NUEVE SUEテ前S PARA KUROSAWA
MI NOMBRE: AKIRA KUROSAWA Tengo 52 años y he llegado hasta aquí porque mi vida es vacía. Llevo un mes en Berlín, desde un 18 de marzo, año 2002 exactamente, y hace un rato comencé a teclear estos sueños mientras afuera la primavera tarda. La laguna es amarillenta y entre los muros de sal que la bordean se ve el océano. La playa se llama Punta de lobos y las salinas están detrás. Recorremos la laguna en un bote guiados por un remero descalzo y escucho el sonido de las rompientes estallando a no más de 50 metros. En la dictadura el lugar se hizo conocido porque Pinochet lo eligió como uno de sus sitios de veraneo y hoy es un paraíso de los surfistas. Las salinas y la laguna ya no existen y las había olvidado completamente, pero las volví a recordar cuando mi abuela murió: el botero remaba frente a mí y a los lados se recortaban las paredones de sal. Tengo cinco años, mi hermana tres y estamos con mi abuela. Había nacido en Italia, en Rapallo, y llegó a Chile con mi madre todavía niña. Ambas quedaron viudas con dos días de diferencia. Primero mi madre, luego mi abuela. Fue un veraneo corto. Mi abuela murió en 1986. Yo sobreviví a una dictadura, pero no a la vergüenza. Años después, cuando me llegó a mí el turno, su cara se me vino encima como una montaña blanca de sal. Quise escribirlo, pero las palabras, como vísceras humeantes, llegaron muertas a mis dedos. Mi nombre: Akira Kurosawa.
SUEÑO 60/ A KUROSAWA Veo de nuevo los mundos. En el sueño digo “los mundos”, pero eran todos los países dibujados en el cielo y vea; yo nunca había soñado tan feliz. Estaba en una pradera y sentía el pasto bajo mis pies, pero una voz me dijo que me fuera a la playa y yo sin pensarlo me largaba a correr hasta que llegaba. La playa se alargaba perdiéndose y al frente el mar era negro, encrespado de olas, y yo sentía una gran angustia, un miedo que me apretaba el estómago, pero de pronto sus aguas comenzaron a aclararse, a hacerse cada vez más luminosas y calmas y al final hasta se podían ver los granitos de arena del fondo. Entonces sentí el impulso de alzar la vista y fue como si me dieran con un mazo en la cabeza: sobre el cielo estaban todos los países del mundo pintados con distintos colores, como en el mapamundi que había en la escuela, cada uno con los tonos más relucientes y hasta los puntitos de las islas se veían. Eran todos los países del mundo tendidos en el cielo, brillando como si los hubieran recién mojados, con gotitas de agua resbalándoseles encima. Fue eso. A mí me apresaron los de la brigada Arauco y antes de morir me acordé de los mundos. Soñé este sueño para mi padre Akira Kurosawa. Me apellido Mora, pero todos me conocen por Ziley.
SUEÑO 61/ A KUROSAWA Vi las primeras ciudades de agua camino al norte, en Atacama. Estaban suspendidas en el cielo, como gigantescos acuarios transparentes, y las líneas de luz de sus reflejos se mecían sobre el suelo cubriendo la inmensa planicie ocre. Era el año 1975, a fines del verano, y por entonces yo sufría. Fue la primera vez también que conocí un desierto. No me sorprendió verlas, incluso diría que me dio una cierta paz. Había abandonado a mis hijos, el mayor de cuatro, una de tres y el menor que no cumplía el año, y por primera vez pude pensar en ellos sin tanta angustia. A lo lejos se veían los dos volcanes y los reflejos de la primera de ellas les imprimían a sus cumbres nevadas un tono verdoso como el del mar. La segunda la vi al atardecer y parecía más lejana, más remota e inabarcable. Esa noche volví a soñar con mis hijos y desperté bajo el frío que cae en la noche en los desiertos. Me saqué de encima la frazada que me dieron en el albergue y me levanté por un café. Las infinitas líneas de luz seguían entrecruzándose como si la tierra entera fuese el fondo de una piscina. Al final, ondeando bajo esos mismos reflejos, los conos blancos de los volcanes fosforescían en el azul de la noche. Kurosawa, volví a decirle, entonces yo sufría.
