Tres poetas brasileños

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TRES POETAS BRASILEテ前S


Edimilson de Almeida Pereira Nació en Juiz de Fora, Brasil, en 1963. Doctor en Literatura por la universidad de esa ciudad. Autor de mucho ensayos sobre cultura popular y afro-brasileña. Hace pocos su vasta producción poética ha sido reunida en cuatro volúmenes: Zeosório Blues, Lugares Ares, Casa da Palabra y As Coisas Arcas.

El juego del cáliz Un hombre solo muerto ve el abejorro de la palabra, pero el vivo en su tierno domingo es quien puede negociar. Cuántos llegaron de las oraciones y, lagarto, su comprensión del cielo ponía canas en la mañana. El vivo y el muerto deben conocer la miseria del viento, cada uno a su tiempo. Así hermanos van a desear el abrazo de las palabras. ¿Qué esperar del esqueleto que pretende ser un texto? ¿Y en el vivo algo espera? El cuerpo de la mujer tuvo gracias porque soñó en el agua. Y acá, no hay el muerto ni el vivo más ciertos de la palabra. La diferencia está en lo que hacen: uno ve el abejorro de la palabra, el otro negocia.


El cuerpo Aún está ahí, a pesar de los años. De un lado al otro, se desvía de las piedras, toca las márgenes cada vez más humano. La ropa se deshace, los zapatos, lo que había en los bolsillos. No quedó nada, pero el cuerpo fluctúa ajeno a la lluvia, al viento, a la venganza. Hace mucho nos puebla, sus arrugas no pertenecen al tiempo de su sacrificio. Son de ahora, nos interrogan. ¿Qué hacer con este cuerpo que no sabemos de dónde vino y se instaló en nosotros?

Sílaba Otra lengua seduce al paladar, no se quiere instrumento de suicidio. No puede ser engullida para sellar el deseo. Es para uso desobediente, siendo más libre mientras más nos pertenece. A esa lengua no se le veda el devaneo, una vez afilada la vida es todo lo que se quiera. No está en la boca y en ella se enarbola. Prueba el sentido, duda de sí misma. Va al baile, está desnuda al mediodía. No es lengua de suplicio ni de vejamen, desenrolla los signos y se pronuncia.


Ejercicios de la sangre Antes de la circulación, el desprendimiento, como si la historia hendiera en caída libre. Después, palpar la rugosidad del laberinto. del luto El brazo saca un chanclo de entre la herencia. La tarde golpea. No por la falta del par sino por la curvatura que hace al calzado extraño a los pies. de la ceguera El barro es una regla de otra precisión. Debido a que la rueda se hunde, indica el peso de los bueyes y si están firmes, cuando el deslizamiento es el piso. de la alegría El diente es el punto agudo del silbido. Su sibilación se sumerge en la caverna. Pero, abierta la boca, el diente expone la piedra de afilar.

Arca Para contener a siete llaves se da el arca. Señora de sí, contra termitas y polillas, contra la amenaza de los anfibios. Más grande la del olvido. Yendo de casa en casa, de un pariente a otro alcanza la inercia de nunca anclar. Aunque sea ese el plural de la vida, alguna raíz reclama sus filos. Arcas son abrazos de vegetal y hombre, contrato de gravidez. Una vez en el vórtice se multiplican en alarmas. En pugnas y muerte, en lienzos de ajuar, en minas. Para exhibir a siete llaves lo invisible solo aun el arca y la familia que nos habita.


