Muchachos de las Minas de Almadén

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MUCHACHOS DE LAS MINAS Desde hace siglos se ha venido utilizando mano de obra infantil en la industria minera. En Almadén, la existencia de galerías subterráneas de pequeño tamaño en la mina de Las Cuevas sugiere el empleo de niños esclavos en la época romana para la búsqueda de mineral. Esta era una práctica común en aquel período, como lo demuestra la estela encontrada en las minas de plomo de Baños de la Encina (Jaén), donde aparece un niño con un martillo y una cesta cargada de mineral. En épocas más cercanas, el uso de mano de obra infantil en las labores mineras continuó siendo habitual y Almadén no será una excepción. La primera referencia escrita que he encontrado es del año 1560 aproximadamente, cuando el gobernador de Almadén era Ambrosio Rótulo , y dice: En los torronteros1trabajan niños y mujeres, y otras personas que no podían hacerlo dentro del pozo, de modo que por lo general solo los hombres y muchachos trabajaban en el interior de la mina, mientras que los niños y mujeres, y también los ancianos, rebuscaban pedazos de mineral en las escombreras o lo troceaban con porrillas de hierro para introducirlo en las xabecas2. El paso de los años no cambió esta situación y todavía dos siglos después había niños de ocho años de edad trabajando en el exterior de la mina e incluso en las labores subterráneas. En 1737, D. Alonso Cortés de Salazar, superintendente y gobernador de Almadén, ordenó que fuesen preferidos para el servicio de la mina los muchachos que supiesen leer y escribir, a fin de obligar a sus padres a que los enviaran a la escuela. En la providencia que dictó al respecto se demuestra que chicos de corta edad ayudaban a los barreneros a perforar el mineral, consistiendo su trabajo en ir de las labores subterráneas a la fragua, donde los herreros afilaban las barrenas y piquetas, y volver con las ya aguzadas al interior de la mina. Algunos de estos niños fallecieron en accidentes ocurridos en las labores subterráneas, como es el caso de Ramón Ruiz, de solo nueve años de edad, al que sacaron muerto de la mina en la primavera de 1761. En 1787, D. Gaspar Soler, superintendente del establecimiento minero, dispuso que treinta individuos queden excluidos por pequeños de todo trabajo en estas Reales Fábricas y cercos. Aunque parezca increíble, solo dos años después el mismo Soler ordena que para excusar desgracias á los trabajadores de la mina ciegos que he entendido se han admitido para lo interior de la mina, queden excluidos de todo trabajo de boca adentro de ellas. Y en consideración al mérito contraído en el servicio, y que 1 2

Término similar a escombreras. Ollas de barro donde se introducía el mineral antes de colocarlo en los hornos (siglos XII-XVI).


no les falte para su manutención el auxilio de jornal que puedan devengar, deberán ser admitidos al trabajo de sonar Fuelles en las Herrerías de las minas de Pozo y Castillo, y en esta uno de ellos à tirar la Bomba que está dentro del Cerco, executandose la distribución en las Herrerías de ambas Fábricas, todos con el jornal de cuatro reales. El superintendente evitaba así la mendicidad, a la que estaban condenados la inmensa mayoría de los ciegos de la época. En 1799, una Real Orden mandó que no fuesen admitidos al trabajo en las minas los menores de 14 años y que estos habían de saber leer, escribir y contar. Sus padres, por lo general también operarios del establecimiento minero, eran los primeros interesados en que sus hijos empezaran a trabajar cuanto antes para que aportaran algo más de dinero al hogar y consiguieran un empleo estable. A cambio, estos chicos empezaban a ver quebrantada su salud por los vapores de mercurio desde muy jóvenes. D. José Parés y Franqués, médico del Real Hospital de Mineros, refería así estos padecimientos en 1778: Muchos tiemblan enormemente desde la edad de 8 ò 9 años, en que comenzaron a frecuentar los hornos de fundición, fregando los arcaduces3 por donde se va trascolando el azogue desde los hornos en que se cuece la piedra mineral a la arqueta en que se recoge, o en que principiaron a ocuparse en aquellos más ligeros trabajos de la mina y de menos habilidad… Otros comienzan mas tarde. Y son infinitos los que sufren este temblor por espacio de 25 ò 30 años. Y después, el prematuro retiro del trabajo o la muerte, que no se sabe qué es mejor, pues todavía no hay montepío ni pensiones dignas para aquellos que han perdido la salud en los trabajos de las minas y los hornos, sino una mísera limosna. En el Archivo Histórico Nacional, sección Fondos Contemporáneos, subsección Minas de Almadén, se conserva un cuaderno titulado Muchachos de los cercos y de la zafra por hacienda, con los datos de los chicos que trabajaron en las minas a costa de la Hacienda Pública entre los años 1844 y 1884. El 6 de diciembre de 1844, D. Francisco de La Valette, fiscal de la Superintendencia General de Azogues, se dirigió al director de las minas de Almadén en los siguientes términos: En 15 de septiembre de 1839 dispuso el Sr. Director General de Minas del Reino4, comisionado regio en aquella época para visitar este establecimiento, se ocupasen en varios trabajos dependientes de los cercos de San Teodoro y Buitrones, cierto número de muchachos, tanto por la 3