SUEÑO 63)/ DE KUROSAWA Como un tajo, la línea de asfalto partía en dos la superficie ocre del desierto y el conductor puso la radio más fuerte para no quedarse dormido. Me había tomado a la salida de Iquique, y me dijo que a veces llevaba gente que hacía dedo para evitar la modorra hablando. No creo haberle servido de mucho porque a pesar del volumen de la música pronto empecé a cabecear. Cuando abrí los ojos el camión estaba detenido y me sorprendió estar boca abajo, con las manos en la nuca, mirándolo de reojo desde el suelo. Los primeros puntapiés me paralogizaron y sentí mi cara clavarse contra los granos del pavimento. Tenía una carpeta aferrada entre los dientes y cuando entre culatazos me obligaron a pararme, las piernas se me doblaron. El último culatazo me dio de lleno en la boca y mientras escupía mis dientes vi la planicie interminable que se encrespaba hacia el fondo como un animal muerto. El sonido de los Pink Floyd cubría ahora por completo la redondez de la tierra y de pronto sentí su mano remeciéndome. ¿Te gusta Mother? me preguntó. Pero faltan cuatro años para que ese disco salga, traté de decirle, mientras él le seguía el compás tamborileando sobre el volante. Al fondo, las delgadas nubes muy altas parecían peces blancos y pensé que Kurosawa lo filmaría.
SUEÑO 64/ A KUROSAWA Vamos saliendo con la ensangrentada multitud y el mar que se abrió para que pasáramos pronto volverá a cerrarse. Algunos lloran en silencio en medio de los gritos de júbilo que recuerdan lo impensable. Al fondo, tendida entre los dos paredones de agua, la cordillera enmarca la espaciosa avenida donde infinidades de hombres han vuelto a emprender la marcha. Reconozco esa cordillera, sé también el nombre de la ciudad y de la avenida, la fecha exacta, como sé también que hace millones de años todo eso fue arrasado hasta los cimientos. Me digo entonces que los recuerdos son piedras que han estado allí desde siempre y que somos nosotros los que vamos pasando entre ellas desprendiéndoles un mínimo fragmento que reconocemos como nuestro. Digo entonces que esos fragmentos fueron mi vida y que en esa vida vi la muchedumbre desbordar la avenida, avanzar entre los enormes paredones de agua y finalmente salir. Atrás, la cordillera de los Andes se va borrando como una estela mientras que adelante el sol se hunde en el horizonte del nuevo océano con lentitud, casi con desidia, como en los sueños. Sostengo aún entre las mías esas manos tan queridas y le digo a Kurosawa que todo está bien, que ya cruzamos el mar, que los ejércitos de Ramsés ya no podrán alcanzarnos
SUEÑO 65/ A KUROSAWA Dejó de quejarse y se quedó inmóvil. Ignoraba el tiempo que había durado su desvanecimiento. De súbito advirtió que estaba vivo y que un dolor violento le partía la cabeza. ¿Dónde está ese cielo alto que hoy vi por primera vez? Fue lo primero que pensó. No conocía tampoco ese dolor. Sí, hasta ahora no sabía nada de nada… Pero ¿dónde estoy? Se puso entonces a escuchar; primero oyó el trote de unos caballos aproximándose y luego las voces de los jinetes hablando en francés. Abrió los ojos. Arriba estaba de nuevo el cielo, aún más alto, entre las huidizas nubes. No volvió la cabeza ni vio a los que se le acercaban... ¡Está vivo! exclamó Napoléon al ver que se movía. Lleven de inmediato a ese joven oficial a un puesto de socorro. Se había desmayado nuevamente y al abrir otra vez los ojos vio que atardecía. El carromato cargaba a otros como él. Los saltos en los baches del camino le retumbaban en la cabeza vendada y se acordó que su abuela leía ese libro. De pronto los saltos cesaron y reparó en que los caballos que tiraban el carromato ya no estaban. Mientras lo bajaban a toda velocidad de la ambulancia, alcanzó a ver los inverosímiles rascacielos y muy arriba, blanca, la larga estela del F 16 rayando el cielo. Kurosawa, le dije entonces: ¿por qué me fue tan difícil vivir?
