INTRODUCCIÓN
LÁGRIMAS Y SUSPIROS LLENOS DE TI MICAELA LÓPEZ ANICETO
INTRODUCCIÓN
LÁGRIMAS Y SUSPIROS LLENOS DE TI MICAELA LÓPEZ ANICETO
Lágrimas y suspiros llenos de ti Micaela López Aniecto 1° edición: enero 2020 © Micaela López Aniecto. 2021 © Merlot´s Feelings. 2021 Todos los derechos reservados. Micaela López Aniecto 55130
micaelamerlot@gmail.com
©Diseño de la portada: Micaela López Aniecto ©Diseño de interiores: Micaela López Aniecto ©Ilustraciones: https://www.pinterest.es Cuidado editorial: Norma Angélica Juárez Malagón
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, su incorporación a un sistema informático, su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) ya sea con fines comerciales o sin ánimo de lucro sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.
ISBN: En trámite Este libro se ha diseñado como un proyecto académico, sin fines de lucro, dentro de la asignatura Diseño Editorial, grupo 1504 de la FES Acatlán UNAM, a cargo de la Profra. Norma Angélica Juárez Malagón. Printed and made in Mexico.
INTRODUCCIÓN Este libro es una compilación de una serie de historias de amor, pasión y drama, cada una de ellas es diferente, sin embargo, cada una de ellas tienen algo en común y es que el amor no tiene límites en ningún sentido, el amor es libre, no distingue género, raza, color de piel, nacionalidad, etc., donde conoces a una persona que con solo verla te hipnotiza su belleza, sientes una gran atracción y ya sea por el destino o por propia iniciativa tuya o de ambos terminen teniendo una hermosa conexión. Construyendo su propia historia y tener un final feliz como nos han enseñado en los cuentos de hadas. Sin embargo, también nos demostrará la otra cara de este sentimiento, donde no todo es color de rosa, donde la falta de límites te hace hacer locuras por esa persona que tanto amas, olvidándote de ti mismo, donde sientes una atracción tan fuerte que no te importa como sea la otra persona, tu darías todo por ella, sin embargo tal vez la otra no esté dispuesto a hacer todas esas cosas por ti, incluso engañándote y jugando contigo, para que al final termine dejándote herido. Pero, también tenemos el otro escenario, uno donde se combinan los anteriores. Cuando ambos luchan por su amor, contra todo y contra todos, pero simplemente el destino les dice que en esta vida no pueden estar juntos.
También verás cómo en las circunstancias menos esperadas, y sobre todo con la persona que menos esperas, tal vez porque piensas que es alguien con quien no tienes nada en común, o tal vez simplemente se caen mal entre sí. Sin embargo como siempre, todo tiene su dualidad, y conoces a la persona con la que te imaginas toda una vida. En pocas palabras conocerás a la persona a la que dirás tengo lágrimas y suspiros llenos de ti.
CONTENIDO
ÁNGELES Y DEMONIOS
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DE PASO 65 HOLA CHIQUI... 105 LOVE’S GAME 133 I WANNA BE YOURS
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ÁNGELES Y DEMONIOS
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Era como una noche cualquiera, el viento primaveral acariciando su pálida cara, los distintos matices negros de la misteriosa noche resaltaban su ropaje, tan tradicional, de las más altas casas de alcurnia de la hermosa ciudad medieval de Núremberg, la cual estaba sometida a un pleno renacimiento alemán, así que muchas costuras, acabados y demás, se veían ahora en la cultura de los y las señoras de clase alta. Pero como bien se sabía entre familias. No todo es color de rosa, claramente el color oro renacía en los orbes de los padres de familia y en las mujeres, las sedas italianas con los que fabrican los vestidos, esos que adornaban sus cuerpos como si fueran costosas muñecas de porcelana. Aquel hombre, vestido con su jubón acolchado color negro, de mangas algo tenzadas, dejando ver su camisa blanca, con pequeñas aplicaciones en su pecho y espalda, claramente doradas para pasar desapercibido por el puente Fleischbrühe. Utilizando sus calzas, anchas de arriba, adornadas con oro y terciopelo, se sentía un gran señor millonario, pero bien sabia, que en aquel aspecto, no era más que nadie, pero poseía un don terrorífico que tenía alertada a toda la ciudad. Ya que se rumoreaba en las viviendas, en las grandes masas de nativos e inmigrantes ilegales que inundaban sus oídos con sus murmullos inteligibles y a veces, con sus aullidos de terror, eran de los orbes que cambiaban
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De sus color natural a uno escarlata por aquel asesino inmortal, podía poseerte, al punto de quedar en una especie de trance espiritual, donde la bestia inhumana lograba seducirte, follarte y luego matarte de la forma más despreciable, sin importarle el género de la víctima en cuestión. Rubén era un joven que aparentaba unos 25 años, de cabello castaño con reflejos de un degradado rubio, de complexión delgada, alto y comprometido con una bella chica llamada Erina, quien era la hija de un miembro importante del parlamento. Estas cosas al castaño no podrían importarle menos. Lo único interesante en esa podrida comunidad, era el sexo que recibía antes de eliminar a su presa. Llegando a su pequeña morada, rustica, bien pintada y lo más importante, situada un tanto aislada de la ciudad, esquivando a los malditos católicos con su ridícula idea de que existe Dios y sus arcángeles. Si ese hijo de puta existía ¿Porque no lo detenía? El ojiverde solía creer que solamente existía el mal en este mundo, que los tan conocidos pecados capitales con los que convivía a menudo era un falacia para que los ricos y poderosos quedarán a merced de las humillaciones de sus trabajadores o esclavos como él prefería nombrarlo. Nadie supo cómo Rubén llegó a la ciudad. Solo tenían el conocimiento de que aparentemente fue desterrado
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de su antigua estancia por sus padres, aun así, nadie sabe realmente el motivo por el cual había llegado. Pero en el momento en el que puso un pie en Núremberg, los religiosos creyeron que él era un hombre anormal, alguien de otro mundo, por el hecho de que era realmente hermoso al borde de ser casi irreal y deseable ante las mujeres de la alta sociedad, causando muchas separaciones e infidelidades, de las cuales el castaño alegaba no formar parte o tener algún contacto físico con aquellas mujeres que intentaban retenerlo en contra de sus voluntad. Gracias a ello, salió ileso en varias ocasiones, pero se mantenía alerta, un paso en falso y el maldito cura junto a sus estúpidos notarían su condición y el infierno iba a realzarse en la tierra. Se recostó en su enorme cama de madera clásica, con un ligero toque rústico, la cual, además de dar elegancia y sofisticación, junto a las finas sábanas color ocre, con un juego de varias almohadas del mismo color. Pensado en aquel dolor de espalda que martilleaba su espina dorsal por el simple hecho de ocultar esas enormes alas negras para no delatar su verdadero ser. Intentaba recordar el último lugar de la noche anterior, donde había asesinado a una cortesana morena, de muy buen cuerpo, pero insípida en el sexo, la mató antes de terminar el coito, sentir placer alguno. Empezaba a gustarle más la otra parte de la sexualidad que había descubierto hace un buen tiempo atrás. Los hombres, si
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bien sabía cómo manejar-los, si sabían cómo follarlo era un plus de sensaciones en su marchito corazón. Le gustaba el sexo, pero era mejor el homicidio, sin culpas, sin presiones. Mata por placer y para no perder aquella humana deseada que lo hacía parecer un ángel, cuando era un bello, espléndido, pecaminoso, seductor y vil demonio. Al cabo de unas semanas, un nuevo muchacho llegó a la ciudad, su pelo era negro, con una vestimenta oriunda del norte de Europa y una cálida sonrisa que parecía partir el mismo sueño. De unos veintiocho años, acento particular y una complexión robusta, Miguel llegaba a Núremberg con la pequeña esperanza de alimentar su posición en el mercado ganadero. Según había dicho el ojinegro, venía de una adinerada familia del campo en busca de expandir su negocio, intentando conocer nuevas personas y quien sabe, encontrar el amor quizás. Las falacias salían de su boca como cataratas de sílabas que parecían no tener fin alguno, se sentía asqueroso y repulsivo por andar soltando versos sin esfuerzo alguno. Pero todo esto tenía su causa, vino a encontrarla y devolverla de donde vino. Era un ángel, un Arcángel por llamarlo de una manera. Tenía aún más beneficios que sus demás hermanos allí en el supuesto paraíso al que todos queremos ir el día de nuestra muerte. Aun así no podía excederse, si no sería castigado. Claramente, esta misión otorgada era
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algo a lo que estuviese acostumbrado a lidiar, pero el siempre quería más aceptación, logros, que su aureola brillará más que la del resto de ángeles, en pocas palabras, algunas veces, el narcisismo surgía de su puro corazón, según sus propias palabras, no le hacía daño a nadie.
La familia Müller organizaría una reunión en honor a la llegada de Miguel, quien rápidamente con su carisma atrajo varios peces gordos para su supuesto imperio ganadero. Le presentaban varias muchachas, algunas cortesanas que el rechazaba cortésmente porque claramente para él, el sexo era un pecado que no podía cometer en el mundo mortal. La noche se estaba explayando en licores caros, vodka y los exquisitos perfumes de las mujeres, que danzaban junto al humo de tabaco de los presentes, incluso el mismo Miguel. Todo iba sobre rieles, sin embargo el traje de raso negro comenzaba a apretar y aquel color no era algo de lo que podría estar orgulloso de usar. Cabizbajo, pidió permiso para salir a una especie de balcón que daba vista el jardín lleno de hermosas flores, aunque el amaba por demás las rosas, no importaba el color que fueran, ni las espinas que poseían, como varias personas. Cuando ingresó al gran salón, el cual ahora estaba repleto de personas totalmente desconocidas por
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él chico. Joder, como odiaba aristocracia, tantos hombres con mujeres que ni siquiera eran sus esposas. Cuando se recuperó de las ganas de vomitar que le causaba todo aquello. Notó que demasiado señores con los que había platicado hace unos momentos, ahora estaba con un desconocido que no alcanzaba a ver con claridad. decidió ir hacia allá para que no le quitaran el privilegio de ser el nuevo del ato vecindario, quedó pasmado en cuanto todos abrieron la ronda para que Miguel entablara una conversación. Su rostro quedó hecho una pintura la mejor reacción de asombro. Piernas largas enfundadas en un traje con tintes beige, adornado con algunos rubíes en la parte del pecho, una camisa blanca de una tela tan fina como la seda, ojos verdes esmeralda, aún más bellos que las mismas joyas, una piel blanca y fina como porcelana, digna de envidiar y unos labios color cereza que resaltaban aquella maquiavélica sonrisa con la que lo miraba de arriba a abajo, como buscando la razón de su asombro. Lo que no sabia Miguel en ese entonces era que en ese momento, era una presa.
—Miguel Ángel, permíteme presentarte a Rubén Gundersen, oriundo del sur futuro esposo de mi única hija. — habló el señor Isasia.
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—Un placer conocerlo, señor Miguel Ángel. — Rubén extendió su mano, buscando el saludo cordial, en cuanto Miguel reaccionó, tomó su mano, y la apretó un tanto más, aún pasmado por el ojiverde. —Bueno chicos, ahora que os he presentado ¿Qué les parece si hablamos de negocios? O de estas hermosas prostitutas que albergan mi casa en búsqueda de hombres jóvenes y ricos como ustedes dos. — Isasia rió y ambos se pusieron nerviosos. —Creo que buscare otra copa de vodka señores y volveré a mi humilde morada. —Alegó el pelinegro. — ¿Puedo acompañarle, señor Miguel? —Exclamó Rubén con una sonrisa seductora. A Miguel se le acelero el pulso. — ¿No será molestia para usted, señor Gundersen? —Para nada. Dejemos a estos señores festejar tranquilos su nueva ganancia.
¿Qué me sucede? Pensaba Miguel en sus adentros. Es que jamás tuvo una reacción así ante alguna persona, mucho menos ante un hombre como él. La atracción hacia el mismo sexo claramente estaba mal. Seguramente sería castigado por eso.
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Ambos pidieron sus respectivos tragos de vodka y los tomaron de un solo golpe. Miguel encontró un poco erótico la manera en que los labios de Rubén se posaban en ese delicado vaso de cristal, como su nuez de Adán subía y bajaba al tragar el líquido fuerte y se sintió mal. Intentaba comenzar una charla, pero tener a tan precioso ser enfrente suya, las palabras quedaron atoradas en su garganta y la bilis de su estomagó parecía danzar en su propio baile.
—Nunca lo había visto, señor Miguel Ángel. ¿Qué lo trae a esta pintoresca ciudad? —Por favor, dime Miguel solamente. —Agregó el ojinegro antes de continuar. —Quiero expandir mi negocio, ya sabes, el campo no es algo para mí, me gusta más la parte del escritorio. —Creo que ambos preferimos el escritorio, pero no creo que con los mismo fines, señor Miguel. — Alegó Rubén, Miguel sentía el nerviosismo en su sistema. —No lograría imaginarme cuáles son sus modalidades, señor Rubén. —Rió el ojinegro tratando de ocultar su creciente ansiedad. — Dígame señor Rubén, ¿Usted está realmente comprometido con la señorita Isasia? —Preguntó Miguel, un tanto intrigado.
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— ¿Erina? Oh si claro, los dos sabemos que es por puro sexo y convivencia familiar. No soy un pobre diablo, pero tengo mis cualidades, mi dinero y mi hermoso rostro. — En esto último ríen ambos, claramente de acuerdo justamente en eso. —Es una pena que haya tantos matrimonios arreglados no lo cree. —Me interesa más el poder, el sacrificio y el placer, señor Miguel.
La conversación estaba traspasando los niveles de Miguel y eso debía detenerse. ¿Cómo una simple charla podía ponerlo de aquel modo? Tan nervioso y asustado de sí mismo.
—Me gustaría debatir mi punto de vista sobre sus prioridades, pero debo volver a mi torre. No veremos luego señor Rubén. — Delo por hecho señor Miguel, nos veremos más de lo que usted piensa.
Eso último descolocó al Ángel. Al salir de aquella gran mansión, noto que el aura que lo rodeaba estaba
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un poco tensa, algo fuera de lo normal, como si algo impuro hubiera estado a milímetros de su anatomía. Pensó esto mientras su carroza lo devolvía a su morada al sacarse el traje, noto lo mucho que había transpirado y estaba semi erecto. Jamás en su vida había logrado al menos tener una erección ¿Cómo es que ahora estaba ocurriendo? ¿Y con un maldito hombre? Ya sentía los latigazos por tal ofensa al señor.
Pasó una semana y los banqueros, comerciantes y los sastres viajaban al campo por su rutina de hacerlo dos veces al mes y claramente, Miguel fue invitado. Intentaba regodearse de aquella extraña fama debido a sus mentiras e intentaba también que dejaran de presentar-le mujeres por las cuales no tenía interés alguno. Aun así, dentro suyo sabía que eso estaba levantando sospechas y causaba el rechazo de algunos hombres. Casualmente, una chica castaña, de aproximadamente unos veinte años, acompañaba a su padre en este viaje y la verdad era muy hermosa. Antes de salir, los presentaron y supo que la bella chica con ese vestido de razo marrón con bordes azules y mangas cortas un poco bombachas, portaba el nombre de Beatriz, era hija de los dueños del banco más grande de Núremberg.
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Cautivado por la belleza de la mujer, quedó un poco embobado y no pudo realizar conversación alguna, lo que hizo a la castaña sonrojarse al invitarle a un paseo por sus jardines más tarde, el cual, Miguel acepto gustoso. Llegando a los establos, todos con la misma idea de recorrer aquellos paisajes a caballo, reconoció aquella silueta magnifica que conoció hace algunas noches atrás. Rubén estaba con su prometida, eso le causo un extraño sentimiento en su interior, algo como la envidia, pero seguro eran alucinaciones. Caminó hace a el y la familia Isasia quienes estaban con Beatriz, la cual estaba muy interesada por el joven Miguel.
—Buenos días caballeros, damas, espero no les incomode mi comentario acerca de lo preciosas que se encuentran esta mañana primaveral. — Saludó Miguel y Rubén arqueo una ceja divertido. Observando cómo mueve los labios al hablar, teniendo uno que otro pensamiento obsceno.
—Miguel querido ¿Nos acompañas caballos?—Preguntó la señora Isasia.
con
los
—Espero no ser molestia para ustedes. —Acotó Miguel, mientras Rubén sigue observando su mandíbula.
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—No se preocupe. Además, lo he visto muy risueño con mi amiga Beatriz, luego os presento como se debe, ¿Sí?—Exclamó Erina y el joven asentó sonriendo. El castaño nunca tuvo tantas ganas de asesinarla como en ese instante. Todos se montaron en sus respectivos caballos, mientras cabalgaba, los paisajes enamoraban a Miguel a cada segundo que pasaba. Los viñedos, los cultivos, las montañas a miles de kilómetros, dándole un toque rústicos a tal magnifico lugar. De a momentos, veía como la señorita Erina intentaba ser cariñosa con su prometido pero este rehusaba o simplemente le susurraba cosas, las cuales la de cabellos color oro reaccionaba un tanto furiosa pero claramente era una mujer y ellas no pueden no pueden hacer escándalos, ni desobedece a su esposo. Algunas leyes en la tierra, Miguel no lograba entenderlas, pero coincidían con varias del paraíso, un tanto machista en su opinión. Vio como Rubén paraba su caballo, acariciándolo y guiándolo a una dirección a una dirección distinta que la de todos y Miguel se dispuso a seguirlo, sin saber que ese era el verdadero plan del astuto demonio. Se alejaron bastante de donde estaban, entrando a un bosque un tanto oscuro, con unos cuantos árboles resecos, otros con copas demasiado frondosas, en el suelo de pasto seco y corteza caída de varios troncos, había una especie de plumas blancas casi iguales a sus
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alas. Le entró cierto temor al cuerpo y una corriente fría recorrió toda su columna vertebral al ver que había perdido de vista al castaño y que no sabía en donde se había metido. Escucho un galopar a la distancia y golpeó ligeramente su caballo para seguir aquellas pisadas. Allí vio cómo se alejaba de bosque y aquella frialdad se iba lentamente. Salió a una parte del campo un tanto diferente a todo lo visto anteriormente y por más hermoso que fuera aquel paisaje lleno de manzanos, un resplandeciente sol en el cielo, nubes color beige y una brisa cálida, el sentimiento de terror se agolpo en su interior, más aún cuando creyó ver a Rubén con ojos color bermejo, semi desnudo y con una sonrisa poco común. La cabeza comenzó a darle vueltas y simplemente se desvaneció.
—Miguel, vamos chico despierta. —El señor Isasia estaba sacudiendo por los hombros al ojinegro quien no parecía despertar.
Cuando Miguel abrió los ojos vio que muchos pares de ojos lo miraban, incluso aquellos orbes que ahora eran color esmeralda ¿Qué diablo le había ocurrido?
—Q... ¿Qué pasó?— Interrogó el joven en un susurro muy confundido.
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—Oh querido, te desmayaste arriba del caballo, hasta creímos que este animal te había arrojado al suelo en una mala cruzada, pero Rubén ha dicho que solamente te has desfallecido— Acotó nuevamente el señor Müller, mientras todos lo miran expectantes.
—Dejemos respirar al pobre hombre señores, está vivo y eso es lo importante. Tráiganle al caballo, algo de agua y volvamos si es necesario. —Grita Rubén y Miguel no puede sentirse más agradecido.
Todos volvieron a la ciudad, Miguel aun seguía totalmente desconcertado. ¿Había tenido alguna especie de pesadilla como los humanos? ¿Porque justamente con Rubén? Ambas incógnita, difíciles de responder. Una especie de mal sueño sobre un extraño universo, el cual no tardaría en conocer ya que, todos los sueños, tienen un mensaje detrás.
Rubén caminaba por las calles de la ciudad buscando alguna diversión momentánea. Había cenado con la familia Isasia y luego de hacer la gran actuación sobre su supuesto amor por Erina, se largó a lo que más amaba hacer: matar.
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La comida que naturalmente consumía cualquier ser humano, no lograba satisfacerlo muchas veces, esta comida descomponía a su organismo que era muy distinto al de un simple mortal. La sangre y la carne humana era su dieta favorita, succionarles el alma era lo que lo mantenía aquel hermoso rostro. Por uno segundo pensó en como seria poseer a Miguel. Estuvo observando su anatomía, una un tanto robusta, seguro podría utilizar su fuerza para que lo follara al punto de sentir sus huesos crujir. Miro sus cabellos, aquellos que podría jalar, buscando besos desesperados, cargados deseo. Su cuerpo sintió una inexplicable sensación de impudicia y en el momento justo, se cruza una bella mujer en su camino.