A grano seco El mundo aún no empezó. Cuernos, arañas, meollos son comas de un cuerpo que no se mostró. Y no sabemos cuándo arreará las garras. Lo que ha sido miel y ceniza en nuestra lengua no será nada. También somos borradores. Se va el día en que incitamos las delicias. Los días durarían si duráramos. Pasó por mí la cuerda. Una dos sañas. La prenda en el precipicio. Quiero decir el nombre. El nombre escrito en la cisterna. El nombre que los martillos trepidaron. Pasó el cordón de sangre. Quedó después de mi sed. Veo su espejismo. La familia lo elige, él se encorva se fue desde que llegara. El río arrasó con el puente, cenizas toman la ciudad. La novia desierta. El verbo que fue estiércol se dispersa. Pasó por mí, me atardeció. Tal vez el hambre, tal vez la peste. Se me exilian, pero deslindo los reveses. Me quieren los que me rinden. Pasa el tercer carro. El cuarto para lavar el cabello. Estamos saliendo, pese al miedo. Al miedo de la plaza, al carro grande. Pasó por nosotros, ensuciamos por él.


Baúl inglés Casado, mi viaje empieza. Dejo a la esposa y algún beneficio para el recién nacido: pensaré en él mientras el barco surca el canal de la mancha. Entiende, es para el bien de la familia la mudanza. No amo Birmingham más que Faído, pero el dinero se planta al otro extremo del canal de la mancha. Abriré un hotel distinto y cada año volveré para saber de los hijos. (¿Y la esposa? Aparte de lo casero ¿no pide otra merced?) Entiende, la vida tiene sus suturas. Conseguí un baúl macizo donde caben las ansias de quien se habituó a la montaña y a las lides de la mañana. (La esposa, además del delantal, ¿no querrá otro lazo? ¿El fuego que no se aparta y entre un cariño y otro no se limita al parto?). Entiende, Birmingham no está lejos, y este baúl inglés recibe los saldos que las castañas de Faído no garantizan. (La esposa no come, se descabella y las uñas hieren el viento). Entiende, un hotel no se abandona así: la lista de clientes impide otra mudanza. El amor que me ame entre Faído y el canal de la mancha. (¿Sedujo la noche a la esposa? Ella se entregó, qué importa). Rentas sobran en el banco, clientes en el hall. El idioma ajeno habla, si me callo. Calienta la mesa de tanto fruto. Pero el baúl, ¿por qué se vacía en el lucro?)


Señorita Desesperación Llamen al amante de blues voy a golpearlo como boxeur. En la casa donde vive, lunas revuelven los ojos hasta hervir. Llamen al amante de blues voy a matarlo a conseguir empleo. Tengo que dañar su iris. Veo su piel bajo la blusa moviendo ríos incendios. Voy a matarlo si me hace feliz. Llamen al amante de blues que perseguí días y noches. Y supe miserable sin hermana. Llamen voy a matarlo después ganar dinero. Quiero ser de las que bailan hasta cerrar el club y herir en el tórax a mi compañero. Es de esos que entran al alma y que lo hacen a uno arder, Llamen al amante de blues. Voy a golpearlo como boxeur.


Precepto Si alguien quiere matarme quite los cordones del amor. No somos la primera sede sino su querida familia. La que almuerza el domingo y se hace miseria por el revés. El incendio nos asedia y no come en nuestra mesa. A menos que su ansia sea otro mantenimiento. Si alguien quiere matarme de amor, baile la aspereza. Nada aquí se hace sin ritmo.

(Traducción del portugués de Renato Sandoval Bacigalupo)


Fabrício Marques (Manhuacu, Brasil, 1965). Poeta, periodista y docente de Teoría Literaria. Ha sido director y miembro del consejo editorial del Suplemento Literario de Minas Gerais entre 2009 y 2012. En poesía ha publicado Samplers (Prêmios Culturais de Literatura do Estado da Bahia, 2000), Meu pequeno fim (2002), A fera incompletude (finalista del Premio Portugal Telecom y del Premio Jabuti, 2012). Hay poemas suyos en las antologías Na virada do século: poesia de invenção no Brasil (2002), Poesia em movimento (2002) y Os cem menores contos brasileiros do século (2004).