SUEÑO 66/ A KUROSAWA Amanece. El color amoratado de los cerros se me viene encima mientras a mi espalda las rompientes han vuelto a resonar de golpe, agudas, chirriantes, con ese sonido que sólo se escucha en la irrealidad del despertar. Efectivamente acabo de despertar. Empiezo a sacarme la arena y como si llegaran de muy lejos, veo emerger los restos de la reciente noche: una borrachera de estudiantes, el tugurio en un cerro de Valparaíso y después la tambaleante huida, el sonido de un tren acercándose, la inminente mañana y el silbato de la locomotora que me despierta con brusquedad, señalándome el fin del viaje. Desciendo del vagón. Mi hija se ha soltado de la mano de su madre y corre por el andén a encontrarme. Reparo entonces en las flores de su pequeño kimono y en la blancura de su cara en el momento en que se detiene y se inclina saludándome. Niña Yazuhiko, me oigo decirle, mientras mis dedos le cogen con suavidad el pequeño mentón y comienzan poco a poco a alzárselo. Cuando finalmente su cara termina de volverse hacía la mía, su blancura cubre por un segundo el cielo y luego estalla con el resplandor de millones de soles. Termino de sacarme la arena y empiezo a alejarme en el brusco atardecer. Tras mío las rompientes resuenan con furia. Hiroshima ha sido extirpada para siempre de la faz de la tierra.
SUEÑO 67/ A KUROSAWA Como inmensas pirámides de vidrio las montañas se tendían transparentándose mientras el campo intensamente rojo que llegaba hasta sus faldeos tenía la consistencia dudosa de la sangre o del atardecer. Me di cuenta de que me había quedado dormido mientras escribía el guión -me ganaba la vida en eso- y que la imagen no era seguramente más que una entre las millones que se suceden en esos cabeceos casi instantáneos. La pantalla del computador se había ido a negro y al intentar mover el mouse para reanudar el trabajo, advertí que últimamente los temblores de mi lado derecho habían recrudecido y que los dedos se negaban a obedecerme. Nevaba. La deslumbrante blancura hería mis ojos y el frío hacía que caminara con torpeza, con pasos muy cortos. Recordaba haber estado en mi infancia en ese mismo lugar y que la nieve me había cegado mientras los otros niños me llamaban para que los alcanzara. De pronto me sorprendió que nevara en primavera. Al abrir los ojos vi las montañas transparentes y más acá, infinidades de flores rojas emergiendo de la nieve como si fueran vísceras sangrantes. Mis dedos corrían deslizándose por el teclado. Entendí tus películas, alcancé todavía a gritarle a Kurosawa, entendí tus guiones: hay nieve, hay un hombre con Parkinson que acaba de caer sobre la nieve.
SUEÑO 68/ A KUROSAWA Los farellones recortaban abajo la herradura del mar y en lugar de las casas playeras edificadas en las terrazas de los acantilados, se erguían arcos y columnatas de una antigüedad indescifrable que descendían escalonadamente hasta el comienzo de la playa. El sol todavía alto le imprimía al mar una solidez radiante y cuando finalmente llegué a su orilla, la intensidad de sus tonos se abrió de golpe inundándome los ojos. Las rompientes se hacían cada vez más altas, más resplandecientes y luminosas, y sin emitir un sonido sus resacas iban y venían cubriendo la arena con infinitas líneas de colores. Hundí entonces mis pies en los bordes y vi que el mar eran llanuras y llanuras de cuerpos muertos, extensiones interminables de torsos exánimes, de vientres que ondeaban igual que paños extendiéndose hasta el horizonte, mientras más acá, siguiendo la curvatura de las rompientes, los cadáveres ascendían doblándose hasta aparecer por un segundo transparentados en la cumbre de la ola para luego derrumbarse. Eran millones de millones de caras con las bocas abiertas, infinidades de espaldas, de brazos y piernas barriendo una y otra vez la playa como si fueran cuerdas pintadas. Kurosawa, alcancé aún a gritarle, este no es un sueño, este es el mar.