—Hey, ramera, ¿Cuánto quieres?—Pregunto Rubén. —Doscientos ducados.
El castaño sacó una pequeña bolsa llena de monedas para entregarla con desgano a la prostituta, la cual estaba rebosante de alegría. Fueron hasta una especie de prostíbulo de mala muerte, con poca iluminación y personas teniendo sexo en los sillones, algunos pobres, algunos ricos, en aquellos lugares no existía la diferencia de clases. Algunos sosteniendo su botella de ron añejo,
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tabaco, opio y alguna que otra cosa extraña, traída seguramente de la India. Entraron a una pequeña habitación, muy alejada del resto, pedido exclusivamente por Rubén porque según él no se excitaba con tanto bullicio y gente, cortando el ambiente. El lugar tenía una enorme cama rustica a punto de romperse, con sabanas desgastadas color carmín, había muchas velas prendidas para su gusto, además de que las paredes desbordaban humedad. Rió por lo tétrico del lugar y cínico por lo que le iba a hacer a la bella mujer. Vio el cuerpo desnudo de la mujer y canalizó su mente para lograr tener una erección porque esa muchacha no le provocaba nada en absoluto. Sentía como ella lo tocaba y recorría su cuerpo hasta llegar a su miembro, hasta que empezó la relación sexual, ella obviamente fingía placer y Rubén lo sabía no era estúpido, pero él podía hacerlo mucho mejor. Sintió como la prostituta estaba al borde del clímax, con la respiración irregular y sus uñas clavándose en el pecho del castaño, con sus ojos cerrados y en ese momento, Rubén aprovechó. Cuando ella abrió los ojos, quedo perpleja al ver como las orbes de su cliente se transformaban de color esmeralda aun rojo granate muy intenso, al mismo tiempo que su cuerpo se hizo al menos 5 centímetros más alto, sus uñas se tornaban
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negras y cada vez más largas, se le formo una macabra sonrisa con ahora un centenar de dientes, estaba aterrorizando a la mujer. Era el tan famoso demonio del que se rumoreaba por las calles y ella era la próxima víctima. Quiso gritar, moverse, pero el momento en el que el demonio desplegó sus enormes alas negras, se inmovilizó y supo que había llegado su hora. Sintió como aquellas enormes garras arrancaron sus cabellos y delinearon sus pechos de forma tal que percibió la manera juguetona que tenía aquel anticristo de asesinar. No se dio cuenta el momento el momento en el que estaba siendo sostenida, levantada del suelo hasta que voló al otro extremo de la habitación, soltó un grito desgarrador, ya que aquel golpe le había quebrado una de sus piernas, dejando el hueso a la vista. Rubén camino rápido hacía ella, no tenía ganas de alargar esto como otras noches, estaba sediento y hambriento. Con una de sus garras, acarició la mejilla de la mujer para después clavar-le cuatro de sus cinco garras en el estómago, desgarrándolo lentamente, sintiendo la sangre salpicar sus tétrico rostro, palpando la carne viva entre sus dedos, deleitándose con la mirada casi sin vida de la mujer que tuvo la desgracia de caer en sus pútridas manos. Se irguió más para comenzar a comer aquella carne casi muerta, clavando sus colmillos en toda la zona que
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Se irguió más para comenzar a comer aquella carne casi muerta, clavando sus colmillos en toda la zona que encontraba apetecible: brazos, piernas, pecho y el mismo estómago que perforo al inicio, bebiendo la sangre que emanaba de todas aquellas heridas profundas de ese cuerpo ya inerte. Engulló cada órgano a la vista. Abrió aún más la anatomía sin vida hasta la garganta, para comerse hasta su corazón. Y con lo poco quedaba de lo que fue ese ser humano, succionó su alma, sintiendo rejuvenecer miles de años, sintiéndose aún más vivo, más maléfico, aún más demoníaco. Dejó el cuerpo casi irreconocible para volver lentamente a su figura humana, sin guardar sus alas, lavando sus manos e intentando de sacar la sangre de sus ropas. Al terminar tomo un tapado de la víctima como trofeo, riendo cínicamente. Abrió la ventana, inhalando el aire nocturno que aquella hermosa noche estrellada le regalaba y sin más salió volando alto, sin dejar huellas, sin testigos, sigiloso para que no lo descubran al volar, una sonrisa se formó en sus labios, otra víctima más a su lista.
Esa misma noche, Beatriz estaba con Miguel bebiendo varias botellas de vino costoso, junto a varios dueños de los campos por los que había cabalgado hoy. Todo estaba saliendo muy bien que hasta le asustaba.
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La castaña intento robarle un beso que este esquivo caballerosamente, explicándole que era muy bella y que todo debía ser a su debido tiempo, dándole una oportunidad sin percatarse. Aun así, eso seguramente le servirá más adelante. Cuando era trasladado en una carroza hacia su torre, halló con una extraña sensación. Sentía como si el aire hubiera sido contaminado por alguna asquerosa creatura del infierno, eso solo significa una cosa. Realmente había sido enviado a la ciudad correcta y demonio que debía capturar estaba cerca. No obstante, no sabía cuan próximo estaba. Ya en su recamara, al desvestirse, un desconocido frío entro por su ventana y por muy chocante que fuera su pensamiento en la mente en ese instante, se sentía observado. El aire se tornó un poco más intenso de lo normal y comenzó a sudar. Una ola de raciocinios irrelevantes cruzaban por su cabeza. Un hermoso cuerpo blanco el cual sus manos estaban tocando, unos labios desconocido que besaban todo su cuello. Se estaba excitando y estaba... ¿Soñando despierto? Corrió hacia el baño, abrió la canilla para lavarse la cara mientras se daba algunos golpes en ella, intentando devolverlo a la realidad. Al segundo que mira su reflejo, el espejo estaba totalmente oscuro, como si una presencia estuviera detrás suyo y con terror, volteo bruscamente y descubrió que no había nadie allí. Reviso cada cuarto
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disponible para su persona, ya que era una torre muy grande y habitaban en los pisos de algunos metros más abajo, varios señores importantes de varias partes de la gran Alemania. Saliendo de la demencia que le provoco un simple espejo, se abofeteo mentalmente por sentirse tan acosado y/o amenazado en el baño y se acostó, descansando para mañana, sería día definitivo, el día que encontraría a ese maldito anticristo. Recostó su cabeza en aquella blanca almohada, siendo invadido por el sueño y rápidamente se quedó dormido. Mientras unos ojos escarlata lo observaban con deseo, desde la ventana.
Miguel estaba exasperado, no lograba encontrara al demonio y su paciencia se estaba agotado. Decidió de noche vigilar algunos de sus principales sospechosos, pero solamente veía como se gastaban el dinero en mujeres y licor barato. Habían pasado tres días desde aquella extraña alucinación frente a su espejo y la noche estaba cargado de lluvia y relámpagos, algo que, personalmente le daba mucho miedo. Peor aún fue la frialdad que palpo su cuerpo del miedo cuando sintió golpes en su puerta ¿Quién carajos seria a estas horas
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de la noche? Se colocó una especie de túnica negra gruesa sobre su cuerpo para cubrir su desnudez y abrió con un trinche agrícola en la mano, dejando en la pared la antorcha en su respectivo lugar. Sus sentidos se alteraron al ver a Rubén con una expresión de susto, completamente empapado y temblando del frío. Lo ayudo a ingresar, y lo sentó en una de esas viejas mecedoras que conservaba en su salón. Mientras intentaba cerrar la enorme puerta, el castaño sonreía maliciosamente y siguió con su acto. Joder, la noche que vivirían ambos hoy.
—Siento molestarlo señor Miguel, pero usted es el único hombre que me ha inspirado confianza y no he podido volver a mi hogar debido a la tormenta. Como vera no vivo cerca de Núremberg. —Dijo Rubén, simulando temblores. —Nos conocemos hace ya varios días Rubén, dime solo Miguel. —Le sonrió al joven y este sintió algo extraño en sus ojos. —Sin embargo solo dispongo de una habitación. ¿Podrás con eso? —Claro Miguel, no es que tuvieras la peste sobre tu cuerpo. Solo una pregunta ¿Dormiremos en la misma cama? —Interroga Rubén con una expresión que el muchacho no logra comprender, o mejor dicho no quiere entender.
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—Hay una más pequeña disponible, solo que debemos armarla, no nos tardaremos, ¿Esta bien? Déjame traerte rompa seca y esta la podremos cerca de la chimenea.
Rubén asintió y con la mirada le pidió privacidad porque su idea no era poseer-lo ahí mismo, tal vez más tarde. Lo que le extraño al demonio es que jamás había visto esta torre por ahí, sino en sus pesadillas, aquellas donde lograba sentirse humano sin necesidad de asesinar o fingir alguna emoción. También le extraño lo enorme del lugar para ser una simple torre, pero los alemanes amaban las grandes edificaciones, algo cómodo si se pensaba de cierta forma. Notó que en el salón de Miguel a lo que se le llamaba chimenea era un pequeña, pero bien acomodada abertura en la pared, conectada al punto más alto de la torre, con varias piedras de color extraño, parecen traídas del mismísimo paraíso, y eso lo llevo a querer investigar. Sin embargo, Miguel había vuelto con las nuevas prendas y su cara de exaltación al ver a Rubén desnudo fue algo que el ojiverde quería repetir mil veces por lo divertido que el joven se veía en ese momento.
—Oh vamos hombre, no es como que tenga algo que tu no tengas. —Rió Rubén.
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—Lo...lo sé e... e... es solo que... Oh joder olvídalo, vayamos a armar esa cosa, así dormiremos en paz.
Ambos fueron hacia el cuarto de Miguel con el material utilizaron las herramientas con la luz de las pocas velas que disponían, aprovechan para hablar de banalidades varias, obviamente, todo era mentira. Miguel mentía sobre su familia y su buen negocio con la lana de oveja, el ganado vacuno y la gran variedad de sedas, mientras Rubén alegaba tener procedencia de la más alta clase en otros lados de Alemania y se casaría felizmente con una mujer rubia como lo era Erina. Esto último molesto a Miguel, sin saberlo. Pero intento entenderlo cuando la imagen de su ahora compañero de cuarto temporal desnudo asalto su cabeza. Que solo lo vio de espaldas, pero la luz nocturna hizo resplandecer esa curvilínea figura y no pudo evitar mirar su trasero. Mañana rezaría mínimo diez mil Ave Marías para dejar de sentirse impuro. Ambos se desearon buenas noches con sus respectivas vestimentas para dormir. Miguel fue el primero en quedarse dormido. Pasadas unas tres horas, Rubén decidió actuar. Se levantó de la cama, flotando en el aire hasta el enorme aposento donde dormía su víctima y en voz baja recito unas palabras en latín, evocando una especie de trance
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diferente al que utilizaba en los demás. Este, simplemente haría olvidar todo a Miguel la mañana siguiente y si tenía suerte, podría hacerlo las veces que quisiera, no obstante, se conformaría con algo simple, básico y común para cualquier ser humano. Quitó con furia las sábanas que tapaban al joven y este despertó un tanto adormilado, sintiendo unas manos que tocaban su cuerpo, pero este no lograba reaccionar tan fácil, estaba atemorizado porque no entendía la situación. Al abrir los ojos se encontró con Rubén, con una mirada oscura y penetrante. Se recorrieron ambos con la mirada, mientras el demonio acomodaba las manos de Miguel en su fina cintura, para incitar que tocara un poco más allá de las telas que lo cubrían y este hizo unos pequeños movimientos con sus pulgares, con timidez, sin querer que nada vaya más allá, Rubén se maldijo mentalmente, el hechizo no había funcionado y no lograba adivinar el motivo. Dejo los rodeos a un lado y rozó las comisuras de los labios del otro, sentándose a horcajadas de aquel cuerpo que tanto había fantaseado, mientras se cobraba la vida de una simple prostituta, la cual no se comparaba con ninguna de las antes ya asesinadas. No se besaban, no se animaban, pero Rubén quedo totalmente aludido e impresionado cuando Miguel atacó su cuello, mordisqueando y besando las oscuras marcas que estaba dejando, las cuales eran algo doloro-
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sas por la fuerza con la cual el ángel lo mordía y lamia, el castaño podría estar más excitado en ese momento. Pero el tiempo se le terminaba y sus ojos comenzarían a cambiar de color en cualquier momento y no dejaría a Miguel tan fácil, el cual movía sus cadera, haciendo fricción en amos miembros semi erectos. Rubén acallo un gemido ahogado para levantarse y arrastrar con su vigor inmortal a Miguel hacia el borde de la cama, cuando lo logró, el anterior mencionado alzó una ceja bastante desconcertado, todo aquello desapareció cuando sintió mojado en el área de su miembro. Si, el castaño está jugando con su lengua, al escuchar los gemidos del ángel, comenzó a hacerle sexo oral, sin dejar de mirarlo a los ojos. Miguel no podía con todas esas nuevas sensaciones que estaban contaminando su persona. ¡Era un ángel por el amor de Cristo! Pero no le importaba sentirse sucio y exclamar las maldiciones que en su inmortalidad creada hace doscientos años no le habían permitido decir, logrando contacto visual con esos ojos verdosos que no paraban de mirarle mientras movía su cabeza, utilizando su mano izquierda para cubrir lo que su boca no lograba sacar. Estaba a punto de llegar a su clímax, los dedos de sus pies se contraían y su mano derecha fue a enredar a aquellos sedosos cabellos castaños.
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Lanzó un gemido ahogado que resonó en las paredes, sumado a un estado de adormecimiento para quedarse dormido nuevamente. Rubén sonrió ante su buen trabajo, tragando el resto de esperma que había quedado al costado de sus labios. Quedando aún pasmado del tamaño de su ahora, derrotada nueva presa. Lo que haría ahora sería volver al inframundo y buscar pruebas de porque carajo el embrujo no había funcionado en Miguel. Dejo una especie de nota sobre el cuerpo profundamente dormido y salió lloviendo en la lluviosa noche.
Rubén se encontraba en su leviatán en medio de aquel tortuoso lugar, más conocido como el infierno. Rebuscaba en los antiguos libros, el motivo por el cual un simple humano según sus razones, no había caído del todo en su trampa. Sin darse cuenta, tres de los secretarios del mismo líder, entraron a reírse de la estupidez del demonio. —Pierdes tu tiempo si sigues buscando en esas hojas viejas, el Señor quiere verte. —Betzabeth, porque no te largas a chupar alguna pobre alma por ahí y me dejas en paz. —La bruja rió junto al nigromante Geryon y el mismísimo príncipe de las tinieblas, Balan.
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—Rubén, mi padre quiere verte ahora mismo, las has cagado en grande, como siempre. —Exclama el príncipe, sosteniendo un fino cáliz, lleno de sangre hasta el borde.
El castaño alzó su ceja izquierda, no comprendía lo hechos y refunfuñando, siguió a los tres idiotas que menos soportaba en ese lúgubre lugar. Caminaron por un sendero lleno de calaveras acompañados con los tan apreciables gritos y lamentos de toda alma que caía en ese sitio, tan temido por los religiosos, tan ansiado por los pecadores y tan lamentable para quienes realmente querían su pase al paraíso. Por primera vez en sus miles de años, el fuego del infierno estaba calentando su cuerpo, sentía el ardor en su piel nuevamente marchita y la cabeza empezó a doler-le tan pronto entraron al lugar donde el mismo Satán gobernaba todo aquel antro de maldad. Cuando los cuatro llegaron ante la figura con su mirada expectante, su enorme cuerpo desfigurado y garras listas para asesinar. Se inclinaron, haciendo una leve, pero educada reverencia, Rubén odiaba hacer eso cada maldita vez que debía verlo, detestaba firmemente al Señor y todo aquel a quien debía rendir-le órdenes.
—Mi pequeño Rubén, o debería llamarte por tu verdadero nombre... Eurinomos. —Sonrió malicioso el enorme demonio, haciendo un ademan con su mano
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para que los demás se retirasen. — Si... Eurinomos, concebido en estas ardientes llamas que rodean nuestros cuerpos por tu madre Naama y tu padre Asmodeo. Has cometido lo único que aquí está prohibido y tus malditos instintos te han fallado esta vez, maldito imbécil. ¿Qué no te has dado cuenta de que esto podría desatar una guerra contra el maldito paraíso? ¿Debo encerrarte nuevamente Rubén? Hasta tu nombre humano es ridículo como tú.
—No entiendo de qué carajo me hablas Señor. — Rubén se alza un poco más para quedar a la altura del Diablo, rozando su repugnante rostro. — ¿Porque mierda debería importarme el paraíso? —Sucede hijo de puta, que los malditos arcángeles están dándote caza para devolverte aquí y arruinar mis planes nuevamente. No me quejo de tu trabajo asesinando a esos pobres infelices. Solo que has cometido un grave error. —Satanás estaba realmente enojado y en Rubén se originó un pequeño miedo atacando su vientre.
—Sigo sin entender a donde va esto, ¿Puedes dejar de insultarme y explicarme porque carajo me has mandado a llamar? —Interroga Rubén, un poco fastidiado.
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—Sé que has estado buscando porque ese mortal. — Hizo comillas en la última palabra. —No ha caído bajo tu trance. ¿No te has preguntado si ese bastardo es realmente un mortal, Rubén? —Siendo sincero, no se me había ocurrido. Ahora, explícame que tiene Miguel y el maldito momento de placer que le he dado hace unas horas, es mi condenado trabajo. —Gritó el castaño. —Presta mucha atención, porque ya estoy harto de tu mierda Eurinomos. Ese tal Miguel es un maldito arcángel que te ha estado buscando, pero aún no sabe que eres tú, se muy cuidadoso y termina con él antes de que te descubra ¿De acuerdo? No quiero contratiempos o te torturaré hasta que hayan pasado diez mil vidas.
Esa fue la última sentencia de Lucifer, Rubén tuvo que volver a venerar al demonio enfrente suya para salir huyendo de ahí y volver al mundo de los humanos. ¿Cómo es que Miguel era un ángel? ¿Cómo es que no se había percatado de su esencia angelical y repulsiva? Se sentía asqueado en muchos sentidos. Dejo que un arcángel tocara su cuerpo y aún peor, la había hecho sexo oral. Debía matarlo claro está, pero antes jugaría un poco con él.
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Miguel estaba en el paraíso, dándole amablemente la bienvenida a los recién llegados, acomodándolos en sus respectivos lugares con una enorme sonrisa, el cual ocultaba la enorme angustia que había en su pecho. Al despertar aquella mañana, no había rastro alguno de su compañero temporal, solamente encontró una nota de agradecimiento y que volverían a verse en cualquier momento, solo eso nada más. No obstante, algo no andana bien. Anoche había tenido un sueño erótico que lo percibió tan real, no se arrepiente de aquella experiencia pecaminosa para su desgracia. Fue como conocer un universo distinto, otros colores en su cabeza más oscuros, tonalidades horripilantes pero excitantes. Se obligó a quitar ese descarado pensamiento de su cabeza. Sin embargo, la cosa se puso todavía más extraña cuando algunos de sus compañeros lo miraban con repulsión, otros con curiosidad y el resto, con lastima. Aun sin entender lo que estaba pasando, buscó a su mejor amigo Samuel, quien se encontraba junto con Abraham, un mandatario de Cristo y hermano de toda su vida. Ambos murieron juntos en el mismo hospital el cual fue asaltado por bandidos, intentando violar a las cuidadoras y asesinando al único experto disponible a esas horas.
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Removió también ese pensamiento de la cabeza, y fue hacia ella, quienes igualmente, lo miraron con rostros empapados en preocupación.
—Amigos, alguno puede explicarme porque todos me miran así. —Exclamo Miguel. —Mi amigo, los chismes rondan aquí como el pan caliente cuando estábamos vivos. —Ríe Abraham abrazándolo. —Se han enterado de los pequeños disturbios que has tenido sobre bueno, sueños no tan agradables para nuestro señor Jesucristo y temen del castigo que pueda darte. No te preocupes, se les pasara. —Aja, ustedes han tenido la misma expresión, no soy incrédulo. Suéltenlo ¿Qué ha pasado en mi ausencia? —Será mejor que lo averigües por ti mismo hermano. —Susurro Samuel en voz baja. —Miguel, Harahel te está esperando en el recinto.
