La voz profética de William Osuna o la poesía como transformación social por David Cortés Cabán
Nosotros los poetas del pueblo cantamos por mil años y más… Víctor Valera Mora
Son varios los registros, temas y matices que confluyen en la poesía de William Osuna (1948); varios los libros de esta antología que lleva por título Miré los muros de la patria mía,1 un verso sugestivo y desgarrador del poeta español Francisco de Quevedo (1580-1645); varios los planos que se superponen descubriéndonos la realidad y la ternura de quien vive una poesía que se ofrece como un horizonte solidario del destino humano. No de quien vive para sí cerrados los ojos a la realidad, sino de quien afirma una voz que reivindica “…la historia minúscula del hombre, aquél que recorre las calles y sobrevive a la enajenación cultural, y espiritual, que lo asedian al punto de la degradación”, como ha señalado el crítico Héctor Seijas. Los textos que sustentan la estructura poética de Miré los muros de la patria mía, destacan sus particularidades temáticas descubriéndonos la fragilidad y la condición marginal del ser y las cosas que trazan la trayectoria del diario vivir. La atracción del yo lírico por ese mundo visible de todos los días pone de manifiesto su convicción de que la poesía es una experiencia compartida. Y, en cierto modo, ésta es la intención radical de esta poesía. Es decir, no encubrir sino descubrir, no callar sino testimoniar, no ser camisa de fuerza o materia de estudio de un grupo de selectos, sino ola luminosa que se levanta contra el poder que envilece, fuego que ilumina la pequeñez y la grandeza humana. Por eso, el trasfondo histórico que domina el ambiente que ha marcado la 1
William Osuna, Miré los muros de la patria mía, Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana, C. A., 2008.
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