Cómo ellos mueren Por alguna extraña razón, la expresión “muerte de un poeta” siempre suena más concreta que “vida de un poeta”. Tal vez porque tanto “vida” como “poeta” sean palabras casi sinónimas por tan positivamente vagas. De otro lado, “muerte” -incluso en tanto palabra- es casi tan definida como la propia producción del poeta, o sea, el poema, cuyo rasgo principal es el postrer verso. La obra de arte, consista en lo que consista, discurre siempre hacia el final, que define su forma y le niega la resurrección. Después del verso final de un poema ya no sucede nada, solo la crítica literaria. Así, siempre que leemos a un poeta, participamos de su muerte, o de la muerte de su obra. Joseph Brodsky, a propósito de Ossip Mandelstam


Al final de la Segunda Guerra Vicente Huidobro entró con las tropas aliadas a Berlín. Años después, a consecuencia de sus heridas de guerra, sufre un derrame cerebral y muere. De acuerdo a sus deseos es enterrado en una colina frente al mar. Su hija escribe en el epitafio: “Aquí yace el poeta Vicente Huidobro. Abrid esta tumba. -Al fondo se ve el mar.” * Rilke un día cogió rosas para una joven egipcia y se hirió la mano por accidente con una espina. La herida agravó la leucemia que venía sufriendo. Al final de la agonía no quiso más sedantes.

Él mismo dejó escrito el epitafio: “Oh Rosa, pura contradicción…” * El sacerdote Gerard Manley Hopkins quemó un día toda su producción poética. Siete años después rompió sus votos de renuncia a la poesía. No resistió al tifus. y dijo sus últimas palabras: “Soy feliz. Soy tan feliz.” * Problemas cardíacos se llevaron a Marianne Moore, la de los ojos azules. Ezra Pound encomendó una misa en su memoria durante la que pudo leer los versos de What are years: “Eso es mortalidad, eso es eternidad.”


* Para Dylan Thomas la poesía era aquello que lo hace reír, llorar o aullar, aquello que arruga las uñas de su pie, lo que lo lleva a desear eso, o aquello, o nada. Él desembarcó en Nueva York. Al subir al ómnibus que lo llevaría al aeropuerto, dirige su pulgar hacia abajo como para decir que las cosas no van bien. Días después, un colapso. El poeta se desmaya y es llevado a su casa. Al día siguiente, despierta y dice que tiene que salir para tomarse un trago. Media hora después vuelve y dice: “Acabo de toma 18 whiskies puros; creo que un récord.” Una mañana entra en coma. * Ezra Pound primero fue acusado de traición por el tribunal del distrito de Columbia. Se entregó en Génova a militares norteamericanos. Estuvo seis meses preso en una jaula para animales. Después fue considerado legalmente insano y estuvo doce años internado. Liberado, va a Italia, rumbo a ángeles sombríos e inquisidores. En su lápida solo está escrito: “Ezra Pound” * El comerciante Cesário Verde, ya profundamente debilitado, sin ánimo escribe a un amigo: “¿Me curo? Sí, tal vez. ¿Pero cómo quedo yo? Una piltrafa, un remedo, un canasto roto, me entra la lluvia, me entra el viento en el cuerpo destartalado.” Tiempo después, su hermano, en la cabecera de la cama, le pregunta: “¿Quieres alguna cosa?” “No quiero nada. Déjame dormir.” Y esas son las últimas palabras del hombre de negocios.


* Esenin se ahorcó luego de haberse cortado las venas y de escribir con su propia sangre: “Si morir en esta vida no es nuevo, tampoco hay novedad en estar vivo.” Marina Tsvietaieva también se mató. Sepultada en una fosa común, en un lugar desconocido. * Hart Crane amó los aires del Caribe y los mares de cualquier calibre. En un viaje de barco regresando de México a Nueva York, después de bebérselo todo, desde la cubierta se tiró al mar. * Emily Dickinson insistía en la soledad. Raramente salía de casa y vivió veinte años como ermitaña. De ella solo existe una fotografía, tomada a los 17 años, con un vestido negro. No conversaba con extraños. Sufrió algunas crisis nerviosas. Una asistente a su funeral escribió en su diario: “Una paz imperturbable en la hermosa frente.” * Joseph Brodsky recibió una pena de cinco años de prisión por parasitismo social. Compró una Lettera 22 portátil para empezar a escribir en inglés, y así estar más próximo a Wystan Hugh Auden.