Esa última respuesta no le había agradado a Miguel y sin perder un minuto más, se dirigió al despacho de Dios. Harahel era un arcángel muy superior a él y la gran mayoría eran considerados como dioses.
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A Miguel aun le faltaba un largo camino para llegar a ese nivel. Este dios era considerado el que “lo sabía todo” y nada bueno podía esperarse de eso, después de lo que soñó la noche anterior. Al llegar, la fría mirada de sus superior junto a varios otros, lo atacaron y de nuevo es estrepitosa sensación en el vientre, la cual no lo dejaba dormir tranquilo por las noches desde que había bajado al mundo de los humanos.
—Miguel, más conocido como Anauel. Te hemos estado esperando hijo mío, debemos platicar algunas cosas. —Exclama el espíritu. —Asumo mi responsabilidad por caer en la tentación en el mundo mortal. —Miguel baja la cabeza sintiendo se apenado e impuro. —No, no es eso Anauel. Pensamos que tu tarea ha sido muy difícil para ti, y necesitamos a alguien más capacitado que tú para realizar esto. —No, esperen. Lo estoy haciendo bien, solo he tenido un pequeño percance. —Ruega el ángel. Siente las miradas apenadas de todos.
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Todos los presentes se miraron a los ojos, no tenían el valor para decirle que ese no era el motivo verdadero de su espera. Sino que Miguel estaba en un enorme peligro, ya que había encontrado al demonio y no había sido capaz de percibirlo, peor aún, había caído en sus redes y claramente no se podía pasar tal flaqueza entre sus arcángeles. Lo más tedioso, es que aun confiaban en él, y antes de seguir lo sacaron de ahí por cinco minutos.
—Harahel, el pobre está en un enorme peligro ¿Qué pasara cuando Eurinomos lo mate? O peor, que termine siendo una presa sexual para él. Anauel aún es muy inocente para eso. —Habla uno de los presentes. —Qué Dios nos perdone. Pero el chico debe de aprender solo. No podemos estar bajo sus alas Umabel, el solo se las ha ganado, ahora debe cumplir su misión. ¿Todos confían en él?
Decidieron dejar las cosas tal y como estaban. Era cierto, Miguel se había ganado su nombre y alas, ahora debía rendir-les honor, cumpliendo la tarea que se le había asignado. Le relataron que todo estaba bien y que se fuera a terminar lo que empezó y que no volviera hasta haber devuelto a ese demonio al inframundo. Con muchas dudas de que lo pudiera lograr, Lo dejaron volver al mundo mortal. Cometiendo así, el más grande
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error jamás causado entre ellos, guardando un fuerte y oscuro secreto, incapaces de sostener toda esa culpa, pidieron ayuda a Dios, como cualquier estúpido haría.
Pasó un mes, en el que ambos, sin saberlo, tuvieron esas juntas en sus respectivos mundos, además de que sentían un vacío, es como si se extrañaran el uno al otro, ambos no podían de dejar de pensar en el otro. Rubén no tuvo oportunidad de volver a ver a Miguel y viceversa por ocuparse de su matrimonio con Erina y de paso, no morir de inanición, Miguel por su parte, estuvo visitando frecuentemente a Beatriz, creando un lindo vínculo con la muchacha, la cual resulto tener poco interés en el joven y este la ayudaba con varias tareas del hogar cuando la visitaba, algo que a los señores Alonso apreciaban mucho. Casualmente como las familias Alonso e Isasia se llevaban tan bien por los negocios, las prostitutas y sus hermosas hijas, ambos clanes decidieron hacer un viaje a Furth, para descansa unos días de la vida exaltan-te que todos llevaban, más aún los hombres de la casa, quienes Rubén y Miguel en secreto odiaban, cada uno por su lado. Para su desgracia y suerte, los dos fueron invitados a aquel viaje a la ciudad vecina, les venía muy bien cambiar de aire más aun Rubén, quien necesita cazar en otros lados distintos de donde venía.
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Cuando Miguel y Rubén volvieron a cruzar miradas luego de tantos amaneceres, el mundo se detuvo para el de ojos oscuros, es increíble como el de ojos esmeraldas era un más hermoso cada día y su sonrisa era más resplandeciente luego de no haberla visto en casi un mes, el cual sintió como un milenio. Miguel siempre fue curioso y le gustaba admitir que el castaño tenía un aura muy misteriosa, la cual ansiaba descubrir y quien sabe, tener un buen amigo en un mundo distinto al suyo. Claramente se estaba engañando así mismo, lo que sentía por el de ojos esmeraldas era una fuerte atracción. Los sueños eróticos se hicieron más frecuentes luego de su vista al cielo, y otros, eras más románticos. Soñaba con llevar al joven de día de campo, a cabalgar y de reír de una forma extenuante para terminar besándose debajo de algún árbol. Soltó un suspiro al recordar todo eso, aunque sus esperanzas cayeron cuando recordó que el ya no puede sentir amor por nadie. Compartieron la misma carroza junto a todo su equipaje, este sería un largo viaje. Se saludaron con un abrazo y Rubén en ese momento sintió un extraño sentimiento que nunca había sentido por alguien, sintió como su corazón se aceleró un poco, no entendía lo que le pasaba, además le pidió disculpas por haberlo abandonado así en su propia casa, algo que no pasó desapercibido por su prometida a cual la hizo callar antes de subirse al carruaje.
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— ¿Cómo has estado Miguel? —Preguntó Rubén con una cálida sonrisa. —Atiborrado de quehaceres, negocios, cosas que realmente no me interesan. ¿Tú? —Igual que tu hombre. Esto de fingir un amor no es para mí sabes. —Rubén apoyó su mano en el muslo de Miguel, el cual se estremece pero no quita la mano y lo observa para que continúe el relato. —Mira, sé que sonara horrible pero... solo me caso con Erina para no perder mi fortuna, es una muchacha hermosa y no tengo nada contra ella, pero ya no me siento bien haciendo todo este show. —Mira Rubén, lo único que puedo decirte es que sigas a tu corazón. Puedes empezar desde cero si te lo propones. — Dijo Miguel intentando consolarlo. —Lo sé, a veces solo tenemos que hacer estupideces que podrían costar-nos hasta la vida ¿No es así? — Rubén sonrió cínico ante esto último, Miguel volvió a sentir las mismas vibras que sintió en su baño. —Agh, no importa. Dime Miguel, ¿Quieres ir a montar cuando lleguemos a la enorme mansión donde nos dirigimos? El de ojos negros asiente ante la petición, pero queda pasmado ante tal cambio de tema, Hablaron de lo último que estuvieron haciendo en el último mes.
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Supuestamente Rubén había estado fuera por asuntos familiares. Tomó la historia que contaban en el pueblo de que fue desterrado de su antigua ciudad, pero que sus padres aun le permitían ver a su hermanita de casi seis años. Miguel también parafraseo una que otra mentira acerca de visitar a sus abuelos en su pueblo natal y lo mucho que ansiaba conocer España, lo cual impresionó al castaño, quien raramente tenía el mismo deseo de su acompañante, aunque seguro, no para los mismos fines. El tiempo se les fue volando. La posición del sol indicaba que era plena tarde y el día estaba perfecto para cabalgar. Pidieron permiso a las familias, ya que claramente eran invitados y cuando obtuvieron un “no necesitan preguntar” hicieron una carrera como si volvieran a ser niños, más bien como si realmente estuvieran vivos, hasta la caballería y cada uno eligió el caballo que más le convencía y simplemente iniciaron otra carrera hasta perderse en las enormes hectáreas. Llegaron a un lugar donde un enorme Secuoya reinaba en medio del paisaje verdoso que les regalaba a ambos, junto a varios otros árboles que parecen un insulto al inmenso árbol que se situaba en medio de todo. Bajaron de los caballos para tirarse debajo de este. Rubén se sentía ajeno así mismo. Era como revivir una de sus peores pesadillas en donde se creía humano. Lo desagradable para él, es que parecía disfrutarlo.
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Ambos seres sobrenaturales, desconociendo sus descendencias verdaderas, se encontraban sobre el césped observando las nubes, encontrándoles formas y sintiendo la brisa chocar en sus rostros, inundando sus pulmones de aire totalmente puro. En un pequeño momento el de ojos negros notó que el de ojos esmeralda estaba mirándolo y ambos se observaron por unos momentos. Inspeccionaban cada facción del otro, el color de sus ojos, investigando lo que cada uno de ellos ocultaba, buscando imperfección alguna en sus apariencias, las cuales no existían, al menos para Miguel porque por el amor a todos lo bendito, Rubén era una hermosa creatura con los pómulos firmes y algo filosos, como su hubiesen sido tallados a mano, una sonrisa más que perfecta con esos dientes blancos, esos ojos verdes que eran la ventana hacia un mundo desconocido, en el cual se quería adentrar, Eran las facciones de un ángel las que el castaño lucia y no pidió estar más perdido ante tanta belleza. Impulsos, eso era lo que dominaba en sus anatomías. Lentamente fueron acercando sus rostros para rozarse los labios que quemaban ante esta fina acción. Rubén alzó su mano, acarició la mejilla de Miguel para besar-lo dulcemente, embriagándolo con su veneno, haciéndolo caer en el pozo donde bien sabía que caerían ambos. Intensificó el beso, ingresando su lengua en la cavidad ajena, quien reacciono a los poco segundos y sintió como Miguel apoyaba las manos en su cintura, tomán-
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dolo fuertemente de un momento a otro, como si estuvieran conteniéndose, como si quisieran reprimir sus sentimientos hacía el otro. Lo sabía, estaba intentando caer en la tentación de ir más allá.
—E... espera Rubén, detente por favor. —Miguel pide clemencia al sentir crecer su hombría. —Mira, esto no es nada diferente a lo que no hayas hecho alguna vez. —Rubén quería incitarlo a pecar en ese momento, no podía con la sensación de deseo creciéndole por dentro. —Esto es malo Rubén, es pecado, por favor detente —No te compres aquellas blasfemias de la iglesia. El amor es amor ¿No es así? ¿No hay que amar a nuestro prójimo como nuestro señor manda?, Además yo siento algo por ti Miguel.
Miguel al escuchar sus palabras, callo a Rubén con otro besos aún más apasionado, intentando grabarse en la mente magreo indecente que estaba dando paso a un camino desconocido para él y uno que el castaño conocía perfectamente bien y no tenía problema alguno de guiar al arcángel.
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—Te veré en la noche en tu recámara, espero que estés en la más alejada de la casa, porque no te olvidaras de mi tan fácilmente Miguel. —Susurro Rubén sobre sus labios, para luego levantarse, volver al caballo y por consiguiente a la mansión. El resto del día fue demasiado incómodo para el ángel. La facilidad que tuvo Rubén para hacer que nada había ocurrido anteriormente le impresionó y al mismo tiempo le ocasionó un cierto sentimiento de tristeza, el cual fue acompañado de cierta molestia al ver a Rubén abrazando a su prometida, esto debía parar. estaba comportando-se como un humano hormonal incapaz de controlarse.
El atardecer era un hermoso paisaje el cual Miguel admiraba todos los días desde su torre, ahora lo contemplaba desde un enorme balcón, situado en la parte posterior de la vivienda. Naturalmente el ocaso purificaba su alma y rezaba ante su omnipotente presencia, hoy era una excepción. No estaba tranquilo, no estaba pensando racionalmente y no quería que el día acabara, las palabras del otro joven aún resonaban en su cabeza. Lo grave de la situación, es que ciertamente, anhelaba que este le concediera el honor de vivir alguno de sus sueños en carne propia. Seguramente lo encerrarían después de esto.
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La cena estaba pasando dolorosamente rápido. Entre anécdotas, risas y juegos de palabras, Miguel se sentía indebidamente mal por todo lo que estaba pasando por su mente con tan solo ver a tan hermoso ser como lo era Rubén o más bien, lo que creía él que era. Escuchar reír a los demás siempre fue música para sus oídos. Contando chistes malos y haciendo caras graciosas, el ángel recordó con tristeza, cuando lo hacía con su familia y toda estallaba en carcajadas, justo como ahora sus anfitriones. No se esperaba la pregunta que le hicieron a continuación.
—¿Y tienes algún apodo Miguel? —Interrogó Beatriz con una copa de vino en sus manos. —Uh, es decir, si, si lo tuve alguna vez. —Rubén notó la incomodidad del chico y le dio una mirada afectiva, de la cual, hasta el mismo demonio se impresionó. —Entonces dilo. Que decirte Miguel todo el tiempo se me hace muy formal. — Incita la joven, mientras todos ven el chico. —Mi abuela. —Sonrió por el recuerdo de esa hermosa señora con la cual cocinaba y jugaba en el enorme jardín de la residencia donde está trabajaba. — Ella solía decirme Mangel, es una combinación de mis
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dos nombres. Es algo tonto, pero no lo he dicho desde el día en el que ella murió. —Mintió, pero su tristeza era tan real que le dolía el corazón al recordarla. —Lo siento si te he forzado. Lamento oír eso. —Dice la chica en voz baja.
La conversación siguió con una que otra interrogante para Miguel, las cuales Rubén frenó alegando que estaban poniendo incómodo a su invitado y que este no tenía que responder de más si este no lo deseaba. Miguel suspiro aliviado, y le dio una mirada de agradecimiento a Rubén quien le guiñó el ojo como respuesta y con esos largos y finos dedos, tomó su copa, bebiendo rápidamente. Verdaderamente intento no su garganta al ingerir el vino pero no lo logró. Todos fueron a sentarse en unos enormes sillones de color musgo, frente a una mesa de tamaño reducido que solamente estaba para colocar su tabaco y sus bebidas. Después de un rato de más charlas y malos chistes. Llego un momento en el que observo como Erina iba hacía los brazos de su prometido, Miguel se disculpó con los presentes diciendo que necesitaba asearse y dormir, porque el viaje había sido muy largo y habían estado muy activos en ese hermoso lugar. Todos se despidieron amablemente deseando-se las buenas noches y siguiendo el mismo camino que el joven, quien
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recordó las palabras susurradas en sus labios, la noche se tornaba pesada y por más extraño que sea, parecía que el destino tenía todo planeado. Su habitación era la mas alejada del resto, Rubén dormía solo a petición de los padres de Erina, mientras que ella dormiría con Beatriz en una habitación. El infierno estaba a punto de desatarse. En la oscuridad de la noche,estaba un semi desnudo Miguel, cubierto solo con una fina sábana color ocre, mirando hacía la luna resplandeciente , iluminando pobremente la habitación. Probablemente era media noche y cuando por fin esta conciliando el sueño, totalmente convencido que las palabras de Rubén habían sido solamente un juego y que todas aquellas alucinaciones sexuales en el salón fueron producto del alcohol. Sintió la puerta abrirse y cerrarse delicadamente, volteó y se sentó en el colchón, se quedó totalmente sin aire ante la vista. Era Rubén sin camisa, utilizando solo un pantalón de seda negro, que se ajustaba en su cintura pero se holgaba en sus piernas, con una sonría socarrona, acercando se hacia donde estaba él. Miguel sentía desmayarse ante tanta perfección.
—Espero que no te hayas olvidado de lo que te he dicho Miguel, y no te atrevas a abrir esa boca para de-
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cirme que todo esto es pecado. Ese hijo de puta al que todos llaman Dios, es nuestro prisionero en el infierno y nosotros solo somos almas que deben vivir hasta lo magníficamente prohibido, para luego no sentir culpas por preguntase que pudo haber pasado. —Aquel pequeño discurso descolocó un poco al ángel, pero no tuvo oportunidad de responder. En cuanto Rubén terminó de hablar, no iba a dejar que lo replicarán, empujo un poco más a Miguel sobre la cama aun sentado y se subió a horcajadas sobre él, mirándolo fijamente a los ojos, invadiendo a esos ojos de obsidiana, aun mas hermosos que la misma piedra preciosa. El castaño estaba fascinado con ese negro en los ojos del ángel, un matiz nunca antes visto, ni siquiera en la oscuridad que lo rodeó durante años. Miguel intentaba mantenerse quieto, pero el leve movimiento de caderas del cuerpo sentado encima de sus muslos se lo estaba impidiendo un poco. No contuvo el impulso se posar sus manos sobre las caderas del castaño y sentir 4esa piel blanca con llama de sus dedos. La piel de Rubén era fría perlo delicada, suave pero misteriosa. Lo acarició suavemente, provocando que los ojos esmeralda se oscurecieran en deseo, Miguel al notar esto abrió y cerró la boca, como intentado decir algo, más nunca salió. Sus ojos volvieron a caer en sus labios color sandía del castaño y agarró su nuca para iniciar un beso hambriento, bebiendo de esa necesidad
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tóxica de continuar, de contaminar su cuerpo con lo más impuro y prohibido que cualquier ángel podría hacer, como lo era el sexo. Mordió el labio inferior del castaño, arrancándole algunas gotas de sangre, la cual era aun más oscura de lo normal, pero seguro era ideas suyas. Rubén lamió su propia sangre, pasando su lengua por su labio, haciéndole sentir latigazos imaginarios a Miguel. Este corto el contacto visual para empezar a morder el cuello del joven dejando grandes marcas que no se irían en días, marcando su territorio sin importarle las consecuencias, enamorándose de sus clavículas, donde pensaba podría morir mientras acariciaba los pezones sensible de Rubén. Dolor y placer, es lo que sentían en ese momento donde la ropa empezaba a irse, Rubén estaba solamente con su pantalón y Miguel solamente con la ropa interior, no fue muy difícil quedar completamente desnudos bajo la luz de la luna. Rubén empujo a Miguel hacia la cama para subirse sobre el y estimular ambos miembros, el ángel volvió a sujetar las caderas del castaño, guiando sus movimientos para crear esa lenta tortuosa fricción que los volvía locos. Los ojos negros del ángel estaban mas brillosos que nunca, los del demonio se estaban tornando oscuros, estos se camuflajeaban con la noche. Se besaban con
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demasiada intensidad, sin importarles nada, ni siquiera si se estaban lastimando o si alguien los podía escuchar y descubrirlos en cualquier momento. —Recuéstate en la cama. —Habló Miguel con una voz tan ronca, que estremeció a Rubén, dejándolo inmóvil y cautivado. Este le hizo caso, cerró los ojos y simplemente se dejo hacer cuando sintió el robusto cuerpo sobre el, mordiendo y acariciando sus pezones, esos puntos erógenos que hacían enloquecer al castaño, nunca había tenido un encuentro tan intenso. Miguel inició un camino de besos y mordidas por el pecho de Rubén, los cuales iban bajando, acercándose a sus partes íntimas. Los gestos de Rubén, era algo que planeaba guardar toda la vida. El sentido de dominancia estaba consumiendo la poca cordura que tenía.
—Puedes...—Rubén no quería pedirlo, Miguel quería escucharlo. —¿Hacer que? —Deja de jugar y hazlo de una vez. —La voz del castaño se entrecortaba ya que el otro estaba acariciando su intimidad, para después empezar a utilizar su boca.
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Rubén tenia un sabor adictivo, innato, deseoso, como si hubiese sido sacado del mismo infierno. Mientras jugaba el joven con el castaño, empezó a tocar la entrada del otro, haciéndolo que se tensará un poco. Miró sus ojos, pensándolo si lo haría bien, si no lastimaría a aquel hermoso ser que estaba bajo los efectos del pre-coito. Sin embargo, no iba a detenerse por eso, acerco dos dedos hacia la boca del chico, este empezó a chuparlos con una destreza que hacia sentir placer al ángel. Espero unos segundos y empezó a besar apasionadamente a Rubén y empezó a introducir sus dedos en el castaño. Los dedos entraban y salían, causándole espasmos en todo el cuerpo, que su respiración se fuera a omentos y su orgasmo fuera inminente. Gemía, gritaba y maldecía. Miguel palmeó el muslo izquierdo de Rubén, y este no pudo sentirse más excitado, le gustaba que lo maltrataran un poco en el acto. El orgasmo golpeó a Rubén. Miguel al verlo, mentalmente pensó que algo había logrado, ya que estaba hecho un desorden, con las mejillas rojas y ojos acuosos por la culminación. Sin esperar a recuperarse, rápido y con una fuerza sobrenatural, Rubén acostó a Miguel en la cama para comenzar trabajar nuevamente. Sin previo aviso, Rubén empezó a jugar con su boca con la hombría del otro haciendo que Miguel se retorciera de placer. Escuhar gemir al ángel, provocando
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que este se volviera a excitar y en su pecho crecía una sensación de orgullo por tener a un arcángel de esa manera, a su merced, para poseer-lo sin necesidad de utilizar sus técnicas. Lo único que deseaba Rubén en ese momento, era que su parte demoníaca no saliera al acabar definitivamente. Entonces Miguel tomo al joven del pelo y lo subios hasta su boca para besar-lo apasionadamente y ponerlo bajo de él, después de unos segundo el de ojos negros empezó a introducir sus dedos en la cavidad del otro como ya lo había hecho. Rubén ya no aguantaba más, quería algo más que los dedos.