VERÁS CIELOS EN FUGA
SU ROTO CIELO Miro por la ventana a los chicos que van llegando. La clase ha comenzado y la escuela es una casa de murallas amarillas, de dos pisos, que colinda con otra casa similar. Mamá vino a dejarme. Cuando salimos había niebla, pero ya se ha despejado. Mientras caminábamos una ciudad triturada hasta lo inconcebible surgió de la niebla y desapareció casi en seguida. Es raro que haya sido mamá quien viniera a dejarme. Miro por la ventana de la sala de clases y al apoyar la cara en el vidrio, éste se llena de sangre. Me doy cuenta entonces de que estoy sangrando de narices y que la sangre me ha manchado la camisa. Al pararme para decírselo a la profesora veo que todos sangran de narices como yo y que todos también se han puesto de pie, mirando a la profesora que está rígida, con la boca desmesuradamente abierta, apretando contra su cara un pañuelo chorreante de sangre. Corro por lo que antes fue una calle entre los cuerpos muertos hasta que tropiezo con uno y caigo. Desde el suelo veo las figuras que avanzan como espectros con inenarrables quemaduras pidiendo agua. Por unos segundos emerge de entre el polvo una escuela de murallas amarillas y desaparece. Algo inmemorial, estancado, me hace volver la cabeza y lloro desnudo bajo el cielo inconcebible.
SU ROTO CIELO Freno. Adelante el gigantesco cielo del amanecer se va curvando sobre las ruinas de una ciudad completamente arrasada, Dresde, y en el fondo se ven las rompientes. Me extraña ver el mar desde esta carretera porque está a cientos de kilómetros, pero ya van días que la imagen se repite; un amanecer, una ciudad bombardeada y al final las rompientes. Hace poco el History Channel pasó un documental de los bombardeos y me imagino que por eso estoy soñando con Dresde. Las bombas cayendo asemejaban barras de rouge. Ahora el rojo del amanecer avanza contra el azul de la noche y el los infinitos colores contrastan con el blanco y negro de los edificios triturados. Es entonces cuando escucho su voz diciéndome que no lo busque más entre esos escombros. Raúl, le digo, ¿por qué me pides que no te busque? ¿por qué me pides que no te sueñe? Pero sé que nunca me responderá. Grito. Alcanzo todavía a sentir el murmullo de miles de hombres bajándose de sus automóviles y luego las manos que me toman remeciéndome. Comprendo de golpe por qué se veían las rompientes y al instante lo olvido. Me despierto. Al otro lado del mar, como si algo muy hondo se hubiera roto, la carretera se alarga perdiéndose bajo el rojo destrozado de la aurora.
SU ROTO CIELO Como un mar de sangre, el incipiente amanecer va copando el cielo y de golpe sé que millones de personas están soñando al unísono este sueño. Sé también que estoy levantando mis brazos curvándolos sobre mi cara al mismo tiempo que infinidades de brazos se levantan curvándose sobre sus caras. Escucho el chillido y recuerdo un edificio en una calle empinada y el rumor de unos vehículos que suben acercándose. No he logrado la más leve erección y la joven que está conmigo se levanta y sale. Es un departamento de dos piezas, y al rato la siento gimotear en el cuarto que hace de living. No hay otra cama y pienso que deben estar haciendo el amor en el suelo. Se supone que es mi chica y me levanto. Su cuerpo se mece convulsivamente encima del otro y entre el sonido de los vehículos resonando cada vez más cerca alcanzo a distinguir las extrañas imágenes de otro sueño: un presidente asesinado, el traslado secreto de sus restos a un cementerio al final de la subida Santa Inés; y un segundo después el interminable chillido de su orgasmo fundiéndose con el estrépito del convoy militar que está pasando delante del edificio. Entiendo entonces porque ella levanta sus brazos cubriéndose la cara como yo, como él, como las infinidades de hombres que en este minuto los están levantando frente al cielo abrupto y mutilado.