Un ataque al corazón en su departamento de Brooklyn. * Edward Eastlin Cummings fue voluntario en Francia en la Primera Guerra. Preso, estuvo tres meses detenido e incomunicado en un campo de concentración. Un ataque al corazón, en Madison, yentoncessefueparasiempre * Jubilado del Departamento de Regadío, a Konstantinos Kavafis se le diagnosticó un cáncer a la garganta. A causa de una traqueotomía perdió la voz, a partir de lo cual empezó a comunicarse por billetes escritos. Su salud se agravó. Al cabo de una larga agonía, murió el día en que cumplía 70 años. Lo recordaban con un sombrero de paja fumando con una larga boquilla. * René Char escribió cierto día: “La poesía me robará la muerte.” * Con el rostro surcado de arrugas a causa del exceso de alcohol, bencedrina y sol, Wystan Hugh Auden fue a Viena a leer poemas en una velada. Después, se recogió a un hotel, donde murió. * Paul Celan fue enviado a un campo de trabajos forzados en la Segunda Guerra. Tenía tendencias autodestructivas, manías de persecución


y ataques de amnesia. Cierto día escribió: “Vivimos bajos cielos sombríos y… son pocas las personas. Es por eso que existen tan pocos poemas.” Se arrojó al Sena. * Rimbaud abre un almacén en Harare y le escribe a la madre: “Ahora no estoy bien de salud. La pierna derecha, al menos, está atacada de várices que me hacen sufrir bastante.” Le pide a la madre que compre medias elásticas para várices (las de seda son las mejores) Durante doce días 16 porteadores se turnan cargando a Rimbaud en una litera a través de 300 kilómetros de desierto. Envía un telegrama a su madre: “Van a amputarme la pierna. Peligro de muerte. Negocios importantes por resolver.” En la iglesia vacía, delante del féretro con el cuerpo mutilado de Rimbaud, solo la madre y la hermana. * Después del almuerzo,


César Vallejo se acuesta para “descansar unos instantes”, pero ya no se levanta. Los médicos no logran diagnosticar la enfermedad que lo consume. Llama a su mujer y le dice: “Cualquiera que sea la causa que tenga que defender ante Dios, más allá de la muerte, sé que tengo un defensor: Dios.” Prolongada agonía. * Lector de la emperatriz Augusta de Alemania, en Berlín, Jules Laforgue cae en cama víctima de la tuberculosis. Vive en apuros económicos. Toma opio para soportar la infección pulmonar. Nueve personas acompañan sus restos mortales: entre ellos, su esposa, su hermano y cinco poetas. * Charles Baudelaire tiene salud frágil y dificultades materiales. Acreedores y oficiales de justicia le siguen siempre la pista. Sin dinero para pagar el hotel donde vivía, sin dinero para cortarse el pelo,


visita la iglesia de Saint-Loup, se tambalea y cae. Arde en fiebre. El médico diagnostica hemiplejia, lo que causa afasia y agrafia. Prolongada agonía clarividente. * Voluntario y enfermero independiente, Walt Whitman visita y se ocupa de miles de soldados heridos en los campos de batalla de la Guerra Civil. Después, hace su testamento, compra un lote en el cementerio y construye un pequeño mausoleo. El médico diagnostica neumonía. Sábado de garúa. Autopsia de muerte: neumonía, tuberculosis, nefritis, esteatosis hepática, piedra en el riñón, quiste adrenal, abscesos tuberculares y paquimeningitis. Algunas de estas enfermedades probablemente fueron contraídas durante el contacto con soldados. Cierto día escribió: “Me entrego a la tierra para crecer de la hierba que amo; si me quisieras de nuevo, búscame bajo la suela de tus botas.”