—Miguel, por favor hazlo, ya no aguanto más. — Dijo Rubén entrecortado por el placer. Miguel, sabía a lo que se refería y eso hacía excitarse más, este se puso entre sus piernas y empezó a introducirse dentro de Rubén, este soltó un pequeño gemido que el otro chico ahogo con un salvaje beso, el ángel empezó dando suaves embestidas que poco a poco se fueron intensificando. En la habitación solo se podían escuchar sus gritos de placer. Los dos estaban en un estaban en un estado de éxtasis. Rubén estaba experimentando una extraña mezcla de sensaciones, entre el gran placer que sentía y una
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extraña sensación como ¿Afecto?, estaba muy confundido, la excitación no lo dejaba pensar, lo único que tenía claro es que quería el control. Entonces en un rápido movimiento y con una gran fuerza, puso a Miguel debajo de él sin dejar que saliera de él, el ángel se sorprendió ante esto, pero eso desapareció al sentir los movimientos de cadera del castaño, que cada vez se intensificaban más, estaban embriagados por el placer. El problema empezó cuando sus espaldas empezaron a picar, sus atributos reales empezaron a aparecer, las uñas largas de Rubén, su notorio aumento de tamaño, y la aureola de Miguel comenzó a aparecer. Cerraron los ojos y soltaron un gemido tan gutural que sintieron al mundo colisionar y las alas de ambos salieron ante tal majestuoso clímax, lo cual al abrir ambos su ojos, se separaron como si fueran seres totalmente horribles. Asustados se miraban el uno al otro, inspeccionándose, el más asustado era Miguel. Rubén era el tan maldito demonio que estaba buscando, no sabía como sentirse, estaba confundido, lo había conducido por el camino del pecado y no sentía una pizca de arrepentimiento. Rubén miraba el verdadero cuerpo del ángel, se dijo a si mismo que no estaba nada mal. sus alas pseudo grises, aquella aureola y los ojos con matices blancos, era un arcángel digno de corromper, algo que ya había hecho y no podía sentirse más soberbio y vanidoso ante
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tal hazaña. Cuando el demonio estaba por decir palabra alguna, demonios y ángeles aparecieron por arte de magia en la habitación. Balan y Harahel, encabezando sus respectivas tropas. —Debías matarlo Eurinimos, no dejar que te violara. Ahora tendremos problemas por esto. —Grita el príncipe, avergonzado. —Y tú Anauel, dijiste que podrías con esto. Confiamos en ti. Los esperamos mañana a ambos en la Alta Corte, donde serán juzgados. —¿Y que pasara con la bola de idiotas que nos trajo aquí? —Interrogó Rubén enojado. —Los dejaremos en una especie de sueño profundo y los devolveremos a sus casas, dándoles una amnesia temporal hasta que sepamos que vamos a hacer con ustedes dos. —Contestó el arcángel. —Entonces, querubines los dejare apalear a su hermoso hermano quien me ha dejado como nuevo. Los veré mañana. Miguel no sabia si alegrase por el cumplido o desear morir por todo lo ocurrido. Fue conducido por un sendero donde no había salida y sería cruelmente castigado por la cámara. Realmente estaba perdido y
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ningún milagro iba a salvarlo. Reparo en el hecho que se enteró por uno de los secretarios de que Rubén ya sabía lo que era y que si no fuera por esta brutal intromisión, iba a matarlo. Miguel sintió como su corazón se marchitaba, por un momento pensó que sus sueños románticos junto a Rubén se harían realidad, sobre todo porque Rubén le había dicho que sentía algo por él, los besos, las caricias, todo fue parte de un perverso plan del demonio, había jugado con su corazón y no solo eso dejó que lo corrompiera. Se le encogió aun más el corazón y siguió a sus hermanos, sin poder mirarlos a la cara. Solo le queda esperar su destino.
En el purgatorio se encontraba la Alta Cámara, donde los ángeles y demonios podían convivir en paz, sus poderes ahí no servirían de nada, perdían fuerza y sus instintos de combatir se tranquilizaban. Quienes eran los líderes no era Satanás ni Dios Padre, los malditos decían que no tenían tiempo para sus seguidores. Más tarde, se decidió que tres representantes de cada mundo, hablaran por Eurinomos y Anauel. Rubén sería defendido por Balan, Betzabeth y Humtaba, un demonio de aspecto horrible que vomitaba llamas ardientes. Miguel sería defendido por el mismo Harahel, Aniel, el arcángel de las virtudes y Haziel, arcángel misericordioso.
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Los seis tenían una especie de estrado gigante donde se sentaban uno a lado de otro, con expresiones de asco, aun así tenían que debatir el destino de Rubén y Miguel. Entró un enorme nigromante a clamar silencio. —Estamos aquí para la sentencia de estas dos criaturas que han atentado contra las leyes de sus respectivos mundos. Por un lado tenemos a Eurinomos, alias Rubén, acusado de tener sexo con un arcángel y desobedecer las ordenes de su líder. Por el otro tenemos a Anauel, alias Miguel Ángel, acusado de tener sexo con un demonio y pecar ante todo lo inculcado en su cultura, sin contar que las relaciones sexuales sostenidas fueron con un hombre. Ahora que inicie el juicio. — Dijo el nigromante en voz alta.
—Miren ángeles, nuestro Rubén solamente debía realizar un trabajo como el de todos nosotros aquí presentes. El único jodido en este lugar es el arcángel. — Exclamó Humtaba. —Y por eso debe recibir un castigo. —Exclamó la bruja. —No castigaremos a nuestro Miguel, solamente tendremos misericordia y volveremos a encaminarlo por el camino de Dios. — Dijo Haziel.
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LÁGRIMAS Y SUSPIROS LLENOS DE TI
—Me temo que no es tan fácil angelito. —Exclamó Balan. —Tu ángel ha cometido tres pecados capitales, ademas le ligeras inclinaciones hacia la homosexualidad, algo que para ustedes esta relativamente prohibido ¿No es así? —Eso no hubiera pasado en primer lugar, si su demonio no estuviera en la tierra, fingiendo ser un humano y viviendo la vida de uno, independientemente que sea por un trabajo, que supongo yo no es nada bueno, y en segundo lugar, nuestro Anauel no hubiera desarrollado esas inclinaciones si su demonio no lo hubiera seducido. —Exclamo firmemente Harahel.
Miguel se encontraba en la parte de abajo escuchando como decidían su destino, se sentía avergonzado, destrozado, sobre todo porque tenían al demonio a lado suyo. Miguel quería hablarle a Rubén, quería saber porque no lo mató en el instante en el que supo lo que era.
—¿Porque lo hiciste? ¿Porque jugaste conmigo si ya sabías lo que era?—Dijo Miguel en voz baja para que no lo escucharan. —¿No es obvio?, Solo quería divertirme un rato contigo, y vaya que me divertí. —Dijo Rubén.
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ÁNGELES Y DEMONIOS
—¿Y eso incluía, ser amable conmigo y hacer que te quisiera?¿Ilusionándome diciendo que sentías cosas por mi? ¡Me corrompí por ti! Estaba dispuesto a dejar de ser un ángel y estar contigo. ¡Te llegue a querer!— Dijo el Miguel con un nudo en la garganta y con los ojos cristalinos por las lágrimas. Rubén cambio esa sonrisa cínica por una cara de seriedad, sabía que ese no era su plan, el solo quería tenerlo en la cama, divertirse y matarlo. Además el también escondía ese raro sentimiento que nunca había experimentado, ese que lo hizo sentir como un humano, y eso solo lo sentía cunado estaba con Miguel.
—¡Contéstame y mírame a la cara! Cierto, que los malditos demonios no sienten una pizca de nada, podrán verse como un humano pero jamás va a llegar a sentirse como ellos. —Dijo el ángel con una voz más desgarrada y lagrimas en las mejillas. —No, no era parte de mi plan ¡Así como tampoco lo era que contigo me sintiera como un humano sin matar a uno! Tal vez to también te llegue a querer. —Dijo Rubén enojado, casi gritando. Miguel se quedó frío ante esta respuesta, sintió un alivio en su roto corazón, tal vez podrían hacer algo juntos para evitar el castigo y hablar claro sobre sus sentimientos, justo cuando iba a hablar aparecieron todos.
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LÁGRIMAS Y SUSPIROS LLENOS DE TI
—¡Silencio! Hemos tomado una decisión, pero antes de decirles sus sentencias, tenemos una pregunta que hacerle a ambos. —Anauel, quiero que contestes con sinceridad. —¿Llegaste a sentir algo más o querer al demonio, antes y/o después de saber su naturaleza? —Preguntó Aniel. Ambos se quedaron halados ante aquella pregunta, se quedaron unos segundo en silencio, para después ambos tener una respuesta.
—Si. —Contestó el ángel con un poco de temor, pero con confianza hacia el demonio. No sabía lo equivocado que estaba. —Y tú Eurinomos, también quiero que contestes con sinceridad. —¿Llegaste a sentir algo más o querer al ángel, antes y/o después de saber su naturaleza? —Preguntó Betzabeth. Este se quedo en silencio unos segundos, mientras que Miguel confiaba en su respuesta. —No. —Contestó Rubén con un semblante serio. No lo podía creer, Miguel no podía creer en la respuesta del castaño, sintió como su corazón dejaba de latir, lo había engañado otra vez.
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ÁNGELES Y DEMONIOS
—Entonces está decidido, Eurinomos, estas sentenciado al encierro por todo un siglo, sin posibilidades de regresar a tu vida humana. —Decretó el príncipe. —Y tú Anauel, se te revocara tu cargo de arcángel, por caer en los engaños de un demonio, además de que te arrancaremos tus alas, seras un ángel caído y no tendrás posibilidades de regresar al paraíso. — Decretó Harahel, con un grado de tristeza y decepción. Miguel no lo podía creer, todo su mundo se derrumbaba ante sus ojos, había dado todo por un demonio que solo lo sedujo y juego con el, se sentía enojado con todos y con él mismo. —Hermanos, ya saben que hacer... —Dijo Harahel con aun más decepción. Los arcángeles se dirigieron hacia el podre ángel destrozado y lo tomaron con fuerza de los brazos. Ninguno de los dos quería hacer pero era ordenes. Ambos se disculparon con Miguel.
—No por favor! ¡No me hagan esto, no me lo merezco!, ¡Mis alas no! ¡Encierren-me a mi también por favor! —Rogaba Miguel, mientras sus rodillas temblaban hasta que cayó al suelo, este imploraba piedad con lagrimas en los ojos.
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LÁGRIMAS Y SUSPIROS LLENOS DE TI
—Rubén, arráncale las alas, solo así se romperá el vinculo afectivo contigo. —Ordenó Balan. Rubén se quedo estático por uno segundos, después se dirigió hacia el pobre ángel destrozado, sin verlo a la cara. —Rubén, no ¡Por favor no lo hagas! ¡Ayúdame! —Le rogaba el aun ángel al demonio. El demonio hizo oídos sordos ante sus suplicas, tomo con fuerza sus hermosas alas, y en un abrir y cerrar de ojos las jaló con una gran fuerza, haciendo que eras se desprendieran de la espalda de Miguel. Un grito desgarrador, cargado de mucho dolor y tristeza salio de la garganta de Miguel. Y así es como termino un inocente ángel con un corazón puro, condenado a ser un ángel caído, sin derecho de regresar a su hogar.
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DE PASO
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Saca la guitarra de su estuche. Y empieza a andar, por el mismo camino de los último diecinueve años. Anda, y anda, hasta que la superficie del suelo se va ablandando, como el peso sobre sus hombros. Y así sabe que ya llego, se sienta sin cuidado alguno, sin ojear la naturaleza a su alrededor, como siempre lo hacía. Mira al cielo y exhala, esconde sus ojos cafés, él es realmente bueno escondiendo cosas, casi tan bueno como lo es con la guitarra. Deja que sus dedos entonen unas suaves notas - las de siempre-. Siente las vibraciones de las cuerdas en sus dedos -como nunca-. Después de un rato, comenzó a sentir frío -tanto por dentro como por fuera-, Y decide que es hora de irse.
El cielo ha pasado de estar hermoso a estar precioso, las aves dejaron de cantar suavemente, para cambiar a un dulce canto. Pero se detienen de pronto. Hay una melodía mas bella que la que ellos entonan, es el leve roce unos dedos sobre una guitarra, que expresan lo que el corazón canta. Pero se detiene de pronto. Se siente observado a la distancia.
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DE PASO
Hay una muchacha -unos ojos verdes, chispeantes- a unos metro de distancia, mirándole con el ceño levemente fruncido ¿Qué hace ahí? ¿Hace cuanto llego? ¿Porque se ve molesta?
Los ojos cafés y los ojos verdes, se miran, se conectan por un pequeño momento. Además de que por primera vez se dirigen la palabra.
—No pises las flores. Las estás matando, son tan hermosas para que les hagas eso. —No interrumpas mi música. La estas matando. Las notas son tan dulces para que lo hagas.
Se retan con la mirada, por un largo tiempo. Ya no hay rosa y naranja en el firmamento, solo purpura y azul. De repente el de ojos cafés se da cuenta de que -ya no hay verde en los ojos esmeralda de la contraria sino un brillante color avellana-. Ambos se levantaron frustrados y se va cada quien por su camino, lejos del suave campo de flores. Dan un vistazo hacia atrás y su miradas chocan, pero dejan de verse y siguen su camino.
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LÁGRIMAS Y SUSPIROS LLENOS DE TI
Uno cargando su guitarra en el hombro. Mientras que ella lleva enredada entres sus dedos una flor marchita.
Al día siguiente se volvieron a encontrar- se miraron un momento en silencio, hasta que decidieron hablar. —¿Por qué siempre vienes aquí? —Yo vivo aquí. El de ojos cafés lo miro confundido por algunos segundos al escuchar sus palabras. —No es cierto, me estás mintiendo. La de ojos de avellana le señala un casita, esta estaba casi escondida entre los árboles. En de ojos de chocolate estaba sorprendido, llevaba años yendo ahí y nunca había visto a nadie habitar esa casa. La de ojos claros también estaba sorprendida, llevaba años sin que alguien le sostenga la mirada por tanto tiempo. Se levantan y se van, esta vez sin mirar atrás. cada uno sigue su camino. Uno lleva una guitarra. Y ella lleva dos flores marchitas.
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DE PASO
Esta mañana la de ojos avellana decidió llegar más temprano, e irse de igual manera, quería admirar la bella soledad del campo de flores. Esa tarde, el chico de la guitarra, llegó al lugar de siempre, a la misma hora de siempre. Pero decidió irse más temprano de lo habitual. Durante la noche, el campo de flores. No había música. Ni nadie admirando la belleza de las plantas. Había un vacío en el bello campo de flores.
El viento sopla despeinando a los muchachos. Sin embargo ambos siguen en lo suyo. —¿Porque vienes aquí? —¿Porque vienes tú aquí? —Solo estoy de paso. El guitarrista se siente ¿Aliviado? Mejor sigue en lo suyo. Mientras que la muchacha se queda allí, recostada, mirando las nubes. Oyendo la música, entrando en una especie de trance, mientras estaba frotando la yema del pulgar en un pétalo marchito.
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LÁGRIMAS Y SUSPIROS LLENOS DE TI
El de ojos cafés se percata de que sin darse cuenta, estaba tocando para ella, le estaba dando un concierto. Nunca había tocado para alguien que no fuera el mismo. Aun así, intimidado por ese sentimiento, sigue con el delicado murmullo de sus dedos contra las cuerdas.
Es un nuevo día. Esta vez la de ojos avellana se sienta justo al lado del otro, y se queda ahí con pétalos marchitos en la mano, con la cabeza elevada mirando al cielo. Esta vez, al de ojos cafés no le incomoda tanto su presencia. Así que decide mirarla de cerca, de lejos ya lo había hecho muchas veces. Tiene rasgos muy finos, las cejas largas, lunares en el cuello, labios muy delgados y sus ojos avellana, son tan claros como la miel, tan bonitos como la música. Comienza a pellizcar las cuerdas de su guitarra, produciendo arpegios. Di mi sol mi do, sol si re si sol. —Me llamo Manuel. —Dijo casi cantando, medio hipnotizado por la guitarra y su voz en si, suena como arpegios. Su voz es como música.
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DE PASO
—Yo soy Rubí, un placer Manuel. Es solo un murmullo, pero un placer es oírle. Oírle, es como ver a una hermosa rosa florecer.
Esta tarde, Manuel no había llegado. Rubí estaba tumbada, sus ojos de avellana estaban clavados en las nubes, su mente puesta en la ausencia de su compañero de tardes. Minutos después le vio llegar, con el cabello levemente alborotado y las mejillas levemente sonrojadas, probablemente por el ejercicio. Manuel se tumbó a su lado, sin cuidado alguno. —¿Manuel? —¿Si? —Deja de aplastar las flores.
Un día nuevo, ha comenzado ha llover un poco, pero no se han ido. Están bajo un árbol tan grande, que ninguna gota de lluvia logra abrirse paso hasta ellos. Ninguna persona, tampoco.
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Las melodías de Manuel resuenan en los oído de Rubí. Se siente como en una nube. —Estas solo de paso, me dijiste aquella vez. La de ojos avellana solo susurró un sí. —¿Qué significa de paso? —Que hoy estoy, a lo mejor mañana no. Se hizo un profundo silencio. Lo que hizo Rubí dejo al guitarrista sin palabras. Arrancó una flor, esta lentamente empezó a marchitarse, mientras ambos la miran hipnotizados. —Soy como esta flor, de un momento a otro ya no voy a estar ¿entiendes? Manuel lo mira, entre confundido y asustado, a lo que el guitarrista responde: —Yo también soy como esa flor, porque no puedo vivir si no estoy donde pertenezco. —Tú no vez las flores de la misma manera que yo. —Dijo ella, mientras negaba con la cabeza. Ya era tarde y había dejado de llover. La castaña de ojos avellana se levantó. Pero una voz grave le detiene: Quédate, por favor.
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DE PASO
Y aunque él no lo sepa, esa palabra lleva más impresas detrás. Quédate, quédate siempre conmigo, aquí. Pero el morocho se sorprendió, cuando la castaña no se queda, sino que lo suspira, lo mira y le hace un gesto con la mano que Manuel no logró entender y fue en dirección a su casa. Así que él también inconscientemente, suspira, alzó su amada guitarra y vuelve a su solitaria casa.
—¿Porqué te fuiste ayer? —Dice Rubí molesta. —¿Qué? —Suena Manuel confundido. —Te hice un ademán con la mano para que me esperaras. Estaba trayendo una manta. —¿Para qué? —Para quedarnos aquí más rato. Rubí está mirando al suelo, avergonzado. Manuel la mira con la más bonita media sonrisa del mundo. O al menos lo es para Rubí. Ese gesto basta para que la de ojos avellana saque una manta de atrás suyo. Y los ojos cafés del otro se iluminen aún más -¿es eso posible?-. La tienden sobre el césped, con sumo cuidado de no aplastar ninguna flor, se tienden ellos ahí, viendo las estrellas.
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LÁGRIMAS Y SUSPIROS LLENOS DE TI
Y ven una estrella fugaz, pero en vez de pedir un deseo, se miran a sus colorido y brillantes ojos, donde volvía a surgir esa conexión. —Los deseos no se dicen en voz alta. —No dije nada. Ambos sueltan un par de risas. —Lo dijiste con los ojos. Ambos se quedaron dormidos, a una distancia respetable. Amanecieron en el bello campo de flores, a una distancia menos respetable, pero más agradable. Y abrazados como koalas, se dieron cuenta de que así se debe sentir dormir sobre una nube.
Llegó el otoño, las hojas están quebrándose bajo su tacto. Pero esto no parece molestar a Rubí. —No importa que aplastes las flores si ya están marchitas, muertas. —Dice Rubí. Manuel al no entender mucho a la castaña, decide cambiar el tema de conversación. —Te tengo una sorpresa. Deja la guitarra en el suelo y saca unos pequeños tambores de un bolso que traía en la mano.
