartetos de Eliot: lo que sería arriesgado sería atribuir una influencia de aquél sin tener la certeza de cuán profundo haya penetrado el puertorriqueño en su obra. Podría si acaso establecerse, sin el peligro de que se entienda como juicio absoluto, la coexistencia de ambas creaciones, si no en el tiempo en el espacio de dos ciudades de
4
Norteamérica: el San Luis, Missouri de Eliot y la Nueva York donde se compuso y desenvuelve la obra poética de David Cortés Cabán. Poemas y otros silencios y Al final de las palabras en sus textos y contextos atraen al lector para hacerlo practicar una lectura desde diversas ópticas, porque un libro no es sólo el contenido, siendo éste lo de mayor importancia al momento de realizar el análisis de su lectura, pero también atrae el cómo se llega al mensaje, o con mayor exactitud a la expresión del pensamiento de un poeta que no escribe para decir bellezas sabidas —por el contrario evadiéndolas con voluntad literaria, inteligencia clara y conciencia de estilo— asegurándose un lenguaje propio, evitando palabras y frases que, codificadas, tienen prefabricado un empaque de lindura en sí dada o en extremo recicladas. Corresponde, por esto, fijar la atención en cómo David Cortés Cabán se vale del idioma, ajustando el léxico a sus necesidades de expresión, aún dentro de las apariencias de una poesía de desamor, de ansias de un retorno al instante de felicidad una vez disfrutado y para siempre perdido, aparte de inquirir lo que expresan sus versos en medio de las grises atmósferas y las opacidades sugeridoras de misteriosos ámbitos donde el poeta se interna en busca de la desaparecida y ausente amada: Imagen de fugacidad estética más que corpórea ausencia.
La forma
Con sólo pasar las páginas, sin detenerse uno en la lectura, se percibe la presencia física de los libros, se puede formar un abanico, hacer que las hojas de papel desfilen vertiginosas. Luego, poquito a poco, ir pasando página a página cada uno de los tomos de esta poesía por el solo placer de ver qué hay en ellas.
5
¿Cuál es el propósito de este ejercicio, sin pasar a tragarse con avidez lo que en los textos hay escrito? ¡La forma! Ir tras la manera en que el poeta dispone sus versos. Descubrir que en las estrofas Cortés Cabán ha abolido las estructuras clásicas. En los libros publicados no hay sonetos, no se manifiesta el poeta en décimas, ausentes están los madrigales, ni liras demandan atención para abordar una poesía a través de los parámetros tradicionales de la investigación poética. Por eso, en unos versos declara:
La forma es una. Única. Un uniforme estilo. Y aún hay más…
El fluir del pensamiento se acomoda en líneas medidas según las necesida-des de expresión del poeta, a veces en versos cortos de una palabra, en ocasiones distendidas en versículos de manera tal que por lo extensos deben ser divididos de acuerdo a las características normas de la de imprenta, intención distinta a cuando el autor desea aislar segmentos que por su expresión autosuficiente le son útiles para formar un verso. En estos sentidos, la forma de los poemas de Cortés Cabán es física. Es visual. Con frecuencia el poeta juega con elementos de expresión puramente ópticos al hacer caer partículas de versos en efectos visuales acordes al contenido del vocablo, la frase o el propio verso empleado, como se ve en el poema “Siempre alguien regresa”. Igual intención estética emplea
6
David en la creación de cinetismo perceptible a la vista en la composición “Sobre la ventana hay una rosa de papel” al final del poema:
A estas horas la ciudad se esfuma y la pregunta rueda en el espacio.2
Efectos visuales extraídos de las vanguardias, quién sabe si reminiscencias conscientes o subconscientes de la estética afín a un Apollinaire innombrado, sabiamente aprendidos y con astucia aplicados. Es así porque el poeta —¡ningún poeta!— no tiene un nacimiento edénico. Todos se nutren de una tradición literaria, de la cual asimilan lo necesario ampliando sus registros de expresión en idioma, poética, pensamiento y conciencia crítica, desprendiéndose de cuanto no les es útil, llegando a una síntesis propia que le imprime personalidad a su creación lírica. No es necesario ir en busca de “influencias” en la poesía de David Cortés Cabán. El lenguaje que escribe es el español de todos, de todas las naciones de habla hispánica: sin ser el castizo, rígido o inflexible regido por las normas de la Academia, ni regionalista en asociación con ninguno de los pueblos de Hispanoamérica cuyas literaturas el puertorriqueño conoce, ni se impregna de influencias neoyorkrriqueñas, siendo este el ambiente donde ha vivido por largos años y escrito su obra. Percibimos su expresión más auténtica para hacer comprensible su creación una particular escritura donde quedan abolidos los signos de puntuación y exige al
2
Ambos ejemplos de Poemas y Otros Silencios. San Juan, ICP, 1981.