Sinónimo de aludeles, es decir, los tubos de cerámica donde se condesaba el azogue. Se refiere a D. Rafael Cavanillas y Malo, oriundo de Almadén, designado alumno de la Academia de Minas en 1798 y cadete de la misma en 1800.

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economía que producían en razón al corto jornal que se les abonaba, y por cuyo medio se desempeñaban trabajos que costaban mucho menos que si se encargasen a los hombres, como por acostumbrar a aquellos desde pequeños a las faenas y fatigas de los trabajos exteriores de establecimiento, preparándolos así para pasar a los interiores al tener la edad correspondiente. Por entonces, a primeros de diciembre de 1844, se encontraban trabajando 140 muchachos en el cerco de San Teodoro y 73 en el de Buitrones. En el primero de ellos se encargaban de la medición, mezcla y cernido de la cal; de la limpieza del baritel y del arreglo de su piso5; de las excavaciones en las canteras y de la conducción de la piedra a la mina; del arreglo de los caminos y carriles; etc. En el cerco de Buitrones, las tareas eran llevar y tirar las escorias de los hornos a los torronteros; preparar los baciscos para la construcción de bolas6; limpiar los planes y calderas de los hornos; romper con marras7 las piedras de mineral; etc. La edad de los que trabajaban en el cerco de San Teodoro oscilaba entre los 12 y 16 años, mientras que en el cerco de Buitrones había trece muchachos que superaban los 16 años y, de ellos, cuatro tenían más de 20. A este asunto se refirió el fiscal de La Valette, indicando que la permanencia de estos muchachos mayores en los trabajos exteriores disminuye el número de los disponibles para los trabajos interiores de zafras y el de los destajeros que pueden sacarse de los que en esta clase existen en la actualidad y tengan disposición para ello. En cuanto al salario, los muchachos del cerco de San Teodoro ganaban entre 1,5 y 3,5 reales por jornal, mientras que los de Buitrones percibían entre 2 y 3,5 reales. Este sueldo tan escaso hizo que D. Antonio de la Escosura y Hevia, superintendente y gobernador de Almadén, se dirigiera a la Superintendencia General de Azogues, solicitando una subida del mismo, a lo que el fiscal de La Valette le contestó: Aun cuando quisiera, satisfaciendo con esto los deseos de mi corazón, conformarme en un todo con la propuesta que Vd. me hace de aumento de jornal a los muchachos que han de seguir ocupándose en los siguientes ejercicios exteriores, se opone a ello el aumento de gastos que esto produciría y que al año asciende a 13.000 reales … El fiscal de la Superintendencia solo admitió aumentar el sueldo en medio real por jornal a 51 de los 213 muchachos, que serían aquellos que más lo merecieran. 5

En el baritel de San Teodoro había un malacate de caballerías que se dedicaba la extracción de mineral, pues el desagüe se hacía ya con la máquina de vapor. 6 El mineral menudo se mezclaba con barro y hollín para hacer bolas y que no se apelmazara en los hornos. 7 Una marra era una porra de hierro de unos 6 kg. de peso.