* Por diferentes caminos todos ellos persiguieron la gran palabra nueva. -Mañana luminosa deshuesada sin ruido. Ahora nos dormimos y en nuestros sueños ellos corren desconociendo fronteras bajo un sol difícil.

Caminata A Paulinho Assunção

Soy un hombre sin retrovisor. Camino todos los días temprano en la mañana por las calles de la ciudad. Personas personas personas suben y bajan, me atraviesan. Soy un hombre fuera de la cebra. Caminar, paraíso portátil sujeto a multas. En cada expedición diaria acumulo accidentes y algunos desastres. Soy un hombre sin manijas. Cruzando los semáforos del planeta. Córdoba, Cádiz, Arpoador, Belvedere. Qué mundo este indiferente al espectáculo de alguien caminando sin saber a dónde va. Me encuentro perdido. Me equivoqué de calle, de mí. Perdido, me encuentro. Voy lluvia fina voy día claro.


Apuro mis pasos, voy no paro. Pero qué mundo este. Un día hasta me confunden con un automóvil.

En la estación Dos o tres de nosotros, en el silencio del desasosiego, ávidos y primeros, se embarcaron, silbidos largos, silbidos breves -el interlunio listo para llegar al finacomodados en asientos contiguos. Dijo el más viejo: “Este viaje no lleva a ninguna parte, pero no puede parar.” Aun no teniéndolos, veía antílopes en la planicie, sueltos, aéreos, levitantes, fuera del alcance de la memoria. Por un hilo de sueño el más joven escondía su tesoro en la ensenada, entre una ola y la otra. Hasta que un movimiento brusco los traslada al carril junto al tren, en dirección al camino más largo, corazón emplumado, impropio con el escarnio esparcido en el aire, en principio opaco, que aún pueden -el más viejo y el más jovenrespirar.

Pasar a pájaro Pasar a pájaro de ave a ave, con avidez de pasos rápidos,


propicio a aventuras en vías aviesas longilíneas, de tarde en tarde, aeroviarias pájaro listo para cantar en clave de sol con entradas suaves de velocidades varias ve lejos ve libre ve veloz pájaro que cambia de aire como quien cambia de párrafo rasca el cielo veloz que incendia pájaro en la vena

Del currículum vitae de Lamartine Lamartine se sube a las estrellas Es usual verlo con echarpe y narguile. Persigue liendres en el día. En el poste restante deja cartas para sí mismo. Si cupiera, en el bolsillo llevaría un astrolabio. Lamartine, nubífugo, mas esparce que deshace nubes. A veces el final de la tarde le parece de color durazno. Cuando conviene, le da al fracaso aires de 3 a 0. Se sube a las estrellas, indomablemente va.

Éxodos Ándate a que el ardor te espese ándate a que el salto te sacuda


ándate al pasado que te pertenece ándate a que el ruido te restaure ándate a que el bramido te festeje ándate a que el vértice te barra ándate a que el crepúsculo te cargue

La tortuga tartamuda Abran paso, abran filas a la tortuga que, de arruga en arruga, solo pide calma al tiempo, tartamuda, para aprender a envejecer dentro de la juventud, de arruga en arruga

Miniletanía de política editorial Suplícame que yo te publico Reséñame que yo te critico Estúdiame que yo te edito Critícame que yo te suplico Edítame que yo te cito Analízame que yo te critico Cítame que yo te publico

Iniciativas (Aníbal Machado’s remix)

Después de que amanezca, cambia de piel, pero solo del alma. Sé normal por solo cinco minutos. Luego, vuelve a ser normal. Esparce pianos, violoncelos y marimbas en las avenidas principales para quien quiera tocar. Escribe en un pañuelo: todo hombre tiene derecho a no ser comprendido. Todo hombre tiene derecho a transformar el agua en agua. Lleva una caja de arrayanes hasta lo alto de la calle empinada. Déjalos rodar. y vete antes de que lleguen al final. Propón la venta de escafandras para la ciudad sin mar. Reúne la tripulación de la fragata y arroja tus versos en botellas que un día serán recogidas por un turista en las playas. O en la luna. Quítate los zapatos para caminar en las nubes. Entre abejas, cuenta siempre con un plan de huida.