7
lector regirse por el sentido del discurso. Corresponde al amante de la poesía aislar cláusulas, distinguir palabras y frases en el contexto narrativo y leer cautelosamente las secuencias del contenido o de las ideas concurrentes en el mensaje lírico determinando pausas y el fluir del pensamiento en una tirada de versos que, por fortuna, dispone de limpieza expresiva que con arte exquisito evita el caos y la dispersión desmedida en el poema.
Neoromanticismo
En una ocasión dijo Rubén Darío: ¿Quién que es no es romántico? Quien escribe poesía amorosa está destinado a ser romántico. En este caso, el vocablo romántico no está vinculado a actitud historiada ni a escuela poética y menos a un período literario de amplitud mayor del cual se pudiera hablar en plural de los romanticismos —alemán, español, inglés, francés—. Podríamos decir que románticos son los amores de París y Helena, descritos en la Ilíada ocho siglos antes de nuestra era, y el llanto de David por Jonathan en la poesía bíblica. Y así los poetas del renacimiento italiano dedicando sonetos a intocables amadas; el teatro de Shakespeare, en particular en Romeo y Julieta. A más de las novelitas francesas —algunas de argumento cursi— disfraces de aventuras amorosas escritas por autores en etapas juveniles, ofrecidas como modelos de la literatura romántica del siglo XIX, a los cuales solía Hostos llamar “pervertidores de la sensibilidad literaria”. Toda historia de amor que narre en poesía, drama o novela el conflicto de los amantes, que enfrenten a dos almas en el proceso del amor —con preferencia las relaciones al margen de los deberes, las reglas, los convencionalismos sociales y la moral— más allá de los contactos físicos que en medio de las tramas de cualquiera índole puedan plantear.
8
Es importante, pues, estar pendientes a cómo Cortés Cabán expresa el amor en su poesía. A nuestro juicio, nos hallamos en medio de un espacio de actualidad, trascendidos los versos que una vez dieron a Neruda fama de poeta del amor, expresión que todavía hoy impregna a poetas inmaduros, carentes de los criterios renovadores que percibimos en el arecibeño.
Poética
Si alguien fuese en busca de la poética de David Cortés Cabán se encontraría que su pensar en torno a la poesía está diseminado en varios escritos en verso y prosa que a través del tiempo ha fijado. Cuando salieron sus poemas publicados en el libro Papiros de Babel, bajo el título “Poética” que precede a la selección de sus versos, David escribió las siguientes líneas:
No sé lo que es la poesía, no sé explicarla. Puedo hablar solamente de algunos elementos, señalar algunas imágenes, sonidos, motivos que la componen. ¿Por qué empeñarse en explicar lo inexplicable? Sólo sé que voy por buen camino cuando leo un buen verso, que estoy a punto de encontrarla. Otras veces salgo a su encuentro como un cazador de imágenes. Y siento que está ahí, que existe siempre, que es real, que late fuerte como un gran corazón apasionado. Pero la poesía puede ser una o muchas cosas, igual que una ola puede ser una o todo un mar, o el tiempo uno sólo o inmensidades de tiempo. No obstante, sé que cada poeta es un contemplador. Cada cual tiene su propio ritmo y su palabra. Cada cual dice su verdad. Lo importante es que el poeta sea fiel a sí mismo y a lo que toca su palabra. No quiero entrar en vagas sugerencias, no quiero parecer vanidoso. No lo soy. Desconfío de los soberbios, de los que creen conocer a fondo la poesía.3
3
Pedro López-Adorno, Antólogo. Papiros de Babel. Río Piedras, EDUPR, 1991.