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DE PASO
Rubí los toma con cuidado y los toca tímidamente, produciendo un sonido sordo. Manuel ríe y Rubí también. Se siente bien reír con las hojas crujiendo al roce de sus manos. Y Rubí comienza a tocar, desinhibido, a lo que Manuel lo acompaña con la guitarra, están haciendo música juntos. Están sacando melodías juntos. Sus sonrisas son tan grandes que duelen sus mejillas. Y cuando ambos se detienen, estallan en carcajadas. Y sus risas juntas, suenan aun más bellas que la música. —Me gusta el ritmo que haces. —Dice Manuel. —Yo no sé de música. —Dice Rubí con una tímida voz. El chico niega con la cabeza, toma la mano de la hermosa chica y la coloca en su pecho, justo sobre su corazón. —Me refiero a este ritmo. Rubí siente los latidos acelerados del de ojos de chocolate, bajo la palma de su mano. Y se siente orgullosa porque siente que son suyos. De repente lo abraza, para que estén lo mas cerca posible, y el chico pueda sentir su corazón también, casi clavándole las costillas.
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Manuel se aleja un poco, sonriente, radiante, para después darle un beso, este fue correspondido por Rubí, ellos se sienten bien, completos. —Quédate siempre. —Dice Manuel sobre sus labios. Rubí se separa de repente y le mira seria, ladeando la cabeza.
—¿Por qué estas aquí? —Ya te he dicho estoy de paso. Al oír esto, Manuel no sintió alivio como la última vez que lo pregunto. — ¿Por qué estas aquí? —Estoy de paso. —No. Hace mucho me dices eso, pero sigues aquí. ¿Por qué estas aquí? —Porque cuando estoy aquí, me dan ganas de no irme nunca más. —Ya te has puesto melosa. —Dice Manuel sonriente. —Es tu culpa. —Contesta una castaña enamorada, golpeándole el hombro juguetónamente. Y rieron, pero ambos entendieron el doble sentido de las palabras. El mensaje entre líneas. Es tu culpa. Si sigo aquí es por ti.
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DE PASO
Ha comenzado el invierno. Las flores están comenzando a cubrirse de finas capas de nieve. Para Manuel, es un bonito escenario. Para Rubí, es agobiante ver a las flores desaparecer lentamente. Se agacha y rasca la nieve que hay alrededor de la última rosa que se puede ver. —Eres como el principito. —¿Qué? —El principito, salvando y cuidando a su rosa. —No sé de que hablas Al día siguiente, Manuel trae consigo un libro, con las hojas amarillas y un dibujo de un muchachito, con un traje de príncipe. —Este es tú. —Dice señalándolo. Y así, recostada en el regazo del chico de ojos cafés, Rubí escucha encantada la historia de un niño que viaja por mundos distintos, con su risa melodiosa, inocente y pensando en su rosa, y aunque Manuel no lo sepa. Él es su rosa.
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La primavera ha llegado y con ella las flores -y los recuerdos- , porque el campo estaba justo como cuando se conocieron. Aunque no todo es igual, Manuel ya no aplasta las bellas flores. Rubí ya no acuna pétalos marchitos entre sus delicadas manos. Manuel se sienta cuidadosamente sobre la manta, y Rubí siempre lleva los tamborcillos, ahora hacen música juntos y duermen sobre el césped cada vez que pueden. Todo esta bien, todo es felicidad entre flores y arpegios. Hasta que llega ese día. —Me voy, ¿Vendrás conmigo? —No Al día siguiente Rubí no esta, y al otro día tampoco, ni el que le sigue. La música no suena tan bien saliendo de la guitarra de Manuel. Mientras no ve a Rubí no canta. Pero se refugia en esas dunas de yerba verde, siente el aroma de las flores y la extraña. El no quería separarse de su campo de flores. Se siente vacío sin el hermoso brillo que habitaba en aquellos ojos avellana. Aun así, ese campo e ha sido su refugio desde siempre, por eso se queda allí, día y noche, solo con su guitarra.
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DE PASO
Se acerca el verano y hace calor, al menos eso ve Manuel porque no lo siente. Desde aquel día, seguía acudiendo a la sombra del mismo cedro. No existe árbol más bonito que ese, ni memorias más bonitas que los vals bailados bajo su sombra o las mantas arrugadas bajo su abrigo. Pero sin Rubí, de sentía hueco. Aun así, Manuel se levantó, y comenzó a caminar, viendo a los niños jugar y comer helados en la plaza. Siguió caminando hasta llegar aun sitio que nadie habitaba, solo él y antes un par de ojos avellana. Por primera vez en días, vuelve a tomar su guitarra y toca, recordando aquellos ojos que inicialmente los veían malhumoradamente -era recíproco-. Y después juguetonamente dándole pequeños golpes en el hombro -mutuo también-. Burlonamente contándoles chistes malos -que tenían su gracia- .Plenamente durmiéndose en sus piernas. Y después cálidamente con cariño, muchísimo cariño - esto no solo era reciproco. esto se lo devolvía al doble-. Y lo esperaría, porque nadie jamás lo vería de esa manera, nadie que no fuera ella. Veía los atardeceres, después de todo, había aprendido a apreciarlos “¿Sabes?, Cuando uno esta demasiado triste, desea ver las puestas de sol”. Decía el principito.
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LÁGRIMAS Y SUSPIROS LLENOS DE TI
No había entendido esa frase, cuando la leyó en voz alta tantas veces con Rubí en su regazo y sus ojos un poco más oscuros de los normal, y él con la mirada perdida y los dedos enredados en la maraña de su pelo castaño. Leyéndole con su voz grave y su acento andaluz, con voz de enamorado. No la entendió bien , hasta que la sintió, hasta que vio ese atardecer solo. Y se le antojó ver 43 puestas de sol o vivir en Mercurio para poder ver ocultarse al sol dos veces al día. Vio que anochecía, debía volver a casa. Sin embargo, esta noche no se va a casa, solo duerme bajo un árbol -uno muy diferente y lejos del cedro- pensando el los ojos avellana que andaban lejos de él, visitando otros mundos, dejándolo en el paisaje que él no puede dejar, porque su avión se averió ahí y no tiene remedio, tal y como el principito.
Los pájaros cantan, el sol se cuela por las hojas de los árboles. Hay una chica recostada sobre el pecho del joven. El de ojos grandes cafés despierta primero y ve aquella figura abrazada a él. Está confundido, así que enreda sus dedos en su cabello, se siente tan real, pero no sabe aun si esta soñando, así que por si acaso cierra los ojos de nuevo.
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DE PASO
La chica de alargados ojos avellana despierta después, y se queda ahí observando la sombra sus largas pestañas y su cabello tan negro como la noche. Se acurruca más sobre él, bajo la manta que trajo de su casa, y vuelve a dormir, porque tiene todo el tiempo del mundo, porque se ha quedado en ese recóndito sitio, en esa suave vereda, para asegurarse de que su rosa este bien.
El de ojos cafés despierta a la castaña, mientras la ve revolverse bajo la manta, a su lado, vuelven los recuerdos de aquel día. Porque todo estaba bien, se estaba tan bien ahí sentados, viendo las hojas caer, oyendo los suaves arpegios, sintiendo el viento contra el rostro. —Me voy. —Si acabas de llegar. —No Manuel, me voy de aquí. Y lo entendió por primera vez, estaba de paso —¿Vendrás conmigo? —No —¿Nunca te iras de aquí? —No
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—¿Es por el campo?, podemos conseguir una casa igual a la tuya, una vereda idéntica,plantaríamos muchas flores igual o mejores que estas, muchísimas, y podremos tumbarnos a ver las estrellas, pero ven conmigo. —No sera las mismas flores, ni las mismas estrellas, Rubí. —¿Me vas a esperar? —Si. —¿En verdad no quieres? —No importa. Y la dejó ir, porque se dio cuenta que no la entendía, él pensó que lo hacia, y la única razón por la que la dejo entrar en su vida fue porque creyó que ambos, estaban atados al mismo lugar. Que el color avellana de sus ojos brillaba así al ver los hermosos rayos de sol que había en la verde vereda -lo que no sabía es que brillaban así al verlo a él-. Así que se acercó, beso su frente, sus párpados, sus labios, le entrego el alma con los ojos, tomó su guitarra y se fue por donde vino y nadie lo detuvo.
Había una vez un muchacha que vivía agobiada, encerrada en su casa, con los ojos opacos. Se pasaba las mañanas mirando las rosas que plantaba en su jardín florecer, para en la tarde ver a su tía, esa mujer encarga-
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DE PASO
da de cuidarla, aplastaba los retoños de las flores. Y al verla irse, tomaba las flores marchitas entre sus manos y guardaba los pétalos marchitos en un tarro de cristal, para que la menos tuviesen un digno final. —Quisiera vivir en el centro de Madrid. —Pues viviremos en esta casucha que te dejaron tus padres por un buen tiempo. Así que sal ya de ese cuarto, que algún día no estaré yo, y tienes que conocer gente, socializar, te la pasas encerrada. —Dijo cierto día la aplasta flores que se hacía llamar tía. Salió por la puerta muy maquillada quien sabe a donde, aplastando decenas de flores a su paso. Ella salio unos minutos después, malhumorada, agobiada, sin saber que estaba a punto de conocer a la flor más bonita del jardín, la música más bonita y las pupilas más bonitas.
—No pises las flores. Las estas matando, son tan hermosas para que les hagas eso. —No interrumpas mi música. La estas matando. Las notas son tan dulces para que lo hagas. Y se fue, hecha una furia. —¿Porque siempre vienes aquí? —¿Porque siempre vienes tú aquí?
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En verdad, con sus dedos en la guitarra y todas esas flores al rededor pensó que debía ser un ángel. Un ángel con un genio del demonio y antisocial igual que ella. Y terminaron yendo diario, a la misma hora para encontrase sin siquiera notarlo, no supo desde cuando sus ojos brillaban color avellana y no marrón opaco. Cierta tarde, antes de salir, la jala su tía del brazo con un poco de fuerza. —¿A donde sales todos los días y noches? —Con Manuel. —¿Quién es Manuel? —Mi Manuel. —Ambas tenían el ceño fruncido. —Nos vamos de aquí. —¿Qué? —A Madrid, a ver si así consigues trabajo. Tal vez en una florería y te mantienes tu sola. Lo que tanto me llorabas siempre. Pero ya no quiere alejarse de esa vereda, había echado raíces, y usualmente ella, solo iba de paso, porque la mayor parte del tiempo solo quería marchitarse como una flor. Siempre había querido largarse de esa vereda triste y tener un carrito lleno de flores, para vender en las plazas. Quería quedarse ahí el tiempo necesario, solo de paso, hasta que lo conoció.
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Así que corre a buscarlo y suelta la pregunta, siendo directa y sin decir razones. —Me voy, ¿Vendrás conmigo? —No Y la deja irse, no porque no le importe, sino que lo conoce mejor que nadie y entiende cuan aferrado esta a ese lugar. Una vez le había dicho que no puede vivir, si no está donde pertenece y ella quiere que viva, así que lo deja en su lugar. Pero no se ha puesto a pensar que donde pertenece es con él, que pertenecen el uno con el otro. Le dice a su tía que la deje, que no se ira de ahí, a ella no le importa y sigue haciendo las maletas. A la mañana siguiente no hay nadie más que su sombra en casa, ni una manzana en el aparador, ni una nota de despedida, ni un centavo, solo sus pobres y simples pertenencias y muchas flores aplastadas afuera en el patio. Se queda varios días encerrada en casa, solo viendo al guitarrista por la ventana pensando que de seguro no la extrañara. Pero Manuel no sabe que Rubí no se ha ido. Y Rubí no sabe Manuel la extraña como los mismísimos diablos.
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Por eso vuelve, y lo encuentra dormido llamándole en sus sueños, bajo un árbol desconocido, así que va por una manta -la misma de siempre, peluda y con dibujos de ovejitas-, los cubre a ambos, para después recostarse sobre él y mirar las estrellas. —No serán las mismas las flores, ni las mismas estrellas, Rubí. Estas sus flores, sus estrellas, no hay razones ni motivos para huir, no de él, ni de su vereda.
Manuel la veía sonreírle, acurrucarse en él, sentía sus latidos como un tamborcito en su pecho, no podía creerlo. Se le nublaba la vista mientras sonreía, viendo los kilómetros y kilómetros de verde, que se reflejaban en sus entreabiertos ojos. Volvió, estaba allí, porque ella, con sus ojos avellana, le preguntó si la esperaría. Y él con sus ojos cafés , dijo que si. Estaban juntos, como debía de ser. —Volviste. —Dice con los ojos cristalizados y su voz suena ahogada. —Me esperaste. —Suspiro ella, y su voz suena más enamorada que nunca.
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Sus semblantes son un poema, no dejan de mirarse, con miedo a desaparecer, con miedo a despertar y que todo esto haya sido un sueño. Un sueño más. Porque a pesar de las ojeras, los surcos de lágrimas en sus mejillas, el pelo alborotado y los labios rotos. Rubí juraría que nunca había visto tan radiante a Manuel. Y supo que nadie, jamás, estaría tan feliz de verlo con ella. Hay gente que dice que el amor , se cambia por otro amor o por otra vida, pero eso para ellos es imposible. Porque el uno para el otro, eran a la misma vez y en la misma medida, su amor y su vida.
Era difícil de entender como alguien tan lleno de luz, vivía en un lugar tan oscuro, era simplemente inexplicable para él. —Ven a vivir conmigo. —Suplico la castaña. —No cabe tanto amor es una casa tan pequeña. —Contestaba risueño, mientras miraba esa casita escondida en la vereda. De todas maneras lo haría cualquier cosa por su princesa. Habitaría aquella morada tan solitaria y vacía, así como una vez hizo él en su corazón.
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Y la llenaron de flores, flores azules en la ventana, amarillas en la cocina y rojas en el patio. Sacaron el polvo, limpiaron los muebles y abrieron las ventanas, incluso consiguieron una gata de pelo negro -como Manuel- y también un gato con los ojos avellana -como Rubí-. Y poco a poco, Manuel trajo su ropa, sus mantas. su comida, su guitarra, sus tambores, su lira y sus libros. Rubí usó las sudaderas de Manuel en pleno verano, por puro capricho. Por las noches tapó a ambos con sus mantas, aunque amanecieran sin ellas. Compartieron la comida, aunque era poca. Releyeron el libro de aquel principito una y otra vez, hasta sabérselo de memoria. Incluso hicieron música juntos, como antaño. La esencia del amor, no consiste en dar mucho hasta quedar sin nada, esta estaba en aquel acuerdo equitativo, que se pronunciaban tumbados en un lecho de flores. —Yo te doy todo lo que tengo, es muy poco pero te doy todo. — En esas palabras de Manuel, estaba la esencia, cuando salían de su boca. —Yo no lo necesito todo, solo a ti. — También estaba en las de Rubí, cuando admitía sus sentimientos. La melodías sonaba en doble de hermosas, los labios de ambos sabían el doble de dulces, y las estrellas no se ocultaban , ni siquiera de día.
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Pero lo que pasa cuando vuelas muy alto, es que todo lo que esta abajo se vuelve muy pequeño. Y no pensaron, cegados por el verano que en algún momento llegaría el frío invierno.
La materia no se crea, ni se destruye, sólo se transforma. Así como Manuel dejó de ser malhumorado, y ahora llora de la risa haciendo le cosquillas a esa linda muchachita. Así como Rubí dejo de ser una niña encerrada, y ahora busca excusas a cada minuto para salir tomada de la mano de su morocho. Así como el corazón de uno se convierte en un pajarito revoltoso que amenaza con salirse de su pecho al sentir el toque del otro. Así como los ojos del guitarrista se pueden convertir en ríos cascadas y lagunas ante recuerdos tristes, pero también se pueden convertir en sol, luna y estrellas, ante la cálida voz de la castaña. Así como la punta de sus dedos, se pueden transformar en fuego al contacto con la piel del otro.
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Justo así como la piel se convierte en cactus, al erizarse por la respiración del contrario. Así como la melancolía se convierte en alas, cuando tienes algo o alguien que te hace volar. Así como deja de ser la vereda, para ser su vereda, de los dos -aunque son como uno solo-. Así se transformas las flores, en ramos marchitos, y la suavidad en un efímero crujir. Los árboles ya no son verdes sino amarillos. Así como Rubí ya no le llama Manuel, sino cariño. Y Manuel, ya no pregunta porque esta aquí, porque sabe que es por ella y que se va a quedar siempre. Así se va la primavera, y se evaporan las pesadillas, se escabullen los ceños fruncidos como arena entre los dedos. Ya no queda el sabor amargo del recuerdo de cuando estaban separados. Solo hay mariposas, mucho viento y nubes con forma de flor. Es importante mencionar todo esto porque han cambiado. Se han transformado el uno al otro, y no ha sido nada fácil. Les ha tomado dos primaveras, tal vez tres, ya han perdido la cuenta. Además llego el otoño.
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DE PASO
El centro de la ciudad, tan bullicioso. nublado. desinhibido. No era lo que a Manuel le gustaba, ni a lo que Rubí estaba acostumbrada. En el centro de la plaza, una orquesta entonada un valse romantique de Debussy. En el centro de la plaza, el pelinegro dejaba cuidadosamente su guitarra en el suelo mientras se acercaba a la muchachita casi rubia. —¿Porque no tocas junto a la orquesta? —Preguntaba la chica de labios rojizos, mirándole con curiosidad. El guitarrista metió mus manos en los bolsillos, sacando un cadáver de flor, porque había adquirido esa costumbre de su princesa. Se la ofreció sonriente, radiante. —Dijiste que bailarías conmigo si te traía una rosa roja, he aquí la rosa más roja del mundo, esta noche la prenderás cera de tu corazón, y cuando bailemos juntos, ella te dirá cuanto te quiero. Rubí sonrío porque Manuel esta citando a su poeta favorito, pero se inquieto recordando el cuento del que salía el fragmento. Aun así, bailaron, las manos de Rubí en su cuello, balanceándose de un lado a otro, hipnotizado en aquellos músicos que interpretan
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LÁGRIMAS Y SUSPIROS LLENOS DE TI
aquella hermosa melodía. Pensando en que aunque hermosa y afinada no era tan perfecta como la que hacían ellos dos juntos. En que, entre montones de violinistas, piccolistas, percusionista y demás músicos, el único que producía música en ella. era Manuel. Y mientras tanto, Manuel, con los brazos alrededor de sus cintura, palpaba disimuladamente sus costillas, la sentía muy delgada, muy frágil, podía divisar sus clavículas del cuello de su blusa. Y ahí, viendo la ciudad, recordó aquellos tiempos que salía por las mañanas de la solitaria casa que alquilaba, a tocar en la plaza para ganar algunas monedas para poder subsistir, y por las tardes ir a la vereda, para poder sobrevivir, existir. Y pensó, sintiendo aquel alto, pero frágil cuerpecillo pegado al suyo, que era hora de volver a trabajar, porque él no era el único que debía subsistir. Porque a base de amor y mimos, por más que quiera no se sobrevive.
—Te conseguiré otra gata Rubí, igual de bonita, con los bigotes blancos...—Decía Manuel preocupado —¿Para que se muera de hambre, igual que Raspberry?— Negaba la castaña, llorando de enojo y tristeza.
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DE PASO
Acunaba el cuerpecito de aquel animal, antes se escapaba de sus brazos cada vez que la alzaba, y ahora reposaba inerte. —Ya ni siquiera podemos mantenernos nosotros, es solo cuestión de tiempo y... —Manuel la interrumpió. —Shhh... saldremos de esto, tranquilo, ven, vamos a enterrarla. —Susurraba, entrelazando sus manos, echándole andar al gran roble que tantas veces los había acobijado. —Rasp... mi Raspy...— Susurraba la muchacha de los aguados ojos avellana. Hicieron un hueco enorme en la tierra, de modo que cupiera también el amor por su gatita. La cubrieron de tierra, la sepultaron profundo, tan profundo, que pudiera estar cerca de las raíces del árbol, y lo sellaron con unas cuantas lágrimas. Rubí trajo claveles -sus favoritos- y los plantó encima. Manuel entonó melodías -las favoritas de Rubí- y dejo que llovieran sobre la tumba. Mientras tanto, un gato peludo y rubio al que llamaban Wilson, corría por la casa y el campo de flores, buscando aquella bolita de pelos negra.