MI DIOS ES NO
NO-NO NO NO-NO
One of these mornings Una de estas mañanas You „re gonna rise, rise up singing Te alzarás cantando, You „re gonna spread your wings Desplegarás tus alas Child, and take, take to the sky Niño, y toma, toma el cielo Lord, the sky. Señor, el cielo Until that morning Hasta esa mañana Honey, n-n-nothing's going to harm you now, Cariño, nada te hará daño ahora No-no-no-no-no-no-no-no-no-no-no-no-no-no-no-no-no-no No-no-no-no-no-no-no-no-no-no-no-no-no-no-no-no-no-no No-no-no-no-no-no-no-no-no-no-no-no-no Don't you cry, no llores Don't you cry, no llores Little boy -
MI DIOS ES HAMBRE MI DIOS ES NIEVE MI DIOS ES NO Adán y Eva Miles de edificios en ruinas bordeaban la carretera llenos de avisos “se vende” y en el medio las puertas del Edén Entera grafiteada con buses de turismo estacionados al frente e interminables filas de amarillos haciendo cola en las boleterías Dirigiendo sus cámaras fotográficas hacia las playas que se iban encumbrando sobre el horizonte y luego hacia los suspendidos aeropuertos hacia las flotantes islas hacia las dos ciudades que orbitaban cruzando las alturas Pasando frente a los enormes boquerones que hace miles de millones de años quedaron impresos en el cielo Hiroshima y Nagasaky en el cielo: se comentan entre sí los amarillos apuntándolas con sus cámaras mientras adelante se iba dibujando la encadenada puerta del Edén y un poco más lejos Adán y Eva haciendo autostop a un lado de la vieja carretera juveniles burlones alejándose
MI DIOS ES DESENGAÑO MI DIOS ES CARROÑA MI DIOS ES PARAÍSO Oí a los témpanos preguntarme cómo te llamas y yo les dije llamadme Ismael Y atrás se veía la vieja arponera como en los antiguos tiempos y yo les repetí mi nombre mientras el frío arreciaba Después la conversación tomó otros rumbos todavía no aclaraba y los témpanos flotaban en la noche como ballenas blancas “Y fue una extraña conversación” le dije a Jehová y Él me repuso: “estarías borracho como una cuba” yo “ni siquiera un trago” y Él “cómo te llamas” y luego gritó “arderán los glaciares y se incendiarán los témpanos si mi pueblo se olvida de mí” Sobre el cielo infinitos témpanos en llamas izaban el nuevo amanecer Puede llamarme Ismael si quiere le respondí despidiéndome
MI DIOS ES PAMPA MI DIOS ES CHICANO MI DIOS ES CÁNCER Como si fueran ejércitos marchando una detrás de otra surcaban el cielo las rompientes Rayándolo entero con las blancas líneas de sus espumas mientras de abajo las seguían filmándolas incesantes mostrando el mar rojo de las alturas Barriendo las largas costas del amanecer donde miles de torturados trabajaban ahora de extras cinematográficos esperando que Charlton Heston abriera el mar “Les filmaré los 10 mandamientos mierdas y allí verán el soplo de Dios abriendo el mar” les grita el director a los extras chilenos dándoles el papel de acantilados de los Andes “Pero qué no es el facho de Heston” preguntan los torturados viendo abrirse las suspendidas rompientes y encima los ojos de agua de Dios inmensos desnudos vacíos espejeando las ciudades de agua del nuevo día
MI DIOS ES VACÍO MI DIOS ES HERIDA MI DIOS ES GHETTO Azuladas cubriendo por completo el cielo empezaron a cruzarse las cordilleras Remarcándose contra el enloquecedor azul del naciente día allá arriba cubriendo de nieve el océano infinito de las alturas Recortando sus infinitas cumbres sobre los hoyos que las últimas escuadras le abrieron esa última vez al cielo cañoneándose entre las nubes Cuando hace millones de años infinidades de misiles se recortaron contra el horizonte y eran como rascacielos subiendo Si Dios sube verán los misiles opacar las estrellas Pero eso fue hace tanto oh fucking God se gritan en sueños las rompientes de los Apalaches cruzándose con las nevadas rompientes de los Andes blancas encima del enloquecedor cielo de la alborada
MI DIOS ES SUEÑO MI DIOS ES DE DIOS
MI AMOR
Entonces se vieron los nuevos desiertos tendidos sobre el mar Silenciosos igual que inmensas ciudades de sed barridas por el viento ondeantes resecas remontando juntas el nuevo día Cubriendo el cielo con los mares de cenizas y arena que el sueño llamó ex desiertos de Atacama ex desiertos de Nazca ex desiertos de Sonora arriba tendiéndose Son los nuevos desiertos le digo a PW mirando flotar las arrasadas ciudades en el amanecer: el desierto U 24: ex ciudad Neruda el desierto U 25: ex ciudad Mistral los desiertos U 27 y 28: ex ciudades Poesía de Chile y era el nuevo día despuntando sobre el árido amor sobre el árido viento sobre los áridos países de pasto y sueño hundiéndose como olas que sucumben contra el océano