Además, su magnánimo corazón permitió que se le aumentara el jornal en medio real a Juan Antonio Laguna, en razón a los méritos de su padre, que pereció víctima de los trabajos de las minas, y a Carmelo Montañés, por la compasión que inspira su estado y la circunstancia de ser huérfano de padre y madre que fueron víctimas del cólera. Por esos años, la comercialización del mercurio de Almadén estaba en manos de los Rothschild y la producción de dicho metal e ingresos netos de la Hacienda en la campaña 1843-1844 habían sido los siguientes: •

Mercurio obtenido .......................

20.796,28 quintales8

Ingresos brutos ...........................

33.897.936,40 reales

Gastos de producción .................

5.542.180,03 reales

Ingresos netos ............................

28.355.756,37 reales

Así es que los 13.000 reales de aumento de jornal que había pedido el superintendente Escosura para los 213 muchachos que trabajaban en los cercos de San Teodoro y Buitrones a finales de 1844 suponían un 0,04% del beneficio obtenido por la Hacienda Pública en la campaña 1843-1844, cuando Almadén, un año más, había contribuido a resolver el problema de financiar al Estado español con el mercurio de sus minas. La Hacienda española evitaba así año tras año su quiebra, y sus prestamistas, los Rothschild, conseguían unos formidables márgenes de beneficio con el mercurio de Almadén. Los banqueros judíos recogían el metal en Sevilla y lo transportaban a Londres, desde donde lo vendían a todo el mundo y con esa simple operación de intermediación obtenían unos rendimientos que a veces incluso superaban a los de las propias minas de Almadén. Un cuarto de siglo después, la utilización de chicos jóvenes, a veces solo niños, en el trabajo de las minas llamó la atención de D. José de Monasterio, ingeniero y director de Almadén, que escribía lo siguiente: El pueblo está siempre inundado de chiquillos, y los padres, con honrosas excepciones, se cuidan poco de instruirles ni dedicarlos á faenas agrícolas; pero en cambio, apenas cuentan nueve ó diez años, solicitan una plaza en el trabajo del exterior de las minas, para que les ayuden con un real y medio ó dos reales con que empiezan, sin calcular que esa ayuda es á costa de las fuerzas y el desarrollo de esos pobres niños, que debían estar en la escuela en vez de ir á otra de vicios, donde aprenden, antes que todo, la manera de eludir el trabajo, las más veces superior á sus fuerzas.

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Un quintal castellano pesa 46 kg., o sea que dicho en frascos son 27.728.


Todavía en el siglo XX los muchachos de Almadén siguieron desempeñando faenas que perjudicaban gravemente su salud. El folleto editado por el Consejo de Administración con motivo de la Exposición Internacional de París de 1937 mostraba una fotografía en la que se recogía la operación del levante de aludeles, donde varios muchachos de corta edad se aplicaban en la limpieza y colocación de los tubos cerámicos de los hornos de mercurio. Aunque estas tareas se realizaban al aire libre, la temperatura que tenían los aludeles y el mercurio contenido en los hollines hacían irrespirable la atmósfera. El médico D. Guillermo Sánchez Martín realizó en los años 1923 y 1924 diversos experimentos en estos lugares de trabajo y quedó demostrada la abundancia de vapor de mercurio. A uno de estos muchachos le colocó una careta donde había una placa de oro, en la que en sólo 28 minutos se fijaron 3 miligramos de mercurio. El Dr. Sánchez Martín realizó experiencias similares en la operación de batido de los hollines de los hornos y se detectaron también elevadas proporciones de mercurio en el aire que respiraban los operarios. En palabras del médico higienista, se trataba de una atmósfera molesta por el polvo que se ve y siente, y perjudicial por el vapor de mercurio que no se ve.

©Ángel Hernández Sobrino.


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