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Saca la guitarra de su estuche, y empieza a andar -por el mismo camino de los últimos veintiún años-. Cuando llega a su destino, extiende un manta y se sienta en el suelo a entonar melodías. La gente pasa y lo ve, no escuchan la música, pero no sienten los compases. No se dignan a regalarle una mirada a darle una sola moneda. Quiere gritarles que Rubí esta tan flaca que se le van las costillas. Contarles que entra el invierno y sus frazadas están llenas de agujeros, sollozar porque Wilson no para de maullar lloriqueando por comida, suplicarles que miren sus ojeras negras y escuchen como ruge su estomago. Pero nadie lo hace. Piensa en los ojos avellana de su princesa, en sus manitas temblorosas. Se lleva las manos a las clavículas, siente los hueso sobresaliendo más de lo usual. Tiene que hacer algo, no por él mismo, sino por la muchacha que probablemente está en este momento acariciando los pétalos de una flor, con el ahora delgadísimo gato amarillo acostado en su regazo. Y entonces como última solución Manuel vende su guitarra.
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DE PASO
Entonces llegó el día en que Manuel no podía levantarse de la cama. La noche en la que los abrazos de Rubí no bastaban para calmar sus escalofríos. Abrían la puerta y como remolinos de nieve se mezclaban con los suspiros del amor, y el resultado eran sonrisas huecas. Esa misma tarde que el guitarrista luchaba por reunir energías para buscar de que vivir, sin lograrlo, una castaña trasladaba las poquitas flores que le quedaban a macetitas recién compradas. Mientras que Manuel dormía y deliraba por la fiebre, Rubí se cubría con su delgadas ropas, y salía a ofrecer sus flores, a quien, en medio de la nieve, las quisiera comprar. —Por favor, necesito que me compre esta rosa, para salvar otra rosa. —Suplicaba a los transeúntes. Pero su voz tan dulce, no sonaba como música para todos eso desconocidos, solo para Manuel. Nadie entendía porque alguien vendería una flor para salvar a otra, nadie sabía de su rosa. Esa misma noche, con sus brazos enredados en el tembloroso cuerpo de su amor, Rubí pensaba porque era tan difícil para los demás, entender lo importante que era su rosa.
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El amor duele más cuando sientes que el algún momento, no vas a tener en donde depositarlo. Cuando sientes el miedo de perder a alguien, el cariño se resbala por las cuencas de los ojos al mirarle, se palpa en los dedos al tocarle, cuando sientes este miedo, no sabes is deberías estar sonriendo porque aún lo tienes, o llorar porque pronto dejara de ser así. Tal vez, nunca debió de decirle su nombre en aquel campo de flores, nunca debió besarle con los ojos cerrados, nunca debió contarle historias para dormir. nunca caminar con él bajo la lluvia y pisar los charquitos en el suelo,nunca debió medir sus respiraciones mientras dormía. Y así, nunca sabría lo lindo que suena cuando él pronuncia su nombre, nunca hubieran visto el amanecer juntos, nunca hubiera podido verlo detrás de sus parpados al sentir sus labios, nunca causaría que el otro oyera su voz en sueños y lo llamara entre bostezos, nunca pensaría en él al ver la lluvia caer. No se daría cuenta de que, está exhalando menos veces de lo normal por minuto. Tal vez, si nunca se hubieran conocido, no estarían al borde del abismo, si nunca le hubiera dicho que lo amaba, que era su rosa, Manuel nunca hubiera vendido su guitarra, y estaría entonando melodías, y no tumbado
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respirando agitado en una cama. Tal vez, amarlo no fue más que matarlo, ya no podía hacer nada.
Manuel abrió sus ojos, es difícil, porque están pegados por las silenciosas lágrimas, cual si fueran pegamento. Encuentra a Rubí en una esquinita de la casa, con flores marchitas en la mano. —¿Me explicaras por fin que significa cargar pétalos marchitos en tus manos? —Significa que hasta la flor más preciosa se seca, hasta la rosa más roja perece. ¿Como explicar el tormento interno, ese remolino de sentimientos que corren por sus venas, impotente, ver cómo alguien exhala la vida?. Ira, tristeza abrumadora, desconcierto y desesperación, pero tiene que escoger un único sentimiento que se apodere de sus sentidos en ese momento. No puede con tanto, el corazón es monocromo. Y decide que va dejarse inundar de amor, ya después le hará paso al vacío, al absoluto silencio. Tiene el impulso de darle a Manuel su guitarra, que hagan música juntos por última vez, pero el instrumento ya no está.
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El pelinegro le mira, atesorando cada una de sus facciones en su mente y grabarlas en su corazón. —Si voy al cielo, le contare a los ángeles que te le les haz escapado. Y Rubí ríe melancólicamente, enredando sus dedos en el cabello color carbón del contrario. —Si vas al cielo, saluda por mi a todas las flores que encuentres. —¿Hay flores en el cielo? —A donde sea que tu vayas las hay. ¿Acaso no lo haz notado? —La castaña sigue riendo suavecito. Es imposible saber cual es la última palabra que se le oirá decir. —Te adoro. —Es inevitable que las lágrimas aparezcan. —Te adoro también, se supone que yo era el que estaba solo de paso, no tu. Se supone que tu nunca te irías de esta vereda. —Se invirtieron los papeles. Rubí, tienes que ir al centro de la ciudad y conseguir un lugar donde vivir bien, prométeme que lo harás, pero la castaña negó suavemente. —Rubí... —Esta es mi vereda y de aquí no me voy.
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Entonces Manuel tuvo la necesidad de gritar, de arrancarle veintiséis pétalos a veintiséis margaritas. No podía irse de este mundo, si su princesa iba a quedarse desamparada. Unió todas sus energías y fuerzas, para resistir su inexorable fin. Pero ya era demasiado tarde, ya podía escuchar la melodía del otro lado. Cerró los ojos, y sintió el tacto delicado de Rubí en su rostro, sus labio, cual si de pétalos de rosa se tratasen, dejando besos cubiertos de lágrimas por toda su cara. Extendió su mano, tomando los claveles que Rubí había dejado junto a su cama, y los apretó entres sus dedos, a punto de dar su último aliento. —Manuel, no aplastes las flores. —Sollozaba la muchacha. Manuel sonrió, feliz de que lo último que oiría sería aquella voz que era para él como música y dio una última calada de vida antes de irse. Una tumba fría, era lo único que quedaba, ya no se podía ver, porque estaba oculta bajo metros y metros de tierra. Allí, abajo de la sombra de aquel cedro que alguna vez los hizo bailar, amarse, llorar, reencontrarse, soñar... ahora veía a Rubí despedazarse. Casi podía jurar que oía la voz de Manuel a su lado.
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Se la pasaba murmurando aquello que tanto solía repetir, y esto era: —Háblame de esos dos que se enamoraron en un campo de flores. La castaña medio sonríe, con los ojitos de avellana, inundados de melancolía, y le hablaba a la nada, a las nubes, quizá, al césped, al campo de flores. —Había una vez un guitarrista con el pelo negro como el carbón, con los dedos largos como los minutos cuando esperas una noticia. Estaba siempre solo ¿Porqué? No lo sé. Siempre me lo pregunto, si alguien tan maravilloso como él, debería estar rodeado de gente. Entonces un día, conoció a una muchacha sin nada especial. ¿Porque se fijo en ella? Tampoco lo sé. Pero ver a una persona todos los días tiene sus consecuencias, porque una rutina silenciosa puede encadenarte a alguien. Así fue como el guapo guitarrista, encantó a aquella muchacha. Ella sin gracia, que solo tenía una extraña afición a las flores. Porque bueno, cuando alguien hace música para ti, o más bien, cuando alguien te convierte en su música es inevitable enamorarse.
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Pero la muchacha era tonta, era distraída, tal vez en ese momento solo pensó en ella. Era tan ilusa, que creía que aquel guitarrista no lo quería tanto en verdad, que podría vivir sin ella, y lo dejó por unos días, se fue. Entonces, sintió que le hacia falta la mitad de su corazón, y que no podía acariciar el pétalo de una flor sin pensar en él. Lo veía a través de la ventana, vacío, silencioso, entonando melodías con su guitarra. Así supo de no podían estar separados, porque se pertenecían el uno al otro. En las vidas pasadas, en esta y en todas las que le seguirán, así que volvió con él. Una mañana simplemente volvió a su lado, temerosa de que el guitarrista ya no la quisiera, que la odiara o peor aún, de que le fuera indiferente. Pero pasó lo contrario, porque el guitarrista, ese que tiene el nombre de un ángel, Manuel, la amaba el doble, el triple, el cuádruple. Manuel, aquél ángel guitarrista, estuvo dispuesto a dejar su vida como era, por ella. Pero que ilusos fueron ¿no?, fue como sumergirse en el océano, es tan fácil caer y caer más profundo, pero es tan difícil levantarse. Entonces, aquella muchacha tonta, aseguraba orgullosa ser la dueña de una rosa, se creía que era la mejor cuidándola, protegiéndola. Vaya ironía porque
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Manuel era mi flor, y más bien, murió cuidándome a mi. Al fin y al cabo, ¿Quien era la rosa de quien?. El guitarrista se fue, y me dejó tantas melodías grabadas en la cabeza, pero ninguna se me hace adecuada para tararear sobre su tumba. Solo quiero que vuelta, solo añoro que me mire otra vez, que me perdone, por aparecer solo a traerle desgracia, por ser el causante de su ausencia. Y entonces los pájaros de arremolinaron a su lado, cantando para esa castaña, que lloraba bajo la sombra del roble. Uno de esos pajaritos, trinaban sin parar. Trataba de decirle: —¿Porqué dices eso? ¿Acaso no eres consiente de la dicha que causaste en el? ¿Te das cuenta de que lo llenaste de tanto amor, que su corazón era demasiado grande para caber en ese hueco de tierra? Lo que pasa es que nadie se detiene a oír a los pájaros y sus melodías insistentes, nadie escucha lo que quieren decirles. Rubí se acuclilló frente aquella flor que había traído de su casa, esa que había escondido y atesorado por años.
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DE PASO
—Llévame de vuelta con mi rosa, Por favor, quiero estar donde esta mi Manuel. —Le dijo a la flor y esta aceptó, temerosa, pero bondadosa para con la muchacha. Era una flor de ricino, una de esas bolitas rojas, que son solo una gotita de su veneno, convierten el cuerpo en un frasco vacío. Y así, dejó que Rubí la tocara, y le dio un poquito de su veneno, lo suficiente para que se fuera con su guitarrista de ojos cafés. Entonces aquella castaña, le sonrió por última vez a su vereda, y se dejó caer sobre aquel lecho colorido, sin importarle si estaba aplastando las flores.
Pasa que crecieron amapolas sobre el cuerpo de Rubí y hecho raíces el cedro sobre la tumba de Manuel. Y durante la noche en la vereda no había música, ni nadie admirando las flores. Porque falta el muchacho que era una estrella negra en un cielo blanco y la muchacha, que era una margarita en un campo de rosas. Por las madrugadas se puede ver deambular a un mínimo amarillo por el campo abandonado, y en ocasiones llueve tan suave que parecen que cayeran del
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cielo pelitos de gato. Inclusive a aveces se asoma el sol, no muy seguido, porque extrañaba la hermosa música de la vereda. Pero cuando lo hace se mezcla con la llovizna, y nace el arco-iris. Así, bajo todos esos colores, cantan las aves, puras melodías tristes y de corazones rotos. Había un vacío en el campo en el hermoso campo de flores.
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HOLA CHIQUI...
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¡Hola chiqui! Hoy te vi hablando con tus amigos, y déjame decirte que tienes una linda sonrisa. Sonrisa que ya no puedo sacar de mi cabeza, en serio es muy linda. Atte: El que ama tu sonrisa.
Hola chiqui... Ayer tiraste mi notita, no sé porqué, espero que no hagas lo mismo con esta. Atte: Un chico dolido.
¡Hola chiqui! Tu cara de confusión me causa mucha gracia. ¿Porqué tan confundida? ¿No puede haber alguien que te quiera? Atte: Alguien que te quiere.
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HOLA CHIQUI...
Hola chiqui. Te sigues sorprendiendo con las notitas, de verdad no lo entiendo, pensé que era normal para ti tener admiradores secretos. Solo mírate eres tan linda. ¿Yo escribí eso? Carajo, no tengo corrector, tal vez puedas ignorarlo y ya. Atte:: Alguien avergonzado y si corrector.
Hola chiqui. Puedo seguir diciendo tonterías, para que sonrías como ayer. ¿Mencioné que tu sonrisa es hermosa? Da igual, es hermosa. Atte: Alguien encantado por tu sonrisa.
Hola chiqui... Ayer te vi muy pegada a Carlos, ¿Son algo? No creo poder soportarlo si es así. Atte: Alguien celoso.
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Hola chiqui... Vi tu cara de enojo con la notita de ayer, y además de ser tierna, también me causó tristeza. No quise decir algo que te moleste, lo siento. Atte: Alguien arrepentido.
Hola chiqui... Mi anterior notita no la leíste y directamente la tiraste a la basura. ¿Porque? ¿Hice algo malo? De verdad lo siento. Atte: Alguien triste.
Hola chiqui... Ayer te vi besándote con Carlos. Él es el problema ¿no? Me alejare si me lo,pides, pero por favor, no me lo pidas, no lo soportaría. Atte: Alguien que quiere permanecer contigo.
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HOLA CHIQUI...
Hola chiqui... No sé si el problema soy yo o es él. Y como yo no he hecho nada, supongo que es él. ¿No es así? Atte: Alguien confundido.
Hola chiqui... Noté que hoy no fuiste a la escuela, ¿Por qué? ¿Estas bien? Espero verte mañana, con tu sonrisa. Atte: Alguien que te extraña.
Hola chiqui... Faltaste hoy otra vez. No sé que te pasa. No me quiero preocupar. ¿Debería? Atte: Alguien preocupado.
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LÁGRIMAS Y SUSPIROS LLENOS DE TI
¡Hola chiqui! ¡Volviste! Pero tienes moretones en todos lados y tus ojos hinchados. Ahora si estoy preocupado, ¿Estás bien? ¿Quién te hizo eso? Atte: Alguien demasiado preocupado
No sé quien eres, pero deja las notitas ya. A mi novio no le gustan ni a mi tampoco. No te conozco, así que deja de preocuparte por tonterías que no te incumben. Sé feliz. —Gabriela.
Hola chiqui... Puedo creer que a él le molestan, pero no a ti. Sonreíste más de una vez por ellas ¿Por qué mientes? ¿Él te dañó?. Yo podría hacerlo si es así. Atte: Alguien protector.
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HOLA CHIQUI...
Hola chiqui... No me hagas esas caras, no infles tus mejillas porque puedo morir de amor. Y es verdad lo que dije ayer, podría matar por ti, créeme. Confía en mi aunque no me conozcas, no dejaré que nadie te haga daño, pequeña. Atte: El protector. P.D. Así me llaman mis amigos.
¡Hola chiqui! Yo ya sabía que mis notitas te gustaban, tu sonrisa te delata por más que trates de esconderla. No debes esconderla, es hermosa. Lo que no es hermosa es la forma en la que te trató Carlos. Dime Gabriela, ¿Él te hizo aquello en el ojo? Atte: Alguien enamorado de tu sonrisa y enojado al mismo tiempo.
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Hola chiqui... No me gusta que faltes tú y Carlos. En serio no me agrada nada, temo por tu bienestar. Si lees esto algún día, respóndeme por favor. Atte: Alguien asustado.
Hola chiqui... No me puedo concentrar si tú no estas en el banco de adelante, extraño tu figura tapándome lo que dice el pizarrón. ¿Puedes volver? Estoy muy preocupado. Atte: Alguien que quiere que vuelvas.
Hola chiqui... Bien, van tres días, no se que pasa. Carlos ya volvió, pero tú no ¿Por qué? Atte: Alguien demasiado preocupado.
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HOLA CHIQUI...
Hola chiqui... Hablé con tu amigo Frank, me dijo que mañana volverías. Si es así y lees esto, por favor déjame ayudarte. ¿Los moretones te los hizo Carlos? Sólo asiente o niega con la cabeza. Prometo que todo estará bien. Atte: Alguien que cumple con su palabra.
Gabriela, quien tenía lentes de sol, miró a todo su alrededor. Nadie la estaba mirando fijamente, y de verdad se preguntaba si este chico misterioso la estaba viendo. Se quito los lentes, dejando ver su ojo morado y esperanzada, asintió.
Hola chiqui... Me faltó demasiado para ir y partirle la cara a ese tipo. Suerte que no había ido, sino no estaría vivo. Te prometo que ahora en adelante, nadie te hará daño, chiqui, quiero verte sonreír. Atte: El protector y alguien que cumple su palabra.
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Hola chiqui... En serio necesitaba ver tu sonrisa de nuevo, espero que nunca desaparezca. Ya pronto le daré su merecido a Carlos. Está faltando demasiado, quizá sabe lo que le espera. Atte: Alguien va al gimnasio desde los catorce.
Hola chiqui... Podría acostumbrarme a tu sonrisa y a tu cara sorprendida, en serio eres adorable. ¿Tan raro es que vaya al gimnasio desde los catorce años? Jajajaja Ah, por cierto, veo que ese moretón no baja, te dejo algunos anestésicos y una crema que ayuda a ello, espero que nadie la saque de su casillero. Espero que no se caigan de la bolsita que pegué con cinta, creo que no fue buena idea pegarlo. Atte: El paramédico.
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HOLA CHIQUI...
Chico misterioso... No debiste haber golpeado a Carlos ayer, creo que con lo que le había golpeado yo era suficiente. Aunque tengo que admitir que verle corriendo con la nariz y la ceja sangrando, me dio un poco de alegría. Solo un poco. Gracias, y me gustaría saber quién eres, en verdad. —Gabriela
Hola chiqui... ¿Te he dicho que me emociono cuando veo un papelito tuyo en tu casillero? Es como raro que me respondas, pero me encanta. No agradezcas, soy el protector, ¿Recuerdas? Y nunca sabrás de mi, o al menos por ahora no. Atte: El chico misterioso... y el de tus sueños.
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Gabriela llegó a su casillero sonriente, esperando por una nueva notita. Se sorprendió al no ver nada pegado en la puerta de su casillero, pero pensó que capaz lo había metido por los agujeros de ella. Lo abrió esperanzada, pero solo encontró un par de libros y el almuerzo de hoy.
Al día siguiente, estaba esperanzada en encontrar una de esas notitas así que volvió a revisar, y nuevamente, sólo libros y un sándwich de salami y queso.
Gabriela ya perdía las esperanzas de que las notitas sigan llegando a su casillero. Ya habían pasado tres días sin ellas, y sentía que le faltaba algo ¿Había hecho algo malo?
Hola chiqui... Siento haber faltado estos días. No me siento bien, nada bien, tal vez sólo necesito un abrazo. Atte: Alguien triste.
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HOLA CHIQUI...
Hola chiqui... Tengo que decirte que el verte desesperada, mirando para todos lados tratando de encontrarme, me causó mucha ternura. Creo que si después de casi un mes no me viste entre la gente, menos lo vas a hacer ahora. No estoy mejor, pero gracias por preocuparte, o al menos eso entendí con tu mirada. Atte: Alguien a quien le sacaste una sonrisa.
Hola chiqui... ¿Sabes? hoy se cumple un mes desde que empecé con esto, y no sé porque, pero eso me hace sentir mejor. Gracias por no alejarme, en serio tu sonrisa es la luz entre tanta oscuridad. Atte: Alguien agradecido.
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Hola chiqui... Deberías de superarlo, no me veras entre todas las personas. Siempre estoy demasiado cerca y nunca me notas. Deberías investigar o algo. Atte: El chico cercano. P.D. Si, ya estoy un poco mejor, pero un poco nada más, no es fácil esto para mi.
Chico misterioso... ¡Tienes razón! voy a investigar, se que estás en mi clase y que no estas delante mio. Tal vez sea demasiado complicado, porque yo me siento casi al frente de todo. Deséame suerte. —Gabriela.
Hola chiqui... Te desearía suerte, pero jo quiero que me encuentres, la verdad. Sería demasiada vergüenza. Atte: Alguien tímido.
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HOLA CHIQUI...