MI DIOS NO LLEGA MI DIOS NO VIENE MI DIOS NO VUELVE Empapado chorreante de agua el Estadio Nacional iba emergiendo en la resaca Con la voz de Los Prisioneros cantando Por qué no se van del país y chicos amarrados en los camarines con las manos en la nuca coreando de lejos esas canciones Mientras el amanecer se alzaba mostrando las graderías y en el fondo la cancha de fútbol entera cubierta de mar y era como un cielo de púas las olas blancas cubriendo de espumas los roqueríos Cuando arrojados desde los estadios chilenos alcanzamos a ver los roqueríos y luego el vacío infinito del mar Es que los chicos nunca regresaron: tocan Los Prisioneros y es el dios que no regresa el dios que no viene el dios que no vuelve soplándonos como sopla el alba muerta como sopla el amor muerto como sopla la mañana muerta frente a los despojos todavía azules de la noche
MI DIOS NO ESTUVO MI DIOS NO QUISO MI DIOS NO DIJO
Y entonces tirados en la playa se vieron de nuevo los estadios chilenos Arrojados por la marejada con sus graderías tapadas de arena y enormes pantallas de TV en los marcadores aún encendidas emergiendo al nuevo día Mostrando imágenes de partidos de fútbol y tipos con las manos en alto y atrás el fondo blanco del océano con sus ropas en el suelo corriendo entre filas de soldados Cuando surgiendo de las marejadas se vieron de nuevo los estadios del país ocupado y sobre ellos al hepático Bolaño escribiendo con aviones la estrella distante de un dios que no estuvo de un dios que no quiso de un dios que no dijo mientras adelante la mañana crecía y era como otro océano dentro el océano los desnudos cuerpos cayendo el amor de la rota boca las graderías rebalsadas de prisioneros alzándoles sus brazos a las olas
MI DIOS NO LLORA MI DIOS NO SANGRA MI DIOS NO SIENTE My God is a little boy My God is a fat man bombarderos en el cielo 060845
escribían los
Atravesando el inclinado horizonte las nubes que se iban quedando abajo las islas reflejándose en el mar negro de las alturas Donde las cañoneadas escuadras giran a la deriva como si emprendieran un largo regreso y era una imagen de sueño el color negro pizarra del Pacífico recortándose al fondo frente al sol que nacía En el cielo 060845 y eran millones y millones de edades millones de amaneceres millones de planetas naciendo allí donde nos vimos flotar con los brazos caídos como flotan los ahogados mirando abajo la larga cordillera nevadas Mi dios es un niño pequeño Mi dios es un hombre gordo seguían escribiendo los bombarderos sobre el cielo mientras el nuevo sol subía y no eran espejismos las ciudades de cenizas naciendo en la calcinada aurora
MI DIOS NO AMA MI DIOS NO AMANECE MI DIOS NO VE Igual que largas llanuras de tierra flotantes calcinadas iban reapareciendo así las borradas ciudades Mostrando que encima de este cielo hay otro cielo y que entre ambos cielos se ven las nubes y entre las nubes el mar Y que frente a ese mar hay otro mar y que al final están los mismos congelados puertos las mismas filas de prisioneros las mismas carabelas emergiendo sobre los hielos Atravesando el espumeante océano las rompientes que estallan reventándose sobre las cumbres de los Andes Es el estrecho de Magallanes comenta Magallanes timoneando entre las hundidas islas de las cordilleras Son las nuevas carabelas del Pacífico replicamos mirando las planicies de Nagasaki e Hiroshima pasar frente al cielo de Chile polvorientas a la deriva como dos días a pedazos acercándose entre los fiordos
MI DIOS NO MIRA MI DIOS NO ESCUCHA MI DIOS NO ES Mi dios no mira Mi dios no escucha Mi dios no es y eran aviones en fuga escribiendo en el cielo Sobrevolando las irradiadas ciudades que iban surgiendo en la inmensidad del alba como lejanos sueños olvidados al despertar Y son como brumosos prados que reaparecen en un sueño o colinas reaparecidas de pronto imágenes con jardines y niños que juegan a volverse cenizas bajo las abrasadas ciudades Mientras los bombarderos del sueño y la locura vuelan sobre ellas escribiendo en el cielo Mi dios ¿por qué? Dios mío ¿no me escuchas? Amor mío ¿no me ves? Y es la piel pavorosamente quemada de un niño el cielo pavorosamente quemado del amanecer… Se reporta: miles de niños suben como pequeños soles al amanecer Se reporta el hongo del amanecer Se reportan mares de ceniza y sangre bajo los cielos en fuga del amanecer