9
Palabras sabias, dichas con la humildad que caracteriza a un ser humano por cuya mente no pasa el virus de la vanidad ni hay en su corazón fatuo orgullo. Es su posición inteligente, porque tratar de poner la poesía bajo una definición condena a una cárcel lingüística el uso de las palabras y el libre fluir del espíritu poético. Nos convence la apariencia dubitativa con la que David enfrenta el reto y dilucida el dilema de definir poesía. No sé lo que es la poesía, no sé explicarla… Estrategia para no ir a la captura de lo que es evasión continua, insinuación de presencia, coquetería insinuosa. La poesía es una imagen transparente, un espíritu que se le manifiesta al poeta y éste tiene apenas el tiempo de asir el velo de unas formas que huyen. David sabe el significado de echarle la red encima a esa Imagen para hacerla permanecer en el tiempo de las palabras. ¿Por qué empeñarse en explicar lo inexplicable?, sostiene. Porque la poesía es huidiza. A veces solemos decir que “la capturamos”, la apresamos en las letras que sobre una página quedan escritas. Pero, ¿hemos en realidad aprehendido a la poesía? Tan sólo hemos fijado girones de su túnica de gasas y colores para prestar evidencia de que nos visitara. Pero la poesía huye. Sorprende que David manifieste en su “Poética”: Otras veces salgo a su encuentro como un cazador de imágenes. Entonces: ¿es esa cacería de imágenes lo que David inserta en aquellos dos libros, Poemas y Otros Silencios y Al final de las palabras, en los cuales se desplaza el autor a la caza de objetivos poéticos en una constante búsqueda, donde con frecuencia se le muestra elusiva la presa? Es importante tener esto presente, no obstante elucubremos explicaciones para intentar entender la poesía de Cortés Cabán, porque esa empresa del cazador explicaría todos y cada uno de los desplazamientos por donde desfila la psique del poeta.
10
No puede haber mayor sapiencia que la invocada por Cortés Cabán al negarse a definir la poesía. Con las partes de sus expresiones le basta: Puedo hablar solamente de algunos elementos, señalar algunas imágenes, sonidos, motivos que la componen, sostiene. Admirable es este creador que, sincero consigo mismo y con la misión que su naturaleza humana le ha asignado, puede expresar con humildad, sin orgullos falsos y menos mediar la infatuación de los mediocres: No quiero entrar en vagas sugerencias, no quiero parecer vanidoso. No lo soy. Desconfío de los soberbios, de los que creen conocer a fondo la poesía. Severo envío a aquellos que se creen dioses por el sólo hecho de poner por escrito sus querellas personales, fatuas jactancias y efímeras conquistas. Una poética no es una idea fija, ni un estilo puede constituirse en manera permanente de hacer literatura: El poeta, como el artista, correría el riesgo de fosilizar su estética, al producir mediante una fórmula que por repetitiva sería aburrida. Conviene, pues, prestar atención a esos poemas en que David se enfrenta a su propia creación para configurar lo que será el poema. De ahí que la compo-sición con que abre su libro Poemas y otros silencios sirva de vía para entender la producción nos dará a leer. Contrario a una canción popular italiana cuyo estribillo repite: paroles, paroles, paroles, es decir palabras, palabras, palabras, para indicar que el amante no convierte en hechos sus propósitos, en la poesía de David Cortés Cabán las palabras son todo el tiempo habitadas, llenas de contenidos: imágenes y reflexiones: la búsqueda insaciable e infinita de la amada Poesía.
Ernesto Alvarez, PH. D. Boán. 23 de abril de 2016
11