Hola chiqui... Tal vez puedas pedirle ayuda a Frank, creo que él es el único que sabe quien soy. Lo siento, pero lo chantajeé con que le conseguiría una cita con Alex si no decía nada. Atte: El chico listo y chantajista.
Hola chiqui... Me dolió el hecho de que le hablaras a Carlos. ¿Después de todo lo que hizo? No lo puedo creer. Atte: Alguien decepcionado.
La última clase del día había comenzado y Samuel sonrió al ver como Gabriela se acercaba feliz con la notita en su mano. Aunque volvió a un rostro de seriedad cuando se acordó de lo sucedido ¿Cómo puede ser posible que vuelva a hablar con la chica que le hizo tanto mal? Samuel no lo comprendía.
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Comenzó a hacer los ejercicios de matemáticas en su cuaderno, cuando una bola de papel cayó directamente en él. Miró para todos lados, sin saber de conde había caído, nadie lo miraba y la abrió. Chico misterioso o bueno, Samuel Tu chantajeaste a Frank, yo lo hice con Carlos para que me diga. No fue fácil volver a besarlo, pero creo que valió la pena si puedo saber quién eres. Y no tengas vergüenza. —Gabriela. Samuel levantó la mirada, y Gabriela lo miraba atento y con una sonrisa. Su respiración se había cortado.
Hola chiqui... No puedo creer que sepas quien soy. Que vergüenza ¡Dios! Me cambiare de salón o ¡No sé! pero estoy emocionado al mismo tiempo. Atte: Un chico avergonzado.
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HOLA CHIQUI...
Hola chiqui... Si, he faltado un día, porque no sé como enfrentarte, como verte a los ojos. Lo siento. Es que tu eres tan tú y... yo soy tan yo. Atte: Yo.
Hola chiqui... Antes de que Samuel pueda seguir escribiendo, una mano atrapó el bolígrafo que este tenía. Miro hacía el bolígrafo, y Gabriela estaba sonriendo a lado suyo. De verdad no sabía como actuar, su presencia lo ponía nervioso, al punto de que sus manos suden y su corazón lata tan rápido que pareciera que va a salir de su pecho. Estaba enamorado de Gabriela, y las mariposas revoloteaban por todo su cuerpo. Samuel quiso salir corriendo, pero Gabriela lo detuvo del brazo —Samuel ¿Qué haces? No puedes correr de mi. — Dijo Gabriela riendo, viendo la nuca de otro, ya que se negaba a voltear.
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—No... no perdía nada con intentarlo. —Habló Samuel nervioso, y aun dándole la espalda a Gabriela. —Por lo menos mírame cuando me hablas ¿No? Ya que quieres huir de mi. —Samuel se giró lentamente, con la mirada baja y las manos temblorosas. Era realmente tímido y moría de vergüenza cuando la chica que le gustaba se acercaba a él.
—Mírame... —Samuel negó. —Samuel... —Respondió Gabriela alargando la “e”. El otro, poco a poco fue subiendo la mirada. —¿Que es eso? —Samuel señaló algo detrás de Gabriela, logrando que este diera la vuelta. Él aprovecho para salir corriendo.
Gabriela se insulto internamente por ser tan tonta y caer en ese juego, pero sonrió, Samuel era realmente muy tierno.
No puedo creer que hicieras eso, Samuel. Y no puedo creer que haya caído. Algún día tenemos que hablar, ¿Lo sabes, no? Antes mejor ¿Tú no quieres? —Gabriela.
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HOLA CHIQUI...
Hola chiqui... Soy muy tímido ¿Vale? Dame tiempo. Y sí, quiero, por eso es tan complicado, tú eras tan tierna y linda, yo soy solo una molestia. ¿Para que hablar? Pero bueno, si así lo quieres... no me podría negar tampoco ¿Cierto? ¿El sábado en el café de Flor? (Sí, tu prima me conoce pero no sabe nada de esto). A las tres. Sólo asiente o niega. Atte: Alguien que tiene mucho miedo y timidez. P.D: Espero que no me odies después de esta “cita” P.D 2: ¿Es una cita? P.D 3: No quiero ilusionarme, pero puede ser una cita ¿No? P.D 4: Como no oí un no, entonces es una cita.
Samuel, estaba sonriendo entre toda la multitud al ver a Gabriela asentir felizmente, no lo podía creer.
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Sábado. Sus nervios recorrían todo su cuerpo. No podía creer que después de tanto tiempo, tenía una “cita” con Gabriela. Aquella hermosa chica de la cual siempre estuvo enamorado, pero nunca tuvo la valentía para hablarle. Su corazón latía fuerte y rápido, sus manos sudaban y temblaban, sentía que su cuerpo iba a desfallecer en ese momento, lo confirmó, cuando vio como Gabriela se acercaba tranquila, a paso lento pero seguro. Yendo directamente hacia él, con una sonrisa que poco más, y Samuel moriría de lo hermosa que le parecía.
—Hola. —Habló Gabriela. Le sonrió, y el mundo de Samuel se vino abajo. —Ho...ho...hola. —Hace mucho no tartamudeaba al hablar con alguien. Era muchísimo más fácil escribir papelitos para dejarlos anónimamente en su casillero.
Gabriela rió por aquello, y Samuel se había enamorado de ella por milésima vez.
—¿Entramos? —Samuel asintió, dejando lugar a que Gabriela pase primero. Ella agradeció con un asenti-
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HOLA CHIQUI...
miento y entraron al hermoso lugar que era el café, la cual la dueña era la prima de Gabriela. Aunque hoy no estaba presente. Se sentaron en una de las mesas que estaban junto al ventanal, especial para solo dos personas. Se quedaron mudos, mirándose como si sus ojos, fueran un universo distinto al suyo.
—Buenas tardes. —Dijo el mesero al acercarse, les dejo los menúes y volvió por donde vino. Ambos chicos agradecieron aquello. —¿Tú que vas a pedir? Te recomiendo el café especial del lugar...Es realmente delicioso, debería estar prohibido. —Gabriela lamió sus labios con deseo al recordar el delicioso sabor de aquel café. Sin duda era su favorito, Samuel había desfallecido ante tal acción.
En realidad todo lo que haga la chica era motivo de un desmayo cerebral para él. Si es que todo en Gabriela era tan... Gabriela. Ni siquiera su propia persona podría encontrar un adjetivo que quede tan bien con ella. Hasta perfecto se quedaba poco con lo que Gabriela era para Samuel.
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—¿Samuel? ¿Hola? —Con un chasquido, el mayor volvió a la realidad, moviendo la cabeza para sacar todos sus pensamientos. —Emm... si, probare ese café. —Dijo no tan seguro, sin saber muy bien que era lo que había dicho Gabriela, pero con la sonrisa que le regaló la menor, supo que le había atinado. Llamaron al mesero y pidieron dos cafés de la casa. El hombre asintió y volvió a retirarse. El silencio gobernó la mesa. Ninguno decía nada, sólo se miraban y con ello era suficiente para hacerse sonreír de manera tierna y avergonzada. Samuel estaba que moría, y Gabriela, sentía en su estomago cosas que hace tiempo no experimentaba.
Hola chiqui... La he pasado realmente bien el otro día. Lamento si estuve un poco callado al principio, pero es que los nervios me consumían. Pero ya después entre en confianza ¿Eh? Atte: Alguien demasiado feliz.
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HOLA CHIQUI...
Samu... Es tonto que me sigas escribiendo, pero al mismo tiempo lindo. Así que yo también te voy a responder de la misma forma, a pesar de que ahora estas en frente mio y no te das cuanta de que esto que escribo no es la tarea de inglés. También la he pasado muy bien el sábado, mucho más de lo que esperaba en realidad. Muchas gracias por esa hermosa tarde. ¿Que tal, si nos volvemos a ver el viernes? Tengo algo muy importante que decirte. —Gabriela.
Hola chiqui... No me recupero del sábado todavía, ¿Y ya te quieres juntar de nuevo? Lo que sea para ver esa sonrisa tonta que se te forma con mis tonterías y chistes malos. ¿A las ocho en el café de tu prima?Asiente, no hace falta que respondas, las notitas son solo mías y de nadie más. Atte: Alguien egoísta.
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Hola chiqui... Aunque nos vemos todos los días en clase, ¡No veo la hora de que llegue el viernes de una vez! ¿No se pueden adelantar dos días? Recién estamos a miércoles, no es justa la espera. ¡YA ESPERÉ MÁS DE UN MES POR TI! En realidad esperaría más si fuera necesario Atte: El chico que espera.
Gabriela sonrió, buscó entre la gente a Samuel y negó con una sonrisa. Ambos se rieron. Realmente Samuel era el mejor chico.
Hola chiqui... Ya jueves. Creó que podre soportarlo. Es que la curiosidad me consume, deberías saberlo ya. Te he contado varias cosas sobre mi el sábado pasado, de seguro habré dicho eso. Atte: Alguien curioso.
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HOLA CHIQUI...
Hola chiqui... ¡Al fin! Hoy nos veremos, sólo un par de horas más que tengo que esperar. *Inserte carita llorando* Atte: Alguien ansioso.
Nuevamente, ambos chicos se iban a juntar en aquel café. Se veían todos los días, pero salir sólo ellos dos era algo mucho más especial. Samuel, como siempre puntual, esperaba a Gabriela prado en la puerta de aquel café. Hoy tampoco estaba su prima y comenzó a pensar que tal vez, Gaby le hablaría para que no fuera, porque era raro que no estuviera los viernes, cuando más clientes hay. A lo lejos vio Gabriela caminando a paso rápido. Samuel le había dicho que le molestaba la gente impuntual. La verdad era que le molestaba, si, pero si era Gabriela la que llegaba tarde, poco le importaba. Como le había dicho en su notita, esperaría todo el tiempo del mundo por ella.
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LÁGRIMAS Y SUSPIROS LLENOS DE TI
—Hola... —Hablo suave Gabriela, con algo de culpa por llegar tarde. Bajó la mirada y Samuel, sintió que el corazón le latía a mil por hora, y las sensaciones le recorrían cada parte de su cuerpo, las mariposas que sentía en el estomago eran muy potentes, y luchaba por no morir de un ataque de nervios.
—Tranquilo, no llegas tarde. Adelanté el reloj de tu celular hoy en clases. —Samuel rió por la cara de no creerse de Gabriela. Sin duda la chica tenía su corazón ganado y más.
Hola chiqui... Aun no puedo creer que me hayas besado. ¡Y el que me hayas dicho que te gustaba! ¡Dios, eres lo mejor que me ha pasado en este año, sin duda! Te quiero mucho, de verdad. Atte: Samuel
—¿Qué haces, guapo? —Gabriela abrazó a Samuel por detrás, dándole un suave beso en la mejilla. El mayor ocultó la hojita en su bolsillo, y se volteo para ver el
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HOLA CHIQUI...
rostro de la persona, que ahora alegraba sus días, sus noches y toda su vida, con solo verlo. —Le escribía una carta anónima a alguien...—Dijo con picardía, rodeando la cintura de la chica con sus grandes brazos. —¿Ah si? —Ambos rieron por la tontería que le había agarrado Gabriela al decir aquello. —Esa persona tiene mucha suerte al tenerte de admirador secreto ¿No? —Dijo la menor, acercándose un poco más a Samuel. —No lo sé... lo que si, es que tiene al mejor novio del mundo. —Ambos rieron y se callaron mutuamente con un dulce y suave beso, que hacía dar vuelta su estómago y que las mariposas se multipliquen por mí. Samuel estaba perdidamente enamorado de su chiqui.
Hola chiqui... ¿Hace cuantos años no hago uno de estos? Varios ya. Y te preguntaras ¿Que es esto que estas leyendo?¿Y por qué te escribo una carta y no te lo digo? Lo que estás leyendo ya te vas a ir dando cuenta de qué es, pero sabrás muy bien el porque lo hago en forma de una carta.
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LÁGRIMAS Y SUSPIROS LLENOS DE TI
Nuestra relación empezó así, con cartitas tontas y cortas que dejaba en tu casillero anónimamente ¿Lo recuerdas? Porque yo lo hago perfectamente. Aquel día recuerdo que estaba sumamente nervioso, no sabía como podías reaccionar, y al verte sonreír mi corazón simplemente se detuvo un segundo y comenzó a latir rápidamente, eras perfecta, lo eres y siempre lo serás. Tal vez deba apurarme, si es que no quiero pasar mucho tiempo en una posición que no es muy cómoda para mi, pero no importa porque obtendré lo que tanto he querido desde hace mucho tiempo. Gabriela... mi chiqui... eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Cinco años junto a ti me hacen pensar en que tengo la mejor suerte del mundo en encontrarte y el tenerte conmigo. Así que...chiqui, ¿Podrías darte la vuelta? —Joder...—Gabriela se giro,sintió como las lágrimas salían de sus ojos, las emociones que sentía en ese momento eran inexplicables, al ver a Samuel arrodillado con una cajita en su mano. —Gabriela... chiqui...¿Te casarías conmigo? —Y decir que el corazón de Samuel se colmo de alegría y los nervios comenzaron a aflorar de su ser para saber que Gabriela acepto pasar toda una vida con su amado Samuel. El chico de las notitas.
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LOVE’S GAME
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Sandra. Decir que no dolía tan profundamente, que sentía que mi corazón podría desquebrajarse en cualquier momento, era mentir completamente, pero por un segundo, tan solo por un instante, dejé eso de lado, ya que... ¿Qué importancia puede tener que algo que yo he provocado inconscientemente, duela tanto que desee morir? Nada, verdaderamente nada.
—¿Estas bien? — Escuché un susurro, un bajo sonido de voz quebrada. Claro que no lo estaba. ¿Como sentirse bien, al fin y al cabo? —Si. —Reí, de esa forma rota que sale cuando tan solo quieres llorar, noche tras noche hasta que acabe tu vida. —Yo no te veo bien. —Quería gritar en ese momento. Decirle que me importaba una mierda lo que el pensase o cómo me viese, pero me calmé a mi mismo, recordándome que todo era mi culpa. Mi maldita culpa, por haberle dejado marchar, por haber jugado con el amor. —Ya bueno... —Conteste simplemente a la par que suspiraba. Deseaba salir de allí, o en cualquier momento me vendría abajo delante de ella, y esto posiblemente lo empeoraría mucho más.
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LOVE´S GAME
—Me iré a casa. —Esa simple clase, desató el caos dentro de mi, no sabía si podría soportarlo. Me recordé a mi mismo tiempo atrás, con mejillas sonrojadas por sus indirectas, hasta qué yo ya no podía más y acababa arrastrándolo a mi departamento para entrenarme en cuerpo y alma; me quise voltear para suplicarle que viniese conmigo, pero recordé que ella ya no era mía, así que solo seguí caminando por aquella oscura calle de Madrid, mientras sentía como mi corazón se rompía a cada diminuto paso, como las fuerzas abandonaban mi cuerpo, como mis ojos quemaban cada vez más, como mi alma, el aura que me rodeaba, se disipaba lentamente, dejándome desgarrada por el dolor. Me lo merezco, porque todo fue mi culpa. Dolía de una manera tan indescriptible. Allí estaba yo, una mujer derrotada llorando en su almohada, mientras suplicaba como una niña pequeña, que ella volviese a mi lado. Mientras deseaba volver a tener sus labios chocando con los míos, recorriendo cada parte de mi cuerpo, haciendo que me volviese loca, pero no. Porque una maldita estúpida lo había arruinado todo, una maldita imbécil que no sabía lo que tenía hasta que lo perdió. Y que tras saber que lo había perdido, lo dejó ir sin poner resistencia alguna, porque ya la había cagado lo suficiente. Suspire mientras me incorporaba en otra posición, para que mi rostro no se mojase por culpa de la humedad de la almohada.
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¿Cuantas veces me había perdonado? ¿Cuantas veces me había dicho que no pasaba nada, y se marchaba a su habitación a llorar y llorar, sufriendo en silencio? ¿Cuantas veces me mostró una sonrisa tan llena de dolor, miedo a no ser suficiente, una sonrisa verdaderamente rota, por mi culpa? ¿Cuantas veces vi sus ojos dejar de brillar cuando yo llegaba con una nueva marca bajo mi ropa, color rojiza o morada, o me susurraba suavemente que olía distinto, como a perfume? Mas el nunca me objetó, solo me daba un beso en la frente y se marchaba a su habitación, para llorar toda la noche, o así lo sentía yo. Yo estaba acostumbrada a jugar el famoso juego del amor , ir de flor en flor pues no da dolor, pero todo cambio cuando ella, Leslie, apareció en mi vida. Aquella distracción, aquella manera de jugar, aquella forma de sentirme poderosa ante las personas, mientras yo fingía que amaba a alguien para después ver como se quedaban derrotados por mi partida, todo eso desapareció al ver como sus ojos brillaban al verme. Poco a poco fui queriendo más de ella, no sólo su cuerpo como usualmente solía pasar. Primero era físicamente, quizá curiosidad, ya que yo nunca había tratado con una mujer, fue por eso que me dije a mi misma que saciarme estaba bien, culminar mi curiosidad de la mejor manera. —Jugar cambiando las reglas es lo más normal del mundo. —Me tranquilicé.
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Y lo disfruté. Realmente lo hice. Aunque también me dolió, mayormente al sentir como ella invadía todo mi ser sin que yo hiciera algo. Tiempo después, me encontraba a mi misma preguntándome que estaría haciendo, donde estaría, con quién. De alguna forma u otra, ella siempre estaba en mis pensamientos. —Esta bien Sandra, solo es porque fue la primera mujer en tu cama. —Me repetía una y otra vez, cuando el pánico me golpeaba como una ola con gran fuerza. Pero no era así, y ya era hora de me dejase de engañar. Pero no podía llamarla. Porque ambas acordamos que solo iba a ser una vez, porque ella no era lesbiana, ni yo tampoco, solo era curiosidad, solo una atracción momentánea, solo un juego como cualquier otro. —¡Que tonta fui! —Me grite mientras me levantaba de la cama. Me estaba ahogando con mis propias lágrimas, en mi propio dolor. Quería parar, pero cada vez que lo hacía, el corazón se volvía pequeño, el nudo de la parte superior de mi estomago volvía y la respiración se me dificultaba. “La jugadora cayó empicada en su propio juego, y no pudo hacer nada para evitarlo.”
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Al final de aquel día en el que las dudas me invadían, decidí salir a la discoteca donde la encontré, con la esperanza de que ella estuviese allí, aunque no fuese buscándome a mi, sino a alguna otra persona con quien divertirse. “¿Porque aquella idea de repente lo hacía sentir pequeño? ¿Por qué me parecía tan horrible cuando yo era la primera en hacerlo semana tras semana?” Fácil. Fácil y escalofriante. Esta tirando mi juego abajo por Leslie, por aquella pelinegra de ojos negros. Corrí por aquellas transitadas calles de Madrid hasta llegar a aquella famosa discoteca. Entre sin dudar, con la respiración agitada por toda la corrida dada anteriormente. Y allí estaba ella, besando a un imbécil, Suspiré decidida a darme la vuela y alejarme, sin decir palabra alguna, sin hacer nada. “Un juego, solo eso”, mas cuando estuve apunto de hacerlo, ella vino por mi, y antes de que me pudiese dar cuenta, estábamos ambas en el asiento trasero de un taxi camino a su casa, ella mascullando cosas sin sentido y que no entendí, seguramente por la cantidad tan grande de alcohol. Llegue y sin dejarle hablar la arropé.
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–“¿Que carajo había pasado conmigo, en vez de estar disfrutando una buena noche de sexo, de experimentar, de jugar, estaba arropándola?”– Negué incrédula. Realmente esto dejaba de ser un juego de pasos agigantados, esto se me estaba saliendo de las manos. Fui a la cocina en busca de alguna pastilla para el dolor de cabeza que seguramente tendría el día de mañana, y es que la chica de pelo negro estaba a una cuba de una congestión alcohólica. Puse un vaso de agua, junto con la pastilla en la mesita de noche, y un balde en el lado derecho de la cama por si vomitaba, que era lo más probable. –¿Cómo he acabado en esto? –Había ido a buscarla a la maldita discoteca, vestida prácticamente con una pijama, había recorrida media ciudad en un taxi con ella y ahora estaba en su casa, cuidando de ella ¿Qué había pasado con mi antigua yo? Me decidí a abandonar la habitación, pero me detuve cuando ella susurro algo como un –Te haría mía. Pero mañana. Hoy todo la vueltas y... juraría que veo estrellas. – Yo solté una carcajada estrepitosa, y esta bien si abandoné la casa. Le había dejado un nota , corta y concreta, esperando que la vea.