Si no hubiera escape, silba. Sopla. Acompaña. Ríete.

él ella él ella lo observa abrirla en gajos ajustando el fuselaje de los cuerpos como por encanto

él ella la admira cosquillas a ciegas extrayendo de los días lo ya visto hasta que solo sobre espanto

Salto alto Sin el salto alto ella es solo la mar de linda Pero, con él, se urde la curvilínea artimaña que alucina, a sobresaltos, el centro de gravedad del cuerpo. ¡Qué galope de centellas! ¡Qué paseo de chispas! Una furtiva lágrima anuncia la protofonía a los cuatro vientos:


Va a pasar el desfile de terciopelo -¡Pero qué felpa, qué todo! Va a pasar el felino invento -el misterio de la mujer de salto alto que trasciende todo entendimiento

Hombre-homenaje Excelentísimo señor Con diplomas, loores y encomiendas. Aplaudido de pie, todo condecorado. En las tribunas siempre el mejor lugar A él le está reservado. Ciudadano honorario Entrada de diccionario Jefe del grupo Ya es nombre de calle. En la galería de retratos su foto destaca. En suma, un gran hijo de puta. (Traducción del portugués de Renato Sandoval Bacigalupo)


Fernando Fiorese Nació en Pirapetinga, Minas Gerais (Brasil) en 1963. Poeta, narrador y ensayista, se graduó en Comunicación Social por la Universidad de Juiz de Fora, y se doctoró en Semiología por la Universidad Federal de Río de Janeiro. Todos su libros de poesía han sido reunidos en el volumen Corpo portátil (2002), luego del cual publicó Dicionário mínimo (2002) y otros más.

El cuerpo y las ciudades De las ciudades en que estuve (y no digo de las que, de paso, conservé tan solo una rúbrica y el rumor del diario dormido, ni aquellas en libro escritas o contrabando de los amigos en postales y souvenirs), pocas vistieron este cuerpo, camisa hecha de encomiendas, sin arrugas, pliegues y rebordes.

* Aunque me sirvan de abrigo, de los escenarios a los personajes,

de las ciudades en general


provéanme de lo que necesito para un plagio de Pasagarda o mi Ítaca de bolsillo, de las ciudades entre paréntesis (en este poema o en la memoria), ninguna desconoce la regla, el trazo del cuerpo que las escribe, escribe como quien se entrega.

de las ciudades bajo medida

* De las ciudades en que estuve, Diamantina tiene el tamaño del cuerpo con que se ama y vive, con holguras y bolsillos anchos para acogernos en el regazo. Tiene los ojos a la altura del hombre, y calles que doblan las mangas, y patios con pájaros diestros, y capillas que alzan las faldas para dejar que huya el cielo.

* Abuela después de muerta La abuela aún riega el cantero donde se marchitaban los juguetes. Incluso muerta aún riñe a la tempestad que escondió a los niños en otra edad.

* Vicentín, reparador de libros Fui muchos antes. De esta pequeña caída, un cuerpo oblicuo espera mapa o sentencia.

De Diamantina


De la historia me deshago, esbozando una rosa en los obituarios. Erratas también recojo con manos que desconozco, el linaje del hombre nadie lo sabe. En limpio y de luto paso libros, desiertos, ciudades -los huéspedes en frases demudados. Y puedo convertir en verbo hasta el último paisaje.