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Una parte de mi, se sentía feliz, radiante; mientras tanto, la otra, se sentía vacía y con demasiado temor. Al día siguiente me llamó, para agradecerme de que hubiese cuidado de ella cuando a penas podía mantenerse en pie por sus propios medios. No sé como, pero ambas acabamos en un café en mitad de Madrid charlando de trivialidades, como si fuéramos amigas de toda la vida, olvidando que ambas éramos un simple juego de la otra, aunque por mi parte, llevaba dudándolo desde prácticamente el primer encuentro. Apenas y sin darme cuenta,Lisy, como ahora le llamaba, paso a ser una de las personas más importantes de mi vida, por no decir la más importante. Nuestra relación era extraña, por no decir más. Nos tratábamos como mejores amigas que pasaban prácticamente todo el día juntas, pero cuando la noche alcanzaba su punto máximo, buscamos desesperadamente contacto con la otra. El roce de nuestros cuerpos, el choque de nuestros labios, el encuentro de nuestros ojos era algo que necesitábamos día tras día. En cambio, por la mañana actuábamos como si nada pasara. Y eso estaba bien. Al fin y al cabo solo era un juego, Porque si, me había jurado a mi misma que esto solo sería un juego, y ahora con mucha más razón, porque no dejaría que mi amistad, esa tan extraña que tenía con ella, se esfumase por nada en el mundo.
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—Pero la cague. —Me reproche a mi misma, mientras me tallaba los ojos. Seguramente estarían hinchados y rojos, pero... ¿Que importaba? Me volví a tumbar, mientras que con la mirada perdida en mi negra gata, divagaba de vuelta a mis recuerdos. Un día como otro cualquiera, donde salimos a beber en aquella discoteca en la que nos habíamos encontrado, acabé enredándome un muchacho, y sin darme cuenta, acabé en su casa. A la mañana siguiente no pude evitar sentirme la peor mierda del mundo, y es que... ¿Como había podido hacerle eso a Leslie? Sorprendida ante mi pensamiento y asustado ante mi comportamiento, fui a mi casa, donde la pelinegra me esperaba sentada en el sillón. En el camino a casa, estuve pensando qué era lo que podía decirle, u es que... en realidad solo éramos un juego el uno del otro en el ámbito “amoroso-sexual”, en cuanto a la amistada, era mi mejor amiga. La que siempre permanecía conmigo, la que siempre me hacía reír por muy mal que estuviesen las cosas, la que aguantaba mis tonterías, era Leslie, simplemente ella. No obstante, todo lo que pensé no pudo ser pronunciado, ya que cuando Leslie estuvo frente a mi, miró atentamente las marcas que había en mi cuello, aquellas que el chico de pelo azul tan extraño me había dejado la noche pasada. Una mueca, seguramente un intento de sonrisa, apareció en su rostro.
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Fue la primera vez que vi que sus ojos, perdían el brillo ante esto. La primera ves que vi que su miraba reflejaba tantas cosas... y todas al cual peor que la otra. Simplemente, vi a Leslie derrotada, por mi culpa. Una punzada atravesó mi pecho... quería que me gritara, que me dijera que era la peor mierda que había tenido frente a sus ojos, que era un mal amigo, que era una horrible persona, incluso que me pegara, para sentirme un poco mejor. Y de verdad creía que lo haría, pero no. Solo se acerco lentamente a mi, me besó la frente y retrocedió un paso. Medio una última mirada con esa mueca caída y se marcho a la habitación de invitados, aquella que poco a poco, después de muchos meses, se había convertido prácticamente en su habitación. Y así, una y otra vez. Realmente no sé porque lo hacía ¿Por qué me entregaba a todas esas personas que no tan siquiera me atraían? Aparte, ¿Porque se sentía tan culpable cuando pensaba en Lisy, engañándola, algo más de la amistad? La respuesta me daba miedo, pero ya la había aceptado, yo quería a Lisy. Y no, claramente no como una amiga. Por eso es que me aterraba aquello, porque yo jamás había querido a nadie, yo estaba acostumbrado a jugar, a ir de flor en flor, ya que eso no causa dolor. Así nadie puede romperte el corazón, hacer añicos tu inocencia,
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hacerte trizas. Pero llegó Lisy, ella lo cambió todo. Y yo, como una tonta, caí por ella. Y ahora estaba tan asustada que no había palabras para describirlo. –Y eso me lleva a donde estoy ahora. –Suspiré acariciando lentamente el lomo de mi linda gatita, quien ahora se encontraba en mi cama. Al final, y como no era de extrañar, Leslie acabo cansada de mis tantos “engaños”, aunque sinceramente no se le puede denominar así, ya que yo ella eramos solo un juego. Y si, eso no era novedad, pero era lo mejor para mi, pero era lo mejor para mi pensar en esa gran mentira. Nada de esto interfirió en nuestra amistad directamente, nos seguíamos viendo prácticamente todos los días, pero en las noches todo cambió. Quizá ella se quedaba a dormir, pero siempre lo hacía en la habitación de invitados, aunque ya prácticamente le decía su habitación, además cerraba la puerta con seguro. Eso me dejaba claro que todo aquel juego entre nosotros había acabado. Aquel juego que poco a poco se convirtió en un me gustas. Aquel que después de meses de atracción, placer y gusto, se convirtió en un te quiero. Un te quiero que de igual medida me asustaba, también embargaba todo mi ser.
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Finalmente, después más o menos en tiempo actual Leslie había encontrado a alguien. Y aquello claramente no era un juego. Como yo había sido. Como ella había sido para mi, aunque solamente, un muy corto periodo de tiempo antes de ser la razón por la que sonreía todos los días. Y desgraciadamente, no tenía mejor opción que contárselo esta noche. Con esa maldita sonrisa suya en su rostro. Con aquel brillo de determinación en sus ojos. “Todo fue mi culpa” Me tapé hasta la cabeza, queriéndome esconder del mundo, mientras me volvía a gritar a mi mismo que lo mejor que podía hacer era resignarme. Yo había perdido a Lisy por creerle un juego, cuando ya había ganado solo por conocerlo, cuando se convirtió en la razón de mi sonrisa. Yo lo había dejado ir. “Y es que verdaderamente, lo que empieza jugando, acaba gustando” Pensé sarcásticamente. –O en mi caso enamorado. –
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I WANNA BE YOURS
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A los siete años. Guillermo Díaz tiene siete años, las rodillas raspadas y una figurita de acción en la mano. Guillermo es un niño tímido de rizos color oro; le gustan las gomitas de fresa, los días soleados y la niña que balancea sus pies al compás de columpio en el que se encuentra contado. Guillermo piensa que es muy linda, tiene el cabello negro, los ojos cafés y una sonrisilla muy sincera. Desde la resbaladilla, pude notar de que carece de un diente de leche, y no pude evitar pensar que se ve muy cool además de tierna. La chiquilla usa lentes y tiene un lindo vestido morado con flores, tiene también las agujetas desatadas, pero es irrelevante para ella, o al menos hasta que tropiece y caiga al suelo. Guillermo prefería los súper héroes como Iron man, antes que las flores y muñecas, pero piensa que ella y solo por ella podría cambiar de parecer. Piensa que, incluso que si ella se lo pidiera, regalaría todos sus juguetes.
—¡Oye! —Le llaman. El pequeño Guillermo siente como se le colorean las mejillas y le empiezan a sudar sus pequeñas manos, en cuanto sube la mirada, es ella; la niña del columpio está frente a él, observándole con una mirada sumamente curiosa. Es aún mas linda de cerca, piensa con inocencia.
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—¿Quieres jugar conmigo? — pregunta sin más, Guillermo asiente repetidas ocasiones, balbuceando con torpeza algo como: me gusta tu acento. —Eres muy extraño. Mi nombre es Sammy —Dijo mientras reía, Sammy seguía hablando pero Guillermo había dejado de escucharla. Guillermo tiene siete años cuando descubre que el amo de su vida se llama Sammy.
A los diez años Guillermo Díaz tiene 10 años, una playera tres veces más grande que su propio cuerpo y el nuevo tomo del cómic de Spider man entre sus manos. Tiene el ceño levemente fruncido, y sus rosados labios hechos una línea, luce bastante confundido. Sammy, su mejor amiga, lo mira atentamente. Ambos están sentados en la acera, luego de ir a la tienda de cómic a comprar la historieta favorita de Guillermo. Sammy ojea la historieta rápidamente, hasta reparar en la pagina que tanto mira su amigo.
—¿Estan besándose? —Cuestiona, entre confundida y asqueada, ya que pensaba que era horrible.
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—Si. —Guillermo asiente. —¿Has dado ya tu primer beso? —pregunta abruptamente, con los ojos brillandole de una manera muy especial. —¡No! —Niega, escandalizado. —Brandon ha intentado besarme en la hora del recreo pero pude escapar. —Se cruza de brazos con una sonrisita orgullosa danzando en los labios. Brandon era un chiquillo que iba en la misma escuela que ellos. —¿Tú no quieres besarle? —Guillermo mira fijamente a Sammy, se siente levemente intimidada por la mirada. Niega con la cabeza, y su mejor amigo sitúa la mirada en la historieta. —Yo tampoco he dado mi primer beso, pero supongo que supongo que se debe sentir muy bien. —Comenta, observando cuidadosamente la genuina sonrisa de Mary Jane. —Pensé que Jannies había sido tu primer beso. —No, solo nos hemos tomado de la mano. — Dice. A Sammy nunca le ha gustado ver a Guillermo triste. Toma aire y toma la mano de Guillermo con la fuerza suficiente para poner a ambos de pie. —¿Que haces, Sammy? —Pregunta, pero no recibe respuesta. La niña tiene las mejillas sonrojadas y las
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manos húmedas, pero aun así, Guillermo no se liberaba del tembloroso agarre. Este suelta un pequeño grito al ser arrastrado hacia el pequeño jardín de su vecino. Hay una regadera automática que expulsa grandes chorros de agua a gran altura. Se estremece cuando Sammy le obliga a ponerse bajo la llovizna artificial. —¿Te has vuelto loca? Nos vamos a enfermar si... —La vos de Guillermo deja de escucharse, tan solo se escucha el leve sonido de la regadera. Sammy lo esta besando. Así con su inexperiencia y sus mejillas rojas, sus labios cosquilleaban de un manera agradable y su corazón se había vuelto loco. No se sorprende cuando Sammy se separa de él y corre avergonzad sin decir nada. Guillermo tiene diez años, cuando recibe si primer beso.
A los trece años. —Le he dicho a Mario que me gusta. —Confiesa Sammy sin previo aviso. Guillermo se paraliza en su lugar, el control de la consola se le resbala de sus dedos. Sammy pausa el videojuego con su control, al mimo tiempo que le dirige su oscura mirada a su mejor amigo. Luce paralizado, totalmente incrédulo. Juraría que sus ojos están más húmedos de los normal.
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—¿Guillermo? —Le toca el hombro sutilmente, casi con miedo a recibir una reacción indeseada <<Por favor no llores.>> —¿En serio? —Aclara la garganta, un nudo en su garganta le impide hablar. Vuelve a tomar el control, e intenta distraerse jugando una nueva partida. Este lo felicita con una mirada turbia y con un frío tono de voz. Sammy agarra su largo pelo, algo incomoda. —Me ha preguntado si quería ser su novia y le de dicho que si. —Observa como Guillermo aprieta los botones con furia, como si quisiera aliviar de alguna manera, el torbellino de emociones que esta experimentando internamente. Ante tal furia ciega, su personaje en el videojuego muere al instante y bufa con resignación. —Es tarde, deberías irte a tu casa Sammy. —Murmura sin mirarle. Ella asiente, su mirada destella cierta culpabilidad. Toma su abrigo y le dedica un suave “nos vemos maña”, pero este no responde, sus verdes ojos están fijos en la pantalla, que le indica que ha perdido, con un gran y brillante <Game Over> En cuanto Sammy cierra la puerta, el no tarda en echarse a llorar, las lagrimas corrían por sus mejillas. Lloraba audiblemente, cubriendo su rostro con su almohada.
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Linda, su madre, entra a la habitación, preocupada. Le ve llorar y le acuna entre sus brazos con cariño, susurrando tiernas palabras con el fin de que su llanto cese. Linda no sabe que sucede, pero aun así le dice que todo estará bien. Guillermo se aferra aun más al cálido abrazo de su madre, el olor a jazmines que desprende su rubio pelo, hace que poco a poco cierre los ojos hasta quedarse dormido. Guillermo tiene trece años, cuando le rompen el corazón por primera vez.
A los dieciséis. —Venga, Guillermo. — Abraham le golpea el hombro amistosamente, quien tiene los ojos enrojecidos. —Solo será uno. —señala un porro que hay entre sus dedos, con una sonrisilla traviesa. Guillermo siente que sus manos empiezan a sudar y este niega con la cabeza. —Abraham, que es una niñita. No ha probado ni un cigarro en su puta vida. —Ismael ríe, déspota junto a su novia Ingrid. En realidad todos se están burlando de él, y Guillermo siente como sus ojos escuecen, por las lagrimas que quieren salir, pero este se niega a hacerlo, se niega a liberar.
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—Guillermo. —Samuel le da una mirada comprensiva. —No tienes que hacer solo porque estos idiotas te lo dicen. —Guillermo. —Sammy por primera vez en la noche interviene. Lo toma de la muñeca y le dedica una mirada severa. —Deja de actuar como un tonto ya, joder. Venga te acompaño a tu casa. —No. —Guillermo libera se libera con cierta brusquedad, y toma el cigarro lleno de cannabis, Ismael queda sorprendido antes las acciones del “niño de mami. —Dame un mechero. — Dice, Abraham sonríe, y le da unos. Enciende el porro y le da sus primera calada. El toxico humo llena sus pulmones, quiere toser, ha dado una calada muy profunda y sus pulmones no son capaces de soportarlo. Abraham palmea su hombro felicitándolo. Ismael dice algo como “al parecer no eres tan cobarde como creía”. Samuel suspiró resignado. —Sammy. —Guillermo quiso tocarle el hombro, para disculparse por lo que había hecho. —Me voy de aquí. —Dice, seria. —Vete tu solo a casa, imbécil. Guillermo tiene dieciséis años, cuando él y Sammy se pelean por primera vez.
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A los diecinueve. —Sammy. — Gime extasiado. Siente su piel en llamas, al sentir el cuerpo de la chica. Cierra sus ojos y se deja llevar por el precioso momento, recorriendo el cuerpo de su novia. —¿Estas lista? —La voz de Guillermo se escucha mas ronca de lo normal. Sammy asiente entre balbuceos, ya que el tiene su mano debajo de su ropa interior, tiembla cuando sus dedos se mueven y juegan un poco. —Estoy lista Guillermo. —No necesito decir una palabra más, él se puso entre sus piernas, y mientras la besaba con cierto erotismo, se empezó a introducir dentro de ella poco a poco, algunos pequeños gritos fueron callados con aquel beso. Con forme pasaban los minutos el vaivén se hacía más rápido, en aquella habitación solo había una atmósfera de amor y placer. —Te amo. —Dice ella entre gemidos a punto de llegar al clímax. —Yo también te amo. —Dice él cuando ambos llegaron a ese extasiante momento. Sammy se acurruca junto a Guillermo. Guillermo tiene diecinueve años, cuando él y Sammy hacen el amor por primera vez.
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A los veintidós —Estaremos bien. —Susurra Sammy en su oído; tiene los ojos repletos de lágrimas. Guillermo se niega a mirarle, su vista esta perdida en las hojas blancas que traer entre sus manos. No hay expresión alguna en su rostro, por el contrario su novia llora en silencio. —Saldremos de esto juntos, todo estará bien ¿De acuerdo? —Dice entre hipidos, mientras se limpia las lágrimas del rostro, esas que se niegan a parar de salir. —Sammy, voy a morir. —Susurra ausente.
Y, tras esas palabras, salidas de sus propios labios, fueron el detonante para que el chico se derrumbara. Sammy lo rodea entre sus brazos, como queriéndolo proteger de su cruel realidad. De esa hoja en blanco con un gran POSITIVO en letras rojas. Le han diagnosticado cáncer de pulmón, su adicción al cigarro se lo ha cobrado caro. —Te amo, Guillermo. —Gimotea. Ella no quiere soltarle, y Guillerno no quiere más que estar con Sammy.
Guillermo tiene veintidós años cuando le diagnostican cáncer.
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A los veinticinco. —No me mires, soy horrible. —Suplica cubriendo su lloroso rostro con sis huesudas manos. Sammy lo abraza sin importarle los quejidos que salen de los pálidos labios de Guillermo. —Creo que estas muy guapo, Guillermo. —Mi cabello... —Chilla angustiado. Sammy tiene un nudo en la garganta, sin embargo este niega con la cabeza y le da un tierno beso en la frente. —Con o sin cabello, me pareces igual de guapo como el primer día que te vi. —Susurra tiernamente en su oído. —Te amo Guillermo.
La quimioterapia esta haciendo fuertes estragos en el cuerpo del pobre chico, al principio el cáncer era mínimo sin embargo empezó a expandirse. Sin duda la perdida del cabello fue un gran detonante para que él se desmoronara.
—No es cierto. —Claro que es cierto. —Afirma. —Te amo y no me cansaré de decírtelo.
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Guillermo, se refugia en los cálidos brazos de Sammy., mientras esta le acaricia su lisa cabeza mientras le declara su amor. Guillermo tiene veinticinco, cuando pierde todo su pelo debido a la quimioterapia.
A los veintiocho. —Lo siento. —Lo siento, se disculpa torpemente, aferrado al brazo de su prometida. Sammy sonríe y niega con la cabeza, dándole un beso en la mejilla. —El doctor dijo que me costaría volver a caminar adecuadamente, pero no pensé que no tardaría semanas. —Frunce el ceño, concentrado. Sus piernas parecían gelatina y sus pies se volvieron más torpes. Los zapatos de Sammy era negros de tantos pisotones que recibía. —Has estado meses en el hospital, Guillermo. —Aun así, esto es horrible. — replica después de un largo silencio. —Lo siento, tú siempre tienes que cargar con mis mierdas. —Soy tu prometida. —Señala el anillo de su dedo anular. Guillemo sonríe y acaricia el anillo de Sammy.
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—Estoy dispuesto a cargar tus mierdas en resto de mi vida. —Guillermo ríe y siente más fuerza que antes. —Que romántica eres, cariño. —Te he propuesto matrimonio delante de todo el jodido mundo, con un gran ramo de rosas, y casi estallas de lo rojo que estas. —Dice juguetón. —Estoy considerando el hecho de casarme contigo. —No creo que encuentres a alguien que aguante tus pies helados en invierno o ronquidos... —¡Que no ronco! —Eso ni tú te lo crees, Guillermo. Ambos se rieron de todas sus tonterías, ambos eran felices.
Guillermo tiene veintiocho años, cuando comienza una vida nueva con Sammy. ¡Con este código QR, podrás encontrar un final alterno de esta maravillosa historia!
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Editorial Merlot´s Feelings Malinalco Mz 15 Lt 24, Cegor, 55130 Ecatepec de Morelos, Méx. @MicaelaMerlot @MicaelaMerlot Diseñado por Micaela López Aniceto Malinalco Mz 15 Lt 24, Cegor, 55130 Ecatepec de Morelos, Méx. micaelamerlot@gmail.com https://micaelamerlot.wixsite.com
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ÁNGELES Y DEMONIOS
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INTRODUCCIÓN s mejor tomar una buena taza de café y un par de pañuelos después de leer estas 5 historias de amor y drama, una diferente a la otra. Historias inolvidables como la de Rubén y Miguel donde surge una gran atracción entre ellos, sin embargo ambos esconden un oscuro secreto. Manuel y Rubí que mientras pasa el tiempo, se vuelven almas gemelas, sin embargo, el destino tal vez no esté de su lado. Samuel le manda notitas a Gabriela, ¿Estas serán suficientes para encontrar un final feliz? o tal vez sea como la historia de Sandra y Leslie donde ambas juegan el peligroso juego del amor, ¿Quién de ellas perderá, al enamorarse de la otra? Y por último, la historia de Guillermo y Sammy, que desde niños surgió esa conexión entre ellos, sin embargo habrá un obstáculo que les dificultará estar juntos ¿Podrán superarlo? ¿Su amor será lo suficiente mente fuerte?
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