Caprichos bibliográficos Libro solo existe en plural. De forma que no hay cómo abrir uno solo sin que con eso otro, y así accionar la espiral que, de par en par, otros abrirá. al igual que la mano en el bolsillo sorprendiera a otro y, en ese uno, otros bolsillos en secuencias infinitas, a semejanza de una décima; y en cada cual hubiera llaves de cofres hace mucho saqueados, de gavetas que ninguna abre, de la ciudad luego de los bárbaros, porque llegamos siempre tarde. Como dijera versos antes, al libro llegamos tarde, demasiado pronto al no-libro; en el estante un espejo enemigo, esa mirada solo posible cuando el silencio entre amantes queda, y el mínimo rumor es tanto que, en el cuerpo, el cuerpo analfabeta. Libro es como, en otros, la muerte se abre al ensayo o a la tregua; libro es mapa, de veras conforme, donde el territorio desconcierta; es cuando no hay ningún enigma


-ni término, inicio o promesa.

Libreta de campo 1. la lección es donde termina el profesor como un muerto a solas con sus flores el profesor de semiótica que mira la propia sombra cruzar al fin la puerta como un libro en el laberinto 2. (saber demasiado desconfía) de menos saber se hace lo que enseña a olvidar el nombre el número el texto un árbol sin raíces 3. abrir un libro es ampliar la noche en que un profesor de literatura persigue pequeñas verdades policiales se rapta al espejo al sentido mismo porque él es el asesino pero no el autor de los falsos indicios

Dead letter recorrerla nunca por entero de modo que permanezca un cadáver sobre la mesa centro móvil al acecho del sétimo sello de indicios de lo que era tu letra la fuga la fiebre el gasto ir en círculos solo y desarmado


exceso de ojos y uñas como un gato vigilando la sombra del pájaro escribirme es tu venganza: palabras son diques aun cuando dices todo el océano * Hasta los tíos sastres desconocen el paño y el hilo con que tejemos -o nos teje- esta camisa adulta del olvido, los bolsillos vacíos, salvo una página de la tabla del menos. Inútil postular el periplo de la bicicleta alemana: los pedales se ríen de este cuerpo sin ruedas y sin rumbo, pedaleando hacia el caos.

* La Casa En la calle de la Casa no pase. el futuro será póstumo la fachada de la Casa no mire. los ojos serán otros en la calzada de la Casa no pise. la tierra será caída los frutos de la Casa no coma. dentro de las pasiones disparan a los vivos en la Casa no hable. cualquier palabra es rendición los cuartos de la Casa no visite. los gatos enloquecen de tanta belleza en la Casa yo vivo. los ausentes son mi familia


Condena De veras bueno era vivir en un lugar de nombre bonito -Nuestra Señora de los Remedios, Santo Tomás de las Letras, Dolores del Turbiocultivar helechos y violetas y hacer del itinerario de los peces mi mística. Y no quedarse a lustrar los huesos del mito. * Cómo deshacer equipajes Como quien de viaje tarda en acostumbrarse al clima, al horario, a las vocales de otra sintaxis, también escribir extraña cuando cambia el paisaje. Como quien de viaje, lo que carga apoca a diccionarios, pasajes y alguna muda de ropa, también escribir exige aprender a descartarse. Como quien de viaje poco o nada descifra del manuscrito ciudad (mal deletrea las esquinas), también escribir enseña, menos importa encontrarse. Como quien de viaje evita, cuando sabe, los llamados del fósil, de lo que es fausto adrede, también escribir prefiere


lo que se da sin ambages. Como quien de viaje sabe del placer de andar sin dirección ni edad, con la ropa arrugada, también escribir comparte este cuerpo inerme. Como quien de viaje, para volver a ver la ventana donde ella le sonrió a un niño, el embarque postergaría, también escribir alcanza los vestigios de este día. Como quien de viaje de la maletas hace relicario de rostros, ruidos y mares, de balas, libros y ácidos, escribir también sería como deshacer equipajes. (Traducción del portugués de Renato Sandoval Bacigalupo)


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